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UNA LÁGRIMA DE CRISTAL
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UNA LÁGRIMA DE CRISTAL Una lagrima rodaba por la mejilla de una hermosa sílfide, la sílfide lloraba pues no podía crear y era tal su entusiasmo que puso en su creación, que no se dio cuenta que todo lo que creó, era grande, inmenso, como un gran bosque y su dolor era que no podía crear cosas pequeñas, para seres pequeños. Un día cansada de luchar por crear su mundo pequeño; triste y avergonzada, se fue a un claro, en donde había un pequeño río que formaba una hermosa poza de agua cristalina. Ella miraba el agua, mientras sus lágrimas de cristal rodaban por su rostro y en el agua caían, apoyo sus manos en su falda y el rostro en ellas y un gran suspiro dio, dejándose llevar por su gran dolor y pena. De pronto una pequeña vocecilla le dice... ¡Guapa! ¿Por qué lloráis? La sílfide sorprendida, alza su rostro y mira hacia todos lados y más a nadie ve y expresa “debe haber sido mi imaginación que ahora voces escucha” y nuevamente volvió a su posición.
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¡Pero guapa! ¿Sois ciega tambien? Pues no habéis escuchado, ¿Pero no ver? Anda mira acá abajo, Mira que todo el día no tengo y que yo os escuche ya es gran cosa. ¿Qué? Dice la sílfide ¿Quien habla en forma tan petulante? Yo pues guapa, quien más, mira, mira, baja la vista al agua y me veréis. La sílfide, entonces baja su vista y sorprendida ve un pequeño pecesillo regordete, que le habla. ¿Sois vos, quien me habla? Pregunta la sílfide. Pues, quien más! Si soy lo único pequeño en todo este inmenso bosque y verás que solo me encuentro ¿he? Pero no entusiasméis, ocupado estoy. La sílfide, molesta le dice... ¡Sí estais tan ocupado!¿Qué hacéis hablándome? El pez le dice.... Mira guapa, te vi llorar y no es que me moleste ver llorar a alguien, es más ni siquiera me interesa saber por que lloráis, pero te hablo por que sois la única que os habéis llegado a la orilla de mi laguna y a más nadie puedo preguntar, lo que quiero saber y como veis que pequeño soy y además pez, no puedo salir de aquí para averiguar. ¿Y que deseáis averiguar? Mira chica, no es que sea curioso, pero ¿Podríais decirme, quien fue el tarado que creo ese inmenso bosque, con esta pequeña laguna y con un único
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pez? ¿Podéis decírmelo vos? O ¿tambien estais sola en este inmenso bosque? La sílfide que lo miraba con rostro horrorizado, le dice tartamudeando.... No,no,no,no sé quien a creado este bosque ¿Por qué deseáis saberlo? Por que, mira guapa, no es que yo me crea muy grande, pero ¡ejem! Sucede que sé algunas cosas, que le podría enseñar al tarado ese. ¡Siiiiii? Le dice la sílfide, entusiasmada, creyendo que el pez, algo sabe y que ella no, ¿Qué sabes tú, que le podrías enseñar? Pues yo puedo buscarlo por ti y si no puede venir, yo le puedo llevar tu mensaje. ¡Guapa! ¡Guapa! ¿Qué os pasa? El tarado es ése, no yo, como osas pensar que yo voy a compartir mi secreto, mejor busca al tarado ese y traedlo aquí. La sílfide lo mira y luego se enfada mucho y le dice... Mira pecesillo, si creéis que voy a trabajar para vos, en buscar a alguien que quizás nunca encuentre en este inmenso bosque ¡estáis equivocado, pues no lo haré!, No señor. Y el pez mirándola con la boca abierta y los ojos desorbitados, le dice... Pero, mira que genio tenéis chica, con razón el bosque os quedo grande.
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¡Queeeee! Le dice la sílfide, muy, pero muy sorprendida ¿Por qué creéis que el bosque me quedó grande? ¡Que va! Le dice el pez, cualquiera se daría cuenta al veros llorar, que os habéis perdido en este bosque y como no sabíais regresar, os pusisteis a llorar. La sílfide al escucharlo, siente un gran alivio y un gran suspiro da, entonces, mira esta vez con ternura al pez y lo acaricia suavemente. El pez, sospechoso le dice... Mira, mira chica, no seáis atrevida, mira que a mi nadie me toca y diciendo esto se retira del alcance de su mano, sin antes ponerse rojo y nervioso. La sílfide le sonríe aún con mayor ternura y le dice al pez ¿sabes pecesillo? Me eres simpático y quisiera ayudarte a encontrar al ser que creo el bosque para que tu le enseñes. Esta vez el pecesillo vuelve junto a ella, la mira y le dice... ¿Y todo eso os llevo todo este rato pensar, para hacer lo que ya os había dicho? Si que sois lenta, guapa, pues ve, ve y no demores. La sílfide, se retira de la laguna y se va hacia unos árboles grandes, mientras caminaba, pensaba ¿Qué puedo hacer para encontrar a alguien y le diga al pez, que es el creador del bosque? ¡De pronto!, Una idea llega a su cabeza..
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¡Ya sé! Me disfrazaré y le diré que soy el creador del bosque, que una sílfide me dio su recado y listo. Dicho esto, se disfrazó de un ser un poco extraño, pues se hizo un disfraz de hojas y ramas y algunos frutos que colgó en ciertos lugares y luego se presentó ante el pez. Al llegar a la orilla, carraspeo para que el pez la oyese... Cuando aparece el pez, le dice... ¿Me llamabais, pecesillo de la laguna? El pez se acerca y la mira y luego dice... ¿Tú eres el creador de todo este inmenso bosque? Sí, pero decidme, ¿Para que queríais saber de mí? El pez la mira muy enojado esta vez y le dice.... ¡Mira tarado!, Cuando alguien crea un bosque así de grande, ¿Cómo es que se le ocurre crear una laguna así de pequeña y peor aún, un pez tan pequeño como yo y solo, sin más nadie con quien compartir y peor aún, la laguna no tiene salida de agua, llega toda aquí y se la beben los árboles, ¿dime como podéis crear algo así? La sílfide lo mira y ve con horror que efectivamente la laguna es pequeña, el riachuelo y el pez y luego piensa...¿y esto fue creado por mí?, Entonces ¿Por qué, si pude crear cosas pequeñas como yo quería, el bosque me salió grande? De nuevo mira al pez, y le dice..
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Mira pecesillo, reconozco que soy nuevo en esto y aún no tengo perfeccionado el tema de la creación, pero voy a mejorarlo. El pez la mira y le dice... Bueno reconozco tu humildad y le dije a la guapa esa, que yo te podía enseñar algunas cosas y para que no sigamos discutiendo del tema, mejor te voy a enseñar lo que prometí a la guapa. La sílfide que no podía creer que había engañado al pez, lo mira con atención. El pez le dice, mira tarado, te voy a explicar.. Pero antes que siguiera, la sílfide le dice... Sabes pecesillo, no me llames tarado, mi nombre es Govinda. Muy bien, le dice el pez, te voy a llamar Govinda, entonces. Govinda, ¿Tu deseas crear cosas pequeñas o cosas grandes? Pequeñas, le dice Govinda Muy bien, entonces vamos a crear cosas pequeñas Vas a ir al centro del bosque, cerraras los ojos y comenzaras a visualizar en tu imaginación un hermoso corazón de cristal, suspendido en el bosque, una vez que lo hayas hecho, abres tus ojos y regresas acá. La sílfide va y hace lo que de dice el pez, luego vuelve. El pez le dice.. ¿Hiciste todo lo que te dije? Sí, le dice la sílfide
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El pez mira hacia el bosque y nada ve No, le dice el pez, no lo haz hecho Si, le dice la sílfide, lo hice, fui al bosque, cerré los ojos e imagine un corazón de cristal suspendido en el bosque, abrí los ojos y volví No, le dice el pez, no lo hiciste, pues nada veo Es que eres pequeño Seré pequeño, pero tengo ojos ¿Ojos para que?, Le dice la sílfide Ojos para ver, le dice el pez, anda nuevamente y haz lo mismo, pero esta vez, coloca mucha atención a lo que haces La sílfide va y hace lo mismo y vuelve El pez que esta vez estaba esperando, mira nuevamente y nada ve, por lo que vuelve a enviar a la sílfide a hacer lo mismo Después de que la sílfide ha ido unas treinta veces, pues nada le resultaba, cansada le dice al pez... Sabes pecesillo, yo creo que tú nada sabes de la creación y te estas burlando de mi, nada sabes de creaciones pequeñas. El pez mira a Govinda y le dice, mira a tu lado izquierdo y dime que vez Govinda mira y ve piedrecillas y pasto silvestre y le dice al pez lo que ve Muy bien le dice el pez, ahora mira a tu derecha y dime que vez Govinda mira a su derecha y tambien ve piedrecillas sueltas y pasto silvestre y le dice al pez lo que ve.
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El pez la mira a los ojos y le pregunta.. ¿Y te gusta lo que haz visto? Govinda le dice... No mucho, hay demasiadas piedrecillas. Muy bien le dice el pez, entonces mira de nuevo a tu izquierda. Govinda, ya cansada del juego le dice ¡Pero si ya miré! Pues vuelve a mirar, le dice el pez con autoridad. Govinda, pensando en terminar el juego, por última vez decide mirar a su izquierda, más cuando lo hace, sus ojos no pueden creer ver tanta belleza, flores por doquier, de todos colores, abundancia de vegetación silvestre, una suave brisa trae el aroma de las flores, se vuelve hacia el pez y le dice ¿Esto lo has hecho tu, tu lo haz creado? Sí, le dice el pez ¿Y como lo haz hecho? El pez la mira y le dice... Mira guapa, fuisteis treinta veces al bosque a crear el corazón de cristal, sin embargo este jamás brillo. La sílfide avergonzada, de que el pez la hubiese descubierto, le dice... Es verdad y las treinta veces cree el corazón, pero nada sucedió. Es verdad, le dice el pez, pues para crear debes amar. ¿Y que es el amor, le dice la sílfide?
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El amor, es el sentimiento que tu colocas, cuando deseas crear algo, no basta con desearlo, pues el deseo puede ser grande o pequeño y como tu deseo al principio era pequeño, me creaste, sin embargo dudaste de tu creación al no verla, el deseo se Convirtió en grande, pero aplaco tu amor y es por ello que solo grande fue tu creación. La sílfide lo mira un instante y se da cuenta que así fue, pues se desilusiono mucho, cuando no pudo ver su primera creación y creyendo que no había creado nada, aumento su fuerza de creación, sin saber que por colocar tanto ímpetu, se olvido de colocar amor, Mira al pez y le dice... Tienes razón, pero dime como sabias que era yo y no el ¿tarado? Recuerda, le dice el pez, tú fuiste mi creador, estoy unido a ti, soy parte de ti, ¿Cómo no voy a saber quien me creo? Sí, le dice la sílfide, si yo soy tu creador, entonces como pensabas enseñarle al tarado a crear. El pez la mira y le dice... Yo no te he enseñado nada, pues tu misma fuiste al bosque las treinta veces. No, no es verdad, le dice la sílfide, tu me enviaste ¿Pues que es lo que querías ver desde aquí? Sí, es verdad, sola tu fuiste, pues después de la tercera vez, yo solo me asomaba y miraba y cuando hacia eso, tu te dabas media vuelta y
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volvías al bosque, y volvías y mientras yo no te dijera lo que no veía, tu intuías que debías volver, pero yo jamás te dije que debías volver. Bueno, bueno, me vas a decir entonces ¿Qué es lo que no veías? Claro, lo que no veía, era amor en tu creación. O sea, le dice la sílfide, ¿No era que tenias que ver el corazón de cristal? No, le dice el pez, como voy a ver algo que está dentro de ti. ¿Y entonces? Lo que pasa, es que cuando tú haces algo con amor, este refleja y destella la luz y esa luz yo no la veía en ti, en cambio ahora que aprendiste a esforzarte en mejorar tu amor, ahora si que brillas y reflejas el amor por todas partes, ahora si que eres una sílfide de la creación. ¡Que!, le dice la sílfide, ¿Cómo sabias que soy una sílfide? El pez la mira y sonríe y le dice, Adiós ¡Guapa!, Recuerda crear una pecesilla para mí, adiós, adiós, ¡Guapa! Fin
Cecilia Navia
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