Una Visita En Tiempos Complejos

  • October 2019
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Liceo n 7 de Niñas, Providencia Sector de Aprendizaje Religión Nm4, DOCUMENTO DE APOYO

Una visita en tiempos complejos Alberto Etchegaray

¿Cómo empezó a gestarse la venida del Papa a Chile? Hubo varias iniciativas que costó que cristalizaran. Estaba la iniciativa de los obispos, en el momento del problema con Argentina a propósito de la mediación, y ahí se pensó que era el momento más apropiado para que el Papa visitara Chile. Después, por otras razones, eso se postergó, hasta que a fines de 1985, él aceptó la invitación que la Conferencia Episcopal había extendido y se fijó como fecha abril de 1987, cuando el Santo Padre simultáneamente visitó Uruguay, Chile y Argentina. ¿Qué significaba en ese momento una visita del Papa a Chile? Se estaban viviendo momentos de bastante incertidumbre, los tiempos políticos, sociales y económicos eran muy complejos, porque toda la efervescencia que habían significado las protestas, vinculadas a la situación crítica que se había vivido desde el punto de vista del decrecimiento económico, la inseguridad que existía sobre el grado de adhesión que tendrían los militares al cumplimiento del cronograma que ellos mismos habían fijado, y la propia estabilidad que se había construido con mucha dificultad desde el punto de vista del crecimiento económico, hacían que el panorama social chileno no fuera nada de fácil para esta visita. Además estábamos frente a un país extremadamente polarizado, donde las circunstancias se habían tensionado, y esta visita auguraba condiciones nada de fáciles para que el Papa pudiera plantearla como una visita pastoral. ¿Qué pasaba en la política exterior vaticana si el Papa iba a un país donde el gobierno, en ese momento no era reconocido legítimamente a nivel internacional? El Papa había salvado esa situación, porque había hecho otras visitas a países que tenían regímenes que no eran reconocidos internacionalmente como democráticos. La complejidad de la visita a Chile es que se hizo, desde el punto de vista del Vaticano, una similitud entre la situación de Polonia y la de Chile. Estos países representaban tipos de regímenes políticos que, con distinto signo y por muy variadas razones, estaban dando una respuesta a los problemas de su tiempo de una manera determinada. En esa época estaba, por un lado, la Vicaría de la Solidaridad, y por otro, un sector de la Iglesia que era más proclive al gobierno, ¿quién manejó la venida del Papa en ese sentido? La Iglesia chilena, en ese momento, dio una gran lección de unidad. Monseñor Bernardino Piñera, presidente de la Conferencia Episcopal, asumió la plena representación del episcopado y de la Iglesia chilena. Por su parte, el Cardenal Arzobispo de Santiago, Monseñor Fresno, que por su título cardenalicio y por ser el responsable de la arquidiócesis mayor del país, también hizo lo propio. Hubo una gran disciplina de entender y reconocer, con mucha visión por parte de la Iglesia chilena, el carácter pastoral que el Papa le quería dar a la visita. En la organización, recibimos peticiones para que el Papa conociera la situación de los profesores, de la Salud, los

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problemas más acuciantes de los derechos humanos, el problema de la cesantía, los problemas laborales y muchos otros más. El Vaticano no aceptó ninguna injerencia de ninguna naturaleza. Con mucha diplomacia aceptó el hecho de que el gobierno chileno haya ofrecido toda la colaboración para esta visita, pero dejó claramente establecido que su interlocutor era la Conferencia Episcopal chilena. Con ella se iba a entender y ella era la responsable de esta visita. Al gobierno se le pidió solamente el transporte aéreo y la seguridad masiva, cosa que no fue exenta de conflictos. ¿El gobierno tenía aprensiones? El gobierno tenía temor de que esta visita se prestara para cualquier otro tipo de cosa. Tanto era así que el General Pinochet, que en ese momento era el Presidente de la República, determinó que el responsable, desde el punto de vista de la seguridad del Papa, iba a ser el General Salas Benzer, que en ese momento era el Director de Inteligencia del Ejército. Esto fue una confrontación en el seno del propio gobierno, porque el General Director de Carabineros le hizo presente que, por la Constitución, le correspondía a Carabineros de Chile el resguardo de la seguridad del Papa. Doce días después, el General Pinochet tuvo que modificar su posición y nombrar al General Nuñez, General de Carabineros, como responsable máximo del tema de la seguridad del Papa en Chile. ¿Le preocupaba también que se tocaran temas que hasta ese momento estaban un poco vedados en la Prensa? Para nadie es un misterio que durante el Gobierno Militar la Iglesia fue la que defendió y alzó la voz en muchos casos de atropellos muy flagrantes, lo que tensionó las relaciones entre ésta y el gobierno. Por lo tanto, con motivo de esta visita, el gobierno tenía el temor de que en estas reuniones masivas, que eran las primeras que se desarrollaban después de 14 años de un gobierno que justamente había restringido este tipo de manifestaciones, pudiesen suceder cosas. Y eso fue lo más delicado para nosotros como Comisión Organizadora, tratar de explicar y tranquilizar a los personeros de gobierno, fundamentalmente en el ámbito de las comunicaciones, para que se respetara el carácter pastoral de esta visita y se levantaran los temores que se tenían por las intervenciones que los obispos podían hacer en cada de sus diócesis cuando recibieran al Papa. Para mucha gente, la venida del Papa durante el gobierno de Pinochet lo legitimaba, ¿lo estimó así El Vaticano? El Vaticano corrió ese riesgo con clara conciencia de lo que eso significaba. El Papa marcó una independencia más allá de todas las presiones. Él ha visitado una gran cantidad de países, ha hablado con mucha libertad y lo ha hecho muy directamente, no para legitimar o para descalificar gobiernos, que no le compete hacerlo, sino para anunciar la palabra de Jesucristo, acercándose lo más posible a las personas que habitan ese territorio, conocer de sus necesidades y animar la fe, la comunión. En eso el Papa fue persistente, y en Chile estuvo, proporcionalmente para el tamaño del país, mucho tiempo, hizo un recorrido casi completo del territorio, desde Antofagasta hasta Punta Arenas, no dejó ningún tema por tocar, no dejó lugar que no se sintiera interpretado por su visita, su accionar, por lo que con su cometido superó muy ampliamente el hecho de legitimar o no legitimar el gobierno que en ese momento estaba a cargo del país. En el encuentro en la población La Bandera, ¿se sabía lo que le iba a decir la gente? El testimonio que recibimos esa noche al llegar a la Nunciatura quienes durante los 6

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días estuvimos siempre al lado de él a cada instante (en los momentos gratos y en los ingratos, en los masivos y en los más pequeños) fue de lo que él había visto en todo el trayecto por las calles. Y usó una palabra clave, dijo: he visto un pueblo testigo, no he visto un pueblo curioso. Arriba del papamóvil, él tiene una vista privilegiada de la gente y, además de ver banderas, saludos, pañuelos y gente, logra ver las caras, diferenciando entre la curiosidad y el testimonio. En La Bandera se produce el primer encuentro masivo del Papa con los pobres, y las personas que ahí le hablaron eran muy representativas del mundo popular, con mucha validación social. Fueron fundamentalmente mujeres que tenían representación en el mundo popular social... se le ofreció un pan amasado y una taza de té y el escenario, el lugar que acogió ese encuentro fue un diseño hecho muy improvisadamente, pero después plasmado en un proyecto del Padre Mariano Puga, que es arquitecto. Él se imaginó que la única forma de que la gente se sintiera interpretada y lo más parecido a lo que era la población fue un escenario que identifica casas de madera con techos del mismo tipo de fonolita, con los mismos aleros, que al Papa le impactaron mucho, porque no era un escenario postizo, sino que era integrar a la población que ahí lo acogía... Cuando él agradece el pan y el té, aparece realmente conmovido. El Papa tiene esa gran humanidad. Se conmueve con el dolor, con la sencillez, hay que ver la foto cuando él toma de la mano a la pobladora, está el Cardenal Fresno, el Vicario Barriga y se reza el Padre Nuestro. Además la inventiva chilena es infinita. En ese lugar hay muchos carteles puestos en polaco donde se le dice al Papa, ?en Chile se tortura?, ?en Chile hemos pasado hambre?, ?en Chile se violan los derechos humanos?. El Papa entendía y sabía que estaba en un mundo que no lo había pasado bien el último tiempo. ¿El Papa supo que la trasmisión en el canal Nacional se cortó? No, en ese momento no lo supo y probablemente no lo sepa nunca. No era una cosa que él estuviera procesando, sí supo porque él sintió que había gente en ese reducto que no lo quería. El General Nuñez, el Padre Roberto Tucci y yo, además de un conductor, siempre íbamos en el auto antes del papamóvil, durante toda la visita a Chile. En las calles, en los eventos, este auto percibía con claridad todo lo que iba pasando. En ese lugar hubo gente que tiró piedras contra el auto, contra la micro de Carabineros que iba adelante y también llegaron piedras contra el papamóvil, piedras que el Papa sintió. Él no evadía la realidad de la complejidad de Chile, pero hay que entender que esta fue una visita que estuvo jalonada de tensión. ¿Se sabía lo que iba a hablar con Pinochet, estaba pauteado? No, en todas las visitas que el Papa hace, hay un momento, normalmente al día siguiente de su llegada, donde él se entrevista con el jefe de Estado del país. Había 50 minutos para eso y es responsabilidad del gobierno que recibe al Papa. La organización de la visita no interviene. Lo único que teníamos como obligación era llegar hasta la Moneda con el Papa, ahí lo recibía todo el protocolo chileno y lo que sucedió dentro de La Moneda fue de responsabilidad del gobierno del General Pinochet. Lo único novedoso fue lo prolongado de la entrevista personal entre ellos dos, porque la verdad es que en La Moneda había mucha gente para saludar al Papa. Pinochet había convocado a todos sus partidarios a la Plaza de la Constitución. En los patios de La Moneda había una gran cantidad de personas, en los salones estaban los miembros de la Junta de Gobierno, sus familias, sus hijos, sus nietos, todos los ministros de Estado, todo el cuerpo de Generales, los ex ministros y ex subsecretarios, habían unas 300

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personas haciendo cola para darle la mano al Papa. ¿No sabemos si ahí ocurrió algo importante que ayudó a cambiar los destinos de Chile? No sabemos nada y ahí debe haber pasado algo especial porque Pinochet fue una persona al recibirlo y otra absolutamente distinta al despedirlo, y se nota en sus gestos, en su discurso y en su actitud. Es probable que Pinochet tuviera temor de que esta visita complicara mucho las cosas internamente y que, al ir a despedirlo a Antofagasta, se iba el problema, si es que lo era. ¿Nunca hizo algún comentario de algo que le llamara la atención? Muchos. En el Hogar de Cristo fue el encuentro con Carmen Gloria Quintana y vio a los enfermos desahuciados. Almorzó en la Nunciatura y después tuvo un encuentro con el Cuerpo Diplomático, de ahí tuvo que ir a la Cepal, a la Misa del Parque O'Higgins y volver después al encuentro con empresarios, con los políticos y los trabajadores, y finalmente, con la Comunidad Polaca. Terminó el día en la Universidad Católica en un encuentro con los Constructores de la Sociedad. Como era mi obligación, agilicé a la gente. Nos movíamos en una comitiva relativamente numerosa, porque además de la gente que venía de El Vaticano, había un grupo de chilenos que se movía siempre con el Papa... Y él no aparecía, yo creí que estaba en el baño y no era así. Estaba al fondo del jardín sentado en una silla rezando todavía. La percepción de una persona con menos fe, como la mía es, estamos perdiendo el tiempo, este caballero no se da cuenta que lo está esperando la gente en la Cepal y que lo están esperando 400 mil personas en el Parque. Se dio mucho tiempo, debe haber estado unos 10 minutos rezando. El secretario del Papa me hizo quedarme en el salón grande que había ocupado antes la gente y cuando se levantó el Papa y cruzó frente a mí, me miró y me dijo: Ud. Señor organizador, me ha exigido mucho, ahora yo tengo mi libertad para rezar. Yo me quedé calladito. ¿Qué le iba a decir al Papa, que en esos 10 minutos rezó con toda la fortaleza para enfrentar dos horas después una cosa tan complicada y compleja como fueron los disturbios del Parque O'Higgins durante la misa de la beatificación de Sor Teresa de los Andes? ¿Aún así el Papa no se salió de lo planeado? Si entramos en el tema de la Misa, ahí él tuvo un coraje enorme. En esa Misa se vio que Chile estaba enfrentado, que no tenía acuerdo, porque por un lado la gente más cercana que teníamos en Carabineros nos reconoció que ahí había grupos que eran de ellos, y por otro, gente que era del grupo que tenía más fuerza con las protestas y que estaba en el mundo contrario del Régimen Militar. También nos reconocieron que estaban ellos. Había grupos de jóvenes de las propias parroquias, reconocidos por los sacerdotes, lo que les significó mucho dolor. Durante la Misa, los sacerdotes que estaban concelebrando giraban a cada rato sus cabezas. Algunos con mucha decisión, resolvieron abandonar el altar con el Papa al frente y saltar las rejas para ir a calmar a la gente. Muchos de ellos recibieron peñascazos en la cabeza y no fueron escuchados... las fuerzas de seguridad no les obedecían a sus superiores... el Papa estaba consagrando la hostia y en ese momento chocaba un guanaco con un zorrillo en el medio del parque, lleno de bombas lacrimógenas... la gente asustada, defendiéndose... una situación muy caótica. Y el Papa no detuvo ni acortó nada de esa ceremonia. Es más, terminada la Misa y retirado todo el altar, al Papa, que estaba en la sacristía, le correspondía salir en un auto cerrado e hizo dos cosas, volvió a subir al altar que estaba ya pelado y se arrodilló frente al público que había sido testigo y que quedaba resguardando. Y

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después ordenó salir del parque en papamóvil y no en auto cerrado, diciendo: estas cosas han pasado, pero yo salgo aquí aunque haya riesgo. ¿El Papa se juntó con todas las personas que hasta ese momento no eran escuchadas por las autoridades? Ahí también hubo algo muy simbólico por parte del Papa. El año 1985, el Cardenal Fresno impulsó el llamado Acuerdo Nacional. Logró que gente de pensamiento de derecha, de centro y de izquierda suscribiera un gran acuerdo. El Cardenal Fresno recibió un portazo del General Pinochet, que le dijo: demos vuelta la hoja y esto no me importa, no me interesa. El Papa se reunió con toda esa gente para respaldar la opción democrática que ese grupo había tomado, lo que fue muy importante, porque dos años después, cuando se produjo el plebiscito y cuando vinieron las reformas constitucionales del año 89, que permitieron la elección presidencial, estaba muy fresco el hecho de que la principal autoridad espiritual del mundo occidental, con su presencia y su estímulo, hubiera animado esto. Pero no sólo se encontró con los políticos, el Papa se encontró con los trabajadores y con los empresarios y a ambos los animó a buscar acuerdos. La Iglesia chilena, después de esta visita, siguió muy fielmente ese mandato del Papa, posibilitando un documento que se firmó después de un año. Un gran acuerdo entre empresarios y trabajadores, que fue la base de lo que en la democracia permitió una forma mucho más sensata de enfrentar, con criterios de país, situaciones que a veces pueden ser muy conflictivas. Para muchas personas, ese encuentro del Papa los marcó en términos de lo que era su opción política. Se puede escuchar las versiones de don Sergio Molina, de un Gabriel Valdés, de un Andrés Allamand, de un Germán Correa, de un José Sanfuentes y muchos otros más, porque ahí estaba todo el espectro político chileno representado. Eso tuvo una enorme importancia, y el Papa también ahí se arriesgó y no se le ha dado suficiente importancia a eso, frente al equilibrio de lo que significó estar en la Moneda, que Pinochet lo tomara del brazo y lo llevara al balcón y le mostrara el público. Eso salió mucho en Europa, pero no salió que él había tenido el mismo gesto con toda la oposición a Pinochet. ¿En ese sentido la reunión con Carmen Gloria Quintana fue más conflictiva? Carmen Gloria Quintana es un símbolo de algo muy fuerte. Se trataba de una mujer joven, víctima de todas las tensiones que se vivían en esos tiempos. En esa época se presumía, con bastante fundamento, y que después se demostró, que había sido quemada por una patrulla militar. Ella simbolizaba la cara más dura del Régimen. Se hicieron todas las gestiones para que ella tuviese la posibilidad de verlo en el Hogar de Cristo. Cuando el Papa se acercó adonde estaba ella le dijo que había sido quemada. Tenía la cara desfigurada y una actitud muy militante, muy reivindicativa. El Papa la escuchó y la bendijo. La escuchó con atención pero no hizo ningún comentario y siguió caminando, porque había más personas que estaban en silla de ruedas esperando para saludarlo. En ese momento Carmen Gloria Quintana giró y empezó a conversar con una tía que la había acompañado, que estaba atrás, para decirle que ya había saludado al Papa. Él entonces volvió a la sala donde estaban los enfermos y la tocó en la espalda. Ella giró y el Papa, sin decirle absolutamente nada, la abrazó. Ahí esta mujer se derrumbó, se puso a llorar y el Papa solamente la acunó. Después, ella nos dijo a Monseñor Piñera y a mí que hacía mucho tiempo que nadie la abrazaba, que nadie la acunaba, y que se había sentido muy querida. Pero no bastó eso, al terminar la visita, el Papa, que tenía que salir por ese pasillo a tomar el auto, volvió a acercarse a esta

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muchacha y con los dedos empezó a seguir todas las cicatrices que tenía en la cara. Él quiso decir a esta muchacha que había sido víctima de una situación de tensión extrema de una sociedad y que no se merecía lo que le había pasado. En ella quiso explicitar su compromiso con el dolor absurdo, del cual es víctima un país con estas situaciones. Carmen Gloria Quintana quedó tan tocada que había pensado ir al Estadio Nacional, a Concepción y no fue a ninguna parte más. Ella debe recordar con mucha emoción lo que fue ese encuentro y que para todos nosotros indica esa dedicación que tiene este hombre, esa capacidad de actor para entenderse con multitudes, con 100 mil jóvenes como lo hizo en el Estadio Nacional, donde fue verdaderamente magistral y también esa capacidad de hacer sentir a la persona que tiene al frente, que ella es única, que es una persona absolutamente irremplazable y que él, en todo lo que le corresponde, puede entregarle el máximo. Eso me produce mucha adhesión a Juan Pablo II, su capacidad de dimensión multitudinaria, porque es un hombre que tiene una capacidad de manejo de la televisión, de la escena espectacular y sin embargo, también tiene esta cosa personal, directa a los ojos, que no los escabulle y que va a lo medular.

En el Estadio Nacional también se produjo mucha energía... El Papa se preparó mucho para la entrevista personal con el General Pinochet, y pidió bastante asesoría en esto, y también se preparó para el acto del Estadio Nacional. Lo hizo porque ese lugar significaba para Chile no sólo encuentros deportivos, sino que el lugar donde había habido un centro de detención, donde habían sucedido cosas bastante graves. Además, porque los jóvenes son siempre un auditorio complejo y la juventud chilena estaba igualmente dividida que el resto del país, pero más polarizada, más militante. Cuando las personas que acompañaban al Papa empezaron a escuchar el discurso que estaba dando, dejaron todo lo que estaban haciendo y subieron a oírlo. Luego me dirían que ese discurso era el mejor que a él le habían escuchado después del año 78 en su primera visita a Polonia. ¿Esa gente no conocía el discurso entonces? No conocían el discurso. Y ciertamente si uno lo revisa después, la potencia, las cosas que usó y lo fuerte que fue contra el grupo que lo molestaba... el gesto a la imagen de Cristo puesta arriba del marcador... En esa oportunidad también hizo lo que quería, porque iba a salir en un auto cerrado y pidió papamóvil... Se pegó una pequeña carrera por la pista, se subió al papamóvil y, cuando estaba arriba le preguntó al Cardenal Fresno ¿y cómo estuve? ¿Cambió el país después de la visita del Papa? Al terminar recibimos todas las opiniones positivas. Como había tanta desconfianza, tanta preocupación, nadie se podía imaginar lo que esta visita podía significar. En esa ocasión Chile cumplió. Hay que reconocer que en el país, la capacidad organizativa es muy alta. Las personas tienen un alto sentido público y más todavía en el tema de la fe. La Iglesia, en toda su expresión, las comunidades, los movimientos, los grupos, toda la dimensión pastoral de esta Iglesia Católica se sintió muy gratificada. Mucha gente, por la vía de la guardia papal, por la vía de muy pequeños servicios, sintió que en esta visita había tenido un espacio. A mucha gente se le convocó y lo que hizo lo sintió importante, porque en algo había servido. La televisión ayudó mucho, porque fue como un gran retiro. Cada una de las homilías del Papa es una catequesis en la cual él hace un

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seguimiento de temas muy centrales. Durante un largo tiempo esta visita fue un alto referente y las personas tomaron mucho de sus discursos. Algunos los usaron mal o bien, hay frases para el bronce, hay frases fuertes que han perdurado en el tiempo, los pobres no pueden esperar, mucha gente la usa para cualquier cosa, pero la frase sigue siendo muy potente. Porque hay detrás de eso una explicación del sentido del trabajo, un planteamiento de la economía de la solidaridad, un llamado a los empresarios, pero también a los trabajadores, un llamado a los gobiernos y al servicio público, que culmina con esta frase. Chile aprovechó mucho la visita y él, por muchas y muy diversas razones ha sentido que, mucha gente que lo ha visto después o a través de sus nuncios o del propio secretario de Estado, le ha hecho ver que su venida a Chile no fue en vano, sino que tuvo impacto. Eso, probablemente con el tiempo se vaya diluyendo, porque también el país cambió, las condiciones políticas son diferentes. La misma Iglesia ha tenido que modificar su posición: de ser un referente muy potente en la sociedad en algún momento habló de volver un poco a la sacristía, y hoy está revisando esa posición. Pero si uno la analiza hoy, 12 o 13 años después, es una visita que tuvo impacto en Chile y tuvo, en su momento, influencia sobre los acontecimientos posteriores. Hay mucha gente no católica que hizo presente el impacto que le había producido y eso ya es un signo muy alentador. ¿Cómo es la personalidad del Papa, cómo se puede describir a este personaje? Es un hombre que se prodiga mucho en las multitudes, pero es bastante severo en la intimidad. Curioso, porque da la impresión de ser un hombre muy bondadoso, muy abierto, y lo es. Pero es reservado en el trato personal. Es un hombre notable, es una persona que tiene enormes cualidades de liderazgo, que se atreve a ejercerlo, que tiene una coherencia entre su mensaje y exigencia en lo particular. Pero a la vez, es un hombre que habla muy fuertemente de los temas de moral social, que muchas veces se dejan escondidos, porque molestan a algunos; que se ha jugado por temas fuertes de la sociedad. Puede haber cometido errores, como toda persona, pero que no me cabe duda que va a ocupar un lugar muy destacado dentro de los liderazgos del siglo XX, por lo menos para la sociedad occidental cristiana. ¿En qué aspectos ha sido un Papa renovador de la Iglesia? Lo más renovador de él ha sido, igual que San Pablo, recorrer y recorrer. No ha dejado lugar en el mundo (aunque los católicos sean minoría), en llegar, estar presente y acompañar. El Papa persiste en ir teniendo más empatía con las personas. En el Encuentro Mundial de la Juventud en París el año 97, me impactó la empatía que tuvo con los jóvenes. Cuando más carraspeaba, más le costaba hablar, estaba más cansado y ya no podía leer el discurso que tenía, en ese minuto, los jóvenes encendieron todas las velas. El día que el Papa llegaba o el día antes, un diario dijo: ¿A qué viene el Papa aquí? Ha venido 6 veces a Francia, es un sin sentido que este caballero vuelva a venir a este país. Cuatro días después ese mismo diario publicó un título que era muy decidor: "El Papa vino y ganó". Y resulta que es un Papa enfermo, cansado y viejo, que les dice cosas a los jóvenes que muchas veces no les gusta escuchar, y sin embargo ha logrado una simbiosis con esa misma juventud europea, la más frágil, la que está más en la periferia, la que está menos integrada, la más excluida. Ese es el mayor rasgo que yo veo en este Papa, el estar donde las papas queman... Y él quiere ir a El Líbano, quiere ir a Irak y quiere estar en los lugares donde están las cosas más difíciles. ¿Ha sido también entonces un líder político muy fuerte de los últimos 20 años del siglo?

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Sí. En su ejercicio y su ministerio espiritual y evangélico no ha rehuido ni ha escabullido el pronunciamiento sobre los grandes temas que interesan al mundo de hoy y al mundo futuro, porque ha hecho un esfuerzo enorme por la celebración y la preparación para la celebración de este jubileo, que son dos mil años del nacimiento de Jesucristo. En esa perspectiva, ciertamente que ha sido un líder político, no se le puede decir que ha sido partidario, pero en el sentido amplio y con mayúsculas de la Política, lo ha sido. Él ha opinado sobre la economía, sobre el capitalismo, sobre el marxismo, sobre la libertad, sobre la justicia... Hubo otra visita polémica el año pasado: a Cuba. ¿Usted tuvo participación en ella? Si, pero muy indirecta. Los obispos cubanos, especialmente el secretario de la Conferencia Episcopal nos visitó en Chile y nos pidió que los orientáramos sobre lo que esta visita significaba. Con posterioridad, nuevamente estuve con el grupo que estaba organizando la visita y ahí pudimos trasmitirle toda la experiencia chilena. Para el Papa debe haber sido la visita más difícil de realizar, la más complicada. Muchas de las cosas que en Chile se pudieron hacer allá no fueron posibles... Lo que más recibieron fue nuestro ánimo. Tuvieron bastante apoyo de sacerdotes, fundamentalmente de Cristián Precht, que realmente los ayudó con el tema de los animadores. Hubo también apoyo económico, y la Iglesia cubana sintió la solidaridad de todo el cuerpo de la Iglesia chilena en la medida en que fue posible otorgársela.

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