Transformar la sociedad Transformar la sociedad (valores, evangelio, profecía, “signo”, Reino). La escuela de Calasanz se encarna en la realidad no es una construcción teórica. En Calasanz hay un encuentro entre la escuela y la sociedad, hoy nos limitamos a seguir el plan de estudios propuesto por el estado sin cuestionarnos las necesidades Hoy es imprescindible reunirnos para dar respuesta y ser capaces de una "lectura crítica de la realidad" ("ver-juzgar-actuar"). El punto de partida será siempre la situación real que están viviendo los destinatarios: una lectura transformadora. Desde ella la comunidad de docentes se preguntará por la eficacia de las estructuras, los programas, los métodos,… que se están utilizando, y decidirá el cambio, la renovación, la creación... de lo que se considere oportuno. Todo depende de la idea que se viva sobre todo en el claustro acerca de qué tipo de sociedad es el mejor, bueno, conveniente, posible, esperable... Porque en muchos casos nos encontraremos con claustros para los que el tipo de sociedad a construir no es asunto que preocupe; en otros, que el tipo de convivencia es el conocido, habitual, el posible, el de la competencia en la libertad individual; y los habrá para quienes el objetivo es construir otro tipo de comunidad en medio del pueblo de los hombres. La relectura de nuestros programas ha de hacerse siempre desde su relación con la vida fuera de la escuela, lo cual lleva a plantear el trabajo educativo como experimentación, es decir, percepción de la realidad, formulación y solución de sus cuestiones. si educamos es porque creemos que hay conocimientos, valores y, en suma, competencias más deseables que otras, y por tanto deseamos que nuestro alumnado sea más competente y más capaz, un peaje probablemente necesario para conseguir que sean también más felices. Nos encontramos con la indecisión de muchos jóvenes ante los compromisos definitivos. Habrá que ir preparándolos gradualmente para asumir responsabilidades personales, confiarles tareas adecuadas a sus posibilidades y a su edad, favorecer una educación progresiva para las pequeñas opciones de cada día ante los valores (gratuidad, constancia, sobriedad, honradez...). Sabemos que es un punto débil en la educación actual, sobre todo en lo relativo a la educación familiar. La tendencia a la sobreprotección lleva al niño a crecer sin una suficiente conciencia de ser responsable de sus actos, dado que tiene bien grabada la experiencia de que hay alguien siempre detrás que pagará los platos rotos. Junto a este necesario educar en la responsabilidad de los propios actos y sus consecuencias, hay que añadir la educación en la conciencia de responsabilidad respecto al bien común, en la aportación personal que cada uno puede y debe dar para mejorar desde los pequeños ámbitos en los que se mueve (familia, clase, grupo de amigos, grupo de fe...) hasta otros ámbitos más amplios (sociedad, Iglesia, mundo)... Hay que empezar a educar en el compromiso por la justicia, en la radicalidad, aunque esto suponga ir contracorriente de lo establecido por la sociedad (recordemos que queremos transformarla).
Estos son los criterios, opciones, horizontes a los que queremos llegar. Nuestra tara es sembrar (y quizás algunos frutos no nos tocará recogerlos a nosotros), no importa tanto el resultado final como el trayecto que nos acerca a él. Sobre todo porque en la educación el trayecto nos construye y nos plenifica al tiempo que construye a los chavales si de verdad lo vivimos con vocación. Nos deben de mover las ganas de viajar, no las de llegar: «Si sales para hacer el viaje a Ítaca, debes pedir que el camino sea largo»1. Feliz viaje a todos y todas. «Que Jesús Maestro forme en todos nosotros verdaderos y válidos educadores» (Chiara Lubich).
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Cavafis, “el Viaje a Ítaca”.