Tomo I
Amor Escondido El presente fic, es un proyecto multiautor, en el cual el galán es el mismísimo NEIL LEEGAN. Les ruego a todas las chicas que se apunten para llevarle seguimiento que sean respetuosas con este personaje, la mayoría lo odia, pero creo que la base de toda convivencia es el respeto. Todos tenemos la oportunidad de cambiar, o bien de dejarnos transformar por el amor, aunque sea sólo hacía una persona. Comprobemos que tan lejos nos lleva la imaginación en el trazo de esta historia de amor, que de seguro será muy polémica. Decidí darle comienzo la noche del estreno de ROMEO Y JULIETA... me pareció un buen momento para marcar el inicio de una nueva relación para Candy, alejada de su familia y seres queridos y muy susceptible después el rompimiento con Terry.
Laurie
Escritoras del fic: Laurie, Noemí, Raelana, Mirna, Soly, Alondrita, Perlita, Scarleth, Anabel Diseño editorial: Anamá
Amor Escondido CAPÍTULO I. POR LAURIE..........................................................................................................................................................................................4
NUEVA YORK
4
CAPÍTULO II. POR NOEMÍ..........................................................................................................................................................................................8
EL DESPERTAR DE UN CORAZÓN.
8
CAPÍTULO III. POR RAELANA...................................................................................................................................................................................13
¿UN CAPRICHO?
13
CAPÍTULO IV. POR MIRNA.......................................................................................................................................................................................16
HERIDAS DEL PASADO
16
CAPÍTULO V. POR SOLY..........................................................................................................................................................................................20
UN ALMA AL DESNUDO
20
CAPÍTULO VI. POR ALONDRITA.................................................................................................................................................................................25
EL COMIENZO
25
CAPÍTULO VII. POR PERLITA....................................................................................................................................................................................28
PENSAMIENTOS
28
CAPÍTULO VIII. POR LAURIE....................................................................................................................................................................................31
ENTRE ROSAS…
31
CAPÍTULO IX. POR ALONDRITA.................................................................................................................................................................................38
POSIBILIDADES
38
CAPÍTULO X. POR RAELANA....................................................................................................................................................................................47
Y MAS POSIBILIDADES
47
CAPÍTULO XI. POR SCARLETH..................................................................................................................................................................................50
SOLO ESCÚCHAME
50
CAPÍTULO XII. POR ANABEL....................................................................................................................................................................................53
TE AMO
53
CAPÍTULO XIII. POR LAURIE....................................................................................................................................................................................56
MENTIRAS
56
CAPÍTULO XIV. POR ALONDRITA...............................................................................................................................................................................64
HAZLO SUFRIR
64
CAPÍTULO XV. POR NOEMÍ......................................................................................................................................................................................69
NUEVAS ESPERANZAS PARA UN AMIGO
69
Capítulo I. Por Laurie
Nueva York Candy caminaba alegremente hacía el teatro como cualquier mujer emocionada. Sostenía con gracia el ramo de flores rojas que en su color reflejaban la intensidad de sus sentimientos por Terry. Estaba segura de que el mutismo y los nervios que atacaran al muchacho y le impedían ser más romántico desaparecerían por completo en cuanto terminara la función y se esfumaran los nervios de su primer protagónico. Sí, en cuanto eso pasara él recobraría su usual sarcasmo, su energía, su mirada chispeante y entonces ella cedería por fin a sus propios deseos de perderse en un abrazo estrecho y desafiar el frío clima de Nueva York, caminado abrazados. Sus pasos la llevaban al teatro, mientras sus ilusiones y sentimientos la encaminaban a las escenas que constantemente invadían su mente al estar recogiendo o cocinando. Se imaginaba que ese su hogar compartido con su amor y cómo de magia se empeñaba más en los quehaceres como procurando que al llegar, él se encontrara con el calor del hogar sencillo y amoroso que de seguro formarían. El olor de las rosas resultaba seductor, sus ojos brillaban y las mejillas estaban sonrojadas. A pesar de sus sueños e ilusiones el ambiente de glamour neoyorquino en una noche de estreno, termino distrayéndola. Por todos lados veía el último grito de la moda, atrevidos escotes que con solo imaginarse lucirlos la hacían sonrojarse, el allure de las más finas fragancias. La eLeegancia era con mucho distinta a la que observaba siempre en la casa Andley, esta venía cargada de un afanado deseo de llamar la atención y lucir desafiante ante la sociedad tradicionalista. A pesar de las inclinaciones taciturnas y solitarias de Terry era obvio que se vería en la necesidad de abrirse ante el mundo, especialmente el del teatro. Suspiró profundamente convenciéndose que eso involucraría un cambio en su propia vida. En ocasiones a fuerza de acompañarlo tendría que rodearse de esas personas y lucir tan elegante como ellas. Por una vez se vió a sí misma deseando ser un poco más refinada y elegante, de ninguna manera le gustaría hacer quedar mal a su amado Terry. Tendría que poner más atención a su apariencia y su conducta. Llegó a las puertas del teatro y un cúmulo de personas rodeaban la entrada. Elegantes carruajes llegaban constantemente y de uno de ellos vio llegar en medio de una nube de misterio y sofisticación a Eleonor Baker. Su peluca oscura y el maquillaje que intentaba hacerla parecer bronceada no fueron razones suficientes para que ella no la identificara. La bella madre de Terry estaba ahí y de seguro se verían después. Le gustaría saludarla y platicar con ella. Estaba distraída viendo a la dama alejarse cuando molestas voces la hicieron aterrizar de sus sueños y ponerse en alerta. -¿Qué haces tu aquí? – en verdad que irritar a Eliza resultaba tan sencillo, con el simple hecho de verla toda ella terminaba echando chispas. -Vine al estreno de alguien – le respondió ella sonriente. -Esta es una función muy exclusiva – menciono Eliza con toque despectivo. -¿Qué haces aquí Candy?, Este no es lugar para ti – el tono tranquilo y altanero de la señora Leegan sin duda era más ofensor que las viscerales reacciones de su hija. -Vine a un estreno. Soy invitada del actor... -Pero qué insolencia – respondió la señora Leegan acomodándose su saco. -¿Qué ocurre?...- Neil Leegan llegó hasta su madre y su hermana después de haber despedido al valet.
Su mirada encontró lo que menos hubiera esperado. ¿Qué hacía ahí Candy? No era que le molestara verla, de hecho se recriminó a él mismo y tuvo que luchar contra si mismo para poder apartar la vista de la hermosa chica. Se veía deslumbrante en ese vestido verde claro, era sencillo y sin duda no era el más elegante de la reunión, pero aún así sobresalía entre las demás. Su mirada la recorrió de pies a cabeza y de nuevo sintió la gran necesidad de estar junto a ella e invitarla a salir, como esa vez en Chicago... sin embargo se dió cuenta de lo que ella sostenía en las manos y del porque estaba ahí. Era por culpa de ese delincuente atrevido... Un ardor insoportable le invadió desde el estomago hasta las entrañas y sin frenar sus reacciones, arrancó violentamente el boleto de la chica. -¡Esto no sirve!- dijo con la mirada chispeante al tiempo que rompía el boleto en dos. Los ojos de Candy veían atónitos la escena y vagamente el distinguió una cortina acuosa que amenazaba con cubrirlos. Algo se movió dentro de él, pero no dio tiempo a que sucediera del todo. ¿Porqué ella reaccionaba así?... ¿Por qué seguía pensando en ese idiota?... el dolor que reflejó la mirada de Candy lo hizo detenerse antes de hacer un corte más en la entrada. De pronto recordó la forma en la que ella lo había defendido, lo amable que había sido al curarlo y se sintió sumamente arrepentido por actuar así. Sobretodo al ver la sonrisa de satisfacción que tenía su hermana. Dejó caer en un impulso los restos de la entrada y sin más pasó junto a Candy que se quedó inmóvil solo viéndolos. Su hermana lo jaló del brazo y así entraron hacía el teatro. Una súbita incomodidad creció en su interior al recordar la reacción de Candy... Desde el lobby del teatro disimuladamente volvió la vista buscándola y puedo ver como ella desesperada intentaba alcanzar una parte de la entrada... ¿Por qué diablos me siento así? – se preguntó a él mismo tensando las sienes- Ella nunca me ha importado... ¿Por qué habría de hacerlo ahora?... es una tonta... seguir pensando en Grandchester después de tanto tiempo... -Dicen que Grandchester le ofrecerá matrimonio - Comentaba despectiva una señora con un sombrero alto de plumas. -Eso no compensa nada... la pobrecilla ha echado a perder su vida... -Tan joven y hermosa, y ahora sin poder moverse, de seguro ese es el motivo por el que cambiaron de protagonista. -¡Por supuesto!, imagínate... una lisiada en un espectáculo... ¡Qué patético! -De buena fuente me entere que él pensaba desposarse pronto, de seguro con ella, escuche en el taller de mi joyero que había adquirido ya un solitario... -Ella tiene suerte de que él la ame tanto... ¿Casarse Granchester?... ¿Con quien?... No, eso estaba fuera de toda lógica... No dejaría que Candy se encontrara con él... no por lo menos esa noche... Y si así fuera se encargaría de fastidarles la noche a ambos. Decidido caminó hasta la entrada y se dirigió al vigilante. Candy intentaba inútilmente convencerlo de que su entrada era auténtica. Una idea le cruzó por la mente, se encargaría de que todos le ratificaran a Terrence cualquier creencia. -Cariño ¿Donde estabas?... ¿Porqué no has entrado aún? – se dirigió a ella sin inmutarse por la rabia que había en su mirada – La señorita viene conmigo menciono ofreciendo la tarjeta de reservación de un palco completo para la Familia Leegan, una de las ramas de los prósperos banqueros de Chicago. Siguió con su usual altanería tomando a la chica del brazo. El empleado pensó que ella se veía furiosa. De seguro era un matrimonio joven formado por conveniencia, cosa aún usual entre los pudientes. Ella era muy hermosa y él... muy elegante, la miraba de una forma muy intensa y por el tono de sus palabras dejaba claro que la sentía de “su propiedad”. Con toda seguridad era de esos maridos prepotentes que dejan hasta el último a sus esposas, de forma que termino perdiéndola y solo se acordó de ella hasta que noto su ausencia.
-Vamos dentro, la función esta por empezar y aquí hace mucho frío – dijo mientras intentaba acomodar el cuello de su abrigo. Candy por supuesto reaccionó con rechazo, pero él fue más rápido y la tomo con fuerza de la cintura – Sí quieres entrar, esta será la única opción...- Ella intentó resistirse pero él aumentó la fuerza y cerca de su rostro volvió a hablar – Si haces un escándalo, con menor razón te dejaran entrar. Vamos. – La tomo del brazo y comenzaron a caminar. Se sintió tan bien al llevarla así de su brazo, no era precisamente voluntario y eso le agradaba aún más, podía sentir la fuerza de su ser luchando por algo... y se aseguro a sí mismo que podría llegar a amar de la misma forma. Amar... ¿Acaso ella amaba todavía a ese bastardo? – el sólo pensar en ello volvió a irritarlo en gran manera y aplicó más fuerza sobre el brazo de la chica. Pero esta vez en medio del salón vacío, la chica pudo al fin responder aventándolo. -¡Eres un cobarde Neil!- mencionó mientras echaba chispas con la mirada y su rostro se tornaba carmín por la rabia. -Necesitabas de mi ayuda... estamos a mano Candy – dijo con arrogancia y autosuficiencia. Sus ojos grises brillaron como nunca con algo parecido a la burla y Candy creyó odiarlo como nunca antes. -¡Tu rompiste mi entrada!.. eso no es estar a mano.. debí dejar que te golpearan aquella vez y te dieran tu merecido... -¡Esos tipos!, por favor Candy, no luche con ellos, porque eran muchos, sí fuera uno sólo yo le hubiera dado su merecido – respondió vehemente- Hoy me doy cuenta de lo equivocado que he estado siempre sobre ti Candy... – respondió temerario acercándose a ella. En el fondo de sus ojos distinguía un sentimiento que no sabía a bien que era, pero sin duda le agradaba... ¿nerviosismo, temor?.. ¿Se sentía ella afectada por él?- A pesar de lo que creas, nunca te considere una tonta... por el contrario, siempre has sabido que hacer para salir beneficiada de todo... -¡No pienso seguir escuchándote!- ella sintió que era inútil discutir con semejante tipo y decidió ir inmediatamente hacía su lugar, sin embargo un brazo fuerte le dio alcance y la retuvo casi lastimándola... -¿Sabes que eres una tonta Candy?... tantos años y seguir soñando con ese farandulero... Esa gente no es de confianza. -¡Suéltame! – se resistía intentando zafarse – Hay personas “muy dignas” en las que no se debe confiar jamás, son peor que culebras... -¿En verdad?, no sé de quien hablas – respondió con total cinismo... - ¿Sabes que Terry compró un anillo de compromiso? – dijo de pronto. Candy se estremeció al escuchar aquello – No te emociones querida, tal vez no sea para ti... -¡Estas demente Neil!... -Tu ídolo de papel, tiene una deuda de honor con una dama... tú quedaras en el recuerdo... Un empleado se acerco a ellos pidiéndoles que pasaran a su sitio. Ella por fin pudo librarse y caminó en sentido contrario a él, sin perderle la vista... un dolor comenzó a crecer en ella... ¿Porqué decía semejante cosa?... ¿Por que con tal convencimiento?. Una voz interna le grito que él así había sido siempre, sólo buscaba lastimarla. Vió a ese hombre de pies a cabeza, era eso justamente: un hombre, alto y de figura espigada pero atlética, lucía impecable, la sonrisa siniestra y la mirada chispeante. Su piel bronceada y su cabello trigueño muy bien peinado. En ese momento entendió todo el cotilleo que se armo en el hospital el día que fue a buscarla. Era atractivo, era cierto, pero era solo apariencia, por dentro era un demonio... Él le sostuvo la mirada de forma descarada y aún a la distancia se atrevió a decir: -Candy... cuídate, te estaré vigilando... – por primera vez semejantes palabras no parecían una amenaza, sino más bien una afirmación amable.
Candy le dio por fin la espalda por demás irritada... ¡Él sería la última persona a la que recurriría!, nunca le pediría un favor... En ese momento se sintió enojada, ofendida, ¡fúrica!... detuvo su caminar dándose tiempo para respirar profundo una, dos, tres veces... en ese estado no disfrutaría la obra... Comenzó a sentirse más despejada y entonces una gran melancolía entro en ella, sentía una gran opresión en el pecho, una gran tristeza, el presentimiento de que algo malo pasaría. Levanto la vista y el póster de la obra quedo a su altura... Terry se veía triste y Susana tenía una expresión como de muerte... ¿Por qué ese afiche no fue cambiado?... ¿Por qué la protagonista era Karen Klaise?... Tomó su ramo de rosas y se dirigió hacía su asiento.
Capítulo II. Por Noemí
El despertar de un corazón. Su caminar era de derrota, tristeza y desolación combinadas con la frustración y el dolor que le había ocasionado despedirse sin ni siquiera mirarse a los ojos. - Terry … ¿Por qué así?.... ¿Por qué de esta forma?... Continuo caminando por las frías calles de Nueva York ajena a la fría nieve y al aire frió que calaba hasta los huesos, pero a eso ella no le importaba, si su corazón experimentaba tal frialdad que le era tan ajeno el bullicio de la gente y la luces neones que iluminaban la hermosa ciudad, nada importaba ya, solo aquel dolor que desgarraba el alma y que no cesaba en seguir despedazando su corazón, recordó nuevamente el intento de suicidio de Susana. - Ella lo ama mas que yo - volvió a repetirse para darse fuerzas y continuar firme en su decisión y no dar vuelta atrás e ir por él. El dolor se incremento al recordar las lagrimas de Terry y el adiós a todas aquellas ilusiones que jamás se llevarían a cabo. A lo lejos una gallarda figura la seguía en silencio y vigilando el paso de la joven, por primera vez aquel personaje no se alegró por las lágrimas que eran derramadas por la rubia, ni por el dolor que se sentía latente en la figura femenina que caminaba con pasos derrotados inclusive aquella mirada siniestra y arrogante que era su sello característico se encontraba opacada por la preocupación . - Candy – susurro con un dejo de melancolía, que el mismo se sorprendió, sin embargo no quiso cuestionar aquellas reacciones tan extrañas en el. Continuo siguiéndola unas calles mas hasta que al parecer la joven no tuvo mas fuerza y se dejó caer en la fría banqueta mientras dejaba que su cuerpo se estremeciera debido a los amargos sollozos que se escapaban sin cesar. Corrió para incorporarla y la sostuvo en sus brazos, la rubia inmersa en su dolor se dejó abrazar por aquel extraño -Candy- susurro mientras la tomaba en brazos y la acomoda en su pecho . Candy continuo desahogando su dolor sin percatarse de quienes eran aquellos calidos brazos que la rodeaba, de aquellos susurros que la consolaban sabía que estaba mal llorar en brazos de un extraño pero había algo en él, tan conocido y tan lejano, que no importaba en donde lloraba, si no descargar el peso que su corazón cargaba a cuestas. La cuerpo de la joven seguía estremeciéndose por los sollozos y él apretó un poco mas su abrazo, intentando colmar el dolor que la rubia manifestaba. - Maldito seas Terry… ¿Por qué así?
- Shss Candy no llores … tu nunca lloras…por favor – suplico mientras acariciaba su cabello. Candy volvió a buscar refugio en el pecho del chico sin percatarse de las emociones que despertaban de golpe en el cuerpo de Neil y un sentimiento de sobreprotección se activo en el corazón del joven que por primera vez descubrió que si tenia corazón, un corazón que había despertado y comenzado a latir gracias a la rubia que yacía desecha entres sus brazos y un pensamiento prohibido escapo. “Como me gustaría ser yo el causante de esas lagrimas” Candy por fin dejo de llorar y levanto su mirada para mirar fijamente los grises de él y por primera vez su reacción no fue de rechazo, sin embargo se separó un tanto confundida por las reacciones calidas que Neil le había transmitido, incluido el aroma a maderas que se había impregnado en su nariz. Sin embargo no dejaba de preguntarse, el por qué de aquel consuelo, cuando en el teatro le había pronosticado su ruptura con Terry, no pudo evitar preguntar con un dejo de amargura. -¿De entre toda la gente por qué tu? Neil endureció su mirada, sin embargo al ver la melancolía que reflejaba el rostro de la joven rubia volvió a bajar la guardia. -Acaso es necesario que te lo diga- dijo un poco sarcástico – ni siquiera yo mismo lo se. La rubia desvió su mirada y por fin pudo notar, el aire frío, la nieve y aquella luces que no había podido distinguir, sin querer un estornudo se escapó rompiendo un momento la tensión que se había dado entre los dos jóvenes. -Lo siento, me temo que voy a pescar un resfriado . De inmediato Neil se quito su chaqueta y la colocó en los hombros de la joven. Aquel noble gesto los sorprendió a ambos. -Yo no puedo aceptarla ¿te puedes enfermar?- le dijo la rubia mientras se la entregaba de nuevo. Neil dibujo una media sonrisa, admirando aun más a la joven que como siempre pensaba primero en los demás y luego en ella. Cosa que jamás se había percatado hasta ese momento. -No te preocupes Candy… si yo enfermo tu podrás cuidarme – respondió en tono guasón – después de todo eres enfermera. La rubia abrió los ojos atónita, mientras un delicado rubor cubría sus mejillas. -Yo… tengo que irme Neil… el tren partirá en unas cuantas horas. Neil asintió con la cabeza mientras tomaba la mano de la joven entre las suyas. Candy parpadeo por el ligero cosquilleo que aquel suave contacto le ocasiono. -Déjame acompañarte- le pidió Neil. -Pero yo.. -Por favor .
Candy no pudo menos que sorprenderse por las extrañas reacciones de Neil y debido mas por la costumbre que por instinto se pregunto que plan tramaba en contra de ella. -Lo siento – y echo a correr dejando a Neil parado en medio de la calle. El chico maldijo en voz baja dejando que su orgullo y su característica arrogancia hablara primero, pero luego como sobrevino aquel arranque de furia, la calma le sustituyo al ver a la rubia desaparecer con su chaqueta puesta. “Al menos no me la arrojo en la cara” Finalmente un suspiro de resignación escapo de la varonil boca, conciente de que las reacciones de Candy eran de lo mas natural tomando en cuenta cuantas veces el mismo la había lastimado. “No te dejare sola en esto Candy… aun en contra de tu voluntad” Se ajusto su saco para soportar el frió y comenzó andar directo a su hotel.
La joven enfermera miraba por la ventanilla como cada vez su corazón se alejaba de Nueva York y un par de lagrimas cayeron sobre el dorso de su mano. “Adiós Terry” Sacó de entre su bolso una cajita de metal, con sumo cuidado la abrió en espera de que alguna explosión se llevara a cabo, pero en su lugar una alegre musiquita comenzó a sonar, la rubia no pudo menos que agradecer al inventor de tan lindo artefacto. “Stear..si funciono... “ El llanto de un bebe la sacó de sus cavilaciones miro a la joven pareja que intentaba arrullarlo, una imagen de Terry y ella arrullando su bebé le vino a la cabeza y nuevamente la tristeza se alojo en su corazón, “ Cuantos sueños que no se cumplirán ” Se levantó de golpe ocultando nuevamente su dolor. -Siéntese – le pidió a la joven que llevaba el pequeño en brazos. Ambos jóvenes miraron con agradecimiento a la hermosa rubia que había tenido la bondad de cederles su asiento. Candy solo sonrió y busco la salida del vagón, para despejar sus pensamientos, sin percatarse que un par de ojos grises la vigilaban desde el fondo del vagón.
No dejaba de mirar a la rubia que yacía en su cama, ella deliraba debido a la alta fiebre ocasionada por la pulmonía.
Su rostro parecía cansado debido a las dos ultimas desveladas que había compartido con el medico de su familia . -Vamos chico no te preocupes, ella es fuerte, veras que mañana estará bien. El chico alzo su grisácea mirada y miro con agradecimiento al viejo galeno. -Por favor Doctor Lewis, solo le pido discreción en este asunto, nadie de mi familia debe de saber que me encuentro aquí con mi prima. -Lo se Neil, pero aun así no deja de sorprenderme que tu madre ni tu hermana sepan de la enfermedad de tu prima. Neil le dio la espalda, para mentir nuevamente. -Lo sé doctor, pero me llevaría un regaño si supieran que yo la lleve a Nueva York sin el consentimiento de su tutor y además que presencia aquí podría levantar habladurías y especulaciones y dañar su honor, por eso nuevamente le hago hincapié que nadie se debe enterar de su paradero hasta que ella esté bien. -Muy bien hijo, será como tú digas. -Gracias doctor sabia que podía confiar en usted. El doctor miró nuevamente a la linda jovencita y salió dejando solos aquellos jóvenes. Neil volvió a tomar su lugar a lado de la rubia y entrelazó sus dedos con los de ella y un estremecimiento recorrió su columna sorprendido que aquella joven fuera la causante de tales emociones. La miro detenidamente, era bella no lo negaba, pero desde temprana edad él había estaba rodeado de mujeres quizás mas bellas que ella, que siempre estaban al pendiente de una mirada suya, entonces ¿Qué hacia incomparable a Candy? quizás era su fuerza interna o esa pasión con la que defendía sus ideales, haciéndola tan diferente a su hermana Eliza y a todas aquellas chicas de alcurnia con las que se había rosado, siendo su única preocupación el vestido que se pondrían o el ultimo chisme de sociedad. Por primera vez se percato que las acciones de Candy nunca eran egoístas no tenia en todo su cuerpo ni una pizca de aquel egoísmo que caracterizaba a los Leegan y Neil se sintió un poco avergonzado por todas aquellas ocasiones en que se dejo llevar por su hermana, no tenia disculpa lo sabia, pero ahora teniéndola enfrente de si, tan frágil y delicada, su alma se revelaba en contra de cualquier mal que le pudiera ocasionar y protegerla se convirtió en su prioridad inclusive de si mismo y de los sentimientos que comenzaban a tomar forma en su corazón Siguió mirando el cuerpo inerte de la rubia, cuando un grito desgarrador irrumpió en el silencio de aquella fría noche. -TerryyyyyyyyyyyNeil se congelo por la angustia de Candy, pero de inmediato reacciono y sujeto los hombros de la chica abrazándola . Por vez primera, sintió la impotencia de no saber como consolar….¿Cómo hacerlo? si nunca se le había enseñado …. Si lo único que había importado en su existencia eran sus frívolos caprichos y el dolor que Candy exteriorizaba estaba muy lejos de su entendimiento, ¿Cómo podía amar aquel actorcito y sufrir de esa manera? ¿Acaso eso era amar ……sufrir por alguien? …. No quiso seguir
cuestionándose, sobre todo por que el dolor de aquella rubia pecosa que había despreciado se estaba convirtiendo en el suyo. El cuerpo de Candy nuevamente se agitó mientras seguía susurrando el nombre de Terry, el joven apretó los labios con rabia, acurruco un poco mas a la joven entre su pecho y se dejo llevar por su instinto, acaricio con dulzura la cabecita rubia susurrando suaves palabras de consuelo que salían de su corazón, sorprendiéndose así mismo dando por primera vez y no arrebatando como era su costumbre. “Candy…….. ¿Cómo borrar el pasado?
Capítulo III. Por Raelana
¿Un capricho? Estaba sola. Candy abrió los ojos teniendo esa absoluta certeza en su alma. Terry... Era increíble cómo un simple nombre podía hacer tanto daño, ser tan cruel. Le hubiera gustado dejar de pensar en él pero no era capaz de controlar sus sueños. A su alrededor todo era silencio, las pesadas cortinas de terciopelo estaban corridas pero dejaban pasar un fino hilo de luz que aclaraba las sombras que cubrían la habitación. Una habitación que no conocía. Las sombras se movían y parecían abalanzarse sobre ella, los sonidos del exterior le llegaban como ahogados. Candy sintió que todo comenzaba a dar vueltas y cerró los ojos, deseando que todo terminara de una vez. El chirrido de la puerta al cerrarse la hizo volver a la realidad; y el perfume, una mezcla de enebro y pino, consiguió llegar a su nariz constipada. No había estado sola pero la sombra que había velado sus pesadillas acababa de marcharse. Candy no tuvo tiempo para pensar en ello, pronto volvió a adormilarse y cuando sus ojos se abrieron de nuevo contemplaron la amable sonrisa del doctor Lewis. -¡Bienvenida al mundo, Candy! Pensamos que no sería nada pero has pasado una semana delirando. Ya empezaba a pensar que no saldrías de esta. Candy lo miró, confundida. -No lo entiendo, doctor. ¿Cómo he llegado hasta aquí? -Te trajo tu primo, por lo visto te desmayaste en el tren. Has tenido una pulmonía, Candy -el doctor continuó reconociéndola-. Ahora ya estás bien. Pero quédate en casa unos días, no tengas prisa por reincorporarte al trabajo. Se lo diré a tu primo que veo que te está cuidando muy bien. ¿Su primo? ¿Pero Archie no estaba en Inglaterra? ¿Dónde estaba? Candy asintió con la cabeza, aún confundida. Sin embargo, todas sus dudas se aclararon cuando vio la morena cabeza de Neil aparecer por la puerta. Se veía cansado y ojeroso, como si llevara noches sin dormir. Sin embargo una sonrisa se mostraba abiertamente en su rostro, una sonrisa que no tardó en desaparecer cuando se acercó a ella y se miraron a los ojos. Neil abrió la boca, como si fuera a decir algo pero se lo pensó mejor. Estaba incómodo y nervioso. En los ojos azules de Candy aún se percibía el brillo de la fiebre y en oídos resonaba la palabra que no había dejado de pronunciar durante las largas noches de delirio: Terry. Los negros ojos de Neil se endurecieron al recordarlo. Candy lo miraba pero no parecía verlo, era como si en el fondo ella siguiera en aquel teatro, con Terry. Permanecieron así, mirándose, durante unos minutos que resultaron eternos. Después Neil se dio la vuelta y salió de la habitación. Su perfume quedó flotando en el aire.
Eliza bajó del carruaje y entró en la casa corriendo todo lo que permitían sus zapatos nuevos, subió las escaleras a toda prisa y entró en el estudio de su hermano sin detenerse a quitarse el sombrero. -No tenías que haberte marchado así de Nueva York, Neil. No sabes lo que te has perdido. Se montó una buena en la fiesta de compromiso de Mary Sinclair. Fue increíble. Ella está embarazada, eso es seguro. ¿a qué viene tanta prisa si no? Neil... ¿qué te ocurre? Eliza se había quitado el sombrero y los guantes sin dejar de moverse y parlotear hasta que, extrañada porque su hermano no hacía ningún comentario, se había parado a mirarle. Neil tenía muy mal aspecto. Las ojeras circundaban sus ojos y su boca temblaba como si estuviera conteniendo un sollozo. Permanecía sentado en el sofá, con la mirada perdida en las molduras del techo. Al no recibir respuesta, Eliza se puso en medio, preocupada. -Neil ¿qué ocurre? Neil clavó los ojos en los de su hermana. -Eliza ¿cómo se consigue que alguien deje de odiarte? Eliza se quedó sorprendida, sin saber qué responder. Acercó una silla y tomó asiento a su lado. -Pero Neil, si a ti nadie te odia. ¿Quién podría odiarte? Eres el muchacho más encantador que conozco. Tienes que estar confundido... -Candy. Eliza torció el gesto al pensar en ella. -Sí -dijo al cabo de un momento-. Ella tiene motivos. Pero nosotros también la odiamos así que estamos en paz. -Y por qué, Eliza ¿por qué la odiamos? -Neil cogió la mano de Eliza y la apretó, ella era la persona en la que más confiaba en el mundo. Las lágrimas que había intentado contener comenzaron a salir de sus ojos-. Eliza, Candy... Está aquí. -Ya veo -Eliza respondió al gesto de su hermano apretando la mano, aunque su voz se había endurecido. No hacía falta decir nada más. Estaban demasiado compenetrados para no entenderse perfectamente-. Tranquilo, hermanito. Déjalo todo en mis manos.
Una criada le trajo el almuerzo y otra distinta la cena. Candy no quiso preguntarles nada, se sentía demasiado débil para levantarse y aunque deseaba marcharse de aquella casa desconocida no hubiera podido mantenerse en pie mucho tiempo. Ya no se preguntaba dónde estaba, estaba claro, esa era la casa de los Leegan. Era extraño que la hubieran traído allí. ¿Con qué intenciones? Ni por un momento se le pasó por la cabeza que Neil hubiera querido ayudarla. Eso no podía pasar. Algo estaban tramando y lo mejor para ella sería salir de allí cuanto antes, aunque fuera gateando. La sopa pareció sentarle bien y estaba pensando seriamente en levantarse cuando una nueva figura entró por la puerta. Eliza contempló a Candy de arriba abajo, el desprecio por la rubia enfermera
estaba impreso en sus ojos sin embargo, no la insultó ni le dijo nada ofensivo. Se sentó en el borde de la cama y dijo un escueto: -¿Cómo te encuentras? -Bien -contestó Candy-. Creo que ya puedo marcharme. Eliza negó con la cabeza, y parecía satisfecha de las noticias que iba a darle. -No, me temo que no puedes. El doctor ha dicho que no te levantes en al menos tres días. No queremos que nuestra querida "prima" tenga una recaída. Mi hermano ya me ha contado lo que pasó. Menos mal que él estaba cerca para ayudarte. Si no es por él hubieras muerto en la nieve. -¿Neil me salvó? -¿Tan raro te parece? Mi hermano tiene muy buenas cualidades, aunque tú estés tan obcecada con actorcillos de poca monta que no te das cuenta. Podrías haberle dado las gracias, por lo menos. -Sí, - Candy asimilaba aún la nueva información, y recordaba cosas que Eliza no sabía, el momento en que la consoló en Nueva York, la calidez de sus brazos, el olor a agujas de pino-. Sí, le daré las gracias. Eliza pareció satisfecha y salió de la habitación, Candy seguía repitiendo para sí las palabras, como si intentara convencerse de ella. "Sí, tengo que darle las gracias" -Pero no ahora -dijo al cabo de un momento. Lo más importante era salir de allí cuanto antes. Tal vez Neil había querido realmente ser amable con ella pero ¿quién podía estar segura? Candy se visitó apresuradamente y se asomó al pasillo, no venía nadie pero tampoco conocía la casa y no sabía en qué dirección estaba la salida. Confundida, regresó de nuevo a la habitación y se acercó a la ventana. Estaba en un segundo piso y podía ver la valla que rodeaba el jardín y lo aislaba de las calles de la ciudad. Sólo un segundo piso, no sería muy difícil bajar por ahí. Con mucho cuidado abrió la ventana y salió al pequeño balcón, el suelo estaba cubierto de nieve y las enredaderas que cubrían las ventanas estaban cubiertas de escarcha. Candy se envolvió las manos en trapos y, sin pensarlo dos veces, comenzó a bajar por ellas. Las recias ramas se resbalaban entre sus manos a causa del hielo, y hacía bastante más frío de lo que había supuesto, Candy se deslizó sin problemas hasta el primer piso, lo más difícil ya estaba hecho. No hacía tanto tiempo de cuando trepaba a los árboles y contempló una enorme rama que casi llegaba al balconcito donde estaba, un pequeño salto y podría encaramarse a ella, sería más fácil que continuar deslizándose por las enredaderas. El salto fue perfecto y Candy agarró con fuerza la rama para no caerse, con cuidado fue gateando hasta llegar al tronco del árbol cuando, sin que pudiera hacer nada por evitarlo, la rama se partió en dos y cayó al suelto con gran estrépito. Las ventanas de la casa se abrieron y sirvientes y amos contemplaron como una figura de largos cabellos dorados se levantaba con dificultad y se sacudía la nieve. Neil no lo pensó dos veces e inmediatamente bajó a socorrerla, llamando a sus sirvientes para que lo ayudaran. Eliza contempló la escena desde la ventana. -Espero que sea solo un capricho, hermanito -se dijo-. No desearía tener que aguantarla mucho tiempo.
Capítulo IV. Por Mirna
Heridas del pasado Tal vez nunca supe como tratarte para mi eras una simple niña huérfana Pero ahora todo cambio para mi Desde esa vez que me salvaste De mis pensamientos te adueñaste No te miro mas como esa niña Ahora te veo como la mujer que amo Espero no sea tarde para mi Espero que me perdones Y algún día me veas no como ahora Sino como un hombre de ti enamorado. El pobre de Neil estaba muy cansado después del accidente no se alejo por ningún momento de su lado. Que le dolía mas a este guapo chico, será la idea de pensar que ella le rechaza por completo que haga lo que haga nunca será respondido por el pasado de los dos. Candy despertaba, se aseguraron que estuviera bien, todo pareciera que fue un susto nada mas, pero ella quedo con algunos moretones en cuerpo. Ella abría sus lindos ojos esmeralda y muy adolorida trato de medio sentarse pero no pudo, estaba sin fuerzas y con moretones por todos lados especialmente en sus brazos. - Neil: que bueno que reacciones Candy.. - Candy: ahhh que ?? oh Neil, sigo aquí entonces..su mirada se agacho como signo de desaliento cosa que le dolió mucho al joven que no había descansado nada en todo sus días de enfermedad. -Neil: lamento mucho causarte todo esto Candy, y todavía tienes que reposar por 3 o 4 días mas dijo el doctor. Ella trato de levantarse pero era inútil no tenia fuerzas y estaba muy adolorida por la caída. - Candy: Neil, te quiero dar las gracias por haberme ayudado por salvarme la vida. Gracias?!! - Neil: no tienes por que Candy....tienes hambre? - Candy: No es necesario causarte molestias Neil - Neil: Candy? se que no fui una persona a la cual le tengas gratos recuerdo pero por favor por tu bien tienes que recuperarte y si no comes tardara mas que tu salud mejore. El se levantó de la silla que estaba al lado de la cama donde descansaba ella. Sin decir mas nada se disculpo para luego salir de la recamara. Perdóname Neil, quiso decirle ella pera era tarde el había salido de la recamara sin escuchar lo que ella le dijo. Al poco tiempo después llego Neil con un plato de sopa para ella. - Neil: Come Candy para que mejores y pronto te vayas de aquí de este lugar que tanto daño y malos recuerdo vividos.
El le coloco la comida en la cama para que se le fuera fácil para ella poder comer pero sus brazos estaban adoloridos y con su mirada dio a entender que no podía, tenia hambre eran ya mas de semana que no había comido nada y por tal era su debilidad. Neil ofreció en ayudarla pero ella se negó al principio pero el insistió y le dio la primer cucharada de sopa. Candy lo miro fijamente y acepto su ayuda, ella quería salir de ahí lo antes posible y Neil tena razón era por no haber comido por tanto tiempo se sentía tan débil entonces. - Candy: Gracias Neil por haberme dado de comer te lo agradezco - Neil: no tienes nada que agradecer Candy, gracias a ti por permitirme que te ayudara... - Candy: Neil?? - Neil: trata de descansar Candy, yo estaré para lo que se te ofrezca - Candy: No por favor ya mucho as hecho por mi.. - Neil: No Candy esto no es nada mucho mas haría por ti. - Candy: Basta Neil, no me hables así... - Neil: perdóname no quise incomodarte, perdóname si.. discúlpame se que no soy para ti tu mejor compañía con tu permiso. El joven un tanto molesto por querer expresar sus emociones hacia ella, era rechazado. Se fue para su cuarto y se tiro a la cama, “Candy por que no fui tu amigo en vez de hacerte la vida imposible cuando llegaste a mi vida. Ahora soy yo quien sufre, sufre por tus desprecios, por ni tan siquiera ser tu amigo. Cuando daría yo que el tiempo pasara y todo fuera diferente para los dos.....” - Señora Leegan: Eliza, Neil ella es Candice White y desde ahora en adelante será tu dama de compañía Eliza. - Eliza: Yo no necesito dama de compañía, madre.. - Señora Leegan: Eliza!! no seas malcriada !! - Neil: Bienvenida Candice a nuestro hogar... - Candy: Gracias, eres un chico amable.. - Eliza: como que chico, tienes que llamarle señorito Neil !! oíste .. - Neil: No ..Candice, por favor llámame Neil.. - Candy: Neilll!! - Señora Leegan: Dorothy lleva a Candice a su recamara .. - Dorothy: si madame… Dorothy le enseño la pequeña y sucia habitación. Pero Candy era feliz ya que tenia una familia con quien compartir. Dorothy no era de mucho hablar y solo le dio recomendaciones en como actuar ante los Leegan. Candy se quedo solo en la habitación y acomodo su poco equipaje cuando alguien llamo a la puerta. “Pase!!” dijo la contenta niña. Era el hermano de Eliza quien entro y a ella le causo curiosidad su visita. - Neil: Candice iremos a galopar quisieras ir con nosotros.. - Candy: En serio, claro que si Neil gracias..oh pero no tengo la ropa adecuada para poder ir con ustedes. - Neil: de eso no te apures yo me encargo dame un segundo. Así fue en menos de 15 minutos llegaba con unas ropas de Eliza quien con mucha arrogancia se las presto. - Candy: pero que bellos caballos!! dijo ella muy admirada con los animales - Neil: si están muy saludables....te atreves a galopar sola o quieres galopar conmigo - Candy: Neil, si quisiera galopar contigo y gracias por todo.
.....Neil le ayuda a subirse al caballo para luego hacerlo el. Se aburrieron de esperar a Eliza y el se fue con Candy sin necesidad de nadie mas. Candy estaba embriagada con percibir el aroma tan varonil que provenía de él. Sus ojos color miel puro, sus cabellos castaños y brillosos muy bien cuidado. Su cuerpo muy deportivo y aun que apenas era de unos 13 a 14 años era un chico atractivo y desde que lo conoció vestía muy finamente. Su boca era una boca que seducía, las pestañas largas y crespas asiendo resaltar sus bellos ojos. Esto era lo que pesaba la enamoradita de Candy, no escuchaba lo que Neil le preguntaba pareciera que no estuviera ahí a su lado. - Neil: Candy..Canddyyy!!! - Candy: oh si Neil, dime.. - Neil: jajaja Candy te pregunte varias veces si te gustaba esta paisaje..., cuando ella levantaba su mirada observó el bello paisaje. Todo era tan bello y tan mágico entonces.... La mirada de ella se dirigió a su rostro como queriendo decir algo, Neil se sedujo por sus lindos ojos esmeralda de ella y sin pensarlo se acerco donde ella robándole un pequeño beso a la chica. El joven fue despertado de tan lindo sueño, las voces de Dorothy lo devolvieron a su dura verdad, eso nunca paso, y ahora era lo que mas deseaba en la vida que ella lo viera como una mujer ve a su hombre de quien esta enamorado. - Neil: que sucede Dorothy..?? - Dorothy: me dijo que le dijera cuando ella durmiera para poder cuidarla, - Neil: si gracias Dorothy, voy a su recamara, ....el pobre chico se levanto de su cama para poder estar a su lado aun que sea mientras ella duerme. Candy estaba profundamente dormida, lucia cansada y débil. Neil se sentó al lado de ella. Neil pareciera estar hipnotizado por ella, no hacia mas que verla todo ese tiempo que la tenia a su lado. “Eres tan linda Candy, te has convertido en una hermosa dama. No culpo a nadie que de ti se enamora, si eres tan bella por dentro y por fuera.” Neil decía esas palabras pensando que ella estaba dormida pero el aroma que el tenia puesto la despertó de su sueño y no hacia mas que escuchar sus palabras, en silencio. - “Perdóname Candy por todo el daño hecho como desearía volver el tiempo y remendar todo los malos ratos que te hicimos pasar mi hermana y yo...es justo que me enamorara de ti y sin tener tu amor sufrir, tal como yo en el pasado te hice sufrir Candy, mi linda Candy”, El tomo sus manos y las entrelazó con las suyas, para ese entonces se escuchaba su llanto, sus cansados ojos se opacaron con lagrimas en ellos. Candy se alarmó desde que él tomo sus manos, pero no tuvo fuerzas para soltarse y se dejo llevar como si siguiera dormida. Neil beso sus manos, sus labios acariciaban la piel de ella, beso los moretones que tenia en sus brazos marcados y de ultimo le robo un beso. Besó su labio lentamente y luego se introdujo dentro de sus labios saboreando de su boca. Ella quiso detener todo eso pero su cuerpo no le respondía al contrario, pareciera que mariposas volaban en su estomago dándole cosquillas en lugar de rechazarlo, al no responder al acto de el, daba pasos a sus besos...
Capítulo V. Por Soly
Un alma al desnudo Ya era una semana desde que Candy intentó escapar de la mansión de los Leegan, Neil se desvivía por atenderla, que nada le faltara y que estuviera lo más cómoda posible. A Candy todo le parecía muy extraño, pese a que su cabeza le decía que toda la actitud de Neil llevaba doble intención, algo en su corazón decía lo contrario, le decía que confiara en él, solamente eso “CONFIANZA”, su corazón quería darle a entender que era más que una palabra con nueve letras y eso se repetía constantemente “CONFIANZA”, “CONFIANZA”, “CONFIANZA”... Conforme iban avanzando los días, con sus cuidados Neil logró que Candy cada vez se sintiera segura en esa casa, aunque ella no tenía ni la más mínima idea de los enfrentamientos por los que él tuvo que pasar con su madre y hermana, pese a la aprobación del Sr. Leegan de apoyarlo en lo que se refería a Candy. Como todas las mañanas Neil fue a la habitación de Candy. - Candy, ¿cómo te sientes? - Muy bien, gracias – dijo sonriente. - Hoy es un día hermoso, ¿quieres ir a dar una vuelta al jardín conmigo? De momento, Candy no supo que decir, más bien su cabeza decía que no, pero su corazón decía que sí, y le hizo caso a este. - Sí Neil acepto, quiero ir contigo Neil estaba impresionado, un “SI ACEPTO” de su querida Candy cambió por completo su día, un “SI ACEPTO” simple a oídos de los demás pero para él, esas palabras eran la gloria. - Gracias Candy – mencionó nervioso – diré a alguien de la servidumbre que venga a ayudarte a vestirte. - No gracias Neil, no es necesario – contestó un poco sorprendida - Por favor – la tomó de la mano – estás muy débil aún, deja que alguien venga a ayudarte. - Esta bien, gracias Neil estaba a punto de salir de la habitación cuando Candy sorpresivamente lo tomó de la mano. - Neil – al darse cuenta lo soltó no sin antes ruborizarse – gracias has sido muy amable conmigo - No tienes nada que agradecer, lo hago con mucho gusto. Neil salió de la habitación y después de decirle a una mucama que ayudara a Candy, fue interceptado por Eliza. - Hola hermanito, ¿cómo estas?, hace tiempo que no te veo con tanta frecuencia – preguntó un tanto burlona
- Hola Eliza, ¿qué deseas? – dijo un poco molesto - Solo quería saludarte, me preocupo por ti, mira nada más que ojeras tienes, ¿no crees que ya fue mucho tiempo de estar cuidando a esa...? - ¡¡Fíjate como te diriges a Candy!!, no voy a permitir un solo insulto hacía su persona y para tu información hermanita, la seguiré cuidando el tiempo que sea necesario. - ¿Aún cuando ella no ha dejado de rechazarte? - Eliza, no voy a permitir que... Eliza no lo dejo terminar, en ese momento, Candy venía bajando las escaleras con mucho cuidado pues aun se encontraba débil. -
Pero miren quien viene ahí?. Que tal Candy, como te sientes? Muy bien Eliza, gracias – Contestó con una frágil voz. Van a ir a pasear? Así es hermanita, y si no te importa nos retiramos. Como gusten, tengo cosas más importantes que hacer. Vamos Candy? Si vamos
Estando en el jardín, Candy sintió una tranquilidad enorme que se sentía tan contenta, aun cuando su acompañante era Neil. - Neil? - Sí Candy - No quiero que por mi causa tengas problemas con tu familia - No Candy, tú no me causas ningún problema, aunque así fuera creo que lo merezco, quiero revindicarme contigo y.. - Neil, quiero pedirte un favor – lo interrumpió - Lo que me pidas te concederé - Solo quiero saber si Albert y Archie están de regreso, deseo verlos. - Es que no te sientes a gusto aquí?? – preguntó preocupado - No.... digo sí, no voy a negar que has hecho hasta lo imposible para que me sienta bien y te lo agradezco, pero ellos deben estar preocupados por mi, no crees? - Esta bien, lo haré y en cuanto estés más recuperada te prometo que te llevaré a la mansión de los Andley para que termines de recuperarte pronto, de acuerdo? - ¡¡¡Gracias!!! Sus ojos volvieron a tener aquel brillo que tenía días perdido, y para él fue suficiente saber que podía hacer algo por aquella mujer que sufría un mal de amores. Caminaron por el jardín Candy iba del brazo de Neil, él se sentía el hombre más afortunado del planeta; después de caminar por un buen rato, se sentaron en una banca, Neil hablaba con Candy sobre su niñez y dejó al descubierto lo que su alma guardaba. - Candy, es lógico que tengas desconfianza, pero estoy dispuesto a cambiar por ti. - Por mí???, no Neil, tienes que cambiar porque estas convencido de hacerlo por... - Si lo estoy, pero para ser sincero eres el motor de mi vida - Neil – quiso cambiar de conversación – cuéntame más de ti, quisiera conocerte. - ¿Qué te puedo decir?, yo era un niño muy feliz, feliz como cualquier otro, recuerdo que le hacía bromas a Eliza.... - ¡¡¡¿¿¿Bromas???!!!, como es eso??? – preguntó sorprendida
- Si, recuerdo que cuando tenía 7 u 8 años en el sótano había pintura... jajajaja, ahora me acuerdo mejor... – movía la cabeza de un lado a otro – no fue una broma en sí, más bien solo quería ayudarla... - No me dirás que... - Posiblemente es lo que te imaginas, Eliza había dicho que quería que nuevamente pintaran su habitación y yo quise ayudar a hacerlo.... así que fui al sótano por la pintura, empezando porque iba dejando gotas de pintura en el camino, después empecé a pintarlo, pero sin quitar nada, así que cuando Eliza llegó, se espantó al ver como había quedado que gritó, tal fue el grito que yo caí de la escalera donde estaba y a ¡¡Eliza le cayó la pintura encima!! Jajajajaja, fue un desastre total. - Jajajajaja – Candy reía, nuevamente volvía a reír como ya tenia días de no hacerlo – No puedo creerlo, no me imagino la cara de Eliza - Eso fue lo de menos, mi mamá me reto y quede castigado por una semana, aaayyy Candy, si tu supieras, así como esa tengo varias que algún día espero contarte porque las he olvidado – dijo melancólico - Porque Neil???, que paso???, porque si tienes tantos recuerdos hermosos, los has olvidado??? - Ahora soy muy solitario, como decirte, mira Candy, lo tengo todo, y sin embargo no tengo nada. - ¿Como es eso? – pregunto intrigada - Tengo padres, un padre que se la pasa en sus negocios y una madre que solo busca su vida social, por eso crecí así, tal vez egoísta, todo lo que pedía me lo daban, todo, nada me negaban, excepto lo más importante que es el amor, la compañía, todo lo que conlleva la palabra familia, me faltó familia unida A sus ojos asomaban lagrimas, lagrimas amargas, Neil estaba abriendo su corazón, quería que Candy conociera lo que él había guardado con recelo y que se había prometido no comentárselo a nadie, ahora había cambiado de parecer y quería que la mujer que él amaba y que tenía enfrente lo conociera. - Eliza y yo nos unimos más, pero a ella le hizo más falta ese cariño, yo me dejé arrastrar por lo que ella hacía, ahora quiero empezar de nuevo, quiero saber los negocios de la familia y quitarme lo negativo que hay en mi. - Y lo vas a lograr, estoy segura - Si tengo un poco de tu apoyo y confianza, lo lograré más rápido - Cuentas con ellos - Vamos, es hora de que vayas a descansar y después iré a la mansión de los Andley para saber si hay alguien de mis primos para que te vayas como te lo prometí - Gracias Neil – y sin pensarlo lo abrazó En cuanto Neil dejó a Candy en la habitación para que descansara, decidió ir a casa de los Andley para ver si Archie ya se encontraba en ella. - Neil, ¿qué haces aquí? – preguntó Archie molesto - No te molestes, deseo hablar contigo, vamos Archie, escucha lo que tengo que decirte - Esta bien, vamos adentro Estando los dos en la sala, Neil les relató lo que Candy tuvo que pasar en Nueva York, llevaba días en su casa, le contó todo lo que había pasado con Terry y que ella esta completamente desecha. - No puedo creerlo, ¿te aprovechaste de la situación Neil? – Le comentó Archie muy molesto con ganas de golpearlo - Calma Archie, déjame hablar
- Quiero que sepas que en ningún momento me aproveche, simplemente quise cuidarla y darle lo necesario para que se recuperara. Neil no quería que aun se supiera que la amaba, se había hecho el propósito de hacer las pases con la familia por el bienestar de Candy y que más adelante se enteraran de sus intenciones hacia ella, pero solo cuando ellos estuvieran convencidos de sus buenos sentimientos hablaría del asunto. - Solo vine a ponerte al tanto de la situación, mañana Candy regresará aquí para que se recupere lo más pronto posible - ¿Y porque no vamos por ella ahora? - No, es mejor que hoy se quede en mi casa y mañana a primera hora la traeré - ¿Cómo voy a confiar en ti? - Debes hacerlo, no voy a perjudicarla, me interesa que recupere su salud - Muy bien, pero si mañana no está aquí entonces... - No es necesario tu amenaza, Candy estará de regreso, hasta luego. Cuando llegó a su casa, se encontró con la sorpresa de que Eliza le había llevado la comida a Candy - Esto no es normal, Eliza algo trama Fue a buscarla a su habitación, pero no la encontró, había salido a realizar unas compras, entonces se dirigió a la habitación donde se encontraba Candy - Candy, te encuentras bien - Sí, gracias, estás preocupado, pasa algo? - Nada es solo que... - Que pasa???? - Me dijeron que Eliza… - AAAhhh eso, no te preocupes, no me hizo nada, se portó muy bien, hasta me extraño – dijo guiñándole un ojo Ese gesto fue hermoso a los ojos de Neil, aunque sabia que era la última tarde que la vería, le dijo que al día siguiente se iría a su casa - Sabes Candy????, mañana te llevaré a tu casa, Archie te espera - ¡¡Archie!!, que alegría, gracias Neil, no sabes lo feliz que soy - Candy, quisiera saber... si... – dudó en preguntarle – me permitirías ir a visitarte ahora que ya no estarás mas aquí???? - Por supuesto, eso sí vas a tener que hacer las pases con Archie - Claro que lo haré, por ti lo haré - Muy bien, así será, voy a dormir, estoy agotada - Duerme, te leeré un libro, que te parece “Sueños de Verano” - Estupendo Así Neil empezó a leer un capítulo, cuando creyó que dormía la tomó de la mano y dijo - Candy, cuando voy caminando construyo tus recuerdos llenos de alegría y amor, no sabes como envidiaba a mis primos y a ti, porque a pesar de estar solos, siempre estaban felices, unidos ante toda adversidad y tu alegría tan contagiosa; que mal estaba al envidarlos, ahora que se que tengo la oportunidad de entrar en tu vida, lo haré, poco a poco pero con el corazón por delante para bien tuyo seré el mejor.
Sin decir más se retiró de la habitación, Candy no dormía y escuchó todo lo que Neil dijo, y hubo un detalle en su ausencia que hizo conocer su lado sensible.
Al retirarle la comida, Candy se asomó por el ventanal y vio a lo lejos un lugar abandonado pero resaltaban unas “Dulce Candy” - Disculpe, esas rosas son... - Son las que el joven Anthony plantaba en su portal, el Sr. Neil trajo dos rosas y las ha cuidado con tanto amor, que ya dieron sus retoños, él quiere tener un rosal, pero esta en un lugar olvidado, solo él y parte de nosotros sabe lo que tiene ahí, nadie más, es un secreto que tiene guardado hacía su familia; cuando está triste se refugia en ese lugar. Se le ofrece algo más Señorita Candy? - No muchas gracias - Con permiso Candy se quedo contenta por el día que había tenido, había conocido el alma desnuda de Neil, y pensó que se daría la oportunidad de conocerlo mejor y descubrir a fondo lo que su alma guardaba.
Capítulo VI. Por Alondrita
El comienzo Ese día, todo, había salido mal, Eliza y la Sra. Leegan, aprovechando la ausencia del jefe de la familia, hicieron el día imposible a Neil y, para coronar todo aquello Candy había rehusado a acompañarlo a pasear. - Yo no soy el responsable- gritaba y rabiaba –Candy… no soy responsable de tu cautiverio en esta casa- hablaba a la nada desquiciado al tiempo que hacía su suerte a las pequeñas rosas en su refugio, las despedazaba y dejaba salir toda aquella impotencia y todo aquel estrés que hubo vivido por tanto tiempo ya. - "Quise llevarte a Lakewood Candy, Eliza y mi madre no me han dejado y si me niego será peor para ti. ¿Cómo vivir juntos si mi familia te odiara?, si ellas han pensado en que te quedes acá es porque así estarás a mi lado, quieren forzarte a estar aquí más tiempo… no es lo que yo quería pero…" pensaba mientras pateaba, arrancaba y despedazaba cada pedazo que encontraba a su alcance. Finalmente se arrojó con desespero al suelo, interpretando en derrota algo parecido a sus berrinches de pequeño. Ya de rodillas a su vista queda una sola rosa que hubo quedado a salvo de su ira. La tomó y sintió como enfocaba su dolor a un culpable – ¿Por qué no me escuchaste? ¿Por qué me juzgaste nuevamente por mi pasado? He madurado- le decía a la rosa como representación de la persona aquella que le dolía tanto. -¿Cómo te atreves a hablarme de esa estúpida manera?, te crees con derecho de seguir pisoteando mi orgullo.- Reflexionó un momento – Pero yo tengo la culpa de ello, estúpido tu- se dijo golpeando a su cabeza. –Pero no más – aseveró con rabia mientras entre hacía incrustarse las espinas de aquella rosa en sus manos y hacerle sangrar.
En una de las habitaciones de la casa una hermosa joven, aún delicada de salud, arreglaba una forma escapar. Al salir por el vano de la ventana pudo percatarse del espectáculo que se llevaba a cabo en un lugar apartado del jardín. Pudo distinguir como el joven que por poco gana su confianza despedazaba aquellas inocentes rosas que tanto representaban para aquella joven. Aquella escena retuvo un tanto la huída de la chica al grado de desbalancearla y apenas salvarse de una caída fatal. Fue entonces que tomó la determinación de no mirar más y seguir con su plan, la muerte de aquellas Dulcecandy mermaban sus fuerzas, le dolían en el alma, sin embargo necesitaba salir de ahí, y ahora más que nunca. Abajo le esperaba Dyana para avisarle el joven Samuel, nuevo chofer de la familia Leegan, no podría llevarla como habían planeado dado que Eliza decidió repentinamente salir de compras.
Candy caminó solitaria con rumbo a Lakewood, la servidumbre no podía acompañarle, ni el buen jardinero, ni Dyana, ni nadie, ya que el nuevo administrador de la servidumbre les mantenía en constante control y vigilancia en sus actividades y aún en su vida privada. Una combinación de debilidad, desgaste ante el espectáculo observado, el sol, el viento y el dolor de su corazón por Terry, renacido al estar nuevamente en soledad, cobraron su factura una vez más. Candy pudo a penas sostener su cuerpo en el tronco de un árbol. Un conductor que pasaba por ahí se detuvo y le ofreció llevarla, ella apenas pudo asentir con la cabeza y se desvaneció. El joven Warren intentaba reanimarla y entablar conversación para mantenerla conciente, no se veía nada bien. Entre sueños mencionó Chicago y entonces se decidió a llevarla hacia allá, dado que era su destino casualmente.
-¡¿En dónde está?!- Reñía Archie a Neil, quien ante el vacío de aquella habitación en que hubo estado la chica antes quedó en silencio. -¡TODO FUE UN ENGAÑO NO ES ASÍ NEIL!-Gritaba con profunda molestia el joven, mientras le acertaba un golpe y salía despavoridamente de aquel lugar.
La joven despertaba y conversaba con Warren… - ¿Está bien?- preguntaba con preocupación Warren - Si, gracias, solo estoy fatigada. - ¿A dónde quiere que la lleve?, me tomé la libertad de dirigirnos a Chicago porque me respondió que usted trabajaba ahí, espero estar en lo correcto, porque ya estamos muy cerca - Eh!... Está bien, gracias- dijo ella y volvió a dormir. Warren trabajaba en las oficinas del ferrocarril y, dado que la joven aún no despertaba, decidió bajar a reportarse y después volver con ella a despertarle, pero al regresar a su auto se encontró conque ella no estaba. Un alboroto se desató en aquel lugar, habían encontrado a una joven desmayada, con un ligero equipaje en sus manos. - Es una Andley- gritaba un joven que había buscado entre sus cosas para hacerse de algo que le dijera sobre la identidad de la chica, y encontrado una carta escrita por Terrence G. Grandchester a la Srita. Candice White Andley. Fue así que Candy terminó en la casa de los Andley en Chicago, teniendo por compañía a Annie, Patty y Archie al despertar. Salió de esa casa después de verse enferma con su presencia la Tía Abuela Elroy, acompañada por sus amigos, quienes la llevaron al lado del buen Albert, aún con amnesia para ese entonces. Los meses pasaron, Albert recobraría su memoria y revelaría a Candy su identidad después de un intento de Neil por retomar aquel afecto adquirido y crecido en esos días en la mansión Leegan. Sin
embargo ahora su corazón no tenía capacidad de abrirse aún, estaba herido y le costaba trabajo aceptar los constantes rechazos de Candy.
- Candy- dijo sorprendiendo a la chica fuera de su departamento. - No quiero tener nada que ver con… Pero sus palabras se vieron interrumpidas, él la tenía entre sus brazos y asestaba un apasionado y arrebatado beso a la chica. Ella se resistía, pero él la sujetaba con fuerza. Se liberó y lo empujó hasta hacerlo golpear con el suelo. Lo miró con lágrimas en sus ojos y no emitió palabra alguna, solo estaba ahí, dejando al viento interceder por ella, por sus palabras, recordando como fue mentira tantos cuidados y cariño que le hubo brindado. "Podía haberme librado antes" pensaba la chica Sorprendida al descubrir el gusto que le había causado aquel beso robado "es un idiota Candy, un idiota y un maldito, no es que esconda su corazón tras una máscara, es que es su cara en realidad" se repetía la chica mientras observaba al joven ponerse en pie y mirarla con decisión y orgullo, de una forma que le hacía recordar esas miradas dolorosamente protectoras y arrogantes de su amor del pasado. Pero en esta había algo más, había un largo pasado, uno que Neil habría de confrontar y justificar como tal, como cosas de juventud e imprudencia, antes de lograr si quiera en aquella joven cariño hacia él. "Me amarás Candy, me amas lo se… me aceptarás, ese golpe no me duele más, te besé y eso hace valer la pena todo esto, es solo el comienzo… me amarás con mi orgullo y elegancia, me amarás porque tenemos historia juntos, me amarás porque te has clavado en lo más hondo de mi alma" Decía en mudas palabras internas el joven mientras observaba a la joven y la devoraba y desvestía con la mirada.
Capítulo VII. Por Perlita
Pensamientos Realmente esa noche no era posible conciliar el sueño, una mezcla de tristeza, rabia e impotencia invadían su alma. Contra todo lo que cualquiera hubiera pensado, contra todo lo que él mismo hubiera deseado, su corazón se había rendido profundamente ante Candy. El primer paso fue aceptarlo, el segundo, confesarlo a su familia, el tercero enterar a la chica. Poco importaba cual había sido el paso más difícil, a final de cuentas, el resultado era que estaba sin ella. De muy poco sirvió la influencia de su madre en la Tía Elroy, de muy poco sirvió ser de sus sobrinos predilectos, nunca contó con que el "infeliz vagabundo" con quien vivía Candy, era ni más ni menos que el mismo Tío William. Y por su orgullo, por su altanería manifestada siempre abiertamente a los de menor condición social, ahora sabía que jamás contaría con el respaldo del jefe de la familia, y mucho menos para obligar a Candy a ser su esposa. La chica había dicho un no definitivo, y la palabra de ella era ley con el jefe de la familia. Y él que para esas alturas ya esperaba haberla hecho su esposa, él que se disponía a cambiar todo lo que ella le pidiera con tal de conservarla a su lado... pero Candy, necia y terca, como él la veía, no le daba una sola oportunidad; lo había encasillado sin darle oportunidad a demostrarle nada. Llevaba horas en la cama sin poder dormir, pensando en Candy, y pensando en lo que se había convertido un sueño recurrente. Se encontraba con ella en un camino, trataba de darle un anillo de compromiso y ella lo rechazaba. "¿Porqué?" le preguntaba "¿acaso él te lastimó tanto? ¿acaso haberle dado una oportunidad a ese actor de cuarta, y haber fallado en conquistar su amor te dejó incapacitada para siempre? Porque, como quiera que sea, quien tenía mala reputación y vicios arraigados en el colegio era él, no yo. Yo, es cierto, era malo contigo, Candy, pero nunca obtuve una mala nota, un mal reporte en mi expediente, ni cualquier actitud que a criterio de las maestras ameritaran mi suspensión" y entonces, en lo profundo de su alma, ella le contestaba "él era malo con todos, menos conmigo, y cuando fuiste malo conmigo, él me salvó de ti". Enseguida ella caminaba hasta desvanecerse entre la bruma, y él quedaba solo. No era nada agradable tener ese sueño y despertar llorando cada vez. Y la frustración se apoderaba de su alma. Pasaba por todos los estados de ánimo, por todos los pensamientos posibles, desde los más sublimes hasta los mas insanos, pensando en como convencerla, en como conquistarla, o en como poseerla. "Si tan solo me dejara hablar" y apretaba los puños maldiciendo a su suerte.
Si había alguna persona que Eliza odiaba en este mundo, definitivamente esa persona era Candy, después de todo, en su particular forma de ver la vida, esa maldita advenediza le había robado sus oportunidades de ser feliz, de vivir el amor, dos veces. Pero, si había una persona que Eliza amara verdaderamente, es decir, procurando su bienestar sin exigir nada a cambio, ese era su hermano, "y
ahora" pensaba Eliza "por culpa de esa maldita mi hermano está desperdiciando su vida, sus fuerzas, en vano. Por culpa de esa hospiciana, mi hermano está sufriendo" . Definitivamente, Candy no era el ideal de cuñada para Eliza, ya era bastante humillante que en las reuniones sociales mas importantes, Candy siempre tuviera un lugar preferencial en la mesa, mejores vestidos, y más atención de parte de los demás, como para pensar en la idea, terrible idea, de compartir la mesa con ella de a diario. Pero estaba consciente que su hermano estaba enamorado de ella, y aunque trató de persuadirlo de mil maneras, no soportaba verlo tan decaído, tan humillado, tan deprimido. Y algo debía poder hacer ella para forzarla, o convencerla, de que lo mejor era que aceptara esa unión con Neil.
Candy se sentía de muy buen humor, a pesar de no contar con un amor en su vida, tenía su profesión, podía ayudar a los demás y eso la revitalizaba. Sus amigos eran felices, y siempre estaban cerca de ella. Al saber que Albert era el jefe de la familia, se sintió más unida a él, y más unida a la familia, encontrando la explicación de porqué el siempre aparecía cuando ella lo necesitaba. La tía la medio perdonó por las atenciones que tuvo con Albert mientras este tuvo amnesia. Y todos esos factores hicieron que ambas mujeres aceptaran de buen grado que Candy viviera en la mansión de los Andley, así que ella por fin se sentía integrada en una familia. Si, realmente no deseaba nada más en su vida ¿o eso quería creer? Candy abandonó sus pensamientos cuando una de sus compañeras de trabajo le informó que tenía una visita. Como faltaban unos minutos para su descanso, guardó unos materiales y se dirigió al patio interior del hospital en el cual trabajaba, para encontrarse con una muy sonriente Patricia O’Brian. - Conocí a alguien, Candy, y voy a casarme- dijo la morena sin esperar siquiera al saludo de su amiga. - Patty, eso es... maravilloso- dijo mientras la abrazaba- pero, ven, siéntate, cuéntamelo todo. - Bueno, pues, está estudiando para ser abogado, lo conocí hace poco en una fiesta, es hijo de unos amigos de mis papás... bueno, en realidad ya lo conocía cuando era niña, pero ahora es muy diferente. Recuerdo que de niños me molestaba mucho por mis gafas, se burlaba mucho de mi, pero ahora, es tan distinto. Te confieso, que hasta me sorprendí yo misma, porque, nunca imaginé que él alguna vez tratara de conquistarme, y mucho menos pensé lo rápido que yo le correspondería. La mente de Candy, sin quererlo, inmediatamente voló hacia la imagen de Neil, a su comportamiento con ella en los inicios de su adolescencia, y a como se comportaba en fechas más recientes ¿realmente una persona podía cambiar, en verdad cambiar, su manera de comportarse y de tratar a los demás por amor? ¿realmente alguien podía llegar a amar a una persona que hasta hace poco había odiado? ¿realmente Neil Leegan la amaba? - Entonces Candy – la voz de Patty interrumpió sus pensamientos- ¿aceptas ser mi dama de honor? - Claro Patty, y, ¿cuando es la boda? - Te lo acabo de decir, es en cuatro meses, apenas estamos con tiempo para mandarnos a hacer los vestidos. - Cierto, perdón, me fui un poco... ¿y dónde será la boda? - Candy, ¿te sientes bien? También te acabo de decir que nos casaremos en Inglaterra. De verdad que estás ida.
- Debe ser que te envidio un poco- dijo riendo, y provocando un poco la risa de su amiga, pero, al mismo tiempo, se dió cuenta de la razón que tenían esas pocas palabras. Candy se despidió de su amiga excusándose en que el descanso había terminado, y que tenía mucho trabajo en el hospital, quedando de reunirse al día siguiente, día libre de Candy, para arreglar detalles referentes a los vestidos de ambas. Pero el resto del día Candy estuvo muy pensativa. Hasta unas horas antes, ella se sentía realizada, pero, ahora que una de sus amigas decidía un camino distinto para su vida, se sintió incompleta. Si de niña alguna vez soñó estar con su príncipe, si en su recién comenzada adolescencia se esforzó en ser una dama para casarse con Anthony, si cuando ya había elegido una profesión, y antes de separarse, deseó casarse con Terry, ¿que la había llevado a esa resignación en su soledad? ¿era quizá un oculto deseo de no volver a sufrir? ¿o el hecho de creer secretamente que sus amigos, al igual que ella, no buscarían la forma de ser felices? Y sobre todo, pensó en Patty, quien le dió a un joven la segunda oportunidad que ella le había negado a Neil. ¿de verdad Neil no merecía otra oportunidad? Y con esos pensamientos, le llegó a Candy el final de su jornada laboral. Salió del hospital con algo de frío, así que caminaba con la cabeza baja, abrazándose a sí misma, cuando escuchó una voz que la llamaba.
Capítulo VIII. Por Laurie
Entre rosas… ¿Qué ocurre cuando de pronto lo que tanto deseas se te niega?... ¿Qué pasa cuando por primera vez sientes necesitar algo que no puedes conseguir a través del valor del dinero?... Es lógico que al principio te exacerbes y llenes de ira. Culpar de ceguera o una gran diferencia de intereses, es una de las primeras opciones... Después negocias un poco la situación y exploras tus virtudes, hasta que finalmente mandas al diablo todo y le restes importancia... No era para mi, es quizá la frase final que describe la derrota. El valor del dinero... - recordó de súbito la forma en la que su madre y hermana habían intentado influenciar las decisiones de la tía abuela, poniendo las cosas a su favor... Él estúpidamente pensó que seria bueno hacerlo... podría ser la ultima jugada... pero podría ser tan peligrosa como afectiva... Y así fue... Aun con todo el apoyo de la Tía abuela y la insistencia que su madre y hermana ejercían sobre ella, nada se pudo hacer cuando El Tío William apareció y defendió a capa y espada a "su hija" de cualquier imposición matrimonial... Era obvio que solo tendría a la chica a través del matrimonio y siendo sinceros la idea le agradaba mucho... Si equilibraba sus sentimientos, se daba fácilmente cuenta de que le gustara o no, estaban presos de la huérfana pecosa que llegó a su casa siendo una chiquilla... Bebió frustradamente el contenido de su copa de Whisky, ¡Diablos!... entre todas las personas posibles su tonto corazón eligió justamente a la chica a la que gustaba de hacerle la vida imposible... Recordó todas las burlas que solía hacer a espaldas de Anthony, cuando este vivía babeaba por ella al igual que Stear y Archie... ¡Archie!... a ese mejor ni lo mencionaba... Annie Britter lo tenia hechizado... los ojos le brillaban en su presencia, se comportaba de la forma mas cursi y se desvivía por ella... Cada recuerdo de una burla realizada en otros en el pasado, era en verdad una gran estocada para el mismo, por que le gustara o no tenia que reconocer que su temple lo abandonaba cada que veía a Candy... Llevaba gran parte de la tarde en su estudio, sin salir de ahí,: tratando de revivir todos los momentos que había pasado junto a Candy... y como es que la influencia de su familia había sido fundamental en ello... En ese justo momento estaba solo en la casa, su madre y hermana estaban en Lakewood acompañando a la tía abuela, mientras su padre estaba de viaje de negocios. Sarah y Eliza no quitaban el dedo del renglón y seguían ejerciendo presión discreta sobre la tía abuela... Ambas insistían en que el matrimonio de Candy y Neil, era la mejor opción para el futuro de la familia. Neil llego hasta la repisa de la chimenea y observo el cuadro de su familia cuando él era un niño aun... La expresión de su madre no dejaba dudas, su elegancia y porte revelaban a una mujer de mundo preocupada en exceso por convencionalismos... su hermana inevitablemente había seguido esa escuela... ¿Por qué insistía en su matrimonio con Candy si la odiaba?... ¿Y si él la detestara como antes?... ¿Seguiría de igual forma empecinada en esa unión?... Suspiro con algo de tristeza al encontrar en su imagen materna la convicción del bienestar propio y no la sincera preocupación por la felicidad de un hijo... Sonrió tristemente resignándose con semejante madre... Contrario a su figura soberbia, elegante e imponente, su padre se mostraba más bonachón... detuvo su vista por largos momentos en el óleo... por primera vez su padre no le pareció demasiado cansado, pasivo o fuera de contexto... lo que más importa es lo que no se ve a simple vista Neil, lo verdaderamente valioso se ve con los ojos ocultos...
sabes que existe solo hasta que lo sientes... y una vez que esto pasa, es como si una corriente eléctrica te atravesara desde el cuerpo hasta lugares que jamás creíste que existieran en tu ser... Apretó su copa y comprobó la veracidad de las que antes fueran "las estúpidas palabras de papa"... Jamás sentí algo así... bien valió la pena el golpe... - se dijo a sí mismo mientras se acariciaba los labios y rememoraba el seductor sabor de la chica- Esta furiosa conmigo... pero algo me dice que debo insistir... no debo dejarme vencer tan fácilmente... sí ahora siento esto, tal vez nunca pueda volver a sentirlo... tengo que convencerla de que soy yo quien le conviene... de que a mi lado será feliz... Salió del despacho cuando una de las mucamas iba pasando, por poco y se estampaba con ella... la joven se disculpo y otro recuerdo llego a su memoria... "Si le ofrece las flores con todo su corazón, de seguro ella aceptara"... Tomo su saco y escucho las campanadas del reloj que le indicaban era la mejor hora...
-¿Por qué saliste sin saco? - sintió el cálido saco de lana que él colocó en sus hombros... de inmediato un inquietante y masculino olor a sándalo lleno su nariz... -Creí que había quedado claro que no deseaba verte mas... - detuvo su paso enfrentándolo con tanta fuerza como pudo, pero temblando en el fondo... el recuerdo de los hechos del departamento llegó hasta ella, creando una interna lucha con las ideas que hasta hace poco inundaban su mente... ¿Darle una segunda oportunidad?... ¿Se la merecía realmente? -Si, pero debo decirte que no sé que me paso ese día... tengo algo de vergüenza contigo... -¿Vergüenza tu Neil?... ¡Por favor!... - ella aceleró el paso sin quitarse el saco... -Me vi muy mal... me derribaste de un solo golpe y eso no me agrada... Si deseas pelea puedo dar una mucho mejor... - Candy se quedo sin habla... él muy... muy... la buscaba solo para burlarse de ella... se sentía apenado, no por sus acciones, sino por lo mal que se había visto al ser vencido tan fácilmente... -¡Estas loco!... por favor déjame en paz... -Quiero que me des la oportunidad de demostrarte que no te tengo miedo y que por tal no estoy a la defensiva ante ti... -¿De que hablas? - pregunto Candy sin entender nada... -De un replanteamiento de nuestra relación... de una petición de disculpas y un ofrecimiento de amistad... – mencionó en un tono muy diferente a los que Candy le había conocido... no era un chiquillo caprichoso, ni un pedante altanero, pero tampoco el de alguien que temía... por primera vez encontró masculinos matices en su voz que de nueva cuenta le hicieron pensar en el beso robado del departamento... -Neil... yo... creo que... tienes razón- contestó pero la debilidad de su voz para nada convenció a Neil...- acepto que no has sido una persona precisamente agradable para mi, pero tu tienes la culpa, siempre me has tratado mal, me has considerado menos y prueba de eso es que siempre actúas sin mi consentimiento... Si lo que dices es cierto y en verdad te interesa mi amistad, deberás tener en cuenta que no me agrada que ignoren mis opiniones... -A mi tampoco Candy... -Aunque cuando... cuando... estuve enferma, tengo que reconocer que fuiste muy amable conmigo... y te lo agradezco... y por cierto... creo que ya habíamos hablado sobre replantear nuestra amistad, cuando estuve en tu casa...- agrego tímidamente -Sí, pero saliste huyendo, cuando me habías prometido no hacerlo... Faltaste a la promesa a un amigo... -Oye tu me... -Olvidemos eso... dijo él tomándola por los hombros y caminando hacía su auto con prisa... -Neil espera...- Candy detuvo la súbita carrera dándose cuenta de que se dirigían al auto de Neil...
-Cuando haces una promesa, es necesario reforzarla con algo... y quiero darte una sorpresa ahora mismo... ¿Vienes conmigo? -¿Una sorpresa?... El chico sonrió y se deleito en la naciente confianza reflejada en los ojos verdes. Identificar tal cosa lo armo de valentía y gusto, haciendo que una idea le surgiera de pronto. La chica rompió el contacto y se acomodo el saco en los hombros... el extendió su brazo para caminar a su lado mientras que Candy se quedo estática, dudando en aceptarlo... sin embargo no era la duda la que le causaba el mayor desasosiego... Eran los recuerdos de lo que había sentido la última vez que lo había visto... el recuerdo del contacto de sus labios... su beso invasor y los brazos fuertes que la rodeaban e inmovilizaban... El brillo reflejado en sus ojos le mostraba parte de una persona como antes no había conocido... la mezcla de cinismo, ternura y algo de burla la desubicaban demasiado... un vago recuerdo llegaba haciéndola aún sentir nostalgia, sin embargo entendía que eran abismalmente diferentes. Él estaba lejos de su vida, de toda ella... -Neil... me gustaría, pero...
¿Por que no aceptaste?... Candy seguía con la duda cambiando de posición una y otra vez en la cama... A decir verdad se sentía tranquila de haber hablado con Neil y establecer de nueva cuenta una tregua, muy en el fondo algo le decía que había sido una buena decisión y que no se arrepentiría... No había accedido esa tarde a recibir la sorpresa de Neil, pero ante la negativa disfrazada con excusas, él permaneció constante hasta que arranco un si para el próximo descanso, que seria en dos días mas. ¿Qué tipo de sorpresa querrá darme?... Inevitablemente Candy se hacia esa pregunta una y otra vez. Quizá algún regalo, porque dijera lo que dijera, Neil Leegan seguía siendo gente que pensaba en el valor material de las cosas... ¿Aceptaría algo que viniera de él?... No estaba segura... Dio una vuelta más en la cama e inevitablemente una zozobra mayor la invadía cuando recordaba el contacto de sus labios... revisó en sus sentimientos y aun cuando no fue precisamente agradable, no tenía tampoco porque decir que le había desagradado... Su segundo beso... robado también... Después de esa ocasión vio a Terrence en muy pocas ocasiones y luego vino la inminente despedida... Definitivamente no tenía porque ser igual, pero fue imposible no plantear la posibilidad... ¿Sí Neil se fuera?... la Candy de siempre pensaría que era una bendición no saber de él, tenerlo fuera de su contexto... Esa noche, sin embargo, Candy no supo si alegrarse o preocuparse ante el extraño sentimiento que le surgía...
Candy caminaba en medio de la noche, sus pasos la llevaron hacia un prado de gran belleza, pero lejos de alegrarla o animarla se lleno de gran tristeza con la imagen: sin piedad las rosas que tanto amaba eran destruidas... Con toda furia Neil pasaba sobre ellas pisoteándolas y mancillando los delicados pétalos, al tiempo que pronunciaba injurias incomprensibles, pero que al igual que sus movimientos lastimaban. Sin poder evitarlo se fue acercando poco a poco hasta que se vio en medio del cúmulo de pétalos blancos. Sintió escalofrío recorriéndole todo el cuerpo y trato de cerrar la más la bata blanca que la cubría, misma que inexplicablemente se hacía más pequeña cada vez... volteo la mirada y se dio cuenta de que era observaba con gran atención por parte de Neil..., quiso huir y
retroceder al ver su mirada penetrante llena de algo más que furia, sus ojos centelleaban un brillo hasta ahora visto... Completamente excitado Neil se acerco hasta ella y recorrió su figura sin represiones... Fue entonces que Candy pudo dar un paso atrás y se dio cuenta como Neil se aproximaba... ella siguió retrocediendo hasta que la distancia entre ellos fue inferior a un metro. El chico igualaba sus movimientos y cuando ella quiso huir, su mano la retuvo fuertemente por un brazo sin separar la mirada de su silueta... -¿Por qué destruyes mis rosas?.. – pregunto al punto de las lagrimas... – Era tan excitante verla así... tan susceptible, tan frágil... tan fácilmente alcanzable... -Sí son como tu, volverán a resurgir... Además te hago un favor destruyéndolas... tu pasado vive en ellas... y te quiero libre de él... cuando así sea... ya veras que volverán a brotar... -¡A ti no te importa mi vida! – Espetó ella... -Claro que me importa... te quiero libre, completamente libre... sólo así podrás amarme justo como yo quiero... – decía mientras enredaba sus brazos alrededor de ella y estrujaba su cuerpo encerrándolo entre el propio y un árbol... -¿Neil que haces?... ¡Quítate!... a punto de las lagrimas se retorcía intentando escapar... -Te demuestro que es lo que en el fondo deseas... – dijo mientras se hacía a un lado y apuntaba los pétalos que ya no eran blancos sino rojos, mismos que trajeron el recuerdo de... su último viaje... -¡Suéltame!- seguía diciendo sintiendo de nuevo la ansiedad de ver volar cientos de pétalos rojos detrás del carruaje que llevaba a Terry y Sussana... luego el ramo dejado a los tramoyistas después del berrinche con Neil... Sintió su rostro extremadamente cerca y su aliento sobre su rostro... definitivamente era el dueño de la situación y eso la hacía sentirse muy nerviosa... -¿Cuándo fue la última vez que te sentiste a mi merced? – Preguntó acariciando con su aliento la mejilla suave y tersa. Sus movimientos eran firmes, mostraba con Candy la misma piedad que con las rosas...– Fue en el San Pablo... ese tonto llegó a defenderte... ¿Qué hicieron cuando se quedaron solos? – dijo rodeando su cintura por completo apretando el cuerpo de la chica al suyo y reclamando una respuesta... Candy siguió forcejeando y comprobó claramente que las veces anteriores que había “vencido” a Neil, era en realidad porque no había utilizado su fuerza. El aroma de las rosas flotaba en el ambiente, pero el almizclado olor que él desprendía era mucho más intenso... la calidez que irradiaba le ocasionó sin quererlo cosquilleos en todo el cuerpo. El ejerció mas fuerza y entonces fue casi imposible que se moviera, la respiración se le hacia difícil y lo único que alcanzaba a inspirar era el aire cálido de almizcle... -¿Te besó Candy?... preguntó cerca de ella - ¿Ese bastardo ha tenido tus labios?... – sus manos rodearon el talle y lo oprimían ligeramente amenazando con subir. Candy se sintió perdida al ver su expresión de seguridad y fuerza que cambio por otra que momentáneamente fue furia y después algo de burla... – Apuesto a que nunca hizo algo así... Y sin más dejo caer sus labios contra la chica con gran pasión... Candy intento negarse, resistirse, pero algo dentro de ella se estaba derritiendo y la empujaba sin consideraciones a descubrir como era el contacto con él... Estaba estática, la mente en blanco, toda ella se volvió como de trapo y se sintió fuera de su cuerpo, solo alcanzaba a percibir el movimiento constante y opresor junto a sus labios, y cuando percibió la calidez de su boca sintió que algo reprimido en su interior amenazaba con salir de ella en cada presión de Neil contra su cuerpo. Había un dolor escondido y profundo que con cada roce brusco y apasionado de Neil salía cada vez más a la superficie... le faltaba el aire y en medio de la desesperación le llego la vaga idea de que abriendo los labios saldría un poco de ello... Sin embargo, justo cuando lo hizo sintió el frío sobre su boca... él se había retirado...
Jadeando intensamente y excitado Neil abandono su boca apoyándose cerca de su oído... ¡Dios!... era extremadamente deliciosa... si se condenaba eternamente por amarla y conocerla plenamente bien valdría la pena... Su vista bajo y la piel blanca de su pecho que subía y bajaba lo hipnotizo...suspiró profundo contra su piel y con mayor pasión invadió entonces su cuello... La succión sobre su cuello era enloquecedora, pero ella no estaba asegura que fuera causa de los besos de Neil... aún algo le decía que eso estaba mal, no era correcto, ella lo odiaba... ¿lo odiaba?... no, no lo odiaba, pero tampoco lo amaba como para permitirle tantos avances, sin embargo la sensación de que el dolor que cada vez salía más y más, la tenía desesperada... lo único que deseaba era sacarlo por fin de ella y tal parecía que solo el contacto del hombre lo lograba... Cuando sintió sus labios y dientes sobre uno de sus senos se convenció por completo. Fue imposible resistirse ante los gemidos que comenzaron a salir de la boca de Candy... las manos de Neil respondieron torturando a ambos con electrizantes sensaciones y en medio de toda esa pasión al poco tiempo estuvieron piel contra piel sobre la alfombra de pétalos rojos... Ya casi lo lograba, ya casi expulsaba esa pesada carga de melancolía, tristeza y añoranza... No estaba segura de lo que estaba pasando, sólo se ocupada en percibir las sensaciones que echaban fuera al enemigo... faltaba poco, muy poco... una molestia en la mitad de su ser apareció de pronto y la hizo gritar, al momento que en medio de una luz cegadora el dolor por fin se iba. Quedo en el limbo instantes más, se sintió exhausta y tuvo que aferrarse al cuerpo fuerte de Neil para no desfallecer... todo estaba en quietud, por lo menos así lo pensó hasta que sintió un cálido líquido derramarse por entre su piernas... Intento moverse pero el peso del hombre se lo impidió y en ese momento apareció un nuevo dolor ardoroso en el interior de su cuerpo, en un espacio que hasta hacía instantes no existía...
... Neil sabía que ella estaba ajena a lo que hacía, pero se daba cuenta de que necesita que continuara con las caricias y besos y por ello se veía tan desesperada... a pesar de todo se sintió eufórico al tenerla así... bajo él, completamente rendida... El íntimo contacto inició y por momentos se rebatió en la duda de parar o seguir... claro que deseaba seguir, pero con ella conectada a otro lugar no estaba seguro de que fuera lo mejor... apenas comenzaron sus dudas, sintió las caderas de la chica aproximarse y sus muslos rodear su cintura empujándolo hacía ella con fuerza... lo siguiente que sintió fue una gota descender de su cuerpo y una deliciosa humedad cálida que lo rodeaba... De nueva cuenta los movimientos se detuvieron y vio directamente a los ojos del hombre... Ya nada podía hacer, él la poseía ya... Se miraron por largo rato y en los ojos oscuros distinguió algo de preocupación que fue anulada de inmediato por una enorme sonrisa de satisfacción... Una lagrima escapo de sus ojos verdes y sintiéndose libre gracias a él no hizo más que enredar sus brazos alrededor del cuello. Un nuevo proceso comenzó... él comenzó a moverse dentro de ella y la hizo muy conciente de lo que pasaba... de nuevo ansiedad creció dentro de ella y de nueva cuenta él se ocupaba en calmarla, ahora con la plena seguridad de que ella estaba conciente... la intensidad de las emociones continuó y fue en ascenso haciendo que el dolor antes sentido se comparara con una pálida y efímera sensación...
justo antes de que el cúmulo de chispas que se formaban dentro de ella estallaran como amenazaban escucho la voz de Neil... -Jamás me intereso hacer algún bien por alguien... mucho menos por ti... dejarme ayudarte a echar fuera el pasado...
Gracias por
Y no supo mas se perdió en el estallido de su cuerpo... cuando todo paso y vio que él se retiraba, ella se incorporó y se apeno en exceso de verse desnuda, con las marcas de él sobre su pecho y en general sobre todo su cuerpo... -Ahora estas libre ya... eres mía y podré tenerte cuando deseé.... -Tú... – Candy no sabía que decir, tenia cientos de sensaciones encontradas... Su primera vez... ¿Con Neil Leegan?... aun cuando no había sido desagradable al final, no se mostraba muy convencida... ella no lo amaba... -Mira a tu alrededor – escucho la voz de Neil detrás de ella mientras la estrechaba por su cintura... – sólo tu libertad y tu amor por alguien puede hacer esto...- Menciono mostrando el campo de rosas blancas que florecían justo donde habían estado...los pétalos antes mancillados ahora estaban rozagantes con la caricia del rocío aún sobre ellos... Creo que el nuestro era un amor escondido... Candy se despertó completamente agitada y algo asustada... ¿Qué tipo de sueño había sido ese?...
El día planteado llego... Candy salió de la clínica y tal como habían acordado ahí estaba Neil esperándola. El pálido sol que comenzaba a anunciar el ocaso del invierno esparcía un agradable calor en el ambiente. Neil estaba fuera de su coche apoyado en él, cuando Candy salió y lo vio, aprecio de nueva cuenta su actitud desafiante y confiada ante la vida... Con solo verlo las imágenes del su sueño se hicieron presentes ¿Por qué se sintió de pronto nerviosa por volver a verlo?... eso no era común... sin hacer caso a sus pensamientos seguía caminando dirigiéndose hasta él. Una sonrisa se formo en el rostro del muchacho cuando por fin la reconoció... − − − − − − −
Tardaste mucho en salir... - fue lo que dijo en medio de una sonrisa tan irritante ¡Que tipo de saludo fue ese!... - respondió Candy de inmediato... Bueno... quise decir que creí que tu salida era más rápida... Tengo responsabilidades Neil... no puedo abandonar todo por salir pronto... Esta bien... vayamos antes de que sea más tarde... Ir... ¿A donde?... Ya veras...
El coche fue avanzando y en medio de la plática Candy no se dio cuenta de todo lo que se alejaban... De pronto vislumbro los alrededores del lago y una villa cerca del lugar... El lugar era espléndido, la casa tenia un señorío indiscutible que le recordó sin duda la primera vez que estuvo en propiedades Leegan... − − − −
¿A donde vamos Neil? - pregunto... Quiero mostrarte algo... ¿En esa casa?... Por que ahí... – el temor regreso a Candy al ver de vuelta la casa a la que la había llevado aquella noche... No tengas miedo Candy, no te volveré a hacer daño...
Bajaron del auto y después de recorrer la vereda que llevaba a uno de los jardines Neil se detuvo de pronto... Candy se desconcertó al ver los capullos florecientes de Dulces Candy... − − − − − − − − − − −
Hace tiempo en medio de una gran frustración destroce algunas de las flores de esta especie... las que te había mostrado en mi lugar... – él comenzó a hablar lleno de nostalgia... Yo vi cuando lo hacías... – de nuevo el sueño regreso a la mente de la chica y prefirió voltear el rostro hacía otro lugar... ¿Por qué no me dijiste nada? – pregunto el sorprendido... Me dio mucho miedo y tristeza... te habías portado tan bien conmigo y justo ese día te vi destrozarlas... Yo amo esas flores y el ver como lastimabas algo que tu mismo habías cuidado con tanto esmero, me... asusto... reconoció ella en voz baja, aun sin darle la voz... ¿Por eso te fuiste de mi casa? – el joven comenzó a verlo todo mas claro de pronto... Ella se fue pensando que en cualquier momento el volvería a su actitud hiriente con ella... Yo... – Candy no respondió... Candy... he repetido muchas veces que no te haré daño... ya no mas... ya nada es como antes... y sinceramente no entiendo como desconfías de mi que siempre he sido sincero contigo y me he mostrado tal cual, y no de otros que con piel de oveja te han desgarrado... ¡No quiero hablar de eso! ¡¡No quieres hablar de algo que es necesario para que salgas al mundo... para que sobrevivas igual que tus rosas!! Tu no sabes nada... – el deja vu tomo más intensidad... Eres muy obvia Candy... una muchacha tan alegre como tú, que de pronto no desea saber nada del mundo no es nada normal... Ya es tiempo de que dejes atrás lo que te lástima... debes resurgir como tus rosas...
Candy no respondió nada y el siguió hablando al tiempo que se aproximo hasta ella... −
Extraño a la revoltosa que cree que me pone en mi lugar cuando le hago algo y me encantaría volver a verla... extraño a la chica libre que desentona en la alta sociedad que la rodea... y que sin temor enfrenta la vida de forma natural... Me encantaría verla una vez más y ver como reaccionaría ante esto...
Neil se acerco hasta donde Candy estaba y con delicadeza la tomo por los brazos... se acerco hasta ella y se detuvo cerca de sus labios... Candy inexplicablemente esperaba el momento del contacto... −
Te quiero Candy... ¿Será que me creerás algún día?....
Capítulo IX. Por Alondrita
Posibilidades Temía sostenerla en sus brazos por tanto tiempo, la miraba furtivo, pero a la vez internamente su ser se debatía por la posibilidad de perder aquellos centímetros de cercanía ganados, aquella pizca de confianza… sin embargo… La escasa distancia entre ambos resultaba peligrosamente aterradora para ella, por lo que solo atinó a cerrar sus verdes ojos, como ahogando la multitud de sentimientos agolpándose en su pecho. Estaba más allá de sus posibilidades, de su comprensión, no se entendía así misma ni a su cuerpo entregándose sin resistencia. Sintió aquel aliento y como se estremecía entre aquellos brazos. -No- escuchó decir mientras aquel aroma a labios se movía de un lado a otro como asechando, vigilando, valuando a su presa. Después distinguió apenas un rose en sus labios que no supo a ciencia cierta si eran los labios de aquel joven, su mejilla o uno de sus dedos, lo que hubiera sido la hacía desfallecer. –Así no- exclamó aquella varonil voz y se apartó un poco. Abrió entonces sus ojos lentamente y descubrió aún muy cerca de sí un par de ojos café en los que podía bien mirar su propio reflejo. Ansiaba terminar con aquel martirio "ya bésame" decía su cuerpo entero, mientras ella no tenía posibilidad alguna de pensar siquiera. -Si- expresó después mirándola desafiante a los ojos y separándose más. Ella salió del embelezo aquel y entonces prosiguieron con el paseo ahora sujeta a su brazo como para no flaquear, para que su cuerpo le siguiera respondiendo con ayuda del de Neil. Él estaba más allá de las nubes, en otro universo, deseando aprovecharse de todo aquel momento, sin embargo supo al verla cerrar los ojos que resistirse a aquel manjar en ese momento le daría poco a poco lo que más anhelaba, la confianza de Candy y después, tal vez, ella reconocería ese sentimiento que hacia él emanan aquellos ojos verdes. Caminaban a la vista tranquilamente, sin embargo sus corazones libraban batallas que, de escribirse, serían las más increíbles y fabulosas que jamás hubiesen existido. Ella sentía temblar como hoja, no se comprendía a sí misma… "¿por qué no te sueltas de su brazo?" se reprochaba "¿qué te pasa?, te estás volviendo débil a caso?" se respondía. Neil parecía adivinar lo que en aquel interior se libraba, sin embargo no quería pensarlo, quería disfrutar de aquel contacto, maliciosamente hacía a un lado su percepción y saboreaba esa deliciosa piel, ese temblar inocente, esa discusión en ella. Pero había algo nuevo en él "déjala, es lo mejor, que ella te busque cuando esté lista" le decía una voz a su interior "sabes lo que pasa por ella, deja que sea libre completamente para que esté contigo, si es tuya regresará" le llegaban por frases como recuerdo de lo que hubo hablado con un amigo suyo en Ámsterdam unos meses atrás. Era conciente, tenía conciencia, remordimientos, y ahora los localizaba y los comprendía del todo, no podía ignorarlos, así que se decidió a apartarla dulcemente de su lado, dolorosamente para ambos, para asombro de la chica.
Unos ojos miel habían visto todo aquello mientras los principales actores lo ignoraban. Un brillo maldoso llegó hasta ellos, y una ráfaga furiosa y sin descifrar ni para ella misma le atravesaba. Pudo ver cómo subían al coche para retirarse después de haber almorzado en el jardín, en ese estúpido invernadero que tan celosamente guardaba Neil. Horas después lo vio volver y le esperaba para reprocharle, para gritarle, se le antojaba arrancarle el alma, pero no comprendía del todo la razón. -Eres un inepto Neil- había sugerido cuando entró él ya obscurecido el día prematuramente por la finalización del otoño y llegada del invierno. Se detuvo en seco y reconoció aquella voz, pero no respondió. -La tenías a tu merced, te suplicaba por tus labios, sería tu prometida para esta hora ¿qué estupidez dejarla ir?- se burló. -¿Qué sabes tú del amor?- fueron las palabras que escaparan de su boca y le hicieran arrepentirse inmediatamente de haberlas pronunciado a sabiendas de las burlas y armas que acababa de dar a su querida y poco comprendida hermana. -¿AMOR? en verdad que esa … mujer te tiene fuera de la realidad -Esa mujer, como la has llamado, es una de las más privilegiadas chicas que hay y próxima heredera de la fortuna de los Andley, recuérdalo. A nadie más que a nosotros nos es conveniente una unión de este tipo, ya que tu has fallado con en todos tus intentos- sugirió malicioso y en realidad buscando una excusa para librarse de las burlas de ella. -A mi no me engañas, y lo sabes. Eres un bonachón, siempre he tenido que impulsarte para hacer cualquier cosa, eres igual a papá. -Y tú finges demasiada maldad, en verdad te sientes sola Eliza y tu reproche hacia Candy siempre ha sido que hubieras deseado que nuestra madre la aceptara para tu amistad, que no te vieras forzada por mantener las costumbres sociales a odiarla. Además desearías estar en su lugar, tener los amigos, la suerte, decisión y capacidad de ella. No lo niegues, yo también te conozco. Te sientes sola- dijo él por perorata. -¡ja!, ahora eres todo un experto en eso ¿no? -Eliza, no discutiré contigo.- y le plantó un beso tierno en la mejilla mientras ella fingía rechazarlo. –No le hagas daño ¿quieres?, realmente me interesa. -Está bien, pero no te vuelvas un perrito faldero como todos los que se cruzan por su camino. -No, eso nunca.- dijo él sintiendo como en su alma se encendía una idea para más encuentros románticos y una mayor proximidad con la chica. –Si he cuidado de esas rosas no es para recordarle a Anthony, sino para que vea cuanto la amo, además no soy yo en persona quien se ocupa de ellas, para eso está Johan. -Ahora te conoces el nombre de toda la servidumbre ¿no es así?, si que te ha influenciado esa chiquilla. -No me molestes Eliza, que estoy de muy buen humor- dijo mientras la cargaba y la hacía girar por la habitación. –Me ama Eliza, estoy seguro de ello. Solo resta hacer que ella lo descubra y creo tener la manera. -Obséquiale joyas, eso nunca falla- sugirió desdeñosa. -No, si algo he aprendido de Candy es que debo ser más listo que eso, me las arrojaría a la cara tan pronto como se las pusiera en frente, aunque aún no entiendo la razón de esos arranques que tiene… pero creo que es lo que más me gusta de ella, que luche, que se niegue, obtener de su negativa sus deseos internos escondidos. -¡NEIL!- exclamó y éste se ruborizó al percatarse que había hablado más de la cuenta, por lo que la soltó y salió rápidamente de aquella habitación, sin perder su porte y distinción, en medio de las risas reprimidas de su incomprendida y solitaria hermana.
-¿Qué te pasa Candy?- se indagaba –dejé que se aproximara demasiado y … casi deseaba desesperadamente- pero no se atrevía a decirlo, solo entrecerró los ojos mientras con sus dedos acariciaba sus labios en recuerdo de todo aquello, de aquel anhelo. -¿Qué me está pasando?, la próxima vez Neil Leegan no te será tan fácil, ya estoy mejor, no seré tan débil.- después razonó un poco en los recuerdos –y sin embargo me tuvo a su merced y no se aprovechó de ello… y sin embargo tiene razón en algo, necesito sacudirme esta estupidez… ¡Candy! Tú jamás has sido una cobarde, ¿qué dirían la Señorita Ponny y la Hermana María?, no, de ahora en adelante regresará la Candy valiente, fuerte y sobre todo la que golpea a los Neil's del mundo cuando se lo merecen.- y evocó su imagen reconociendo en ella un sentimiento de desdicha por haberse separado de él –y sin embargo creo que Neil ya no es el mismo, sigue siendo altanero, caprichoso, impredecible, indomable, pero a la vez… es tan tierno conmigo, se esfuerza tanto y mi corazón palpita tan rápido cuando lo tengo cerca…
-No se cómo lo haré Candy, pero pasaremos más tiempo juntos. El Señor Grapper servirá en ese motivo… Una semana después de la sorpresa en aquel jardín Candy no había tenido muchas noticias de Neil, por lo menos no contacto alguno, solamente una flor que llegaba a ella todos los días, sin remitente. Al salir de su casa, por más temprano que lo hacía para descubrir a Neil haciendo la entrega o a algún enviado, no lograba atraparlo y se encontraba un hermoso Alcatraz en la puerta de entrada esperando por ella. Ese pintaba para ser un día atareado, desde que llegó al hospital le habían llamado para atender varios asuntos urgentes, entre ellos le habían especificado sobre algunos asuntos de rutina a atender, algunos voluntarios a capacitar y nuevos pacientes para visitar. Ya era más de medio día, de aquel agitado día de trabajo, cuando le recordó el Dr. McMillan debía presentarse para atender a la capacitación de voluntarios. Fue sin más como todos los miércoles hacía para aquel lugar, pero ahora había alguien más "será bueno tener más manos por acá" pensó para sí y vislumbró a lo lejos una silueta en aquel salón. -Buenas Tardes, soy la enfermera Candice White Andley y seré su instructora, o guía si así lo prefiere, aquí tiene un…-pero no terminó su frase, porque en medio de aquel ajetreó no había visto bien al voluntario, hasta que le entregaba unas hojas guías y se obligó a mirarlo a los ojos. –¡Neil! ¿qué haces aquí?- preguntó desconcertada y algo a la defensiva, pero no le permitió contestar, tomó los papeles de las manos de Neil intentando arrebatárselos para luego salir del lugar hecha una fiera. –Si crees que esto es una broma Neil Leegan estás muy equivocado- le espetó –cómo crees que hacerme perder el tiempo… y encima te finges con interés… y … creí quePero no logró terminar porque Neil la tomó por el brazo y la aproximó a él para silenciarla y hacerse escuchar. –No siempre es por ti todo lo que sucede chiquilla malcriada- dijo él. –Sin embargo deja te digo que te vez hermosa disgustada, haré cosas como estas más seguido, aunque debo anunciartedijo antes de que ella le dijera algo y haciéndola callar con uno de sus dedos –que estoy aquí no por ti, sino porque estoy interesado en aprender sobre todo esto, tal vez sea un buen negocio la cuestión de hospitales e invierta en uno privado o bien a lo mejor así entiendo por qué tanto interés de personas como tú en esto de "salvar vidas".- dijo por discurso más o menos preparado.
-Si claro, y lograste que fuera precisamente yo quien te diera la capacitación- respondió molesta apartándose de él pero con mirada desafiante. -Ese fue un plus, aunque realmente me dieron a elegir y pensé, por qué no darme el placer de su presencia. -Pues no te saldrás con la tuya hablaré con el Doctor…- pero estaban ya frente a una puerta que se abría, era el despacho de MacMillan quien reaccionó como jamás se hubiera esperado Candy. -¿Tendría la bondad de esperar aquí Sr. Leegan?- había él preguntado mientras hacía a Candy pasar a su despacho, quien hizo un mueín a Neil en son de burla, siendo descubierta por el Doctor. Afuera Neil estaba totalmente divertido ante todo aquello, sabía que ella era libre ahora, y más aún notaba que su presencia la perturbaba y eso lo hacía sentir más que importante. -Señorita Andley- dijo el doctor mientras le ofrecía asiento. -Señor, permítame le digo…. -Usted no tiene nada que decir, estoy al tanto de su situación y comprendo su disgusto, pero es usted la más capacitada para esto, por ello la he seleccionado, además de que se ve en este joven una intensión de ayudar y de aprender, y aunque así no lo fuera es de una de las familias más influyentes y resulta conveniente tratarle con aplomo. ¿Está claro?... y no quierodijo interrumpiendo la alegata de Candy – hablar más del asunto, estoy ocupado. Buenas tardes y buena suerte- dijo con risa burlona a la chica, quien salió echando chispas de aquel lugar. "Pues bien Neil Leegan, si crees que has ganado estás muy equivocado, hay muchas tareas desagradables por hacer en un hospital, veremos si no sales huyendo de aquí." Pensó para sí mientras con una seña despectiva hacía a Neil que la siguiera. Neil obedeció no de muy buena gana, sin embargo decidió no mostrar su enojo y sacarle provecho, así que siguió con su actitud de suficiencia y burla para con la chica. -Bueno, hemos llegado- dijo ella después del recorrido por el hospital, uno bastante agreste y que había causado expectación en los pacientes. –Te corresponde hoy limpiar los cómodos y cambiarlos por nuevos… -ante la cara de desconcierto contenida de Neil ella prosiguió y pensó "te haré huir más pronto de lo que pensé" –y después de que termines recuerda que es importante recoger las muestras y entregarlas a los laboratorios, para eso tendrás una supervisoras –dijo maliciosa- ella es- señaló a una chica que estaba en los laboratorios- Laurin y te ayudará con ello, estarás bajo sus órdenes en cuanto te dediques a tomar las muestras. Te dejo con ella.- Candy se va satisfecha de lo sucedido y prosigue con sus tareas en medio de un humor que sus pacientes notaron extraño. Pasaron días y Neil seguía al pie del cañón, Candy no podía comprender ¿Cómo lo había logrado? E indagó, percatándose de que éste hacía las tareas, aunque ella estaba segura que había algún truco en todo aquello, podía jurarlo. Y no se equivocaba, Neil había logrado que las enfermeras le ayudaran en las tareas más molestas, aunque procuraba ayudar en lo posible para que no le negaran su ayuda y fueran sus aliadas. Incluso los pacientes estaban extraños para Candy. -Ese muchacho te gusta ¿no es verdad?- había insinuado una Señora de edad avanzada. Que ante su sorpresa y negativa había soltado grandes carcajadas. -¿GUSTARME?- se preguntaba indignada mientras caminaba por el corredor sin fijarse al rememorar aquellas palabras -¿cómo podría… ese papanatas… ese…- Pero alguien la había escuchado e interrumpido. -¿Cómo que papanatas?
-¡Eh!...- y giró para ver a Neil. –Tonto- dijo ella y aceleró el paso. - Pero ¿a dónde vas?- preguntó más tarde una voz masculina. - No te importa- dijo sin pensar ni ver. - Creo que no te visitaré más, te pones de un humor extraño… Candy giró y se percató que no era Neil ahora quien le hablaba, se trataba de Archie. Ella se avergonzó sobremanera y después regresó sobre sus pasos para abrazarlo. Hacía tanto que no lo veía, desde que había partido a Europa para un diplomado. Charlaron por largo rato pues era ya la hora del almuerzo y Archie había llevado algunos sándwiches para tener una plática con Candy. Ellos no lo sabían, pero eran vigilados de cerca por Neil, quien les había seguido hasta el parque que estaba cerca del hospital y rabiaba de celos ante la cercanía de Archie, por las sonrisas de Candy hacia él y por sus deseos de tener él tanta suerte. Sin embargo le tranquilizaba un poco saber que Annie y Archie eran pareja, pero no le saciaba del todo tal hecho. -Eres maravillosa- había dicho Archie al tiempo que se ponía en cuclillas sobre la manta que usaban para cubrir el césped en el que estaban sentados, para abrazarla y depositar un enorme beso en su mejilla. –Annie estará contenta, esta sorpresa será fabulosa para ella. Pero todas estas palabras no las había escuchado Neil y apenas y pudo contenerse para abalanzarse sobre Archie, no le daría el gusto a ella ni a él de tal humillación, "ya ajustaremos cuentas" había pensado refiriéndose a Archie "tu me suplicarás que te bese" había lanzado por promesa a los cielos pensando en Candy. Candy se despidió de Archie con un fuerte abrazo, sea cual fuere la sorpresa y sea cual fuera la razón de esa visita no le interesaban a Neil, simplemente hervía por dentro, así que retomaría su arrojo hacia Candy. Fue entonces que le entregaran aquel sobre, un pequeño, y era la similar al primero que recibiera unos días atrás, recordaba esas hermosas palabras escritas: Ojos Verdes [1] Apoya en el quisio de la mansebia miraba encenderse la noche de mayo; pasaban los hombres y yo sonreía hasta que a mi puerta paraste el caballo. Serrana, me das candela? Y yo te dije: Gache, ven y tomala en mis labios que yo fuego te daré. Dejaste el caballo y lumbre te di, y fueron dos verdes luceros de mayo tus ojos para mi. Ojos verdes, verdes como la albahaca. Verdes como el trigo verde y el verde, verde limón. Ojos verdes, verdes, con brillo de faca, que están clavaditos en mi corazón. Para mi ya no hay soles, luceros ni luna, no hay mas que unos ojos que mi vía son. Ojos verdes, verdes como la albahaca. Verdes como el trigo verde y el verde, verde limón. Vimos desde el cuarto despertar el día y sonar el alba en la Torre la Vela. Dejaste mis brazos cuando amanecía y en mi boca un gusto de menta y canela.
Serrana, para un vestio yo te quiero regala. Yo te dije: Estas cumplio, no me tienes que dar na. Subiste al caballo, te fuiste de mi y nunca una noche mas bella de mayo he vuelto a vivi. Ojos verdes, verdes como la albahaca. Verdes como el trigo verde y el verde, verde limón. Ojos verdes, verdes, con brillo de faca que están clavaitos en mi corazón. Para mi ya no hay soles, luceros ni luna, no hay mas que unos ojos que mi vía son. Ojos verdes, verdes como la albahaca. Verdes como el trigo verde y el verde, verde limón. Entonces corrió a un sitio aislado para poderla leer antes de reanudar sus labores, sin embargo no le sería posible, sabía que debía cumplir con sus responsabilidades, así que la guardó y ansió leer ese nuevo poema, aunque intuía de quién provenía, igualmente pensaba podía estar equivocada, o quería pensarlo para justificar sus ansias por leerlo. Así transcurrió su día, mientras esa carta le quemaba las piernas, sentía como le exigía ser leída. A diez minutos de salir solo quedaba correr y apresurarse para no tener otro que hacer y salir corriendo a leer aquella nueva carta. Sin embargo el destino tenía otros planes para ella. Justo antes cuando se disponía a salir se topó con Neil y estuvieron a punto de comenzar una pelea que él había instigado con un pretexto tonto pero llegó el Doctor McMillan y les obligó a olvidarse de todo con una emergencia de grandes proporciones… Un incendio se había suscitado y había necesidad de todo el personal disponible para ayudar. La primera imagen fue desgarradora, una pequeña desfigurada por las quemaduras pasaba frente a Neil, este casi devuelve todo lo que había comido, no estaba acostumbrado, pero al ver la fortaleza y dulzura de Candy se forzó a soportar todo aquello. Horas de labor habían transcurrido y Neil las había soportado apenas. Por fin hubo un respiro, pero aquella pequeña le había arrancado el corazón, no podía quitarse su imagen. Candy le observó desde dentro y finalmente se apiadó al verlo tan desconcertado y angustiado. - Te dije que no era un trabajo fácil- dijo ella por saludo, sintiéndose mal al instante después de mirar como Neil solo la observó y giró de nuevo la cabeza hacia el horizontes que ahora estaba iluminado solamente por las luces artificiales y la luna. –Lo siento, no puedo evitar… fui una estúpida insensible- dijo mientras se sentaba junto a él. - Si, así es- dijo él por respuesta sin voltearla a ver. - Bueno, yo solo quería…- "me lo merecía" pensó –Mejor me retiro- pero no pudo moverse, Neil la sostuvo por la mano cuando ya estaba de pie lista para retirarse. Ella regresó y se sentó a su lado. Neil la abrazó y entonces no pudo evitar llorar amargamente. Jamás había vivido algo como esto y realmente le había costado mucho trabajo. Si bien las tareas del hospital las había librado con su "encanto" con las demás enfermeras, en esta ocasión se vio cercado y sintió el rigor del mundo y las penas de otros finalmente habían tocado a su corazón. No solo eso, habían dependido de él. Estuvieron abrazados largo rato, Candy tenía un nudo en la garganta, pero no lloraba, no era su costumbre, solo sostenía a Neil y sentía su dolor incrustársele en el corazón. Después de eso él se puso en pie y se marchó sin mirar atrás, solo se detuvo para decir –Esto jamás sucedió- y se retiró herido en su orgullo. Candy quedó algo estupefacta, sin embargo, aunque sabía que Neil procuraría ocultar lo que esos acontecimientos habían causado en él, no podría ignorarlo y le había afectado. Además supo con
certeza que no se iría de aquel hospital, y advirtió se había ganado su respeto y admiración por el valor que había mostrado ante tanta tragedia. Había ella olvidado su carta, se recostó más tarde lista a descansar, no iría a casa, se quedaría en el hospital, no tendría tiempo para regresar. A la mañana siguiente buscaría aquella nota por todas partes, la había perdido y la enfermera en turno no le había avisado y llevó su ropa a lavar. Ella estaba aterrada, desesperada por encontrar aquella nota, pero la encontraría echa pedazos y a penas legible. Se sentó finalmente a leerla a mediodía… solo podía leerse lo siguiente: de mirada serena dejaron en mi alma eterna sed de amar. - ¡Pero qué lástima!- pensaba mientras giraba el papel para tratar de leerlo. Ya lo había intentado mil veces en el día sin mayor resultado, solo esos tres renglones eran visibles. Estaba desconsolada y fastidiada, sentada en la escalinata. Volvió a sus labores y entonces se percató que no había visto a Neil más de dos veces y no habían cruzado palabra, sus ojos reflejaban indiferencia o tal vez una concentración que jamás le había visto ¿sería que había madurado en esas horas? ¿Sería acaso simplemente que estaba apenado? Muchas preguntas y mucho más de que hacer, los herido de la noche anterior requerían un constante cuidado y se le encomendó esta tarea, así pues tomó unas horas para descansar y continuar su guardia nocturna, doblando turno para salvar aquellas vidas. Una chica corría desesperada por el jardín del hospital. - Si ha pasado tantas veces- se reprochaba y corría más, deteniéndose finalmente recargando su espalda en un gran árbol –eres una llorona, no sirves como enfermera.- se decía, al tiempo que se deslizaba hasta quedar en el suelo y abrazando sus piernas. Recordó aquel trozo de papel e intentó consolarse con él, pero era demasiado lo que le había sucedido ese día y solo pudo poner su cabeza entre las rodillas mientras sostenía aquel trozo de papel en sus manos y trataba de contener las lágrimas. Entonces sintió unos cálidos brazos la levantaban en peso, estaba semidormida ya de tanto llorar, de tanto cansancio. Era de madrugada y su turno había terminado en el momento que aquella chiquilla había fallecido. Volvió a mirar y era él, se aferró a su cuello y lo miró agradecida porque estuviera ahí. Él trataba de resistirse, pero no supo si fue la oscuridad o lo terriblemente seductora que le pareció la delicada Candy en sus brazos, pero la besó y para su sorpresa ella correspondió a este beso. Sabía que le costaría después una bofetada o que dejara de hablarle por meses, o incluso que se alejara, pero en ese momento el riesgo parecía valer la pena. Ella lo abrazó y se aferró a sus labios, él la sostuvo con más fuerza y la bajó de sus brazos unos pasos más allá de donde la hubo encontrado, haciéndola ponerse en pie mientras la rodeaba por la cintura y la apretaba hacia su cuerpo. Era intenso, hermoso, lo más maravilloso que jamás le hubiera a él ocurrido. Sentía cada parte de su ser gritar por ella y temía deshacer aquel beso y encontrarse con los eternos temores de la chica. Ese eterno instante sería para él el mejor de los recuerdos y le ayudaría a olvidar o que bien hubiera valido la pena percatarse de los horrores que podían existir en la vida, de las tragedias a las que le habían hecho ignorante y ajeno desde pequeño.
Por fin terminaron aquel beso y él se alejó titubeante. Candy lo abrazó, como pidiendo su compañía en aquel abrazo. Él no se negó y terminaron sentados frente al departamento de Candy mientras observaban el amanecer. No hubo palabra alguna, solo miradas, besos y caricias, hasta que ella cayó finalmente dormida y él tomó sus llaves y la llevó dentro, depositándola en la cama y poniéndole ropas más cómodas como todo un caballero, no sin desear mil y una vez hacerla suya. Pero había algo que él deseaba más, que ella lo deseara igualmente y que su familia quedara complacida con su actuar. Si la hacía suya antes del matrimonio Candy sería repudiada por todos, así pues solo le dio un tierno beso y desprendió aquel papel que ella llevara en su mano durante todo ese tiempo. Se percató que se trataba de un poema que le era familiar, así que decidió indagar para mas tarde dejar el mismo completo en la mesilla de noche unas horas después, antes de que Candy despertara. No durmió y encontró la información, completó aquel poema sin saber que Candy pensaba provenía de él, pero era de un admirador más. No le importó, solo quería hacerla feliz, aunque mostrarle con ello y con lo sucedido cuanto le importaba. Neil no sabría hasta mucho después que su hermana era la autora de tales anónimos y que su pretensión era acercarlo a Candy, esto le confirmaría entonces que dentro de toda esa capa de enojo y afán por ser malvada había una persona dolida, solitaria, que necesitaba atención y cariño. Una pequeña caprichosa que él se encargaría encontrara su camino en brazos del hombre a quien amaba y había dejado ir, en brazos de aquel doctor que conociera en tiempos de guerra en un fiesta en Lakewood. Candy al despertar encontraría en su mesa un trozo de papel que ya conocía y otro más completando el faltante… también se percataría que estaba en bata y recordaría lo sucedido la noche anterior. Aquellos Ojos Verdes [2] Aquellos ojos verdes de mirada serena dejaron en mi alma eterna sed de amar. Anhelos y caricias de besos y ternuras de todas las dulzuras que sabían brindar. Aquellos ojos verdes serenos como un lago en cuyas quietas aguas un día mirare. No saben las tristezas que en mi alma han dejado aquellos ojos verdes que yo nunca besare. No saben las tristezas que en mi alma han dejado aquellos ojos verdes que yo nunca olvidare. Encontré ese trozo en tus manos y quise completarlo. Espero no haber sido poco atrevido. Neil Leegan
Capítulo X. Por Raelana
Y mas posibilidades Al día siguiente, Candy fue temprano a trabajar. El cadáver de la niña ya no ocupaba una cama y un nuevo enfermo había sustituido el pequeño cuerpecito que no habían conseguido salvar. Candy le sonrió, aquel anciano no sabía qué había ocurrido la noche anterior, no tenía la culpa de nada y ella debía tratarlo lo mejor posible. Como hacía con todos. Terminó la ronda casi a ciegas, haciendo sus tareas mecánicamente, saludando a sus compañeras con descuido y sólo al terminar, justo al final de la jornada, se dio cuenta de que en ningún momento se había cruzado con Neil ese día. Lo había buscado. Había recorrido todas las salas del hospital esperando ver sus ojos insolentes al cruzarse con ella. Había bajado y subido escaleras, se había asomado a las ventanas esperando ver su garbosa figura entrando en el hospital pero en ningún momento lo había visto. Candy se sintió repentinamente incómoda. Durante todo ese mes lo había visto a diario, lo encontraba en los lugares más imprevistos. El conseguía cruzarse con ella todos los días y, al llegar a casa, Candy se dio cuenta de otra cosa. No había poema ese día, ni la flor anónima que perfumaba todas sus mañanas. Se habían volatilizado igual que su admirador. -Me porté mal con él. Se ha esforzado por cambiar y yo no he sido capaz de darle una oportunidad. Es normal que se haya enfadado -pensó Candy, y volvió a coger la hoja manuscrita que el joven había dejado junto a los restos del poema, la única nota firmada, resultaba dudosa, dubitativa, como si temiera la bofetada solo por atreverse a escribirla. Era normal que Neil prefiriera enviarle regalos anónimos- Piensa que voy a rechazar todo lo que venga de él. ¿Y no es cierto? Me ha hecho mucho daño pero... yo también se lo estoy haciendo a él. Soy tan mala como él.
Los sucesos de los días anteriores habían hecho pensar a Neil. Las cosas no habían salido del todo como él hubiera deseado. Si, era cierto que el objetivo de su plan de conquista estaba cada vez más cerca. Candy se había derretido en sus brazos la noche anterior y le había costado grandes esfuerzos no hacerla suya allí mismo. Neil no era un hombre paciente, y obligarse a ello era más difícil de lo que había pensado. Por otro lado estaba aquel horrible incendio, las llamas lamiendo siniestramente un edificio hasta reducirlo a polvo. Los rostros de las victimas, deformes e irreconocibles. Había tenido que atenderlos, que ayudarlos. Había tenido que superar el asco que le provocaba nauseas y el cansancio que hacía mella en su cuerpo poco acostumbrado a aquel tipo de actividad. Al final le había quedado un amargo sabor de boca, y se había derrumbado entre los brazos de Candy, y había llorado amargas lágrimas que hubiera deseado tragarse aunque le estallaran por dentro. Pero no había podido, y las había dejado correr en un torrente que, sin embargo, parecía haber ablandado a la muchacha mucho más que sus galanterías. Se sentía un poco confuso, Candy había malinterpretado sus lágrimas, había pensado que eran de rabia, impotencia y miedo cuando eran solo producto de la tensión del momento. No sentía ningún dolor por todas aquellas víctimas
inocentes; no eran más que escoria que vivía en edificios donde no estaba permitido habitar por ahorrarse pagar un alquiler. Se tenían merecida su suerte y él había tenido que ensuciarse las manos limpiando llagas purulentas que escocían al contacto. Y había tenido que tener cuidado porque Candy estaba allí, vigilándolo, pendiente de sus gestos y sus acciones. Candy nunca debía saber que había llorado por él, por ese amor que lo obligaba a realizar actos tan bajos, tan poco apropiados a su categoría. Por la vergüenza de que sus amigos supieran lo que había hecho, que lo hubieran visto trabajando como un humilde enfermero cuando era el heredero de una cuantiosa fortuna. Cuando llegó por fin a su casa se había encerrado en su habitación y no había querido ver a nadie. Eliza había aporreado su puerta varias veces pero ni siquiera ella podría comprender el dolor que le embargaba, la conciencia de que no era Candy, sino él el que estaba perdido. ¿Cómo había podido llegar a amarla tanto? ¿Hasta donde llegaría por conseguir ese amor que le dolía dentro del pecho? Era ya muy tarde cuando Neil bajó las escaleras y llamó a la cocinera para que le preparara algo de comer. Entonces se dio cuenta de la hora que era. No había ido al hospital, demasiado ocupado de compadecerse a sí mismo. Candy se sentiría decepcionada, de nuevo. Había vuelto a fallar, se había equivocado de nuevo. ¿Qué podía hacer ahora?
Neil durmió mal aquella noche, las pesadillas lo torturaban y la niña quemada del incendio se transformaba en una pequeña Candy que en vez de un cubo de agua recibía aceite hirviendo cuando llamaba a la puerta de su casa y se transformaba en un monstruo. Candy también durmió mal, en sus sueños Neil se alejaba con los ojos tristes y le recriminaba su poca compasión y su orgullo. -No debo cometer los mismos errores que han cometido ellos conmigo - se dijo Candy, decidida, a la mañana siguiente. Aprovechó que era su día libre para acercarse a casa de Neil y preguntar si le pasaba algo-. Estaba muy afectado después del incendio, y enfadado. Tengo que hacerle comprender que estoy dispuesta a darle una oportunidad y dejarle ser mi amigo. Candy se resistía a pensar en Neil como alguien más que como un amigo, sin embargo sus labios no dejaban de recordar el beso que le había dado, y su cuerpo aún percibía el calor que le había transmitido durante su abrazo. Candy no quería pensar en ello, era una posibilidad que la aterraba y que no conseguía comprender del todo. Ya había sufrido mucho por amor, Anthony había muerto, Terry la había dejado, algo en su interior no deseaba volver a sufrir de nuevo. ¿Pero no estaba ya sufriendo, preocupada por la posibilidad de no verle? Candy llegó a las puertas de la mansión, dudó. De repente sus manos no querían coger el tirador y notó como sus piernas comenzaban a temblar con un nerviosismo que no tenía por qué sentir. -¿Qué me pasa? -pensó. Pero antes de que pudiera averiguarlo la puerta se abrió y una elegante Eliza salió por ella, sorprendida al ver a la huérfana delante de su casa. -¡Candy! ¿A qué vienes tan temprano? -Eliza se puso lentamente los guantes, como si diera por hecho que esa visita no iba a interrumpir sus planes de salir-. Si buscas a mi hermano, no quiere verte. Y me parece bien. Lo has tratado muy mal. Ahora está sufriendo por tu culpa, menos mal que pronto se dará cuenta de que una mujer como tú no le conviene. Mi hermano se merece algo mucho mejor que una huérfana recogida del arrollo.
Candy bajó los ojos, avergonzada. Por una vez le parecía que Eliza tenía razón. Realmente había sido cruel no creer en sus buenas intenciones cuando tantas veces le había demostrado que eran sinceras. ¿Era tan tarde, ya? ¿No habría forma de arreglar las cosas? -¿Podría dejarle una nota? -preguntó Candy, y aunque esperaba una negativa, se sorprendió cuando Eliza se encogió de hombros. -Haz lo que quieras, pasa y escribe. Dásela a Stevens, él se la hará llegar. Pero no te hagas muchas ilusiones -Eliza sonrió traviesa mientras se alejaba. Realmente habían hecho muy buen trabajo si la huérfana había llegado para suplicar a su hermano. Eliza había dejado la puerta abierta para que Candy pudiera entrar pero la joven enfermera sentía un enorme respeto a hacerlo. El mayordomo le había traído papel y pluma y la condujo hasta un escritorio donde podría escribir tranquilamente lo que deseara, incluso le ofreció una taza de te que la joven declinó con una tímida sonrisa. La tarea de escribir era ardua y complicada. Las palabras se agolpaban en su mente pero se resistían a ponerse sobre el papel. Sus ideas estaban claras pero transformadas en palabras parecían farragosas y sin sentido. Quería decirle que la perdonara, pero no que su carta parecía una declaración de amor. Sin embargo no parecía conseguirlo y sus emociones, contradictorias, la confundían más de lo que esperaba. Tras una hora de grandes esfuerzos y diez borradores desechados, la nota quedó resumida en una simple línea. "Por favor, perdona si te he tratado injustamente; me gustaría que pudiéramos ser buenos amigos". -Espero que sea suficiente -pensó, y le pidió al mayordomo que se la llevara al señorito Neil. -¿Sabe como se encuentra, Stevens? -le preguntó al mayordomo. -No sale de su cuarto, señorita y está muy triste. Creo que ayudar en ese incendio le ha afectado mucho. -Sí, siempre es difícil ver morir a la gente delante de uno. Y Neil llevaba muy poco tiempo como colaborador. -Candy asintió a las palabras del mayordomo y lo vio subir por las escalerasTal vez Neil no está enfadado conmigo sino asustado por lo que vio esa noche, por todo lo que pasó. Tal vez aún tenga una oportunidad. Los verdes ojos de Candy resplandecieron de esperanza. ¿Debería esperar por si Neil deseaba verla? ¿Le habría dicho Eliza la verdad o le habría mentido como acostumbraba? -Eliza me sigue odiando -pensó, convencida-. Neil ha cambiado, bajará cuando lea mi nota.
Capítulo XI. Por Scarleth
Solo escúchame Esperó unos minutos y Neil no aparecía. El mayordomo había entregado el encargo pero él no daba señales de vida. -¿Me habré equivocado? – se preguntaba la rubia sintiendo una verdadera confusión en su interior – No fingía … no creo que fuera capaz, su cara me lo decía, sus actitudes me lo gritaban pero … acaso eres mejor actor que Terry y yo tan estúpida para caer? Una verdadera avalancha de ideas se agolpaban en su cabeza. Por momentos se sentía feliz al poder conocer otra faceta de Neil, pero ahora se sentía burlada … ¿habrá sido todo parte de un plan para reírse de ella? Las palabras de Eliza fueron hirientes pero mientras no fueran reflejo de los sentimientos de su hermano qué más daba, así era ella y no parecía haber posibilidades de que cambiara. No quería pensar más porque eran sólo malas ideas las que llegaban. Le daría el beneficio de la duda, pero el arrogante Neil Leegan no la había recibido, no había bajado. Había despreciado su nota y la había despreciado a ella. Venía a disculparse y pareciera que no importaba en lo más mínimo ¿Valía la pena soportar este desplante? Lo pensó mejor y se dirigió a la salida para comenzar a caminar y poder despejar sus pensamientos. No podía olvidar lo vivido con él desde el momento que pasó lo del teatro en Nueva York, los cuidados que tuvo durante su enfermedad y la tenía especialmente suspensa el recuerdo del sueño en el que él invadía de una manera tan atrevida y deliciosa su cuerpo. ¿Cuándo había comenzado a colarse en sus pensamientos y a protagonizar sus sueños? Llevaba unos cuantos minutos sumida en sus cavilaciones cuando sintió que alguien la sujetaba fuertemente del brazo y la obligaba a voltearse. -Espera Candy -¿Neil? – La joven se sorprendió y sonrojó al mismo tiempo. El color parecía explotar en su cara, como si él pudiera adivinar lo que ella iba pensando. Fue entonces que notó que su expresión era distinta, como si todos los sentimientos del mundo se reflejaran en ese momento en cada una de sus facciones y en el brillo de sus ojos. No hubo más palabras entre ellos, sólo la arrastró hacia una parte del bosque y se detuvo ante un gran árbol. -No hables. Sólo quiero que escuches, quiero desahogarme y necesito hacerlo pronto. Candy sintió que una alarma se disparaba en su corazón ¿Qué le pasaba a Neil? Su cuerpo temblaba, estaba visiblemente excitado y no supo que podía esperar de él. La noche anterior había llorado en sus brazos, había desnudado su alma, lo había visto sin caretas, sin fingir, sólo como podía ser estando junto a ella: tierno, sensible y necesitado de amor. Pero también es cierto que había otra parte de él que era capaz de cosas no muy nobles. ¿Cómo saber cuál era el que estaba de pie en ese instante?
-¿Por qué Candy? ¿por qué todos pueden tener una oportunidad y yo no? ¿Es un pecado querer cambiar? ¿Es tan malo el rectificar sobre mis errores? Ayer toda la noche pensé en lo que ha pasado en este tiempo. Me desbaraté el cerebro tratando de encontrar una explicación. ¿quizá Neil Leegan se sentía herido en su amor propio? ¿Por eso ha estado en el hospital haciendo labores tragándose su orgullo? Una parte de mi no ha cambiado Candy, puedo asegurarte que al principio me sentía humillado por lo que me ponías a hacer. ¡Quise gritarle al mundo que yo valía más que eso! Pero sin saberlo, me fui adentrando más y más en tu mundo, en el hospital, en ser voluntario y justo anoche ... ayer algo cambió, quizá todo cambió … Esa niña, esas personas .. ¿qué más podría darme? … de eso me traté de convencer durante horas. Quizá se lo merecieran ... quizá ellos se lo buscaron … pero por más que lo repito … no puedo olvidarme de eso ¿qué es lo que te ata a ti a vivir así siempre entre la vida y la muerte? ¿Por qué estoy también yo metido en esto? … Me faltó valor Candy, me sentí tan destrozado, tan mal que llamé a toda esa parte egoísta y superficial con la que he vivido y fallé, tontamente fallé porque no he podido alejar de mi mente esos rostros. Una lágrima corrió por su mejilla mientras crispaba los puños. Quería descargar su furia y frustración sobre algo, necesitaba sacar todo el dolor y la rabia contenidas. Era un hombre, podría ser un excelente hombre, sólo necesitaba que creyeran en él. Sólo quería que ella lo viera de manera diferente, sin recelos, sin desconfianza, sin falsos temores. -No he sido un modelo de hijo, tampoco fui bueno contigo Candy, pero he intentado rehacerme, he suplicado por una oportunidad para estar cerca de ti. No te presioné para aceptarme, tampoco lo haré ahora. Te pedí que me dejaras ser tu amigo, te pedí confianza … Candy estaba muda, lo veía ante ella y era otra persona. Neil le había pedido silencio, no quería interrupciones y no podría pronunciar aunque quisiera una palabra. Ningún sonido salía de su garganta y sólo atinaba a mirarlo con los ojos fijos. El viento parecía arreciar en esos momentos y un extraño frío comenzaba a instalarse en su cuerpo. -Estoy mal Candy. No se si mi imagen cambie ahora, si me percibas distinto. Bueno o malo … fuerte o débil … ganador o perdedor .. júzgame tú, pero necesito algo firme. Te quiero Candice White, siempre lo he hecho y lo voy a hacer. Si tú me pides que siga en el hospital o que me dedique a algo distinto lo haré pero necesito saber si sientes algo por mi. Tu cercanía y tu cuerpo me lo gritan pero soy un hombre Candy, necesito escuchar de tus labios lo que podría unirte o separarte de mi. Definitivamente la joven no esperaba esto. Quizá estuviera preparada para un breve discurso después de su disculpa, pero no podía siquiera pensar bien con el rumbo que estaban tomando las cosas. Se limitó a escuchar y a sentir su corazón golpeando agitadamente su pecho. Hubo un momento de silencio antes de que Neil volteara a mirarla directamente y avanzara hablando con una voz sumamente intima, desconocida completamente para la rubia. -No te prometo que todo será perfecto, hay demasiadas cosas que lo impedirán, pero sí puedo prometerte que serás lo primero en mi vida, que te defenderé y protegeré de todos y que por ti seré un hombre triunfador del que te sientas orgullosa … por ti. La distancia entre ellos se reducía. Su cuerpo temblaba por completo por la emoción de su confesión. La vida era corta, lo había visto hacía pocas horas … ¿para qué seguir esperando?. Quizá el corazón de ella no le pertenecía, pero le urgía sincerarse. Si tan sólo se apiadara de él, si vislumbrara una pequeña posibilidad de cumplir su más grande anhelo … El le ofreció su mano y la atrajo hacia sí.
-Neil … yo … - las palabras se perdían en su garganta. Estaba aturdida y en shock. ¿Qué es lo que le quería decir? ¿Cuál sería su decisión?. Tembló al sentir ese leve roce … definitivamente algo había cambiado. -Candy – la veía a los ojos y se perdía por completo en esas estrellas color esmeralda que tan fácilmente lo desarmaban – Te quiero Candy … Esas palabras llegaron hasta su corazón y resonaban una y otra vez en sus oídos llenando por completo su mente. -Esto es … - quiso decir ella. -¿Precipitado? – interrumpió – lo sé, pero la vida es sólo un instante y desde hace tiempo descubrí que ese instante para mí eres tú. Sé que muchas cosas pasadas nos separan, sé que puedo quedarme sumido en la oscuridad si me desprecias, sé … -Shhhh – en ese momento unos finos dedos acallaron sus labios y recorrieron suavemente sus comisuras. Esos ojos que eran objeto de su veneración lo miraban como a un hombre distinto, había algo fuerte y profundo que no quiso interpretar por temor a equivocarse pero … La cara de Candy estaba sonrojada … ahora era la primera vez que ella lo hacía, y tenía la imperiosa necesidad de seguir adelante así que sin más acercó sus labios hacia él y lo besó. Se sintieron sumidos en un torbellino. Olas de sentimientos los invadieron al ser un beso deseado por ambos. Neil temblaba y con la proximidad de su cuerpo se sentía a nada de tocar el cielo. Candy entre sus brazos tenía una sensación de pertenencia como nunca antes lo había sentido. ¿Eso era acaso el amor? ¿Lo amaba realmente?. Creía que sí, pero no lo podía asegurar, sólo sabía que había luchado por ella como lo hacen los verdaderos hombres, que no le importaba doblegarse, que había hecho hasta lo imposible por procurar su cercanía y se daría tiempo para descubrirlo.
Capítulo XII. Por Anabel
Te amo El beso se intensificaba a cada segundo, haciéndolos perder el aliento y la cordura. No era la primera vez que sus labios se encontraban pero sí la primera en que sus lenguas se entrelazaban, la primera que ella abría su boca para permitirle a él invadirla, tomar el más íntimo de sus sabores y entregarle el propio. “Te quiero, Candy...” Esas palabras recientemente dichas por Neil retumbaban en su alma y en su mente mientras lo besaba y se dejaba besar. “Pero... ¿puedo confiar realmente en ti? ¿Puedo reconocer que te quiero también a pesar de todo?” Finalmente ella se rendía ante el reconocimiento de sus propios miedos sobre el sentimiento que fue creciendo de a poco en su maltrecho corazón desde la noche misma de su separación con Terry... “Terry” pensó en medio de la pasión que la desbordaba y por primera vez se dio cuenta de que lo hacía en señal de un adiós definitivo, aplastante, contundente. Terry era el pasado, ese pasado que daba lugar a este abrumador presente inverosímil, jamás hubiera podido pensar que entregaría su corazón de nuevo y mucho menos que el depositario de tal joya sería Neil, ese Neil que la poseía, ese Neil que la aprisionaba en un abrazo interminable de labios y alientos, ese Neil que había logrado meterse en sus sueños y pensamientos. ¿Podría finalmente reconocer que sí, que lo amaba, que a pesar de todo lo amaba? La respiración de ambos se agitaba pidiéndoles más de esa entrega, la excitación era angustiosa, no dejaba lugar al raciocinio. Poco a poco la mente de Candy se fue nublando y dejó de pensar en sus temores y en la incertidumbre que gobernaba sus emociones. Él la empujó suavemente hacia el tronco de un árbol cercano y recargó su cuerpo sobre el de ella, buscando el delicioso contacto de su viril miembro sobre el cuerpo femenino. Una ola de delirio se le estrelló a Candy en el vientre al sentir el palpitar incesante de lo que reconoció como la vigorosa manifestación de la excitación de su amante y se descubrió sorpresivamente a sí misma deseando que la ropa no existiera, que el contacto de pieles y humedades fuera absoluto, se descubrió como una mujer decidida y una amante libre de prejuicios, quería sentirlo, quería aprisionarlo entre sus piernas hasta morir. ¿Había sentido esa urgencia antes? ¿Había entregado su pasión de esta forma a otro? No... Nunca antes, ni en aquel beso en Escocia. Era sin duda la primera vez que perdía de vista las buenas costumbres que toda “mujer decente” debe considerar, era la primera vez que lo que sentía era más fuerte que lo que pensaba. Ajeno a los pensamientos de Candy, Neil sentía que enloquecería si no lograba vencer el miedo a su rechazo, ansiaba acariciarla toda, pasar sus manos y su boca por todo el cuerpo de su amada, que sentía se le entregaba sin reservas, pero temía que las inseguridades y los miedos de la chica volvieran al sentir sus avances y se rompiera así el mágico momento que compartían. Lentamente deshizo el beso y la miró a los ojos obteniendo inmediatamente el permiso tácito que ella le otorgaba para continuar sus avances sin temor. Fue ella entonces la que buscó su boca, la que le acarició el alma con su lengua y sus ardientes deseos desbordados. Él posó sus manos sobre sus redondos senos y los estrujó cadenciosamente arrancándole gemidos de placer nuevo, de un placer desconocido para ella hasta ese momento. Neil
resbaló sus labios lentamente hacia el mentón, y luego hacia el cuello mientras rítmicamente embarraba su cadera en la de ella sintiendo ambos una oleada de satisfacción en cada presión que se hacía cada vez más intensa. Candy echaba su cabeza hacia atrás, cerraba los ojos y se dejaba llevar por el placer de sentir en carne viva lo que una noche sintiera en aquel sueño en el que Neil la hacía su mujer entre pétalos de rosas. Él volvió a su boca y la besó con mayor intensidad, con locura, con una ansiedad que subía desde su vientre. Fue entonces cuando sintió que se desbordaba en el placer, tal vez por la abstinencia a la que se había auto sometido durante meses como una forma de expiar sus culpas y demostrar su amor por Candy, tal vez por el infinito placer de materializar finalmente sus deseos, el hecho es que su vientre explotaba mientras sus embates contra el cuerpo femenino se intensificaban en la búsqueda de una mayor satisfacción, logrando al mismo tiempo con ese violento roce que su amada se convulsionara sumida en el éxtasis de un orgasmo simultáneo, en la novedosa sensación del placer infinito manifestándose en su bajo vientre y extendiéndose al resto de su cuerpo como una invasión poderosa, incontrolable, que la hacía temblar y gemir sin poder evitarlo mientras una tibia humedad descendía de su interior. El torbellino amatorio terminó dejándolos a ambos sumidos en el sopor característico del agotamiento que el placer conlleva. Ella ruborizada hasta las orejas, escondiendo su rostro en el fuerte pecho masculino, él al mismo tiempo satisfecho y avergonzado de no haber podido contener sus ansias por más tiempo, posando sus labios sobre la cabellera rubia que se desparramaba bajo sus ojos. Suavemente se separó de ella con la interrogante de lo que encontraría en esa verde mirada cuando la viera de nuevo. Lo que encontró superó el más perfecto de los anhelos, ahí estaba ella, con los labios aun palpitantes y húmedos, con la melena alborotada y llena de pequeñas ramitas y trozos de corteza, testigos mudos de los intensos momentos recién vividos, llenos los ojos de satisfacción y sorpresa. Se miraron largamente, sin hablar, repasando cada uno en su interior el largo camino que debieron recorrer para llegar a ese punto de encuentro cósmico, de complementación amorosa, hasta que él sintió el frío golpearle la entrepierna y bajó su vista hacia esa zona de su cuerpo. Fue entonces cuando ambos soltaron una sonora carcajada, al reconocer una amplia y húmeda mancha en su pantalón como evidencia irrefutable de su sensual aventura. La carcajada les entibió el alma, les despojó del último resquicio de tensión guardada y los devolvió a la realidad, a esa realidad en la que quedaban conversaciones pendientes y miedos por vencer. Candy se separó un poco, se sacudió el cabello y se acomodó la falda. Necesitaba encontrar la claridad de ideas para poder explicarle a Neil sus sentimientos y sus temores. Recordó entonces la promesa que él le hiciera antes de besarla: “No te prometo que todo será perfecto, hay demasiadas cosas que lo impedirán, pero sí puedo prometerte que serás lo primero en mi vida, que te defenderé y protegeré de todos y que por ti seré un hombre triunfador del que te sientas orgullosa… por ti.”, y sintió la imperiosa necesidad de hablar, de decirle tantas cosas que guardaba en su pecho y que por desconfianza había callado. Ahora que su cuerpo había hablado por ella de poco o de nada valía que negara que lo amaba, porque tal fue el descubrimiento que ella hiciera al final de ese intercambio de besos y caricias: ella lo amaba, lo amaba en cuerpo y alma, con sus defectos y virtudes, lo amaba desde hacía tiempo, lo amaba y con él a su olor y a su pelo y a sus manos y a sus ojos. Lo amaba como nunca, como siempre, como jamás.
- Te amo… - susurró mientras Neil se sacudía el cabello y se acomodaba la corbata, tomándolo por sorpresa y haciendo que volteara a verla lleno de asombro y confusión. - Te amo… - repitió al ver el desconcierto habitar su mirada, sin embargo Neil no reaccionaba, parecía estar en una especie de trance. Tantos años anhelando esas palabras que ahora finalmente escuchaba, tantas noches soñando, eran demasiadas emociones y le estaba costando trabajo asimilarlas. Candy se acercó a él y suavemente le acarició el rostro. - Te amo… - volvió a decir, esta vez a escasos centímetros de la boca del muchacho, depositando luego un beso en sus labios, mientras gruesas lágrimas caían de los ojos de Neil. Este, al sentir la humedad atravesando su rostro fue conciente de que nunca antes había llorado de felicidad. Porque esas lágrimas eran de la más absoluta felicidad, esa que te llega cuando lo que más anhelas en la vida se te concede. - Candy – murmuró en medio de la lluvia de besos que ella le regalaba para entregarse de nueva cuenta a la exquisita tarea de llenarse la boca y las manos de la mujer a la que amaba y que finalmente le correspondía, ajenos ambos a un par de ojos intrusos que los observaban a cierta distancia.
Capítulo XIII. Por Laurie
Mentiras Neil y Candy estaban en el departamento de ella, lugar al que se habían dirigido después del bosque. A pesar de todo Candy se sentía cohibida y algo apenada, los hechos habían dado ocurrido sin dar oportunidad de que fluyeran los sentimientos. Estaba preparando un té para ambos cuando sintió las manos de Neil sobre su cintura y su rostro sobre el hombro. -Candy... – dijo en media voz, delatando la intimidad del momento. -Dime... -Quiero que sepas que te amo... lo que paso fue... maravilloso – decía mientras la volteaba para encontrarse con su mirada – entiendo demasiado tarde que las condiciones no fueron las mejores para que algo así sucediera, pero... no pude contenerme más... llevaba meses esperando una señal de aceptación de tu parte... -Neil, yo no me arrepiento de lo que paso, pero... estoy confundida... -¿Confundida, de que hablas? – algo dentro de él reacciono de inmediato ante esa respuesta... ¿Se estaba acaso burlando de él? -Quiero decir... que me apena que pienses mal de mi.... yo... nunca antes me había sentido así – dijo Candy en medio de gran rubor deseando intensamente refugiarse en su pecho. La vocecilla frágil y pausada. -Yo te amo Candy...- dijo el atrayéndola hacía su pecho adivinado la necesidad que tenia de que le reafirmara sus sentimientos... – No quiero que vuelvas a dudarlo, reconozco de nuevo que no he sido un santo contigo, pero ahora todo es distinto... por favor no vuelvas a dudar de mi. Después de lo que ha pasado, creo que tendremos que hablar con la familia... -¡Neil, la tía abuela me va a odiar...!- dijo ella llenándose de un infantil miedo a las reacciones de la anciana... -Por supuesto que no... Candy lo que ha pasado es nuestra intimidad, nuestra relación, sólo tu y yo somos participes, nadie tiene porque enterarse de ello. -¿Nuestra relación?- dijo ella cambiando las preocupaciones por otras dudas que resultaban un tanto más agradables... -...Nuestra relación... – afirmo él – Claro eso en el caso de que acepte ser tu novio... -¿Qué quieres decir? – respondió ella frunciendo el cejo y tensando la espalda... -Era broma Candy – y la retuvo entre sus brazos al ver su posición – Eres mi novia... bueno de nombre, a partir de hoy, creo que somos mucho más que eso, ¿No crees?. Quiero gritárselo al mundo... -¿Cómo que gritárselo?, acabas de decir que todo quedara entre tu y yo... -Claro que si... lo que quiero gritarles es que en breve serás mi esposa... -¿Esposa?... – dijo ella borrando cualquier otra cosa de la mente. -Si no aceptas, entonces si que la Tía abuela se enterara de... -¿Hablas en serio Neil?...- ella seguía incrédula, la mirada se comenzaba a poner brillante y Neil supo que estaba conmovida. Se embelesó viendo esa reacción en ella y se dijo a sí mismo que haría lo que fuera por tener esa laguna verde todos los días de su vida, brillando así, solo para él. -Por supuesto que si, es algo necesario después de lo que ha pasado y además es lo que deseo.
Se quedaron viendo por largo rato un poco más y disfrutando su iniciada relación. El té quedo en el olvido, pero no la mancha en el pantalón de Neil. Candy lo tuvo entre sus manos y revivió con ensueño semejantes escenas. Lavo delicadamente la parte de la prenda y después la seco con ayuda de la plancha... Esposa...quien lo diría. Con una sonrisa realizaba la tarea, y tan entusiasmada estaba que solo cuando percibió de vuelta los brazos de Neil se dio cuenta de que él estaba ahí... sin pantalones... -¿Te gustaría vivir en la casa de Lakewood? – pregunto cerca de su oído... -Es cerca del Hogar de Pony y es muy hermosa... pero mi trabajo esta aquí... -¿Trabajo?, Candy, creo que no sea conveniente que sigas trabajando... -Pero a mi me gusta lo que hago.. -Sí lo sé, y sé que es importante para ti, pero piensa cuando tengamos una familia... podrías contagiarles algo a nuestros niños, a mi... o tu misma enfermarte. Además sabes que los niños requieren mucho cuidado, quien mejor que tu para que estés pendiente de ellos. -¿Niños? – dijo Candy con gran ilusión... -Por supuesto, creo que tenemos que pensar en eso... Ahora que te vi ocupada en mi pantalón, pensé en que tu sólita podrías hacerte cargo de las labores de la casa... y te adelanto que no lo permitiré, no deseo llegar y encontrar a mi esposa cansada y sucia... -Neil yo... -Sí Candy, ya sé que te gusta mantenerte ocupada y estaré de acuerdo, siempre y cuando no excedas... cundo tengamos un hijo quiero que te dediques por completo a él... No quiero que crezca entre nanas y sirvientes... -Creo que te estas adelantando demasiado... ya pensaremos en eso cuando se de la situación... -Podría ser muy pronto. Tengo que hablar con Albert... y espero que me crea... -Hablara conmigo y le diré que es verdad... -Espero que no intente golpearme o matarme por seducir a su hija... -. Dijo pícaramente... -Preocúpate por Archie, él si no te creerá fácilmente.- Neil recordó la platica tan efusiva y alegre de Candy con Archie... -¿Te importa mucho lo que Archie piense?...Él es muy importante para ti ¿Verdad? -Por supuesto... es como mi hermano, y es el prometido de Annie... me ha dicho que se casaran pronto y eso me hace inmensamente feliz, he esperado esa boda desde hace mucho tiempo. Neil suspiro aliviado para sus adentros. De seguro Candy lo había abrazado con tanto entusiasmo al decirle él que se casaría con Annie. Sin embargo, tal como decía Candy, de seguro él si dudaría de su relación con ella y posiblemente hasta se opusiera... Tendría que tener gran cuidado con él y sus arranques. -Aquí está tu pantalón...– dijo ella sin levantar la vista entregándoselo con la mano... -Gracias – respondió secamente, tomándolo para colocarlo de inmediato sobre el planchador... Pero así estoy cómodo – y se deleito en la mirada escandalizada que Candy le mandó... – Aunque la situación es injusta – Y dejo caer lo labios sobre los de Candy al tiempo que sus manos iniciaban una batalla con la falda...
¡Ese infeliz de seguro estaba planeando algo más!... claro que eso era... de ninguna manera había quitado el dedo del reglón y ahora había logrado su objetivo... ¿Cómo es que su gatita había caído en sus intrigas?. Ella sabia mejor que nadie que no era gente de confiar, muchas ocasiones había
padecido por sus estupideces ya hora sin más creía en él y aceptaba una relación...¡La estaba besando!... ¡El muy patán, la estaba besando!... para su suerte de su vesícula biliar era todo lo que había visto Archie estaba como fiera enjaulada, conducía sin mucho cuidado hasta la oficina de Albert. no le diría lo que pasaba, eso lo resolvería el mismo, esa era una deuda contraída con Anthony y Stear. El bienestar de Candy era un común entre los primos, siempre fueron muy unidos, los tres, el tonto de Neil sólo intervenía para mal... siempre lo echaba todo a perder. Tenía manos de estomago y de ninguna forma permitiría que le hiciera daño a Candy... Solo dios sabía que artimañas abría utilizado para hacerla caer en sus redes... pero eso era lo de menos, así tuviera que recurrir al mismísimo demonio para llevar a cabo sus planes y alejarlo de ella lo haría. Afortunadamente tengo su dirección... pensó mientras caminaba ya por los pasillos de las empresas Andley e irrumpía sin más en la oficina de Albert. -Archie ¿Algún problema?, te ves muy alterado... -Tenemos problemas en la sucursal de Florida, al parecer una huelga esta por estallar y se necesita de nuestra presencia - dijo Archie evidenciando preocupación. - !Oh no! - estallo Albert lleno de frustración. Desde el primer día que llego a las empresas el ritmo lo trabajo lo absorbió y alargó indefinidamente sus deseos de dedicarse a lo que realmente le gustaba - George salió hoy hacia Washington, tenia cosas que arreglar allá, mañana se firma el contrato con los europeos y yo debo estar presente... - Por mi parte Albert tengo cosas que revisar de otro contrato, es una buena inversión y la cita con los interesados también será pronto... además, mi compromiso con Annie esta por anunciarse... Creo que es tiempo de que Neil se encargue de algo serio - menciono calculando el tiempo necesario para alejar a Neil y platicar con Candy, además de... - ¿Neil?... Hablas en serio... digo, no es que desconfíe de su capacidad, pero sabes que participa en las empresas solo cuando quiere, para ejemplo, no se ha parado desde hace más de un mes por aquí... Demasiado ocupado seduciendo a Candy...¡!Imbécil!... - Sr. Andley, su sobrino lo busca- la secretaria entro. - ¿Mi sobrino? - Albert necesito hablar contigo de algo muy importante... - Neil se presento en ese justo momento. Archie secretó más ácido al pensar de lo que deseaba hablarle, al ver sus ojos brillantes de triunfo y satisfacción. - ¡Que bien que llegas Neil! - dijo inmediatamente de forma muy irónica... - Justo estábamos hablando de ti... - ¿Ocurre algo? La expresión le fue cambiando en cuanto escucho lo que le proponían. No entendía porque ese par que siempre había desconfiado de él, ahora de pronto le confería semejante labor. Por supuesto que rebatió un poco, no tanto como se esperaría al valorar la situación, se dio cuenta de que no podía contrariar a Albert, en esta ocasión no era una vulgar mesada lo que estaba en juego, si deseaba en verdad ganar su confianza y aspiraba a que aceptara su relación con Candy tendría que mostrar que estaba dispuesto a participar seriamente en los negocios de la familia, ese seria el comienzo... - ¿Porqué no vas tu Archie?. Tienes mas experiencia, ¿No es lo que siempre pregonas?... - Archie tiene otros asuntos, además esta preparando su fiesta de compromiso... - ¿Fiesta de compromiso? - respondió con una irónica sonrisa- No me han dicho siempre que la responsabilidad está por encima de todo.
- Justo deseamos que empieces a experimentarlo y te olvides por completo de cosas imposibles... - le respondió Archie con una mirada penetrante que se adivinaba como amenaza... - De acuerdo, revisare el informe y partiré mañana... -Partirás hoy, aquí tienes tu pasaje - respondió haciendo señas a las secretaria para que lo entregara. - ¡Hoy mismo!...- Archie tenia algo más en contra de él... y tal vez por la proximidad de los hechos, se le vino de inmediato la idea de que estaba enterado de algo entre el y Candy... - De acuerdo, solo espero contar con los mismos privilegios que tú cuando yo anuncie mi compromiso - respondió deleitándose viendo como Archie se tensaba como tocino echado a la cacerola y sus ojos intentaban asesinarlo... Era eso, su primo sabia algo y quería alejarlo. - Tendrás mi apoyo cuando eso suceda - contesto Albert ignorante de la situación alrededor... - Ya te lo recordare Tío, me voy entonces... - se encaminó a la puerta y desde ahí se volvió de nueva cuenta... - Espero que tu fiesta salga muy bien... te prometo regresar para esos días, tal vez contrate a la misma agencia - dijo sosteniéndole la mirada a Archie - Cuiden a Candy por mi... Albert se quedo extrañando, pero no puso mayor atencion... hasta después de terminar de revisar una hoja fue que reacciono... - ¿Esta saliendo Neil con alguien?... - No - Archie pensó mejor las cosas - ... No estoy seguro, siempre se a rumorado que entre él y Daisy Simons existe algo... - Entiendo... - el magnate siguió pensativo observando las reacciones de su otro sobrino... Dime algo Archie... ¿Hay algo que no sepa?, ¿Querías deshacerte de Neil?... - ¿Cómo se te ocurre?... - menciono antes de salir de la oficina...
El té dejaba escapar nubecillas que se elevaban. Los dos hombres estaban frente a frente y a decir verdad Archie jamás penso pedir ayuda de... ¿El mismo demonio? - Me alegra saber de Candy... ¿Cómo esta ella?... - Agradezco que hayas venido... pero iré al grano... Desde su viaje a Nueva York, Candy ha estado muy extraña... Si no estuviera desesperado jamas te abría buscado... - Eso lo sé, no tienes que repetírmelo, y por eso es que vine... deseo que ella sea feliz, así que haré cualquier cosa por ayudarte... - ¿Te has casado? - lanzo la pregunta directa haciendo que el hombre frente a él inevitablemente sonriera por su urgencia... - No lo han publicado los diarios... - Quería comprobarlo... no todo lo que dicen es cierto... - No me he casado... aún... - ¿Qué sientes por Candy?... ¿La sigues...? - Por supuesto que la quiero, siempre lo haré... pero lamento desilusionarte... - ¿A qué te refieres?... - A que de ninguna manera pienso interponerme entre ella y alguien mas, si es lo que pretendes... - ¡Maldita sea tienes que ayudarme! - respondió Archie soltando la taza de teé.. - Te comportas como si ella estuviera en las puertas del infierno... Candy es fuerte y jamas haría algo de lo que se arrepintiera. Si ahora esta con alguien, aunque me duela, tengo que
aceptar que es lo justo... y si ella ha escogido, así tu y tu familia entera se retuerzan ella terminara haciendo lo que quiera, pareciera que no la conoces... A propósito gracias por la invitación a tu fiesta... -No entiendes nada... -¿Quién es el involucrado? - interrumpió con su clásico sarcasmo y altanería...- ¿Neil Leegan? - menciono envolviendo sus palabras con una burlesca sonrisa, que cambio de inmediato al ver la expresión de Archie... su taza hizo el mismo sonido al caer... De pronto recordó el final de la función, la escena de las escaleras. Candy trataba de engañarlo, pero la verdad es que estaba triste. Él se quedó en el filo de la escalinata viéndola alejarse... sólo por momentos, después la siguió discretamente hasta que en la entrada al hospital vio a Neil Leegan que la abrazaba y limpiaba sus lágrimas. En ese momento hubiera querido correr y arrancarla de sus brazos, pero la madre de Sussana lo llamó y tomándolo del brazo lo alejo de ahí. Sin embargo en al expresión de Neil vio por primera vez algo bueno, algo honesto... estaba enamorado de ella...
Habían pasado casi dos semanas y Candy no tenia noticias de Neil. En sus actividades de la clínica se veía algo distraída y varias veces soportó la burla de sus compañeras por la ausencia de Neil. Le sorprendió demasiado darse cuenta de que muchas de ellas se referían a él como su novio. Ahora estaba en su departamento, discerniendo que seria lo mas adecuado para usar en la fiesta de compromiso de Annie, seria la noche siguiente y no quería defraudar a su hermana. Le hubiera gustado ir con él, aunque algo le decía que con seguridad iría a la fiesta. Afortunadamente Candy no acostumbraba leer las paginas de sociales, porque de ser así, se hubiera enterado de que Terrence Granchester acababa de llegar a Chicago en plan de encontrar el amor, por lo menos así lo decían los diarios sensacionalistas, al mismo tiempo comentaban que los jóvenes de la rancia sociedad buscaban establecer alianzas. El mas comentado caso desde luego era el de los Cornwell-Brighten, su unión considerada de ensueño por ser una pareja joven y hermosa que derrochaba amor, además de unir a dos de las más importantes familias de América en cuanto a prestigio y poder. Sin embargo desde hacia días se dilucidaba también sobre todos los romances inestables que tenia ya en su historial Neil Leegan, el mas estable dentro de toda la correría de debutantes, era sin duda el que tenia con Daisy Simons. Candy empezó a revisar los periódicos con la intención de recortar las fotos de Annie y Archie. Tomo el periódico sin miedo de las noticias que se publicaran en las paginas de sociales. En eso estaba cuando alguien llamo a su puerta. − − −
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Hola Candice... - Sin invitación Eliza entro al sencillo departamento inspeccionando todo... demasiado sencillo y simplucho para su gusto, pero no pudo evitar plantearse lo extraordinario de vivir sola... Hola Eliza - a decir verdad encontraba poco o nada de gusto por la visita, por el contrario se esperaba lo peor. Sin embargo era conciente que lo mejor seria la forma de ir limando asperezas, o por lo menos intentarlo... He traído algo para ti... - y vio como la mirada se le iluminaba... - Albert mando fuera a Neil por asuntos de la empresa... no pudo despedirse de ti y hasta ahora ha enviado esto...- le extendió un sobre... No era que Neil no hubiera escrito nada... era más bien que Archie “había colocado” un especial filtro para la correspondencia... Eliza considero prudente mantener el juego de las cartas... Gracias...
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No sé a bien que es lo que te traes con mi hermano y esta de más decirte que no me agradas - menciono despectiva... Eliza... Apoyare a mi hermano en lo que sea, pero si haces cualquier cosa contraria a él, te darás cuenta que todo lo hecho hasta ahora fue mera cosa de chiquillos... Más te vale hacerlo feliz, o de lo contrario... te las veras conmigo y no tendré piedad... - respondió cerca de la salida...
Candy no presto mucha atención a sus palabras, en cuanto salió, rasgo urgida el sobre y comenzó a leer en voz alta... Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar y el caballo en la montaña. Con la sombra en la cintura ella sueña en su baranda, verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata. Verde que te quiero verde. Bajo la luna gitana, las cosas le están mirando y ella no puede mirarlas. Verde que te quiero verde. Grandes estrellas de escarcha, vienen con el pez de sombra que abre el camino del alba. La higuera frota su viento con la lija de sus ramas, y el monte, gato garduño, eriza sus pitas agrias. ¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...? Ella sigue en su baranda, verde carne, pelo verde, oñando en la mar amarga. A media poema era otra voz era la que se escuchaba, una que definitivamente no era la que deseaba escuchar en ese momento... Candy se volteo incrédula para encontrar al dueño de esa profunda voz. Con su usual pose sarcástica y su porte altivo, Terrence le sonreía abiertamente. Por supuesto que sintió gran gusto al verlo ahí frente a ella, sobre todo al ver que ya no tenía el velo de tristeza y angustia sobre su mirada, por el contrario. Vestido elegantemente, hacía honor a sus raíces aristocráticas. Sin embargo más allá del gusto un leve temor interno se le formo, el temor de que el intentara hacerla regresar a su lado. -¿Tú?- fue lo único que sus labios pudieron decir. -Veo que te da gusto verme – respondió de inmediato, sonriendo y comprobando que de intentar reconquistarla sería inútil... ella ya no lo amaba... – Yo si estoy feliz de estar aquí...
-No me imagine verte tan pronto – ella seguía impresionada por la presencia de su “ex”... de pronto se dio cuenta de que Eliza acababa de salir y se sintió una niña huyendo de los retos o del descubrimiento de la hna. María. -Hermoso poema, de mis favoritos... ¿Quién te lo ha mandado?, es digno de reconocer su buen gusto... en todos sentidos... -¿Cómo estas Terry?... – fue lo que atino a decir mientras saboreaba la sensación de libertad por no conmoverse o alterarse con solo verlo... -Estoy feliz de verte feliz – respondió él con una reverencia. Candy clavó su mirada en él y se dio cuenta de que era sincero. Sin poder contenerse se arrojo a sus brazos buscando al amigo que tanto estimaba - Me alegro muchísimo de tenerte así, de poder abrazarte sin miedos y sin represiones... Pecosa, me alegro tanto de recuperar a mi más querida amiga... -Terry... me alegro tanto de verte bien... ¿Cómo está... -No quiero hablar de eso – respondió negándole a Candy el saber que en menos de lo que esperaba Sussana dio por terminado todo afecto que pudiera tener por él – lo único que deseo saber es... ¿Eres feliz?... -Lo soy... – le contesto sin dudas. -Es lo que importa... Eliza espiaba la escena desde el pasillo. Habían dejado la puerta abierta y así se entero de todo, honestamente pensó que de seguro Candy volaría a los brazos de Terrence, pero se encontró con la mirada con algo de angustia estrujando la nota del poema. Decidió no actuar, las reacciones de Candice al parecer eran fieles a su hermano.
Elegantes atuendos abundaban por doquier, la constante era clase y distinción, la mansión Andley se engalanaba para darle la bienvenida a una nueva miembro del Clan, Annie en compañía de sus padres se encontraba dichosa, sobre todo al ver que Candy lucía tan feliz como hacía mucho no la veía. Se sorprendió demasiado cuando al inicio del baile ella irrumpió en la pista del brazo de Terry, junto con Patty comentó que posiblemente se habían arreglado, sin embargo a media velada él acudió a despedirse para abandonar la fiesta. Todo esta en orden Cornwell, no hay de que preocuparse, te aseguro que Candy será feliz... Terry se dirigía hacía la salida cuando un auto se aparco en la entrada, el piloto descendió y se quedo de una pieza al ver quien estaba saliendo. Sin poder evitarlo se llenó de rabia y de celos, sobre todo al ver que Candy lo abrazaba y besaba su mejilla. El ardor en su interior fue infinito y casi alcanzo a escuchar como algo se quebraba dentro de él. No podía creerlo e insanamente no desprendía la vista de la escena. Un sabor profundamente amargo le lleno la boca mientras sentía que el piso desaparecía y él era el imbécil más grande sobre la tierra. -¡Hola Neil! – la voz de Daisy Simons se escucho tras él - ¿Qué ocurre? – pregunto más que sorprendida al ver la palidez de su rostro y lo fiero de su mirada... -Nada... es solo un poco de cansancio... -Magnífica fiesta- respondió ella como si nada, evidenciando lo poco que le importaba en realidad su bienestar- Como todas las que organiza tu familia... Neil no puso la menor atención a lo que decía, continuaba con la mirada fija en la entrada. -¡Que suerte la de tu prima!... toda la velada ha estado pendiente de ella... -¡Ella no es mi prima!- menciono de inmediato a borbotones de ira.
Justo en ese momento Terry comenzó caminar hacía la salida, pudo ver como se despedía de Candy con un beso en la mano, luego se dio la vuelta y ella agito su mano, pero el no volvió la mirada atrás. Candy se quedo sola en la entrada, una sonrisa melancólica se dibujo en su rostro y después elevo la vista al cielo. Él decidió que era tiempo de hacerse notar. -¡Neil espérame!, dijiste que entrarías conmigo – la chica casi corrió detrás de él que como fiera se acerco a la entrada. -¿Te diviertes? – pregunto con una voz ronca y baja, asiéndola fuertemente por un brazo... -¡Neil!...- ella se sintió feliz, pero al ver a la muchacha que lo seguía y su mirada oscurecida de rabia se sintió completamente contrariada, casi asustada y algo molesta cuando él comenzó a caminar llevándola hacía otro de los jardines. Caminando a gran velocidad y sin detenerse a pensar en su bienestar se detuvo finalmente aprisionándola entre el tronco de un árbol. Sus manos sostenían fuertemente los hombros y su rostro estaba por demás cerca del de Candy. -¿Qué hacías con ese imbécil? – Fue su pregunta y una de sus manos rodeo su cuello sin presionarlo. Candy sintió que la piel le ardía intensamente y no supo si era excitación, temor o indignación lo que sentía por comportarse él de esa forma. -Me despedía de él... sólo eso- se dio cuenta de que estaba muy celoso y adivinaba dolor en medio de su reacción violenta. -¿En verdad deseas estar conmigo?... ¿Te irás con él?... Más te vale que no Candy, porque jamás lo permitiría – dijo al comenzar a ejercer un poco de presión en su cuello, inevitablemente una lágrima lo traiciono y se sintió débil como nunca antes... -Neil, mi amor, te extrañe tanto, no me dijiste que viajarías... Neil la soltó de pronto y se enjugo las lagrimas, inmediatamente la agitada Daisy apareció. Él clavo su mirada profunda en la de Candy por última vez y sin más se volvió para ofrecer su brazo a la boba rubia detrás de él. Candy se quedo de una pieza y salió casi corriendo de regreso a la mansión. Tropezó con su espalda, pero no se detuvo, siguió su camino muy alterada. Los ojos de Archie la siguieron preocupados desde el interior del salón, pero no hizo nada. Sólo cuando vio que Neil entraba solo y la buscaba por doquier con la mirada fue que decidió intervenir...
Capítulo XIV. Por Alondrita
Hazlo sufrir Cuando el amor parece tomar su curso se enfrenta a duras pruebas de sobre vivencia, pareciera que el mundo estuviese a su favor y de pronto envidiase su suerte y se volteara por completo en su contra. Quién podría decir a los enamorados el curso correcto de sus acciones, quién podría aconsejarles de la mejor forma para el bien de su propia vida y de su relación. Cómo saber si el mundo tiene para ellos un destino favorable o no, cómo saber si es erróneo o de acierto cada uno de sus pasos, cómo saber más aún si se pertenecen uno a otro y si se han encontrado a su media naranja o han errado en su mirar. Candy se torturaba la mente en aquel oscuro sitio, girando de un lado a otro para contener las lágrimas que ya había derramado. Había pasado de la pena, el temor, la tristeza y todos esos sentimientos de un corazón dolido a la desilusión, desencanto, rabia e indignación por lo sucedido unos minutos atrás. Su cabeza indagaba una y mil veces por la el trato de Neil hacia su persona, pero no por analizarlo a él, sino a ella misma, ¿era que ella misma había permitido todo aquello? ¿Ya no era la misma Candy? ¿Su lugar se había rebajado tanto como persona para permitirle tal arranque de celos y, peor aún, ese trato y desconfianza hacia ella? ¿Realmente podría vivir con algo así? Después le hubo asaltado un temor y un razonamiento que dejó de lado por la confianza que tenía a aquel hombre que poco había dado para ganársela… él había amenazado con hablar de su encuentro amoroso con la familia si ella lo rechazaba, tal vez no bromeara y ella quiso creerle en medio de su embelezo por él, había dicho que no la dejaría ir tan fácilmente… ¿quién se creía que era? ¿Su dueño acaso? Fue entonces que sus pensamientos se vieron interrumpidos por una voz, una familiar y profunda voz que llegaba de un lugar que no pudo descifrar de inmediato. - Y hasta ahora te preguntas si tus decisiones fueron las adecuadas- aseveró aquella inconfundible voz. Ella giró rápidamente para encontrarse con la procedencia de aquel sonido pero no había estado tan sumida en sí misma que apenas y le había sido audible. - Pero quién…- preguntó a penas con los ojos temblando de rabia, las manos doliendo de impotencia, el corazón constipado de dolor y la garganta atravesada y atorada por un enorme nudo. - Por acá Pecosa- Entonces ella giró y lo descubrió, estaba muy cerca suyo, pero en un lugar que no hubiera adivinado en esos momentos de frustración y dolor. - ¿Qué haces aquí?, pensé que ya te habías marchado- dijo ella. - Si quieres así lo haré, pero no pude evitar ver aquella escenita que acaba de hacer tu novio y la facilidad con la que te ha dejado huir y pensé en hacerte compañía… o bien fastidiarte un rato más- dijo con aquel sarcasmo y burla tan de sí cuando trata un acercamiento pero le cuesta trabajo. –Por cierto- dijo –creí que te encontraría trepada de un árbol para aliviar tu dolor, ¿tanto has cambiado? Guardaron silencio un momento y después Terry recomenzó su charla.
- Deberíamos irnos de aquí, estamos bastante cerca y a la vista, no me gustaría que tu noviecito nos encontrara y te diera una paliza- dijo burlón desde aquella rama en la que estaba totalmente relajado en apariencia. - El no...- trató de defenderlo Candy, pero al ver aquellos ojos no pudo decir mucho. - Qué lugar para fingir esconderte - ¿Fingir?, ¿de qué estás hablando?- respondió ella indignada y a la defensiva con Terry. - Si, de qué otra forma puede llamarse si llegas a este sitio que se encuentra tan a la mano para que seas encontrada, supongo que es porque en tus sueños él te persigue y se arrodilla pidiéndote perdón por sus arranques de celos.- sugirió él para forzar a Candy a moverse de aquel lugar, pero sin bajar de aquella altura por si eran descubiertos no afectarla en ningún momento. Candy no dijo mucho, se limitó a girar la cabeza hacia uno de sus costados en ánimo de descontento y pronunciar dos palabras “Yo… no”, pero era verdad, de cierta forma ella le facilitaba a Neil el encontrarla, no era tan tonta para esconderse en un sitio así, tan iluminado y cercano a su pelea. “Es verdad” pensó para sí “tan embobada estoy con él que incluso después de lo que hizo espero que venga a buscarme para reconciliarnos, inconcientemente no busqué un mejor lugar para esconderme, me traiciono a mí misma”. - ¿Y bien?- preguntó a lo que ella asintió con la cabeza y esperó a que él bajara, pero éste solo se deslizó un poco más abajo para extenderle la mano, ella reflejó su incógnita en la cara y Terry dijo entonces –Sería más prudente escapar por los árboles ¿no crees?, o ¿aún deseas que te encuentre?- Candy tomó impulso y brincó para sujetarse de aquella mano amiga, subió y ambos fueron de árbol en árbol a un sitio aún más cerca de en dónde se llevaba a cabo la fiesta, pero más escondido e inverosímil a la vez. - ¿No eras tú el que decía que era obvia?- indagó burlesca Candy. - Resulta que hay varias formas de esconderse, y el mejor lugar es el más inesperado, el que por obviedad se descarta. Aquí estamos a salvo, nadie nos ve y nosotros si los vemos, además así podrás volver a la fiesta para despedirte cuando lo desees. Candy lo miró, sin duda era aún más inteligente y maduro. Ella trató de indagar en el corazón de él pero éste no lo permitió, solo dijo “No estamos aquí para hablar de mí, eso ya lo hicimos, solo agregaré que se tu no me amas más y ya hemos separado nuestras vidas… solo nos resta algo que espero jamás perderemos y es nuestra amistad”. Charlaron por largo rato. Terry indicó que comprendía, sin justificar, la reacción de Neil al verlo con ella, sin embargo era imperativo que si ella pretendía tener una relación más seria con él siguiera dándose su lugar como persona, que impusiera su fuerza espiritual ante la de él, así vencería y tendrían alguna posibilidad. Se despedían finalmente, él partiría y ella entraría por aquella vidriera y estaría en la fiesta sin acceder por la puerta principal. - Hazlo sufrir- dijo por último adiós de esa noche Terry. - Lo haré- dijo ella confabulada en aquella enigmática y arrolladora sonrisa. Terry partió con un dolor en el corazón, en verdad aún era la dueña de él, sin embargo ella no le pertenecía más, su corazón había cedido ante tanto dolor. Ahora era su turno de ser fuerte y dejarla libre, el sacrificio algún día se vería recompensado, y de no ser así, él podría estar cerca para revivir su amor si Neil Leegan no aprovechaba su oportunidad, siempre estaba esa posibilidad. Pero Terry no sabía lo que el destino le tendría preparado, un amor inesperado aparecería en su vida en poco, una chica conocida de antaño, de la que jamás podría imaginado enamorarse. En Nueva York se toparía con Patricia O’Brian, en un accidente ellos dos se verían íntimamente ligados para vivir y ahí Terry se permitiría conocer la fortaleza de aquella chica y encontraría a la mujer escondida en aquel capullo que hubo sido en la época del Colegio San Pablo.
Por su parte Candy tenía aún mucho camino por recorrer. Tomó valor y se introdujo a la fiesta, no sin ser advertida por cierta hermana suya y la de su ahora “galán fastidioso”, como le hubo llamado Terry. -¡Candy! ¿De dónde vienes?- indagó Annie y charlaron por un breve instante ante la mirada fija de Eliza Leegan quien no perdía pista de todo aquello. Eliza buscó a su hermano entre el despliegue de Andley de aquel lugar, pero no le encontró y decidió cuidar los intereses de éste y dejarlo sufrir buscando a la chica. “Eres un tonto Neil, gocé diciéndote como Candy y Terry charlaron en el departamento de ella y haciéndote ver después de acentuar tus celos cómo se trataron cual viejos amigos y qué tan idiota has podido ser al dejarla ir… se que ella es tu felicidad, pero sufrirás por haberla elegido, esto te costará… no solo por mí, sino porque ella es una chiquilla maleducada y sin una pizca de gracia. Tal vez después de todo termines odiándola de nuevo y… pero mientras tanto sufran ambos y aprendan a comportarse.” Pensaba la chica entre mil conjeturas que se hacía. Era la espectadora más enterada, ella sabía los comos y porqués, así pues podía disponer de artimañas para moverles como piezas de ajedrez y divertirse un poco, aunque no haría daño a su hermano, no demasiado.
La fiesta había terminado ya cuando Neil volvió, Candy no le esperó, llegó a su departamento y se acomodó para una larga noche de fingido sueño. -¿Cómo es posible Neil?- se decía mientras subía por aquella escalerilla –De nuevo estás por humillarte, eres tan estúpido… pero ella debió saber que… no debía estar con ese hombre, es mi novia ahora y esta noche yo tenía la pretensión de anunciarlo. La burla en la cara de Eliza jamás la podré borrar de mi mente… y la cara de Archie, ese idiota.- refunfuñaba cuando se topó con la ventana y se dio un golpe que le dolió en el alma. Candy giró y vio a alguien surgir poco a poco de su ventana, aprovechó la oscuridad y tomó algo para golpear al intruso. Candy no emitió sonido alguno y se sitió tras él acertándole tal golpe que lo hizo caer. Encendió la luz para ver horrorizada que se trataba de Neil. Éste último se levantó con dificultad y la miró encolerizado por el golpe, ella miró aquella lamparilla aún en sus manos y la escondió tras ella rápidamente, como una pequeña que había sido descubierta en una travesura. Después recordó las palabras de Terry y volvió a empuñar su arma amenazadoramente en contra de aquel intruso. -¿Qué haces aquí?, ¿cómo te atreves?- Indagó ella. Neil no dijo nada. Solo se quedó sentado bajo la ventana un rato, estaba aturdido y a la vez no sabía qué decir a Candy. Ella finalmente se acercó al ropero y tomó un maletín que guardaba ahí, después fue hacia Neil habiéndole ganado la preocupación por su bienestar, sin cambiar su expresión severa y comenzó a revisar con fuerza aquel golpe. Neil la tomó por la cintura y buscó sus labios, pero ella se negó sin inmutarse, mientras por dentro sentía tantos deseos de aquel contacto. Neil debió notarlo porque no se dejó vencer y entonces pudo ver cómo la luz develaba aquellos pechos a través de su bata blanca y los miró fijamente. Candy se percató de ello pero ya era tarde, debía retirarse con cautela y tomar su sobrepuesto, sin embargo Neil no la dejaría ir, aún ante sus exigencias de no tocarla.
-Te amo- dijo Neil finalmente y bajó su cabeza hasta besar aquellos pechos. Candy tomó aire y cerró los ojos, debía ser fuerte. -Apártate, amar no es solo usar palabras ¿sabes? Neil la observó y sonrió. - ¿Me perdonas? Jamás te trataré así de nuevo. Me volví loco cuando te vi a su lado. -No puedo estar con alguien que no confía en mí- dijo ella terminando el vendaje y separándose cruelmente de aquel abrazo. Para darle la espalda después. -Candy, estoy apenado. No es que desconfíe de ti, no es eso del todo, tengo miedo, no concibo aún- dijo dolorosamente y dejándose caer al suelo de nueva cuenta, haciendo a la chica girar para mirarlo al producir un sordo sonido. –eres un ángel y yo no merezco ni he merecido jamás tu amor, ni siquiera el que voltees a verme, eso me aterra y…- pero Candy no resistió y se acercó a él. -Lo siento, me volví loco de celos, pero no volverá a suceder… en verdad lo lamento. No lo que sentí, pero si haberte tratado de esa forma. Haber- dijo mientras miraba el cuello de la chica y se ponía en pie frente a ella- osado tocarte con tanta fuerza y lastimado- dijo al tiempo que se atrevía a besarla en donde horas atrás estuvieron sus manos aprisionando aquel cuello. Candy no dijo mucho, se repetía una y otra vez “Hazlo sufrir”… pero no podía, era Neil su debilidad. Él la tomó por la cintura acercándose a sus labios peligrosamente. –Te amo- dijo y la besó con pasión. Candy lo perdonaba, así de fácil, ¿era acaso la noche quién le llevaba a reaccionar así? O tal vez sería que lo amaba demasiado para poder enojarse con él. Pero no podía pensar más, él no se detenía, recorrió su cuerpo por la espalda hasta llegar bajo ella, para sujetarla con fuerza y estrujarla contra él. Ella trataba de resistirse, pero lo deseaba, había sido tan excitante todo aquello. Él subió su bata rápidamente y dejó al descubierto sus senos, para después apagar aquella luz entrometida y grosera y arrojar a su amada lentamente a la cama. Quitó su camisa y devoró aquel firme pecho, mientras Candy se debatía entre permitirle retirar su última prenda y quedar totalmente al descubierto. Besos, caricias, pasión, se desbordaban uno en el otro. Neil exploraba su vientre y después traspasaba la barrera que cubriera tan vagamente su intimidad y tocaba con sus manos en lo prohibido. Sentía como aquellos senos rozaban su varonil pecho y entonces se decidió a introducir sus dedos en aquel ansiado sitio. Candy estaba perdida ya, lo habría dejado hacer de ella lo que fuera. Estuvieron así por largo rato, hasta que Neil quedara en ropa interior igual que ella y se posicionara sobre ella abriéndose paso entre sus piernas. El roce era divino, casi tocando el cielo, sus manos desesperaban al igual que las de ella y decidió unirlas en aquel éxtasis de placer. Ella gemía con fuerza ante aquel vaivén y él luchaba por no quitar esas últimas prendas que los separaban del cielo, por disfrutar todo aquello hasta donde habían llegado. Temía embarazarla, temía herirla y más que nada se había prometido no tener relaciones con ella y eso, mientras no la penetrara con su virilidad, podría justificarse para él como simples placeres de novios. Introducía sus dedos una y otra vez, para después apoderarse de sus senos y terminar agitado moviéndose con fuerza para satisfacer sus deseos, enloquecía, pero a la vez disfrutaba cómo Candy de pronto se unía a él y disfrutaba todo aquello, parecía ser que el que no quitara esas prendas le daba valor para tal disfrute. Terminaron cansados y llenos del elixir del éxtasis, pero Neil debía irse antes del amanecer, así que se vistió torpemente y con rapidez salió por donde había llegado, no sin devolverse una y mil veces a besarla y tocar su cuerpo en medio de varios nuevos embistes de amor alocado en medio de “me voy,
me voy, me voy” como promesa entre besos y caricias arrolladoras. Finalmente parte mientras Candy lo observaba aún casi desnuda por la ventana, escondiendo en el marco de esta su cuerpo y asomando únicamente su cabeza para recibir de su amado esa mirada perdida y esos besos enviados por el aire... Ella pensaba para sí “hazlo sufrir… si, cómo lo he hecho sufrir. Pero no volverá a suceder. Y de ahora en adelante la Candy de siempre estará presente. Sin embargo se que no debemos quedarnos solos, no tengo la capacidad de detener sus embates. Habrá que anunciar pronto nuestro noviazgo o podría ir a mayores… Neil, soy alguien de decisión y aunque tenga que estar con Eliza todo el día y con Annie el resto del tiempo no volveremos a estar solos en estas circunstancias.” Pensaba y se indagaba mientras él corría por en medio de la calle entre brincos y locos gritos ya a lo lejos. “Mejor me mudaré a Lakewood, ahí no te será tan fácil llegar a mí… eres mi debilidad y ya lo sabes, eso es peligroso.”
Capítulo XV. Por Noemí
Nuevas esperanzas para un amigo “Hazlo sufrir”…impón tu fuerza espiritual” Aquellas palabras dichas por él aun parecían revolotear una y otra vez en su mente, mientras Annie continuaba con la charla de telas e hilos para el vestido de dama de honor que luciría Candy el día de la boda. Un largo suspiro escapo de sus labios mientras los ojos verdiazul de Terry aun parecían burlarse de ella ante el inconveniente que tenía ante sí. -Candy, aun sigues pensando en Terry – protestó de pronto la trigueña al percatarse del poco interés de su hermana – pensé que te irías con él, finalmente ya no hay nada que les impida estar juntos – comentó la otra sin percatarse la reacción de la rubia. Candy miro de soslayo a Annie aun no podía explicarle que si estaba pensando en Terry era por las razones adecuadas y no por aquel amor de adolescentes que algunas vez los unió, ahora era un par de ojos color café por lo que ella sentía un gran amor, pero eso aun era un secreto para su hermana hasta que Neil regresara de otro viaje que “inesperadamente” había surgido y finalmente hacer público su noviazgo. Annie observó el rostro de la otra joven y un gritito de comprensión escapó de sus labios. -¡Tu estas enamorada!- exclamó – pero no es de Terry ¿verdad? por eso él se fue y quedaron solo como amigos- dijo la trigueña mientras cruzaba sus piernas y miraba expectante el rubor que aparecía en el rostro de su hermana – dime Candy ¿de quién se trata? La rubia se levantó de un salto para evadir la curiosidad de Annie y se dirigió hacia la ventana para mirar las Dulcescandy de Anthony, y la última noche que compartió con Neil se le vino a la mente, junto con su decisión de no estar a solas con él debido a las reacciones que extrañamente le hacían comportarse de manera diferente, a la que generalmente era ella, posiblemente aun seguiría por el mismo camino si no hubiera sido por Terry quien le abrió los ojos, mostrándole la manera en que su espíritu se apagaría si no imponía también su fuerza de carácter, solo así esa relación podría funcionar, y no dejaba de reconocer que aquellas palabras habían sido como un bálsamo para la confusión que la actitud de Neil le había ocasionado. -Aun no puedo revelarte nada Annie, ha su debido tiempo lo sabrás- respondió la joven girándose para mirar la contrariedad de su hermana. Mientras tanto Neil estaba furioso en contra de Archie, nuevamente se había salido con la suya y lo habían mandado a Boston para finiquitar un contrato alejándolo nuevamente de su amada, aunque ignoraba que su actitud para ayudar en las empresas estaba dando sus beneficios, pues Albert comenzaba a tenerle confianza y eso haría la diferencia para obtener la mano de su novia aun por encima de la opinión de Archie.
Caminó por la calles para disipar su coraje y sus pasos lo llevaron hacia una gran joyería se detuvo por un momento en los escaparates cuando vio lo que necesitaba y con una gran sonrisa que apareció en su atractivo rostro entró al establecimiento.
En Chicago Archie aun seguía pensando en la forma de separar a Candy de Neil, aun no lograba comprender del todo los motivos de Grandchester para aceptar aquella relación y por consecuencia estaba furioso por no haber logrado su objetivo. “Maldición… no puedo permitir que él la lastime…” No dejaba de pensar con preocupación sin saber que Neil muy pronto le demostraría el amor que le profesaba a la rubia.
Mientras tanto Terry regresaba mas tranquilo después de haber visto a Candy, su corazón ya no arrastraba aquel lastre que los había separado finalmente, aunque aun aceptaba que la amaba no iba a permitir que su recuerdo lo lastimara por más tiempo, era hora de aceptar que sus caminos por fin se habían separado y dio gracias al cielo que hubiese sido de la manera más dulce. Debido a su distracción no se percató que una joven de cabello negro y ojos dulces caminaba distraídamente en su dirección por lo que él contacto fue inevitable. Los lentes de la joven salieron disparados, el actor sorprendido resbaló y sin poderlo evitar ambos cayeron al piso, pero en el proceso Terry como el caballero inglés que era había girado el cuerpo, dando como resultado que ella quedara encima de él. Él sujetó con firmeza los brazos de la joven no sin dejar de sentir un ligero estremecimiento por todo el cuerpo ante las suaves curvas femeninas de la chica que tenia encima. -¡Dios de mi vida! – carraspeo la joven con el cabello ocultándole el rostro. -¿Está bien?- preguntó a duras penas sintiendo con desconcierto la tibieza que irradiaba el cuerpo femenino. -¡Creo que si!- dijo ella con aprensión mientras se retiraba el cabello de su rostro. El joven aristócrata dejo escapar un silbido al reconocer a la chica. -¡¡Pero si eres la gordita!!- exclamó con sorpresa – aunque ya no lo eres- corrigió de inmediato ante el rostro ruborizado de ella debido a la furia que la embargó al escuchar el mote. -Terry Grandchester – replicó molesta- ¿Cómo te atreves a ponerme apodos?- preguntó sin percatarse que el atractivo rostro del actor estaba pegado al suyo. El no pudo evitar sonreír con sarcasmo ante la simpática situación y sobre todo por que de pronto notó las delicadas facciones femeninas, sus hermosos ojos castaños y más aun que su cuerpo estuviera reaccionando ante la joven morena.
-Se que soy irresistible ante los ojos femeninos Patty y no me puedo quejar eres ligerita, pero sinceramente me gustaría incorporarme si me dejas por favor- la sorna en la voz del joven sacó de quicio a la morena que estaba sonrojada debido a la cercanía del actor, de inmediato se levantó sacudiendo su falda sin poder evitar comentar. -Pues para todos los ojos femeninos Terry, pero a mi sinceramente me dejas fría- expresó desafiante ante la mirada cargada de sarcasmo del joven y sin saber que estaba lanzado un reto. -Que bien Patty eso me tranquiliza- manifestó el joven con burla – entonces puedo invitarte a tomar un café sin preocuparme de que te lanzaras a mis brazos. La trigueña abrió y cerró los ojos ante la desfachatez del actor y no pudo dejar de admitir lo atractivo que era, sin embargo un poco de vanidad femenina le hizo negarse. -Lo siento pero tengo que seguir estudiando – alegó alzando su fina nariz y Terry no pudo evitar soltar una carcajada mientras se inclinaba a recoger los lentes de la joven. -Esta bien hermosa Patty, nos veremos después- le dijo clavando sus ojos verdiazul en el rostro de ella, mientras colocaba con suma delicadeza los lentes, ambos se miraron por un momento sin saber que más decir, él finalmente se despidió haciendo una elegante inclinación dejando miles de mariposillas bailando en el estomago de Patty en recuerdo de aquel suave contacto. Ella lo vio alejarse con su característico paso indolente, que lo hacía insufriblemente más atractivo y arrogante de lo que ya era y no pudo dejar de pensar sin un suspiro. “Me dijo hermosa Patty”…
Albert en Chicago tenía metida su elegante nariz en un montón de papeles, sus ojos analizaban con ojos críticos las estadísticas que Neil trajera de Boston, sin dejar de sorprenderse por la recién adquirida madurez del chico y por el talento que estaba demostrando en los negocios. -Muy bien Neil lograste un buen acuerdo para el consorcio Andley, te felicito – comentó el hombre mientras extendía su mano al joven arrogante que tenía enfrente. -Gracias tío- aceptó el joven sin disimular una mueca de triunfo que le dirigió al joven Cornwell que respondió con una mirada fría y amenazadora que no logró inmutar al feliz joven. -Tío me gustaría hablar contigo – pidió Neil con solemnidad. Albert levanto su mirada extrañado por el tono preocupado de su sobrino. -¿Qué pasa Neil?... necesitas mas dinero para tu mesada – lo atajo Archie intuyendo lo que vendría después. -No es de tu incumbencia primo- contesto sarcástico -Por supuesto que si – respondió el otro con agresividad. -Basta – grito Albert al sentir la tensión que se sentía en aquella habitación – Será mejor que lo que me tengas que decir Neil lo hablemos hoy en la cena, realmente me siento muy cansado como para servir de arbitro entre tu y Archie. -Lo siento – se disculpo el joven con cierto tono humilde que confundió un poco a Albert que esperaba otra reacción – esta bien tío te veré en la cena. -Neil – lo amenazo Archie- cuida lo que tengas que decir, por que si Grandchester no te partió la cara yo si.
Neil comprendió de golpe que había sido el causante de la visita de Terry comprobando por fin que su primo ya estaba al tanto de su relación con Candy, apretó los dientes con coraje, sin embargo esbozo una sonrisa cínica que saco de quicio a Archie. -Gracias primo, por fin pudo deshacerme de esa sombra, ahora ya estoy mas tranquilo. -¡vete al diablo!- bufo el otro lanzando hacia Neil, que lo esquivo. -Basta los dos – grito Albert desde su lugar – no entiendo que pasa con ustedes, pero no será aquí en donde tengan que arreglarlo, por favor Neil te espero esta noche. Neil asintió con la cabeza y se retiro dejando a un Albert atónito por la obediencia de su sobrino y por el estado furioso de Archie, quiso preguntar pero el joven Cornwell salió furioso sin decir mas. “¿Y ahora que diablos pasa con este par?” Soltó un suspiro de resignación, nunca antes le había pesado tanto ser el patriarca, pero no tenia mas remedio que continuar hasta que alguno de estos dos maduraran y lograran compaginar su carácter y llevar de las riendas del consorcio Andley, Albert había estado observando los avances de Neil y Archie y supo de inmediato que juntos harían que las finanzas de la empresa subieran como espuma, si al menos intentaran llevarse bien, entonces solo entonces el podría ofrecerle algo a Candy, su dulce Candy…pensó con una hermosa sonrisa reflejada en su atractivo rostro.
La brisa vespertina agitaba sus rubios cabellos, su delicada figura armonizaba con los suaves colores anaranjados de la tarde pero sus pensamientos distaban de ser calmados como la tranquilidad reflejada en las aguas azuladas del lago. En ocasiones como esta es cuando su mente regresaba a los recuerdos de Anthony y Stear y por supuesto en el joven Archie, sus tres caballeros que habían prometido cuidarla y protegerla de los Leegan, una pequeña sonrisa irónica apareció en su bonito rostro y no pudo dejar de pensar que posiblemente la protegieron contra las intrigas de los mellizos pero ¿quien protegió su corazón de Neil?, ni siquiera la presencia de Terry pudo opacar aquel amor que la hacia cometer tantas locuras. Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no sintió que dos pares de ojos la observan a la distancia, el primero lleno de luz del cielo fue el primero en acercarse evitando el que dueño del par de ojos cafés se detuviera abruptamente. El suave aroma a maderas distrajo a Candy que de inmediato se giro para toparse con el atractivo hombre que tenia enfrente, sin mas se lanzo a sus brazos, mientras el la recibía amorosamente. -Candy – susurro Albert aguantándose las ganas de abrazarla y besarla, no como un hermano si no como un hombre, pero aun no era el momento adecuado, primero tendría que quitarse las cadenas que la responsabilidad de ser el patriarca de la familia Andley había traído consigo, cuando obtuviera su libertad no esperaría ni un segundo para declararle su amor . La joven se aparto con una gran sonrisa, sin ni siquiera sospechar las intenciones de su protector. -¿Cómo esta el ejecutivo mas importante del país?- pregunto la joven divertida, ante el mohín de fingida molestia que el joven magnate hizo. -Un poco cansado, pero espero que muy pronto ese cansancio se vea recompensado – respondió dándole doble intención a sus palabras, que la rubia no comprendió.
-Umm, en realidad tu estas mas cansado de que tanta joven casadera se ponga a tu pies.comento la rubia en tono triunfante mientras le picaba las costillas, él soltó una carcajada ante el inocente juego de Candy . -No me lo recuerdes por favor pequeña, todos los días recibo invitaciones para cenas y almuerzos con familias que al menos tienen dos jóvenes en edad casadera, solo casándome podré terminar con este martirio. La rubia amplio mas su sonrisa ante el fastidio evidente en las palabras de Albert. -Algo que dudo que estén en tus planes mas próximos ¿Verdad?.- cuestiono la joven. -Pues no muy lejanos Candy.- respondió con añoranza – quizás muy pronto, de lo que imaginas. -Me alegro por ti, Albert mereces toda la felicidad.- comento la joven mirando nuevamente el firmamento. “Y tu eres mi felicidad Candy”- pensó el joven apasionadamente –“Muy pronto mi pequeña” Ambos mantuvieron un agradable silencio, cada quien concentrados en sus pensamientos, ella pensando en el joven que hacia agitar su corazón y él en ella . -¿Te quedas?- pregunto. -Si, necesito aclarar unas ideas- respondió ella con un dejo de melancolía que no paso desapercibido para el joven. El rubio ya no quiso preguntar, algo molestaba a su pupila y necesitaba averiguar que era, al menos la sombra de Terry ya no pesaba sobre su cabeza, así que se alejo con la certeza que era otra cuestión lo que preocupaba a Candy. Posiblemente algo relacionado con su trabajo pensó sin sospechar. Las pisadas arrogantes de aquel atractivo hombre acabaron abruptamente con la tranquilidad de los pensamientos de lo joven rubia, que sobresaltada se giro. -¡¡Eres tu!!- su sonrisa se amplio con todo el amor que sentía por él, pero que lamentablemente paso desapercibido para aquello fríos ojos cafés que se encontraban llenos de rabia ocasionados por los celos que aquella inocente escena le había ocasiono. La tomo bruscamente por la mano y la acerco de la misma forma hacia su pecho la joven sorprendida, lo miro fijamente a lo que parecían dos trozos de hielo. -¿Qué pasa?- pregunto incrédula por la rudeza del joven. -¿Que pasa?- repitió el con furia- pasa Candy que siempre que regreso de viaje te veo en brazos de otro- respondió apretando mas su abrazo y lastimando a la rubia. -No entiendo – dijo ella mientras aguantaba el dolor de sus muñecas . -Claro, siempre lo haces parecer tan inocente, no me digas que no entendiste, Albert prácticamente te estaba declarando su amor y tu muy linda aceptando sus avances. Aquella revelación golpeo de pronto a la joven que miro nuevamente a Neil. -Él solo me estaba comentando sus problemas Neil, no hay razón para que te molestes de esta manera – explico la joven molesta y tratándose de liberar de aquel par de tenazas que la tenían prisionera- suéltame – le pidió ahora si furiosa. -No, primero me explicaras que fue todo eso. -Basta, que no puedes ver mas allá de tus celos- protesto mientras su furia se acrecentaba debido a la desconfianza que Neil no ocultaba en aquellos arrogantes ojos cafés.
Se miraron como dos contendientes furiosos y de pronto se olvidaron de lo que había a su alrededor siendo consientes la calidez de sus cuerpo, Neil dio un largo suspiro no sabia que le pasaba la amaba con locura y su sola presencia le hacia olvidarse de que él era el arrogante Neil Leegan, y Candy por su parte su cuerpo no hacia que clamar una y otra vez por las sensaciones que solo las caricias de él despertaban en su ser y una sensación que la recorrió desde su vientre hasta la columna vertebral la dejo paralizada y se odio por ser tan débil. De pronto para la rubia y como destellos la suave voz de Terry se le vino nuevamente como bálsamos. “Hazlo sufrir”…impón tu fuerza espiritual” Sacando fuerzas de flaquezas se libero de los brazos del joven. -¡¡Cuando logres confiar en mi búscame!! – exclamo furiosa. El, frenético intento tomarla nuevamente y castigarla como la había hecho días pasados, pero en esta ocasión no se detendría, haría suya a Candy solo así podría estar seguro y ella instintivamente adivino sus pensamientos, nuevamente el joven se acerco, viendo solo una opción la rubia tiro una patada en las espinilla de él, que incrédulo cayó dolorosamente al piso, ella lo desafío. -Cuando realmente sepas amar Neil búscame, por que no pienso compartir mi vida con alguien que solo se la pasa pensando mal de mi persona y de mis amigos y cuando te des cuenta que tu arrogancia no cabe en esta relación búscame … solo así Neil Leegan podré ser solo tuya, mientras tanto no te acerques. Y echo a correr sin mirar atrás, mientras gruesas lágrimas resbalaban por su rostro.