Un Nuevo Sujeto Apostolico

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Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina Sector Laicos Noviembre de 2006

El nuevo sujeto apostólico: Status quaestionis Tony Mifsud s.j.

En los próximos cinco años quisiéramos poder contemplar el inicio y desarrollo de varios procesos que nos ayuden a responder a los desafíos que el mundo actual y en particular América Latina presentan para nuestra misión: (1) La emergencia de un nuevo sujeto apostólico, formado por jesuitas, laicos/as y religiosos/as que, inspirados y animados por un mismo espíritu y sentido de misión, a través de centros, redes u otras instituciones, se coloquen al servicio de la Iglesia y de la transformación de la sociedad. (CPAL, Principio y Horizonte de nuestra misión en América Latina, Nos 20-21, aprobado el 2 de noviembre de 2002)

1.- Reacciones críticas A raíz del término nuevo sujeto apostólico hubo un intercambio epistolar con el Padre General, ya que un jesuita consideró la nueva terminología como un híbrido que no conduce a más que esterilidad, una vez que responde sencillamente a una moda, porque si hay algo claro es que el sujeto apostólico de la misión de la Compañía somos los jesuitas. Por consiguiente, esta nueva terminología conlleva un problema serio de identidad. En el fondo, el temor expresado en las críticas consiste en que la identidad del jesuita queda debilitada y casi absorbida en ese nuevo sujeto apostólico, desapareciendo la diferencia entre la vocación/la vida del jesuita, y la vocación/la vida del laico. En su respuesta (25 de julio de 2005), el Padre General deja en claro que el neologismo nuevo sujeto apostólico, tal como se describe en el Documento Principio y Horizonte de la CPAL, tiene el innegable mérito de subrayar la novedad y el horizonte utópico al que se quiere animar; además, los medios que se proponen en ese documento para el avance en la dirección señalada son incuestionables (desarrollar la pedagogía espiritual, colaborar en la misión evangelizadora de la Iglesia, diversas formas de colaboración inter y supra provincial para la formación de laicos/laicas). Sin embargo, el Padre General subraya que se colabora manteniendo la propia identidad y colaboración no significa fusión de quienes colaboran en un sujeto único. Por ello, quizás este aspecto no queda suficientemente claro en la expresión nuevo sujeto apostólico, prestándose fácilmente a confusiones. En otras palabras, la terminología no es equivocada, pero puede conducir a equivocación. 2.- Aclaración conceptual (Ricardo Antoncich s.j., 2006) El sujeto es por antonomasia la persona individual, concreta, con total responsabilidad por las propias acciones. Es este el sujeto que presuponía San Ignacio en los Ejercicios: un ser racional y libre, capaz de conocer por su inteligencia los fines de su vida, como también de deliberar sobre los medios para ese fin a través de la particularidad histórica donde se encuentra situado. Justamente, en los Ejercicios el sujeto recorre el camino para enfrentarse con sus afectos desordenados, capaces de distorsionar las elecciones de la voluntad. Pero también se puede hablar analógicamente del sujeto colectivo, comprendiendo que ninguna de las cualidades características del sujeto individual puede ser sacrificada por la incorporación a un sujeto colectivo, sino, al revés, potenciada y desarrollada. La originalidad del sujeto apostólico, como creación ignaciana, está en el mutuo crecimiento del sujeto individual y colectivo, siendo el individual como la medida de los procesos verdaderos del sujeto colectivo,

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y siendo el colectivo como el espacio de verificación real del crecimiento de las personas individuales al actuar junto con otras. Así, la subjetividad de las personas no puede ser sacrificada por la incorporación en el sujeto apostólico colectivo. Pero también supone el tema importante de la formación del sujeto apostólico. Esa formación consiste precisamente en la creación de condiciones para que en el proceso de unificar conocimientos, voluntades y afectividad ordenada, pueda crecer cada persona en la conciencia de su propia capacidad de conocer, de elegir y de ordenarse afectivamente; y viceversa, es decir, que los procesos personales deben llevar al proceso colectivo. La formación y la acción del sujeto apostólico son, pues, un proceso de vivir a fondo la espiritualidad ignaciana en la manera de respetar el carácter de fin en sí que cada persona tiene por sí misma. 3.- Distintos contextos (Francisco Ivern s.j., 2006) Conviene distinguir cuatro ámbitos relacionados con la terminología. a) El nuevo sujeto apostólico en el contexto eclesial: todos en la Iglesia estamos llamados a promover una participación activa y responsable del laicado en la misión de la evangelización de la sociedad. Esta tarea constituye, al mismo tiempo, una realidad y un ideal o un objetivo a conseguir. b) El nuevo sujeto apostólico en el contexto de la Compañía de Jesús: en este ámbito el referente son aquellas personas que comparten la misma espiritualidad. En otras palabras, los jesuitas y los laicos/as trabajando juntos en la nueva evangelización del mundo contemporáneo, aportando su contribución específica, cada uno según su vocación, inspirados por la común espiritualidad que los anima. Se trata de una colaboración en términos de igualdad, pero cada uno según su vocación especifica acorde a su estado de vida. La novedad consiste en que el laicado ya no es considerado como un simple “objeto” (receptor) de la tarea evangelizadora, sino un verdadero sujeto responsable de la misión. c) El nuevo sujeto apostólico en el contexto de las obras de la Compañía de Jesús: es decir, laicos/as y jesuitas en las instituciones, las obras, las actividades apostólicas o ministerios de la Compañía de Jesús. En este contexto restringido, más que hablar de un nuevo sujeto apostólico habría que referirse a una colaboración respetuosa, abierta y responsable que, en el tiempo, se desarrollará en un sujeto, plural e único. d) El nuevo sujeto apostólico en el contexto de obras comunes: se trata de obras iniciadas de común acuerdo o por una de las partes, en las cuales ambas partes tienen los mismos, o semejantes, derechos y deberes, libremente definidos. Este nuevo sujeto apostólico es comprendido dentro del contexto eclesial más amplio, respetando siempre las vocaciones específicas de ambas partes. 4.- Resumiendo El término nuevo sujeto apostólico expresa la respuesta al llamado de la Compañía de Jesús para emprender el camino de la colaboración entre jesuitas y laicos, al servicio de la Iglesia en la evangelización/transformación de la sociedad. No obstante, para evitar el peligro de una comprensión que desconozca identidades distintas, es preciso tener en cuenta y respetar los siguientes principios: a) La terminología asume la eclesiología del Concilio Vaticano II, es decir, que todo y cada miembro de la Iglesia es, a la vez, sujeto y objeto de la misión de la Iglesia, superando así una mentalidad clericalista que hace del laicado un mero sujeto pasivo en la Iglesia. b) Dentro de esta comprensión eclesiológica, la Compañía de Jesús asume el compromiso de estar al servicio de la plena realización de la misión de los laicos (CG34, d. 13, 1). Por consiguiente, llama a la colaboración entre jesuitas y laicos, atendiendo también a la reducción de sus miembros que dificulta el funcionamiento de sus obras.

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c) En esta colaboración se crea un nosotros (sujeto colectivo), respetando las distintas vocaciones (sujeto individual), es decir, un nosotros de colaboración formado por dos identidades (jesuita y laico), pero animado y motivado por una común inspiración (espiritualidad ignaciana). d) Por consiguiente, lo único del sujeto apostólico dice relación a la misión (apostólico) que convoca a dos identidades, unidas en una misma espiritualidad pero distintas en su vocación. El servicio a la misión crea un sujeto apostólico colectivo, formado por laicos y jesuitas, en colaboración pero sin fusión, como sujetos con igualdad de derechos en la realización de esa misión (es decir, en este sujeto colectivo no puede haber miembros desiguales). e) Sin embargo, esta colaboración se realiza en distintos contextos que, a su vez, condiciona los términos reales del significado de esta colaboración (relación laboral, común espiritualidad, misión en conjunto…). f) Esta meta utópica supone un doble camino: (i) la formación del laicado para que asuma la responsabilidad de su vocación bautismal y la profundización en la espiritualidad ignaciana; (ii) el cambio de la mentalidad del jesuita para considerar al laicado como un colaborador en la misión común al servicio de la Iglesia en la evangelización/transformación de la sociedad. ¿No será la Red Apostólica Ignaciana una expresión privilegiada de este nuevo sujeto apostólico, o más bien el camino para llegar a él? El Padre General, en su discurso a los laicos de espiritualidad ignaciana (Santiago, 1 de mayo de 2006), termina planteando un desafío: “Quiero terminar mis palabras planteándoles un desafío a todos ustedes en mi calidad de Superior General de la Compañía de Jesús, Asistente eclesiástico de la CVX mundial y, en una forma que no sabría explicar en detalle, responsable de que se mantenga y difunda en la Iglesia el valor auténtico de lo ignaciano. (…) ¿En qué estoy pensando? Desde hace años laicos y jesuitas estamos soñando en promover una amplia red apostólica, que nos vincule a todos los ignacianos y nos ayude a sacarle más partido a nuestro carisma, coordinarnos mejor y acometer misiones apostólicas de más envergadura, potenciándonos unos con otros (CG 34, d. 13, 21-22). Concurrirían a esta red tanto personas individuas como las asociaciones ignacianas que ya existen. Está claro que la adhesión a esta red sería libre y voluntaria. La función de promover esta red debiera ser tarea principalmente de las mismas asociaciones ignacianas que ya existen”.1 Esta Red Apostólica Ignaciana tendrá la doble finalidad de vinculación entre los distintos sujetos ignacianos, como también de emprender misiones comunes.

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El Padre General sigue diciendo: “Comprendo bien que les propongo un desafío muy grande. Ustedes y yo sabemos que es bonito que laicos y jesuitas trabajemos juntos, pero que no es fácil. (…) Para superar estas dificultades, no olvidemos que nuestro gran título de colaboración es el ser colaboradores de Dios, que es el que nos da el deseo y la energía para colaborar y hacer crecer lo sembrado (1 Cor 3, 5-9). Pónganse en sus manos mediante Ejercicios Espirituales hechos bien a fondo y que se prolongan en la oración cotidiana, en la vida sacramental y en la cercanía a los necesitados. Es la manera ignaciana de prepararse a colaborar con la obra salvadora de Dios. Mi pedido a ustedes es que se unan y se pongan a trabajar para seguir tejiendo esa red apostólica ignaciana. (…) No esperen que otros les digan cómo hacerlo. Busquen ustedes. Lo que hace falta son hechos. Como decía el Padre Hurtado, las ideas y proyectos son no para admirar sino para realizar. Adelante: van a hacer mucho bien y los jesuitas se lo vamos a agradecer”.

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