UNA HISTORIA TENDENCIOSA MORALIDAD EN UN ACTO DE RICARDO MONTI (Un escenario. Teatro aparece frente al telón corrido) TEATRO.- Reunidos esta sórdida noche, en esta noche de ambiguos contornos, en la noche ecuménica de nuestro tiempo, yo, el Teatro, me ilumino fugaz para ustedes. Amén. (Mira hacia el público, angustiado) ¡Qué silencio! (Se acerca al borde del escenario, le da vértigo, salta hacia atrás con una pirueta) Mi misión acá es simple: vigilar la coherencia del espectáculo. Aclaramos que no tenemos ninguna pretensión de objetividad. En fin. (Pirueta) La señora que les voy a presentar… Cuesta un poco definirla. ¿Existió alguna vez o es sólo un producto de nuestra afiebrada imaginación? En todo caso está aquí y su nombre puede significar felicidad, poder, joie de vivre. Aquí está: el placer de la existencia, la pura ganancia, la plusvalía de nuestro corazón… El motor de esta historia: ¡Madame! (Entra Madame desastrosa) MADAME.- ¡Ay, pichón! ¿A mi edad estos trotes? TEATRO.- Distinguida señora, usted está por encima del tiempo. MADAME.- Hay tanto maquillaje que a veces tengo la sensación de mirar por dos agujeros. O que debajo del polvo y la pintura no me queda piel. (Ríe agriamente) Una blanca y fría calavera. TEATRO.- Madame, no me espante al público. BORRACHO.- (Fuera del escenario.) ¡Madame! ¿Dónde está, gatita? MADAME.- La puta que la parió. ¿No se puede estar tranquila ni siquiera en un escenario? TEATRO.- ¿Qué pasa, Madame? MADAME.- Nada, es ese abogadito, que me sigue como una sombra. ¿No lo podés echar?
TEATRO.- Imposible, juega un papel indispensable en esta obra. (Aparece el Borracho) BORRACHO.- Madame, mi querubín. ¿Estaba acá y no me decía nada? MADAME.- Salí, no te acerqués. BORRACHO.- ¿Por qué? MADAME.- Porque sos una ofensa para mi olfato, querido. Olés a vino de fonda y tabaco fuerte. BORRACHO.- Algún día se va a ver en líos con la justicia y va a necesitar un buen amigo. MADAME.- ¿En líos con la justicia? ¡No me hagás reír! ¡Yo soy la justicia! BORRACHO.- Le ofrezco mi reputación. ¿Sabe lo que es eso? MADAME.- Si sabré yo lo que es eso, querido. BORRACHO.- Le ofrezco mi cuenta bancaria. MADAME.- Por ahí vamos mejor. (El Borracho intenta abrazarla) Salí que me arrugás el vestido. Y no me toques que me pone histérica. No soy una potranca de burdel. BORRACHO.- Pero Madame, dígame entonces qué tengo que hacer. (Madame lo mira sarcásticamente un instante) MADAME.- Escuchá, hijo de gringo, te voy a dar una lección. (Se vuelve profesionalmente al Teatro) ¿Todo listo, pichón? TEATRO.- Cuando quiera, Madame. MADAME.- ¿Puede anunciarme? TEATRO.- Sí, cómo no. (Al público) Canción donde se revela la misteriosa naturaleza de Madame. MADAME.- (Canta.) Paren la oreja, messieurs, señores, voy a explicar algo enigmático: De dónde vengo y qué pretende con esta dama la humanidad. De incierto origen, ya no recuerdo
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cuándo nací. Pero entendí que el sol calienta de un solo lado. Y que los dados con que jugamos nuestra existencia día tras día están cargados. Huyo de aquellos que sólo tienen para ofrecerme sudor y penas. De los que viven en los suburbios, de los que aspiran pero no son. A los que quieran tener comercio con esta dama, yo les sugiero, con entusiasmo, pegar el salto. ¡Existe el paraíso terrenal! Hay que cruzar albas heladas de codicia para llegar al paraíso terrenal. Hay que sortear turbios océanos de escarcha para alcanzar el paraíso terrenal. ¡Pero qué importa! La vida es breve y hay que gozarla. Ojo, queridos, no todos llegan, ténganlo en cuenta. Porque los dados con que jugamos nuestra existencia día tras día están cargados. Sale, seguida por el Borracho. TEATRO.- Gracias, Madame. ¿Pero quién está ahí? ¿Qué hace allí, caballero? Pase a este efímero primer plano. BOÑIGA.- (Fuera.) Estoy acompañado.
TEATRO.- (Aparte, al público.) Reconocerán a este aristócrata nativo… Boñi García. O brevemente: Boñiga. BOÑIGA.- ¿Y a Sir Hawker, ya lo presentó? TEATRO.- (Aparte, al público.) “Britania, Britania gobierna los mares…” BOÑIGA.- (Al Teatro.) Ahora déjenos solos, ¿quiere? Tenemos que terminar una partida muy interesante. HAWKER.- ¿Dónde está la pelota? (El Teatro saca de entre sus ropas, como un pase de magia, una pelota imaginaria y se la da) TEATRO.- Señor… (Reverencia y sale) BOÑIGA.- Usted habrá advertido, Sir Hawker. HAWKER.- Excuse me, dear. (Golpea con el mazo la pelota imaginaria) BOÑIGA.- (Mecánicamente.) Bravo. HAWKER.- ¿Decía? BOÑIGA.- Que nuestras tratativas se arrastran penosamente desde hace varios días, Sir. HAWKER.- Yo soy viejo, amigo, usted no tanto. La vejez me ha enseñado a ser paciente. Su turno. (Boñiga golpea al descuido la pelota imaginaria) BOÑIGA.- Nuestra relación fue ejemplar durante décadas, Sir. Hasta le diría que nosotros jugamos aquí una partida que comenzaron nuestros abuelos. HAWKER - ¡Magnífica! BOÑIGA - ¿Qué cosa? HAWKER.- La metáfora, dear. BOÑIGA.- Gracias. (Pausa) A usted le debemos técnicas, capitales, progreso en fin. ¿Qué eran estas tierras antes de que las descubriera el genio inglés? Pastizales, desiertos donde vegetaba tristemente el ganado. HAWKER.- Esas pobres vacas.
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BOÑIGA.- Dejamos todo en sus manos, con absoluta confianza. Pero teníamos la palabra de Inglaterra. Un amplio mercado para nuestras carnes y buenos precios. HAWKER.- Crisis. Se compra menos, bajan los precios. BOÑIGA.- Sir Hawker, está lesionando compromisos seculares. HAWKER.- Y usted, mi querido Boñiga, arruinando una hermosa partida de cróquet. Mire cómo tiene los ojos empañados. BOÑIGA.- Hawker, usted sabe que nos necesitamos. (Hawker ríe suavemente) HAWKER.- Monopolio de transportes. (Boñiga asiente con la cabeza, resignado) Libre importación de nuestros productos. (Boñiga asiente) Y cerrar el mercado para los competidores de Inglaterra. BOÑIGA.- Concedido. Cupos preferenciales para nuestras carnes. HAWKER.- Por ahora no. Veremos en el futuro. BOÑIGA.- ¡Ay, Hawkie, qué terco! HAWKER.- ¿Acepta o no? BOÑIGA.- I have no choice. (Entra el Teatro) TEATRO.Y he aquí que vuestras desdichas llegan a un feliz término, y al calor del dulce himeneo se disuelven vuestras lágrimas. Per secula seculorum. Amén. (Pirueta) Madame, ¿qué hace ahí? Venga, festejemos el acoplamiento. MADAME.- (Fuera.) ¿Acaso me consultan? BORRACHO.- (Fuera.) ¿Acaso nos consultan? BOÑIGA.- Venga, Madame. No sea celosa. ¿Acaso es un secreto que si mi esposo está en Londres mi amante está en París? Y usted es mi París, mi Ciudad Luz, mi Notre-Dame.
MADAME.- (Entrando.) Sí, pero algún día quisiera ser la legítima. Hola, Hawkie. HAWKER.- Hello, Madame! BOÑIGA.- ¿Se conocían? MADAME.- Intimamos un tiempo en el Palacio de Buckingham. HAWKER.- Wonderful days! MADAME.- Days of wine and roses. TEATRO.- Pare el diálogo, señores. (Se dirige hacia bambalinas, donde está oculto el Borracho) ¿Qué estás haciendo, indecente? ¿Querés que nos cierren el teatro? (El Borracho trota hasta el centro de la escena, abrochándose la bragueta) BORRACHO.- (Con una sonrisa estúpida.) Nada. Fue un instante de imaginación. MADAME.- (Con un grito exagerado.) ¡Ay, qué escándalo! ¡Y a eso lo llaman imaginación? Este es de los que le dicen groserías a una por las calles y le muestran el miembro a las colegialas. BOÑIGA.- No mire, Sir Hawker. (Hawker lanza una carcajada canallesca) MADAME.- ¡Qué desprestigio para el país! Delante de Hawkie. BORRACHO.- Madame, lo hice por usted. MADAME.- (Empujándolo.) ¡Cerdo! (El Borracho trastabilla hasta Hawker y este, sin dejar de reír, lo empuja de nuevo hacia Madame. Se lo tiran así unos a otros. Por fin, el Borracho cae de rodillas en medio del círculo. Le saltan lágrimas de los ojos. Se hace un silencio.) MADAME.- ¿Qué le pasa? HAWKER.- He’s crying. MADAME.- Está llorando. BOÑIGA.- La melancolía del beodo, seguramente. TEATRO.- Ciudadano Bonafede, ¿puede explicar a estos señores qué ha sucedido? BORRACHO.- (Ahora sobrio.) Sí, señor. He sido descubierto in fraganti en acto de imaginación y autoconcupiscencia. Los señores
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estaban contentos, festejaban. Fue un impulso irresistible. Me contagié. MADAME.- Qué vergüenza. TEATRO.- Ciudadano Bonafede, lo siento pero me veo obligado a expulsarlo del escenario. CORO - ¡Fuera del Paraíso! (El Borracho, apesadumbrado, se levanta para salir) QUIRQUINCHO.- (Desde afuera) ¡Un momento! (Desconcierto en el grupo) TEATRO.- ¿Quién habló? (Nadie responde) MADAME.- ¡Un merodeador! (El Borracho, nuevamente ebrio, comienza a buscar al Quirquincho. Cuando lo descubre, abre los brazos en un gesto de asombro) BORRACHO.- ¡Usted! QUIRQUINCHO.- Shhh, escondé el bulto, que estoy conspirando. Tenés los ojos hinchados. ¿Qué pasó, m’hijo? ¿Te han humillado? BORRACHO.- Son unos hijos de puta. QUIRQUINCHO.- No importa, m’hijo. He venido a salvarte. Llegó la hora de la reparación. Asumamos juntos la contienda, desde el llano a la cumbre, para remontar la abrupta montaña a pura orientación de pensamiento y a pura entereza de carácter, y llegar a la cima pasando por sobre la muralla de todos los poderes oficiales y las conjuraciones conniventes. (El Borracho queda pasmado. Al finalizar su frase, el Quirquincho se encamina sin transición al grupo, que lo observa en silencio. El Borracho cae de rodillas) BORRACHO.- (Musita.) Es un santo… QUIRQUINCHO.- (A Madame.) Usted, joven quinceañera, ¿no se acuerda de mí? MADAME.- Bueno… Una vaga idea… QUIRQUINCHO.- Un patio de Balvanera. Baldosas rojas, un organito y la luz de la luna sobre su rostro de ángel.
MADAME.- ¿Balvanera, Balvanera? Déjeme hacer memoria… Estuve en tantos sitios. ¿Usted estaba acostado arriba mío? QUIRQUINCHO.- Arriba, siempre arriba, señorita. Mi lema es “Arriba”. MADAME.- Pero cómo no. ¡Comisario! Mire usted, a la vuelta de tantos años, dónde nos venimos a encontrar. ¿Conoce a esta gente? Sir Hawker. QUIRQUINCHO.- (Estrechando la mano de Hawker.) Por referencias. MADAME.- Un hijo de la rubia Albión. QUIRQUINCHO.- Saludos a la señora madre. HAWKER.- Yours truly. MADAME.- Boñiga. QUIRQUINCHO.- Caballero. BOÑIGA – Enchanté. (Madame pega un alarido; Hawker la ha pellizcado. Salta hacia Boñiga. Éste la abraza. Ella salta nuevamente a Hawker, que le pone una mano sobre una pierna) ¡La liga no! ¡No, que es un recuerdo del Príncipe de Gales! (Gran tumulto y escándalo. Mr. Hawker y Boñiga tumban a Madame y entre los dos tratan de sacarle la liga, mientras ella se debate a las carcajadas) BORRACHO - ¡Haga algo, don Hipólito! ¡Haga algo, me la están corrompiendo! (La batahola sigue en un enredo. Emergen brazos, piernas y plumas. El Borracho, enloquecido, trota de una a otra mesa) ¡Haga algo, don Hipólito! ¡Ya le sacaron la liga! ¡Don Hipólito! (Por fin, el Peludo se acerca) QUIRQUINCHO – (Junto a la mesa) Doncella… (Aparece Mr. Hawker, con la liga de Madame en la cabeza, a modo de vincha, y una pluma) Doncella. (Profundo silencio. Aparece Madame. El Peludo se acerca a ella) Doncella… (Sale Madame, El Peludo la toma del brazo y le canta) Yo sé tu triste historia, muchacha de arrabal. Yo sé que un día aciago dejaste el suburbio
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y el vestido de percal. Te enceguecieron las luces, te deslumbró la ciudad. Mariposa de abril, en el fango fuiste a dar. Yo sé tu triste historia, muchacha de arrabal. MADAME.- Bueno, no es exactamente así, pero me identifico. QUIRQUINCHO.Aquí terminan tus cuitas, Santa Madama del Suburbio. ¡Redención para todos y sufragio universal! BORRACHO.- ¡Yo voto por el Quirquincho! QUIRQUINCHO.- Venga, querida. Descanse de sus trabajos. MADAME.- Casi me hacen bolsa. Disculpe. (Se da vuelta. Se arregla algo) Tenía floja la dentadura. QUIRQUINCHO.- Venga, le voy a explicar la plataforma. (El Quirquincho se lleva a Madame a su mesa) MADAME.- ¿Qué plataforma, querido? QUIRQUINCHO.- Electoral, niña. MADAME.- Perdone, sé tan poco de política. BOÑIGA.- (A Madame.) Comment, cherie, tu t’en vas? MADAME.- Sí, cheri, ya me voy. Ya estoy harta de tus groserías. El caballero al menos me va a explicar su plataforma. HAWKER.- ¿Pero por qué se va? BOÑIGA.- Déjela, Sir, ya volverá. En estas circunstancias lo que uno debe hacer es esfumarse unos momentos de la escena. Después de usted. (Ambos salen, tomados del brazo y dignamente. Hawker aún lleva la liga en la cabeza, a modo de vincha, y una pluma de Madame) QUIRQUINCHO.- ¿Confía en la pureza de la Causa , niña? MADAME.- No sé. (El Quirquincho se sienta)
QUIRQUINCHO.- Venga. (Le señala a Madame sus rodillas como asiento) MADAME.- ¿No sería más cómoda una silla? QUIRQUINCHO.- Siéntese, niña, siéntese. (Madame se sienta, desconfiada) La majestad de la Causa es infinita, su misión es sublime. A ella entregamos los más cálidos fervores, porque se robustece y vivifica en las puras corrientes de la opinión. MADAME.- Mire. QUIRQUINCHO.- Es la escuela y el futuro de las sucesivas generaciones y hasta el ensueño de los niños y el santuario cívico de los hogares. (Se acerca el Borracho) BORRACHO.- La conquistamos para la Causa , ¿eh? QUIRQUINCHO.- Apartesé, amigo, que estoy iniciando a la niña. BORRACHO.- ¿Y no puedo iniciarla yo también un poquito? MADAME.- Prefiero que lo haga el señor, nene. QUIRQUINCHO.- Ya oyó a la señorita. BORRACHO.- ¡Yo conspiré con vos! QUIRQUINCHO.- Reconocido, pero ahora déjeme conversar a solas con la dama. BORRACHO.- ¿Por qué a solas? ¡Los actos de gobierno tienen que hacerse en público! Vamos, no seas desagradecido… QUIRQUINCHO.- Salí de acá, cargoso. (Lo aparta de un empellón. El Borracho trastabilla. Se recompone) BORRACHO.- (Solemne.) El pueblo quiere saber de qué se trata. (Sin transición, pedigüeño.) Te la devuelvo pura. Tan pura y santa como a la Causa. MADAME.- ¡Ay, metiéndose con Causas ajenas! ¡Qué vergüenza! (El Borracho se les tira encima) BORRACHO.- Es tan redondita… (Manosea las tetas de Madame, que lanza un grito estridente. El Quirquincho se incorpora de golpe y Madame es despedida con violencia. El Quirquincho se acerca al Borracho)
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QUIRQUINCHO.- ¡Te voy a hacer un juicio político! ¡Mamao! (El Borracho, que parece herido en lo más profundo de su ser, retrocede melodramático) BORRACHO.- Juicio político a mí. A mí. (Ahora desgarrado.) A mí, que casi di mi sangre por vos. MADAME.- (Arreglándose las plumas.) Las cosas que tiene que ver una en estos tiempos. Eso pasa por entregarle el poder a la chusma. BORRACHO.- A mí, que te vengo siguiendo desde el mitín del Jardín Florida. ¡Viva el dotor! ¿Y así me agradecés? QUIRQUINCHO.- (Solemne.) Sepa el pueblo ser conducido por quienes ha elegido su sacrosanta voluntad. BORRACHO.- ¿Sabés lo que sos? ¿Querés que te diga lo que sos? ¡Un quirquincho! ¡Eso es lo que sos! ¡Un quir-quin-cho! QUIRQUINCHO.- ¿Quirquincho, yo? (Quitándose el saco.) Tenéme el cascarón, Madame, que a este lo mato… BORRACHO.- ¿Y ahora me amenazás? ¿Donde está Boñiga? (Intenta salir. El Quirquincho lo retiene por una manga) QUIRQUINCHO.- Venga para acá, arreglemos las cosas entre hombres. BORRACHO.- Soltá. Voy a buscar al Boñiga. QUIRQUINCHO.- ¿Querés un nombramiento? Ya está. Acordado. BORRACHO.- No quiero nada. Soltá. QUIRQUINCHO.- ¿Querés a la Madame? Está bien. Te la presto. MADAME.- Nadie se atreva a hollar mi piel. BORRACHO.- Ahora no quiero saber nada con esa puta. MADAME.- ¡Ay, he sido insultada! (El Borracho y el Quirquincho forcejean. Aparece Boñiga. Lo acompaña Hawker) BOÑIGA.- Caballeros, s’il vous plaît. Gentlemen, están dando un espectáculo indigno de una nación civilizada. Un poco de compostura, por favor. ¿Qué va a pensar Sir Hawker? I’m sorry, Sir. HAWKER.- No sorry, friend. No sorry. Estoy acostumbrado a estas cosas.
MADAME.- Boñiguita, he sido insultada. QUIRQUINCHO.- Con la verdad no ofendo ni temo. BOÑIGA.- Ofendum dama, grande infamia est. (Hawker abraza a Madame y se la lleva) HAWKER.- Oh, pobrecita… QUIRQUINCHO.- Caballeros, esto exige una reparación. BOÑIGA.- Ya es tarde. QUIRQUINCHO.- ¡Un momento! ¡A transar! ¡Que se rompa pero que no se caiga! Oiga, compadre, ¿no le parece que se le va la mano? Aquí los ánimos están soliviantados y obnubilan los preclaros designios de la providencia. Hagamos un mano a mano y escuchemos la voz de las urnas. BOÑIGA.- Es inútil, caballero, aquí se acaba el impasse. Ha sonado la hora de la espada. BORRACHO.- ¡Yo voto por el Boñiga! BOÑIGA.- ¡General! (Aparece el General. Lleva vistosas charreteras militares, pero debajo de la chaqueta asoman las bombachas y las alpargatas de peón) GENERAL.- Sí, patrón. (El General extrae un revólver. El Quirquincho alza los brazos) QUIRQUINCHO.- ¡Soy un gobierno civil! ¡Estoy sin armas! (El Teatro arroja un cuchillo al Quirquincho. Este lo toma y lo observa con curiosidad. El General dispara su revólver contra él. Madame grita. El Quirquincho, herido, se agarra el estómago y así, doblado, se dirige con paso lento hacia el foro). QUIRQUINCHO.- Ah… qué… qué frío… qué humo… Ah… perros sangrientos… Madame… ¿Dónde está Madame? No me abandones a estas horas de la noche… El camino es largo… Hace frío, está muy oscuro… Hay perros… Les brillan los ojitos… ¡Fuíra, perros! ¡Ah, Madame, eras blanca y pura como una magnolia… en los zaguanes… de Balvanera! (La escena es casi solemne, evangélica. El Quirquincho cae varias veces y el Borracho acude a ayudarlo) Ah, ¿y me van a
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dejar ir así nomás? (Pausa. Silencio de los demás. Cae de bruces. El Borracho queda a su lado) BOÑIGA.- Disculpe, Sir Hawker, un asunto tan enojoso. HAWKER.- Duelo criollo. Tomé notas para mi estudio antropológico. BOÑIGA.- Salgamos del lugar de los hechos, antes de que esto se haga público. Vamos, Madame. ¡A París! MADAME.- ¿Cómo a París? ¡Y todo esto queda así! BOÑIGA.- Shhh. El General tiene práctica en hacer este trabajo. Cuando todo esté en orden, volvemos. (Al General.) A ver vos, che. GENERAL.- Sí, patrón. BOÑIGA.- Te confío a mi mujer, a mis hijos, las estancias y la cadena de prostíbulos. GENERAL.- Despreocupesé, patrón. (Madame, Boñiga y Hawker salen presurosos. Pausa) BORRACHO.- ¿Y a mí? ¿No me va a ayudar nadie con este cadáver? GENERAL.- (En postura de prócer.) Conciudadanos, hoy, 6 de septiembre de 1930, respondiendo al clamor popular hemos asumido el gobierno de la Nación. El caos, la corrupción, el descrédito internacional y el latrocinio nos han llevado a dar este histórico paso. Las medidas que tomaremos para corregir semejante estado de cosas serán enérgicas. A fin de pagar las deudas contraídas con la corona británica, que son sagradas, reduciremos los salarios en un…(Va apagándose la luz sobre la figura del prócer) ACTRIZ 1 – Pude haber nacido en Brestlaw cerca de Lodz, en Brestlaw, donde cae ahora la nieve. Sobre la blanca cicatriz de Brestlaw, en la llanura Polaca. ACTRIZ 1 – Mi padre llegó a estas tierras la primavera del 28, en vísperas de la gran crisis. ACTRIZ 2 –
Yo nací en el 33, en una casa de inquilinato. Fueron años difíciles, me contaron. ACTRIZ 1 – (Eco) Fueron años difíciles, me contaron. O lo leí en alguna parte. Leí que costaba tanto vivir que la tasa de suicidios aumentó en forma alarmante. Leí que en Buenos Aires navegaban los desocupados como barcos sin amarra. ACTRIZ 2 – Recuerdo a mi padre en overall, cuando todavía no había cambiado su uniforme obrero por el saco sport. Fueron años difíciles, me contaron. ACTRIZ 1 – Pude haber nacido en Lípari, junto al luminoso Mediterráneo. ACTRIZ 2 – En un pequeño cofre, mi madre guardaba fotos viejas, amarillas. Nunca permitió, en vida, que ese cofre se abriera. ACTRIZ 1 – Pero yo he visto esas fotos, yo, que tengo memoria de lugares donde no nací las he visto. ACTRIZ 2 – Fotos de quienes quedaron para siempre en su aldea arrasada por las bombas. ACTRIZ 1 – Pesadillas del 39 negro sobre blanco; perdida alba de la infancia, en la casa del inquilinato. ACTRIZ 1 –
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Pude haber nacido en Brestlaw, cerca de Lodz. En Brestlaw donde cae en este instante cae blandamente la nieve. HAWKER.- (Camina por el escenario. Hawk lo sigue. Hawker se detiene, Hawk lo imita. Repiten la acción varias veces. Finalmente, Hawker se voltea) ¿Necesita algo de mí, sir? HAWK.- Nada. HAWKER.- ¿Quién es usted? HAWK.- Nadie. Bah, míster Hawk, un vecino de buena voluntad. HAWKER.- ¿Y se puede saber, entonces, por qué tiene ese aire de amenaza? HAWK.- ¿Yo? HAWKER.- Bueno, pongamos las cosas en claro ¿Usted no sabe que esta gente tiene compromisos seculares con la corona británica? ¿Qué busca entonces? Esta plaza ya está copada. Pertenece a nuestra corona. HAWK – Usted no me entiende. No me interesa colocar ningún producto, sino máquinas para terminarlos aquí. HAWKER – Entonces, no comprendo qué nos opone, Sir. HAWK – Todo, mister. HAWKER – ¿Entonces, es la guerra? HAWK – Ou, fried. (Aparece el Teatro) HAWKER –¿Usted se olvida de que en mi país se inventó el box, Sir? HAWK – (Sacando el revolver) ¿Y usted que en mi país se inventó el gran garrote, mister? (Hawker vacila) HAWKER – Propongo una negociación. HAWK – Veamos. TEATRO.- (Aparece sobre ellos) Pero no en el escenario, señores. (Hawk y Hawker salen. Al público.) Hay que cuidar las formas. (Se
escucha afuera un aullido y golpes. El Teatro mira espantado hacia bastidores, de donde provienen los ruidos de lucha) Míster Hawk, ¿qué está haciendo? Eso no es humano… (Aparta la vista, con asco) ¡Sin dejar rastros! (Hawk entra, limpiándose los dientes y vuelve a salir. Al público.) Disculpen esta escena de antropofagia. Estaba fuera de programa. En realidad lo que venía era otra cosa. (Se enciende una luz a la izquierda) El 45, un idílico hogar de clase media… El joven Augusto prepara su examen de ingreso al Secundario. (La escena se trasforma. Aparece el Hijo, con un libro en la mano, tratando de memorizar un problema matemático) HIJO.- Si un estanciero compra 52.535 hectáreas… Si un estanciero compra… Si un estanciero… (En medio de un estallido de fuego y humo aparece Boñiga) BOÑIGA.- ¿Quién me invocó tres veces? HIJO.- Yo, señor. BOÑIGA.- ¿Y cuál es tu problema, mon petit? HIJO.- La regla de tres compuesta. BOÑIGA.- Ajá. HIJO.- Estudié tantas cosas. Sin embargo, es como si no supiera nada. Estoy desvelado. Va a madrugar. BOÑIGA.- Vamos, vamos… A ver las manos. (El Hijo se las tiende) Serías un buen contador. HIJO.- Soy muy duro con los números, señor. BOÑIGA.- Basta la voluntad. HIJO.- ¿Y si fracaso? BOÑIGA.- ¿Para qué estoy yo aquí? Podríamos sellar un pacto… un pacto de sangre. HIJO.- ¿Un pacto de sangre? ¿Y qué tengo que hacer? BOÑIGA.- Pincharte un dedo. Pero rápido. Es tarde para mí. (De la solapa se saca un alfiler con una perla y se lo tiende al Hijo. Este se pincha un dedo) ¿Ya está? HIJO.- Sí.
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BOÑIGA.- No me muestres la sangre. Nunca pude soportarla. (Se moja un dedo con saliva y se lo tiende) Ahora a mí. Pero despacio. Te pido que lo hagas con mucha delicadeza. Soy una persona sensible. HIJO.- Sí, señor. BOÑIGA.- Despacio, despacio. (El Hijo le pincha el dedo. Boñiga pega un grito) ¡Qué bruto, petit! En fin, todo sea por conquistar a un aliado de clase. Ahora apretemos muy fuerte los dedos. Amanece. Me tengo que ir. Adiós, pequeño. Ya estamos ligados. (Fuego y humo. Cuando está saliendo de escena, se choca con Juanita. Ella grita) HIJO.- ¿Qué hacés acá, estúpida? (Entra la Madre ) MADRE.- Augusto, no le digas estúpida a la hermana de tu madre. (Al pasar junto a Juanita le pega un coscorrón en la cabeza. Juanita sale trotando) Augusto, tu tía es una mujer de pocas luces, pero es un ser humano. (Vacila) Sí, es un ser humano. (Concluyente.) Además, es tu tía. Hay que ser piadoso. HIJO.- (Sin levantar la vista del libro.) No me deja estudiar. (La Madre arrima una silla a la mesa. Se acerca mucho a su hijo, le toma la mano ansiosamente) MADRE.- Augusto, tenés que dar bien el examen. (El Hijo traga saliva) Pichoncito. (Le manosea la cara) HIJO.- (Con los ojos cerrados.) ¿Mamá? MADRE.- Tu hermana nos falló, Augusto. Está bien. Ella es mujer. Pero mi hijo no va a ser un cualquiera. HIJO.- ¿Mamá? MADRE.- Un profesional, un médico. Una persona brillante. HIJO.- Mamá, conocí a un hombre muy raro. El sí brillaba. Como un diamante. Quisiera ser como él. (Pausa. La madre tiene los ojos llenos de lágrimas, le pasa la mano por la frente) MADRE.- Pobrecito, ¿quién va a ser más hermoso que mi nene? Ese jopo. (Se moja los dedos con la lengua y los pasa por el pelo del Hijo) HIJO.- Hablaba en francés, como papá.
MADRE.- Tu padre sabe tres palabras en francés. Las combina de manera distinta, pero son siempre las mismas. (Se levanta de golpe. Con angustia.) Augusto, ¿qué hora es? (El clima, hasta la salida del Hijo, se hace angustioso, onírico) Andá, querido, estás tarde. (Le arregla la corbata) Sé respetuoso, educado, si no entendés algo, preguntá. No te atolondres. Fe, seguridad. ¡Ese jopo! ¡Como un soldado de la patria! ¡Mi hijo, mi general, mi ingeniero, mi abogado, mi ginecólogo! HIJO.- Brillaba, mamá. MADRE.- ¡Alta esa frente! ¡Pecho afuera! ¡Adelante, mi soldadito! ¡A triunfar! HIJO.- (Antes de salir.) ¡Brillaba, mamá! (Sale el Hijo. Pausa) MADRE.- (Con las manos apretadas contra el pecho.) ¡Hoy se juega el destino de la familia! (Pausa. Se produce una especie de vacío. Entra el Obrero y se ubica junto a la radio. De manera no manifiesta, la Madre acusa la entrada de aquel. Siente una opresión difusa en el ambiente. Aparece, misteriosa, la Madame. La Madre va hacia ella. Se mira en ella como en un espejo: se arregla el peinado, retrocede un paso y se considera, luego se mira los dientes, sigue con un dedo una arruga de la cara. Repentinamente vuelve a la mesa y toma un libro. Finge leer, en pose elegante. La Madame desaparece. La Madre deja de leer y suspira, melancólica. Se le empañan los ojos) MADRE.- Últimamente me siento extraña. Me siento fétida. Me miro en los espejos y veo las imágenes de mi muerte. Miro hacia el pasado y veo una fábrica de mosaicos. Hoy podría ser la viuda de una fábrica de mosaicos. ¡Ah, la jeunesse! Y aquí estoy. Casada con un pobre infeliz. Un profesor de literatura. Francesa. ¡Y qué me importa a mí Flaubert! (Pausa) ¡Un consignatario de ganado! Eso hubiera necesitado. Alguien que tuviera roce con la gente. RADIO.- (Voz de un locutor.) Va a hacer uso de la palabra el Excelentísimo Señor Vicepresidente de la Nación , Ministro de Guerra y Secretario de Trabajo y Previsión, Coronel Juan Perón. (Se escucha
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la voz de Perón. La madre se ha quedado inmóvil. Breve pausa. Entra el padre. Deja unos papeles sobre la mesa) ¿Qué hacés, infeliz? PADRE.- Tengo que preparar la clase de mañana. MADRE.- Hay que comer. Sacá eso. (Le aparta los papeles) PADRE.- Baise-moi le cul. MADRE.- ¿Qué? PADRE.- Nada, una cita de Rimbaud. MADRE.- Alguna indecencia, seguro. Asqueroso. El día que aprenda francés… (Entra el Hijo, visiblemente malhumorado, se sienta. Pausa.) ¿Qué pasa, Augusto? HIJO.- Nada. MADRE.- Dale un beso a tu padre. (El Hijo se levanta y le da un beso al Padre. La Madre aprovecha para abrir rápidamente la carpeta del Hijo. Queda inmóvil, pálida. El Hijo vuelve a sentarse, hierático. Pausa. La Madre tiende la carpeta abierta al Padre) PADRE.- ¿Latín? MADRE.- Sí. (El Padre cierra la carpeta y se la devuelve al Hijo. La Madre le da la carpeta de nuevo, abierta) MADRE.- Leé ahí. PADRE.- ¿Dónde? MADRE.- En rojo, subrayado tres veces. PADRE.- Una O. MADRE.- ¡Un cero! PADRE.- Parecía una O, con esta colita. MADRE.- (Trágica.) Segundo, tu hijo se ha sacado un cero en latín. HIJO.- (Rápidamente.) La profesora me tiene rabia, mamá. MADRE.- (Al Padre.) ¿Que pensás hacer? PADRE.- (Agitando el dedo índice.) Augusto…(La Madre se incorpora de un salto) MADRE.- ¡No te atrevas a amenazar a tu hijo! RADIO.- (Voz de Perón.) Pero desde hoy sentiré un verdadero orgullo de argentino, porque interpreto este movimiento colectivo como el
renacimiento de una conciencia de los trabajadores… (El clima trágico de la mesa se quiebra. Se produce una especie de confusión inmóvil. Entra La Hija ) HIJA.- ¡Qué dolor! MADRE.- Amanda, hija mía. ¿Qué sucede? HIJA.- (Con fondo de violoncelo.) ¡Qué dolor, qué injusticia, qué desorden! Mi gran ciudad blanca, mi ciudad griega, mi ciudad dorada, mi ciudad abierta al mar… ¡Qué dolor! Ha caído la orgullosa ciudadela. Han salido los fantasmas de la tierra. Han surgido las larvas de la entraña, pisotearon los jardines de mi ciudad blanca. ¡Qué dolor! Oculta, corazón, este desorden. Cayó la ciudadela inexpugnable, abierta al mar. MADRE.- Explicáte mejor, querida. HIJA.- (Con fondo de violoncelo.) Llegó lo tan temido, mamá. MADRE.- ¿Adónde vas, hija? HIJA.- (Saliendo) A cumplir con mis deberes ciudadanos. A esas huestes infernales opondremos las cohortes democráticas. No pasarán. Cortaremos la cabeza de la hidra,
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que hoy quiere enseñorearse en nuestra ciudad blanca. Sale. RADIO.- (Voz de Perón.) Yo, Juan Perón, juro por Dios Nuestro Señor y estos Santos Evangelios, desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de Presidente de la Nación, y observar y hacer observar fielmente la Constitución de la Nación Argentina. Si así no lo hiciere, Dios y la Nación me lo demanden. (Al Padre se le cae la cuchara de la mano) PADRE.- Me siento mal. CORO - ¿Algún cristiano quiere entregar su alma? PADRE.- Me muero. MADRE.- Augusto, tu padre se nos muere. (Entra la Hija ) HIJA.- La tragedia nos golpea. PADRE.- Me voy. HIJO.- Quiere irse, mamá. MADRE.- Fue un hombre ejemplar. HIJA.- Papá, me adhiero a tu derrota. MADRE.- ¡Atrás! ¡Un paso atrás! Ese hombre se muere. Hay que dejarlo solo. (Todos dan un paso atrás) CORO - ¿Algunas palabras finales? PADRE.- Muero. (Pausa) Pero muero de indignación civil y moral. Me autoexilio. Me muero como gesto de protesta. MADRE.- Este es un hombre del que en los tiempos venideros se dirá: “Su muerte dio testimonio de su vida”. CORO.- Vamos, buen hombre. (Juanita se suena la nariz) PADRE.- (Mientras sale con una luz angelical) No se preocupen. Es como si me fuera de viaje. Un viaje largo. A París. Adiós, penetro en el reino del silencio. (Sale) MADRE.- (Aferrada a sus hijos.) Augusto, tu padre se nos va. CORO - ¿Algunas palabras de despedida?
MADRE.- Sí. (Vacila. Se arrodilla a los pies del féretro. Tono íntimo.) Segundo, esposo mío que ahora yaces… Me asaltan dudas frente a la muerte. ¿Fuimos justos? ¿Fuimos injustos? ¿El silencio con que te rodeaste los últimos años de tu vida estaba pleno de significados? ¿Fuimos incapaces de leer en ti como en un libro abierto? ¿Te exigimos bienes terrenales, cuando tal vez con tu silencio nos señalabas, cual Cristo señala el corazón, el mundo de las esencias? Segundo, esposo mío que ahora yaces, responde… Ah, cómo nos enceguece el mundo y sus tristes fastos… (Aparece Boñiga) BOÑIGA.- Se equivoca, señora, no hay que desdeñar los bienes terrenales. (Pausa. Lo miran en silencio, incluso el Padre. La Madre se incorpora. Boñiga está junto a Madame) Perdón por entrometerme en un momento tan delicado… Creo que no soy un desconocido para ustedes. Boñi García. Si vouz permettez… MADRE.- Desde luego, pase. BOÑIGA.- Gracias. Bon jour, mon petit. ¿No te acordás de mí? (El Hijo no responde. Boñiga saca su pitillera y le ofrece un cigarrillo al hijo) Da gusto ver una familia que venera así a sus muertos. La veneración a los muertos es uno de los pilares de la tradición. Y la tradición, un fundamento del orden. Y el orden, la justificación misma de la sociedad. MADRE.- Gran verdad. BOÑIGA.- Es en momentos de grave caos social como este, cuando más debemos adherirnos a nuestros valores. Y nuestros valores descansan sobre los muertos. Por eso la misión de este hombre es sublime. MADRE.- Nuestra familia siempre fue fiel a las instituciones, señor Boñi García. BOÑIGA.- Lo sé, señora. De ustedes será algún día el reino de los cielos. Pero no quisiera interrumpirlos. Espero que mi presencia no los incomode.
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MADRE.- En absoluto. Nunca tuvimos invitados tan distinguidos. ¡Hoy nuestra familia está de fiesta! RADIO.- (Voz de Eva Perón.) Y por eso les pido que rueguen a Dios para que me devuelva la salud que he perdido. No para mí, sino para Perón y para ustedes, para mis descamisados… A todos les dejo un gran abrazo de mi corazón… (Continúa la voz de un Locutor) Cumple la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las veinte y veinticinco horas ha fallecido la señora Eva Perón. MADRE.- Los designios de la providencia son inescrutables. HIJA.- Cuando nadie lo esperaba. MADRE.- (Repara en su hijo que se ha quedado junto a la salida por donde desapareció el padre) Augusto, ¿qué hacés ahí? HIJO.- Estoy pensando, mamá. Quiero ir a pescar ranas. MADRE.- ¿A esta hora? HIJO.- Mamá, no quiero ser contador. MADRE.- Pero si estás por terminar la carrera. HIJO.- Todavía no elegí. BOÑIGA.- Augusto, hay una marca en tu dedo anular derecho. Un pacto de sangre. MADRE.- Te dimos un camino en la vida. Tu obligación es recorrerlo hasta el final. HIJO.- ¿Y al final qué hay, mamá? (Madame lanza una carcajada) MADAME.- ¿Al final? ¡Ah, la inocencia de la juventud! (Se acerca al Hijo) Al final no hay nada, pichón. Crecé lo más rápido que puedas. Todo el mundo pasa por un momento de duda. Hay que echarla. Es una perra flaca. Vivimos en el mejor de los mundos posibles. (Lo toma de la mano y lo lleva con el grupo) RADIO.- (Voz de un Locutor.) Atentado en Plaza de Mayo, durante la asamblea de los trabajadores. Cuatro muertos y noventa heridos. Manifestaciones en la zona céntrica. En estos momentos arde el Jockey Club. (Silencio. Todos miran a Boñiga, expectantes. Boñiga
está pálido, le tiemblan las manos. Saca su pitillera, se le cae. Boñiga extrae un pañuelo del bolsillo y se lo acerca a la nariz) BOÑIGA.- La Diana de Falguière. La Diana de mármol rosado. Los Goya. MADRE.- Turbas. Turbas desaforadas y malolientes. ¿Cómo se atreven? ¿Cómo se atreven a poner sus pezuñas sobre esos panteones de argentinidad? Turbas. HIJA.- No te alteres, mamá. MADRE.- Animales repugnantes. Se burlan de todo. De nuestras leyes, de nuestro arte, de nuestra civilización. MADAME.- Yo propongo calma. La historia camina a veces con pasos lerdos y a veces con pasos rápidos. MADRE.- Quieren cambiar nuestro modo de vivir, de pensar, nuestro way of life. MADAME.- Querida, compóngase. MADRE.- ¡Y no hay nadie que levante un dedo contra tanta usurpación y tiranía! ¡Escucho en mis oídos la voz de la libertad! (Muy lejos se escucha música marcial) ¡Oíd mortales, dice! ¡Oíd la voz de la libertad! ¡Ciudadanos! ¡A las armas! ¡Aux armes, citoyens! ¡Aux armes! RADIO.- (Voz de Locutor.) El Almirante Rojas, embarcado con la Escuela Naval Militar completa, felicita a comandos, planas mayores y tripulaciones por la heroica y patriótica labor cumplida. (Por la radio se escucha la Marcha de la Libertad. Los personajes, con voz asordinada, comienzan a repetir rítmicamente sus consignas, mientras avanzan lenta y amenazadoramente hacia el Obrero) MADRE.- ¡Libertad, libertad! HIJA.- ¡Libertad! ¡Libertad! HIJO.- ¡Libertad, libertad! (Cuando están por cercar al obrero, apagón. Sólo queda foco sobre el obrero) TEATRO - ¿Nombre? OBRERO – Seis hijos. TEATRO – ¿Apellido?
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OBRERO – Cuatro varones y dos nenas. TEATRO – ¿Edad? (El obrero responde como si la pregunta viniera de otra dirección) OBRERO – No sé, señor. MARTÍN / ANÍBAL – (Voz masculina) ¿Dónde vivís? OBRERO – En Boulogne. JOSE – (Voz masculina) ¡¿Dónde está Tanco?! ¡¿Dónde está Tanco?! OBRERO – No sé, señor. TEATRO – ¿Domicilio? OBRERO – Ya te dije, escuchábamos la pelea. GISELA – (Voz femenina) Te lo pedí varias veces. ¿Por qué no te quedaste en casa? OBRERO – Entendeme. Yo no le podía fallar al Mario. ALBERTO – ¿Calle? OBRERO – (Respondiendo a una pregunta no formulada) ¡No sé! ¡No sé! ALBERTO / ANÍBAL – ¿Número? OBRERO – Sólo conocía a tres o cuatro de los que estaban. GISELA / CATALINA / GUADALUPE – Ley marcial. MARTÍN / JOSE / TIBOR – (En forma de eco) Ley Marcial. Ley marcial. OBRERO – Ya lo dije. La pelea de Lausse. MARTÍN – Firmado: Pedro Eugenio Aramburu. OBRERO – ¿Dónde nos llevan? CATALINA GUADALUPE – (Voz femenina) ¿Cómo les digo a los chicos que estás muerto? OBRERO – Pero esta no es la ruta a la Plata. ANÍBAL – ¿Profesión? OBRERO – Che Mario… qué frío, ¿no? FEDERICO A – ¿Profesión? OBRERO – Ferroviario. Cesante. ¿Pero a dónde vamos? JOSE / TIBOR – Háganlos bajar.
OBRERO – Puff… parece un basural. Mario, ¿estás ahí? TIBOR – Alumbren con los focos. ALBERTO – Vamos, vamos, avancen. JOSE / ANÍBAL - ¡Preparen! OBRERO – ¡Escuchaba la pelea! MARTÍN – ¿Peronista? OBRERO – Cesante. FEDERICO A – ¿Peronista? OBRERO – Seis hijos. FEDERICO A / MARTÍN – ¿Peronista? OBRERO – Sí, peronista. (Pausa larga. Un hijo de sangre comienza limpiamente a caer de la boca del obrero) ALBERTO – A ver, Cabo, ponga en marcha y pegue la vuelta. TIBOR – Papá, ¿cuándo me llevás a dar una vuelta? JOSE – No, no tome por la ruta de León Suárez. MARTÍN – Soy yo, Mario, contestá… contestá por favor… FEDERICO A – Acelere, Cabo, hace frío… (Cambio de luces) GISELA - ¿Dónde estabas la madrugada del 9 de Junio de 1956? ANÍBAL - Tenía las manos ateridas. Caminaba por una calle, esa madrugada del 56. JOSE - El cuello levantado, caminaba. CATALINA - ¿Dónde estabas la madrugada del 9 de Junio de 1956? TIBOR - Me desgarraba, entre silencios y jadeos, esa madrugada del 56. MARTÍN - ¿Dónde estabas? FEDERICO A - Fumaba un cigarrillo, frente a la ventana. JOSE - ¿Dónde estabas? ALBERTO - Caminaba solo por la calle. GISELA - ¿Dónde estabas? FEDERICO A - Orinaba. CATALINA - ¿Dónde estabas? GISELA - Copulaba.
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MARTÍN - ¿Dónde estabas? ALBERTO - Gritaba, entre sueños. MARTÍN - ¿Pero dónde no estabas? JOSE - No estaba muerto, esa madrugada del 56. ANÍBAL - ¿Dónde no estabas? GISELA - No tenía mi rostro congelado por la mueca del terror. FEDERICO A Y CATA - ¿Dónde no estabas? MARTÍN - Yo no estaba muerto. TIBOR - ¿Dónde no estabas? GISELA - Esa madrugada. CATALINA - ¿Pero dónde no estabas? ALBERTO - No estaba tirado entre la basura y la podredumbre. GISELA - ¿Dónde no estabas? JOSE - No recibía tres tiros en la espalda. TIBOR - No giraba sobre el vientre perforado. GISELA Y CATALINA - No tenía mi cabeza hecha pedazos. MARTÍN - No tenía mi cerebro derramado entre latas oxidadas. ALBERTO Y GISELA- ¡¡NO!! TIBOR - No estaba muerto. ANÍBAL - No estaba muerto. JOSE - No estaba muerto. CATALINA - Esa madrugada del 56. (Disparo y silencio. En el foro aparece Hawk, seguido por el General, que lleva en su mano un revólver humeante, y por Madame, más atrás)
HAWK.- (Al General.) Usted. GENERAL.- Sí, patrón. (El General y Hawk se reúnen en conciliábulo. Por bastidores aparece Boñiga y chista a Madame) MADAME.- ¿Qué hacés acá, Boñiga? BOÑIGA.- ¿Y en qué otro sitio puedo estar? MADAME.- Mirá, corazón, ahora no puedo atenderte. Estoy de servicio. BOÑIGA.- Siempre con el más fuerte, ¿eh? MADAME.- Los tiempos que corren son difíciles, querido. No hay nada fijo y una tiene que velar por su futuro. BOÑIGA.- Pero olvidar así a los amigos de ayer… MADAME.- Yo no me olvido. Al contrario. Tengo tantos recuerdos. ¡Aquellas francachelas en París! ¡Ay, fue hace tanto! Pasó ese tiempo, pasó. (Boñiga le muestra una mano) BOÑIGA.- Mirá, mi amor. MADAME.- ¿Qué? BOÑIGA.- Las uñas. Todavía las tengo largas. MADAME.- ¡Ay, Boñí, qué repugnante! BOÑIGA.- ¿Qué? MADAME.- ¡Una verruga! BOÑIGA.- ¿Dónde? MADAME.- (Señalándole la mano.) Ahí. BOÑIGA.- Madame, necesito tus buenos oficios. MADAME.- No creo que pueda. BOÑIGA.- Es en relación con este hombre. MADAME.- ¿Hawk? BOÑIGA.- Sí. MADAME.- Va a ser difícil. Eras tan amigo de aquel inglés. BOÑIGA.- Otros tiempos, Madame. HAWK.- ¿Con quién habla, señora? MADAME.- Con nadie. .. HAWK.- ¡Ah, Boñiga…! Dueño de vacas.
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BOÑIGA.- ¿Cómo está, míster Hawk? HAWK.- Nice to see, you, friend. ¿Viene acompañado? BOÑIGA.- No, señor. Completamente solo. HAWK.- Entonces, bienvenido. (Boñiga, aliviado, comienza a acercarse) BOÑIGA.- Gracias, míster Hawk. HAWK.- No, no, friend. (Le señala insistentemente el suelo) Ahí. (Boñiga por fin comprende. Lentamente se pone en cuatro patas) HAWK.- General. GENERAL.- Sí, patrón. (A una señal de Hawk, el General le pone a Boñiga un collar de perro y le tiende a Hawk el extremo de la cadena) MADAME.- ¿Viste, Boñiga? Hawkie es un hombre rudo, pero de buen corazón. BOÑIGA.- (Lamentable.) Sí, se ve que me perdonó. Al menos estoy acá. HAWK.- (A Madame) ¿no falta nadie? MADAME.- No, Hawkie, estamos todos. HAWK.- Haga memoria. MADAME.- (Tratando de adivinar, ansiosa.) Ay, no sé, Hawkie… HAWK.- ¿Y la burguesía nacional, darling? GENERAL.- ¡Que se presente, carajo, la burguesía nacional! (El Teatro trae a Anselmo y Nicanor colgados de los sacos y los arroja a la escena. Ambos payasos tiemblan) MADAME.- ¿Cómo hacen esperar así a míster Hawk? GENERAL.- ¡Un paso al frente! (Salen de entre bastidores dos payasos, Nicanor y Anselmo, apoyados uno en otro, temblando de pies a cabeza y castañeteando los dientes) MADAME.- Vamos, no tengan miedo. ¿Qué clase de industriales son? GENERAL.- (Con el revólver en la mano.) Eso, ¿qué clase? NICANOR.- (A Madame.) Dí-dí-dígale que no aceptamos el diálogo bajo coacción.
HAWK.- (Riendo.) Guarde el arma, General. GENERAL.- Sí, patrón. (Enfunda el revólver. Los payasos recuperan un tanto su presencia de ánimo) MADAME.- (A los payasos.) ¿Vieron que no era un ogro? Hawkie es capaz como cualquiera de un gesto de buena voluntad. Anímense, ábranle el corazón. (Los payasos se acercan lentamente a Hawk. Empiezan con pucheritos. Se retuercen las manos) NICANOR.- Hawkie, nuestra situación se hace pesada. ANSELMO.- Difícil. NICANOR.- Muy difícil. ANSELMO.- Naufragamos, Hawkie. NICANOR.- Estamos al borde de la quiebra. ANSELMO.- ¡Es la hecatombe! HAWK.- OK, boys. ¿Y qué es lo que necesitan? (Los payasos cruzan una mirada de entendimiento) NICANOR.- Capitales. ANSELMO.- Préstamos. NICANOR.- Money. MADAME.- Ah, ¿ya aprendieron inglés? (Hawk se incorpora. Los payasos no pueden evitar un instintivo movimiento de retracción) HAWK.- ¿Y qué se puede hacer? (Comienza a pasearse. Los payasos lo siguen en fila. Hawk se detiene) Señores, estoy dispuesto a concederles los préstamos que necesitan. (Los payasos se miran con satisfacción) Por supuesto, ustedes ya tienen conocimiento de los compromisos que eso implica. NICANOR.- Naturalmente, Hawkie. HAWK.- Nuestros préstamos son generosos, pero no son más que aspirinas. (Los payasos afirman con la cabeza) Lo que yo propongo es un remedio definitivo. Association. ANSELMO.- ¿Y de lo contrario, míster Hawk? HAWK.- Death. (Los payasos se miran interrogativamente, luego se dirigen con tímidos pasitos hacia Madame)
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NICANOR.- Madame, ¿qué es death! (Madame, que estaba empolvándose la cara, baja el espejito y lo mira) MADAME.- Muerte. PAYASOS.- (De inmediato y al unísono.) Association! (Suena música. Se escucha un disparo y tres actores del coro, a la izquierda, caen. Hawk y los payasos se estrechan las manos) HAWK.- Estoy muy satisfecho con el acuerdo a que hemos llegado. NICANOR.- Hawkie, por favor… ANSELMO.- Faltaba más… HAWK.- Ahora… NICANOR.- (Ansioso.) ¿Ahora qué? ANSELMO.- Míster Hawk, ya es suficiente. NICANOR.- Tenemos bastante. ANSELMO.- No precisamos nada más. NICANOR.- Deje de pensar en nosotros. HAWK.- Hay que encontrar una figura de prestigio. Alguien que inspire confianza en las masas. (Los payasos cruzan una mirada de entendimiento) NICANOR.- ¿Qué inspire confianza? ANSELMO.- ¿De prestigio? NICANOR.- Míster Hawk… ANSELMO.- Creo que lo tenemos. NICANOR.- El candidato ideal. HAWK.- Veamos. (Los payasos salen corriendo) Venga, Madame, let’s see the show. (Aparece el Mago, como lanzado al escenario de un empellón. Tiene pinta de delincuente perseguido, maquillaje blanco, aspecto desastroso. Se le caen las cosas que traía escondidas en la manga. Las recoge ansioso y las vuelve a oculta) HAWK.- Friends, ¿seguro que este es el hombre? NICANOR.- Absolutamente seguro, míster Hawk. (Anselmo le pega al Mago una patada en los tobillos) ANSELMO.- (Por lo bajo.) No nos hagas quedar mal.
MAGO.- Hace mucho que no practico. HAWK.- Pregúntenle qué piensa hacer para garantizar mis inversiones, controlar la inflación, asegurar el orden y lograr consenso en la población. NICANOR.- (Pegándole una patada.)¿Eh? ¿Qué pensás hacer? MAGO.- ¡Un momento! ¡Déjenme reflexionar! ANSELMO.- Vamos, Nic, hay que dejarlo reflexionar. (Se apartan. El Mago medita. Pausa) MAGO.- ¡La galera! (Uno de los payasos corre hacia bastidores y vuelve con una galera que una mano le ha tendido) HAWK.- (A los payasos.) ¿Ustedes creen que será efectivo? NICANOR.- Ahora le pedimos un poco de silencio, míster Hawk. ANSELMO.- Este hombre sabe su oficio. NICANOR.- Pero necesita concentrarse. MAGO.- Shhh. (Silencio. Suave música de circo como fondo. El Mago se concentra. Es una imagen misteriosa, empolvada) MAGO.- Perdón, míster Hawk, pero para garantizar sus inversiones, ¿no está usted mismo? (Gesto elocuente. Murmullos de aprobación y alivio) HAWK.- OK, ¿y cómo controla la inflación? MAGO.- Congelando los salarios. (Murmullos de aprobación) HAWK.- Ajá. ¿Y cómo mantiene el orden interno? MAGO.- Pero míster Hawk… (Risas de complacencia ante la obviedad) HAWK.- Allright, allright, ¿pero cómo logra entonces consenso para nuestra política? (Breve pausa) MAGO.- Señor, para eso hay que ser mago. HAWK.- ¿Y usted qué es? (Toma al Mago por las solapas) ¿Me está tomando el pelo, boy? MAGO.- (Aterrorizado.) Míster Hawk, para usted una flor. (Hace un pase de magia y de su mano salta una serpiente) HAWK.- You, bastard!
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MAGO.- ¡Perdón, no fue intencional! HAWK.- Get out! Get out of here! MADAME.- ¡Qué escándalo! PAYASOS.- (Con una patada simultánea que expulsa al Mago del escenario.) Out! HAWK.- ¡Reunión de gabinete! (Todos se apiñan presurosos en torno de él) Men, mi tiempo es oro y mi paciencia se agota. Acá se necesita otra mano. BOÑIGA.- Sí, manu militari. HAWK.- ¡That mano! BOÑIGA.- ¡Sangre! MADAME.- Ay Hawkie, ¿no se podría evitar eso? (Todos la miran. Suena un disparo. Todos se miran, incómodos) HAWK.- ¡General! (Aparece por el fondo el General, con el revolver humeante y su sonrisa estúpida) GENERAL.- Disculpe, patrón… MADAME.- (Al General.) Vení, tesoro, la patria te necesita. GENERAL.- ¿A mí? MADAME.- Sí, querido. En determinadas circunstancias, la patria puede necesitar incluso al más pequeño de su hijos. (El General se acerca) ¿A ver esa frente despejada y pura? (Le aparta el pelo) ¿Qué veo aquí? ¿Qué es esta mancha? GENERAL.- ¿Sangre? MADAME.- ¡La señal del destino, pichón! ¡El signo de los candidatos al laurel! (Madame sienta al General en un pomposo sillón. Se aleja unos pasos, juntando las manos) ¡Ay! ¡Y dónde está sentado! (El General se levanta de un salto. Madame lo vuelve a sentar) MADAME.- Tranquilo, querido. (Se aparta de nuevo. Señala el sillón) ¿Qué es eso? GENERAL.- ¿Esto? MADAME.- Sí. GENERAL.- Un sillón.
MADAME.- ¡La ingenuidad de los héroes! Es el sitial de la gloria y el poder, tontito. GENERAL.- Vamos, Madame… (Intenta levantarse) MADAME.- ¡Quieto! (El General queda paralizado) ¡Ya no es posible eludir la voz del destino! (El General fija la vista al frente, despavorido) Este sillón estaba vacío. Por lo tanto, había un vacío de poder. ¿Y qué lo ocupa ahora? Tus nalgas, querido. Desde este momento no te pertenecen. Pertenecen a la comunidad, a la historia, a la posteridad. Tu carne es carne de estatua. (Se aparta, evaluando su obra. El General sigue inmóvil, con los ojos muy abiertos) Un poquito soso, ¿no? BOÑIGA.- ¿Y si lo coronamos? MADAME.- Estamos en una república, idiota. (Mira al General, escéptica) Bueno, tampoco se pueden hacer milagros. (A los demás.) Ahora podemos irnos. HAWK.- ¿Le parece, Madame? MADAME.- Sí, creo que por unos veinte años navegaremos sobre un mar de aceite. (Salen. El General queda solo. Mira apocado y temeroso a su alrededor. Se acostumbra. Endereza el pecho. Su expresión se vuelve cada vez más autoritaria y autocrática. Entra el Teatro, desprevenido) TEATRO.- Señor… GENERAL.- ¡Excelencia! TEATRO.- ¿Perdón, señor? GENERAL.- ¡Excelencia, estúpido, Excelencia! ¡Venga! TEATRO.- Sí, Excelencia. GENERAL.- ¡Cuerpo a tierra! (El Teatro obedece. El General coloca los pies sobre la espalda de aquel) GENERAL.- Vamos a elaborar un proyecto nacional. ¿Trajo papel y lapicera? TEATRO.- No, Excelencia. ¿Voy a buscar?
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GENERAL.- ¡No se mueva! ¡No puedo soportar el movimiento! ¡Córtese una vena! ¡Escriba con sangre! ¡Un buen subordinado siempre tiene que estar atento! ¡Al llegar a tres empiezo el dictado! ¡Muévase! ¡No se mueva! ¡Un! ¡Dos! ¡Tres! La realidad puede dividirse en varios compartimentos. Estancos. ¡Compartimento primero! ¡No se mueva! ¡Compartimento segundo! ¡Compartimento tercero! ¿Me sigue? TEATRO.- Sí, sí… GENERAL.- ¡Silencio! A cada compartimento puede corresponderle un acta. Acta primera. Acta segunda. (Pausa) ¿Qué es ese ruido? TEATRO.- ¿Cuál? GENERAL.- ¡Silencio! Ese ruidito. TEATRO.- Creo que es mi respiración, Excelencia. GENERAL.- ¡No respire! ¡Acta tercera! ¿Qué le pasa? TEATRO.- Me ahogo, Excelencia. GENERAL.- (Satisfecho.) ¿Le doy miedo, eh? TEATRO.- Tengo frío. GENERAL.- ¡El frío fomenta las costumbres castrenses! (El Teatro trata de arrodillarse) ¡No se mueva! (El Teatro se acurruca en posición fetal) ¡No tiemble! ¡No respire! (Silencio) Eso es. Todo quieto, callado. Una esfera perfecta. Siglos, siglos de inmovilidad y silencio. Milenios. (Suena un estrépito en el fondo) ¿Qué es eso? (El Teatro no se mueve. El General le pega un puntapié) ¡Averigüe qué es eso! ¡Salga! (El Teatro sale corriendo. Nuevo estrépito. El General se tapa las orejas. Vuelve el Teatro) TEATRO.- ¡Excelencia, infaustas nuevas! ¡Los compartimentos estancos se están derrumbando! GENERAL.- ¡Cállese! (Nuevo estrépito) TEATRO.- ¡Excelencia, la tragedia avanza! ¡Caen las actas! (Repentinamente irrumpen en escena Madame, Boñiga, Hawk, Nicanor y Anselmo) BOÑIGA.- ¡Imbécil!
HAWK.- Stupid nut! PAYASOS.- ¡Tarado! MADAME.- ¿Dónde nos quiere llevar este hombre? ¿Qué busca? ¿Que nos rompan las estructuras que supimos conseguir? GENERAL.- Todo congelado, todo congelado. BOÑIGA.- Delira. HAWK.- ¡Llévenselo! GENERAL.- (Mientras se lo llevan.) ¡Yo soy el que eeeees! (Salen todos, menos Hawk, Madame y Teatro. Pausa) HAWK.- (Con desprecio.) Nativos… (Pausa. Al teatro) Querido… TEATRO.- ¿Sí, señor? HAWK.- Arrégleme este embrollo, ¿quiere? TEATRO.- (Con un gesto de impotencia.) No creo que pueda, señor, es un embrollo histórico. HAWK.- Vamos, usted tiene experiencia. Un poco de circo, un poco de teatro y todo se arregla. TEATRO.- Señor, ¿y la vida? HAWK.- Mi amigo, usted lo sabe mejor que yo. La vida nada tiene que ver con el espectáculo. MADAME.- Por favor, ¿me dejan terminar a mí? Yo conozco estas cosas del varieté. Sólo hace falta el moño, algo divertido, la gran escena final. TEATRO.- Le cedo el lugar, Madame. MADAME.- Gracias, querido. Señores, necesito su atención un minuto. ¿No falta nadie? NICANOR.- ¡El Mago! (Aparece el Mago, apurado) MADAME.- (A los personajes y al público.) Señores… hemos cumplido casi 200 años de nación independiente… ¿Me permite la licencia poética, míster Hawk? HAWK.- Go on. MADAME.- ¿Y cuál es el panorama después de tanto tiempo? Convulsiones y luchas fratricidas. Pero hemos llegado al final del largo
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camino. Hasta este momento hemos vivido en la prehistoria de la humanidad. Esta es la hora de pegar un salto cualitativo hacia la historia. Debemos entregar los medios de producción a sus legítimos dueños… Me refiero a los ciudadanos aquí presentes, míster Hawk en primer término. Hasta tanto esto no ocurra, habrá injusticia sobre la faz de la tierra. Pero nadie puede detener la marcha de la historia, y la historia avanza irreversiblemente hacia el capitalismo. Hermanos de clase, fundámonos en un inmenso abrazo, en un gran acuerdo que nos haga invencibles. ¿Interpreto su pensamiento, míster Hawk? HAWK.- It’s OK, Madame, it’s OK. NICANOR.- En nombre del internacionalismo, yo propongo que abramos las puertas de nuestro acuerdo a un hombre que ha dedicado su vida a la causa de la Revolución. ¿Mister Hawk? BOÑIGA.- ¡Bravó! ¡Bravó! HAWK.- Friends, me van a hacer lagrimear. MAGO.- Míster Hawk, por favor, ocupe la vanguardia. (Hawk se adelanta. Música) CORO.Brothers of the world, unite, unite, unite! ¡Unámonos, hermanos, camaradas, hasta la victoria final! HAWK.Hacia la sociedad donde la explotación del hombre por el hombre no sea una utopía sino una hermosa realidad. CORO.Brothers of the world, unite, unite, unite! ¡Unámonos, hermanos,
camaradas, hasta la victoria final! MADAME.Fundamos nuestra carne y nuestra sangre, hermanos, en un solo calor. A participar, a colaborar. CORO.Brothers of the world, unite, unite, unite! ¡Unámonos, hermanos, camaradas, hasta la victoria final! PAYASOS.Marchemos todos juntos hacia la alborada. Hacia un mundo de justicia, hacia un mundo de igualdad. BOÑIGA.Donde cada uno tenga lo que le corresponde, según lo que gane. Donde los que nada tienen no pretendan tener más. Donde algunos se sacrifiquen alegremente por los otros. HAWK.Es decir: nosotros. GENERAL.Donde no se ponga en duda el orden ni la autoridad. Ni el estado de cosas, ni las cosas del Estado.
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CORO.Brothers of the world, unite, unite, unite! Unámonos, hermanos, camaradas, hasta que el alba llegue, hasta que el Reino llegue, hasta la victoria final… (Terminado el coral, hay un estallido de música de circo. El escenario se transforma súbitamente en un circo. El Teatro va a proscenio) TEATRO.- Y así pasan los esforzados artistas de este circo. Conducidos por Madame se alejan los eternos trashumantes. Se van, a despeñarse en danza por la pendiente de la historia. (El Teatro nombra a los personajes mientras estos van quitándose parte del vestuario. No nota que no siguen su juego) El valiente domador Hawk, artista exclusivo de Burning Brothers. Boñiga, la fiera domesticada. Los payasos Nicanor y Anselmo. El General sanguinario. El mago Fracás. Y con ellos termina nuestra parábola… Señores, gracias por compartir un rato nuestra soledad, en esta sórdida noche… (Inesperadamente, la música patina y se interrumpe de modo brusco y desagradable. Los actores miran al Teatro, fijos) ¿Pero qué pasa? ¿Están dormidos? ¡Me están arruinando el final! (Hace silencio, como si escuchara a alguien en bastidores) ¿Qué? ¿Cómo? ¿No terminó? ¿Hay que seguir? (Pausa. No comprende, comienza a retroceder a ver a los actores) ¿Empezamos todo de nuevo? (Se vuelve para salir corriendo, ante el gesto amenazante de los demás) ¿Pero cuántas veces vamos a tener que repetir la misma historia? (Los actores lo toman y lo arrastran al fondo de escena)
TELÓN
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