The Shadows - Bdb - Jr Ward.pdf

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GLOSARIO DE TÉRMINOS Y NOMBRES PROPIOS

Ahstrux nohtrum: Guardia privado con licencia para matar que es nombrado para ese puesto por el Rey. Puede ser hombre o mujer. Ahvenge: Acto de mortal retribución típicamente llevado a cabo por el ser querido de un macho. Attendhente: Elegida que sirve a la Virgen Escriba de una manera particularmente cercana. Chrih: Símbolo de muerte honorable, en la Antigua Lengua. Cohntehst: Conflicto entre dos machos compitiendo por el derecho de ser el compañero de una hembra. Dhunhd: Infierno. Doggen: Constituyen la servidumbre del mundo vampírico. Tienen antiguas tradiciones conservadoras sobre cómo servir a sus superiores y obedecen un solemne código de comportamiento y vestimenta. Pueden caminar bajo la luz del sol pero envejecen relativamente rápido. Su media de vida es de aproximadamente unos quinientos años. Ehros: Elegida entrenada en las artes sexuales. Esclavo de sangre: Hombre o mujer vampiro que ha sido subyugado para cubrir las necesidades alimenticias de otro vampiro. La costumbre de poseer esclavos de sangre fue suspendida hace mucho tiempo, y recientemente fue prohibida. Elegidas: Mujer vampiro que ha sido criada para servir a la Virgen Escriba. Se las considera miembros de la aristocracia, aunque se enfoquen más en asuntos espirituales que en temporales. Su interacción con los hombres es prácticamente inexistente, pero pueden emparejarse con Hermanos por orden de la Virgen Escriba para propagar su especie. Algunas poseen el don de la videncia. En el pasado, eran usadas para cubrir las necesidades de sangre de los miembros no emparejados de la Hermandad, y esa práctica ha sido reinstaurada por los Hermanos hace poco. Exhile dhoble: Gemelo malvado o maldito, es el que nace en segundo lugar. El Fade: Reino atemporal donde los muertos se reúnen con sus seres queridos para pasar juntos el resto de la eternidad.

Ghardian: Custodio de un individuo. Hay varios grados de ghardians, siendo el más poderoso el de una hembra sehcluded, también llamado whard. Glymera: El núcleo social de la aristocracia. Granhmen: Abuela. Hellren: Vampiro macho que se ha emparejado con una hembra. Los machos pueden tomar a más de una hembra como compañera. La Tumba: Cripta sagrada de la Hermandad de la Daga Negra. Utilizada como emplazamiento ceremonial así como almacén para los tarros que contienen los corazones de los lessers. Las ceremonias allí realizadas incluyen iniciaciones, funerales y acciones disciplinarias contra los Hermanos. Nadie puede entrar, excepto los miembros de la Hermandad, la Virgen Escriba, o los candidatos a la iniciación. Leahdyre: Es el grado principal que rige a la Glymera, escogido entre las familias fundadoras. Leelan: Adjetivo cariñoso que se traduce como el/la más querido/a. Lhenihan: Bestia mítica conocida por su potencia sexual. En slang moderno se refiere a un macho de un tamaño preternatural y gran resistencia sexual. Lesser: Humanos sin alma, miembros de la Lessening Society, que se dedican a exterminar a los vampiros. Permanecen eternamente jóvenes y sólo se les puede matar clavándoles un puñal en el pecho. No comen ni beben y son impotentes. A medida que transcurre el tiempo, su piel, pelo y ojos, pierden pigmentación hasta que se vuelven completamente albinos y pálidos, hasta los ojos empalidecen. Huelen a talco de bebés. Cuando ingresan en la Sociedad –introducidos por el Omega– se les extrae el corazón y se conserva en un tarro de cerámica. Lewlhen: Regalo. Lheage: Un término respetuoso que usan los que son sometidos sexualmente refiriéndose al que los domina. Lys: Herramienta de tortura usada para extirpar los ojos. Mahmen: Madre. Usado de ambas formas para identificarlas y cariñosamente. Mhis: El enmascaramiento de un ambiente físico dado; la creación de un campo de ilusión.

Nalla (hembra) o Nullum (macho): Amada/o. Período de necesidad: Período de fertilidad de las mujeres vampiro. Suele durar dos días y va acompañado de un fuerte deseo sexual. Se produce, aproximadamente, cinco años después de la transición femenina y, posteriormente, una vez cada diez años. Durante el período de celo, todos los machos que estén cerca de la hembra responden, en mayor o menor medida, a la llamada de la hembra. Puede ser un momento peligroso ya que puede provocar conflictos y reyertas entre machos que compitan, especialmente cuando la hembra no está emparejada. Newling: Una virgen. Omega: Ente místico y malévolo que quiere exterminar a la raza vampírica por el resentimiento que tiene hacia la Virgen Escriba. Existe en un reino atemporal y posee enormes poderes, aunque no el de la creación. Phearsom o Pherarsom: Término que se refiere a la potencia de los órganos sexuales del macho. La traducción literal sería algo como «digno de penetrar a una mujer». Primera Familia: Compuesta por el rey y la reina de los vampiros y su descendencia. Princeps: El rango más alto de la aristocracia vampírica, sólo superado por los miembros de la Familia Principal o por las Elegidas de la Virgen Escriba. Es un rango que se tiene por nacimiento, sin que pueda ser concedido con posterioridad. Pyrocant: Término referido a la debilidad crítica que puede sufrir cualquier individuo. Esta debilidad puede ser interna, como por ejemplo una adicción, o externa, como un amante. Rahlman: Salvador. Rythe: Rito por el que se intenta apaciguar a aquel/lla cuyo honor ha sido ofendido. Si el rythe es aceptado, el ofendido escoge arma y golpeará con ella al ofensor, que acudirá desarmado. Sehclusion: A petición de la familia de una hembra el Rey puede conferirle este estado legal. Coloca a la hembra bajo la autoridad exclusiva de su whard, que generalmente es el macho mayor de la familia. Su whard tiene el derecho de determinar su forma de vida, restringiendo a voluntad toda interacción que ella tenga con el resto del mundo. Shellan: Vampiro hembra que se ha emparejado con un macho. Las mujeres vampiros no suelen

emparejarse con más de un compañero debido a la naturaleza dominante y territorial de estos. Symphath: Subespecie del mundo vampírico caracterizada, entre otras peculiaridades, por su habilidad y deseo de manipular las emociones de los demás (con el propósito de un intercambio de energía). Históricamente, han sido discriminados y durante ciertas épocas, cazados por los vampiros. Están cercanos a la extinción. Sociedad Lessening: Orden u organización de asesinos creada por el Omega con el propósito de erradicar las especies vampíricas. Tahlly: Término cariñoso, flexiblemente traducido como «querida». Trahyner: Palabra usada entre machos que denota mutuo respeto y afecto. Traducida libremente como «querido amigo». Transición: Momento crítico en la vida de un vampiro en el que él o ella se transforman en adulto. Después de la transición, el nuevo vampiro debe beber sangre del sxo opuesto para sobrevivir y, a partir de ese momento, no pueden soportar la luz del sol. Suele producirse a la edad de veinticinco años. Algunos vampiros no sobreviven a este momento, especialmente los machos. Previamente a la transición, los vampiros son débiles físicamente, sexualmente ignorantes e incapaces de desmaterializarse. Vampiro: Miembro de una especie distinta a la humana. Para sobrevivir deben beber de la sangre del sexo opuesto. La sangre humana los mantiene con vida, aunque la fuerza que les otorga no dura mucho tiempo. Una vez que superan la transición, son incapaces de exponerse a la luz del sol y deben alimentarse obteniendo la sangre directamente de la vena. Los vampiros no pueden transformar a los humanos con un mordisco o a través de una transfusión, aunque en muy raras ocasiones pueden reproducirse con miembros de otras especies. Pueden desmaterializarse a voluntad, pero para ello deben estar calmados, concentrados y no llevar nada pesado encima. Son capaces de borrar los recuerdos de los humanos, siempre que dichos recuerdos no sean lejanos. Algunos vampiros pueden leer la mente. La esperanza de vida es mayor a los mil años, y en algunos casos incluso más larga. Virgen Escriba: Fuerza mística consejera del Rey, guardiana de los archivos vampíricos y dispensadora de privilegios. Existe en un reino atemporal y tiene enormes poderes. Se le concedió el don de un único acto de creación que fue el que utilizó para dar vida a los vampiros

Wahlker: Un individuo que ha muerto y vuelto a la vida desde el Fade. Se les otorga un gran respeto y son reverenciados por sus tribulaciones. Whard: Equivalente al padrino o a la madrina de un individuo

Dedicado con amor a los dos porque no hay forma de separar al uno del otro.

PRÓLOGO

TERRITORIO DE LA S'HISBE, GRAN PALACIO Las huellas que dejó en el mármol blanco eran rojas. Rojas como un rubí birmano. Rojo como el centro de un fuego. Rojo como la ira en su médula. La sangre era del propio TrezLath, pero no sentía dolor. El arma del crimen que acababa de utilizar, un cuchillo de plata esterlina tan largo como su mano y tan estrecho como el dedo índice, todavía estaba en su palma. Estaba goteando, pero eso no era la causa de la mancha que dejaba atrás. Había sido herido en la pelea, su cadera, su muslo y tal vez su hombro, aunque no estaba seguro. El pasillo era de una milla de largo y tan alto como las nubes, y no sabía lo que le esperaba al final. Una puerta, rezó. Tenía que haber una puerta de algún tipo. Esta era la única manera de salir del palacio, así que tenía que haber una salida. ¿Y cuándo llegara a ella? No tenía idea de cómo la iba a abrir, pero tampoco había tenido ni idea de cómo matar a otro hombre y lo acababa de hacer hacía unos minutos. Tampoco tenía un plan para lo que encontrara al otro lado del recinto del palacio o cómo iba a conseguir salir más allá de los muros de contención del Territorio. Ni idea de a dónde ir o qué hacer. Todo lo que sabía era que no podía estar en esa cárcel más tiempo. Era lo suficientemente lujosa, con sábanas de seda en la cama de plumas, un baño que tenía su propia piscina y un chef privado para hacerle la comida. Había libros escritos por el Maestro Sombra a su disposición y un completo equipo de especialistas para su cuidado, desde curanderos a estilistas y entrenadores personales. ¿En cuanto a la ropa? Sus vestiduras ahora destrozadas estaban salpicadas de joyas del tesoro, diamantes, esmeraldas y zafiros que caían en cascada por su túnica. Y sin embargo, su cuerpo era considerado mucho más valioso que la grandeza de dar a luz. Trez era el sagrado becerro de oro, el semental preciado, el varón cuya carta de nacimiento tenía proclamado que iba a engendrar la próxima generación de reinas. Aún no había sido puesto al servicio sexual. Eso vendría con el tiempo, cuando la princesa llegara a alcanzar su madurez astrológica para aparearse. Trez miró sobre su hombro. Nadie venía tras él, pero eso iba a cambiar tan pronto como el cuerpo arrugado de ese guardia que había asesinado fuera encontrado y no tardarían. Siempre había alguien mirando.

Si tan solo pudiera… Frente a él, una puerta que estaba a ras de la pared se deslizó hacia atrás y una enorme figura envuelta en negro se atravesó directamente en su camino. s'Ex, el verdugo de la reina, tenía su capucha de cota de malla puesta en su lugar, y su torso y extremidades cubiertos por la armadura de metal. Pero la visión de su rostro era innecesaria. Su voz, profunda y amenazante, era el mal puro. —Has matado a uno de mis hombres. Trez paró en seco con su túnica arrastrándose por el suelo. Echando un vistazo abajo hacia el cuchillo que había en su mano, sabía que el "arma" era endeble y que no iba a llegar a ninguna parte contra la sombra que tenía enfrente. La hoja de plata había sido diseñada para cortar peras y manzanas, ni siquiera lomos de carne. Y el verdugo no se parecía a ninguna de ellas. —Estás tratando de irte —s'Ex no dio ni un paso adelante, pero parecía estar más cerca de todos modos— . Eso no sólo es inaceptable desde mi punto de vista sino que va en contra de la ley. —Entonces mátame como castigo —dijo Trez con voz cansada—. Raja mi cuerpo por la mitad y entiérrame en pedazos fuera del Territorio como el traidor que soy. —Me gustaría hacer precisamente eso. En venganza por quitarle la vida a mi guardia —s'Ex cruzó sus pesados brazos sobre su enorme pecho—. Pero el latido de tu corazón y el aire dentro de tus pulmones es sagrado. Así que esa vía no está abierta para mí, ni para ti. Trez cerró los ojos brevemente. Sus padres se habían emocionado con la noticia de que uno de sus dos hijos hubiera nacido en el momento perfecto, una fracción de segundo predeterminada, en una alineación de estrellas que cambiaría en segundos a la familia. Una bendición para ellos, con riquezas inherentes y posición social; una maldición para él, al que habían robado su vida, mientras que todavía la vivía. —Ni siquiera lo pienses —dijo el verdugo. Cuando Trez levantó los párpados, se encontró con que se había puesto el cuchillo en su propia garganta. Su mano estaba temblando, pero empujaba la hoja lo suficientemente fuerte para mellar la piel sobre la arteria. Su sangre, cálida y suave, se deslizaba por encima de su puño cerrado. La risa de Trez parecía una locura a sus propios oídos. —No tengo nada que perder excepto una cadena perpetua por el delito de haber nacido.

—Oh, yo creo que sí. No, no mires hacia otro lado, vas a querer ver esto. El verdugo giro la cabeza a la puerta abierta y algo fue lanzado... — ¡No! — Gritó Trez y su voz resonó por todo el pasillo—. ¡No! —Así que lo reconoces —s'Ex desenrolló sus brazos y se subió las mangas, deliberadamente dejando ver sus nudillos ensangrentados—. A pesar de mi trabajo. Aunque, ¿cuánto tiempo llevan juntos ustedes dos? La visión de Trez se alargó y se desenfoco mientras buscaba los ojos de su hermano. Pero ninguna mirada le sostenía la suya. iAm no estaba consciente, tenía la cabeza colgando a un lado con el rostro golpeado tan hinchado que sus facciones estaban distorsionadas. Su cuerpo estaba envuelto en una funda de cuero gastado que iba desde debajo de sus rodillas por todo el camino hasta sus hombros y estaba asegurado por un sistema de hebillas de latón. Tenía manchas nuevas y viejas que oscurecían el marrón de las correas y enturbiaban el resplandor de las piezas de metal. —Tráemelo —ordenó s'Ex. Nada más ordenarlo el verdugo agarró la parte posterior del saco, levantando el cuerpo inerte de iAm del suelo sin más esfuerzo de lo que podría suponer levantar una copa de vino. —Por favor... —rogó Trez—. Él no es parte de esto, déjalo ir. —Por alguna razón a su hermano le colgaban la parte inferior de las piernas con un aspecto nauseabundo. Sólo estaba uno de los zapatos, el otro se había perdido en el secuestro y por la tortura que le habían infringido, y ambos pies estaban apuntando hacia dentro con los dedos gordos tocándose, inclinados de una forma poco natural de una fractura de tobillo. — Ahora, Trez —dijo s'Ex—.

¿Piensas que tu decisión no le iba a afectar? Te estoy diciendo que

sueltes el cuchillo, si no, me voy a coger esto —el verdugo levanto el cuerpo inerte de iAm hacia arriba— y voy a despertarlo. ¿Sabes cómo voy a hacer eso? Voy a tomar esto —cogió con su mano libre un cuchillo de sierra y lo puso en su hombro—. Y voy a clavarlo hasta que empiece a gritar. Trez comenzó a parpadear por las lágrimas. —Deja que se vaya. Esto no tiene nada que ver con él. — Baja el cuchillo. — Déjalo.

— ¿Quieres una demostración? — ¡No! Déjalo ir. s'Ex apuñaló el hombro de iAm tan duro que la cuchilla se metió a través del cuero y entró en la carne. — ¿Lo bajas? —s'Ex grito—. ¿Sí? ¿O lo atravieso como si fuera mantequilla? El ruido de la plata golpeando el piso de mármol fue aplacado por el áspero arrastrar del aliento de iAm. —Lo que pensaba —s'Ex retiró el cuchillo e iAm comenzó a gemir y a toser sangre salpicando el suelo—. Vamos a volver a tus aposentos. —Que se vaya primero. —No estás en condiciones de exigir. Los guardias salieron de la puerta secreta como un enjambre, todas las figuras vestidas de negro con máscaras de cota de malla. No lo tocaron, no se les permitía hacerlo, ellos solo lo rodearon y comenzaron a caminar, empujándolo con sus cuerpos, obligándolo a volver al lugar del que había escapado. Trez luchó contra la marea, levantándose sobre la punta de sus pies, tratando de ver a su hermano. — ¡No lo mates! —Gritó—. ¡Voy a ir! Iré, ¡no le hagas daño! s'Ex se quedó dónde estaba, quieto, con la hoja ensangrentada capturando la luz, la sostuvo en alto, como si estuviera considerando los órganos principales de la próxima puñalada. —Todo depende de ti, Trez. Todo depende de que… Algo se rompió. Más tarde, cuando la luz blanca se hubo desvanecido de la visión de Trez y la ola de nauseas se hubo retirado, cuando el rugido fue silenciado y un extraño dolor en sus manos comenzó a subir hasta sus antebrazos, cuando ya no estuvo de pie sino de rodillas, se dio cuenta de que el primer guardia que había matado esa noche estaba lejos de su pasado. Se dio cuenta de que de alguna manera había asesinado con sus manos desnudas a todos los que le habían rodeado... ... Y s'Ex seguía de pie allí con su hermano. Más que las muertes que causó y el horror ante el encarcelamiento de iAm con él, más de aquel olor a

cobre de la sangre tan roja que ahora no solo marcaba sus huellas. Recordaría la risa suave que se filtraba a través de la cota de malla que cubría la cara del verdugo, una risa suave, como si el verdugo aprobara la carnicería. Trez no se rió. Comenzó a sollozar levantando las manos ensangrentadas, con formas de garra a su cara. — Las cartas astrales no mienten —dijo s'Ex—. Ustedes son una fuerza en este mundo, muy adecuada para la procreación. Trez se desplomó hacia un lado, aterrizando sobre la sangre con las joyas incrustadas de su túnica clavándose en su carne. —Por favor... déjalo ir. —Regresa a tus aposentos, voluntariamente y sin herir a nadie más. — ¿Y lo dejaras ir? —Tú no eres el único que puede matar y a diferencia de ti yo he sido entrenado en el arte de la tortura. Vuelve a tu cuarto y no voy a hacer que tu hermano desee no haber nacido nunca. Trez se miró las manos. —No pedí esto. —Nadie pide por su vida —El verdugo subió el cuerpo de iAm más arriba—. Y a veces ruegan por su muerte, sin embargo, tú estás en condiciones de controlar esto último tratándose de este macho. Así que, ¿qué vas a hacer? ¿Luchar contra un destino que no se puedes cambiar y condenar a este inocente a un miserable y prolongado sufrimiento? ¿O cumplir con un deber sagrado que muchos antes han considerado como un gran honor cumplir para nuestro pueblo? —Vamos déjale ir. Déjanos a ambos ir. —No depende de mí. Tu carta es la que es. Tu destino se determinó por las contracciones de tu madre. No puedes luchar contra esto más de lo que podrías luchar contra ellos. Cuando Trez finalmente trató de levantarse, se encontró con el suelo resbaladizo por la sangre, la sangre que había derramado. Y cuando se puso de pie, tuvo que luchar a través de la maraña espantosa de cuerpos, pasando por encima de vidas que él sabía que no debía haber tomado. Las huellas que dejó en el mármol eran rojas, rojas como un rubí birmano, rojas como el centro de una llama y las que dejaba ahora eran iguales a las primeras, alejándose de la fuga que tan desesperadamente había buscado.

Le habría alentado saber que en unos veinte años, tres meses, una semana y seis días a partir de ese momento, él conseguiría ser libre y que lo sería durante bastante tiempo. Y le habría sorprendido al centro adormecido de su alma que él, en algún momento después de eso, regresaría voluntariamente al palacio. El verdugo dijo la verdad esa noche. El destino era tan indiferente e influyente como el viento en una bandera, llevando el tejido de la existencia de forma distinta a cada individuo y sometiendo a su capricho cada sacudida sin preguntar a la bandera lo que pudiera desear. Quizás debería haber rezado.

CAPÍTULO 1

SHADOWS CLUB NOCTURNO, CALDWELL, NUEVA YORK No hubo golpes. La puerta de la oficina solamente voló como si alguien la hubiera golpeado con C4, un Chevy o un cañonazo. Trez Latimer miraba el desastre del papeleo de su escritorio. — ¿Big Rob? A medida que su segundo al mando de seguridad tartamudeaba y hacia todo tipo de aleteos de manos, Trez miró por encima del hombro a los veinte por diez metros de espejos de la sala detrás de su comando central al estilo capitán Kirk. Abajo, su nuevo club estaba arrancando, los humanos pululaban por el antiguo almacén convertido en espacio abierto, cada uno de los pobres bastardos enfermos representaban un par de cientos de dólares de ganancias, dependiendo de qué vicio tuvieran y cuánto de enganchados estuvieran. SHADOWS se abriría por la noche y se esperaban problemas. No sólo la clase que tendría un portero veterano con una chica de doce años de edad sobre él. — ¿Qué demonios está pasando? —Preguntó mientras se levantaba y daba la vuelta. —Yo. Tú. Yo... el chico... él... Encuentra tu vocabulario rápido, pensó Trez. O te voy a dar unos putos golpes por cada palabra, hombre. Por último, el gorila se ahogó, —Necesitas ver esto por ti mismo. Trez siguió a Big Rob y corrió escaleras abajo. Su oficina se cerró automáticamente, no es que tuviera secretos encerrados allí, sin embargo, tenía un par de buenos sofás de cuero y monitores de video que podían ir directo a la zona de venta de EBay y principalmente no le gustaba que invadieran su espacio. —Silent Tom está conteniendo el tema, —Big Rob gritó por encima del ruido al llegar abajo. — ¿Es un asunto de drogas? —No sé lo que es.

Técnicamente hablando "sobre dinero" él estaba tan entusiasmado que podía palparlo en el aire, llegando a ser algo con lo que Trez tenía que luchar mientras se abrían paso entre los tipos de seguridad que custodiaban la entrada al pasillo de los salones privados. Al igual que con su otro club, el Iron Mask, tenía que tener pequeñas zonas donde nadie pudiera ver a sus clientes. Ya era bastante difícil dirigir una red de prostitución en Caldwell, Nueva York, sin tener personas palpando sus trémulos cuerpos a la intemperie. —Aquí detrás, —dijo Big Rob. Silent Tom era un muro humano en frente de la puerta cerrada de la tercera habitación privada. Pero Trez no necesitaba tener ningún explicación ya que sumó dos más dos y su nariz confirmó que las cuentas estaban bien. El dulce olor enfermizo de lesser impregnaba la sala, el cual prevalecía sobre el del sudor y sexo de los humanos que estaban alrededor. —Déjame echar un vistazo —dijo con gravedad. Silent Tom se hizo a un lado. —Aún se mueve, a pesar de éste infierno. Sí, probablemente el asesino aún lo hacía. Esos hijos de puta solo se mataban de un modo específico, había que mantenerse en guardia aunque estuvieran en pedazos. —Vamos a tener que llamar a una ambulancia —dijo Big Rob—. Lo hice. No, quise decir que… Trez levantó la mano. —Está bien, mantengamos a distancia al 911. Al abrir la puerta, hizo una mueca cuando el hedor se intensificó y luego entró en los diez por diez metros de habitación. Las paredes y el suelo estaban pintadas de negro, en el techo de espejo, una sola luz empotrada iluminaba suavemente los rasgos generales. El asesino estaba acurrucado en el rincón más alejado bajo el jodido banco incrustado, gimiendo y sangrando una mancha de aceite que olía como un muerto arrollado mezclado con galletas de harina de avena recién horneadas y Johnson & Johnson en polvo para bebés. Era nauseabundo y no le gustaban las Mrs. Fields1, ni le importaban los niños en lo más mínimo. Miró su reloj, era medianoche, Xhex, su jefe de seguridad, estaba disfrutando de una rara noche fuera con su compañero, John Matthew y Trez había tenido que forzar a la hembra para tomar el descanso,

1

Marca de galletas

porque era la única vez en semana que su hellren estaba fuera de rotación con la hermandad de la daga negra. Iba a tener que lidiar con esto él mismo. Trez retrocedió hacia el pasillo. —Muy bien, ¿Qué pasó? Big Rob cogió discretamente un puñado de paquetes de celofán pequeños con polvo en ellos, así como un fajo de billetes. —Encontramos esto al registrarlo, se puso bocazas y lo golpee, y luego él se defendió. Era un maldito demonio y cuando sacó el cuchillo me di cuenta de que estaba en problemas. Hice lo que tenía que hacer. Trez maldijo al reconocer el símbolo estampado en las bolsas de heroína, no era humano y era la segunda vez que lo había visto. Era la Antigua Lengua y la portaba un lesser ¿Eran ahora distribuidores? Tomó las drogas, se las metió en el bolsillo y dejó que su gorila se quedara el dinero en efectivo. — Tuvieron suerte de no ser asesinados. —Voy a hablar con la policía. Todo está en la cinta. Trez negó con la cabeza. —No vamos a involucrar al CDP2 —No podemos simplemente dejarlo allí. —Big Rob miró a su compañero mudo—. Va a morirse. Fue cosa de un momento poder dominar las mentes de los humanos, de los dos. Como sombra, Trez era como cualquier otro vampiro, capaz de irrumpir en el cerebro y reorganizar los pensamientos y recuerdos como si fueran sillones y sofás de una sala de estar o tal vez de sacarlos de la casa por completo. El cuerpo de Big Rob se relajó al instante y asintió. —Oh, claro, podemos pasar el rato aquí, no hay problema jefe y no se preocupe, ¿no quieres a nadie aquí? Ya lo tienes. Trez palmeó al hombre en la espalda. —Siempre puedo contar con ustedes. De regreso a su oficina, continuó maldiciendo, había ido a los hermanos hace meses, cuando había encontrado por primera vez un asesino con esta mierda sobre él y había querido hacer un seguimiento aún más seguido con ellos. Pero la vida se había interpuesto en el camino, las cosas con la s'Hisbe vendrían después y Selena le... La simple idea de la elegida le hizo cerrar los ojos y vacilar con sus pies en las escaleras. Pero luego se quitó la espina. Porque era eso o ir en picada a un agujero negro. ¿La 2

Caldwell Deparment Police: Departamento de Policia de Caldwell

buena noticia? Había pasado mucho tiempo en los últimos nueve meses tratando de sacar de su mente sus emociones y su alma fuera del tema de Selena. Así que estaba acostumbrado a este tipo de levantamiento en potencia. Desafortunadamente, ella seguía siendo una preocupación constante, como si tuviera fiebre baja que le perseguía no importaba cuánto durmiera o tratara de comer bien. Y algunas noches era mucho más que la preocupación, y eso era por lo que había tenido que abandonar la mansión de la hermandad y regresar de vuelta a su apartamento en el Commodore. Después de todo, los machos juntos podrían ser peligrosos y de hecho él no estaba con ella y no debía estarlo. No significaba absolutamente nada que hubiera estado a su lado, especialmente cuando ella había estado alimentando guerreros que no podían, por cualquier razón, tomar de las venas de sus parejas. Era para volverse loco. Ella era una sierva virtuosa de la Virgen Escriba y él era un adicto al sexo reformado con un vida de condena sentenciada que pesaba sobre su cabeza y sin embargo, según su polla y sus pelotas, esto era la receta para el amor verdadero, sí hubiera un poco de matemática justa para él. Dios, estaba casi aliviado porque tenía un asesino desangrándose en una de sus salas de sexo. Al menos le daba una bomba para desmantelar, que era mejor que mirar fijo a esa multitud anónima de extraños que estaban alimentando sus propias adicciones gracias a las mujeres y la bebida que les ofrecía mientras esperaba a que el otro pie cayera de vuelta a casa, en la s'Hisbe.

CAPÍTULO 2

EL PIT, MANSIÓN DE LA HERMANDAD Rhage miró sobre la parte superior del Caldwell Courier Journal. Desde su ventajoso punto de vista en el sofá de cuero de V y Butch, tenía más vista de la que desearía tener de un Lassiter sin camisa jugando consigo mismo. Al futbolín, eso era… El ángel caído estaba trabajando en la mesa de V como un profesional, yendo de ida y vuelta entre los dos lados y lanzándose insultos a sí mismo. —Pregunta, —murmuró Rhage, mientras reacomodaba su pierna herida—. ¿Alguna de tus personalidades está consciente de que eres un maldito esquizo-fenomeno-frénico? —Tu mamá es tan estúpida —Lassiter se desmaterializó y tomó forma en el otro extremo, haciendo girar las barras—. Que cree que una chica de diez es algo que puedes usar para pagar el teléfono público. V se acercó y calmó las cosas. —Eso es desorden de personalidad múltiple, Hollywood. No esquizofrenia. El hermano puso una bolsa de tabaco y un fajo de papeles para armar sobre una pila de Sports Illustrated justo cuando Lassiter lanzó un grito triunfal. —Oh, mira, —dijo V por lo bajo—. El idiota finalmente está ganando. Rhage gruñó mientras intentaba encontrar una mejor posición para su pierna. Él y V deberían estar afuera luchando, pero un maldito lesser se puso en plan Gordon Ramsay con él y un cuchillo oxidado y V recibió un disparo a través de su hombro izquierdo. Al menos ambos estarían en rotación en unas veinticuatro horas más, en gran parte gracias a Selena. Sin ella siendo tan generosa con su vena, no serían capaces de sanar tan rápido, especialmente porque ninguna de sus compañeras era capaz de satisfacer sus necesidades nutricionales de esa manera. Pero, hombre, esto apestaba. Andar sentados por ahí como un par de lisiados. Y entonces allí estaba el factor Lassiter.

El Pit era en gran parte como siempre había sido: lleno de bolsas de gimnasio, equipamiento informático y musical, esa mesa de futbolín, y la TV del tamaño de un parque. Sports Center estaba sintonizado todo el tiempo, hablaban sobre el fútbol universitario junto con la NFL; había botellas vacías de Grey Goose por todos lados y el guardarropa de Butch estaba esparcido por todo el lugar. Oh, y si, “Hell of a Night” de Schoolboy Q retumbaba en los altavoces. Pero ya no era exclusivamente una guarida de solteros. Persistiendo en el aire, estaba el perfume de marca de Marissa, ¿algo de Chanel?, y la bolsa de médico de Jane estaba sobre la mesa de café. ¿Esas botellas de Vodka? Sólo eran las de esa tarde y noche, y V iba a poner todo en orden antes de acostarse. También estaba allí El Diario de la Asociación Americana de Medicina y la revista People. Oh, y la cocina estaba limpia, con un cuenco de fruta fresca y el refrigerador lleno con otras cosas además de sobras de Arby’s y sobres de salsa. Rhage había sumergido su pie en ese tanque del Frigidaire7 tan pronto como había entrado, cogiendo también medio galón de helado de menta con chispas de chocolate. Eso había sucedido hacía cerca de media hora y ya se estaba sintiendo hambriento otra vez. Quizás era momento de regresar a la casa principal. Cuando “Holy Ghost” de Jeezy comenzó a sonar, Lassiter empezó a rapear. Rapear. — ¿Por qué lo invitaste? —Preguntó Rhage, justo mientras V sacaba su lengua para lamer y cerrar uno de sus liados a mano—. Y Jesús, ¿cuándo infiernos te perforaste? —No lo hice. Él nos siguió a través del patio. Y, hace un mes. — ¿Por qué lo hiciste? V mostró una maliciosa sonrisa desde el otro lado del sofá, mientras sus párpados caían sobre sus ojos de diamante. —A Jane le gusta.

Rhage volvió la vista a su diario.

—DI8, mi hermano. —Como si no hicieras lo mismo si Mary lo quisiera. — ¿Doc. Jane pidió eso? Como si tu perilla no fuera suficiente mierda alrededor de tu boca. ¡Por favor! Todo lo que obtuvo fue otra de esas sonrisas. —Olvídalo —se concentró en los horóscopos—. Bien, entonces ¿De qué signo eres, Lassiter? —De Fabuloso —el ángel caído se movió al otro lado de la mesa—. Con el sol levantándose en el cuadrante Besa Mi Trasero. Y antes de que sigas preguntando, fui hecho, no nacido, así que no tengo cumpleaños. —Te daré una fecha de funeral —interrumpió V. — ¿Qué hay sobre una camiseta? —Rhage cambió de página—. Sólo una camiseta. ¿Te mataría cubrirte, ángel? Nadie necesita ver eso. Lassiter le dio una pausa a las cosas y se hizo el ChanningTatum9 contra la mesa, poniéndose todo Magic Mike sobre la portería mientras gemía como si estuviera teniendo un orgasmo. V cubrió sus ojos. —Nunca creí que rezaría por la ceguera. Rhage arrugó el papel y se lo lanzó a Lassiter. —Oh, vamos, idiota. Quiero usar esa cosa alguna vez. El teléfono de Rhage comenzó a convulsionar, vibrando contra su culo hasta que se inclinó a un lado y lo pescó del bolsillo trasero de sus pantalones de cuero. —Sí, —dijo sin mirar al número. La voz de Trez era baja: —Tengo un problema. — ¿De qué tipo? —Lesser incapacitado en mi club. Hice un trabajo exfoliando el cerebro de mis gorilas, en especial del que luchó con él, pero no va a durar. Rhage se levantó.

—Estaré allí en cinco. —Gracias, hombre. Terminando la llamada, Rhage asintió hacia V. —Vamos, sé que estamos fuera de juego, pero esto no es una situación para luchar. —No necesito que me lo pidas dos veces. ¿A dónde estamos yendo? Lassiter se enderezó dejando su juego. — ¡Paseo de campo! —No. —No. —Puedo ser tan útil como decorativo, lo saben. V comenzó a armarse, haciendo muecas mientras amarraba la funda de sus dagas puntiagudas y filosas deslizando un par de ellas con los mangos hacia abajo. —Dudo que necesitemos un cargador de baterías. —Quizás tengamos suerte. —Rhage se encaminó hacia la puerta—. Pero no apostaría a ello. —No quiero estar aquí solo. —Y no eres tan decorativo, ángel. Fuera, la noche era todo otoño, fría, un fresco el aire de Septiembre, haciendo a las fosas nasales de Rhage zumbar y a su bestia surgir bajo su piel mientras caminaban cruzando el patio hacia la gran entrada de piedra de la mansión. Hombre, no podía esperar por el regreso a casa de su Mary, desde su trabajo en Lugar Seguro. Toda esa charla sobre lenguas y hembras cariñosas lamiéndolos en ciertas partes… Ok, sólo habían sido cerca de tres oraciones, pero había sido más que suficiente, lo había dejado agitado. Diez minutos, dos calibre cuarenta, un par de dagas y un metro de cadena más tarde, se desmaterializó hacia el frío distrito de Caldwell con V, ambos se materializaron frente al nuevo y mejorado local de

Trez. SHADOWS estaba situado en un almacén renovado, y como era usual con cualquiera de los lugares de Las sombras, había una línea serpenteando calle abajo de humanos parados como vacas a punto de ir a un granero para alimentarse. Mientras la música golpeaba, luces parpadeantes y rayos láser atravesaban los miles de cristales, haciendo que el lugar luciera como un viaje psicodélico de tres pisos atrapado bajo un techo de hojalata. Mientras ambos caminaban hacia la parte trasera, había todo tipo de cabezas volteándose, da igual. Las mujeres humanas tenían su manera de notar a los vampiros, quizás era una cosa hormonal, quizás fuera por el cuero negro. Ciertamente no era esa barba de chivo. Enserio. Y si, podría haber habido algún momento en el pasado en el que hubiera tomado ventaja sobre la mercancía dudosa, pero ya no más. Tenía a su Mary y eso era más que suficiente para él. V tenía lo mismo con Jane. Bueno, Jane y una “saludable” dosis de látigos y cadenas. Psicópata. La entrada trasera del club era una puerta doble, con triple cerradura y marcada para ‘Sólo Personal’ y obviamente tenían cámaras de seguridad en algún lado, porque en el instante en el que se aproximaron, un gorila abrió las cosas esas. — ¿Ustedes son…? —Sí. —se jactó V mientras entraba—. ¿Dónde está Trez? —Por aquí. Pasillos oscuros. Idiotas humanos borrachos. Chicas de pechos grandes trabajando. Y allí estaba Trez, de pie delante de una puerta negra bajo una luz negra. La sombra impresionaba, incluso a nueve metros de distancia. Él era alto y tenía un triángulo invertido como torso, grandes y pesados hombros vertidos sobre una cintura estrecha, con muslos gruesos y largas piernas soportando todo el producto sobre el suelo. Su piel era del color de la mesa de caoba del comedor de la mansión, sus ojos oscuros como la media noche, su cabello recortado hasta ser nada más que un patrón sobre su cráneo. Sin embargo todo eso era sólo un bonito adorno exterior.

La verdad era que él era más que una mercancía peligrosa que pudieras comprar en una feria de armas. Las sombras eran mortales, capaces de trucos de los cuales hasta los miembros de la hermandad estaban impresionados y los de su tipo usualmente se resguardaban a sí mismos, apegados al Territorio s’Hisbe camino a las afueras de la ciudad. Trez y su hermano, iAm, eran las excepciones a esa regla. Tenía algo que ver con Rehvenge. Aunque no es que Rhage hubiera preguntado alguna vez. — ¿Dónde está? —preguntó V mientras apretaba la mano de la sombra. —Aquí dentro. Rhage hizo lo mismo, saludando a la sombra con un fuerte apretón. — ¿Cómo estás? —Tenemos un problema. —Trez dio un paso atrás y abrió la puerta—. Y no del tipo que ustedes piensan. El asesino “muerto” estaba moviéndose en el suelo, retorciendo sus brazos y piernas lentamente. Las cosas estaban rotas en varios lugares, un pie apuntando en la dirección equivocada, un codo inclinado en un ángulo incorrecto, y había una cantidad de fugas en ese momento, el suelo encharcado con la sangre negra y aceitosa del Omega. —Buen trabajo, —dijo Rhage tomando una Tootsie Pop de uva de su chaqueta rasgando el envoltorio— . ¿Tu Gorila hizo esto? —Big Rob. —Trez volteó la mano del asesino—. Y aquí está el problema. En el centro de su palma había un montón de, para nada especiales, paquetes de droga. Espera un momento. V tomó una de esas cosas con su mano enguantada. —Justo como las que le diste a Butch, ¿cierto? —Exacto. —Sí, de eso se trata. — ¿Hubo algo de esta mierda antes?

—Butch habló con Assail, y Assail negó, denegó y renegó haber estado haciendo negocios con ellos. Y eso es todo. Sin nadie a quien seguir, tenemos otras prioridades, ¿me entiendes? Rhage mordió hasta el centro de chocolate mientras se inclinaba e hizo un poco ¿Que carajos? por su cuenta. Las drogas estaban marcadas con la estampa roja del símbolo en el Antiguo Idioma para muerte. El chrih Assail iba a estar metido en una mierda bastante fea si estaba usando al enemigo para meter su producto en las calles. V movió su mano libre a través de su cabello negro. —Ahora sé por qué simplemente no apuñalaste esta cosa de vuelta con el Omega. —Mi gorila dijo que el asesino vino con la multitud y se abrió camino haciendo algunas ventas. Le pidieron que se fuera, discutió, atacó, y fue momento de luces fuera cuando Big Rob se hizo cargo del asunto. Es la primera vez que este lesser en particular ha estado por aquí, pero eso no es decir mucho, porque es noche de apertura. En conclusión, no dejo que la gente distribuya en mis negocios, humanos u otra cosa. No quiero estar en la lista de cosas por hacer del DPC11 más de lo que ya lo estamos. Mientras ellos dos seguían hablando, Rhage chupó el palillo hasta limpiarlo y se encontró a si mismo analizando a la sombra. Cortando la conversación, pregunto: — ¿Por qué no vienes más a la última comida? La dura mirada de diamante de V se giró hacia él. —Hermano mío, céntrate. —No, lo digo en serio. —Apoyó su cadera en la pared—. ¿Qué sucede, Trez, quiero decir, nuestra comida no es lo suficientemente buena para ustedes? Un carraspeo vino del lado de la sombra. —Oh, no, si, yo solo… estoy ocupado, ya sabes. Abriendo esto.

— ¿Y cuándo fue la última vez que te alimentaste? Luces como la mierda. Vishous alzó sus manos. —Hollywood, podrías concentrarte en el asunto. —Sabes, usé a Selena esta noche y su sangre es asombrosa… Todo pasó tan rápido. En un minuto V estaba hablándole mientras él traía a colación la cuestión bastante relevante de que la sombra necesitaba tomar una vena. Al siguiente, la palma del tamaño de una raqueta de Trez estaba cerrada en su cuello, privándolo de todo su suministro de aire. Mientras el tipo desnudaba sus dientes y gruñía como si Rhage fuera el enemigo. En un abrir y cerrar de ojos, y a pesar de la horrible herida en su hombro, Vishous contraatacó a la sombra, tumbándolo con un golpe de cuerpo entero mientras Rhage tomaba esa gruesa muñeca para liberarse del agarre. Increíblemente eso no los llevó a ningún lado. Incluso con los casi ciento sesenta kilos de V intentando hacer palanca para quitar a Trez y toda la tracción de Rhage agregada a la mezcla, la sombra era toda una pared de ladrillos yendo a ningún lado, apenas moviéndose. Y entonces los tres tenían algo de lo que realmente preocuparse. Rhage parpadeó, y cuando abrió sus ojos, luz brillante inundó el estrecho espacio vacío. —Mierda, —rechinó V—. Déjalo ir ¡Maldita sea, Trez! Tenemos problemas. Bajo la piel de Rhage, su bestia surgió a la vida, despertada por la amenaza de muerte. — ¡Trez! ¡Suéltalo! Algo consiguió llegar hasta la sombra, ya sea toda esa luz, o el hecho de que los rasgos de Rhage ya estaban comenzando a mutar, y aflojó su agarre sólo un poco. V se hizo cargo desde allí, tirándolo sobre el piso resbaladizo y saltando sobre él, una daga negra apareció y fue puesta directamente sobre la yugular. Con una maldición baja, Rhage tosió y respiró hondo unas cuantas veces. Mierda. Su bestia tenía gatillo fácil en una buena noche, cuando estaba bien alimentado, bien follado y apropiadamente ejercitado. ¿Pero cuando alguien intentaba matarlo? Incluso si había alguna maldita buena razón para ello.

Claramente, la sombra se había emparejado con la elegida. Porque esa reacción tenía hormonas masculinas encima. —Lo siento, —balbuceó Trez—. No sé qué me sucedió. Lo juro por la vida de mi hermano. — Por qué no nos… —Rhage se tropezó con sus propias palabras—. ¿Dijiste que estabas emparejado con ella? Hubo una pausa. Entonces Trez dijo: —Yo… Mierda. V agregó una cadena de maldiciones. —Vas a quedarte quieto, sombra, ¿o tengo que abrirte el frente de la garganta? —Estoy bien. Lo juro. Un momento más tarde, V se le acercó. — ¿Rhage…? ¿Mi hermano? Rhage puso las palmas en su rostro y se deslizó de su posición vertical hasta que estaba trasero—en— el—piso. Inhalar. Exhalar. Inhalar. Exhalar. Ya tenían un lesser en el club. Su bestia era el último problema que necesitaban. Inhalar. Exhalar… — ¿Qué le está sucediendo? —Preguntó Trez. —Nunca agredas a ese hijo de puta, —fue la última cosa que Rhage oyó antes de que el mundo se desvaneciera como una ráfaga de humo.

Capítulo 3

En la sala más sagrada del gran palacio de la s'Hisbe, s'Ex estaba al otro lado de una puerta que no tenía cerradura, ni pomo y casi ninguna abertura para distinguirla del lado de la pared en el que se encontraba. En el otro extremo se oía el llanto de un bebé y el sonido de súplica lastimera en busca de ayuda, auxilio y socorro que ya entraba en sus oídos a través de su alma. Le temblaba la mano cuando salió para que le diera aire fresco. Era su hija, su descendencia, la única que probablemente tendría nunca. El bebé no estaba solo en la sala ceremonial, estaba el sumo sacerdote, AnsLai, el jefe astrólogo encargado de presenciar y registrar eventos como este. El bebé había sido envuelto en una manta de color blanco puro de lana tejida por la niñera antes de ser llevada allí y dejada atrás con esos tres hombres, para llorar por un padre que no vendría a salvarla. El corazón de s'Ex latía tan violentamente que la parte blanca de sus ojos registraban la presión cardiaca. No esperaba tener esta reacción, pero quién sabe si este fervor era evidente por qué no se le había permitido tocar la niña o estar a solas con ella. Desde que la reina había dado

a

luz

hace

aproximadamente seis horas, se le había permitido verla dos veces, una vez después de que la habían limpiado y otra justo ahora, cuando se había rendido en esa habitación de mármol blanco que no tenía ventanas y sólo una puerta encerrados desde el interior. La hora de su nacimiento había determinado esto, exigía esto, era lo que dictaba la costumbre. Las estrellas se habían alineado de tal manera que su hija no iba a ser la heredera del trono y por lo tanto no tenía que ser. ¡Entra allí! Gritaba su corazón. Para esto, detén esto antes de que… Silencio. De repente se hizo el silencio. Un sonido como el de un animal herido vibró por la garganta hasta la boca y s'Ex cerró el puño, golpeando en la puerta con tanta fuerza que se formaron fisuras en forma de estrellas que irradiaban hacia el exterior del punto de impacto. Angustiado y muerto, sabía que debía retirarse urgentemente antes de hacer algo tan impensable como lo que acababa de hacer.

Tropezando con su túnica negra se dio la vuelta tambaleándose por el pasillo. Era vagamente consciente de estar golpeando las paredes, su impulso despedía de izquierda a derecha y sus hombros se rozaban de golpe en el mármol blanco deslizándose. Por alguna razón, pensó en una noche muchos años atrás, por lo menos hace dos décadas, cuando estuvo esperando la llegada de Trez, el elegido, saliendo y tratando de huir. Ahora estaba haciendo lo que había hecho entonces ese macho. Escapar. Aunque, de hecho, no se liberaba en absoluto. A diferencia de Trez, que no había sido autorizado a abandonar el palacio, s'Ex, como verdugo de la reina, lo tenía permitido. Era también el que se encargaba de supervisar todas las idas y venidas. No habría retrasos para él y eso salvaría vidas esta noche. Ese silencio, ese horrible y resonante silencio, canibalizaba su mente mientras serpenteaba a través del laberinto de salas acercándose a la misma salida que Trez había buscado. El macho también había sido condenado, la posición de la las estrellas en el momento en que nació determinaban la naturaleza o la crianza. Esas constelaciones tan lejanas, tan desconocidas en el momento del nacimiento e incomprensibles en la madurez determinaban todo, tu estado, tu trabajo, tu pena y tu hija, que como Trez, había nacido con un presagio de que debía ser sentenciada a muerte. Nueve meses habían esperado su nacimiento, la sociedad estaba en una especie de punto muerto con la reina embarazada. Tal fanfarria ya que no había habido otro embarazo en dos siglos de reinado y el monarca que había cedido a la princesa. Por supuesto, el hecho de que la concepción actual había sido por el verdugo de la reina había sido mucho menos trascendental y nunca reconocido públicamente. Era mejor que hubiera sido un aristócrata, un primo segundo de sangre real, un macho marcado como especial por sus cartas de parto, o mejor aún, una especie de milagro inmaculado pero por desgracia no lo era. El padre había sido él que había comenzado como un siervo y se había ganado la confianza, el acceso y mucho más tarde, el acto sagrado del sexo. Pero eso era todo en gran parte insignificante en su tradición matriarcal. Los machos eran como siempre una idea secundaria en el último momento. En realidad el bebé y la madre eran lo más importante.

Tuvo una oportunidad cuando el niño había nacido como mujer, ya que podría superar a la actual heredera al trono dependiendo de las estrellas. Aunque eso habría dado lugar a una nueva muerte, ya que solo podría estar un heredero al trono. La princesa que había en la actualidad habría tenido que ser asesinada como ritual. Todos habían estado esperando noticias. Con la hora y la fecha correctamente registrados, el jefe astrólogo se había retirado a su observatorio y completó su medición en el cielo nocturno, s'Ex había sabido el destino de su bebé antes que la población general, pero después de saberlo los cortesanos. El nacimiento no sería anunciado. La reina reafirmaría a su hija actual, todo seguiría como había estado hasta ahora y eso era todo. La tragedia personal para él enterrada bajo el protocolo de la corte y la reverencia a la realeza según las tradiciones astrológicas. Había sabido desde el principio que cabía esta posibilidad, pero ya fuera a través de la arrogancia o de la ignorancia, tenía descontada ésa terrible realidad. Cuando finalmente estalló la noche respiraba entre jadeos. Nunca debió esperar una excepción por su historia personal en este sistema estelar que gobernaba todas las cosas. Más bien era verdaderamente estúpido. Apoyando las manos sobre las rodillas, se inclinó y vomitó en la corta y muerta hierba. La expulsión parecía despejar un poco su cabeza, hasta el punto en que casi quería hacerlo de nuevo. Tenía que hacer algo, cualquier cosa, no podía volver a entrar en el palacio y ser el responsable de matar a la primera sombra para sólo limpiar su dolor. Su rescate, tal como estaba, no iba a llegar. Con este evento, había asuntos oficiales que llevar a cabo y tal como era su papel de guardián, estaba encargado de la ejecución. Pasó un buen tiempo antes de que pudiera calmar su mente y emociones lo suficiente como para desmaterializarse, y cuando fue capaz de dispersar sus moléculas salió de las paredes del Territorio con un extraño sentimiento de compasión. Estaba seguro de que la reina no estaba sintiendo nada en este momento. Como resultado del grafico de la estrella, la vida inocente había sido cortada, se había devaluado hasta el punto de inutilidad a pesar del hecho de que lo que había nacido había salido de ese vientre real. La alineación de las estrellas era más importante que la alineación del ADN. Esa era la forma en que siempre había sido y sería para siempre. A pesar de ser sólo septiembre, cuando viajó hacia el centro de Caldwell, la noche era la más fría que había conocido jamás.

Capítulo 4

Le elegida Selena entró en el centro de formación, a través de la parte posterior del armario de suministros de la oficina, y al salir, se sobresaltó con la enorme figura detrás del escritorio. Tohrment, hijo de Hharm, levantó la vista del ordenador. —Oh, hey Selena. Que sorpresa. Cuando regulo su frecuencia cardiaca, se llevó la mano al pecho. —No esperaba encontrar a nadie aquí. El hermano se volvió a enfocar en el resplandor azul de la pantalla. —Sí, estoy de vuelta en el trabajo. Vamos a abrir las cosas de nuevo. — ¿Abrir qué? —El centro de formación —Tohr se recostó en el sillón de cuero verde más feo que había visto nunca. Y cuando hablaba, acariciaba el brazo como si fuera una obra de arte preciosa—. Antes de los allanamientos, tuvimos un buen programa establecido aquí. Pero, después de que tantos miembros de las glymera murieran durante los ataques, los supervivientes se mudaron fuera de Caldwell. Ahora, la gente está volviendo, y Dios sabe que necesitamos la ayuda. La sociedad lessening está aumentando como ratas en un almacén. —Me preguntaba para qué eran todas estas instalaciones. —Lo veras de primera mano. —Tal vez —dijo. Pero sólo si ellos se movían rápido, pensó — ¿Estás bien? —Preguntó el hermano, levantándose rápidamente. Con un giro brusco, el mundo se inclinó a su alrededor, girando su cabeza en su columna vertebral, o ¿era la habitación? De cualquier manera, Tohrment la atrapó antes de que cayera al suelo, levantándola y sosteniéndola en sus brazos. —Estoy bien, estoy bien... Estoy bien —dijo ella. Al menos, pensó que pronunció esas palabras en voz alta. No estaba segura, porque los labios de Tohr se movían y sus ojos estaban fijos en los de ella, como si estuviera hablándole, pero no podía oír su voz. O la suya propia. Cualquier Cosa.

Lo siguiente que supo, era que estaba en una de las salas de examen y la shellan de Vishous, Doc. Jane, estaba mirándola, sus ojos de color verde oscuro, pelo corto rubio y rugiendo preocupación. La sobrecarga de luz era demasiado brillante, y Selena levantó la palma de la mano para cubrir su rostro. —Por fav… esto es innecesario… De repente, se dio cuenta de que podía oírse a sí misma, y al mundo, una vez que el embotamiento se diluyo, regreso de vuelta con todo detalle. —Honestamente, estoy bien. Doc. Jane se puso las manos en las caderas y se quedó allí, como si fuera un barómetro haciendo alguna clase de lectura. Por un momento, Selena fue golpeada por el miedo. No quería que supieran que… — ¿Acabas de alimentar a alguien? —Preguntó la doctora de la hermandad. —Hace aproximadamente una hora. Y no comí. Me olvidé de comer. —Lo cual no era mentira. — ¿Tienes alguna condición médica de la que necesito saber? —No —Lo que era mentira—. Estoy perfectamente sana. —Aquí —dijo Tohr, presionando algo frío en su mano—. Bebe esto. Ella hizo lo que le dijo y descubrió que era Coca, en una lata de color rojo que decía: "Compartir con Buddy ", en el lado. Y en realidad, la bebida la reanimo. —Esto es bueno. —Su coloración es cada vez mejor. —Doc. Jane cruzó los brazos sobre su pecho y se echó hacia atrás contra uno de los armarios de acero inoxidable—. Continúa con la bebida. Y tal vez deberías considerar la posibilidad de llamar alguien más para… —No —dijo ella bruscamente—. Voy a completar mi deber. La importancia de venir aquí, y poner su vena a disposición de los hermanos y los demás, los que no eran capaces de alimentarse de sus compañeras, era lo único que la mantenía en marcha. Era la conexión con la vida normal, la puesta a tierra de un trabajo que era muy significativo, el metrónomo de noches y

días, sin el que se consumiría a sí misma con un mal destino, sobre el que ella no tenía control. La realidad era que su tiempo se estaba acabando, y nunca estaba segura de cuando sería el último momento que estuviera aquí, cuando sería la última vez que haría algo. Y eso hacía que estar aquí, fuera un servicio absolutamente necesario. Mientras continuaba bebiendo del refresco, se dijeron muchas cosas, preguntas por parte del médico, respuestas dadas por ella. El vocabulario no importaba, pronunciaba algo, cualquier mentira, media verdad, o cualquier vaguedad, con tal de liberarse de esta sala llena de azulejos y continuar con su deber en su última visita de la noche. —Voy a completar mi deber. —Ella forzó una sonrisa en su rostro—. Y entonces descansaré. Lo Prometo. Después de un momento, Doc. Jane asintió y por fin, gano la pelea. La guerra, sin embargo, era una bestia completamente diferente. —Estoy bien, —dijo Selena, saltando fuera de la mesa—. Real y verdaderamente. —Ven a verme si ocurre de nuevo, ¿de acuerdo? —Por supuesto —Ella sonrió a ambos—. Lo prometo. Al salir de la sala de examen, supuso que la mentira debería haberle molestado. Pero ya no podía darse el lujo de escuchar a su conciencia nunca más. Estaba en una carrera contra reloj con la muerte, y nada, ni siquiera la gente que valoraba o el macho que amaba, podría ponerse en su camino. Para ella, la supervivencia, tal como era, era un esfuerzo en solitario.

*** Al volver a SHADOWS, Trez tuvo que tomar un momento para toser y colocar su laringe en la posición adecuada antes de sentarse. Una cosa que se puede decir acerca de Vishous. El hermano hacia bien la cosa dominante. Naturalmente.

Pero como quiera que fuera, esa mierda era un poco demasiado real allá en la esquina. A través del espacio oscuro que era la sala de sexo, Rhage se hizo un ovillo, con los ojos cerrados, la respiración entrando y saliendo de su boca abierta con tal ritmo desmedido que te hacía pensar que estaba bien hipnotizado o en un puto coma. — ¿Qué está haciendo? —Preguntó Trez. —Tratando de no convertirse en un monstruo. Trez levanto las cejas.  —Literalmente. —Godzilla. Sólo que púrpura. —Jesús... pensé que eran sólo chismes. —Nope. V palmeó una daga negra y la levantó por encima de su hombro. Con una puñalada viciosa el hermano estoco al lesser, eliminando los restos del asesino clavándole la cosa en el vacío pecho, la segunda luz brillante de la noche, azul-blanquecina brillo como un soplete antes de desaparecer, y tomando la mayoría de los apestosos restos que permanecían con él. El flash no limpio la negra mancha de grasa, pero Trez había equipado estas habitaciones con un desagüe en el centro y una conexión de mangueras montadas discretamente debajo del banco. Los humanos podrían causar problemas también. Así que te has emparejado, ¿eh? —V lo dijo mientras se quitaba un peso de encima, y miraba por encima de su hermano como si fuera una manada de animales que guardan un lobo caído. —Lo siento, ¿Qué? —Selena. Te has vinculado con ella. Trez maldijo y se frotó la cara.  —Ah, no. La verdad es que no. —Una persona muy sabia me dijo una vez... puedes mentirle a cualquiera que desees, sólo que nunca a ti mismo. —Mira, no sé…

—Así que ¿es por eso que te fuiste de la mansión tan pronto? Trez considero darle un golpe de humo, pero ¿de qué serviría? Solo acabaría atacando a un macho que respetaba, un macho que, aclarando, estaba total y completamente enamorado de su propia mujer, sólo porque el tipo había tomado de una vena, y nada más que de una elegida entrenada para estar al servicio de esa manera. Si eso no le ponía el sello de emparejado en la frente, no sabía que lo haría. —Yo solo... —Trez negó con la cabeza—. Mierda. Yo. Bien, me he vinculado, y no puedo estar alrededor de ella alimentándolos a todos ustedes. Quiero decir, sé que es un servicio necesario, y se detiene en la vena, bla, bla, bla. Pero es demasiado peligroso. Estoy obligado a hacer eso —él asintió hacia Rhage—.En cualquier momento. — ¿Ella no se quedara contigo? Sé que no puede ser a causa de Phury. Respeta la mierda en ti. Sí, él y el primale, que era responsable de todas las elegidas, estaban bien. Lástima que no era el problema.  —Simplemente no va a funcionar. — ¿Por qué? — ¿Podemos volver a por qué un lesser  tiene las drogas de Assail con él? —Sin ánimo de ofender, pero acabo de hacerte un enorme corte como para que dejaras ir la yugular por el desagüe del fregadero. ¿Crees que puedes hacerme el honor de ser honesto? Trez se miró las manos y flexionó los dedos en forma de abanico.  —Incluso si no me hubiera acostado con mil mujeres humanas, no soy exactamente un hombre libre. —Rehv dijo que tu deuda con él está más que pagada. —El lazo que me une no es para con él. —Entonces, ¿quién es el dueño de tu correa? —Mi reina. Hubo un largo silbido.  — ¿De qué manera? Es curioso que, había pasado tanto tiempo con la hermandad y nunca les dijo nada sobre el yunque en

su cabeza. Por otra parte, durante tanto tiempo lo único que había hecho era tratar de fingir que no estaba allí mismo. —Se supone que debo sustituir al heredero al trono. — ¿Cuando pasó esto? —Nacimiento. El mío, es todo. V frunció el ceño. — ¿La reina sabe dónde estás? —Sí. —Debiste habernos informado esto antes de haberte mudado. No digo que no te habríamos acogido, pero, tu gente puede ser muy particular sobre con quienes se asocian. Tenemos suficientes problemas sin un problema diplomático con la s’Hisbe. —Puede haber una circunstancia atenuante, sin embargo. —A medida que su teléfono comenzó a vibrar en el bolsillo de la camisa, metió la mano y lo apagó sin mirar de quién era la llamada—. He estado en punto muerto. Con la posibilidad de, o bien un choque frontal con un punto o un viraje que me pueda salvar. — ¿Selena sabe algo de esto? —Ella sabe algo de ello. El hermano inclinó la cabeza.  —Bueno, es tu historia para contar… al menos con respecto a la elegida. Sin

embargo ¿Cómo impacta a Wrath y a nuestro trono? Todas las apuestas están apagadas.

—Cualquier noche. Lo sabré en cualquier noche… la reina deberá dar a luz, literalmente, en cualquier momento. —No le escondo nada a mi rey. Trez sintió que su teléfono se apagaba de nuevo y el silenció regreso una segunda vez. — Sólo dile que los dados están todavía rodando. No sabemos lo que pasara. Tal vez el mapa de las estrellas no coincidirá con el mío, y luego voy a estar libre. —Le transmitiré eso.

Hubo un momento de silencio y, a continuación, Trez comenzó a retorcerse.  — ¿Por qué me miras así? Cuando no hubo respuesta, él se puso de pie, y se sacudió el culo. Y todavía esos ojos de diamante lo miraban fijamente. — ¿Hola? V… qué carajo. —Se está acabando el tiempo —dijo el hermano en voz baja—. En los dos frentes. El teléfono de Trez se apagó nuevamente, pero no habría respondido la maldita cosa, incluso si hubiera querido. —De que estás hablando. —Hay dos hembras. Y en ambos casos, se está acabando el tiempo. —No sé de qué mierda… —Sí, lo haces. Sabes exactamente de lo que estoy hablando. No, porque sólo había un tic-tac de una bomba de tiempo en su vida, gracias a Dios.  —Es Rhage ¿va a despertarse o necesitan un carro de urgencia? —Esto no es sobre él. —Bueno, no se trata de mí tampoco. En serio, ¿requieren ayuda médica? —No. Y eso no es de lo que estamos hablando. —Pronombre equivocado amigo. No estoy en esta conversación. Además, quién sabe, tal vez si la mierda de la s’Hisbe seguía su camino, él podría trabajar en la situación con Selena. Después de todo, si no era el elegido, era libre de ser... Mierda, a menos que renunciara a su trabajo aquí, todavía sería un proxeneta. En recuperación por su adicción al sexo. Quien, iba a necesitar terapia para superar el síndrome del estrés postraumático por este mal destino. Sí, wow. Soltero del año aquí. Y el infierno, no era como que Selena luciera necesitada de él, y no la culpaba. Su pasado con todas esas mujeres humanas, a pesar de que se había detenido con los ligues tan pronto como la había besado, no tenía nada de romántico. Era francamente repugnante.

Los meses de celibato apenas significaban algo ante sus esfuerzos por manchar deliberadamente su cuerpo físico… —Estoy teniendo una visión d sobre ti. —V se frotó los ojos. —Mira, si no me necesitas, yo… —Para ti, el estatus será bailar el vals. Como el teléfono de Trez se silenció de nuevo, se encontró con que las sombras habían superado cada centímetro cuadrado de su cuerpo humano. —Con el debido respeto, no tengo ni idea de lo que estás hablando. Cuida de ese hermano todo el tiempo que necesites, nadie va a molestarte aquí. —Muéstrate. Incluso cuando crees que te va a matar. —Sin ánimo de ofender V, pero no quiero escuchar esto. Nos vemos.

CAPÍTULO 5

En el conjunto médico del centro de entrenamiento, Luchas, hijo de Lohstrong, yacía de espaldas en una cama de hospital con el torso y la cabeza apoyada en las almohadas. Su cuerpo roto se extendía ante él, y no le gusto su apariencia, como si hubiese sido devastado por una bomba. Las cicatrices y las piezas que faltaban, transformaban lo que había previamente funcionado normalmente en una mezcla dolorosa, debilitada y disfuncional. Su pierna izquierda era el mayor problema. Desde que había sido rescatado de aquel tambor de aceite donde los lessers lo habían encarcelado, había estado en un período de "rehabilitación". Palabra extraña para lo que le estaba pasando en realidad. La definición oficial, como lo había mirado antes en una tableta, era restaurar a alguien o algo a su antiguo estado de funcionamiento normal. Después de muchos meses de terapia física y profesional, sin embargo, se mostraba confiado concluyendo que la rutina mental y corporal nocturna compuesta de movimientos pequeños y grandes estaba consiguiendo llevarlo a estar más cerca del éxito para convertirse de nuevo en lo que lo había sido tiempo atrás. La única cosa que sabía seguro era que: estaba dolorido; todavía no podía caminar; y las cuatro paredes de esta sala de hospital, que era todo lo que había conocido desde que había sido encerrado entre ellas, eran estrechas, y lo conducirían a la locura. No por primera vez, se preguntó cómo su vida había llegado a esto. Y eso era estúpido. Conocía los hechos oh, tan bien. La noche de las redadas, los asesinos se habían infiltrado en la finca de su familia, como lo habían hecho en tantas otras. Habían matado a su padre y su mahmen, y hecho lo mismo con su hermana. Cuando llegaron a él, habían decidido perdonarle la vida para que pudiera ser utilizado como conejillo de indias, un experimento para determinar si un vampiro se podría convertir en un lesser. Lo incapacitaron, lo habían empacado en un tambor de aceite en algún lugar y lo habían almacenado, cubierto por la sangre del Omega. Sin embargo, no había habido experimentación. Habían perdido el interés por él, o se habían olvidado, o algún otro resultado había ocurrido. Incapaz de liberarse, había sufrido en el vacío viscoso y negro, viviendo, pero apenas con vida, a la

espera de que su condenación llegara, por lo que le había parecido una eternidad. No estaba seguro si había sido de alguna manera transformado. Su mente, que una vez había brillado con gran orgullo gracias a sus logros académicos y sus aptitudes, llego a estar tan lisiada como su cuerpo, transformando, lo que una vez fueron vías claras de pensamiento en enrevesadas y oscuras pesadillas de paranoia y terror. Y luego su hermano, para el que nunca había tenido tiempo, al que había menospreciado, del que siempre se había sentido tan superior, había llegado y se había convertido en su salvador. Qhuinn, el desviado con el ojo azul y el ojo verde, la vergüenza de la familia por

su defecto crítico, el que había sido

expulsado de la casa y por lo tanto no estaba allí cuando ocurrió el ataque, había resultado ser la única razón por la que había conseguido vivir. Ese macho también había resultado ser el miembro más fuerte de la línea de sangre, vivía y trabajaba con la hermandad de la daga negra, luchando con honor, defendiendo la raza contra el enemigo de forma sobresaliente. Mientras Luchas, el ex chico de oro, el heredero de un cargo que ya no existía era ahora uno de los defectuosos. ¿Karma? Levantó la mano, ahora destrozada, mirando fijamente el muñón que era todo lo que le quedaba de cuatro de sus cinco dedos. Probablemente. El golpe en la puerta fue suave, y mientras inhalaba, captó los olores en el otro lado. Vigorizándose a sí mismo, se subió las sábanas más arriba en su delgado pecho. La elegida Selena no estaba sola, como lo había estado la noche anterior. Y sabía de quien se trataba. —Entra —dijo con una voz que todavía no reconocía. Antes de su terrible experiencia, su voz había sido ronca, profunda. Qhuinn llegó en primer lugar, y por un momento, Luchas retrocedió. Cada vez que había visto a su hermano previamente, el macho había estado con ropas de civil. Pero no esta noche. Había venido claramente directo desde el escenario de los conflictos, el cuero negro cubría su poderoso cuerpo, con armas atadas en las caderas, en los muslos, en su pecho.

Luchas frunció el ceño cuando se dio cuenta de dos instrumentos de lucha particulares: Su hermano tenía un par de puñales negros sobre el esternón, los mangos hacia abajo. Es extraño, pensó. Tenía entendido que dichas armas estaban reservadas sólo para los miembros de la hermandad daga negra. Tal vez ellos permitían que sus soldados los llevarlas, ahora. —Hey —dijo Qhuinn. Detrás de él, la elegido Selena era silenciosa como un fantasma, sus ropas blancas flotando alrededor de su esbelto cuerpo, su cabello oscuro envuelto en lo alto de la cabeza en el estilo tradicional de su orden sagrada. —Saludos, Sire —dijo ella con una elegante reverencia. Al mirar hacia abajo hacia su pierna, Luchas quería desesperadamente salir de la cama y pagarle con el respeto que le era debido. No era una opción. La extremidad estaba, como siempre, envuelta en apretada gasa blanca de los pies a la rodilla, y debajo de esa venda estéril. La carne que no sanaba, el calor de la infección latente como una olla de agua a punto de romper a hervir. —Así que me dicen que has dejado la alimentación —dijo Qhuinn. Luchas desvió la mirada, deseando que hubiera una ventana para que pudiera fingir distracción. — ¿Y bien? —Qhuinn exigió—. ¿Es eso cierto? —Elegida —Luchas murmuró—. ¿Puedes permitirnos un momento a solas? —Por supuesto. Esperaré tu convocatoria. La puerta se cerró en silencio. Y Luchas encontró que todo el oxígeno en la sala parecía haber salido con la hembra. Qhuinn acercó una silla a la cama y se sentó, apoyando los codos en las rodillas. Sus hombros eran tan amplios, que la chaqueta de cuero que tenía crujió en protesta. — ¿Qué está pasando, Luchas? —Preguntó. —Esto podría haber esperado. No deberías haber venido de la lucha. —No estoy conforme con tus signos vitales.

—Así que la doctora te lo dijo, ¿verdad? —Ella lo comento, sí. Luchas cerró los ojos. —Tuve una... —Se aclaró la garganta—. Antes de todo esto, había tenido una visión de lo que estaría haciendo, lo que mi futuro iba a ser. Yo era... —Ibas a ser como padre. —Sí. Quería todas las cosas que me habían enseñado que definían una vida lo más digna de ser vivida. —Él levantó sus párpados y miró su cuerpo—. Esto es todo. Este... Soy como un bebe. La gente atiende mis necesidades, me trae la comida, me lava, me limpia. Soy un cerebro atrapado en un cuerpo roto. No hago nada por mí mismo. —Luchas. — ¡No! —Él lo cortó con su mano mutilada en el aire—. No me vas a aplacar con promesas de alguna recuperación futura. Han pasado nueve meses, hermano mío. Precedido por un cautiverio en el infierno que duró un siglo. Me he cansado de ser un prisionero. Quiero acabar con eso. —No te puedes suicidar. —Lo sé. Mientras no llegue el Fade. Pero si ya no como, y no me alimento, entonces… —se señaló con el dedo su pierna—. Hare lo mejor para mí y me marchitare. No será un suicidio. Sera muerte por sepsia ¿No es eso lo que tiene a Doc. Jane tan preocupada? Con un movimiento brusco, Qhuinn se quitó la chaqueta y la dejó aterrizar en el suelo. —No quiero perderte. Luchas puso sus manos sobre su cara. — ¿Cómo puedes decir eso? Después de toda la crueldad en nuestro hogar. —No hiciste nada. Eso fue la "Guardia de honor". —Participé. —Te disculpaste.

Al menos eso era una cosa que había hecho bien. —Qhuinn, déjame ir. Por Favor. Sólo déjame... ir. El silencio duró tanto tiempo, que Luchas comenzó a respirar mejor, pensando que su argumento había sido aceptado. —Sé lo que es no tener esperanza —dijo Qhuinn bruscamente—. Pero el destino te puede sorprender. Luchas dejó caer los brazos y se rió con amargura. —No en el buen sentido, me temo. No de una buena forma. —Estás mal. —Para. —Luchas. Estoy diciendo… — ¡Soy un jodido fenómeno! —Así era yo —Qhuinn señaló sus ojos—. Durante toda mi vida. Luchas lo ignoro, mirando a la pared de color crema. —No hay nada que puedas decir, Qhuinn. Es más. Estoy cansado de luchar por una vida que no quiero —Otro silencio se instaló. Finalmente, Qhuinn maldijo entre dientes. —Sólo tienes que alimentarte y reponer fuerzas otra vez. —Rechazo su vena. Es mejor aceptar esto ahora y no perder el tiempo más adelante con argumentos que no me parecen convincentes. Estoy decidido.

*** Mientras Selena esperaba en el pasillo, el agotamiento la envolvía como pliegues pesados que no eran menos reales por ser invisibles. Y sin embargo, estaba ansiosa. Jugueteando con su túnica, su pelo, sus manos. No le gustaba que el tiempo pasara sin nada en que ocuparse, sus pensamientos y temores se volvieron demasiado fuertes como para contenerse dentro de su cráneo. Y sin embargo, supuso que había una utilidad en esta soledad. Si solo pudiera encontrarla. Lo que tenía que hacer mientras estaba aquí era practicar su adiós. Debía tratar de componer las

palabras que quería decir antes de que se quedara sin tiempo. Debía tener el valor necesario para decir en voz alta lo que había en su corazón. Iba a aprovechar el impulso y decirle adiós a Trez. De las muchas personas que dejaría atrás, el primale y sus hermanas elegidas, los hermanos y sus shellan, Trez era el único por quien ella haría duelo. A pesar de que no lo había visto en muchas, muchas noches. A pesar de que no había estado a solas con él en muchos, muchos meses. De hecho, después de haber terminado su relación, o lo que fuera que tenían cuando él se había mudado de la mansión. Independientemente del tiempo en que ella venia o se iba, si no se habían visto cara a cara, y sólo en ocasiones alcanzara a ver sus grandes hombros mientras se dirigía en dirección opuesta a ella. Que él la estuviera evitando había sido un alivio traicionero al principio. Había sido difícil salir con él, y más difícil aún si hubiera continuado con sus obligaciones. Pero últimamente, ya que su tiempo se acortaba cada vez más, había llegado el momento de decidir lo que tenía que decirle. Queridísima Virgen Escriba, ¿qué iba a decirle? Selena miró de arriba abajo el pasillo, como si el perfecto monólogo podría amablemente marchar hacia ella, a un ritmo suficientemente pausado para que pudiera memorizarlo. Por lo que sabía, él se había olvidado del tiempo que estuvieron juntos. Según su propia admisión, estaba dedicado a la búsqueda de diversión femenina de la variedad humana. Sin duda había hecho borrón y cuenta nueva. Y luego estaba la realidad de que estaba prometido a otra. Dejó caer la cabeza entre las manos. Durante toda su vida, se había tomado tan en serio el consuelo y el propósito de su deber sagrado, que fue un shock descubrir que mientras se acercaba más y más a su final, la única cosa que se vería obligada a hacer bien, seria despedirse de un hombre que no era suyo. Con quien había tenido un romance de una duración muy corta. Había pasado muchas noches en su dormitorio en el rancho, tratando de convencerse que lo que había sucedido con Trez era una locura, pero ahora, cuando el tiempo se estaba acabando… Se estaba enfocando con una extraña claridad. No importaba nada. Sólo necesitaba decirle lo que sentía

antes de morir. No quería acercarse a él demasiado pronto, sin embargo, era bastante embarazoso para ella derramar su alma a un receptor potencialmente indiferente cuando podía durar aun, noches, semanas, meses. Si sólo su caducidad viniera con una fecha, como si fuera una caja de cartón de leche. Qhuinn salió de la habitación, y la expresión consternada en su dura cara despejó su maraña de preocupaciones. —Lo siento —murmuró—. ¿Se niega de nuevo? —No puedo llegar a él. —La voluntad de vivir puede ser complicada. —Ella se acercó y le puso una mano en el hombro—. Estoy aquí para los dos. Si en algún momento cambia de opinión, volveré. —Eres es una hembra de valía, realmente lo eres. Él le dio un rápido abrazo con fuerza y luego se alejó por el pasillo, como si estuviera saliendo de la instalación. Pero luego se detuvo frente a la puerta cerrada de la consulta de Doc. Jane. Después de un momento, entro. Mientras oraba por una solución para los dos hermanos, una nueva ola de agotamiento, más grande que la que había tenido frente al hermano Tohrment, se arrastró desde los pies a través de su cuerpo, haciéndola poner una mano en la pared para que no caerse. Entro en pánico, su corazón latía con fuerza en su pecho, inundando su cabeza con: hacer esto, hacer aquello, huir. ¿Qué pasa si se trataba de un ataque? ¿Y si esto era su final? —Hey, ¿estás bien? Volteando sus ojos de forma salvaje hacia el sonido, se encontró con que Tohrment estaba saliendo de la sala de exámenes. —YO… De repente, la sensación de mareo retrocedido de forma inesperada, como si se hubiera topado con un atracador que, habiendo sido confrontado por el hermano, había reconsiderado su ataque. Debajo de su túnica, levantó una pierna y luego la otra, a pesar de no encontrar ninguna resistencia mortal estaba

aterrorizada. — ¿Selena? —Dijo mientras se dirigía hacia ella. Recostada contra la pared, su mano paso sobre el moño, y descubrió que su frente estaba húmeda de sudor. —Creo que voy a irme al Santuario. —Dejó escapar el aliento—. Voy a refrescarme allí. Lo necesito. —Esa es una gran idea. Pero, ¿estás segura de que serás capaz? —Estoy bien. Cerrando los ojos, Selena se concentró y... Con un giro del mundo, su cuerpo y las moléculas en su cerebro, se trasladó hasta el Santuario, el hogar sagrado y tranquilo de la Virgen Escriba. Al instante, tan rápido como si hubiera tomado una vena, su cuerpo se llenó de alivió y se fortaleció, pero su mente no seguía su ejemplo, a pesar de las preciosas y verdes hojas de los árboles y la hierba, los colores pastel de los tulipanes que estaban perpetuamente florecidos, el mármol blanco resplandeciente del dormitorio, la tesorería, el templo de las escribas recluidas, el reflejo de la piscina, se sentía perseguida, aunque estaba relativamente segura. Por otra parte, tener una enfermedad mortal de duración indeterminada hacía difícil definir la diferencia entre los síntomas que estaban en el espectro de "normal", y los que tenían mayor relevancia. Se quedó dónde estaba durante bastante tiempo, temiendo que si se movía, podría desencadenar los síntomas de su enfermedad. Pero con el tiempo, se fue a dar un paseo. La temperatura del aire todavía era perfecta, ni demasiado caliente ni demasiado fría, y el cielo sobre su cabeza brillaba un azul que era el color de un zafiro aciano, y los baños brillaban bajo una luz ambiental extraña y sintió como si estuviera sola en un callejón oscuro en el centro de Caldwell. ¿Cuánto tiempo? se preguntó. ¿Cuántos paseos más le quedarían? Temblando, apretó su túnica más cerca de su cuerpo cuando un sentido familiar de tristeza e impotencia irrumpió en ella, aplastando su pecho, lo que le dificultaba la respiración. Pero no cedió a las lágrimas. Ya había llorado lo suficiente, los ¿por qué yo? ¿Qué pasaría si?, y necesito más tiempo. Ya había pasado por eso. Pasaría por una prueba del agua hirviendo, incluso podría acostumbrarse si eso le diera más tiempo.

Había llegado a un acuerdo con la realidad donde no sólo sabía que no le había concedido una vida plena, que no tenía realmente mucha más vida. Por lo que, sí, por supuesto que debía ofrecer un adiós a Trez. Él era lo más cerca que había llegado a tener algo suyo, algo privado, más que prescrito, alcanzado, aunque fuera brevemente, en lugar de asignado. Al decirle adiós, estaba reconociendo que una parte de su vida había sido suya. Hablaría con él a la mañana siguiente. Al diablo con el orgullo. Después de un tiempo, descubrió que sus pies la habían llevado al cementerio, y teniendo en cuenta la dirección del sus pensamientos, no se sorprendió. Las elegidas eran esencialmente inmortales, traídas a la existencia desde hacía mucho tiempo como parte del programa de cría de la Virgen Escriba, donde los machos más fuertes se aparearon con las hembras más inteligentes para asegurar la supervivencia de la especie. En un principio, el plantel reproductor femenino fue puesto en cuarentena aquí, con el primale para servir como el único varón a la inseminación. Cuando los milenios pasaron, sin embargo, el papel de la Elegida evoluciono de tal manera que sirvieron a la Virgen Escriba espiritualmente, así como, al registro de la historia de la Raza, ya que está se desarrollaba en la Tierra, adorar a la madre de la especie, y que sirvieran como la fuente de alimento para los miembros de la hermandad sin pareja, lo que para algunas significo una ruptura, aceptaron la mortalidad a cambio de amor, de libertad, de la oportunidad de llevar su vida sin ser condenadas a roles rígidos. Y entonces el actual prímale había llegado y había relajado aún más los roles. Selena miró a través del enrejado en forma de arco del cementerio; las estatuas de mármol de sus hermanas lograron vislumbrarse a pesar de que estaban a cierta distancia y ancladas dentro de un bordeado verde. Con todo el bien que había hecho el antiguo programa de cría, se había producido un resultado traicionero de ello, una prisión que, sin embargo a pesar de las novedosas reglas del prímale, no podía eximir a Selena y a sus hermanas de sufrirlo. En lo profundo de las células de las elegidas, estaba latente una debilidad crítica, un defecto que se produjo precisamente debido a la cantidad limitada de cría que se suponía iba a hacer a los vampiros invencibles. Un sacrificio a favor de la fuerza. La prueba de que la madre de la raza podría ser y sería reducida por

la madre naturaleza. Las estatuas más allá la llenaron de terror. Las elegantes figuras dentro del cercado no eran en realidad hechas de piedra, no en el sentido de que hubieran sido talladas a partir de bloques. Fueron hechas congelando los cuerpos de aquellas que sufrieron de la misma enfermedad que ella tenía. Estos eran los cadáveres de sus hermanas que habían caminado por este el mismo camino con sus propios pies, congeladas en el plantel que habían elegido, selladas en un fino yeso mineral que, junto con la extraña propiedad atmosférica del Santuario, las conservarían por toda la eternidad. El temblor se apoderó de ella de nuevo como una onda y una vez más, el temblor no duró. Esta vez, sin embargo, abandono el hábito de marcar el comienzo del retorno a la normalidad. Como si la vista de los congelados cuerpos en la etapa final hubiera sido una especie de inspiración para lo que la aquejaba a ella, las grandes articulaciones de la parte inferior de su cuerpo se bloquearon, compactándose, y luego lo hizo su columna, los codos, el cuello, sus muñecas. Llego a estar totalmente rígida, inmóvil mientras estaba aun plenamente consciente, su corazón latiendo, sus ojos enfocados, su mente híper-consciente en pánico. Con un grito, trato de librarse de todo, trato de tirar de sus piernas, lucho por mover sus pies, sus brazos, cualquier cosa. No hubo más que un ligero movimiento en el lado izquierdo, que le hizo perder el equilibrio. Inclinándose, aterrizó de bruces en el suelo, las briznas de hierba le entraron en la nariz, la boca, sus ojos. Sabiendo que estaba en peligro de asfixia, puso toda la fuerza que tenía en mover su cabeza a un lado para que sus vías respiratorias se despejaran. Y que resultaría ser el último movimiento que haría. Desde su punto de vista, era como una cámara tumbada, la vista del Santuario en un extraño ángulo como algo proyectado sobre una pantalla: hojas de hierba de primer plano y los grandes árboles, el reflejo del templo, la piscina lejos en la distancia, y solo un trozo de la azotea. —Ayuda. —Dijo en voz alta—. Ayuda... Luchando contra los huesos, trató de recordar la última vez que había visto a alguna de sus hermanas aquí. Había sido...

Hacia demasiadas noches. Y por eso, nadie vendría hasta aquí por el paisaje, siendo el cementerio poco visitado por estar en su zona periférica, salvo para los rituales de la memoria sagrada que no ocurrirían durante varios meses. — ¡Ayuda! Con un tirón colosal, luchó contra su cuerpo. Pero todo lo que sucedió fue una contracción de su mano, los dedos arrastrándose contra el césped. Eso fue todo. Las lágrimas inundaron sus ojos y su corazón martilleaba y quería absurdamente hacer lo que no había hecho jamás cuando solicitó una fecha de caducidad. Desde las profundidades de sus emociones, una imagen de la cara: los ojos negros almendrados de Trez, su pelo negro recortado, su oscura piel le llegó a la parte delantera de su mente. Debería haberle dicho adiós antes. —Trez... —gimió contra la hierba a medida que su conciencia se alejaba, como una puerta que se cierra suavemente, pero firmemente, bloqueando el mundo a su alrededor. No se dio cuenta, que algún momento después, una figura pequeña, silenciosa se le acercó por detrás, flotando por encima de la hierba, con una luz brillante que se vertía al exterior fluyendo por debajo de su túnica negra.

CAPÍTULO 6

RESTAURANTE SALVATORE, EN LAS AFUERAS LITTLE ITALY, CALDWELL Con una maldición, iAm colgó la llamada que había entrado en su móvil y se apoyó en la encimera frente a él. Después de un momento de arritmia, se puso de un tirón su abrigo de lana, el negro, con la cuarenta escondida en un bolsillo del lado izquierdo y un cuchillo de caza de ocho pulgadas cosido en el derecho. Podría necesitar las armas. — ¿Chef? ¿Estás bien? Lanzó la mirada a través de la cocina a Antonio Di Senza, su chef jefe. —Perdón, sí, me tengo que ir ya he empezado la mise en place12 —cogió su móvil de nuevo—. Lo puedes acabar mañana... Antonio se quitó su gorro de cocinero y apoyó su cadera en la cocina de doce quemadores, todos los utensilios utilizados para el servicio de la cena estaban recogidos, el vapor restante del lavavajillas hacia parecer la cocina de cuarenta por veinte pies la jungla amazónica. Demasiado silencio pensó iAm, la cocina bien iluminada olía a lejía en vez de a albahaca. — ¿Gracias Chef, quieres que guise los tomates antes de irme? —Es tarde, vete a casa, buen servicio esta noche. Antonio se limpió la cara con un paño azul y blanco. —Gracias a ti, chef. — ¿Cierras por mí? —Como tú quieras. Con un asentimiento, iAm salió de la cocina acortando por el pasillo de descarga hacia la salida trasera. Afuera dos de sus camareros estaban holgazaneando y fumando junto a los coches, sus chaquetas de smoking quitadas, las pajaritas rojas sueltas y colgando de los cuellos abiertos de las camisas. —Chef —dijo uno de ellos cuadrándose. El otro inmediatamente se puso alerta, —Chef.

Técnicamente él era más jefe que chef aquí en Sal´s pero sí que cocinaba bastante y hacia I+D13, con recetas el mismo y la plantilla le respetaba por eso. No había sido así siempre, al principio cuando llego para hacerse cargo del control de la institución de Caldwell no había sido exactamente bienvenido, todo el mundo desde los camareros, los chefs, los limpiadores habían asumido que él era un afroamericano y el profundo orgullo y la tradición Italiana de pertenencia, cocina y cultura habría ido en contra de cualquiera que no tuviera sangre siciliana en sus venas. Como una sombra, el entendió el trato mejor de lo que ellos pensaban, su gente no quería tener nada que ver con vampiros o symphaths

y desde luego nunca con esas ratas sin cola humanas. Y

Sal´s era uno de los restaurantes más famosos en Caldwell, no solo una reminiscencia de la era del Rat Pack en los cincuenta, sino un lugar que de verdad había servido a el Chairman of the Board y sus chicos14, con su papel pintado, su atril en la entrada y todos los formalismos, esto era el Sardi`s norte15 y siempre había sido propiedad y gestionado por italianos. Más de un año después de hacerse cargo todo iba bien, había demostrado su valía a todo el mundo desde los clientes a la plantilla, los proveedores, no solo poniéndose en el lugar de Salvatore Guidette III, sino sopeándolo. ¿Ahora? Él era tratado con un respeto que rozaba la idolatría. Se preguntaba qué pensarían de él si supieran que no era de África, que no se identificaba como americano, ni siquiera era humano. Había una sombra entre ellos. —Mañana nos vemos —dijo a los dos hombres. —Sí, chef. —Buenas noches, chef. iAm asintió y se fue a zancadas hasta la esquina más alejada, tan pronto estuvo fuera de su vista, cerro sus ojos, se concentró y se desmaterializó. Cuando se materializó, lo hizo en la decimoctava planta del Commodore, en la terraza del apartamento que poseía con su hermano. La puerta corrediza de cristal estaba totalmente abierta, las largas y blancas cortinas ondeaban hacia dentro y hacia fuera del oscuro interior como fantasmas intentando escapar sin éxito. Había dos posibles destinos para el… aquí o SHADOWS, había elegido su piso de soltero por lo que le esperaba dentro. Había noticias desde la s’Hisbe, ¿y teniendo todo en cuenta? iAm prefería ser

el mensajero de Trez antes que el hombre que habían mandado. Metiendo la mano en su abrigo encontró la culata de su pistola y entró. — ¿Dónde estás? —Por aquí —llego la profunda y grave respuesta. iAm giro hacia la izquierda, hacia el sofá de cuero blanco que estaba contra la pared más lejana. Sus ojos se ajustaron en un latido y la enorme forma negra del ejecutor de la reina se enfocó. iAm hizo una mueca —¿Qué pasa? El sonido de los cubitos de hielo en el vaso de tubo tintineaba a través del silencio. — ¿Dónde está tu hermano? —Es la noche de inauguración del Club, está ocupado. —Debería contestar su teléfono, —dijo s’Ex bruscamente. — ¿Ha dado a luz la reina? —Sí, lo ha hecho. Largo silencio, solo el sonido del hielo lo rompía. iAm inhalo y capto el olor del bourbon con una gran y amarga tristeza, soltó la pistola. — ¿s’Ex? El ejecutor salto del sofá y a zancadas llego al bar con su túnica tras el ondeando al viento. — ¿Te apuntas? —preguntó mientras echaba más bebida en su vaso. —Depende, ¿qué noticias traes y como afectan a mi gemelo? —Te va a hacer falta tomarte un trago. Ok, correcto, sin más comentarios iAm se unió a s’Ex en el bar, no importaba que se ponía en el vaso, si había cubitos de hielo o no, o si había tónica, bebió y apuró lo que resulto ser vodka y se puso más.

—Entonces no era la próxima reina —dijo—. El bebe que ha nacido. —No. —s’Ex regresó al sofá—. La mataron — ¿Qué? —Estaba… predicho, en las… —señala con su vaso sobre su cabeza—, estrellas, así que ellos mataron al bebe, mi… hija. i’Am pestañeó, bebió más y pensó, Jesús, si la reina puede hacer eso a un bebe inocente nacido de su propio cuerpo, la líder del s’Hisbe es capaz de cualquier cosa. —Así

que

—dijo s’Ex mas tranquilamente—,

de

nuevo

tu

hermano

es

la

principal

preocupación de su majestad. Hay un periodo obligatorio de luto y me iré para participar, pero después de la ceremonia reservada y los rituales me mandaran a recoger al ungido. La ceremonia era el enterramiento formal de los muertos sagrados, un derecho reservado a la familia real. El luto durará unos cuantos días y noches después de lo cual… Parecía que sus prorrogas se habían acabado. —Mierda —suspiro iAm. —Me alegraría informar a tu hermano, pero… —No, lo haré yo. —Eso pensaba. iAm se sentó en la silla al lado del ejecutor, mirándole calco las facciones del macho, s’Ex venía de lo peor de la clase baja, nació de padres sirvientes pero a través de su fuerza e inteligencia había escalado hasta seducir a la reina, era una ascensión sin precedentes a través de los estratos sociales. —Lo siento —susurro iAm. — ¿Por qué? —Por tu pérdida. —Estaba escrito en las estrellas. La forma casual de encoger sus hombros se vio desmentida por su voz quebrada.

Antes de que iAm pudiera decir algo mas s’Ex se acercó —Para que lo tengamos claro, no dudare en hacer lo necesario para llevar a tu hermano a casa y presentarlo allí para el propósito para el cual nació. —Ya lo has dicho —iAm también se puso recto e hizo contacto visual—. Vamos tu realmente no crees en esa mierda de astrología ¿O sí? —Es nuestra costumbre. — ¿Eso quiere decir que es correcto? —Tú eres un hereje y tu hermano también. —Déjame preguntarte algo, ¿has oído chillar al bebe?, cuando mataban a tu hija, tu… El ataque no era inesperado, el ejecutor se lanzó con tanta fuerza que su silla se volcó y la pareja acabó en el suelo. s’Ex quedó a horcajadas sobre iAm mientras temblaba de rabia. —Te debería matar —gruñía el macho. —Enfádate conmigo si quieres —contestó iAm—, pero sincérate por lo menos contigo, ya no estás tan orgulloso de tu deber, ¿a qué no? s’Ex se apartó y aterrizo sobre su culo y apoyando la cabeza entre sus manos, respiró profundo, como si estuviera intentando recomponerse y estuviera perdiendo la batalla. —Ya no voy a ayudarlos —dijo el ejecutor suspirando cansado—. El deber debe ser cumplido —dijo bruscamente. iAm se sentó y pensaba que las constelaciones bajo las cuales nació su hermano eran como una enfermedad, algo involuntario, algo integrado en su vida, una bomba pendiente de explotar. La detonación de Trez había sido aplazada durante mucho tiempo, pero ya no podía ser negada por más tiempo. No por primera vez iAm deseo haber nacido antes de Trez, prefería haber sido él el que llevara ese lastre. No es que quisiera ser encarcelado durante toda su vida, con la única ocupación de intentar engendrar el heredero del trono, pero él era distinto a Trez. O quizás se engañaba a sí mismo.

¿Que tenía claro? Que haría lo necesario para salvar a su hermano. Y estaba preparado para ser malditamente creativo.

*** A la vez que Trez regresaba a comprobar el salón privado, Rhage había despertado de su coma, trance, siesta o lo que fuera. Aunque V con su verborrea había sido un verdadero tocapelotas, como dueño del club y macho que había atacado primero se sentía obligado a asegurarse que el hermano estaba bien. —Como van por aquí —dijo cuando entró. Hollywood se sentó despacio, estaba claro que estaba intentando regresar de un destino mental muy lejano del club. —Hola bella durmiente —V saco un liado y un mechero—. ¿Estás de vuelta? —No puedes fumar aquí —dijo Trez. V levantó una ceja, — ¿Qué vas a hacer? ¿Echarme? —No quiero que me cierren en mi primera noche —Tienes problemas más graves que el Departamento de Sanidad Jodete V, pensó Trez. — ¿Necesitas algo? —Preguntó a Rhage—. Tengo todo tipo de cosas sin alcohol. —No, estoy bien —el hermano se frotó la cara y le miró—. Así que te has vinculado a la elegida, ¿huh? —Incluso tengo comida si quieres… —Vamos, amigo —Rhage negó con la cabeza—, acabas de intentar comerte mi comida. Trez miró su reloj —Realmente hace más de una hora. —Lo que tú digas… ¿Cuál es el problema? por qué no vas con ella —Sigues un poco pálido —Vale, vale, si quieres dar al botón de silencio es cosa tuya

OMG, esta era la mayor jodida noche, pensó Trez. Que será lo próximo, ¿Un meteoro cayendo en Caldwell? Nah, probablemente sobre su club. —Pueeees… me llevo las drogas —dijo V metiendo los paquetes de celofán en el bolsillo—. Tú puedes conseguir más… El tercer maldito flash en la habitación fue lo suficientemente brillante como para cegarle y Trez levanto su brazo para cubrir su cara poniéndose en postura defensiva. — ¡Oh, joder! —grito uno de los hermanos. ¿Bomba? ¿Venganza de asesinos? ¿Toda la instalación eléctrica nueva fallando en una escala épica? O quizás no debería haber lanzado al universo la sugerencia del meteoro. En cuanto Trez parpadeo y las manchas de su visión se limpiaron, resultó no ser nada de lo que pensaba. Una figura estaba de pie donde la gran ráfaga de luz había estallado, una figura que era casi tan impresionante como un gnomo de un jardín gótico, lo que fuera era de cuatro pies de altura, cubierta de pies a cabeza por una túnica negra y evidentemente el origen de la iluminación, debajo del dobladillo, la luz allí abajo era tan brillante como las luces de La Perla en las Vegas17. De repente, Trez detuvo la respiración, sumó todas las partes y resultó lo imposible, santa mierda, esa es la… —Hola Madre —dijo V secamente. —He venido con un propósito. —La voz de la hembra era tan dura y clara como el cristal—. Y debe ser servido. — ¿De verdad? —V dio una calada a su liado—. ¿Vas a quitarle un caramelo a un bebe? ¿O es la noche de diversión con la mascota? La figura volvió su espalda al hermano —Tu. Trez retrocedió, golpeando su cabeza contra la pared — ¿Perdón?

—No le deberías hacer preguntas —advirtió V—, exactamente, PTI. — ¿Yo? —Pregunto Trez—. ¿Qué quiere de mí? —Estas convocado por uno de los míos. — ¿Te lo llevas a Disneyland? —Murmuró V—. Qué suerte la tuya Trez… pero ella se lleva bien solamente con Malefica, el Hombre Sombra, Cruella… — ¿Cómo sabes tanto de esa mierda de Disney? —interrumpió Rhage. —Ven conmigo —dijo la Virgen Escriba extendiendo su brazo. — ¿Yo? —espetó Trez por tercera vez. —Has sido convocado. — ¿Selena? —susurró. Rhage agito su cabeza, — ¿Debería entonces coger los malvaviscos? Porque estas a punto de chamuscarte por esas preguntas, chico. Esa fue la última cosa que Trez oyó antes de que un vórtice de energía se lo llevase hasta dios sabe… …donde. Tan pronto la sensación de haber sido transportado desapareció, él se estabilizo sobre sus pies con un grito, ambos brazos colgando desde el torso, su cabeza dando vueltas tan mal que pensó que era una peonza girando en el suelo. Una conciencia repentina de lo que le rodeaba detuvo todo eso. Zona verde. Había sido reubicado en algún tipo de perfecta zona verde de postal, ondulantes prados verdes intercalados con frondosos árboles, parterres de flores y en la distancia, edificios de mármol blanco de origen greco-romano. Excepto el horizonte, le parecía todo mal. Una frontera forestal ofrecía una franja verde en la distancia, pero había algo poco natural en ello, los mismos arboles parecían marcar el área cultivada, como si la naturaleza se repitiera en un mismo patrón. Y sobre todo, el cielo parecía poco firme, su brillo lechoso parecía tener una fuente distinta, como si hubiera una enorme luz fluorescente allí arriba.

— ¿Dónde estoy? Cuando no hubo respuesta, se dio la vuelta, la pequeña figura encapuchada se había ido. Excelente, ¿ahora qué hizo? Más tarde, se preguntaría que exactamente le hizo girar y comenzar a caminar, después correr. ¿Un ruido? ¿Su nombre? ¿Algún instinto? Encontró el cuerpo en la cuneta de una cuesta en el ondulado suelo. Quienquiera que fuera estaba bocabajo, con la tradicional vestimenta de una elegida, las suelas de las sandalias… — ¡Selena! —Gritó—. Selena… Patinando hasta pararse, Trez cayó de rodillas, — ¿Selena? Su pelo negro estaba revuelto, el tradicional recogido de su moño despeinado y descuidado, cayendo sobre su cara. Al levantar la maraña, su piel estaba blanca como el papel. —Selena… —No estaba seguro de si estaba herida o si había sufrido un colapso y sin entrenamiento médico, no tenía ni idea de que hacer. —Respirando ¿Estas respirando? —puso su oreja sobre su espalda, entonces se inclinó sobre ella y la tomó del brazo para comprobar si… — ¡OH Dios! La extremidad estaba rígida como si estuviera en rigor mortis. Excepto… cuando puso dos dedos sobre la muñeca, había pulso. Selena gimió y su pie se giró, entonces su cabeza se sacudió contra la hierba. — ¿Selena? —Su corazón latía tan fuerte que apenas podía oír nada—. ¿Qué pasó? No había ninguna razón para preguntar si ella estaba bien. Eso era un jodido rotundo no. — ¿Estas herida? Más que gimiendo ella parecía estar luchando contra algo. —Voy a darte la vuelta.

Apoyándose, la tomo del brazo intentando moverla pero tuvo que parar. Su posición no cambiaba, sus extremidades torcidas y su torso agarrotado estaban demasiado rígidos, era como si estuviera tratando con una estatua hecha de piedra. —Oh, mierda. Ante el sonido de la voz de Rhage, Trez volvió hacia arriba su cabeza. V y Rhage se habían materializado y aunque siempre le habían gustado ambos, en este momento, podría haber besado al par de guerreros. —Tienen que ayudarme —ladró—. No sé lo que le pasa. Los hermanos se arrodillaron, y Vishous fue a por la muñeca, buscando el pulso. —Ella parece no poder moverse, ¿Pero no sé por qué? —Tiene pulso —murmuró V—. Está respirando. Mierda, necesito mi material. —Podemos llevarla a… ¿Dónde cojones estamos? —exigió Trez. —Sí, puedo llevarla… —Nadie la mueve más que yo —Se oyó a si mismo gruñir. La posición sobre el papel en esta situación estaba clara. El macho vinculado, sin embargo, no iba a ceder. La conversación seguía entre los hermanos, pero maldita sea si el oía algo de ella. Su cerebro estaba tropezando consigo mismo, fragmentos del pasado un par de meses atrás se filtraban como si intentara buscar signos de si había algo mal con ella. No había habido nada que hubiera visto, u oído a través de rumores. Si ella simplemente había colapsado, podría haber sido el resultado de ofrecer demasiado su vena, pero eso no explicaría el hecho de que su cuerpo se hubiera agarrotado de la forma que lo había hecho, parecía haberse convertido literalmente en piedra. Alguien golpeó suavemente su hombro. Rhage. —Dame tu mano. Trez puso su palma hacia fuera y se sintió alzado sobre sus pies. Antes de que ellos pudieran

hablarle, dijo —Tengo que llevarla, es mía… —Lo sabemos —Rhage asintió—. Nadie va a tocarla sin tu permiso, necesitamos que la recojas, entonces V los ayudará a regresar, ¿ok? Vamos ahora, recoge a tu hembra. Los brazos de Trez temblaban tanto, que se preguntaba si sería capaz de sostenerla. Pero tan pronto se inclinó, una profunda resolución hizo desaparecer todos los nervios y los temblores. El objetivo de llevarla a la clínica del centro de entrenamiento le dio un poder físico y una claridad mental que nunca había conocido antes. Iba a morir en el intento. Dios, pesaba tan poco, menos de lo que recordaba. Y debajo de la túnica podía sentir sus duros huesos, como si se estuviera consumiendo. Justo antes de que el efecto remolino le superase de nuevo, sus ojos se dirigieron hacia una gruesa fila de árboles achaparrados que estaban partidos por un enrejado, en el lado más alejado del arco había una especie de patio en el cual estatuas de mármol en varias poses estaban apoyadas sobre pilares. ¿Estaba ella de camino allí? Por alguna razón, la vista de esas estatuas le aterrorizó hasta la medula.

CAPÍTULO 7

De pie frente al espejo de cuerpo entero en su dormitorio, Layla trató de tirar de la capa que supuestamente debía quedarle holgada, pero conseguir acomodar los pliegues en todo su vientre era como pedirle que usara una manta común para cubrir una cama king-size. Viendo hacia abajo, constato que ya no podía ver sus pies, y que por una vez en su vida, sus pechos eran grandes. Lo suficiente como para crear algunos división seria bajo su túnica. Dada su redondez, era difícil creer que todavía quedaban meses por venir con el embarazo. ¿Por qué no podrían ser los vampiros como los seres humanos? A esas ratas sin cola les tomaba nueve meses para llevarlo a término. ¿Su especie? Tratemos con dieciocho. Echando un vistazo por encima del hombro, se miró en el espejo de la cómoda de enfrente. De acuerdo con los diferentes programas acerca del parto humano que ella vio por televisión, se suponía que debía sentirse radiante, deleitada con los cambios de su cuerpo. Abrazando el milagro que representaba la concepción, la incubación y finalmente la inminente expulsión. Los humanos realmente eran una raza diferente. Lo único positivo que sacó de esta experiencia y podría decirse que era la única cosa que finalmente importaba era que su bebe estaba activo y aparentemente sano. Los chequeos regulares que tenían con Doc. Jane indicaban que las cosas estaban progresando con perfecto orden, hitos cumplidos y superados, etapas entraron y se fueron con la gracia. Esos eran los positivos. ¿El resto de la experiencia? No, gracias, amablemente. Detestaba la manera en que tenía que empujarse a sí misma sobre sus pies. Los grandes melones incrustados en su pecho le dificultaban respirar. La hinchazón en los tobillos y las manos que cambiaron de elegantes extremidades a troncos de árboles. Y luego estaban las crecientes hormonas, esas le hicieron querer hacer algunas cosas que creía, las mujeres embarazadas realmente no deberían querer hacer. Especialmente teniendo en cuenta que las quería hacer precisamente con…

—Ya basta. Sólo detén ese pensamiento. Dejo caer su cabeza en sus manos, luchaba con la culpa penetrante que se había convertido en su sombra en estos últimos meses, pegada a su piel, tan pesada como una cota de malla. A diferencia del embarazo, que tenía una fecha de terminación con todas las molestias y preocupaciones. No había alivio para la otra situación. Sin eventos de terminación, al menos no uno que le trajera algún tipo de alegría. Sin embargo ella misma era consciente de haber hecho su cama, ahora debía acostarse en ella. A través de los paneles de su puerta, escuchó pasos, voces, el sonido de aspiradoras. Cuando no había nadie, salió al pasillo de las estatuas y miró a la izquierda y a la derecha, le dio una rápida repasada a su reloj y se dijo que tenía alrededor de una hora y media antes del amanecer, su retorno obligatorio a la mansión de la hermandad. Al salir quería correr, pero apenas podía manejar un paseo rápido mientras se dirigía en dirección de las dependencias del personal. Su ruta a la salida la tenía cronometrado casi como una ciencia. Seis minutos para que lograra conseguir bajar las escaleras de atrás y llegar al garaje. Dos minutos para estar al volante del coche que le fue asignado y cuyo uso regular se basaba en querer despejar la mente, eso le había dicho a la gente. Dieciséis minutos en el coche en la carretera de tierras de cultivo al este de la ciudad. Dos minutos a pie hasta ese campo bajo el árbol de arce. — ¿Vas a algún lado, Layla? Ella tropezó con sus propios pies al darse la vuelta. Blay estaba frente a la sala de estatuas, en su ropa de lucha, la piel manchada y su rostro agotado. —Ah, hola —respondió ella—. ¿Has venido directo del campo? — ¿Vas a salir? —Blay frunció el ceño—. Es terriblemente tarde. —Sólo será un corto trayecto en coche —dijo ella suavemente—, para, ya sabes, despejar mi mente. Queridísima Virgen Escriba, como odiaba mentir. —Bueno, me alegro de haberte encontrado a tiempo. Qhuinn no está llevándolo bien. Layla frunció el ceño y se dirigió de nuevo hacia el luchador.

El padre de su bebe era una de las personas más importantes en su vida, al igual que Blay, la pareja ahora vinculada eran su familia. — ¿Por qué? —Luchas —Blay se despojó la funda de la daga de su pecho—. Él se rehúsa a alimentarse, y con Qhuinn eso sólo significa chocar contra una pared. —Ha sido casi un mes. —Mucho más. Por regla general, si un vampiro varón sano tomó de la vena de una elegida, podía durar fácilmente varios meses para volver a alimentarse, claro dependiendo de su nivel de actividad, el estrés y la salud en general. ¿Sin embargo, para alguien que estaba tan enfermo como Luchas? Poco más que una o dos semanas podrían convertirse rápidamente en una sentencia de muerte. — ¿Dónde está Qhuinn ahora? —Abajo en la sala de billar. Me llamaron de la calle antes de tiempo porque... —Blay negó con la cabeza—. Sí, él no lo está haciéndolo bien. Layla cerró los ojos y puso su mano sobre su vientre. Ella tenía que ir. Tenía que quedarse... —Tengo que tomar una ducha —dijo Blay mirando la puerta de la habitación que él y Qhuinn compartían—. ¿Hay alguna manera en que puedas sentarte con él hasta que yo llegue allí abajo? —Oh, sí, por supuesto. Blay extendió la mano y le apretó el hombro. —Vas a tener que ayudarme con él. Para lograr... —Lo sé —Ella se quitó el abrigo y no se molestó en ponerlo de nuevo en su habitación, sólo lo arrojó sobre el suelo delante de su propia puerta—. Voy a hacerlo entrar en razón ahora mismo. —Gracias. Dios, gracias. Se abrazaron durante una fracción de segundo y luego se dirigió fuera, en dirección a la escalera de honor y al macho que le había dado el don más preciado, el de este niño que llevaba en su vientre. No había nada que no hiciera por Qhuinn o su hellren. Era, sin embargo, muy consciente de aquel macho que estaba esperando por ella en este mismo momento, bajo el árbol de arce, en dicho campo.

Su conciencia la torturó, sobre todo al pasar por las puertas dobles abiertas del estudio del rey. A través de la regia puerta, vio el trono detrás de la gran mesa tallada y fue cuando recordó por qué había tomado el acuerdo que tenía. La venta de su cuerpo al líder de la banda de bastardos se había hecho para mantener a salvo a todos aquí en la mansión. Sin embargo el acuerdo aún no se había consumado a causa de su embarazo algo que la había sorprendido al principio. Xcor era un guerrero brutal, que no sólo tenía la reputación, era real, podía hacer daño a otros y disfrutar de ello. Y sin embargo, con ella, parecía contentarse con esperar el momento oportuno antes de que cobrara su premio. De manera regular, se encontraban debajo de ese árbol y hablaban. O a veces simplemente se sentaban en silencio, sus ojos viendo todo como si... Bueno, a veces pensaba que parecía tener la fuerza de la mirada fija en ella, como si la conexión visual fuera una especie de vena de la que tenía que alimentarse regularmente. Otras veces, sabía que él estaba imaginándola desnuda, y se decía que debía sentirse ofendida por eso, asustada por eso. Preocupada por eso. Sin embargo últimamente, una extraña curiosidad había echado raíces bajo todo el miedo, una curiosidad atada a su poderoso cuerpo, esos ojos entrecerrados, sus labios, a pesar de que el superior estuviera arruinado. Culpaba a sus hormonas e intentaba no pensar demasiado en aquellos impulsos. Lo único que necesitaba tener en cuenta era que mientras siguiera reuniéndose con él, le había jurado por cualquier honor que pudiera poseer que no iba a asaltar el complejo de la mansión. Después de todo, la única razón por la que sabía dónde estaban era por su culpa. Indirectamente, tal vez, pero se sentía como la fuga de seguridad y era únicamente su culpa. Todo el asunto era un trato con un demonio, ejecutado para mantener a aquellos por quien más se preocupaba seguros. Odiaba las mentiras, la doble vida, la culpa y el temor de que tarde o temprano tendría que estar a la altura de cumplir su parte del trato. Pero no había nada que pudiera hacer. Y esta noche, su familia tenía que venir antes que su fraude.

*** Abajo, en el centro de entrenamiento en la sala principal de exámenes, Trez estaba teniendo una experiencia extracorpórea. Después de transportarlos a ambos, el mundo dejo de girar y se detuvo, tuvo que re calibrar su ubicación y gracias a Dios que aún estaban de una sola pieza, en la sala médica. Ahora, si sólo alguno de los presentes aquí le ayudara. Acunando rígidamente el cuerpo

contorsionado de Selena en sus brazos, miró por encima del hombro. Doc. Jane, la shellan de V, estaba de pie a un lado con el atuendo completo médico. Batas azules, guantes de nitrilo verde, y pequeñas zapatillas en los pies. Sin embargo, ella no se acercó a Selena. Sólo se quedó allí donde estaba, mirándolos a ellos, por lo que pareció una eternidad. Mierda. Trez no tenía ningún tipo de conocimiento médico, Pero en términos generales, cuando alguien con el gran DR. Delante de su nombre tenía que tomar un momento cuando ve por primera vez a un paciente… No era una buena señal. Rhage y V estaban al otro lado del camino, y se veían igualmente sorprendidos frente a él y Selena, como si tampoco tuviesen ni idea de cómo ayudar. Doc. Jane se aclaró la garganta. — ¿Trez? —Lo siento, ¿qué? — ¿Me dejas que la examine? Trez frunció el ceño. —Sí claro hágalo —y cuando Doc. Jane no se movió, él comenzó a perder los estribos. — ¿Cual demonios es el problema? —Tus colmillos están al descubierto y estás gruñendo. Ese es el problema. Sacó su lengua e hiso una auto-comprobación rápida y descubrió que caramba, de hecho era todo Cujo19, dejando caer su peso hacia abajo en sus muslos, registro su hardware, y se vio haciendo un sonido como de una podadora industrial en la parte posterior de la garganta. —Sí, lo siento. En ese momento, se dio cuenta de que también se había acorralado en una esquina y estaba sosteniendo a Selena contra su pecho como si alguien estuviera intentando llevársela lejos de él. —Así que ¿debo dejarla sobre la mesa? —Eso sería un buen lugar para empezar —señaló V. Su cuerpo tomó un buen tiempo cuando se dio la orden de avanzar y al final, sólo el hecho de que ella

necesitaba recibir tratamiento de alguien que tuviese más de dos dedos de frente y un estetoscopio le hizo avanzar hacia cualquier lugar cerca del centro de la habitación. Inclinándose, la puso en el tramo de acero inoxidable y se estremeció porque podría haber estado manejando una silla de madera, su cuerpo se quedó en la misma posición que había estado cuando la había encontrado, con las piernas extendidas, torso torcido, brazos acurrucados contra su pecho. Y para empeorarlo su cabeza se mantuvo en ese ángulo malo, en dirección opuesta de los hombros como si sufriera un gran dolor. Le temblaba la mano mientras le cepillaba el pelo fuera de la cara. Tenía los ojos abiertos, pero no estaba seguro de que estuviera consciente. No parecía concentrarse en nada, solo lentos parpadeos periódicos eran la única indicación de que podría estar despierta, podría estar aún con vida. Trez puso su cara en su línea de visión. —Estás en el centro de formación. Ellos van a... A medida que su voz se quebró, se ordenó a sí mismo conseguir soltarla de una puta vez y dejar a Doc. Jane hacer su trabajo. Cruzando los brazos sobre el pecho, dio marcha atrás hasta que sintió una mano pesada en el hombro, Era Rhage y Trez estaba bastante seguro de que el gesto era parte compasión, parte prevención en caso de que el macho vinculado en él decidiera tomar las riendas de nuevo. —Deja que ellos hagan lo suyo —dijo Hollywood cuando Ehlena, que era shellan de Rehv y enfermera, irrumpió a través de la puerta—. Vamos a ver dónde estamos. Trez asintió. —Bueno. Sí. La buena doctora se inclinó y miró a los ojos opacos de Selena. Lo que ella dijo fue demasiado suave para ser escuchado, pero el patrón de Selena de parpadeo cambio, aunque era difícil saber si eso era una buena o una mala cosa. La presión arterial, pulso, pupilas, los tres primeros chequeos fueron rápidos, pero Jane no perdió tiempo anunciando cuáles fueron los resultados. Ella y su enfermera seguían trabajando rápido, tomando la temperatura de Selena, poniéndole una vía intravenosa en el dorso de la mano, porque los tendones de sus codos estaban encerrados. —Quiero un electrocardiograma, pero no puedo llegar a su pecho —dijo Doc. Jane. Entonces miró por encima del hombro a su compañero—. ¿Conoces algún síndrome que causa esto? Es como una convulsión de todo el cuerpo, excepto sus pupilas, nada responde.

—No. ¿Quieres que llame a Havers para una consulta? —Sí. Por favor —Cuando V salió de la habitación, Jane negó con la cabeza—. Necesito saber lo que está pasando en su cerebro, pero no tenemos una resonancia magnética aquí o una tomografía computarizada. —Así que estamos llevándola a Havers —dijo Trez. —Él no tiene esa tecnología, tampoco. —Mierda. A medida que la mano de Rhage se tensó sobre él, Trez se centró en la cara de Selena. — ¿Esta ella sufriendo algún dolor? No la quiero sufriendo ningún dolor. — ¿Honestamente? —Dijo la doctora—. No lo sé. Y hasta que no tenga el control de su estado neurológico, no quiero darle cualquier medicamento que deprima la función, pero me moveré tan rápido como pueda. Parecía durar una eternidad, el tiempo se detuvo en seco y lo único que podía hacer era mirar la complicada danza médica pasando alrededor de la mesa. Y Rhage se quedó junto a él, jugando a la niñera centinela mientras Trez se dejó caer a horcajadas sobre una silla queriendo salir de sus pantalones y con ganas de volarse los sesos sin gracia alguna. Y entonces la elegida Cormia irrumpió en la sala. En el instante en que la hembra vio a Selena, se quedó sin aliento y llevó ambas manos para cubrirse la boca. —Queridísima Virgen Escriba... Doc. Jane dejo de tomar una extracción de sangre de una vena en la parte posterior de la otra mano de Selena. —Cormia, ¿Sabes lo que podría tener? —Ella tiene la enfermedad. Todo el mundo se quedó quieto. Excepto por Cormia. La elegida corrió al lado de su hermana y alisó el

oscuro cabello de Selena, murmurando para ella en la antigua lengua. — ¿Qué enfermedad? —preguntó Doc. Jane. —La traducción del antiguo idioma seria como… el arresto —la elegida se secó los ojos. — Ella tiene el arresto. Trez oyó su propia voz entrecortada en el silencio preguntar. — ¿Qué es eso? — ¿Y es contagioso? —interrumpió Jane.

CAPÍTULO 8

Con la luz del amanecer amenazando por el este, Xcor, líder de la banda de bastardos, reasumía su forma delante de una modesta casa colonial. La casa que sus soldados habían estado usando por aproximadamente un año estaba localizada en el lado más alejado de un callejón sin salida, en un vecindario aburrido lleno de humanos de clase media a mitad de camino de sus tumbas. Throe se había asegurado que la renta fuera con opción a compra, con la teoría de que así podrían ocultar sus planes, y la propiedad funcionaba satisfactoriamente. Había luces en el interior, la luz se derramaba a través de las cortinas raídas, imaginaba lo que sus guerreros hacían en el interior. Acababan de terminar de luchar contra los lessers en los callejones del centro de Caldwell, estarían quitándose sus ropas de cuero negro manchadas de sangre para entonces comer los víveres guardados en el refrigerador y en los estantes de la cocina. Estarían bebiendo también, aunque no la sangre que los volvería más fuertes, y no el agua que los re hidrataría, pero sí alcohol, que actuaría como un bálsamo para tratar las contusiones, cortes y quemaduras De repente, en la parte trasera de su cuello comenzó un hormigueo de alerta, informándole, como si la piel de sus manos no lo hubiera hecho, que tenía poco tiempo para llegar a salvo al interior. Aun así, no estaba interesado en entrar ahí. Para ver a sus soldados, consumiendo sus alimentos antes de retirarse escaleras arriba, hacia la nauseabunda habitación color frambuesa.

Se negó a sí mismo a que había estado contando durante horas. La mayor decepción era que su cuerpo respondía a ello: su piel picaba, sus músculos estaban contraídos, sus ojos ardían. Su adicción no había sido satisfecha. Layla no había aparecido esta noche. Maldiciendo, sacó su celular y marcó en el teclado un número basado en un patrón que había memorizado. Colocó el teléfono en su oído, podía escuchar su corazón latiendo por encima de los timbres de llamado. No había ningún correo de voz personalizado asociado a la línea, así que después de toques escuchó la grabación automática diciendo que no había conexión. No dejó mensaje. Se dirigió a la puerta, preparándose para una avalancha de ruido y caos. Sus bastardos inevitablemente estarían cargados de adrenalina, después de agotar sus reservas de energía con la huida. Abrió la puerta… Xcor se congeló al otro lado del umbral. Sus cinco guerreros, de hecho, no estaban hablándose el uno al otro, no se pasaban botellas de alcohol, ni adhesivo quirúrgico ni gasas para sus heridas. En su

lugar, estaban sentados en los muebles disponibles que venían con la renta de la casa. No estaban tomando y no se escuchaba siquiera el sonido del metal de las pistolas siendo limpiadas ni las dagas siendo afiladas. Estaban todos ahí: Zypher, Syphon, Balthazar, Syn y Throe, aquel que no pertenecía pero que se había vuelto indispensable. Ninguno lo miraba a los ojos. No, eso no era cierto. Throe, su segundo al mando, era el único macho que lo miraba directamente. Así como el único de pie. Ah, tenía que reorganizar todo esto… fuera lo que fuera. Xcor pateó la puerta tras de sí y mantuvo sus armas. — ¿Tienes algo que decir? —preguntó, manteniéndose junto a la puerta mientras sostenía la mirada de Throe. Su segundo al mando se aclaró la garganta, y cuando habló, su acento no era el de los vampiros de clase alta, sino el de los vampiros de la más alta clase social: de la glymera. —Estamos preocupados con respecto a la dirección que ha tomado tu liderazgo. —el macho miró alrededor—. Últimamente. —En efecto. Throe esperaba algo más por respuesta. Al no obtenerlo, pronunció una maldición. —Xcor, ¿a dónde se ha ido tu ambición? El rey tiene un único heredero mestizo, ¿y tú de repente te olvidas de nuestra búsqueda por el trono? Pusiste nuestras metas a un lado como a un bol vacío. —La lucha contra la sociedad lessening es un trabajo de tiempo completo. —Tal vez, si de hecho estuvieras luchando. — ¿Los lessers que he matado esta noche provienen de mi imaginación entonces? —Eso no es todo lo que has hecho esta noche. Xcor enseñó los colmillos. —Ten cuidado donde pisas.

Throe ladeó su cabeza con desafío. —Entonces, ¿no debo decirlo frente a ellos? En cuanto sintió los ojos del macho oscilar sobre él sintió ganas de golpear algo. Había pensado que sus encuentros con Layla no tenían testigos. Claramente fue un error de cálculo. ¿Y si le decía a Throe que permaneciera en silencio? Bien podría condenarse a sí mismo a algo peor de lo que había estado haciendo. —No tengo nada que ocultar —gruñó. —No estoy de acuerdo. Pasas mucho de tu tiempo bajo ese árbol de arce, al igual que un enfermo de amor… Xcor se materializó frente al macho de tal manera que sólo unas pulgadas separaban sus rostros. No tocó a Throe, pero el soldado dio un paso atrás. Sin embargo, su segundo al mando no dio marcha atrás completamente. — ¿Quieres que les diga quién es ella? ¿O no debería? —Ella es irrelevante. Y mis ambiciones no están limitadas por nadie. —Demuéstralo. —A quién. —Xcor ladeó la cabeza y los señaló con su mandíbula—. ¿Son ellos o tú, el que tiene un problema con eso? —Demuéstrame que no has desistido. En un abrir y cerrar de ojos Xcor sacó su daga de acero y la llevó a la yugular del macho. — ¿Aquí? ¿Ahora? Cuando Throe jadeó, la afilada hoja cortó su sangre, una fina línea de sangre roja adornó la pálida y brillante hoja. — ¿Debería probarme a mí mismo contigo? —dijo Xcor oscuramente—. ¿Sería suficiente? —Estás distraído —espetó Throe—. Por una hembra. ¡Te estás debilitando por ella! — ¡Y tú estás loco! Elijo no matar al rey de la raza legítimamente electo. ¿Y esto es un crimen a inculcar entre mis guerreros? — ¡Estabas tan cerca! ¡Casi teníamos el trono! Las fichas de dominó se alinearon, la glymera iba a hacer su oferta…

Xcor presionó de nuevo con la daga, poniendo fin a la diatriba. — ¿Es esta traidora reunión acerca de mi ambición o la tuya? Permíteme preguntarte por cuál pérdida estás de luto. —Ya no nos lideras. —Preguntémosles. —Xcor se apartó y caminó alrededor de la habitación, mirando las cabezas inclinadas de sus soldados—. ¿Qué dicen? ¿Se van con él, o se quedan conmigo? —Las maldiciones estallaron en el aire, se giró hacia Throe—. Porque eso es lo que estás haciendo, ¿no es así? Pidiéndoles una elección, tú o yo. Entonces digo, vamos a la fase final con la debida premura. ¿Con quién se quedarán mis bastardos? Hubo una larga pausa. Y entonces Zypher levantó los ojos. — ¿Quién es ella? —Esa no es una pregunta que se te haya planteado. —Esa es la pregunta que queremos que respondas. Xcor sintió su temperamento hervir. —Ella no es su problema. No había ninguna maldita manera de que él les diera una explicación con respecto a su relación con su elegida. Las aletas de la nariz de Zypher se inflaron cuando tomó una respiración profunda. —Jesús… estás vinculado con ella. —No lo estoy. —Yo también lo puedo oler —dijo alguien—. ¿Quién es? —Ella es insignificante. Throe habló alto y claro. —Es una elegida que vive con la hermandad. Yyyy ahí estaba el caos que había esperado previamente: el cuarto estalló con voces masculinas tratando de hacerse escuchar unos sobre los otros, hablando la antigua lengua mezclada con maldiciones

en inglés y alemán. Mientras tanto, Throe sacó un pañuelo prístino y presionó el cuadrado blanco contra la herida de su cuello. —He fallado en entender por qué ella se reunía contigo, simplemente, ¿qué es lo que pasa contigo? Debe haber algún motivo, ¿dinero? ¿O un engaño de algún tipo? Xcor dejó que lo insultara ya que ni siquiera se acercaba a la verdad; el macho había dado en el clavo. La única razón por la que la elegida Layla se reunía con él era porque sabía la localización de la mansión de la hermandad de la daga negra y le aterraba la idea de que saqueara la propiedad: hubo una noche, hacia cerca de un año, cuando había seguido su rastro de sangre y descubierto el gran secreto. Y Throe tenía razón, había usado ese secreto para su beneficio. Ella le había prometido su cuerpo a cambio de mantener en secreto el sacrosanto lugar. Y aun cuando no la había tenido de forma carnal por respeto a su embarazo, su virtud y su necesidad…él la tendría. Tarde o temprano tomaría lo suyo y la marcaría como propia. Mierda, ¿estaba vinculado? Xcor se reenfocó en Throe y sus bastardos. —Vamos a ocuparnos de este motín, y no de las divagaciones de cualquiera. Así que, ¿qué dicen? Todos —Hubo una larga pausa—. ¿Alguno? Supuso, mientras esperaba una respuesta, que el hecho de que Throe siguiera de pie y respirando, era una prueba más de que Xcor se estaba ablandando. Entrenado por el Bloodletter no había olvidado lo que había aprendido en el campo de guerra, pero en los últimos tiempos se había dado cuenta que la fuerza bruta y el derramamiento de sangre eran simplemente medios para un fin, y había otros medios que podían ser más eficaces. Por ejemplo, Wrath lo había probado con la manera en que había manejado el asalto final en contra de su trono. Ese rey y su pareja habían derrotado hasta el mejor ataque a toda prueba en su contra. Y no solo lo hicieron sin la pérdida de una sola vida sino con una castración tan completa que habían despojado a la glymera de sus poderes. Y ahora Wrath como líder elegido por su pueblo tenía un poder inexpugnable. Throe rompió el silencio dirigiéndose a los guerreros. —Creo que he sido claro, debemos retomar firmemente nuestra búsqueda por el trono. Le disparamos a Wrath una vez y lo podemos hacer

de

nuevo. Puede que haya sido electo democráticamente pero no puede continuar gobernando sino respira, entonces necesitaremos el apoyo de la, ahora, glymera marginal. En concordancia con una estrategia institucional con los miembros formales del Concejo, no podemos argumentar que Wrath se

extralimitó en sus poderes y… —Eres un tonto —dijo Xcor tranquilamente. Throe volteó y lo observó con una mirada hostil. — ¡Y tú un fracasado! Xcor negó con la cabeza. —El pueblo ha hablado. Eligieron poner a Wrath en el trono que previamente había heredado y no hay lucha cuando no hay ningún frente o cuando hay mil. Tradicionalmente las leyes y normas culturales son endebles de mantos de poder e influencia. La democracia, sin embargo, cuando es verdaderamente ejercida es una fortaleza que no puede ser superada, volada en pedazos o socavada. Lo que no comprendes, segundo al mando, es que no hay nada más por lo cual pelear, asumiendo que estés conduciendo este asalto con alguna esperanza de prevalecer. Throe estrechó sus ojos. —Dime algo, ¿ha estado tu elegida educándote? No creo jamás haber oído algo parecido salir de tu boca antes. Xcor se obligó a permanecer en silencio. Él y sus guerreros se habían unido mucho antes de que Throe apareciera, pero, ¿si los machos no podían ver más allá de esta ambición nefasta? Entonces Throe podría tenerlos a todos. Xcor no sometería a ninguno. En el silencio que siguió Throe miró a los guerreros que una vez le habían evitado por su elegante debilidad, pero habían aprendido a respetarlo como un guerrero durante los últimos dos siglos. —La manipulación es más exitosa cuando se lleva a cabo por una persona del sexo femenino. ¿No piensan que habla propaganda del ahora? ¿Alimentado precisamente por aquello que puede seducir su mente, su cuerpo, sus emociones? Han olido la vinculación por sí mismos, deben saber que el alma sigue al corazón y el suyo ya no está con nosotros, con nuestros objetivos, con lo que podemos lograr. Esta no es la fuerza con la que lideraba, sino el tipo de debilidad que una vez despreció en otros. ¿Ven? ¡Incluso ahora se queda tranquilo! Xcor se encogió de hombros. —No tengo gusto por pontificar. — ¿Siquiera sabías el significado de esa palabra seis meses atrás? —contrarrestó Throe. — ¿Qué dice la mayoría? —Xcor miró a su alrededor con cara de aburrimiento—. La elección es suya

pero ustedes ya lo saben. Una vez que se hace es como la tinta en la piel, es indeleble. Zypher fue el primero en ponerse de pie. —Sólo tengo una lealtad. Con eso se acercó a su equipo y desenvainó su daga de acero. Cortando su palma se acercó a Xcor y tendió su mano. Xcor sacudió la mano que se le ofrecía y se dio cuenta que sentía la necesidad de aclararse la garganta. Balthazar fue el siguiente, tomó el mismo cuchillo y se cortó a si mismo poniendo delante su sangre, Syphon se movió con la misma eficacia, comprometiéndose. Observaba todo con los párpados bajos, permaneciendo inmóvil, fue como siempre el comodín, pero incluso él se levantó y se acercó a Xcor. Tomó la daga, cortó su palma y su labio superior se torció como si le gustara el dolor. Xcor aceptó el último de los votos de sus soldados y luego miró a Throe. Levantó su propia palma roja, desplegó sus colmillos y con un siseo mordió su propia carne y luego lamió la sangre combinada. —Como si esto pudiera haber ido por otro camino —sonrió cruelmente—. Nunca has sido uno de nosotros. El hermoso rostro de Throe se torció en una expresión desagradable. —Me obligaste a unirme a ustedes. Tú me hiciste esto. —Pero lo pudiste haber deshecho, ¿no? Bien, te di tu libertad hace un año, deja que tu ambición guíe tu destino si así lo deseas, pero una vez que salgas por esa puerta estará permanentemente cerrada. Estarás muerto para nosotros, es tu propia decisión y de nadie más. Throe asintió una vez. —Que así sea. El macho cruzó la estancia y recogió la funda de sus armas y su abrigo, luego se dirigió a la puerta. Se volteó y se dirigió al grupo. —Él está equivocado en muchas cosas, sobre todo con respecto al trono. ¿Una guerra con mil frentes? No lo creo. Todo lo que necesitamos hacer es eliminar a Wrath, luego el poder recaerá en una mano más fuerte y el macho, dueño de esa mano, no pertenece más a este grupo. El guerrero cerró tras de sí con un portazo. Xcor rechinó los dientes, sabiendo malditamente bien que Throe ya había trazado un plan de contingencia antes de enfrentarse a él y retarlo ante el resto o no se habría ido faltando minutos para el amanecer.

Throe había apostado y perdido, excepto en lo que se refería a su número. ¿Dónde daría el próximo golpe? Xcor no tenía idea. Pero Wrath debería preocuparse. Los guerreros se revolvieron a su alrededor. Alguien se aclaró la garganta. Y luego, por supuesto, el comentario. —Así que… —espetó Zypher—. ¿Nos dirás de qué color son sus ojos? —Es lo menos que puedes hacer —intervino Balthazar—. Danos una imagen. — ¿Una elegida? — ¿Cómo demonios tú…? De repente la casa volvió a la normalidad. Voces masculinas hacinando ruido, las bebidas siendo convocadas y vaciadas, vendas cubriendo manos lesionadas durante la lucha. Xcor exhaló con sorprendido alivio, pero no era tonto. Aunque sus guerreros estaban de su lado, ahora tenía un nuevo enemigo contra quién luchar y Throe, gracias a la propia formación de Xcor, era peligroso. Sacó su teléfono, miró hacia abajo y se encontró con que su llamada no había sido devuelta. Dado que Throe había desertado, era imperativo hablar con su elegida y ahora le preocupaba que tal vez Throe se comunicara primero con ella y por ello no había aparecido. — ¿Y? —Dijo Zypher—. ¿Cómo es ella? Un repentino silencio parecía haberse estrellado a través del ruido. Se sorprendió al darse cuenta que quería decirles, ¿lo había ocultado por cuánto tiempo? Con palabras vacilantes, dijo: —Ella es… la luna en mi cielo nocturno. Es el principio, el medio y el fin de todo. No hay más que decir que eso, y nunca se hable de ella otra vez. Salió de la habitación y fue hacia las escaleras, podía sentir los ojos en él y que no estaban mirándole con desprecio. No, ni que lo intentaran ocultar, había piedad fluyendo de ellos, todo un reconocimiento a la fealdad de su rostro y la naturaleza des-armónica de un romance de él con cualquier hembra, mucho menos una elegida.

Se detuvo con la mano en la balaustrada. —Al atardecer de mañana tengan todas las provisiones y los bienes empacados. Debemos dejar este lugar y encontrar otro, esta casa ya no es segura. Al subir la escalera oyó la aprobación de sus guerreros y sintió un escozor de gratitud por haberlo elegido de nuevo como su líder. En oposición a la mayor inteligencia de Throe, mejor crianza, pasado y aspecto. Oigamos al deforme, pensó cuando se encerraba en su dormitorio. Aunque mucho se había perdido para él durante los siglos de su vida, cortesía de su labio leporino y su tosquedad, esos soldados debajo de él lo valoraban. Y él los valoraría a cambio.

CAPÍTULO 9

iAm regresó a la gran mansión de piedra de la hermandad justo antes de la salida del sol, corriendo por las escaleras de la entrada de la catedral y se abrió paso por el vestíbulo. Siguiendo el protocolo, puso su cara en el ojo de la cámara de seguridad y esperó. Un momento después, la puerta interior se abrió y un alegre anciano apareció junto a él y lo saludó con los ricos aromas de una última comida bien cocinada. —Buenas noches, Sire —dijo Fritz, el mayordomo, con una reverencia—. ¿Cómo está? —Hey, escucha, ¿has visto a mi hermano? Estoy tratando de encontrarle. —Sí, ya ha vuelto. iAm casi maldijo con alivio. —Eso es genial. Simplemente genial. Al menos, el pobre bastardo estaba en casa a salvo y en un entorno seguro. Pero, Cristo, Trez podía al menos haber mandado un mensaje de texto de: estoy vivo. ¿Cuántas veces no había contestado su teléfono? Desde la izquierda, una sombra con un rápido movimiento saltó desde el suelo de mosaico, yendo recto como un misil directamente hacia él. iAm atrapo al maldito gato, también conocido como Boo, en sus brazos. Él absolutamente despreciaba al animal, sobre todo últimamente, cuando la mala muerte había empezado a dormir con él durante el día, abrazándolo todo el tiempo, ronroneando. ¿Lo peor? Se estaba acostumbrando a la tortura. —...la clínica. — ¿Perdón? —iAm rascó la garganta del gato e hizo rodar los globos oculares de Boo hacia atrás—. No he oído nada de lo que acabas de decir. —Mis disculpas —El mayordomo se inclinó de nuevo a pesar de que no era su culpa—. La elegida Selena ha caído enferma y ha sido llevada a la clínica. Trez está supervisando como está siendo tratada, creo que el primale y Cormia han ido allí también. Lamento decirlo, pero su condición parece ser bastante grave.

— ¡Maldita sea! —iAm cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás en su columna vertebral. Habían estado esperando otro obstáculo en el camino, pero se suponía que iba a ser sobre la s'Hisbe. No con la elegida de la que su hermano había estado tan atraído—. ¿Qué pasa con ella? —No creo que el diagnóstico haya sido comprobado. Mierda. —Está bien, gracias hombre, voy a ir… La elegida Layla apareció en el arco de entrada de la sala de billar con Qhuinn y Blay pegados a sus talones. —Perdóname, pero ¿Acabo de oír algo acerca de Selena? Dejando atrás del campo de visión del mayordomo, iAm se dirigió hacia la puerta escondida debajo de la gran escalera y no se sorprendió cuando los demás cayeron rápidamente detrás de él. A la vez que le daba un puñetazo al teclado del código para abrir los paneles sellados, sonó un teléfono. — ¿Es eso de nuevo? —Preguntó Qhuinn. Layla silenció el timbre. —Es sólo una equivocación humana. — ¿Quieres que V bloquee el número? —Oh, no hay razón para molestarlo. —Aquí, dámelo, voy a ver… Layla devolvió el teléfono a los pliegues de su túnica. —No van a llamar de nuevo, vamos. Después de un sutil beeeeep, iAm aparto las puertas y descendió una escalera superficial que iba a una segunda puerta cerrada. En el lado opuesto del que era el túnel subterráneo que iba desde la mansión hacia el centro de formación y más lejos aún al Pit, donde V y Butch vivían con sus compañeras. Con cada paso agigantado por el pasillo de paredes de hormigón, el tramo corto de techo de metro por metro hacia que la anchura de los hombros de iAm se incrementara y los músculos a lo largo de su espina dorsal de encogieran tan fuerte que el dolor recorría todo el camino hasta las sienes. Cuando salieron a la oficina, Tohr levantó la vista del ordenador. — ¿Hay una convención aquí abajo esta noche? — Selena está enferma —murmuró Qhuinn. El hermano se puso de pie. — ¿Qué? Acabo de verla hace como una hora. Ella iba a alimentar

a Luchas y... —Eso fue lo que terminó hacer que cinco juegos de zapatos y shitkickers fueran rumbo al pasillo. El centro de formación era una enorme instalación subterránea que incluía desde una piscina olímpica, una sala de tiro, una sala de pesas, una suite de entrenamiento personal y un gran gimnasio completo hasta la sala de máquinas y un complejo de aulas que se estaban utilizando para las prácticas de enseñanza antes de los ataques. Estaban también las extensas instalaciones médicas, con salas de cirugía y habitaciones de recuperación, y derecho hacia allí era donde se dirigían. El hecho de que hubiera personas agrupándose alrededor de la puerta cerrada de la sala de examen no era una buena señal. Phury, Cormia, Rhage y Vishous estaban en modo de ansiosa espera, mirando fijamente el suelo o moviéndose. — Oh, gracias a Dios —dijo Phury cuando vio a iAm—. Trez va a estar contento de que estés aquí. Tratamos de localizarte. Probablemente por eso su propio teléfono se había apagado ya que había estado ignorando la cosa, dejándolo en la casa y tratando de encontrar a Trez en SHADOWS. —Están haciéndole radiografías —dijo V—. Es por eso que estamos aquí. Trez no la deja sola. Layla frunció el ceño. — ¿Por qué hacen eso? ¿Se ha roto al…? Cormia fue hacia la otra elegida y tomó las manos de Layla. Se intercambiaron palabras suaves y entonces Layla jadeó y tropezó en sus pies. Cuando Qhuinn la estabilizó, iAm decidió que fuera lo que fuera tenía que entrar allí. —No voy a esperar —dijo, poniendo el gato abajo y empujando la puerta de par en par. Al principio, no podía entender lo que estaba viendo cuando el pesado panel se cerró detrás sin hacer ruido, centrándose en lo que parecían patas de una mesa en la camilla de exploración. Excepto... que era Selena. Sus pantorrillas y muslos delgados estaban doblados y separados de manera anormal y se mantenía rígida en un mal ángulo como si tuviera un gran dolor y no sólo la parte inferior del cuerpo era la que estaba afectada. La posición de su cabeza estaba toda mal y sus brazos estaban torcidos contra su pecho, incluso sus dedos doblados en garras. Parecía como si estuviera en una especie de ataque. Doc. Jane estaba moviendo una gran pieza mecánica posicionándola sobre el hombro de Selena y su enfermera, Ehlena, la seguía detrás para que los diversos cables no se enredaran. Trez estaba en la

cabecera de Selena, sus temblorosas manos acariciando ese pelo negro. Ni siquiera levantó la vista. No parecía ser consciente de que alguien había entrado en la habitación. No estaba ni respirando. —Está bien, Ehlena, ¿la placa? —la doctora aceptó algo que era del tamaño de un niño de ocho años y con apariencia de un pedazo de papel, pero tenía el grosor de un dedo. Cables conectados a un extremo de la misma conducían a un ordenador portátil que estaba apoyado en una mesa con ruedas— Voy a tratar de poner el codo aquí. Deslizo la placa debajo de la articulación y luego Doc. Jane miró a Trez. — ¿Quieres sostener esto también? Él asintió con la cabeza y se acercó, haciendo lo que debía. —No voy a dejarlo esta vez. —Estos son rayos X digitales, por lo que sólo puedes hacerlo otra vez, ¿de acuerdo? —La doctora le dio al brazo de Trez un rápido apretón—. Vamos al paso detrás de la partición ahora. Doc. Jane levantó la vista y se sobresaltó un poco, como si ella también estuviera tan concentrada en su paciente que no sabía por dónde había venido y donde estaba. —Oh, está bien, pero escucha, es posible que desees dejarlo mientras nosotras… —No voy a ninguna parte. —No puedo... —Trez maldijo—. No puedo mantener esto quieto. Sin decir una palabra, iAm cruzó el suelo de baldosas y puso su mano sobre la de su hermano, parando la vibración. —Déjame ayudar. Trez no la saltó, ni salió, pero sus ojos se movieron otra vez y ¡oh!, Dios, ¿esos ojos? eran pozos negros de tristeza. Y fue entonces cuando iAm supo que esto era malo, muy malo. El macho no estaba aterrorizado, él ya estaba de luto. Trez no estaba completamente seguro de quién era su salvador, no reconocía la mano que le agarró, aunque se veía casi exactamente como la suya, ni realizó un reconocimiento de la nueva fragancia de la habitación, ni lo vio hasta que levantó la vista y vio a... iAm, por supuesto. Como si pudiera ser cualquier otra persona. La imagen de su hermano se puso borrosa. —iAm, ella esta...

No podía decir las palabras. Sus ondas cerebrales estaban literalmente planas como si hubiera tenido un infarto cerebral o algo. —Vamos a sostener la placa —dijo iAm—. Juntos. —Ustedes deberían estar detrás de la maquina principal. —No. Trez no se sorprendió cuando iAm abrió la boca y articuló porque no creía que su voz funcionara mejor que su cerebro o estuviera mejor que su mano. —Van a estar lo más quietos que puedan —dijo Doc. Jane. Luego hubo un breve zumbido de la máquina y Doc. Jane y Ehlena regresaron a la mesa. iAm fue quien sostuvo la placa lo que era una buena cosa, porque Trez la habría dejado caer. Retorció sus manos, todo su cuerpo estaba temblando. —Gracias —dijo Doc. Jane—. Creo que por ahora tenemos suficiente. ¿Quieres llamar a los otros para que entren? Trez negó con la cabeza. — ¿Puedo tener un momento con ella? —Tenemos que permanecer para ver las radiografías. —Oh, sí, lo sé. Yo solo... —Miró hacia la puerta, y sabía que esas personas tenían tanto derecho a estar aquí como él. En realidad no, tenían más. —Trez —dijo Doc. Jane suavemente—. Si es lo que quieres, así es como lo haremos. ¿Pero que querría Selena? se preguntó por primera vez. —Mira —Doc. Jane murmuró—, no parece que sea un problema urgente en este momento. Habrá que esperar el momento para que los demás entren y si su estado cambia haremos diferentes opciones dependiendo de donde estamos. —Está bien. —Él asintió con la cabeza hacia su hermano—. Pero yo, yo quiero que él se quede. Su hermano asintió y trajo una silla, pero no para sí mismo, como vio después. Él la empujó bajo la parte de detrás de las rodillas de Trez y sus articulaciones cedieron como estaban, un colapso total de la

columna, que le hizo caer rápidamente. A medida que su culo se estrelló contra el asiento, pensó, sí, él había estado sintiéndose un poco mareado, probablemente era una buena idea descansar sus pies. Sin una sola palabra, iAm dejó caer su peso encima en el suelo junto a él y era increíble cómo sólo tener al macho en la sala lo calmó. Trez se concentró en Selena. Ella todavía no se había movido de la posición en la que la había encontrado y todos aquellos ángulos duros de su cuerpo eran una pesadilla total. De hecho, todo esto parecía tan... devastador. Como Cormia había dicho, el arresto era una enfermedad que afectaba a una pequeña minoría de elegidas. En toda la historia, sólo había una docena, tal vez menos, que la habían sufrido, lo que significaba que la posibilidad estadística de contraer la enfermedad era muy pequeña. Desafortunadamente, la probabilidad había sido inusualmente fatal. Maldita sea, no quería que ninguna de esas hembras estuviera enferma, pero ¿por qué ella? De todas ellas, en toda la historia de la raza, ¿por qué Selena tenía que ser una de las que frenara en seco así? Y era una manera horrible de morir. Congelada en su propio cuerpo, incapaz de comunicarse, atrapado en una descolorida prisión hasta que todo quedara a oscuras y se... Cerró los ojos. Mierda, ¿y si ella no le quería aquí? Se habían unido, sí, y todos los demás lo trataban con el respeto que un macho vinculado tendría en esta situación, incluso a medida que se preguntaba cómo había sucedido sin que ellos lo supieran. El problema era que él y Selena no se emparejaron en una relación ni incluso estaban saliendo. Demonios, ni siquiera había pasado dos minutos juntos en meses… — ¿Trez? Con un tirón hizo abrir de golpe sus párpados. Doc. Jane estaba delante de él, sus ojos verde bosque estaban alarmados y serios. —He mirado en las radiografías. Se aclaró la garganta. — ¿Tal vez a los otros les gustaría estar aquí para esto? Mierda, ¿debería hacerse a un lado para que Cormia o alguien pudiera sostener su mano? ¿Sería mejor? Su cuerpo odiaría eso y también lo haría su alma. Pero no se trataba de él. Mucha gente entró, más de las que había habido antes y él asintió a Tohr, Qhuinn y Blay y se alegró de

que Layla estuviera allí, junto con Cormia y Phury. Se obligó a ponerse en pie, dando un paso atrás, pero el primale se acercó y le obligo a sentarse en esa silla de nuevo. —Tú te quedas dónde estás, —dijo Phury, apretando su hombro—. Tienes razón en que necesitas quedarte. Trez dejó escapar una especie de graznido. Era lo mejor que podía hacer. Doc. Jane se aclaró la garganta. —Nunca he visto nada como esto —Ella mostró algo en la gran pantalla de la computadora—. Es como si las articulaciones mismas se hubieran convertido en huesos sólidos. La imagen en blanco y negro era de lo que parecía ser la rodilla de Selena y Doc. Jane indicó diferentes áreas con la punta de una pluma de plata. —En la radiografía, los huesos se ven gris blanco pálido, mientras que tejido conectivo, como los ligamentos y los tendones no ofrecen ese tipo de contraste. Aquí —señaló a un círculo alrededor del conjunto—, debería haber manchas oscuras entre la cubierta y el zócalo. En lugar de ello sólo hay... hueso sólido. Lo mismo para las articulaciones de los pies, el codo, ella... Más de esas imágenes brillaron en la pantalla, una tras otra y lo único que pudo hacer fue sacudir la cabeza. Era como si alguien hubiera derramado cemento en todas las coyunturas. —Lo que es particularmente preocupante es esto. —Una nueva imagen se hizo visible—. Este es el brazo, diferente a las otras articulaciones, el crecimiento de los huesos parece estar extendiéndose e invadiendo la musculatura. Si esto continúa, todo su cuerpo… —Piedra —susurró Trez. Oh, Dios, esas estatuas de mármol que había encontrado en ese lugar, eso no era un patio era un cementerio. Lleno de mujeres que habían sufrido y muerto por esto. —La única cosa que conozco que es remotamente parecido a esto es una enfermedad humana llamada Fibrodisplasia Osificante Progresiva. Es una condición genética extremadamente rara que hace que los músculos, tendones y ligamentos parezcan huesos y los resultados, con el tiempo, son una restricción total del movimiento hasta el punto en que los pacientes deben elegir la posición en la que quieren permanecer. El crecimiento del hueso ocurre esporádicamente y puede ser desencadenado por un traumatismo o virus, o puede ser espontáneo. No existen tratamientos para esta enfermedad y la extirpación quirúrgica del origen activa más el crecimiento. Lo que está pasando en Selena es como si

se hubiera producido en todo el cuerpo a la vez. Trez se volvió hacia las dos elegidas sanas de la habitación. — ¿Ha sido tratado? ¿A cualquiera en algún momento del pasado?, ¿Alguien trató de encontrar una manera de detenerlo? Layla miró Cormia y ésta habló. —Oramos, eso era todo lo que podíamos hacer. Y aun así los ataques se produjeron. —Así que ¿esto es... un episodio de algún tipo? —Preguntó Doc. Jane—. ¿No esta terminal? —No sé cuántos de éstos ha tenido. —Cormia secó una lágrima de la mejilla—. Por lo general, hay un número de ellos antes del final del que no se recuperan. Doc. Jane frunció el ceño. — ¿Así que el cuerpo se libera? ¿Cómo? —No lo sé. Trez habló sobre la elegida. — ¿Alguno de ustedes tenía idea de que estaba enferma? —Nadie lo sabía. —Cormia se apoyó en su hellren como si necesitara su apoyo—. Pero teniendo en cuenta la condición en la que está ahora... Creo que debe estar en el final de la enfermedad. Según mi conocimiento los primeros episodios afectan sólo a algunas partes del cuerpo. Esto está por todas partes de ella. Trez se desinflo con una exhalación, expulsando su fuerza por la boca, la única cosa que lo mantenía sin descomponerse era la posibilidad de que Selena podría estar consciente de lo que estaba pasando y él quería dar la impresión de ser fuerte por ella. Doc. Jane apoyó la cadera contra el escritorio y se cruzó de brazos. —No me puedo imaginar cómo las articulaciones pueden recuperarse de este tipo de estado. Cormia negó con la cabeza. —Los ataques, los pocos que he visto, ocurren rápido y luego... no sé lo que pasa. Unas horas o una noche más tarde, empiezan a ser capaces de moverse de nuevo. Después de un período de tiempo se recupera la movilidad, pero siempre vuelve a ocurrir. Siempre. —Ellas también eligen una posición —dijo Layla silenciosamente cuando estaba también a punto de las lágrimas—. Al igual que los seres humanos, les habló de nuestras hermanas, siempre elegían, nos decían cómo querían estar y nos gustaría asegurarnos...

Había más cosas que decir, preguntas que hacer, dar mejores explicaciones para que las personas entendieran, pero lo había dejado ir. Como a la velocidad de un tren, su mente, sus emociones, su sentido de la total impotencia y todos sus pesares empezaron a hacerse largos en una trayectoria definida, ganando velocidad e intensidad. Odiaba que su pelo fuera un desastre y que no pudiera arreglarlo. Odiaba que hubiera manchas de hierba en su túnica, manchas de color verde brillante en sus rodillas que habían golpeado el suelo. Odiaba que sus zapatos se hubieran caído. Odiaba que él no pudiera hacer ni una sola maldita cosa para salvarla. Odiaba la carga que llevaba en la s'Hisbe y todo lo que le había hecho hacer a su cuerpo… porque tal vez si sus padres no lo hubieran vendido a la reina, no habría jodido a todos esos humanos y tal vez habría sido un poco digno de ella y entonces no habría perdido todos esos meses. Y tal vez podría haber visto algo, o haber hecho algo, o… Al igual que la conversación en torno a él, los pensamientos siguieron golpeando el camino a través de su cerebro, pero no podían centrase en ellos más de lo que podía con cualquier otra cosa que sucedía en la sala de examen. Un violento rugido había atravesado a través de él, arrasando todo lo que había excepto una rabia como un tsunami que no podía controlar. Trez no estaba al tanto de estar moviéndose. En un minuto se aferraba a la mano de Selena con cuidado y al siguiente estaba en la puerta de la sala de exámenes, cuando pasó a través de ella con su cuerpo explotando hacia adelante, más por impulso que por coordinación. Corriendo, corriendo... pasando por los resquicios de su visión y por las paredes de pasillo de concreto, estaba corriendo, y había un montón de ruido, la sala vacía estaba haciendo eco con algún tipo de ruido tremendo, como el engranaje de una gran máquina cerrándose con llave o una molienda. Algo lo abordo por detrás antes de que alcanzara la salida del aparcamiento, una barra de hierro mantenía el bloqueo a su alrededor. iAm, como no. —Suelta eso —grito en su oído—. Suelta eso... vamos, ahora. Suelta eso. Trez negó con la cabeza. — ¿Qué...? —Suelta el arma, Trez. —La voz rasgada de iAm—. Necesito que dejes caer el arma. Trez se congeló a excepción de su respiración jadeante y trató de darle sentido a lo que su hermano le estaba diciendo.

— ¡Oh, Jesús! Trez, por favor... Sacudiendo la cabeza, Trez volvió poco a poco a la conciencia de lo que hacía, de hecho, tenía un calibre cuarenta de alguien en su mano derecha, probablemente suya, ya que siempre llevaba una en el club. Y quien sabía si el cañón iba a apuntar contra sí mismo pero a diferencia de lo anterior con las placas de Rayos X, su mano no temblaba en absoluto. —Dámela, Trez. —Con el dedo en el gatillo, su hermano, obviamente no se atrevería a coger el control del arma por temor a causar una descarga—. Tienes que tirar el arma. En ese momento, todo quedó claro. Lo que estalló por los aires, el cerrojo rompiéndose, escapando de la sala de observación, escapándose por el pasillo, corriendo hacia abajo, hacia el estacionamiento mientras palmeaba su arma con la intención de volarse los sesos tan pronto como estuviera libre del centro de formación. Había tenido la idea que tal vez, si no era en esta realidad, él y Selena podría reunirse en el otro lado y unirse, de una manera que nunca podría estar en la tierra. —Trez, todavía está viva. No hagas esto. ¿Quieres matarte? Espera hasta que su corazón se detenga, pero no antes de eso. Ni un puto momento antes de eso. Trez se imaginó a Selena de nuevo en la mesa, y pensó. ¡Mierda! iAm, como siempre, tenía razón. El temblor paró cuando empezó a bajar el brazo y se trasladó lentamente por temor a que algún tic activara el gatillo del calibre cuarenta. Pero no tenía que preocuparse por eso. Tan pronto como la boca del cañón estaba fuera de la alcance de su sien, su hermano se hizo cargo, desarmándolo rápido como un aliento y poniendo el seguro en su lugar. Trez se quedó aturdido cuando iAm le dio unas palmaditas abajo y sacó un par de armas y a continuación permitió que lo llevara de vuelta a la sala de examen y al grupo de personas de pie sorprendidas y todavía alrededor de la puerta. No antes de que ella se haya ido, se dijo. No mientras ella todavía estuviera aquí. Desafortunadamente, temía que era probable que no fuera mucho tiempo en absoluto.

CAPÍTULO 10

Paradise, hija de sangre de Abalone, primer consejero del rey, frunció el ceño hacia la pantalla de su laptop Apple. Ella se había instalado a sí misma allí, en la biblioteca de su padre desde que él comenzó a trabajar cada noche para Wrath, hijo de Wrath, porque en la vieja y laberíntica mansión Tudor, el WiFi era más fuerte en aquel escritorio. No era que una buena señal le estuviese ayudando en ese momento. Su cuenta Hotmail estaba repleta de mensajes sin leer, porque con IMessage en su teléfono y sus cuentas Twitter, Instagram, y Facebook, no había razón alguna para conectarse muy seguido. —Espera, ¿Cómo se llamaba? —ella dijo hacia su celular. —Nueva Clase de Entrenamiento. —Peyton, hijo de sangre de Peythone, replicó—. Te lo envié hace como una hora. Ella se inclinó hacia adelante en la silla de su padre. —Es que hay mucha basura aquí. —Déjame reenvi.. —Espera, lo encontré. —clickeó y luego clickeó de nuevo en el adjunto—. Vaya, es un membrete oficial. —Te lo dije. Paradise ojeó la fecha, el saludo personalizado para Peyton, los dos párrafos acerca del programa y el final. —Santo… está firmado por un hermano. —Tohrment, hijo de Hharm. —Bueno, si es falso, alguien va a tener serios… — ¿Pero viste lo que decía en el segundo párrafo? Ella se volvió a concentrar en las palabras. — ¿Hembras? Whoa, whoa ¿Están aceptando hembras? —Lo sé, ¿verdad? —Hubo un burbujeante sonido y una exhalación mientras Peyton fumaba de su pipa—

No tiene precedentes. Paradise releyó la carta, esta vez con más cuidado. Las palabras operativas saltaron hacia ella: Pruebas abiertas para el programa de formación. Hembras y civiles bienvenidos a tomar la prueba de rendimiento físico para el ingreso. Las sesiones son impartidas por los propios hermanos. — ¿En que están pensando? —Peyton murmuró—. Digo, esto se supone que tiene que ser para los hijos de la glymera solamente. —Ya no más, aparentemente. Mientras Peyton se perdía en un comentario acerca del sexo débil y los roles tradicional en el hogar y en el campo, Paradise se reclinó en el sillón de cuero. A su lado, los troncos colocados por los doggen crepitaron con llamas naranja en la chimenea de mármol, el calor golpeándole en un lado de la cara y el cuerpo. A su alrededor, la biblioteca de su padre brillaba con luz ámbar y caoba pulida, y las palabras de oro en los lomos de la colección de sus libros de primera edición. La mansión en la que vivían era una de las más esplendidas de Caldwell, con otras cuarenta habitaciones que estaban equipadas con igual lujo que ésta, si no aún más esplendidas. Hermosas sedas colgaban desde la ventana emplomada de diamantes. Finas alfombras orientales se extendían a través de los pisos pulidos. Las pinturas al óleo de sus antepasados estaban colocadas en el hueco de la escalera y se apreciaban prominentemente sobre manteles y aparadores. Platos chinos delicados estaban colocados en una mesa formal para cada banquete, comida preparada y servida por el extenso personal. Ella había vivido allí con su padre durante años y años, siendo enseñada por otras damas de la glymera todas aquellas cosas que hacían a una hembra aristócrata acoplable: Ropa. Entretenimiento. Etiqueta. Siendo la castellana de una finca. ¿Y a qué la había llevado todo? A su fiesta de presentación, la cual había sido retrasada, así como al programa de entrenamiento de la hermandad, a causa de los ataques de dos años atrás. Los planes para ella iban a ser otra vez cambiados, sin embargo. Lo que quedaba de la aristocracia se había mudado de nuevo a Caldwell desde sus casas de seguridad, y como ella era mayor de edad, habiendo pasado al menos cuatro años desde su transición, era el momento de encontrar a un compañero. Dios, como temía todo eso… — ¿Hola? —Dijo Peyton—. ¿Sigues ahí?

—Lo siento, sí. —Sacudió el teléfono lejos de su oído por el fuerte sonido crepitante—. ¿Qué estás haciendo? —Abriendo una bolsa de patatas fritas Cape Cod. —Crujido. Gemido—. Oh, infiernos. Éstas son increíbles… — ¿Así que qué vas a hacer? —Todavía tengo media onza. Así que voy a terminarme esto y una bolsa de patatas fritas. Luego probablemente… —No, acerca del centro de entrenamiento. —Mi padre ya me dijo que iré. Está bien, lo que sea. No he estado haciendo nada en tres años, y me habría matriculado cuando abrieron por primera vez el centro, pero… Bueno, tú recuerdas lo que pasó. —Sí, y más te vale que dejes de fumar. A ellos no les va a gustar eso. —Lo que no saben no puede hacerles daño. Además, tengo los derechos de la Primera Enmienda. Ella puso los ojos en blanco. —Está bien, en primer lugar, no eres humano, así que su constitución no se aplica a ti. Y segundo, esa ley es acerca de la libertad de expresión, no la libertad para drogarse. —Lo que sea. Mientras Peyton fumaba otro tanto, ella se imaginó su hermoso rostro, sus hombros anchos, y sus muy azules ojos. Los dos se habían conocido toda su vida, sus familias teniendo matrimonios internos por generaciones, como hacían todos los miembros de la aristocracia. Era el secreto peor guardado en la glymera que sus padres y el padre de ella habían comenzado recientemente a hablar sobre ellos siendo emparejados. El fuerte sonido bajo del llamador de la puerta principal la saco de su ensoñación. — ¿Quién es? —ella dijo, poniéndose de pie e inclinándose para poder ver hacia el vestíbulo. Su mayordomo, Fedricah, cruzó el suelo, y, aunque su padre nunca contestaba a la puerta, también salió de su estudio privado en el camino.

— ¿Amo? —el mayordomo dijo—. ¿Está esperando a alguien? Abalone colocó la chaqueta de su traje en su lugar. —Un pariente lejano. Debí haberte avisado, mis disculpas. —Tengo que colgar —Paradise dijo—. Ten un buen sueño. Hubo una pausa. —Sí, igual para ti, Parry. Y ya sabes, puedes llamarme si tienes algún mal sueño, ¿está bien? —Seguro. Lo mismo para ti. Buen día. —Buen día para ti también. Mientras colgaba, se alegró de que su amigo estuviese todavía alrededor. Desde que los ataques habían pasado y muchos de los de su clase hubiesen sido masacrados, los dos habían utilizado las líneas telefónicas para pasar las ocasionales horas eternas de la luz del día. La conexión había sido indispensable en las inmediatas secuelas del ataque, cuando ella y su padre habían ido hacia Catskills, y ella se había sacudido alrededor de ese enorme granero Victoriano por meses. Peyton era un buen amigo. ¿Y respecto a ese asunto del emparejamiento? No sabía cómo sentirse acerca de eso. Dando la vuelta al escritorio, trotó hacia el vestíbulo hasta que su padre la vio y sacudió la cabeza. —Fuera de vista, Paradise. Por favor. Sus cejas se alzaron. Ese era el código para que ella se refugiara en los túneles ocultos de la casa. — ¿Qué está pasando? —Por favor anda. —Dijiste que era un… ¿pariente? —Paradise. Paradise volvió de nuevo a la biblioteca, pero se quedó en el arco de la puerta, escuchando. El suave crujido de la enorme puerta principal pareció muy fuerte. —Eres tú. —Su padre dijo en un extraño tono—. Fedricah, por favor, ¿podrías excusarnos?

—Por supuesto, amo. El mayordomo se alejó, cruzando brevemente sobre esa parte del vestíbulo que Paradise podía ver. Después de un momento, la puerta en la mitad trasera de la casa fue cerrada. — ¿Bueno? —Un macho dijo—. ¿Me vas a invitar a entrar? —No lo sé. —Voy a morir aquí fuera. En cuestión de minutos. Paradise luchó contra el impulso de mover la cabeza alrededor del molde y ver quién era. No reconocía la voz, pero la pronunciación precisa y el acento altanero sugerían que era alguien de la aristocracia. Lo cual tenía sentido, ya que era un “pariente”. —Estás llevando las vestimentas de guerra, —su padre contrarrestó—, No los permito en mi umbral. — ¿Son mis asociaciones o mis armas las que te asustan más? —No les tengo miedo. Fuiste vencido, si lo recuerdas. —Pero no derrotado, lamento decirlo. —Sonidos tintineantes sugerían que alguien estaba manejando cosas hechas de metal. Y luego hubo un traqueteo como si algo golpeara la escalinata de piedra frontal. —Listo, entonces, estoy desnudo ante ti. Estoy completamente desarmado, y mis armas están en tu puerta, no dentro de tus paredes. —No soy tu primo. —Eres de mi sangre. Tenemos muchos ancestros en común… —Ahórratelo. Y sea cual sea el mensaje que tu líder desea enviarle al rey, hazlo a través de… —Ya no estoy relacionado con Xcor. En ninguna manera. — ¿Disculpa? —Los lazos han sido cortados. —Hubo un exhausto suspiro—. He gastado estos meses desde la elección que devolvió a Wrath al trono tratando de convencer a Xcor y a la banda de bastardos para retirar su traición. Incluso después de tal súplica y razonamiento, rogando por un rumbo más inteligente, estoy entristecido de no poder disuadirles de su locura. Finalmente, tuve que irme. Me escabullí desde donde

se quedan, y ahora temo por mi vida. No tengo otro sitio donde ir, y cuando hablé con Salliah allá en el antiguo país, sugirió que te hiciera una visita. Su primo lejano, Paradise pensó. Ella reconocía ese nombre. —Por favor, —el macho dijo—. Enciérrame en un cuarto si tienes que… —Soy un sirviente leal del rey. —Entonces no te alejes de una ventaja táctica. — ¿Qué estás sugiriendo? —A cambio de seguridad bajo tu techo, estoy dispuesto a decirte todo lo que se acerca de la banda de bastardos. Donde pasan las horas del día. Cuáles son sus patrones. Donde se reúnen durante la noche. Cómo piensan y luchan. Seguro que eso valdrá el uso de una cama. Paradise no puso resistirlo. Ella tenía que ver quién era. Avanzando lentamente, curvó su cuerpo alrededor del arco y miró más allá de los hombros rígidos de su padre. Su primer pensamiento fue que aquella harapienta camisa de cuero no encajaba con su entonación. El segundo fue que sus ojos estaban magullados, estaban tan cansados. Efectivamente parecía haber venido de las líneas del frente de la guerra, algo empalagosamente dulce tiñó el aire que rozaba su cuerpo mientras entraba a la casa. El macho la vio de inmediato, y su rostro mostró algo que él rápidamente escondió. Su padre miró por encima de su hombro y le lanzó una mirada glacial. —Paradise. —siseo. —Puedo entender por qué dudas, —el macho dijo, sus ojos nunca dejando los de ella—. Ciertamente, ella es preciosa. Su padre volvió la mirada. —Debes irte. El macho se dejó caer en una rodilla e inclinó su cabeza, colocando una mano sobre su corazón y levantando la otra, la palma abierta, mirando hacia el cielo.

En el lenguaje antiguo, él dijo suavemente: —Por la presente juro por nuestra ascendencia común que no traeré ningún daño a ti, a tu hija de sangre, o a cualquier ser vivo dentro de estas paredes. O que la Virgen Escriba termine mi vida frente tus propios ojos. Su padre la volvió a mirar y cortó el aire con el brazo, una señal para que se fuera y se mantuviese alejada. Ella levanto las manos y asintió, todo, bien, bien, bieeeeeeen. Moviéndose rápidamente, regresó a la biblioteca y caminó hacia los paneles en la chimenea. Llegando bajo la tercera repisa del piso al tirador escondido, jaló la palanca y fue capaz de empujar toda la carga de libros fuera del carril bien engrasado. Con un rápido deslizamiento, emergió en el pasillo totalmente terminado que corría como un cuadrado alrededor del primer piso de la casa, permitiendo el acceso, tanto visual como real, a todas las habitaciones a través de puertas y miradores ocultos. Era como algo salido de una película de Alfred Hitchcock. Encerrándose a sí misma, fue a las escaleras de poca profundidad que estaban en la parte de atrás, y mientras ascendía, deseaba poder escuchar lo que decían. Como era habitual, pensó, estaba en la oscuridad; su padre nunca le contaba nada. Era parte de su mentalidad de vieja escuela: Las hembras bien educadas no necesitaban ser molestadas con cosas como misteriosos parientes, que se presentaban sin previo aviso y armados hasta los dientes. O, digamos, dónde el cabeza de familia trabajaba, cuánto ganaba, o cuál era su valor neto. Por ejemplo, cuando su padre fue nombrado primer consejero del rey, eso fue todo lo que supo. No tenía idea de cómo era su trabajo, lo que su padre había hecho por el rey y la hermandad, diablos, ni siquiera sabía a dónde iba cada noche. Creía que él realmente la estaba cuidando. Pero odiaba estar en la oscuridad siempre. En la parte superior de la escalera oculta, caminó unos cinco metros y se detuvo frente a un panel grabado. El cerrojo estaba a la izquierda y lo abrió. Su dormitorio era toda feminidad y suavidad, desde su cama con volantes hasta el encaje en las ventanas y las alfombras sin sentido que eran como las pantuflas que no necesitabas utilizar. Repasando la habitación, giró la cerradura de la puerta, sabiendo que eso era lo primero que su padre comprobaría cuando viniera por las escaleras… ¿y si no subía hasta el segundo piso porque estaba con su “invitado”? Entonces iba a hacer que Fedricah viniera y comprobara la perilla.

Ya en su cama, se sentó, se quitó los mocasines, y se dejó caer en el edredón. Mirando hacia el dosel, sacudió la cabeza. Encerrada en su habitación. Eliminada de cualquier acción. Inmediatamente después de los ataques, ese era el único lugar donde había querido estar, la única manera de sentirse segura. Pero aquellas noches de terror se habían convertido en meses de preocupación, los cuales se habían convertido en una normalidad incómoda que habían degenerado en la vida simplemente en general. Así que ahora se sentía atrapada. En esta habitación. En esta casa. En esta vida. Paradise miró hacia la puerta cerrada y bloqueada. ¿Quién era aquel macho? Se preguntó.

CAPÍTULO 11

Selena se despertó poco a poco dándose cuenta que ya no estaba en el Santuario. Sin embargo, no reconoció donde estaba. Su cerebro estaba siendo lento para procesar tanto las señales de su cuerpo como las de su entorno, como si el ataque hubiera congelado no sólo su carne, sino también su mente. Poco a poco, se le ocurrió que no había hierba en su rostro. No había árboles ni templos en la distancia. No escuchaba el suave sonido del agua corriendo de los baños. Trató de mover la cabeza y gimió. — ¿Selena? El rostro que entró en su visión trajo lágrimas a sus ojos. Era Trez... era Trez... Tan seguro como que si lo hubiera conjurado en un sueño, estaba justo delante ella, y lo observo: Su suave piel oscura, sus ojos negros almendrados, su pelo negro ferozmente cortado, la presencia amenazante de su peso y altura. Su primer instinto fue llegar a él, pero una llamarada de dolor se lo impidió, haciéndola jadear. —Doc. Jane —Dijo Trez—. ¡Está despierta! ¿Trez? ella dijo. Trez, espera, tengo que decirte algo. — ¡Doc. Jane! No, no te preocupes por eso. Necesito… — ¡Ella no puede respirar! Las cosas sucedieron muy rápido. De repente, una máscara se instaló en su cara, y algo la forzó para que sus pulmones se inflaran. Varias voces explotaron a su alrededor. Un pitido estridente sugería una alarma. Alguien trató de enderezarla para sentarla, y sus articulaciones rugieron en señal de protesta. Oh, espera, ¿era él intentando moverla o ella estaba tratando de sentarse para ver qué era lo que estaba pasando?

—Se está moviendo —Eso fue dicho por Trez, estaba segura de ello—. Su brazo se movió. —Está teniendo un paro cardíaco. ¿Puedes masajear su pecho? El dolor que vino a continuación fue tan grande, que ella gritó. —Lo siento —dijo Trez en su oído, con la voz quebrada—. Lo siento, nena. Lo siento mucho, pero tengo para conseguir que respires. Selena volvió a gritar, pero no quedo registrado como sonido. Y entonces su visión se volvió borrosa, empezando por la zona periférica y acercándose al centro, como si una niebla la estuviera rodando por todos lados. De repente, estaba mirando la lámpara del quirófano y eso significaba que habían logrado darle la vuelta sobre su espalda. Luego vino la presión sobre sus hombros, columna vertebral, brazos. Su visión iba y venía, su visión borrosa retrocediendo y volviendo igual que las grandes olas de dolor que la atormentaban. —No quiero romper nada —dijo Trez entre dientes. Así que puso sus manos sobre sus muñecas, obligándola a estar quieta. —Tengo que llegar allí. Ahora. Doc. Jane apareció en el lado opuesto de la mesa, y en sus manos había dos bloques del tamaño de una palma con cables rizados que colgaban de los extremos. —Sácale la túnica. —Doc. Jane miró en otra dirección—. Los machos pueden quedarse o largarse, necesito llegar a su pecho. Esa alarma era tan fuerte ahora, un sonido compacto y continuo, no interrumpido por intervalos. — ¡DESPEJEN! —Doc. Jane ordenó. Un rayo golpeó el pecho de Selena, haciendo levantar su torso hacia arriba de la mesa, agrietando todas y cada una de sus vértebras, reventando su columna fuera de control. Cuando cayó de nuevo sobre el fino colchón de la mesa de exámenes, hubo un breve golpe, y a continuación la pausa durante la cual las tres personas a su alrededor, Doc. Jane, la enfermera, Ehlena y Trez, todos la miraban. Ella se centró en Trez y fue entonces cuando vio a una cuarta persona que estaba

de pie directamente al lado de él, un gran cuerpo de espalda, una oscura cabeza inclinada hacia abajo y hacia un lado. iAm. Oh, bueno, se alegraba de que él estuviera allí para Trez. Selena abrió la boca debajo de la máscara, mirando directamente a los ojos negros de su sombra. Si sólo ella pudiera decirle… El caos se encendió a su alrededor una vez más, su pulmones golpeando contra las costillas, las voces se encendieron automáticamente, las personas cambiando de posiciones. —Para de oxigenarla —Doc. Jane gritó—. DESPEJEN. Una segunda poderosa corriente arraso a través de ella, retorciendo su torso. Esta vez no hubo pausa. Un potente empujón en sus pulmones regresó inmediatamente y pasó una y otra vez. — ¿Qué hacemos ahora? —Trez preguntó con voz ahogada. Oh, querida Virgen Escriba, estaba llorando. Trez, pensó. Te amo...

*** Trez estaba viviendo y muriendo al ritmo de la máquina de signos vitales que estaba algo retirada de la cabecera de la mesa de exámenes. Una cuerda de cableado conectaba a Selena a un ordenador, y la pantalla mostraba todo tipo de información que no significaba mucho para él. Sin embargo, lo único que entendía, y que veía malditamente claro, era que se suponía que la línea amarilla en la parte inferior debía hacer picos y valles a intervalos regulares del latido de su corazón. No iba arriba y abajo en un agradable y constante patrón, incluso después de que la cosa se volvió loca cuando Doc. Jane puso las palas en el centro y el lado del torso de Selena y envió toda una carga eléctrica al pecho de la elegida. Plano. Estaba plano de nuevo. Ehlena mantuvo el embolo, sus manos aplastaban el globo azul pálido que forzaba aire en la caja torácica de Selena. Y mientras tanto, Trez contemplaba esa línea amarilla, dispuesto a saltar, dispuesto a responder al ritmo del corazón de Selena.

—Maldita sea, vamos. Algo rozó su cara y saltó hacia atrás, sólo para encontrar que Selena realmente había llegado hasta él, su pálida, delgada mano se extendía en una serie de sacudidas como si las articulaciones estuvieran oxidadas. —Selena —dijo, dejándose caer hacia abajo para que ella no sintiera la tensión—. Selena. La besó en la palma de la mano, en los dedos, y luego acaricio sus mejillas. Sus ojos eran increíblemente azules, luminosos, brillantes. Y por un momento, todo se desvaneció por lo que se quedaron solo ellos dos, las paredes de la sala de exámenes, su equipo y el personal, incluso su querido hermano, desapareció del todo. Sus labios comenzaron a moverse bajo la máscara de plástico transparente. —Está bien, está bien, está bien. —No tenía idea de lo que estaba diciendo—. ¿Puedes quedarte conmigo? Por favor, quédate aquí, no te vayas. Ella se movía, y eso era bueno, ¿verdad? — ¡Selena! —Mierda, sus ojos se estaban dando la vuelta—. Selena. —La estamos perdiendo. No había ningún pensamiento consciente para él. En el instante en que Doc. Jane ladró las tres horribles palabras, se volvió en forma de sombra, y cubrió el cuerpo de Selena con sus moléculas, su energía, su alma, rodeándola por encima, alrededor, a continuación se dejó caer en ella, empujando a través de su piel, entrando profundamente, compartiendo todo lo que tenía con la esperanza de que pudiera de alguna manera hacer lo que el desfibrilador no podía. Que de alguna manera podría traerla de vuelta. Y entonces sucedió. Tan seguro como si Selena lo hubiera acercado con las manos y hubiera cogido lo que tenía que dar, unos tirones vitales enganchada a su esencia, atrayéndolo, tomando de él. Así es, pensó. Utilízame… —Tengo un latido del corazón —Dijo alguien. —Está respirando.

Oyó el comentario no como un sonido, sino como si fueran los pensamientos de los demás, no se detuvo. Aun no le había dado lo suficiente. Y sin embargo, muy pronto, su fuerza comenzó a desvanecerse, su energía se dreno como una cascada, no todo fue gradual. Por mucho que quería seguir ayudándola, sabía que tenía que volver a su forma física o se iba a quedar atrapado en el vapor, y eso era una sentencia de muerte. No hasta que ella hubiera mejorado, se dijo. Y podría ayudarla de nuevo, después él… Trez aterrizó en el suelo de baldosas como si hubiera sido empujado hacia abajo, a base de golpes y malos tortazos. Desde su punto de vista, consiguió un vistazo de cerca de los Crocs rojos de Doc. Jane, los azules de Ehlena, y su hermano de rodillas que de inmediato se agachó junto a él. iAm era toda acción, sin demora, enganchando un brazo alrededor de Trez, y arrastrándolo de nuevo junto a Selena, levantándolo cuando no podía ponerse de pie, arrodillándose, sin siquiera mantener su torso en vertical. Ni idea de lo que estaban haciendo Doc. Jane y Ehlena, el par estaba haciendo mediciones a Selena aun postrada con todo tipo de materiales médicos. La puerta del pasillo se abrió de golpe. Manny Manello, el médico humano que era socio de Doc. Jane, entro, vestido con ropa de civil y completamente molesto, como si hubiera hecho una carrera para volver al centro de formación. Género equivocado. Considerando que Selena estaba desnuda. El labio de Trez se retrajo mostrando los colmillos completamente expuestos, un gruñido se filtró fuera de él. —El tráfico era una perra —Dijo Manny—. Lo siento mucho. —Tienes que irte —Doc. Jane gritó mientras controlaba los ojos de Selena con una luz—. A menos que quieras ser mordido. Mientras Manny le lanzaba una mirada interrogante, Trez podía sentir la fuerza volver a él. Y no era el único que se dio cuenta porque iAm envolvió sus brazos fuertemente alrededor de su pecho. —Voy a estar fuera en un segundo para una consulta —Doc. Jane le dijo a su compañero.

—Entendido. —Manny levantó una mano hacía Trez—. Lo siento, hombre. Había que respetar su rapidez de respuesta, Trez pensó viendo como el hombre desaparecía. —Ella tiene una movilidad limitada en sus brazos, en los dedos, en los hombros —Ehlena anunció mientras iba a la base de la mesa y se apoderaba de la pierna de Selena—. Cavidad de la cadera. La rodilla. Tobillo. Igual. —Signos vitales estables —informó Doc. Jane—. Quiero otra serie de rayos X tan pronto como este segura de que se quedará con nosotros. Jane miró a Trez. —La has traído de vuelta. Has salvado su vida. Como si ella oyera sus palabras y las comprendiera, Selena lo miró. Trez abrió la boca para responder, pero no lo hizo. Como si alguien le hubiera desconectado del mundo, todo se desvaneció hasta quedar todo negro y se fue flotando en la inconsciencia. La única cosa de la que era consciente. Incluso después de irse a la mierda, era el constante bip-bip-bip de la máquina que marcaba los latidos del corazón de Selena.

CAPÍTULO 12

BROWNSWICK escuela para niñas, CALDWELL, NUEVA YORK Denzel hizo bien de American Gánster. Los mejores vendedores de drogas eran buenos hombres de negocios y nadie pasaba por Harvard para llegar allí. El señor C. forelesser de la sociedad lessening, no tenía un puto traje ni un pedazo de jodido papel enmarcado en la pared, pero nació y se crio en las calles y era muy bueno moviendo mercancía. Cuando el sol salió fuera de las ventanas rotas de su oficina, siguió amontonando el dinero en harapientos fajos de billetes, atándolos con gomas elásticas que había robado de las mesas de las oficinas de FedEx. No parecía mucho, pero eso era algo que las películas generalmente malograban. El señor C. se inclinó y arrojo sin cuidado otro puñado de arrugados y manchados Andrews Jackson21 a la bolsa de basura que había en el suelo. Sus hombres estaban obligados a vaciar sus bolsillos cada amanecer aquí en la oficina del director y aunque le tomaba todo el día nadie le ayudaba a contar. En este punto, después de casi un año de estar en el negocio, tenía más o menos un centenar de reclutas que trabajaban para él, un número arriba o abajo dependiendo de sus esfuerzos consiguiendo reclutas y de la eficacia matando de la hermandad de la daga negra. Su idea de poner a la sociedad lessening en un solo lugar, en esta escuela de internos abandonada, había sido inteligente. Podía desplegar a los asesinos como una unidad militar, alojarlos juntos, manteniéndolos en un horario y siguiendo cada respiro y cada venta personal. Había un jodido montón de cosas por hacer. Poco después de que el Omega llegase y lo ascendiera a forelesser, se dio cuenta de que la promoción era una mierda. La sociedad no tenía dinero, no había armas de fuego o municiones, ni casas, ni ninguna organización o plan. Ahora todo era diferente. Una difícil e inusual alianza había resuelto el primer problema y estaba al cargo del segundo y tercero. El cuarto estaba por encima de él. En este punto todo lo que tenía que hacer era guardar las ganancias de mierda, asegurarse de que sus hombres estaban en línea, realizar el seguimiento del dinero en efectivo que iba y venía, comenzar a recoger algunos juguetes bélicos y una vez que estuviera debidamente armado, iba a matar a la hermandad de la daga negra y pasar a la historia como el que había conseguido finalmente hacer el trabajo de mierda. El señor C. terminó el conteo mientras los últimos hilos de luz se consumían en el cielo ahora nocturno. Levantándose, ató un par fajos de cuarenta y puso todos los fajos de billetes en una bolsa de lona. El

total era de cuatrocientos mil dólares. No estaba mal para cuarenta y ocho horas de trabajo. Al salir, no había ninguna razón para cerrar nada, ya que el acceso estaba por todas partes. La oficina del director tenía las ventanas como tamices y las puertas colgaban de sus bisagras, y en mayor escala, el terreno decrépito del internado en descomposición estaba alineado por una verja de hierro con más secciones rotas que las que estaban en posición vertical. ¿Que mantenía fuera a la gente? Los asesinos que vagaban por la propiedad constantemente, centinelas cuyo único trabajo era atrapar a cualquier persona que llegara demasiado cerca. La buena noticia era que el lugar se rumoreaba, estaba encantado, así que, ¿si las perras de quince años intentaban venir caminando?, un par de trucos del Omega se harían cargo de ese pequeño problema. ¿Bonificación? A sus muchachos les gustaba echar a los tontos fuera y era mejor que matar a las perras. Los cadáveres eran un dolor en el culo y no quería a la policía humana involucrada. Después de todo, había una y sólo una regla en la guerra contra los vampiros, los humanos no eran bienvenidos a la fiesta. En el exterior, el señor C. se metió en su negro y reluciente Lincoln Nav y dio la vuelta en la recortada y muerta hierba. En la penumbra, podía sentir que sus muchachos que se movían sobre las vallas, aunque no podía verlos, el eco de la sangre del Omega en ellos era mejor que cualquier chip GPS metido dentro de sus culos. Así que, sí, sabía que había perdido a uno de su equipo la noche anterior. Había sentido su muerte como una descarga eléctrica en su blanca piel. Jodida hermandad. Y el tonto del culo que había sido sacrificado llevaba encima dinero en efectivo y fármacos por lo que era una pérdida neta de al menos cinco de los grandes. En una noche cualquiera, tenía veinte o veinticinco distribuidores en las calles a la vez, cada uno en turnos de cuatro horas. Los cambios eran críticos, ya que cualquier cosa de más de doscientos cuarenta minutos hacia que los asesinos tuvieran demasiado efectivo encima, mucho que perder si eran arrestados por la policía, se escapaban o eran asesinados por la hermandad. Demasiado para tener una idea brillante. Había aprendido cómo manejar su negocio al acabar el día, cuando todavía era humano y jugaba un poco en la calle, aprendiendo cómo hacerse grande y la jodida verdad era que el puto Omega lo necesitaba, no al revés. La ruta que tomaba para llegar a su proveedor era diferente cada vez y tenía la precaución de realizar un seguimiento de cualquier coche que hubiera detrás de él por si acaso lo seguía el CPD22 o la ATF23. Así mismo, no había comunicación por teléfono de sus avances con los mayoristas, con la tecnología de los agentes locales y federales hacer esa mierda era demasiado arriesgado. Los planes serían establecidos

o modificados en la reunión y si alguna de las partes no aparecía, un acuerdo para emergencias hecho con anterioridad hacia que ellos supieran cuándo y dónde reconectar. Ninguno de sus hombres conocía la identidad de su proveedor y era necesario que siguiera siendo así. Había estado en su pellejo y lo último que quería era alguien haciéndole la competencia. Y el hecho de que su mayorista fuera un vampiro era jodidamente divertido. El intercambio de esta semana se programó noventa minutos después de la puesta del sol para que estuviera cerca, pero no demasiado cerca de la cantera. Tardó unos cuarenta y cinco minutos desde la autopista hasta el vecindario y luego tuvo un caso lento de “vamos tu puedes”. El camino del parque con mil acres tenía un solo sendero que era tan bueno para viajar como un camino de cabras abandonado y se mantenía casi tan bien como una casa de crack. Árboles y maleza lo estrangulaban por los lados, convirtiéndolo en un túnel y las señales de advertencia mohosas brillaban con sus faros. Apagó las luces unos doscientos metros antes. Al igual que su proveedor tenía el SUV modificado para funcionar a oscuras y a sus ojos les tomó sólo un segundo ajustarse. Gracias Omega. El desvío que estaba buscando estaba un cuarto de milla arriba a la izquierda y cogió el camino de tierra incluso más lento. En el pasado, cuando era humano y no había pasado por esta mierda del cambio, su corazón siempre se había acelerado mientras hacía estas cosas, ahora, no sólo no tenía ninguna zona cardíaca a la izquierda del pecho, sino que ni siquiera tenía sentimientos en lo más mínimo. Gracias a las modificaciones de su jefe, su chasis y la química de su cerebro, podía manejar cualquier cosa que se encontrase con o sin respaldo de armas de fuego y munición. Así que no se preocupaba por nada a pesar de que casi un millón de dólares estaba a punto de cambiar de mano entre dos criminales. Cuando finalmente llegó al lugar de reunión, el Range Rover de su “socio” ya estaba oculto en el claro, después de haber aplastado árboles jóvenes y arbustos marcha atrás, se dirigió hacia donde estaba. Aparcaron al lado del conductor uno junto al otro y ambos bajaron sus ventanillas. El vampiro que apareció al lado para el intercambio era directamente Drácula. El pelo negro peinado hacia atrás, los ojos que eran como la visión láser de una Glock, la boca llena de colmillos y apariencia de disfrutar dañando a la gente. Sin embargo su cerebro funcionaba como lo hacía el del señor C. ―Cuatrocientos ―dijo el señor C. alcanzando y cerrando la bolsa de lona. Cuando la sostuvo por la ventana, el vampiro recogió y entregó una idéntica.

―Cuatrocientos. ― ¿Cuarenta y ocho?, Preguntó el señor C. ―Cuarenta y ocho. ¿Cuarenta y nueve y cuarenta? ―Redondeando noventa. ―Redondeando noventa. Subieron sus ventanillas al mismo tiempo y el vampiro piso el acelerador saliendo sin ninguna luz encendida. El señor C. dio media vuelta y lo siguió por el camino de salida. En segundos llegaron al carril asfaltado, el proveedor fue hacia la izquierda y el señor C fue hacia la derecha. Sin que hubiera testigos, sin complicaciones ni nada que se saliera de la sincronización. Para ser dos enemigos en bandos opuestos de la guerra se llevaban bastante bien.

*** Abalone, hijo de Abalone, había reformado una casa histórica en uno de los distritos más ricos de Caldwell. Esta era la noche doscientos setenta y uno que llegaba a la hermosa mansión. Era tonto por contar, por supuesto, pero no podía evitarlo. Con su shellan recién fallecida y su hija a punto de ser presentada a la glymera para su emparejamiento, esta posición como primer consejero de Wrath, hijo de Wrath, era el único motivo de celebración que tenía que esperar. No había una noche que no se enorgulleciera de vivir de acuerdo con el legado de su padre al servicio del trono, o al menos eso era lo típico en tal caso. Sin embargo por primera vez se sentía como si estuviera dejando ambos, a su padre y a su rey, tirados. Al acercarse a la puerta principal, tragó saliva y buscó la llave de cobre que la hermandad le había dado hace casi un año. A medida que se abrió paso en la mansión, tomó una respiración profunda y percibió el olor al aceite jabonoso Murphy, cera de abejas y limón. Era el olor de la riqueza y distinción. El rey todavía no había llegado, y Abalone sacó su teléfono y se aseguró de que no le habían devuelto ninguna llamada perdida. Nada. Esas tres veces que había llamado a Wrath y los mensajes de voz dejados no habían tenido respuesta de ningún tipo por parte del rey. Incapaz de permanecer quieto, fue a la sala de la izquierda, con una decoración de color amarillo suave,

una pintura de un rey francés de tamaño natural y unas sillas tapizadas recién arregladas que se alineaban en las paredes como si fuera la lujosa sala de espera de un doctor, se inclinó sobre su computadora en el escritorio sin poder sentarse. Wrath había retomado la venerable tradición de hacer audiencias con la población civil y lo que desde hace mucho tiempo había sido una conexión vital entre los gobernantes de la raza y su ciudadanía se había convertido en una curiosa mezcla de lo viejo y lo nuevo. Los Nombramientos estaban ahora escritos en mensajes y por correo electrónico. Las Confirmaciones eran enviadas de la misma manera. Las Consultas estaban catalogadas en una hoja de cálculo de Excel ya que podían ser ordenadas según fecha, tema, familia o resolución. Los estatutos de la antigua ley no estaban tampoco en forma de búsqueda de su antiguo tomo, sino como parte de una base de datos creada gracias a Saxton. La relación cara a cara, sin embargo, se mantenía sin cambios y a la antigua, nada más que el sujeto y el rey, hablando en la intimidad, reafirmando ese vínculo importante y fortaleciendo el lazo de unión de la raza. Abalone había creado y mantenía los nuevos procedimientos modernos de mantenimiento de los registros y el sistema estaba resultando muy valioso. El volumen de solicitudes aumentaba cada vez más pero en los últimos tres meses el número se había cuadruplicado y se estaba empezando a ahogar entre el papeleo y la programación. Los retrasos eran inaceptables, una falta de respeto tanto a Wrath como a los peticionarios. En consecuencia, era evidente que iba a necesitar ayuda y sin embargo no tenía ni idea de dónde encontrarla. La confianza era un problema. Necesitaba a alguien en quien pudiera poner su fe absoluta. El problema era que no sabía por dónde empezar la búsqueda, especialmente cuando las únicas personas que conocía eran aristócratas y la glymera no sólo había sido la fuente de las traiciones que casi habían tomado el trono de Wrath sino que también estaban privados de sus derechos por haber tratado de despojarlo de su poder político. Sería una locura asumir que los disidentes habían desaparecido por arte de magia y esa era sólo una de las razones, que Throe apareciera sin invitación en su puerta de madrugada había sido también inquietante. Se obligó a concentrarse, Abalone imprimió los informes de esa noche y luego se fue a la sala de reunión del trono para comprobar que todo estaba como debería estar. Lo estaba. El espacio que había sido utilizado anteriormente como comedor era ahora donde se celebraban las audiencias con Wrath, y como era típico del rey, todo estaba bajo control. No había asientos de armiño ni copas de oro, ni cortinas

de terciopelo ni alfombras de gran majestuosidad, sólo una serie de sillones puestos unos frente a otros delante de una chimenea que llameaba alegremente en otoño y en invierno y lucía flores frescas del jardín durante la primavera y el verano. Los troncos ya estaban puestos y se acercó para encenderlos. El verdadero trono, en el que el padre de Wrath se había sentado y su padre antes de eso y su padre antes que eso, estaba de vuelta en la mansión de la hermandad, o al menos eso era lo que había escuchado Abalone. Él nunca había estado en el complejo y no tenía interés en conocer su ubicación o pagar por visitar la instalación. Algunas informaciones eran demasiado peligrosas para que valiera la pena conocerlas y al final esa era la única razón por la que no había sacado a su primo al sol de mediodía cuando se hizo obvio que no podría contactar con el rey. Incluso si Throe lo seguía, el macho no aprendería nada de importancia, nada que pudiera dañar a Wrath o a la hermandad. Esta ubicación estaba custodiada por los hermanos siempre que Wrath estaba cerca y el hermano Vishous había insistido en instalar cristales a prueba de balas, revestimiento ignífugo, paredes de acero en todo el comedor y la cocina y otras medidas de seguridad que Abalone no podía empezar a imaginar. Esta residencia estaba ahora tan fortificada como Fort Knox25. Aquí no tenía miedo de la banda de bastardos o de la sociedad Lessening. Además, Throe se había limitado a retirarse a una habitación de huéspedes y se durmió como si se estuviera recuperando de una herida vital. De igual manera no estaba dando mayores problemas que los que cualquier otro huésped podría haber dado, aún. Cuando los minutos continuaron pasando, Abalone se empezó a pasear por la sala de audiencia. ― ¿Estás bien? Abalone se dio la vuelta tan rápido que sus mocasines Bally chirriaron en el suelo pulido. ― ¡Mi señor! Wrath se las había ingeniado no sólo para entrar en la casa sin hacer ni un solo ruido sino también en la habitación y no era la primera vez. Abalone se encontró con el temido macho. El rey tenía casi siete pies de altura y era musculosamente ancho. Su naturaleza guerrera hacía que tuviera una presencia física que lograba que uno quisiera poner las manos sobre su cabeza y apartarse sólo para estar fuera de su camino. Con su negro pelo que caía desde el pico de viuda hasta sus caderas y sus gafas negras envolventes escondiendo sus ojos ciegos a todos, salvo a su amada reina, era a la vez aristocráticamente

guapo y brutalmente autoritario. Y luego estaban las representaciones tangibles de su exaltada posición. El anillo de diamante negro en el dedo del medio de su mano derecha y los densos tatuajes de su linaje que corrían por el interior de los antebrazos. El macho era siempre un poco impactante, no importaba cuántas horas pasara Abalone en su presencia. Pero eso parecía especialmente cierto en una noche como esta. El rey se inclinó y soltó a su perro lazarillo, George, de su correa y luego miró por encima del hombro. ― ¿Butch? Dame un minuto aquí, ¿quieres? ―Lo tienes. El hermano con acento de Boston cerró las puertas corredizas y cuando los paneles bloquearon el lugar, Abalone podría decir honestamente que nunca habría pensado que él mismo iba a necesitar una audiencia con sus propias normas. Las fosas nasales de Wrath se dilataron. ― ¿Está dándole vueltas a algo? Por alguna razón, Abalone sentía como si necesitara arrodillarse. ―Traté de localizarte, mi señor. ―Sí. Lo sé, estaba teniendo un día especial en Manhattan con mi shellan, no recibí los mensajes hasta hace unos cinco minutos. Calculé que fuera lo que fuese podríamos resolverlo cara a cara. ―Sí, Ciertamente. ―Entonces, ¿qué está pasando? Queridísima Virgen Escriba, esto debía ser lo que se sentía al ser infiel a tu pareja, pensó Abalone. ―Yo… ―Sea lo que sea, me lo puede decir y vamos a tratar con ello. ―Yo… ah… recibí una visita esta mañana, justo antes del amanecer de parte de un primo mío. ― ¿Y eso no es una buena noticia?

―Es... Throe. En lugar de un retroceso o una maldición, el rey se rio en voz baja, más bien como ronroneando como un gran felino cuando se le presentaba la perspectiva de una comida. ―Un buen giro de tuercas, nunca me comentó que fuera un familiar tuyo. ―No lo sabía, recibí una llamada telefónica de un primo tercero desaparecido. Creo que el parentesco fue a través del matrimonio. Si hubiera tenido alguna idea… ―No te preocupes, no se puede evitar lo que está en el árbol genealógico. Una vez más esas fosas nasales. ―Supongo que no fue bienvenido en tu casa. ―No, mi señor. Lo dejé entrar sólo porque me ofreció información sobre la banda de bastardos. El afirma que les ha dejado y está dispuesto para revelar su ubicación, las estrategias, las posiciones… El rey sonrió, revelando sus colmillos como dagas. ―Entonces, por supuesto que quiero reunirme con él. Abalone cedió a su instinto, se acercó y se arrodilló en el suelo liso de madera. ―Mi señor, debes saber que… El rey puso su mano sobre el hombro de Abalone y la palma era tan grande, que parecía engullir todo su torso. ―Tu lealtad es para mí y solo para mí, puedo olerlo, puedo sentirlo así que olvida la culpa. ¿Él está en tu casa ahora? ―Sí. ―Entonces voy a ir con él. ― ¿No sería mejor enviar a un emisario?

―No tengo nada que ocultar y no me estoy escondiendo de él o de la pequeña banda de niñas de Xcor.

Intentaron matarme una vez, ¿recuerdas? No funcionó. ¿Trató de destronarme? Aún estoy aquí. No pueden tocarme de ninguna jodida manera. Como si Wrath pudiera leer la mente le tendió el diamante negro y Abalone agarró lo que le estaba ofreciendo, presionando sus labios en la piedra sagrada que estaba caliente por la carne del gran macho. ―Butch. ―llamó Wrath―. Llama a la hermandad, tenemos que hacer una visita de cortesía. Cuando el hermano respondió al otro lado de la puerta, el rey inclinó su cara hacia abajo como si pudiera mirar los ojos de Abalone. ―Ahora, primer consejero, quiero volver a programar las primeras dos horas de mi audiencia. ―Sí, mi señor, inmediatamente. ―Y luego iremos a tu casa. ―Estoy a tu completa disposición, mi señor. Para cualquier cosa que necesites.

CAPÍTULO 13

El salvador de Trez en el cautiverio, resultó no ser una persona, ni siquiera un objeto en realidad. Su libertad, cuando llegó, fue cortesía de un respiradero sin pretensiones, ubicado en un rincón de la parte superior derecha de la vasta habitación donde fue encarcelado. Tres noches antes de su eventual escape, cuando había estado acostado contemplando absolutamente nada, una oleada de aire fresco golpeó las joyas de su túnica y heló su piel. Frunció el ceño, miró hacia arriba y vio la rejilla atornillada en la pared blanca y lisa. Cámaras de seguridad de primera generación observaban todos sus movimientos así que sabía que no debía demostrar ningún interés específico, pero le hizo pensar. Las sombras podían desmaterializarse y también convertirse en humo para volar fuera, lo que le permitía viajar grandes distancias y permanecer invisible donde quiera que fueran. Había intentado ambas muchas veces y fracasado. Al principio había desechado cualquier pensamiento acerca de escapar a través de los conductos de ventilación basado en eso. Pero a la noche siguiente, por ninguna razón en particular, bajó la mirada hacia lo que habían puesto en su cuerpo. Las gemas… las gemas brillantes, piedras preciosas que había asumido que estaban montadas en oro, el metal era de color plateado. Oro blanco, ¿no? A menos que fuera acero inoxidable, el único material que los vampiros, incluso aquellos miembros del linaje de las sombras, no podían llevar al desmaterializarse. Miró alrededor de la habitación de mármol hacia el baño. Incluso cuando era bañado y su cuerpo era limpiado ritualmente, lo mantenían adornado con zafiros y diamantes, collares de gemas sobre su cuello, hombros, muñecas y tobillos antes de meterse al agua. ¿Tan pronto estaba afuera? La cota de malla de joyas estaba cerrada sobre su carne una vez más. Cerró los ojos. ¿Por qué no había considerado esto antes? Le había costado más de dos noches, dos ciclos desde el amanecer al atardecer, antes de que desarrollara un plan. El horario de las comidas, baños, ejercicio y estudio nunca era el mismo, como si a propósito utilizaran una falta de patrón. Las idas y venidas de iAm eran igualmente aleatorias, pero debido a que

él no era el ungido tenía ciertas libertades de circulación y concesiones para salir del palacio, para ejercitarse o alimentarse, aunque incluso eso no estaba escrito en piedra. Durante sus divagaciones, Trez había sido asiduo a no cambiar nada su afecto, actitud y sus hábitos. Pero internamente su mente había ido creando, dando forma, poniendo a prueba las teorías de complicaciones o fallos potenciales. Había anticipado demorarse por más tiempo, pero el momento llegó de forma inesperada, cortesía de la caída de una bandeja de comida. Una sirvienta había resbalado en el suelo de mármol recién pulido; alimentos, platos y cubiertos habían ido a parar a todas partes. iAm, siempre útil, se había ofrecido a lidiar con el desastre y él y la criada se habían ido en busca de implementos de limpieza al armario de suministros del corredor. El chasquido de la cerradura reveló la salida oculta de la celda. Y eso fue todo. Con un rápido movimiento, Trez desnudó su cuerpo rasgando la fina malla y las piedras preciosas rodaron fuera, arrancando y liberando los broches, abriendo todo tipo de hebillas, cinturones y seguros. Luego, desnudo y sangrando por el esfuerzo, cerró los ojos y se concentró. Su ansiedad había sido tan grande que casi había fracasado, especialmente cuando escuchó gritos fuera de su puerta, las cámaras de seguridad debían haber reportado sus actividades con presteza y precisión. La convicción de que ésta era su única oportunidad le había dado el empuje para hacerlo con toda la fuerza de su corazón. Justo antes de desmaterializarse en el aire, s’Ex había irrumpido a través de la puerta y había cerrado los ojos una fracción de segundo. Luego fue hacia arriba y afuera a través de la salida de aire. ¡Poof! Había seguido el sistema de conductos a través de la corriente que iba contra él, pensando que si seguía el trayecto, encontraría el camino a los grandes espacios abiertos. Estaba en lo cierto. Momentos más tarde salía hacia la noche, expulsándose fuera de su confinamiento, tan sorprendido de que se había salido con la suya que casi se re-forma y cae de la azotea del palacio. Con un vistazo rápido se dio cuenta que no había sido muy ingenioso, no tenía dinero, ni suministros, ni una dirección donde ir, ningún plan. Pero la libertad no tenía precio y tarde o temprano lo llevaría a cruzar su camino con el vampiro que cambió la dirección de su vida. — ¿Trez? ¿Amigo?

Trez explotó fuera de su sueño, al igual como la había hecho fuera del ducto de ventilación aquel día, y por una fracción de segundo no tenía ni puta idea dónde estaba. Un latido después, pensó, un par de ojos amatistas en frente de él, trajeron todo de vuelta: el centro de entrenamiento, Selena, el presente, no el pasado. —Selena… Rehvenge levantó las manos. —Whaooo, tranquilo. Están terminando de bañarla. — ¿Bañarla? —Trez se frotó la cara y miró alrededor, viendo un montón de paredes de concreto. Cristo, estaba exhausto, se había quedado dormido en el corredor fuera del cuarto de exámenes, en los cuatro punto cuatro segundos que le había tomado sentarse sobre su culo y tomar una respiración profunda. Rehvenge gruñó al usar su bastón como ayuda para sentarse en el duro piso de concreto. Estiró las piernas y envolvió su largo abrigo de marta cibelina alrededor de sus muslos, aun cuando no hacía más de veinte grados. —Mi Ehlena me ha llamado. —Rehv le dio un vistazo a Trez, y dada su expresión compungida no le gustó lo que vio—. Hubiera llegado antes, pero tenía asuntos con los que lidiar en el norte. — ¿Cómo está tu colonia? ¿Todavía locos? — ¿Cómo estás tú? —De maravilla, Su alteza. —No me jodas, ¿estás bien? —Lo lamento —Trez dejó que su cabeza cayera hacia atrás contra la pared fría—. No es mi mejor momento. Rehv volteó hacia la puerta cerrada del cuarto de examen. — ¿Dónde está iAm? —En los vestuarios, creo que fue a tomar una ducha. —Sabía que estaría aquí abajo, contigo. —Sip.

Un momento de tranquilidad y luego Rehv dijo — ¿hace cuánto nos conocemos el uno al otro? —Un millón de años. El devorador de pecados rio por lo bajo. —Así se siente. —Sip. — ¿Entonces por qué nunca me lo dijiste? — ¿Acerca de…? —cuando Rehv levantó una ceja, Trez tomó una respiración profunda. Por supuesto que el tipo sabía acerca de Selena y la vinculación—. Mira, ni siquiera me había dado cuenta de lo que sentía por ella. Yo solo… mierda, tú sabes cómo era con las putas. ¿Cómo demonios iba a poner eso sobre la mesa con alguien que es una elegida? Y ahora esto, por el amor de Dios, todo ese tiempo perdido. No es como si nosotros fuéramos a estar juntos, pero… tal vez podría haber ayudado, o… Aunque por lo que había dicho la otra elegida, parecía que la enfermedad, o síndrome, o cualquier mierda que fuera, iba a seguir su propio curso, independientemente de lo que se hiciera. —Tengo alguna experiencia con eso —murmuró Rehv—. ¿Cuando conocí a Ehlena? Ella no sabía que yo era mitad devorador de pecados, mucho menos que era el heredero al trono de los symphaths. Estoy seguro como la mierda que no tenía ninguna prisa por contárselo, pero no era como si pudiera esconder las huellas de mis armas o mis impulsos, o quién era realmente. Y recuerda, tenía el mismo trabajo nocturno que tú conoces, no era que precisamente llevara buenas noticias al hogar de la pequeña hembra. Luché contra ello todo el tiempo que pude, ¿y cuando la verdad salió a la luz? Sabía que iba a dejarme, estaba convencido de ello. Por un tiempo lo hizo y sólo podía amarla de todas maneras, y al final, ¿sabes qué? Funcionó. Trez deseó poder sacar alguna inspiración de ello. —Selena va a morir. —Tal vez sí, tal vez no. Escucha, no soy fan de mi subespecie pero tenemos algunos conocimientos arriba, en el norte, déjame ver qué puedo traerte de vuelta. Trez volteó su cabeza y se le quedó viendo fijamente. —No tienes que hacerlo… —Detente. Trez tuvo que desviar la mirada. —No me hagas llorar, odio sentirme como un marica.

—Tú harías lo mismo por mí. —Ya me salvaste una vez. —Me gusta pensar que nos salvamos el uno al otro. Trez recordó la noche en que se conocieron. El cómo y el dónde. Arriba en la cabaña de la montaña, la primera estructura, durante la huida de Trez, donde cayó y se re-formó. La misma en donde Rehv había tenido que hacer el deber con aquella princesa repugnante symphath que había estado chantajeándolo. Trez la había tomado como refugio, cuando Rehv llegó y se cogió a la perra de pie una par de veces. Luego de eso, lo había dejado hecho un lío sobre el suelo, el veneno que había puesto en su piel lo había noqueado. Cuidar al tipo sólo había sido lo más lógico y natural. En respuesta, él y el bastardo de ojos púrpura se habían convertido en alguna clase de hermanos. El punto era, para cuando iAm había logrado salir al exterior, los tres se habían quedado juntos, la lealtad y gratitud de Trez y los suyas eran para el devorador de pecados. Si sabía una cosa, y sólo una cosa acerca de Rehvenge luego de todos estos años, es que era un macho de valía. Pese a ser un chulo y dueño de un club, un degenerado y réprobo, de mal corazón, sádico HDP, era y siempre sería, uno de los mejores machos que Trez jamás hubiera conocido. —Voy a ponerme en marcha entonces —dijo Rehv. Con otra ronda de gruñidos el macho se puso de pie, y cuando estuvo de pie, con el abrigo de visón tan largo que arrastraba polvo del piso del centro de formación, se aclaró la garganta, no miró a Trez. No era una sorpresa, era una especie de concesión. Trez no se manejaba bien con las grandes emociones tampoco. —Gracias —dijo Trez, de forma brusca. —Guarda tu gratitud por si traigo de vuelta algo digno de tener. —Eso no es de lo que estoy hablando. Rehv se inclinó hacia abajo, ofreciendo la mano de la daga. —Todo lo que tengo es tuyo. Trez tuvo que parpadear fuerte y a continuación, pasar la mano por sus ojos. —Tu amistad es todo lo

que necesito, mi amigo, pues es malditamente invaluable.

*** En cuanto iAm salió del vestuario de hombres se aseguró de que los botones de su camisa estuvieran correctamente abrochados. La ducha duró sólo cinco minutos, como máximo, pero el agua lo había enfriado como si fuera hielo, y supuso que se sentía un poco más como él. Difícil de decir con el modo cerebro-frito por el que estaba pasando. Se detuvo y miró hacia arriba, y vio a Trez y Rehv unidos por sus palmas, por alguna razón el momento de tranquilidad entre los hombres lo llevó de vuelta a la noche en que Trez había escapado. Que extraños eran los caminos, se cruzan cuando menos lo esperas. Rehv le echó un vistazo cuando ya había deshecho el apretón de manos. —Hey, iAm. —Hey, hombre. Como si estuvieran en una especie de funeral, los dos se reunieron en el centro y se dieron un abrazo tipo palmadas-en-la-espalda-de-tipos-duros, como cuando habían demasiados sentimientos en el ambiente. Un momento después, Rehv se fue sin mirar atrás, caminó hacia la oficina, su visón a medida hasta el suelo ondeando tras él, su bastón rojo golpeando el suelo para mantener el equilibrio. —Me alegro que vinieras —dijo iAm mientras miraba a la puerta cerrada de la sala de exámenes. Él supuso que aún estaban limpiando a Selena. Qué puta noche, día, lo que fuera. —Sí. iAm miró su reloj. Bueno, quién lo diría, eran las ocho de la noche, el sol ya se había puesto. Habían estado aquí más de doce horas seguidas. —Así que, ¿vas a decirme lo que estás pensando? iAm dejó caer su brazo y miró a su hermano. — ¿De qué estás hablando? —Vamos, hombre. —Trez dejó escapar una maldición, agotado—. ¿Crees que no puedo leerte? ¿En serio? iAm caminó un par de metros, volvió, se sentó de nuevo.

—Otra buena noticia, ¿no? —murmuró Trez. —Sí. —Desembucha, al menos uno de nosotros va a sentirse mejor. —Lo dudo. — ¿Cómo coño puede empeorar esto? —La reina dio a luz. — ¿Y? —No es... Trez cerró los ojos y pareció hundirse en su propia piel. —Que increíble sincronía. —Es por eso que s’Ex te estaba llamando, me rastreó cuando no respondiste. Sip, bueno, ya lo sabes. Trez resopló. — ¿Sabes cuál es mi fantasía? No es porno. Es tener una buena noticia. Por una vez en mi puta vida, me encantaría tener una buena noticia. —Están de luto. —Cuando Trez se limitó a sacudir la cabeza, iAm se sentía como el infierno de nuevo— . Tenemos una semana y luego… —Entonces ellos van a querer de vuelta su consolador andante, ¿no? Trez se centró en la puerta cerrada de la sala de examen, parecía envejecer ante los ojos de iAm. La piel de su rostro parecía fundirse sobre la estructura ósea, las comisuras de sus ojos cayendo hacia abajo, su boca tornándose laxa. —Trez… —Dile a s’Ex que quiero reunirme con él, no puedo irme ahora a causa de… —No estás pensando realmente en volver, ¿verdad? La mirada de Trez no dejó la puerta cerrada. —Trez, respóndeme. No estás pensando en volver. El silencio se alargó e iAm maldijo. — ¿Trez? ¿Hola?

—Tengo que cumplir con s’Ex, pero tiene que ser después de… —Trez se aclaró la garganta— . Sí, después. iAm asintió, porque ¿qué otra cosa podía hacer? No podía culpar al hombre por ese tipo de priorización. Por desgracia, la s’Hisbe no iba a ser tan comprensiva. Pero ahí era donde iAm entraba, no había manera de que nadie obligara a su hermano a esta mierda con Selena pasando por lo que estaba pasando. No le importaba lo que tenía que hacer: Trez iba a ser libre para cuidar de su mujer. Que se joda la reina.

CAPÍTULO 14

Layla se sentía perseguida mientras mantenía un pie en el acelerador y las dos manos en el volante de su Mercedes azul pálido. Qhuinn le compró el E350 4 MATIC, ó lo que eso significara, hacía unos tres meses. Él había querido algo más llamativo, más grande, más rápido, pero al final, el pequeño sedán era lo que había sentido más cómodo para ella. Y había elegido ese el color, ya que le recordaba las piscinas del baño en la Santuario. Las tierras de cultivo en las afueras de Caldwell se extendían en montes y valles, y le encantaban esos graciosos campos ondulantes que se elevaban con maíz en julio y agosto, y parecían barbas de hombre trasquiladas en los meses en que se dejaba descansar la tierra. Ya conocía todo el paisaje de esta ruta de memoria, cada pradera y cada árbol. Cuando llegó a la base de la pequeña colina, apago las luces y dejo el auto en neutro. No le gustaba venir a este lugar, pero después de ver el estado en que se encontraba Selena y sabiendo lo que significaba, le dolía el corazón aún más de lo habitual. Saliendo del coche, puso sus manos en su espalda y arqueó el pecho, tratando de aflojar los músculos que parecían perpetuamente tensos. —Es temprano. Con un suspiro, ella se dio la vuelta. Xcor estaba de pie en el parachoques trasero de su coche, y podía decir de inmediato que algo estaba mal con él. No era como si su dura cara se viera diferente; el labio leporino que le hacía parecer como si estuviera perpetuamente gruñendo, o sus ojos astutos y su dura mandíbula, todas las características eran las mismas. No había cambiado su cabello, su largo abrigo de cuero negro era el mismo, incluso las botas de combate o todas las armas que sabía que tenía pero que siempre ocultaba cuidadosamente de ella. Era incapaz de determinar exactamente que era. Pero su instinto no mentía y nunca se equivoca. ― ¿Estás enfermo? —Preguntó. ― ¿Y tú? Ella puso su mano sobre su vientre. —No lo estoy.

— ¿Qué pasó anoche? ¿Por qué no viniste? Una imagen de Qhuinn dando vueltas por la sala de billar mientras ella y Blay estaban sentados en el sofá vino a su mente. Y entonces se imaginó a ellos tres en el centro entrenamiento en la sala de exámenes, de pie al lado de Selena mientras era examinada y le daban la mala noticia. —Tuve una emergencia familiar —dijo—. Bueno, dos, en realidad. — ¿De qué tipo? —Nada que te concierna. —Hay poco de ti que no me concierne. —Yo… Levantando la mirada hacía el árbol donde por lo general se sentaban, Layla se estremeció. —Tienes frio. Vamos a entrar al auto. En su forma habitual, Xcor se hizo cargo, abriendo la puerta y manteniéndose de pie a un lado, una demanda tranquila. Por un momento dudó. A pesar del noble impulso por mantener al rey y a los hermanos seguros, sabía en su médula que nadie jamás aprobaría estas reuniones, estas palabras, ni el tiempo que pasaba con el enemigo jurado de la hermandad. El que había tramado la muerte de Wrath no una vez, sino dos veces. El sentarse con Xcor en el coche que Qhuinn compró para ella porque tenía un gran corazón era una violación a la relación que más valoraba. Excepto que estaba protegiendo a los que amaba, se recordó. —Entra —Xcor le dijo. Y ella lo hizo. Cerrando la puerta, Xcor caminó hacia el lado del pasajero, y toco la ventana para que abriera la puerta, pensó en la falsa mitología humana sobre los vampiros, donde supuestamente el no-muerto tenía que ser invitado antes de que pudiera cruzar un umbral. Todo tan lejos de la realidad.

Cuando se sentó, el cuerpo de tamaño soldado de Xcor ocupaba todo el espacio en el sedán en un asiento que era demasiado grande para ella, incluso con el embarazo. Mientras inhalaba para mantener el equilibrio, odio el hecho que le gustara la forma en que olía. De hecho, siempre se esforzaba por estar limpio cuando se encontraban, su piel olía a un perfume especiado que quería desesperadamente encontrar poco atractivo. Todo esto era mucho más aceptable si se quedaba centrada en el hecho de que estaba siendo coaccionada, el contacto, la proximidad, esa cercanía. Por qué estar aquí con él en la libertad voluntariamente... Dios, ¿por qué su cabeza estaba tan ocupada esta noche? —Conduce hacia adelante —dijo—. Por Favor. — ¿Qué? —Su corazón empezó a latir con fuerza—. ¿Por qué? —Ya no estamos seguros aquí. Tenemos que ir a otro lugar. — ¿Por qué? —La realidad de lo poco que sabía y confiaba en él la hizo darse cuenta exactamente de lo aislados que estaban—. ¿Qué ha cambiado? Él la miró. —Por Favor. Por tu seguridad. Nunca voy a hacerte daño, lo sabes y por lo tanto, este lugar nunca más será seguro para nosotros. Ella le sostuvo la mirada durante un largo momento. — ¿Dónde vamos a ir? —He conseguido otra ubicación. Dirígete hacia el oeste. Por Favor. Cuando no se movió, él puso su mano sobre la de ella y se la apretó. —No estamos seguros. Cuando la soltó, sus ojos nunca vacilaron hacía los suyos. Y un momento después, miraba a la distancia mientras alcanzaba el botón para encender el motor. —Está bien. A medida que ponía el coche en marcha, un ruido sutil de alarma empezó a sonar. —Tu cinturón de seguridad —dijo—. Necesitas ponértelo. Él obedeció sin hacer comentarios, estirando el cinturón para que se extendiera sobre su enorme pecho y ponerlo en su lugar. — ¿Qué tan lejos? —Preguntó, cuando un pico renovado de miedo le acelero el corazón de nuevo.

—A diez millas. —Xcor abrió un poco la ventana y respiro como si tratara de encontrar un olor en el aire—. Es un lugar seguro. — ¿Me estás secuestrando? Retrocedió. —No. Tú eres, como siempre, libre de ir y venir. —Está bien. Esperaba que dijera la verdad. Oró porque lo fuera. Y no esa brillante luz en este juego mortal que estaba jugando. Esto tenía que parar, pensó. Estaban en guerra con los lessers. Él traiciono a su rey. Estaba muy embarazada. El problema, era que no sabía cómo desenredar las cuerdas que los ataban.

*** Rhage fue el último de los hermanos en materializarse en el césped de un parque que podría salir en una revista para delincuentes. Cuando miró la gran casa a la que se acercaba, oyó en su cabeza al narrador de la vieja serie de televisión Batman: “Mientras tanto, en la majestuosa mansión Wayne...” La mansión de estilo Tudor estaba situada detrás de un césped bien cuidado, como si fuera demasiado buena para fraternizar con nada menos que la Casa Blanca, y las luces estaban encendidas en el interior, el brillo intenso de un suave amarillo lujoso como si destellaran matices de oro macizo en todas esas lámparas. Con una rápida eficiencia se podía ver al mayordomo cruzar en frente de una ventana de cristales de diamante, con un uniforme algo formal que Fritz seguramente usaría. Probablemente tenían la misma medida. — ¿Estamos listos para su alteza real? —V preguntó con ironía. Hubo un gruñido de aprobación entre los cinco, y luego Vishous desapareció en el aire. El plan era que Butch se les uniera, el poli tenía un nuevo Range Rover, que estaba estacionado aproximadamente a cuatro millas al este con el rey sentado y armado, quejándose de todas las medidas de seguridad. Dos de ellos iban a conducir con Wrath hasta aquí, dándole al grupo otra alternativa para sacar al macho si la mierda se ponía fea.

Rhage odiaba traerlo aquí para reunirse con Throe, pero Wrath se negó a enviar un representante, y ¿qué iban a hacer? Atarlo a una maldita silla para que no viniera. —PTI —Rhage desenvainó una de sus dagas negras—. No le doy ninguna garantía. Voy a rebanar a ese hijo de puta. —Lo sostendré bocabajo para ti —alguien se echó hacia atrás. Un viento frío soplaba del norte, esparciendo hojas caídas a través de sus shitkickers, Rhage miro por encima del hombro. Nada se movía por la izquierda. No había nadie en los arbustos. No había malos olores en el aire. Pero se sentía cauteloso como el infierno. Bueno, duh. Todo lo que tenía que ver con la banda de bastardos difícilmente se podía asociar a una noche en casa pretendiendo que no existían tirado en el sofá viendo Scandal27. O RHONJ28, si Lassiter tenía el maldito control. Diez minutos más tarde, el Range Rover dobló la esquina y se acercó al lugar, sus faros destellando en la fachada de la casa y en sus caras. Butch condujo alrededor del círculo en frente de la mansión para que el suv, estuviera listo por si necesitaban un escape. Wrath abrió su puerta y salió del asiento del pasajero. En sus shitkickers, el macho sobrepasaba el techo de la camioneta y se diferenciaba del resto de ellos porque no tenía ningún abrigo o chaqueta. Sólo una camisa negra que ocultaba el obligatorio chaleco Kevlar. Por lo menos usaba eso. Gracias, Beth. Rhage se alineo en la formación con los demás, blindando a Wrath con sus cuerpos a medida que avanzaban hacia adelante. En el instante que llegaron a la puerta principal Abalone abrió la puerta como si estuviera mirando por la ventana esperando que se acercaran. —Mi señor. Hermandad. Bienvenidos a mi casa. Cuando el primer consejero hizo una profunda reverencia, Rhage tuvo que aprobar al macho. Culo elegante, así lo llamaban ellos, era uno de los pocos aristócratas que Rhage nunca había visto pasar por encima de nadie, tenía más de dos dedos de frente y un enorme corazón debajo de su coraza de dandi.

— ¿Vamos a proceder entonces? —Dijo el macho, indicando con la mano. Parte del acuerdo previo para hacer esto era que la reunión seria en la biblioteca y una de las ventanas tendrían que estar abierta en caso de que Wrath tuviera que desmaterializarse. Throe esperaría en otra sala y serie escoltado y traído por un hermano. Y había un par de otras salvedades. Una vez dentro de la habitación llena de libros, Rhage hizo una rápida pero completa inspección del lugar y dijo: —Déjame ir a buscar al idiota. — ¿Estás seguro? —Preguntó V. —No me lo voy a comer. Todavía. Corto cualquier conversación mientras salía al vestíbulo donde Abalone se movía como si estuviera atrapado en un debate interno sobre si vomitar en sus zapatos o tratar de llegar a un baño. —Entonces, ¿dónde está tu primo? —Rhage le dio al hombre una sonrisa tranquilizadora. Como si estuviera muy relajado, solo quería ir por el hijo de puta y nada más. — ¿Por ahí? Abalone señalo con la cabeza hacia la puerta cerrada. —Sí. Él está en el salón para caballeros. Rhage le puso una mano en el hombro al primera asesor. —No te preocupes, Culo elegante. Esto va a ser como un pedazo de pastel. Había que sentir pena por el pobre HDP mientras exhalaba aliviado. —Sí, mi señor. Gracias. Después de otro rápido agradecimiento, Rhage se deslizó por la puerta de la sala y la cerró tras de sí. Throe estaba de pie en una sala cubierta con paneles, tenía el aspecto distinguido del macho que fue una vez en el antiguo país, a pesar del hecho de que sus ropas eran comunes. — ¿Rhage? —Dijo el macho, mientras se acercaba. —Sí. Throe tuvo la oportunidad de sacar la mano para saludar y eso fue todo. Rhage agarró su muñeca, le dio la vuelta como una bailarina, y lo empujó de cara contra la pared más cercana. —Qué estás… —Palmas abajo, imbécil —Está bien, quizás derribarlo con "puñetazos" fuera un poco más preciso.

—Requisa. —Me estás haciendo daño. —Si encuentro un arma, voy a usarla en ti. ¿Entendido? — ¿Tienes que ser tan…? —Parte delantera —Rhage sacudió el tipo girándolo por la cintura, le daba vueltas como un trompo, clavándolo en la pared hacia afuera. —No, cabeza hacia arriba. Él puso una mano en la barbilla del macho y empujó hacia arriba su hermosa cara. Después de revisarle el pecho como si fuera una mamografía, Rhage hizo el camino hacia abajo y tocó tan duro la bocina de Throe, que el chico estaría cantando como soprano. —Perdón. —No hay nada allí. No es ninguna sorpresa. Inspecciono sus muslos y pantorrillas. Y finalmente lo miro directamente a los ojos como si estuviera buscando algo. —Estas son las reglas. Si realizas cualquier movimiento hacia mi rey, de cualquier manera que no me guste. Vas estar muerto antes de tocar el suelo. ¿Nos entendemos? —He venido aquí en paz. Estoy harto de pelear. — ¿Me has entendido? Así sea que le estornudes encima, intenta estrechar su mano, o mirar dos veces sus putas shitkickers. Te voy a poner una etiqueta en el pie. — ¿Siempre eres así de extremista? —Estoy calmado, fresco, y relajado, pequeña perra. No quieres verme enojado. Rhage empujó al tipo hacia la puerta, al salir, enterró una mano en la parte posterior del cuello de Throe. —Puedo caminar por mi cuenta —dijo el varón arrastrando las palabras. — ¿Puedes? ¿Estás seguro de eso? Rhage cambió su agarre alrededor de la cara del macho de modo que la aplastó con la palma de su mano,

lo que llevo a Throe a ser sostenido por ojos, nariz y boca. — ¿Estás mejor así? ¿No? Supongo que debes tener algún problema para hablar. A medida que deliberadamente mantenía el equilibrio de Throe, disfrutó de la rutina de Tap al estilo Fred Astaire30 mientras pasaban a Abalone y entraban en la biblioteca. —Oh, lo está manejando muy bien, de verdad —V murmuró mientras encendía un cigarrillo liado mano. —Al menos no hay salsa barbacoa involucrada —el policía se echó hacia atrás. —Sin embargo —V exhaló. —La noche es joven. Rhage se aclaró la garganta. —Mi señor y gobernante, Wrath, hijo de Wrath, y el caliente padre de Wrath. Te presento a Throe… pedazo de mierda. Con esa nota, le dio el macho un buen empujón en dirección de la alfombra oriental, haciéndolo caer. Con el culo al aire, el hijo de puta estaba donde debía estar. A los pies de un verdadero rey.

CAPÍTULO 15

—No, la tengo, gracias. Mientras Trez hablaba, le dio una sonrisa a Ehlena porque no quería que la enfermera se sintiera ofendida mientras la ahuyentaba. Pero lo cierto era que, estaba más que listo para ser quien sacara a Selena del cuarto de exámenes. Lejos del centro de entrenamiento. Fuera a… algún lugar, cualquier otro lugar. Sin embargo eso no iba a suceder. Apenas dos horas atrás ella había muerto, la habían golpeado con dos billones de julios de electricidad en el área del pecho, y entonces de alguna manera se las había arreglado para volver del borde, gracias a su rutina de manta-cubre-almas-vivas-y-respirantes. Oh, ya sabes, sólo un día más en la vida. ¿O era noche? Quién diablos lo sabía. — ¿Estás lista? —le preguntó a Selena. Parecía salido de un paisaje de ensueño el que ella en realidad lo mirara a los ojos y asintiera. Él nunca hubiera adivinado que la re conexión fuera posible; o el hecho de que su cuerpo realmente se doblara como se suponía que lo hiciera entre el agarre que él había puesto bajo sus rodillas y en sus hombros. —Seré… suave. —Cuando su voz se quebró, quiso patearse el culo—. Agradable y lento. Ella asintió otra vez, y luego jadeó mientras la levantaba de la mesa de exámenes y la desplazaba fuera del candelabro de luces múltiples que habían puesto cerca de su cuerpo. — ¿En qué dirección? —Preguntó otra vez, incluso cuando se lo habían dicho dos veces. Ehlena, quien estaba a cargo de sostener la bolsa intravenosa, lideró el camino hacia la puerta. —Aquí. En el otro extremo, el cuarto de recuperación no era nada de lo que hubiera querido para su mujer. La cama era de hospital con grandes barandillas corriendo por ambos lados, mantas que eran finas, sabanas que eran lisas y blancas. Había una percha de intravenosa puesta para colgar la bolsa y un montón de

equipo de monitoreo. Las almohadas parecían duras. Por otro lado, podría haberla acostado en una cama de plumas hechas a mano pero habría seguido siendo inadecuada. Selena se sacudió cuando la bajo cuidadosamente. Y de nuevo, cuando intentó quitar los cobertores de debajo de ella, ella cerró los ojos y sacudió la cabeza. — ¿Un minuto? —gruñó, como si todo le doliera. —Sí. Seguro. Por supuesto. Yyyyyyyyyyyyyy ahora no tenía nada para hacer. Mirando a su alrededor, encontró una silla y pensó que si su trasero estuviera ahí, no estaría apiñándose sobre ella. Mientras se sentaba, y Ehlena los dejaba en el pequeño pedacito de paz que podían encontrar, pensó: Mierda, Selena estaba tan quieta. Pero al menos sus articulaciones estaban en ángulos seminormales, estaba respirando por su cuenta. Y estaba consciente. Seguía estando muy pálida. Prácticamente del color de las sábanas. E incluso a pesar de que su cabello había sido alisado, tenía nudos. —Lo… siento. — ¿Qué? —Él se sacudió hacia delante. — ¿Qué dijiste? —Lo siento. — ¿Por qué? Jesús, como si te hubieras ofrecido para esto. Cuando ella comenzó a llorar, él abandonó la silla y fue hacia la cama, poniéndose de rodillas a su lado. Estirándose, bajó la barandilla tomó la mano que estaba más cerca. —Selena, no llores. —Había una caja de Kleenex en la mesilla de noche y cambió de agarre para liberar uno y secar sus mejillas—. Oh, no, no te disculpes. No puedes pedir perdón por algo así. Su inhalación fue desigual. —No quería que supieras. No quería… preocuparte. —Desearía que me lo hubieras dicho. —No hay nada que se pueda hacer.

De acuerdo, ¿no era eso un cuchillo entre sus jodidas costillas? —No sabemos eso. Manny va a hablar con algunos de sus colegas humanos. Quizás… —Te amo. Mientras sus palabras le daban como la bofetada de una mano abierta, Trez tosió, jadeó, farfulló, y resolló al mismo tiempo. Genial respuesta. Malditamente masculina; recordándole, absurdamente a ese sintetizador en Ferris Bueller31 cuando esa pequeña mierda estaba al teléfono con sus compañeros de clase. ¿Cuál era su maldito problema? La hembra de la que estaba enamorado, la única que quería por sobre todas las cosas en el mundo, deja caer las dos grandes palabras sobre él y… se convierte en una función corporal gigante. Tan romántico. Por otra parte, al menos no soltó nada en sus Levi’s. —Yo… —balbuceó. Antes de que pudiera ir más lejos, ella apretó su mano y sacudió su cabeza de atrás hacia adelante en su almohada. —No tienes que decir nada a cambio. Quería que lo supieras. Es importante… que lo supieras. No queda tiempo. —No. Dios, sus pálidos ojos azules parecían antiguos mientras lo miraba. Incluso en su perfectamente alineado rostro, con su belleza brillando a pesar de su condición, esa exhausta mirada la hacía lucir geriátrica. Era tan injusto. Ella en esa cama, él arrodillado en forma y bien a su lado; con ninguna manera de compartir la salud que tenía en abundancia. Claro, cuando había estado en paro cardíaco había sido capaz de traerla de vuelta, pero no quería simplemente arrastrarla fuera del borde. Quería curarla. Quería… años con ella. Y sin embargo, justo mientras ese pensamiento lo golpeaba, se dio cuenta que eso nunca sucedería: Incluso si su destino cambiara, el suyo no iba a hacerlo.

—Te amo —ella suspiro. Por un momento, se sintió en su propio borde, su corazón y su alma temblando en el límite de caer en sus palabras, sus ojos, en todo lo que la hacía hembra, misteriosa y maravillosa pero entonces se recordó a si mismo que ella casi había muerto, estaba mitad-despierta en el mejor de los casos, y probablemente no tenía idea de lo que estaba diciendo. Además Doc. Jane había anunciado que él le había salvado la vida. Lo que podría o no ser cierto; pero dado el drama, la gratitud podía hacer que cualquiera sintiera algo que no hubiera sentido naturalmente. O quizás avivar las llamas del afecto en una emoción temporaria que era mucho más fuerte. —No tienes que decirlo de vuelta —murmuró—. Necesitaba que lo supieras. —Selena, yo… Ella levantó su otra mano, con la palma hacia delante. —No tienes que ir más lejos. Hubo un silencio resonante, pero sólo en la habitación. ¿En su calva cabeza? Su cerebro sufría de espasmos como si fuera un cable pelado, todo tipo de pensamientos e imágenes eran arrojados a su conciencia como si su materia gris se hubiera convertido en un mono y estuviera tirando popó por toda su jaula. Reenfocándose en ella, se dijo a sí mismo que debía conseguir un mejor agarre e intentar ayudarla. — ¿Te gustaría alimentarte? —Levantó su mano libre, mostrando su muñeca—. ¿Por favor? Cuando asintió fue un total alivio, marcó su carne antes de estirarla, llevando su vena hacía su boca. Al principio apenas se aferró, tragando un poco. Aunque, a su tiempo, comenzó a tomar algo

de

control,

succionándolo, extrayendo lo que él tenía para dar y llevándolo tan profundo dentro de ella. Se puso duro. No pudo evitarlo. Pero no era como si tuviera alguna intención sexual. Estaba muy distraído preocupándose por ella, preguntándose si, en cualquier momento, su cuerpo iba a rendirse otra vez. Estable, eso le había dicho Doc. Jane. Ella estaba tan estable como cualquiera podría estarlo ciento veinte minutos luego de un total colapso molecular. Pero al menos la segunda ronda de rayos X habían resultado nada menos que milagrosas. Cuando en los primeros había habido todo tipo de huesos

donde deberían haber estado las partes móviles de las articulaciones. Ahora, de acuerdo a ambos, Doc. Jane y Manny, las cosas estaban más “anatómicamente apropiadas”. Nadie sabía a dónde había ido lo malo. O por qué se había ido. O cuándo volvería. Lo que sí sabían sin duda es que donde no había habido movimiento, ahora lo había. Y luego de un rato, los labios de Selena se habían vuelto laxos y sus párpados se habían cerrado. Retirando su brazo, lamió las heridas de punción para cerrarlas, descansó su antebrazo sobre el colchón, puso su mentón sobre él. — ¿Cómo me encontraste? —preguntó ella con una voz somnolienta—. Me caí cuando estaba arriba en el Santuario… —Alguien vino y me llevó. — ¿Quién? La Virgen Escriba, pensó para sí mismo mientras ella soltaba un suave ronquido. — ¿Selena? — ¿Si? —Ella trató de levantarse, alzando su cabeza y forzando sus ojos a abrirse completamente—. ¿Sí? —Quiero que sepas algo. —Por favor. —No importa que suceda, no voy a dejarte. Si me quieres alrededor, no importa a dónde vaya esto, voy a estar justo a tu lado. Si quieres que lo esté, eso es todo. Su mirada vagó por su rostro. —No sabes lo que estás diciendo… —Con un infierno que si lo sé. —Voy a morir. —También yo. Pero no sé cuándo y tampoco lo sabes tú. Sus ojos luminosos brillaron con una complicada emoción.

—Trez. He visto a mis hermanas pasar por esto. Sé que… —No sabes una mierda. Con todo respeto. Él se paró y fue al extremo de la cama. Tirando fuera del colchón las sábanas y mantas, miró bajo la planta de sus pies. — ¿Qué estás haciendo? Con una mano suave, inclinó uno de sus tobillos para poder ver la planta del pié. —Nop. — ¿Disculpa? —No veo ninguna fecha de espiración aquí. —Hizo lo mismo con el otro pie—. Aquí tampoco. Puso los cobertores nuevamente. Miró su cuerpo e intentó escapar del hecho que la misma carne que él codiciaba podía ser lo que potencialmente los separara para siempre. Mierda, no era como si no tuviera su propio conjunto de obstáculos. —No voy a dejarte —juró. —No quería decirte nada sobre todo esto —Sus ojos se humedecieron, las lágrimas convirtiendo esos iris azules en piedras preciosas—. No quería que lo supieras y sintieras lástima por mí. —No siento lástima por ti. —No te hagas esto, Trez. Sólo… sólo tienes que saber que te amo, déjame ir. Él regresó a ella. — ¿Puedo sostener tu mano? Cuando ella se giró rígidamente en la cama y extendió su brazo, él tomó su palma y la puso entre sus piernas, sobre la cresta dura como una piedra que estaba perforando su bragueta. El contacto lo hizo sisear, sus colmillos descendiendo rápidamente, sus caderas ondulando. — ¿Esto se siente como lástima para ti? —dijo entre dientes. Diablos, tenía que echarse hacia atrás. Había sacado a relucir este movimiento crudo para probar un punto, pero en cambio, se encontró a sí mismo listo para correrse, todo su cuerpo yendo de cero a cien en un nano segundo.

—Trez… —No estoy diciendo que tengamos que ponernos sexuales. Para nada. Pero no estoy aquí porque siento lástima por ti, ¿de acuerdo? —No puedo pedirte que te quedes. —No lo estás haciendo. He elegido esto. Te he elegido… a ti. Mientras él decía las palabras, se dio cuenta que… mierda, eso era cierto. Por una vez en su vida, se sintió como si estuviera eligiendo algo y de una extraña manera, eso estaba bien. Incluso cuando era triste, muy triste, se sentía liberador decir, Esto es mío. Esta… situación era algo de lo cual iba a apropiarse durase lo que durase, a donde sea que los llevara a ambos. Asumiendo que Selena lo quisiera allí. En el silencio que siguió, él miró las paredes desnudas a su alrededor y supo que tenía que sacarla de la habitación de hospital. Seguro, el lugar estaba cerca del personal médico si ella tenía problemas, pero podía ponerte en un humor del infierno, un espacio deprimente de Tú Estás Enfermo. Trez se centró en ella nuevamente. —Cualquier cosa que necesites, estoy aquí para ti, ¿de acuerdo? Si es que me quieres. Luego de un momento ella dijo: —Te quiero. —Muy bien entonces. —Exhaló apuradamente, y levantó su dedo índice—. Una cosa. Sin fecha de expiración, ¿hacemos un trato? Nos metemos en esto como si fueras a vivir para siempre. Su expresión cambió a una de desconfianza, pero él simplemente sacudió la cabeza. —Nop, esa es mi única regla. No era estúpido. Había oído lo que las otras elegidas habían dicho, visto los rayos X, observado su cuerpo contorsionado. Tuvo la convicción interna de que iba a perderla, y que eso sucedería más pronto que tarde. ¿Pero el regalo que él podía darle? ¿La cosa más importante? Demonios, quizás la única cosa que podía aportar a esto. Esperanza.

Y no tenía que creer que tenía que estar curada para tenerla, para compartirla, o para vivirla. Estar en el presente. Amarla hasta el fin. Nunca dejar su lado hasta su último aliento. Así era como iba a honrarla con su corazón y su alma, incluso a pesar de que no era digno. —Sin fecha de expiración, —dijo—. Viviremos cada noche como si tuviéramos miles por delante. Selena pestañó alejando otra ronda de lágrimas. En tanto niveles, ella no podía creer que Trez estuviera de pie junto a su cama de hospital, mirando dentro de su alma con un tipo de propuesta que sugería que sólo su voluntad podría mantenerla viva y saludable tanto como él quisiera. —No creo que tengamos mil noches, Trez, —dijo ella. — ¿Sabes eso? ¿Con certeza? —No, pero… — ¿Entonces por qué desperdiciar un momento del tiempo que tenemos pensando de esa manera? ¿Qué conseguiremos con ello? En serio, cómo va a ayudarnos. — ¿Te meterías en la cama conmigo? Él aclaró su garganta. — ¿Estás segura de eso? —Sí. Por favor. Admiró la manera suave en la que él se movió, metiéndose en la parte alta del colchón, moviéndose alrededor, ayudándola a hacerle espacio. Y fue como si leyera su mente, la acomodó en sus brazos para que estuviera sobre su costado y su cabeza se apoyara en su pecho. Suspiro. Desigual. De parte de ambos. —Estoy aliviada, —se oyó a si misma decir—. Quería que lo supieras, pero… —Shh. Necesitas dormir. —Sí. Cerrando los ojos, pudo sentirlo en una dimensión distinta, su sangre trabajando dentro y a través de su

sistema, fortaleciéndola luego del episodio. En su mente, calculó exactamente cuando el último congelamiento había ocurrido. Trece noches. ¿El anterior? Dieciséis. Pero quizás, si no le ofrecía su vena a nadie, podría tener incluso más que un respiro. Y quizás la fuerza que le había dado a través de su sangre la ayudaría a combatir cualquier episodio, también. —Me alejé, —dijo—. Por todo esto. No por ti. No me importa tu pasado. Sólo quería que lo supieras. Trez comenzó a frotar su espalda, su gran palma haciendo círculos. —Shh, intenta descansar. Selena levantó su cabeza. —Tienes que dejarme decir esto. Necesitas oírlo y creerlo. Sé que retrocediste porque pensaste que yo… te juzgaba o algo. Pero me aparté por todo esto, no por que hayas estado con muchas humanas. Y no por tu compromiso, tampoco. El cerró sus ojos en una mueca de dolor. Entonces sacudió su cabeza. —Tengo que ser honesto contigo. La última cosa en la que quiero pensar ahora mismo es… —No pienso que estés sucio, Trez. —Por favor. Detente. Ella tomó su mano y la apretó, tratando de llegar a él, sintiendo la presión de decirlo todo al mismo tiempo, poner todo sobre la mesa. Su teoría sobre las mil noches era buena para propósitos de salud mental, y él había llegado a la misma conclusión que ella: no tenía una fecha y un horario estampado en su cuerpo. Pero había vivido esta realidad desde el primer episodio hacía tantas décadas atrás, y su trayectoria de supervivencia era la de un auto dirigiéndose fuera de la carretera y derrapando en una zanja. No había vida luego de esto. —Tengo que dejar salir esto, Trez. He esperado mucho tiempo para hablar contigo. No voy a perder mi oportunidad. Vagamente, reconoció que estaba hablando con más énfasis, sintiéndose más como ella misma, recuperándose incluso más gracias al regalo de su vena. —Eres un macho de valía, y creo que me enamoré de ti la primera vez…

Trez explotó fuera de la cama, y por un segundo, ella pensó que seguiría andando, irrumpiendo a través de la puerta, alejándose de ella y su estúpida enfermedad. Y por un momento, se detuvo frente a la salida. Pero entonces simplemente comenzó a caminar por la habitación. — ¿Por qué es tan difícil para ti aceptarlo? —Preguntó en voz alta—. Aceptar que eres un buen macho. Que vales… —Selena, no sabes de lo que estás hablando. —Estas merodeando por la habitación como si estuvieras siendo perseguido. Así que estoy bastante segura de que estoy en algo. Él se detuvo y sacudió su cabeza. —Mira, esto es sobre ti. Esto… —él agitó su mano hacia atrás y adelante entre ellos—. Esto es todo sobre ti. Estoy aquí por ti y tus necesidades, cual quiera que sean. Vamos a mantenerme fuera de esto, ¿de acuerdo? Selena se empujó a si misma sobre la almohada. La tensión sobre sus codos y hombros la hicieron apretar los dientes, y necesitó recobrar el aliento mientras el dolor se tomó su dulce tiempo en desvanecerse. Pero era mejor que estar tiesa y congelada. Con sus ojos estrechados con preocupación dijo: —No, no necesito a Doc. Jane. Honestamente. Mientras él frotaba su rostro, ella lo miró apropiadamente por primera vez. Había perdido algo de peso últimamente, sus mejillas estaban más huecas de manera que su mandíbula parecía incluso más pronunciada, sus ojos hundidos profundamente, sus labios pareciendo más llenos. E incluso así, seguía siendo un gran macho de su especie, sus hombros tres veces el tamaño de los de ella, su pecho y abdomen tallados con poder, cordones de músculos corriendo por sus brazos y piernas. Era hermoso. Desde su piel oscura hasta sus ojos negros, desde la parte superior de su cabeza rapada hasta las suelas de las botas de sus pies. —Eres de tanta valía, —murmuró—. Y vas a tener que aceptarlo.

—Oh, en serio, —respondió con ironía—. No estoy tan seguro de eso… —Detente. Trez la miró desde el otro lado y frunció el ceño. —Sabes, no estoy segura de porque estás hablando de esto. Sin ofender, pero casi mueres en esa otra habitación. Como, ¿hace cuantas horas? Se siente como hace diez minutos. Mi mierda no es importante aquí. Selena miró su cuerpo. Estaba vistiendo una bata de hospital que era azul pálido y tenía pequeños espirales de un azul más oscuros repitiéndose en un patrón. La cosa estaba atada en la parte trasera, y podía sentir los nudos mordiendo dónde el broche de su sostén hubiera estado si estuviera usando uno, y más abajo, en la región lumbar de su espalda. Parecía extraño pensar que las cosas en su cuerpo estaban funcionando con relativa normalidad ahora. Y la realidad de que no permanecerían así por mucho tiempo le trajo una maravillosa claridad. —Sabes, —murmuró—. Nunca he considerado el hecho que podría haber un lado bueno en tener una enfermedad mortal. — ¿Y cuál sería? —preguntó apretadamente. Ella giró su mirada de vuelta a él. —Hace que no tengas miedo de decir lo que realmente quieres decir. Honestamente puede ser aterrador, a menos que tengas algo incluso más atemorizante con lo que compararlo, como la perspectiva de morir. Así que voy a decirte exactamente porque pienso que tu “mierda”, como tú dices, es importante. ¿Lo que sea que te esté conduciendo? ¿Lo que sea que está causando…? — Movió su mano en un patrón circular, abarcando su cuerpo entero—. …O ha causado ese vacío en tu interior. Creo que usaste a todas esas mujeres para intentar escapar de ello. Creo que follaste con esas humanas por todos estos años como una distracción, ¿y el hecho de que no quieras aceptar esto? Me hace preocuparme si, simplemente vayas a usarme como una manera más grande y mejor de evitarte a ti mismo. ¿Qué podría ser más seductor o efectivo si no quisieras lidiar con tus propios problemas que una mujer en específico con una enfermedad mortal? —Jesús Cristo, Selena, no pienso de esa manera. Para nada… —Bueno, quizás debería hacerlo —Ella inclinó su cabeza, otra conclusión golpeándola como una tonelada de ladrillos—. Y te diré otra verdad. ¿Si tengo mil noches o sólo dos? Quiero que sean contigo,

pero de manera honesta. No quiero ser tu nueva excusa, Trez. Te quiero aquí, te quiero conmigo, pero necesito que sea real entre nosotros. No tengo la energía o el tiempo para algo menos que eso. En el largo silencio que siguió, ella esperó por su respuesta. Pero no importaba cuan incomodas las cosas que pusieran, no iba a retractarse ni de una sola palabra. Había dicho exactamente lo que estaba en su mente. De hecho, era de alguna manera liberador.

CAPÍTULO 16

Abalone no estaba acostumbrado a la violencia. No en el mundo exterior, y desde luego no en la casa donde su hija dormía, comía y practicaba sus lecciones de canto. Cuando Rhage mando volando a Throe por el aire hasta aterrizar delante de Wrath, Abalone sofocó una exclamación con la palma de su mano. Era totalmente impropio de un macho mostrar cualquier tipo de reacción frente a la hermandad, y oró para que ninguno de ellos se diera cuenta. Ellos obviamente no lo notaron porque estaban concentrados en el macho de pelo rubio, vestido con sencillez, que para todos los efectos, no era nada más que una alfombra ante las shitkickers del rey. Wrath sonrió, dejando al descubierto los colmillos que parecían más largos que los dedos de Abalone. —No esperes que te ayude a levantarte —Cuando Throe empezó a ponerse en pie sobre sus rodillas, el rey colocó sus brazos sobre su pecho—. Y no me preguntes por el anillo. O voy a tener la tentación de romperte la cara con él. Una vez que se puso de pie, Throe se sacudió el polvo y enderezó los hombros. No llegaba al tamaño de Wrath, pero estaba lejos de ser un peso ligero, su cuerpo era más parecido al de un soldado que el cuerpo delgado que los hombres de su clase tendían a favorecer. —No he hecho nada para merecer una presentación con tu anillo —dijo con una voz grave y baja. —Bueno, según parece, estamos de acuerdo en algo —Las gafas de sol de Wrath se inclinaron hacia el sonido de la voz de Throe—. Así que, hijo mío, Abalone dice que tienes algo en mente. —He dejado a Xcor y a la banda de bastardos. — ¿Quieres un sello conmemorativo? —Butch murmuró. — ¿Puedo sellárselo con la parrilla de mi coche? —Rhage comento. Las cejas de Wrath se juntaron junto al puente de las gafas oscuras, como si no apreciara los comentarios de sus hombres. —Has cambiado de bando, ¿no es así? —Los objetivos de Xcor ya no los son míos.

—Que bien. —Ha durado demasiado tiempo —Throe miró por encima del hombro, y Abalone hubiera preferido no ser el objeto de su mirada—. Como mi primo lejano recuerda, no tengo vocación de soldado. Por circunstancias ajenas a mi voluntad, me vi obligado a estar en el bando de Xcor a la fuerza. Él me obligó así a pagarle por un servicio. Como saben, cuando me encontraron sangrando en ese callejón hace muchos, muchos meses, sus métodos para garantizar la lealtad no son convencionales por su naturaleza. Ah, sí, eso es correcto, Abalone recordó. Hacía algún tiempo, Throe había sido descubierto por la hermandad, dado por muerto con una herida de arma blanca en el intestino no infligido por un lesser. De hecho, según lo que Abalone había oído, el macho había sido herido por el propio líder de la banda de bastardos. Throe había sido acogido por la hermandad que había tratado de sonsacarle información, para luego liberarlo de nuevo al mundo con un mensaje para Xcor. Los rumores decían que Layla había alimentado al soldado mientras este estaba a las puertas de la muerte, la elegida había ofrecido su vena para aquel a quien ella había asumido que era un noble soldado en lugar del enemigo de su rey. Había sido un asunto complicado. Las fosas nasales de Wrath se encendieron como si estuviera probando el olor del macho. —Así que ¿qué esperas que haga con esta pequeña noticia de última hora? No te ofendas, pero dónde estés y con quién estés asociado, no afecta mi mundo de ninguna manera. —Pero si te revelo la ubicación donde la banda de bastardos duermen lo haría. — ¿Y tú vas a decírmelo? —dijo el rey con voz aburrida. — ¿Crees que estoy mintiendo? — ¿Has oído hablar del caballo de Troya? Hijo de puta. —V escupió—. Porque yo lo estoy mirando. La mandíbula de Wrath se apretó. —Danos una dirección, si quieres. Pero al igual que con tus alianzas políticas, saber la ubicación de la sede de BdB32 no es prioritaria en mi lista de mierda por hacer. —Eres un tonto entonces. Todos a la vez, los miembros de la hermandad saltaron hacia adelante, y claramente el potente grito de

Wrath fue lo único que mantuvo la piel de Throe todavía en sus huesos. El rey se inclinó hacia delante y bajó la voz a un pseudo-susurro. —Hazte un favor, gilipollas, y no te hagas el listo. Este montón de hijos de puta rabiosos tienen un problema de audición grave, incluso cuando les llegan mis órdenes, y no les gustas más de lo que me gustas a mí. ¿Quieres vivir el tiempo suficiente para ver otro anochecer? No vas a conseguirlo con esa actitud. —Deberías preocuparte por Xcor —dijo Throe, sin inmutarse—. Él es capaz de cualquier cosa, y los soldados que luchan bajo su mando, sufren de la misma inquebrantable devoción hacia él que tus hombres te muestran. Wrath rió un poco, el sonido de alguna manera era peor y más mortal que la agresión desnuda que los hermanos acababan de mostrar. —Gracias por el consejo. Voy a estar seguro de tener eso en mente. ¿Abalone? Abalone soltó un chillido y saltó hacia adelante. — ¿Sí, mi señor? — ¿Planeas dejar que este macho se quede contigo? ¿Como si fuera un pariente? —No, le dije que podía quedarse esta noche. —No lo eches por mi culpa. No me importa si se queda o se va. Abalone frunció el ceño y se preguntó si estaba siendo degradado. —Mi lealtad es para ti y solo para ti. Para mis ojos, él tiene las manos manchadas, sin importar lo que diga de sus filiaciones. Wrath hizo un sonido evasivo en la parte posterior de la garganta, y giro su rostro hacia Throe. — ¿Dices que las prioridades de Xcor no son las tuyas? —Aye. — ¿Y no tienes intención de perseguir sus objetivos? —No, no los tengo. Definitivamente, no. Hubo una pausa mientras las fosas nasales de Wrath llamearon como si estuviera probando el olor del macho. —Muy bien, entonces —Wrath asintió a su guardia privada—. Vamos a salir de aquí. Tengo trabajo real

para hacer. Nadie se movió. Ni los hermanos. Ni Throe. Ciertamente no Abalone, que se sentía como si sus mocasines se hubieran clavado en el suelo. —V —el rey espetó—. Vamos a salir de aquí. Hubo un momento incómodo, y luego el hermano Vishous y el hermano Butch se colocaron al lado del rey. De pie cerca de sus hombros, se pasearon con Wrath, Zsadist se dejó caer detrás del grupo. Los otros se quedaron, reteniendo claramente a Throe hasta que el rey estuvo seguro enfrente de la propiedad. —Abalone —dijo Wrath cuando se detuvo en la puerta principal. Al oír su nombre, Abalone se escurrió fuera de la biblioteca y del vestíbulo, con el corazón galopando. Era consciente de lo mucho que amaba a su rey, pero temía que iba a perder su puesto. Quería ayudar a la población civil a reunirse con él y encontrar ayuda. —No, no estás despedido —Wrath susurro—. Por el amor de Dios. ¿Qué haría yo sin ti? —Oh, mi señor, yo… —Escucha, Abalone. Quiero que le permitas quedarse aquí todo el tiempo que quiera. No voy a creerme sin más esta mierda. Bien podría haber dejado a Xcor y los bastardos, pero no confió en él, y soy un hombre que cree en mantener mis enemigos cerca. —Por supuesto, mi señor. Sí, sí, por supuesto —Abalone se inclinó a pesar de sentir un malestar repentino a través de su sistema—. Voy a hacer cualquier cosa y todo lo que desees. Como si el rey leyera una vez más su mente, Wrath dijo —Sé que estás preocupado por tu hija. Hasta que esto se arregle, ¿por qué no dejas que se quede en mi casa de audiencias? Ella puede tener un acompañante, y la seguridad allí se controla veinticuatro / siete. V intervino entonces. —Tenemos dos túneles subterráneos diferentes que van desde el sótano a las suites, y le enviaremos a uno de nuestros doggen para que cuide de ella. Va a estar perfectamente segura. Oh, querida Virgen Escriba, pensó Abalone. Excepto, luego reflexionó, que Paradise estaba inquieta, y no porque estuviera enamorada o ansiosa por

emparejarse. Era una hembra joven, vibrante y femenina, igual a las de su edad, y sin embargo, como una aristócrata, sus opciones eran limitadas. Quizás, sacarla un poco de la casa sería beneficioso. Y ciertamente no quería a Throe a su alrededor. Dividido entre su preocupación de padre, su deber para con su rey, y la tristeza de que su única descendencia estaba creciendo, se encontró asintiendo a pesar de sufrir una oleada de náuseas. —Si por favor. Creo que estará encantada con eso. —Voy personalmente a asegurarme de que este a salvo —dijo Zsadist, inclinando la cabeza una vez, como si estuviera tomando un voto—. Tengo una hija. Entiendo tu preocupación. Sí, pensó Abalone. Había oído decir que el hermano Zsadist, a pesar de su aspecto tan temible, era en realidad un hombre de familia emparejado con su propia joven amada. De repente, Abalone se sintió mejor, y se inclinó ante el luchador con cicatrices. —Gracias, señor. Ella es mi posesión más preciosa. —Bien. Instálala. —De repente la cara de Wrath cambió de posición, como si estuviera mirando a través del hombro de Abalone hacia la biblioteca—. Xcor es predecible en su brutalidad, un verdadero alumno fiel del manual del Bloodletter. Pero el atentado final contra mi trono fue una táctica que implicaba la ley y a mí amada reina mestiza. Esa es la forma de pelea aristócrata. Xcor no había ideado ese plan solo y tenía que haber sido ayudado por Throe. Es la única explicación. Así que podría, de hecho volver con Xcor, ya que, a pesar de que no estaba mintiendo en nada de lo que dijo ahí dentro. No vamos a saber realmente donde están sus lealtades por un tiempo. Abalone no quería, pero antes de que se diera cuenta, sus manos estaban llegando hacia adelante y atraparon la palma de Wrath. Trayendo el diamante negro del rey a sus labios, besó el anillo. Y pensó una vez más, que gracias a la Virgen Escriba un macho de valía estaba en el trono. — Mi lealtad está contigo, mi señor —suspiro—. Y solo contigo.

*** Una vez que Wrath estuvo no solo fuera de la propiedad, sino en otro código postal, ya era hora de despedirse de Throe con el dedo medio de la mano e ir como chicos duros a la dirección que el bastardo les había dado.

Rhage fue el último en salir de la biblioteca, entre mierdas y risitas, representadas para Throe, simulo un movimiento de ataque que tuvo al hijo de puta saltando hacia atrás y poniendo sus brazos para protegerse la cara. Nenaza. Una vez fuera, en el césped, saco su teléfono y envió un mensaje: Todo bien. Wrath está bien. Listos para asegurar el segundo local. Hizo una pausa. Y después envió un segundo mensaje, ¿Qué tienes puesto? Estaba poniendo otra frase de nuevo cuando frunció el ceño y envío otro mensaje. ¿Cómo estás? ¿Necesitas algo? —Okay ¿Estamos listos? —Preguntó Vishous. Phury y Z asintieron cuando Rhage guardo su móvil y crujo los nudillos. —Quiero que los bastardos estén ahí. Necesito un poco de un buen mano a mano. De verdad, lo Necesito. —Lo necesitas —alguien murmuró. Uno a uno, desaparecieron y viajaron en un revoltijo de moléculas, en dirección a un muy diferente tipo de barrio. Cuando volvió a formarse, estaban en frente de una calle sin salida en una zona en completo desarrollo con viviendas dobles de trescientos mil dólares que probablemente estaban habitadas por personas que fueron apareciendo desde niños, trabajando en dos empleos con ropa formal en la parte inferior del escalafón social, y queriendo desesperadamente mejorar sus BMW serie tres a cinco. Yuppies de clase media. Gente a evitar. Nadie hizo un sonido, ya que pasaron de forma armada pasiva a listos para la acción, pero era bueno. El aspecto de la casa en cuestión era de una tipo chalet, cuatro de ellos se separaron y avanzaron en la penumbra hacia la casa colonial por cada uno de los puntos cardinales. Al ponerse encima la capucha negra para que el pelo rubio no fuera visible en la oscuridad, Rhage tomó la esquina trasera izquierda, desmaterializándose por el bosque, y acercándose al tiempo que usaba la cubierta detrás de los árboles. Desplegando sus instintos, probó lo que podría haber bajo ese techo, detrás de esas paredes sólidas, permaneciendo fuera de la vista de las ventanas negras.

Nada le alertó de ninguna presencia. No hubo destellos de luz. No había sombras moviéndose dentro. No había sonido, en el interior o en la periferia. Comprobó con Z, lo que podía ver a través del lado izquierdo, y Phury, rastreó el lado derecho, hizo un gesto hacia arriba y entonces se desmaterializo al tejado. Las tejas asfálticas eran estables, se quedó en cuclillas, muy consciente de que era un buen objetivo, recortado contra el cielo nocturno. No había luna, lo cual era una ventaja, pero era un blanco malditamente fácil aquí. Dirigiéndose a la chimenea, se apoyó en la pila de ladrillo y mortero y escucho. Ningún sonido de nuevo. Cuando llegó el silbido de abajo, cerró los ojos y acabo de nuevo en la suelo. Z, Vishous, y Phury estaban de pie juntos en la parte trasera. —No hay nada allá arriba — susurró Rhage. —No veo nada en el interior —dijo Phury. V se quedó en la casa. —Entonces tenemos que asumir que se trata de una trampa explosiva. Así es. Eso era exactamente lo que estaba pensando. — ¿No tienes nada para desarmar esa mierda? —Preguntó Rhage. V puso sus ojos de diamante en blanco. — ¿Crees que soy un puto Boy Scout? — ¿Cuál es el plan? Decidieron entrar por una de las ventanas de la cocina. Las puertas eran demasiado obvias, como también lo era la chimenea, y cualquier ventana a través del garaje. De vuelta al porche trasero, V se quitó el guante forrado de plomo, sacó su daga negra, y se acercó a la ventana sobre el fregadero. Puso la punta del arma contra el vidrio, trazo con la cuchilla un círculo; luego coloco los dedos brillantes en el interior de la abertura y retiro la sección de modo que no se cayera dentro. Tres. Dos. Uno. Silencio. Rhage miró a su alrededor, escuchando con atención: pisadas en la maleza, el clic de un seguro al ser sacada una pistola, el susurro de la ropa.

Nada. V deslizó su mano normal a través del agujero que había hecho e hizo clic en su linterna. En el interior, una cocina nada-especial se iluminó con el haz de luz: nevera, estufa, fregaderos. Más allá, no había nada sospechoso, no había cajas o bolsas con cables que salieran de ellas en medio de la habitación, ningún pitido, ni luces, ni siquiera un panel de alarma que fuera obvio. — ¿Listo? —Preguntó V. Rhage respiró profundo, probando el aire que se escapaba de la casa. Los olores eran de sexo masculino, sudor, alcohol, tabaco, limpiador de pistola, pizza, carne cocinada. Y todo era reciente. —Yo voy primero —dijo Rhage. Con su bestia, era el que más probabilidades tenia de sobrevivir a la explosión de una bomba: cualquier exceso de temperatura, dolor, agresividad, y su otro lado se activaría en un fracción de segundo, proporcionándole un conjunto de escamas que era mejor que cualquier tipo de Kevlar. —Ten cuidado, mi hermano —dijo Phury. —Siempre. Tengo comidas que espero con interés. Rhage acaba de tomar forma en el linóleo. Volvió a esperar. Otra Vez. Pero no hubo alarmas que se apagaron. No hubo emboscadas. Nadie grito ni siquiera susurró un ataque. Dio un paso hacia adelante. Otro. Un tercero, a la espera de que una mina oculta se disparará. Bajo sus shitkickers, los tablones crujieron y gimieron. Eso fue todo. —Es suficientemente, Hollywood —V ordenó a través del recorte de la ventana—. Voy a entrar. Vishous se unió a él mientras que los gemelos se quedaron fuera para vigilar el exterior. Con rápidos y prácticos movimientos, V se puso un receptor de cabeza y miró a su alrededor. Sacó una lata de spray de aerosol y apretó la boquilla, moviéndose en círculo. —Está despejado, por lo que puedo ver. Rhage miró hacia la puerta trasera. —Así que ahí es donde la centralita da la alarma. El panel ADT no tenía luces brillantes en su frente, no había luces verdes que significaban desactivada. Ni rojas que significa activada.

—Tendremos que ir por toda la casa —dijo V. Rhage asintió. —Yo me encargo de la primera planta. —Lo hacemos juntos. Con pasos cuidadosos, se dirigieron hacia el frente de la casa, V luciendo sus gogs, la piel de la espalda de Rhage hormigueo cuando su bestia se unió al instintivo desfile. La habitación del frente era claramente donde los bastardos pasaban la mayor parte de su tiempo. Había una serie de sofás puestos en ángulos de modo que formaran un círculo, y los olores eran los más fuertes aquí, hasta el punto que Rhage adivinó que los combatientes habían retirado las cortinas y en realidad dormían sobre el suelo durante las horas diurnas. La basura cubría el suelo: Cajas vacías de munición que sugería que tenían varias escopetas y cuarenta. Botellas Dead-soldier de Jack & Jim. Bolsas de plástico Hannaford llenas de envolturas de barritas de proteínas trituradas y botellas de Motrin34 con las tapas fuera y fajos de gasa quirúrgica manchadas con sangre seca. Una caja abierta de Papa John tenía una sola rebanada aun en ella, y estaba fría, pero no mohosa. —Ellos ya no viven aquí —dijo V. —Se levantaron y se fueron rápido —Rhage murmuró mientras atizaba otra bolsa Hannaford con la punta de acero de su shitkicker. No había ni una sola mochila. Bolsas de lona. O maletas. Y aunque no hubiera contado con que la banda de bastardos fuera como cualquier tipo de Town & Country35 con sus efectos personales, no había ni siquiera un calcetín olvidado, unas botas de combate de repuesto, o un puto peine dejado atrás. Cuando Rhage dio la vuelta a la base de la escalera, sintió que su teléfono vibraba en el bolsillo interior de su chaqueta de cuero. Sin embargo, no lo miro. No iba a portarse como una jodida cabra en el interior de una casa, y cuanto más lejos él y su hermano entraran, mayores serían las posibilidades de que se encontraran con algo que podría costarles un brazo. Una pierna. Sus vidas. Esa era la realidad de sus puestos de trabajo, y algo que aceptaba, porque uno: No estaba dispuesto a dejar a nadie jodiendo alrededor de su raza o de su rey, se tratara de un grupo de asesinos de mierda

olorosos o de Xcor y su círculo de imbéciles. Y dos: No sabía hacer otra cosa. Bueno, aparte de comer y follar, y Dios sabía que era bueno en esos dos frentes, muy pero que muy bueno durante su tiempo libre. Demonios, incluso durante el estado de alerta en el que se encontraba, en el fondo de su mente, ya estaba contando las horas hasta que pudiera conseguir a su Mary jodidamente desnuda. Noches como esta le hacían desear tener debajo a su amada durante siete horas seguidas. Sacudiéndose para enfocarse, se acercó a la base de las escaleras. —Voy a subir —dijo a su hermano. —Espérame. Pero, por supuesto, no lo hizo. Sólo se dirigió hacia arriba, un pie tras otro, y tras otro. Probablemente un movimiento estúpido, pero nunca había sido bueno esperando. Simplemente no era parte de su naturaleza.

CAPÍTULO 17

Mientras Trez estaba en un rincón de la habitación del hospital con Selena, se sentía… mierda, completamente acorralado. No quería enojarse con la hembra, por el amor de Dios, ella casi muere frente a él. — ¿Qué? —ella dijo—. ¿Qué tienes en mente? La buena noticia era que, había observado durante los últimos veinte minutos más o menos que su coloración había vuelto en su totalidad. Sus ojos ahora estaban afilados como tachuelas, su cuerpo, aunque todavía rígido, estaba mucho más cerca de lo normal. La mala noticia era que, su pequeña disertación acerca de su adicción al sexo y de él tratando de hacer lo correcto por ella, no era todo lo que iba a oír. Y oró a Dios que no siguiera presionando el tema. —Selena, creo que necesitas descansar. —No me dejes fuera, Trez. Se pasó una mano por su calva cabeza. Deseaba tener algo de cabello, largo hasta el culo como Wrath, sólo para tener algo que jalar. —Mira, no quiero discutir contigo. —Entonces dime en qué estoy equivocada. A pesar de que no creo que lo esté, pero dime algo. Cualquier cosa. Trez hizo una mueca y sacudió la cabeza. —Voy a irme ahora y… —Trez… —No, no haremos esto. — ¿Por qué? Si tenemos mil noches, ¿qué tanto es una conversación incómoda? —Esto es más cojonudo que incómodo, cariño. —Dios, oía la agudeza de su propia voz, sentía la aceleración en su cuerpo—. Sí, creo que debo irme.

—Todavía va a estar aquí cuando regreses. —hizo un gesto entre ellos con la mano y por un momento, estuvo tan condenadamente agradecido por el movimiento, que se olvidó de lo que estaban hablando—. La distancia no va a solucionar esto. Su corazón empezó a latir con fuerza como si tuviera miedo o alguna mierda así, pero eso no era lo que sucedía. En serio, no. — ¿Qué quieres que diga? —murmuró—. Dime las palabras y el tono, y lo voy a hacer. Haré cualquier cosa para que esto desaparezca. — ¿Qué es lo que no me estás diciendo? —Nada. Ella hizo una larga pausa. —Muy bien —dijo derrotada. Oh, genial. Eso hizo que se sintiera muchísimo mejor. ¿Cómo habían recorrido la distancia entre el alivio por su supervivencia a toda esta tensión tan rápido? No estaba dispuesto a decirle sobre las noticias de la s’Hisbe, ella ya tenía más que suficientes preocupaciones por cuenta propia y no quería agregarle la preocupación de que el verdugo de la reina iba a encadenarlo y arrastrarlo hasta el Territorio en cualquier momento. —Selena, escucha… —él negó con la cabeza—. ¿Estoy avergonzado de lo que hice con todas esas humanas? Absolutamente. ¿Tengo remordimientos? Todo el tiempo. ¿Creo que estoy contaminado? De acuerdo con mi cultura, estoy totalmente contaminado. Pero hay que saber que a veces, una puta es una puta. Una puta no es más que una puta. Yo tenía un coche y ningún otro lugar a donde ir con él. Él miró hacia otro lado, trazando las tablas del suelo con los ojos. El silencio se hizo más fuerte que un grito. —Creo que tienes razón —dijo ella. Trez exhaló con alivio, gracias a Dios que ella estaba aceptándolo… —Tienes que irte. — ¿Qué? —Hasta que no puedas ser honesto creo que es necesario que te mantengas alejado de mí. Porque, o

estás mintiéndote a ti mismo o me estás mintiendo a mí. De cualquier manera es necesario, como dirían los hermanos, conseguir juntar tu mierda. Él negó con la cabeza. —Bien. Guau. No vi venir esto. —Yo tampoco. —Bueno… entonces… y… Mientras ella se limitó a mirar por encima de él, la sala se quedó sin suministro de aire. Al menos en lo que a él concernía. Trez se aclaró la garganta. —Joder… me iré entonces. Salió a grandes zancadas por la puerta que daba al pasillo, en lugar de correr el riesgo de encontrarse con Doc. Jane y Ehlena que estaban en la sala de exámenes. Sí, porque realmente se sentía como para tener audiencia en este momento. Gracias a la mierda su hermano iAm lo había dejado y había ido para ocuparse de SHADOWS, Iron Mask y Sal’s. Su hermano, era la última persona que quería tener alrededor en este momento. Moviéndose rápidamente, tomó el camino del pasillo y se detuvo frente a la puerta de cristal de la oficina, antes de entrar. Cuando no oyó ninguna voz, miró alrededor. Vacío. Bien. Cruzó a través del armario de suministros y salió del túnel sin problemas, e incluso corrió hacia la escalera. Introdujo los códigos, pasos se montaron, la puerta bajo las escaleras se abrió en silencio. El sonido de una aspiradora en la biblioteca no fue una sorpresa, pero la falta de hermanos lo era. Por lo general en este momento de la noche, los que estaban fuera de rotación, estaban en la sala de billar. Jugando. Bebiendo. Aprovechó la rutina de pueblo fantasma y se dirigió a la barra, a medida que se acercó al estante superior se detuvo para considerar sus opciones, luego eligió Woodford Reserve, y Grey Goose, y una botella de Chard que estaba sin refrigerar en el mostrador de granito. Como si realmente tuviera algún cuidado de mierda con lo que bebía. La gran escalera era un pedazo de pastel y no se sorprendió al ver el despacho del rey vacío, después de todo Wrath pasaba la mayor parte de sus noches llevando a cabo reuniones con sus civiles. Girando hacia

el pasillo de las estatuas, pensó una vez más que valía la pena el uso de todo ese mármol, y abrió la puerta hacia las escaleras que lo llevarían al tercer piso.

El conjunto de habitaciones de la primera

familia estaba más escondido que una bóveda de banco, pero su habitación y la de su hermano estaban justo al lado de la entrada, sólo dos puertas normales juntas. A pesar de la discusión con Selena, no se iba a devolver al Commodore, quería estar en el lugar en caso de que… Sí. Encerrándose, puso a sus tres nuevos mejores amigos en la mesita de noche y encendió la lámpara. Las cortinas de terciopelo estaban estiradas y las dejó de esa manera mientras tiraba su ropa de camino al cuarto de baño. Con el cabezal de la ducha se roció agua, teniendo cuidado de dejar las luces apagadas. No había razón para encontrarse con sus propios ojos en el espejo. Esperó hasta que el agua se pusiera tibia antes de entrar en el enclave de mármol, había tenido suficientes incomodidades por hoy, muchas gracias. Jabón en todas partes. Enjuague en todas partes. Champú en la cabeza, seguido de acondicionador. Máquina de afeitar en su mandíbula, barbilla, mejillas. Ahora sólo se trataba de salir en toalla y desnudarse en la cama. Se puso bajo las sábanas y, como de costumbre, su cerebro estudiadamente empujaba hacia la salida absolutamente todo pensamiento. Práctica que comúnmente le conducía a un solo lugar y situación en la que podía emborracharse horizontalmente. Desenroscó la tapa del Grey Goose y tomó un buen sorbo, apretó los molares con la quemadura que bajó por su garganta e iluminó sus entrañas como el Fenway Park. Como V habría dicho… ¿Cómo demonios había terminado la noche así?

*** iAm no estaba dispuesto a perder el tiempo con SHADOWS, Iron Mask ni Sal’s sabiendo que tenía personal competente más que suficiente para cuidar de los tres negocios. Sólo le había mentido a su hermano porque no quería ver a Trez aún más asustado.

Al materializarse en la terraza de su condominio echó un vistazo a su reloj y luego entró. Encendió algunas luces, comprobó la nevera aunque sabía que no había mucho en ella, y llevando la revisión a los armarios se dio cuenta que no había comido desde… Sal’s la noche anterior, en realidad. Y no había dado de comer en… mierda, no sabía cuánto tiempo. Probablemente fuera necesario manejar eso, pero como siempre tenía poco interés en tomar de la vena. No es que no apreciara a la elegida que les sirvió a él y su hermano, es sólo que no le gustaba todo el negocio de la succión en las muñecas de alguien, cuando ese alguien es una desconocida. Sí, sí, el deber, lo que sea. Supuso que era una sombra mucho más mierda que su hermano. En su cultura, cualquier contacto físico era sagrado, y sólo la necesidad biológica era lo que lo obligaba a alimentarse probablemente unas seis veces al año, pero eso sí, cada vez que lo hacía era un ejercicio de auto-supervivencia y no porque quisiese follar a quienquiera que fuese. Después de todo, llegó a su madurez, siendo virgen. Culpaba a Trez de su celibato de mierda, y, claro, a las enseñanzas y tradiciones de su clase/raza, las cuales sentía que se las tomaba muuuuuy en serio… Guau, estaba tan loco que estaba hablando consigo mismo. Acerca de mierdas que ya sabía. Lo cual no era tan interesante para empezar. Se paseó alrededor, miró el reloj de nuevo y luego miró la terraza. ¿Dónde mierda estaba…? — ¿Eres tú? iAm dio la vuelta hacia la voz masculina que llegó desde las habitaciones. Caminando a través de la sala, palmeó su cuarenta, pero, ¿dado el tono? No habría muchos problemas. Y por supuesto, cuando dobló la esquina que había sido su habitación se encontró a s’Ex estirado en la cama, las sábanas enrolladas alrededor de su cuerpo desnudo, una botella del doble de tamaño de Ciroc entre sus brazos como un bebé. —Pensé que estabas de luto —dijo iAm mientras guardaba su arma. —Lo estoy —s’Ex levantó la botella medio vacía—. Éste es mi Kleenex. — ¿No te necesita la reina en el Territorio? —En realidad no. —El macho cortó con la mano a través del aire—. Demasiado vergonzoso, estoy bien

a puerta cerrada, pero, ¿a la intemperie? No es bueno. Por supuesto, todo hubiese sido perdonado si el chart’d hubiese estado bien, pero no. iAm se apoyó en la jamba de la puerta y cruzó los brazos. — ¿Cuánto tiempo llevas aquí? —Desde que te fuiste, ¿ayer por la noche? Necesitamos más licor por aquí, ¿cuándo puedes traerlo? Ah, y quiero algunas hembras. El primer instinto de iAm fue decirle que se fuera a la mierda, pero necesitaba algo del bastardo. —Puedo hacer que eso suceda —dijo. s’Ex cerró los ojos y rodó sus caderas bajo las sábanas. — ¿Cuándo? —Tienes que hacer algo por mí primero. Sus párpados se levantaron lentamente, y los ojos negros brillaron. —No funciona de esa manera. —En realidad, sí lo hace. —Vete a la mierda. —Vete a la mierda tú. —iAm le sostuvo la mirada fijamente—. Tengo que entrar en el palacio. s’Ex cerró la boca y se irguió, empujando su enorme torso las sábanas cayeron de su cintura. A la luz del baño, los tatuajes que cubrían cada centímetro de su carne brillaban como si fueran fluorescentes contra su piel oscura. —No es lo que yo pensaba que ibas a decir —murmuró—. Por lo menos no sin una pistola apuntando a tu cabeza. —Lo que necesito de ti, es una garantía. —Así que vas a robar algo. —Sólo quiero acceder a la biblioteca. —La lectura recreativa en el mundo humano es amplia. —Y tengo que ir ahora. s’Ex lo miró fijamente durante un rato, y luego bostezó como un león, grandes colmillos destellando

desde su mandíbula, desbordando la estructura de su quijada. —Ahora —dijo iAm. —El palacio está cerrado por el luto. —Tú saliste. s’Ex hizo un ruido evasivo. — ¿Qué tipo de información estás buscando? —Eso no es relevante para tus propósitos. —El infierno no lo es. —Mira, tengo que ir ahora y tengo que estar de vuelta antes del amanecer. Esto es una emergencia, no te lo estoy preguntando. s’Ex frunció el ceño. —Como he dicho, el palacio está cerrado. —Así que vas a tener que colarme. — ¿Por qué demonios crees que voy a ayudarte? iAm sonrió con frialdad. —Llévame de entrada y salida, sino estás jodido con tu reina. —Nuestra reina. Y si quiero follarla, todo lo que tengo que hacer es deslizarme en su cama. — ¿Crees que puedes estar parado para hacer eso? —No te pongas romántico —dijo s’Ex sombríamente. iAm se encogió de hombros. —Lo que sea, el caso es que nunca vas a conseguir a Trez de esta forma. Tengo que tratar de ayudarlo. ¿Si Selena moría? Todo el mundo iba a perder. Mierda, todo lo que iAm tenía que hacer era pensar en su hermano perdiendo la cabeza en esa sala de exámenes, corriendo hacia el pasillo con una pistola en la sien, dispuesto a tirar el gatillo. s’Ex lo miró fijamente durante un tiempo. — ¿Qué diablos está pasando? —Te estoy dando esto directamente, tus intereses y los míos concuerdan, no quiero a mi hermano muerto y tú tampoco. Pelearemos cuando termine todo esto, ¿ahora? Necesitamos que pase esta crisis.

—Define “crisis”. iAm miró hacia otro lado. —Alguien muy cercano a él está enfermo. —Sin embargo, ¿no es él? —No. — ¿Tú? — ¿Me veo enfermo? —iAm se encontró con los ojos del verdugo de nuevo—. Mira, tú y yo tenemos que arreglar este problema con él. ¿Crees que me gusta confiar en ti? Si hubiera otra opción, lo intentaría, pero como sabes de primera mano, hay que lidiar con lo que la vida te da. Y necesito esa maldita biblioteca. La s’Hisbe tenía una larga y distinguida historia de sanadores. Y las sombras, como los symphath, eran una rama evolucionada de los vampiros, parecería lógico que esta enfermedad pudiera ser detectada o haber aparecido en algún momento de su pasado, y si lo hubiese hecho, estaría en esa biblioteca. Si tenían suerte, los curanderos podrían tener algún tipo de tratamiento, y en ese momento, la parada número dos iba a ser hacia la extensa bóveda farmacológica de la s’Hisbe. Las sombras se habían especializado en sintetizar medicamentos a partir de material vegetal y animal; durante siglos se titularon todo tipo de compuestos para tratar enfermedades y trastornos, y como con el mantenimiento de registros, los curanderos eran meticulosos acerca de sus ensayos y estudios. Su pueblo había traído el racionalismo en la medicina desde mucho antes que los seres humanos abandonaran el misticismo y abrazaran el pensamiento científico. Tal vez había esperanza, tenía que averiguarlo. —No quiero depender de ti —dijo iAm aproximándose—. Pero tengo que. Al igual que tú vas a tener que hacer esto por mí si quieres tener alguna posibilidad de conseguir que Trez entre en línea. Él estará muerto antes de una hora si esa hembra muere. — ¿Hembra? —cuando iAm no dijo nada más, s’Ex maldijo—, Ustedes dos son un gran dolor en mi culo, lo sabes. —Siento lo mismo acerca de ti y tu reina. —Nuestra. Eres un miembro de la s’Hisbe no importa dónde decidiste vivir.

Eso era, por supuesto, una mierda total acerca de Trez volviendo al Territorio y cayendo en línea con su carta astrológica, esto nunca iba a suceder. Pero iAm tenía que tratar de usar cualquier influencia allí y s’Ex probablemente estaba lo suficientemente borracho como para no mirar desde demasiado cerca sobre la verdadera motivación aquí. Y mira tú,… funcionó. Con una maldición, el enorme macho se quitó las mantas y se puso de pie, y por un momento, iAm vio íntegramente esos tatuajes. Cristo. La carne del verdugo estaba cubierta, desde la garganta hasta los tobillos y del hombro hasta la muñeca, con marcas blancas, lo único libre de ellas eran su cara, su polla y sus pelotas. Incluso iAm tuvo que declararse impresionado. La “tinta” era en realidad un veneno que decoloraba la piel, la mayoría de los hombres se enorgullecerían de ellos mismos por soportar el dolor y la enfermedad que provocaba un pequeño símbolo de sus familias en el hombro o el nombre de una compañera sobre el corazón. El hecho de que s’Ex había vivido a través de todo eso, fue la confirmación visible de que era un tipo duro. O un psico- masoquista. Dejando que se vistiera, iAm entró en la sala de estar. Mientras se acercaba a los controles deslizantes del cristal, miró hacia el paisaje nocturno de Caldwell: la iluminación moteada con distribución aleatoria en los rascacielos, los carriles dobles de luces rojas traseras y faros blancos que envolvían los alrededores de las curvas del río Hudson, un avión o dos parpadearon por encima del horizonte. Dentro y fuera, se dijo. Así era como tenía que ser. Y si había un Dios, sería capaz de encontrar algo que ayudara a Selena.

CAPÍTULO 18

— ¿Giro aquí? —Preguntó Layla mientras se apoyaba en el volante de su sedán. —Sí. En ese lugar. Ella puso el intermitente y el Mercedes dejó escapar un pequeño clac, clac, clac, que recordaba de las clases que Qhuinn le había dado de conducción. Apostaría a que él nunca habría pensado que tendría que utilizar estas habilidades para llevar a Xcor a cualquier lugar. — ¿A dónde vamos? —Preguntó. Los faros no mostraban más que un carril de tierra estrecho con una gran cantidad de árboles otoñales que se apretaban como un nudo en la garganta al "camino". Un muro de piedra corta parecía mantener a raya la invasión arbórea, aunque un poco estaba cubierto de zarzas y hierbas largas. —No está lejos, solo son unos pocos de kilómetros desde aquí. ¿Esto era por ella? se preguntó. ¿Esta era la noche donde su paranoia resultaría fundada? ¿Cuándo Xcor tomaría el control de la situación de una manera que no sólo le haría daño, sino a su bebe y a Qhuinn, siendo ambos totalmente inocentes en todo esto? Queridísima Virgen Escriba, ella necesitaba salir de... Los faros giraron alrededor y lo que vio hizo que se le parara el corazón y soltara el pie del acelerador. Era una pequeña cabaña, que a pesar del jardín cubierto de maleza, era absolutamente encantadora. La puerta principal estaba pintada de rojo con sus dos ventanales y un par de buhardillas en el segundo piso, el lugar parecía tener los ojos abiertos y una sonrisa. También había un gran árbol mullido a la izquierda con hojas doradas del color de amaneceres que solo había visto en la televisión o en libros y revistas, así como un pasarela de pizarra que llevaba a su rostro acogedor. — ¿Te gusta? —Preguntó con frialdad, como si tuviera miedo de la respuesta. —Tal vez es ingenuo —susurró—. Pero parece que nada malo podría pasar en ese lugar. —Es la casita de campo del vigilante, la casa principal que esta al este al final de ese camino, ha sido abandonado, pero un viejo doggen vivió aquí hasta hace un mes —Él la miró—. Vamos dentro.

Salió sin apagar el motor, pero Xcor se encargó de ello, alcanzándolo y silenciando el ronroneo mientras ella caminaba delante de los faros. Cuando la iluminación fue cortada, ella vio que había velas brillando dentro de la casa, o al menos eso fue lo que asumió que era el reflejo de la parpadeante luz dorada. Tocó la pintura de la puerta, estaba resistente, agrietada pero no mellada. Manzana roja de caramelo, pensó y sin duda, había tenido un gran brillo cuando se había aplicado por primera vez. —Abre —le dijo—. Por Favor. El cerrojo hecho de bronce, estaba viejo y gastado, pero pulido en los lugares donde las manos lo solían apretar. Un crujido sutil se liberó mientras empujaba los paneles sorprendentemente pesados, pero el sonido era más un saludo astillado que algo siniestro. No eran velas, era un fuego. La sala de estar estaba abierta, los paneles eran de una madera rojiza y la chimenea hecha de piedra de río de varios tamaños, formas y colores. El suelo estaba desnudo, con paneles anchos que hablaban mientras caminaba sobre ellos, charlando como si estuvieran faltos de compañía. Respirando olió el dulce aroma a humo, un aroma limpio y muy oculto un olor a madera. Había un sofá desgarbado a un lado de la chimenea, situado de tal manera que si te sentabas sobre el, podías ver por la ventana la bahía. La cosa estaba enfundada con una colección de edredones, mantas puestas unas sobre las otras de tan variables gamas y colores que el conglomerado formaba su propio y único patrón. También había una silla grande acolchada, algunos libros antiguos en estantes cortos y una alfombra circular trenzada que juntaba todo. —La cocina esta por aquí —dijo Xcor mientras cerraba la puerta principal. Pasó junto a él, su enorme cuerpo demasiado quieto con los ojos negándose a devolver su mirada. El baño era modesto y equipado con una cabina de ducha, inodoro y un lavabo. Las escaleras hasta el segundo piso estaban empinadas, estrechas y alfombradas y contaban con una barandilla gastada. Y al otro lado la cocina estaba llena de antiguos aparatos intercalados con tramos de encimera. Layla osciló alrededor. — ¿Desde cuándo tienes esto? —Como he dicho, el vigilante murió hace un mes. Ella era una doggen que cuidaba de nosotros, sin familiares —Se dio la vuelta y comenzó a quitarse el pesado abrigo—. La familia al parecer vivió en la casa grande, pero murieron en los ataques. Ella se quedó en la propiedad porque no tenía otro lugar donde ir. Los lesser no regresaron, por lo que vivió.

Xcor dio la vuelta y comenzó a desarmarse, sus anchos hombros flexionados mientras se quitaba el cabestro que mantenía sus dagas en su lugar sobre el pecho. A continuación, se desabrochó la funda de sus caderas, desplazándolos alrededor de los codos y la correa de cuero aflojándose. Por alguna razón, ella notó el cuerpo bajo la ropa que vestía, cómo se agrupaban y marcaban sus músculos bajo la delgada camisa de algodón negra así como sus pantalones estirados sobre sus muslos, pantorrillas y su parte trasera. Estaba hablando con ella, usando un tono medio, pero no oía nada de lo que estaba diciendo. Xcor se dio la vuelta, la miró fijamente y se quedó en silencio. — ¿No quieres quedarte? —Dijo en voz baja. — ¿Por qué me has traído aquí? Se aclaró la garganta. —No puedo soportar que estando embarazada estés fuera en el frío de la noche cuando nos encontramos, no cuando vienes desde tan lejos. De repente sintió un destello de calidez y no creía que fuera del fuego. —Ven —Dio un paso atrás contra la puerta, aplastándose—. Estarás más caliente aquí. Ella se acercó a él y luego siguió su camino. Tomando asiento en la silla, bajó su túnica envolviendo el abrigo a su alrededor, mirando a las llamas. Xcor paso a través del cuarto, cerrando todas las cortinas antes de tirar su cuerpo en el sofá. —Gracias —Se oyó decir—. Esto es mucho más cómodo. —Aye. El silencio se extendió entre ellos. Era extraño, en el campo con la inmensidad del cielo arriba y el extenso prado, no había sido tan agudamente consciente de su presencia, dentro de estas cuatro paredes, sin embargo, su presencia parecía amplificarse, cualquier movimiento que hacía, si respiraba o parpadeaba, lo percibía multiplicado por mil. Hubo una curiosa torpeza entre ellos con conversaciones alegres sobre el fuego fallando en tratar de aliviar el peso creciente en la casa. — ¿Tienes intención de cumplir nuestro acuerdo? —pegunto—. ¿Es... la hora?

***

—Desde aquí parece un pueblo fantasma, ¿verdad? Cuando V gritó desde arriba del ático de la casa colonial, Rhage se apoyó en el baño de la habitación principal. —No hay nada aquí tampoco. Esto es un montón de mierda rosa. De vuelta en el dormitorio, repaso por segunda vez las cosas de color rosa. La mierda estaba en todas partes, desde la alfombra y las cortinas, hasta el papel pintado de las paredes y las sabanas. El olor de Xcor estaba por todo el lugar, era evidente que esta era su habitación y secretamente sentía una gran satisfacción de que el hijo de puta hubiera tenido que estrellarse en esta pesadilla dominada por estrógeno, era como dormir en un maldito vientre. Rhage se estremeció mientras caminaba por el pasillo. — ¿Me pregunto si ha estado sufriendo de algún impulso fantasma de llevar tacones altos? —Haz una foto —V salió del agujero en el techo y bajó por la escalera plegable. —Abandonado. Acaban de esfumarse y dejar este lugar. Nada, positivamente no había nada en absoluto, nada sospechoso o nada amenazante. No había trampas para atraparlos, ni explosivos colocados para detonar, ni alarmas. Tampoco había nada personal, como en la sala de abajo solo había montones de basura aquí y allá, pero ni ropa, ni armas, ni computadoras o teléfonos móviles. Moviéndose rápidamente, descendieron la escalera y dieron marcha atrás a través de la casa vacía. Al final se desmaterializaron a través de la ventana abierta de la cocina y se reunieron con Phury y Z. —Nada —dijo V. Rhage sacó su teléfono para una rápida mirada y cuando no encontró respuestas a cualquiera de sus mensajes de textos, frunció el ceño y lo guardó de nuevo. Ansioso busco en la otra parte de la chaqueta y agarro un Tootsie Pop, cuando vio que era de color naranja lo cambio de nuevo por uno de uva. La envoltura púrpura se deslizó con facilidad, lo chupo y sintió que ya estaba listo para ir a trabajar, aliviado con la bola de azúcar en la boca. — ¿Está completamente limpio? —Preguntó Phury—. Eso no puede estar bien. Rhage sacó su juguete de la boca. —No me malinterpreten, creo que sin bombas que desarmar

y sin trampas explosivas esto es un aburrimiento, pero estaba dispuesto a perder el tiempo. No lo entiendo, ¿Lo abandonan porque Throe se fue y esta desterrado? Tenían que saber que íbamos a llegar tan pronto como tuviéramos la dirección del cabeza-culo. Los ojos blancos del V se desplazaron sobre la casa vacía. —Se perdieron una clara oportunidad. —No creo que Xcor sea tan estúpido o perezoso —Rhage se encogió de hombros—. Tal vez están necesitados de dinero. —Dudo que se trate de falta de recursos —murmuró Phury—. Ellos van bien armados en sus matanzas por el centro. Hubo un poco de rápidas conversaciones y decidieron que volverían a casa e informarían a Wrath que Throe no había mentido. Sin embargo justo antes de que se desmaterializaran Rhage habló en torno a su piruleta. —Escuchen muchachos, ¿Les importa si tomo un pequeño desvío? —No hay problema, vamos a empezar con la puesta en común —dijo V. —Gracias, hermanos míos, sólo necesito diez minutos. Dio unas palmadas con sus compañeros de lucha y luego uno por uno, todos desaparecieron. Pero en lugar de volver a aparecer en el patio de la antigua casa de Darius, donde Wrath celebraba las audiencias, Rhage se materializó frente a una grande, pero mucho menos opulenta, casa en los suburbios. El monovolumen Volvo vagón XC70 estaba estacionado en la calzada y aunque las cortinas estaban echadas las luces estaban encendidas en todas las ventanas de la casa de tres pisos. Rhage sacó su teléfono, entró en favoritos y pulso el botón verde. Cuando el timbre comenzó a sonar, cambió su peso una y otra vez entre sus shitkickers. —Hey —dijo mientras le contestaban la llamada—. ¿Estás bien? —Hey —Su Mary, su perfecta, hermosa y brillante mujer sonaba mal—. ¿Cómo lo sabías? Al instante, su bestia se removió bajo su piel, lista para desgarrar a cualquiera que amenazara a su compañera. — ¿Qué pasa? —Estamos teniendo problemas con una de nuestras madres.

Los ojos de Rhage buscaban por las ventanas. — ¿Puedo ayudar? — ¿Dónde estás? —Fuera en el césped. —Ya estoy bajando. Rhage colgó el teléfono e hizo un pase rápido para arreglarse, alisándose el pelo, asegurándose de que su chaqueta colgaba derecha y subiéndose los pantalones de cuero. Lugar Seguro había sido creado por Marissa para satisfacer las necesidades de las víctimas de la violencia doméstica dentro de la raza. Aunque los humanos tenían una gran cantidad de programas y recursos para sus mujeres y niños, las hembras vampiros y sus pequeños no habían tenido absolutamente ningún lugar al que recurrir hasta que Marissa había abierto esta instalación. Con un personal de trabajadores sociales capacitados gracias a la escuela nocturna humana y on- line, y enfermeras gestionadas por Doc. Jane y Ehlena, a las residentes se les permitía quedarse, sin costo alguno, siempre que necesitaran ir allí y estar seguras. A los machos no se les permitía entrar en el interior. Por lo que sabía, había al menos doce en la casa en ese momento, aunque ese número fluctuaba y gracias a la sala anexa Wellesandra, construida como regalo de Tohr en memoria de su amada primera shellan, siempre había un montón de espacio. La puerta principal se abrió y Mary salió cerrando detrás de ella. Cruzando los brazos sobre su pecho, se estremeció mientras corría por el césped y le tomo cada onza de su autocontrol no ser el primero en cruzar la distancia entre ellos, pero tenía que respetar los límites de la propiedad. Abriendo sus brazos, se hundió sobre sus rodillas para que cuando llegara a su alcance, pudiera abrazarla a ras de él y levantarla del suelo. Para él, no pesaba nada, pero ¡oh, Dios, era vital!, su cuerpo caliente contra el suyo, sus brazos puestos alrededor de su cuello y apretándolo, su olor golpeándolo como un Xanax1 y una sobredosis de café al mismo tiempo. —Mi Mary —suspiró. Muy dentro de él, su bestia se regocijaba con satisfacción—. Mi pequeña Mary. Había empezado a llamarla así hacía un tiempo, no tenía idea de por qué. Probablemente porque cada

vez que lo hacía, ella sonreía. Rhage la ayudó a bajar, pero la mantuvo contra él acariciando su pelo color castaño hacia atrás, no le gustaba lo pálida que estaba. — ¿Qué demonios sucede? El sonido que hizo fue de exasperación, agotamiento y tristeza. — ¿Te acuerdas de la madre y la niña que rescató Butch hace dos años? ¿Tal vez dos años y medio? La mamá había sido víctima durante años, por lo que tuvo a su hija. —Sí, ellas fueron las primeras en el programa. —Bueno, la madre no lo está haciendo bien. Ella no le dijo a nadie que estaba embarazada cuando llegó aquí, lo escondió tan completamente que ninguno de nosotros tenía la menor idea de lo que estaba pasando. La gestación típica es como de dieciocho meses, pero por lo que nos dijo Havers, algunos bebés pueden morir en el útero y sólo permanecer allí, eso no es posible en los humanos, sin embargo, Havers dijo que había visto eso antes en raras ocasiones. —Espera. ¿Qué? ¿Estás diciendo que...? —Sí. Es simplemente terrible. Rhage trató de imaginar a una mujer llevando un bebe muerto en su vientre. —Jesús. —Se puso más enferma y más débil, hasta que perdió el conocimiento y llamamos a Doc. Jane y Ehlena. Jane sacó al bebé, pero la madre... —Mary negó con la cabeza—. La madre no se está recuperando, ella tiene una infección de bajo nivel que se niega a remitir y simplemente no se ve bien. Y para empeorar las cosas, se niega a tener más tratamiento y no está consiguiendo nada por ella misma. Lo que significaba que Mary había estado ocupándose de ella. Rhage la arropó contra su pecho y se sintió como un imbécil por haber venido, por no contestar su mensaje mientras se ocupaba de cosas de vida o muerte. — ¿Hay algo que pueda hacer? Ella se echó hacia atrás y lo miró. —En realidad, este pequeño descanso me está dando un segundo aire. Este momento no podía ser más perfecto. Pensó en lo que había estado pasando antes en la clínica con Selena. La situación estaba pesando en él, por alguna razón, a pesar de que no era tan cercano a Trez. Era un buen macho, también con el culo duro y un buen corazón.

—Bueno, házmelo saber —Acarició el pelo de su compañera de nuevo—. Cualquier cosa que necesites, en cualquier momento. Cuando ella se levantó de puntillas él la encontró a mitad de camino, besando sus labios una vez, dos veces, y otra vez. Ella era más que el latido de su corazón o incluso más que sus hermanos, era la cosa más importante de su vida. Desde el instante en que le había hablado por primera vez, había cerrado los ojos y se dejó llevar por el sonido de su voz perdiéndose en ella. ¿Sin ella siendo su norte? Él estaría más que maldito. —Te amo —susurró—. Ahora y siempre. —Voy a tratar de volver a casa al amanecer, pero no sé cómo va a ir. —Haz lo que necesites aquí, voy a comprobar y me pones al día cuando puedas. —Eres siempre tan comprensivo. Como ella sabía, estar separados durante el día era una especie de infierno para él. —Tú haces lo mismo por mí, pequeña Mary. Y tu trabajo aquí es muy importante. Ella inclinó la cabeza con sus grandes ojos. —Gracias. Ya sabes, eso es... simplemente muy amable de tu parte. —Es la verdad —Él la besó de nuevo—. Vamos, ahora vuelve con tu paciente. Su Mary tomó su mano y la apretó. —Te amo, también. Se quedó dónde estaba, viéndola correr de nuevo hasta la puerta de entrada, sacó la llave y se metió de nuevo en la casa. Justo antes de desaparecer, ella le hizo un gesto de despido. A medida que la puerta se cerraba, la imaginó girando los cerrojos, haciendo que todo el mundo estuviera a salvo y lista para mejorar las vidas de las mujeres y los niños que estaban dentro. Después de un momento, sacó su teléfono móvil y lo comprobó de nuevo. No, Trez todavía estaba fuera de sí. Ese había sido el segundo texto que había enviado. Con una maldición, esparció sus moléculas a la antigua casa de Darius y mientras viajaba, la imagen de Trez echando abajo el cerrojo de la puerta de la sala de exámenes le perseguía, carcomiéndole. Mierda, esperaba que Selena estuviera bien. Por alguna razón, era de vital importancia para él.

CAPÍTULO 19

El corazón de Xcor latía de forma irregular mientras se sentaba en el sofá frente a Layla. Ella había elegido la silla en la esquina para sentarse y en consecuencia, la luz del fuego sólo le alcanzaba las piernas. Sin embargo, podía imaginar todo de ella; cada detalle de su rostro, la garganta, su cuerpo era conocido como el suyo propio. La pregunta que ella le había hecho era como una presencia física entre ellos. — ¿Y bien? —preguntó—. ¿Ha llegado… el momento? El temor era evidente su voz, y él llevo la mano hacia arriba para frotar su rostro. A diferencia de ella, estaba totalmente iluminado, y no creía que ella fuera capaz de verlo, si ya estaba ansiosa, la visión de él no iba a ayudar. — ¿Xcor? —No soy un animal. — ¿Perdona? —Nunca... te tomaría en tu estado actual. Eso sería bestial. La profunda respiración que ella tomó fue audible incluso sobre el crepitar del fuego y no por primera vez, odió la posición en la que la había puesto. Estaba elucubrando activamente lo que había descubierto sobre ella, obligándola a estar aquí con él, manteniendo su compromiso incluso aunque obviamente no era algo que ella hubiera elegido libremente a pesar del hecho de que la ponía en peligro. La hermandad de la daga negra no olvidaba a sus enemigos mucho mejor de lo que él lo hacía, y confraternizar con un conocido traidor era una ofensa capital de acuerdo con las leyes antiguas. ¿Teniendo en cuenta que él y sus bastardos habían logrado poner una bala en la garganta de Wrath el otoño pasado? Eso no los ponía en ninguna lista de... ¿cómo se llamaban? ¿Boy Scout? —Nueve meses —dijo ella. — ¿Qué? —Desde que nos conocimos.

Recordó, cuando ella le había dado de beber de su muñeca debajo de ese árbol y después, cuando se había desarmado a sí mismo y se metió en el coche con ella. La había besado entonces… — ¿Estás excitado? —susurro ella. Él retrocedió, su cuerpo se movió con voluntad propia, sus caderas golpearon antes de que pudiera detener el movimiento. — ¿Lo estás? —susurro de nuevo — ¿De verdad quieres que te responda a eso? —Lo pregunté, ¿o no lo hice? —Sí. Hubo una larga pausa. — ¿Estás de acuerdo en que te pregunté eso? El dejó caer la mano y se quedó en el rincón oscuro, dándole todas las oportunidades para recordar exactamente a quien le estaba hablando. —Creo que tenemos que cambiar de tema. —Respóndeme. —Lo hago. Dado el sonido que ella hizo en su garganta, sabía muy bien que le estaba costando tragar y no se arrepentía de hacerla sentir incómoda. Sin embargo después de muchas noches de encuentros, habitualmente dos veces por semana, nunca había llevado nada al siguiente nivel. Al menos, no mientras estaba en su presencia. ¿Cuándo se quedaba a solas con los recuerdos de ella? Todas las apuestas estaban echadas. En este momento, sin embargo, sentía que el límite que tenía toda la intención de cruzar en algún momento, no debería ser abordado en absoluto. Y se dijo a si mismo que era por el embarazo. Por supuesto que lo era… —Quiero ver. Xcor se quedó quieto, su aliento se congeló en el pecho junto a su corazón.

— ¿Por qué? te puedo asegurar que tengo la anatomía que necesitan los machos y en cualquier caso, no puedo entender por qué sus dimensiones precisas pueden ser de interés para ti en este momento, como dices, vamos. —Muéstrame. El frunció el ceño y miró a las ventanas, había recogido las cortinas. Sus bastardos estaban fuera peleando, y no iban a regresar a la casa principal hasta cerca del amanecer. Pero las lesiones en el campo de batalla ocurren, y en ocasiones, requieren tratamiento fuera de los callejones del centro… Espera un momento. No estaba bajando sus pantalones. Así que este análisis era innecesario. Xcor se puso de pie y se negó a mirar más allá, el hecho de que no quería exponerse a ella. —Debemos concluir esta reunión ahora. — ¿Por qué? Me gustaría verte, es una petición bastante simple. Ni de cerca, pensó él. —Por qué querrías hacer eso. —Pensé que querías tener sexo conmigo, ese es el punto de todo esto, ¿no es así? Xcor la acecho, su temperamento creciendo junto con el calor en las venas, apoyando las manos sobre los brazos de la silla, se inclinó, forzando su espalda contra los cojines. —Es mi intención —espetó—. Hasta que llegue el momento, te perdono la visión. Así que no veo por qué una exposición te ayudaría con lo que voy a hacer contigo. La ola de ira que flotaba desde ella fue un shock. Le había mostrado miedo, cortesía, un elegante dominio de sí misma que le hizo respetarla tanto como él la codiciaba. Esto era nuevo. — ¿Qué te aflige? —preguntó él—. ¿Qué te ha hecho sentirte así? Sin previo aviso y con una fuerza sorprendente, ella lo empujó y casi lo saca de la silla. Layla se paseaba alrededor, haciendo un círculo cerrado al frente del fuego, y sus emociones eran tales que el aire vibraba alrededor de ella. Finalmente, se detuvo ante las llamas, poniendo sus manos en sus caderas como si discutiera con ellas en su mente. —Mi hermana se está muriendo —espetó.

Xcor lanzó su aliento con una maldición. —Lo siento. —Su vida está llegando a su fin. —Las manos de Layla fueron a su vientre hinchado—. Nunca he tenido un amante. A pesar de este embarazo, me siento como si fuera virgen. Xcor dejó caer su peso sobre el brazo acolchado de la silla. O colapso sería más exacto. Por un lado, odió la idea en la forma de cómo había engendrado. Por otro lado... Sacudió la cabeza, lanzando ese pensamiento fuera. —El macho no te ha maltratado, ¿lo hizo? —Oh no, y adoro a Qhuinn. Es mi familia. Pero como te dije, el apareamiento que ocurrió durante mi necesidad fue con el único fin de tener un hijo. Apenas puedo recordar lo que sucedió. —Ella lo miró, la luz parpadeante la hacía parecer extremadamente bella—. Mi hermana se está muriendo, yo estoy viva y no he vivido. Por eso te digo... muéstrame. No se suponía que sería así entre ellos. Layla no había querido revelar esta verdad sobre sí misma a Xcor, o pedirle lo que le había pedido, pero desde que había entrado en esta casita, su cerebro estaba funcionando en dos sentidos; uno aquí con él, el otro de vuelta en esa sala de exámenes en el centro de formación, donde había estado el cuerpo retorcido de su hermana, horrorizada al descubrir que otra de ellas había sido afectada con el arresto. La paranoia la hizo preguntarse si tenía la enfermedad, si podía trasmitírsela a su hijo. No había tenido episodios, pero ¿cuándo habían empezado los de Selena? Layla era más joven que la otra elegida ¿era sólo una cuestión de tiempo? Por supuesto, había una gran posibilidad de que ese giro mental fuera debido a sus hormonas. Se había dado cuenta de que sus pensamientos iban creciendo más enrevesados y menos precisos según el embarazo proseguía. Eso, no obstante, no cambiaba la realidad de que, pese a todo, era una virgen que estaba de hecho embarazada, tenía miedo de nunca conocer el sexo. Enojada por lo que le había sido negado por el destino. Agradecida por su hijo y sin embargo sofocada por el progreso natural de su cuerpo. Y Xcor era el único al que podía recurrir. Los hermanos estaban todos emparejados, y además, ella no pensaba en ellos sexualmente. Es más, no era como si pronto estuviera yendo a entrar en contacto con la persuasión masculina. Xcor era su única vía para expresar la mezcla tóxica de temor y anhelo. Él se aclaró la garganta, —

Necesitas considerar esto más a fondo. Bajando los ojos, ella se concentró en sus caderas, en la longitud tirante detrás de la bragueta de sus pantalones de combate. —Lo estoy haciendo. Su fuerte inhalación infló el poderoso pecho y dejó caer las manos para cubrirse, las venas corriendo por entre sus dedos romos eran otro símbolo del poder en su cuerpo, y de repente, se preguntó cómo se veían sus manos en su sexo. —Déjalo por ahora —dijo él—, y ten en cuenta… —No. —Yo no soy un juguete, Layla. No soy algo para ser tomado, jugar con ello y dejado después a voluntad. Una vez que se abren ciertas puertas, no pueden ser cerradas cuidadosamente, ¿entiendes? Tengo toda la intención de tenerte, pero me esforzaré para honrarte y respetarte durante tu embarazo. Esto va en contra de mi naturaleza, y sin embargo, si presionas demasiado, voy a volver a ser el de siempre, especialmente cuando se trata de sexo. Mientras sus palabras volaban a través del aire tenso, sus ojos bajaron por todo el cuerpo de ella, haciéndola sentir desnuda a pesar de que estaba completamente vestida. Y redonda con el embarazo. —Sólo quiero verte —se oyó decir a sí misma—, quiero ver cómo te ves cuando te das placer a ti mismo, me gustaría empezar por ahí Xcor cerró los ojos y se tambaleó. —Layla. — ¿Es mi nombre saliendo de tus labios un 'no'? —No me voy a negar —gimió él, levantando los párpados—. Pero debes estar segura de que quieres esto, piensa en ello un día. En ese momento, él se agarró, cerrando un puño alrededor de su pesada erección. —Mañana por la noche, entonces —se oyó decir a sí misma. Pero ella ya sabía que el retraso no iba a cambiar nada, a pesar de que entendía que de alguna forma él tenía razón. Había una especie de descontrol en todo esto, como si hubiera rebotado desde el sufrimiento de Selena a algún tipo de expresión salvaje de un problema íntimo propio.

—Mañana —afirmó—, y ahora te tienes que ir. Caminando hacia la puerta, se volvió a mirarlo. Él estaba dibujado en líneas afiladas, sus hombros tirantes y altos, los antebrazos deformados, sus muslos contrayéndose como si fuera a dar un salto adelante en cualquier momento. —Xcor… —Vete —ladró el—. Lárgate de aquí, maldito infierno, fuera de aquí. Hurgando con el pestillo, abrió la puerta y salto afuera a la noche fría. En comparación con el calor de la casa de campo, el aire era riguroso y gélido en su nariz y su abrigo ofrecía poco aislamiento. No prestó atención al malestar. Xcor cerró la puerta detrás de ella, dando un portazo con una palmada, ella oyó el ¡clic! de un mecanismo de bloqueo. Necesitaba irse. Se tenía que ir. En cambio, se quedó dónde estaba, el aliento saliendo de su boca abierta en bocanadas hasta que fueron consumidas por el frío. Mirando a su alrededor, no había indicios de que alguien más estuviera en la propiedad, ningún sonido de gente caminando o charlando, ni luces filtrándose a través de los árboles. No se podía ir. Pisando con cuidado a fin de evitar golpear palos caídos que podrían romperse y chasquear delatando su presencia, fue hacia el mirador. Un hueco en la caída de las cortinas de un lado, le permitía ver el interior hacia la chimenea de la acogedora habitación. ¿Dónde estaba? De repente, Xcor apareció a la vista, paseando como un animal enjaulado, adelante y atrás, adelante y atrás. Su rostro se contrajo en una mueca, sus colmillos alargados, los músculos estirando la gruesa columna de su cuello. Por último, se giró en torno a la chimenea y parándose delante de ella, arremetió con su puño sobre el diseño de piedra. Ella hizo una mueca, pero él no parecía notar ningún dolor. Extendiendo sus palmas hacia fuera, él apoyo su peso contra la repisa, su cuerpo se inclinó hacia el fuego

de espaldas a ella. La sangre corría por el dorso de la mano y la muñeca desde las heridas en sus nudillos, oscuros arroyos gemelos uniéndose y filtrándose bajo el puño de la camisa negra. Un momento después, dejo caer su mano ensangrentada. Al principio, ella pensó que se estaba sacudiendo la herida. Pero luego sus pantalones se movieron, tirando a la izquierda y derecha. Sus hombros se juntaron tensos y su columna vertebral se sacudió. Él se había agarrado así mismo. Layla se mordió el labio inferior y se inclinó más cerca, hasta que su nariz golpeó el frío cristal. Iluminado contra el resplandor naranja del fuego, el cuerpo de Xcor era una silueta oscura como si el extendiera su postura y dejase caer la cabeza hacia delante. Su codo se movió hacia atrás y adelante. Se estaba acariciando. Cerrando los ojos un momento, se apoyó en el mirador. Cuando abrió los párpados de nuevo, él estaba trabajando más rápido y más rápido. Xcor volvió la cabeza hacia un lado y desnudo los colmillos, hundiendo sus afilados caninos en su musculoso hombro, mordiendo a través de su camisa, su rostro haciendo una mueca de dolor como en una agonía erótica. Y entonces sus caderas golpearon hacia adelante hacia las llamas, una y otra vez mientras él llegó a su clímax. Retrocediendo, ella dio un tropezón con una raíz y cayó en nada más que aire. Entre su gran barriga y su crucial distracción, trató de darse la vuelta y sujetarse ella misma, lanzando su mano para evitar golpearse con el duro suelo. Aterrorizada por la seguridad de su hijo, aterrizó tumbada, la cadera se llevó la peor parte del impacto, su brazo clavado. La agonía fue inmediata y abrumadora, una repentina ola de náuseas la hizo vomitar. Gimiendo, se quedó completamente inmóvil. —Está bien, está bien... estás bien... Realmente tenía que salir de aquí ahora mismo. Luchando con sus pies, se abrió paso hacia el coche mientras mantenía el brazo contra su cuerpo. Cuando llegó el momento de abrir la puerta del lado del conductor, tuvo que prepararse para apoyar la lesión en la parte de atrás de la ventanilla de forma que dejaba una mano libre, y necesitaba recuperar el aliento después de conseguir estar detrás del volante. Arranco el Mercedes y entonces dio una media vuelta que casi la hizo marearse, pero finalmente se abrió paso por el carril y afuera, afuera, afuera hasta la carretera principal. Fue entonces cuando se dio cuenta de que sin la dirección de Xcor, no tenía idea de cómo llegar a casa. Lágrimas de frustración se amontonaron en sus ojos y envidio la habilidad de Xcor para golpear algo. Si

pudiera, lo haría. Pero ya se había roto el brazo y no necesitaba unos nudillos destrozados.

CAPÍTULO 20

iAm siguió las instrucciones de la carta de s'Ex, esperando una hora y media antes de desmaterializarse desde su habitación en el Commodore hasta las afueras del territorio de la s'Hisbe. Cuando volvió a su forma en el bosque, ubicó a unos trescientos metros el río que rodeaba una formación rocosa de granito con la forma de la cabeza del presidente humano Lincoln. Encontró el atuendo que el ejecutor le había dicho que estaría, escondido bajo el hoyuelo de la barbilla en la cara maltrecha. Cuando se quitó su ropa y se puso el vestido Farshi tradicional de un sirviente macho sin pareja de las clases bajas, se sorprendió al encontrar que se sentía totalmente vulnerable bajo la prenda gris holgada. Obviamente mantuvo su daga y su arma en su cuerpo, confiar en s´Ex fue lo que lo metió en esta situación, pero no volvería a confiar en el hijo de puta, iba a derribarlo. El Territorio estaba al norte de Caldwell, en las tierras de transición entre los picos del Parque Adirondack y el área plana alrededor de Plattsburg. Haciéndose pasar por una colonia de artistas, la propiedad de dos mil hectáreas cuadradas estaba bordeada por un muro solido de concreto que era tan alto y fuerte como un roble en todos los sentidos. Los pocos humanos de las comunidades de alrededor han usado durante mucho tiempo la presencia de los “artistas” y parecían tomar un placer perverso en la protección de la santidad de la propiedad y el “arte” que se estaba haciéndose en medio de ellos. Lo cual funcionaba para la s´Hisbe. Por supuesto, irónicamente, era que al norte a menos de veinte millas, lo más lejano cuando mucho ¿al otro lado de la montaña? Los symphath habían establecido también su presencia. La proximidad tenía sentido. Ninguna de las subespecies estaba apurada para confraternizar con otros. Los come-pecados no respetaban ni a humanos ni a otros vampiros no más que las sombras que eran los mejores en permanecer aislados. En consecuencia, nunca había habido ningún enviado o relaciones diplomáticas entre las dos naciones. Estaban tan separados como dos desconocidos sentados lado a lado en un autobús, sin pedir nada uno del otro, excepto que lo dejaran solo. No podía creer que iba a volver a ese lugar. Dejando su ropa donde había encontrado el Farshi, se alejó a grandes zancadas. Las correas de cuero en sus pies eran más como guantes que como zapatos, y cuando viajaba sobre la cubierta de tierra áspera, sintió los matices de palos caídos, rocas al azar, y tierra desigual. La ventaja era el silencio, excepto por

el chasquido y el pop ocasional, iba tan callado como la luz de la luna que caía de los cielos. No pasó mucho tiempo antes de que se subiera al muro de contención. Elevándose en lo alto, la gran construcción estaba surcada con manchas de suciedad y enredaderas al azar, aquí y allá, ramas caídas se amartillaban en ángulos extraños contra el costado del muro. Sin embargo, no se dejó engañar por la supuestamente apariencia en mal estado, y cuando otra vez se desmaterializó, se le había olvidado como de amplia era la cosa. Tomando forma, le tomo un momento para orientarse. Había pasado tanto tiempo desde que había puesto el pie en la tierra de su pueblo, pero no estaba preocupado que algo hubiera cambiado, a diferencia de la cara que se le mostraba al mundo exterior, el muro en el lado de Las sombras estaba inmaculado, el concreto perennemente lavado, pálido y blanqueado por el sol, ni siquiera hojas de hierba que crecían fuera de lugar alrededor de su base. Y ningún bosque ingobernable. Absolutamente no. Los árboles que se les permitía crecer estaban espaciados como piezas de ajedrez en un tablero blanco-y-negro, cada uno con su propio lugar delimitado e incluso las ramas recortadas para permanecer dentro de sus límites. El césped igualmente era mantenido limpio como una alfombra. A pesar del otoño anunciando un cambio de color y de las inevitables hoja-de-rama caídas, no había ni un solo fragmento de nada que estropeara la extensión de paisaje. iAm a menudo había pensado que el Territorio parecía una bola de nieve, una versión construida de la realidad existente en un encapsulamiento artificial. Esa impresión seguía en pie. Retomando el paso, trotó por el césped marrón. Pronto, el primero de los asentamientos apareció, los alojamientos eran poco más que tiendas de campaña hechas de madera que estaban pintadas de negro y cubiertos con paneles de hojalata de color plata. Al igual que los árboles, los refugios fueron colocados en filas ordenadas, sin luces brillantes en el interior, sin olores de cocina, ninguna charla que se filtre de ellos. Este era el lugar donde los sirvientes del palacio residían, y ellos utilizaban las construcciones endebles solamente como lugares para dormir y fornicar. En caso contrario, se alimentaban, se vestían, y se bañaban en el ala del personal del gran enclave de la reina. Posteriormente, las paredes del palacio aparecieron a cierta distancia, y eran incluso más altas que la primera barrera. Se enfrentó a un mármol blanco y pulido hasta un alto brillo, ellos eran mantenidos escrupulosamente en ambos lados, fregados a mano durante el día por el encargado, en escaleras de treinta metros de altura.

Suponiendo que las cosas todavía se hacían así. Y vamos, aquí nada cambiaba. Cayendo en paralelo a la pared, continuó a lo largo hasta que llegó a una puerta hundida marcada con símbolos. Justo en el primer intento. Comprobando su reloj, esperó. Paseaba arriba y abajo. Preguntándose ¿dónde estaba s'Ex? No había nadie alrededor. Esto era la parte posterior del palacio, lejos de donde vivían los aristócratas y la clase media en la parte frontal del Territorio. Por otra parte, debido al período de luto, se esperaba que todos los ciudadanos estuvieran en el interior, de rodillas, ofreciendo sus respetos al cielo de la noche por la pérdida de la reina. Así que incluso un acercamiento frontal probablemente habría estado bien. El plan era que el verdugo le abriera la puerta y lo ayudara a colarse a través del laberinto de pasillos de la biblioteca. Como iAm estaba vestido con un atuendo de sirviente, no habría ninguna pregunta. s'Ex siempre había tenido carta libre del palacio y el personal, gracias a su posición como henchman primario de la reina. El golpe que vino desde atrás impacto justo a iAm en el cráneo, sonando su campana con tanta fuerza que la mierda pasó al apagón en una fracción de segundo. Ni siquiera fue consciente de caer de bruces al suelo. Y no hubo tiempo para maldecir el hecho de que se había equivocado al confiar en el macho ó de intentar ir por una de sus armas. Demasiado tarde.

*** En la mansión de la hermandad, Selena salió del túnel subterráneo y tuvo que tomarse un respiro para reorientarse a sí misma en el gran vestíbulo. Parecía que habían pasado cien años desde la última vez había estado en la gran sala. ¿Cuándo las cosas habían terminado así? pensó mientras iba alrededor de la base de la ornamentada escalera. Por un lado, no esperaba estar viva y mucho menos móvil o incluso parcialmente móvil y por otra parte se había apresurado en decirle Trez cómo se sentía acerca de él, rasgándose la cabeza así como los hermanos dirían.

—... La primera comida ahora y después los preparativos, vamos a... Con el sonido de la voz de Fritz, el mayordomo comenzó su ascenso. Sus piernas estaban débiles, los músculos se esforzaban por activar las articulaciones que permanecían rígidas y dolorosas. A fin de mantener el equilibrio, tuvo que agarrarse a la barandilla cubierta de oro con una mano y luego, mientras se acercaba a la cima, con las dos manos. Su túnica, que había sido limpiada en algún momento, parecía pesar cien kilos. Una oleada de alivio la golpeó mientras subía al segundo piso sin ser descubierta. No era que no le gustara Fritz o su personal o cualquiera de la hermandad, sólo que no se sentía bien estando tan expuesta. Parte de lo que le había ayudado a lidiar con su enfermedad había sido mantenerla en secreto, así cuando estaba alrededor de otros podía fingir que era igual que ellos, con una larga esperanza de vida y con prioridades que involucraban cosas normales, como el trabajar, dormir y alimentarse. Ahora todo el mundo lo iba a saber. No había privacidad en la mansión y eso estaba bien. La gente era encantadora y se apoyaban mutuamente, era solo que le había costado muchos años poder llegar a un acuerdo con su enfermedad. Los otros iban a ponerse al día con la realidad de su vida y no quería ser compadecida. Al ir al principio del pasillo de las estatuas, se detuvo discretamente en la puerta de la izquierda. La abrió con mano temblorosa, enfrentándose a otra serie de escaleras y tuvo que esperar un momento para reunir fuerzas. Terminó subiéndola más lento que en la escalera principal. También porque no había tanta prisa por correr y esconderse. Las únicas otras personas que utilizaban estas escaleras eran La Primera Familia, que vivía en un espacio triple asegurado y aislado que nadie más que a Fritz se le permitía el acceso y los cuartos de iAm y Trez. La puerta del dormitorio de iAm resultó estar abierta, una lámpara brillaba intensamente en el rincón más alejado iluminando el espacio vacío y ordenado, con sus antigüedades y telas finas. La de Trez estaba cerrada. Selena la golpeó y luego puso la oreja en los paneles. Cuando no hubo respuesta, volvió a llamar. ¿Tal vez no había venido aquí? Sabía que tenía relaciones en el mundo de los humanos, pero le había parecido tan agotado cuando la había dejado en la clínica que parecía lo más razonable. — ¿Sí?

Tragando saliva, ella dijo: —Soy yo. Largo silencio, tanto que se preguntó si habría roto una ventana y se habría desmaterializado de la habitación sólo para evitarla. Pero finalmente su voz llegó de nuevo — ¿Estás bien? — ¿Puedo...? —Espera. Un minuto después, la puerta se abrió y ella tuvo que dar un paso atrás. Era tan grande y estaba tan… desnudo, aunque no era como si mostrara mucho. Se había puesto una bata sobre su piel desnuda y su oscuro pecho se revelaba entre la v de las solapas. Era imposible no imaginar cómo se vería el resto de su cuerpo ahí debajo. — ¿Estás bien? —Repitió. Por alguna razón, ella se sentía frustrada por su preocupación, lo cual era una locura, él estaba siendo amable y solícito, sólo que le hacía sentir como todo lo que esta enfermedad dentro de ella le estaba haciendo. —Yo, ah... —Miró a su alrededor—. ¿Podemos hacer esto en privado? En lugar de responder, él se movió a un lado e indicó el camino con su brazo. Después de que ella pasó por el umbral oyó la cerradura de la puerta haciendo clic en su lugar. —Quiero pedirte disculpas. —Se detuvo en las ventanas y se volvió—. Lo siento, mis emociones son crudas en este momento y mi candor se apartó de mí. Trez cruzó los brazos sobre el pecho y se apoyó en la salida. Su rostro era inescrutable, sus oscuros ojos muertos y sus cejas hacia abajo. Cuando el silencio los envolvió alrededor, ella se aclaró la garganta y cambió su peso hacia atrás y hacia adelante. Lleno el tiempo mirando la cama desordenada, el traje negro colocado a lo largo del chaise longue, los zapatos habían sido expulsados por el armario y la toalla colgaba de la parte superior de la puerta abierta en el baño de mármol. —Así que... —Se aclaró la garganta—. Eso es lo que vine a decir. Queridísima Virgen Escriba, ¿estaba

la cosa así entre ellos? — ¿Hasta cuándo? —Preguntó con brusquedad. — ¿perdón? — ¿Cuánto tiempo tienes? Hasta que la próxima... sea lo que sea. ¿Cuándo fue la última?—Dos semanas o en realidad trece días, hace un mes, tal vez más tiempo. Sus hombros se relajaron. —Quería preguntarte antes. —Soltó esta vez tranquilo. —Trez, realmente lo siento… —No hay nada de qué disculparse, estás dónde estás, no estoy ofendido y no voy a tratar de cambiar de opinión acerca de cómo te sientes. —Pareces ofendido. —No lo estoy. —Trez… — ¿Cómo estás? —Bien —espetó y entonces su temperamento se tambaleo—. Lo siento, es que... es como que si me estuvieras dejando por fuera. —No lo hago. —No me hablas. — ¿Entonces por qué mis labios están moviéndose? — ¿Cómo está pasando esto de nuevo? —Murmuró mientras imitaba su postura, cruzando los brazos sobre el pecho—. Sólo quiero que las cosas sean... normales entre nosotros. —Lo son. — ¡Y una mierda! estás de ahí pie como una estatua, ese es mi trabajo ¿de acuerdo? Yo soy la que se supone debe congelarse, por qué no puedes ser sincero y decirme que piensas o que soy una puta, o…

— ¿Quieres que sea honesto? — ¡Sí! Maldita sea —Dios, estaba sonando cada vez menos como una elegida. Maldiciendo y utilizando palabrotas. Aunque también se sentía menos como una elegida. — ¿Hola? ¿Vas a decir algo? — ¿Seguro? —Por el amor... Mira, ¿Quieres que me vaya? —No, te quiero tumbada, en mi cama, con las piernas separadas y mi boca sobre ti. Selena dejó de hablar, respirar y pensar. Él arqueó una ceja. — ¿Eso fue lo suficientemente honesto para ti? ¿O quieres que empiece de nuevo a fingir que no estoy pensando en sexo contigo en este momento? Bien, ahora era el momento en el que ella se quedaba tranquila y se rió con dureza. —No era lo que tenías en mente, ¿eh? No te culpo —giró la manilla de la puerta y la abrió, repitiendo su gesto de "después"—. Si quieres seguir hablando, sugiero que dejes que me vista ahora y me encuentre contigo en territorio neutral. Selena miró sus caderas. Había visto su cuerpo completamente sólo una vez, cuando tomo su virginidad y era muy consciente de que él era perfecto. ¿Era tan difícil ahora? — ¿Selena? —Un destello de molestia apretó su cara—. Déjame que te encuentre en la planta baja, en la cocina. Sin ser consciente, ella atrajo sus manos doloridas al cierre de su bata y sus ojos siguieron el movimiento al instante. — ¿Qué estás haciendo? —Exigió. Ella libero el nudo y dejó que la seda cayera suelta a lo largo. Con cada respiración que daba, la bata se abría un poco más, hasta que un camino de carne que iba desde la garganta hasta su sexo fue expuesto. La mirada de Trez, una mirada oscura, descendía hacia abajo y a la vez el olor de él surgió llenando la habitación con un aroma a especias oscuras. Selena deslizo la bata de sus hombros, dejando a la deriva la tela suave hasta el suelo.

—Cierra la puerta, me gustaría un poco de intimidad.

CAPÍTULO 21

El pene de Trez tenía su propio latido y eso era antes de que Selena estuviera frente a él. ¿Después de eso? La maldita cosa parecía tener pensamientos propios. Mía. Cuando escucho la puerta cerrarse, no supo si sus manos la habían cerrado, o si solo la había puesto en su lugar por voluntad. ― ¿Estás segura de esto? ―Gruñó, al dar un paso hacia ella―. Porque no voy a ser capaz de parar. ―Si ―Sus ojos no subieron para encontrar los suyos, se quedaron trabados en su cadera―. Oh si, déjame verte ―Mientras él se paraba frente a ella dijo: ― ¿Qué pasa con todas las humanas con las que he estado? ― ¿Vas a traerlas a la conversación ahora? ―Las manos de ella fueron al nudo de su bata―. ¿Enserio? Él le impidió seguir desnudándolo. ―Nada ha cambiado acerca de mí. ―Ese es tu problema, no el mío. ―En mi tradición… ―Que no es la mía ―…Estoy contaminado. ― ¿Por qué sigues hablando? Con eso, ella se liberó y lo destapó, aflojando el lazo, tirando de los pliegues del tejido negro de su cuerpo. Su pene estaba totalmente erecto, sobresaliendo entre ellos. Y eso fue lo siguiente en lo que ella puso las manos. Trez gruño y dejo caer la cabeza hacia atrás. ―Estás caliente ―dijo ella mientras se inclinaba y besaba la piel sobre su corazón―. Y duro.

―Selena, hablo enserio ―trato de detenerla antes de que lo acariciara―. Quiero honrarte. ―Estás perdiendo el tiempo. Con eso ella estaba de rodillas y se hizo cargo. Como era una hembra alta, su boca estaba a la altura perfecta, y Dios los salvara ambos, se aprovechó, extendió la pequeña lengua rosada para lamer la cabeza. El roce aterciopelado lo dejo temblando por todas partes y antes de que siguiera el mismo camino que la bata que estaba en el suelo, extendió las manos buscando cualquier cosa que pudiera alcanzar Podría haber sido la mesa, el capo de un coche, el trineo de Santa, o un refrigerador. Húmedo y caliente, ella lo tomo todo, la succión y los lametazos lo hicieron dejar el mundo a un lado, llevándolo al borde del abismo instantáneamente. Apretando los dientes dijo: ―Me voy a correr ¡Oh mierda! Voy a co… Aún tenía algunos pensamientos y no quería irrespetarla corriéndose sobre ella. Selena se echó atrás, abrió su boca y uso su maravillosa lengua. Mirándolo comenzó a bombear con fuerza al tiempo que lamia la punta. Trez duro quizás un segundo y medio. Cuando se liberó ella lo tomo todo succionando y tragando para luego hacerse atrás y dejar que cubriera su boca y mejillas. Dios lo ayudara, continuó corriéndose, una inmensa oleada de placer recorriéndolo mientras la marcaba, su esencia con un objetivo primordial. Defender. Proteger. Amar. Todo esto en un lugar sagrado. Mía. Cuando finalmente se calmó, ella se sentó en sus talones y con una serie de movimientos bmátamelentamente lamió sus labios. Subió sus dedos y capturó el resbaladizo camino en su mentón y los chupó hasta dejarlos limpios. Bajo la mirada hacia sus perfectos pechos. Sopesándolos, ella sonrió hacia lo que había goteado abajo, haciendo que sus senos y sus apretados pezones brillaran. ―Me ensuciaste. ― ¿Dónde aprendiste hacer eso? ―Se ahogó. Al menos eso había querido decir pero las silabas salieron en un revoltijo desordenado. ― ¿Qué fue eso? ―Ella suspiro antes de subir uno de sus pechos y limpiarse a sí misma con la lengua.

El sonido que salió de la boca de Trez fue algo que de no haber sido ella se habría asustado. Selena no lo hizo y solo rio roncamente. ― ¿Hay algo más que quieras marcar? Libertad. Mientras Selena se sentaba en sus talones frente a Trez, con su sabor en la boca y su esencia sobre la piel, sintió la libertad sexual que le habían quitado. La liberación parecía estar en total desacuerdo con la sentencia de muerte bajo la que había estado viviendo, pero aun así la falta de tiempo la liberaba de cualquier tipo de incomodidad o cohibición. Ella volaba sobre el contraste de las limitaciones que siempre la habían clavado al suelo. Su entrenamiento como Ehros la dejaba volar en las corrientes del sexo, que fluían como gruesas cuerdas tangibles entre sus cuerpos. No había tenido idea por cuánto y con cuánta frustración había estado perdiendo el tiempo, era urgente en su necesidad personal, abrazar los deseos que había tenido y actuar sobre ellos. Todo eso lo tenía Trez. Como si hubiera sentido lo mismo se agachó y la recogió del suelo, sus articulaciones protestaron por el cambio de posición, pero no eran nada comparado con la lujuria que sentía por él. Lo necesitaba dentro de ella. En su cuerpo. Trez la llevo a la cama y la puso sobre su estómago, manos grandes y tibias acariciándola desde los muslos hasta los omóplatos antes de ponerla de rodillas y separarle los tobillos. Ella quería verlo, agacho la cabeza y lo vio acercarse por el espacio entre sus senos, su sexo bamboleándose mientras él se acomodaba en posición para… No fue su erección lo que froto contra ella. Sus manos fueron a su cadera y los pulgares se clavaron en su carne hasta que su sexo lloro por él. Uso su boca, sus labios buscándola uniendo húmedo con húmedo, chupando, devorando. Controlándola totalmente, su lengua la penetro llevándola hacia el orgasmo, cada lametazo empujándola sobre su rostro. Cuando finalmente termino, se puso sobre ella, con sus muslos a los lados de las piernas, se agacho y susurro en su oído. ―Voy a follarte ahora. ―Oh, Dios por fa…

Selena gritó con fuerza cuando entro en ella, estirándola casi hasta el punto de romperla. El dolor fue el aperitivo perfecto y luego empezó a bombear. No había nada suave, su cuerpo como un pistón impulsándola hasta hacerle ver las estrellas, hasta que perdió la fuerza de los brazos y dejo caer la parte superior de su cuerpo contra la cama. Colapso sobre las sabanas que olían a él, luchaba por respirar, amaba la sofocación con cada envestida que ponía su cara contra las almohadas. ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! La cabecera estaba recibiendo el mismo trato rudo que ella, golpeando contra la pared, el sonido reverberando a través de la habitación junto con el gruñido animal que salía de él. Girando su cabeza sobre su hombro, trato de verlo. Trez era magnifico, su pecho y hombros enormes, sus abdominales flexionándose cada vez que entraba en ella. Mientras él se corría, su cabeza cayó hacia atrás como la primera vez que se había derramado en ella. Él aulló, sus colmillos destellaron mortalmente, los tendones de su cuello marcándose mientras se trababa en ella y bombeada, bombeaba una y otra vez… La llenó y ella lo ordeño hasta que puedo sentir como la humedad resbalaba por el interior de sus muslos. No hizo ningún esfuerzo cuando cayó a un lado como si todo gramo de su fuerza lo hubiera abandonado. El cabecero soltó un último ¡bam! Mientras caía y rebotaba, sus manos, brazos, torso y piernas, caían laxos por el gran esfuerzo. Su boca se movió, sus ojos oscuros encontraron los de ella y se quedaron así. No tenía ni idea de lo que estaba diciendo, tampoco le importaba. Aún tenía el culo al aire, y su sexo palpitaba por el uso extremo, su cuerpo tan saciado como el de él cansado. Una corriente de aire viajó desde la ventilación rozando y enfriando todo lo que estaba expuesto. Ese había sido el sexo de su vida. Duro y crudo, de la forma en que la habían preparado, y en la que debía y pudo ser. Antes de que Selena se permitiera a si misma caer de lado en la cama, sonrió tan amplio que sus mejillas dolieron. Había sido, por primera vez en su vida, no solamente bien follada, sino marcada por el macho que amaba. Incluso con el futuro que debía enfrentar no era difícil sentirse bendecida.

CAPÍTULO 22

iAm recuperó la conciencia pero mantuvo los ojos cerrados. Lo que lo despertó fue el dolor punzante en la parte posterior de la cabeza, eso y el suelo helado donde yacía su cuerpo desnudo. Por un momento considero hacerse el muerto y tratar de descubrir dónde estaba a través de su audición, olfato e instinto pero no había razón para hacerlo. Sabía exactamente donde lo habían puesto. Doble maldito jodido bastardo. Abriendo sus parpados vio un montón de nada. Pero, estaba sobre su estómago, con una mano atrapada bajo su torso como si hubiera sido arrojado dentr… Una puerta se abrió en la esquina detrás de él, no lo supo por el chirrido de ninguna bisagra, sino por la repentina aparición de voces y sonidos de pasos en la celda. ― ¿Por qué debería revisar su marca? ―Preguntó un macho. No era s’Ex. ―Es el procedimiento. Si, nada había cambiado. iAm cerró con más fuerza sus parpados y se quedó perfectamente quieto, excepto por el suave movimiento de su pecho al respirar superficialmente mientras los pasos se acercaban más. Hubo un jadeo. Luego dedos palparon la parte baja de su espalda, como si estuvieran apretando la piel donde él había sido marcado, como todos los machos, cuando cumplían seis años de edad. ―Esto no puede estar bien. Los pasos se alejaron con urgencia y asumió que el panel se cerró de nuevo. Moviendo la cabeza, su visión borrosa se enfocó poco a poco. No había nadie más en la celda de veinte por veinte, las paredes blancas eran tan brillantes que podía ver su reflejo oscuro en los paneles de mármol. Su cuello dolía tanto que tuvo que volver a bajar la cabeza, su mejilla quedó en el lugar exacto donde había estado antes, el calor de su cuerpo había calentado la baldosa mientras había estado inconsciente. Su brazo estaba matándolo, la extremidad dolía y estaba adormecida al mismo tiempo, pero no

tenía energía para moverla y sacarla de debajo de la parte superior de su cuerpo y liberarla del peso. Estando así, solo respirando y existiendo, no tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado fuera de sí, lo que iban a hacer con él, o si iba a salir de la “brillante” idea que tuvo con vida. De la nada una imagen de él dejando Sal’s la noche anterior vino a su cabeza, había salido del restaurante que amaba y hablado con los meseros de paso. Se encontró deseando poder volver el tiempo atrás, sus recuerdos de cómo la noche había sido algo fría y lo había aclarado un poco, la forma en que el humo del cigarrillo de uno de sus meseros hacia volutas en el aire era tan clara, que por un momento le pareció imposible no poder regresar a ese momento exacto en el tiempo, pararse con los zapatos que había estado usando y acomodar el traje que usaba antes de respirar y desmaterializarse. Pero claro, el tiempo no funcionaba de esa forma, y los recuerdos eran más parecidos a un show televisivo, una película de la que eras testigo pero no podías interactuar con ella, cambiar el curso o apagarla. Su desesperación por Trez, la gran motivación de su vida, lo había traído al corazón del enemigo que compartían. Y había una gran posibilidad de que ésta mierda absorbiera lo mejor de él. Con un gruñido se movió hacia un lado y parpadeo varias veces, sus armas y la túnica que estaba vistiendo, hacía tiempo se habían ido y no había nada más en la celda. La puerta se abrió, el panel se deslizo sin hacer ningún sonido en la pared, lo que entró estaba envuelto de la cabeza a los pies en tela negra, incluso llevaba guantes. Se preguntó si sería el Grim Reaper, quizá había muerto y estaba soñando. Registró un aroma sutil. No a través de la nariz, sino a través del cuerpo, como en ramalazo de electricidad. La puerta se cerró detrás de la figura envuelta. Mientras el hombre se acercaba iAm hizo lo mejor que pudo para asumir una posición de defensa. No llego muy lejos con eso. Una mano se acercó y lo hizo rodar de nuevo sobre su estómago, luego sintió como lo tocaban en la parte baja de la espalda. ―Voy a matarte ─murmuro iAm―. Herirte…

¿Cómo? No tenía ni idea, pero se iba a ir peleando, de eso estaba malditamente seguro. La figura dio un paso atrás, ladeo la cabeza como si estuviera considerando el método que usaría para matarlo. En la s’Hisbe la mayoría de prisioneros eran torturados primero. Ablandados, pensó iAm. Luego, eran enterrados o eran comidos por s’Ex y sus guardias dependiendo de la ofensa. Lo último era una orgullosa tradición. Además, solucionaba todo el asunto de que-hacer-con-el- maldito-cuerpo. iAm cerró los puños y se preparó para lo que fuera que viniera por él. Excepto que la figura solo lo miro por un largo tiempo y luego se dio la vuelta y salió. Ah, claro. Ya habían verificado quién era y no había razón para matarlo antes de tener a Trez aquí. Eso sería un desperdicio de energía. Mierda. Relajando los músculos trato de ponerse a sí mismo en ese estado mental que le permitiría a su cuerpo curarse de manera natural, y tratar de hacer algo rápidamente con la contusión que tenía. Iba a tener que ser capaz de respaldar sus palabras con más que un cuerpo inerte y extremidades de plomo. Maldita sea, nunca debió haber confiado en s’Ex.

*** En Cadwell, Paradise estaba sentada en su cama, las piernas cruzadas bajo ella y los ojos mirando a través de las ventanas cerradas, clavados en el cielo nocturno. ― ¿Así que vas a hacerlo? ―Dijo a través del teléfono. Peyton rio ―Demonios claro que sí, ¿Me estás tomando el pelo?, me muero por salir de aquí, desde las redadas he estado encerrado, y el hecho de que mis padres me hayan dejado salir para ese programa de entrenamiento es un milagro. Ella se enfocó en las cerraduras de su habitación, estaban cerradas sin lugar a dudas. ― ¿Me pregunto si mi padre me dejaría? ―murmuró.

Hubo una pausa y luego una risa, ― ¡Oh, Dios mío! Paradise. No Uh-Uh. De ninguna manera. ―Si, tienes razón. Él es realmente protector… ―Ese programa no es un lugar para hembras. Ella frunció el ceño ―La carta de la hermandad decía que éramos bienvenidas a intentarlo. ―Okey, número uno, “Intentar" no es lo mismo que ser “aceptado” ¿Alguna vez has hecho una flexión? ―Bueno, estoy segura que podría si… ―Número dos, no eres una hembra promedio, o sea, ¡hola! Eres un miembro de una de las familias fundadoras. Tu padre es el primer consejero del rey, debes ser preservada para procrear. La boca de Paradise calló abierta, ― ¡No puedo creer que hayas dicho eso¡ ― ¿Qué? Es la verdad. No pretendas que las reglas se aplican igual a hembras como tú. Si cualquier civil quiere intentarlo, bien, esa pérdida no significa nada para la raza, pero Parry, no quedan muchas como tú. ¿Machos como yo? Solo quieren emparejarse con hembras como tú, ¿Pero quedan cuántas, cuatro o cinco? ―Esa es la razón más absurda que he escuchado nunca. Me tengo que ir. ― ¡Vamos, no seas así! ―Jodete, soy más que un par de ovarios a los que puedes ponerles un anillo. Colgó y pensó en tirar el teléfono a través del cuarto, cuando no pudo seguir adelante con el impulso pensó que todos los modales que habían sido forzados en ella probaban que Peyton tenía razón. Ella era una flor de interior, buena para nada más que fiestas de té y jóvenes. Cuando su teléfono empezó a sonar de nuevo lo tiró sobre su edredón y se acomodó en el piso poniendo sus manos firmemente sobre la alfombra de tejido de punto. Empujando sus piernas se balanceó en las puntas de sus pies. ― Correcto ―dijo apretando los dientes―, arriba y abajo un centenar de veces. Se puso derecha con el primer intento, sus brazos dispuestos a colaborar, su nariz llego a la altura de la representación de un jarrón de flores, estaba en modo bestia, lista para intentarlo y llegar hasta arriba.

Arriba… estaba bien. Abajo hasta la alfombra y arriba de nuevo. Más o menos ésta vez, los músculos de sus brazos empezaron a temblar, sus codos y hombros dolían. Lo hizo tres, o como dos y medio antes de que su cuerpo colapsara en el sue… ― ¿Qué estás haciendo? Con un grito Paradise se volvió sobre sí misma, su padre estaba en la puerta sacando la llave que usaba para abrir las cosas, sus cejas estaban tan arriba en su frente que tocaban la línea de su cabello. ―Flexiones ―Dijo mientras jadeaba. ― ¿Por…Para qué? Pregúntale, pensó. Solo dile que quieres ser parte del programa de entrenamiento de la hermandad, su teléfono comenzó a sonar de nuevo. ― ¿No vas a contestar? ―preguntó su padre. ―No padre, tengo que… ―Ha surgido algo querida ―Él se volvió y cerró la puerta―. Y tengo que ser franco contigo. Paradise alzo sus piernas y las rodeo con sus brazos. ― ¿He hecho algo mal? ―No claro que no ─negó con la cabeza mientras la miraba―. Eres la mejor hija que cualquier macho pudiera querer. Mientras su teléfono dejaba de sonar se preguntó cuántos de los puntos de vista de Peyton su padre compartía, y cuantas veces Peyton iba a intentar llamarla de nuevo. ―Necesito que empaques algunas cosas ―Le dijo. Paradise retrocedió. ― ¿Por qué? ―Voy a pedirte que dejes la casa por un par de semanas. Un sudor frio la recorrió por completo. ― ¿Qué hice? ― ¡Oh! Cariño ―Le dijo mientras se arrodillaba―. Nada. Solo pensé que disfrutarías de tener un trabajo.

Ahora ella era la que tenía las cejas alzadas ― ¿De verdad? Había abordado el tema una noche que las lecciones de piano y hacer un complicado tejido de varias agujas la había hecho casi perder la cabeza. Pero él se había negado cuidadosamente por el interés en su seguridad claro. Un punto que ella respetaba pero que también la frustraba. Era difícil argumentar que el mundo no era un lugar peligroso para los vampiros. ― ¿Qué ha cambiado? ―Luego pensó en su relación distante―. Espera ¿Ese macho continuara quedándose aquí? ―No tiene nada que ve con él, más bien mi trabajo como primer consejero se ha vuelto más complicado y necesito a alguien en que pueda confiar para que me ayude con el rey. No pude pensar en nadie más apropiada que tú. ― ¿En serio? ―Ella entrecerró los ojos―. ¿No hay otra razón? ―De verdad, lo prometo. ―Él sonrió―. ¿Entonces, qué dices? ¿Te gustaría trabajar conmigo? Con una estocada repentina de felicidad envolvió a su padre en un abrazo, ― ¡Oh! gracias, ¡Estoy tan emocionada! Él se rio ―Está bien, pero tendrás que mudarte a la mansión del rey, no te preocupes no estarás sola, puedes llevar tu Doggen personal, la hermandad tiene el edificio completamente asegurado… Paradise se paró y corrió hacia su armario, abriendo las puertas de golpe comenzó a sacar cosas y meterlas en su equipaje Louis Vuitton. ―Estaré lista en media hora. Quince minutos ―Tiró de los cajones sacando ropa interior, sujetadores, camisas sin mangas―. ¡Oh! Llevare a Vuchie. Ella estará tan emocionada Vagamente escucho la risa de su padre ―Como quieras mi señora, como quieras.

CAPÍTULO 23

Rhage se materializó sobre el césped de la antigua mansión de Darius y caminó hasta la entrada principal. Al segundo en el que entró en la casa, escuchó una serie de jadeos, y miró hacia la izquierda. En la sala, había un número de civiles que se apiñaban en un incómodo grupo que permanecía de pie, como si no se sintieran a gusto sentándose en el mobiliario lujoso de seda; y sus ojos se abrieron ampliamente al verlo. Sí, su reputación aún lo precedía. Caray, eres una puta durante un par de siglos, y la gente simplemente no puede dejar pasar esa mierda después de que uno conseguía emparejarse adecuadamente. Era un PITA, y en una noche normal, podría haber ido y presentarse así mismo solo para hacer aparecer a Mary en la conversación. Esa noche, sin embargo, se dirigió a las puertas cerradas de lo que una vez había sido el comedor. Llamó un par de veces y dijo: —Soy yo. Tohr abrió las puertas con un: — ¿Qué hay? —Y Rhage pasó a la cavernosa y mayoritariamente vacía sala: Todo lo que había allí era un montón de sillones, un escritorio con una silla de oficina, y algunos asientos auxiliares en caso de que una audiencia tuviera un montón de culos de invitados a los que acomodar. —No hay explosivos, —estaba diciendo Wrath desde uno de los sillones—. Ni trampas. V estaba en el proceso de encender un cigarrillo hecho a mano y cuando exhaló, el aroma de tabaco turco se dispersó. —Hollywood y yo peinamos el lugar con un peine de púas finas. Claramente habían estado allí. Habiéndose ido tan lejos como podamos decir. Pero no se han molestado en jodernos. Con la mano que usaba la daga, Wrath acariciaba la cabeza cuadrada y rubia del golden retrevier, que era su lazarillo, George, siempre adorando a su dueño, tenía el rostro girado hacia el rey, su garganta expuesta libremente. —Así que Throe no mentía. —No sobre eso, al menos, —murmuró V. —Interesante

Rhage miró a su alrededor, el rostro de sus hermanos. Z y Phury permanecían juntos como siempre hacían. Qhuinn estaba cerca de Z, y luego Blay y John Matthew, incluso aunque los hombres no eran miembros, estaban a su lado. Butch estaba del lado opuesto al rey, con los antebrazos colocados en la parte superior de un sillón y apoyando su peso en él; V estaba detrás de él. Tohr permanecía junto a la puerta. —Por lo tanto, ¿ahora qué? —preguntó Rhage. —Esperaremos. —Wrath se inclinó más y acarició el cuello del perro—. Si tiene mierda que revolver, tendrá que manejarla por sí mismo. La aristocracia tendrá que ser vigilada, necesitamos una fuente interna allí. ¿Alguna idea? En ese momento, hubo otra llamada a la puerta. Tohr puso su oído en los paneles y entonces entreabrió la puerta. —Pedid y se os dará. Abalone se asomó. — ¿Mi señor? Siento interrumpir, pero, por favor, ¿puedo presentarte a mi hija de sangre antes de que empecemos con las audiencias de esta noche? Wrath le hizo un gesto de adelante con la mano libre. —Sí. Tráela. Abalone se escabulló y hubo una conversación en voz baja. Luego reapareció, escoltando a un retoño de mujer. Con el pelo rubio, complexión delgada, y largas piernas, era el espectro de una Princesa Ártica del sexo más bello. Bonita. Muy bonita. Quizá incluso hermosa, aunque no le llegaría a la suela de los zapatos a su Mary. Abalone se acercó con la chica, una mano en su codo, su orgullo paternal le inflaba el pecho. —Mi estimado gobernante, el más grande rey de todos... —Sí, sí, basta de eso, —lo cortó Wrath—. Paradise, entiendo que te estás trasladando a la casa de mi shellan y de su hermano. Bienvenida. Cuando el diamante negro le fue ofrecido, Paradise se dobló por la cintura, las manos le temblaban tanto que parecían titilar bajo la luz de un candelabro. —Mi señor —murmuró antes de besar la piedra. Liberando su mano, se enderezó y miró hacia el suelo, sus hombros curvándose en su pecho, sus pies

plantados juntos. — ¿Quieres conocer a mi perro? —preguntó el rey. George, siempre listo para un buen masaje en la cabeza, golpeó con su cola el suelo, el sonido era como si alguien estuviera golpeando con una cuerda la dura madera. —Acarícialo —dijo Wrath—. Te lo permito. La chica miró a su alrededor, a los hermanos, sus ojos pegados al nivel de las shitkickers. Y ese fue el momento en el que Rhage sintió lastima por ella. Un montón de aristócratas enclaustraban a sus hembras de mala manera, apenas estaban con hombres si es que no estaban relacionados, así que sin duda era la primera vez que había estado en la misma habitación con tanta testosterona. —Adelante, George. Ve a saludar. A la señal de Wrath, el perro se acercó y depositó su esponjoso trasero justo delante de ella, sus orejas tiesas y la cola meneándose hacia delante y atrás. — ¿Es... un chico? —preguntó suavemente mientras se sentaba en el suelo y pasaba la mano por todo el pelaje. —Síp. —Wrath alzó la vista—. De acuerdo, idiotas, preséntense, ¿ok? Y mantengan la compostura. Les dio pie aclarándose la garganta. Al menos hasta que Phury se adelantó e hizo las presentaciones. Probablemente lo mejor... era lo más cercano que tenían a un caballero. —Encantado de que estés aquí, —dijo el primale—. Soy Phury, por cierto, adoramos a tu padre. Es un buen hombre. Yyyyy ahora Abalone estaba levitando, saliendo de sus mocasines Bally. Ella alzó la vista hasta esos ojos ambarinos y le ofreció una tímida sonrisa. —Hola. —El de aquí es mi gemelo. —Señaló a Z, y Zsadist, siempre consciente de cómo se veía con esa cicatriz cruzado su rostro, permaneció alejado, retirando la mano cuando Paradise retrocedió—. Zsadist está emparejado y tiene una hija llamada Nalla. Es preciosa, mira su foto. En cuanto Phury mostró su móvil, la chica miró la imagen. Desvió la mirada a Z. Volviendo a mirar la instantánea.

—Mi pequeñina, —dijo Z en tono profundo—. Tiene dos años, y se parece a su mahmen. Instantáneamente, la chica se relajó. Entonces Phury le presentó a Vishous, el cual solo asintió con la cabeza; y a Buch, que la saludó en la forma bostoniana:

— ¡Hola, cómo estás! —

John Matthew, Blay y Qhuinn fueron los siguientes; y entonces Phury le señaló a Rhage. —Y el Brat Pitt de allí es Hollywood. Él sonrió. —Encantado de tenerte aquí. Paradise se quedó mirándolo fijamente, sus ojos agrandándose, pero no porque estuviese asustada. Lejos de eso. —Sí, es muy hermoso, —dijo alguien—. Hasta que llegas a conocerlo. —Aww, venga ya, —replicó Rhage—. Sin rencores. Comenzaron a charlar, con Wrath preguntándole a Paradise algunas cuestiones para conseguir que hablase de sí misma. Cuando la muchacha se centró de nuevo en el rey, Rhage pensó en el pasado, antes de conocer a su Mary. Sin duda habría hecho un movimiento con esa inocente, y podría haber tenido éxito. Había tenido el cero por ciento de fallos cuando había controlado a su bestia follando a todo y cada cosa que se hubiera movido. Lo cual había sido bu eno para él. No era así de bueno para las mujeres que habían querido guardar su virtud. Y no tenía ninguna duda de que Paradise era una de esas. Así que, sí, estaba encantado de haberla conocido ahora, cuando no había en absoluto alguna oportunidad de estar con ella. Se había vinculado con su Virgen, justo como Vishous había predicho, y había salvado su vida. Por alguna razón, un enfermizo sentimiento recayó sobre él. Metiendo la mano en su bolsillo, sacó su móvil. Comprobando sus mensajes. Trez, el pobre bastardo, todavía no se había puesto en contacto con él. Parecía estúpido molestar al hombre de nuevo, dado todo lo que estaba en su plato, pero era difícil no hacerlo una vez más. Rhage desearía haber hecho más para ayudar al hombre y a su elegida. Realmente lo hacía.

*** No había ninguna clase de señal de giro.

Mientras Layla conducía de regreso al mansión de la hermandad, tenía su brazo herido apoyado en la consola central entre los asientos, una chaqueta de repuesto arrugada para incrementar su altura y para darle algo más de amortiguación. El dolor era impresionante, lo que decía que era una cosa muy mala, eso estaba impreso en sus entrañas. Así que no, no había señalización a izquierda o derecha. Al menos no había nadie más fuera en las carreteras campestres tan tarde por la noche. Pasaron horas, quizás años, antes de que hiciera el giro hacia las instalaciones en la montaña, y el mhis era una pesadilla. La distorsión de V del paisaje, una medida de seguridad para mantenerlos a salvo, significaba que todo estaba borroso, como si la niebla se hubiera tragado el bosque. El agotamiento por la batalla contra el impulso de vomitar, combinado con el hecho de que su visión comenzaba a fallar, significaba que se sentía completamente perdida, y sus instintos de inclinarse y acercase al parabrisas... no era que ayudasen. Todo lo que hizo simplemente fue joder su brazo incluso más. Cuando las brillantes luces de la mansión finalmente aparecieron a la vista, rezó, rezó para que los hermanos estuvieran todos fuera luchando y que pudiera ir a su habitación sin que nadie la viera. Girando alrededor de la fuente solo preparada para el invierno, aparcó cerca de GTO púrpura de Rhage y del nuevo juguete de Buch, un Mercedes negro que parecía una caja de pan. Tenía que estirarse alrededor del manillar y empujar la palanca de cambios para poner la marcha para aparcar, y descubrió que se tenía que estirar aún más para poder pulsar el botón de apagado/encendido del Sedán. Luego trató de respirar lentamente por la boca mientras se recuperaba del esfuerzo. Mirando por el espejo retrovisor, capturó la visión de la entrada de la mansión, no tenía ni idea de cómo iba a conseguir llegar allí. Mucho menos llegar a su habitación. No había otra elección. Tanto si lo hacía por si misma o tenía que pedirle a alguien que mintiese por ella: No podía ocultar la herida, no con lo fresca que era. Y no podía dejar que Qhuinn descubriese lo que había ocurrido. O, incluso peor, lo que realmente estaba haciendo cuando había caído. Maldición, esta situación era el castigo por su doble vida, sus dos opuestas realidades golpeándose mutuamente, azotando su insensatez, exponiéndola. Potencialmente.

Era la hora de entrar. Layla consiguió una nueva sesión de dolor cuando abrió la puerta e intentó enderezarse desde el asiento de cuero, su brazo provocándole un grito cuando el hueso roto colisionó consigo mismo. Respiraciones para recuperarse. Un número de ellas. ¿La mansión siempre había estado tan lejos del área de aparcamiento? Caminando alrededor de la fuente, no era tanto el caso de poner un pie delante de otro, sino arrastrar los pies sobre los adoquines e intentar no desmayarse. Cuando llegó a las escaleras de piedra que conducían a las puertas del tamaño de las de una catedral, quería llorar. En su lugar, las atravesó una a una. Abriendo la puerta del vestíbulo, se percató de que había cometido dos errores: había dejado la puerta de coche abierta y de hecho, iba a tener que interactuar con alguien; no iba a conseguir entrar en la casa de esta manera sin poner su rostro en una cámara de seguridad y esperar por una respuesta. Mirando hacia atrás, al Mercedes, no tenía la energía de regresar allí y cerrar la puerta. E intentar conseguir llegar a la entrada de servicio por el garaje era... Ahí era donde las cosas finalizaban. Mientras su mente elaboraba sus limitadas opciones, su cuerpo sacó su propio enchufe de la toma de consciencia: luces fuera y la gravedad hizo su trabajo en ella, la escalinata se apresuró a saludarla con un duro, durísimo abrazo. Que ella no sintió.

CAPÍTULO 24

Eran las cuatro de la mañana cuando Assail condujo su Range Rover a prueba de balas hasta la orilla del río Hudson. El carril en el que estaba era casi tan ancho como un lápiz y tan suave como una carrera de obstáculos. Junto a él, Ehric se quedó en silencio, el calibre cuarenta del macho apoyado en su muslo, con un dedo nervioso en el gatillo listos para producir un tiroteo en un abrir y cerrar de ojos. Un rápido vistazo por el retrovisor le mostró que el gemelo de Ehric, Evale, estaba igualmente en estado de alerta y preparado para cualquier cosa. Ellos habían estado trabajando en la importación ¿por cuánto tiempo? ¿Nueve meses? ¿Más Tiempo? No podría recordarlo pero sólo un tonto bajaría la guardia. Unos veinte metros más arriba del "camino" llegarían al claro que había sobre la orilla. El procedimiento era el mismo todo el tiempo. Pararía el SUV en la línea de árboles y lo giraría de modo que si algo malo sucedía, podría salir rápido, ya sea con su dinero o con las drogas. Entonces esperaría con sus hombres, por lo general alrededor de diez minutos, antes de escuchar el sonido del barco deslizándose hasta estar a la vista. Sus primos llevaban chalecos antibalas, él no. Ellos estaban sobrios, él. No era una sorpresa, nunca se molestaba en llevar cualquier protección en el pecho y ¿en cuanto a lo segundo? En este punto, tendría que estar sin drogas durante varios días para conseguir sacar la cocaína por completo de su sistema. Mientras conducía, su mente fue a la deriva, la imagen de otra clase de costa, un tipo diferente de masa, presentándose y negándose a salir. Vio una playa, el océano, palmeras, todo ello brillando a la luz de la luna. Vio una solitaria mujer caminando a lo largo de la orilla del mar, sus brazos cruzados sobre su pecho, su la cabeza hacia abajo y con aura de una superviviente que tenía recuerdos… — ¡Cuidado! —ladro Ehric. Assail se sacudió de nuevo enfocándose justo antes de que el Range Rover se estrellara contra un roble. Afortunadamente, el viaje no duraba más de unos minutos y se las arregló para desviarse, aplastando la maleza seca hasta que la prodigiosa rejilla frontal de la SUV se salió hacia fuera. No hubo faros rotos, ya que la completa falta de luces de marcha dentro y fuera había sido otra de las modificaciones que había ordenado con el paquete de luces del coche.

El motor se quedó en silencio, sus dos pasajeros bajaron y antes de que él se uniera a ellos, palmeó el vial que había en el interior del bolsillo de su abrigo de lana y se giró rápido. Alzándolo arriba, aspirando dos veces y otras dos por el otro orificio nasal. Después de una sacudida rápida para asegurarse de que todo se quedaba donde tenía que estar, salió del cálido interior del coche, regreso el alijo a su lugar seguro y se puso el abrigo alrededor de su cuerpo. El aire de la noche era muy frío, y las hojas caídas crujían bajo sus botas mientras se unía a sus primos. No hubo ninguna conversación pero, sin embargo, su desaprobación hacia su consumo era evidente en la tensión de su mandíbula inferior. Tampoco era que le importara, ya fuera que desperdiciaran aliento con las palabras o simplemente lo fulminaran con la mirada como ahora, no tenía intención de cambiar su costumbre. El sonido de un barco de un solo motor que iba a velocidad lenta llegó a sus oídos tan bajo que, al principio, no se podía distinguir de los ruidos ambientales del bosque y el río, pero muy pronto llegó el bote alrededor de la curva de la orilla, deslizándose y moviéndose por el agua. Había dos individuos sentados en el casco abierto, ambos vestidos como pescadores sin hacer nada con sus gorras de camuflaje, sólo las máscaras negras que llevaban hacían alusión a algo nefasto. Así mismo colocaron cañas de pescar por ambos lados y redes de arrastre invisibles en la corriente que se extendía por detrás de la popa para promover la apariencia de actividad inofensiva El capitán puso un humilde nudo en proa primero alternándolo con una bajada de motor por lo que desembarcaron como un beso y no de golpe. Los primos se acercaron a Assail quedándose detrás, con sus calibre cuarenta preparadas. Los aromas de los dos machos humanos los identificaron como diferentes, pero relacionados con los dos que habían venido la última vez y los anteriores a esa y así sucesivamente. — ¿Dónde están los demás? —pregunto Assail. Los hombres se detuvieron para recoger tres de las cinco bolsas de deporte negras que habían estado ocultas bajo una lona de camuflaje. Assail sonrió levemente ante su sorpresa. — ¿Creyó que no lo sabría? —Soy el hermano —dijo el otro de la izquierda con un fuerte acento Inglés—. Él es primo. Assail inclinó la cabeza, aceptando la explicación. En verdad, no le importaba quien entregara su producto,

siempre y cuando lo hiciera en el momento oportuno, al precio acordado y la potencia acordada, y sin interferencia de la ley humana. Hasta ahora, todo iba bien con este par. Momentos más tarde, Ehric y su hermano aceptaron las maletas y se marcharon uno mirando hacia adelante y el otro hacia atrás de modo que se cubrían las espaldas mutuamente. —Un momento —dijo Assail arrastrando las palabras—. ¿Si no le importa? Los machos humanos se detuvieron de nuevo y él sintió su ansiedad, tan seguro como si estuviera expuesto en la superficie de una mesa, la transferencia de energía viajaba fácilmente por el aire que separaba sus cuerpos. — ¿Qué más tienen ahí debajo? —Dijo, señalando la lona—. ¿Hay o no dos bolsas de más? El más pequeño de los dos, el primo, sacudió la lona de su lugar y dio la vuelta a los controles de la embarcación. —El encargo del próximo mes —dijo el otro—. ¿Lo mismo? —Estaré en contacto con sus jefes. —Muy bien. Así de fácil se pusieron en camino golpeando contra la fría corriente de agua con mercancía para otra persona junto a ellos. Con el ceño fruncido, Assail observó mientras atravesaban el río y se movían cruzando paralelo a la orilla contraria. Un momento después, regresó al Range Rover y cuando golpeo la ventana del lado del acompañante, Ehric la bajo. — ¿Sí? —Dijo el macho. —Voy a seguirlos —señalo Assail con la cabeza en dirección de la embarcación—. Están tratando con alguien más y quiero saber quién es. Con un gesto brusco, Ehric se desmaterializó en el asiento del conductor y puso la camioneta en marcha. —Vi eso también, llámame si necesitas algo. A medida que el Range Rover se alejaba, Assail dio la vuelta y se dirigió de nuevo al agua. Cerrando los ojos, tuvo que luchar contra el zumbido de la cocaína para calmarse a sí mismo y pasó un tiempo antes

de que pudiera recomponerse con el frio viento. Cuando se materializo algunos kilómetros río abajo, esperó hasta que el barco quedara a la vista una vez más. Los hombres estaban ajenos a su presencia mientras permanecían de pie en silencio entre los árboles de colores en contraste con la vegetación marrón, mirando a medida que avanzaban. La velocidad del motor era la misma y el mismo protocolo para la entrega de la mercancía. La pregunta era, ¿quién era su próximo cliente? ¿Y qué tipo de drogas estaban vendiendo? Sus jefes habían acordado tratar con él exclusivamente en esta parte del estado de Nueva York, y mientras que la competencia era buena para el capitalismo, no era bienvenida en su territorio, también innecesaria para los resultados de su cuenta. Sus exigencias eran lo suficientemente grandes y estaban lo suficientemente establecidas en el negocio como para ser dignas de respeto. Los bastardos. De hecho, era necesario que existiera un código de honor entre los infractores de la ley, era bueno para todo el mundo y él había mantenido su parte del trato, llevando puntualmente el dinero en efectivo mes tras mes tras mes. Sin embargo estaba preparado para solucionar este problema, fácil y mortalmente.

*** Rhage, Tohr y V se dirigieron de vuelta a la mansión, no mucho después de reunirse con el orgulloso y alegre culo elegante, con Butch siguiéndolos en el Range Rover. Cuando los tres volvieron a tomar forma física en el patio, una luz que brillaba entre la línea de los coches consiguió llamar su atención. Rhage se acercó a la puerta abierta del Mercedes azul pálido. — ¿Layla? Excepto que no había nadie en el interior jugueteando con su bolso o abrigándose antes de dirigirse a través del patio hacia la casa. Cerró la puerta. —Ella no es…

—Layla —Gritó Tohr—. ¡Oh, mierda! Rhage miró hacía la entrada de la mansión. La pesada puerta del vestíbulo estaba abierta, una pierna se extendía a nivel del suelo, el tobillo y el pie apuntando a los paneles abiertos. Los tres subieron corriendo las escaleras. Mientras Rhage movía el tremendo peso de la puerta, V con sus conocimientos médicos, saltó sobre el cuerpo desmayado de la elegida y comenzó a revisar sus signos vitales. —Tohr —dijo Rhage—. Llama… Pero su hermano ya tenía el teléfono móvil en la oreja. — ¿Sí? Jane. Te necesitamos aquí en el vestíbulo. Layla se ha desmayado. V, ¿pronostico? Cuando el hermano puso el teléfono en la cara de V, Vishous le dijo a su compañera. —Frecuencia cardíaca constante, pero lenta, también lo es la respiración, no hay señales de trauma que pueda ver. — ¿Has oído eso? —Dijo Tohr, reanudando la conversación—. Bueno, gracias. —Cuando terminó la llamada, inmediatamente comenzó a marcar de nuevo—. Ella viene con Manny y Ehlena. Regresando el teléfono a la oreja, espero mientras timbraba. Era obvio que estaba llamando a Qhuinn. Por alguna extraña razón, el mundo de Rhage se estaba tambaleando. Un minuto estaba mirando hacia abajo a Layla y pensando que no había nada más aterrador que una hembra embarazada boca abajo en cualquier tipo de suelo y al siguiente, el vestíbulo estaba dando vueltas a su alrededor como un balón en el extremo de una cuerda. El centro de su cabeza estaba zumbando, y su equilibrio era un extraño incomprensible para él. — ¡Se está cayendo! Huh… supuso que no estaba tan firme como pensaba. Cuando sitio un dolor agudo en un brazo, miró hacia abajo y vio las manos cerradas de Tohr en su bícep reteniéndole. Guauu, que varonil, pensó Rhage. Un desmayo Victoriano sólo porque una mujer estaba… — ¡Layla!

La apariencia de pánico de Qhuinn justo a su lado le dio el “arriba” “arriba” que necesitaba, su mente se aclaró cuando el macho se abrió paso para ver a la mujer que estaba embarazada de él. Blay, como siempre, estaba justo detrás de él, dispuesto a hacer lo que fuera para ayudar a su compañero. — ¿Qué diablos pasó? —exigió Qhuinn. V empezó a hablar y Doc. Jane llegó con su equipo y un maletín negro antiguo con implementos médicos. Volviendo a Tohr que todavía lo estaba aguantando, Rhage escuchó una extraña versión de su voz que decía: —Estoy teniendo problemas para respirar, hermano mío. Tohr balanceó su cabeza alrededor. — ¿Que está mal? —No lo sé. No puedo... respirar —masajeó su pecho con la mano libre—. Es como si hubiera un globo aquí, ocupando todo el espacio. Cuando el personal médico dio la vuelta a Layla sobre su espalda, se escucharon maldiciones por la sala. Su brazo estaba en un ángulo totalmente equivocado, la parte de abajo del codo mostraba una ruptura desagradable que debía de haber ocurrido cuando se desmayó. — ¿Rhage? —Le dijo alguien—. ¿Hola? Miró a Tohrment. — ¿Qué? Tohr se inclinó. — ¿Quieres un poco de aire fresco? — ¿No estamos fuera? —Para responder a su propia pregunta, levantó la vista al cielo—. Sí, vamos… — ¿Por qué no vamos a darnos un pequeño paseo? —Quiero ayudar. —Sí, lo entiendo, pero creo que ir a dar un paseo es una muy buena idea, estas blanco como un papel y si se te vuelven a apagar las luces no puedo garantizar que no vayas a convertir a alguien en una alfombra debajo de ti, no necesitamos ningún otro paciente en este momento. — ¿Eh? —Vamos. Cuando el hermano tiró de su brazo, Rhage se mantuvo frotando su corazón.

—No sé por qué no puedo respirar... La última imagen que tenía cuando se apartó era la de la cara de Layla tirada al lado, con sus ojos muy abierto pero sin ver nada. — ¿Está muerta? —Susurró—. ¿Ha muerto? —Vamos, mi hermano. — ¿Lo está? —No, no lo está. Está viva. Cada vez que parpadeaba veía su cabello rubio en la baldosa de mármol como un líquido derramado, sus labios tan pálidos como las mejillas y los ojos verde jade opacos e inmóviles. — ¿Mary? Sí, Mary, tengo una situación con tu chico, ¿Puedes volver a casa ahora? ¿Quién estaba hablando? Oh sí, Tohr, por su teléfono, su hermano había sacado el teléfono. Rhage comenzó a sacudir la cabeza. —No, ella no puede venir. La madre en lugar seguro, ella necesita quedarse… —Está bien, gracias. —Tohr puso fin a la llamada—. Está viniendo. —No, ellos. Ella… la necesitan. — ¿hermano? —Tohr puso su cara ante Rhage—. No estoy seguro si tienes alguna idea de lo que pareces ahora, hazme caso y siéntate aquí, sí, a la derecha en el empedrado, buen chico, lo estás haciendo bien. Las rodillas de Rhage siguieron las instrucciones, su cerebro demasiado preocupado por lo mucho que su shellan no necesitaba perder su precioso tiempo con él, pero parecía que el autobús había salido ya de la estación. Apoyando la cabeza entre sus manos, Rhage se inclinó hacia delante y se preguntó si no tenía algo malo en sus pulmones. Una gripe de vampiro de acción rápida, una infección o un veneno dentro. La gran palma de su hermano hacia lentos círculos en su espalda y debajo de esa pesada palma, la bestia, en su forma de tatuaje, subía y se movía como si el poco sentido de Rhage estuviera poniéndola nerviosa. —Me siento raro —dijo Rhage—. No puedo respirar…

CAPÍTULO 25

Durante el primer par de millas, Assail estaba lo bastante feliz como para desmaterializarse a lo largo del barco. Pero la cuarta vez que reapareció, se empezó a impacientar por llegar a su destino, el intercambio debía ser hecho, la identidad del tercer jugador debía ser revelada. Y había otra razón para estar inquieto. Mientras mayor distancia recorrían los dos hombres, más se acercaban a Caldwell, lo cual era una idea estúpida. Aunque ya estuviera bien avanzada la noche, el centro no era como los suburbios y allí estaba destinado a haber humanos fuera y alrededor. Concedido, rara vez la policía u otros de su clase se movían por allí, pero ojos curiosos eran ojos curiosos, y cada rata gilipollas sin cola tenía un teléfono móvil en éstos días. Podría ser capaz de desaparecer, pero ese par en el barco no podría llevar a cabo el truco y quería ser la persona que enseñara la lección necesaria aquí, no el DPC. Desmaterializándose una vez más, se vio obligado a volver a formarse en medio de los árboles plantados en el borde de uno de los parques públicos de la costa de Caldwell. Y todavía el barco continuó de largo. Increíble. Mientras esperaba para ver si ellos pasaban su nueva posición y había una buena posibilidad de que lo harían, porque allí no había ninguna otra cubierta en lo alto de la orilla. Aquel picor familiar comenzó a centellear en la base de su cuello, lo que le provocó una necesidad de más coca. El impulso venía más y más rápido últimamente. Hasta el punto en que se vio obligado a reconocer lo afortunado que era de sanar tan rápidamente. ¿Si fuera un simple humano? Su tabique se habría desviado hace meses. Metió la mano en su bolsillo y tomó su frasco en su palma. Sólo la sensación del recipiente de vidrio liso hizo que se relajara. Quería sacarlo e inhalar un poco, pero no podía correr el riesgo de no ser capaz de desmaterializarse después. El problema con su adicción era que la necesidad de más, venía antes de que incluso el efecto comenzara a desaparecer, el gusano en sus entrañas se retorcía, se retorcía, exigiendo más y más incluso mientras su cuerpo y su cerebro luchaban por afrontar la carrera y la vigorizante carga de drogas. Y de nuevo, lo último que quería era encontrarse a sí mismo en dificultades, porque también estaba demasiado nervioso para conseguir irse.

Dios, tenía esto en común con los Homo Sapiens con los que trataba, era demasiado humillante para expresarlo con palabras… ―Oh, no puede ser en serio, ―murmuró mientras el barco finalmente se fue derechito a una clase de destino. Pero no era seguro. Desde luego, no uno que él hubiera consentido alguna vez. Los dos movieron su carga hacia un viejo cobertizo victoriano. Por supuesto, las ventanas estaban a oscuras, pero había luces de seguridad que brillaban en el exterior de tejas, y sin duda una patrulla del DPC estaba haciendo rondas regulares del parque detrás de la estructura. Sin embargo, él tenía que ir dentro si lo hacían. Y lo hicieron. Sin tener la menor idea de cuál era la distribución en el interior, se planteó volver a tomar formar en las sombras de entre aquellas luces exteriores molestas, sus ropas oscuras se mezclaban contra el lateral del cobertizo de botes. Al mismo tiempo el troller entró por una de las gradas, el sonido de su motor patético hizo eco, sonando como un anciano con un ataque de tos. Girando alrededor de una de las ventanas, centró sus agudos ojos a través del cristal burbujeante. El interior era bastante amplio, y tan pronto como identificó su lugar, se desmaterializó y flotó a través de la misma entrada que los repartidores usaron. Fue cuidadoso al reasumir su forma física, pegándose a un rincón estrecho en el extremo, entre un soporte de cascos de botes que descansaba sobre sus vientres en bastidores y un cantidad salvavidas color naranja colgados en ganchos. El motor fue apagado y la pareja conversaba en voz baja en un idioma extranjero. Después de que ellos se quedaron en silencio, el único sonido era el golpeteo del agua gorjeando debajo del barco y a través del apuntalamiento de los muelles. Assail odiaba la forma en que el aire olía a viejos peces muertos, flora en descomposición y lienzo húmedo. Terrible. Después de un rato, el enfoque de algo afuera llamó su atención y luego una luz amarilla parpadeante penetró en el interior. Entro por una polvorienta ventana, miró hacia fuera y diviso un camión del Departamento de Caldwell de Parques Públicos tirando hacia arriba. Bueno, ahora, esto estaba a punto de ponerse interesante.

O bien la entrega iba a ser interceptada y llamarían a la policía o algún humano trabajando para los parques buscaría aumentar sus ingresos mensuales. Resultó que estaba equivocado en ambas suposiciones. La puerta principal crujió cuando se abrió, y al instante una figura masculina apareció entre las jambas, con ráfagas de aire frío detrás de él trayendo el olor de lesser a la casa de botes. Era el forelesser con quien Assail hacía su negocio, entrando con una bolsa de lona de las suyas. Hijo de puta. ¿Cómo se atrevía ese bastardo a intentar engañarlo? Assail pensó, mientras sus colmillos se descubrían por su propia voluntad. Y ¿cómo demonios fue que el asesino se puso en contacto con el importador? Elaborando un plan para su emboscada, Assail sacó ambas de sus cuarentas y deseó haberse molestado en ponerle silenciadores a sus pistolas. No había esperado tener que utilizarlas en el centro de mierda de Caldwell, por el amor de Dios. ―Déjeme verlas ―declaró el Forelesser―. Abre las bolsas y déjeme verlas. Assail dio un paso hacia adelante, pensando que podría... Cada uno de los hombres de reparto abrió una bolsa y mostraron el contenido hacia adelante. No eran drogas. De ningún modo. En lugar de grandes bloques puestos unos sobre otros envueltos en papel celofán, había... Armas de fuego. Armas que rozaban metal sobre metal, unas contra otras en sus bolsas de lona. Era difícil, en la penumbra, determinar exactamente los tipos de armas, pero no parecían ser una variedad cualquiera de escopetas o rifles. El labio superior contraído de Assail se dejó caer en su lugar. A pesar de que se había preparado para interceder en el caso de un intercambio de drogas y dinero, no sentía tal compulsión ahora. Si el Forelesser quería usar sus ganancias para comprar armamentos era su problema. Assail salió del embarcadero de la misma forma en que entró, se dirigió río arriba, hacia su casa de cristal en la península. Lo único que le importaba era si ese lesser continuaba entregando su producto en las calles y los clubes de Caldwell de una manera oportuna, confiable y honesta. Su responsabilidad comenzaba y terminaba allí. ―No, no, honestamente estoy bien.

Mientras hablaba Rhage se sentó en la mesa de corte de la cocina de la mansión de la hermandad. El resto de la casa se estaba reuniendo para una temprana última comida, los doggen pasaban dentro y fuera de la puerta abatible entregando bandejas de plata del tamaño de las mesas apiladas con todo tipo de carnes recién hechas, patatas y verduras. Al otro lado de la sala, Mary se apoyó en el centro de la isla de granito, con los brazos cruzados sobre el pecho, con sus ojos fijos en él como si estuviera evaluando a uno de sus pacientes en el servicio social. Se retorcía, quería ir unirse a sus hermanos y sus shellan, pero dada su expresión, no iba a suceder en un corto plazo. ― ¿Fritz? ―Dijo ella―. Voy a preparar algo, ¿de acuerdo? El mayordomo hizo una pausa mientras llevaba un plato terminado. ―Iba a coger un plato de la otra habitación y traerlo… ―Voy a cuidar de mi marido ―dijo ella suavemente, pero con firmeza―. Si quieres, a pesar de que va en contra de todos los huesos autosuficientes en mi cuerpo. Te voy a dejar la sartén y platos para limpiar. El viejo y arrugado rostro de Fritz tenía la expresión de un perro de caza al que se le estaba siendo negado el pollo con la promesa de la carne de vaca. Algo preocupado y emocionado. ― ¿No hay alguna forma en que me permita ayudarle? Tres miembros del personal con sus uniformes grises y blancos regresaron con las manos vacías desde el comedor, los tres en dirección a las tareas finales que estaban destinados a realizar y a colocar los candelabros en los distintos aparadores del enorme espacio. ―En realidad ―su Mary murmuró―. ¿Crees que podríamos tener algo de privacidad aquí? ―Oh, sí, señora. ―Fritz se animó un poco―. Tan pronto como la presentación de las vituallas se haya hecho, voy a dirigir a mi personal al vestíbulo. Ellos estarán más contentos que si nos quedásemos aquí fuera. ―Gracias. ―Ella le dio a su delgado brazo un apretón, haciéndolo sonrojar―. Y solamente hasta que sea la hora de servir el postre. Sé que querrás rienda suelta aquí para eso. ―Sí señora. Gracias señora. Personalmente voy a limpiar después lo de ambos.

El mayordomo hizo una profunda reverencia, tomó la última bandeja de plata, e hizo pasar a todo el mundo. Cuando la puerta abatible se cerró, su amada shellan lo miro. ― ¿Huevos? ―Dijo. Con esa sola palabra, el estómago de Rhage soltó un rugido. ―Oh, Dios, eso suena increíble. Mary asintió y se acercó al Sub-Zero. Sacando un cartón fresco agarró una garrafa de leche entera y una caja de mantequilla, después abrió los armarios, apropiándose de un sartén, un gran tazón y varios y diversos utensilios. ―Entonces, ―dijo mientras rompía el primero de los doce huevos―. Realmente me gustaría escuchar lo que ocurrió. Hasta este momento, Rhage había logrado eludir esa pregunta. Al parecer, el indulto se había terminado. ―Estoy bien, de verdad. ―Está bien. ―Ella hizo una pausa a medida que partía un huevo y le sonrió―. Sin embargo soy tu esposa, cómo te sientes es realmente importante para mí, así que si hay algo que te molesta, me hace sentir excluida si no sé qué es lo que pasa. Uff. Sólo... uff. Cuando comenzó batiendo el montón de huevos revueltos, el sonido le recordaba al de su propia cabeza. Bajando la mirada hacia la mesa de cortar, miró fijamente una de las vetas en la amplia mesa de roble. ―La verdad es que no sé lo que pasó, sólo me sentí muy extraño y tuve que sentarme. Sin embargo estoy fuerte ahora. Probablemente sólo fue una de esas cosas al azar. ―Mmm, bueno, dime ¿cómo fue tu noche? ―No fue gran cosa. Me dirigí a la casa de seguridad de la banda de bastardos y la examiné ― ¿No empezaste yendo a la clínica, con Trez y Selena? ―Oh sí. Pero eso fue ayer, cuando ella estaba... ya sabes, la llevamos allí ―Él negó con la cabeza―. No quiero pensar en eso ahora, si no te importa. ―Esta bien, ¿por qué fuiste esta noche a la casa de la banda de bastardos? ―Bueno, primero fuimos a la de Abalone, su primo desertó de las tropas de Xcor y nos dijo cuál era su

escondite. De todos modos, V y yo pasamos por el lugar. ― ¿Qué estabas buscando? Se encogió de hombros. ―Bombas, trampas explosivas, ese tipo de mierda. No es gran cosa. Ella hizo otro sonido de mmmmm mientras vertía el contenido del cuenco sobre una bandeja del tamaño del asiento de atrás del Hummer de Qhuinn. ― ¿Estabas preocupado por si te pasaba algo? ―No. Bueno... me preocupé por mis hermanos, eso seguro, pero eso es sólo trabajo. ―Y entonces, ¿dónde fuiste? ―Te vi, luego fui a la vieja casa de D, informamos a Wrath y regresamos aquí. Se supone que tenía un chequeo con Manny para asegurarse de que mi lesión había sanado adecuadamente, Igual que V. ―Está bien. ―Ella se acercó a la tostadora de seis ranuras y la llenó con sus rebanadas favoritas perfectamente preparadas e increíblemente plastificadas del fantástico pan blanco―. Entonces llegaste a casa y ¿Qué encontraste? Él parpadeó y vio el pie de Layla que salía del vestíbulo. Luego la imagen de la cara de Qhuinn cuando el hermano se agachó junto a la hembra embarazada que llevaba a su bebe. ―Oh, ya sabes. ―Mmmm ―El olor de los huevos cocinándose le hizo cosquillas y le dio aún más ganas de comer―. ¿Qué? ―Bueno, ya sabes lo que pasó. Al tiempo que Mary llegaba, habían traído una camilla desde la clínica y Layla estaba siendo cargada en ella, su cuerpo estaba siendo movido cuidadosamente por Qhuinn en la cabeza y Blay a sus pies. Rhage se quedó en silencio y se masajeó el pecho. ¡Pop! La tostada, y un momento después, una bandeja con todo hecho exactamente de la forma en que le gustaba estaba delante de él, junto con una taza de chocolate caliente, una servilleta, cubiertos pero lo más importante, su encantadora Mary. ―Esta es la mejor comida que he tenido ―dijo, sin mirar la comida.

―Siempre dices eso. ―Sólo cuando cocinas para mí. Era divertido como los humanos como su Mary nunca habían sido capaces de entender la forma en que un vampiro macho respondía cuando la hembra con la que se había unido preparaba los alimentos con sus propias manos para él. Ese tipo de cosas era un acto sagrado, porque iba en contra del instinto básico de un macho de proveer y satisfacer en primer lugar las necesidades de su compañera más que todo y a todos, incluso de él mismo, sus hermanos, su rey y los de cualquier bebe que pudieran tener. Rhage estaba programado para alimentarla primero y luego comer lo que quedaba. Pero antes de que ella le hubiera ordenado Fritz y a los doggen que salieran, le había dicho que estaba llena, había tomado un aperitivo en Lugar Seguro hacía unas horas. ―Está haciendo frío, ―dijo ella, frotando su antebrazo. Por alguna razón, sus ojos estaban borrosos y tuvo que parpadear para aclararlos. ― ¿Rhage? ―Susurró―. Sea lo que sea, déjalo ir. Con un rápido movimiento, él negó con la cabeza. ―Estoy bien. Sólo quiero disfrutar de este banquete. Cogió el tenedor y comenzó a alternar, una carga de huevo, un bocado de pan tostado, una carga de huevo, un bocado de pan tostado, sorbo, sorbo y sorbo de chocolate caliente y repitiendo así hasta que limpió su plato. ― ¿Cómo está la hembra? ―Preguntó, mientras se limpiaba la boca y se echaba hacia atrás en la silla de madera. ―No sé. ―Mary negó con la cabeza―. No sé qué va a pasar. ― ¿Tan mal esta? ―Cuando ella se encogió de hombros, le dijo―. Si hay algo que pueda hacer... ―Bueno, en realidad... ―Dilo. Ella extendió la mano, tomó la suya y le dio la vuelta para que la palma quedara hacia arriba. Esto era raro mientras hablaban, pero cuando él estaba empezando a preocuparse, le dijo: ―Quiero que pienses sólo por un momento, como podría haberte afectado ver a Selena casi morir y ser

testigo del dolor de Trez. Quiero que tengas en cuenta que para cualquier persona no es lo de siempre tener que ir a través de alguna casa en la que nunca has estado antes, sin saber si una explosión o una emboscada van a matarte a ti o a alguien que te importa. Quiero que reflexiones que ir a Wrath y no poder decirle que te habías encontrado a los bastardos o desarmarlos o conseguir algún tipo de información pudiera hacerte sentir como un fracaso. Y por último, quiero que entiendas que volver a casa y ver que Layla se desmayó y sabiendo que está embarazada y ver como se preocupan por ella Qhuinn y Blay, es también otro trauma. ―Creo que has tenido unas muy duras veinticuatro horas y que tus emociones tienen una clase de impacto sobre ti. ―Sin embargo, no me siento molesto por nada de eso mi Mary, estaba bien. ―Hasta que tuviste el ataque de pánico en frente de la casa. ―No tuve un ataque de pánico. ―Dijiste que no podías respirar, que te hormigueaban las manos y los pies y que tenías problemas para conectarte con la realidad. Suena como un ataque de pánico clásico para mí. Negó con la cabeza. ―No creo que fuera eso. ―Bueno. Rhage respiró hondo y se concentró en su amada cara. ―Eres la hembra más hermosa que he visto en mi vida. ―Estoy bastante segura de que no es así. Capturó su cara con sus manos, acunándola con cuidado a medida que sus ojos recorrían sus familiares características y no se cansaba de ellas. Dios, nunca era suficiente ni una noche, un mes, un año, una década. Ni en toda la eternidad que la Virgen Escriba les había dado milagrosamente, nunca alguna vez iba a ser suficiente para él. ―Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida. ―Él rozó los labios con los suyos―. No sé lo que hice para merecer un destino contigo, pero nunca, nunca lo voy a dar por sentado. La sonrisa que obtuvo como respuesta fue mejor que la salida del sol que no volvería a ver, avergonzado aunque la gran bola de fuego brillante era lo que sustentaba toda su vida, incluyendo incluso a los que

no podía soportar sus rayos. Todavía estaban sentados así, con la mirada fija en los ojos del otro, cuando el doggen fue por el postre. ― ¿Quieres ir arriba? ―dijo con una voz oscura, profunda y con su bestia empezando a surgir bajo su piel. ―Estoy lista para el postre. Su olor lo encendía. ― ¿Lo estás? ―Mmm… ummmm. ― ¿Quieres que te traiga un poco de helado? Él estrechó su mirada en su boca. ―Ni siquiera cerca, quiero lamer algo más. ―Bueno, entonces… ―susurró ella, poniendo la boca sobre la suya―. Vamos a conseguir que quedes harto.

CAPÍTULO 26

Sudor frío. Trez despertó con un sudor frío absoluto, cada centímetro de su piel empapada, su temperatura central completamente gélida, su corazón iba tan rápido que se sentía como si alguien lo hubiera cambiado por una batidora. Estallando fuera de las almohadas, gritó. Dormitorio. En lugar de algo terrible y chocante, lo único que vio fue una gran parte de su dormitorio, y todo estaba completamente normal, desde la lámpara que estaba brillando junto a él, a sus ropas esparcidas sobre el diván, sus zapatos ladeados donde se los había quitado al amanecer. Por un momento, estaba confundido. La Virgen Escriba, algún extraño y místico lugar, Selena en el césped, en la clínica, congelada, congelada… Un suave gemido hizo añicos su cabalgada entre la pesadilla y la realidad. Una sacudida a su lado, vio a Selena acostada en su cama, sus hombros desnudos asomando por encima de las sabanas, su cabello oscuro suelto sobre la blanca almohada, su cara y su cuerpo alejados de él. Cerrando los ojos, se hundió, y deseó que todo hubiera sido sólo un mal sueño. Pero entonces se reorientó y se aproximo a su hembra, tirando del edredón hacia arriba para mantenerla caliente, inclinándose sobre ella discretamente para asegurarse si aún respiraba, preguntándose si debía ir a buscar algo de comida para ella. Como si ella sintiera su presencia, se dio la vuelta, dormida tenso su cara como si le hiciera daño moverse. Mierda. El sexo había estado fuera de control, crudo, salvaje, justo después de que su cuerpo había pasado por muchas cosas. Maldita sea, pensó mientras arrastraba la palma de su mano por su cara. ¿Cómo podía haberle hecho eso? Tendría que haberse sacudido la polla hasta haber perdido toda sensación. Peor. No estaba seguro de que en realidad las cosas hubieran ocurrido entre ellos. Mierda, aún así se sentía como un imbécil.

Llegó al otro lado de la mesita de noche, cogió su teléfono y miró la hora. Cinco cuarenta y cuatro de la mañana. No iba a haber más horas de sueño para él. Deslizándose fuera de las sabanas, caminó hacia el baño, cerró la puerta, utilizo las instalaciones, y se dio una ducha rápida. Después volvió, recogiendo sus auriculares del cajón de la mesita de noche poniéndoselos antes de volver a meterse en la cama. Moviéndose lentamente, fue tan cuidadoso al volver a meterse como lo había sido cuando salió, moviendo su peso, casi trescientas libras sobre el colchón y la almohada sin desplazarla a ella como si estuviera en un trampolín. Cuando estuvo de nuevo asentado, hizo una rápida revisión de su hembra y se sintió aliviado al descubrir que seguía durmiendo. ¿Qué le aterrorizaba?, y si estuviera en coma o… Como si ella le estuviera buscando, dio una palmadita en el edredón. —Estoy aquí —susurró. Al instante, detuvo su búsqueda, y en cuanto él la tomó de la mano, su palma entro en calor, vital, exactamente como siempre había sido. Se tomó un momento para estudiar sus dedos, los flexionó uno por uno, midiendo el movimiento, comprobando la resistencia. Esto no es correcto, pensó. No era justo tratar de obtener información de su cuerpo sin su consentimiento y permiso y a modo de disculpa, se detuvo a alisar las uñas de color rosa y los cortos semicírculos blancos recortados con regularidad. En cuanto el sueño la reclamó, se sintió paralizantemente solo. Aunque estaban uno al lado del otro, se apoyo contra la cabecera, cobijada cerca de su cuerpo, no era capaz de conectar con ella. Se dijo que era simplemente una cuestión de dormido y despierto. Ese era el punto de inflexión, nada más aterrador que el hecho de que las ondas cerebrales de ella se interpretaran de forma diferente que las suyas en un TAC. Era mentira, por supuesto. Y cuanto más intentaba obligarse a creer la mentira, más atrapado se sentía, así que para hacer descarrilar la lucha interna, encendió la radio Sirius XM44 en su teléfono, conecto los auriculares en el fondo, y trató de ponerse cómodo, o algo parecido al menos no consumido por la necesidad de saltar fuera de su propia piel.

Naturalmente, dada su ausencia de suerte, lo primero que escuchó en la radio fueron más malas noticias. — ¿Estás bromeando? —Espetó en voz alta mientras la voz de Howard Stern trinaba en su cráneo—. "Eric the Actor ha m…." Las cejas de Selena se juntaron como si estuviera considerando la posibilidad de despertar y cerró su boca, pero no podía creer que otro wack packer47 se había perdido. Parecía cruel considerando todo lo que estaba pasando. Mierda, era como si las malas noticias estuvieran haciendo un esfuerzo conjunto para salir de las sombras y encontrarlo. Selena se despertó lentamente, y el olor del cuerpo de Trez fue lo primero que notó, el sonido de su voz la siguiente, la sensación de su mano en la suya lo tercero. Abriendo los párpados, lo encontró sentado junto a ella en la cama, con los ojos negros absorto en su teléfono, sus cejas hacia abajo como si hubiera recibido una noticia inquietante a través de un mensaje o… — ¿Está todo bien? —preguntó. Cuando no respondió, ella vio que tenía unos cables que iban desde el teléfono a sus oídos como si estuviera escuchando algo. En el instante en que le apretó la mano, saltó tan alto que hizo saltar los auriculares. — ¡Oh Dios mío! Estás despierta. —Lo siento, no quería decir que… — Mierda, no, no lo sientas ¿estás bien? ¿Necesitas a Doc. Jane? — No, no... —Ella trató de poner en marcha su cerebro—. Estoy bien. Yo sólo... pareces molesto. Mientras la miraba, el único sonido en la habitación era el silbido procedente de lo que había estado en sus oídos. Ella subió las mantas hasta arriba. — ¿Pasa algo malo conmigo? —Oh, Dios, no. Yo, ah, no… no es nada. —Él echó un vistazo a su teléfono—. Simplemente, alguien

que estaba en el Show de Stern ha m… — ¿Murió? —Terminó por él. —Yo, ah... —Todavía puedes decir la palabra —Ella le apretó la mano de nuevo—. De verdad. Trez se aclaró la garganta y dejó a un lado el teléfono. — ¿Tienes hambre? —En realidad no. — ¿Sed? —No. Él jugueteó con las sábanas y el edredón. — ¿Lo suficientemente caliente? Con el ceño fruncido, ella se enderezó y se recostó contra las almohadas. Mirándole, sonrió. —Estoy contenta de haber venido hasta aquí. Para charlar contigo y... hacer esas otras cosas. — ¿Lo estás? —Sus ojos, esos hermosos ojos almendrados, oscilaron de nuevo hacia ella. — ¿De verdad? siento como si hubiera sido demasiado duro contigo cuando... Ella sonrió ampliamente. —Yo… realmente, realmente acabo de perder mi virginidad ahora. Él se sonrojó, verdaderamente se sonrojó, una mancha roja relleno sus altos pómulos. —Me preocupaba haberte dañado. —No, en absoluto, ¿cuándo podemos hacerlo de nuevo? El ataque de tos de Trez fue repentino y fuerte, y tuvo que golpearlo en la espalda antes de que empezara a respirar bien de nuevo. — ¿Estás bien? —Dijo, sin dejar de sonreír. —Ah, sí. Realmente eres capaz de sorprenderme. Por una fracción de segundo, recordó cuando volvió en si en el Santuario. A pesar de que había estado en un ataque de Arresto en todo momento, le había reconocido en el mismo instante que llegó. Había sido un milagro. Pero, ¿cómo lo había sabido?

— ¿Cómo me encontraste, arriba, en el Santuario? Él negó con la cabeza lentamente. —No me creerías si te lo dijera. —Pruébame. —La Virgen Escriba. Estaba en mi club tratando algunos temas... Rhage y V estaban conmigo. De repente esta figura apareció, túnica negra, luz bajo el dobladillo, voz que escuché aquí dentro —se tocó la cabeza—, en lugar de mis oídos. ¿Lo siguiente que supe? Bueno, de cualquier forma, estaba contigo. Ahora era ella la toqueteaba cosas. —Lo siento mucho. — ¿El qué? —Que me vieras así, todo esto. —Joder, como he dicho antes, no es como si te hubieras ofrecido voluntariamente a estar enferma. —Lo sé, pero aún así. Ojalá... —Ella trató de inclinar la cabeza hacia atrás para poder mirar al techo, pero su cuello le dolía demasiado. —Estás dolorida. —No es nada inusual. Así es como siempre me siento después de que... bueno, de cualquier forma. Adivina como dos podrían jugar al juego de la evasión. —Esto es tan poco natural —espetó ella. — ¿El qué? Ella tuvo que girar su torso para poder mirarlo correctamente. Y con aire ausente, midió lo bien que lucía su piel oscura contra las sábanas blancas, el contraste les hacía a ambos parecer brillar. Selena trató de encontrar las palabras. —Siento que hay esta enorme... no sé, separación o algo, entre nosotros. No tiene sentido. Quiero decir, estás justo aquí a mi lado, pero hay palabras con las que tropezamos, temas sobre los que no queremos hablar. Es sólo que... bueno, apesta. ¿Porque ahora mismo? Esta es la parte buena. Quiero decir, échame un vistazo.

Ella levantó la mano libre y extendió sus dedos a lo ancho; luego los movió. —Móvil y despierta es mucho mejor que donde estaba, ¿verdad? —Cuando él simplemente la miró, se sentía como una tonta—. Lo siento, supongo que suena tonto. Trez se inclinó y la besó tranquilamente, sus labios se tomaron su tiempo. —No —Él se echó hacia atrás—. Se... sé lo que quieres decir, no es una locura, y tienes razón. Ahora es la parte buena. —Eres tan caliente. Trez soltó otra tos. —Maldita sea, mujer. ¿Cómo dices eso? —Te lo dije anoche, ¡oh, cielos! ¿Qué hora es? De todos modos, te lo dije antes, estoy siendo completamente honesta ahora. Sus párpados cayeron. —Ser franco me sienta realmente bien. Así que déjame que te pregunte, si te levantase y te llevará a la ducha, ¿querrías? — ¿Ponerme de rodillas otra vez bajo el chorro caliente y ver si sabes tan bien como recuerdo? El sonido que salió de él no era una tos, pero tampoco fue una declaración coherente, fue mitad gruñido, mitad gemido, con un pequeño lamento lanzado en buena medida, como si se estuviera preparando para rogar. Era más o menos la cosa más sexy que había oído nunca. — ¿Eso es un sí? —dijo ella arrastrando las palabras. Él la besó de nuevo, más duro esta vez, más largo también. Entonces le clavo los ojos que estaban hirviendo. —Mierda, me estoy muriendo aquí… Cuando Trez se detuvo de nuevo, ella se lanzo por esa palabra. Cuando se trataba

de ambos,

uno se estaba, de hecho, muriendo. Era ella, no él. —Lo siento —susurró Trez—. No lo voy a decir que nunca más. —Está bien. —Se obligó a sonreír—. Vamos a lavarnos las preocupaciones. —Voy a encontrar una cura para esto —dijo él con seriedad—. No te voy a dejar perder la pelea, Selena, voy literalmente a mover cielo y tierra para mantenerte a mi lado, sin separación, nada más que nuestra piel desnuda, nuestras almas.

Lágrimas arponeaban sus ojos, y las forzó de vuelta, obligándolas a permanecer de esa manera. Alcanzó su hermoso rostro y rozó con sus dedos sobre sus facciones. —Te amo, Trez. —Dios, yo también te amo.

CAPÍTULO 27

Cuando Layla despertó, estaba acostada de lado en una superficie mucho más suave que el piso del vestíbulo. Presa del pánico, se llevó la mano a su vientre. Todo se sentía igual, la dura inflamación del tamaño del que había tenido, pero querida Virgen Escriba, ¿había herido al bebé? Podía recordar salir de su coche, luchando para caminar hasta la entrada de la mansión hasta perder la conciencia. ―Bebé ―murmuró―. ¿El bebé está bien? ¿Bebé? Al instante, la mirada azul y verde de Qhuinn estaba justo en frente de ella. ― ¿Estás bien? Como si ella se preocupara por ella misma en este momento. ―Bebé. Con una maldición, pensó, ¿por qué se había quejado alguna vez de estar embarazada? Tal vez esto era un castigo por su negatividad… ―Está bien, todo está bien ―Qhuinn miró al otro lado de la habitación, centrándose en alguien que ella no podía ver. ―Está bien, sólo que... bueno, sí, está bien. El alivio fue tan grande que las lágrimas inundaron sus ojos. ¿Si hubiera perdido a su bebé por reunirse con Xcor? Debido a que había estado mirando fijamente mientras él... ¿qué le hacía a su sexo? Ella nunca se lo perdonaría. Con una maldición, se preguntó por qué tenía que pedir permiso a un macho para hacer esas cosas. Estaba mal en muchos niveles, añadiendo más culpa cuando ya estaba ahogándose por todo eso. Después de todo, era mucho más fácil tomar el papel de víctima de carretera y no decir que estabas pidiendo a tu chantajista que se masturbarse. ―Oh, Dios ―gimió. ― ¿Estás adolorida? Mierda, Jane… ―Aquí estoy. ―La buena doctora se arrodilló junto a Qhuinn, con aspecto cansado, pero alerta―. Hola, estamos contentos de que hayas vuelto. Para que lo sepas, Manny restableció tu brazo, estaba roto

limpiamente, tenemos que ponerlo en un molde y... Hubo una especie de conversación sobre su tiempo de recuperación y cuando el yeso podría desprenderse, pero no le prestó atención a nada de eso. Doc. Jane y Qhuinn estaban ocultándole algo. Sus sonrisas tranquilizadoras eran como de una perfecta fotografía, pero planas. ― ¿Que no me están diciendo? ―Interrumpió ella. Silencio. Mientras luchaba por incorporarse, Blay fue quien la ayudó, agarrando suavemente su brazo sano y dándole algo para acomodarse. ― ¿Qué? ―exigió. Doc. Jane miró a Qhuinn, Qhuinn miró a Blay y Blay... fue el que finalmente le devolvió la mirada. ―Hay algo inesperado ―dijo el guerrero―. En el ultrasonido. ―Si me haces preguntar “¿qué?” de nuevo ―dijo entre dientes―. Voy a empezar a tirar cosas, y al infierno con mi brazo roto. ―Gemelos. Como si el tiempo y la realidad fueran a golpearle y hubiera pisado de repente los frenos a fondo, hubo un chirriante sonido metafórico en su cabeza. Layla parpadeó. ―Lo siento ¿qué? ―Gemelos ―repitió Qhuinn―. La ecografía revelo que estás esperando gemelos. ―Y los dos están perfectamente sanos ―agregó Doc. Jane―. Uno es significativamente más pequeño y su desarrollo se ha retrasado, pero parece viable. No escuché el segundo feto durante tus ecografías anteriores porque entendí, desde una consulta con Havers que los embarazos de vampiros son diferentes a los de los humanos. Aparentemente había otro ovulo fértil que se habían fecundado pero no había entrado en una etapa de embriogénesis significativa hasta mucho más tarde, tu última ecografía fue hace dos meses, por lo menos y no vi nada en ese momento. ― ¿Gemelos? ―Layla se ahogó. ―Gemelos ―respondió uno de los tres. Por alguna razón, pensó en el momento en que había descubierto que había concebido, de hecho, a pesar de que el embarazo había sido su meta y que ella y Qhuinn habían hecho lo que habían tenido que hacer

para llegar hasta allí, la noticia de que la necesidad había tenido éxito había sido una sorpresa. Le parecía tan milagroso y abrumador, un golpe de alegría que no estaba del todo segura de no poder dar lo mejor de ella. Esto era lo mismo, solo que sin la alegría. Había conocido a dos de sus hermanas llevando a gemelos. Uno de los embarazos se había perdido y en el otro había solo vivido uno de los bebes. Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos. Esto no era una buena noticia. ―Hey. ―Blay se inclinó con un pañuelo―. Esto no es malo. No lo es. Qhuinn asintió, aunque su rostro seguía siendo una máscara. ―Es... inesperado, pero no está tan mal. Layla se puso las manos sobre el estómago. Dos, había dos bebes que ahora tenían que superar la línea de meta seguros. Dos. Queridísima Virgen Escriba, ¿Cómo había sucedido esto? ¿Qué iba a hacer? Cuando las preguntas pasaron por su cabeza, se dio cuenta. Bien, demonios. Como gran parte de la vida, esto estaba fuera de su mano. Una imposibilidad se había hecho real. Su trabajo ahora era hacer lo que pudiera para ayudarse a ella misma y a los bebes y recibiría el resto, la nutrición y la atención médica que se requería. Ese era lo único que podía afectarle directamente. ¿El resto? El destino lo haría solo. ― ¿Podría haber otros? ―Preguntó Layla. Doc. Jane se encogió de hombros. ―Creo que es muy poco probable, pero me gustaría enviar una muestra de tu sangre a Havers. Él tiene mucha más experiencia que yo en esto y después de echar un vistazo a una hormona del embarazo especifica, puede tener una buena conjetura en cuanto a cómo estás. De todas maneras él dijo que los trillizos son prácticamente inauditos y que el tuyo es el curso típico de gemelos para las hembras. Van a tener mellizos, a menos que se dé el caso extremadamente raro de gemelos idénticos, como Z y Phury, el segundo embrión sigue retrasando su desarrollo hasta que el embarazo progrese, casi como si estuviera a la espera de ver si las cosas se ven bien antes de decidir unirse a la fiesta. Layla miró su vientre distendido y juró que nunca, nunca se quejaría de ninguna maldita cosa. Ni los tobillos hinchados, ni de que los senos estuvieran colgando más sensibles o que tuviera pipí cada diez minutos. Ni- una- queja- mas-nunca.

El hecho de que hubiera perdido de alguna manera la conciencia, cayendo de bruces en el suelo de mármol y todavía lograra tener este bebe… estos bebes, se corrigió de golpe, en su cuerpo era un recordatorio de que los dolores y los malestares eran menores en comparación con seguridad del panorama general, el gran objetivo y la gran preocupación, darles a luz en el momento adecuado y sobrevivir. ―Entonces, ¿aceptas? ―Preguntó Doc. Jane. ―Lo siento ¿qué? ― ¿Está bien enviar una muestra de tu sangre a Havers para analizarla? ―Oh, sí. ―Ella extendió su brazo sano―. Hazlo ahora. ―No, ya tomamos la muestra. Ah. Lo que explicaba la bola de algodón pegado en el interior de su codo. Su cerebro no funcionaba bien. ― ¿Es esa la razón por la que perdió el conocimiento? ―Preguntó Qhuinn―. ¿El bebe extra? Doc. Jane se encogió de hombros. ―Todos sus signos vitales se ven muy bien y han estado estables desde hace bastante tiempo. ¿Cuándo fue la última vez que te alimentaste, Layla? El problema no era si había tomado de una vena últimamente. ―Yo... ―Nos encargaremos de eso en este momento ―anunció Qhuinn―. Blay y yo le daremos de nuestras venas. Doc. Jane asintió. ―Sería lógico que con el inicio del segundo bebé requiera más alimento, sus necesidades de calorías y sangre pueden ser mucho más grandes de la que hayan esperado. Creo que es enteramente posible que estuvieras empujándote a ti misma a esto y conteniéndote. Layla se sentía completamente entumecida y tuvo que forzar una sonrisa. ―Voy a ser más cuidadosa, gracias, realmente aprecio tu cariño por mí. ―De nada. ―Doc. Jane dio al pie de Layla un apretón a través de las ligeras mantas―. Descansa, vas a estar muy bien.

A medida que la doctora se fue, Layla pensó en los extraños deseos sexuales que había estado teniendo últimamente, como el incremento relativamente repentino de sus síntomas físicos. ¿Era por el segundo bebe? ― ¿Quieres algo más cómodo que eso? ―Preguntó Qhuinn. Se sacudió de nuevo enfocándose. ―Lo siento, más cómodo ¿qué...? ―Ese johnny de hospital. Echándose un vistazo a sí misma, vio que no llevaba su ropa. ―Oh. Bueno, en realidad hace un poco de frío aquí abajo, una de mis ropas estaría bien, pero no quiero molestarte. ―No hay problema, voy a llevar tus cosas de vuelta a tu habitación y cojo un camisón y una bata. Blay ¿quieres ofrecerle tu vena? A modo de respuesta, la muñeca del soldado apareció justo en frente de ella. ―Toma todo lo que necesites. En ese momento, tenía la imperiosa necesidad de decirles, seamos sinceros y acabemos con el estrés del año pasado sin importar las consecuencias. Sólo quería ser libre de la terrible carga que le pesaba, la asustaba y la atormentaba. No había duda de que mejoraría las posibilidades de estresar menos a los bebes y menos estrés era bueno para las mujeres embarazadas, ¿verdad? Y ahora había dos vidas en riesgo, así como la suya propia. ― ¿Layla? Tragó saliva y levanto la vista hacia ellos mientras estaban sobre su cama preocupados. No quería traicionar a la única familia que había tenido, además, si tal vez les hablaba de Xcor, podían hacer... el complejo más seguro, o mover todo, o... Layla se aclaró la garganta y se apoderó de la colcha de la cama, como si se tratara de una barra antivuelco y estuviera a punto de entrar en una curva cerrada. ―Escucha, tengo que... Cuando no terminó, Qhuinn la tranquilizó ―Hay que alimentarte, eso es lo que necesitas hacer. ―Como si sus colmillos estuvieran escuchando, perforaron desde el techo de su boca y se dio cuenta del hecho que, sí, tenía que tomar de una vena. Y no, realmente no podía decirles. Sólo... no era buena. No había ninguna buena solución para ella. La odiarían por ponerse en peligro a sí misma y al embarazo y

también Xcor lo haría, todavía sabría donde vivían todos porque la hermandad nunca iba a abandonar el recinto. Esta era su casa y la defenderían cuando atacaran después de que dejara de verlo. Iban a matar a personas, personas a las que amaba. Mierda. ―Gracias ―dijo más o menos a Blay. ―Cualquier cosa por ti ―respondió, cepillándose el pelo hacia atrás. Trató de hacerlo tan suavemente como pudo, pero Blay ni siquiera se inmutó. Sin duda, cuando él y Qhuinn hacían el amor, se hacían muchas más mordeduras y sin duda mucho más duras. Justo cuando empezó a beber de la familiar vena, teniendo los nutrientes que su cuerpo requería y podría obtener sólo de este regalo de un macho de su especie, Qhuinn fue donde su ropa había sido puesta, en una silla en la esquina. Cuando las cogió con sus manos, frunció el ceño y miró hacia abajo. Entonces revolvió los pliegues como si estuviera buscando algo. Un momento después, su mirada desviada se desplazó hacia ella y su cuerpo se puso muy quieto. Esquivando los ojos, ella fingió concentrarse en lo que estaba haciendo. No tenía ni idea de lo que había encontrado ni por qué la miraba así. Pero dada la manera en que vivía, tenía mucho que ocultar.

*** ― ¿Cuándo se supone que vas a ir? Cuando Trez hizo la pregunta, Selena se centró en el plato caliente de harina de avena que había hecho solo por ella. Eso estaba bien, después del amanecer todos los doggen del hogar estaban tomando su descanso en sus habitaciones, así que ella y Trez estaban solos en la enorme cocina, lado a lado, sentados en la mesa de roble. ―Selena. ¿A qué hora es tu chequeo? Tendría que haber visto su boca. Hace dos segundos, habían estado disfrutando de esta mezcla de Quaker Oats, con su acompañamiento de crema de leche y su extensión de azúcar morena, ellos dos resplandecientes por lo que habían hecho en la ducha, en paz y relajados ¿Y ahora? No tanto, como se suele decir.

―A primera hora de esta mañana. Trez comprobó su teléfono. ―Está bien, está bien, son aproximadamente las ocho, así que incluso si terminamos esto, todavía puedes llegar a tiempo… Mierda. ―No quiero ir. ―Podía sentirlo mirándola―. No, no tengo un gran problema en no volver allí en absoluto. ―Doc. Jane dijo que teníamos que hacer radiografías de las articulaciones ―Bueno, no quiero. ―Tomo una cucharada en la boca y no sabía a nada. Era sólo una textura. ―Lo siento, pero estoy bien ahora. No quiero ir allí y que me pinchen y corten de nuevo. Su reticencia se basaba en el hecho de que ahora era la parte buena y no sabía cuánto tiempo iba a durar. Sabiendo que nada podría detener esto, ¿por qué tenía que molestarse con…? ―Significaría mucho para mí si quisieras ver a Jane. Ella levantó la mirada. Trez estaba mirando las ventanas detrás de ella, a pesar de que las persianas estaban abajo y no había nada que ver en ellas. Sus ojos estaban encantados. Al igual que ella, él sabía que no iba a ir a la clínica, y no había nada que pudiera hacer al respecto. ― ¿Sabes lo que más me asusta? ―se oyó decir. Su rostro se volvió hacia la de ella. ― ¿Qué? Agitó su avena y tomó otro sabor aunque solo registro como algo caliente. ―Tengo miedo de estar atrapada. ― ¿Qué quieres decir? ―No quiero quedar atrapado aquí ―dijo con una voz entrecortada. Entonces le dio unas palmaditas en el pecho, los brazos y los muslos por debajo de la mesa―. En mi cuerpo. Tengo miedo de los episodios, de estar viva aquí, ya sabes y encerrada en... cuando sucede, es difícil oír y ver pero sin mover nada. Sabía que tenías que venir por mí, eso hizo toda la diferencia, cuando estabas conmigo no estaba... tan atrapada. Cuando no dijo nada, ella lo miró de nuevo. Había vuelto a mirar a las ventanas que no mostraban nada del exterior, ni si estaba nublado o soleado, o si se trataba de lluvias, o si había un viento batiendo las hojas de otoño a lo largo de la hierba marrón.

― ¿Trez? ―Lo llamo. ―Lo siento. ―Se sacudió―, Lo siento, me perdí por un segundo. Se giró en su silla, poniendo sus pies en los peldaños debajo del asiento en el que se encontraba. Luego llevó su mano, la que no sostenía la cuchara y la deslizo suave contra su palma. ―Tienes las manos más hermosas que he visto nunca ―murmuró. Ella rio. ―Sospecho que no eres imparcial, pero me quedo con el cumplido. Frunció el ceño, con sus cejas apretadas. ―Me puedo imaginar cómo... ―Hizo una lenta inhalación y una larga exhalación―. No puedo pensar en nada más aterrador en el mundo que estar encerrado en un lugar del que no se puede salir ¿y que su prisión sea su propio cuerpo? Eso es inconcebible, es una mierda aterradora. ―Sí. Hubo un largo período de silencio en ese punto, donde él se sentó frente a su tazón frio sin tocarlo y ella jugaba con su harina de avena, haciendo pequeñas S con la punta de la cuchara. La discusión que estaban teniendo en juego se sentía en el aire, a su favor estaba su exceso de confianza en guerra con ella. Hasta-que-la victoria-fuera-totalmente-suya. No había ninguna razón para decir realmente las palabras. No iba a ceder y eso significaba que la única opción de su macho de las cavernas era echársela por encima del hombro hasta el centro de formación. Finalmente, Selena no podía soportarlo más y tuvo que cambiar de tema. ―A veces me pregunto... ―Ella se encogió de hombros―. Quiero decir, ¿y si todo el mundo ha mentido acerca de la muerte? ¿Y si no hay ningún Fade, sino sólo estás atrapado en tu cuerpo para siempre, consciente pero incapaz de moverte? Genial, había querido tratar de aligerar el ambiente. Agradable intento. ―Bueno, los cuerpos hacen... ―Se aclaró la garganta―. Ya sabes, la descomposición. ―umm, buen punto. ―Aunque, ¿y si las pesadillas después de la vida vienen por mí? Me preocupa todo el asunto del apocalipsis zombi.

Cogió su cuchara y empezó a comer, todavía le aferraba con su mano libre. ―Eso sería un asco. Das patadas y luego vagas por la tierra, apestando el lugar igual que con una dieta Atkins3 que nunca termina. Ella levantó la cuchara para detenerlo. ―Bueno, espera un minuto, mira ahora, acabas de tener hambre, ¿no? Y si encuentras a gente a la que comer, entonces, ya sabes, la vida es bastante buena si eres un zombi. ―No, si la mitad inferior de tu cara no te deja. Sin una mandíbula, ¿cómo te alimentas? Entonces no eres más que hambre y no se puede hacer nada al respecto. Asco total. ―Pajitas ― ¿Qué? ―Sólo necesitas una pajita ―Es difícil encajar un fémur a través de una pajita. ― ¿Y una licuadora? Pajita y una licuadora, así todo ya está listo. Con un estruendo, Trez echó la cabeza hacia atrás y rio con tanta fuerza, que era un milagro que no se despertara la mitad de la mansión. ―Oh, Dios mío, esto es tan enfermo. ―Se inclinó y la besó―. Tan jodidamente enfermo. De repente, ella estaba sonriendo demasiado, con tanta fuerza que sus mejillas dolían. ―Totalmente enfermo. ¿Es esto lo que llaman humor negro? ―Sí. Sobre todo si tenemos motivo. ―Trez se puso serio―. Y bien, por qué no vas. ― ¿Qué? ¿A la horca? Eso es un alivio. ―Abajo para ver a Jane. Si no quieres ir no voy a obligarte Selena exhalando en un suspiro. ―Gracias. Realmente aprecio eso. ―No me des las gracias, no es mi decisión, es la tuya ―Pasó la cuchara alrededor del interior de su cuenco―. Creo que es importante que tengas que decidir en tanto como sea posible en todas y cada una de las partes de tu vida, especialmente de la enfermedad y la forma en que se lleva. Supongo que sientes que no tienes muchas otras opciones sobre esto o suerte y que ha venido a ti y eso te da la ocasión de

reclamar oportunidades especialmente importantes. ―Él la miró―. Tengo una opinión y puedes apostar tu culo a que voy a decirte lo que es, pero lo último que quiero es que sientas presión de mí parte. Tienes suficiente encierro ya, no voy a añadirte eso. ― ¿Cómo sabes...? Dios, es como si supieras exactamente lo que estoy pensando. Se encogió de hombros y sus ojos tenían una mirada lejana entre ellos. Luego tocó el lado de su cabeza. ―Teoría correcta ―Él se reorientó hacia ella―. Entonces, la pregunta es, ¿dónde quieres ir? ― ¿Perdona? ― ¿Dónde quieres ir? La clínica no está en la lista ¿Entonces? Selena se recostó en su silla. Ahora ella estaba con la mirada fija en las ventanas. ―Me gusta el rancho de Rehvenge, si eso es lo que quieres decir ―Sé audaz, piensa en grande vamos, tiene que haber algún lugar emocionante. El Taj Mahal, Paris… ―No podemos ir a París. ― ¿Quién lo dice? ―Ahh... ―Nunca conocí Ahhh, no sé y no me importa lo grande que sea, si él está obstaculizando nuestro camino voy a asesinar al hijo de puta. ―Eres tan adorable. ―Selena se inclinó y lo besó en la boca, luego trató de forzar a su cerebro a saltar con algo, cualquier cosa. ¿No tengo suerte? Por fin consigo un pase libre... y no puedo llegar con… ¡oh! Lo sé. ―Dímelo, y voy a hacer que suceda. ―Quiero ir a Circle The World. Trez se sentó también. ― ¿El restaurante? ―Sí. ―Se limpió la boca con una servilleta―. Quiero ir a Circle The World y cenar. ―Es ese que da la vueltas, que está en la parte superior de…

― ¡El edificio más grande de Caldwell! Lo vi en la televisión una vez cuando le hacía compañía a Layla en su habitación. Puedes sentarte al lado del ventanal y mirar hacia fuera a toda la ciudad mientras comes ―Ella frunció el ceño mientras parecía que él tragaba saliva y no porque hubiera tomado una cucharada grande de la avena―. ¿Estás bien? ―Oh, sí, absolutamente. ―Trez asintió y se le infló el pecho como haría todo macho frente a ella―. Creo que es una gran idea, haremos que Fritz pida reserva para esta noche, tengo influencia en esta ciudad así que no creo que sea un problema y tienen servicio de cena hasta las nueve o diez. Selena comenzó a sonreír, imaginándose a sí misma con una de las túnicas de elegida, su pelo correctamente colocado, su cuerpo normal y Trez a través de la mesa de color negro brillante que habían mostrado en el anuncio de televisión, con las servilletas tan blancas, las platos tan cuadrados y la reluciente plata a la luz de las velas. Perfecto. Romántico. Y nada que ver con estar enfermo. ―Estoy muy emocionada ―dijo. El siguiente bocado de avena que puso en su boca era dulce, cremoso y en conjunto el más perfecto ¿cómo lo llamaban los humanos? ¿Desayuno? Eso no tenía sentido. Pero a quién le importaba. ―Es una cita, ¿no? ―se dio cuenta―. Querida Virgen Escriba, ¡Tengo una cita! Trez rio, el sonido de un ruido sordo en su ancho pecho. ―Será mejor que te lo creas y voy a tratarte como a una reina, mi reina. Cuando ambos se pusieron a comer pensó, wow, todo esto es un extraño paisaje emocional, en el fondo del valle de la desesperación, seguido por vastos panoramas que eran tan emocionalmente puros y bellos que se sentía honrado de tenerlos. Era casi como si su vida, con su espacio de tiempo limitado, les hubiera empujado juntos como un rollo de tela, lo que podría haber sido suave y corriente, ahora iba ondulante y con gran resonancia. Ella hubiera preferido el lujo de tener siglos, pero en este momento, en este preciso momento, se sentía profundamente viva, de una manera que no podía decir que se hubiera sido antes.

―Gracias ―dijo bruscamente. ― ¿Por qué? Ella miró hacia abajo a su avena, sintiendo que un rubor golpeaba sus mejillas. -Por esta noche, es la mejor noche que he tenido. -Aún no estamos allí, mi reina. -Sigue siendo la mejor noche... -lo miró a sus ojos oscuros-, de toda mi vida.

CAPÍTULO 28

iAm se despertó con el olor de la sopa, y mientras su cerebro comenzaba a trabajar de nuevo, no hubo ninguna basura de ¿esto es un sueño? para él. A pesar del hecho de que había estado fuera de combate por una contusión cerebral, ni un segundo de lo que le había llevado a esa celda en el palacio de la reina se le escapó: No el cambio rápido de ropa frente a Almost Abraham Lincoln, no el camino de vuelta al Territorio, no el golpe en la cabeza seguido por su breve despierta-despierta de antes. La sopa, sin embargo, fue una sorpresa. Era algo que recordaba de su infancia, una mezcla de calabaza, crema, especias y arroz. Y había otro aroma en la celda. El mismo que había llenado su nariz cuando el sacerdote había regresado para volver a chequear sus marcas. Abriendo sus ojos, él… Retrocedió. Una maichen, o sirvienta, estaba arrodillándose frente a él, su cuerpo y su cabeza envueltos en el color azul pálido de su posición, su rostro cubierto con una máscara de malla que no le revelaba absolutamente nada de sus ojos o de sus gestos. En sus manos, una bandeja de madera fina sostenía el cuenco, una cuchara, una jarra, y un vaso, así como también un gran pedazo arrancado de pan. Ningún sacerdote. No había nadie más con ellos. Inhaló de nuevo y entonces se dio cuenta de que la mujer debía haber venido con el oficial judicial antes y que sólo no la había visto. Se empujó desde el suelo. Y fue entonces cuando descubrió que estaba desnudo. Lo que sea. No quería poner a la maichen incómoda, pero si a ella no le gustaba la vista, podía irse. No es como si ella le estuviese mirando. Su cabeza estaba inclinada en sumisión, como había sido entrenada. s’Ex aparentemente estaba preparado para cuidar de él mientras estaba en prisión o al menos mantenerlo vivo un poco más. Y por un momento, se compadeció de esta pobre hembra cuya posición social era tan baja que había sido enviada, sola, con posibles machos peligrosos sin tener en cuenta su seguridad o su sexo. Por otra parte, en la jerarquía del Territorio, era considerada esencialmente sin valor. Triste. Pero tenía otros problemas de los que preocuparse. Sin prestarle atención a la maichen o a su situación del traje de cumpleaños, se puso de pie y caminó

hacia la pantalla en la esquina más alejada. Las instalaciones de agua estaban detrás e hizo uso de ellos. Obteniendo otro recordatorio de que no estaba ya en Kansas. Cuando se inclino sobre el fregadero comunitario para lavar su rostro, solo tenía una sola manivela para girar el grifo, en lugar de las separadas, una para agua fría y la otra caliente. No era porque fuese un prisionero. Todo el tema de esperar-por-agua-caliente fue una de las cosas a las que tuvo que acostumbrarse fuera del Territorio. Los humanos insistían en alternar alguna mezcla de opuestos para una temperatura perfecta. ¿Aquí en la s’Hisbe? Toda el agua estaba a treinta y dos grados. Desde la potable hasta la para cepillarse los dientes, era una sola constante, ni caliente ni fría. Salpicándose el rostro, agarró la toalla negra que colgaba de un gancho y se secó. Suave. Tan suave. Nada como la de los humanos, y no era más que un prisionero. Colgó la húmeda longitud, sólo por costumbre y salió de la pantalla. ―Dile a s’Ex que quiero hablar con él. A los prisioneros normalmente no se les concedía peticiones, pero no le importaba. También se negaba a hablar en la antigua lengua o en el dialecto sombra. Debido al predominio de la cultura humana, el inglés se enseñaba en las escuelas de las sombras, y se esperaba que incluso el personal tuviese algún conocimiento rudimentario del idioma. ―No voy a comerme eso. ―señaló con la cabeza la bandeja―. Así que puedes llevártelo. Sólo Dios sabía lo que había en esa mierda, si se trataba de una droga o algún tipo de veneno, estaba muy seguro que su trato allí no iba a ser tan benigno. Ellos, en la mayoría de los casos, iban a arrancar sus brazos y piernas fuera de su lugar en algún momento, aunque no hasta que notificaran a Trez de su cautiverio. Mierda. Nunca debió confiar en… La maichen colocó la bandeja en el suelo. Luego extendió su mano, cogió la cuchara, la sumergió en la sopa y la llevó hacia arriba. Con la mano libre, levanto la malla lo suficiente para exponer su boca y tomar un bocado. Luego hizo lo mismo con el pan y la sidra de manzana fermentada que estaba en la jarra. Permitiendo que la malla cayera de nuevo en su lugar, se sentó sobre sus rodillas. Desafortunadamente, aquel movimiento no hizo nada para sus sospechas. Las maichens estaban tan abajo en la cadena alimenticia, de nuevo, que incluso la palabra misma era pagada con tan poco respeto al principio de las oraciones.

¿Qué ella tal vez pudiera ser envenenada o comprometida? A nadie le importaba. Su estomago, sin embargo, estaba seriamente animándose mientras ella continuaba respirando. Antes de que pudiera detenerse, se acercó a ella y a la bandeja. La maichen no levantó la mirada, pero como decía de nuevo tenía miedo de él, por una buena razón. El olor de su miedo se mezcló muy bien con la picante sopa. Lo mismo hizo el olor de su piel. Inhalando por la nariz, sintió otro choque ir a través de su sistema, sus músculos crispándose al igual que su polla. Lo que no tenía sentido. Aquí estaba, atrapado con la mierda hasta la barbilla, ¿y su sexo decidía interesarse? ¿En serio? No le extrañaba que le llamaran a la condenada cosa un manipulador de tontos. Parándose frente a ella, colocó las manos en sus caderas y buscó señales por si iba a desmayarse. Cuando permaneció firme, esperó un poco más. Ella estaba temblando, pero ya lo había estado haciendo desde que él se había levantado. iAm se arrodilló en el suelo de piedra dura, imitando su pose. Casi inmediatamente sus rodillas comenzaron a doler, otro recordatorio de cuánto tiempo había pasado desde que había estado alrededor de su pueblo. Tal manera de sentarse era algo común aquí en el Territorio. Práctico si estabas totalmente desnudo, también. No colocando todo a la vista. Comió rápido, pero no de manera descuidada, y fue una buena decisión. Su cerebro necesitaba las calorías, su cuerpo, también, por si necesitaba salir corriendo de ahí. Lo cual era el plan. ―s’Ex, ―exigió cuando terminó―. Ve a buscarlo. Con eso, empujó la bandeja hacia la hembra. Como era costumbre, ella se inclinó hacia adelante sumisa, su frente cubierta casi terminando en el blanco y vacio recipiente. Recogió la bandeja, enderezó su torso, y con gracia se puso de pie sin tambalearse o dejar caer cualquiera de los platos. Saliendo de la celda, activó la puerta colocando la suela de su zapato contra una sección de la pared. Un momento después, debido a que la salida estaba claramente monitoreada, alguien abrió las cosas de forma remota. Eso, o la salida de alguna manera era poniendo la huella del pie. Y se fue.

Mientras la puerta se cerraba con un sonido como de Star Trek, supo que no había sido bueno dominarla y tratar de usarla como moneda de cambio. s’Ex y sus guardias estarían más dispuestos a negociar para salvar a un perro. Dando vueltas, se imaginó a su hermano al lado de Selena mientras yacía en aquella mesa de exámenes, bajo aquella brillante luz, una expresión congelada en su rostro. Dios, nunca debió haber hecho esto. Hablando de una situación sin salida: Trez iba a querer venir a liberarlo, pero dejar a aquella hembra cuando estaba enferma iba a matarlo. No hay nada como echar gasolina al fuego. Junto con unos cien kilos de dinamita.

*** Trez había querido decir cada palabra que había dicho de Selena y su libertad de elección. Mientras caminaba por el túnel subterráneo, en dirección a la clínica del centro de formación, estaba en un cien por ciento en una sola cosa. Bueno, dos, pero el hecho de que estuviese enamorado de ella era algo dado por hecho. La otra cosa que sabía con certeza era que Selena, y solo Selena, iba a decidir cómo su enfermedad iba a ser tratada, ¿Y si alguien la trataba con mano dura? Él iba a pararles los pies, eso estaba claro. Pero eso no significaba que no iba a ver a Doc. Jane. Acerca de su reina. Dios, ese apodo para Selena era tan gracioso. En el instante en el que el sobrenombre había salido de su boca, se había grabado. Como si su vocabulario se hubiese unido a la palabra como su cuerpo se había unido al de ella. Y sería la única reina para él. No importaba lo que les sucediera, o donde terminaran, sería su hembra reinante, ninguna otra podría suplantar el lugar en su corazón, su respeto, o la pronunciación de esa palabra. Arrastrando la palma sobre su rostro, obligó a sus pies a caminar a pesar de que una gran parte de él quería correr a toda velocidad hacia la clínica. No había ningún apuro, al menos en lo que concernía a su hembra. Selena estaba en su dormitorio, desnuda en la bañera, empapando su hermoso cuerpo con caliente, y perfumada agua. No estaba completamente libre de dolor. Escondía la rigidez persistente y el malestar, pero los indicadores se encontraban en los estremecimientos sutiles de su rostro y la forma desigual en la que

movía sus manos y brazos. Sin embargo el baño y algunas EEM iban a ayudar. Y cuando hubiese tenido un buen, y largo baño, iba a entrar en su cama para descansar antes de su “cita”. Su alegría ante la perspectiva de la cena, juntos, era contagiosa. Literalmente sentía una tibieza dentro de sus huesos, como si su felicidad sostuviese una magia cinética, a través de su unión, magnificándose dentro de su propia carne. Infiernos, todo lo que tenía que hacer era pensar en ella en aquella mesa de desayuno, sonriendo sobre sus cuencos de avena, o pensar en el sonido de su voz toda entusiasmada acerca de dónde irían y estaba sublimemente en paz.

Nunca había tenido nada cerca de eso. Ni siquiera el amor y el compromiso que tenía por su hermano se acercaban a esa sensación. De una enferma manera, supuso que la enfermedad había sido buena para Selena y para él. No podía imaginar cómo hubiesen borrado la mierda entre ellos de manera tan eficiente o totalmente sin… Infierno de cambio, ¿no? Cuando apareció en el centro de formación, introdujo los códigos apropiados, y pasó a través del armario de suministros y la oficina de Tohr. El hermano no estaba detrás de la mesa, lo cual era una buena cosa, y no una sorpresa. Eran alrededor de las cinco de la tarde. Tohr estaba sin duda despertando en su cama de emparejado con su Autumn, a punto de alistarse para la noche que se aproximaba. Lo que había sido una sorpresa fue que Doc. Jane estuviese dispuesta a verlo en esta hora extraña del día. Con las horas que había estado tirando últimamente entre lesiones y enfermedades y el hermano de Qhuinn, parecía que ella, Manny y Ehlena hubiesen estado de guardia constante. Le hizo respetar su mierda. Atravesó la puerta de cristal. Por el pasillo principal de bloques de concreto. Muchas puertas abajo a la izquierda. Abriéndose camino a la sala de exámenes, él… ― ¡Oh, mierda! Saltando de nuevo al pasillo, puso el hueco de su codo hasta los ojos y rezó para que lo que había visto no dejara una quemadura permanente en sus retinas. Había algunas cosas que no necesitabas saber acerca de las personas con las que vivías, sin importar cuánto los ames. Una fracción de segundo después, V abrió la puerta y el ¡ziiiiiip! mientras se subía el frente de sus cueros fue ruidoso.

―Te verá ahora, ―él dijo con la mayor naturalidad. Como si dos segundos atrás no hubiese estado clavado dentro de su shellan mientras ella se sentaba en su escritorio. ― ¿Puedo regresar luego? ―Trez preguntó. ―No, está lista. ¿Selena está bien? ―Yo, ah… sí. Ella está moviéndose… bueno, voy a llevarla fuera esta noche. V sacó un liado a mano. ―No me digas. ¿A dónde? En todas sus reflexiones, Trez había estado concienzudamente evitando pensar en el lugar. La idea de la cita era genial, la comida iba a encantarle, sólo había un problema que iba a tener que tragar y tratar. ―Ese restaurante. ―Señaló al techo―. ¿Conoces el del centro de la ciudad, que va en círculos? ―Oh, sí. Muy alto. ―El hermano exhaló―. Infierno de vista. Uh, huh. Cincuenta historias más. Había revisado la página web para saber exactamente qué tan malo era. ―Sí. Infierno de vista. ―Déjame saber si hay algo que pueda hacer. Por cualquiera de ustedes. V le dio una palmada en el hombro y comenzó a alejarse a zancadas. ―Vishous. El hermano se detuvo, pero no volteó. Y en la luz por encima de su cabeza, el círculo de humo de su liado chocó contra un remolino elegante en el aire. ― ¿Cuánto tiempo me queda con ella? El hermano volvió la cabeza para que su perfil con la poderosa perilla cortara una pálida rebanada de la iluminación, los tatuajes en su cien luciendo más siniestras de lo habitual. ― ¿Cuánto? ―Repitió Trez―. Sé que lo viste.

Hubo un silbido sutil mientras el hermano inhalaba, la punta del cigarrillo brillando con un resplandor vital. ―Lo que recibí no es tan específico. Lo siento. ―Estás mintiendo. La ceja oscura se arqueó. ―Te perdonaré ese golpe bajo. Una vez. Con eso, el macho reanudo sus zancadas, esos enormes hombros desplazándose con sus caderas, su cuerpo de guerrero no exactamente del tipo delgado, incluso alguien del tamaño de Trez y con sus habilidades de sombra, lo asumía voluntariamente. Especialmente con aquella mano brillando intensamente. Pero no habría una pelea entre ellos dos. No por este tema, al menos. Ambos sabían que había mentido. V era el hermano con la inteligencia, las visiones místicas, nacido directamente del cuerpo de la Virgen Escriba. También incapaz de soportar las mierdas de nadie. Simplemente no era parte de su cableado, aquel increíble cerebro estaba muy ocupado para importarle si ofendía en algo que era perfectamente aceptable para su interlocutor. ¿Así que cuando se había negado a darse la vuelta? ¿Cuándo todo lo que había hecho era mostrar su perfil? Había respondido la pregunta perfectamente bien. Vishous nunca, nunca lastimaría a un macho que respetara voluntariamente. Eso estaba aún más arraigado que la cosa de no-mentir. Y si, Trez había oído que por lo general no había una línea de tiempo en las visiones de muerte de V pero claramente era diferente en este caso. Tal vez porque lo que había visto era menos acerca de la muerta de la elegida, y más acerca de lo que le sucedería a Trez después. Hay dos hembras. Y en ambos casos, se te está acabando el tiempo. ―… ¿Trez? ―Dijo Doc. Jane como si hubiese estado tratando de llamar su atención―. ¿Estás listo para hablar conmigo?

No, pensó, mientras V desaparecía a través de las puertas de cristal de la oficina. No lo estaba.

CAPÍTULO 29

― ¿Piensas que nadie lo sabría? Cuando Maichen salió de la celda, se quedó paralizada. La voz detrás de ella era tan profunda, tan baja, que las palabras eran más gruñidas que habladas, y eso era lo último que había esperado. Pisadas, de un macho de dos veces su altura y tres veces su peso, dando vueltas alrededor de su cuerpo, y a través de la malla que cubría su rostro, miró hacia arriba, arriba, arriba. Los rasgos de s'Ex estaban cubiertos también, pero para el verdugo, lo estaban con una cota de malla, no con delicados eslabones de plata, que ocultaban sus detalles, aunque no su identidad. El miedo sonó en su pecho, un golpe hueco que la hizo sudar bajo sus axilas y entre sus pechos bien disimulados. ― ¿Y lo estabas alimentando? Cuando no confirmó ni negó la declaración, el verdugo levantó las manos con frustración, pero tuvo cuidado de no tocarla ni a nada que indirectamente hubiese tocado su cuerpo, y eso incluía la bandeja, todo lo que había sobre ella, así como su traje e incluso la gran baldosa de mármol sobre la cual sus pies se habían posado. Estaba prohibido para cualquier macho entrar en contacto con ella, se castigaba con la muerte, a manos de s'Ex, lo que significaba que estaría obligado a suicidarse. ―Dime ―exigió―. ¿Lo envenenaste? ― ¡No! Ha estado sin comida durante más de doce horas… ― ¿Normalmente te preocupas por mis prisioneros? ―Él no es un preso normal ―Ella levantó la barbilla―. Y no lo has cuidado adecuadamente. ―Hay miles de otros para ocuparse de esas cosas. ― ¿No soy una de esas miles de personas que viven aquí? Él se inclinó. ―No vayas allí de nuevo. Maichen se quitó la malla tan rápido, que él no tuvo la oportunidad de apartar la mirada a tiempo.

Mientras jadeaba y se daba la vuelta, escondiendo la cara bajo los pliegues de su manga, su voz se enfrentó con su autoridad. ―No vas a decirme dónde puedo o no ir. ― ¡Ponte tu mascara! ―vociferó. ―No lo haré. No recibo órdenes tuyas ―Ella apartó la manga lejos de él por lo que no tenía nada con lo que cubrirse los ojos―. ¿Está claro? El verdugo cerró los ojos tan fuerte, que deformó los rasgos de toda su cara. ―Vas a conseguir que nos maten a los dos… ―No hay nadie aquí. Ahora te ordeno que me mires fijamente. Las tornas cambiaron de tal manera que él se convirtió en el intimidado mientras se tomaba su tiempo para abrir los párpados, como si su rostro no quisiera obedecer lo que dictaba su mente. Cuando por fin la miró apropiadamente, fue la primera vez en su vida que un hombre veía su cara y por una fracción de segundo, su corazón comenzó a latir tan rápido que sufrió un mareo. Pero pensar en el prisionero que había allí anuló el malestar. ―Él... ―Ella apuntó con su dedo en dirección a la puerta de la celda―. No debe ser dañado de ninguna manera. ¿Me entiende? ―No mandas aquí… ―Es inocente. Es el hermano del ungido, no el que debe servir al trono. Sé lo del tatu… ― ¡Viste su cuerpo! ―Una serie de palabras explotaron fuera de la boca de s'Ex, palabras desconocidas que sonaban como “jodido Jesucristo”. Lo que sea que significase. Sólo sabía inglés formal. s'Ex se inclinó hacia ella y bajó la voz. ―Escucha, te quedas fuera de esto. No sabes lo que está pasando aquí. ―Sé que es injusto hacer a un inocente responsable de algo que no le concierne. ―No voy a perder mi vida por ti. ¿Nos entendemos? Y no voy a cambiar de idea sólo para complacer

algunos valores morales que desees permitirte por un momento. ―Sí, lo harás. ―Ahora ella se inclinó y a pesar de su tamaño, s'Ex se echó hacia atrás―. Estas al tanto del poder que tengo. No vas a enfadarme ni con este ni con cualquier otro deseo que tenga y cuando le lleve su próxima comida, tu y sus hombres me dejarán estar allí en paz. No confío en ti lo suficiente como para que lo alimentes adecuadamente o de manera segura. Y no le diré quién soy. Con esto, se puso la malla en su lugar y comenzó a alejarse. ― ¿Cuál es el fin de tu juego? ―Exigió s'Ex. Hizo una pausa. Miró por encima del hombro. ― ¿Qué significa esa frase? ― ¿Qué vas a hacer? ¿Mantenerlo allí como un jerbo por el resto de su vida? ¿Que era un jerbo? Maichen entrecerró los ojos debajo de la malla. ―Eso no es de tu incumbencia. La única preocupación que debes tener es que a él no le pase nada. Y traerle una cama en condiciones. Al final podía estar tranquilo ya que ella había ideado un plan seguro para liberar al pobre macho. Maichen se fue hacia la esquina fuera de su vista, antes de empezar a temblar, antes de tener que ponerse contra la pared para mantenerse en pie. Cerrando los ojos, todo lo que pudo ver era a ese macho encarcelado, caminando alrededor de la pantalla como si hubiera resurgido de entre el chorro del agua. Su cuerpo había sido... arrebatador, su forma desnuda impresionado sus ojos, sus pensamientos, su respiración. Ancho de hombros, de pecho grande, largo torso, parecía haber sido hecho por un artista, en lugar de haber nacido de un mortal. Y luego estaban las otras partes de su cuerpo. Qué la habían hecho sonrojar tan salvajemente, que temió que la malla se derritiese en su cara. Se dijo a sí misma que sólo iba a ayudarle, y era cierto. Era… Pero sería estúpido descartar esa ardiente curiosidad. Tal vez incluso peligrosa. Cielos, ¿qué estaba haciendo?

*** Cuando Trez saltó a la mesa de reconocimiento, casi golpeó la araña del techo con la cabeza, y mientras

se agachaba para dejar espacio, Doc. Jane se acercó. ― Aquí, déjame quitar mis lámparas de en medio. Con ese pequeño problema resuelto, se agarró al delgado colchón bajo su culo como si estuviera a punto de montar en una montaña rusa. Y odiaba las montañas rusas. Doc. Jane cogió un taburete con ruedas y se sentó, tiró de las dos mitades de su bata blanca juntándolas y puso las manos sobre las rodillas. Mirándole fijamente, se dispuso a esperar lo que hiciese falta hasta que él uniese sus pensamientos. Aclarando su garganta, dijo: ―Ella no va a venir. No quiere ser tratada mientras se siente bien. ―Puedo entenderlo. Esperaba más, y se recordó a si mismo ser más civilizado porque era la shellan de V. Cuando la buena doctora no continuó, frunció el ceño. ― ¿Eso es todo? ― ¿Que quieres que diga? ¿Qué Manny y yo vamos a hacer que venga a vernos? No puedo hacer eso. No haré eso. Cuando no sintió ningún alivio en absoluto con esa declaración, Trez se dio cuenta de que había querido que Doc. Jane forzara a Selena a venir. ¿Muy hipócrita? No era realmente una postura a favor del libre albedrío. ― ¿Cómo sabré si le pasa a lo largo de la noche? ―Dijo con firmeza. ― ¿Un episodio de arresto? ―Síp. ―No lo harás. ―Doc. Jane se apartó el pelo corto y rubio hacia atrás―. Incluso si la examinara ahora, no podría decirte cuándo tendría el próximo. No sé mucho acerca de la enfermedad, pero por lo que tengo entendido, eso es parte del problema. No hay ninguna fase prodrómica. ― ¿Qué es eso? ―Tienes migrañas, ¿verdad? ― Cuando asintió, ella señaló sus ojos―. Se te empaña la vista de veinte a treinta minutos antes de que llegue el dolor ¿sí? Bueno, a veces los enfermos sienten entumecimiento

y hormigueo en los brazos o las piernas; otros tienen anomalías sensoriales, como oler cosas que no están allí o escuchar cosas. Con la enfermedad de Selena, no hay ninguna advertencia de que una fase aguda esté a punto de suceder. La congelación parece venir de la nada. ― ¿Has hablado con ese loco de Havers? ―En realidad, nunca ha oído hablar de tal enfermedad. Lo más cerca que ha llegado es a tratar con síntomas relacionados con la artritis. ―Ella negó con la cabeza―. Esto me hace preguntarme, si hemos sido capaces de hacer un muestreo genético de las elegidas, si habría un gen recesivo en alguna parte. Con una población criada en cautiverio, tal como ellas lo han sido, puedes esperar encontrarte con este tipo de enfermedades. ―se encogió de hombros―. Pero volvamos a Selena, me gustaría poder decirte lo que va a suceder, o incluso lo que puedes esperar. Sin embargo, no puedo. Le he hecho un análisis de sangre completo, y la cantidad de glóbulos blancos es ligeramente elevada junto con sus marcadores inflamatorios, pero ¿aparte de eso? Normal. Todo lo que puedo decir es que si ella se levanta y se mueve, sus articulaciones, por definición, funcionan bien, y nos van a permitir saber cuándo no lo son. Él hizo crujir los nudillos, uno por uno. ― ¿No hay nada que podamos hacer por ella? ―No que sepamos de momento. Uno de los retos es que no entendemos el mecanismo de la enfermedad. Mi sospecha es que después de que el crecimiento óseo es desencadenado por Dios sabe

qué,

su

sistema inmunológico rebota de alguna manera y ataca el material lesivo, destruyéndolo como si fuera un virus o una infección. Y el mecanismo de defensa de su cuerpo sabe cuando parar, ya que su esqueleto original se mantiene intacto después. Probablemente es algo diferente por naturaleza en el crecimiento del 'hueso', pero no lo sabré a menos que hagamos una biopsia. ―Entonces, ¿por qué tiene ella qué...? ―Mierda, cada vez que parpadeaba, veía a Selena sobre la mesa, su cuerpo en esa espantosa contorsión―. ¿Por qué no puede simplemente seguir luchando y recuperarse? ―Mi suposición es que el sistema inmunológico falla. Si piensas en ello, hay una extraordinaria serie de actividad en el nivel celular. Cuando vi la primera serie de radiografías, nunca hubiese adivinado que su cuerpo podría volver a tener algún tipo de funcionamiento. Él se quedó en silencio, mirando las baldosas del suelo. ―Quiero salir con ella esta noche. Ya sabes, una cita. Cuando la doctora se quedó en silencio, miró hacia arriba. ―No es una buena idea, ¿eh? Doc. Jane cruzó los brazos sobre su pecho, y empujó su silla hacia atrás y hacia adelante sobre sus pequeñas ruedas negras, la versión sentada de pasearse.

Mierda. Debería haber tenido esta conversación antes de haber sugerido una excursión… ― ¿Cuán franca quieres que sea? ―Preguntó Doc. Jane. Trez tuvo la imagen del perfil de la perilla de Vishous resaltada bajo la lámpara de techo fuera en el corredor. ―Necesito saber en qué punto estamos. Incluso si esto lo mataba. Pasaron un minuto o dos antes de que Doc. Jane respondiera, y supuso que estaba ordenando ideas en su cabeza. ―El camino más prudente para ella es no dejar la medicación, y para mí, hacerla un chequeo general, uno que incluya múltiples biopsias, un TAC, una resonancia magnética en palabras de los humanos, y consultar con los médicos humanos a través de los contactos de Manny. Y entonces tendríamos probablemente que empezar con un tratamiento agresivo de esteroides, aunque esto es más una corazonada que una certeza, tengo que creer que el proceso inflamatorio tiene algo que ver con todo esto. Podría haber otras drogas para probar, tal vez algunos procedimientos, pero es difícil de adivinar con certeza desde donde estoy sentada en este momento. ―Ella frotó su pelo corto hasta que puso los rubios mechones en punta―. Tendríamos que movernos rápido, porque no sabemos cuánto tiempo tenemos, y todo sería ensayo y error, con probablemente más una prolongación del objetivo que de una cura. Aunque de nuevo, eso es sólo una corazonada, nada concreto. Él cerró los ojos y pensó en la forma de decirle a su reina que en lugar de ir a ese restaurante al que estaba tan emocionada de ir a comer, iban a… ―Pero eso no es lo que haría si yo fuera ella. Trez abrió sus párpados y miró al médico. ―Así que hay otra manera Doc. Jane se encogió de hombros. ―Ya sabes, al final del día, creo que hay que tener en cuenta la calidad de vida. No estoy segura de lo lejos que llegaríamos con el tratamiento o la comprensión de esta enfermedad, incluso si esto la sobrepasará. Estoy basándome en el hecho de que ella es, para usar un término de enfermedad infecciosa, un 'paciente cero' para nosotros. Nadie ha visto esto, aunque una minoría de sus hermanas ha sufrido durante generaciones de lo mismo. Hay una serie de cosas muy complejas que están pasando, y sólo... hay que intentar calmarse. ¿Y para qué quieres arruinar sus últimas noches?

― ¿Noches? ―Le espetó―. Jesucristo, ¿eso es todo lo que tenemos? ―No sé. ―Ella levantó sus palmas―. Nadie lo hace, y ese es el tema. ¿Podrías tú, podría ella? ¿Prefiere gastar el tiempo que le quede viviendo, o simplemente esperar la muerte? Te lo diré ahora mismo, si fuera mi elección, elegiría lo primero. Es por eso que no voy a hacer que venga aquí abajo o tratar de hacerla sentir mal porque no está en un gran apuro para que se tumbe en mi mesa. Trez soltó el aire que no se había dado cuenta que retenía. ― Rehvenge fue al norte. Hacia la colonia. Para ver si había algo en la tradición symphath que pudiese ayudar. ―Lo sé, Ehlena me lo dijo. Estamos esperando tener noticias pronto. Podría decir por el tono profesional en la voz de la hembra que no tenía muchas esperanzas. ― ¿Qué pasa si Selena se mete… en una situación tensa y estamos fuera cenando? ―Entonces nos llamas. ¿Te he mostrado el nuevo juguete de Manny? ― ¿Perdón? Ella se puso de pie y le dio unas palmaditas en la rodilla. ―Ven conmigo. Doc. Jane le sacó fuera de la sala de examen, hasta el pasillo, y luego hacia abajo, abajo, abajo, pasando las aulas que no usaban, hasta la pesada puerta de acero del garaje. Abriendo la amplia cosa, ella le indicó con su brazo a través de las jambas. ―Tachánnnn. Trez salió al frío, amortiguado aire. La enorme ambulancia brillaba como un centavo, en forma de caja como un LEGO, más grande que el Hummer de Qhuinn. Más grande, en realidad, que la de los humanos que había visto fuera y alrededor de Caldwell. Era un maldito RV. ―Esta mierda va en serio. ―Síp. Una de las cosas sobre la que Manny y yo hemos estado preocupados. Las puertas traseras del vehículo se abrieron de golpe, y el compañero humano de Doc. Jane salió de un salto.

―Pensé que escuchaba voces. ―El hombre se puso serio tan pronto como vio a Trez―. Hey, hombre, ¿cómo lo llevas? Los dos se saludaron y Trez indicó con la cabeza el vehículo. ―Así que sucedió, ¿eh? ―Ven a ver el interior. Trez metió las manos en los bolsillos de sus pantalones y se dirigió a la parte trasera. A través de las puertas dobles abiertas, vio... un amplio pasillo central con dos camillas, una después de la otra, rodeado por todo tipo de equipos médicos, almacenado en vitrinas cerradas con puertas de vidrio que se alineaban en las paredes laterales como estanterías con esteroides. ―Es como una sala de operaciones en miniatura. ―Murmuró Trez. Manny asintió y saltó de nuevo. ―Ese es el plan. Queremos ser capaces de tratar en serio, las heridas de la lucha potencialmente mortales rápidamente. A veces, enviar de vuelta a los pacientes aquí o a Havers es demasiado arriesgado. El médico comenzó a abrir los armarios y vitrinas, mostrando una gran variedad de apósitos estériles, herramientas quirúrgicas, incluso un microscopio sobre un brazo extensible que podía pivotar alrededor de cualquiera de las camas. Acarició la cosa como si fuera una mascota. ―Este bebé es también una máquina de rayos X portátil, y tenemos tecnología de ultrasonido. Ah, y como un extra, la RV es a prueba de balas. ―Esa fue la contribución de mi marido, ―añadió Doc. Jane. ―Y V también hizo los sistemas informáticos. ―Como decía, es cierto. ―Doc. Jane miró a su compañero―. Así que escucha, Trez va a salir esta noche en una cita con Selena. ―Es una gran idea. ¿A dónde van a ir? Trez hizo un movimiento circular con el dedo índice. ―Esa cosa en el cielo. Que da vueltas y vueltas. ― ¡Oh, sí! ―dijo el tipo―. En el hospital lo llamamos La Central de Compromisos, porque ahí es donde los médicos llevan a sus novias cuando están listos para ponerles el anillo. Muy romántico. ―Sip.

Trez se quedó mirando la extensión de la puñetera caravana, tratando de decidir si esto le hacía sentirse aliviado o deprimido como la mierda. La buena noticia, suponía, era que con las luces intermitentes sobre la cabina del vehículo y el legendario pie de plomo de Manny, podrían llegar a la ciudad en unos diez minutos. Especialmente si había poco tráfico. Pero ¿y si no había suficiente tiempo? ¿Qué pasaría si Selena necesitaba…? ― ¿Trez? ―Dijo el doctor. Salió de su ensimismamiento. ― ¿Sí? ― ¿Qué tal si voy contigo? no, no como tu chofer ―se interrumpió cuando Trez retrocedió. ―Voy a aparcar en el parte trasera del edificio y pasar el rato en caso de que nos necesites. Esta cosa tiene insignias falsas en las puertas, el capó y la parte de atrás, y tengo todo tipo de documentos falsos. Nadie me va a molestar, y llevaré un hermano conmigo en caso de que necesite sacarme de encima a algunos humanos. Trez parpadeó. ―Dios, no puedo pedirte que hagas eso… ―No lo hiciste. Me ofrecí voluntario. Trez miró fijamente a la ambulancia de última generación. No podía creer que el tipo estuviese preparado para…. ― ¿Trez? ―Dijo Manny―. Hey, Trez, mírame. Trez posó de nuevo sus ojos en el humano. Manny estaba bien formado para ser un no vampiro, con un cuerpo de atleta que seguía manteniendo al día después de emparejarse con la hermana de V, Payne. Pero ¿su fuerte? La confianza. Formado en el mundo humano, el ex director del Departamento del centro de cirugía del hospital San Francis irradiaba la clase de: Es a mi manera o no hay manera, que encajaba perfectamente con los hermanos. ―Te cubro ―dijo el tipo con gravedad―. Los cubro a los dos. Manny extendió su mano, y por un momento, todo lo que Trez pudo hacer fue parpadear. Pero luego enganchó lo que le habían ofrecido.

La voz de Trez se entrecortó. ―No sé cómo puedo pagártelo. ―Sólo ve y disfruta de tu chica. Eso es todo lo que me importa. Cuando Doc. Jane puso la mano en su hombro, Trez se sintió humilde por el apoyo. Y esperanzado también, tal vez Rehvenge viniese con algunas cosas del lado symphath. Tras agradecerles a los dos de nuevo, volvió a entrar en el centro de formación, Doc. Jane se quedó atrás con su colega, como si supiera que necesitaba un minuto para juntar toda su mierda. Dios, la cabeza le daba vueltas. Y fue divertido, no tenía el impulso de beber para alejar la angustia. En absoluto. No sintió la necesidad de ir y golpear cien pollitos al azar, tampoco. Asimismo, no tenía ningún interés en ponerse en contacto con Big Rob y Silent Tom sobre el club y su noche de apertura, o acabar con esos paquetes de drogas que habían encontrado a ese lesser. Ni siquiera quería subir hasta el tercer piso de la mansión, despertar a su hermano, y darle a iAm la información de última hora. Estaba curiosamente vacío. Y eso le daba miedo. Esta noche se suponía que era una noche especial para su reina. Tenía que serlo.

CAPÍTULO 30

Eran alrededor de las seis de la tarde cuando Selena salió de la ducha en el baño de Trez. Había dormido como un bebe durante todo el día y la noche, sólo consciente de Trez cuando entraba de vez en cuando para comprobar cómo estaba. Como resultado, se sentía mejor de lo que se había sentido desde… Queridísima Virgen Escriba, no sabía cuánto tiempo. Se secó con la toalla, envolvió su pelo y se puso el albornoz negro de Trez. El amplio tamaño empequeñeció su cuerpo, caía hasta el suelo, los lazos tan largos que los extremos casi se enredaron en sus pies. Pero se sentía tan bien tenerlo sobre ella, su olor envolviéndola como un abrazo y los pliegues le ofrecían calidez. De encima del lavabo doble, cogió una toalla de mano y quitó el vaho del espejo. Bajo las luces, su piel brillaba, un rubor en sus mejillas y color en la boca, todo como resultado del sexo que habían compartido. Y habría más esta noche. Lo sabía, porque cada vez que Trez había entrado en la habitación, esa esencia de especias oscuras había sido una promesa de lo que estaba por venir. Desenredando la toalla de la cabeza, dejó su morena cabellera suelta, las hebras mojadas caían por la espalda. Hizo lo mejor que pudo para conseguir secar los mechones, frotando con la toalla todo lo que pudo sin forzar demasiado. Así llegó el momento de secar el pelo, excepto… No había secador de pelo. Mirando a su alrededor, comprobó los armarios debajo de los lavabos, pero sólo encontró todo un cargamento de papel higiénico de reserva, jabón, champú y acondicionador, maquinillas de afeitar, toallas y toallas de baño. Se movió a la zona de almacenamiento en la pared, se encontró con más toallas, que olían a caro y tan agradable como el pan recién horneado, pero no encontraba lo que necesitaba. Súper seco era el objetivo final. Incluso ligeramente húmedo podría ser su segunda opción. Bueno, estaba en dificultades ahora. Se marchaban a las siete y media y su pelo, por sí solo, tardaría cerca de ochocientas horas en secarse. Un golpe en la puerta exterior le hizo levantar la cabeza. — ¿Hola? —Eso es un ¿pasa? —Una voz femenina le preguntó desde el pasillo.

—Sí. Por favor —Ciñéndose el albornoz de Trez, salió al dormitorio, entonces se detuvo cuando se abrieron las pesadas puertas—. Oh, hola... ah... Beth, la reina, entró en la habitación de Trez, y con ella estaban Marissa, Autumn, Mary, Ehlena, Cormia, Bella, Payne, y también Xhex, quien, con su pelo corto y vestida de cuero, parecía un poco fuera de lugar en el grupo. Tal vez eso era el porqué de su postura incomoda, como si no estuviera segura de lo que estaba haciendo con ellas. — ¿Hay algo que necesites? —Le preguntó a la reina. A pesar de que había sido consciente de que Cormia y Layla habían venido a verla, era una suposición correcta que todos en la casa habían sido informados sobre sus dificultades, realmente esperaba que las mujeres no hubieran hecho el viaje para ofrecer sus condolencias antes de que realmente muriera. Afortunadamente Beth sonrió, en lugar de sacar pañuelos. —Necesitamos que nos permitas ayudarte. Selena elevó sus cejas y miró a sus pies. —Lo siento ¿no entiendo? —Bueno, hemos escuchado a través de rumores… Marissa tomó la palabra, —En realidad, mi hellren me contó, y él lo oyó a través de Vishous. —Que vas a una cita, —terminó Beth—. Y hemos pensado que te gustaría un poco de embellecimiento. Cormia extendió sus palmas, —No es que no seas lo suficientemente bonita. En ese momento, había un montón de ¡oh!, ¡no sí!, ¡totalmente hermosa!, y ¡sólo si tú quieres! Y todo lo que Selena podo hacer era poner las manos en sus mejillas, —Estaba a punto de ponerme la túnica y arreglar mi pelo según lo prescrito. —Aburrido —dijo Xhex. Cuando todas las chicas la miraron, ella levantó las manos, — ¡Les dije que no soy buena en esto! Dios, ¿por qué me hicieron venir? Beth se dio la vuelta, —Selena, siempre pareces adorable, pero tenemos algunas ropas contemporáneas para que las veas, unas que quizás son un poco más… —Te vas a ver como algo más que una cortina de la ventana —Xhex rodó los ojos—. Lo sé, lo sé, me

callo a partir de ahora, pero es la verdad. — ¿Me veo como una cortina? —Dijo Selena, echando un vistazo a la hilera sobre las ventanas que se acababan de cerrar—. ¿Es tan malo? Beth se adelantó y le cogió las manos, apretándolas. — ¿Confías en nosotras? —Oh, por supuesto, mi reina, es solo que. No sé, no puedo encontrar un secador de pelo, y… Marissa dio un paso adelante con una lona llena de todo lo necesario, maquillaje y peluquería. —No hay problema, ¡lo tengo cubierto! Y así fue como Selena terminó sentada en un taburete en medio del baño de Trez con un grupo de mujeres a su alrededor con secador de pelo, cepillos para el cabello, algo llamado mousse, y rizadores. En medio del cambio de imagen, sus ojos se humedecieron —Oh, ¿estoy demasiado cerca? —dijo Autumn por encima del estruendo de los secadores. Selena llevo una mano a sus ojos, con la esperanza de ocultar sus lágrimas. La amabilidad era tan inesperada; literalmente sentía como si toda la casa estuviera detrás de ella y su macho. Xhex, la dura de pelar, fue la que le alcanzó la caja de Kleenex, y cuando la mano de Selena tembló tanto que dejó caer el pañuelo que había cogido, Xhex fue la que hizo la tarea, desplegando otro suave y blanco pañuelo para secarle bajo los ojos que lagrimaban. Miró dentro de esa mirada gris plomo y articuló, Gracias. Xhex se limitó a asentir y a mantenerse discreta, su suave toque estaba en desacuerdo con esa cara severa y su vestimenta masculina y la pistola que llevaba enfundada en la cintura, a pesar del hecho de que estaban todos a salvo en el recinto. Selena no tenía pensamientos en su cabeza, sólo emociones demasiado grandes para sostenerlas en su corazón. Cuando los secadores finalmente callaron, sabía que era el momento para recobrar la compostura. Todo ese ruido y la furia de su pelo volando alrededor le habían ofrecido una especie de zona de protección para esconderse detrás, aunque todas la habían visto llorar. —Tu pelo es tan hermoso —dijo Cormia mientras pasaba sus dedos a través de las ondas—

Creo que deberíamos dejarlo suelto. —Gracias a todas —espetó Selena—, gracias por esto. Beth se arrodilló frente a ella. —Es un placer. Una mano se posó en el hombro de Selena, otra en su antebrazo, más en su espalda, y Xhex estaba justo a su lado con esa caja de Kleenex. Mirando al espejo, se vio rodeada por las hembras de la casa, y ninguna de ellas la estaban compadeciendo por lo que estaba, muy, muy agradecida. En cambio, estaban junto a ella, haciendo lo que podían para demostrarle que les importaba. Y por alguna razón, eso parecía indescriptiblemente importante. Probablemente porque caló en ella, que por primera vez, podría ser recordada por estas personas después de que se hubiera ido y ser llorada por buena gente era el mejor legado que alguien puede dejar atrás. — ¿Suelto? —escuchó decir. — ¿En serio?, ¿Creen que debería llevar mi pelo suelto? —Permítanme presentarles a mi pequeño amigo —Con eso, Marissa levantó una varita mágica de plata que estaba enchufada a la pared mediante un cordón negro—. Y ahora la guerra va a comenzar. Selena tuvo que reír. Echando un vistazo a Xhex, dijo, — ¿alguna vez tu? — ¿Usar uno de esos? —La hembra tiro de su pelo corto—, como si pudiera, pero creo que deberías hacer lo que dicen. Estas viendo a los verdaderos cerebros de la especie cuando se trata de ser caliente. —Entonces me someto, lo haré. —Selena se alegro con la idea de una transformación— Hagan conmigo lo que quieran. Beth sonrió. — ¿Crees que esto es bueno? Espera a ver el vestido.

*** —Lo siento, lo intenté. Rehvenge se disculpó por algo que no era su culpa y eso no era realmente una sorpresa, Trez meneó la cabeza. Los dos estaban de pie en el gran vestíbulo de la mansión, sus pies plantados sobre un mosaico que representaba un manzano en flor.

Puso su mano sobre hombro cubierto de pieles del macho. —En serio, Rehv, gracias por darnos una oportunidad. Rehv se apoyó en el suelo con su bastón rojo y camino. —Busqué por todos lados en nuestros registros. Pedí a la gente… —Rehv, escucha, te agradezco que fueras a la colonia, pero sinceramente, no esperaba una respuesta mágica. —Mierda sabía que se estaba acostumbrado a las malas noticias en este momento—. Así que no te culpes por ello. El largo visón se acampanaba detrás del gran macho mientras caminaba a zancadas. Finalmente, se paro. — ¿Recuerdas la noche que nos conocimos? —Cómo olvidarlo. —Siempre sentí que tenía que suceder —El macho miró hacia abajo a sus zapatos de piel de avestruz— No quiero esto para ti, especialmente considerando lo que te está esperando. Rehv era uno de los pocos que sabían de su condición de ser el ungido en la s'Hisbe. Dios, pensó Trez, ese desastre en el Territorio no estaba en su radar en absoluto. Selena era el gran desinfectante de todas sus otras preocupaciones, no sólo borrando su pizarra, sino limpiando la cruda mierda. —Voy a llegar hasta el final con Selena —se oyó decir—. No voy a ningún lado mientras ella esta... ya sabes. —Cualquier cosa que necesites, la tienes. —Rehv se acercó—. Yo solo... Fue inquietante ver al gran macho, quien era conocido por su arrogancia descarada, parecer tan derrotado. Trez tuvo que cortar la piedad o se iba a venir abajo. —Mira, no tienes que decir nada más, francamente, preferiría que no lo hicieras. No es por nada, tengo que estar enfocado en donde estoy en este momento. Selena va a bajar las escaleras y no puedo estar en todo esta noche. —Entendido. Pero te voy a abrazar. —Por favor, no, no, vamos, hombre… Cuando estuvo envuelto en el abrazo, se puso rígido y se sintió como un idiota. Por el amor de Dios, el

hombre iba en serio, pero maldita sea, Trez todo lo quería hacer era correr a la sala de billar y tal vez golpearse sí mismo con un taco en la cabeza. Hasta que la maldita cosa se rompiera. Su cabeza no, el taco. —Wow, esto es suave —dijo, acariciando el abrigo. Rehv dio un paso atrás. —Voy a dormir en la habitación de invitados, estoy molido y Ehlena ha estado todo el día con Luchas. Creo que vamos a dormir toda la noche. —Suena a música celestial. Incómodo. Momento. —Deja de mirarme así. —Trez frotó su cara—. No está muerta todavía. —Lo sé, lo sé. Lo siento. Te dejo solo. Rehv le palmeo la espalda y luego golpeo la gran escalera, subiendo con la ayuda de su bastón. Como Trez se quedó donde estaba, se dio cuenta de por qué no había buscado a su hermano para hablar de estas cosas. Generalmente, iAm y él hubieran hablado ocho veces ya, y eran sólo las siete de la tarde. Pero si Rehv siendo un buen tipo se había metido bajo su piel, Trez ahora realmente no sería capaz de manejar esa mierda con su hermano de sangre. Apenas se sostenía a sí mismo ¿un vistazo en la mirada negra de iAm? Temía que no sería capaz de recomponerse de entre los escombros. A veces, la honestidad era demasiado… Oh, que se joda. En serio estaba citando seventies Muzak ¿ahora? Paseando, paseando, paseando. Él y Selena estaban resueltos a salir a las siete y media, y había planeado ayudarla hasta el coche. Eso había sido un enorme ni hablar, sin embargo: una hora atrás, había subido al tercer piso a verla, pero Xhex le había prohibido la entrada y le informó que no era bienvenido en su propia habitación. A continuación, la guerrera le había lanzado uno de sus trajes negros, junto con un esmoquin negro de botón bajo, mocasines negros y calcetines de seda y su reloj Audemars Piguet negro. Y le cerró la puerta en la cara. ¡Hembras! Honestamente. Pero se había cambiado de ropa como un buen chico. Y vino aquí a esperar.

Mientras la figura de Rehv desaparecía arriba, Trez sacó su teléfono y reviso sus mensajes. Esperaba encontrar algo de iAm, pero, típico de su hermano, el tipo sabía cuando necesitaba espacio y se lo estaba dando. Despachó al macho con una rápida puesta al día, diciéndole que iba a salir con Selena y que contactaría más adelante cuando volvieran. Luego contacto con Big Rob y Silent Tom y les informó que todo lo que tuviera que ver con los clubes seria a través de Xhex, asumiendo que ella pudiera conseguir liberarse del cambio extremo de imagen que estaba sucediendo en su habitación. Estaba a punto de dejar el teléfono, cuando vio que había perdido un texto. De Rhage. El hermano le había contactado y… — ¿Oye, estamos listos? ¿Dónde está tu mujer? Hablando de Hollywood. El hermano en cuestión salió corriendo por la escalera principal, las armas tintineando como campanas de navidad humanas de varias fundas que todavía tenía atadas en su cuerpo. —Acabo de recibir tu mensaje —dijo Trez—. Lo siento por no responder. —Tienes cosas en tu mente. Está bien. Choque de palmas. Abrazo. Golpe de hombros. Dio un paso atrás. — Mírate. —Rhage camino alrededor—. Te ves bien. Trez tiro de los puños de su camisa. —No puedo avergonzar a la hembra. —Te ves bien, ella es afortunada de estar a tu lado —Rhage se detuvo delante de él—. Mira, esto es lo qué le digo a mi Mary, ella quiere añadir color a mi armario. Ha insistido, como, el último par de años. El hermano se estremeció como si su shellan le hubiera sugerido llevar bragas bajo sus cueros, Trez empezó a sonreír. — ¿Te gusta el negro, Hollywood? —dijo. —Ella quiere algo que convine con mis ojos —Rhage señaló al increíblemente verde azulado de sus ojos—. En serio, digo, ya tengo agua conmigo todo el tiempo con esto, por qué necesitamos redundancia. — ¿Cuánto color hay en tu armario?

—No quiero hablar de ello. Demasiado deprimente. Lassiter asomó la cabeza fuera de la sala de billar. — ¡Hola! Dragon boy. Están dando Project Runway, ¿quieres venir a verlo? tal vez consigas algunos consejos sobre tu ropa. La mirada de Rhage se estrechó, pero se negó a mirar el ángel. — ¿No hay un maratón de Salvados por la Campana que tienes que ir a ver? —No, odio a Zack, es como tu jodido hermano pequeño, reina de belleza. —Lassiter paseaba, el oro que tenía creaba un aura alrededor de su cabeza rubia y morena y su largo cuerpo. O quizás el brillo era en realidad un aura. — ¿Entonces, así que, a dónde vamos? ¿Tu club, sombra? —No. — ¿Utensilios de embalsamador entonces? Con todo ese negro encima, es como si estuvieras interesado en las artes funerarias… Rhage se movió tan rápidamente que fue imposible de seguir. Un momento, estaba apretando los dientes al lado de Trez; al siguiente, estaba cara a cara con el ángel, la mano cerrada en la garganta de Lassiter. Las palabras fueron dichas tan silenciosamente, que Trez no pudo seguir su rastro, pero un momento después la ironía abandono el rostro y la actitud del ángel. Rhage soltó el agarre y retrocedió. —Así está mejor —murmuro mientras regresaba y se abrochaba las correas—. Más vale llevar encima esta mierda, voy de copiloto con Manny esta noche. —Oh, sí. —Trez respiró hondo—. Gracias por hacer… —Pero sólo porque me prometió bistec. Trez levantó una ceja. — ¿Ah? — ¿Bistec?, ya sabes, ¿vaca? ¿Carne? ¿El cielo en un plato? Sé que lo has comido antes. —Estoy familiarizado con ello, sí. Pero vas a venir a ayudar con… —Comer carne, eso es por lo que voy. Hubo una pausa incómoda, durante la cual Rhage simplemente le miraba como si hiciera una declaración

de que no iba a ser un momento de drama. Y Jesús, eso era probablemente la cosa más útil que el hermano podría haber hecho. Era como un salvavidas de la zona de succión emocional y Trez se agarró. —Bistec, eh. ¿Vas a pedir comida para llevar de Circle The World? Rhage retrocedió como si hubiera sido abofeteado. —Está Bien, ok, claramente no eres consciente de ello, lo que es un impresionante lapso en tu educación formal, pero el mejor asador en Caldie, está cruzando la calle desde el restaurante al que van. ¿Mi plan? Mientras que tú y tu chica están ahí pasándolo bien y dando vueltas, voy a estar en la planta baja comiendo, algo así como: un filetmignon, un corte de Roast Beef, una hamburguesa de ternera de Kobe, una tira Nueva York. —Suena bien, y ¿Que vas a escoger? ¿Has decidido ya? Rhage frunció el ceño. —Todos ellos. Con terceras partes de puré de patatas. Mira, tienes que conseguir la proporción de puré-carne correcta. Marca la diferencia. Y luego están los rollos, voy a pedir tres cestas. Trez levanta su dedo índice. — ¿Sabes lo que necesitas? Comer en Sal´s. Deberías venir a comer el asado de mi hermano. — ¿Es italiano? —Sí. Hablo de lo mejor de la ciudad… —Mierda, por qué no. —Santo... hijo de puta... Al soltar Lassiter esa maldición, Trez y Rhage echaron una mirada al ángel. El PITA no los notó, Sin embargo, sus ojos extraordinariamente brillantes estaban enfocados hacia arriba, como si el segundo advenimiento hubiera llegado a la cima de la gran escalera. Justo entonces, un aroma revelador alcanzó la nariz de Trez y se disparo a través de su sangre, el impacto desgarro su cabeza y su cuerpo. Con lo que perdió todo pensamiento, todo el aliento, y toda su alma. Selena estaba parada en la cabecera de las escaleras alfombradas rojo sangre, su hermosa mano apoyada en la barandilla dorada, su cuerpo sujetándose tieso, como si no estuviera segura de sus zapatos, ni de su vestido, o incluso su pelo.

No había nada de qué preocuparse. A menos que ella tuviera un problema con ser una bomba H. Su cabello largo y oscuro estaba alrededor de los hombros, cayendo hasta la parte baja de la espalda, rizado hasta las puntas, era un esplendor femenino, tan abrumador con su peso y su brillo, que sus puños se cerraron y se abrieron porque quería tocarlo, acariciarlo, olerlo. Pero eso no era ni la mitad. Su rostro era lo único que posiblemente podría haber puesto su cuerpo en vergüenza, su piel radiante, sus ojos brillantes, sus labios rojos carnosos, como la sangre. Y luego allí estaba el jodido vestido. Negro, de corte sencillo, con un corpiño de corte bajo y una falda que terminaba en la mitad del muslo. Muy en la mitad del muslo. Selena extendió un pie, con un zapato de tacón alto que estaba conectado a un tobillo diminuto y una pantorrilla perfectamente curva que le hizo rechinar sus dientes. Tuvo que tragar duro cuando ella comenzó a descender lentamente, cada paso la llevaba más cerca de él haciendo posible poder tocarla, besarla... tomarla. Hombre, ese vestido era un total KO, nada más que una envoltura que seguía los contornos de sus caderas, su cintura y sus pechos, con un fruncido al lado y un otro en uno de sus hombros. No llevaba joyas en absoluto, pero por qué no había ningún diamante, ni esmeralda, ni rubí, ni zafiro que pudiera estar cerca de su devastadora perfección. Tan pronto llegó a la parte inferior de las escaleras, ella vaciló, echando una mirada de izquierda a derecha, probablemente a Lassiter y Rhage ¿estaban todavía en el Hall de entrada con él? ¿Quién sabía? ¿A quién diablos le importaba? Selena alisó la... ¿qué era, seda? ¿Lana? ¿Tafetán? ¿Papel de aluminio? ¿Bolsa de papel? Ella alcanzó y empujó su cabello. Luego hizo una mueca. — ¿No te gusta, verdad? Lo puedo cambiar. Iba a usar… Algo le golpeó en el costado. —… la vestimenta tradicional, pero las chicas pensaron... —Miró por encima de su hombro a las hembras que estaban paradas en la parte superior de las escaleras—. Puedo cambiarme…

Lassiter maldijo —Mierda, no. No te atrevas. Luces… El labio superior de Trez se retrajo sobre sus colmillos descendidos, entonces chasqueo sus mandíbulas en dirección del ángel caído, como un pastor alemán, o tal vez un tiburón toro haciendo un bocado de prueba antes de que fuera una moto sierra sobre su presa. Lassiter levanto sus palmas. —Lo que sea, hombre, iba a decir que se parece a una obra de caridad, un árbitro de fútbol, un imitador de Martha Stewart. ¿Quieres que continúe?, podría comenzar con los personajes del cretino Disney, hay tantos de ellos. Ese pinchazo en su caja torácica volvió de nuevo. Entonces Rhage se inclinó —Trez —el hermano silbo—. Joder tienes que decir algo. Trez aclaró su garganta. — yo... yo... yo... Era vagamente consciente de las hembras en el segundo piso rompiendo en aplausos y exclamaciones de,

—Flechado. —Pero

su

reina

permanecía

preocupada.

Bueno,

necesitaba recuperar la

compostura antes de que Rhage le clavase el codo de nuevo en el hígado y Selena huyera de regreso a su dormitorio. —Eres... Estoy... Tiró del cuello de su camisa de seda, aunque estaba abierto. — ¿Te gusta? —dijo ella. Todo lo que podía hacer era cabecear. Literalmente no era nada más que hormonas en un traje negro. Estaba hermosa. — ¿En serio? Más cabeceos. — Uh…huh, de verdad. Selena empezó a sonreír. Luego miró a las hembras, que saltaron arriba y abajo poniendo sus pulgares hacia arriba. Su reina se volvió a él, se aproximo, tomó sus manos y se estiro para susurrar en su oído. —Lo único que no me dieron fue ropa interior. Desnuda. Ella estaba d-d-d-d-desnuda debajo de eso.

CAPÍTULO 31

No pudo dormir. Paradise no había conseguido dormir absolutamente nada en la hermosa casa. Al principio había sido porque estaba tan emocionada de poder recorrer el lugar… dos veces, que había ido a través de cada sala, dormitorio y baño, maravillada por el arte, el mobiliario, la decoración. Entonces había sido cosa de seleccionar una de las habitaciones, había elegido la de la izquierda y desempaco, desempaco y desempaco. Su amada doggen, Vuchie, había comenzado a organizar una estancia para sí misma en el corto pasillo con paredes de piedra entre las dos suites subterráneas, pero Paradise había insistido en que su doncella estuviera todo el tiempo que durase su estancia en el otro dormitorio real. Esto había dado lugar a una serie de protestas, con lo cual su sirvienta, atrapada entre una orden directa y su incomodidad al permanecer entre tal lujo, casi había tenido un ataque de nerviosos. Al final y como de costumbre, Paradise se había salido con la suya. En ese momento, se había retirado a "su" dormitorio, se cambió a ropa de dormir y descubrió la buena noticia que el Wi-Fi no requería de contraseña. Extendiéndose en el edredón de terciopelo, había comprobado Twitter, Facebook, un par de blogs, el New York Post y el Daily News y había seguido haciendo caso omiso a los mensajes de Peyton. Cuando sus párpados finalmente habían comenzado a cerrase, había puesto su teléfono a un lado y se arrastró dentro con las mantas sobre su parte superior, la sudadera de Syracuse b-ball y sus pantalones de yoga eran la especie de pijama con la que había dormido muchas, muchas veces. Yyyyyy eso fue antes de que la falta de sueño hubiera hecho su aparición. A pesar de que había cerrado los ojos, su mente estaba zumbando con lo que su padre le había dicho que estaría haciendo al caer la noche para ayudar al rey y luego estaba el hecho de ese primo perdido hace mucho tiempo que estaba a solas con su padre en su casa. ¿Qué pasaba si lastimaba a su papá? Así que, yupi, pensó mientras se puso delante del espejo en el baño. No podía pegar ojo, incluso cuando sus párpados habían estado cerrados.

La buena noticia era que la espera había terminado y su padre le había enviado mensajes de texto que su ETA era de aproximadamente quince minutos y que también había pasado un buen día. Era curioso, que estuviese sorprendida por lo mucho que necesitaba verlo, después de tantos años de orar por un poco de libertad, había encontrado la experiencia real marcada por un montón de nostalgia. ―Pero ahora tengo la oportunidad de trabajar. Poniéndose de lado se enderezó su chaqueta azul marino, tiró de su blusa blanca y jugueteó con su collar de perlas. Cuando dio un paso atrás, decidió que se parecía a una azafata de 1960 de PanAm, como las que salían en “Atrápame si puedes”. ―Ah, vamos. ―Ella dio un tirón del lazo con el que había echado hacia atrás su pelo y lo ahuecó―. Oh, sí, esto es muy diferente. O no. Poner el pelo suelto no mejoró la situación, no estaba a la moda y, ¿a quién tenía que impresionar de todos modos? Bueno, mala cosa para preguntar de cualquier forma si estabas tratando de mantener tu primer trabajo bajo control y no sólo por su padre, sino por el rey de toda la raza y su guardia personal de perfectos asesinos. Era suficiente para hacerle una oración a la Virgen Escriba. Apartando el paso ella… ―Por favor, señora, permítame que le haga algo para desayunar. Vuchie estaba de pie justo dentro de la habitación, vestida con su perenne uniforme gris y blanco que se balanceaba entre sus zapatos de ante debido a su peso. La doggen tenía el pelo castaño, ojos marrones y la piel del color del pan blanco, pero era preciosa a su manera y probablemente sólo era cincuenta años mayor que Paradise. Las dos se conocían desde que Parry podía recordar, al igual que con muchos hijos de padres aristócratas ellas habían sido emparejadas con la esperanza de una vida formando una relación ama/sirvienta. En muchos casos, la propia criada era lo más importante que se llevaban a su nuevo hogar cuando se emparejaban con un macho de prestigio y de cría similar. Era su lazo con el pasado, su cordura y, muchas veces, la única persona en la que podían confiar. Chica, prefería esta simple reubicación por causa de un puesto de trabajo y no por algún tipo de hellren. ―Estoy bien, Vuchie. ―Ella trató de sonreír―. ¿Tienes hambre?

―Señora, no tomo la última comida tampoco. Parry no tenía intención de estar aclarando la verdad, sabía que si dejaba entrever la mitad o un pedacito de lo que le pasaba iba a empezar a llorar y hacer como un aspersor de campo de golf delante de su criada. Aquella especie de candor sólo la llevaría a una pelea por reposar en la cama y probablemente, Vuchie llamaría a su padre como refuerzo para D & R. ― ¿Sabes lo que me gustaría? ―Parry forzó una sonrisa―. Si pudieras preparar algo para comer en mi escritorio. ―Ella se acercó y enlazo los brazos con Vuchie―. Vamos, hagamos esto. ―Pero... pero... pero… ―Estoy tan contenta que estés de acuerdo, me encanta cuando estamos de acuerdo como ahora. Sobre la parte superior de la curvatura de la escalera de piedra, ellas entraron pasando un retrato de tamaño natural de un rey francés en la sala, donde se encontraba el área de recepción. ―Es tan tranquilo ―dijo Paradise inquieta. La habitación, como el resto de la casa, estaba bellamente decorada con antigüedades por todas partes, sedas y satenes en las paredes y los suelos e incluso las sillas donde esperaba la gente, estaban cubiertas de lujosas telas. Le recordaba a los artículos que había leído en las revistas Vogue y Vanity Fair acerca de Babe Paley y Slim Keith, la gama de muebles tan perfectos, los objetos de arte, pequeños caprichos de jade, oro y bronce, los colores suaves pero no débiles. ―Creo que padre no está aquí todavía. Como si fuera una señal, las persianas automáticas de todas las ventanas se elevaron tan sutilmente como un zumbido. ―Voy a ir a ayudar en la cocina ―dijo Vuchie―. Y a preparar tu primera comida. Cuando su doncella se marchó, Paradise casi se agarro a la espalda de la hembra, pero por el amor de Dios, la doggen no era una manta de seguridad. Decidida a estar bien a pesar de que no sabía lo que iba a hacer, se acercó y se sentó detrás del escritorio y jugó con el ratón, lo que la llevó a un protector de pantalla con clave que no se molestó en tratar de

descifrar. Wi-Fi a escondidas era una cosa, ¿el equipo de aquí? Podría bloquearse y algo más. Uno a uno abrió los cajones, sin encontrar nada excepto los suministros de papelería, artículos de papelería y sí, wow… más cosas de artículos de escritorio. Oyó voces primero, profundas, bajas y muy masculinas. Entonces la puerta se abrió y allí estaba el coro de fuertes machos, machos de pies grandes calzados con botas cruzando el umbral. El primer pensamiento de Paradise fue esconderse debajo de la mesa. Los miembros de la hermandad de la daga negra se presentaron en la casa, todos ellos vestidos de cuero negro, cada uno con brutales armas escondidas. Eran más grandes de lo que recordaba de sus presentaciones de la noche anterior y no era como si los entraran dentro de la categoría de débiles. ―... golpea un par de veces su cabeza ―dijo uno de ellos. Hubo unas cuantas risas y otro añadió: ―O su culo, no soy demasiado orgulloso. El chillido fue como de neumáticos derrapando ya que todos se detuvieron y la miraron. Gracias a Dios que estaba sentada y el escritorio añadía una especie de barrera entre ella y todos los guerreros. ―Hey, ―dijo uno de ellos, el que tenía el acento de Ben Affleck―. Tu primera noche, ¿eh? Cuando empezó a asentir con la cabeza su padre apareció por la puerta abierta. ― ¡Estoy aquí, estoy aquí! ―Su padre pasó a través del grupo―. Paradise, ¿Cómo estás? Cuando llego hasta ella, se puso de pie y lo abrazó con fuerza. Podía hacer esto, se dijo. Podía absoluta y positivamente hacerlo. Realmente. Honestamente. Dios, había una gran cantidad de hombres en la casa.

*** Mellizos, estaba esperando mellizos.

Mientras Layla yacía en la cama del hospital se frotaba su vientre con su mano libre, la que no estaba colgando del final del yeso que le recorría el brazo hasta encima de su codo derecho. Los dolores de sus dos caídas se habían desvanecido y la ruptura del hueso que Manny había cuidado ya estaba sellada de nuevo. El yeso o nylon o lo que fuera iba a ser cortado ponto. Mellizos. A pesar de que había tenido todo el día para tratar de acostumbrarse a la noticia, todavía estaba aturdida y lo que era peor, ella y Qhuinn no habían hablado de ello realmente o de lo que había encontrado tan interesante cuando trataba con esa ropa que había estado usando. En el momento en que volvía con un camisón de franela y su bata rosa favorita ella había estado dormida. Había sido lo suficientemente bueno para poner la manta sobre ella y dejar que siguiera durmiendo. ¿Había adivinado que había estado mintiendo sobre dónde sus viajes de coche habían estado llevándola? Maldita sea, como dirían los hermanos. El golpe en la puerta paro sus pensamientos. ― ¿Sí? Tan seguro como si hubiera leído su mente, Qhuinn apoyó la parte superior de su pesado cuerpo en la habitación. ―Hey. Solo quería charlar contigo antes de salir esta noche. ¿Cómo te sientes? Layla respiró hondo y trató de no mostrar nada extraordinario en su cara. ―Estoy bien. ¿Cómo estás tú? ―Bien. Una pausa larga, haciendo que el corazón le latiera con fuerza. ―Así que, gracias por la bata ―Ella acarició la longitud borrosa―. Realmente lo agradezco. Me acabo de despertar pero voy a ponérmela. Después de un momento, él entró y tiro de la puerta cerrándola. Sus ojos desiguales subían y bajaban por su cuerpo y por una vez estaban reservados. ―Entonces, ¿cómo estás? ―Dijo―. Ya sabes, con la cosa de los mellizos ―Bien, quiero decir, es un shock. ―Ella se encogió de hombros―. Pero estoy acostumbrándome, estoy feliz, dos, es una bendición. Se lo que significa, sí.

―Bien. Sí. Uh-huh. El silencio solo fue llenado por él metiéndose las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón de cuero y ella jugando con las solapas de la maldita bata. Además de emanar un sudor frío bajo las sábanas de hospital. ― ¿Hay algo que necesites decirme? ―Preguntó Qhuinn. Los golpes en sus oídos era tan fuertes que estaba casi segura de que le respondió con un grito. ― ¿Acerca de qué? ― ¿Qué estabas haciendo anoche? Se obligó a sostener su mirada. ―Fui a dar una vuelta. ― ¿Por qué estaban tus ropas cubiertas con hojas? ― ¿Perdón? ―Tu ropa, anoche, cuando las lleve arriba había suciedad y hojas sobre ellas. Si caminaste por el patio y caíste en el vestíbulo, ¿por qué pasaría eso? Ella bajó los ojos a pesar de que sabía que la hacía parecer culpable. Por otra parte era culpable. ― ¿Layla? ―Él maldijo en voz baja―. Mira, eres una mujer adulta, a pesar de que estás llevando a mi hijo, no tengo ningún derecho a saber lo que estás haciendo con tu vida, excepto para lo relacionada con el embarazo. Sólo quiero asegurarme de que estás a salvo, por tu bien y por el de los bebés. Mierda. Ahora era el momento, pensó. Ahora... tenía que ser el momento. ―Me siento atrapada ―se oyó decir. Entre Xcor y la hermandad, entre el peligro y la seguridad, entre el deseo y la condenación. ―Me figuraba eso. ―Qhuinn asintió―. Los paseos, sales mucho. ―Camino. ― ¿Dónde?

―Fuera. ―En su cabeza, trataba de soltar una serie de claras confesiones, intercambiando nombres y verbos, tratando de encontrar una manera para describir lo que estaba haciendo sin tener que soltar toda su mierda allí―. Por fuera... en el campo. Qhuinn cruzó la habitación y se enderezó sobre el cuadro ya correctamente enmarcado de un sauce llorón. ―La gente hace eso cuando tienen algo dando vueltas en su cabeza. En eso tienes razón, pensó. Querida Virgen Escriba, quería decírselo. Ella realmente quería... pero la revelación estaba atrapada en su garganta. Por primera vez, comenzó a sentirse cabreada consigo misma, con Xcor y con toda la maldita cosa. ― ¿Te caíste en el camino mientras estabas paseando? ―Dijo. ―Sí. ―Ella respiró hondo―. Fui una estúpida me caí sobre una raíz. Tan cerca de la verdad solamente suprimiendo las partes del macho. Hombre, esto la estaba matando. ―La mayoría de las hembras... ―Qhuinn vino a los pies de su cama y puso las manos en sus delgadas caderas y miró hacia abajo a sus pies―. La mayoría de las hembras tienen un compañero que las ayuda a pasar por todo esto, quiero ser eso para ti, también Blay. Nosotros no queremos defraudarte. Genial, ahora lloraba porque el dudaba sobre el apoyo que le daba. ―Eres increíble, los dos lo son. Eres absolutamente increíble, es sólo que... no hay mucho que hacer. Al menos eso no era una mentira. ―Más ahora con Mellizos. ―Él negó con la cabeza―. Mellizos... ¿Puedes creerlo? ―No. ―Ella frotó su vientre―. No sé cómo van a caber, ya me siento enorme y me quedan aún… ¿cuantos meses? ―Escucha, por favor, estoy contigo. Estoy aquí para ti todo lo que necesites. Cuando una estridente alarma comenzó a sonar al lado, los dos fruncieron el ceño al mismo tiempo mirando al rededor de la fuente del ruido. ― ¿Procede de la habitación de Luchas? ―Preguntó―. Oh, Dios mío, ¿qué es...? Gritos a fuera en el

pasillo, golpes de pasos y la voz de Jane ladrando órdenes. ―Joder, tengo que ir a ver ―dijo Qhuinn mientras se giraba y se lanzaba hacia la puerta―. Tengo que ir a ayudar... Cuando corrió hacia la habitación de su hermano, Layla se sentó, se puso de pie y se estabilizó. Lo que estaba ocurriendo al lado era una mala noticia y que la condenaran si Qhuinn iba a afrontarlo solo.

CAPÍTULO 32

A medida que Selena se sentaba en la parte trasera del gigantesco Mercedes, igual al que Fritz, de hecho, conducía, estaba sonriendo tan ampliamente que sus mejillas estaban entumecidas y su mandíbula dolía. Por delante del coche, los rascacielos del Caldwell brillaban como los centinelas míticos de algún fantástico reino, se apoyó en el parabrisas tratando de ver uno en particular, el lugar a donde iban, el más alto de todos. —No puedo esperar, para ver cómo es la vista desde allí —se volvió hacía Trez—. Estoy tan emocionada. No contestó pero siguió mirándola fijamente y ella sonrió mucho más. El macho no había apartado la mirada de ella desde que bajó por las escaleras, con sus ojos recorriéndola, siempre. Recorrió sus labios, su pecho, sus muslos, sus pantorrillas, volviendo a mirar su pelo pasando por su cara hasta llegar a su garganta. Su excitación era tan evidente que trataba de ocultarla reacomodando su chaqueta, su brazo y poniendo su mano de una manera casual, pero ella podía notar su sexo tan claramente como si estuviera desnudo. Ella se inclinó acercándose. —Bésame. —No confío en mí mismo. —Eso suena horrible —estirándose, ella le mordisqueo el lóbulo de la oreja. —Peligroso. —El gemido que resonó en su pecho, era el sonido más erótico que hubiera escuchado nunca—. ¿Deberíamos hacernos cargo de esto? —Cuando puso su mano sobre su sexo, él salto y maldijo. —Eso es… — ¿Un sí? —dijo ella. Mientras él se recostó en el asiento, deslizó su mano para ocultar su erección, ella miró hacia el frente del auto, que dado su tamaño parecía estar en otro código postal. Fritz con rostro viejo, arrugado, preocupado. Tal vez frio, estaba centrado en el camino. Sin apartar esos oscuros ojos de ella, Trez dejó caer su mano hacia la puerta. Una fracción de segundo

más tarde hubo un zumbido y un vidrio opaco empezó a subir dejándolos aislados totalmente de su amable chofer. —No tenemos mucho tiempo —dijo ella, apartando el brazo de su entrepierna. —No lo necesito. Con un rápido movimiento él sacó del bolsillo del pecho de su chaqueta un impecable pañuelo blanco perfectamente doblado mientras ella liberaba su erección. Estaba decidida a besarlo pero él le cogió la cara entre su mano desnuda y la otra cubierta con la tela fina del pañuelo y la besó, su lengua tironeó de la suya queriendo explorar con profundidad. Fue un beso duro y caliente, aterciopelado y rudo. Ella puso su mano alrededor de su eje y mientras más acariciaba y bombeaba más desenfrenado se tornaba el beso. Su pelvis se sacudía contra ella y sus pechos se golpeaban con una respiración igual de errática. Cuando lo golpeó el orgasmo, él gritó su nombre y metió el pañuelo entre ellos. Ella estaba tan encendida por la vertiginosa sensación de su boca sobre la de él y el bombeo de su mano contra su sexo que empezó a sentir un cosquilleo entre sus muslos en repuesta a lo que estaban haciendo que era menos de lo querían hacer. Su propia liberación fue una sorpresa, pero le dio la bienvenida absorbiendo los afilados picos de placer haciéndose más fuertes. Al mismo tiempo, continúo acariciándolo con un ritmo lento, apretando la cabeza de su eje. Cuando todo termino Trez dejo caer su espalda contra el asiento, sus parpados caídos y sus labios separados. Su cabeza colgaba de lado como si no tuviera la fuerza necesaria para mantenerla erguida. — ¿Eso fue un rapidito? —Ella susurró mientras apretaba sus pechos contra su pecho y lo besaba. Antes de que él pudiera responder, ella le lamio el labio inferior chupando la carne, recostándose en él dijo, — ¿Lo fue? —Ten cuidado, hembra. No soy responsable de quitarte ese maldito vestido que llevas puesto.

— ¿Sería eso algo tan malo? — ¿Si cualquier otro hombre te ve desnuda? sí. —Él sonrió y deslizo un colmillo por su labio inferior— Soy muy protector. —Todavía estas duro. ¿Cierto? Con un rápido agarre la tomó de la parte posterior del cuello y la atrajo hacía sí para darle un caliente beso. A pesar de que había estado a cargo al principio, él tomo el control de la situación, dominando su cuerpo, acariciando su rodilla y subiendo su mano más arriba, mucho más arriba. El orgasmo que le estaba dando con sus dedos le enviaba ramalazos profundos de placer, ronda tras ronda de placer. —Eso es mi reina —le oyó decir en medio de su nebulosa—. Córrete para mí. No fue consciente por cuánto tiempo estuvo trabajándola con sus talentosos dedos, pero finalmente se dio cuenta cuando el coche tomo un giro haciéndola perder el equilibrio en el asiento. Centrando sus vidriosos ojos a través de la oscura ventana vio que salían de la autopista y estaban a punto de entrar en las complicadas vías de asfalto que conectaban los rascacielos. —He arruinado tu lápiz de labios —él dijo con satisfacción mientras se arreglaba—. ¿Lo has traído? Ahora era ella la que no estaba muy coherente —Déjame ver que hay aquí —rebusco en el bolso negro que Marissa le había dado—. Sip, estamos cubiertos —era como si las mujeres supieran en qué tipo de problemas exactamente se iban a meter. Había un pequeño paquete de pañuelos, un delineador de labios que le habían enseñado a usar y el fabuloso lápiz labial rojo que utilizaron para sus labios. —Hay un espejo allí arriba —Trez extendió su largo brazo y accionó algo en el techo—. Es luminoso. Ella se miró en el espejo y tuvo que reírse —Sí, creo que lo arruinaste un poco —con un paño se hizo cargo de las manchas y luego cuidadosamente intento delinearse la boca mientras el auto pasaba por unos pequeños baches—. ¡Maldición! —dijo mientras tomaba otro paño para quitarse la mancha rosa que terminó en su nariz. —Déjame intentarlo —dijo Trez mientras tomaba su mano y la dejaba caer. Cuando ella lo miró, sus ojos negros parecían estar memorizándola. Y en el fondo su alma se estremeció. —No lo necesitas —él dijo—. Me gustas más sin él. Selena sonrió con tristeza — ¿Sí?

—Sí —su mirada recorrió su cuerpo y volvió a mirarla a la cara—. Esto es maravilloso. Te ves increíble. Esta noche eres la mujer más hermosa de la ciudad y cuando lleguemos a ese restaurante los camareros van a dejar caer sus bandejas. Pero ¿Quieres saber, cuál es la manera en que mejor te ves? — Cuando él hizo una pausa, Selena se dio cuenta que tenía que tragar saliva. — ¿Cuál? —Ella susurró. —Tu mejor look, mi reina, es el que usabas cuando naciste. En lo que a mí respecta, la perfección no puede ser mejorada por ningún hombre o dios —inclinándose la besó suavemente—. Solo pensé que deberías saber lo que esos hombres pensaran en el momento que te vean. Selena comenzó a sonreír sobre todo cuando se dio cuenta que a veces TE AMO se podía decir sin esas dos palabras alineadas una detrás de la otra. — ¿Ves? —Dijo ella en voz baja—. Te dije que esta iba a ser la mejor noche de mi vida.

*** Mientras iba de copiloto en la ambulancia RV de Manny, Rhage estaba comiendo Doritos directamente de la bolsa y en total desacuerdo con el doctor. —No, no, soy un chico CoolRach, solo sabor original para mí. —Estas tan equivocado. —Manny accionó la direccional para salir de la autopista—. No lo puedo creer, la gente tiene una mente tan cerrada cuando se trata de un simple bocadillo. —Pero ese es mi punto ¿Por qué mejorar un regalo de Dios? —Rhage inclinó la bolsa y quiso maldecir, se habían terminado los trozos grandes, solo quedaban pedacitos y migas, las que igual se iba a comer. Le dio un pequeño golpe en la parte trasera, haciendo que toda callera dentro de su boca abierta, una destreza que solo se adquiría con experiencia. Tragándose todo, se enfocó en la parte trasera del auto de: dictador del tercer mundo de Fritz. Ese Mercedes era grande, negro y estaba completamente polarizado, tendía a llamar mucho más la atención de lo que le gustaba, despertando mierdas y risitas por donde pasaban. Rhage se imaginó lo que los seres humanos se imaginarían si supieran que había vampiros en la parte posterior y que era conducido por un mayordomo con siglos de edad que tenía un pie que haría Jeff Gordon sufriera un caso de celos.

— ¿No giramos aquí a la derecha? —Rhage preguntó mientras se acercaban a la intersección. —Esa es una vía de un solo sentido. —Como dije ¿Giramos? Manny miró sobre él. —No, si no queremos ser arrestados. —Estamos en una ambulancia. —Pero ellos no lo están. Ok idiota. —Sabes, realmente lo que quiero es golpear las luces en esta perra. —aunque al instante que dijo eso, su caja torácica se contrajo alrededor de sus pulmones y acabo teniendo que bajar la ventana un poco para conseguir algo de aire. — ¿Acabas de dejar nachos por toda mi puerta? Rhage froto con su antebrazo la mancha color naranja —No. Se mantuvieron pegados al auto de Fritz como un sello a un sobre, girando a la izquierda alejándose del rio. Yendo hacía el corazón del distrito financiero. No había callejones sucios, contenedores de basura, incluso ni agua-nieve durante los meses de lluvia y mucho menos olores desagradables de los restos de restaurantes baratos. Esta era la parte elegante de la ciudad, donde la gente llevaba trajes y corrían como ganado para llegar a sus importantes trabajos. El rascacielos donde estaba el restaurante había sido construido un par de años atrás y sus diseñadores lo promocionaron como el edificio más alto de Caldwell. Repleto de sedes de grandes empresas, pero para él solo era poco más que un cajón para los seres humanos, cada uno de ellos encerrado en su cubículo. Aburrido. — ¿Estás bien? Rhage miro al doctor — ¿Eh? — ¿Qué te pasa? —Nada.

— ¿Entonces por qué has dejado de comer? La bolsa no está vacía. Rhage miró hacia abajo. Efectivamente había dejado las sobras y no tenía ningún deseo de terminar. — Ahhh. — ¿Cuidando tu peso? —Sí, eso es. Cuando aplastó la bolsa, dejo todo con un color naranja brillante, incluso su mano. —Mierda, no tengo nada para limpiar esto. — ¿Estas bromeando? —Manny arrojo un rollo de gasa sobre él—. Podríamos pulir y abrillantar esta ciudad con lo que tengo aquí. Rhage limpio todo; entonces hizo un ovillo con el desastre y lo tiró en la papelera que estaba atornillada al suelo entre los asientos. Manny desacelero cuando llegaron hasta el edificio de cristal y se estacionó al lado opuesto de la calle después de que Fritz parara el brillante Merc. Justo en la llamativa entrada. Un momento después, Trez salió y fue hacía el otro lado del auto mientras se abotonaba su chaqueta abierta por el fuerte viento, mostrando las gemelas de los años cuarenta que tenía enfundadas debajo de cada brazo. Con un movimiento elegante, abrió la puerta para su mujer y Selena salió de la parte trasera. Su increíble cabello ondeándose, como una bandera oscura entre ellos. —Hermosa pareja —dijo Manny tranquilamente. —Ella ni siquiera parece enferma. —Lo sé. Trez colocó el brazo de ella sobre el suyo y caminaron hacía los escalones de granito gris, cuando llegaron a las puertas giratorias ya había otra pareja de humanos allí que se quedaron mirándolos. —Manny. — ¿Si?

—Tienes que hacer algo, mi hermano. Solo tienes que entender esta mierda por ellos. — Manny piso el acelerador del RV para ir hacía la parte posterior del edificio. — ¿Me escuchaste? —dijo Rhage. —Sí, te escuche. —Manny respiró hondo—. ¿Sabes que es lo más difícil de aprender en medicina? — ¿Bioquímica? —No. —La anatomía humana. ¡Amigo eso apesta! La luz intermitente de la direccional hizo un sonido Nuk, Nuk, Nuk, cuando el buen doctor anuncio al mundo o por lo menos a esa calle que estaban girando a la izquierda, para rodear el edificio. —Es que, hay situaciones en las que no hay nada que puedas hacer. Rhage se froto los ojos. Algo de su subconsciente venía hacía él, algo que no quería. — ¿Rhage? — ¿Eh? —Hiciste un ruido muy gracioso. Cuando Manny llego a la bahía de estacionamiento, sacó un poco de estilo y aparcó marcha atrás. Apagando el motor se volvió en su asiento. — ¿Seguro que estas bien? — ¡Oh! Sí, uh, huh. —No te ves bien. Y pon atención a lo que estoy diciendo. Idiota. Sabes lo que significa. — ¿Que te gusta tener PJ toda la noche? —Que soy doctor. Y se de lo que estoy hablando. —No seas paranoico. Grandote. Estuvieron en silencio lo que parecía un latido de corazón o doce años. Entonces Manny dijo:

—No hay nada que no haría para mantener a esos dos juntos. Nada. Ahora fue Rhage el que contesto. —Eso es lo que necesitaba escuchar, Doc. —No pongas tanta fe en los milagros, Hollywood. Eso es una apuesta peligrosa. —Eso fue lo que nos pasó a Mary y a mí. Cuando lo necesitamos. Tuvimos uno. Manny miró fijamente el parabrisas y parecía como si no viera nada más allá de oscuridad. —No soy Dios. Y tampoco lo es Jane. Rhage se acomodó en el asiento. —Necesitas tener esperanza. Ellos solo tienen que tener esperanza.

CAPÍTULO 33

Cuando el panel de la puerta de la celda se deslizó de nuevo por la pared, iAm se dio la vuelta. Pero no era s'Ex. Ni otra plataforma de cama. Ni más libros que no leería o mantas que no usaría o almohadas que le importase un rábano. Era la sirvienta con otra comida. ―Oh, venga ―espetó, levantando las manos―. ¿Dónde demonios está s'Ex? La hembra no dijo nada; ella simplemente se acercó con otra de esas bandeja mientras la puerta se deslizaba de vuelta a su sitio, encerrándolos juntos. Cuando ella se arrodilló, quiso gritar. Así que lo hizo. ― ¡Joder, no me voy a comer eso! Jesucristo, ¿qué pasa con tu gente? La única cosa que lo detenía de tirarse sobre ella, coger la maldita comida y arrojarla por la habitación, era el hecho de que no era culpa de la maichen. Que s'Ex le diera esquinazo no tenía nada que ver con ella, y aterrorizar a la maldita sirvienta no iba a hacer que estuviese más cerca de la libertad o de volver junto a Trez. Ella era en parte una inocente cautiva en esta mierda igual que el. Dejando salir el aire en una ráfaga, inclinó la cabeza. Le llevó un par de latidos del corazón antes de que lograra dar una apariencia de control. ―Lo siento. En ese momento, la cabeza de ella se alzó bruscamente a su nivel, y por un momento, especialmente cuando su aroma lo alcanzó, deseó poder verle los ojos. ¿De qué tamaño eran? ¿Cómo eran sus pestañas? ¿Sus iris eran tan oscuros como su...? ¿Por qué demonios estaba pensando eso? Apartándose, empezó a dar vueltas. ―Tengo que salir de aquí. El tiempo se agota. Cuando la cabeza de ella se inclinó hacia un lado interrogándolo, pensó, no. No voy a picar. Señaló con la cabeza la bandeja. ―Si quieres deja la comida, la tiraré por el inodoro para que no te metas en problemas por no alimentarme.

Y ahí fue cuando ella habló: ―No está envenenada. Sin ninguna buena razón, esas tres mediocres palabras lo detuvieron en seco. Su voz era más profunda de lo que había esperado; toda su sumisión no parecía encajar con esa voz de soprano, un tono muy femenino. Era un tono ronco, bajo... que hacía que pensara en sexo. Sexo iAm parpadeó. De pronto, tenía la necesidad de cubrir su cuerpo desnudo. Lo cual era una especie de mierda, ¿no? Había sabido que era una mujer todo el tiempo y no era como si hubiera tenido algo de ropa delante de ella. Cediendo al impulso, fue hasta el otro lado de la pantalla, hasta la pila de toallas que habían sido colocadas en la incrustada bañera. Mientras envolvía una alrededor de sus caderas, le parecía que se estaba disculpando por haber tenido sus bolas al aire. Cuando regresó, ella estaba de nuevo probando la sopa y el pan. ―Puedes parar, ―dijo―. No voy a comerlo. ― ¿Por qué? De nuevo, esa voz. Incluso con una sola palabra esta vez. ―Tengo que salir de aquí, ―murmuró. Por una totalidad de jodidas razones―. Tengo que salir. ― ¿Hay alguien esperándote? Pensó en Trez y Selena. ―Solo muerte. Ya sabes, no un gran y jodido trato o algo así. ― ¿Perdón? ―Mira, tengo que hablar con s'Ex. Eso es lo que tengo que hacer. ¿Se lo dijiste? Aunque no era como si ella tuviera algo de ímpetu. ― ¿Quién está muriendo? ―Nada. Ninguno. Nadie... ― ¿Qué está pasando? ¿Es tu hermano?

―Mira, necesito irme. Y no vuelvas a menos que traigas a s'Ex contigo. ― ¿Quién? Yyyyy se detuvo de nuevo. Las sirvientas nunca eran arrogantes, pero así era como sonaba ella. Entonces de nuevo, sus emociones estaban volando tan condenadamente alto, que era capaz de leer casi cualquier cosa en este momento y llegar a la conclusión equivocada. ―Regresé aquí por ayuda, vale. ―Alzó las manos―. s'Ex me dijo que me introduciría en el palacio para que así pudiera mirar algunos textos sanadores. ― ¿Para quién? ―La pareja de mi hermano. La cabeza de la sirvienta se alzó bruscamente. ―Él está destinado a emparejarse con la princesa, ¿no? Escuché que es el ungido. ―Se enamoró. ―iAm se encogió de hombros―. Eso pasa. O así he oído. ― ¿Y ella es la que se está muriendo? ―No se encuentra bien. Cuando volvió a caminar, pudo sentir sus ojos detrás siguiéndolo. ―Así que eso es por lo que necesito salir. Mi hermano necesita mi ayuda. ―Está de luto. El ejecutor. iAm la miró y luego reanudó su caminata por la celda. ―Sí. Lo sé, pero tenía la rienda lo bastante suelta para reunirse conmigo en el exterior. Es un viaje más corto ahora que estoy en el palacio. ―Pero esa es la cuestión. Se fue y nadie sabía adonde había ido. El palacio quería que participase. El palacio... insistió en que él asistiera a la reina. Ahora está con ella. Qué suerte. ―Hay interrupciones en los rituales, no obstante, ¿no? ¿Puedes contactarlo entonces? ―Bueno... ¿quizá pueda llevarte a los textos? iAm giró la cabeza lentamente. ― ¿Qué dijiste?

*** La. Más. Larga. Subida. En. Ascensor. De. Su. Vida. Cuando Trez se paró al lado de Selena en la cámara de tortura de paredes de cristal, estaba resueltamente en frente a las puertas cerradas y rezando por alguna clase de deforme túnel del tiempo como en Dr. Who que lo sacase de la maldita cosa justo malditamente ya. Sus globos oculares estaban fijos en la brillante línea de números sobre las puertas cromadas. Quería vomitar. L… 44, 45, 46, 47, 48, 49, 50. ―44 ―aun tenía que encenderse porque ellos estaban en la expresiva parte de grita como un loco y echa el hígado en tus mocasines por el placentero viaje. ―Oh, deberías mirar hacia fuera, ―dijo Selena, girando hacia el pase de acceso al vértigo―. ¡Esto es tan divertido! Una rápida mirada sobre su hombro y estuvo a punto de arrojarse. Su hermosa reina no solo estaba cerca del cristal, sino que tenía puestas las palmas de sus manos en él y se inclinaba para poder apreciar la vista. Trez se giró rápidamente de nuevo. ―Casi estamos allí. Casi estamos en la cima. ― ¿Podemos bajar y volver a subir? ¡Me pregunto cómo es el descenso! De hecho, quizá deberían volver al vestíbulo. Estaba casi seguro de que había dejado su virilidad allí cuando este viaje en cohete se había iniciado. ― ¡Trez! ―Toc, toc, toc en su antebrazo―. Mira esto. ―Oh, sí, es increíble. Sí. Absolutamente. Nunca llegarían al piso cuatrocientos cuarenta y cuatro. Mucho menos el nivel quince mil infinito donde el jodido restaurante estaba. McDonald’s, pensaba. ¿Por qué ella no podría haber querido ir al Mickey D’s o al Pizza Hut, al Taco Hell?

¡Bip! Ante ese sonido, se abrazó a sí mismo y se preparo para un momento Die Hard, donde una mente maestra vestida con un traje inglés hecho a medida volaba por los aires la azotea. No. ¡Bip! Cuarenta y cinco. ¡Bip! Cuarenta y seis. Y más buenas noticias llegaron cuando el “torturador” hacia el cielo deceleró. ― ¿Trez? ― ¿Mmm? ― ¿Va algo mal? ―Simplemente estoy concentrado en la cena. Oh, Dios mío, estoy deseando llegar. Ella lo cogió por el brazo y apoyó la cabeza en su tríceps. ―Realmente sabes cómo tratar a una mujer. Maldición por supuesto que lo hacía. Por ejemplo, tenía muy claro que sería considerado no romántico en sumo grado parecer un bebé y chuparse el pulgar porque no tenía huevos cuando se trataba de la altura. ¡Bing! Y las puertas se abrieron. Gracias. Niño Jesús, parafraseando a Buch. Ahora, se dijo a sí mismo, serénate mariquita, y concéntrate en tu mujer. Exhibiendo a su reina un Cary Grant con colmillos, escoltó a Selena fuera de la trampa mortal y entraron en un recibidor de mármol negro que por un ínfimo instante lo llevo de vuelta a su pesadilla en la s'Hisbe: demasiada piedra negra deslumbrante en los suelos, las paredes, el techo, con luces empotradas en lo alto y nada más. ― ¿Trez? Sacudiéndose, le sonrió. ― ¿Estás lista para esto? ―Oh, Sí. Una discreta señal negro sobre negro con una flecha indicaba el camino hacia el restaurante,

pero sus agudos sentidos del oído y del olfato ya le habían proporcionado esa información, gracias. Mientras comenzaba a caminar, una pareja humana venía hacia ellos echando chispas, los tacones altos de la mujer como si estuviera usando la palabra con J a cada paso que daba. ― ¿...sin reserva? ―susurró―. ¿Cómo no hiciste una reserva? El hombre a su lado estaba mirando hacia delante. Como harías tú si estuvieras al lado de un niño de tres años en el bus. ―No puedo creer que no hicieras la reserva. Y tuvimos que salir así. Delante de todos los demás... Mientras ella continuaba machacándolo con el mismo tema, los ojos del hombre se clavaron en Selena, y el pobre bastardo retrocedió con asombro como si un ángel en vida se le hubiera aparecido delante. Después de que Trez le señalase a su macho vinculado interior que una entrada adecuada no incluía un filete de jodido subnormal, se percató que él, tampoco había llamado y reservado una mesa para dos. Mierda. Se había olvidado completamente de pedirle a Fritz que hiciese la maldita llamada. Su control mental funcionaba sobre los humanos, incluyendo un malcriado maître, pero lo que no podía arreglar era una falta de disponibilidad de asientos vacíos. Ahh… ―Sabes, he escuchado que la comida no es tan buena, ―dijo aturdido. ―Está bien. Realmente estoy aquí por la vista. La entrada al Circle The World no estaba marcada con una señal; como si necesitases preguntar, eso equivalía a que no tenías que estar allí. Todo lo que había era un par de puertas de cristal ahumado tan anchas y altas como el piso de una casa. De un salto se apropió de los pomos negros, tiro de ellos y dejó que Selena entrara primero. Sobriedad total. Esa fue la primera impresión del lugar: Negro deslumbrante por todo lado, desde las mesas y las sillas geométricas hasta las columnas cuadradas que sostenían el techo sobre sus cabezas. Ni flores. Ni candelabros. Nada recargado. ¿Y la oscura noche más allá de todas esas ventanas? Negra también, por lo que parecía como si no hubiera una división entre el cielo y el interior. ¿El único toque de excentricidad? los retorcidos cables negros de los que pendían del alto techo,

pequeñas luces LED centelleantes iluminando todo el lugar con ese brillo. Oh, y había una soprano cantando en una esquina, su dulce voz se canalizaba a través de todo el lugar. ―Nunca he visto algo como esto, ―susurró Selena―. Es como si hubiera estrellas por todos lados. Él miró a su alrededor. ―Sí. Vale, ¿dónde estaba el caballero en traje de pingüino que estaba a cargo de despachar a la gente que tenía buen dinero? No había un lugar de recepción para maître. Solo había nueve metros de alfombra negra que conducía a la primera tanda de mesas minimalistas. ―Nos están mirando. Por las palabras susurradas, frunció el ceño y se centró en los comensales. Bueno, ve tú a saber. Cada uno de los humanos en las mesas parecía haber parado de comer y estaba mirando en su dirección. Desde ninguna parte, una mujer se apresuró hacia ellos. Como la decoración, iba toda de negro, e incluso su cabello era una caperuza lisa sumamente brillante. ― ¿Cómo están? ―dijo con una amplia sonrisa―. Bienvenidos al Circle The World. Y seremos autodestruidos en tres… dos… ―Sí, no llamé para... ―Oh, Sr. Latimer, sí que lo hizo. Su representante, el Sr. Perlmutter, nos hizo saber que nos estaría honrando con su presencia. Estamos muy complacidos de acomodarlos junto a las ventanas. Jooooder. Gracias, gracias, Fritz, mayordomo supremo salvador de vidas, quien claramente había escuchado algo. Cuando su reina sonrió, la mujer les indicó el camino cruzando la abierta habitación, la siguieron; Trez se dio cuenta que estaban parados en una vasta plataforma circular que giraba lentamente. La totalidad del restaurante se movía alrededor de un núcleo central formado por la caja del ascensor y lo que debía ser el espacio de la cocina. Fueron hacia al extremo de la derecha. Hacia una mesa para dos que tenía uno de sus generosos cuatro lados directamente contra el cristal. Bajo el cual la totalidad de la ciudad de Caldwell se extendía, unos ciento veintidós mil metros más

abajo. Hora de sentarse, pensó, rezando para que su repentino caso de desazón no hiciese que se le doblaran las rodillas antes de que tratara a su reina adecuadamente. Ayudando a Selena a sentarse, mantuvo los ojos apartados mientras iba y se dejaba caer en un asiento que era duro como una roca. La maître extendió su pálida mano sobre la mesa hacia las ventanas olvidadas de la mano de Dios. ―Esto será lo que le dé picante a su cena. No, eso sería nauseabundo, dulzura. Se giró hacia el resto de lugar. ―El interior está diseñado para ser de noche, el perfecto telón de fondo para saborear lo que el chef proveerá para su placer. Cuando se quedaron solos, Selena se giró hacia las ventanas. ―Es... increíble. Las luces de los edificios. Son como estrellas fugaces. Trez se limpió sus sudorosas manos con la servilleta. Preparándose, miró y descubrió que... bueno, sí, no era tan malo como había pensado. Mirando hacia fuera desde el totalmente limpio cristal, era como si nada lo separase de caer hacia la muerte, incluso la falta de una repisa no evitaba ni un segundo el contacto visual del terrorífico descenso en picada hacía el abismo. Era el momento de poner la servilleta delante de los ojos. ― ¿Trez? ―Ella lo miró―. ¿Estás bien? Aunando esfuerzos, extendió la mano y tomó la de ella. ― ¿Te he dicho lo hermosa que estás? ―murmuró. La sonrisa de ella era radiante. ―Sí, pero no me canso de escucharlo. ―Tan hermosa. ―Unió sus palmas con las de ella. Entonces se inclinó y depositó un beso en su piel―. Largas, encantadoras. Y también fuertes. Cuando finalmente alzó la vista, se encontró con los ojos de ella, y ahí fue cuando las cosas se pusieron mejor. Un simple latido más tarde, no estaba preocupado por su miedo a las alturas, no estaba pensando en los humanos a su alrededor, y no podría haberle importado menos que la rutilante visión estaba sutilmente dando vueltas debajo de ellos. Con las manos de ella en las suyas y ese hermoso rostro

mirando a través de él, fue transportado lejos de todo. ―Te amo, ―dijo, rozando con su pulgar el interior de su muñeca―. Nadie podría hacer esto por mí. ― ¿Hacer qué? ―Hacer que olvide todos mis temores. Ella se sonrojó. ―No quería mencionarlo, pero ¿por qué no me dijiste lo de tu miedo a las alturas? Pensé que iba a darte algo en el ascensor. Podríamos haber ido a algún otro lugar. ―Aquí era a donde querías venir. ¿Y cómo no voy a soportarlo por ti? ―Quiero que ambos disfrutemos de la noche. Él bajó los parpados. ―Me he divertido en el coche―. Ya estaba anhelando el viaje a casa. Cuando su aroma se intensificó, ella dejó escapar algo que sonaba como un ronroneo. Más tarde, mucho más tarde, él recordaría este momento entre ellos, la forma en la que parecía eterno, extendiéndose en un divino infinito. Todos los detalles permanecerían con él, desde el destello de sus ojos hasta el brillo de su cabello, desde la manera que ella le sonreía hasta el sonrojo en sus mejillas. Los recuerdos eran especialmente atesorados, cuando ellos eran todo lo que quedaba de un ser amado, a lo que aferrase.

CAPÍTULO 34

— ¡Que está sucediendo! ¿Qué es? ¿Qué significa esa alarma? Layla iba justo detrás de Qhuinn mientras entraba en la habitación de su hermano y empezaba a hablar. Por encima de su hombro, vio a Doc. Jane de pie junto a la cama, y a Luchas recostado totalmente, su pijama arrancada hasta la cintura, las sabanas esparcidas fuera de su cuerpo, y las almohadas tiradas por el suelo. Alguna pieza del equipo médico había pasado el puntero y Ehlena fue a iniciar algo en su ordenador cuando Doc. Jane agarró un par de asas que estaban conectadas por cables. — ¡Despejen! —Gritó, y luego coloco las paletas de metal directamente en el pecho de Luchas. Hubo un sonido extraño, y luego una mini explosión en la cama, su torso levantándose hacia arriba. Y aun así la alarma seguía sonando, una sola nota que parecía una especie de grito mecánico. — ¡Luchas! —Gritó Qhuinn—. ¡Luchas! Algo le decía a Layla que debía retenerlo, y envolvió sus brazos alrededor de su amplio pecho, presionando su vientre contra él. —Quédate aquí —Dijo con una voz ronca—. Deja que hagan... — ¡Despejen! —Grito nuevamente Doc. Jane. La cama se sacudía mientras que el torso de Luchas subía y bajaba nuevamente, el corazón de Layla estaba desbocado. No podía creer que estaba viendo esto una vez más. Ayer era Selena, ahora era… Beep. Beep. Beep… —Tengo pulso. —Doc. Jane abandonó lo que había tenido en sus manos, lanzando las paletas en la máquina—.Te necesito... Ehlena seguía las órdenes de la doctora tan rápido como se las daba, llenando las jeringas y proporcionando los medicamentos, uno tras otro antes de ponerle una máscara de oxígeno sobre el rostro a Luchas y ajustar aún más el equipo.

Unos diez minutos, o podrían haber sido diez horas después, Doc. Jane se acercó. —Tengo que hablar contigo. —Ella asintió con la cabeza hacia el pasillo—. Aquí afuera, por favor. Cuando todos ellos salieron de la habitación, Doc. Jane empujó la puerta cerrándola, a pesar de que ya se estaba cerrando sola. —Qhuinn, no tengo tiempo para endulzar esto. Apenas tengo su frecuencia cardiaca y presión arterial estabilizada, y no va a poder seguir así. Si va a sobrevivir, tengo que cortar la parte inferior de la pierna, y va a tener que ser ahora. La infección lo está matando y es la fuente de todos sus problemas. Demonios, incluso si amputo debajo de la rodilla, puede ser demasiado tarde. Pero si quieres darle una oportunidad, eso es lo que tengo que hacer. Qhuinn no parpadeó. No maldijo. No discutió. —Está bien. Corta la maldita cosa. Layla cerró los ojos y se llevó la mano a la base de la garganta. —Bueno. Quiero que te quedes aquí. No tienes que ver esto. —A medida que Qhuinn abría la boca, Doc. Jane lo interrumpió de inmediato—. No. No es una opción. Si insistes en esto, voy a hacer que te vayas. Quédate aquí. Esta vez la puerta se cerró por sí sola, regresando a su lugar. Cerrando los ojos un instante, Layla no podía imaginar lo que estaban haciendo allí. Había un montón de equipo quirúrgico con ellos, sin embargo, era como si Doc. Jane se hubiera estado preparado para esto. Y teniendo en cuenta la rápida respuesta de Qhuinn, si lo habían hecho. —Él va a matarme —dijo en un susurro—. Si sobrevive. —No tienes otra opción. —Podría dejarlo morir. — ¿Tu conciencia podría manejar eso? —No. —Así que no tienes elección. —Se pasó las palmas de las manos por la cara y trató de recuperar la imagen mental de Luchas en la cama—. Dios, ¿cómo he llegado a esto? —Tal vez debería detenerlos.

— ¿Y entonces qué? —No lo sé. No tengo ni puta idea. Layla sintió como si hubieran estado en ese pasillo por siempre, y trato de no escuchar los sonidos desde el otro lado de esa puerta, especialmente cuando se escuchaba sutilmente un whrrrrring que parecía el sonido de una moto sierra en miniatura al encenderse. Mientras se quedaba quieta, Qhuinn paseaba por el pasillo con la cabeza gacha, los ojos en sus botas, las manos en las caderas. Después de un rato, se detuvo y la miró. —Gracias. Ya sabes, para no dejarme aquí solo. Dando un paso hacia adelante, se acercó tendiendo sus brazos y él se acercó a ella inclinándose hacia abajo y poniendo su cabeza en su hombro. Mientras esperaban juntos, lo sostuvo porque era lo único que podía hacer. Pero sabía que no era suficiente.

*** Aproximadamente, diez manzanas, y más de cincuenta pisos más abajo, a la vuelta del mundo, Xcor estaba de pie, sudoroso, detrás de una pared de ladrillo. El lesser, que él y Balthazar habían estado siguiendo, fue detrás y a la izquierda de donde se encontraban, el hedor de su cuerpo flotaba en el aire llevando un olor a talco para bebes y suciedad junto a ella. Su cuerpo se moría por una pelea, todo lo que había sucedido con Layla la noche anterior, cuando sus demonios internos lo gobernaron hasta ser tan desagradable con ella, todos sus soldados lo habían dejado solo durante las horas diurnas. Era mejor no enfrentar el riesgo del sol, con su estado de ánimo. Al menos lo esperaba una buena matanza. A su señal, Balthazar acabo sobre el pavimento húmedo, convirtiéndose en uno con la sombra del edificio de enfrente. Por encima hubo un claro en el cielo nocturno, pero la luz de la luna había añadido una complicación. En el centro de Caldwell había tanta iluminación ambiental que podía leer una novela, incluso aquí, en este estrecho callejón.

Suponiendo que por arte de magia pudiera leer. Permanecer en la sombra no era sólo una parte del mito de los vampiros, sino una realidad muy prudente para todos ellos. Con un movimiento practicado, retiró la guadaña de su funda, liberando el arma de la correa que sujetaba en su espalda. Balthazar, por otra parte, prefería las armas más convencionales, unas dagas dobles de hojas pálidas que refulgían sobre sus muslos. Las pisadas se estaban acercando a ellos. Rápidas, múltiples, pero no a la carrera. Dos machos humanos, con las manos en los bolsillos, los pies se movían rápidamente al llegar por el callejón. No prestaron atención al pasar, lo que probablemente salvo sus pequeñas vidas sin valor. Y entonces era un juego de esperar. Un solo conjunto de pisadas sonó ahora, a una velocidad mucho más lenta. Acompañada por el hedor que desprendían los no-muertos. A medida que el lesser quedó a la vista, al dar la vuelta a la esquina y siguiendo recto, también estaba vagando sin hacer caso de ellos. Tenía dinero en efectivo en sus manos, una suma con la que parecía estar obsesionado contando y contando al pasar. Xcor salió a su paso. — ¿Cuánto te dieron por ser un soplón para ellos? El lesser se dio la vuelta, metiendo el dinero en un abrigo holgado. Antes de que pudiera responder, Balthazar salió de su posición, saltando en el aire y aterrizado con la daga primero. El asesino grito cuando esas hojas penetraron su hombro y la garganta, lo que demostraba que aunque sin alma y sin corazón, los bastardos podían registrar el dolor de una forma muy eficiente. Y fue entonces cuando las balas empezaron a volar. Xcor se retorció alrededor, preparado para hacer girar su amada guadaña tan pronto como Balthazar lograra liberarse, cuando un sonido de explosión hizo un eco. Y luego otro. Y entonces se desato el infierno. La descarga fue demasiado rápido, incluso para los cargadores automáticos.

El primero que tuvo éxito le dio en el hombro. El segundo fue en el muslo. El tercero le rozo la oreja, dejando un ardor tan abrasador como si fuera un coche en llamas. Balthazar también fue golpeado. No tenían más remedio que correr y rezar. ¿Eran los humanos? Improbable, pero no inaudito. No podían ser asesinos; estaban armados hasta los dientes, el calibre de las armas en ese callejón eran de nueve milímetros, y muy pocos manejaban esas arma. En un movimiento rápido salto a la derecha y él y Balthazar se encontraban en un camino estrecho, temporalmente fuera de la línea de tiro. Eso cambiaría tan pronto como el tirador o tiradores llegaran a la esquina. — ¡Izquierda! —Balthazar ladró. Efectivamente, hubo una oportunidad en el laberinto que formaban las calles y que acababa en el siguiente callejón, irónicamente corrieron junto a la pareja de humanos que habían pasado previamente. Los dos hombres fueron igualmente veloces como pudieron, al escuchar los disparos. Sin embargo su velocidad era mucho más lenta. Así que, cuando la ametralladora dobló en la esquina, les dieron un poco de cubierta vital. Gritaban, desde lo más profundo de su garganta los gritos se escuchaban llenos de terror, cuando exploto la siguiente ronda de disparos descendiendo sobre ellos, los humanos amortiguaban los impactos. — ¡Izquierda! —Dijo Xcor, apoyándose a la vuelta. Su muslo iba entumecido, pero no perdió el tiempo en mirar hacia abajo para medir cualquier daño. Eso ya vendría después, suponiendo que sobrevivieran. Otra bala paso muy cerca, ya que silbó junto a su oreja lo suficientemente fuerte como para acallar incluso su aserrado aliento y el sonido de las botas. Balthazar estaba justo a su lado, ese gran macho iba a la carrera. Más descargas se escucharon afuera, haciendo ping, cerca de un contenedor de basura que pasaron. En la pared de ladrillo. Fuera del pavimento. De vez en cuando había pausas, como si las armas de fuego estuvieran siendo recargadas o quién sabe si fueran un par de ellos trabajando juntos, uno entregaba la munición mientras el otro tiraba.

Seguir corriendo. Era lo único que podían hacer. Ninguno de los callejones que pasaban ofrecía un lugar significativo para ocultarse; de hecho, no había ni siquiera alguna puerta para intentar romper. Era estrictamente una cuestión de aventajar el número de cargadores que los tiradores habían traído con ellos. Suponiendo que él y su chico no fueran disparados primero. Cuando las próximas rondas llegaron directamente hacia ellos, sabía, sin necesidad de mirar por encima del hombro que tenían que ser los lessers y no los humanos persiguiéndolos. Sólo esos asesinos podían correr tan rápido, tan lejos, y tener reservas de energía suficiente para mantenerse en pie. Era posible, que él y su soldado estuvieran en serios problemas.

CAPÍTULO 35

—La cuenta ha sido pagada. Trez hizo una pausa mientras sacaba su billetera. — ¿Discúlpeme? —Ya se han hecho cargo. —El camarero sonrió y se inclinó. —Ha sido un placer servirles. Jesús, si no supiera que el tipo era humano, habría asumido que alguien del personal de Fritz los había seguido hasta aquí. El servicio había sido fenomenal durante toda la noche. —Disfruten de sus capuchinos. Trez miró a Selena. Sus ojos estaban puestos de nuevo en la vista, pero no estaba sonriendo. Su perfecto perfil estaba surcado por graves líneas. Acercándose, le tomó la mano entre las suyas, un repunte de miedo iba filtrándose por su pecho. — ¿Estas bien? —Disimuladamente, se metió la mano en la chaqueta y palmeó su teléfono celular. —Oh, sí. —Excepto que no lo miró. El suave repiqueteo de las conversación a su alrededor y los tenue movimientos de los camareros desaparecieron de su periferia. —Selena, ¿qué está pasando? —No quiero que se acabe. —Podemos venir aquí de nuevo. —Sí. —Ella le apretó la mano—. Claro. Cuando el restaurante comenzó a girar, girando, girando, el costado del Commodore estuvo a la vista de nuevo, la gran extensión del edificio estaba salpicada de luces, incluyendo algunas al azar en el ático. Suponía que Rehv estaba en casa. Trez miró la taza de café que no había tocado. El vapor que se elevaba estaba cargado con el olor a canela, nunca había sido un fan pero lo había ordenado solo porque su reina no parecía querer irse.

—Fue muy amable de su parte —murmuró—. Pagar por la cena. —Me ocuparé de ello cuando llegue a casa. —Deberías dejar que sean amables. Trez miro su cuerpo en busca de señales, que estuviera teniendo problemas que requerirían una llamada rápida a la planta baja a Manny y Rhage. — ¿Selena? Ella se sacudió y lo miró. —Lo siento. — ¿Quieres pedir otro postre? —No. —Ella le dio otro apretón a su mano antes de soltar su agarre, doblo la servilleta y puso sobre la mesa. — ¿Nos vamos? Salió de su silla para ayudarla tan rápido que las cuatro patas chirriaron sobre el brillante suelo. —Aquí, déjame Pero su reina se levanto por su cuenta con un elegante movimiento, su cuerpo perfectamente estable, perfectamente a gusto. Al menos físicamente pero podía sentir el peso de su estado de ánimo. Mientras la escoltaba para salir, fue consciente que los ojos de la habitación estaban en ellos, una vez más, los comentarios silenciosos eran pronunciados detrás de los bordes de las copas y las servilletas mientras los humanos trataban de catalogarlos como celebridades. Tenía la satisfacción, y la seguridad que los cerebros de chorlito nunca serían capaz de averiguar quiénes eran. En las grandes puertas de cristal, abrió uno de los paneles para ella, y cuando entró, se detuvo y miró por encima del hombro, como si estuviera preocupada de olvidar alguna característica del lugar, su forma, su olor o sus sonidos. —Siempre podemos volver —le dijo. —Oh sí. Ella esbozó una sonrisa y lo siguió a ese abierto espacio minimalista donde estaban los ascensores. Pulso el botón para llamar el ascensor y luego se puso de pie junto a ella, poniendo su mano en la parte baja de su espalda.

—Así que ¿ahora a dónde quieres ir? —Preguntó. — ¿Quieres decir esta noche? Estoy bastante cansada… —No. Mañana por la noche. Ella lo miró. —YO... —Vamos. Dame el próximo destino para que pueda tener las cosas listas mañana a la puesta de sol. Las puertas del ascensor se abrieron, y la instó a entrar, estaba tan concentrado en ella, que apenas había notado que el horrible muro de cristal estaba abierto al vestíbulo. Pulsando el botón L, acarició a Selena en el hombro. — ¿Así que...? —Cuando ella no respondió, se inclinó y la besó al lado de la garganta. —Esta no es la única noche que vamos a tener. — ¿Cómo sabes eso? —Ella lo miró a los ojos—. No quiero arruinar esto, pero ¿cómo lo sabes? —Porque no voy a dejar que sea de otra manera. Volviéndose para mirarla, deliberadamente puso sus caderas contra su cuerpo y dejó caer sus labios en los de ella. —A menos que te canses de mí. O realmente te hayas llevado la peor impresión de mí siendo un afeminado. Sus ojos parecían muy azules y muy asustados, cuando se encontraron. —Un Barco — ¿Disculpa? —Yo… ah, quiero ir en un paseo en barco por el río. — ¿Rápido o lento? — ¿Ambos? —Lo tienes. — ¿Así nada más? —Susurró—. ¿Puedes hacer que todo suceda? Puso su boca en su oído y le susurró, —Ven a mi habitación y te mostraré cómo soy de talentoso. Cuando su olor cambió, la acarició, besándole el cuello, mordisqueo sobre su vena. No estaba jugando limpio, por supuesto. Sabía que era probable que se distrajera, y quería que así fuera. De hecho, no podía

garantizar su mañana por la noche o incluso la llegada del amanecer, pero al igual que los recuerdos eternos, la ilusión de tener todo ese tiempo tenía que sustituir cualquier cosa que el destino tuviera preparado para ellos. Besándola, abrazándola, sintiendo su cuerpo contra el suyo, discretamente sacó su teléfono y lo llevó a su espalda. El texto a Manny y Rhage fue breve y al grano: lpiac grax70 El ascensor llegó al vestíbulo, y todos los besos le ayudaron a mantenerse relajado y distraído. Luego estaban caminando fuera del edificio, en medio del inclemente frío de la noche. Fritz estaba al otro lado de la calle en el Mercedes, y el doggen abrió el coche al segundo de verlos. No tenía que esperar para que el mayordomo hiciera su deber con la puerta. Trez quería ser el que hiciera eso por ella. Justo cuando ella se deslizaba hacia el cálido interior del coche, el último sonido que nunca quiso escuchar en presencia de ella, le llamó la atención: Pop-pop-pop. Tiroteo Mierda. Trez saltó al sedán y la empujo entre los asientos. — ¡Sácanos de aquí! ¡Ahora! Fritz no perdió el ritmo. Arranco el S600 retrocediendo, golpeó el gas tan duro que Trez casi terminó jugando con el ambientador en el retrovisor. Se recuperó rápido, cubrió a Selena con su cuerpo, de modo que pudiera llegar a su cinturón de seguridad. Tirando de la banda a través de ella, acababa de dar con la maldita cosa cuando una fuerza centrífuga lo lanzó contra el lado opuesto del asiento trasero, golpeándolo pero le importo una mierda. Apoyando los pies contra el suelo y las palmas contra el techo, y el marco de la puerta, mantenía sujeta de los golpes a Selena, mientras terminaban de girar en la dirección correcta, tomaban la ruta de una sola vía por donde habían llegado violando vía. —Vamos a continuar, —Fritz gritó sobre el chillido de los neumáticos. El rugido del motor del Mercedes Benz y la explosión hacia adelante le recordó a Trez un avión a punto de despegar y a medida que su cuerpo fue aspirado en el asiento, miró a Selena. Sus ojos estaban amplios. — ¿Qué pasa? ¿Qué pasó? Los edificios a ambos lados de la carretera de tres carriles que eran de acero, vidrio y cemento pulido, comenzaron a destellar, más rápido, más rápido, más rápido. Mirando hacia la parte delantera,

Trez comprobó el camino por delante, los parachoques de los coches aparcados frente a ellos eran como padres que desaprueban que fueran en la dirección equivocada. — ¡Nada! —Gritó encima del ruido—. Estoy muy emocionado porque te voy a tenerte desnuda. Las cejas de Selena se elevaron aún más alto. —Trez, he oído algo… —Estoy tan desesperado por tenerte. — ¡…que sonó como un arma! Los dos estaban gritando sobre el motor, yendo y viniendo mientras Fritz los llevaba lejos del infierno del tiroteo. Y entonces realmente comenzó la diversión. Habían avanzado dos manzanas cuando los coches de la policía de Caldwell comenzaron a aparecer. Y a diferencia del Benz. Los azules y los blancos con sus luces intermitentes iban por el camino correcto en la calle. —Voy a tener que ir por la acera —Fritz gritó—. Sólo son unos pocos baches… Ese loco mayordomo tiró del volante a la izquierda y saltó a la acera, golpeando una hidrante de agua que explotó rápidamente a su paso, enviando un chorro de agua al aire. Y entonces, por la gracia de Dios, el Benz aterrizó como un caballero, sus amortiguadores superiores redujeron lo que era, sin duda, un golpe y medio. Escaneando alrededor, Trez miró por el parabrisas trasero. Coches de policía daban vueltas alrededor y rompían la fila para seguirlos mientras Fritz chocaba contra un muro de dispensadores de periódicos, enviando las cajas de plástico rojas, verdes y amarillas volando detrás de ellos. Los endebles dispensadores se rompieron al chocar con la acera, y hojas de papel revolotearon como palomas liberadas de sus jaulas. Cuando se volvió de nuevo a Selena, se preparo, tratando de pensar en una manera de tranquilizarla… Au contraire. Selena estaba muy emocionada, sus colmillos se podían entrever gracias a una enorme sonrisa, y una burbujeante risa salió fuera de ella cuando se aferró a la puerta.

— ¡Más rápido! —Le gritó a Fritz—. ¡Vamos más rápido! — ¡Como usted quiera, señora! Un dulce rugido de esa enorme pieza de ingeniería alemana bajo el capó los envió a toda velocidad no en la misma acera, pero hasta el mismo borde de las leyes de la física. Selena lo miró. — ¡Esta es la mejor noche de mi vida!

*** —Bueno, es hora de irnos. Rhage asintió a Manny. —Me pregunto lo que tenían para la cena —Miró el teléfono de nuevo y deseó haber ido en realidad a ese restaurante de carnes. Sólo había soltado esa mierda para no poner a Trez incomodo—. No comento nada sobre el plato principal o el postre. Quiero decir, hombre, podría haber dado unos cuantos detalles. Sólo tenemos ocho mensajes del tipo. —En realidad, son cinco. —Eso es lo que dije. Los Doritos habían desaparecido hace una hora. Por otra parte, algunas veces podía decir lo mismo de tres platos principales de almuerzos. Manny puso la RV en marcha, la ambulancia pasó por un bache, y entonces empezó a ganar velocidad. —Será mejor que me ponga en movimiento, Fritz tiene un pie pesado. —Quisiera… ¿tendrían carne asada? Vi una foto de la manera que la preparan allá arriba en una revista… ¡Boom! De la nada en medio de los callejones, algo grande brilló en frente de ellos y rebotó en el capó. Cuando Manny pisó el freno, un enorme peso rodó. —Jesucristo, ¿Eso fue un ciervo? —Gritó el médico. Intenta con alces. Rhage palmeó sus dos pistolas y estaba a punto de saltar cuando la lluvia de balas comenzó. Sonidos metálicos agudos rebotaron en la RV y el parabrisas del grueso cristal. — ¡Oh, por el amor de Dios! —Dijo Manny entre dientes. Entonces gritó a través del parabrisas a los

tiradores—. ¡Acabo de conseguirla! Rhage tiro de la manija de la puerta, pero no consiguió abrirla. — ¡Déjame salir! Ping-ping-ping. —De ninguna manera, ¡te mataran! — ¡Somos un blanco! — ¡No, no lo somos! De repente, la RV se movió cerca de cuatro centímetros y la metralla cayó sobre cada pulgada de vidrio que tenia. Al instante, el sonido de los disparos se escuchó como un lejano tambor. Rhage miró en medio del relativo silencio. —Eres un genio. —Harold Ramis lo es. — ¿Disculpa? — ¿Alguna vez viste Stripes? Mi película favorita de todos los tiempos. Base esta cosa en el paseo de Bill Murray. —Sabía que te gustaba. —Rhage miró rápidamente su teléfono. No había hermanos cerca, y eso era bueno dado la potencia de fuego—. Sólo hay un problema, no podemos simplemente sentarnos aquí. La policía va a estar por todos lados. Una pantalla de LED del tamaño de un televisor subió verticalmente desde el tablero, bloqueando y ocupando la mayor parte del parabrisas. Y su plana superficie era una revista ilustrada del verde paisaje urbano en HD, por lo que consiguieron una muy buena imagen de los tiradores, como para ver que los disparos iban directo a los faros de la RV. Los dos estaban usando armas de largo alcance, AK en su opinión, cada disparo causaba un pequeño destello proveniente del cañón, ya que mantenían esas rondas de bombeo. No se detendrían mientras pasaban por el vehículo de Manny. —Esos son lessers —Rhage murmuró—. Van demasiado rápido para ser humanos. Además sólo esos asesinos serían tan tontos como para hacer este tipo de cosas. Déjame malditamente salir de aquí. —No vas a ir tras ellos… Rhage se acercó y agarró la parte delantera de la camisa del hombre, arrastrándolo hacia el espacio entre

los asientos. —Déjame. Salir. Manny lo miró a los ojos y maldijo. —Vas a hacer que te maten. —No. No lo haré. — ¿Cómo puedes estar tan seguro? —Tengo diversión y juegos que nadie puede manejar —Asintió con la cabeza hacia la ventana— . Ábrela un poco y podré salir como un fantasma a través de la ventana blindada a menos que tengas una malla de acero en alguna parte —Manny comenzó a murmurar todo tipo de cosas viles mientras iba por el botón requerido y la ventana descendió cerca de dos centímetros. —Tan pronto como me haya ido, pisa el acelerador —Rhage exigió—. Te necesitamos detrás de la cola de Trez. No es broma. Cerrando los ojos, se concentró y... Se desmaterializó fuera del interior, volviéndose a formar al lado de la RV para luego golpear la puerta. Los tiradores habían pasado delante de ellos, siguiendo a sus presas, poniéndolo en una posición perfecta. En cuanto el motor comenzó a rugir debajo de todo ese revestimiento de metal y la clínica portátil de Manny acelero, empezó a correr. El olor en el aire le dijo que había estado en lo cierto; se trataba de un par de asesinos con un conjunto muy caro de juguetes, algo que no habían visto en ¿cuánto tiempo? No desde que ese hijo de puta de Lash, había sido forelesser. Noto la excitación, con las pistolas listas, estaba cerrando la distancia cuando sintió las sirenas viniendo detrás de él. De repente, sintió unos focos en la parte trasera, y no en el buen sentido. Con dos cargadores automáticos en sus palmas, eran propensos a pensar que él era el maldito problema, en lugar de la solución; tratando de alcanzar a su enemigo. Efectivamente, una voz masculina amplificada por un altavoz de alta resolución entró en el callejón. — ¡CPD! ¡Deténgase! — ¡Deténgase o disparamos! Dios. Maldita Sea. Humanos: el remedio de la naturaleza para arruinar un buen momento.

CAPÍTULO 36

De vuelta en su celda en el Palacio, iAm estaba ocupado desgastando una senda en el suelo de mármol pulido, yendo y viniendo entre ese nuevo catre y el estante de libros. Cuanto más tiempo pasaba en soledad, más se convencía de que la maichen le había hecho la oferta de llevarlo hasta los textos de curación por una gran compasión impotente. Pero, incluso si había sido sincera y aparecía otra vez con algún tipo de plan, no iba a aceptar su ayuda. Había mucha gente absorbida ya por este desastre, y no estaba seguro de que ella supiera para lo que se estaba ofreciendo voluntaria: era un prisionero del verdugo, lo que significaba que aunque muchos podrían tener acceso a él, había sólo un hijo de puta que tenía las llaves de su fuga. Y no era esa humilde mujer. ¿Y si ella le liberara? Aunque no fuera a las grandes puertas de la salida, ¿si no a la biblioteca? Los sistemas de vigilancia seguramente informarían sobre ambos y la muerte súbita sería el mejor resultado que podían esperar. Lo más probable era un sufrido período de tortura durante el cual ella rogaría por estar… Mientras que el panel se abría, se aseguró de que su sexo estuviera cubierto y se dio la vuelta. Era la criada, y tenía unos rollos de ropa en las manos. Mientras la puerta se deslizaba en su lugar nuevamente, ella escondió algo al lado de la jamba para evitar que se cerrase completamente y se volvió apresuradamente a él. ―Ponte esto. No tenemos tiempo… ―espera, ¿qué…? ― ¡Póntelo! El personal de seguridad está cambiando de turno y están obligados a tener una oración de tristeza y un recuerdo para el bebé. Tenemos que bajar a los pasillos ahora… ―No puedo dejarte hacer esto... ―Quieres ayuda. Por amor a tu hermano, ¿correcto? iAm apretó los dientes. Estaba entre la espada y la pared. ― ¡Joder!

―No sé lo que eso significa. El cogió lo que fuera que ella tenía en sus manos, pero mantuvo la discusión mientras arrojo los pliegues sobre sí mismo. ― ¿Y el viaje de vuelta? ―Crearé una distracción. Vas a necesitar algo de tiempo en la biblioteca ¿a menos que sepas exactamente lo que estás buscando? La pesada túnica bajo por sus piernas. ― ¿Qué está pasando? ―Sin previo aviso, se apagaron las luces. ―He activado el sistema circadiano. Ah, sí, la alternancia de luz y oscuridad, sin la cual no podían dormir. ¡Clic! Una pequeña linterna le mostró el camino al catre, y rápidamente lo arregló con las almohadas y edredones de forma que parecía que había alguien allí. Luego regresó y le puso algo sobre su cara. ¡Achuus! Él estornudó cuando el pesado olor de lavanda y algo cítrico se disparó dentro de su nariz. ― ¿Qué demonios…? ―Más estornudos. ―Eso es un uniforme de sirvienta, nadie nos puede preguntar si nos encuentran juntos, pero tu olor es demasiado masculino. Esto debería cubrirlo lo suficientemente bien para conseguir ocultarnos. Ahora agáchate, eres demasiado alto para la bata. Tus pies no se pueden ver o ellos lo sabrán, vamos. Él la siguió hasta el panel, pero antes de que pudiera abrir la cosa, la agarró del brazo y ella se dio la vuelta. ―No deberías estar haciendo esto. ―No tenemos tiempo ―Vas a hacer que te maten. ―Tu hermano necesita ayuda para su compañera. ¿Tienes otra solución para salir de aquí para ver esos textos? Cuando dio la vuelta, mostro su espalda. ― ¿Cuál es tu nombre?

―Maichen. ―No, esa es tu situación, ¿cuál es tu nombre? ―Eso es todo, ahora, ven… basta de hablar ―dijo ella con urgencia―. Y no te olvides de agacharte. Así de sencillo, ya estaba fuera de la celda y en el pasillo. Cuando miró a la izquierda y a la derecha, le golpeo en el lado con el codo. ―Agáchate ―dijo entre dientes―. Por aquí. Doblando las rodillas, se encogió de hombros y siguió sus pasos, tratando de imitar sus movimientos. Ella iba rápida y decidida por los pasillos, yendo a la izquierda y a la derecha en una secuencia que lo dejó dando vueltas y perdido en el laberinto. Aunque parezca increíble, no se toparon con nadie, pero eso era natural para el luto en la s'Hisbe. Descanso para todo el mundo. ¿Tal vez ella sólo podría llevarlo a una salida trasera después de eso? Sí, pero entonces, ¿qué sería de ella? ―La grabación de seguridad, ―dijo. ―Cállate. ―Cuando estamos de vuelta, tienes que hacerte cargo de los archivos de video o sabrán lo que hiciste si alguna vez lo revisan. Ella no le respondió, solamente lo condujo hacia unos pasillos más abajo. En consonancia con la tradición en la s'Hisbe en la que la sencillez elevaba el alma, había poca señalización en cualquier lugar del palacio, nada más que sutiles placas en lo alto de las jambas de las puertas para indicar las entradas encubiertas o distintas salas y lugares de almacenamiento y salidas. Poco a poco, sus años en el palacio regresaron a él y se sorprendió al descubrir que sabía dónde estaban. Ella estaba tomando el camino más largo para la biblioteca, pero era inteligente. Esta era la parte trasera del palacio, en la que si se encontraban con alguien lo más probable era que fuera un sirviente. Lo cual, teniendo en cuenta que se hacía pasar por uno, la hacia la mejor ruta. ―Por aquí ―dijo, cogiendo una última vez a la derecha y deteniéndose en un cuadrado de baldosa de mármol negro en la parte contraria a donde iban las demás direcciones. Poniendo su mano en la pared,

ella empujo la puerta que se abrió con facilidad. Cuando salieron a la oscuridad, las luces con sensores de movimientos se encendieron, iluminando pilas y pilas de volúmenes encuadernados en cuero. El aire era seco y vagamente polvoriento, pero la biblioteca estaba limpia como una patena, los suelos pulidos con un brillo de espejo y las estanterías relucientes. No había sillas ni mesas, si querías leer algo la solución era que cogieras todo lo que necesitaras y lo llevaras a tu cuarto o te sentaras allí a hacerlo. Mierda, ¿cómo iban a encontrar nada en esta pila? ―Las revistas médicas se han movido ―susurró, corriendo hacia adelante. La siguió una vez más y no se molestó en tratar de reducir su estatura de nuevo, no había nadie alrededor para ver y esta parte del palacio no estaba vigilada. El sistema de catalogación se podía ver que estaba ordenado con números negros en los flancos de los tomos. Pero, de nuevo era escaso y presumía que ya sabías dónde encontrar lo que estuvieras buscando. ―Aquí ―dijo―. Vamos aquí. Finalmente, se detuvo y señaló una fila de tomos. ―Aquí es donde han sido recolocados. Él entro con el ceño fruncido. El sistema de numeración en los lomos no era de ninguna jodida ayuda en absoluto, por lo que tiro de uno de los volúmenes agrietando la cubierta. Cuando finalmente llegó a algunas palabras en el dialecto de la antigua lengua de las sombras, descubrió que estaba a punto de leer un tratado de ajuste de cuentas. Bajando una fila, sacó otro tomo al azar. Algo a la vista, más adelante. Había dejado atrás el embarazo y el parto. ―Enfermedades ―murmuró―. Estoy buscando enfermedades, o defectos congénitos, o... genes recesivos... ―Voy a ayudar. ―Maichen comenzó sacando volúmenes―. ¿Qué me puedes decir acerca de la enfermedad? ―Se llama el arresto. Se congelan, tienen... es como que el hueso crece de forma espontánea, se supone que es mortal... Dios, no sabía lo suficiente sobre lo que estaba hablando.

A medida que los dos trabajaban a través de la fila de libros, las categorías y la organización de los volúmenes se hicieron más y más claras. Como todos los vampiros, las sombras no tenían que hacer frente a virus humanos o al cáncer, pero había un montón de otras cosas que los llevaban a la muerte, aunque no tantos como con las que tenían que batallar el Homo Sapiens. Con cada libro que deslizaba fuera, era más consciente de que el tiempo estaba pasando y estaba más preocupado porque Maichen quedara atrapada que sobre sí mismo. Más rápido, más rápido con la lectura y la devolución, recogiendo otro de la alineación. Tenía que haber algo aquí, pensó. Sólo tenía que estar en algún lugar.

*** Todo el cuerpo de Trez estaba rígido mientras permanecía apoyado contra el interior del Benz. Fritz todavía continuaba en la acera, lo cual habría sido estupendo si el doggen hubiera sido un peatón. ¿Exprimir un sedán del tamaño de un yate de alta mar que estaba en un carril de hormigón construido para la utilización de cuatro o cinco personas a la vez? No era tan estupendo, Selena dejó escapar una especie de ¡yeeeee-haw! cuando doblaron otra esquina y enviaron un segundo conjunto de dispensadores del Caldwell Courier Journal al aire. De verdad estaba contento de que ella estuviera disfrutando, sólo deseaba jodidamente mucho que estuviera viendo esta película de acción en lugar de vivirla. ―Fritz ―gritó por encima del rugido del motor―. Calle abajo hacia el río. ― ¡Como usted quiera, señor! Sin previo aviso, Fritz giro la cosa a la izquierda y los envió volando hacia un centro comercial peatonal que bordeaba otro de los rascacielos. El Benz golpeo las escaleras como un hombre que llevaba rodilleras, los golpes, empujones y ascenso desarticulado, era el tipo de cosa que dejaba tus dientes castañeando y los riñones pidiendo clemencia. Pero entonces estaban en el área plana que daba a la gente todo tipo de opciones en cuanto a cuál de los diferentes cuatro puntos de entrada elegir. Fritz, naturalmente, elegiría la ruta más directa. A través del maldito vestíbulo. Los cristales estallaron cuando el S600 se estrelló contra un muro de escaparates, los fragmentos volaron hacia adelante y hacia los lados antes de aterrizar en el suelo resbaladizo y rebotar como la nieve sobre

la superficie congelada de un lago. Mirando por la ventana lateral, Trez consiguió un buen vistazo del vigilante nocturno saltando sobre sus pies hacia atrás del banco de los mostradores del vestíbulo. Parecía descortés no reconocer lo que había hecho el pobre bastardo, por lo que Trez saludo al estilo reina Elizabeth, haciendo un saludo mientras rugían por el interior y se arrastraban hacia el otro lado. ¡Crash! La segunda ronda de cristales estaban tan rotos que la parrilla del Benz se destrozó al atravesarlos, explotando a través de la noche. ―Creo que vamos a ir por el aire, ―aviso Fritz―. Agárrense bien los dos. Entendido, tipo grande. Trez se puso rígido cuando se acercaron al borde del conjunto de escaleras y luego… gravedad cero, o lo más cerca que podía llegar a ella sin hacer una U, estaban a unos treinta mil pies, pasando mientras se elevaban, consiguiendo un paseo súper suave y relativamente tranquilo, nada más que con el sonido gutural del motor golpeando su oído. Todo eso cambió a medida que saltaban sobre la acera y aterrizaron en la carretera pavimentada. La suspensión absorbió la mayor parte que pudo del impacto, pero las chispas volaban detrás como si una parte del tren de aterrizaje tuviera una fila dental. ―Por favor, perdónenme ―dijo Fritz, mirando por el retrovisor. ―El terreno no es culpa tuya ―Trez gritó de nuevo―. Pero no estoy seguro de todo lo del cristal. Miró por encima para asegurarse de que Selena estaba todavía partiéndose el culo de risa. Sí, ella estaba sonriendo y riendo, con los ojos brillantes como luces de Navidad. Cuando Trez miró al frente de nuevo, el mayordomo seguía buscándolo en el espejo retrovisor y hablándole. ―Señor, lo siento mucho, pero necesito volver a casa… ― ¡Fritz! ¡Céntrate en la carretera, amigo! ―Oh, sí, sire… El freno chilló cuando el mayordomo corrigió la dirección y evitó golpear una línea de coches

estacionados paralelamente. ―Como estaba diciendo, señor, necesito volver a casa ―el mayordomo siguió sin perder el ritmo―. La preparación de la última comida debe ser supervisada. ¿Podía ser esto un videojuego que podrías poner en pausa? ―Ah, Fritz… De repente el Mercedes se volvió negro por dentro y por fuera cuando se apagaron las luces y en ese mismo momento, desde lo alto en el cielo, una luz a máxima potencia perforo hasta la carretera parpadeando sobre ellos por una fracción de segundo. ―Un helicóptero ―murmuró Trez―. Fantástico. Giró alrededor, comprobó la luna trasera. Luces intermitentes azules y blancas se apresuraban a lo lejos, pero los policías querían cortar su camino en lugar de seguirlos, lo cual les daría una ventaja de sólo una o dos manzanas antes de que los del DPC se reorganizaran. Mierda, ¿cómo iban a salir de esta? Antes de darse cuenta, Fritz los llevó al lado del río, pero no por un buen camino. En lugar de tomar una de las rutas legales, hicieron reventar otro freno y comenzaron a volar directamente debajo de la carretera elevada. Los pilones del tamaño de secuoyas pasaban por las ventanas, el doggen jugaba regateando con el coche, corriendo de izquierda a derecha como un corredor en una carrera de obstáculos. No había nadie detrás de ellos, pero esto no podía seguir así indefinidamente. El Northway, que era lo que estaba levantado, iba a reunirse con la tierra… Efectivamente, el descenso desde arriba comenzó a suceder y a una velocidad tal que Trez estaba convencido de que se iban a hacer puré de patatas a sí mismos en la próxima fusión con el asfalto horizontal. Pero no, Fritz tiró hacia abajo, montando un borde de pavimento que bordeaba el camino que discurría paralelo al Hudson. De alguna manera, se las arregló para meterse en el medio de un descanso de las barandillas y justo entonces entraron en una rampa de salida que los llevaría a la carretera en dirección a la derecha. Alejándose de la ciudad. Trez esperaba un cartel de las unidades del DPC con sus luces iluminando como el cuatro de julio detrás de ellos, pero en su lugar, vio a una flota de esos chicos de azul parados en el otro lado de la Northway, rumbo al sitio de toda la diversión y juego. Fritz ralentizó y puso las luces de nuevo. Atrapado en el flujo de tráfico se alejó flotando a unos modestos cien kilómetros por hora.

― ¿Cómo diablos hiciste eso? ―Dijo Trez con respeto a los del DPC. ―Los humanos son más fáciles de perder, ellos tienden a realizar un seguimiento de las luces, como los gatos con un puntero láser. ¿Sin la iluminación? Le dan a uno una seria ventaja, bueno eso y que esto tiene el doble de caballos de potencia. Trez se volvió a su reina. ― ¿Estás bien? Selena se acercó y tiró de su boca en un beso. Y otro más. ― ¡Qué noche! ¡Eso fue la cosa más emocionante que nunca me ha pasado! La adrenalina pasó rápidamente a lujuria mientras la besaba y la empujaba de espalda contra su asiento. Lamiendo el contorno de su boca, se encontró con uno de sus pechos en la mano. ― ¿Debo decirle que le de gas de nuevo? ―Trez gruñó contra su boca. ―Porque no creo que pueda esperar... ―Estaremos en casa pronto ―murmuró ella, sonriendo―. Y me gusta la anticipación. He tenido hambre de ti desde nuestro paseo. Trez gimió profundamente en su garganta mientras alcanzaba el botón para subir el separador. ― ¿Fritz? ― ¿Si amo? ―Un poco más rápido, si no te importa. ― ¡Sera un placer, señor!

CAPÍTULO 37

Poco después de que Xcor y Balthazar dieran otra vuelta corriendo por el laberinto de callejones, Xcor fue golpeado por algo tan grande y tan duro, que estaba totalmente asombrado que cuando estaba en el aire, el mundo girara mientras él permanecía quieto o probablemente era él, el que se movía alrededor. En el aire, se preparó para un impacto desagradable, pero por alguna razón absolutamente estúpida, aterrizó sobre sus botas de combate. Fue una especie de carambola y no una bendición que duraría, dado su impulso. Para evitar caer al suelo, saltó hacia adelante, tratando de continuar su carrera. Algo estaba muy mal. Sus piernas no funcionaban bien en absoluto. Luchando para permanecer erguido, era vagamente consciente de Balthazar gritando su nombre y de repente, su soldado estaba justo a su lado, agarrando su brazo y arrastrándolo hacia adelante. En el fondo de su mente, sintió una presencia saliendo del enorme vehículo en forma de vampiro. Y luego cambió el sonido de los impactos de bala. Agudos sonidos metálicos reemplazaron los sonidos de bajo del registro de plomo dando en el ladrillo, asfalto, piedra. Los lessers habían encontrado esa RV Lo que significaba que él y Balthazar tenían un segundo o dos de mayor cobertura, y Balthazar tomó ventaja de ello. Con un fuerte tirón, Xcor sintió todo su cuerpo sacado fuera de pista. Y un momento después, estaba detrás de una gran estructura. No, un segundo vehículo, o algo así. De hecho, era una gigantesca caja cuadrada con algún tipo de escritura en el lado. P... O… D… S… Su cerebro hiperactivo rastreó las formas de las letras rojas, pero el diseño con el que estaban hechas no significaba nada para él. ¿Qué significaban exactamente? Estaban a punto de conseguir un tiro limpio. Él levantó su arma al mismo tiempo que Balthazar. Obligando a sus pulmones a cesar sus codiciosos jadeos, esperó... esperó... esperó...

La lluvia de balas creció más y más mientras los tiradores continuaban hacia ellos. Y entonces fueron atrapados entre los ruidosos asesinos y sus perseguidores, ninguno de ellos se molesto en frenar cuando llegaron a la cubierta que funcionó tan bien y que lo siguió haciendo. Con un acuerdo tácito, Xcor tomó el de la izquierda mientras que Balthazar se preparó a la derecha. Dos balas. No dos mil. Dos balas de cuarenta milímetros muy bien situadas en la espalda de dos de los tiradores los lanzaron adelante, de cara contra en el sucio asfalto. —Los tengo —ladró Balthazar, cambiando su arma por sus dagas. Xcor habría discutido, pero estaba empezando a sentir el alcance de sus heridas. Bali saltó hacia fuera, sus hojas brillando. Golpeó al más cercano en primer lugar, una gran explosión de luz devolvió el callejón al mediodía. Sin ni siquiera una pausa, rodó fuera y apuñaló el segundo tirador. Retrocedió lejos durante la segunda iluminación, el soldado logró guardar las dagas y hacerse con los AK de los dos antes de... ... que ese enorme vehículo, que había pegado a Xcor, viniera corriendo por el callejón. Balthazar regresó corriendo hacia la cubierta, golpeando con sus hombros en el cubo de metal, y los dos mirando fijamente hacia adelante, congelados en el lugar mientras el vehículo abandonaba la zona. Pero la diversión y los juegos no habían terminado todavía. Calma. Necesitaban calmarse. Desmaterializarse fuera del centro era la única manera que tenían para salir de aquí: las sirenas de los coches de los policías estaban creciendo más y más fuerte, y los faros aparecieron abajo al final del callejón, su brillante iluminación hacía sombras en todo. —Vete —ordenó Xcor, sabiendo que su soldado estaba en mucho mejor estado que él. —No a costa de tu vida. —Permanecer aquí conmigo puede significar la tuya. —Entonces moriremos juntos. Mientas Xcor inhalaba y exhalaba profundamente, tratando de disminuir su ritmo cardíaco y aliviar su presión arterial, el olor de metal calentado y pólvora estremecía su nariz junto con el diesel de los

humos de ese vehículo y el persistente hedor desagradable del sudor y de la incineración de los asesinos. Sus piernas le estaban matando, las dos. A este ritmo, el dolor estaba llegando a ser tal que iba a tener que sentarse, o desmayarse. Mierda. Los coches de policía pasaban volando a vertiginosa velocidad, uno... dos... tres de ellos en una rápida sucesión, su ruido y efecto estroboscopio de luces se desvanecía mientras pasaban. Habría más. Y la próxima ola sería más lenta, en modo de reconocimiento, en lugar de persecución. — ¿Cómo de mal te dieron? —preguntó Balthazar. Quería mentir. —Mis piernas son un problema. Una tiene un disparo, la otra probablemente rota. — ¿Cuándo fue la última vez que te alimentaste, de una hembra, quiero decir? Meses y meses. Desde la primera vez que había conocido a Layla. Su sangre ultra pura le había sostenido por una cantidad récord de tiempo, y cuando finalmente la fuerza había comenzado a desvanecerse, había tomado las venas de ciervos que cazaba en el bosque, sin decirles a sus hombres que había recurrido a tales medidas. Pero Bali lo sabía. Todos ellos debían haberlo sabido. —Mucho tiempo, de hecho —se quejó su soldado. Xcor miró a su alrededor, no iba a seguir con la conversación. Al otro lado, había una escalera de incendios, pero carecía de la fuerza de arrastrarse hasta allí a una velocidad suficiente, y no sería capaz de desmaterializarse. —Vete —le dijo a Balthazar. —Puedes hacer esto. —No tengo la fuerza para regresar a… Balthazar apuntando hacia arriba. —Allí. Al tejado. Eso es hasta donde debes ir. Perros ladrando. Al menos dos de ellos. A la entrada del callejón.

Ah, sí. Los seres humanos habían traído narices dignas de una búsqueda. A diferencia de las débiles en su lamentables caras. —Debes hacerlo —dijo Balthazar—. Sólo hasta allí. Y no más. Xcor rastreó el modo de subir la escalera de incendios, más allá de la serie de ventanas, unos quince pisos. Podría ser peor, supuso. —Ahora. Cerrando los ojos, sabía que no iba a funcionar. —Quiero que te vayas. Es una orden. —No lo haré. Xcor levantó un brazo cansado y abofeteó a su soldado en toda la cara. Con una voz cansada, dijo: —los otros necesitan organización y dirección. Tú lo eres. Vete y llévate las armas contigo. Son valiosas. ¡Vamos! ¡Alguien debe conducirlos! Balthazar todavía le estaba indignado cuando desapareció y los perros estaban cada vez más cercanos a la posición de Xcor. Con el olor fresco de su sangre derramada y fluyendo todavía, lo encontrarían en cuestión de segundos. Esta vez, mientras sus párpados caían, fue de puro agotamiento, no por cualquier tipo de esperanza de que pudiera desmaterializarse. Excepto que justo antes de que fuera capturado, mientras levantaba el cañón de su pistola y sabía que estaba a punto de perder su vida en un mal tiroteo… La imagen de Layla le llegó tan claramente que era como si estuviera delante de él. Si no se movía, podría morir y nunca más fijar sus ojos en ella otra vez. Un profundo sentido de pérdida le golpeó en el centro del pecho, fue entonces que supo lo que había estado negando durante algún tiempo. Ante la realidad que se le podría negar una última audiencia con esa hembra, una última oportunidad para escuchar su voz, captar su olor en el aire nocturno, permanecer testigo de su presencia física. El macho vinculado en él gritó con rabia ante tal crimen. En el momento que un pastor alemán había rodeado la esquina del contenedor metálico, y su dueño con

una correa corta seguía sus pasos, en el mismo instante que el humano gritó algo en la línea de —Quieto —o algo así... Xcor desapareció. Sólo el hecho de ver a su hembra otra vez le dio la fuerza para arrojarse a sí mismo sobre el aire nocturno, esparciendo su maltrecho, debilitado cuerpo hasta el techo que Balthazar se había dirigido. Mientras el policía debajo soltó una exclamación de sorpresa y otro llegó con mucha conversación posterior, Xcor cayó del aire, aterrizando duro sobre el tejado plano del edificio arriba cubierto de grava. —Gracias a la Virgen escriba —oyó murmurar a alguien. Gimiendo, Xcor rodó sobre su espalda. Zypher estaba parado sobre él. Balthazar, también. —Está herido gravemente —Eso fue lo último que escuchó antes de que las lesiones y la pérdida de sangre lo arrastrasen hacia la inconsciencia. Una manzana más allá, Rhage tenía su propia lista de problemas gracias a todos los malditos humanos que habían inundado las calles. Con sus manos sobre la cabeza y a su espalda los chicos de azul que se acercaban, estaba molesto. Y aburrido. La verdadera fiesta, con esos asesinos, había seguido adelante junto con Bill Murray, haciendo la medevac75 de Manny Manello a prueba de balas. Mientras tanto, él estaba aquí con unos sixpack76de lo más fino de Caldie. —No te muevas. Al igual que en las películas, pensó mientras rodaba sus ojos. —Lo que tú digas, oficial. Su entusiasta audiencia significaba que habían triangulado sus posiciones con total exactitud. Y no había nada delante de él en el callejón. No había coches, peatones nocturnos u otros policías. Sólo Dios sabía dónde iba a terminar Manny. O lo que estaba sucediendo con Trez y Selena. No tenía tiempo para esto. — ¿Oficial? —No te muevas.

—No te ofendas, pero voy a volar. Así sin más, ya que el CPD no le estresaba en lo más mínimo, se fue, desmaterializándose lejos. Sonreía en su estado molecular mientras viajaba, imaginando los OMFGs. Pero había hecho una especie de no-no. Había una y sólo una regla en la guerra con la sociedad lesser: no te expongas en una galería. Es decir, era de interés de todos, que los seres humanos no supieran que los vampiros eran mucho más que un mito de Halloween y the Walking Dead no era más que sólo un programa de televisión. Sin embargo, a veces no tenían otra opción. Y aunque hubiera dado un Frick y Frack, a los hermanos de las esposas y sus otros amigos, un buen espectáculo, era mejor que perder tiempo borrando

sus

memorias cuando Manny realmente lo necesitaba y Trez y Selena podrían posiblemente necesitarlo. Moviéndose hacia adelante, volvió a forma tres cuadras más cerca al río en el techo de la marquesina de la entrada de reparto, mientras que Manny se apresuraba por el callejón en su tanque blindado, con su cortejo de boda de unidades del CPD detrás de él, Rhage enfocó abajo a la luz de esas vigas de xenón y dio al buen doctor una ola para seguir adelante. Luego con calma y muy deliberadamente caminó en la estela de la ambulancia y abrió fuego contra los blancos que estaban persiguiendo el vehículo. Aunque no era un idiota. Su Mary había sido humana una vez, de hecho todavía lo era, excepto por su inmortal condición. Así que lo dirigió a los neumáticos delanteros y los bloques de motor en ese orden. La unidad que iba delante rápidamente perdió el control y se fue en picada, lo que significó que el segundo fue más difícil de golpear de forma segura. Pero sacudió esa mierda, dejándolos inútiles. Adiós. Volvió con Manny nuevamente como un fantasma dos cuadras más abajo, y se materializó en el asiento del pasajero de la misma manera que había dejado el vehículo. Manny dio un grito de alarma, pero no perdió la concentración. Los mantuvo en movimiento en medio del callejón. —Necesitamos salir de aquí —dijo el doctor. —Hacia el río. Sé exactamente qué hacer.

—Hay policías por todas partes. —Te diré cuándo girar —Rhage sacó su teléfono y comenzó a enviar mensajes de texto. Una cuadra más adelante, ladró— ¡Ahora! ¡Derecha! Rhage estaba tenso mientras Manny los giraba en noventa grados. —Tienen un helicóptero sobre nosotros —anunció Manny. Efectivamente, la pantalla mostraba una bella imagen de un campo brillante de luz tirando un haz de iluminación sobre ellos, el amplio rayo destellaba mientras el helicóptero los tenía a la vista desde el aire. —Dos cuadras, gira a la izquierda. —Van a cerrarnos desde… — ¡Hazlo! Yyyyyyy igual que si estuvieran bajo la autopista, el foco se extinguió. —Un bloque más —murmuró Rhage, empujando hacia adelante, orando que…— ¡Allí! Más a la derecha, una nave de servicio se estaba abriendo lentamente, los paneles levantándose para revelar un garaje ennegrecido del tamaño de una pequeña casa. —Es nuestro. —Maldita sea, ¿cómo haces eso? —Solo una llamada a V. Así sin más, el RV de Manny, junto con todas sus gasas, jeringas y bisturís y los dos hijos de perra en su asiento, estaban a cubierto y cerrados a cal y canto como una garrapata en la nave de reparto. Manny apagó el motor, pero no dejo el control del volante. Como si esperase tener que volver a conducir. — ¿Qué hacemos ahora? Rhage bajó aún más su ventana y escuchó los sonidos de los coches de policía en el exterior— . Nos calmamos. Sonó su teléfono y lo contestó. —Buen trabajo, mi hermano —La voz de Vishous era clara como una campana—. Y pensabas que nunca lo necesitaríamos.

—Gracias a Dios por la activación remota. —A través de mi teléfono. ¡Bum! ¿Están seguros? —Sí, pero creo que vamos a estar aquí un rato a menos que alguien venga y nos lleve. — ¿Qué diablos está pasando allí? —Recógenos y te voy a contando de camino a casa. —Estaré en veinte. ¿A menos que nos tengamos que preocupar del CPD? —Oh, no —Rhage tiró un bah con su mano—. Estará bien. Ningún policía alrededor —Cuando colgó, Manny le miró. — ¿Estás loco? Este código postal está abarrotado de policías. —Necesita el ejercicio. Con una maldición, Manny golpeó su cabeza contra el respaldo de su asiento un par de veces. — ¡Maldita sea! No he conseguido la oportunidad de usar este chico malo todavía y está todo destrozado. —Bueno, al menos has jugado con algunos de los botones. Y esta ha sido una buena prueba de que es a prueba de balas —El teléfono de Rhage se encendió cuando un texto llegó—. ¡Buenas noticias! Trez y Selena llegaron a casa sanos y salvos. Supongo que estarían fuera de la ciudad antes de que empezara la diversión. —Eso es un alivio —Manny respiró hondo, pero entonces maldijo—. ¿Cómo vamos a conseguir sacarlo de aquí? Cada comisaria de policía en la ciudad tendrá una descripción de él. Rhage miró a su alrededor en el interior y se encogió de hombros. —Pieza por pieza, si lo tenemos que hacer. —De alguna manera, eso no me inspira confianza. —Tú no has visto a tu cuñado con un destornillador. Ese hijo de puta puede desarmar cualquier cosa. —Y volverlo a montar, supongo.

—Muy bien. — ¿Me mientes para que ya no llore como una niña? —Oh, no. En absoluto —Rhage se había torcido alrededor de su asiento y activó la aplicación de linterna en su teléfono. — ¿Revisando las provisiones? —dijo Manny. — ¿Tienes algo que se pueda comer aquí? —No al menos que te guste el sabor del esterilizador. Rhage se recostó en su asiento y lo reclinó. —En el peor de los casos… —No, no puedes comerte mi RV — ¿Estas fuera de los límites, también? — ¡Sí! Cerrando los ojos y enloqueciendo al doctor. —Aguafiestas.

CAPÍTULO 38

En la biblioteca del palacio, iAm sacó el último volumen del último estante de la última fila de textos curativos, mientras hacía crujir la cubierta de cuero, el grito en su cabeza era tan fuerte, que no podía enfocarse para leer el índice. ―Aquí ―dijo Maichen―. Permíteme. Aunque pareciera un marica, se dejó caer sobre su culo, el duro suelo le golpeó a través de la delgada cubierta del uniforme de sirvienta azul pálido. Ya sabía lo que Maichen iba a encontrar. O no. El fallo en su plan, cuando se embarcó en esta locura, era que él nunca había oído sobre la enfermedad. No es que fuera como uno de los sanadores de la s'Hisbe, con un amplio conocimiento de los males que afectan a la gente y cómo arreglarlos, pero ¿algo como lo que Selena tenia? Las sombras lo hubieran considerado un defecto a evitar como la peste, así que habría habido un conocimiento común al respecto. Debía de haberlo sabido. Pero cuando volviera con su hermano, era responsable de hacer cualquier cosa para salvar al HDP . ― ¿Tiene el una enfermedad similar? ―preguntó Maichen. ― ¿Qué? ―Dijiste que harías cualquier cosa para salvar a tu hermano Genial, ya estaba hablando en voz alta. ―Sería mejor volver. Ella cerró el volumen. ―Lo siento, no encontramos… ―Venga, vámonos. iAm se puso de pie y le ofreció su mano. En el proceso de revisión de ese último libro con todas esas inútiles palabras, ella también se había sentado en el suelo. Su rostro enmascarado se levantó como si ella estuviera mirando fijamente la palma de su mano. ―Tenemos que irnos ―murmuro, deseando que dejase el maldito libro y partiera con él. Cuando finalmente alzó su brazo, la pesada manga se deslizó, exponiendo su delgada muñeca y su larga y delgada mano. Que temblaba.

El amaba el color de su piel. Más oscuro que el suyo. ―No voy a hacerte daño ―dijo bruscamente antes de tocarla. ―Lo sé ―susurró. Tan pronto hizo contacto, su cuerpo se sacudió, electricidad recorriéndole, viajando desde la conexión a su corazón y haciendo que latiera aún más rápido. Y no estaba seguro, pero pensó que ella sintió el shock también, la túnica que la cubría se desplazó bruscamente, como si hubiera saltado. Sin embargo, no había tiempo para pensar en nada de eso. Tomando el libro de su mano libre, lo repuso en la ranura que había dejado y comenzó el largo viaje hacia la salida. Se había movido unos quince pasos cuando se dio cuenta que no había soltado su agarre todavía. Se tuvo que forzar a sí mismo para soltar su mano. Cuando llegaron a la puerta oculta, se hizo a un lado y le permitió a ella abrirla en caso de que hubiera alguna clase de marcador o control de seguridad en juego. Fuera en el hall, ella dijo, ―Agáchate, ¿recuerdas? Eres muy alto y muy grande iAm siguió con el programa. ―Gracias. Dejándola asumir el liderazgo, se encontró a si mismo mirando la forma en que caminaba, el cambio de su cuerpo bajo la túnica que la camuflada casi totalmente. ¿Cómo era allá abajo? ¿Cómo sería su cara? Tan pronto esos pensamientos le golpearon, los dejó. No era el momento de perder ni siquiera una fracción de segundo en algo así. Fueron unos veinticinco metros, que pudo contar, cuando un conjunto de guardias de la prisión llegó a ellos. Desde debajo de la malla que cubría sus rostros, iAm rastreó su aproximación, preparándose para una lucha por escapar. Típico equipo de seguridad de s'Ex, iban de negro, de constitución como gorilas y sus armas eran obvias alrededor de sus cinturas, las dagas de hoja larga en sus caderas listas. Sus rostros estaban al descubierto y no podía recordar cuándo fue la última vez que los vio así. ¿Significaba eso que estaban en pie de guerra? ¿Mierda, habían sido descubiertos?

Delante de él, Maichen ni pestañeó. Ella paró, puso las manos delante de su corazón asemejando una torre e inclinó su cabeza en señal de sumisión. Permaneciendo inmutable, iAm copio su pose exactamente, los músculos de sus muslos contraídos fuertemente mientras forzaba sus piernas a permanecer a media asta. Los guardias lo miraron, y rogo para que ese truco de aroma a lavanda hiciera el trabajo. ¿Si captaran un tufillo de algo cercano a la agresividad que bombeaba en sus venas...? Pero no, simplemente asintieron con la cabeza y siguieron su camino. Gracias joder. Otros cien metros o así más tarde, ella se paro abruptamente, y casi choca con ella. ―Estamos aquí ―dijo ella, mirando a ambos lados de la sala. Esperó a que accionase la puerta de su celda. Cuando no lo hizo, se inclinó sobre ella y dijo suavemente, ―No es tu culpa. Y gracias Ella bajó la cabeza, y la voz que salió detrás de su enmascaramiento parecía ahogada. ―Lo siento tanto. Por todo esto. ―No te preocupes. Y no quiero que vengas a verme más. Ocúpate de tus tareas, pero no te involucres en esto. Tenemos suficiente gente en esta pesadilla ya. Ese panel de malla cambió mientras lo miraba. ―Quiero hacer más. Déjame ayudarte a obtener la libertad. ―No. ―No quiero que seas un gerbillo. ― ¿Qué? ―No quiero que seas retenido aquí para siempre. ―No será tan largo, te lo prometo. ―Aunque necesitaba salir de aquí LAP. ―Ahora, ¿te puedes ir, por favor? Cuando ella continuó dudando, fue él quien accionó la puerta de la prisión para abrirla tomando su mano y colocándola en la pared.

Las luces estaban encendidas dentro, no fuera. Y s'Ex estaba en el catre, la espalda contra el cabecero, las piernas estiradas y cruzadas en los tobillos. En una mano tenía una piedra de afilar. En la otra, tenía un puñal. Con lentos y seguros movimientos, estaba afilando la hoja. No se molestó en mirar hacia arriba. ―Imagina mi sorpresa cuando vine a comprobarte personalmente. iAm puso su cuerpo en frente de Maichen, bloqueándola totalmente. ―Esto no es culpa de ella. La obligué. ―Eso es una mentira ―El verdugo levanto su mirada, sus ojos negros brillantes―. Pero si lo hiciste o no es el menor de tus problemas.

*** Mientras Fritz se detenía frente a la mansión de la hermandad, Selena salió de la parte trasera del Mercedes incluso antes de que el coche llegase a parar. La repentina embestida era una expresión de su emoción, algo que había estado conteniendo, y se sentía bien Excepto que llevaba tacones altos, y el aterrizaje salió mal: mientras la diminuta base de los tacones de sus zapatos saltó sobre los adoquines, la gravedad se apodero de ella y alzo sus brazos, su peso la venció de forma inadecuada. Trez la atrapo entre sus brazos en un poderoso arranque, capturándola antes de que pudiera caer y atrayéndola contra su enorme pecho. La sostuvo como si no pesara nada. Poniendo sus brazos alrededor de su cuello, se inclinó hacia atrás y sonrió ampliamente, probablemente se veía como una lunática. Pero no le importaba. ― ¡Eso fue increíble! Trez sonrió mientras subía los peldaños de la puerta del vestíbulo. ―Fue algo más, seguro. Estirándose alrededor del tríceps de Trez, llamó al mayordomo, ―Fritz, ¿podemos hacerlo otra vez mañana por la noche? El mayordomo siguió su estela. ― ¡Por supuesto, señora! Cualquier cosa para servirla. Debo comentar, sin embargo, que el coche requerirá un poco de atención antes de cualquiera de esas excursiones.

Probablemente estuviera en lo correcto, y tal vez eso era el porqué el doggen lo había estacionado paralelo a la puerta en lugar de con los otros vehículos al otro lado de la fuente. ¿Podría dar marcha atrás todavía? Hubo una pausa rápida mientras entraban en el vestíbulo, y después fueron recibidos en el cálido y opulento interior de la mansión por alguien del personal de Fritz. ―Si me disculpan ―dijo el mayordomo―. Debo ocuparme de las preparaciones de la última cena, como he indicado. ―Gracias por mantenernos en una sola pieza, ―murmuró Trez. ―Es un placer, sire. Mientras el doggen se fue por el comedor, Trez fue hacía las escaleras, sus largos pasos cruzaron sobre el piso de mosaico de la entrada y Selena empezó a sonreír por un motivo distinto que la pura adrenalina. Pero no la llevó hasta su cuarto. Su macho avanzó alrededor de la base de la gran escalera a la izquierda, llevándolos a la ornamentada puerta del cuarto de baño. ―Abre la puerta para mí, ―él gruñó. Ella alzo la mirada y se emborracho con la vista de su cara. Pura necesidad sexual, apretó su mandíbula y entrecerró sus ojos, convirtiéndolo en una versión animal de sí mismo. Su respuesta al viaje en coche, pensó. Extendiendo su mano, ella se apoderó del pomo de la puerta y quito la cerradura, abriendo el camino. Una bonita habitación, con su zona privada para el baño y el aire perfumado. Y especialmente el mármol veteado en melocotón, rojo y rosa que cubría las paredes y el suelo. Raso rojo y melocotón caía desde ambos lados del espejo sobre el lavabo, como si fuera una ventana para mirar, el terciopelo bordeando alrededor del lavabo era rojo sangre con flecos de oro. Antiguos apliques de gas ardían incesantemente alrededor de la habitación, el amarillo suave lucia como el de las velas. ―Vas a querer usar ese cerrojo ―dijo, inclinándose para que ella pudiera llegar hasta él. Lo acciono. Dándoles un poco de privacidad. Había un banco largo y bordeado en la pared del fondo, la puso sobre él, sosteniéndola con una

mano

mientras metía todo tipo de cojines de seda y bordados en el asiento. Estirándola encima, ronroneo profundamente en su garganta mientras acariciaba sus hombros, su cintura, sus piernas. ―Pensé en esto toda la noche ―dijo él. Arqueándose, sintió la caricia de su vestido subiendo por sus muslos mientras él subía con sus palmas más y más alto. ―Oh, Dios ―él soltó el aliento mientras miraba a su sexo. ― ¿Te habías olvidado ya? ―Ella sonrió mientras bajaba sus parpados―. Que me dieron todo excepto las bragas. ―Mmm, no, lo recuerdo. La movió alrededor, tirándola hacia delante para que pudiera poner sus piernas alrededor de sus caderas. Se inclinó hacia abajo sobre ella, puso su boca en el lado de su cuello y luego sacó su lengua hasta que tocó su oreja. ― ¿Sabes qué es lo más difícil? Acentuó la pregunta con un empuje de su pelvis, su erección empujando sobre su sexo desnudo a través de la fina tela de sus pantalones. Mientras ella jadeaba, sus dedos flotaban sobre el corpiño del vestido. ― ¿Hmmm? ―murmuró él, pellizcándola otra vez como para castigarla―. ¿Lo sabes? ―Tengo una buena idea ―gimió ella. ―No es esto ―Él empujó su núcleo de nuevo, acariciándola con su erección―. Lo creas o no. ― ¿Qué, Qué…? Puso su boca junto a su oreja. ―No voy a rasgar tu vestido con mis dientes. Quiero que lo lleves a la última comida después de esto, y por mucho que respete los hermanos... ―Trez beso su camino hasta su hombro―. Tendría que matarlos a todos si te vieran desnuda. Y eso es un montón de limpieza. ―Así que ¿qué vas a hacer? ―Siéntate para mí.

Estaba mareada mientras hacia lo que le dijo, pero era por la pasión, el calor... la necesidad ― ¿Ahora qué? ―Muy cuidadosamente nos desharemos de esto ―Agarrando el dobladillo, empujo la tela negra sobre su cintura, sobre sus pechos―. Jooooooooder ―Tan pronto tiró al suelo la seda, miró lo que había revelado. ―Oh, eso es lo que quiero. Con sus palmas acariciando arriba y abajo los muslos, dejo caer la cabeza a uno de sus pezones, chupándolo, cuidándolo, la oscura cabeza contrastaba con la piel más pálida de ella. Dejando su cabeza caer, ella le dio el acceso que él quería, separando aún más sus rodillas. El sonido que hizo fue totalmente animal, y el agarre que se hundió en sus caderas fue duro cuando tiró de ella hacia adelante. ―Dame ―exigió. Hubo una rápida apertura de cremallera mientras se liberaba, y luego volvió a ese gruñido―. Toda la noche. Pensado en esto toda la noche. Empujó dentro de ella con una estocada de sus caderas, y tomó sus muñecas, arqueándolas para arriba otra vez. Con duras embestidas, se dejó ir y ella tomo todo lo que le daba, dio una potente embestida reuniendo impulso inmediatamente. Tan caliente, tan salvaje, la culminación de la cena, el loco camino a casa, la ilusión constante que había tenido cuando él estaba a su alrededor. Arrastrándolo hasta su boca, se aferró a su potencia, buscando sus labios y chupando su lengua hasta que el ritmo de las penetraciones lo hizo imposible. Más rápido, más fuerte, y entonces el orgasmo la golpeó. Y fue como estar corriendo sin control a través de los paneles de vidrio, un ganar velocidad y luego un espectacular hacerse añicos. Era su cuerpo separándose. De una manera maravillosa. Cuando estaba flotando de vuelta, se encontró la muñeca de él en sus labios. ―Toma de mi ―gruñó―. Quiero sentir tus dientes en mi carne―. Instantáneamente, el calor volvió de nuevo y empujó su brazo fuera del camino. Mientras sus colmillos descendieron en un asalto, siseo y golpeó al lado de su garganta, justo en la gruesa vena que corría desde su corazón. Trez gritó su nombre y la apretó contra él, inclinando la cabeza, animándola a tomar más, todo lo que necesitara, mientras sus caderas se bloqueaban contra ella, su erección se sacudía mientras se corría profundamente dentro de su cuerpo.

Su liberación, provoco otra, llevándola al borde de nuevo. Y todo el tiempo, nunca se sintió más segura o más amada.

CAPÍTULO 39

Mientras la puerta de la celda se cerraba firmemente detrás de él y Maichen, iAm se arrancó el tocado y lo tiró. —Déjala ir. s'Ex sacó sus poderosas piernas fuera de la plataforma del lecho y se puso de pie. — ¿Sabes cuál es mi mayor defecto? No recibo bien órdenes. —Ella no es parte de esto. Es entre tú y yo. —Sí, mira, estas equivocado. Tú y yo somos en realidad sólo actores de reparto en el drama real, pero eso no viene al caso. El verdugo camino hacia adelante y iAm extendió sus manos, blindando a Maichen. —Para. — ¿O qué? —Voy a matarte. s'Ex se detuvo delante de él y le miró fijamente. — ¿De verdad? —Sí. —iAm cerro los puños y sintió sus colmillos desplegarse—. Si se trata de ti o de ella saliendo viva de aquí, te garantizo que ella será la que siga sobre sus pies cuando se abra la puerta. Y no me importa si muero en el proceso. s'Ex frunció el ceño y miró a la doncella. Dirigiéndose a ella, dijo —Hermano equivocado, lo sabes, ¿no? iAm se inclinó hacia el lado y bloqueó el contacto visual. —Así que, ¿qué hacemos? —Serías un tonto al pelear conmigo, teniendo en cuenta que vine a sacarte de aquí. iAm se negó a ser distraído. — ¿Lanzas el primer puñetazo o lo hago yo? — ¿Escuchaste lo que dije? He venido para llevarte a la puta biblioteca pero estoy asumiendo que es de donde vienen o estaban dando una vuelta por allí de camino a la salida. En el silencio que siguió, iAm analizo las palabras del verdugo de arriba abajo, comprobando las sílabas,

buscando el significado. A continuación, frunció el ceño —No lo entiendo. —Si no te importa, tenemos que hacerlo ahora, porque tengo que regresar al tribunal en unos veinte minutos. ¿Qué diablos era esto? se preguntaba iAm. s'Ex rodó sus ojos. —Te dije que te llevaría dentro y fuera, ¿no? —Me pusiste aquí. Me golpeaste en la cabeza… —No, imbécil. Uno de mis guardias lo hizo. He estado trabajando entre bastidores para tratar de liberarte, se suponía que no estarías en esta maldita celda. Ese no fue nuestro acuerdo. Parpadeó. —Hemos estado en la biblioteca —interrumpió Maichen—. No tuvimos éxito. Y voy también. Quiero estar segura de que él salga con vida. s'Ex y iAm la miraron y ladraron —No. — ¿Ves? —dijo el verdugo mientras caminaba a su alrededor hacia la puerta—. Estamos de acuerdo en algo. Ahora, ¿podemos hacer esto? Y el hijo de puta no estaba hablando de lucha. Santa mierda. Parecía como si su confianza no hubiera estado tan fuera de lugar como había pensado. iAm miró Maichen. En una voz suave, susurró —No nos sigas. —No

puedes

decirle

qué

hacer,

—dijo

s'Ex

mientras

accionaba

la

salida—.

Ahora

procedamos si no quieres pudrirte en esta celda. iAm sacudió su cabeza hacia la doncella. —No lo hagas. —Estoy esperando —Dijo s´Ex —Maichen. —Los seguiré si quiero —fue todo lo que dijo mientras se deslizaba a su lado y se unió a s'Ex en el pasillo.

El pelo de iAm ardía cuando la siguió, todavía llevaba ese uniforme de doncella que se había puesto. —No voy a tener esto sobre mi conciencia, si consigues que te maten por una estúpida razón. Mientras iban por el pasillo, ella no prestó ninguna atención a sus quejas. ¡Duh! No parecía tener un cerebro en su cabeza. O tal vez no lo tenía él, porque se encontró a sí mismo no queriéndola dejar. Qué locura. s'Ex los llevó por los pasillos, tomando un camino distinto al que Maichen había tomado. Y todo el camino, iAm estuvo preparado para una emboscada, una confrontación, o algo inesperado que le pudiera joder. Pero quince o veinte minutos más tarde, estaba fuera del palacio, pasando por los cuartos vacíos de los sirvientes y parado frente a la pared que separaba el Territorio del mundo humano. iAm observo al verdugo — ¿Me estas dejando ir? —susurró en la oscuridad. —Como dije, ese era nuestro acuerdo, ¿verdad? —Cuando iAm no respondió, s'Ex sacudió la cabeza— . Este es el final de los tres, por lo menos hasta después del duelo, cuando tenga que ir a buscar a tu hermano… — ¿No se darán cuenta que me he ido? — ¿Por qué alguien se preocuparía? Despacho delincuentes regularmente y ya he borrado el recuerdo de tu marca en cualquiera que tuviera conocimiento de ello. —s'Ex miró a Maichen— Aunque todo esto habría sido mucho más fácil si no hubieras insistido en convertir esa celda en un showroom de muebles. iAm extendió la palma de su mano. —No esperaba que fueras honesto. —Jódete —s’Ex estrecho la mano extendida hacia el—. Ahora vete. Como la salida estaba abierta para él, no tenía ni siquiera que desmaterializarse sobre la barrera. iAm hizo una pausa y miró a la doncella. En el silencio que siguió, s'Ex soltó una maldición, —No apruebo todo esto entre ustedes dos. Pero sabes cómo cerrar las puertas después de que él se vaya. Y dicho esto, el verdugo se marcho airadamente, su túnica negra ondulando detrás de él. Era muy extraño, pensó iAm cuando se quedó solo con la mujer. Estaba a dos pasos de la salida que

necesitaba, pero parecía no querer moverse. —Puedo ver tu cara —se oyó decir—. Antes de irme. Cuando ella no respondió, estiró su mano y deslizo la tela que cubría su cabeza y la arrastro hacia abajo de los hombros. —Tengo que ver cómo te ves o vas a perseguir mis días. Tenía el presentimiento de que lo iba a hacer de todos modos. —yo... — Su voz temblaba—. No sé. iAm asintió con la cabeza y se sintió como un idiota. —Lo siento, no es de mi incumbencia. —Se rindió al impulso y se inclinó por la cintura, como si no fuera mucho más que un sirviente—. Gracias. Pivotando, avanzó a través de la puerta abierta. —Mañana por la noche —ella dijo con brusquedad—. ¿Nos vemos? Se congeló, un pie dentro y uno fuera del territorio. — ¿Dónde? —No sé. En algún lugar cómo... iAm frunció el ceño y pensó en donde encontró a Trez en la montaña entre la s'Hisbe y la colonia symphath. Esa cabaña todavía tenía que estar ahí; la maldita ya tenía cien años cuando Trez se había refugiado en ella y sabía que Rehv ya no la usaba. — ¿Sabes de la montaña de la serpiente negra? —Sí. —susurró. —A mitad de camino hacia el este, en el sendero del rayo, hay una cabaña. Podría llegar primero y encender el fuego dentro. Te puedes desmaterializar desde aquí y encontrar la luz. Nos vemos allí a medianoche. Podía imaginarla mordiéndose el labio inferior como si vacilase. —Nunca te lastimaría —prometió.

—lo sé. —Me tengo que ir —la miraba fijamente con intensidad, tratando de ver bajo la túnica— Piensa en ello, estaré allí y te esperaré una hora. Si no vienes, lo entenderé. Ella no era "importante" a los ojos de la s'Hisbe, pero aún así, las hembras tenían razón al ser cautelosas, sin importar su posición cuando se trataba de salir del territorio. Especialmente si no tenían ningún poder familiar. —Adiós —dijo antes de alejarse trotando. Momentos después, cuando se desmaterializo, sabía que no iba a volver a verla. Y sin embargo, aunque eso era todo un hecho dado, iba a estar en ese lugar en la montaña mañana a media noche. En punto. Incluso vírgenes cínicas como él tenían venas románticas.

*** Cuando Trez y Selena finalmente lograron salir del baño de abajo, era mucho más tarde de la medianoche. De hecho, cuando consultó su teléfono, se sorprendió al encontrar que eran las tres de la madrugada, habían estado unas tres horas allí. No se le ocurría una mejor manera de pasar el tiempo. La gente obviamente había empezado a venir a casa para el día, voces a la deriva se escuchaban desde la sala de billar. —… descargas de balas. —Estaba diciendo Hollywood—. Como si estuviera lloviendo plomo. —Mi pobre ambulancia —el tono de Manny era menos entusiasta—. Viaje inaugural y mira lo que le pasó a la maldita cosa. Bueno, al menos estos dos habían llegado sanos y salvos. Jesús, ni si quiera había pensado en ellos ¿eso era egocéntrico o qué? —Y este imbécil me dice que no hay policías —interrumpió V—, para la evacuación. Increíble… caminé en medio de una convención de esas placas.

Trez puso su brazo alrededor de Selena, — ¿Quieres unirte a la fiesta?, tenemos que contar nuestra parte. Besándola en la frente, la dirigió a través del vestíbulo y el arco de entrada a la tierra de mesas de billar, sofás y una pantalla lo suficientemente grande para albergar un autocine. —Miren, salimos en CNN —dijo alguien al encenderse la TV. Efectivamente, en la gran pantalla, imágenes de una cámara de seguridad: el Mercedes pasando por el vestíbulo tipo Jungla de Cristal estaban en un bucle sin fin. Luego vino una declaración de un oficial de policía que estaba involucrado en la persecución, y un testigo de algún lugar u otro. Trez asintió con un saludo a Rhage y Manny. Levantó su mano a V y Butch y se deslizó con su hembra junto a Z y Bella. —Mucha cobertura —alguien dijo tristemente. —Mierda —respondió otro. Incluso el entusiasmo de Selena se vino abajo rápidamente, como si ver por sí misma lo que todo parecía lo hizo todo muy real. Cuando se abrió la puerta interior del vestíbulo, Trez fue vagamente consciente de que una corriente de aire frío se disparo en la sala. Y luego un momento más tarde, una mano cayó sobre su hombro. Cuando se dio la vuelta, iAm estaba detrás de él. —Oh, oye, hombre. —Se fue a abrazar a su hermano, sólo para retroceder—. ¿Qué es ese jodido olor? —Nuevo jabón de manos en el trabajo. Trez siguió con el abrazo. —Deshazte de él, hueles como una pequeña anciana ¿qué es? ¿Lavanda? — ¿Qué pasó con el Mercedes? esta golpeado como la mierda. Trez apuntando a la pantalla —Eso pasó. iAm

se centro en Selena en su lugar, rastreo su perfil y su vestido con una sorpresa que cubrió

rápidamente. —Tuvimos una cita —soltó Trez. Selena hecho un vistazo, y cuando vio quien era, tendió los brazos —Hola —dijo mientras abrazó a su

hermano—. Creo que hemos roto el centro de Caldwell. Es curioso, iAm era al único macho al que no tenía ganas de matar, cuando entraba en contacto con su mujer. Supuso que su vínculo de macho reconocía que iAm jamás cruzaría ninguna línea de pensamiento, mucho menos de hecho. iAm sonrió un poco. —Por lo menos sé por qué el Benz necesita cincuenta mil dólares de trabajo corporal. ¿Quieres beber un trago mientras me sirvo uno? Trez negó con la cabeza. —No, estoy bien. Pero cuando su hermano se acercó a la barra, Trez se excusó y siguió al macho. —Oye, sólo quiero pedir disculpas por mi silencio ¡Guau! Cuando la botella que había cogido iAm se deslizó fuera de alcance del macho, Trez la atrapó antes de que llegara al suelo y fue entonces cuando vio cuánto temblaban las manos de su hermano. —Jesús, iAm, ¿estás bien? —Oh, sí. Absolutamente. —Aquí —dijo, devolviéndole el vodka— ¿Seguro que necesitas servirte tu propia bebida? —Positivo. —Espera, déjame darte un vaso. —Fue alrededor de la barra y consiguió uno bajo el estante mientras iAm quitaba el tapón de la botella cuadrada—. ¿Zumo de arándano rojo, no? —No. — ¿Solo? tu generalmente no bebes el vodka así. —Eficacia, mi hermano. Todo es sobre eficacia esta noche. Trez le ofreció el vaso y vio como iAm vertía una buena cantidad del liquido trasparente y relajante allí. Seguía esperando que parara de servirse el trago, y cuando no lo hizo, se encontró curiosamente ignorando el impacto que sintió. iAm era el moderado de los dos. ¿Si bebía todo eso? Su nivel de alcohol en la sangre iba a estar en territorio coma. Por otra parte, habían

sido unas muy largas veinticuatro horas. — ¿Cómo va todo en el restaurante? —Preguntó Trez mientras el vaso cambiaba de manos. —Ah, bueno. Sí. Bien. — ¿Los clubes? —Lo mismo —iAm bebió la mierda como si fuera agua, toda la carga en un trago, largo y a garganta abierta. Trez maldijo —Lo siento muchísimo joder. — ¿Por qué? —iAm murmuró. —Sabes por qué. El gruñido que vino en respuesta podría significar muchas cosas. —Escucha, tengo que acostarme, estoy acabado. —Sí, creo que vamos a hacer lo mismo. — ¿Cómo está ella? Trez echó un vistazo sobre Selena e intento volver a mirar a su hermano, pero sus ojos se negaron a trasladarse. Trazó la agraciada curva de la espalda, la vio desnuda en el baño, piernas extendidas, sus pesados pechos desnudos en su boca, en sus manos. Entonces imagino su risa salvaje en la parte trasera del Benz. Recordó su mirada fija en la noche mientras habían tomado la cena. —Es increíble —dijo roncamente—. Absolutamente increíble. —Eso es bueno, hermano, eso es bueno —iAm tapo el CLIX y lo escondió debajo del brazo. —Escucha, tengo que irme a descansar, pero estaré justo en la puerta de al lado si necesitas algo ¿de acuerdo? —Gracias. Mientras iAm se marchaba y no miraba hacia atrás, era difícil no sentir cada onza de la carga que Trez era para ese macho.

Algún día, se comprometió, iba a encontrar una manera de compensar todo.

CAPÍTULO 40

No había ninguna escapatoria. Mientras Layla estaba parada en medio del grupo en la sala de billar, era consciente que si trataba de escapar y tomaba su coche para dar un pequeño paseo, iba a ser golpeada con preguntas que no podría responder fácilmente. Pero aún más, Luchas permanecía en condición estable, pero grave, abajo en la clínica, Qhuinn todavía estaba con él, con Blay a su lado y ella había venido aquí sólo para conseguir algo de comer. Dejar la propiedad estaría mal. Especialmente para ver a alguien como Xcor. Y tal vez esto era lo mejor. Había estado a punto de cruzar líneas la noche anterior, las líneas que la habrían llevado a un territorio que, después de mucha reflexión, sabía que no podía manejar. Querida Virgen Escriba, no podía imaginar lo que había estado pensando, y esta separación forzada era algo bueno, incluso aunque no quería que Luchas sufriera. En la enorme pantalla de televisión sobre la chimenea, imágenes de disparos y coches chirriantes oscilaban como salidas de una película. Es increíble lo que había sucedido en el centro. Gracias a Dios nadie había sido herido. — ¿Dónde está ahora tu RV de fantasía? —alguien le preguntó a Manny. —Todavía abajo al lado del río. Tuvimos que dejarlo en el almacén de V —el doctor se restregó los ojos como si tuviera un gran dolor de cabeza—. Agujeros de bala en todas partes y le di a algo grande con ella. — ¿Lesser? —dijo, uno de los hermanos. —No. Cuando salí y comprobé, había sangre roja en los faros delanteros y la parrilla. Así que fue un ser humano o uno de vosotros y teniendo en cuenta el recuento por aquí y la falta comunal de cojera, debe haber sido la primera. —O un bastardo. —Tal vez. Sí. Quienquiera que fuese, estoy seguro que resulto herido. Layla frunció el ceño. — ¿Alguien

fue golpeado? —Ninguno de nosotros, no te preocupes —alguien respondió. Una extraña premonición la puso nerviosa. Sin decir nada más, se retiró de la sala. Después de comprobar que nadie había notado su salida, tomó su teléfono del bolsillo del polar que le había prestado Doc. Jane y envió un mensaje rápido. Tan pronto como se envió, borro las palabras y se aseguró de que el móvil estaba en vibración antes de guardarlo otra vez. Caminando por la puerta principal, mantuvo su mano en el bolsillo sobre el delgado cuerpo del teléfono esperando una respuesta. Cuando nada llegó diez minutos más tarde, verifico dos veces que no lo había apagado por error… — ¡Hey! Girándose, vio a Qhuinn y Blay emergiendo de la puerta oculta del túnel debajo de la escalera. Ruborizándose, dijo —Precisamente regresaba abajo. —Él está descansando, Doc. Jane dice que sus signos vitales están mejorando. Está fuera de peligro inmediato. Blay, cortó —Así que vamos a la cama. Antes de que nos caigamos. Qhuinn bostezó tan duro que su mandíbula estalló. —Doc. Jane se está quedando allí abajo. Creo que ha estado así durante dos días seguidos. Nos va a llamar inmediatamente si algo cambia. — ¿Me haces saber si me necesitas? —dijo ella. —Creo que estamos bien por ahora. Gracias por todo. De verdad. Se intercambiaron abrazos con buenos días, y debió haber hecho un buen trabajo comportándose normal, porque instantes después, se dirigieron a la segunda planta juntos. Ignorando su preocupación. Layla miró hacia atrás, hacia la sala de billar. Sacó su teléfono y comprobó la hora. Las tres a.m. Aún ningún mensaje de vuelta. Antes de que se diera cuenta de lo que estaba haciendo, se deslizó por el comedor y la cocina. Los doggen

estaban trabajando duro en la preparación de la última comida, y Fritz apenas la miró con un gesto educado mientras pasaba rápidamente por delante de él. Nadie se dio cuenta que caminó a través del garaje, o que corrió a la puerta bloqueada del otro lado. Una vez introdujo el código en el teclado numérico, hubo un breve pitido cuando el pestillo se abrió. Momentos después, estaba detrás del volante de su coche y salía disparada. Mientras descendía por la montaña, el mhis la frenaba y el retraso hacia que su corazón latiera aún más fuerte. Pero llegó a los pies de la montaña, y en cuanto giro por la carretera rural, dio gas de verdad. No había mucho tiempo. Dios, tenía que ser como una adicción lo que sentía, pensó aturdida mientras agarraba el volante con tanta fuerza que sus nudillos quemaban. El tirón de la droga o bebida o en su caso, Xcor. Era irresistible. Y no había ningún placer en ceder, sólo una culpa dolorosa y un resonante rechazo sobre el hecho de que una vez más había anulado sus mejores impulsos y sucumbido a lo que muy bien podría matarla. O al menos, arruinar su vida. Pero que la Virgen escriba salvarse su alma, era incapaz de no ir a asegurarse que Xcor estaba bien.

*** En el salón de audiencias del rey, Paradise sonrió al anciano macho frente a su escritorio. —Oh, de nada. Me alegro de tenerle aquí esta noche. —Ha sido de gran ayuda —se inclinó ante ella, su gorra en la mano—. Que pase buenas horas hasta el amanecer. —Usted también. Mientras él salía de la sala, se recostó en su silla y cerró los ojos. Último nombramiento de la noche. Wrath había visto entre dos y cuatro personas por hora durante ocho horas, así que por lo menos dieciséis, tal vez hasta treinta personas. Y para cada uno de ellos, ella había seguido el protocolo que había establecido su padre: el registro, la inscripción si ellos nunca habían ido a ver al rey antes, la oferta de comida y bebida antes de que fueran convocados. Entonces después de haberles dado los buenos días, metía en la base de datos las notas que su padre le dio sobre el debate y las decisiones que se habían

tomado o los permisos concedidos. Estaba simplemente exhausta, estaba estrujada. Tanto por aprender, tantos nombres y temas, árboles genealógicos y linajes y allí no había margen para el error. Además, tuvo que ser amable con todos e involucrarlos en la conversación mientras esperaban, especialmente si venían solos. Eso no había sido un requisito del trabajo de su padre. Pero sentía que era importante. Tal vez debido a su traje de azafata. Más probable por su formación en la glymera. —Muchas sillas vacías aquí. Sus parpados se abrieron de golpe y saltó. — ¡Peyton! Jesús, ¿no puedes llamar? —Lo hice. Y uno de los hermanos me dejo entrar, quien casi me hizo perder el control de la vejiga. — él miró hacia el arco abierto—. Y no tienes una puerta frente a tu escritorio o la habría golpeado con mis nudillos. Lo siento, te asusté. Activando el ratón del computador, limpio la pantalla del ordenador de burbujas multicolores, transparentes. — ¿Qué quieres? —No has respondido ninguno de mis mensajes o llamadas. —Estoy enojada contigo. —Parry, vamos. No seas así. —Tengo una pregunta para ti —ella desvió su mirada de la hoja de cálculo Excel en la que había estado trabajando, a sus ojos azules—. ¿Qué te parecería si te negaran hacer una elección porque tienes el pelo rubio? El levanto sus manos. —Lo que sea, no estamos hablando de color de pelo. —Hablo en serio. No discutas conmigo y responde a la pregunta. —Podría ir a CVSy comprar algún tinte de pelo negro. Sacudiendo su cabeza, Paradise recogió el cuaderno con su lista en él y tachó un par de cosas que ya había hecho.

—No entiendo por qué es tan importante —murmuró Peyton—. ¿Por qué quieres participar en la guerra? Los aristócratas también van a conseguir ser matados ahí fuera, lo sabes ¿Por qué no quieres estar a salvo? —Detrás de un escritorio, ¿no? O más probablemente en un vestido en una casa grande. ¿Verdad? —No está mal para el sexo débil. — ¿No tienes que volver a tu bong? Podía sentirlo fulminándola con la mirada desde su mayor altura. — ¿No recuerdas las redadas, Parry?, ¿no recuerdas lo que sentiste?, las personas que fueron asesinadas en sus propias casas, tenían partes de sus cuerpos cortadas mientras estaban vivos. Encontraron a los padres de Lash sentados alrededor de la mesa del comedor, los cadáveres dispuestos de tal forma que estaban rectos en las sillas como si estuvieran cenando. ¿Por qué quieres ser parte de eso? Paradise se enfrentó otra vez con esa mirada dura. — ¡No quiero! — ¡Entonces por qué tenemos esta discusión! —Porque quiero elegir. Quiero ser capaz de asumir el riesgo si quiero y no me golpees con la descripción de esas muertes como si no recordase todo lo que pasó. Miembros de mi linaje fueron asesinados, también. ¿No me está permitido querer venganza? ¿O es sólo cosa de penes también? Él puso sus manos sobre la mesa y se inclinó sobre ella. —Los hombres no pueden dar a luz. Ella se levantó de su silla y se enfrentó a él mandíbula contra mandíbula. —Tienes razón. Me gustaría ver a alguno de ustedes tratando de pasar por esa experiencia. Estarías llorando como una perra en diez minutos. La mirada de Peyton cayó a su boca por una fracción de segundo, y la distracción la sorprendió. En todos estos años de amistad, eso era algo que nunca había ocurrido. En realidad, ni siquiera se habían aproximado. —Muy bien —dijo severamente—. Ponte manos a la obra. —Perdón.

—Únete al programa —barrio con su mano sobre el escritorio—, sal detrás de aquí, presenta tu solicitud y trata de pasar la prueba física. —Tal vez lo haga En ese momento, su padre entró, —Hola, Peyton. ¿Cómo estás, hijo? —inmediatamente, Peyton se separó—. Señor, estoy bien, señor. Gracias. —Mientras los dos se daban la mano, estaba segura de que su padre ignoraba lo que se estaba licuándose en el salón y muy segura de que Peyton no. Sus hombros todavía estaban firmemente tirantes, como si estuviera discutiendo con ella en su cabeza. —…Amable de tu parte venir y apoyar a Paradise. —su padre le sonrió a ella—. Especialmente en esta primera noche. Debo decir que has superado mis expectativas, querida mía. Esto va a ser una manera maravillosa para que te mantengas ocupada antes de tu presentación. —Gracias, padre —dijo ella, inclinándose. —Bueno, necesariamente debo partir. ¿Peyton, tal vez le harás compañía hasta el amanecer? Esos penetrantes ojos azules volaron hacia ella. — ¿No te estás quedando en tu casa? —No te alarmes —su padre interrumpió suavemente—. Está totalmente acompañada y correctamente escoltada. Ahora, si me disculpan, debo partir. Para ver a su "visitante", sin duda. —Los hermanos han escoltado el rey a su propiedad —dijo su padre mientras rodeó la mesa y la abrazó—. El doggen deberá limpiar durante una hora, por lo menos. ¿Me llamas si necesitas algo? —Lo haré. Y entonces se fue. —No puedo creer que te deje seguir aquí —dijo Peyton. —No es necesariamente su elección. — ¿Qué significa eso? —Nada —ella metió una mano a través de su pelo, sacudiendo las ondas—. No tienes que quedarte, de hecho, no deseo que lo hagas.

Podía sentirlo mirándola fijamente, y cuando él no respondió, ella le miró. — ¿Qué? Esos ojos parpadeaban de una manera que nunca había visto antes. —Nunca habías estado tan... — ¿Detestable? —No —murmuró—. Eso no. —Bueno, entonces ¿qué? —cuando no le contestó, ella meneó la cabeza—. Vete a casa, Peyton, simplemente vete a casa, anímate y prepárate para ser el gran hombre en el campus del centro de entrenamiento. Es el papel para el que has nacido. Con eso, camino alrededor de él y dejó la sala. No le importaba lo que hiciera, si se iba o se quedaba ahí en su escritorio hasta que el doggen Swiffered lo sacara junto con las pelusas de polvo. Ella había acabado. Con la noche. Y con los machos, en general.

CAPÍTULO 41

—No. Aquí. Ponlo junto al fuego. Xcor se soltó del sostén en sus brazos. —No soy un inválido. Mientras cojeaba por toda la habitación de la casa que había comprado para Layla, guardaba para sí, el hecho de que estaba helado hasta los huesos, pero agradecía el calor de las llamas que hervían alrededor de los troncos en la chimenea. —Tu pierna está rota, —dijo Zypher. Mientras que se instalaba sobre el sofá, unas intensas náuseas amenazaron con vaciar su estómago, pero enterró esa reacción, tragando el aumento de bilis. —Se soldará. —Hay víveres aquí. No sabía quién dijo eso. No le importaba. — ¿Dónde está el licor? —Aquí. Una botella apareció ante él, solo Dios sabia como, tomando la botella quitó el tapón y se la llevó a sus labios. Era vodka, un gran ardor le quemo la garganta y encendió un segundo conjunto de llamas en su estómago. Había sido un viaje muy largo, con él desmaterializándose kilometro a kilometro porque no tenían ningún transporte motorizado a su disposición. Y ahora, todo lo que quería era que lo dejaran en paz y temió, dado que todos ellos estaban aquí y preocupados por él, que iba a tomar más energía de la que tenía que sus soldados se fueran en paz. —Casi te matan, —dijo Balthazar desde la puerta. Bebió más Vodka. —A ti también... —Alguien está aquí, —dijo Syphon junto al mirador. —Un coche. De inmediato, todas las armas fueron desenfundadas y preparadas sobre el cristal excepto la suya. Debajo de su fina chaqueta, su brazo colgaba inerte, lo más probable era que la articulación estuviera dislocada. Y no soltaba el vodka.

— ¿Quién es? —exigió, pensando que era probablemente el doggen que había contratado. —Es una hembra, —musitó alguien—. Y no es una criada. Al instante, Xcor se levantó de un tirón y desnudó sus colmillos. Pero no necesitaba confirmación visual. Había solamente una hembra que sabía de este lugar, y que llegaría en un coche. —Déjennos, —ordenó—. Ahora. Cuando la banda de bastardos se quedó en un semicírculo, paralizados por lo que veían tras esa maldita ventana, soltó un gruñido de león. —Déjennos. Zypher aclaró su garganta. —Ella es, de hecho muy hermosa Xcor. — ¡Y será lo último que contemples si no sales de aquí! Uno por uno los soldados se desmaterializaron a regañadientes, de forma que, cuando su hembra embarazada llamo a la puerta, estaba solo. Buscando mayor fuerza de la botella, bebió un largo trago; luego se levantó del sofá, se acercó y abrió la puerta. Al segundo Layla le miró, y exclamó. — ¡Estás herido! El shock en su rostro era tal que él se miró a sí mismo y a su ropa manchada de sangre. —Sí, al parecer, lo estoy. —Es curioso, ahora que ella estaba frente a él, ya no sentía ningún tipo dolor. —Ven a calentarte junto al fuego. Como si no hubiese nada malo. Como si no lo hubiera plantado cuando se suponía que se iban a reunir a media noche, para que ella pudiera comunicarle su decisión. Sin embargo ya sabía su respuesta. Su ausencia fue toda la respuesta necesaria. Claramente había tomado una decisión. Layla caminó adentro, sus ojos recorriendo su cuerpo de pies a cabeza. —Xcor, ¿qué pasó? —Nada. —Él cerró los parpados—. Creo que me indicaste que no podías escapar. —Vi lo que sucedió en el centro. Y tenía que...

— ¿Tenías qué? ¿Venir a ver si había muerto y por lo tanto quedar libre de tu obligación? — Cuando ella no respondió, él se rio entre dientes y regresó al sofá—. Discúlpame, pero necesito sentarme. Era muy consciente de esa mirada siguiéndolo. Y sin duda sus agudos oídos atraparon el gemido que se esforzó por ocultar. —Deberías ir a un médico. Xcor se rio y tomó otro trago de la botella. — ¿Crees que eso garantizaría la atención? La hermandad debe tener un estándar diferente para lesiones del que nosotros tenemos. He tenido que pasar por mucho, y muchas cosas peores sucediéndome en el curso de los siglos. Esto no es nada de importancia, nada que no esté curado al caer la noche. — ¿Cuándo fue la última vez que te alimentaste? De repente, su cuerpo se calmó. — ¿Te estás ofreciendo? Mientras ella trataba de mirar hacia todas partes de la cabaña, excepto a él, se rio suavemente otra vez. —Me parece que eso es un no. Además, ya has sido cómplice del enemigo una vez, y ya sabemos cómo resultó. — ¿Por qué me estas acosando? Él bebió nuevamente, y tragó duro. —Porque me apetece. Y soy un bastardo, ¿recuerdas? Un bastardo que te ha obligado a venir a verme, noche tras noche, mientras tu hijo se va desarrollando poco a poco. —Estás sufriendo. —En realidad, ahora que estás aquí, ya no. Eso la calmó por un momento. Y entonces se sorprendió cuando ella dio unos pasos hacia adelante, acercándose al sofá, porque mientras ella avanzaba, se subió la manga de su brazo derecho. — ¿Qué estás haciendo? — exigió el. —Voy a darte de mí vena. —Se detuvo frente a él. Lo suficientemente cerca como para agarrarla. Lo suficientemente cerca, de forma que si quisiera podría haberla tirado en su regazo, encontrando sus pechos con sus manos, con su boca—. Estas peor de lo que crees. —Oh, sí, —dijo con severidad—. Tienes razón. Pero no se trata de mis heridas. —Ella coloco su muñeca frente a él—. Fuiste golpeado por un vehículo de la hermandad, ¿no es así?

— ¿Así que sientes que me debes esto? Interesante cambio. —No lo niegas, entonces. —No puedo entender dónde vas con esto. Antes no tenías ningún consuelo en ser una traidora. ¿Qué ha cambiado? —No los atacaste esta noche, ¿verdad? Tuviste la oportunidad, cuando la lucha pasó a perseguir a los miembros de la hermandad, pero en lugar de ordenar a tus soldados atacar a Manny y Rhage o a los otros hermanos que estaban allí, dejaste la escena sin herir a ninguno de ellos. Sí, pensó. Había deducido que la RV era de los hermanos. Había cogido ese olor al desmaterializarse fuera de allí y bueno, ningún otro grupo de vampiros podría permitirse tanto lujo. Xcor forzó una risa difícil. — ¿No sabes nada de supervivencia? Si me lesione tanto como tú crees que estoy, no me quedaría, me fui para salvarme. —Mentira. Conozco tu reputación. Tuviste una oportunidad esta noche y no la aprovechaste. De hecho, tuviste la oportunidad de atacar el complejo durante casi un año y no has hecho nada. — ¿Debo recordarte la naturaleza de nuestro acuerdo? —Preguntó en tono aburrido—. Tú apareces y disfrutas de mis ojos, y no los ataco a todos ellos. —Una promesa dada a una mujer nunca te detendría. Tú eres hijo del Bloodletter. Oh, pero una promesa sí que lo haría, pensó para sí mismo. Alzando la voz. — ¿No los vas a atacar, verdad? No esta noche. No mañana por la noche. No en un año a partir de ahora. Y no porque vengo a verte, de otro modo, podrías haber matado a uno o más de ellos en los callejones esta noche. Eso estaría fuera del alcance de nuestro acuerdo, ¿no? Mientras miraba hacia arriba, sus ojos eran tan astutos que se sintió menos alto y no porque estuviera sentado y ella de pie frente a él. —Por alguna razón, ya no son un objetivo para ti, ¿verdad? —Dijo— ¿Verdad? Como Layla estaba parada frente a Xcor, dijo en voz alta la idea que se había formulado en su cabeza durante el tiempo que condujo desde el complejo de la hermandad hasta aquí en la cabaña. Era como si hubiera estado caminando en una pendiente empinada y de repente se dio cuenta

con absoluta claridad que había estado ciega y sin darse cuenta había sido parte de todo. —Respóndeme, —exigió. Él elevo una ceja. —Dijiste que soy un hombre sin honor, que la promesa a una hembra no detendría mis acciones. ¿Por qué quieres que te dé una respuesta cuando dices que no soy de fiar? — ¿Qué ha cambiado? Sé que no tiene nada que ver conmigo, pero algo ha cambiado. —Puesto que eres tan buena respondiéndote a ti misma, creo que debería sentarme y dejar que lleves ambos lados de esta conversación. Mientras continuaba mirándola fijamente, su rostro estaba tranquilo y sereno como una máscara, sabía que él no iba a darle nada más. Y quizás tenía razón: no debería confiar en lo que le dijera. Sin embargo, ella pondría fe en sus acciones. —Toma de mí, —dijo, extendiendo la muñeca—. Y cúrate. —Eres una hembra perversa. ¿Y tu hijo? —Podemos alimentar a un macho con seguridad, siempre y cuando no tomen demasiado. Había alimentado a Qhuinn y Blay hasta hace un mes cuando la habían cambiado por Selena debido a un exceso de precaución. Y de todos modos, ella misma había tomado una vena hacía apenas doce horas, así que estaba muy fuerte. Y él no lo estaba. —No te has alimentado correctamente desde que tomaste mi vena, ¿verdad? Sus ojos se movieron hacia el fuego. —Por supuesto que lo he hecho. —Mientes. —Por favor, Toma tu coche y regresa al complejo de la hermandad. —No. Sus ojos se transformaron en una mirada fulminante cuando la miro. —Estas probando mi paciencia. —Estoy segura de todo esto…

Así de fácil, se puso de pie, y aunque tenía una cojera, se las arregló para presionarse contra ella, obligándola a dar un paso atrás o a caerse de sus tacones. Y otro. Y otro. Hasta que ella estuvo contra la pared. Y la presionó con su cuerpo. —Tal vez quieras reconsiderar tu decisión, elegida. Layla encontró dificultad para respirar, pero no porque él pusiera una presión directa en su pecho. —Sé algo más. — ¿Y que podría ser eso? Ella pensó sobre lo que había escuchado de Blay y Qhuinn la noche anterior, acerca de cómo Rhage, V y los gemelos habían ido donde la banda de bastardos habían vivido. —Sé que tuviste otra oportunidad para matarlos. Sé que fueron a la casa en la que habías estado viviendo, y no dejaste nada detrás que pudiera hacerles daño. Podrías haberles tendido allí una emboscada, o establecer algún tipo de ofensiva, y no lo hiciste. En ese momento él se separó de ella. Era doloroso verlo cojear, ver su ropa rasgada y manchada de sangre, presenciar su agotamiento. Tristemente, ella dijo, —Así que no estoy exactamente alimentando al enemigo, ¿verdad? Finalmente, él se detuvo frente al fuego. Poniendo una mano sobre su cadera, miró hacia las llamas y parecía curiosamente derrotado. —Solo vete. —dijo. — ¿Por qué elegirías ocultar lo que para mí es una buena noticia? —La idea de que él no había estado intentando matar a la hermandad o a Wrath ya sería un tremendo alivio—. ¿Por qué? —Si no tuviéramos nuestro acuerdo, ¿vendrías a verme? Layla sentía una extraña calidez sobre ella, y era vagamente consciente de que estaban, una vez más, acercándose a algún tipo de encrucijada. Todas las noches hasta el momento habían sido una danza definida por el papel del manipulador y la víctima y había sido una engañosa seguridad para ella la posición que tomó. Significaba que podía

ocultarse detrás del pretexto de cumplir con un deber para la hermandad. Significaba que podía fingir que fue obligada a esto. La verdad... era mucho más complicada que eso. Una imagen de él, la noche anterior de pie, donde estaba justo ahora delante de la chimenea, la hizo querer quitarse el abrigo; si antes estaba caliente ahora estaba en llamas. Xcor miró sobre su hombro. Mientras la luz parpadeante se filtraba sobre sus facciones, su deformidad facial parecía aún más prominente. Y sin embargo aunque podría haber sido feo para algunos, no lo era para ella. Ella trató de imaginarlo sin sus ropas. —Entonces, —se burló—. ¿Todavía vendrías? Y no te preocupes por herir mis sentimientos. La hembra que me trajo al mundo no me quería. Estoy bien familiarizado con el desprecio femenino. Tras un largo silencio, el movió su brazo como cortando el aire. —Creo que esa es tu respuesta, entonces… —Lo haría, —dijo enérgicamente—. Vendría a verte. Se encontró poniendo las manos sobre su abultado vientre y deseando poder ahorrarle a su bebe nonato esta realidad. Sus ojos se dilataron en estado de shock. Entonces abatido dijo, — ¿Por qué? Su voz era estridente, una demanda que la desafió a decir alguna otra verdad. —No sé por qué. —Ella se encogió de hombros—. Pero la razón no cambia el hecho, ¿verdad? Hubo otro largo silencio. Cuando Xcor habló finalmente, fue tan suavemente que no estaba segura de lo que dijo. Pero sonaba como —No estaba buscando ser transformado. No se molestó en pedirle que repitiera lo que fuera. Sin duda, si hubiera querido que ella oyera sus palabras, lo habría dicho más fuerte. —Toma mi vena. Al emitir la orden, sabía que no había vuelta atrás. Después de haber entrado en este terreno que

carecía de pretextos y solo trataba de elecciones, era muy consciente de que su destino estaba cambiando. Pero al menos no era a través de una decisión aleatoria e irrelevante de izquierda o derecha. Esto era consciente. Tan consciente era eso como que la acogedora habitación en esta pintoresca casita había sido resaltada con color e inundada con aromas más vivos de los que su nariz podría manejar. La audición, también era aguda hasta el punto de dolor, cada crujido del fuego o el aliento de su boca, resonaba en un eco como si fuera un gran cañón. Esta vez, cuando él fue hacia a ella, no fue rápido y con agresividad. Sus ojos estaban puestos en ella, pero eran cautelosos, como si el depredador tuviera temor de su presa. Parándose a su lado, Xcor le ofreció su antebrazo. Cuando simplemente lo miró, él dijo: —Vi hacer esto una vez. ¿De un caballero a una hembra de valor? —Sí, —dijo ella bruscamente—. Se hace así. Después deslizó su brazo en el de él, lo llevó al sofá y se sentó sobre los desgastados cojines. Entonces él se dio la vuelta y salió de la habitación. — ¿Adónde vas? —dijo ella.

CAPÍTULO 42

—Tienes las manos hermosas —Trez estaba acostado en la cama con Selena a su lado, ambos desnudos, totalmente expuestos. El sexo había sido duro, las sabanas estaban en el suelo y su piel caliente solo ahora se estaba enfriando por las sutiles corrientes de aire de la oscura habitación. —Ya me lo habías dicho, —dijo ella con una sonrisa. Él hizo un sonido parecido a mmmm-hmmm desde la parte posterior de la garganta. —Me gustan, me gusta mirarlas y la sensación al tocarlas. Acariciando la palma de su mano, sintió el contacto en el resto de su cuerpo. Tanta paz, pensó él. Esto era tan pacifico. —Me gusta ver las estrellas — dijo ella después de un tiempo—. A través de la ventana de allá. —Sí. Ya que eran casi las cinco de la mañana, las persianas estaban a punto de descender. Con ellas no podían contener el clima, pero si los rayos del sol, ya que el amanecer llegaba un poco más tarde estos días. — ¿Sabes? Nunca he tenido esto —se oyó decir. Ella se puso de lado y apoyo la cabeza en la mano que él había estado sosteniendo, Y como si supiera que extrañaría su contacto le dio la otra para jugar. — ¿Tener qué? —ella pregunto. —Este tipo de silencio. Durante todos esos años de vacios orgasmos, deseó conocer esa conexión profunda, lo esperaba. Se hubiera alimentado menos, solo cuando fuera necesario no hasta hartarse. — ¿Quieres oír un poco de música o algo así? —Le pregunto abruptamente en caso de que fuera el único que disfrutara de la tranquilidad. —No, esto es… perfecto. En este momento, tuvo que girarse y darle un beso. Después se acomodo de espalda contra las almohadas

y reanudo el trabajo de acariciar su mano, trazando cada dedo con los suyos, extendiéndolos y jugando con las puntas. —Me encantan las estrellas —dijo como si estuviera hablando para sí misma. —Tengo una idea para esta noche. — ¿La tienes? Él contesto con otra ronda de mmmm-hmmm —Es una sorpresa. Pero vamos a tener que posponer nuestra salida en barco, —y él probablemente iba a necesitar un Valium. Pero a ella le iba a encantar. — ¿Trez? — ¿Sí? —Quiero que hagas algo por mí. Él sonrió en la oscuridad. — ¿Por casualidad, eso implica mi lengua? Solo nombra la parte del cuerpo, mi reina. —No —El cambio en su voz lo detuvo, y por una fracción de segundo quiso decir: Por favor, no. Podemos hablar al respecto al caer la noche. Vamos a dejar las horas del día para fantasear por siempre. Pero como siempre no podía negarle nada. — ¿Qué es? Selena se tomo su tiempo para responder y eso probablemente significaba que estaba eligiendo cuidadosamente sus palabras. Trato de mantener la calma. —Tomate tu tiempo. —Mis hermanas —ella dudo—, las que han pasado por… están en un cementerio, ¿sabes? Justo donde me encontraste. Esa valla, pensó. Había mirador a través de ella las estatuas de mármol que ahora temía no lo eran en absoluto. —Sí, lo recuerdo. —No dejes que me lleven allí. —ella quito su mano y se sentó. Mientras miraba su pelo negro, largo y hermoso se deslizaba sobre sus hombros, cubriendo uno de sus pechos, acariciando la piel de sus

muslos—, ellas van a querer, se supone que tienes que elegir una posición. Ya sabes, cuando llega el momento, te ponen en la posición que desees. Luego ponen yeso en tu cabello, la cara y el cuerpo. Es un ritual, es por eso que todas tienen diferentes poses. Trez se froto la cara, aunque eso no ayudara a disminuir el dolor que sentía en su pecho. —Selena, no hablemos sobre eso. Ella lo agarro duramente del brazo. —Prométemelo. No voy a ser capaz de hablar cuando eso pase y necesito que lo hagas por mí. Una vez más no podía negarle nada, como un hombre dominado…, no le parecía justo pero era lo más saludable. Excepto que al pedirle esto, se rompía en dos al decirle que sí. —Está bien. —Se aclaró la garganta—, está bien, puedes contar con ello. En ese momento el cuerpo de Selena se relajo y dejo escapar un suspiro. Luego se acomodo a su lado y sacudió la cabeza. —Sé que esto va en contra de todo lo que me han enseñado, y todas las tradiciones que debo obedecer. Pero una parte de mí, esta paranoica por las que están atrapadas allí. —Lo siento. ¿Qué? ¿Te refieres a tus hermanas? Ella asintió — ¿Cómo sabemos que el Fade es real? ¿Y si todo lo que nos han dicho que es verdad, en realidad no lo es? Al igual que con todo lo demás en el Santuario. Siempre he tratado de evitar ese cementerio, odio la quietud y el silencio de ese lugar y… Dios, esas pobres mujeres, algunas las conocí; compartíamos comidas y trabajamos juntas para servirle a la Virgen Escriba, — maldijo en voz baja—. Están atrapadas en ese cementerio, no solo congeladas en sus cuerpos sino que olvidadas por el resto de nosotras porque no sabemos cómo sentirnos cuando estamos con ellas. ¿Nos pueden ver u oír? Y ¿si el tiempo solo se extiende hasta la eternidad con ellas en esa prisión? —Selena se estremeció—. No quiero eso. Cuando me vaya, quiero ser libre —sus ojos se giraron hacía la ventana, mirando las titilantes estrellas en el cielo. —Cada especie, tiene una versión del más allá —dijo Trez—, los seres humanos tienen el Cielo, los vampiros el Fade, para las sombras es el Eternal. No todos podemos estar equivocados, y cada uno es una versión de lo mismo. Por lo que parece tener sentido que haya algo después de todo esto. —Pero no hay ninguna garantía, y solo lo sabrás cuando sea demasiado tarde —Ella parecía refugiarse

en sí misma—. Sabes, cuando tengo un episodio de arresto, puedo oír cosas. Cuando estoy en ese lugar donde mi cuerpo solo… Donde no tengo control sobre él, puedo oír, oler, ver. Estoy consciente; estoy ahí pero no puedo hacer nada. Como te he dicho, no hay mayor pánico como el que sientes cuando tu cerebro está funcionando y nada más. No lo pierdas, se dijo Trez. No te atrevas a perderlo. Sacaras la mierda de los dos y estarás allí para ella. Aquí y ahora. Mientras ella guardaba silencio, él se puso en el lugar que ella describió: Consciente de todo pero incapaz de responder, hablar o reaccionar. Un rato después, le acaricio el largo pelo nuevamente, y entonces la estaba besando suavemente, lentamente. Se puso sobre ella y encontró su sexo con el suyo, a medida que la penetraba, la familiar opresión que ella ejercía lo impacto. Le estaba haciendo una promesa a través del acto físico. A veces el mal contra el que luchabas no se podía golpear, disparar o desmembrar. A veces ni se le podía hacer daño. Y eso era jodidamente horrible. A medida que sus caderas se mecían, envolvió los brazos alrededor de su cuello, mantuvo el ritmo dulce y cuidadoso para que pudiera besarla todo el tiempo. Y en medio de todo eso capturo una esencia como la de la lluvia. Lagrimas. Los dos estaban llorando.

*** Abajo en el centro de entrenamiento, Rhage estaba corriendo como si estuviera siendo perseguido por su propia bestia. La cinta no se sentía. Estaba bastante seguro que el grito procedente de la correa era lo suficientemente fuerte que se podía oír por encima T.I. Esa mierda estaba latiendo en sus oídos como si fuera heroína. Sabía que tenía que parar en algún momento y pasar a otra máquina, pero no quería romper el paso. Cuando la cosa comenzó a oler a caucho quemado supo que la decisión había sido tomada por él. Saltando hacía un lado,

presiono el botón rojo de stop y la maquina empezó a desacelerar

instantáneamente. O había calculado para que dejara de funcionar o muriera. Cogiendo aire, se seco la cara con una de las ásperas toallas blancas, la cosa era más o menos como el papel de lija, pero ellos lo preferían así. Fritz había tratado más de una vez de cambiarlas por algo más suave pero él y sus hermanos siempre protestaban. Estas eran toallas de gimnasio, se supone que no

pueden ser suaves, es decir el equivalente a la textura de un coyote. Cuando estas sudando como un cerdo y no puedes sentir la palma de tus pies no quieres una palmadita con un Pomeranian. ¿De verdad había hecho veinticuatro millas? Mierda, ¿cuánto tiempo llevaba allí? Sacándose los audífonos, se dio cuenta que no solo sus piernas se habían entumecido, los músculos de su ingle ardían, y el hombro que se había lesionado hacía unas cinco noches atrás se quería salir. Termino por sentarse en uno de los bancos de madera que estaban al otro lado de la habitación. A medida que su respiración se fue regulando, sintió que estaba rodeado por sus hermanos a pesar que estaba solo: La banca para pesas todavía estaba ajustada con las seiscientas libras de peso que Butch había puesto ayer, la barra en la que Z había estado haciendo flexiones, o la barra alta en la que Tohr se deslizaba desde abajo hacia arriba hasta elevar su barbilla por encima de ella. Podía imaginar a cada uno de los guerreros con él, escuchar sus voces, verlos caminar y sentir sus ojos sobre él mientras hablaban. Todo eso debería haberlo hecho sentir más conectado, en lugar de menos. Pero la realidad era que incluso en un espacio de cuarenta por veinte pies con cuerpos hacinados se habría sentido aislado. Deslizando la toalla por su cara nuevamente, cerró los ojos y se transporto a un lugar diferente, un tiempo diferente. Un recuerdo dejado atrás que ahora sabia, había estando amenazando con resurgir. La granja blanca de Bella. Ese porche panorámico tan acogedor con estilo de Nueva Inglaterra que daban ganas de vomitar… o sentarte a comer una jodida rebanada de pastel de manzana. Recordó salir caminando por el frente de esa puerta con la cabeza colgando como si lo hubiesen decapitado, solo sostenida por el cartílago de su cuello evitando que se descolgara. Su amada Mary estaba en el dormitorio de arriba y lo acababa de mandar a la mierda. Aunque claro, ella no había sido tan cruda. Su vida había acabado al dejar la casa, claro que estaba con vida pero solo era un macho muerto que caminaba. Hasta que la puerta se abrió y su Mary salió corriendo con sus pies descalzos gritando: —No estoy bien. Rhage. No estoy bien. — ¿Por qué piensas eso, amigo? —Con fuerza se froto la toalla sobre la cara una vez más—. Simplemente deja de soltar esa mierda. Vamos, piensa en otra cosa.

Excepto que su cerebro no quería seguir otra ruta. El siguiente recuerdo fue aún peor: Una habitación de hospital, pero no estaba en la mansión o en la clínica de Havers, era un cuarto de hospital humano y su Mary estaba en la cama. Mierda todavía podía recordar el color de su piel. Malo, muy malo. No solo estaba pálida empezaba a tonarse gris. Para salvarla había hecho lo único que se le ocurrió y lanzo el único Ave María que tenia. Dejo el hospital humano y se fue a su cuarto en la mansión, dejándose caer sobre el granito negro con diamantes hasta que sus rodillas sangraron. Había rezado por un milagro. Con una maldición se tendió en el banco, apoyando su torso hacia atrás en la dura madera, manteniendo ambos pies en el suelo. Su Mary no volvería a casa hoy. Se quedaría en Lugar Seguro. La madre de esa niña sería llevada nuevamente donde Havers después de caer en coma. El personal había decidido dejar a la niña en casa durante el día y Mary se quería quedar con la chica. Dios, recordó la angustia que sintió por estar encerrado en casa por la luz del sol mientras Mary había estado enferma en el hospital. No había sido seguro estar con ella durante las horas de día y le aterrorizaba que muriera mientras él no pudiera estar con ella. Supuso que podrían llevar a la niña a ver a su mahmen si esa mierda pasaba, como pretrans ella incluso podía salir a la luz del medio día. Mirando hacía el techo pensó en Trez y Selena. Su cita. La huida del centro de la ciudad. La diversión que había sentido al evadir a la policía humana. Eso era por lo que valía la pena luchar, todo eso. Su Mary no volvería a casa hoy y no sabía que iba hacer las próximas doce horas hasta que la viera de nuevo. Incluso sabiendo que la podía llamar, enviarle un texto o tener una conversación por Skipe en cualquier momento que quisiera. Esa pequeña niña probablemente iba a perder a su mahmen. Y Trez a Selena. Rhage estaba seguro que todos estaban rezando por un milagro, como él. Y tal vez era eso por lo que estaba teniendo problemas. ¿Por qué había tenido tanta suerte? Tohr no la tuvo. Bueno si, el hermano había encontrado a Autumn y era una bendición, pero por mucho que amara a esa mujer, haber perdido a Wellsie casi lo mata. Simplemente no lo entendía. A menos que la Virgen Escriba interviniera de nuevo o alguien encontrara

una cura… ¿Por qué él y Mary se habrían salvado? A medida que su cerebro comenzaba a palpitar tuvo que apartar sus pensamientos. No quería volverse loco. Sí, pensó con ironía: Porque era mucho mejor compartir esto con tus seres queridos. Tiempos aterradores. Tiempos de miedo. Si las muertes venia de tres en tres, pensó aturdido ¿Quién iba a ser el tercero? Capitulo 43 Traductor: Barby Anillo. Corrector: Ziirita Bellamy. En cuanto Xcor salió de la habitación principal de la casa de campo, Layla estaba preparada para seguirlo fuera y hacer que se alimentara en lo que parecía ser césped si tuviera que hacerlo. Pero estaba a punto de levantarse del sofá, cuando oyó el sonido de… la ducha. Siguiendo un impulso, atravesó la habitación y giro en la esquina para pararse frente a la puerta cerrada del baño. — ¡Mierda! —masculló del otro lado. — ¿Xcor? —Déjame solo. Volveré en un momento. Mientras otra maldición flotaba a través de los espacios alrededor de la puerta, ella sujetó el picaporte, y lo empujó para abrirla. Xcor estaba parado frente al lavabo, su camiseta a medio quitar, su torso girado en un ángulo incorrecto mientras intentaba quitar el cuello de botones fuera de su cabeza, sin lastimar la herida de bala en su costado. — ¿Qué haces? —demandó él. A través de los pliegues de tela negra. Por un momento, todo lo que pudo hacer fue mirar su abdomen acanalado, los músculos estriados a través de su vientre y recortados tan profundamente que generaban sombras. Pero entonces estaban sus caderas, huecas y sobresaliendo por debajo de su piel, sus pantalones de combate colgando tan abajo que eran los gigantescos músculos de sus muslos quienes los mantenían puestos. Era increíblemente poderoso. Pero estaba muy delgado. Sacudiéndose a sí misma para focalizarse, dijo: —Voy a ayudarte a quitar eso.

—Puedo manejarlo, sólo… —cuando se retorció nuevamente, dejó salir un gemido de dolor. Ignorándolo, cerró la puerta para que el poco calor que salía de la ducha se quedara en el baño. —Detente. Sólo vas a lastimarte. —Estoy bien —espetó. En el instante en el que ella puso la mano sobre su brazo, él se quedó mortalmente quieto. —Déjame ayudarte —susurró. La buena noticia era que él había quitado la mayor parte de la camisa sobre su cabeza. Así que no había manera de que viera sus manos temblar mientras tomaba y levantaba gentilmente, avanzando lentamente por sus brazos, revelando para sus ojos los abanicos de músculos que corrían por los lados de su torso y entonces los masivos bultos de sus pectorales. Él estaba jadeando, su pecho subiendo y bajando en un bombeo que se volvía más rápido mientras ella llevaba la camiseta sobre sus brazos. Sus pesados brazos. Gruesos brazos que se afinaban en el codo y luego en la muñeca, pero abultados en todos lados. Cuando todo lo que lo cubría se soltó, todo en lo que podía pensar era en que él era un asesino hecho y derecho cuyo cuerpo reflejaba el trabajo que hacía. —Espérame fuera —Se rehusó a mirarla a los ojos—. No voy a tomar de ti mientras estoy sucio. —Hay un corte muy feo allí. Cuando tocó su brazo, la pálida piel bajo el violento corte a un lado, se estremeció. Pero su voz permaneció fuerte. —He de curarme para el anochecer. —Sólo si te alimentas. El gruñido que obtuvo en respuesta fue un despido, si es que ella hubiera oído algo así alguna vez. Y lo siguió con: —Si no te vas, vas a ver mucho más que mi pecho. —Tienes la pierna muy herida. —Ella miró el punto donde la sangre seguía creciendo en esos pantalones de combate. Las manos de él fueron hacia el cierre de su bragueta.

— ¿Y bien? Como si le estuviera dando una última oportunidad. — ¿Y bien? —Ella se encogió de hombros—. ¿Honestamente piensas que voy a dejar que te metas bajo el agua caliente sin ayuda? Estás blanco como una sábana. Tu presión sanguínea es obviamente baja. Eres susceptible a sufrir un desmayo. —Oh, por el amor de… Ahora la miró. Y, con rápida eficiencia, liberó la sujeción en su cintura. La parte superior de sus pantalones cayó. La parte inferior se atascó sobre esos muslos. Pero algo fue revelado. Y estaba… erecto. Xcor levantó una ceja. —Puedes dejar de mirar. Encuentro difícil de creer que estés disfrutando la vista. Intentó mirar a otro lado. De verdad lo intentó. Pero sus ojos tenían mente propia. —Eres tan grande — suspiro. Él retrocedió. Como si fuera la última cosa en el mundo que hubiera esperado que dijera. Y cuando luego habló, su voz había cambiado. Ahora, suplicaba. —Layla… elegida Layla… tienes que irte. Cuando Xcor estuvo parado completamente desnudo frente a la hembra, no pudo moverse. Y no porque sus pantalones de combate se habían detenido bajo sus rodillas y convertido en una traba. Los ojos verdes de Layla estaban imposiblemente abiertos mientras se enfocaban en su sexo; y se mantenían allí. ¿Podría esta noche descarrilarse aún más? se preguntó. Espera, quizás no debería ofrecer ese tipo de afrenta a los Destinos. Mientras tanto, su polla estaba amando la atención. La maldita cosa se movía como si sugiriera que tenían que darse las manos y hacerse amigos. Cubrió la rígida longitud con ambas manos, estirándola plana sobre la parte baja de su abdomen.

—Layla. En vez de hacer lo razonable y alejarse de él con horror y disgusto, se inclinó y agarró la cinturilla de sus pantalones. Antes de que pudiera empujarla fuera, sus pantalones estaban bajo sus muslos y agrupados en sus tobillos. —Vamos a ponerte bajo la ducha. No le dio ninguna oportunidad de protestar. Y un segundo después, su maltratado y golpeado cuerpo estaba bajo la cálida caída de agua, huesos doloridos y cicatrices sanando, ambos gritando y suspirando por el impacto. Con el chasquido de la cortina, ella le dio la privacidad que necesitaba, excepto que el clonk sobre el inodoro sugería que no había salido, más bien que había bajado la tapa y se había sentado. No había razón para no seguir con el jabón y el champú, e intentó ser rápido con ello. Desafortunadamente, la bala que por poco le había dado a su pulmón estaba escociéndole como si hubiera ácido en la herida. Y el jabón no ayudaba con ello. La otra razón para ser rápido era que estaba extremadamente consciente de ambas cosas, su excitación y su desnudez. Cuanto más eficiente fuera, más pronto podría vestirse. No tenía ropa. No tenía ropa limpia. Cerrando sus ojos derrotado, enjuagó la espuma de su cabello, inclinando su cabeza hacia atrás. Lo que fue un error. El chorro de agua golpeó su polla, y maldita sea si no se sintieron como manos, sus manos. O quizás su boca… La liberación no fue inesperada. Era, sin embargo, indeseada. Mientras su erección se sacudía y su orgasmo rodaba a través de él, apretó los dientes. —No tienes que esconderlo —Dijo ella con voz ronca—. Puedo ver tu sombra. —Entonces mira hacia otro lado —gruñó mientras sus caderas rodaban con sus eyaculaciones. —No puedo. Hundiéndose contra las baldosas, supo que había perdido cualquier ventaja que hubiera creído tener de la situación. La hembra había adivinado la terrible verdad sobre él. Ella sabía que sus objetivos habían cambiado. Y parecía no estar dispuesta a mantener cualquiera que fuese esta relación entre ellos en término de darle a ambos algo de honor y dignidad. Pero al menos no sabía que todo estaba basado

ahora en ella. Si eso saliera a la luz, sería su ruina. Xcor apagó el grifo con una manivela, determinado a ponerle un fin a todo esto y enviarla lejos para que pudiera poner sus defensas apropiadamente en su lugar. Justo cuando estaba a punto de arrancar la cortina y ponerla alrededor de sí mismo, el peso de una toalla fue arrojado sobre el caño. —Para tu modestia —dijo ella. ¿Se estaba riendo de él? No se molestó en secarse, cubrió la parte baja de su cuerpo y empujó la cortina de vuelta a su lugar. Ella estaba de hecho en el retrete, la ropa que vestía camuflaba el cambio del embarazo. —Bien —espetó, enojado consigo mismo. Con ella y con este nuevo territorio en el que habían entrado. Bajando su cuerpo se puso de rodillas, porque ella tenía razón, estaba terriblemente mareado, puso los colmillos en su piel. Muerto de hambre. Estaba hambriento de ella. Y sin embargo golpeó tan gentilmente como pudo. Con la primer probada, gimió, su cuerpo balanceándose, golpeándose en el armario donde el lavabo había sido montado. Su sangre era vino oscuro que lo volvió sediento en vez de saciar su seca garganta, y entre sus piernas, su polla se sacudió una y otra vez. Se estaba viniendo en la toalla, el placer corriendo a través de sus venas, sus huesos, su carne… Mía. Desde lo más profundo, la urgencia de tomarla se alzó tan violentamente, que comenzó a actuar en consecuencia, su cuerpo a punto de saltar y arrastrarla hasta el suelo para que pudiera montarla. Embarazada o no, iba a llegar a su sexo y dejar su marca en su interior… Rompiendo el contacto, se empujó a sí mismo lejos de ella, apoyando sus pies contra ese gabinete, la porcelana fría de la bañera detrás de él mordiendo sus hombros mientras se ponía rígido en un intento de controlarse a sí mismo. — ¿Qué está mal?

— ¡Vete! —gritó. En su interior, su bestia sexual estaba merodeando lista para tenerla y junto con su sed de sangre, sabía que no podría manejar el par de instintos juntos. Era capaz de masticar su muñeca mientras la follaba crudamente. —Xcor, no has tomado lo suficiente en absoluto… Apretando sus dientes, cerró los ojos y se tensó. — ¡Lárgate de aquí! Si quieres que tu pequeño viva, ¡Vete! ¡Voy a atacarte! ¡Vete! Eso obtuvo su atención. Como, sin duda, lo hizo el hecho de que seguía teniendo orgasmos sobre su propio cuerpo, la toalla ahora perdida, los chorros saliendo a golpes y marcando sus propios muslos y vientre mientras los músculos de sus piernas temblaban ante la fuerza que estaba haciendo para asegurarse de no saltar sobre ella. — ¡Vete! Una fracción de segundo después, ella estaba fuera del baño; un momento luego de eso estaba fuera de la cabaña y tenía tanto apuro, que dejó ambas puertas abiertas, así que él vio los faros de su coche acercándose y los observó rodear el césped desaliñado del frente antes que se echara a andar por el camino. No fue hasta que no pudo ver las luces traseras ni oír el crujido de sus neumáticos que relajó su agarre. Tomando su polla, comenzó a acariciar su eje mientras imaginaba sus ojos sobre él, y oía nuevamente el extraño tono que usó cuando había declarado su considerable tamaño. No tenía interés en masturbarse. Pero lo que realmente no quería era que su lado racional lo abandonara, de tal manera que fuera tras ella a través de la noche, deteniéndola en algún lugar peligroso sólo para que pudiera hacerle lo que no quería hacerle. No, de esta manera podía mantenerse quieto. Oh, Dios… la forma en la que lo había mirado, pensó mientras comenzaba a correrse otra vez.

CAPÍTULO 44

―Él me dijo que necesitaba un abrigo. La siguiente noche, cuando la oscuridad cayó sobre el complejo y las persianas se levantaron por la noche, Selena miraba de un lado al otro, entre los dos abrigos que Fritz sostenía para ella. Uno era rojo, el otro negro; ambos eran de lana y relativamente largos. ―Oh, lo siento, señora. ―Se volvió hacia el armario en el cuarto del lavado junto al garaje. ― ¿Qué tal estos otros? Esta vez, le ofreció una selección entre una chaqueta acolchada que parecía hecha de panecillos, y otro que era aún mucho más largo. Ambos eran negros y tenía pequeñas etiquetas en donde se podía leer la palabra PATAGONIA. ―Es una noche relativamente templada ―señaló Fritz―. ¿Tal vez el más corto de los dos? ―Sí, creo que tienes razón. ―Deslizando la cosa sobre ella, se sorprendió de lo ligera que era y después de subirse el cierre, probó a meter las manos en los dos bolsillos―. Esto es fantástico. El mayordomo sonrió. ―De nada. ¿Guantes? ―Creo que voy a mantener mis manos aquí. ―Como usted quiera, señora. Al salir a la cocina, se sentía tan a la deriva como una boya. Trez se había negado a decirle nada sobre a dónde iban, y lo desconocido era como un vino embriagador, haciendo que su cabeza zumbara y que su cuerpo flotara. Ella vaciló ante la puerta abatible que daba hacia el comedor. Los sonidos y olores de la primera comida eran cálidos y amables, las voces que tan bien conocía, los olores haciendo que su estómago rugiera. Aún así se dio la vuelta y se dirigió hacia la otra salida de la cocina, la que daba a un costado de la gran escalera. Todo el mundo había sido tan amable la noche anterior, todas las hembras prodigándole tan increíbles atenciones. No quería molestarlos de nuevo, y realmente no quería una atención extra. Se sentía un poco

cansada y quería guardar todas sus fuerzas para su cita. En cuanto entró en el vestíbulo, vio a Trez y a Manny de pie uno frente al otro, en el lado opuesto del mosaico de manzano del suelo. Estaban muy concentrados hablando de algo, con caras demasiado serias. Su corazón se detuvo. ¿Insistiría el médico en que se quedara? O, ¿iba a hacerla bajar a la clínica primero? Miró hacia atrás y consideró echar el cerrojo. No iba a estar bajo tierra, aunque… ―Hay que cuidar de ella ―advirtió Manny. ―Lo haré. Lo juro por la vida de mi hermano. Oh... MIERDA… Manny sacó algo de su bolsillo. Un llavero de algún tipo. Colgándolo en frente de la cara de Trez, dijo, ―Ella nunca ha sido conducida por nadie más. ― ¿Entonces por qué me la estás dando a mí? BMW. ―Necesitas ir con estilo. Estas llevando a tu mujer afuera, no puedes hacerlo en un simple ―Eres un Snob de los coches. Selena frunció el ceño, ¿Coche? De que estaban hablando… Trez se volvió como si hubiera percibido su esencia en el aire, en el instante en que la vio, comenzó a sonreír. ― ¡Hola! ¿Estás lista mi reina? Atravesando el vasto espacio, ella le sonrió en agradecimiento. Se había dejado el pelo suelto, porque sabía con certeza que a él le gustaba mirarlo, jugar con él, acariciarlo, y era más fácil si lo llevaba de esa manera. En realidad, no se terminaba de acostumbrar a llevarlo así, pero le estaba comenzando a gustar. El recogido formal que se suponía que usaban las elegidas te producía un dolor de cabeza como el infierno después de un par de horas. Levantándose sobre la punta de los pies, lo besó en la boca, se colocó a su lado donde encajaba perfectamente bajo su brazo. ―Estoy más que lista.

Manny estrecho la mano de Trez, y luego murmuró ―Te tenemos. ―Gracias, hombre. Entonces el doctor la guiñó el ojo y señalo con la cabeza hacia el comedor donde se encontraba todo el mundo. ― ¿Qué significa eso? ―preguntó Selena a Trez en cuanto este abrió la puerta hacia el vestíbulo―. ¿Ese te tenemos? ―Nada. Inclinándose abrió la segunda puerta, haciendo que se colara el frío de la noche, produciéndole comezón en la nariz y enrojeciendo sus mejillas. ― ¿Es demasiado? ―preguntó Trez. ― ¿Qué? ―El frío, estás temblando. ―Me encanta. ―Bien, quiero bajar el techo. Aparcado justo en frente de las escaleras de piedras estaba un coche negro adictivo de ver, con llantas negras y con algún tipo de cola en la parte trasera. ―Querida Virgen Escriba, ¿qué es eso? ─dijo ella. ―Se llama un Porsche nueve-once turbo. ―Oh…mi… Bajando los escalones, ella se aproximó a la máquina, sacó una de las manos del bolsillo y pasó los dedos sobre el costado. Suave, brillante, frío como el hielo. ― ¿Pero tiene techo, no? ―Hace algunos trucos. Abriendo la puerta, ella se sentó en el asiento del pasajero. ―Es el nuevo bebé de Manny. Lo obtuvo

hace una semana. Es la misma marca y modelo que el anterior, creo que el interior es diferente. Al menos eso fue lo que dijo. Adentro olía a cuero, colonia humana y a la esencia de Payne. Trez se colocó tras el volante y cerró su puerta. Cuando giró la llave, comenzó un gran rugido, emanando una sutil vibración hacia el interior. ―Fíjate. ― Él oprimió otro botón―. Mira hacia arriba. Como por arte de magia, todo lo que estaba sobre su cabeza se desengancho y se replegó, retrayéndose en una serie de pliegues hacia un compartimiento posterior. ―Me imaginaba que te gustaría ver las estrellas, ―dijo él mientras encendía la calefacción―. Tiene una pantalla, así que no deberíamos preocuparnos por incendiarnos. Al recostarse ella vio el cielo púrpura con sus luces titilantes. En un ataque de alegría, lo rodeó con sus brazos y lo besó. ― ¡Esto es increíble! Él se rió. ―No puedo creer que nunca hayas visto un convertible antes. ―Nunca he viajado en coche, hasta ahora contigo. ―Bueno, abróchate el cinturón, esta zorra va a volar. En cuanto pisó el acelerador, el coche saltó hacia delante, como un caballo cuando le abren la verja, y sin poderlo evitar, observó la noche y sonrió hasta que le dolieron las mejillas. Aún con el mhis, salieron muy rápido, bajando la montaña hasta que dieron con el camino al pie de esta. Giró a la derecha. ― ¿A dónde vamos? ―dijo ella en cuanto él volvió a pisar el acelerador y sintió como si el asiento la succionara, mientras el motor rugía. ―Ya lo verás. ―Se giró―. ¿Suficiente calor? ―Perfecto. Todo era ruidoso y alegre, con el frío girando alrededor de su cabeza, aire caliente en sus pies, el coche rugiendo e inclinándose en cada curva del camino. Antes de darse cuenta, su corazón latía rápidamente,

su estómago daba vueltas, y sentía los octanos en sus venas. ― ¡Espero que sea un viaje largo! ―gritó ella. ― ¿Qué? ―No importa. Ella perdió la cuenta de los minutos y las millas, pero gradualmente se dio cuenta que el paisaje boscoso comenzaba a tener emplazamientos humanos. Pronto, tiendas, vecindarios de casas, un parque, y un montón de edificios de apartamentos comenzaron a aparecer. ― ¿Dónde estamos? ―pregunto en cuanto se detuvieron en un semáforo en rojo. ―En las afueras de Caldie. ― ¿Vamos a ir al centro de la ciudad de nuevo? ―Nop. ―Le sonrió a ella―. Pero casi llegamos a nuestro destino. Un coche pequeño y bajo, del color de las bananas se detuvo a su lado, y ella sintió que el conductor la echaba un vistazo. La música retumbaba en el interior del vehículo, y el motor rugía con cada aceleración. ― ¿Está teniendo alguna clase de espasmo? ―pregunto ella―. ¿En el pie? ―No. Lo tiene, pero en otra parte. ―Murmuró Trez. En cuanto la luz cambió a verde, el pequeño coche salió hacia delante como en una explosión, sus llantas chillando, dejando un desagradable olor a quemado. ― ¿Qué ha siso eso? ―preguntó preocupada. ―Espera y verás. De inmediato un coche con parpadeantes luces azules y rojas salió de un aparcamiento y comenzó la persecución. Pero no seguía a Trez ni a ella. Trez señaló con la cabeza. ―Esa pequeña mierda debería saber que nunca debes competir en esta avenida, además está loco por competir con este coche. ―Él alcanzo su mano y la apretó―.

¿Estás lista? ― ¡Oh sí! ―Ella miró alrededor, pero no vio nada más que una extensión de simples negocios, uno al lado del otro, con un techo en común y un estacionamiento. ― ¿Ya llegamos? ―Casi. De hecho, solo avanzaron un poco más, pasando otro montón de tiendas con la palabra outlet clavado en cada nombre. Luego había una pequeña extensión de bosque y luego una colina, seguida de… Aparcamientos. Un aparcamiento vacío tan grande como las tierras del Santuario. Excepto cuando miró hacia el otro lado del coche. ― ¿Qué…es eso? ―Bienvenida a Storytown. Selena se inclinó hacia adelante. En el lado más lejano del inmenso aparcamiento había un conjunto de señales luminosas tan altas que desafiaban su comprensión. ¿Pero lo que había detrás de eso? Fue aún más sorprendente. Vastos mecanismos que llegaban hasta el cielo se iluminaban como los arco iris, todas luces intermitentes y la parte superior giratoria como si fueran juguetes hechos para gigantes. Trez giró el coche de Manny a través del asfalto y rugió a través de la superficie, en dirección a una puerta en el vallado a la izquierda de lo que parecía ser la zona de acceso. Cuando se detuvo en la entrada lateral, tuvieron que esperar un momento antes de que un ser humano en un uniforme azul marino activara algo, para luego saludarles con la mano a través de las rejas. ―Buenas noches, señor Latimer. Trez extendió el brazo y le ofreció la mano. ―Llámame Trez. ―Soy Ted. ―Se estrecharon las manos y el hombre asintió con la cabeza hacia Selena. ―Vamos a tener mucho cuidado con ustedes esta noche. Pase por allí. ―Entendido. Gracias hombre. ―No hay problema. Cuando él pisó el acelerador, Selena se vio abrumada por todas las luces de neón. ― ¿Qué es este lugar?

Esto es... mágico. ―Y es todo nuestro. No hay nadie más aquí, sólo tú y yo. ― ¿Cómo es posible? ―Uno de mis chicos de seguridad es el hermano del jefe de seguridad aquí. Hablaron con los propietarios y me están haciendo un favor. Cuando encontraron a un segundo guardia, Trez detuvo el coche y apagó el motor. ―Te gustó el viaje loco anoche por el centro, ¿no? ―Oh, sí, sí, mucho. Se inclinó y la besó. ―Espera a que estés de cabeza, mi reina.

*** iAm observaba desde una torre de alta seguridad en el centro del parque de diversiones como Trez salía por la puerta del piloto del Porsche, y llegaba a la parada en el segundo punto de seguridad. ― ¿Quieres prismáticos? Miró por encima del hombro hacia Big Rob. ―Nop. Estoy bien. El gorila de SHADOWS silbaba mientras ponía los binoculares de nuevo en sus ojos. ―Debes tener unos ojos increíbles si puedes ver tan lejos. iAm se encogió de hombros y dio otro trago a su termo. El café era fuerte y estaba lo suficientemente caliente para derretirte la lengua. De la forma en que le gustaba. No había dormido, sino que prácticamente había caído en coma, cuando su hermano le había despertado con esta brillante idea alrededor de las diez de esta mañana. El plan era de locos, por supuesto. ¿Quién demonios alquilaba un parque entero por tres horas? Especialmente cuando la maldita cosa había cerrado sus puertas por la temporada la semana pasada. Trez lo hacía. Así era él. E iAm lo ayudaba a hacerlo.

Hacer todo esto para Selena, había costado una cantidad increíble de dinero, y unas cuantas llamadas telefónicas que habían sido difíciles de pasar. Pero gracias a Big Rob, y su hermano, Jim a.k.a Jimbo, y a la esposa del dueño, que acababa de perder a su padre debido al cáncer el verano anterior, habían conseguido preparar todo: El personal había sido llamado de vuelta del descanso de la post-temporada, y las máquinas que estaban apagadas por el invierno, habían sido puestas en servicio de nuevo. Incluso tenían los puestos de venta, gracias a los camareros que trabajaban en Sal’s. La alegría en el rostro de Selena, y el orgullo de su hermano más que evidente, incluso desde allá arriba en la torre, había hecho que valiera la pena. Y ya sabes, era imposible tener desprecio por los seres humanos esta noche. Por el amor de Dios, los propietarios ni siquiera se quedaron con el dinero que quedó después de pagar al personal. Lo donaron a la Sociedad Americana del Cáncer. A veces las personas realmente se unían, pensó. Ellos realmente lo hicieron esta noche. ―Entonces, ¿quién es ella? ―Preguntó Big Rob―. Quiero decir, había oído que tenía una novia, pero no sabía que estaba... ya sabes, enferma. ¿Han estado juntos mucho tiempo? ―Lo suficiente. Hubo un silencio espeso. ―Él no va a volver a trabajar, ¿verdad? ―No por un tiempo. ― ¿Van a vender el local? ―No lo sé. No hemos llegado tan lejos. Y eso no era del todo cierto. iAm miró el reloj de nuevo. Ocho y media. Perfectamente a tiempo con una salida fijada para las once treinta. El lujoso centro de cirugías móvil de Manny estaba estacionado en el centro de la ciudad, pero todavía estaba demasiado caliente, producto de la fiesta de la noche anterior, como para moverlo, pero tenían un buen plan de contingencia para Selena. Manny había remodelado su antigua y normal ambulancia y la cosa estaba en estado de alerta, la dirección del parque de diversiones estaba más que feliz de dejar estacionar la ambulancia del buen doctor dentro de su propiedad. ―Puedo entender por qué no había dicho nada. ―Murmuró Big Rob mientras dejaba caer los

prismáticos―. Y no es por nada, pero wow, ella es algo fuera de este mundo. ―También es muy buena persona. ― ¿Sabe ella lo que él hace? Ya sabes. Una mujer de su clase, quiero decir... ―Para ser honesto, creo que esa mierda es la última cosa en la que ellos piensan. ―Sí. Claro. Quiero decir, sí. iAm miró al chico. ―No te preocupes, lo entiendo. Puedes ir al club. El humano asintió con la cabeza. ―Debería ir. A medida que el hombre vaciló, iAm extendió el brazo para estrechar su mano. ―Y en cuanto a los planes futuros con las empresas, cuidaremos de todos, lo prometo. No importa lo que pase. Big Rob sacudió su cabeza de forma afirmativa. ―Gracias, hombre. Pero tengo que decirlo, me gusta mucho trabajar para ti. Además, te haré saber si Silent Tom tiene alguna entrevista de trabajo. Casi lo mató hace cinco años, cuando practicamos con Trez. ―Gracias. Llámame si necesitas algo. Big Rob puso los prismáticos sobre el escritorio y se detuvo en el último momento, mirando hacia donde Trez y Selena paseaban entre los coches chocones y las tazas de té para niños. Sacudiendo la cabeza, se dirigió a la salida, y cerró la puerta detrás de él cuando salía. iAm miró el reloj de nuevo. Tres horas. Y entonces qué. ¿Qué demonios iba a hacer con respecto a Maichen? ¿Qué pasaría si Trez y Selena lo necesitaban... y él estaba fuera en un encuentro con esa mujer? Jesús, después de toda una vida de celibato, era una sorpresa el descubrir que había hecho arreglos para estar a solas con un miembro del sexo opuesto. Y no era para hablar. No, él no estaba de ánimos para hablar. Frotándose los ojos, se imaginó a la mujer envuelta en todas aquellas túnicas de color azul pálido, y las ganas de meterse bajo toda esa tela tomó un cariz obsesivo. Diablos, si no hubiera tenido un agotamiento a nivel molecular, probablemente habría pasado todo el día mirando el techo por encima de su cama

pensando en lo que iba a hacer con ella. Así estaban las cosas, se había quedado dormido con una erección,

y se había despertado con otra. No había hecho nada al respecto, con ninguna de las

dos erecciones. Si se masturbaba, de alguna manera se sentiría demasiado real. Y por la misma razón, no le había dicho a su hermano nada sobre el viaje a la s'Hisbe, o la hembra que había conocido, o la "cita" que había concertado. En comparación con lo que se enfrentaba Trez, todo lo demás eran nimiedades. Y también fue toda una revelación descubrir que no quería cambiar absolutamente nada. Tal vez porque era menos intimidante. Pero vamos, no pensaba que iba a ir. ¿Cómo iba a dejar...? No, no iba. Por primera vez en su vida, pensaba que podía confiar en sí mismo,

y no ir en modo

puramente animal con la pobre mujer. Infiernos, probablemente ella también tenía dudas. ¿Encontrarse con un macho desconocido en el medio de la nada? Estaría loca para hacer algo así. Sobre todo porque ella tenía que saber lo que él tenía en mente. No, se dijo. Ninguno de ellos iba a aparecer en esa cabaña a la medianoche. Y eso era lo mejor para todos. Realmente. Lo era. Capitulo 45 Traductor: Pilar Ocampo. Corrector: Javiera D Paz. —Está muerto ¡Parcas! Se ha ido. ¡PARA! No. No lo haría, pensó Xcor mientras seguía apuñalando al lesser, la sangre negra salpicaba su cara, su pecho, su antebrazo. Sangre negra acumulándose en el frío asfalto del callejón. Sangre negra metida en sus ojos. Y aun seguía con el ataque, accionando la hoja en sus hombros, el torso, por todas partes. Sintió una opresión en su pecho cuando Zypher tiró de él, lo maldijo y grito. No sirvió para nada. Desquiciado. Era una bestia sin correa, su mente flotando por el esfuerzo, conduciéndolo a matar, matar, matar. El tiro que finalmente lo alejo de su presa era el de un remolque, con fuerza suficiente para separarlo

del destrozado lesser. No tomo la reubicación bien, blandió su daga a través del aire, pasando muy cerca de la garganta de Zypher y cuando el saldado salto fuera de su alcance, desenfundo la daga listo para luchar. Atrapado entre ceder o atacar, Xcor jadeó, grandes bocanadas saliendo de su boca. Había salido de la casa de campo abandonada sin que ninguno de ellos se diera cuenta. Roto, sin rumbo, semidesnudo y totalmente enloquecido se dirigió al centro del conflicto. Había sido por el bien de sus soldados. — ¿Qué es lo que te pasa? —Pregunto Zypher—. ¿Qué te aflige? Xcor enseño los dientes —Déjame en paz. — ¿Y qué consigas que te maten? —Déjame. El eco de su grito reboto hacía arriba fuera del callejón, las palabras rebotando dentro de las paredes de ladrillo de los edificios antes de perderse en la oscuridad como murciélagos liberados de una cueva. El rostro de Zypher era furia pura. —Ellos tienen armas ¿Recuerdas? ¿O estaba demasiado oscuro anoche para recordar? —Siempre han tenido armas. — ¡No como esas! Xcor miro al asesino. Incluso todo desmembrado se movía en cámara lenta, los brazos aferrándose a la nada, sus piernas cortadas en un guiso de viseras y aceite negro. Gruñéndole a la cosa, dejo escapar un grito y luego lo apuñalo mandándolo al olvido. La luz que emano era tan brillante que fue cegado por el flash, sus retinas dilatadas por el deslumbramiento pero el reajuste llego rápidamente, cada parpadeo le permitía aclarar la visión. Solo necesitaba más, encontrar más lesser y también necesitaba algo más. —Tráiganme una puta —él gritó. Zypher retrocedió — ¿Qué? —Me escuchaste. Encuéntrame una y tráela a la casa de campo.

— ¿Humana o vampiro? —No tiene importancia. Solo asegurarte de pagarle lo suficiente para que esté dispuesta. Esperaba preguntas pero no hubo ninguna. Zypher se limito a inclinar la cabeza —Como quieras. Xcor se giro para alejarse, preparado para cazar, pelear y matar pero antes de correr fuera del lugar miro por encima de su hombro y dijo: —Rubia. Quiero que sea rubia, y que tenga el pelo largo. Con un movimiento de cabeza, Xcor corrió por el callejón, sus botas de combate tronaban sobre el pavimento en mal estado. Oliendo la brisa, su cerebro filtro a través de los olores del diesel, los restaurantes baratos, los humanos sin hogar y el pescado podrido del río. La rabia contra sí mismo agudizaba sus sentidos. —Hey, hombre ¿estás buscando probar algo? Parándose en seco, se dio la vuelta pero sabía por el olor que no era un humano, de pie oculto en las sombra. El enemigo que buscaba lo encontró, sin embargo el lesser que le estaba hablando no sabía quién era él. —Sí —dijo—, me gustaría probar. —Un hijo de puta extranjero —dijo el asesino—. ¿Qué quieres? — ¿Qué tienes? —Tengo lo mejor. H, polvo blanco colombiano. No esa mierda negra Mexicana… Xcor no permitió que completara su presentación de venta, Saltando hacia adelante blandió su daga en un arco cortando al asesino en su cara al nivel de los ojos. Al instante, el no-muerto llevo las manos a su cara, se doblo por la mitad y aulló de dolor. Xcor se aprovecho de eso, arrastro hacía atrás su bota derecha y girando a su alrededor pateo su cráneo como si fuera una balón de futbol, enviando al lesser al suelo. Saltando en el aire, aterrizo en el lesser haciéndolo rodar y atrapando sus manos sobre su cabeza. El hedor a leche rancia, sudor fétido y ese olor dulzón provoco en él un reflejo de matar. La rabia que había sido incapaz de contener desde que Layla se había ido, salió una vez más. Desenfundando la daga se acurruco y con su mano dominante apuñalo la pálida cara del lesser una y otra vez. Hasta que los rasgos quedaron destrozados y los huesos triturados de la mandíbula colgaban libremente. Con cada inhalación

levantaba el brazo y con cada exhalación le daba un puñetazo, el ritmo constante de su respiración conducían la golpiza. Era mejor que Zypher trabajara rápido. Tenía que echar un polvo, era la única manera de salir de ese estado de ánimo.

*** Sentada en el borde de la cama, las manos de Layla temblaban mientras sostenía el teléfono. Ya había leído el mensaje que le habían enviado, y no solo una vez. De hecho lo había leído desde que el sonido de su celular vibrando en su mesita de noche la despertó al atardecer: No vengas a verme de nuevo. No voy a estar siempre en la casa o en la granja para consentir estar en tu presencia. No estoy interesado en lo que tengas que ofrecer. Xcor debió dictarle el mensaje a alguien, nunca le había enviado un texto antes y siempre había sospechado que no sabía ni leer ni escribir. De todas las formas que imagino que su relación terminaría, de todas las despedidas que pudo haber imaginado, nada era como esto. No porque ella hubiera acabado encima de él desnudo, tratando de obligarlo a que se alimentara. —Hola. Ella salto, haciendo que su teléfono volara de sus manos y aterrizara en la alfombra. Cuando Qhuinn se acerco para recogerlo, se asusto y revoloteo en la cama para llegar primero. O lo intento, con su vientre no podía llegar muy lejos. Contuvo el aliento mientras él recogía el celular. — ¿Estás bien? —Dijo él—. Te ves pálida. No mires, no mires la pantalla. — ¡Oh Dios mío! ¿Por qué estas llorando? —No —Ella le tendió la mano—. No estoy… Dame el teléfono, dámelo Qhuinn se acerco a ella y le levanto la cara — ¿Qué pasa? —Con su pulgar rozó su mejilla y puso el

maldito teléfono boca abajo donde había estado. —Llame y nadie contesto —dijo él—. Me preocupe. Con un estremecimiento, ella cerró los ojos, los nervios la estaban haciendo vibrar. —Solo una triste historia que estaba leyendo en línea. Supongo que estoy más emocional de lo que pensaba. Él se sentó junto a ella —A pasado una cantidad de mierda en estos días. Antes de darse cuenta, se echo a llorar y se apoyo en su grande pecho. Con sus fuertes brazos él la abrazo suavemente y la dejo llorar dejando que todo saliera. El hecho de que él erróneamente creyera que las lágrimas eran porque estaba embarazada de gemelos y excesivamente hormonal la hacía llorar más duro. Lloro por los meses y meses de mentiras y engaños, lloro por todos los viajes a ese prado, por las salidas furtivas de la casa, por utilizar el auto que Qhuinn le había dado. Y sobre todo, lo peor de todo, es que lloraba por la sensación de pérdida, tan poderosa, que era como si alguien hubiera muerto ante ella y no hubiera nada que pudiera haber hecho para salvarlo. Imágenes de Xcor la bombardearon, sus intentos por verse bien, siempre estaba limpio incluso después de la lucha. La forma en que la miraba recostado en la ducha mientras su cuerpo llegaba al clímax. O su cabeza colgando derrotado mientras miraba el fuego como si una parte vital hubiera sido expuesta y estuviera sangrando, debilitado. Trató de decirse que era lo mejor. No más doble vida. No más falsedad. No más ocultar su teléfono o preocuparse porque descubrieran su paradero. No más Xcor. —Voy a llamar a Doc. Jane —dijo Qhuinn con urgencia mientras iba por el teléfono. — ¿Qué? No Yo… — ¿Qué tan grave es el dolor en el pecho? — ¿Qué? —Dijo ella en medio de los sollozos— ¿Qué estas…? Él señalo su esternón. Mirando hacia abajo, se dio cuenta que se había agarrado la parte delantera de su camisón de franela arrugado bajo su puño apretado. Ese era el origen de las lágrimas, pensó. Venían directamente desde su corazón.

—Honestamente —susurro—, estoy bien, solo tenía que sacarlo. Lo siento. La mano de Qhuinn estaba sobre el auricular y cuando finalmente lo soltó, estaba muy segura que él no estaba del todo convencido. —Creo que tengo que comer algo —dijo ella. Estaba muy lejos de ser verdad, pero de inmediato él se puso en modo orden llamando a Fritz en lugar de la Doc. Pidiendo todo tipo de alimentos. Su preocupación por su salud y bienestar solo la hizo llorar de nuevo. Queridísima Virgen Escriba. Se sentía como si estuviera llevando luto, pero no era así.

CAPÍTULO 46

—Bien, así que entramos en esto. Selena sujeto la mano que Trez le ofrecía y caminó sobre el reborde del primer vagón en una alineación de seis. Las pequeñas construcciones parecidas a una vaina estaban sobre un par de vías y tenían dos asientos uno al lado del otro con una barra que se elevaba sobre la cubierta poco profunda. Después Trez se unió a ella, un operador uniformado les hizo un guiño desde un panel de control en el otro extremo de la plataforma. — ¿Va por ese camino? —Preguntó ella, apuntando arriba hacia la subida de la montaña—. ¿Vamos a subir por hay? Trez tuvo que aclararse la garganta. Dos veces. —Ah, sí, lo subimos. — ¡Oh, Dios mío, eso es tan alto! —Yo… ah, sí. Lo es. Ella se volvió a él mientras la barra bajaba por encima de sus piernas. —Trez, en serio, vas a odiar esto. Hubo una sacudida y entonces se movieron hacia delante sobre las vías, un pequeño chk, chk, chk posibilitó que las ruedas comenzaran a girar con velocidad creciente. —A ti sin embargo, te va a encantar —dijo, besándola—. Es posible que quieras más. Mientras empezaban una subida que era casi vertical, ella se presionó atrás en el asiento acolchado y sus manos se apoderaron de la fría barra de metal. Por un momento, deseó haber cogido los guantes que le habían sido ofrecidos en la casa, pero luego se olvidó de toda molestia. Más alto, más alto, más alto... extremadamente alto. Inclinándose por la borda, ella sonrió. — ¡Oh, Dios mío, estamos tan altos! Y sólo estaban a mitad de camino a la cima. El chk, chk, chk, llegó a ser muy fuerte y las sacudidas se volvieron más fuertes, hasta que sintió como si alguien tratara de presionarla en los hombros. La brisa llego a ser más fresca y enérgica, demasiado, su cabello se sacudió a un lado, y desafió a su abrigo a mantener intacto el calor de su torso.

—La vista es increíble —suspiro ella. No estaban tan altos como lo habían estado la noche anterior, sin ninguna barrera entre ella y la extensión por debajo, sin paneles de vidrio que la aislara de la caída, nada, solo la vía por delante y el aumento de la distancia al suelo, sentía como si estuviera planeando. Y las luces del parque eran magníficas. Multicolores y destellantes, estaban por todos lados abajo donde mirase, marcando los contornos de los diversos paseos, reflejando los espejos y el rojo, amarillo y azul de las cubiertas de los puestos de comida. — ¡Es como si el cielo se hubiera invertido y las estrellas están aquí abajo! —Sí. Ah, sí... Sí. Creo que estamos en la cima... Oh, sí, vaya. Eh-Oh. De repente, se nivelaron y todo quedó tranquilo salvo por el viento que amortiguó en sus oídos, el paseo se hizo liso y apacible mientras dieron la vuelta sobre una esquina fácil. Un rápido vistazo a su macho y vio que, a pesar de su piel oscura, estaba pálido como un fantasma. Ella soltó una de sus manos y cubrió la de él. —Trez, nos quedamos en el suelo después de esto, ¿de acuerdo? —Oh, no, está bien… estoy tenso, estoy bien. Oh-Eh. Bueno. Su mandíbula estaba fijada tan fuerte que ella se preocupó por sus dientes, y su cuello estaba rígido sobre el cuello de su chaqueta de cuero negro. De hecho, la única cosa que se movía en todo su cuerpo era su rodilla derecha. Estaba rebotando arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo. —Aquí vamos —murmuraba. Como si él mismo se estuviera preparando para un golpe. Ella movió su cabeza hacia adelante justo a tiempo para no ver absolutamente nada delante de ellos. Era sólo aire libre, como si las vías se hubieran caído. —Dónde… ¡Zaaaaaaaaaaas! De repente estaban a una velocidad vertiginosa, ingrávidos y volando, lanzados precipitadamente hacia abajo, abajo, abajo. Selena se río como si estuviera loca, liberando su agarre y levantando sus brazos. —

¡Síiiiiiiiiiiiiiiii! Tan rápido, el aire rasgaba su cabello, le golpeaba en la cara, la fijaba contra el asiento; entonces fue fuerte a la derecha, fuerte a la izquierda, zoom-zoom-zoom, hasta otra cuesta gigante cuando regresó el chkchk-chk y luego... — ¡Oh, Dios mío! —gritó Trez. Arriba y abajo, de modo que el mundo se inclinó y se puso al revés antes de enderezarse de nuevo. Y otro bucle sobre el anterior y entonces uno que les desvió hacia un lado. Era como el paseo a casa, sólo que aún más vivo y temerario y maravilloso. — ¡Haría esto para siempre! —gritó cuando otra secuencia se acercaba—. Para siempre. — ¡Oh, Dios, otra vez no! Cuatro veces. Consecutivas. Y Trez había sido el que insistió. Mientras su vagón de los horrores regresaba nuevamente a la plataforma, estaba dispuesto a continuar la tortura. Selena estaba extasiada y eso había hecho que valiera la pena, incluso las vueltas intestinales en medio de la montaña rusa. Lo que convirtió sus entrañas en un lío gaseoso. —Vamos a hacerlo una vez más —dijo él, tratando de izar la bandera. Aunque en este momento alguien iba a tener que extirparle quirúrgicamente sus manos de la barra. —No, creo que ya hemos tenido suficiente. — ¿Estás bromeando? Me encanta esta mierda… —Hemos terminado —llamó al encargado. —Tengo sus fotos —dijo el macho humano mientras movió una manivela hacia abajo y un motor que estaba fuera de vista detuvo su paseo—. Se están imprimiendo. Bieeeeen, es hora de salir. Si. — ¿Trez? Quito su agarre de la barra y vio su metal salvador levantarse y tintinear arriba en su lugar. —Sí. Voy —ahora mismo—. Aquí voy.

Como Selena se puso de pie y ella misma se había equilibrado sobre la barra protectora, estaba dispuesto a seguirla hacia fuera. Caminar hasta el operador y conseguir esas fotos que desconocía que alguien había estado tomando de ellos. En cambio, se sentó y respiro bombeando a poca profundidad. Vamos, no era un cobarde. Obligándose a sí mismo a tratar de levantarse, encontró que sus piernas estaban entumecidas de medio muslo para abajo, pero en un tropiezo desordenado, de alguna manera logró salir del vagón al andén sin avergonzarse completamente a sí mismo. Aunque el hecho de que Selena tenía que sostenerlo no era exactamente un voto de confianza a su verticalidad. —Gracias —la oyó decir al encargado. Luego le miró a él—. Aquí, vamos a caminar a ese banco y mirar las fotos. Antes de darse cuenta, estaba sentado en un banco de hierro forjado duro y frío, mirando fotografías de Selena disfrutando una fiesta y él como alguien que tenía sus pelotas en una prensa. Mientras tanto, la mano de ella iba acariciando su espalda, paseando por el cuero de su chaqueta en un círculo lento. —Aquí tiene, señora. —Muchísimas gracias —ella le acerco algo—. ¿Por qué no tomas un trago? Estaba demasiado hecho polvo para vomitar un ‘’está todo bien’’. Simplemente tomo lo que fuera, lo puso en su boca e hizo lo que le dijeron. —Oh, esto es bueno —respiraba cuando finalmente bajó la botella. —Ginger ale. Lo aprendí de Doc. Jane. Unos diez minutos más tarde, fue capaz de enfocar correctamente lo que supuestamente estaba mirando. —Eres tan hermosa —dijo mientras miraba la imagen de los dos. —No estoy segura de eso, pero te voy a decir una cosa; ese fue el mejor momento de mi vida. ¿Cómo te sientes? Él frotó su pulgar sobre la foto de la cara de ella. —Estas tan viva. Mírate, tus ojos son increíbles. Una por una, estudió las fotografías. Las que habían sido tomadas durante el gran descenso después de la segunda subida, donde era casi ingrávido y el viento rugía y no estaba totalmente convencido como mierda iba a terminar bien cuando llegase a la parte inferior. Casi podía sentir la emoción que recorría el cuerpo de Selena, la excitación, el placer, la fuerza vibrante de la vida transformándola en un rayo de

alegría contenida. ¿Por su parte? Nunca se había visto a sí mismo pálido antes, su piel oscura, pálida como la mierda… que era evidentemente posible. ¿Quién lo hubiera sabido? —Deberíamos hacer un calendario con esto —anunció él—. De la mitad, de todos modos. —Te ves mucho mejor ahora. Menos verde. Estabas de algún de un tipo de verde. —Iría a ese hijo de puta un millón de veces más si eso es lo que tú quieres —ella se acercó, volvió su rostro hacia él y lo besó. — ¿Sabes lo que acabas de probar? — ¿Qué? ¿Que incluso los verdaderos machos necesitan bolsas de mareo a veces? —No —ella lo besó otra vez—. Que alguien puede decir Te amo sin decirlo. Su pecho se hinchó. No pudo evitarlo. —Mírame. Un Casanova… quién lo habría pensado. Acabado el ginger ale, lanzó la botella vacía a la papelera a cinco pies de distancia y puso las fotos en el bolsillo interior de su chaqueta. Poniéndose de pie, le ofreció su brazo. — ¿Te gustaría una comida nutricionalmente deficiente, pero totalmente satisfactoria? Estamos hablando de verdadera química y excesivo procesamiento. El tipo de cosas que los humanos tradicionalmente disfrutan en este entorno para luego llegar a casa y tener que tomar TUMS. —Suena delicioso —ella se apoderó de lo que ofreció—. Espero con impaciencia que este servido. Trez le dio al encargado la mano y entonces consideró tal vez lanzar un par de poses de fisiculturismo para obtener su guy card revalidada. Los quioscos estaban detrás y a la derecha, y mientras caminaban alrededor del pie de la montaña rusa, miró hacia arriba al andamiaje de metal que contenía la pista en el aire. Hombre, estaba contento de no haber visto este punto de vista desde la base antes de subir allí. Cuanto más pensaba en ello, los calores amenazaban con retornar, el sudor rompiendo hacia fuera en sus palmas y a través de su labio superior, pero una buena noticia llegó en forma de distracción con el puesto

de perritos que había sido abierto para ellos. Caminando hasta el mostrador, sostuvo a Selena apretada a su lado, capturando su olor, así como el del champú y el jabón que había usado antes de dejar la casa. Una hembra humana con un cuerpo redondo y una bonita sonrisa llegó, dejando a un lado su ejemplar de la revista People. — ¿Qué les pongo chicos? —Cielos, tantas opciones —dijo Selena. El menú estaba en unos paneles rojos iluminadas con letras amarillas, ofreciendo el tipo de cosas que estaban garantizando un gran sabor al entrar y que causaban problemas una vez que estaban dentro ti. Pero como le había dicho, eso era para lo que los antiácidos estaban hechos. — ¿Qué vas a tomar? —le preguntó ella a él. —Me voy con el especial Coney Island —anunció—. Con una Coca grande y extra de hielo. —Anotado —dijo la camarera—. ¿Señora, sabe lo que quiere? Selena frunció el ceño. —Realmente quiero una hamburguesa. ¿Pero me estoy perdiendo algo si no pido el perrito? —Puedes tomar un poco del mío. —Genial, me gustaría una hamburguesa con queso y patatas fritas. —No hay problema —la mujer señaló en otra sección del menú—. ¿Quiere algo sobre ellas? —Disculpe. —En las patatas fritas. Algo como chile, queso, jalapeños, la lista está aquí. Mientras Selena consideraba varias de sus opciones, Trez aprovechó la oportunidad para estudiar el impresionante perfil de su reina. Los labios eran casi irresistibles y cuanto más los miraba, la mayoría del ardor residual de toda esa sobrecarga de adrenalina cambió de lucha o huida a la lujuria pura, sin diluir. Con un movimiento discreto, tuvo que recolocarse a sí mismo. No podía esperar para llevarla a casa y desnudarla. Sus ojos se desviaron hacia sus pechos, la chaqueta de Gucci que llevaba se había adaptado

perfectamente a esas curvas que amaba tanto… — ¿Trez? — ¿Eh? — ¿Tienes dinero? No pensé en traer… —No tienes que pagar por nada —la cortó sacando su cartera, dijo a la señora—. ¿Cuánto le debemos? —Invita la casa. —Entonces, déjame darle algo. —Oh, no, no se preocupe. Yo sé por qué está… Trez saltó, dejando uno de cien en el mostrador y deslizándolo hacia adelante. —Cójalo. Por ser tan amable con nosotros. Los ojos de la mujer saltaron. — ¿Está seguro? —Por supuesto. Por un lado, no quería que ella siguiera hablando y hacer que Selena pareciera un caso de caridad. Por otro, la humana había salido en una noche fría por sólo un par de horas de trabajo. Las vacaciones habían llegado para su gremio. Sin duda le vendría bien un dinero extra. —Guau. Gracias. Mientras la mujer trabajaba en la comida, pudo sentir a Selena mirándolo con respeto, y eso le hizo hinchar el pecho. Hablando sobre cómo obtener su guycard revalidada… joder posando como Arnold. ¿La forma en que ella lo miraba? Se sintió tan grande como una montaña. Un par de minutos más tarde, se dirigían a una mesa pintada en color azul chillón y se sentaron uno al lado del otro. El aire era frío, la comida estaba hirviendo y los refrescos eran dulces y espumosos. Manejar los bollos mullidos era difícil, así que ambos inclinaban sus cabezas y se limpiaban con la servilleta, pero eso era incluso una forma de diversión en sí. Y la conversación, cuando podía manejarla, era sobre el sabor, la lengua ardiente, la montaña rusa... lo que iban a hacer después... si iban a comer algodón de azúcar o helados hot-fudge para el postre.

Era magnífico, maravilloso, clamorosamente normal. Y cuando se sentó con su hembra y tal vez limpio la comisura de su boca con su servilleta o compartió su refresco con ella o se reían cuando le dijo que era mejor subir ahora al carrusel porque sólo estaba a dos pies del suelo, se empapó de recuerdos hasta que impregnaron en su mente, cuerpo y alma con un resplandor que nunca había sentido antes. Sólo estar con ella, no hacer nada especial, en medio de un parque de atracciones. Era un milagro. Una bendición sin medida. Con el ceño fruncido, se dio cuenta de que si no fuera por la realidad que acechaba a la vuelta de este perfecto momento, moviéndose furtivamente por detrás de ellos como una sombra diabólica, bien podría estar gastando este tiempo con ella en tener la mitad de su cerebro preocupado por la apertura de SHADOWS, preguntándose qué estaba pasando en la s'Hisbe o centrado en lo que fuera que le estaba haciendo cosquillas en el culo con una pluma en este momento. Lo hubiera desperdiciado, como un hombre rico dejaría caer diamantes de sus bolsillos simplemente por tener dos cuencos más en casa. Rarezas que pasan de mano en mano con reverencia. —Podría sentarme aquí para siempre —dijo mientras tragó su último bocado—. Esto es mi cielo. Selena le miró y sonrió. —El mío también.

CAPÍTULO 47

Justo antes de que el primer civil llegara a su cita con el rey, Paradise presentó una carpeta a su padre con una buena dosis de orgullo. —He reorganizado la hoja de citas. Creo que encontraras que hace las cosas más fáciles para ti y para el rey. Su padre sonrió mientras abría la tapa y vio la hoja de cálculo con el nombre de cada civil, su linaje familiar, ocupación actual, y cualquier preocupación de la cual Wrath se hubiera ocupado en el pasado. —Esto es, muy útil. —dijo mientras recorría con el dedo índice las columnas hacia abajo. —Pensé que podría mejorar la forma en que lo hacen. Miró hacia arriba. — ¿Tienes? —Lo que viene a continuación, —sacó la segunda de las muchas hojas—, es un expediente para cada tema que contiene mayores detalles. Abalone frunció el ceño mientras revisaba sus notas y, a continuación, hojeó los informes. — ¿Cómo encontraste todo esto? —Tengo mis fuentes. —Ella sonrió—. Está bien, saque algunos detalles desde las páginas de Facebook de las personas, y otros detalles son de amigos míos. ¿Él?—Esto es... no sabía que se había emparejado. —Su padre inclinó la carpeta hacia ella. — —El año pasado. Fue un secreto a voces. —Paradise bajó la voz a pesar de que estaban solos—. Dicen que ella está embarazada. —Ah. Así que ahora quiere que el emparejamiento sea validado. —Ella está a punto de dar a luz. Si yo fuera Wrath, ahorraría al pobre macho la indignidad de recibir demasiadas preguntas acerca de la fecha del nacimiento, y sólo le daría la legalidad que quiere ofrecer a su hijo… — ¿Tratas de tomar el trabajo de tu padre? —La voz de Wrath intervino. Cuando apareció el propio rey ciego en el arco de la sala, Paradise saltó. —No quise decir, oh, no, yo… El rey sonrió. —Estoy impresionado con tu forma de pensar. Estas haciendo un buen trabajo, Paradise.

Dicho esto, él y su perro se dirigieron al comedor. —No puedo sentir mis pies, —murmuró. Su padre la abrazó. —Estás excediendo cualquier expectativa que tenía para esto. Ella se echó hacia atrás y se apartó el pelo sobre su hombro. —Esto me gusta. Realmente lo hago. —Estoy muy orgulloso de ti. Para ocultar su rubor, se sentó detrás de la computadora que ya sentía como suya. — ¿Cómo van las cosas en casa? Con… —Está bien. Estoy muy bien, a pesar de que no estás. —Podría volver. —No, no, es mejor que te quedes aquí. —Se metió la carpeta bajo el brazo—. ¿Te has divertido con Peyton anoche? —Se fue justo después de haberlo hecho tú. Abalone frunció el ceño. — ¿Espero que no hayan peleado? —Tiene una forma anticuada de ver las cosas. —Él viene de una familia tradicional. Cogió una de las plumas Montblanc que había encontrado en el escritorio. Deslizando su palma, empujo su falda azul marino debajo de sus rodillas. —Ah, Padre. — ¿Sí? Respirando hondo, abrió una carpeta en el lateral superior del escritorio y abrió la aplicación para el programa del centro de formación. —Padre, ¿podrías alguna vez dejarme hacer algo como esto? A medida que él repasaba el documento y sus ojos trazaban el texto, ella se apresuró a decir. —No estoy diciendo que quiera entrar en combate, ni nada. Es sólo que, están aceptando hembras, y yo… — ¿Luchando? Esto es... esto es luchar. —Lo sé. Pero mira, —ella levantó la mano y señaló a una parte en el encabezado—, aquí dicen que

pueden entrenar hembras… —Paradise. Yyyy su punto de vista fue resumido más o menos en la forma en que dijo su nombre: una combinación de esto-es-enserio y no-rompas-mi-corazón. —No estás hecha para esto, —dijo. —Porque soy una hembra, verdad, —replicó ella con amargura—. Lo que significa escritorios y papeles como mucho y sólo hasta que esté emparejada. —Esto es la guerra. ¿Entiendes lo que realmente es? —Deslizo la aplicación—. Esto es la muerte amenazando. No es una película de Hollywood o una fantasía romántica. Ella levanto la barbilla. —Ya sé eso. — ¿Lo sabes? —No estoy tan desinformada como crees que estoy. Las familia que perdimos en las redadas también eran mi sangre, padre. Algunos de mis amigos murieron. Sé de qué se trata. —No, Paradise. No lo voy a permitir. —Se inclinó y puso la aplicación en la papelera de reciclaje—. Esto no es para ti. Sin decir una palabra, se giró sobre sus talones y se alejó, cerrando la puerta oculta entre los paneles en su cara, dejándola con la palabra en la boca.

*** Throe se materializó a media milla de la casa donde Abalone iba todas las noches. El localizador GPS que había puesto en el bolsillo exterior del abrigo de pelo de camello del macho había hecho un excelente trabajo. Y pudo admirar el rico barrio. No estaba mal, no estaba nada mal. Caminando de forma casual, comprobó las casas concentrándose en la señal a donde su indicador se estaba dirigiendo. En realidad, el término apropiado para las residencias sería mansiones. Estos lugares eran demasiado grandes como para contar como meras casas: varios pisos, con jardines, apartados de la carretera, todos ellos con una dramática iluminación del jardín exterior, como si los seres

humanos que vivían en el interior pudieran llegar a pensar que su posición sería ignorada durante las horas nocturnas. A medida que avanzaba, tenía que controlar su frustración. Se había perdido una lucha más cuando había pensado que lo haría. De hecho, la falta de derramamiento de sangre de cualquier variedad, era una insatisfacción impactante. Cuando había comenzado en la banda de bastardos, había estado alarmado por la agresión y el horror. Después de varios siglos, sin embargo, la guerra se había convertido en su forma de pensar habitual. La mansión de piedra que vino después era una versión afeminada, y moderna de una pila medieval de roca, la banda de bastardos había vivido en la parte trasera, en el Viejo Mundo, y él se detuvo frente a la enorme extensión. Las figuras se movían en el interior, visibles a través de las ventanas que estaban enmarcadas por franjas pesadas de tela mientras las luces en el interior emitían destellos de oro y plata en las paredes. Y de repente, dejo de pensar como un ex guardia de Xcor. Recordó de dónde había venido, que su verdadero origen descendía del privilegio y de la riqueza. En su búsqueda de venganza por su hermana, se había vendido al diablo. Ahora, en el otro extremo de aquella ganga, era pobre, estaba solo y sin perspectivas. Su único hogar era su ambición. Por al menos tenía un montón de fuego en él para calentarlo durante los próximos meses de invierno. Throe siguió adelante, el frío penetrando a través de la capa de cuero que llevaba, que todavía estaba manchada con las muertes que había provocado durante muchas noches. Antes de que todo hubiera cambiado. La casa que era su objetivo resultó estar a la izquierda, en el lado opuesto de la calle. Era una gran mansión Federal blanca e histórica con una estructura de una verdadera belleza y el concurrido mantenimiento que sólo los muy ricos podían mantener: Sin pintura desconchada en ella. Ningún arbusto desaliñado. Ningún canalón o porche desvencijado. A diferencia de las otras casas, no había forma de ver el interior. Las cortinas estaban echadas y tan pesadas que no se veía la luz a través de ellas. No había coches en

el camino de entrada, pero mientras esperaba, poniéndose a cubierto detrás de un arbusto, vio a dos individuos acercarse a la puerta principal, a pesar de que no habían llegado a la propiedad por ningún medio de transporte motorizado. Debido a que eran vampiros que se habían desmaterializado hasta el lugar. Diez minutos más tarde, otro visitante llegó. Quince minutos después de eso, dos más. Eran discretos, y no todo el mundo utilizaba la puerta delantera, sin duda para evitar sospechas. Throe comprobó su teléfono, a pesar del hecho de que sabía que tenía la ubicación correcta. Sí, Abalone estaba allí. Manteniéndose entre las sombras, se quedó más tiempo, no porque tuviera planes concretos para infiltrarse, sino más bien, porque todavía tenía que concretarlos. Su ambición, por muy fuerte que pudiera ser, no era todavía suficiente ayuda para él, para descubrir debilidades y estrategias aún sin definir. Un coche dobló la esquina y entró por la calle. Al pasar bajo la farola de enfrente, vio que se trataba de un Rolls-Royce, uno oscuro con una marca pálida en el capó. Y allí estaba él, sin un automóvil.mDe hecho, su falta de perspectivas era un problema. ¿Cómo iba a reunir todos los recursos? se preguntó. ¿Cómo iba a mantenerse a sí mismo, mientras construía una alianza? La respuesta, cuando le llegó, fue tan obvia, que era como si el destino hubiera abierto un haz de luz a través de la oscuridad. Sí, pensó, esa era la manera. Un momento después, volvió al alojamiento más que generoso de Abalone con una sonrisa en su rostro. Capitulo 48 Traductor: Sora Rlhdn. Corrector: Javiera D. Paz. En su cama de hospital Luchas entraba y salía de la consciencia, oleadas de dolor extendiéndose a través de su cuerpo, maltratándole sin sentido. Cuando simplemente no pudo aguantarlo más, buscó a tientas con la mano que todavía tenía dedos, encontrando el botón de llamada presionó con el pulgar hasta que su oído registró un pitido.

La puerta se abrió de golpe y entró Doc. Jane. — ¿Luchas? —Mi pierna —se lamentó—. Me duele… Doc. Jane se acercó, comprobó máquinas, intravenosas, y sólo Dios sabía qué. —Te daré algo para el… —La infección… —balbuceó, volviendo la cabeza de lado a lado—. Mi pierna… Había tenido este plan para consumirse, pero en cambio se sentía como que había decidido quitarse la vida pisando en un pozo de fuego: primero los pies, seguido por sus dañados tobillos y pantorrillas. En una loca oleada de fuerza se sentó y comenzó a tirar de las sábanas, Doc. Jane agarró sus hombros y trató de aplacarlo, mientras que al mismo tiempo, alguien entró en la habitación. Era Qhuinn, su hermano. —Luchas, Luchas detente. Ese era Qhuinn, acercándose y tratando de capturar sus manos, consiguiendo recostarle. No fue una pelea justa, pues estaba débil, tan débil. Y entonces se fue de paseo, una repentina sensación de flotar sustituyó el ardor de abajo. Echando un vistazo al lado vio a Doc. Jane retirando una jeringa del tubo plástico transparente que iba a su brazo. La cara de Qhuinn apareció encima de él, aquellos intensos ojos desiguales. —Luchas, relájate. Te tenemos. —Mi pierna… La droga estaba haciendo magia, tranquilizándolo como si su cuerpo se hubiera hundido en un baño caliente. El dolor seguía allí, sólo que no se preocupaba tanto por ello. —Se está poniendo peor —se oyó decir—. La infección… pensé que estaría muerto. —Luchas… Algo sobre el afecto de su hermano lo alertó, algo en su tono de voz y la tirantez en la boca y los ojos. — ¿Qué? —Dijo Luchas—. ¿Qué? Qhuinn miró a Doc. Jane como si estuviera esperando que un transporte aéreo proverbial le sacase fuera de la zona de peligro.

—Luchas —dijo su hermano—.Tenía que salvarte. ¿Salvarlo? Pero eso era el punto central de todo esto, quería terminarlo. — ¿Qué? —Le dije que podía amputar la pierna, para salvar tu vida. Luchas se quedó en silencio. Seguramente debió haber entendido mal, la traducción correcta de lo que se había hablado estaba malversada por los analgésicos que le habían dado. —Era la única opción, te estábamos perdiendo. — ¿Qué me hiciste…? —dijo lentamente—. ¿Qué hiciste…? —Cálmate. Luchas se sentó apoyado en las almohadas, un horror indescriptible drenó la sangre de su cabeza. Mirando hacia abajo, a la parte inferior del cuerpo, se encontró que las delgadas sábanas revelaron los contornos del muslo, rodilla, pantorrilla y pie de su pierna izquierda… pero sólo el muslo y la rodilla de la derecha. Con un grito, alargó la mano para tocar lo que debería haber estado ahí, sacudiendo las lisas sábanas, tirando de ellas como si de alguna manera escondiesen lo que en realidad ya no estaba. — ¡¿Qué hiciste?! —se volvió contra su hermano, agarrando su camisa, tirando con el conjunto de dedos que le quedaba—. ¿¡Qué mierda hiciste!? —Te morías… — ¡Porque yo quería! ¿¡Cómo pudiste!? Golpeó a Qhuinn, su puño ineficaz y su arruinada mano abofeteándolo. Qhuinn no se defendió. Sólo permitió la paliza, tal como estaba, no había mucho ataque. Y Luchas no duró mucho, su energía se acabó, y de desplomó contra la almohada, su pecho hueco bombeó hacia arriba y hacia abajo, la sangre fluyó por su IV, la visión oscilando dentro y fuera de la claridad. Y la extremidad que no estaba… aún dolía. —Sal —dijo adormecido—. No quiero volver a verte. Girando la cara hacia la pared, escuchó una tranquila conversación, luego la puerta se abrió y cerró

suavemente. — ¿Cómo está tu nivel de dolor? —preguntó Doc. Jane. — ¿Por qué duele…? —murmuró—. La quitaste. Dios, estaba aún más destrozado ahora, quién y lo que había sido, se había ido. —Se llama dolor del miembro fantasma, pero la sensación es muy real. —Tomaste… ¿fuiste tú quien la cortó? —Fui yo. —Vete de aquí también. No di mi consentimiento para esto… —Te estabas muriendo… —No te estoy escuchando, vete. Hubo una pausa, y detesto la forma en que ella lo miró. Toda amabilidad, preocupación, cuidado. —En un tiempo, Luchas, cuando te sientas mejor… Movió la cabeza negando. —Me negaste mi muerte, masacraste mi cuerpo sin mi permiso. Así que tendrás que perdonarme, pero estoy totalmente desinteresado en cualquier cosa que tengas que decir. La doctora cerró los ojos brevemente. —Te mandaré algo de comida con Ehlena. —No te molestes, sólo has demorado lo inevitable. Tengo la intención de terminar el trabajo ahora. Luchas fue hasta la IV que corría en su brazo, tiró hasta que quedó suelto, y líquido claro y sangre roja se derramaba por todas partes. La gente vino a través de cada puerta que había, corrían con pánico, agarrándole, hablando a gritos. Luchó contra ellos, retorciéndose y empujando, luchando por mantenerse erguido debido a su falta de pantorrilla y pie. Alguien debió haberle puesto otra inyección porque de repente su cuerpo de aflojó. Aun cuando su cerebro ordenaba toda clase de movimientos, nada estaba respondiendo.

Mientras sus ojos giraban alrededor, captó una visión borrosa de Qhuinn de pie en la puerta, su cuerpo grande, sano, fuerte, bloqueando el camino. Bien podría haber sido la puerta del Fade y el macho seguia interponiéndose en el camino. — ¡Te odio! —Gritó Luchas—. ¡Te odio!

*** De vuelta en la casa de audiencias del rey, Rhage estaba en el comedor de pie, de espaldas a las puertas cerradas, los brazos cruzados sobre el pecho. La mayor parte de la hermandad estaba en la sala pululando con demasiada energía cinética. Wrath estaba sentado en su sillón con las piernas cruzadas, el tobillo sobre la rodilla, y la cabeza de su perro en el regazo. —Es tarde. Ese hijo de puta llega tarde. Rehv asintió con la cabeza desde donde estaba parado frente a la chimenea y moviendo sus manos hacia fuera como si tuviera frío—. Vendrá. —Tengo gente que ver. Hollywood comprobó su reloj. — ¿Quieres que vaya a buscarlo? Puedo lanzar un lazo sobre él y arrastrarlo aquí por la polla… El timbre sonó con una campanilla, V abrió una mitad de las cortinas de la ventana de enfrente. —Hablando del traficante. —Déjame ir a darle la bienvenida —murmuró Rhage mientras se deslizaba fuera. —No está solo —ladró V. —Ni yo. Cerrando la puerta, cruzó al salón. — ¿Paradise? —Mientras la chica levantaba la vista del escritorio, él le sonrió—. Voy a cerrar tu habitación por un segundo, ¿me harías un favor y te quedarías aquí hasta que venga a buscarte? Sus grandes y bonitos ojos se agrandaron aún más. — ¿Está todo bien? —Sí, pero quiero que te quedes aquí.

—De acuerdo, por supuesto. Él le guiñó un ojo. —Buena chica. Cierra detrás de mí, ¿está bien? —Seguro. Encerrándola dentro, esperó hasta que oyó la cerradura de cobre cerrarse a un lado y luego se dirigió a la puerta principal. Abriéndola le echó un vistazo a Assail. El tipo estaba vestido directamente del armario de Butch, todo a la medida y conjuntado, adaptado como si la mierda hubiera sido dibujada en su cuerpo. Detrás de él, parados uno al lado del otro, un par de matones idénticos. El hecho de que fueran de negro holgado era una prueba, duh. Simplemente podía imaginar la potencia de fuego que se ocultaba bajo los abrigos. —Pensé que ibas a venir solo —dijo. —Tu rey quería conocer a mi equipo, aquí están. Mis primos. Rhage se inclinó. —Ese no es todo tu equipo, ¿verdad? —Te lo puedo asegurar, son los dos únicos que uso. Rhage dio un paso atrás y asintió con la cabeza para que pudieran entrar en el vestíbulo. — Tengo que registrarlos. —Estamos totalmente armados. —Y una mierda. Mientras los tres entraban en fila, Rhage señaló una enorme bandeja de planta sobre la mesa bajo un espejo dorado. —Las pistolas allí, y asegúrense que está todo el metal. Si encuentro algo sobre ustedes, les cortaré las pelotas. Clink, clink, clank, clank… ruido, ruido, ruido. Rhage no quería estar impresionado, pero tuvo que darles algún mérito. Buenas armas y un montón de cuchillos afilados. —Tú primero —le dijo a uno de los gemelos. El otro dio un paso adelante. —Házmelo a mí, mi hermano es un poco nervioso.

— ¿Disculpa? ¿Me perdí el momento en el cual te pusiste al mando, imbécil? —Hizo señas hacia el señor inquieto para que se acercara y lo registró—. Vaya, ahora te mereces una piruleta, porque eso fue taaaaan difícil. Ahora tú, con tu lista de demandas, ven aquí. Registró al número dos y luego fue hacia Assail, que había estado viendo el espectáculo como una serpiente. —Agradable perfume —murmuró Hollywood mientras abrías los brazos del tipo y registraba su sorprendentemente musculoso torso. — ¿Dónde lo conseguiste? ¿CVS99? — ¿Eres siempre tan grosero? —dijo Assail en un tono aburrido. —Eres la segunda persona que me pregunta algo así en las últimas cuarenta y ocho horas. — Pateó los caros y grandes mocasines italianos del tipo—. Si tienes un problema conmigo, rellena una queja con recursos humanos. —Que corporativo de tu parte. Rhage se enderezó después de registrar la parte inferior del cuerpo. —PTI: Vishous, hijo de Bloodletter es nuestro contacto personal. Prefiere las denuncias que se hacen en persona, diviértete con eso. Registrados los tres, caminó a las puertas cerradas de la sala de audiencia sabiendo que le seguirían. Abrió ampliamente las puertas, se paró al lado y fulminó con la mirada a los HDP mientras entraban en fila, uno por uno. —Assail —dijo Wrath—. Nos reunimos otra vez. —Y esta vez no hay balas —respondió el traficante de drogas. —Todavía no —murmuró uno de los hermanos. Los ojos de Assail recorrieron la congregación de gente. —Tienes bastante protección aquí. Wrath se encogió de hombros. —Tenía la opción de coleccionarles a ellos o estatuillas Hummel. Fue un empate. — ¿A qué debo el honor de una orden para comparecer? —Rehv, haz el trabajo. Ya sabes de lo que estás hablando. El devorador de pecados caminó lejos del fuego y sonrió como si fuera a comer algo.

—Tenemos razones para creer que estás participando en el mercado de las drogas en Caldwell. Assail no parpadeó. —Nunca he ocultado mi negocio. — ¿Has visto esto antes? —cuando Rehv lanzó un paquete en el aire, Assail lo atrapó y lo miró. —Heroína. —El símbolo es tuyo, ¿no es así? — ¿Quién lo dice? Rhage habló. —Hemos encontrado un número de estos en un lesser en un club que resulta ser propiedad de un amigo nuestro. Wrath sonrió fríamente mientras extendía su mano para acariciar el pelo dorado de su perro guía. —Así que puedes ver cómo esto nos pone en una situación incómoda. Estás usando al enemigo para difundir el producto, ¿no? De nuevo Assail no demostró ninguna reacción en absoluto. —Si lo estuviera haciendo, ¿cuál es el problema? —Estás canalizando dinero en sus bolsillos. — ¿Y qué? —No seas ingenuo. ¿Cómo cojones crees que se lo van a gastar? —Anoche, —dijo Rhage—, nos atraparon en un fuego cruzado entre la banda de bastardos y algunos lessers. ¿Adivinas lo que los no-muertos estaban disparando? AK-cuarenta y siete. Es el primer fusil de gran potencia que hemos visto en esta ciudad desde las redadas. Assail se encogió de hombros y levantó sus palmas. — ¿Cómo esto tiene que ver conmigo? Soy un hombre de negocios… Wrath se inclinó hacia delante en la silla. —Tu negocio está haciendo esto más peligroso para mis chicos. Y joder de esa manera fastidia mi mierda, gilipollas. Tu negocio ahora es mío.

—No tienes derecho a detenerme. —Si los tres no salen vivos de aquí, creo que el juego estará acabado, ¿no? Cada uno de los hermanos en la sala sacó una daga. Rhage se preparó para una explosión de algún tipo, pero Assail permanecía fresco como una lechuga. No se movía, no parpadeaba, no se quejaba. Tal vez el hijo de puta no tenía sistema nervioso central. — ¿Qué pensaste que iba a pasar? —Dijo Wrath—. Cuando me enterara, ¿creías que sólo iba a dejar que este gran jodido conflicto de intereses continuara? Hubo un largo periodo de silencio. Finalmente, Assail inclinó la cabeza. —Bien. Voy a dejar de venderles. Las fosas nasales de Wrath se abrieron como si testease el olor del macho. Un momento después dijo. —Bueno, ahora largo de aquí. Pero quiero que sepas, que si encuentro algo de esa mierda con un lesser, y voy a ir tras de ti y no para una conversación. Rhage frunció el ceño, pero como Wrath señaló con la cabeza la salida, abrió la puerta y vio de reojo como los tres salieron, fueron por su popurrí de pistolas y cuchillos, y rectificaron su deficiencia de hierro colectiva. Luego salieron por la puerta y se fueron de la propiedad. —Mintió —dijo Wrath con severidad. —Sabía que era muy fácil —murmuró Rhage—. ¿Por qué lo dejaste ir? —Quiero que lo sigan. —Wrath señaló con la cabeza a Rhage y V—. Ustedes dos. Si matamos a Assail no podremos encontrar a su proveedor y asegurarnos de que la sociedad lessening pierde todo acceso al producto. Sigan a ese hijo de puta, averigüen de dónde saca su mierda y luego hagan que el enemigo no tenga nada más para vender en Caldwell. —El rey se inclinó adelante en el sillón—. Y luego pongan un balazo en el pecho en cada uno de esos tres. —No hay problema, mi señor. —Rhage miró a V, quien asintió—. Dalo por hecho.

CAPÍTULO 49

Moviéndose rápidamente, pero no demasiado rápido, Maichen se deslizaba por los pasillos vacíos del palacio, en dirección a la cámara ritual de la reina. De vez en cuando, pasaba por guardias, otras doncellas e incluso un principal o dos. Ninguno le prestó atención, porque se escondía bajo la apariencia de su alter ego humilde. Si alguien hubiera sabido quién era debajo de la túnica azul pálido se hubiera provocado una gran conmoción. En cambio, cuando encontró su destino por casualidad, las guardias que custodiaban a la izquierda y a la derecha apenas la miraron. Estaban agotados al final de sus turnos y por eso era tan buen momento. ―Limpieza, ―dijo con una reverencia sumisa. Abrieron la puerta para ella y entró. El espacio sagrado era todo de mármol negro del suelo al techo y no había nada para disminuir los alucinantes efectos de estar todo rodeado de negro brillante, no había alfombras ni muchos muebles, sólo unos pocos empotrados en la esquina donde estaba escondida la comida y los repuestos. La iluminación provenía de lámparas que tenían grandes llamas en las mechas y de los aceites especiales que consumían y emitían un destello de color blanco verdoso. No miró alrededor. Hacía tiempo que había aprendido a no hacerlo. Había algo aterrador en la habitación, especialmente si pasabas algún tiempo apreciable en ella. Cuanto más tiempo te sentabas dentro de sus confines, comenzabas a perder el sentido de la orientación, hasta que no estabas seguro de si las cuatro paredes y todo lo de debajo y lo de encima habían desaparecido y te habían puesto en medio del gran cielo nocturno, suspendido sin gravedad en otra dimensión que no estabas seguro que alguna vez te soltara. Odiaba la habitación, pero había sido obligada a venir aquí. Su madre, la reina, estaba sentada en el centro de todo, de cara al norte, con una túnica negra que brillaba, caía al suelo a su alrededor y cubría su cabeza, haciéndola parecer una con el mármol. Hasta parecía que la piedra se había hecho líquida y buscaba como consumirla. Su madre estaba inmóvil, ni siquiera respiraba. Estaba en medio de la meditación del luto y eso era una buena noticia. Maichen fue a la esquina y abrió la escotilla del armario sin hacer ruido.

Ningunas de las comidas que habían dejado allí antes habían sido tocadas. Otra señal positiva. En menos de una hora, a medianoche, el sumo sacerdote, AnsLai, vendría a la presentación junto con el astrologo principal y realizarían los rituales con los fragmentos de meteoritos que se aplastarían y se consumirían como tés sagrados como una forma de comunión con las estrellas que determinaban todo para las sombras. Entonces habría un baño de sangre y el ritual del sexo. Después de lo cual la reina seria dejada otra vez a la deriva lejos de la tierra y de encontrar consuelo en su dolor, o "la pena" lo que era más apto. Era difícil creer que en realidad la hembra no sintiera nada por los que ella daba a luz. Ahora que se aseguró que el ritual todavía progresaba, Maichen retrocedió hacia la puerta. Antes de pasar a través de ella, miró a su madre. Había visto a la hembra sólo en ocasiones formales durante toda su vida, cuando Maichen habían sido llevada ante la corte con una túnica llena de nobleza, más bien como uno podría mostrar un jarrón o una preciada obra de arte. Salvo en aquellas inspecciones que eran por el beneficio del Territorio, ella vivía en cuartos sagrados que estaban rodeados por guardias. Nunca había sido visitada por la mujer que inmediatamente después de dar a luz la había entregado al cuidado del personal especializado en esa habitación de lujo que era una prisión. Así era la vida de la princesa de la s'Hisbe, sin embargo había encontrado una salida y había estado paseándose por el palacio bajo el disfraz de una criada, un sacerdote menor e incluso un astrólogo desde entonces. Maichen salió fuera y rápidamente se alejó. No había nada como descubrir a s'Ex, el amante favorito de su madre, teniendo una cita con dos hembras humanas, quien evidentemente había pasado de contrabando probablemente a través de la entrada trasera. Maichen no había tenido intención de descubrir su secreto, pero se había enterado que había una reja en lo alto de la pared y descubrió de que, si se desmaterializa en ella, podría viajar a lo largo de los conductos del sistema de calefacción y aire acondicionado. Desde hacía algún tiempo, esto no había sido nada más que un juego con el que pasar el tiempo y no había aprendido nada importante en su espionaje. Sin embargo eso había cambiado una noche, cuando lo había hecho, en su forma de sombra, miró hacia abajo a través de uno de los listones y encontró su primera y única vista del acto de apareamiento. Aunque... bueno, había habido una gran cantidad de partes del cuerpo, así que no estaba segura de lo que había visto exactamente.

Debía haber hecho un sonido o algo, porque s'Ex se había congelado y mirado hacia arriba, mirándola a los ojos incluso mientras las humanas se mantenían en movimiento y arrastrándose contra el... s’Ex había llegado a su celda inmediatamente después y le había ofrecido su pequeño trato. A cambio de mantener lo que había visto en privado ya no tendría que utilizar el sistema de ventilación, se le permitía dejar su cuarto siempre que se quedara en el palacio y se mantuviera debidamente camuflada. La indiscreción de s'Ex bien podría haber sido su muerte. Las sombras creían que el apareamiento era un acto sagrado y la reina se habría enfurecido al saber que ciertas partes del cuerpo de algo suyo había sido expuesto esencialmente a las partes del cuerpo de los humanos en virtud de las hazañas de s'Ex. Ese macho se suponía que era suyo y sólo suyo, todo el mundo lo sabía. ¿Y esas mujeres humanas? Él bien podría haber tenido ovejas en la cama. Cuando Maichen camino a lo largo moviéndose a través de los pasillos, su estómago comenzó a hacer flip-flops. Al crecer, se le había concedido un poco de privacidad, de modo que podía enviar a todos los sirvientes a distancia desde sus aposentos y había ejercido ese privilegio una vez más esta noche: Antes de ir a vigilar que su madre estaba de riguroso luto, le había dicho a sus sirvientes que se apartasen de su cuarto porque estaba agotada por el estrés y deseaba algo de intimidad mientras se realizaban los rituales requeridos para ella. Ninguno la había interrogado y nadie volvería hasta después del amanecer. Sería fácil utilizar el sistema de ventilación y escapar hacia el mundo. Reunirse con su prometido y el hermano de él y... Bueno, no sabía qué. Estrellas del cielo, ¿Realmente iba a hacer esto? ni siquiera estaba muy segura de donde estaba la cabaña de la que había hablado. No, esto era temerario, estúpido e imprudente… Una imagen de iAm de pie desnudo ante ella cortó todo pensamiento. A medida que su cuerpo comenzaba a calentarse desde adentro hacia afuera, se dio cuenta que, a pesar de todo lo que su mente pudiera decirle, su cuerpo iba a llevarla con él. Iría. El cielo la ayudara... pero iba a ir. Y enfrentaría las consecuencias, fueran las que fueran, más adelante.

CAPÍTULO 50

Trez sólo necesitaba echar una ojeada para acojonarse. Cuando se trataba de Storytown, solo era bueno en los paseos para niños. Cosas como los Teacups y el Dragon Tail que eran un soplido que no dejaba el suelo y apenas te daba una brisa en la cara o el carrusel con su música de ascensor y aquellos empalados y duros caballos y unicornios subiendo y bajando. Hablando de palos arriba y abajo... ― ¿Estás lista para ir a casa? ―Preguntó. Selena lo miró. ―Lo estoy, esto ha sido muy divertido. ―Lo sé, ¿verdad? La mejor noche de mi vida. Ella se apoyó en su cuerpo dándole un apretón. ―Sin embargo eso no es completamente cierto, pensé que lo perderías en la montaña rusa. Él se detuvo, girándola alrededor, apartando el pelo de su cara. ―Estaba contigo, así que fue perfecto. El beso se suponía que era uno de esos de lo-es-y-punto, una afirmación rápida que significaba lo que había dicho, pero él había estado esperando para acostarse con ella toda la noche y antes de que se diera cuenta, la tenía pegada contra él, sus pechos empujando contra su pecho, sus caderas apresadas entre sus manos y su lengua acariciando la suya. ― ¿Quieres salir de aquí? ―gruñó de nuevo. ―Sí, ―dijo ella contra su boca. Probablemente era hora de todos modos, pensó con una rápida mirada a su reloj… yup, Once y Cuarto de la noche. A pesar de que su pene tenía prisa para irse, no quería perderse el paseo de vuelta hacia donde el coche estaba aparcado. Con su brazo alrededor de sus hombros y sus acompasados pasos, caminaron por el camino que los llevaba por todos los paseos que habían hecho, más allá de la mesa de picnic azul donde habían tomado el perrito caliente y la hamburguesa, alrededor del puesto de algodón de azúcar en el que habían conseguido un gran cono del color del pelo de Marge Simpson y habían arrancado trozos para alimentarse mutuamente.

―No te conseguí un animal de peluche ―dijo. ― ¿Comprarme uno? Oh, no lo necesito… ―No, ganar uno para ti, en un campo de tiro con un revólver. Ella le lanzó una mirada por debajo de sus párpados. ―Ya sé que puedes hacer por mí. ¿Recuerdas cuando comiste algodón de azúcar? ―Sí... ―Tu lengua era muy buena en eso. Cuando todo tipo de gloriosas imágenes de ella desnuda con los muslos abiertos le golpearon tuvo que preguntarse sino había allí un hotel de camino a casa. ―Dios, ojalá fuera verano ―se quejó. ―Ah, ¿sí? ―Podría empujarte a un rincón oscuro y bajar esos pantalones. ―Podrías hacer eso ahora, ya sabes. Él se detuvo. ―Hace mucho frío. ― ¿De verdad? ―Ella le tomó las manos y tiró de ellas―. Mira, por aquí no hay luces y esta abrigado. Efectivamente, el centro de visitantes estaba con las luces apagadas porque estaban sólo ellos, era una instalación en forma de estrella con múltiples entradas que sobresalían de su cuerpo central, creando focos de densa y privada oscuridad. ―Nadie va a vernos ―susurró contra su garganta. Sin ningún tipo de luces exteriores, la coyuntura en la que le hizo entrar estaba oscura como boca de lobo y su sexo golpeó contra el botón antes de que su cerebro lo hiciera. Girándola para mirarla, la besó con fuerza y apretó su espalda contra el revestimiento pintado, con las manos metidas en su parka en busca de sus pechos. Sus pezones estaban apretados y los pellizcó a través de su sujetador y su blusa, apretándolos y luego masajeándolos cuando él metió el muslo entre sus piernas.

―Joder, he querido hacer esto toda la noche ―dijo antes de tomar sus labios de nuevo. Ella estaba caliente y húmeda debajo de sus manos y contra su cuerpo, lista, tan jodidamente lista como él. Quería tenerla totalmente desnuda, realmente había algo malditamente caliente con la idea de ella así y él completamente vestido, y entonces sería capaz de llegar a sus pezones con la boca. Sin embargo hacia demasiado frío para eso y además estaban para un polvo rápido en este lugar oculto, pero no le gustaba la idea de que alguien la viera en ese estado, toda gloriosamente desnuda y caliente como el infierno. El macho vinculado en él sería el responsable de desgarrar con sus colmillos a un pobre “buen samaritano humano”. No era el final romántico para la noche que estaba buscando. Sus manos bajaron a la cintura de sus pantalones y fue un caso de desenganchar, empujar y bajar. Eran de campana, gracias joder, y uno de los lados se deslizó fuera de su zapato como en un sueño. ― ¿Quieres mis bragas? ―Preguntó entre respiraciones jadeantes. ―No, voy a joderte con ellas. Y así lo hizo, agarró su perfecto culo y la levanto del suelo. Rodeó su cintura, llegando desde atrás, acariciándola, sintiendo cómo estaba de lista, lo caliente que estaba, lo desesperada que estaba. Quería pasar toda la noche allí, en cambio, él empujó la seda a un lado, y… ―Oh, Dios, Selena, ―dijo entre dientes. Suave y caliente, apretado y vital, la penetración lo sacudió y lo mantuvo de pie al mismo tiempo. Cuando comenzó a moverse, se aferró a su culo y ella se echó hacia atrás y hacia adelante. Su cabello estaba en su rostro, su olor estaba en su nariz y ella era una marea abrumadora que le hacía querer ahogarse. Más Rápido. Más Fuerte. Ella llegó primero y le encantaba eso, sus apretones rítmicos le exprimían aún más. Y entonces él saltó por una montaña rusa en la que estaba dispuesto a viajar por la eternidad, su polla pulsando dentro de ella y el orgasmo atrayendo sus almas más cerca. Cuando todo terminó, jadeó contra ella hasta que le preocupó estar aplastándola. ―Lo siento…

―Mmmm. ―Ella se fue hacía su boca, chupándole el labio inferior y pellizcándolo―. Más. Al instante, estaba listo para ir de nuevo, pero incluso mientras sus caderas comenzaron a bombear, tuvo que detenerse. ―Casa ―gruñó―. Tenemos que hacer esto en casa. ― ¿Sigues preocupado por el frío? ―Ella arrastraba las palabras, pasando los colmillos desde su mandíbula a su yugular―. Me siento tan caliente aquí. Trez gimió y se tambaleó en sus botas. ―Soy codicioso, quiero más acceso a ti del que puedo conseguir aquí. Su risa era como una caricia sobre su piel desnuda. ―Entonces, cueste lo que cueste llévame a la cama. Era imposible conseguir meterse totalmente de nuevo en los pantalones. Especialmente cuando se inclinó al suelo y se topó de frente con su sexo. Apretando los dientes, se las arregló para conseguir vestirse y acomodarse la bragueta sin pillar a su hombre de las cavernas. Y entonces era un caso de pasear despreocupadamente fuera de las sombras, haciendo como si nada cuando tiro de ella acercándola a su lado. ―Eso ha sido muy sorprendente ―susurró―. Todavía puedo sentirte dentro de mí. Trez comenzó a caminar divertido. Era eso o romper algo a lo que no se podía poner un yeso. En el momento en que fue hacía el coche ya estaba calculando la ETA exacta hasta su dormitorio, suponiendo que fuera a ciento cincuenta kilómetros por hora. Hey, era un Porsche, ¿verdad? Abriendo la puerta para ella la sentó, cerró y luego fue con el culo follado hacia el lado del conductor. Al segundo que su culo golpeó el asiento y encendió el motor. ― ¡Oh. Frío! ―ella gritó. La calefacción se apagó cuando la había cerrado y ahora el potente ventilador estaba echando frio ártico. Ambos se echaron hacia adelante, golpeando varios botones y perillas. La música explotó fuera del sistema de sonido Burmester, gracias a la línea de Sirius y antes de que pudiera apagar la cosa, DJ Khaled con "Hold You Down" sonó.

―Espera, ―dijo―. No, déjalo encendido. Al salir, fue en torno a su lado otra vez, abrió la puerta y le ofreció su mano. ―Baila conmigo. ― ¿Qué? ―Baila conmigo, mi reina. Arrastrándola a salir de su asiento, se la llevó a la parte delantera del Porsche, frente a los faros, tirando de ella cerca. Juntos se movieron, combinando sus cuerpos, con los dedos entrelazados, la música resonando en el aparcamiento y el parque de atracciones abierto como una sala de baile privada. ―Para siempre... ―murmuró contra ella―. Voy a mantenerte aquí. Trez acurrucó su cabeza sobre su hombro con su cuerpo que era mucho más grande a su alrededor, abarcándola, protegiéndola y amándola. Juntos bailaron dentro y fuera de la luz de los faros.

*** Arriba en la torre de seguridad, iAm observó a su hermano tomar a Selena desde atrás del coche y traerla en torno a la parrilla delantera. No sabía qué canción estaba sonando y no era que le que importara. Solamente verlos a los dos juntos y moviéndose como uno, desplazándose con la música, pegándose entre sí tan cerca, era suficiente. iAm se encontró teniendo que frotar sus ojos para eliminar las lágrimas. Era condenadamente difícil de mirar. Dando la vuelta alejándose, se paseó por el estrecho espacio y pensó en como Trez odiaría estar tan alto en el aire, nada más que con el ángulo de vista y la caída al suelo que se veía. El macho siempre había odiado las alturas, hasta el punto en que había sido un milagro conseguir que aceptara un apartamento en el piso dieciocho del Commodore. Estaba mirando a la montaña rusa cuando, unos minutos más tarde, su teléfono sacudió con un meneo el bolsillo de su chaqueta de cuero. Cogió la cosa y la saco. “Es hora de irse”, era todo lo que decía el texto. Casi de inmediato un segundo mensaje de su hermano llego. “Muchas gracias.”

Trez nunca deletreaba las palabras en los mensajes de texto. Así que debía ser realmente serio. iAm vaciló con su respuesta. Luego envió “Me alegra ayudar. Vuelvan a casa.” Fue a poner la cosa de nuevo en su chaqueta cuando vaciló. “entonces, iré a comprobar las cosas.” Era un texto que había enviado un millón de veces en el último par de años y de hecho, lo decía en serio. Iba a ir a ver el restaurante y el club para ver cómo estaban funcionando y si alguien necesitaba algo. Eso era exactamente lo que tenía que hacer a continuación y exactamente lo que le impediría ir a esa maldita cabaña. Era hora de salir. Con nadie más alrededor para ser testigo, era libre de desmaterializarse a donde había aparcado el BMW X5 que él y su hermano habían estado compartiendo. Un momento después, el Porsche fue liberado de la puerta lateral y siguió a su hermano a una distancia discreta a través de los dos acres vacíos del aparcamiento como hacia Manny en una ambulancia convencional. Todo el camino de vuelta al complejo de la hermandad, iAm tuvo esa imagen de su hermano y Selena en su mente, de ellos dos bailando delante de los faros como un par de adolescentes. Lástima que estaban en una novela de John Green. ¿Cuántas noches más tenían juntos?, se preguntó. Mierda, tenía un pensamiento morboso con eso, pero había un reloj que funcionaba, con cada hora que pasaban más en este lugar era más probable que Selena se derrumbarse de nuevo. Y entonces ¿qué coño iba a hacer con su hermano? Jesucristo, Trez iba a ser inmanejable. Con esos pensamientos felices moviéndose a través de su cabeza, perdió la noción del tiempo y antes de que fuera consciente de haber cubierto cualquier distancia alguna atravesó el mish que cubría el camino hasta la mansión, Manny se debía haber roto la cabeza en el camino de regreso con la ambulancia. Esperaba que Selena nunca fuera a conocer las precauciones que se tomaban en su nombre. Hubiera sido un aguafiestas. ¿Cómo podría no serlo? iAm tuvo cuidado de mantener la distancia como la última vez, antes de que se acercaran a la mansión, dando tiempo a Trez para llegar a su interior. Cuando finalmente lo hizo atravesando el el patio, fue alrededor de la fuente y aparcó junto al GTO de Rhage. Aunque no iba a estar allí mucho más tiempo,

el hermano siempre lo movía al garaje durante los meses de invierno. El Porsche de Manny estaba en la base de la escalera, su parte superior hacia arriba, la llave puesta sin duda para poder llevarlo luego al aparcamiento ya que él también iba de camino al centro médico por el subterráneo del centro de formación. iAm apagó el BMW, salió y cerró con llave a pesar de que no lo necesitaba y se estancó. Mirando hacia el cielo, vio su respiración saliendo de su boca a la deriva y desaparecer. Esa imagen de Trez y Selena bailando era como un perro con sus colmillos clavados en su cerebro, la memoria se negaba a ceder y no le daba vergüenza admitirlo, porque estaba pensando en todo lo que su hermano estaba a punto de perder o porque estaba haciendo hincapié en cómo recoger al pobre bastardo del pavimento cuando las cosas llegaron a una mala conclusión. En cambio, él se preguntaba... Mierda, se preguntaba cómo se sentía al mantener una hembra apretada contra su cuerpo. Tener su olor en la nariz y las manos en los hombros, la cintura y las caderas. Quería saber lo que era tener su cara girada hacia la suya y… Bueno, tenía que olvidarse de todo eso. Debido a que nada le estaba pasando a él, ni ahora, ni dentro de media hora si se iba a la cabaña, ni en una semana o un mes o un año a partir de ahora. Como si fuera una señal, una brisa fría llegó disparada como si el universo quisiera subrayar todo lo frío y solitario que estaba. El sonido de la puerta exterior del vestíbulo abriéndose le llamo la atención. Le gustaba Manny, pero no necesitaba al tipo saliendo a jugar a los coches de choque y descubriéndole. No era el buen doctor. Trez estaba saliendo de la casa, corriendo por los escalones de piedra que encabezaban el patio. Mierda. iAm puso la mano en su teléfono por si necesitaba llamar... cualquiera. ―Hey, ¿está todo…?

No llego a terminar, su hermano le envolvió en un abrazo de oso. ―Muchas gracias por esta noche. Al principio, iAm no sabía cómo responder. Él y su hermano no eran cariñosos uno con el otro. ―Estaba tan contento de que estuvieras allí. Eso significa todo para mí. iAm tuvo que aclararse la garganta. ―Yo, ah... Trez sólo apretó más fuerte. Con cautela, iAm puso sus brazos alrededor de Trez. El movimiento se sintió raro, pero cuando por fin abrazo al macho todo cambio, sintió que su hermano se estremecía. “Lo siento, hombre”, dijo en su cabeza. No quería nada de esto para ti. El frío viento continuaba soplando y después de un largo momento dio un paso atrás. Trez se había deshecho de su chaqueta y se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones. ―Recibí tu mensaje, me siento mal por acabar volcando todo esto sobre ti. ―Está bien. ―No lo está. ―Trez, tienes que estar con ella y cuidar de tu hembra. Eso es lo más importante, el resto es sólo conversación. Esos ojos oscuros se centraron en algo por encima del hombro izquierdo de iAm o tal vez fuera lo que fuera lo que estuviera por encima de la oreja. ―En serio, no sé por qué estás aquí perdiendo el tiempo conmigo ―iAm murmuró. ―Quiero más para ti que esto. ―A mí me gusta mi trabajo, el Sal´s está bien. La mirada de su hermano se centro en él. ―Eso no es de lo que te estoy hablando y lo sabes. iAm se unió al club de la rutina de puños en el bolsillo. ―Basta de hablar, vete con tu hembra.

Trez era un hijo de puta de cabeza dura, capaz de grandes actos infernales. Pero iAm, como de costumbre, veía a través de él. El macho se dio la vuelta, pero estaba sólo a medio camino de la entrada de la mansión antes de que se detuviera y mirara por encima del hombro. ―No pierdas toda tu vida conmigo, ¿De acuerdo? ―Trez negó con la cabeza―. No soy digno de ella y tú eres digno de algo más que eso. iAm puso los ojos en blanco. ―Deja de pensar y comienza a caminar de nuevo. ―Pregúntate a ti mismo lo que va a quedar para ti después de que me haya ido. Si eres honesto, no creo que te vaya a gustar la respuesta más que a mí. Y me sobran los todo-va-a-estar- bien. Ninguno de nosotros es tan ingenuo. ― ¿Por qué te estás entreteniendo con esto? En serio Trez. ―No es entretenerme, es el tipo de mierda que te come vivo cuando amas a alguien. En ese punto, Trez siguió su camino, subiendo los escalones de piedra y desapareciendo a través del umbral de la puerta. iAm cerró los ojos y se dejó caer contra la camioneta. No le hacía falta ese pequeño monólogo de su hermano en su cabeza ahora mismo. Realmente no lo necesitaba.

CAPÍTULO 51

Las manos de Selena estaban rígidas. De pie en el mostrador de la cocina de la hermandad, trató de abrir una lata de coca cola y encontró que sus dedos se negaban a agarrar la anilla. En lugar de tirar del borde de metal, saltaban por encima. Mientras todo tipo de alarmas se encendían en su cabeza, controló el pánico y se recordó a si misma que había pasado tres horas en el frío sin guantes. Cerró suavemente los puños, soplando dentro de ellos y después agitó sus brazos. Crujiendo sus nudillos, no intentó buscar otros problemas en otras partes de su cuerpo. Sin embargo, las personas que tenían su enfermedad podían tener en menor grado congelados sus ligamentos. Se enfrentó a la lata de nuevo, su corazón palpitaba fuerte cuando se acercó a la lata una vez más mirándola. Examinó las manos y los dedos desapasionadamente, como si estuvieran unidos a las muñecas de otra persona, movidos por el cerebro de otra persona. ¡Crack! ¡Fizz! Exhaló y tuvo que estabilizarse sobre el granito. — ¿Estás bien? Encubriendo el alivio, sonrió mientras Trez entraba desde el comedor. —Tomando un refresco. Tengo sed. — ¿Cómo está tu estómago? —Muy bien. ¿Y el tuyo? Mientras llegaba hasta ella, tuvo la sensación de que también le estaba escondiendo algo y fue un shock descubrir que a pesar de su gran discurso de “vivir con la verdad” después que hubiera salido del último ataqué de arresto, quería mantenerlo en secreto para él, tal como quería mantenérselo a ella misma. Habían tenido una noche tan maravillosa que lo último que necesitaba era arruinarla con una conversación intensa que sólo dejaría al descubierto problemas que no podían ser resueltos y

preguntas que no iban a ser contestadas hasta que fuera demasiado tarde. ―Tums, está bien. ― ¿Quieres que subamos? ―Ella forzó otra sonrisa ―Eso estaría genial. Recogiendo su refresco, tomó la palma que le ofreció y salió con él a través del comedor hasta el vestíbulo. La casa estaba esencialmente vacía, los hermanos trabajando, Wrath viendo civiles, Beth, Marissa y Mary en Lugar Seguro, Bella cuidando a L.W, Nalla arriba en la nueva guardería y los doggen atendiendo sus funciones. Todo esto iba a continuar cuando ella se hubiera ido, pensó. Todas las puertas abriéndose y cerrándose, menús planeados y consumidos y personas viviendo sus vidas. Queridísima Virgen Escriba, quería quedarse con ellos. No quería ir a lo que bien podría ser la nada y una absoluta desconexión de quién era, de lo que le importaba, de lo que ella pensaba y sentía. Se iría. No quedaría nada. Había sido entrenada… no, programada realmente para creer en el más allá y servir a la madre de la raza y adherirse a las tradiciones que ella no había establecido, y no se había ofrecido voluntaria ni le habían preguntado si aceptaba. Llegando al final de su vida, deseaba haber preguntado, desafiado y haber tenido voz. Tanto tiempo perdido. Cuando empezó a subir las escaleras con Trez, se preguntó, si había un Fade y si la gente seguía allí; ¿por qué la Virgen Escriba exigía que todo en la tierra se registrara en el Santuario? ¿Por qué todos esos volúmenes y volúmenes de vidas vividas, si después de la muerte, la gente todavía existía solamente que en una forma diferente? Había que preservar lo que podría perderse. Su corazón comenzó a latir, un terror repentino se afianzó. ― ¡Oh, mierda! ―suspiró Trez. ―No sé lo que estoy pensando. Es probablemente una tontería… ―Claramente, leía su mente.

Lanzó su mano libre hacia la barandilla y se agarró. ―Trez. ¿Qué te pasa? ―Mierda. Joder. ―La miró, pero sus ojos estaban desenfocados―. ¿Puedes ayúdame a llegar a la habitación? no puedo ver… ―Queridísima Virgen Escriba, déjame llamar a Doc. Jane. ―No, no, es sólo una migraña. ―Se estabilizó con ayuda de ella―. No tengo mucho tiempo. Tengo que subir a un cuarto oscuro y tumbarme. ―Déjame llamar Doc. Jane. ―No, como recuerdas, he tenido estas toda mi vida. Sé lo que viene. Va a ser un infierno durante ocho horas, pero realmente no puede dañarme. Selena intentó sujetar su peso tanto como pudo mientras se movían hasta aterrizar en el segundo piso y luego cruzaron la puerta hacia el tercer piso. Su cuerpo se movía lentamente, y en algún momento, él rindió su visión totalmente, cerrando los ojos. De alguna manera, ella consiguió llevarlo hasta su habitación y tumbarlo en la cama. ―Oscuro va a ayudar ―dijo, poniendo su antebrazo sobre su cara―. ¿Y puedes traerme una papelera? Dándose prisa, ella apagó todas las luces excepto la del baño y se aseguró de que hubiera un recipiente al lado de su cabeza. ― ¿Quieres que te quite la ropa? ―Sí. De acuerdo. Esto no era exactamente la experiencia que ella había estado esperando, pero otra vez, su humor se había arruinado incluso antes de esto. Y mientras conseguía hacerlo, oh, era tan cuidadosa con él, ayudándolo con su chaqueta, y luego quitándole sus botas, los calcetines y acabando con sus pantalones. ―Voy a quedarme con la camisa. No tengo energía para más. ―Él capturó su mano y tiró de ella y la sentó al lado de su cadera―. No es la forma en la que había planeado terminar esta noche.

― ¿Qué más puedo hacer por ti? ―Ella le besó la mano. ―Déjame quedarme tumbado durante las próximas seis a ocho horas. Y no te preocupes, como te he dicho, todo esto, desde el dolor de cabeza hasta las náuseas. Desafortunadamente es normal. ― ¿Qué causa esto? ―Estrés. ― ¿Quieres que llame a iAm? ―Mierda, no. Ya tiene demasiado encima. En realidad, creo que lo tengo por él. ― ¿Hay algo mal con él? Cuando Trez se quedó en silencio, ella quería presionar, pero estaba enfermo. ―No tienes que irte, ―dijo él. ―No quiero molestar. ―No lo haces. ―Frotó las manos de ella con las de él y sus labios, que eran la única parte de la cara que mostraba, le dieron una sonrisa. ―Me encantan tus manos. Te he dicho eso, ¿verdad? Son tan lisas y suaves… con largos dedos. Mientras él recorría con sus dedos desde el interior de la muñeca a la base de sus dedos, sintió como su pánico desaparecía. Ya no sentía nada extraño en las articulaciones. Así que definitivamente había sido el frío. Poco después él dejó salir un gemido suave, su boca aplanándose, su cuerpo en tensionado. Y entonces empezó a tragar. ―Necesito que te vayas, ―murmuró―. Lo siento, no quiero que veas esto. ― ¿Estás seguro? ―Por favor. Ahora. ―Era lo último que quería hacer, pero se puso de pie. ―Estoy en la casa, ¿vale? no me voy a ir. Llámame si tú… Se puso de lado y alcanzó el cubo. Se detuvo sobre él, abrió los ojos y le lanzó una mirada agotada.

―Tienes que irte. ―Te amo, ―dijo, corriendo hacia la puerta―. Desearía poder ayudarte. No estaba segura de que siquiera la hubiera escuchado mientras se deslizaba hacia fuera, y justo cuando cerró la puerta, los sonidos de las arcadas le provocaron una mueca de dolor. Por una fracción de segundo, pensó que podría acampar en el pasillo fuera de su habitación. Pero entonces, mientras se debatía donde se iba a sentar en el suelo, se dio cuenta de que no podía conseguir quitar su agarre de la manija de la puerta. Su mano se había congelado en el bronce.

*** ―Por supuesto no renunciaré. No seas tonto. Mientras Assail se dirigía a sus primos en la cocina de su casa de cristal, estaba en un estado de ánimo feroz y se hundió aún más en la ira después de la pregunta de Ehric. ―Pero el rey… ―No tiene derecho a interferir en los asuntos de comercio que influyen hacia los seres humanos ―Él evitó convenientemente pensar o comentar sobre el tema de conflicto de intereses―. Y no tengo ninguna intención de cumplir con esa orden suya. ―Entonces, ¿Cómo procedemos? ―Nos va a seguir. Es lo que yo haría si fuera él. Quiero que ustedes vayan a dar la advertencia a mi colega. Vamos a suspender brevemente las operaciones y a reconocer el terreno. ―Aye. Después de que los dos se fueran, se quedó en su cocina de forma que cualquiera de los hermanos que estuviera alrededor de su casa lo tuviera a la vista. Tomando su frasco de cocaína, descubrió que estaba, una vez más, casi vacío, pero al menos era suficiente para sacarle del apuro. Cuando terminó de inhalar, entró en su estudio al otro lado de su casa. También tenía ventanas de cristal, y encendió la lámpara de escritorio así ellos podrían mantener un ojo sobre él. Sentado, miró los montones de papeles que tenía. Cuentas de inversión. Cuentas de corretaje. Dinero de los Estados

Unidos y el extranjero. Creciendo, creciendo, creciendo. La fortuna a su disposición había alcanzado otro nivel, hace un mes el dinero blanqueado de las Islas Caimán fue transferido a cuentas más legales en el Reino Unido y Suiza. Demasiado y todo ello acumulando intereses, dividendos y cotizándose. Había empezado en el negocio de tráfico de drogas poco después de haber llegado a América desde el Viejo País hacía un año, ya lo había estado haciendo muy bien por sí mismo incluso para sus estándares. Ahora, había el doble de esa cantidad en sus diversas cuentas. Recogiendo al azar un fajo de papeles, miró su informe de fin de mes. El informe diario en su computadora era aún más reciente. A pesar de su generosidad, la idea de que Wrath se interpusiera en sus actividades lo enfureció hasta su médula ósea. Pero por una razón no se la admitiría a nadie. Sin esto... no tenía nada. Lo que empezó como una extensión de sus negocios europeos se había convertido en su raisond'être, el único propósito que tenía en su vida, lo único que lo sacaba de la cama por la noche, vestirse y salir por la puerta. Para ser justos, siempre había disfrutado de hacer dinero. Pero desde el invierno pasado... Maldiciendo, se recostó en su silla de cuero y puso la cabeza en su mano. A continuación, sin mirar, alcanzó el bolsillo interior de su chaqueta y sacó su teléfono. Había memorizado el número de Sola hace mucho tiempo. Pero no la había llamado. No desde que se había mudado de Caldwell a Miami con su abuela. No, desde que ella se había alejado de aquí para salir de la clase de vida criminal que él estaba llevando. Entrando en su teléfono, fue al teclado numérico. Como tantas veces antes, dio un puñetazo en la secuencia de diez números, uno tras otro, su dedo encontrando y siguiendo el patrón que sabía de memoria. No, no la iba a llamar. Pero hacía esto por hábito: diez números que no eran otra cosa que azar para él, marcó y los borró sin haber pulsado "enviar". ¿Si el rey le quitaba su sustento? Entonces no iba a tener nada que hacer sino cocerse en el hecho de que

la mujer que quería era totalmente inalcanzable. Mujer. No hembra. Era humana, no vampiro. Diablos, ella no sabía ni siquiera que existían los vampiros. Y allí finalizaba el tema. Incluso si dejaba la venta de drogas. No era como si pudiera ir a Miami, aparecer en su puerta y ser todo como, ¡Hey! Vamos a retomarlo donde lo dejamos. No iba a suceder, porque tarde o temprano, la verdad sobre su especie saldría y entonces ¿qué iban a hacer? Por alguna razón, la quietud y el silencio de su casa de cristal le calaron, recordándole exactamente cómo de solo estaba, y estaría si dejase su drogadicción. Diablos, sus primos no iban a conformarse con sentarse y llorar la muerte de una mujer de la que no estaban enamorados, podría perderlos a ellos también. Dios era bastante patético, ¿verdad? Más al punto, ¿qué iba a hacer? Con la cocaína que chisporroteaba en sus venas, su cerebro hizo un repentino A + B = C cálculo que se basó en una idea totalmente ridícula. Que no obstante le ofreció una solución bastante impresionante para todo esto. Enderezándose en su asiento, frunció el ceño y miró alrededor de la habitación, sus ojos en hicieron un barrido del lugar mientras su cerebro hilvanaba, hilvanaba, escogía y desmenuzaba el plan. Cuando no halló fallo alguno, borro los dígitos de Sola de la pantalla de su teléfono y marcó a Ehric. Cuando salto el buzón de voz, pensó que probablemente estaban todavía desmaterializados. Un segundo después, sonó su teléfono y respondió; no se molestó en saludar. ― ¿Le has dejado ya el símbolo? La respuesta de Ehric fue amortiguado por el viento que hacia abajo en el río. ―Acabamos de llegar. ―Espéralo. No se dejen ver. Assail continuó dando instrucciones, y al final de todo, la respuesta de Ehric fue perfecta.

―Como tú desees. Assail finalizó la llamada y se hundió en la silla. Tomó una respiración profunda, maldijo. Esto iba a ser un montón de trabajo. Pero era la única solución que parecía tener. ¿Además, el hecho de que esto le conseguiría un futuro notorio? Era exactamente lo que quería. ¿Y si no funcionaba? Bueno, entonces estaría muerto y ya no le importaría nada. Ni la mujer que anhelaba con cada centímetro de su cuerpo y todo su negro y bastardo corazón. Su madre lo había conseguido con ese nombre suyo. Marisol en efecto había robado su alma.

CAPÍTULO 52

iAm no había tenido intención de que las palabras de Trez calasen más de lo que la brisa lo hizo cuando habían estado en el patio. Había planeado entrar, comer algo rápido y olvidarse de toda la conversación se había producido. Continuar con su noche yendo a los clubes y al restaurante. Mover papeles, tomar el control, tomar decisiones concretas y solidas. En cambio, estaba atrapado en el vestíbulo, mirando hacia los tres pisos del alto techo que había sido pintado por algún gran artista. El tema era, suponía, inspirador: héroes en valientes corceles, luchando en las nubes, guerreros celestiales que eran valientes y fuertes y luchaban en el lado de los justos. Pero toda esa gloria no era por lo que había entrado en el modo de pausa. El destino de Trez era un castillo de naipes, algo delicado, difícil, que había tenido que ser gestionado durante toda su vida. Cada movimiento que iAm hacía tenía que ser cuidadoso, deliberado y calculado con el objetivo de la supervivencia. La supervivencia de su hermano. Su virginidad con siglos de antigüedad era debido a ello. Demonios, ni siquiera había mirado a una mujer, como, nunca. Daba igual si veía a Trez follar en los clubes, mirando porno arriba, si le contaba lo que había hecho encima de su escritorio, en la parte de atrás de un coche o fuera en el maldito estacionamiento, iAm nunca tuvo ningún interés en nada de eso. Él había sido un hijo de puta recto. Madre-no-hijo de puta, por así decirlo. Y sí, también había intentado pensar en la posibilidad de ser gay, preguntándose si podría sentirse atraído por hombres o machos. Nop. Había llegado al punto en el que, si no fuera por el hecho de que las lavaba todas las noches, se habría preguntado si aun tenía sus pelotas. Pregúntate a ti mismo lo que va a quedar para después de que me haya ido. Si eres honesto, no creo que te vaya a gustar la respuesta. Sin ser consciente de haber llegado a una decisión, iAm giró sobre sus talones y salió por el vestíbulo.

En la enorme escalera de entrada de la mansión gris, se puso de pie en el viento... ... Y luego tomó vuelo. En el viaje a su destino, los flashes del pasado lo golpearon: Trez escapando del palacio. Él siendo retenido hasta que prometió traer de vuelta al macho cosa que en la actualidad era lo último que tenía intención de hacer. Una locura de caza. La cabaña de Black Snake Mountain. Cuando iAm recupero su forma, tuvo un momento de subidón, náuseas subiendo por su garganta mientras tomaba forma en la harapienta estructura con su áspero revestimiento vertical y tejas de cedro, la chimenea de roca sobresaliendo de la línea del techo con aspecto de diente. Era... exactamente la misma. No exactamente la misma, con diferentes ventanas o cultivos de arbustos o árboles que habían caído o maleza. No, por una fracción de segundo estuvo seguro de si esto estaba pasando hace años o ahora. Sacudiéndose, caminó hasta la puerta principal. Las bisagras crujieron cuando se abrieron, pero al menos estaba mejor preparado para lo que vio. Precisamente la misma. Desde la disposición de los muebles sin florituras, con el olor a viejo del fuego, a las corrientes de aire que entraban a través de las paredes. Cerró la puerta detrás de él y caminó alrededor, sus botas haciendo que las tablas del suelo de corte basto gimieran y crujieran. A lo largo de la chimenea río-rock, se encontró con un generoso suministro de madera que adivinando debían haber dejado allí los últimos cazadores en pago por usar el lugar. Sus manos temblaban cuando encendió los candiles y empujo agujas de pino debajo de la llama. Fue capaz de encenderlas con suavidad debido a su gran experiencia con placas de gas temperamentales, las encendió, y las avivo con suavidad. Se dijo que era una pérdida de tiempo y de calor. Ella no iba a venir. No había manera de que fuera a venir. Estaba decidido a esperar por una media hora o así, dejar a su cerebro revolcarse en la oscuridad, ese territorio peligroso y después apagar el fuego y volver a Caldie. Los clubes. El debería ir primero a los clubes después……

El sonido de la apertura de la puerta chirriante le hizo ponerse rígido, el olor de Maichen inundó el interior. Alzo su cabeza, levantó sus ojos. Y allí, en la puerta, se materializó, sus ropas ondeando por el frío viento que se movía detrás. Ella era un mezcla entre un fantasma… y los pedazos de un alma rota. Y de la forma como él la miraba, sabía exactamente por qué ambos habían venido.

CAPÍTULO 53

Selena atravesó lentamente el largo túnel subterráneo hacia el centro de entrenamiento. Era cosa de poner un pie después del otro, desde la base de las escaleras cortas que conducían a la vía de paso subterráneo hasta la puerta que abría el cuarto de la oficina. Cada vez que tenía que ingresar un código de acceso o empujarse a través de una jamba, esperaba que el arrepentimiento la golpeara, pero no sucedía, su subconsciente la obligaba a hacer lo que debía. En su lugar, terminó no sólo de emerger en el espacio de trabajo de Tohr sino que fue a través de la puerta de cristal y salió al pasillo de cemento de más allá. La clínica estaba a unas treinta yardas abajo, una colección de puertas venían después con todo tipo de destinos alternativos, la sala de pesas, el gimnasio y vestuarios. Sus pies no pararon en esas puertas, no, le llevaban directo a un lugar al que había decidido no volver jamás voluntariamente. Su golpe fue suave, una manera de no obtener respuesta ya fuera porque no hubiera nadie o porque estaban ocupados ayudando a otra persona (triste, pero un alivio también) o tan absortos en el trabajo que no la escuchaban (que era como dejar un mensaje de voz a alguien con que no quieres realmente hablar) Doc. Jane abrió y lo hizo con un ¿Quien…? ¡Hey! retrocediendo. ―Selena, hola. Ella levantó la palma hacia arriba sin convicción. ―Hola. Hubo una pausa y entonces la doctora dijo: ― ¿Es esto una visita social o necesitas...? ―Probablemente estas muy ocupada, ¿cierto? ―En realidad, después de haber estado encerrada durante unos tres días seguidos, me estaba poniendo al día con los registros médicos ―La hembra se dio la vuelta―. Ven aquí si quieres. Selena se preparó, cruzó el umbral y trató desesperadamente de no mirar la mesa de exámenes. Mientras tanto, Doc. Jane se acercó y se sentó en un taburete giratorio, doblando su bata blanca alrededor de ella y cruzando las piernas. El uniforme que tenía debajo era azul y sus Crocs eran rojos.

Sus ojos eran de color verde bosque y grava. Selena comenzó a andar alrededor, pero por donde mirara, todo lo que veía eran vitrinas de acero inoxidable y cristal con instrumentos de tortura en el interior. Estremeciéndose, miró la puerta del pasillo que se estaba cerrando lentamente, en silencio y por su propia cuenta. Como la tapa de un ataúd. ―Hey ―dijo Doc. Jane―. Iba a ir a estirar las piernas, sola ¿quieres unirte a mí durante un par devueltas alrededor del gimnasio? ―Oh, Dios sí. Gracias. Las dos salieron juntas, dirigiéndose a través de una serie de puertas y muchos, muchos metros de pasillo. Cuando llegaron a su destino, Doc. Jane abrió el panel de acero pesado y encendió las luces enrejadas del techo. ―Sé que es raro, pero me encanta este lugar ―dijo Jane―. La madera con ese hermoso color amarillo miel y el olor a limpiador de suelos. Lo cual es un poco retorcido, porque odio los productos químicos en el aire o en las cosas. Cuando la doctora comenzó a caminar por el borde más alejado de las canchas de baloncesto, Selena estaba bastante segura de que el ritmo lo mantenía lento a propósito. Habían recorrido todo el lado corto, bajo el aro y a través de la curva de la izquierda por la cabeza a lo largo de las gradas antes de que Selena dijera algo. ―Creo que... ―Las lágrimas asomaron por sus ojos y se dio cuenta de que estaba aterrorizada. ―Tenemos todo el tiempo que necesites ―dijo Doc. Jane suavemente. Selena se secó bajo ambos ojos. ―Tengo miedo de hablar de ello. Aunque si lo hago... ― ¿Estás teniendo algunos síntomas? Ella no podía hablar. Pero se encontró asintiendo. ―Creo que sí. Doc. Jane hizo un sonido mmm… ummm. ― ¿Quieres decirme lo que son? Selena extendió la mano, la que se había congelado en el pomo de la puerta y extendió sus dedos a lo ancho. Cuando ella los flexionó abriendo y cerrando, su cabeza iba a mil por hora pensando ¿están peor? ¿Están mejor? ¿Están igual?

― ¿Tus manos? ―Cuando todo lo que hizo ella fue asentir de nuevo, Doc. Jane preguntó―. ¿En algún otro lugar? Al menos esta vez ella podía negar con la cabeza. ― ¿Te acuerdas… ―dijo la doctora―…de algún ataque que tuviste antes?, ¿o no has tenido ningún síntoma? ― ¿Qué significa eso? ― ¿Cualquier tipo de aviso previo? Selena apartó sus ojos de nuevo y se limpió las manos en los pantalones Trez había tomado su cuerpo menos de media hora antes. Con una oleada de agonía, ella quería volver a ese momento, de nuevo al tiempo antes de que su enfermedad hubiera comenzado a manifestarse de nuevo. ―No lo sé, no recuerdo notar nada nunca. Pero antes... Yo lo solía ignorar tanto como podía, no quería pensar en ello. ―Ella miró a la doctora―. Siento no haber ido a verte de nuevo, ya sabes, después de que me... Doc. Jane levanto su mano en el aire. ―Dios, niña, no te preocupes por ello. No hay reglas fijas y tienes que hacer lo que te haga sentir bien. La gente tiene que decidir cómo vivir su propia vida. ― ¿Hay algo que puedas hacer por mí? ¿Cualquier cosa... que puedan hacer? La sanadora se tomó su tiempo en responder. ―Voy a ser sincera contigo, ¿de acuerdo? Ah, sí, no había nada que hacer. ―Lo apreciaría. ―Durante las últimas cuarenta y ocho horas ha habido una gran cantidad de personas en busca de soluciones. Manny ha echado mano a sus contactos humanos, he hablado con Havers, Rehv fue hasta el territorio symphath y recibí un mensaje de iAm diciendo que fue a la s'Hisbe. ― ¿Nada? ―Havers sólo sabe de pacientes que luchan con episodios localizados, como la artritis que inflaman las manos, las rodillas, las caderas o los hombros. Nada con los síntomas tan graves como los que presentas. Él trata a los pacientes con anti-inflamatorios y analgésicos a pesar de que ha intentado con algunos medicamentos humanos no ha tenido ningún avance importante cuando se trata de la prevención o de

cura y ni los symphath ni las sombras tienen ninguna familiaridad con el tema. Magnifico, eso era lo mejor que podía esperar. ― ¿Puedes decirme cuánto tiempo tengo? Doc. Jane negó con la cabeza. ―Puedo comprobar los marcadores de tus inflamaciones, pero realmente no tengo nada para compararlos con los ataques y por lo que entiendo avanza rápido. Ellos sugieren una repentina sobretensión, como un terremoto. Siguieron paseando por el gimnasio, hacia abajo y más abajo, hasta el extremo más lejano, donde había una puerta marcada con SALA DE EQUIPO Y EF. ―Creo que deberíamos volver atrás y revisar mi... ya sabes. ―Selena rodeó el aire a su lado con la mano―. Inflamación. ―Podemos, si tú quieres. Creo que lo más importante es que se haga lo que haga falta para que te sientas apoyada y más tranquila. ―Bueno, está bien. Un momento después, sintió a Doc. Jane tomar su mano y apretarla y mientras la miraba, ella se sorprendió al ver la emoción en el rostro de la doctora, una cruda tristeza, un profundo dolor. Selena tiró de la otra hembra. ―Esto no es tu culpa. Esos ojos verde bosque dieron la vuelta a la extensión cavernosa del gimnasio sin fijarse en ningún lugar. ―Yo sólo... quiero ayudar, quiero darte el resto de los muchos, muchos años que te corresponden. Te quiero viva y el hecho de no poder encontrar una solución... lo siento mucho, Selena, lo siento mucho y voy a seguir luchando, voy a seguir intentando, buscando... Parecía la cosa más natural del mundo poner sus brazos alrededor de la mujer y sostenerla. ―Lo siento mucho ―dijo Doc. Jane ahogada. Más tarde, Selena se daría cuenta... ... era el primero de sus adioses.

*** Maichen había luchado para encontrar la cabaña. Black Snake Mountain era bastante fácil.

El lado este del pico tampoco era un problema y el olor del fuego debería haber sido sencillo porque incluso cuando estaba en forma molecular, su sentido del olfato era fuerte y no había nada más claro que el humo en una noche de otoño, aun así, había sido difícil. Ella había viajado a través del aire, buscando, buscando... Había estado a punto de darse la vuelta y regresar, una dolorosa tristeza trabándose dentro de ella pero entonces ese humo había encontrado la brisa por casualidad y ella se había cruzado sobre su estela, rastreando la fuerza del olor, centrándose sobre su fuente. Y allí estaba la cabaña de la que hablaba. Ella había sombreado hasta allí, manteniéndose en su forma de energía, disparándose sobre el suelo desaliñado, pasando por la pequeña y simple estructura, tranquilizándose a sí misma diciéndose que estaba él y sólo él. Tomando forma, se acercó a la puerta y llamó. Cuando él no respondió, la abrió. Estaba junto a la chimenea, agachado, avivando las llamas. Al instante, su gran cuerpo se elevó en toda su altura, la luz parpadeante detrás de él creando un aura. Cuando ella entró, el viento atravesó la puerta y dio la vuelta cerrándola de golpe haciéndola saltar. ―Hace frío aquí ―dijo inseguro―. Estoy tratando de conseguir más calor. Verlo era suficiente para hacerle completamente inconsciente de lo que la rodeaba. Podría haber estado en un desierto, en el océano o fuera de los casquetes polares y no habría notado nada. ―Acércate más. ―Él le hizo una seña con la mano―. Hasta el fuego. Su cuerpo le obedeció sin vacilar, aunque fue hacia él, no hacia las llamas y cuando dio un paso a su lado, se apartó de nuevo como si no quisiera acercarse a ella. ―Deja que te traiga algo para sentarte. Antes de que pudiera decirle que no se molestase, se acercó a un camastro y tiró de la almohadilla suave que había en la parte superior junto con algunas ásperas mantas. Con manos seguras arregló todo y luego una vez más se alejó. La excitación que emanaba fuera de él era irresistible. A pesar del frio, estaba tratando de ser respetuoso pero ella podía sentir la necesidad en él.

Y sí, se dio cuenta... esto era por lo que se había arriesgado tanto para venir aquí. Ella también lo deseaba, a pesar de que iba a crear un problema, a pesar de que era irresponsable. A pesar de que no tenía sentido. Había seguido las reglas toda su vida, pero no había ningún tipo de responsabilidad o deber que fuera ni la mitad de cautivante que él y el tiempo de libertad relativa que había estaba utilizando para verle. Bajándose sobre la ropa de cama, ella cruzó las piernas bajo su pesada túnica. ―Por Favor, ¿Te sientas conmigo? ― ¿Estás segura de que quieres eso? ―Él se cernía sobre ella, su oscura cara absorbía la parpadeante luz. ―Sí ―respondió. Él se dejó caer de rodillas, con los ojos entrecerrados cayendo sobre la túnica que la cubría desde la coronilla a la planta del pie. ― ¿Vas a dejar que te vea? ―dijo con una voz profunda. Maichen tragó saliva. Entonces ella levantó sus manos a la malla que cubría su cara, pero mantuvo la tela que le cubría en su lugar. ―Tengo miedo. ― ¿Por qué? ¿Qué pasaba si no le gustaba lo que veía? ―Ya sé que eres hermosa ―dijo, como si leyera su mente. ― ¿Cómo? Tocó el centro de su gran pecho. ―Te veo aquí. Sé que... aquí eres muy hermosa para mí, no importa cómo te veas. Plenamente consciente de todo lo que no le había dicho acerca de sí misma, susurró ―No nos conocemos.

― ¿Eso te importa? ―No. ―A mí tampoco. ―Él frunció el ceño y miró el fuego―. El último par de noches, con todo lo que está pasando con mi cuñada ha sido una revelación, no quiero perder más tiempo, quiero vivir la vida, en lugar de seguir adelante en esta pesadilla de zona neutral esperando que caiga el hacha. ― ¿Esta tu hermano... no va a volver al territorio nunca? Dicen, que niega su deber a pesar de que la reina ha decretado que después del luto... Tenía que dejarlo, la ansiedad era demasiado grande. Se suponía que debía llegar a su compañero sin tocar. Eso no iba a suceder. Pero, ¿qué podría el elegido hacer con ella? Ambos estaban siendo forzados a aparearse y la tradición dictaba que era esencialmente su propiedad. Una protesta de él sería como una silla argumentando en contra de que se sentaran sobre ella. iAm negó con la cabeza. ―Después de que Trez pierda a Selena, todas las apuestas están echadas y francamente ¿la princesa? Ella no va a querer lo que quede de él, no al menos que a ella le guste la necrofilia. Va a estar muerto tanto si está caminando como en una tumba. Maichen bajó la cabeza. Ella nunca no había sabido sobre el apareamiento que le esperaba. Habían pasado parte de su crianza con la expectativa de que el elegido estaba destinado por las estrellas para ser su compañero y emparejarse con él, y a través de él, ella aseguraría que la línea de sangre de su madre seguiría gobernando la s'Hisbe. Condenada de antemano. Escrito en las sagradas estrellas, había aceptado lo que le era ordenado de la misma manera que había aceptado todo lo relacionado con su vida, desde su estado de soledad al sentido perenne de pérdida de la que no tenía ninguna culpa ni había elegido. Se aclaró la garganta. ―Me imagino que la princesa lo dejaría ir, si pudiera. Ella no querría que nadie sufriera, más especialmente a alguien con la pena de haber perdido a una hembra. ― ¿La conoces? ―La he asistido.

― ¿Cómo es ella? ―Antes de que pudiera responder, él levantó la mano―. En realidad, no necesito saber. ―Creo que ella diría que esta tan atrapada como tu hermano. Creo que... ella está en una cárcel del destino también. Se frotó la cara. ―Eso realmente me hace odiarla menos. Supongo que nunca pensé en lo que ha sido para ella. ―Se le dijo su destino justo como a él. Ella no ha elegido nada de esto. iAm soltó una breve carcajada. ―Tal vez le puede decir a la reina que cambie las cosas. Si ambos se niegan a jugar el juego, podrían cambiar las cosas. No es que como que vaya a salvar a mi hermano de la pérdida de su amor. ―Pero las estrellas han revelado sus destinos. Esa mirada oscura giró hacia ella. ― ¿Crees eso? Quiero decir, ¿realmente piensas que la alineación de un montón de planetas al azar a un millón de años luz de distancia debe ser utilizado como un mapa para la vida de la gente? Yo no. ―Ha sido de esa manera durante generaciones ―dijo con voz hueca. ―No hacen lo correcto, de hecho, eso lo hace aún más ofensivo. Piensa a cuántos han arruinado. El pecho de Maichen se apretaba mientras hablaba de las cosas tan duras que había estado pensando desde que habían sabido hace muchos años que el macho con el que tenía que aparearse había encontrado su destino tan desagradable que había escapado del Territorio bajo amenaza de muerte y castigo de expulsión. ―Basta de esta charla, ―dijo―. No es para lo que vinimos aquí ¿no? Sus ojos se dirigieron bajo su malla. ―No, no lo es. Su mirada se dirigió a su túnica, como si en su mente él ya estuviera desnudándola. Su corazón empezó a bombear de nuevo, sus palmas brotando sudorosas. ―Debes saber que yo... No he... ―Yo tampoco. Ella retrocedió, no pudo evitarlo. Él era tan masculino, de cuerpo tan hermoso que...

― ¿Cambias de idea? ―el cortó―. No es sexy, esto es… ― ¿Cómo es eso posible? ―soltó ella―. Eres tan masculino. Hubo una pausa y entonces, sin previo aviso echó hacia atrás la cabeza y se rio. El sonido era tan inesperado y cautivante que casi se echó hacia atrás sorprendida de nuevo. Cuando él niveló sus ojos en ella una vez más, sonrió por primera vez y tomo aliento de golpe. ―Ese es el mejor cumplido que he recibido. Ella sintió que se rompía con una sonrisa bajo la malla, pero entonces, cuando se puso serio una vez más, ella lo hizo también. No había vuelta atrás, pensó. Si no se marchaba ahora, antes de que él la tomara de la capucha, no se iba a ir hasta que se realizara el acto. Las manos de Maichen levantaron su máscara tomando la decisión. Agarrando la parte inferior de la malla comenzó a levantarla. La ansiedad hizo que su corazón saltara latiendo, pero no redujo la velocidad, no se detuvo. Los planetas no deberían descartar las opciones de los vivos o los legados de los muertos, pensó mientras aire frío golpeaba su garganta, la mandíbula y la boca. Estaba eligiendo esto. Lo estaba eligiendo.

CAPÍTULO 54

iAm se sintió como si estuviera suspendido en el tiempo cuando la cara de Maichen se fue revelando pulgada a pulgada. Sus labios eran llenos y de un color rojo oscuro, su piel suave y ligeramente más oscura que la suya, sus pómulos amplios y altos. Fue incapaz de formar un pensamiento coherente mientras sus ojos eran revelados. Profundos, con largas y gruesas pestañas, de un brillante verde peridot. Pero una vez más sus ojos estaban libres de emoción, y eso era una señal, algo característico de las sombras. Quizás él también fuera así. Y luego estaba su pelo. Firmemente ondulado, que fluía desde su cabeza hasta los hombros o quizás más allá, ya que no podía ver donde terminaba. Era, sencillamente, lo más extraordinario que jamás había visto. Él la veía un tanto exótica, porque había estado viviendo demasiado tiempo entre los humanos y había olvidado los rasgos característicos de su pueblo y basado en eso ella era completamente normal porque su belleza y color eran muy parecidos a las suyas. ―Es un crimen que te mantengas cubierta, ―susurró. El rubor que recorrió su garganta, hizo que sus colmillos descendieran y sus manos se curvaran por la necesidad de tocarla. ― ¿De verdad? ―Ella susurró. ―Por mi sangre. Como si su confesión le diera coraje, puso la malla a un lado y continúo descubriéndose. Liberando el sencillo cierre de latón en su clavícula, dejó que la primera capa de la túnica se deslizara sobre sus hombros. Estaba delicadamente construida, era toda feminidad y por mucha que él intento no fijarse en la imagen que daba su cuerpo, sus ojos se negaban a mirar hacia otro lugar. Esa vena latiendo en su cuello era una invitación a morder. La curva de sus pechos era una súplica para

tocar. El olor de su sexo era una llamada a ser contestada. iAm se tragó la maldición que quería escapar de su boca. Ella era demasiado. Demasiado bella, demasiado vital. Su corazón latía con fuerza y su polla detrás de la cremallera de su pantalón estaba tan dura como el mármol. Deseo haber tomado una copa antes de venir. O seis. ―Tienes hambre, ―afirmó ella. ―Sí. ― ¿Quieres tomar de mí… ―no podía creer lo que ella estaba dispuesta hacer por él―…vena? ―Oh mierda, sí. Rogaría por la dicha de… ―No tienes que hacer eso. Él espero para que le ofreciera su muñeca, pero cuando ella levantó la barbilla y expuso su garganta, se tambaleó como un jodido estúpido. Sabía que debía preguntarle si estaba segura. Presionarla para que pensara en lo que estaba haciendo porque esto iba a moverse muy rápido si la mordía. En cambio, gimió ―Por favor, dime tu nombre. ―Te lo dije, es Maichen. Ese es el único nombre que siento como mío. Apretando los molares, él le dijo: ―Maichen, debes saber… No creo que pueda parar si tengo que hacerlo. ―Lo sé, por eso te quiero en mi garganta. No ha vuelta atrás. Sus ojos se pusieron en blanco y su cuerpo se balanceó ―Pero ¿No tienes un padre que te espere en casa? Alguien que cuide de ti. Él sabía que las normas eran diferentes para la clase servil, no se esperaba que las hembras se su clase fueran vírgenes, ya que estaban obligadas servir de cualquier manera que se les exigiera. Pero aun así... ― ¿Estás segura de esto? ―Él le pregunto.

Su erección estaba gritando para que cerrara la puta boca, pero su conciencia rugía aún más fuerte. ―Lo estoy. La mirada de esos ojos verdes era firme, fuerte, segura. Hora de dejar de hablar. Lanzándose hacia adelante,

iAm fue hacía ella. Agarrándola del cuello la dobló hacía atrás,

sosteniéndola con sus brazos, puso su boca sobre su carne. Nunca había tomado a una hembra de esta manera, no atacaba inmediatamente, pero fue superado por su olor, por la suave piel bajo sus labios cuando extendió su lengua y lamió su vena. Tenía la intención de acariciarla un poco más, pero mientras sus manos se apoderaban de sus hombros y ella se arqueaba contra él no pudo esperar más. Así que siseo y penetró su piel. Ante la mordedura, ella gritó. Pero en lugar de empujarlo lejos, lo atrajo aún más cerca. Su sangre fue una explosión en su boca, sabía a vino oscuro y prometía una intoxicación que comenzó a afianzarse en el instante en que tragó. Mientras succionaba busco la curva de su cintura y la llamarada de su cadera. Más, tomó más mientras su cadera empujaba hacía adelante, buscando esa coyuntura vital que todavía estaba oculta bajo los pliegues de su túnica. Mareado y al mismo tiempo híper-concentrado, se puso a toda máquina, se colocó a horcajadas sobre ella, como un animal salvaje protegiendo a su presa. Pero también quería darle algo a ella. Moviendo uno de sus brazos, puso su muñeca en su boca frotándola. Entendiendo la señal, ella, parecía impresionada pero tomó su vena mientras él tomaba la suya, completando el circulo que explotó entre ellos. Antes de saber lo que estaba haciendo, empezó a tirar de su túnica hacía arriba, más y más alto. Sus muslos eran suaves y flexibles y se abrieron para él, dándole acceso a lo que más deseaba. Sin bragas, las sombras no las utilizaban. Cuando poso su mano sobre su sexo, ella gimió y tiró con más fuerza de lo que él le estaba proporcionando. Quería que lo dejara seco pero no a la inversa, así que se obligó a liberar su vena. Lamió las punzantes heridas cerrándolas y luego empezó a deslizar sus labios hacía abajo. Pasando por su grácil clavícula rumbo a sus pechos. Se apoderó de la parte superior de su túnica y con sus colmillos rasgo la tela, dando paso a…

― ¡Oh, dulce Jesús! ―Él jadeo. Sus pechos eran altos y apretados, y unos pequeños pezones que no paso mucho tiempo mirando. No, fue hacía ellos con su boca para adorarlos mientras ella seguía tomando de su muñeca. Y aun así, quería más de ella. Justo cuando estaba deseando dirigir su cabeza hacía más abajo a pesar de que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Ella soltó su vena y lo liberó. Sin darle la oportunidad de sellar donde lo había mordido, se lanzó sobre ella y tomó con las manos ambos lados de lo que había empezado a romper con los dientes. Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip Con eso, la túnica se rompió en dos mitades y cayó, dejándola desnuda ante él. Retorciéndose, su piel oscura estaba bañada por la luz del fuego y su cuerpo marcado con su sangre roja y no. No era lo único que quería poner sobre ella. Así todos sabrían que era suya. Vagamente, en la parte posterior de su podrido cerebro, estaba asombrado que las historias que había oído y había asumido eran ficción, de hombres que estaban alrededor de una mujer e inmediatamente se daba la vinculación eran en realidad y absolutamente ciertas. Hace un momento la había mirado y ahora se encontraba en un agujero de gusano. Perdido, dando giros, abrumado y hambriento por más. Todo al mismo tiempo. ―Mía. ―Gruñó. Desnuda ante los ojos de su amante. Maichen había esperado sentirse cohibida o avergonzada. Sola las mujeres, mientras se bañaba, habían visto lo que iAm estaba mirando. ¿En cambio? Pateo lejos la túnica y se llevó las palmas de las manos hasta sus pechos. ―Tuya ―Se oyó decir. Luego las deslizo hasta tocar su sexo expuesto―. Tuya. Su labio superior se deslizó hacia atrás y soltó un gruñido que era reverencial y un poco malvado. Luego se quitó la chaqueta, la camisa. Sus zapatos y pantalones.

La luz del fuego se deslizaba sobre su piel, creando sombras bajo los músculos de sus brazos, el pecho, el abdomen… Su excitación era enorme. Todo estaba fuera de control, en esta extraordinaria serie de eventos. Y la culminación aún estaba por llegar. ¿Y ahora qué? Se preguntó, había sido instruida teóricamente en el sexo preparándola para su apareamiento. El curandero le dio anatómicamente una visión general de cómo se desarrollaban las cosas, pero eso no era lo que había visto que hacían s´Ex y aquellas humanas. Ninguno de esos pobres intercambios había hecho nada para explicarle lo eléctrico que iba a ser, cuanto iba a desear que se diera la unión, y que tan desesperada se iba a sentir. Poniendo las manos a cada lado de su cadera, soportando su peso iAm lentamente acerco los labios a los suyos. El contacto fue suave como una pluma y fugaz, dejándola con ganas de más, pero entonces él gradualmente se fue recostando contra ella, su peso era increíblemente erótico, sus duros músculos haciendo presión. Su duro sexo frotándose contra su centro. Ella comenzó a arquearse bajo él, frotándose las piernas, buscando algo aunque no estaba segura de qué. ―Te tengo, ―dijo él―. Voy a encargarme de eso. Pero no lo hizo, sólo la besó y consiguió que todo empeorara, lamiendo tranquilamente su boca, meciéndose contra sus pechos y sus muslos, todo eso sin unirse a ella. ― ¿Qué estas esperando? ―Ella gimió. ―Tengo que asegurarme que estas lista o te voy hacer daño. Sus ojos se abrieron. ―No habrá dolor. O ¿Sí? ― ¿Cuánto… ah, sabes acerca de…? Su boca comenzó a moverse y suponía que estaba hablando, y él asentía mientras volvía a hablar. Pero ella no tenía idea de lo que estaba diciendo. Excepto cuando su mano se movió hacía abajo entre ellos, rosando su sexo, adentrándose en él. El placer

que sintió en todo su cuerpo fue como la luz del fuego, caliente. Llevándola a una conciencia diferente. Luego sintió una presión en su centro pero nada doloroso. Solo un empuje, un suave empuje que la hizo abrirse internamente. Cuando vio su mano aparecer a su lado, se dio cuenta que era su erección la que estaba dentro de ella y no sus dedos. Él deslizo sus caderas un poco más y ella sintió un pequeño pellizco como si rompiera una barrera, y luego la unión era tan profunda que sentía como si todo su cuerpo estuviera dentro de ella. Bien, se sentía tan bien, se deleitó con la cercanía, el contacto de piel contra piel, calentándola por dentro y por fuera. Toda una vida tratando de mantenerse pura… Y entonces él comenzó a moverse. Lentamente al principio, y con el impulso creciendo ella se fue moviendo junto a él, aumentando el placer cegador. Ella deslizó las manos por su fuerte espalda, amando su poder y el conocimiento que ese macho era el primero dentro de su cuerpo. Entonces el dique se rompió y todo se volvió mucho más vivo, una creciente oleada empujándola contra su cuerpo. Ella abrió la boca y gritó, pero no de dolor. Él también gritó y se empujó dentro de su núcleo. Pero ese no fue el final. No se detuvo, él siguió moviéndose contra ella, en ella, sobre ella. El curandero no le había dicho que sería así de bueno. De ningún modo.

CAPÍTULO 55

Él llegó a su vida usando una gorra de Baseball de Siracusa y unos vaqueros rotos. Paradise estaba en su escritorio, metiendo datos al sistema, respondiendo consultas por e- mail, acomodando a los visitantes en las sillas, cuando otra brisa fría se disparó a través de la sala. Ahora estaba acostumbrada a las ráfagas gélidas de aire; había una cada vez que la puerta del frente se abría o cerraba cada vez que un recién llegado entraba. Así que realmente no miró hacia arriba hasta que sintió una gran presencia frente a su escritorio. Mientras alzaba los ojos, tenía su sonrisa profesional en su lugar, pero perdió la expresión rápidamente. Parado frente a ella había un macho de aproximadamente seis pies con siete pulgadas del alto, con hombros tan anchos como la puerta de entrada y una mandíbula tan recta como una flecha. Tenía una especie de cazadora encima, a pesar de que hacia suficientemente frío para un abrigo apropiado y sin guantes. También estaba la gorra naranja y los vaqueros. ― ¿Puedo ayudarlo? ―Ella preguntó. La visera de la gorra estaba tan abajo que no podía ver sus ojos pero podía sentir el impacto de ellos. ―Estoy aquí por el programa de entrenamiento. Su voz era muy profunda y sorpresivamente tranquila. Dado su enorme tamaño, ella habría esperado algo mucho más fuerte. ― ¿El programa de entrenamiento? ― Para los soldados de la hermandad de la daga negra. ―Oh, sí. Lo sé, pero no… quiero decir, no es aquí, en esta casa. Cuando él miró a su alrededor, ella trato de captar una vista de sus ojos. ―Lo sé, ―dijo él―. Quiero decir, necesito una solicitud y pensé que podrían tener una aquí.

―Tenemos un e-mail donde las enviamos, ¿Quiere que se lo reenvíe? ― Yo, ah… ― El miró alrededor de nuevo y metió las manos en los bolsillos de esos jeans―. ¿Tiene una solicitud que ya este impresa? ―Puedo enviarle toda la información ahora mismo ¿Cuál es su dirección de correo electrónico? Mientras el parecía fijar su mirada en la pared detrás de su cabeza, ella decidió que su cabello era oscuro. Oscuro y muy corto. ―No tengo una dirección de e-mail ―Dijo en voz baja. Paradise parpadeo. ―Hotmail es gratis. ―Está bien. ―dijo el macho dando un paso atrás―. Encontrare otra forma de obtener una. ―Espere ―Ella abrió el cajón de su escritorio―. Mire toma la mía, quiero decir, toma ésta. El dudó. Estiró un largo brazo. Aceptó lo que ella había previamente sacado de su papelera. ―Gracias. ―Él miró hacia abajo y frunció el ceño, al menos ella pensó que lo hizo. ―Este ya está lleno en la parte superior. Cuando se lo pasó de nuevo ella maldijo. ―Lo siento yo… déjame imprimir uno nuevo. Accediendo con el ratón, entró en su e-mail, pasó de largo el arranque de Peyton, abrió el archivo adjunto y presionó imprimir. Mientras la maquina detrás del escritorio se encendía y comenzaba a zumbar el macho puso el impreso en su escritorio. ― ¿Estará en el programa? Magnífico. Como si necesitara escuchar el sermón de un completo extraño. Ella le arrebató el papel. ―A las hembras se les permiten unirse, ¿Sabe? Está en el correo, podemos unirnos… ―Pienso que debería. Incluso si elige no luchar, pienso que las hembras deberían ser entrenadas. No sabe cuándo, o bajo qué circunstancias va a tener que protegerse a sí misma, es lógico. Paradise solo lo miró fijamente. ―Yo… ―Se aclaró la garganta―. Sucede que estoy de acuerdo. Mientras la impresora se quedaba en silencio, giró en su silla y tomó los papeles calientes de la parte superior de la HP.

No había una necesidad real de usar clips, grapas o juntar los papeles, pero ella hizo el trabajo de abrir otro cajón y rebuscar alrededor algo de Office Max. ―Puede traerlos de nuevo aquí ―Le dijo cuándo se los entregó―. Una vez que lo rellene puedo entregarlo a los hermanos. Él dobló la aplicación una vez y la metió dentro de su delgada cazadora ―Gracias. Luego se quitó la gorra y se inclinó ante ella. Mientras se enderezaba ella pudo tener una mejor vista de él. Archiva eso con el OMG. Con el OMFG Sus ojos eran de un azul cielo perfecto, profundo, con pestañas y cejas oscuras. Su cara tenia las mejillas hundidas, porque era un poco demasiado delgado pero eso solo se ajustaba a la estructura ósea masculina. Y su boca era… Si él había obtenido su atención antes, ahora la había tirado de culo. Gracias a Dios por la silla. ― ¿Cuál es su nombre? ― Ella espetó mientras él se alejaba. Él se puso su gorra de baseball de nuevo. ― Craeg. Ella se puso de pie y extendió su mano ―Soy Paradise… bueno, probablemente ya lo sepa porque leyó el formulario que llené. Magnifico, ella estaba balbuceando. ―Encantada de conocerle Craeg. ―Ella extendió más la mano cuando no hizo ningún movimiento hacia ella. Él asintió con la cabeza, y se marchó dejando su mano extendida en la brisa fría. Enrojeciendo, se sentó de nuevo y se dio cuenta de que… Ohhhh cinco personas habían sido testigos del intercambio. Y ahora estaban tratando de parecer ocupadas ojeando entre las revistas People y Time. Uno de los machos más viejos incluso tomo un ejemplar de Cadwell Journal y lo puso enfrente a su rostro. Bueno, ella también podía jugar a pretender-estar-ocupada. Haciendo todo tipo de sonidos con el teclado trató de calmar la vergüenza que la había embargado.

Nunca lo había visto antes. Como, nunca. Así que quizás él había venido del Antiguo País. Excepto que, ¿Cuáles eran las probabilidades de eso? Una vasta cantidad de la población había estado alrededor de Cadwell ¿Por cuánto?, además no tenía acento. Así que él debía ser... bueno, un extraño obviamente. Pero tenía que ser un miembro de la aristocracia si había escuchado sobre el programa de entrenamiento ¿Cierto? Mirando a través de la entrada por la que había venido, se encontró a si misma deseando que entregara personalmente el formulario. ¿Quién era…? ― ¿Paradise? Ella se sobresaltó, y se enfocó en su padre que salió de la nada. ― ¿Si? Dándose cuenta de que su voz sonaba más fuerte de lo normal, y suponiendo que seguía enfadada con él, se aclaró la garganta. ― ¿Qué puedo hacer por ti? Como si él fuera cualquier otra persona con la que estuviera tratando. ―Solo quería preguntar cómo estabas Su afecto no era para nada agresivo. Por el contrario, parecía tan preocupado. Maldición. Ella quería continuar enfadada con él. Ella suspiró. ―Estoy bien, padre. ―Estás haciendo un trabajo tan maravilloso. En verdad, todo está funcionando tan bien, el rey está tan complacido, ¡Estoy tan orgulloso! ¿Ves?, esto si sonaba como él. Era imposible estar enojada cuando te confrontaba con ésta… ésta seriedad. Su-versión-de-una-disculpa. ― ¿Puedo ofrecerte algo para comer o beber? ―No eres un Doggen, Padre. ― ¿Quizás necesitas un descanso? ―No ―Ella volteó los ojos, se puso de pie y caminó hacia él―. Me vuelves loca.

Le dio un abrazo porque eso era lo que él estaba buscando. Luego dio un paso atrás. ―Oster, hijo de Sanye es el siguiente. Mientras señalaba al caballero en cuestión, su padre tomó su mano y le dio un apretón, luego reasumió sus funciones oficiales. Siguiendo su ejemplo, se sentó de nuevo. Miró el ordenador frente a ella, y siguió sintiéndose enjaulada. ¿Pero que iba a hacer? Incluso cuando él técnicamente, no podía detenerla ella era mayor de edad, y no había ninguna especificación en el formulario que dijera que una hembra debía tener un macho mayor para decidir, de la nada se encontró a si misma paralizada. Era difícil revelarse contra sus padres cuando solo quedaba uno. Y él era todo lo que ella tenía en el mundo.

*** Selena odiaba prácticamente todo acerca del examen, la extracción de sangre y los rayos X. Se sentía mal acerca de eso. No era porque Doc. Jane no fuera más que perfectamente gentil y muy amable, pero estando en una de esas batas hospitalarias, siendo tocada y pinchada, se retorció y se imaginó, que era como estar en la cuenta regresiva de una detonación que pasaba justo frente a ti. Además, odiaba el antiséptico con olor a limón falso que tenían que usar sobre todo. Y el hecho de que tenía frío aunque hubieran puesto una manta sobre sus piernas. Y estaba la brillante luz que colgaba sobre su cabeza. Mayormente sin embargo, no era el ambiente externo lo que era difícil de soportar, era el grito interno que tenía que retener por fuerza de voluntad. ―Bien, creo que ese es nuestro último Rayos X ―Dijo Doc. Jane desde detrás de su escritorio. En el ordenador, había una imagen fantasmal de la rodilla de Selena tomada de frente y de lado, pero se rehusó a mirarla. Tenía que permanecer acostada hasta que Doc. Jane quitara el brazo de la máquina de rayos X fuera del camino. Cuando se incorporó, la doctora quitó la placa de debajo de su pierna y la puso a un lado.

―Así que… ¿Qué es lo siguiente? ―preguntó Selena. Estaba entumecida. Fría. Sudorosa. Pero sobretodo se sentía rígida, y no solo en sus manos. ―Déjame echarle una mirada a los rayos X con Manny. Y luego vendremos a hablar contigo. Selena sacó sus piernas y miró por el borde de la mesa a sus pies. Ella flexionó uno y después el otro. ¿Mejor? ¿Peor? ¿Igual? ― ¿Cuándo? ―Dijo ásperamente. ― ¿Por qué no nos reunimos cerca de la madrugada? Trez puede venir aquí si tú quieres ―El golpe llegó de afuera de la habitación, las dos miraron hacia la puerta del frente. Cuando el sonido se repitió, Doc. Jane corrió y Selena también. No estaba congelada como piedra todavía y parecía como un buen momento para recordarse eso a sí misma. La pareja salió corriendo hasta el corredor y escucharon. El centro de entrenamiento estaba silencioso, con los hermanos consiguiendo su entrenamiento en el campo y no habiendo, por suerte, nadie con heridas en las habitaciones de la clínica. El sonido llegó otra vez, dos puertas más abajo. Cuando la doctora la abrió tubo que agacharse mientras algo volaba fuera de la habitación. Una bandeja. Era una bandeja de comida que voló a lo largo de la habitación como si la cosa estuviera muy contenta de estar fuera de allí y buscara poner un poco de distancia extra. Luchas estaba fuera de control en su cama. La mitad de él parecía estar atada, pero un brazo y una mano estaban libres y las estaba usando para destruir cualquier cosa que pudiera alcanzar. Él derribó algunos equipos, junto al soporte de su IV, hizo lo mismo con la mesa con ruedas que tenía algún tipo de comida, ahora estaba agarrando la cabecera de la cama como si quisiera desgarrarla. ―Luchas ―Dijo Doc. Jane con una calma admirable―. ¿Qué está pas…? ― ¡Jodete!

Selena retrocedió. Había estado aquí para alimentar el hermano de Qhuinn por los últimos meses y no había sido nada más que un caballero. ―Luchas… ― ¡Que se joda todo! ―Él se rindió con la cabecera y se agarró a la mesa lateral, empujándola tan fuerte que cayó al suelo, los cajones desencajándose como si esa fuera su manera de sangrar. ― ¡Vete a la mierda! Doc. Jane retrocedió y murmuró ― Tengo que darle un sedante. No entres ahí. Mientras la doctora retrocedía y corría, Selena se quedó en la puerta. ― ¿Qué estás mirando? ―Le gritó a ella―. ¿Qué carajos quieres? Había una mancha roja en la cama. La sabana en un lado, a medio camino abajo estaba manchada. Él estaba sangrando. Por algún tipo de herida. ―Tu pierna ―Ella susurro, muy consciente de la infección que había estado aquejándolo―. Ten cuidado, tu pierna… ― ¡Quiero morir! ―Escupió―. ¡Estaba tratando de morir! Su cara era un símil retorcido de las facciones que ella conocía tan bien, la piel blanca estirada casi hasta el punto de ruptura sobre la estructura ósea que sin duda había sido envidiable antes de que fuera torturado por la sociedad lessenig. ― ¡Ellos me amputaron la pierna para salvarme! ―Él quitó las sabanas―. ¡Para salvarme! El muñón estaba cuidadosamente envuelto en gasa quirúrgica, pero en el fondo no estaba bien, la sangre se estaba filtrando por todas partes. Él empezó a arañar donde su pierna faltaba y ahí ella tuvo que involucrarse. Marchando a través del cuarto, agarró sus agitadas manos y las clavó con fuerza a la cama sobre su cabeza. Luchas. Se. Volvió. Loco. Gritando, retorciéndose y maldiciendo hacia ella. Todo lo que ella hizo fue sacudir su cabeza y dejarlo agotarse a sí mismo, lo que no necesito mucho tiempo.

Cuando él dejo de luchar ella dijo ―Eres tan afortunado. Tan malditamente afortunado. Eso lo hizo callar. Probablemente de la forma que una confrontación no lo hubiera hecho. ― ¿Qué? ―Tartamudeó. ―Estoy muriendo ―Ella dijo claramente―. ¿Y si alguien pudiera tomar una parte de mi pierna para salvarme? ¿Y poder quedarme aquí con la persona que amo? Lo haría en un latido. Así que sí, pienso que eres muy afortunado. Él seguía respirando con fuerza, pero la tensión de su cuerpo lo había abandonado ― ¿Muriendo? ―Me temo que sí. ―Ella soltó su presa y dio un paso atrás―. No desperdicies el tiempo que tienes. Sé que estás herido, y no tengo dudas de que estás enfadado por cómo te encuentras, pero personalmente, cambiaría de lugar contigo en un latido de corazón. Doc. Jane volvió, y se detuvo cuando vio que el lugar no estaba en llamas o algo así. ―Voy a vestirme ―Dijo Selena mientras se dirigía a la puerta―. Tengo frío con esta ropa ¿Necesitas ayuda para limpiar? Doc. Jane miro de uno al otro, claramente preguntándose que había sido hecho o dicho para cambiar las cosas. ―Ah, no. Déjame encargarme de todo. ―De acuerdo. ―Selena asintió a la doctora y luego miro atrás a Luchas―. Cuídate. Podía sentir sus ojos sobre ella mientas salía al corredor. Podía sentirlo cuando volvió a cambiarse. Cuando entró de nuevo al túnel, comenzó a sentirse paranoica acerca de tener un ataque a medio camino de la casa principal y quedarse atascada muriendo bajo las luces fluorescentes. O quizás sucedía en la escalera hacia el vestíbulo…o… Está bien tenía que parar esto. Tenía suficiente de que preocuparse sin buscar más problemas.

CAPÍTULO 56

Él no podía dejar de mirarla. Mientras iAm yacía desnudo frente al fuego moribundo, su cuerpo estaba entrelazado con el de Maichen, sus piernas entrelazadas, sus caderas seguían juntas, sus sexos cerca pero no unidos. Ella tenía su cabeza en su brazo doblado; la de él estaba levantada. ― Quiero verte de nuevo ―él suspiró. Quería decirle lo mucho que necesitaba más de este tiempo especial, este descanso fuera de toda la mierda que no lograba cambiar y no podía darle la espalda a Caldwell. Venir aquí, era como si hubiera dado un paso al costado brevemente, cambiado de pista y tomado un respiro. No era una reubicación permanente, y no quería que lo fuera; no había manera que abandonara a su hermano. Pero era suficiente para darle un segundo aire. ―Es difícil para mí escapar ―ella besó sus dedos―. Solo tengo algunos días más donde va a ser así de fácil. Después del duelo, será más difícil. ―Mañana en la noche entonces. Medianoche. Maichen asintió. ―Estaré aquí. Él miró alrededor de la cabaña decrepita. ―No, ve a Caldwell. Nos veremos en la ciudad. Mientras ella dudaba, él dijo ―Tengo un lugar ahí. Es privado. Nadie lo sabrá y puedo hacerlo más confortable. Él la quería en una cama. En la ducha. Tal vez en el mostrador de la cocina. Con el fin de persuadirla, iAm fue hacia abajo y tomó su boca, acariciando sus labios con los suyos, lamiendo su camino al interior. ―Sigue el rastro de mi sangre y me encontrarás. El sonido que ella hizo desde el fondo de su garganta era todo rendición y antes de que ella lo supiera, él estaba poniéndola sobre su espalda y montándola de nuevo. El hecho de que ellos realmente hubieran tenido sexo era tan monumental que no podía pensar en ello ahora mientras estaba con ella. Era un hito demasiado grande. Guiándose a sí mismo dentro, gimió y agacho su cabeza en su cuello. Con una serie de oleadas

la montó, encontrando ese ritmo, conduciéndola más y más duro. Su cuerpo sabía exactamente qué hacer, fue un shock cuando llegó al orgasmo, darse cuenta de que se alegraba por haber esperado por ésta hembra en particular. También era loco pensar que una parte de él estaba empezando a planear una forma de liberarla de la s’Hisbe. Ahora, tenía dos en esa lista. Sus uñas se clavaron en su espalda, sus muslos se apretaron alrededor de su cadera cuando ella encontró su propia liberación, un ordeño sutil sobre él dando paso a otra lanza de placer mientras él se corría de nuevo. Después de eso, colapso sobre ella. ―Lo siento ―murmuro, tratando de encontrar la forma de hacer algo más que respirar―. Soy pesado. ―Me gusta tu peso ― ella acarició su piel―. Te sientes tan poderoso como eres. ―No quiero irme. ―Tampoco yo. Eventualmente, estaba en una tierra sin elecciones, por un lado, el fuego había muerto y estaba haciendo frío, pero más importante, no quería que ella se metiera en problemas por descuidar sus obligaciones. Al menos no tenía que preocuparse por ella y el amanecer que se acercaba. Estaría psicótico. Liberándose resbalo fuera de su sexo y se dio cuenta, mierda, que estaba cubierta de su esencia. ― ¿Qué está mal? ―preguntó ella, esos ojos verdes, mirando directamente hacia él. ―Debemos lavarte ―Pero la maldita cabaña no tenía agua corriente―. La próxima vez haremos esto en Caldwell. ―Seré cuidadosa. Hay una fuente termal en los límites del Territorio. Me puedo lavar allí. ― ¿Que hay acerca de tu túnica? ―Mientras le entregaba la tela maldijo. La mierda estaba arrugada.

Rasgada. Manchada con polvo―. Maldita sea. Debió colgar sus cosas. ¿En qué demonios había estado pensando? Poniéndose de pie, la ayudo a vestirse, ordenando lo que iba bajo el vestido, sujetando la parte superior con el cierre de latón, sacudiendo la capucha y la malla. ―Déjame hacer esto ―dijo él mientras cubría su cabello y su rostro. Odiaba

enmascararla, su estómago apretándose, su boca poniéndose seca: El hecho de estar

enviándola de nuevo al Territorio desprotegida lo hacía más duro. Luego dio un paso atrás, y miro lo que había sido tan ajustado y prístino cuando ella llegó y ahora era un desorden caliente. Tenía la sensación de que había tomado algo que no era suyo para poseer, arruinándolo en el proceso. ―Debo volver contigo ―dijo él―. Asegurarme que… ―Eso sería más duro para mí. Voy a estar bien. Me he vuelto bastante hábil escondiéndome después de todos estos años. Y luego no había mucho más que decir, ninguna combinación de palabras que lo hicieran sentir mejor acerca de esto. Con una maldición iAm tomo su brazo y la escolto hasta la puerta ―Se cuidadosa, es un lugar peligroso. ―Lo seré. Cuando ella fue a hacer una reverencia, la detuvo ―No. No hagas eso. Somos iguales, tu y yo. Por un momento, solo lo miró fijamente. Él pudo ver a través de la malla que escondía sus ojos ―No lo somos ―dijo ella. ―Tristemente no lo somos. Con eso, pasó a través de la puerta y desapareció antes de que él pudiera detenerla. El aire frío se acumuló en su cuerpo desnudo, completamente herido pero no físicamente. Después de ponerse de nuevo su ropa, fue a revisar que el fuego estuviera totalmente extinguido y luego dejó la cabaña. Mientras cerraba y se alejaba, pensó que era completamente bizarro cuanto de su vida había pasado en este lugar al azar: encontrar a su hermano, conocer a Rehv y ahora ésta noche. Desmaterializándose, regreso a la mansión de la hermandad, retomando su forma en el patio. Mientras miraba la gran mansión de piedra, con sus gárgolas góticas en las torretas, las ventanas

cristalinas como diamantes y todas esas sombras acechando en los rincones, se dio cuenta de que estaba probando la seguridad y su posición defensiva. Así que, si, estaba pensando en traer a Maichen aquí. Excepto que, ¿Qué clase de vida iba a tener ella? Todavía estaba fresco en su cabeza todo lo de Trez y Selena. Y ¿qué iba a pasar si la única forma de mantener a su hermano libre de la s’Hisbe era desapareciendo del globo, y nunca pudiendo asentarse en ningún lugar otra vez? ¿Ella iba a compartir su vida con un fugitivo? ¿Y si la s’Hisbe la encontraba con ellos? Estaría muerta más rápido que un suspiro. Aun así, la quería, la distracción… Otra situación sin salida. Justo lo que él necesitaba.

*** El culo de Rhage estaba entumecido. Pero había estado sentado en una roca, mirando a través del bosque la casa de cristal de Assail ¿Por cuánto tiempo? Horas. Y lo único que el tipo había hecho era manosear un montón de papeles en su escritorio. Al menos el traficante de drogas tenía una buena silla. Rhage miro su reloj. El amanecer iba a venir más temprano que tarde. ―Nos estamos quedando sin tiempo aquí gente. Justo cuando iba a tomar su teléfono, y averiguar cómo lo llevaba V rastreando a los primos del traficante, el hermano se materializó a su lado y el Range Rover en el que los dos distribuidores habían regresado descendió directo hacia la casa. ― ¿De dónde vienen? ―Pregunto Rhage. ―Del centro de la cuidad. Fueron al embarcadero navegando por el río. Nadie apareció para reunirse con ellos por lo que vi. Es completamente posible que uno de ellos se desmaterializara fuera de allí por un corto periodo de tiempo y fuera a otro lugar. Ni puta idea.

Mientras V se frotaba los ojos como si estuvieran llenos de arena, Rhage preguntó: ―hermano, ¿Cuándo fue la última vez que dormiste? V dejo caer su brazo y se puso a pensar, como si estuviera recordando una centena de decimales de Pi. ―Fue... ah... Quiero decir, sí, fue… Rhage miro la puerta del garaje, firmemente cerrada.

―Estarán adentro por el resto del día,

desaparezcamos. ― ¿Qué hizo Assail? ― ¿A parte de esnifar una gran cantidad? ― Entonces, no se fue. ― Nope. Aparte de jugar con sus papeles, y hacer dos llamadas telefónicas que no duraron más de treinta segundos cada una, se rascó las pelotas ―V palmeo su espalda. ―Volveremos mañana en la noche. V seguía maldiciendo mientras se retiraban y viajaban a través del aire frío de la noche. Cuando llegaron al patio en frente de la mansión, encontraron a iAm mirando fijamente la fachada de la casa como si estuviera esperando que Godzilla escalara el techo e hiciera una voltereta limpia con su cola llena de púas. ―Hey, hombre, ¿estás bien? ―preguntó Rhage. iAm saltó. ― ¡Oh, mierda! Cuando el viento cambió de dirección y llevo el olor a los machos, Rhage alzo sus cejas. La sombra estaba cubierta con la esencia de una hembra y no era perfume comprado en una tienda. Oh mierda, estaba en lo cierto. En todo el tiempo que habían conocido al tipo, iAm nunca les había prestado una atención particular a las hembras. Personalmente, Rhage siempre había pensado que el pobre bastardo estaba sufriendo del síndrome de Phury, una condición donde un hermano estaba tan jodido, que el otro había caído en un agujero negro tratando de salvarlo.

Desafortunadamente, no parecía que Trez fuera a salir de su caída en picado en un tiempo cercano. Pero, claramente iAm había hecho algo por sí mismo. Por tener a alguien más. Bien por él pensó Rhage. Ya era hora de que el macho tuviera un descanso. ―Así que, ―V arrastro las palabras mientras hacía un ademán―. ¿Cómo estuvo tu noche sombra? Claramente, él también había notado la esencia. ―Bien ―Dijo iAm. ―Mm-hmm ―V exhaló―. ¿Hiciste algo en particular? ―No, ¿Tu? ―Nada ―Rhage replicó mientras los tres enfilaban hacia el vestíbulo. ―Negocios como siempre. De hecho, la noche con Assail había sido directamente frustrante, pero más allá de eso, él había estado esperando palabras de su Mary acerca de la hembra que había sido llevada a Havers en coma. Nada. No había escuchado nada, ¿Estaba viva? ¿Muerta? Maldita sea, había visto esa Mahmen solo una vez, la horrible noche donde la rescataron a ella y a su pequeña de un macho abusivo. Pero esa situación había estado molestando a su Mary, haciendo mella en ella y eso significaba que estaba también en su radar. Además, su shellan no había estado en casa desde hace dos noches. Y él estaba comenzando a desesperarse. Los móviles no podían sustituir el contacto físico. No del tipo que necesitaba de ella. Cuando entraron en el vestíbulo, Rhage puso su cara en el lente de la cámara. Un segundo después, el seguro fue retirado y ellos entraron en el Hall. La Última Comida estaba llevándose a cabo, Doggens ocupados trayendo comida al comedor, personas reuniéndose en el arco de la entrada, más miembros de la casa bajando por las escaleras. iAm parecía listo para huir, sus ojos clavados en la alfombra roja que tenía la escalera hacia el segundo piso como si en su mente, ya estuviera a medio camino hacia su habitación. Fuera de la vista.

Sin dudas, de camino a la ducha. Incluso aunque acababa de mirar su teléfono, y la cosa estaba en vibrador, Rhage saco otra vez su móvil, y busco nuevamente para ver si se había perdido algo… Lassiter salió del cuarto de billar, su cabello rubio y negro en una trenza gruesa que colgaba por sobre uno de sus pectorales. Tenía una caja de Yoo-hoo en sus manos, un tubo de Starburst en la otra, y suficiente oro sobre él como para igualar su peso. ― ¿Alguien más vió Real Housewives of New Jersey? La gente se giró y se quedó mirando fijamente al hombre. ― ¿Cómo es que sigues siendo un invitado en esta casa? ―Preguntó alguien―. ¿Aun no te has ido? ―Pídanle un taxi ―Murmuro otro―. O simplemente podemos enviarlo a la montaña por correo aéreo. ―Tengo un lanza patatas ―Dijo Butch―. De poco calibre, podemos meterlo a la fuerza en esa cosa. ―Oh, aun no me he ido ―Lassiter sonrió―. Vamos, como si fuera a perderme toda ésta comida grandiosa y el cable… espera un minuto. Esos extraños ojos brillantes se volvieron sobre iAm y entonces gritó: ― ¡Santa mierda, te vinculaste! En el congelado silencio que siguió, Rhage quiso golpearse la cabeza, ―Ángel, tu medidor de tacto está aún más roto que el mío, compañero.

CAPÍTULO 57

― Así que, ¿Qué ronda tu mente primer consejero? Abalone se inclinó cuando Wrath se dirigía hacia él. ―Gracias mi Señor ―Entrando en la sala de audiencias cerró la puerta corredera detrás de él―. Muchas gracias. ―Debe ser serio para ti si nos encierras dentro ―Murmuró el Rey. ―Mi señor ―él aclaró su garganta. ―Siempre busco servirte, en todas las maneras ―Está claro. Entonces, ¿Qué necesitas? No por primera vez Abalone deseó poder ver los ojos del macho. Pero quizás era mejor que esos lentes de sol escondieran tanto. Prefería tener el control apropiado sobre su colon. Las presencias de Zsadist y Phury mostraban la realidad de su tiempo. No tenían más de cinco o diez minutos antes de tener que regresar a Wrath al complejo. Pero esto no podía esperar. ―Mi Señor, aprecio que permitas a Paradise quedarse aquí. Es más que generoso de tu parte… ―Pero tú la quieres de vuelta en casa contigo y no te gusta que Throe esté allí. Abalone cerró sus ojos. ―Si mi Señor. Ella es… la separación es más dura de lo que había anticipado. Y por favor, no es que sienta que ella no está a salvo aquí, probablemente está más a salvo… ―Te puse en una situación de mierda. ¿No? ―Wrath lo interrumpió―. No es justo pedirte que juegues a la niñera con un imbécil como ese, a costa de tu propia vida. Me disculpo. Abalone parpadeó. De todas las maneras que pensó que esto podría ir, Wrath expresando una disculpa no estaba cerca de la lista. ―Mi Señor, por favor, soy yo el que está fallándote… ― ¿Quieres que te ayudemos a sacarlo? Phury habló ―Rhage se ofrecería de voluntario en un latido. ―Mi señor, eres tan…

Wrath lo ignoró y se concentró en los guerreros. ―Así que ¿Cuál es nuestro plan aquí? ¿Ustedes dos van ahora con él y hacen la evacuación? Los ojos de Zsadist cambiaron de amarillo a negro ―Vamos a hacerlo… ―Esperen, esperen ―Abalone agitó sus manos―. Debo hablar con él… Wrath sacudió la cabeza ―No lo harás solo. Eres demasiado valioso para mí. Dile a Paradise que se quede aquí una noche más mientras nosotros limpiamos. Y así fue como unos diez minutos después, él terminó desmaterializándose a su casa, escoltado por un par de guardias personales del rey. Mientras tomaba forma enfrente a su puerta Tudor, miró hacia las ventanas brillantes y se preguntó ¿dónde estaba Throe? ¿Qué estaba haciendo?, ¿Que había encontrado? El personal dijo que había dormido todo el día esa primera noche y eso probablemente no pasaría dos veces seguidas. De acuerdo a eso, Abalone se había asegurado de bloquear muchas puertas antes de irse y había suficientes Doggen mirando alrededor. Cuadrando los hombros se dirigió a los hermanos que estaban a su lado, como un set sujeta libros de Sun Tzu. ―Quisiera ser el que hable con él. Phury asistió ―Es tu casa, debes ser el que revoque la invitación. Abalone abrió el teclado electrónico con la llave, no sintió nada de la comodidad usual cruzando el umbral, ni siquiera cuando su apreciado Mayordomo vino de la sala para tomar su abrigo. ―Señor ―dijo el Doggen haciendo una reverencia profunda. ― ¿También debo servir a sus invitados la primera comida? ―No se quedarán. ¿Dónde está Throe si puedo preguntar? ―Ha estado en su dormitorio. He estado revisando… la puerta ha estado cerrada y no ha bajado las escaleras ni siquiera para las comidas. La única vez que toque a la puerta, temprano en la mañana, contestó que estaba descansando. Abalone no dudo, tomo las escaleras aún con las llaves de cobre en la mano. Mientras llegaba

a lo alto, continuó adelante, pasando las puertas hasta que llego a la segunda mejor habitación para invitados. Hubiera sido un honor inmerecido poner al macho en la mejor habitación para invitados, incluso si Throe no se hubiera percatado de eso. ―Throe ―dijo secamente Abalone. ―Una palabra, si me lo permites. Cuando no hubo respuesta, toco los paneles cerrados con los nudillos… La puerta se abrió por su propia voluntad, revelando un interior con poca luz. Estaba a punto de entrar cuando una mano pesada cayó sobre su hombro y lo detuvo. ―Déjaselo a mi hermano ―Dijo Phury gentilmente. ―No sabes lo que vas a encontrar. Z entro con un arma afuera al lado de su muslo. Un momento después, luego de que esas fuertes pisadas recorrieran la habitación, él dijo: ―Despejado. Abalone dio un paso dentro. Ciertamente, la habitación estaba desocupada, incluso la cama estaba tendida. No había señal de que alguien hubiera estado ahí. Excepto por la ventana entreabierta de enfrente. Uno de los paneles de malla de acero reforzado había sido arrancado y dejado entreabierto. ―No era un prisionero aquí ―Dijo Abalone mientras iba y cerraba la cosa.― ¿Por qué escapar? ―La pregunta más importante ―Dijo Phury.― ¿Es cómo podemos realmente estar seguros de que se fue? Es una casa grande, llena de lugares para esconderse… ―Quizá esto explique las cosas ―Z se acercó a la mesa de la esquina y sostuvo un sobre sellado. ―Tiene tu nombre en él. El hermano trajo la cosa y se la entregó a Abalone. Con manos temblorosas Abalone abrió la solapa posterior y saco la única hoja de papel que había sido doblada dos veces. El papel era suyo, con un gravado del dibujo de la casa en la parte superior. Querido Abalone, hijo de Abalone:

Perdóname por no agradecerte en persona. Tu hospitalidad ha sido apreciada y muy generosa. En reconocimiento de la difícil posición en la que te ha puesto mi presencia aquí, voy a buscar refugio con otro. Anticipo que nuestros caminos se cruzaran de nuevo, mi primo. Hasta entonces, gracias una vez más por abrirme tú casa, y hasta entonces, seguiré siendo, Su relación de sangre, Throe. ― ¿Qué dice? ―Preguntó Phury. Mientras las persianas automáticas comenzaban a bajar por el día, Abalone extendió la carta. ―Nada de mucha importancia. Estoy de acuerdo, necesito registrar la casa, pero me temo que tomará demasiado para que ustedes dos regresen a salvo al Complejo. ―Entonces nos quedaremos aquí contigo ─dijo Phury mientras sus ojos volaban por el manuscrito. ―Pero ¿Hasta que sepamos que tú y tu personal están a salvo? No vamos a ninguna parte. Abalone exhaló. ―Estoy bendecido con su presencia. Z se rió con fuerza. ― ¿Crees que vamos a volver y decirle a Wrath que tu garganta fue cortada porque no hicimos nuestro trabajo? No es el tipo de informe que quiero darle al rey. Phury le entregó la carta y puso su mano en el hombro de Abalone de nuevo, ―Y déjanos hacer el trabajo sucio, es más seguro para todos de esa forma. ¿Dónde está tu dormitorio? ―Abajo por ese camino. ―Vamos, te llevaremos ahí y pondremos tu personal a salvo. Después de eso peinaremos esta casa hasta que sepamos que no hay nada, excepto esa carta dejada atrás. Abalone se encontró a si mismo asintiendo. ― Gracias Señores. Muchas, muchas gracias. ―Estoy más que complacida de que acudieras a mí. Lamento haberte tenido esperando. Throe sonrió hacia la hembra que se inclinaba hacia él e indicó el confortable sofá en el que había estado sentado desde que había llegado a su propiedad. ―No ha sido una molestia. Eh estado caliente y seco.

Además, has sido tan amable como cualquier anfitriona podría posiblemente ser. La aristócrata sonrió, mostrando unos dientes que eran tan blancos como los diamantes en su garganta, sus muñecas, dedos y en sus lóbulos. Parada dentro de la modesta residencia del cuidador de su enorme finca, ella parecía una modelo que había entrado a la sesión de fotos incorrecta. ―Mi compañero no se encuentra bien ―Dijo ella con gravedad. ―Tengo que cuidar de él. Vestida como estaba, en un ceñido vestido de coctel con estampado de leopardo, uno tenía que preguntarse exactamente qué tipo de necesidades tenía el anciano Hellren. Difícilmente era el tipo de ropa que una Shellan vestiría para poner a su viejo macho en la cama. Lo más probable, pensó Throe, era que ella se había vestido para reunirse con él. ―Sí, lo recuerdo. Él estaba enfermo ―dijo suavemente―. Lo siento mucho. ―Me duele tanto. ― ¿Cómo no podría? ―Seré una viuda pronto. Mientras él asentía solemnemente con simpatía, deliberadamente dejo ir a la deriva sus ojos desde el cabello negro hasta los pies delicados. La última vez que la vio, fue en este lugar, pero había habido mucho menos ropa involucrada para ambos, como para sus compañeros bastardos. Ella había estado yaciendo cerca de la chimenea, sus soldados pululaban alrededor de su carne desnuda, alimentándose, follando. Eso había sido cerca de un mes atrás, solo la sesión más reciente de las que habían estado dándose el último año por intervalos regulares. ― ¿Solamente eres tu ésta noche? ―preguntó ella roncamente. ―Sí. Y tengo que decirte que lastimosamente Xcor y yo partimos caminos, estoy dejando la batalla. ―Lo estás ―Ella ronroneó. ― ¿Y dónde te estás quedando? ―Estoy entre residencias por el momento. ― ¿En serio?

―Ciertamente. Acerca Ella se acercó, cruzando el espacio para quedar al alcance de su brazo ―El amanecer esta Él sintió su mirada por su cuerpo de nuevo ―Lo está. Entonces, tendré que irme. ― ¿Tan pronto? ―Ella hizo un mohín. ―Es lo más seguro ―Ociosamente, él arrastró sus dedos por su cadera, a través de la parte baja de su vientre, abajo hasta la unión de sus muslos. Le dio un pequeño golpe―. Así que me temo, que debemos acabar las cosas aquí... ―Quizás tu y yo podamos llegar a un acuerdo ―dijo ella. ― ¿Si? ―dijo él. ―Mi Hellren es bastante más viejo que yo. Es el amor de mi vida claro está. ―Por supuesto. ―Pero dada su avanzada edad, hay ciertas necesidades que él no es capaz de suplir regularmente. ―Creo que estás familiarizada con mis habilidades en ese ámbito. La hembra sonrió de una forma salvaje ―Si, lo estoy. ―Y parecería justo que, si tú me ofrecieras alojamiento y comida, serías recompensada en una manera que consideres apropiada. La hembra puso uno de sus tacones Stiletto en el brazo del sofá y dejó que el dobladillo de su vestido subiera hasta su cintura, exponiendo su sexo desnudo para él. ―Quizás deberías refrescar mi memoria sobre tus talentos primero. Throe ronroneó desde el fondo de su garganta y se inclinó hacia ella, extendiendo su lengua, lamiendo el camino hacia su hendidura. Mientras sus caderas se impulsaban hacia él y su cabeza caía hacia atrás, chupó hasta su clito… Y luego se detuvo. Se echó atrás de nuevo. ―Tengo un problema.

― ¿Si? ―Ella gruño, irguiendo la cabeza nuevamente. ―No puedo quedarme en esta cabaña. No si la banda de bastardos va a pagarte un tributo. Seguramente, en una propiedad tan grande como ésta, ¿Habrá otro alojamiento disponible? Ella frunció el ceño. ― ¿Eres de la línea de sangre de Bluerme, cierto? ―Lo soy, a través de la familia de mi Mahmen. ―Tienes una relación distante con mi Hellren, entonces sería inapropiado de parte de nosotros no ofrecerte refugio. Claro, si vas a estar en la casa principal vamos a tener que comprarte ropa. Throe sonrió hacia ella. Era perfecto. Después de todo, ella y su esposo habían apoyado la revolución política contra Wrath. No había manera que se regocijaran con la posterior disolución del consejo por parte del rey. Tenía su entrada, así como su base de operaciones. ―Lo que sería más que aceptable ―dijo él, resbalando sus manos por sus caderas y atrayéndola de nuevo a su boca. Él murmuró contra su sexo ―Ahora, permíteme demostrarte mi afecto por tu generosa naturaleza.

CAPÍTULO 58

—Trabajo sola —decía la puta mientras iba a por su ropa—. No tengo chulo, si me quieres de nuevo ya sabes dónde encontrarme. Xcor miró el otro lado del salón de la casa, observó a la mujer vestirse con una eficiencia que estaba sólo un segundo por debajo de la velocidad del sonido. La rubia se fue sin decir adiós, su tarea había sido cumplida, su paga de dos mil dólares había sido aceptada. Tan pronto como la puerta se cerró tras ella, trasladó sus ojos al moribundo fuego. Había pagado por follarla de cualquier manera y donde quisiera, y así lo había hecho. Repetidamente. También había bebido de su vena. Por lo que la había recompensado con los otros mil. Gracias a su agudo oído la escuchó en el exterior, caminando a través de las hojas. Y su voz traspasó las finas paredes de la estructura que había comprado para otra. —Sí, me estoy marchando ahora. Era feo, pero follaba como un animal… Eso fue lo último que escuchó, así que ella debía haberse desmaterializado. Su cuerpo estaba desnudo mientras se sentaba en el suelo ante la chimenea, las rodillas alzadas, los codos flexionados, los brazos laxos. El sudor se estaba enfriando de su piel, sus colmillos todavía sobresalían desde la alimentación, su miembro flácido, encogido y enrojecido por la paliza que se había llevado. El aroma de todo lo que había hecho persistía en el aire, cada inhalación que entraba por su nariz era un recuerdo de lo que su cuerpo había provocado. Y con quién. Dejando caer la cabeza se frotó el pelo demasiado largo, pensando aturdido que debería de cortarlo. Imágenes de él poniendo a esa mujer en cuatro patas y montándola como un perro se deslizaban en su mente. Sus pelotas habían abofeteado su coño mientras la penetraba por el culo, y él se había corrido muchas veces. La había dejado goteando. Había intentado hacerlo tan sucio como fuera posible, e incluso había besado a la mujer, por todos lados.

Había querido teñir la totalidad de su piel con la experiencia. Cambiar su cuerpo. Alterar su mente. Dejar la pizarra limpia. En su lugar, mientras se sentaba en el duro suelo de la soledad, descubrió que había hecho lo opuesto. Layla era la única cosa en lo que pensaba ahora: su encantador y tímido rostro; esos ojos verde pálido, tan inteligentes y tan amables; ese cuerpo del cual sólo había tenido sugerencias. La sesión con la puta le había servido simplemente para deprimirlo, de tal forma que el resplandor que le brindaba la única que amaba, lo consumía todo más brillantemente por el contraste. Como estrategia, esto había sido un desastre total. Así que tendría que encontrar otra forma. O intentar esto de nuevo… sí, intentaría esto de nuevo con otra, o con la misma, o con tres o cuatro. El dinero era escaso, pero Balthazar y Zypher eran tan seductores, que Xcor estaba bastante seguro de que tendrían éxito abogando en su nombre. Y luego, siempre había alcohol para ayudarlo. Y luchar, lo cual podría ser una forma excelente de drenar energía. Lo que no podía hacer, era ceder al impulso casi asfixiante de llamar a Layla y escuchar su voz, y suplicarle que lo viera a pesar de lo que le había dicho. Eso sería simplemente algo más mortífero para él. El Bloodletter le había enseñado que parte de la fuerza era eliminar la debilidad y con el tiempo, con la repetida exposición a esa elegida, sus emociones lo habían castrado; estaba tomando elecciones y encontrando distracciones en cosas que comprometían la integridad del guerrero que había en él. Y de alguna forma, ella lo había imaginado todo y le había exigido sinceridad. Su reconocimiento de todo lo que había sacrificado por ella había sido un toque de atención, y sólo un loco no seguiría esa clase de salida; necesitaba alterar este destino en el que se había convertido ella para él, apartarse de esa insoportable situación en la que estaba con ella, proceder con presteza para volver a la claridad que una vez había poseído. Porque, ¿cuál era su futuro? ¿Más encuentros clandestinos aquí? De tal forma que finalmente un

hermano la seguiría, ¿debido a algún desliz infinitesimal que ella cometiera o por alguna sospecha de la que ella sería inconsciente? Sus soldados y él necesitaban un lugar seguro para descansar y recargarse durante las horas de luz y no podía comprometer eso. ¿En qué había estado pensando? ¿Traerla aquí? Él y sus bastardos no tenían dinero para mudarse de nuevo tan pronto, el contrato de arrendamiento sobre la propiedad estaba siendo una carga en sus magras arcas, ahora que Throe se había ido. Era una tregua mutua; si ella divulgaba la localización de este lugar tenía que saber que su siguiente movimiento sería comandar un ataque a gran escala sobre la sacrosanta mansión de la hermandad. Donde, si los rumores eran ciertos, el primogénito del rey dormía en su cuna. No, ella no diría nada… ¡Bing! El sonido de su teléfono hizo que girase la cabeza a su alrededor, el móvil estaba en el suelo al lado de la puerta, en la maraña que eran sus pantalones. Saltando a través del espacio, sus manos eran descuidadas mientras rebuscaba a través de los pliegues, luchando contra su bolsillo, consiguiendo sacar la parte frontal de cristal. No había escuchado nada de ella en respuesta concerniente al mensaje de voz que le había enviado en forma de texto. Introdujo el patrón de contacto de cuatro dígitos sobre el teclado numérico, desbloqueó el aparato y fue a los mensajes de texto. Su analfabetismo era tan profundo que tenía que utilizar una aplicación que transformaba el texto a audio para poder recibir las comunicaciones de sus soldados y de ella. Pero sabía lo suficiente para ver que fuese lo que fuese que había recibido, no era de la elegida. Apartó el teléfono sin escuchar lo que fuera que fuese. El hecho de que se detuviera y se quedase plantado delante de la puerta como si estuviese perdido, lo cabreó. No podía, no, no permitiría que esta castración continuase. Había habido muchas cosas en su vida que habían sido más terribles que ser abandonado por una mujer que no había sido suya, para comenzar: su

madre se había disgustado con su apariencia y lo había abandonado a causa de su labio leporino; había soportado lo inimaginable, el abuso continuado en el campamento del Bloodletter; y luego estaban los siglos de depravación en esta guerra, su odio desquiciado del mundo que lo definía, que lo conducía. Este asunto con Layla no iba a romperlo. Forzando a sus pies a moverse, entró en el baño y abrió la ducha. La sangre que la puta le había dado, lo había proveído de fuerza física que no sentía desde… No, no podía pensar más en Layla. Tenía que sacársela de dentro, bloquear sus emociones. Era como morir, se dijo a sí mismo. Y el destino sabía que le era demasiado familiar y había cumplido con ello en la forma de pago más definitiva. Poniéndose debajo del frío chorro, agarró el jabón para comenzar a lavar su piel, pero se detuvo. No, necesitaba mantener la peste en su carne. El propósito de esta ducha era solamente despertarlo del letargo de después de la alimentación que estaba embriagando su cerebro. Después de esto, iba a ir a buscar a sus soldados. Era el momento de volver a centrarse y renovar sus esfuerzos en la guerra. Y reanudar el curso natural de su vida.

CAPÍTULO 59

Trez se reconectó al mundo en un mareado y loco viaje que era la única cosa positiva discutible sobre tener una migraña: Siguiendo la gran tormenta de dolor y nausea, siempre había un vaporoso periodo de Post-Agonía en el que estabas tan jodidamente agradecido de no tener un hacha invisible enterrado en medio de la materia gris que solo querías abrazar al mundo. Al abrir los ojos, parpadeó un par de veces y miró hacia la puerta abierta del baño. ¿Dónde estaba…? — ¿Estás despierto? Al sonido de la voz de Selena tras él, empujó su torso hacia arriba del colchón y se volteó. —Hey. Ella estaba sobre el sillón, leyendo de un Kindle, el brillo de la pantalla capturando sus rasgos en una suave luz. — ¿Cómo te sientes? —ella puso la cosa a un lado y se acercó. —Mejor —más o menos. Ahora estaba preocupado por ella de nuevo—. ¿Cómo estás tú? ¿Nada había cambiado mientras él había estado fuera? ¿Cuánto tiempo…? —No, nada ha cambiado. Y has estado fuera durante unas ocho horas. Ah, así que había hablado de todo eso. Le sujetó la mano y trató de ser sutil acerca de la forma en que examinó cómo ella retuvo la suya, de cómo se sentó en el colchón a su lado. — ¿Hay alguna razón en particular por la que no me mires a los ojos? —preguntó. — ¿Tienes hambre? —No, especialmente no cuando estas esquivando esa pregunta. Estaba siendo demasiado directo, pero cortesías sociales y estupideces no eran su núcleo de competencia en una buena noche.

—Yo… ah, fui a ver a Doc. Jane —ahora su sangre corrió fría como el hielo. — ¿Por qué? —Solo quería chequearme con ella. — ¿Y? —Ella hizo algunas pruebas y… En ese momento su audición marcó la tarjeta de tiempo y se fue a un descanso. —Lo siento. ¿Vuelve a decir eso? Ta vez si ella repetía las palabras, las cosas de alguna manera se ajustarían a través de las campanas de alarmas que estaban en modo Defcon en su cráneo. —…cuando estemos listos para verla. Trez se sentó derecho. Frotó su rostro. La observó mientras ella se quedaba mirando la alfombra. — ¿Ir a la clínica, quieres decir? —Y reunirnos con los dos. Manny también estará ahí. —Está bien. Si. —Echó un vistazo al cuarto de baño—. Necesito una ducha primero. —No hay prisa. Cierto, eso no era lo que sentía en absoluto. Empujándose alrededor de ella, se levantó de la cama y entró al baño, donde abrió el agua, uso el inodoro y entró bajo el torrente de agua. Manos rápidas con el champú y el jabón y no se molestó en afeitarse. Salir, secarse y de regreso a la habitación con una toalla alrededor de la cintura. Ella todavía estaba sentada en el mismo lugar. Al pasar casi corriendo al vestidor, su mano salió y le sujetó la muñeca. Cuando por fin lo miró, su mirada era firme como una roca, pero lo suficientemente intensa como para quemar un agujero a través de la parte posterior de su cabeza. Y por alguna razón, la combinación le aterrorizaba.

—Necesito hablar contigo primero —dijo ella. Cerrando los ojos un instante, Trez se dejó caer de rodillas frente a ella, y en el fondo de su mente, pensó: No, no, no quiero escucharlo. Sea lo que sea, no quiero… Sus manos, esas hermosas manos, llegaron hasta su cara y trazaron las cejas, las mejillas, la mandíbula. Cuando uno de sus pulgares le rozó el labio inferior, él lo besó. —Luchas se volvió loco esta noche. Trez frunció el ceño y sacudió la cabeza. —Lo siento, ¿Qué? —Abajo en la clínica. Simplemente, se volvió loco. Cortaron parte de su pierna para salvarlo… Creo que va a vivir, pero no está contento acerca de eso. —Oh. Bueno. Sí. A pesar que era cruel, lo único que podía pensar era: ¿Y qué? —Él quería morir. Estaba tan enojado que no le dejaran. ¿Qué tiene que ver esto con nosotros? Gritó en su cabeza. ¿A quién mierda…? —No me quiero ir —dijo ella—. No quiero dejarte. En algún nivel, no sé ni cómo… Quiero decir, cuando llegue mi hora, no puedo literalmente imaginarlo. Trez tragó a través de una garganta tan apretada como un tornillo. Antes de que pudiera responder, ella susurró. —Estoy aterrorizada. —Oh, mi reina… —Por ti —mientras Trez retrocedía, porque era lo último que esperaba que dijera, ella ahuecó su rostro— . Al ver aquella ira de Luchas, ese odio por el mundo y todos los que viven en él… Me preocupa que después de que me vaya, ahí es donde vas a estar. Obligándose a mantener la calma, dijo:

—Escucha, yo… —No me mientas o a ti mismo. Lo que sea que digas aquí, tienes que ser honesto. Bueno, aquello le acorraló muy bien. —Tenerte a ti tan enojado me asusta más que nada de lo que le va a pasar a mi cuerpo o mi alma. Si hay vida eterna o nada en absoluto, al final, lo que realmente me preocupa eres tú. —sus ojos se clavaron en los suyos—. Quiero que me prometas, quiero que jures en tu corazón y en el mío que vas a seguir adelante. Que te quedarás aquí con iAm y los hermanos y dejaras que ellos se encarguen de ti. Que no dejaras que el dolor te destruya. No puedo… no voy a ser capaz de ayudarte, así que vas a tener que dejarlos estar allí para ti. —Selena, en primer lugar, no vas a ninguna parte… —Mis manos están comenzando a sentirse rígidas. Mis pies y tobillos, también. No creo que tengamos mucho tiempo ya, Trez. Mientras Selena hablaba, alisaba las cejas de Trez cuando amenazaban con apretarse fuerte. Ella había practicado las palabras por horas en su cabeza, tratando de encontrar la combinación correcta para que no rechazara el mensaje. Esto era muy importante. Ella tenía que decir esto y él tenía que escucharlo. —Va ser mucho más difícil para mí pasar por esto si estoy preocupada por ti. Podía sentir las emociones que cruzaban a través de él y no se sorprendió cuando sus ojos negros se convirtieron en verde brillante de ira en su oscura cara… Y deseó como el infierno poder ahorrarle esto, pero no podía. —Necesito que me jures, —dijo—, aquí y ahora que no te cerrarás al mundo, que tu… Trez se levantó y caminó a su alrededor, las manos en su cadera, como si estuviese tratando de conseguir cierto control sobre sí mismo. —Trez, quiero que sigas viviendo después de que me haya ido. —Cuando comenzó a sacudir la cabeza, ella continuó—. Porque eso es lo único que va a hacer que todo esté bien para mí. Él levantó las manos.

—Está bien, está bien. Voy a seguir vivo. Ahora, ¿puedo vestirme para ir hacia la clínica? —Trez. No me mientas. Se detuvo y se giró hacia ella, su magnífico cuerpo lleno de tensión, los músculos de los muslos y sus hombros retorciéndose bajo su piel suave y sin vello. — ¿Qué quieres que diga? —Que dejaras que la gente te ayude. Vas a necesitarlo… Yo lo necesitaría si tu… — ¡Y lo hare! ¡Bien! Incluso veré a Mary… Usaré un signo de mierda alrededor de mi pecho que diga “En proceso de luto” joder. ¿Feliz? Ahora podemos condenadamente dejar de hablar de esto. Mientras le ladraba, ella cerró los ojos con agotamiento. —Trez… —Dices que no puedes imaginar dejarme, ¿no? bueno, yo ni siquiera puedo pensar en ello. No pienso sobre eso. Me niego a siquiera construirlo en mi mente —se señaló con el dedo índice la cabeza—, una realidad donde no estés aquí. Así que no solo no puedo proyectar qué coño voy a sentir, pero seguro como el infierno que no puedo jurarlo hipotéticamente. —Sera mejor que empieces a pensar sobre ello —dijo ella suavemente—. Será mejor que comiences a prepararte. Te digo ahora mismo que el final está llegando. Él pareció desinflarse frente a ella, incluso mientras se quedaba en su misma altura y peso. —No hables así. —Y quiero que encuentres a otra hembra, en algún momento del futuro. Quiero que… — en esto, su voz se quebró por un dolor tan grande que podría haber jurado que iba a dejar una mancha de sangre en el centro de su camisa—. No quiero que pases otros novecientos años durmiendo solo. Cuando se quedó en silencio, la devastación en él era tan grande, que se tambaleó hacia atrás y casi cayó en el sillón. —Pensé que me amabas, —dijo con una voz que no sonaba como la suya. —Lo hago. Con todo mi…

Él se frotó el esternón. —Entonces, ¿Qué es todo esto? ¿Por qué quieres que me vaya y encuentre alguna otra hembra? —Trez, escúchame —pero él se había ido, retirándose a algún lugar en su cabeza que no podía alcanzar—. Trez, sí te amo y ese es el punto… —Entonces, ¿por qué me dices que esté con alguien más? —Sus ojos estaban rotos mientras giraban en torno a ella—. ¿Por qué quieres eso? ¿Alguna vez? Es una violación de todo lo que pensé que sentíamos el uno al otro. —Trez… —Me he vinculado contigo. Lo sabes. ¿Por qué le dirías a un macho vinculado que tiene que salir y tener relaciones sexuales con alguien más? —Te estás perdiendo el punto. Mierda, no se suponía que debía ser así. Se suponía que debía darle su juramento y llevarse el permiso de su corazón para que, en un millón de años a partir de ahora, cuando él la hubiese superado y todo lo que habían significado el uno para el otro, no se sintiera culpable por encontrar a alguien más con quien ser feliz. Ella tenía que hacer lo correcto. —Tal vez sólo deberías irte —dijo con voz apagada. — ¿Qué? El frotó sus ojos. —Sólo vete. Sólo vete de aquí —él asintió hacia la puerta—. Yo estaba preparado para pasar por absolutamente cualquier cosa contigo, pero no esto. No quieres mi amor, está bien, lo entiendo. Esto han sido un par de noches locas para ti y una alta emoción tiene una manera de contaminar todo y hacer que las cosas parezcan más importantes de lo que realmente son. Pero no puedes estar aquí conmigo nunca más. Ella sacudió la cabeza, como si tal vez eso ayudara a que sus palabras tuviesen sentido.

— ¿De qué hablas? —No te culpo. Doc. Jane te dijo que te salvé la vida, así que hay un montón de gratitud que debes estar sintiendo… Que puede ser confundido con amor, lo entiendo. —Espera, ¿Qué? No entiendo lo que estás diciendo. —Pero no puedo estar cerca de ti. ¿Dices que no quieras que me destruya a mí mismo? Bien, entonces una buena manera para empezar es que me dejes ahora. Un extraño parpadeo de pánico endureció su nuca. —Trez, no has escuchado lo que he estado diciendo. Estás llevando esto a una dirección completamente diferente, una equivocada. Te amo… —No digas eso —espetó el—. No me digas eso. —Diré lo que quiera —dijo de vuelta—. Es tu manera de escuchar por lo que me preocuparía si fuese tú. —Oh, mis oídos están trabajando muy bien, cariño. Acabo de escuchar a la mujer que amo y adoro más que nada en el mundo entero decir que salga y folle a otra persona. Tal vez antes de que mueras, debes escribirle a Hallmark y sugerirle esa mierda para una tarjeta de San Valentín, es jodidamente romántico. Ahora ella fue la que se levantó. —No quiero eso. No quiero nada de eso. —su voz se elevó a un nivel histérico, pero no pudo evitarlo— . ¿Crees que estoy feliz de decir estas cosas? ¿De pensar en estas cosas? ¡Tengo… sólo Dios sabe cuántas noches me quedan y he perdido ésta… sentada en esa maldita silla mirando a algún libro de mierda que no he estado leyendo, imaginándote ahorcado en el baño después de que muera!, ¡O emborrachándote y chocando tu auto en un árbol!, ¡O yendo en otra puta juerga que dure no una década sino un siglo! Ella hizo círculos al lado de su cabeza. —Estos pensamientos… ¡No los quiero! ¿Crees que quiero decir esto? ¡Jesucristo, Trez, te amo! ¡No quiero que estés con alguna otra mujer, nunca! ¡Quiero que te sientes en una esquina y me llores hasta que mueras! ¡No quiero que veas el sol o la luna o disfrutes otra comida o que tengas un buen sueño!

¡Quiero perseguirte el resto de tu vida, hasta que donde quiera que vayas y a todos con quien hables, todo lo puedas ver sea mi fantasma, porque entonces sabré que no me has olvidado! Él levantó las manos. —Selena, yo… — ¿Quieres saber lo que es la muerte? Te diré lo que es: la muerte es que los vivos te olviden. ¡Cómo era tu aroma y cómo lucías, cómo se escuchaba tu voz, cómo te reías! Incluso si hay un más allá. Mi muerte va a ser que tú sigas sin mí hasta que no puedas recordar el color de mis ojos o que tan largo era mi cabello. Resultó que ella era la que se iba a convertir en Luchas. De pronto, su visión fue todo blanco y no tenía control sobre la forma en que se abalanzó sobre la lámpara más cercana, la tiro fuera de su mesa y la lanzó a través del cuarto al banco de las ventanas, lanzando la cosa tan fuerte que la seda de su pantalla se fue volando y golpeó el candelabro colgando en el centro del techo. Señalando la ruptura. Todo se rompió, astillas de vidrio dividiéndose en brillos que iban por todas partes, de tal manera que Trez tuvo que levantar los brazos para protegerse los ojos. Ella rompió en llanto. —No quiero que sigas sin mí. Mientras su alma se partía en dos, él saltó y se dirigió hacia ella. Cuando trató de abrazarla, ella se agitó, golpeándolo con sus puños. —Vas a encontrar a alguien más —gimió ella—. Te vas a enamorar de alguien más y ella va a ser capaz de darte hijos y abrazarte cuando tengas pesadillas y hacerte la cena —las lágrimas llegaron tan duras y pesadas, que no podía respirar—. Y ella va a ser mejor que yo porque ella va… —Selena se derrumbó contra él—. Ella va a tener la suerte de estar viva. Trez la acercó a su corazón y le acarició la espalda. Allí estaba, la verdad estaba afuera. El mal que había estado tratando de empaquetar y enlazar se reveló porque ella quería ser una hembra de valor en vez de la patética y pegajosa que en realidad era.

Y, sin embargo, él todavía estaba con ella. De pie, alma a alma, carne a carne, impávido, totalmente decidió a amarla a pesar de todo. Finalmente se dio cuenta de los latidos de su corazón. Thump, Thump,Thump. Tan consante y fuerte. Respirando entrecortadamente ella se echó hacia atrás. Mientras el acariciaba bajo sus ojos con sus pulgares, ella dijo con voz ronca. —Wow, esa salió bien, ¿eh?

CAPÍTULO 60

Cuando Selena habló, Trez estalló en carcajadas y ella sonrió. Los dos estaban en total desorden, con el rostro hinchado y rojo como la remolacha por los gritos y el llanto, su antebrazo sangrando por el cristal que lo había golpeado, sus cuerpos temblorosos mientras se abrazaban. ― ¿Practicaste todo esto? ―preguntó al cepillarse el pelo hacia atrás. ―Oh sí, durante horas. La llevó a la cama y ambos se sentaron antes de que cayeran sobre el vidrio roto que llenaba la alfombra. ― ¿Y en tu cabeza cómo fue esto? Selena se inclinó hacia la caja de Kleenex que estaba al lado del reloj despertador. Ella le ofreció un pañuelo de papel y luego tomó una para ella. Después de que ambos hubieran sonado sus narices, ella volvió a respirar hondo. ―Iba tan bien, pero bombardeaste mi bondad, derrotado por la pureza de mi amor y cuando me puse llorosa, todo se aguó como en Sleepless in Seattle, ¿no es así? Cuando agarro su cara, la inclinó hacia él y la besó. ―Eres aún más hermosa para mí que antes. ―Ella puso los ojos en blanco. ―Vamos, seamos realistas, sólo te dije que quiero que seas célibe durante el resto tu vida. ―Y nada podría hacerme más feliz. ―Trez, se real, es una total insensatez por mi parte. ― ¿Crees que me gustaría que fuera diferente? ―Se encogió de hombros―. Hombre, ¿si yo fuera a morir? No querría que miraras a otro macho… olvídate de estar desnuda con él ―Él no pudo ocultar el retroceso de disgusto mientras trataba con esa tremenda pesadilla―. Oh, mierda, pues no, de ninguna manera. Uh-huh. ― ¿En serio?

―Cien por ciento. Al mirar hacia abajo a la alfombra, la más hermosa sonrisa se instaló en su cara. El macho se sentía bien al estar de acuerdo, pero luego su expresión se desvaneció. Estuvieron en silencio por un tiempo terriblemente largo y tenía la sensación de que sabía dónde se había ido en su cabeza. ―La vida puede ser muy larga ―dijo, como si estuviera imaginando el momento que tenía delante de él y cómo las cosas podrían cambiar. ―Sí, puede ser ―Se sentía como si hubieran vivido tres vidas en las dos últimas noches―. Pero mi memoria es más fuerte que el tiempo, cuando se trata de ti mi recuerdo es una parte inmortal en mí. ―Si esto fuera a pasar. ―Se aclaró la garganta―. Si encuentras a alguien, quiero que sepas... nunca voy utilizar eso contra ti. Te amo demasiado como para culparte por eso. ―No va a pasar. Selena atrapo otro trozo de papel pero no lo usó, ella sólo dobló la frágil pieza por el medio y lo redujo a la mitad de nuevo y una tercera vez. ―No quiero que estés congelado en un cementerio de tu propia creación ―dijo finalmente―. Eso es lo que supongo que estoy tratando de hacer ¿Mi gran miedo de ser atrapada en mi cuerpo para siempre? Me temo que tú también lo estarás en tu dolor. Si, por supuesto que hay una parte de mí que quiere que agaches la cabeza y dejes que los años pasen, pero una parte aún mayor, no quiere ese tipo de prisión para ti. Supongo... lo que estoy tratando de decir es que si alguna vez te sientes mal en algún momento, ya sabes, porque algo sucediera y piensas que es gracioso o comes una comida que disfrutes o... si hay una película que deseas ver o eres feliz con un regalo que alguien te da, quiero que sepas que te quiero en ese momento, por favor. Tal vez podrías incluso fingir que son regalos míos desde el otro lado. ―Ella sonrió con tristeza―. Un beso mío para ti. Oh, mierda, ahora sentía que la perdía de nuevo. ― ¿Puedes prometérmelo, Trez? ¿Qué dejaras que te pasen cosas buenas incluso después de que me haya ido? ―Deslizó los dedos por su cara―. ¿Incluso si las cosas suceden aunque no haya otra hembra a tu lado? La única cosa peor que morirme es que a la vez uno de nosotros va a desaparecer a pesar del hecho de que ese gran fuerte corazón tuyo siga latiendo en el pecho. Cerró los ojos.

―No quiero pensar en eso. ―Yo tampoco. En el silencio que siguió, se enfrentó una vez más a la realidad de que no había nada por lo que pelear, nadie a quien gritar o alguien a quien pudiera apuñalar con una daga para detener todo esto. ― ¿Quieres ir con Doc. Jane ahora? ―dijo. ―Preferiría que respondieras la pregunta. ―Trez atrapó sus manos entre las suyas. ―Si eso da paz a tu mente, entonces sí, está bien. Prometo que... ―Bueno, él podría en realidad no decirlo―. Voy a seguir adelante. El alivio aflojó su rostro, sus hombros y su cuerpo entero. ―Gracias, eso realmente ayuda. Nunca sabrás lo mucho que realmente me ayuda en este momento. Él la besó suavemente y a continuación, se levantó y fue hacia el armario. No tenía ni idea de lo que se ponía pero cubrió sus partes íntimas e incluso se acordó de ponerse desodorante. Cuando salió, su estómago se sentía como si hubiese sido limpiado. ― ¿Estás lista para ir a la clínica? Ella miró a su alrededor como si buscara algo o tal vez sólo quería retrasar lo inevitable un poco más. ―Lo siento mucho por lo de la ventana, ―dijo abruptamente. ―Está bien. La persiana está todavía en su lugar, así que cortará el viento y el frío. ―Y la lámpara. ―Como si me importara. Ella asintió con la cabeza y se levantó. Vestía jeans ajustados negros y una blusa blanca suelta y él fue golpeado por lo bien que se veía con ropa normal, no con la formalidad de las elegidas y era divertido, su expresión estaba relajada también, cosa cada vez más extraña. Maldita sea, pensó, realmente le encantaría haber tenido hijos con ella. El viaje a la clínica parecía que no tenía final y Selena no estaba segura de si eso era una mala o una

buena cosa. Por un lado estaba lista para recibir las noticias sólo para poder hacer frente a lo que fuera, por otro, se habría contentado con vivir en la zona de “no saber” un poco más. Trez sostuvo su mano todo el camino hasta el centro de formación, no dejándola ir, incluso cuando puso los distintos códigos de acceso o cuando tenían que ir uno tras otro a través del armario de suministros. Caminando por el corredor de Doc. Jane, pensó en todas las puertas en las que podrían haber entrado en lugar de a la que se dirigían. Cuando llegaron a la sala de exámenes, ella lo miró. ―No podría hacer esto sin ti. Se inclinó y rozó su boca con la suya. ―La buena noticia es que no tendrás que hacerlo. Juntos, entraron en el recinto médico. Al instante Selena empezó a tener problemas para respirar, ese olor a producto químico y todo aquello tan brillante otra vez. Y la sensación de asfixia empeoró cuando Doc. Jane y Manny se enderezaron desde la pantalla del ordenador que había sobre la mesa y pusieron idénticas sonrisas profesionales. ―Malas noticias, ¿eh? ―dijo ella. Cuando los médicos empezaron a prevaricar, los cortó―. Por Favor, respétenme a mí y a mi tiempo lo suficiente para no desperdiciar palabras tratando de endulzar todo esto. Digan lo que mi cuerpo muestra. ―Vemos un cierto cambio en las articulaciones. ―Doc. Jane dio un paso atrás―. En todos los lugares donde hemos tomado una radiografía. Bueno, no fue fácil de tragar a pesar de que ella había esperado esta contestación. Los dos doctores se fueron turnando para explicar las cosas y Trez asentía como si estuviera siguiendo la conversación. Ella, sin embargo, se centró en la comparación de la pantalla del ordenador de lado a lado entre las dos imágenes, entre la que había sido tomada después de que el último episodio hubiera ocurrido y la otra que había sido tomada hace unas horas. Separadas por sólo dos días, las articulaciones ahora tenían una neblina gris en los espacios entre los huesos. ―Es como si se trata de leña, ―dijo Doc. Jane―. ¿Tal vez tu cuerpo te mantiene a raya? ― ¿Por cuánto tiempo?―Preguntó Trez. ―No tenemos ni idea. ―Manny se adelantó ajustando y reajustando el contraste del monitor como si buscara algo―. Nos gustaría sugerir que vinieras para más tomas de imágenes cada seis horas durante un día, de esta manera podemos ver si las cosas continúan cambiando.

― ¿Estás con dolor en este momento? ―Preguntó Doc. Jane. ―No. ―Porque podemos darte algo por si lo necesitas. Trez habló. ― ¿Hay algún medicamento que podamos probar? Querida Virgen Escriba, su cerebro parecía haberse apagado. ―Bueno, hemos hablado sobre ello ―Manny miró a Jane―. Y estamos atascados. Doc. Jane tomó la delantera. ―Una de las cosas que hemos estado considerando son los antiinflamatorios, los esteroides orales serían problemáticos debido a que suprimen el sistema inmune y no está claro que los episodios no sean provocados precisamente por las propias defensas de su cuerpo. ―Su recuento de glóbulos blancos es muy alto ―Manny interrumpió―. Así que definitivamente algo está sucediendo en este momento. ―Y las inyecciones de esteroides en las articulaciones, incluso si nos limitamos sólo con las más importantes de su cuerpo no sería más que una solución provisional ―Jane pasó una mano por su pelo corto―. Parecería lógico comenzar con algunos AINE o con baja concentración como Motrin. ―No tiene una gran cantidad de efectos secundarios negativos ―Manny intervino―. Ellos pueden aliviar cualquier dolor hasta un punto, pero también trabajan como anti-inflamatorios y no afectarían tu sistema inmunológico. Selena cerró los ojos y deseó poder estar en otro sitio. Ojalá pudiera ser cualquier otra persona y pensar que todo el complejo estaba lleno de personas que no tenían miedo de si iban a despertar en la oscuridad. No es que ella les envidiara por esa bendición, de ningún modo, ella sólo quería ser un miembro de ese club. Hubo más conversación, pero su cerebro había dejado la clínica y el examen clínico y en su lugar estaba haciendo una copia de seguridad en su mente de la habitación de Trez, reviviendo el derribo y arrastre que los había llevado en última instancia aún más cerca.

Trez tenía razón, habían vivido toda la vida en estas últimas cuarenta y ocho horas. ― ¿...Te parece? ―Dijo él. ― ¿Perdón? ―Murmuró. ―Entonces, ¿qué piensas? ¿Te gustaría probar las pastillas? ―Cuando ella se quedó en silencio, él se inclinó hacia abajo. ― ¿Estás bien? ¿Necesitas un poco de tiempo? ―Tengo que hacer tu cena ―ella soltó. Luego se sacudió a sí misma―. Lo siento, sí, claro, voy a tomar lo que quieras darme, pero después de tomar las pastillas... quiero hacerte la cena después de la puesta del sol. En el rancho sin nadie más alrededor. Trez sonrió un poco. ―Bueno si deseas planificar toda esta noche, lo tienes, mi reina. Ella respiró hondo y asintió a los médicos. ―Eso es lo que quiero hacer y luego quiero irme a un viaje en barco. Los dos doctores dijeron que estaba bien, cálidamente se acercaron y tocaron sus manos y sus hombros y ella realmente apreció el contacto. La hacía sentir como si no fuera una máquina que estaban arreglando desde la distancia sino como alguien a quien amaban y por quien se preocupaban. Unos minutos más tarde, una botella de color naranja con una tapa blanca fue puesta en su palma y unas instrucciones que ella no entendió. Más asentidas, más agradecimientos y entonces ella y Trez se fueron. Esperó hasta que la puerta se cerró detrás de ellos. ― ¿Te enteraste de algo de esto? ¿Que se supone que haga con esto? ―Las píldoras dentro se sacudieron contra el plástico cuando ella miró hacia abajo―. Oh, hay una etiqueta. ―Me acuerdo de todo ―dijo, poniendo su brazo alrededor de sus hombros―. Vamos. Él la llevó de vuelta a la oficina, volviendo de nuevo a través del armario, regresado al olor húmedo salieron del túnel. ― ¿Puedo decirte algo? Ella lo miró. ―Claro y te prometo que no voy a tirar ninguna lámpara más, bueno, no es que haya más

por el momento, pero aun así… ―Puedes lanzar todo lo que quieras ―Se detuvo y se volvió hacia su cara cepillándole el pelo hacia atrás. ―Eres la persona más valiente que conozco. Ella se rio en un estallido. ―Está bien, no mientas a una persona que está a punto de morir, ¿de acuerdo? ―Lo digo en serio y no digas eso. ―Vives con la hermandad, ellos son las personas más valientes de la raza. ―No, ―susurró. Mientras miraba hacia ella, la admiración de su rostro era... simplemente impresionante, pero todo estaba mal. ―Trez, estoy aterrorizada por todo ―Ella levantó las pastillas―. Tengo miedo de tomar estas, tengo miedo de ir a dormir… ―Eres muy valiente. ―Tengo miedo de cocinar la cena ―Ella levantó su dedo índice―. Y para tu información, debes saber que no puedo hacer tostadas. ¿Qué es el pan en una tostadora? ¿Qué tan difícil puede ser? y sin embargo he quemado rebanadas. Él negó con la cabeza. ―El valor no significa no tener miedo ―Dejó caer su boca sobre la de ella y la besó―. Dios, te amo tanto. Te amo tan profundamente. Te amo para siempre. Poniendo sus brazos alrededor de él, ella se aferró con fuerza y tal vez se limpió algunas lágrimas sobre su camisa. ―Bien, crees que soy valiente... bueno, tú eres el macho más romántico que he conocido, visto o escuchado alguna vez. Ahora él se reía y el estruendo profundo sonaba tan bien contra su oído. ―Sí. Uh-huh. Correcto. Pegando su cuerpo al de él, dijo, ―No hay nada más romántico en el planeta que amar alguien con el corazón lleno a pesar de saber que le están dejando.

Él se quedó inmóvil. ― ¿Cómo no podría un hombre amar a una hembra de valía como tú sino en su totalidad, completamente y sin un solo lamento? ―Mientras estaban allí en ese túnel, a medio camino entre el complejo y la mitad de la casa principal pensó que era oportuno que lo que había a cada lado de ellos parecía ir hacia el infinito. Estaban en este punto medio del aquí y ahora y tenían que hacer la cuenta. ―No necesito emparejarme con una ceremonia, ―dijo. ― ¿No? ―Hagamos los votos en este momento. ― ¿Estás diciendo que no te emparejaras? ― ¿Me lo estás pidiendo? ―Bromeó. ― ¿Quieres que me arrodille? ―Hundiéndose hasta el suelo, tomó sus manos―. Selena, ¿quieres ser mi shellan? ¿Mía y solo mía? No tengo un anillo, pero podemos ir a buscarte uno, eso es lo que los humanos hacen, además no sé como lo quieres. Sí quieres algo costoso. Su primer impulso fue reaccionar como había sido entrenada: tranquila, recatada, dejando atrás el alboroto y el placer pero, en palabras de su macho: Que se joda todo. ―Me encantaría. Me encantaría todo, una ceremonia, un anillo, una fiesta, todo el asunto. ―Abriendo su corazón ampliamente dejó que el amor la llenara―. ¡Todo! ―Esa es mi reina ―murmuró―. De eso es de lo que estoy hablando. Y así fue como terminaron... comprometidos. Mientras ella se inclinaba para besarlo, parecía completamente extraño que los dos se mantuvieran rebotando entre tales emociones de ida y vuelta increíblemente opuestas. Pero esta situación parecía amplificar los máximos y mínimos, canalizando sentimientos y experiencias a través de un megáfono hasta que todo era demasiado grande como para contenerlo. ―Así que, ¿un anillo? ―Dijo ella contra su boca. ―Sí, un anillo. Le pasó las manos por la parte trasera de sus muslos y le acarició de arriba abajo.

―Y tal vez un poco de sumthin'-sumthin' eso no lo podemos conseguir en la tienda. ― ¿Y qué podría ser? ─Ella arrastro las palabras. ―Oh, ya sabes. Voy a tener que mostrártelo en el piso de arriba...

CAPITULO 61

―Si, te oí discutiendo durante el día. Cuando iAm habló, echó una ojeada en el espejo sobre su lavabo. Su hermano estaba parado detrás de la puerta de su dormitorio y estaba vestido de negro, su aspecto era como salido de una revista. Claramente listo para sacar a su hembra otra vez por la noche. ―Sonaba fuerte ―insistió iAm. ―Fue fuerte durante un rato ―Trez entró y se sentó en el borde del Jacuzzi―. Pero lo solucionamos. Le pedí que se empareje conmigo. ―Felicidades. ―Gracias. Recogiendo el bote de Barbasol, iAm presionó el botón y después dio palmaditas en sus mejillas y el mentón. ― ¿Cómo está? ―Bien. iAm sabía que el macho estaba mintiendo. Se veía por todas partes, pero sobre todo por la forma en que su hermano esquivaba mirarle a los ojos. ― ¿Que estás pensando, Trez? Trez crujió sus nudillos uno por uno. ―No quiere que sus restos estén... cómo, dónde están sus hermanas. ―Él apuntó hacia el techo, pero quería decir en el cielo―. Así que ya sabes, cuando llegue el momento, estoy pensando en disponer de… Mientras esa voz profunda se quebraba y no pudo seguir adelante, iAm olvidó su maquinilla de afeitar y ajustándose la toalla que estaba alrededor de su cintura fue a sentarse al lado de su hermano. ―Mierda. Trez frotó su cara. ―Sí, eso es todo. De todos modos, estoy pensando que construiré una pira para ella. La gente de Rehv puede hacerlo. De esa manera, ella será... ―Aclaró la garganta―. Ella será libre. Ella quiere ser libre al final. Tú sabes.

iAm meneó la cabeza. ―Odio que estés pasando por esto. ―Yo, también. Creo que nací bajo la estrella equivocada de una manera importante. ― ¿Qué puedo hacer? ―Nada. Sólo escucharme y perdonarme si digo algo equivocado o molesto. El estrés es jodidamente loco. Se sentaron en silencio uno al lado del otro. Porque a veces eso era todo lo que puedes hacer por alguien a quien amas: había senderos que tenían que ser caminados solo. Y eso apestaba. Quería preguntar cuánto tiempo. Pero esa era la pregunta del momento, la que nadie podría responder. ― ¿Vas a hacer una ceremonia? ―preguntó iAm. ―No creo que quiera. No sé qué hacen las elegidas para los funerales. ―Estaba hablando del emparejamiento. ―Oh, sí. Ah, sí, supongo ―Trez palmeó sus rodillas y se puso de pie―. Me voy. Voy a llevarla fuera esta noche y conseguirle un anillo. Quiero poner una estrella del cielo en su dedo. Luego va a cocinar la cena para mí al norte en casa de Rehv. ―Suena bien ―iAm miró a su hermano―. Escucha, esto no es asunto mío. ―Todo es asunto tuyo. Eres mi hermano de sangre. ― ¿Selena sabe lo qué está pasando con la s'Hisbe? Acerca de tu... situación con la princesa. Trez se encogió de hombros. ―Se lo conté. Hace un tiempo. Pero no estoy pensando en eso ahora mismo. Dios, estaban a sólo un par de noches de acabar el período de luto. Y entonces... Una pesadilla a la vez, pensó iAm. Su hermano tenía razón. ―Escucha ―dijo iAm―. Estoy a sólo una llamada. Si necesitas algo, me llamas. ―Gracias, mi hermano. Chocaron las palmas y Trez ofreció una sonrisa muerta. ―Pareces Santa Claus.

Y diciendo eso, su hermano le dejo. iAm se sentó allí durante un rato, en el borde irregular de la bañera y la repisa de mármol haciendo que su culo se sintiera como si alguien le estuviera golpeando una y otra vez con una tabla. Fue un comentario tan triste que Trez estuviera más centrado en el funeral que en la ceremonia de emparejamiento. Por un momento, consideró cancelar su propia cita. O lo que fuera que tenía con Maichen. Pero fácilmente podría esperar la llamada en su compañía. Desnuda compañía. Luego se levantó y fue a los lavabos, cogió su Gillette ochocientas hojas o lo que fuera y comenzó a desSantaizarse. La culpa que sentía acerca de irse por un par de horas de sexo mientras que su hermano estaba sufriendo fue suficiente para hacerle querer vomitar. Toda su vida había estado al servicio del macho, y pensar en sí mismo y en lo que él quería para su propia mierda era como ejercitar una extremidad que había estado enyesada durante décadas: parecía incómodo, inseguro e improbable sostener el peso. Pero se sintió como Trez lo hizo, como si hubiera un tiempo limitado para disfrutar de lo que tenía antes todo cambiase y no para mejor. Trez no quería pensar en ello. Pero su tiempo de ajuste de cuentas con la s'Hisbe iba a venir tanto si lo reconocía como si no. Sus padres habían sido despojados de su estatus y de sus enfermizas ganancias conseguidas esencialmente por vender a Trez a la reina. No había más teclas que tocar en ese frente, incluso si su madre y su padre fueran torturados y asesinados. Cosa que se había insinuado hace nueve meses. No había sido algo motivador para sí mismo o Trez. Y la s'Hisbe debía haberse dado cuenta porque esa fue la última vez que ellos habían oído hablar de ese tipo de amenazas. Imposible conseguir conmoverse por dos personas que habían permitido que fueras encarcelado toda tu vida, solo para que pudieran elevarse en el escalafón en la corte. ¿Una cosa que sabía con certeza? Cuando llegase el debido momento para el ritual de apareamiento, la reina iba a llevar las cosas a un nivel superior. Lo que significaba que ambos él y Trez iban a tener que vigilar sus espaldas.

Probablemente una buena idea para animar cualquier localización de escenarios era permanecer cerca de su casa. O, preferentemente, en el recinto mismo. Mierda, Trez iba a odiar eso.

*** ―Hmmmm. ―Cuando Trez soltó un ronroneo, Selena se dio la vuelta en el armario. El se había materializado detrás de ella, sus brazos cruzados sobre su pecho, su cuerpo inclinado contra el quicio de la puerta. ―Hey, hola ―dijo ella. ―Adoro lo que llevas. ―No llevo nada. ―Exacto. Se adelantó, volviéndola hacia él y atrayéndola. ―Dame. Su beso fue contundente, sus caderas empujando en ella, su excitación un muy buen indicador que estaban en peligro de retrasarse. Ella se rió y empujó en su solido pecho. ― ¿No se supone que deberíamos estar en la joyería en media hora? ― ¿A quién le importa? ¿Como si fuera a decir que no? Envolviendo sus brazos alrededor de su cuello, ella se relajó. O, tan relajada como pudiera quedarse. Incluso con las píldoras de las que había tomado dos dosis, sus articulaciones le dolían por todas partes, la batalla de su cuerpo estaba llegando al punto donde su mente estaba siendo arrastrada a la lucha, las sensaciones ya no eran más un invento de la paranoia, si no un estorbo real y obstinado. ¿La buena noticia? La lujuria que sentía era tan fuerte y penetrante que hizo caso omiso de todo lo demás. Trez la cogió en brazos y la llevó de vuelta a la cama. Tumbándola, la besó profundamente, sus manos acariciando sus pechos y manoseando sus pezones, su pelvis empujando y retirándose. Cuando se

retorcía bajo su peso, se separó de sus labios y comenzó un lento descenso por su cuerpo, deteniéndose a lamer y chupar, rumbo a su sexo. Ella gritó su nombre cuando se produjo el contacto, abriéndose para él, bebiendo de las sensaciones de su boca húmeda en su núcleo. El orgasmo fue una hermosa serie de contracciones, placer vibrando a través de ella, llenándola desde el interior. Y mientras tanto, la miraba, sus ojos buscando desde donde estaba, sus manos ahuecamiento sus pechos. Ella estaba esperando que se detuviera de forma que tuviera tiempo para vestirse. No. Él continuó, lamiendo hasta la cima de su sexo, su lengua colgando alrededor, dándole todas las oportunidades para ver lo que estaba haciedo con ella, mostrando como golpeteaba su carne rosada moviéndose rápidamente. Perforando en las almohadas, ella misma se extendía contra el calor y el estremecimiento. Y de todos modos él siguió. En algún lugar en el fondo de su mente, registró que él estaba haciendo esto no sólo para darle placer, si no para depositar los recuerdos en su mente: sus ojos nunca la dejaron, su verde mirada capturó su rostro, su cuello, sus pechos, su vientre. ―Trez... ―gimió, arqueándose. Cuando el finalmente liberó su centro, se irguió sobre su cuerpo y casi arrancó toda su ropa. Mientras su camisa fue revoloteando al suelo y sus pantalones fueron tratados sin preocupación en absoluto, cuando se los arrancaba, ella sonrió. Estaba completamente preparada para él. El elevó las rodillas de ella con las manos oscuras, doblando sus piernas y separándolas suavemente. Y luego se apoderó de su erección y la llevó hacia el centro de su necesidad. Acariciándola, fue arriba y abajo, lubricándose a sí mismo mientras miraba donde los dos estaban a punto de unirse. Presionando dentro, se retiró y volvió a ella, la palma de su mano haciendo el trabajo más que sus caderas. Y cada vez que él se liberada, y mordía su labio inferior, sus colmillos comprimían la carne que la había adorado. Por alguna razón, pensó en todo su entrenamiento como una ehros. Había estado dispuesta a cumplir con su deber, incluso había sentido curiosidad acerca del acto, pero estas experiencias con él, la elección de tenerlo, la alegría de darse ella misma no como alguna obligación entrenada, sino porque le amaba a él y sólo a él, era mucho más grande y más glorioso que cualquier cosa para la que su estatus la hubiera preparado.

Finalmente, su control se rompió y él gimió, hundiéndose en ella hasta la empuñadura. Apoyándose en sus manos, se movió por encima de ella, sus ojos recorriendo su cara hasta que bajó la cabeza y la besó. Pronto, su bombeo se hizo duro y rápido y ella estiró sus brazos hacia fuera, acariciando la parte baja de su espalda, las nalgas, las caderas. Cuando él empezó a llegar al clímax, se quedo quieta para sentir su orgasmo. Se prolongó durante mucho tiempo, su respiración jadeante, sus gemidos, el sonido de su nombre se arrancó de él como si su alma estuviera siendo desgarrada. Todavía movía sus caderas y acariciaba su sexo, y entonces una vez más ella se corrió con él. Cuando se desplomó encima de ella, envolvió sus brazos alrededor de él. Era tan grande, que apenas podía abarcar su espalda, mucho menos que sus manos se reunieran en su columna. Él estaba jadeando en su cabello. En su garganta. ―Te amo tanto ―fue todo lo que él dijo.

CAPÍTULO 62

Maichen se coló en la cámara ritual y vigiló a su madre antes de intentar abandonar el palacio una vez más. La reina todavía estaba sentada en su pose de duelo, su túnica ahora roja, después de haber sido cambiada por el personal por la que había tenido la noche anterior. Todo parecía bien para otra escapada. De puntillas por el mármol, se dirigió hacia el armario en la esquina, abriendo la puerta y… ― ¿Crees que no sabía que eras tú? ―Llegaron las palabras en el dialecto de las sombras. Maichen se quedó helada. ―Has engañado a todos, pero no a mí. Conozco mi propia carne. Cerrando la puerta del armario, Maichen cayó en la postura de saludo, colocando ambas manos sobre sus hombros, sus brazos cruzados sobre su pecho y luego se arrodilló postrando su torso. ―Mi reina. ―He permitido tu libertad alrededor del palacio. ―Gracias, mi reina, ―dijo hacia el suelo de mármol. ―No abuses de mi bondad. ―No lo haré, mi reina. ―Creo que ya lo has hecho. ―Mi devoción, como mi servicio es para ti y solo ti. ―Puedo tener otra como tú sí quiero. Eres tan reemplazable como cualquier otra cosa en este mundo mío. Nunca olvides que yo soy el sol alrededor del cual gira esta galaxia, y que puedo alterar tu destino con un abrir y cerrar de ojos. La cabeza de su madre se volvió hacia ella, la túnica roja girando alrededor como si fuera una especie de criatura malvada. Y entonces AnsLai, el sumo sacerdote y el jefe astrólogo entraron en la habitación atravesando una puerta oculta.

Debajo de su túnica, Maichen comenzó a temblar, y por instinto de supervivencia, bloqueó su mente mediante la repetición de la palabra Maichen una y otra vez en su cabeza. Si su madre o los dos asesores se metían en sus pensamientos y recuerdos recientes… no temió sólo por su propia vida, sino por la de iAm. ¿Cómo lo había sabido su madre? ―Debo excusarme e ir al culto, su santidad ―dijo, mientras se comportaba como si fuera una sirvienta. ―Haz eso. Y así podrás contemplar la fragilidad de la vida mientras estás en tu estado de reverencia. Maichen corrió fuera del cuarto sagrado y escapó a través de los pasillos hasta su propia celda. Mientras se encerraba dentro, respiraba con dificultad, sus pulmones ardían, sus manos temblaban cuando se arrancó la capucha de la cabeza. Se había salvado, se dio cuenta, sólo porque su madre encontró que conservar las apariencias y el decoro era más valioso que castigar a una hija que había ido a pasear: Si se enteraban que la princesa se había puesto en peligro relacionándose con los plebeyos, o incluso con los principales, no repercutiría bien en la reina. Por un momento, Maichen pensó quedarse en su habitación, pero no iba a conseguir muchas otras noches como ésta. El duelo iba a terminar pronto con una extensa ceremonia en la s'Hisbe donde los principales y la población en general se unirían en el hasta ahora “dolor” privado de la reina. ¿Después de eso? ¿Sobre todo teniendo en cuenta que su madre era consciente de sus incursiones fuera del palacio y el hecho de que ella iba a estar emparejada? Dejar el Territorio iba a ser imposible. Probablemente, resultaría difícil incluso salir de sus habitaciones. Tenía que ver iAm, especialmente si era la última vez. Apagando las luces del techo, se quitó las joyas del cuello y las muñecas y las dejó sobre su cama. Como la noche anterior, había informado a su personal que necesitaba privacidad y que les convocaría si los necesitaba. Así que tenía algo de tiempo. Cerrando los ojos, ella… …Desapareció, encontrando los conductos de ventilación y usándolos para acceder al aire libre. No estaba familiarizada con el lugar de Caldwell a donde iba. Había visto mapas. Pero el hecho de

encontrar la ciudad y localizar una vivienda en particular, le pareció una locura. Excepto que entonces se metió en el eco de su propio ser, su propia sangre. Fue mucho más fuerte de lo que había esperado, un verdadero faro que la llevó a los densos edificios de la metrópoli, ésas altas torres de vidrio y acero que eran como un bosque artificial en medio de un paisaje de asfalto, ladrillo y vegetación restringida. Siguiendo la señal, se concentró en una cierta terraza entre muchas otras en una de las construcciones más altas y a su llegada, no adoptó su forma. Permaneció como una sombra, agrupándose sobre una zona superficial parecida a un porche ante una pared de vidrio. Más allá dentro del edificio, iAm miró como si fuera instantáneamente consciente de su presencia. Yendo hacia delante, abrió uno de los enormes ventanales haciéndolo deslizar a un lado. ―Has venido, ―dijo. Surgiendo de una colección difusa de moléculas, se convirtió en corpórea. Fue solo entonces cuando la brisa glacial que provenía del río de abajo penetró en su túnica, moviéndola hacia adelante y atrás helándola hasta los huesos. ―Entra, ―le dijo él. ―Deja que te caliente. Ella no sabía que decir cuando atravesó el umbral y las ráfagas se extinguieron cuando él la rodeó con sus brazos. ― ¿Qué está mal? ―preguntó el. ¿Cómo la podía leer tan bien con su malla en su lugar? No lo sabía. Y por cierto, tenía que decirle la verdad. A pesar de que iba a arruinar todo entre ellos. ¿Cómo podría no hacerlo? Lo había seducido y él había sido el que la había tomado en primer lugar, no su hermano. También fue la mujer a quien, según sus propias palabras, él había odiado durante tanto tiempo, la razón de la ruina de la vida de su hermano. ― ¿Maichen? Lo estudió durante mucho tiempo, tratando de encontrar las palabras. ¿Cómo empezar? Y ¿por qué había perdido las horas de luz fantaseando acerca de él, cuando debería haber estado preparándose para

sincerarse? Necesitaba un momento más para pensar. ―No es nada, ―dijo ella, manteniendo su nivel de voz mientras comenzaba a caminar―. Qué bonito es esto. Por lo menos lo último no era una mentira. Todo era dorado miel en los suelos y blanco en todas las otras partes, un mobiliario discreto en el gran espacio abierto, la visión amplia y espectacular. ― ¿Tienes hambre? ―le preguntó el desde muy cerca. Saltando, miró sobre su hombro. Estaba amenazante detrás de ella, su cuerpo aparentemente preparado para algo. Para el sexo. Pero no, se dijo a sí misma. Necesitaban hablar. Tenía que decirle la verdad; de lo contrario la pasión, por parte de él, era una manipulación falsa de la que ella era culpable. ―Estas ―gruñó suavemente mientras caminaba hacia su cuerpo―. ¿Hambrienta? Debajo de su capucha, ella se lamió sus labios. Las caderas de él ondularon contra su túnica, no había duda que había una muy dura, muy gruesa erección empujando la tela que separaba sus cuerpos. Habría tiempo después, se dijo. Se lo contaría después. La culpa era fuerte. El deseo era más fuerte. ―Lo estoy ―suspiró―. Pero no de comida. Como si leyera su mente, la iluminación que provenía del techo se apagó, ocultándoles de cualquier espectador externo. ―Voy a quitarte eso ―él apretó los dientes, como si odiase la capucha. De repente, ella estaba más libre para respirar, ver, oler. El ronroneo que se filtró desde el pecho era el de un animal, pero sus manos no eran duras mientras le quitaba la capucha. El peso sobre su cabeza se fue, y luego la funda más ligera de debajo desapareció. Y estaba desnuda delante de él.

Sus manos la adoraban mientras recorrían desde los hombros hasta sus pechos. Juntándolos y subiéndolos hacia arriba, probó un pezón y luego el otro, lamiendo, chupando… y oh, eso era demasiado bueno. Sus piernas se quedaron flojas, y como si se diera cuenta de esto, él la levantó en vilo y se la llevó fuera de la ventilada e iluminada habitación, por un pasillo a un dormitorio con una gran plataforma con un colchón que resulto ser tan suave como una nube. ―Así es como yo lo quería anoche. ―dijo mientras la tumbaba. Había una luz en una pequeña habitación, tal vez un baño, y gracias a la iluminación tenue, ella pudo deleitarse con la naturaleza obsesiva de su expresión: la miraba con tal embelesamiento, que se sentía hermosa sin la necesidad de que él pronunciase una palabra a tal efecto. Sus amplias palmas acariciaban hacia abajo sus piernas. ―Quiero saber todo de ti. ―Te ofrezco mi cuerpo ―dijo roncamente. ―Haz lo que quieras conmigo.

*** Rhage estaba a medio camino a través del río Hudson, hacia el otro lado de Caldwell en su GTO, cuando esa sensación de sofoco y mareo le golpeó como una tonelada de ladrillos. Tragó un poco de bilis, abrió la ventana y apagó la calefacción. No ayudó. Una milla más adelante, casi se salió al lado de la carretera. ―Concéntrate, gilipollas. Jodida nenaza. ¿Cual diablos era su problema? Estaba ileso, esperando a que se resolviera el caso con Assail y sus primos gemelos e iba de camino a ver su shellan en su coche favorito. La vida era tan buena como podría ser. Sólo necesitaba tener el control. Con eso en mente, agarró fuerte el volante y comenzó a taconear con su shitkickers libre, la que no estaba en el acelerador. Tan cerca ahora. Estaba tan cerca. Tal vez sólo necesitaba sostener a su Mary durante un rato. La clínica de Havers había sido trasladado a esta nueva ubicación recientemente, y Rhage había ido a

visitarla sólo un par de veces: una vez cuando había tenido una herida abdominal que no podía esperar hasta llegar al recinto de la hermandad. Otra cuando Mary había necesitado una camioneta después de asistir a una mujer y su pequeño hijo. Tal vez una tercera vez. No lo recordaba. Cuando finalmente llegó a la salida, maldijo a la disnea. ¿Al ritmo que iba? Iba a necesitar tratamiento. Tal vez tenía un virus. Los vampiros no tenían virus humanos, o cáncer. Gracias a Dios, pero podían padecer resfriados y la gripe que afectaba a los miembros de la especie. Sí, eso sería probablemente. Tenía que ser. Mientras los faros del GTO finalmente salpicaban a través de una deslustrada y modesta estructura de pequeños bloques de hormigón, sintió que lo que sea que fuera se aliviaba un poco, lo que era una grata sorpresa. Por lo menos no tendría que mirar a su Mary con esa mirada estrabica rara. A salir, rodeó el maletero y levanto el panel morado oscuro. La visión de la bolsa de lona de Mary, que él mismo había llenado, trajo de vuelta los síntomas: su cabeza daba vueltas y sus palmas estaban sudorosas como si no estuviera parado en el viento frío con nada más que cuero y una camisa sobre sus músculos. ―Basta ya de esta mierda. ―Él cogió las asas, levantó la bolsa y luego la saco fuera―. Tienes que arreglar tu mierda. Acercándose al edificio de baja altura, entró en una antesala nada especial y se registró. Un momento después, el ascensor llegó y se abrió para él. Como un montón de cosas tenían que hacerse a la luz del día por necesidad, la instalación nueva de Havers era totalmente subterránea, la parte superior era nada más que un accesorio para descartar potenciales visitantes que pudiesen crear problemas. Como seres humanos. Asesinos. Abajo en el subterráneo. Fuera de la sala de espera. Cuando salió a la zona de recepción, se preguntaba cómo iba a encontrarla… ―Oh, Dios mío, estás aquí. Su Mary vino hacia él como si estuviera siendo perseguida, y mientras ella saltaba a sus brazos, el dejó la maldita bolsa, cerró los ojos y la abrazó tan fuerte que sería una sorpresa que ella pudiera respirar. Pero, como ella dijo: oh, Dios...

Su aroma, su tacto, su cuerpo, la forma de sus brazos alrededor de su cuello exprimiendo con amor la mierda fuera de él era como agua en un desierto, llenándolo, empapándolo con un alimento que había echado de menos, devolviéndole su fuerza y poder. ―Te he extrañado mucho, ―dijo ella en su oído―.Tanto, tanto, tanto. Sin querer soltarla, se dobló y recogió su bolsa; luego la llevó a ella y la maleta llena de ropa a la esquina más lejana, lejos de los ojos de la recepcionista. Que se centrasen en ellos mientras la mujer escribía un diálogo romántico en su cabeza. Lo que fuese, no iba a perder el tiempo con ello, pero no quería retransmitir su reencuentro con el mundo, tampoco. Coloco a su Mary en su regazo, recorrió con sus manos los brazos y luego fue por un beso, fusionando su boca con la de ella como una manera de solidificar la re- conexión. No confiaba en sí mismo, sin embargo así rompió la mierda de ayuno. Más labio-a-labio y él sería capaz de montarla en público. Oh Heeeeey, Havers, ¿cómo estás? Su Mary sonrió y pasó sus dedos entre su pelo. ―Me siento como si no te hubiera visto en un año. ―Yo también, sólo que para mí ha sido una década. Sí, era como si fuese un perro jadeante por ella. Joder. ― ¿Estás bien? ―preguntó ella―. No, me estoy consumiendo. No he comido, no puedo dormir y me siento como si alguien hubiera puesto polvos picapica en mis calzoncillos. Ella se rió. ― ¿Tan malo? Por Dios, no debería sentirme halagada, o ¿debería hacerlo? Inclinándose, él le dijo suavemente, ―Y tengo tendinitis en la muñeca izquierda. ― ¿De qué? ―dijo ella arrastrando las palabras. ― ¿Tu qué crees? ―Él acarició su cuello. Pellizcó su vena―. He tenido que hacer algo para mantenerme ocupado en nuestra cama. Y en la ducha. Y una vez en la despensa. ― ¿En la despensa? ¿Abajo?

―Hemos tenido patatitas nuevas para la última comida. Me recordaban a ti desnuda. Más de esa risa y él cerró los ojos, dejando que la alegría resonase en su cráneo hueco. ― ¿Cómo es posible? ─preguntó ella. ―Parecían tetas. ― ¡No lo parecían! ―No dije que parecían buenas tetas ―Besó su clavícula―. Ni tus tetas, que, entre paréntesis, son las más perfectas que nunca veré. En mi vida. O en mi otra vida. O lo que venga después de eso. ―Estas tan desesperado que has explotado por unos hidratos de carbono. ― ¿No son fécula? Y me masturbé dos veces en la despensa, en realidad. Porque después de la primera vez que lo hice, me di cuenta de que estaba parado junto a los melocotones enlatados ―Él furtivamente avanzó la mano por su muslo―. Y te puedes imaginar lo que eso me hizo pensar. Oh, sí, pensó mientras su olor cambiada, su excitación sobrecargó el aire alrededor de ellos. Abruptamente, se echó hacia atrás. ―Oye, ¿tienes un minuto? Ella se aclaró la garganta mientras estaba tratando de enfocar. ―Sí, seguro. ¿Pasa algo? ―Sólo quiero enseñarte algo fuera en mi coche. ― ¿Trajiste el GTO? ―Tenía que traer tus cosas, así que pensé que lo sacaría a pasear. ―Encantada ―Inclinándose hacia sus pies, ella se extendió en una forma que lo hizo querer tocar sus pechos―. En realidad, me encantaría tomar algo de aire fresco por un segundo. Me vendría bien el descanso. Al pasar por recepción, puso la maleta en el mostrador. ― ¿Está bien si dejamos esto aquí durante diez minutos? Mientras la recepcionista asentía con la cabeza, parecía que había perdido lo mejor de su voz. Y aparentemente su sentido del equilibrio, porque cuando ella fue a sentarse, estuvo a punto de fallar por una yarda y caerse al lado de su silla.

Cerca de los ascensores, Mary murmuró, ―Creo que le gustas. ― ¿A quién? ―A la recepcionista. Inclinado hacia abajo, él dijo ―Ella podría ser una aspiradora por lo que a mí respecta. Y lo digo con todo respeto. Cuando las puertas se abrieron, esa pequeña secreta sonrisa en la cara de su Mary fue el único regalo de Dios por el que él se preocupó. Arriba, arriba, arriba fueron y entonces estaban afuera y la estaba refugiando con su cuerpo mientras le ponía el brazo alrededor y la llevaba hacia al GTO. Por algún golpe de completa suerte, había aparcado el coche en una zona oscura, lejos de las luces de seguridad, era simplemente perfecto. Abrió la puerta del lado del conductor, puso el asiento hacia delante y le indicó el camino hacia la parte posterior. Mary frunció el ceño, pero se agachó y se sentó en el asiento trasero. Mientras él se unía a ella, cerró y se alegró de haber tintado las ventanillas recientemente. ― ¿Qué es esto? ―preguntó ella―. ¿Qué está pasando…? Tomó su mano, y la puso sobre su rígida erección. ―Esto. ― ¡Rhage! ―Ella se rió un poco más―. Me has traído aquí para… El empezó a besar su boca y a poner sus manos alrededor de su cintura. ―Obvio. Sabías eso cuando te emparejaste conmigo. Mientras ella lo besó de nuevo, él y su bestia eran todo agradecimiento, se movió rápidamente, porque no quería que les atrapasen, no porque tuviera algo en contra del sexo en lugares semi públicos, sino porque no quería tener que romper la garganta de algún inocente hijo de puta que hubiera venido por una curita y terminase echando un vistazo o escuchando lo que ellos estaban haciendo. Hablando de sus tetas. Él tenía los pantalones sueltos en una de sus piernas y a ella en su regazo antes de tirarlos volando delante

de sus caderas. Y entonces ya no pudo esperar más. Cuando el empujó duro, Mary soltó una maldición mientras su cabeza golpeada en el techo del coche. ―Oh, mierda, perdón ―gimió él. ― ¿Que importa? ―dijo ella, tomando su boca―. Te necesito tan desesperadamente.

CAPITULO 63

Trez aparco el Porsche de Manny en frente de la tienda de joyas de Marcus Reinhardt. El joyero más antiguo de la ciudad, el lugar había sido presentado en artículos en el New York Times y hasta en el Robb Report, por su amplio inventario y por su extremo peso en quilates. Mirando por encima a Selena, dijo, — ¿Estás lista? —Nunca he tenido un anillo. — ¿En serio? Ella negó con la cabeza. —Había joyas en el Santuario —se detuvo—. Son joyas del tesoro, pero como elegidas, estábamos sin adornos, excepto por nuestra perla, que no era realmente nuestra. Abriendo la puerta dijo sobre su hombro, —Sin embargo, era una pena en mi opinión. Pero él iba a rectificar eso, esa noche. Caminando hacia adelante, abrió la puerta y cuando ella extendió su hermosa mano, él la agarró cediendo a la tentación de inclinarse y besarla en la parte posterior de la misma; luego tiró de ella con cuidado hacia sus pies y le ofreció su brazo. Cuando ella se apoyo, tuvo la sensación de que los dos estaban ignorando cómo el gesto no era sólo el de un caballero educado, sino algo que ambos necesitaban. Ella no parecía haberse dado cuenta. Antes de llegar, la puerta de barrotes de hierro se abrió entera. —Sr. Latimer, saludos. El hombre vestía un traje formal, tenía una cabeza casi sin pelo y estaba pulcramente afeitado. Con su acento patricio, junto al hecho de que tenía un pañuelo de bolsillo de tres puntos azul cielo, que era bastante típico para un tipo que se especializa en anillos de compromiso, con un valor de seis a siete cifras. —Gracias por abrirnos las puertas —dijo Trez mientras se estrechaban las manos. —Esta es mi novia, Selena. —Un placer. Señora. Bueno, había que aprobar ese saludo.

En el interior, todo estaba preparado para una visita privada. De repente, Trez se sintió jodidamente contento sobre todo esto. Los anillos, con sus engarces de piedras preciosas brillaban bajo las luces especiales, como si aplaudieran la llegada de Selena. El Champagne estaba enfriándose en un cubo de plata y un par de flautas de cristal se hacían visibles. — ¿Puedo ofrecerle una copa de Veuve Clicquot? —les pregunto. —Creo que estoy bien —dijo—. ¿Selena? Ella inclinó la barbilla como si estuviera decidida a disfrutar de ello. —Me gustaría una, por favor. —Que sean dos —modificó Trez. ¡Pop! ¡Fizz! Vertió y entrego. Él hizo tintinear sus copas. —Vamos a hacer esto. El Sr. Reinhardt los llevó a una habitación privada que tenía una cámara de vídeo montada en la esquina del techo. —El Sr. Perlmutter me dio sus especificaciones, y me tomé la libertad de preparar una bandeja para su consideración. Yyyyyy Fuera el vino con hielo. En las ranuras de terciopelo negro anillos de diamantes, se incorporaron como buenos hijos, pujando para ue fueran elegidos como respuesta a esa pregunta. La inhalación de Selena era como una palmadita en la espalda para él. —Mira lo que quieras —dijo Trez. Se probo todos y cada uno, poniendo los anillos en cualquier dedo que se ajustara y girando la muñeca de todas las maneras posibles bajo la luz. El brillo se deslizaba sobre cada uno de ellos, sus diez dedos apilados con una veintena de adornos espectaculares. — ¿Cuánto dinero cuesta todo eso? —Preguntó ociosamente, mientras sorbía su champán. —Varios millones —dijo Reinhardt.

En ese momento, Selena palideció y se llevó las manos hacia abajo. — ¿Qué? —Varios millones —repitió el joyero. — ¿Cuánto valen estas cosas? —Se preguntó. Y luego, cuando se le informó lo que valía la pieza en su meñique, ella exclamó—. ¡Queridísima Virgen Escriba! Hubo un momento incómodo en el que Trez se sintió estúpido. —Selena, no estoy pensando en el precio. — ¡Deberías pensar en ello! —Ella comenzó a sacarse los anillos a un ritmo vertiginoso—. No he pasado mucho tiempo en este lado, pero he aprendido una cosa o dos acerca del dinero humano. — ¿Puede darnos un momento? —Dijo Trez sin problemas—; puede llevarse estas con usted, si está preocupado por la seguridad. —Sus credenciales han sido bien comprobadas, señor Latimer —El hombre se puso de pie sobre sus zapatos lustrados—. Tómese su tiempo. Un segundo después la puerta se cerró detrás del hombre, Selena se volvió hacia él. —Trez, no quiero que gastes esta cantidad de dinero en mí. — ¿Por qué no? —Es una pérdida de dinero. No voy a usarlos durante siglos. Él exhaló como si alguien le hubiera dado una patada en el pecho. —Sí, ¡wow! Realmente estás perdiendo el punto aquí, si piensas que estoy buscando algún tipo de valor con eso. —La tomo de las manos—. Quiero hacer lo correcto, quiero... sólo quiero tener esta experiencia contigo, ¿de acuerdo? Esta vez, aquí —él señalo en todo el escritorio—. Este es nuestro infinito. Está sucediendo aquí mismo, ahora mismo. Así que vamos a llevarnos el mejor anillo de mierda de este lugar y un par de pendientes a juego. Y le diremos Jodete muerte, ¿de acuerdo? Ella parpadeó rápidamente. —Oh, Trez... Tomando uno de los anillos que había arrojado de nuevo en la bandeja de terciopelo, y lo puso sobre la uña de su dedo anular. —Venga, dilo conmigo.

— ¿El Qué? — ¡Jodete, muerte! —Trez, no seas ridículo. — ¡Oye!, la Parca podría estarnos escuchando, creo que tiene derecho a saber lo mucho que odiamos su culo. Vamos mi reina, dilo conmigo, ¡Jodete, muerte! Ella puso su mano libre sobre su boca para ocultar una sonrisa descentrada. —Estás loco. —Dime algo que no sepa, y deja de eludir esto, ¡Jodete, muerte! Cuando ella sólo murmuró las palabras, él negó con la cabeza. —Nop, más alto. ¡Jodete, muerte! Selena comenzó a reír. —Esto no es divertido. —No podría estar más de acuerdo —Él sonrió y asintió con la cabeza, todavía con el anillo en la parte superior de su dedo—. Los dos juntos, como si lo pudiera oír. — ¡Jodete, muerte! —Ella gritó. Luego sonrió ampliamente—. ¡Jodete, muerte! Se deslizó el anillo y se sentó de nuevo, mirando el brillo. —Sabes, me gusta mucho tener uno, en realidad. Selena miró por encima de su mano y miró la roca en forma de pera del tamaño de una uva. — ¡Oh chico! Es tan grande. —Eso es lo que ella dijo. Cuando ambos se echaron a reír, él la acerco por la parte posterior del cuello y la besó. — ¿Quieres seguir mirando un poco más? Ella negó con la cabeza. —No, esto es perfecto. Quiero éste. Poniendo su hermosa mano hacia fuera, ella hizo lo que las hembras hacían con anillos, frunciendo los labios y sonriendo a sí misma. Dios, te amo, pensó, la perfecta, la más perfecta hembra del mundo.

— ¿Seguro que no es demasiado caro? —Dijo. —No importa el costo —Él la besó de nuevo—. Es tuyo.

*** iAm se desnudó realmente malditamente rápido. Tan pronto como estuvo como el día que nació, deseo ir abajo con Maichen. A pesar de que no tenía idea de qué hacerle a una mujer debajo de la cintura, era trescientos años demasiado listo, para no encontrar una solución. Eso no iba a pasar. La solución llegó cuando se acerco a ella, su sexo pegado contra ella, mientras se posicionó en medio de sus piernas. Esa fue más o menos la idea. —Te necesito —gimió, cuando ella pasó las manos por su espalda, bajando por los lados. —Entonces, ¡Tómame! Sin embargo iAm se obligó a parar. — ¿Estás bien, después de anoche? Dios, no se cansaba de sus ojos almendrados, de su encrespado pelo negro por toda la funda blanca de almohada y de su piel resplandeciente. Ella era una revelación constante, que lo conmocionaba en una buena manera cada vez que la miraba. —Estoy bien —dijo—. Y tengo fuerza, gracias a tu generosa vena. Él realmente amaba su acento, el dialecto que se hablaba en el Territorio, tiñendo su inglés con sonidos de casa. No, no en casa, se recordó. Caldwell era su casa. Regresando al momento, se inclinó mientras empujaba su polla lentamente con sus caderas, entrando despacio, para no forzar nada. En respuesta, sus uñas se clavaron en su piel, y ella se arqueo, sus pechos completamente pegados. —iAm...

Sus caderas se hicieron cargo, moviéndose dentro y fuera, la fricción subiéndole a la cabeza como si hubiera estado bebiendo todo la noche. Más duro, más rápido, hasta que se corrió. Estremeciéndose, ella se arqueó debajo de él, una de sus manos golpeando en la cama y retorciendo el edredón en su puño. Siguió corriéndose, llegando una y otra vez. Cuando él se retiró de ella, se acarició a sí mismo, corriéndose sobre su sexo, su vientre y sus pechos. A pesar de que estaba de acuerdo con lo que estaba haciendo, una parte de él se negó a reconocer el significado. Él no estaba marcando esta hembra. Él sólo... nop. No lo estaba haciendo. Porque si estuviera marcándola, se trataba de algo más que una sesión intensa con una hembra, de la cual se sentía jodidamente atraído. Entonces se podría poner en una situación muy difícil. Sobre todo, porque su hermano iba a negarse a volver y cumplir con su deber en el Territorio; y luego iAm iba a tener que fugarse para evitar que un hacha cayera sobre su cabeza y alejarse de la única persona que le importaba. Pero de nuevo, se dijo mientras se desplomó contra su cuerpo desnudo, que no la marcaba ni nada parecido. Nope. De ningún modo.

CAPITULO 64

Ellos fueron de la mano todo el camino a casa. Mientras Trez condujo el Porsche de vuelta al complejo, mantuvo contacto con su reina, manoseando su palma, jugando con su nuevo anillo, atrayendo su mano para un besarla. —Todo el mundo ha sido tan amable, —murmuró ella, su cabeza hacia atrás contra el respaldo del asiento, el resplandor de las farolas en los cruces de carretera dándole reflejos teñidos de azul en la cara. —Sí. Buena gente. —Pensó en su hermano. Rhage. Rehvenge. Incluso había conseguido un texto de Tohr que había caminado otra versión de este sendero. Y luego estaban Doc. Jane, Manny, Ehlena. —Todos ellos tratando de ayudar, —dijo ella. —Sí. —Doc. Jane y Manny han estado trabajando todo el día, tratando de encontrar soluciones. —Sí —Él le besó la mano otra vez—. Lo han hecho. —Y Rehvenge se acercó a su gente. —Lo hizo. —E iAm fue al Territorio Trez giro la cabeza. — ¿Qué? Ella volvió la cabeza a él, sus ojos medio cerrados y soñolientos. —iAm fue a las sombras —Abruptamente ella frunció el ceño—. ¡Ay, me haces daño! Sacudiéndose, dejó de apretar su agarre. —Lo siento. Yo… ¿qué dijiste? Mientras ella le repetía una tercera maldita vez, su corazón comenzó a latir fuerte. Manteniendo su voz deliberadamente calmada, le preguntó: — ¿Sabes cuándo fue?

—No, doc. Jane sólo lo mencionó cuando fui a verla. Tú tenías tu migraña. Trez, ¿Qué pasa? — Nada —Atrajo su mano para otro beso—. Nada en absoluto. El resto del viaje a casa fue una experiencia Sybil, una parte de él conectado con Selena, la otra mitad cazando a iAm y gritando en la cara del macho algo parecido a ¿en qué mierda estabas pensando, despreciable hijo de puta, poniéndote así en peligro? O algo por el estilo. — ¿… cambio antes de ir allí? —Lo siento —Tomó el camino de la derecha que conducía a la montaña—. ¿Qué dijiste? —Me gustaría cambiarme. Esto de cocinar puede llegar a ser sucio. —Hazlo desnuda. Sólo es una idea, la limpieza sería pan comido, porque podría llevarte directamente en la ducha. Además podría lamer la masa de pastel si aterrizase... ya sabes, en cualquier parte. Ella se rió. —Puede ser frío. —Entonces podría mantener mis manos sobre ti todo el tiempo. —No cocinaría nada. —No subestimes el poder de la comida para llevar —Él se inclinó y besó su hombro—. Pero eso está bien. Lo que tú quieras. Cuando la gran mansión gris apareció a la vista, estacionó el coche frente a los escalones como Manny pidió y después lo rodeó para abrir la puerta de su hembra. Cuando ella alargó la mano hacia fuera, el diamante capturó la luz de las luces de seguridad de la casa y mostró un arco iris. —Lo amo tanto —dijo ella. —Bueno. Ese era el plan. Una vez dentro, llevó a Selena hasta su dormitorio. Fritz y otro doggen habían llevado ropa a su armario para ella, y tuvo que admitir que amaba toda su mierda mezclada con la suya. Gracias a Dios ella necesitaba cambiarse, pensó, y hablo de la manera más indiferente que pudo. — Escucha, voy a ir a la puerta de al lado, —dijo, manteniendo su nivel de voz—. Por un segundo. Ya

sabes, a ver cómo está iAm. —Muy bien, —dijo, sonriendo. En el instante en que estuvo fuera de su vista, desnudó sus colmillos y abandonó el número de todo-bien. En la puerta de su hermano no se molestó en llamar; Él sólo la abrió de golpe. — ¡iAm! —ladró, aunque dudó que el tipo estuviera allí. No esperando una respuesta, sacó su teléfono y le llamó. Un ring, dos ring... — ¿Sí? ¿Trez? ¿Qué pasa? — ¿Qué mierda estabas pensando? Hubo una pausa. — ¿Perdón? — ¿Fuiste al jodido Territorio? —Él intentó bajar su voz—. ¡Has perdido la jodida cabeza! —Trez — ¿Qué mierda estás haciendo? —No voy a discutir esto contigo por teléfono. —Entonces trae tu jodido culo a casa ahora. Colgó y se giró. Entonces, sacándose a sí mismo fuera de esto, se enmascaró y volvió a su habitación. —Oye, ¿Selena? — ¿Sí? —dijo desde el armario. —Tengo que quedarme aquí por un poco más. No tardaré mucho. Si quieres, puedes ir arriba y estaré allí rápido. Él sabía en el fondo de su mente que no estaba pensando bien, no debería estar sola, pero estaba viendo rojo, su cerebro bloqueado por el movimiento idiota de su hermano. Sacando la cabeza fuera, ella sonrió y dijo algo que no caló en el. Guiado por su asentimiento, sin embargo, ella le iba a dejar ir. Se acercó y la besó y después se encerró en la habitación de iAm. Parecía que pasó una hora hasta que su hermano se presentó, pero fueron probablemente cinco o diez minutos. Y cuando el tipo entró en la habitación, registró débilmente un olor extraño en él: era una

hembra. Pero no importaba. — ¿Qué demonios, iAm? —exigió—. ¿Como si no tuviera suficientes problemas? —Tienes que calmarte. Fui allí porque quería ver si había algún registro del Arresto en los libros de salud. Fue un viaje dentro y fuera. — ¿Cómo? ¿Con quién hiciste un trato? —Yo mismo. —Mentira. —Trez, sin ofender, pero ¿por qué perder el tiempo con esto? Salí. — ¿Fue s'Ex? ¿Has usado a s'Ex? —Cuando iAm no respondió, alzó las manos—. ¡Oh, vamos! ¿Estás bromeando? —Cálmate — ¡Que me calme! ¿No crees que podría ser jodido y extremadamente loco entregarte al verdugo de la reina? ¿A quién he pasado los últimos nueve meses comprándole un suministro de prostitutas? ¿No te parece irresponsable, teniendo en cuenta que me quieren de vuelta allí? — ¿Sabes qué? No voy a hacer esto contigo. Yo no — ¡Y una mierda que no! ¡Nos has expuesto yendo allí! Te pudieron haber usado para influenciarme. —No lo hicieron. — ¡… y hacerme volver allí para servir a esa maldita princesa! Me dijiste que tenía hasta el final del período de luto, son sólo tres días y tengo mierda con la que necesito lidiar aquí. No necesito tu comodín. —Trez, sé que estás atrapado con Selena. Lo entiendo. Pero estás fuera de ti. — ¿Fuera de mi? ¿Qué pasa si te hubieran capturado? ¿Qué pasa si AnsLai viene a mí con un: “tengo a tu hermano”? ¿Estás listo para tu emparejamiento? ¿Pensaste por un segundo en qué posición me pondrías? O a ti y una vida de mierda encarcelado por mí o no estar aquí para Selena al final de su vida. ¿Qué diablos?

Por alguna razón, el cambio brusco de iAm le afectó: el macho se había congelado en el sitio y estaba mirando sobre el hombro de Trez, su expresión al instante se quedó en blanco. Trez cerró su boca y cerró sus párpados. Incluso antes de darse la vuelta, él sabía lo que iba a encontrar en la puerta de la habitación. Sip. Selena había abierto la puerta y estaba parada entre las jambas, pálida como un fantasma. — ¿Vas a emparejarte? —dijo con una voz débil—. ¿En tres días? iAm maldijo entre dientes. Exactamente cómo esto no tenía que salir. Y peor aún, mientras Selena se acercaba, su andar era, como si sus rodillas o tal vez fueran sus caderas estuvieran dándole molestias. — ¿Qué tú estás...? —Se detuvo delante de Trez—. ¿Vas a emparejarte con esa hembra en tres días? Hora de irse, pensó iAm. Esto definitivamente era algo entre ellos dos. —No, —dijo Selena mientras giraba la cabeza—. Quédate. Ella le quería disponible para completar la información si sentía que su macho no era sincero con ella. — ¿Qué está pasando? —Exigió. Aunque Trez había estado iracundo solo momentos antes, el tipo parecía tan tranquilo como un objeto inanimado: —No es importante. —Eso no es lo que escuché. Y antes de que me acuses de estar escuchando, estaban gritando tan fuerte, que pude oírlo desde la puerta de al lado. Trez frotó su cabello rapado y se dio la vuelta. —Selena… — ¿Vas a emparejarte? —Esto no nos afecta. —Con toda seguridad lo hace. Cuando se hizo un hermético silencio, iAm decidió, al diablo. —Fue vendido por nuestros padres cuando éramos recién nacidos a la reina del Territorio, como un compañero para la heredera al trono. Fue decretado por su carta astral. Ha hecho todo lo posible para escapar de ella, y es la razón por la que está enojado conmigo porque yo soy su talón de Aquiles. Él solamente esta enloqueciendo por una llamada cercana, probablemente porque lo que realmente le preocupa eres tú y no puede hacer nada

al respecto. Cuando los dos le miraron, se encogió de hombros. — ¿Qué pasa? He estado viendo al Dr. Phil con Lass abajo cuando no puedo dormir. — ¿Eso es verdad? —Preguntó Selena. —Sí —Trez se acercó y se sentó en la cama—. No hablé contigo sobre esto porque, sinceramente, como él dijo, no importa lo que ellos hagan en tres días, no voy a emparejarme a una hembra que no conozco y no me importa y darle un heredero al trono. No va a suceder, y eso es cierto estés o no en mi vida, y si vives o no cien días más o mil años más. Él juntó sus manos como si estuviera cerrando una puerta. —Y eso es todo. Selena se tranquilizo por un tiempo. —Debiste contarme. —No quiero pensar en ello iAm rodó sus ojos. —Verdad. —Y Selena, lo digo en serio. No voy a hacerlo en setenta y dos horas o siete millones —Trez volvió la vista—. ¿Viste a nuestros padres mientras estabas allí? iAm meneó la cabeza. —Estuve sólo en el palacio —En una celda—. Y ellos han perdido su estatus así que estaban al otro lado de esos muros. Y tan seguro como la mierda que no los busqué. Han muerto para mí. Me importa una jodida mierda todo acerca de ellos. —A mí también —Trez miró a Selena—. Esta es mi vida aquí. Aquí está mi vida, esta gente, este lugar, mis negocios... tú sobre todo. No voy a permitir que nadie me lo quite, especialmente no porque algunos astrólogos miraron las estrellas en el cielo y decidieron que significaban algo. Selena envolvió sus brazos alrededor de sí misma. —Ojalá que me lo hubieras dicho. —Lo habría hecho si significara algo para mí. —Y estos negocios... ¿todavía vendes hembras a través de ellos? iAm miró fijamente la puerta. Empezó a avanzar poco a poco hacia ella. —Se venden, —respondió Trez—. Les doy un lugar para hacerlo, pero están a cargo de ellas mismas. Eligen a quién, cuánto, con qué frecuencia. Mi trabajo es mantenerlas a salvo. —Mientras que tú ganas dinero con ellas.

—Pagan al club. No a mí. —Pero tú eres el dueño del Club. —iAm, —Trez dijo bruscamente—. Quiero que te quedes. Cerró los ojos. —Eso no es lo que estoy pensando. —No —Selena habló—. Si no tiene nada que ocultar, que lo diga en público. Genial. Justo lo que él estaba buscando. Un trabajo como mediador. No. Y Maichen estaba todavía en el apartamento. —En realidad, de verdad me tengo que ir —iAm miró hacia adelante y hacia atrás entre los dos—. Nunca he estado antes en una relación, así que no tengo ningún consejo para ustedes. Pero, Selena, creo que debes tener en cuenta dos cosas. Uno, toda su vida ha estado definida por rebelarse contra la s'Hisbe y nuestros padres. Y dos, no ha estado con una sola hembra desde que conectó el año pasado contigo. Ha sido fiel a ti aun cuando no estaban juntos. Así que no lo crucifiques porque creas que las humanas que trabajan para él están de alguna manera con él. Estoy fuera. No les dio la oportunidad de tirar de él de vuelta a su drama. Tenía suficiente con lo suyo. Había dejado a Maichen completamente desnuda en su cama y le preocupaba que se fuera antes de que volviera. Corriendo hasta el

recibidor, huyó a través del vestíbulo, y destelló en

la noche

desmaterializándose hacia el Commodore. Mientras recobraba la forma en la terraza, tiró de la puerta de vidrio y se apresuró a través del corredor que llevaba a los dormitorios. —Maichen —gritó. Justo mientras rodeaba la puerta de su dormitorio, ella dijo, — ¿Sí? Tomó una respiración profunda cuando la vio reclinada contra las almohadas, sus hombros desnudos emergían desde la cubierta de la funda nórdica. —Gracias, joder —dijo él. — ¿Estás bien? —Ella se sentó—. ¿iAm?

Pateando sus zapatos, no le respondió. No podía. Había mucho que decir acerca de cosas que el odiaba y no podía cambiar. En cambio, retiró las sabanas y se metió dentro completamente vestido. El cuerpo de ella estaba caliente, desnudo y complaciente cuando él los llevo corazón contra corazón. Mientras los brazos de ella le rodeaban, ella acarició la parte posterior de su cabeza, él se estremeció y se dio cuenta que en todos los años que había estado en el planeta, esta era la primera vez que había tenido algún sitio donde ir cuando sintió que el mundo era un lugar de mierda y el tiempo no era más que una tortura a ser soportada. Incluso fue mucho mejor que el sexo. ¿Este momento donde pidió y recibió asilo? Le hizo entender por qué los hermanos se iluminaban cada vez sus shellan entraban en la habitación, y por qué los machos daría su vida por las hembras. —Gracias, —se oyó decir. — ¿Por qué? —susurró Maichen. —Por estar aquí. — ¿Está mal Selena? —preguntó. Porque fue lo que pensó cuando él le dijo que debía irse. —No tan extremadamente mal. Pero ella y mi hermano discutieron. — ¿Por qué? —No hay nada como tu novia descubriendo que estás comprometido a otra mientras ella se está muriendo. Esa es esa clase de temible conversación a tener. Maichen le acalló. —Esto tiene que terminar. — ¿La mierda con Trez y esa maldita princesa? Estoy de acuerdo, si se te ocurre alguna idea brillante... házmelo saber, —dijo crudamente.

CAPÍTULO 65

Fue muy fácil escapar de su propia casa. Assail simplemente rompió la ventana del piso superior y se infiltro por sus instalaciones con todo el alboroto y las circunstancias de un desertor que se escapa en la noche. Había estado rastreando los movimientos de los hermanos en su bosque con sus cámaras de visión nocturna, las enormes figuras de los machos se movían como T. Rex a través de su propiedad, sus presencias pegadas a los árboles. Tras la desaparición del sol las persianas de ilusión se habían puesto en su lugar con eficacia conservando la vaga apariencia de su interior. Esto daría a los hermanos algo que hacer, como reflexionar sobre donde, cuando estaba y la reaparición de sus primos por encima del suelo. Que no sería hasta que el hubiera completado una tarea específica. Con presteza, viajó hacia el este, a un lugar preestablecido en un centro comercial abandonado aproximadamente a cinco millas fuera de la zona del centro. El coche de alquiler Hertz estaba aparcado con la parrilla contra la pared trasera de un edificio que tenía un descolorido BOUTIQUE DE CUMPLEAÑOS BLUEBELL, SOLO ENTREGAS colgando torcido por encima de una desconchada puerta blindada. Ehric bajo la ventana del lado del conductor cuando Assail se acomodó. ― ¿Conduces tú? ―Sí, yo lo hago. Cuando su primo salió y Assail asumió lugar del macho tras el volante, Evale habló desde el asiento trasero. ― ¿Qué quieres que hagamos? ―Nada. Puso el motor en marcha y se dirigió moviéndose con rapidez, pero obedeciendo las normas de tráfico. Habían pasado un par de millas cuando la cocaína que se había tomado unas dos horas antes comenzó a desaparecer de su sistema, pero no iba a recargarse, necesitaba estar centrado lo suficiente para desmaterializarse si era necesario.

Dirigió a los tres y al Ford Taurus través de la zona peatonal de los suburbios de los exteriores y fue más allá de la boca de metro, en las tierras de cultivo que formaban un zócalo alrededor de las montañas de las Adirondack. A su paso, los caminos se hicieron más estrechos, la línea amarilla del medio y las líneas blancas de los lados crecían tan débiles que los faros no lograban abarcarlas y aun así continuó adelante, sin nadie detrás de él ni coches o camiones que vinieran hacia él. Algunas millas más tarde, llegó a la granja de productos lácteos que estaba buscando. Al igual que en la Boutique de cumpleaños del Bluebell, esta también estaba abandonada y el sedán botaba a lo largo ya que el paso por fuera del asfalto era un carril sucio que salía a los campos de maleza. Cruzando a través de las zarzas y el maizal condujo todo el camino hasta el borde del bosque y encontró refugio entre los abedules y los arces reteniendo algunas de sus hojas. Con vueltas rápidas de la rueda giro el coche de alquiler del todo por lo que quedaron mirando hacia fuera y esperaron dejando el coche en marcha. Odiaba que los faros se mantuvieran encendidos pero no había nada que hacer al respecto. La presencia de los hermanos había hecho que coger su Range Rover fuera imposible. ―Llega tarde ―dijo Ehric un poco más tarde. ―Él va a venir. ―Había demasiado en juego para que el Forelesser no apareciera―. No nos fallara. Y, por supuesto, momentos más tarde una forma oscura se adelantó a través del campo, siguiendo su camino. No llevaba luces de circulación, así que sabía que eran la persona por la que estaban esperando. ― ¿Sabes a dónde ir? ―dijo en voz baja mientras se abría una pulgada una de las ventanas traseras. Justo en ese momento sus primos se desmaterializaron al asiento trasero... y el Forelesser llegó y procedió a pararse al lado como de costumbre. Assail y su socio en el negocio bajaron sus ventanas al mismo tiempo. ― ¿Dónde está tu Range Rover, vampiro? ―En el taller. ―Es verdaderamente una mierda. ¿Ha sido remolcado? ―Es una manera de decirlo. El asesino frunció el ceño, sus cejas oscuras cayendo sobre sus ojos oscuros. Por un momento,

Assail echó de menos el Antiguo País, donde sabías sobre los bastardos no sólo por su hedor, sino porque había estado en la sociedad lessening el tiempo suficiente para tener descolorido su cabello. No como en el Nuevo Mundo. No aquí, en la desechable cultura de los humanos de América, los muertos vivientes no duraban el tiempo suficiente para que sus pigmentos se desvanecieran. ― ¿ATF? ―Preguntó el asesino―. O CPD. Como si durante sus años como humano hubiera encontrado inconvenientes con esas dos organizaciones. ―Con la hermandad de la daga negra. Y el rey ciego, Wrath. El no-muerto echó la cabeza hacia atrás y rió. ―Lo que sea, hombre, eso es problema tuyo. ―No, me temo que lo será para ti, compañero. Sin previo aviso, Assail se lanzó por la ventana y apuñaló al homicida en el ojo, con la daga que había colocado discretamente sobre su muslo. Cuando el Forelesser gritó, Assail arrancó el cuchillo liberándolo y atravesándolo a través de la parte delantera de la garganta. Los sonidos de gorgoteo y de cantidades copiosas de sangre negra llenaban el interior del SUV del asesino y Assail se vio obligado a sacar torpemente la parte superior de su cuerpo para no empaparse con todo ese lío. Ehric se desmaterializó con su primo e hizo un trabajo rápido rebuscando en el vehículo mientras Assail miraba a su alrededor, asegurándose de que todavía no había testigos. A medida que el asesino se atragantaba y se agarraba en la segunda boca que le habían hecho en el cuello, Ehric apareció con tres AK y muchas rondas de municiones. Sin hacer ruido colocaron las armas y las municiones en el maletero del Tauro, los primos abrieron las dos puertas traseras y se metieron de nuevo en ese vehículo. Assail entró a través de la ventana y tiró de uno de los brazos Forelesser hacia fuera. Encontrando una sección sin mancha de la manga él limpió su daga, enfundó la cosa y sacó un cuchillo de sierra de caza de su cinturón. Trabajo rápido para cortarle la cabeza por completo. Dejó el cuerpo donde estaba, al volante del SUV, sus brazos y sus piernas aún se movían, incluso su mano derecha agarraba el volante. Iba a ser bastante difícil que condujera considerando que no tenía cerebro y que no podía ver para dirigir. No, él tenía su CPU por el pelo.

Caminando por la puerta frontal del lado del pasajero, la abrió y puso el intermitente, la cabeza todavía moviéndose en la caja de cartón de Amazon que había sido forrada con bolsas Hefty. Luego se fue al otro lado y se puso al volante del Tauro. Antes de que las luces interiores se extinguieran, miró por encima del borde de la caja y se giró encontrándose con los ojos llenos de asombro. ―Fuiste un buen socio ―Assail murmuró―. Es una pena que debamos romper nuestra relación. Con eso, puso el sedán en marcha y se largó.

CAPÍTULO 66

Trez se dejó caer de nuevo en la cama de su hermano, con los brazos estirados a los lados y con los ojos centrándose en el techo de encima. Maldita sea, esa maldita maldición nunca iba a dejarlo tranquilo. Aquí estaba, tratando de hacer lo correcto con la única hembra que alguna vez le había importado y la mierda de la s'Hisbe como siempre le ponía una soga alrededor de su cuello. ― ¿No has estado... con ninguna mujer? ―Preguntó Selena―. Desde que... Levantó la cabeza y miró a través de la habitación vacía a ella. ― ¿Por qué, tú has estado con alguien? ― ¿Desde que estuve contigo? Nadie ha sido de mi interés. Hubo una larga pausa. ― ¿En serio? ―En serio. Se llevó las manos a la cara. ―Eso es... ―Ella sacudió la cabeza―. Hermosamente fantástico en realidad. Empujándose contra el colchón, se incorporó sobre los codos y la miró. ― ¿Te acuerdas de lo que dijiste? Después de que... bueno, ya sabes, ¿cuando estuvimos en la clínica por primera vez? ¿Qué estabas preocupada porque mi obsesión me hundiese…? ―Sí. ―Bueno, ¿sabes? Me hundí antes de que incluso conectáramos. Es probable que no sepas esto, pero... ―Él negó con la cabeza―. Yo solía esperarte en el vestíbulo todas las noches. ― ¿Qué? ―Sí, patético, lo sé, pero sabía que vendrías aquí para alimentar a V, Rhage o Luchas y me gustaba quedarme en la puerta de entrada en caso de que pasaras para ir al centro de formación o bajaras por allí desde algún lugar más de la casa. Una noche… mierda, puedo recordarlo claramente, finalmente apareciste, corrí por la gran escalera… estabas como en el vestíbulo cuando atraje tu atención. Me quedé mirándote y pensé... esta es la hembra más increíble que he visto en mi vida. ―Él se encogió de hombros y se sentó estirando hacia arriba―. Me tienes desde ese momento, mi reina. He estado

obsesionado contigo, para lo bueno o no tan bueno, laaaaaargo tiempo antes de saber que estabas enferma. Ella sonrió un poco. ―No tenía ni idea, quiero decir, yo sabía que cuando nos levantamos juntos en casa de Rehv y tu... bien, sabía que... um, que te gustaba. Él parpadeó y la vio desnuda en la cama de ella en el Rancho. ―Sí, ya estabas dentro de mi entonces, estaba destinado a ti. ―Haciendo una mueca, él dijo―. Mira, no he manejado todo bien, debería haberte contado todos los detalles de las cosas sobre la s'Hisbe, pero me preocupaba que fueras a enloquecer, a marcharte y que no quisieras tener nada que ver conmigo. He perdido años de mi vida en la prisión de ese palacio, y he arruinado toda la existencia de iAm, no iba a perder una oportunidad contigo debido a esa basura por encima de todo de eso, ¿y en cuanto a mis negocios? No son legales de acuerdo a las leyes humanas, pero siempre he pensado que las personas tienen todo el derecho a ganarse la vida con lo que quieran, siempre y cuando no dañen a nadie. Es por eso que, a diferencia de Rehv, yo no permito que se vendan en mi local drogas. Las hembras humanas están protegidas cuando están bajo mi techo, practican el sexo seguro y mantienen el noventa por ciento de lo que ellas hacen. El diez por ciento lo tomo para mis facturas de electricidad y mis guardias. Así que, sí... eso es lo que soy. Ella respiró hondo. ―Estoy muy contenta de que estés siendo honesto. ― ¿Hay algo más que quieras saber? Como te dije antes yo no hablo de mis padres porque no son nada más que biología para mí y para iAm. Nunca se han preocupado por nuestro bienestar y nunca han estado ahí para nosotros. Todo el tiempo hemos estado juntos iAm y yo y eso ha sido suficiente para los dos y es por eso que no importan. Selena se acercó vacilante y cayó de rodillas junto a él en el suelo. ―Gracias. Sus ojos eran tan claros, tan azules mientras se miraban a los ojos. ― ¿Por qué?, ―dijo con voz ronca―. No me gusta mostrar debilidad, lo odio. ―Me parece que te amo más. ―Ella sonrió―. De hecho, ¿esta honestidad en este momento? Es sencillamente lo más atractivo de ti. Oh, mierda, iba a necesitar traer Kleenex aquí. ―Te amo tanto ―Cuando su voz se quebró, él la aclaró―. Más que incluso a mi hermano.

―Eso es una especie de promesa. ―Sí, lo es. Se quedaron así durante mucho tiempo, él mirando hacia abajo, ella mirando hacia arriba y en silencio, el comprendió de que habían alcanzado su parte más verdadera de lo que ellos eran como individuos y lo que eran juntos. Era el núcleo de la base de ambos, sus defectos, percepciones y realidad puestos sobre la mesa, sin esconder nada, ni su enfermedad, ni todo lo que no había querido que ella supiera... y su eternidad juntos estaba todavía intacta. Su amor sólo se había fortalecido. ―Tú has sido ―susurró―, la mejor parte de mi vida. Eres un milagro, casi compensa mi enfermedad. ―Yo no soy esa gran bendición. ―Sí, lo eres. Él le acarició la mejilla con los nudillos rozando sus labios con los suyos. ―Así que... ¿Quieres ir conmigo a cocinar la cena? Ella asintió con la cabeza, y cuando le ofreció su mano para ayudarla a ponerse en pie, ella puso su mano sobre la suya, la que tenía el diamante. Su hermosa mano, con sus dedos largos y afilados y su pequeña muñeca. Al principio, no entendía por qué, cuando se puso de pie y fue a tirar de ella, su agarre se soltó. ―Oh, lo siento, fallo… Ella no se movía. Selena estaba exactamente en la posición de haber colocado su mano con el antebrazo hacia arriba, con la cabeza inclinada para poder mirarlo a los ojos y su cuerpo sobre las rodillas. Lo único que había cambiado era el terror en sus ojos. ―Oh, no... ―dijo―. No, no, ahora no... Se arrodilló a su lado, pero ella no volvió la cabeza hacia él, en su lugar, su cuerpo comenzó a caer hacia un lado como si fuera sólido, cayendo, cayendo...

― ¡No! ―Gritó. Lo siguiente que Trez supo es que estaba en la clínica. No tenía idea de cómo había llegado allí con Selena en sus brazos, pero de alguna manera tuvo que haber decidido levantarse del suelo en la habitación de iAm y haber bajado todas las escaleras a través del túnel y fuera del almacén de suministros. Era vagamente consciente de la gente a su alrededor. Lassiter, quien probablemente había salido de la habitación de billar, Tohr, que había estado detrás del escritorio en la oficina y otro hermano que estaba cojeando. Pero nada de eso importaba. Dando la espalda a la puerta de la sala de examen, que irrumpían sin llamar, con el corazón atronador golpeando en su oído y su cerebro atascado con esa única palabra que se repetía una y otra vez de nuevo a sí mismo. Nonononononononononononononononono… Esto no podía estar sucediendo ahora después de haber tenido ese momento trascendental. No ahora, cuando se suponía que se iban juntos y a bailar desnudos alrededor de la cocina de Rehv. No ahora, sin él habiéndola llevado a ese viaje en barco. Era demasiado pronto, demasiado pronto... De repente se dio cuenta de que Doc. Jane estaba de pie frente a él, con los ojos verde bosque puestos en el con su boca en movimiento. ―No puedo oír, ―le dijo. O por lo menos, pensó que era lo que había dicho. Maldita sea lo que estaba sonando en sus oídos no estaba ayudando. Cuando el médico señaló la mesa de examen, pensó, bien, está bien. Él pondría a Selena allí. Moviéndose por el suelo de baldosas, se acercó al lugar que tenía que llegar y se agachó, con la intención de ponerla en el suelo, excepto que su cuerpo no colaboraba en dejarla en la camilla. Casi le mataba separase de su lado. Agachándose para que pudiera verlo, le tomó la mano, la que estaba aún extendida hacia él, que llevaba

su anillo. ―Está bien, mi reina. Está bien… saliste de esta la última vez y vas a hacerlo de nuevo. Vas a salir de esta. Él no apartó la mirada de sus ojos de pánico, ni cuando las máquinas fueron conectados a ella, el IV comenzó y tomaron los rayos X, ni mientras los dos médicos y Ehlena trabajaron febrilmente administrándole drogas y tomando el pulso y la presión arterial, ni cuando ella empezó a romperse con lagrimas de cristal formándose y dejándose caer desde el puente de la nariz al lado de su cara. ―Te tengo, mi reina, no voy a ninguna parte, quédate conmigo. Tú has vuelto de esto muchas veces antes y lo mismo va a suceder esta noche. Cree en mí, vamos... tienes que creer en mi... Tuvo que abrir la boca, porque estaba respirando tan fuerte por la nariz que no podía seguir el ritmo de la demanda de oxigeno y seguir teniendo que tragar, era eso o correr el riesgo de tener que inclinarse a un lado y vomitar en las losas. Eso no podía ser, pensó. No estoy listo. No podía decir adiós. No podía dejarla ir esta noche. Eso no podía ser...

CAPÍTULO 67

Mientras Rhage miraba para arriba a la casa de cristal de Assail, sabía en sus tripas que algo estaba mal en toda la zona. Desde que habían llegado él y V, nada había cambiado. Los interiores, tanto si era la cocina, el salón tamaño de campo de fútbol, la sala, o la oficina, estaban cada uno justo como debían, excepto que no había nadie moviéndose a través de ellos. —Tal vez Assail se está haciendo las uñas de los pies bajo tierra, —murmuró Rhage—. Un Lila, tal vez. O una rojo cereza. —Tarde o temprano —se quejó V—. Si va a seguir en el negocio, tendrá que salir en coche. No puede transportar el tipo de dinero o drogas con que trafica en modo fantasma. —A menos que todos ellos tomen una sobredosis juntos. Ambos debían asumir que Assail y sus muchachos habían sido seguidos entrando y saliendo desde el anochecer, y no había nada que pudieran hacer para evitarlo. V había, sin embargo, instalado pequeñas cámaras antes de irse al amanecer, y no ha habido actividad durante las horas de luz, no bolsas de lona dejadas fuera para recoger, nada arrojado. Así que, como V dijo, no había manera de que ellos movieran ningún producto… Como si estuvieran haciendo una coreografía, él y su hermano fueron a por sus teléfonos al mismo tiempo. AH911. Sin dudarlo, se desmaterializaron, viajando a través del río y volviendo a tomar forma en la puerta trasera de la casa de audiencias. V metió el código e irrumpieron en la cocina, sorprendiendo al doggen que estaba cocinando. El hecho de que la criada de Paradise, Vuchie, no pareciera alarmada era una buena señal. No había tampoco ningún fuerte pitido de alarma accionado en el aire. Sin embargo, ellos sacaron sus armas y corrieron hacia el comedor, a través de la puerta abatible en la esquina trasera

Justo a tiempo para ver Assail sacar de una caja de cartón una cabeza por el pelo. —Pensé que les gustaría unirse a la fiesta —Phury susurró por la comisura de su boca—. El simplemente apareció. —Me gustaría presentarles —Assail estaba diciendo—: a mi socio. Mi anterior socio. Los ojos marrones del no-muerto colgaban alrededor de la habitación, los labios manchados de sangre negra, abiertos lentamente como un pez haría si hubiera aterrizado en la parte inferior de un barco en el sol. Los hermanos que estaban de pie en la habitación maldijeron. Y como George gruñó junto a la silla de Wrath, el rey se agachó y tranquilizó al perro. — ¿Cómo sabemos que no es un asesino de la calle? —Porque yo te lo estoy diciendo. —Tu credibilidad no es algo de fiar. —Pero lo soy. —Assail guardó la cabeza y puso la caja en el suelo—. Sé dónde están todos los lessers que quedan. Todos guardaron silencio. Wrath se echó hacia adelante en su sillón, sus gafas envolventes enfocaron en dirección del traficante de la droga. — ¿Lo sabes? —Sí. Las fosas nasales de Wrath resoplaron cuando comprobó el olor del macho. —Él está diciendo la verdad, chicos. El traficante de drogas se tensó molesto y arqueó las cejas. —Claro que la estoy diciendo. Se me informó que no debía hacer negocios con la sociedad lesser. He obedecido tus órdenes. Si la hermandad va y los

erradica donde ellos están, ya no tendré que demostrar que he cumplido con tus órdenes mientras continúo con mis actividades. Nuestros intereses están alineados por lo tanto, y si necesitas espaldas fuertes para pelear junto a ti, por la presente me ofrezco voluntario y a mis primos. —Me conmueve tu magnanimidad. —No tiene nada que ver contigo. Como te he dicho, soy un hombre de negocios. No hay nada que no vaya a hacer para proteger mis esfuerzos y está muy claro para mí que tú y los reunidos aquí son capaces de echar abajo lo que es valioso para mí. Por lo tanto, he tomado las medidas necesarias para asegurarme que puedo continuar, a pesar de que se presenta un gran inconveniente y mis ingresos sufrirán mientras me veo obligado a restablecer mi red en las calles. Mientras el aire de la habitación comenzó a zumbar, Rhage miró alrededor a sus hermanos. Estaba tan jodidamente listo para una guerra total, para poder hacer pagar a esos bastardos no- muertos por lo que ellos hicieron durante las incursiones. Esto era una bendición inesperada. —Entiendo —Assail señalado la caja—, eso, ese es el forelesser. Lo ataqué en privado y deliberadamente no le envié a su creador. Habrá un corto período de tiempo durante el cual su ausencia no será notada. V habló. —Dónde está este antro de perdición. —La Escuela Brownswick para chicas. Su campus ha sido abandonado por algún tiempo y viven en los dormitorios. —E intentando aprender división larga, —murmuró alguien. —O escribiendo la versión asesina de OurBodies, Ourselves —dijo alguien. Assail cortó la cháchara. —Me enteré de su ubicación, hace muchos meses. Después de todo, es importante que uno conozca los detalles de la vida de su socio de negocios. Mis primos han investigado el terreno esta noche y han confirmado que están todavía en su lugar. Me imagino que desearás ir a explorar la propiedad antes de cualquier ataque coordinado. Inmediatamente, los hermanos comenzaron a hablar, ofreciéndose voluntarios para ir, pero Wrath levantó una mano, silenciándolos.

— ¿Nos vas a permitir mantener eso? —le preguntó, asintiendo con la cabeza en dirección a la caja—. O es un recuerdo que deseas poner en la repisa de la chimenea. —Como con la información que he proporcionado, es tuyo para hacer lo que quieras. — ¿Dónde está el resto del cuerpo? —En la ruta 149. Hay una granja abandonada. Entrando en la pradera del sur a los bosques, encontraras el resto del cuerpo y su SUV allí. Wrath se echó hacia atrás y cruzó sus largas piernas tobillo sobre rodilla. —Esto es mucho mejor que tener que matarte. —No estoy contento con esto. —Es mejor que un ataúd, —dijo Rhage. El traficante de drogas echó un vistazo. —Eso es correcto —Con eso, Assail se dio vuelta sobre sus talones y se dirigió a la puerta—. Ya sabes dónde encontrarme si tienes más preguntas o necesitas ayuda con un ataque. Butch permitió que el macho saliera, y lo escoltaron a la puerta principal de la casa. No fue hasta que el hermano estaba de vuelta y les había encerrado a todos juntos que nadie dijo nada. —Si ese es el forelesser —dijo Wrath—, el Omega lo sabrá al instante. —Pero él les cambia cada quince minutos —dijo V—. Y ninguno de nosotros lo mató. Quizás el sólo inicie al siguiente y siga adelante. —Tal vez —Wrath asintió señalando la caja de cartón—. Deshazte de eso cuando vayas a confirmar el cadáver. —Puedo ir, —ofreció Butch—. Y sacarlo del juego permanentemente. V meneó la cabeza. —No te puede desmaterializar. Demasiado peligroso… De repente, el teléfono de todo el mundo sonó, los colectivos pings, bongs y silbidos como si alguien hubiera puesto en marcha un episodio de Barrio sésamo. Mientras todo el mundo iba a sus bolsillos, Rhage se preguntó quién diablos podría ser. Tohr estaba

fuera de rotación en casa. Rehv odiaba los teléfonos. Y Lassiter había sido forzado a renunciar al grupo de mensajes de texto después de que V había desactivado la función en el Samsung del idiota, además, habría sonado un coro de “Yo soy un idiota" de Denis Leary que todo el mundo había puesto como tono de llamada del ángel. —Mierda —dijo alguien. Rhage tuvo que leer dos veces lo que había sido enviado. Luego dejó su brazo caer a su lado y cerró los ojos. —Alguien hace el jodido favor de decirme de qué se trata el duelo —dijo Wrath bruscamente. —Es Selena —Rhage se escuchó así mismo responder—. Ella se ha venido abajo.

*** Sentado en la cama arrugada en su casa en el Commodore, iAm se encontró comprobando la túnica de Maichen, buscando si algo estaba fuera de lugar, arrugada, torcida. No la iba a enviar de vuelta al Territorio como si hubiera estado teniendo sexo pero del bueno. Incluso si ella lo había, de hecho, tenido. —Mañana por la noche —dijo él. —Sí. —Bueno —Mierda, no estaba seguro si podía esperar tanto—. Esto está ajustado. Haciéndole señas para que se acercase, él le arregló la capucha con sus manos, mientras la ponía sobre su cabeza, la malla estaba en el lugar correcto. Odiaba que cubriera sus facciones una vez más. Era como si se la encarcelara aunque ella era libre de ir o venir como quisiera. Relativamente libre, eso era. —Hasta mañana —dijo, su voz hermosa amortiguada. Se estiró y tomó su mano. Tenía la intención de apretarla y dejarla ir, pero no se sintió capaz de liberar el agarre. —Maichen —Tomó una respiración profunda—. ¿Qué dirías si te ofreciera un lugar aquí? Aquí en Caldwell, quiero decir. Si yo te cuidara y te mantuviera a salvo aquí en la ciudad.

Definitivamente no sería en este apartamento; Eso era seguro, s'Ex no había duda iba a continuar usando las cuatro paredes y el techo como su jodido palacio tan pronto como terminase el duelo, Oh, espera. Era entonces cuando iban a querer a Trez. Lo que sea. Sería en otro lugar. Como ella vaciló, él dijo, —No tendrías que servir a nadie. Podrías ser libre. Tú podrías estar conmigo, pensó. Lo cual era, sí, loco, pero el tiempo era últimamente muy corto y no quería esperar nada. Especialmente nada que fuera sentirse bien en lugar de algo que te hace perder la razón. —Tú estarías a salvo —repitió—. Sobre mi vida, te mantendría a salvo. Y hay todo un mundo por aquí, cosas para hacer y lugares por explorar, escuelas a las que asistir. Los seres humanos son en su mayoría idiotas, pero te dejan en paz. En un instante, la fantasía se prolongó como un hilo de oro, imágenes de él cocinando para ella en Sal’s, presentándola con orgullo a sus camareros, quizás trayéndola al apartamento para una comida. El ignoró aposta todo sobre apartarse completamente de la s'Hisbe. —iAm —susurró. Mierda. Ese tono de ella lo dijo todo. Y no la iba a escuchar. —Se podría tener una vida real aquí. Eres mucho mejor que sólo una criada para otras personas. Realmente puedes vivir. Conmigo, terminó para sí mismo. Oh, Dios mío, estaba tan hecho para ella. Y mientras que él podría haber anotado hasta finalmente echar un polvo, era mucho más que eso. En su alma, de alguna manera la conocía. Encima de la mesa de al lado, su teléfono sonó con un mensaje. —Piensa en ello —dijo él—. Sé que es mucho, así que no me des ningún tipo de respuesta ahora mismo. Vete a casa y permanece a salvo, nos vemos mañana.

Se puso de pie, la acompañó fuera de la sala hacia las ventanas deslizantes. Un momento más tarde, se fue como si nunca hubiera estado y por un momento, él se preguntaba si no se estaba imaginando todo esto. Parecía surrealista. ¿Se estaba realmente enamorando? Cerrando cosas, iba a volver a su habitación y hacer la cama, sobre todo porque si s'Ex apareciera, no hubiera un montón de conversación incómoda. En cambio, siguió en los ventanales, mirando hacia la noche, su cerebro mascullando sobre qué pasaría si y cómo. El sonido de su teléfono en la habitación le reenfoco, se dirigió a por él, fue por el pasillo y a través de la puerta hacia la mesita de noche, alcanzando la brillante pantalla. Cogiéndolo, aceptó la llamada. — ¿Rhage? ¿Todo bien? —Trez te necesita. Ahora mismo. —Es… —Sí, ella está en la clínica. iAm cerró los ojos. —Dile que estoy en camino. Tan pronto colgó, mando a la mierda la cama sucia y corrió hacia las puertas de cristal. Una vez afuera en el aire frío, trató de desmaterializarse, pero su corazón golpeando y sus emociones dispersas se pusieron en el camino de su enfoque. Fue solamente imaginar a Trez tener que lidiar solo con una tragedia lo que le permitió ser capaz de sacar toda su mierda y un instante después, estaba en las escalinatas de la mansión de la hermandad. Irrumpiendo en el vestíbulo, esto cabreaba siempre al doggen que abría la puerta e iAm dijo apenas dos palabras al macho y echó a correr. Fue a toda máquina hasta el centro de entrenamiento, y cuando finalmente saltó el armario de suministros y acortó a través de la oficina… iAm patinó parando de golpe en el pasillo. Allí debían estar... cuarenta personas, fuera de la sala de exámenes, algunos sentados en el duro suelo,

otros caminando. V estaba fumando mientras que Butch estaba moviendo un pie como alguien que hubiera conectado su tobillo en un enchufe. Phury estaba caminando de un lado a otro como un loco; Z estaba completamente inmóvil. Bella estaba meciendo a Nalla en sus brazos. Payne estaba barajando las cartas incesantemente. John Matthew estaba sosteniendo las manos de Xhex. Qhuinn tenía su brazo alrededor de Blay. Autumn estaba sosteniendo a Tohr alrededor de su cintura como si ella fuera lo único que lo mantenía en el suelo. Rhage estaba solo, lejos de los demás. Incluso Wrath estaba allí con Beth y L.W. y George. Todas las elegidas estaban presentes. Cada una de ellas, incluyendo Amalya. Y Rehvenge era el más cercano a la puerta en el espacio clínico. iAm cerró los ojos. No podía creer que todos ellos hubieran aparecido. Cuando empezó a caminar hacia adelante, la gente lo abrazó, estrecharon sus manos, apretaron sus hombros. Hizo lo mejor que pudo para darles las gracias y responder, pero su cabeza estaba girando. Cuando llegó a Rehv, movió la cabeza. — ¿Qué pasó? —Se desmayó o como quieras llamarlo, hace unos veinte minutos. Están trabajando para reanimarla. Él ha estado preguntando por ti. Esos ojos amatistas tenían un brillo de color rojo en ellos. iAm podría haber usado un minuto para recomponerse a sí mismo, pero ya se había perdido ¿cuánto? Sólo Dios sabía lo que estaba pasando allí, y había solamente una manera de averiguarlo. Abriéndose camino en el interior, retrocedió. Selena estaba sobre la camilla una vez más, pero verla toda desencajada fue una puñalada en el corazón. Trez estaba justo al lado de su cabeza, sus ojos mirándola fijamente. Sus labios se movían mientras hablaba con ella suavemente con un trasfondo de pitidos de equipos médicos y los cables y tubos y manguitos. La ropa que había llevado puesta había sido cortada y una delgada sábana blanca estaba extendida sobre ella. Asintiendo con la cabeza a Ehlena, Jane y Manny, iAm pasó y se agachó. Trez saltó y luego miró a su alrededor como si se hubiera olvidado que había alguien más en la habitación.

—Estás aquí —dijo el macho. —Sí, lo estoy. Trez volvió a Selena. —Mira quién está aquí, es iAm. Esa voz habitualmente fuerte era aflautada y ahogada, como si estuviera canalizada a través de un sintetizador. —Hola, Selena —dijo iAm. Como los ojos de ella se volvieron sobre él, se obligó a sí mismo a sonreír contra una ola de tristeza y miedo. Ella estaba aterrada. Completamente aterrada. ¿Por qué no lo estaría? Trez comenzó a murmurar otra vez e iAm miró a Manny, arqueando una ceja preguntando. El sanador movió lentamente la cabeza. Mierda.

CAPÍTULO 68

Trez esperaba un milagro. Durante las siguientes seis u ocho horas esperó, oró y habló hasta que perdió su voz. Incluso cubrió a su amada con su energía, no una vez, sino dos veces y aun así se quedó donde estaba atrapada dentro de su cuerpo congelado y con sus signos vitales lentamente desapareciendo, sus ojos comenzaron a cerrarse cada vez más. Sólo tenía los parpados ligeramente abiertos y un jadeo en sus labios cada vez más apagado. Más tarde, recordaría el momento en que llegaron al punto de no retorno. Fue cuando el personal médico apagó las alarmas que habían estado en un primer momento sonando con un pitido de vez en cuando, pero que posteriormente había comenzado a apagarse constantemente. ―Esto es… ―mientras su voz se quebraba se aclaró la garganta―. ¿Es la hora de más rayos X? Jane dio la vuelta hacia él y habló en voz baja. ―Trez, creo que nos gustaría hablar contigo. Manny asintió. ―Tal vez en el pasillo. ―No, no voy a dejarla. ―Él alisó el cabello de su amada hacia atrás y se sintió aliviado cuando los ojos de ella se centraron en los suyos―. No te voy a dejar, mi reina. iAm se inclinó y le dijo al oído: ― ¿Quieres que me cuenten a mí? Pasó un tiempo antes de Trez respondiera, no quería escuchar lo que iban a decir, incluso aunque en su corazón él ya sabía... sabía que las cosas no estaban cambiando esta vez... no quería que las palabras fueran dichas. Pero el ciclo de jadeos y el miedo que ella estaba pasando lo dejaban claro. ―Sí, por favor ―dijo cortésmente―. Gracias. El grupo entero incluyendo a Ehlena, entraron a la habitación de al lado y cayó en la cuenta de que él y Selena estaban solos. Inclinándose sobre ella, le acarició su pelo y rozó la boca con la suya. Mierda, sus labios estaban tan fríos.

Quería cerrar los ojos, pero estaba aterrorizado de perderse algo. En su lugar dejó que pasaran un par de latidos. Quiero ser libre. La cosa que más me asusta es quedar atrapada en mi cuerpo. ―Selena ―dijo con una voz que era tan suave como su piel―. Selena, ¿puedes centrarte en mí? ¿Puedes escucharme? Ella parpadeó dos veces, que era el código que había establecido con ella para el "sí". ―Necesito saber... ―Tragó saliva―. Necesito saber si quieres ir... ¿Quieres irte? En respuesta, sus ojos... sus magníficos ojos azules... se le llenaron de lágrimas y él comenzó a llorar, también. Con un sentido de profundo dolor llegó con su mano libre y le rozó la humedad de su nariz y las mejillas, dejando sus lágrimas donde estaban. ―Mi reina, ¿es hora de que te vayas? Dime si es así. Su mirada no se apartaba de él. Ella parpadeó una vez. Y entonces... otra vez. Oh Dios. ¿Te he entendido bien? ―Dijo―. ¿Quieres esto... terminarlo? Los dos estaban llorando en serio ahora y ella no tuvo que parpadear hacia fuera otra vez, porque sabía en su corazón y en el alma lo que ella quería y, sin embargo, esperó la señal una vez más. Este era uno de esos momentos en que tenía que hacer las cosas bien o nunca sería capaz de vivir consigo mismo. ― ¿Es el momento? ―Susurró. Ella parpadeó una vez... y luego otra vez. Ahora él cerró los párpados y encontró su cuerpo balanceándose como si un enorme peso se hubiera establecido en sus hombros y lo desequilibrara también. Cuando abrió los ojos, iAm y los médicos estaban de vuelta en la habitación. Una mirada a la dura expresión de su hermano para saber que todo lo que se había hablado no había tenido ni un ápice de optimismo.

Cuando iAm se acercó, el macho tuvo la precaución de mirar y sonreír a Selena… Trez realmente lo apreció. Luego se inclinó y le susurró: ―No hay nada que puedan hacer, los anti- inflamatorios no están funcionando y la última tanda de rayos X mostró un cambio que el primer episodio no tenía. Las articulaciones o lo que deberían ser las articulaciones están mostrando un blanco brillante en los filos, con el tipo de intensidad que tendría un metal. Ese no era el caso antes. Sus signos vitales no son buenos y cada vez van a peor, incluso a pesar de que han puesto cosas para ayudar con su respiración y su ritmo cardíaco van lentos. Su pensamiento es que este... es el fin. Trez asintió y luego se tomó un momento para recorrer la cara de Selena. ―Ella está lista para irse― susurró. ―Ella me lo dijo. ¿Hay algo... podemos...? Manny hablo por encima. ―Podemos ayudar a su marcha, si ella está segura. ―Ella lo está. iAm se inclinó de nuevo y le susurró algo más. Trez respiró hondo. ―Selena, ¿quieres ver a tus hermanas? ¿A Phury? ¿A La directriz? Están todos aquí, están justo fuera. En respuesta, cerró los ojos una vez y luego los mantuvo así hasta que sintió un latigazo de pánico pasar a través de él. Pero los abrió de nuevo, ella todavía estaba con él. Ahora, las lágrimas salían más y más rápido y le gustaría poder concentrarse lo suficiente para tratar de entrar en su mente, pero no podía. Estaba demasiado nervioso, demasiado angustiado, demasiado lleno de dolor y entendió lo que quería de todos modos. ―No quieres que te vean de esta manera. ―Parpadeos―. Sin embargo los amas y no quieres ver que los vas a perder. ―Parpadeo, parpadeo―. ¿Quieres que les diga adiós por ti? Parpadeo, parpadeo ―Está bien, mi reina. Luego hubo esa pausa rara. Más tarde, cuando obsesivamente revisara cada cosa que sucedió, cada hora que pasó durante la crisis, todos los matices de la habitación y la gente, cada contracción de su rostro y cada palabra que él hablaba con ella, repararía en ese momento. Suponía que estaba más bien

como mirando por el cañón de un arma de fuego justo antes te dispararan. ―Te amo ―dijo―. Te amo para siempre. Con ternura, acarició su rostro y oró porque ella pudiera sentir su tacto. No sabía si ella podía o no, había un tono gris alarmante filtrándose en su piel. Cambio de mano, para que su derecha agarrase la suya y le dio una palmadita al fino aire alrededor, buscando… iAm, como siempre, estaba allí, agarrándole la mano con fuerza, estabilizándole. Él no iba a poder pasar por esto a menos que su hermano lo cogiera de la mano para levantarlo del suelo. ―Está bien ―dijo Trez a quien lo escuchaba―. Estamos listos. Manny se acercó a la vía IV con una jeringa llena de líquido en su mano. ―El primer pinchazo es un sedante. Trez se inclinó hacia delante en la silla que le habían dado. Poniendo su boca justo al lado de la oreja de ella, dijo, ―Te amaré por siempre... Repitió las palabras hasta que no estuvo seguro de cuántas veces las había dicho. Sólo quería que fuera lo último que oyera ella. ―Este es el último pinchazo ―dijo alguien. Tal vez fue Manny, tal vez no. Trez empezó a decir sus palabras más y más rápido. ―teamareporsiempreteamareporsiempre… Momentos más tarde, se detuvo. No estaba seguro de cómo lo sabía exactamente, pero ella se había ido. Echándose hacia atrás, él la miró a los ojos aún abiertos, eran tan hermosos como siempre habían sido... sin embargo no había vida en ellos. Esa chispa mística que la había animado había salido y su alma, ya no poseía un hogar viable, se había ido con ella. El silencio y la quietud de la muerte eran un vacío en sí mismo, un agujero negro que succionaba todo y a todos a su alrededor y tan poderoso era el tirón que la vida de los otros se detuvieron también, momentáneamente paralizados por la tremenda fuerza contagiosa. Trez se recostó sobre la mesa de exámenes y soltó las dos manos que habían sostenido, la suya y la de

su hermano. Luego envolvió sus brazos alrededor de su amor y lloró sobre ella con tanto dolor que el vidrio explotó por toda la habitación, las puertas de los gabinetes de acero de las provisiones cayeron libres de sus marcos, incluso la pantalla de la computadora y los segmentos del flexo de la luz médica. Había estado preparando para este momento terrible desde que la había encontrado fuera del cementerio del Santuario, subconscientemente preparándose, haciéndose a la pena, como si tocara el hierro caliente de una estufa o cómo un olor tóxico. La realidad era indescriptiblemente peor de lo que había predicho incluso en sus momentos más pesimistas. En realidad, no era más que otra pieza de vidrio en la sala. Completamente destrozado, sin posibilidad de reparación.

CAPÍTULO 69

Bien, ahora sabía lo que era ver como alguien a quien amas es cegado por un coche, pensó iAm cuando vio a su hermano sollozar. Las emociones de Trez habían puesto la clínica en un congelador, el aire tan frío, que salía de la boca de todos en soplos de respiración y despojados de cualquier ropa que llevasen puesta en jirones metafóricos. Mirando para arriba, iAm se dio cuenta de que los tres profesionales médicos estaban asimismo in extremis, Manny frotándose los ojos con los pulgares, Ehlena cogiendo un pañuelo del bolsillo de la camisa de su uniforme, Jane limpiándose la cara con sus palmas. iAm se sentó en sus rodillas y masajeó la espalda de su hermano. No estaba seguro si el contacto era molesto o ayudaba, lo más probable era un ni una cosa ni la otra, incluso que ni lo notase. Finalmente, Trez respiró estremecido y facilitó el regreso. Había una mesa soporte al alcance del iAm, y en ella, había un montón de toallas blancas y azules dobladas. Enganchando una, se la ofreció a su hermano. Trez estaba fuera de cualquier capacidad de un Kleenex en este momento. El tipo frotó su cara y tomó unas cuantas respiraciones profundas. Entonces se sentó detrás en la silla que habría estado usando y miro fijamente hacia delante. —Quiero comenzar con los preparativos —dijo roncamente. —Lo tengo —respondió iAm. Como el personal médico le dio una colectiva elevación de cejas, les dijo—. Tengo todo lo que necesitas. Lo puse en el vestuario hace un par de días. Había sido algo que había hecho antes de ir al Territorio, por si acaso no lograba regresar. Aunque había sido una estupidez. Si hubiera sido capturado y retenido allí, no habría sido capaz de decirle a nadie donde encontrar la mierda. — ¿Está bien que utilice esta sala? —preguntó, aunque en realidad no fue una petición. —Absolutamente, —dijo Jane—. Puedes estar seguro de la privacidad. —Gracias —iAm palmeó la rodilla de su hermano—. Vuelvo enseguida, ¿está bien? Voy a conseguir

los suministros. —Gracias, hombre —dijo Trez embotado. iAm se puso de pie y cuando sus rodillas crujieron, se dio cuenta de que había pasado mucho tiempo agachado en el suelo de baldosas. No podía soportar mirar a Selena. Era demasiado difícil. Yendo hacia Manny, le abrazó de manera viril y luego dio a Jane y a Ehlena otro algo más suave. — Gracias por cuidar tan bien de ellos. Manny sólo meneó la cabeza. —El resultado hubiera sido diferente si hubiéramos sido capaces de hacerlo. —Con algunas cosas… —iAm se encogió de hombros—. No hay nada que se pueda hacer —Se dirigió a la puerta, empujó en el panel... y frunció el ceño cuando lascas de pintura salieron en sus manos. Jesús, el acero se había deformado, el ajuste en el marco ya no era correcto. En el exterior, no había, como dice el refrán, un ojo seco en la casa. — ¿Qué podemos hacer? —preguntó el rey, avanzando y ofreciendo su mano. Acercándose a Wrath, iAm la cogió y la estrechó y entonces se sorprendió al encontrarse a sí mismo tirado contra un pecho increíblemente enorme. Por un momento, se permitió hundirse dentro de toda la fuerza del cuerpo del rey, hasta el punto donde estaba seguro de que Wrath le sostendría en el suelo. Pero entonces el necesitaba separarse de él. Había aspectos prácticos que debían abordarse. Mientras él se distanciaba, se fijó en el grupo de las elegidas en sus túnicas, y sintió un parentesco especial con ellas como si fuera un hermano. —Trez va a hablar con vosotras más adelante, —dijo—. Pero ella quería que supieran cuánto las amaba. Fue difícil, al final... ella realmente no podía comunicarse. El amor por todas ustedes estaba allí, sin embargo. —Se centró en los ojos amarillos de Phury—. Y por ti, también. —Ella era una mujer de gran valor —dijo el prímale en el antiguo idioma—. Un honor a su tradición y deberes y también una persona que importaba por sus propios dones especiales. Hay un lugar en el Fade abierto para ella esta noche y por siempre.

iAm asintió con la cabeza, porque no podía soportar pensar que la vida de la hembra era poco más. Que en un momento una persona estaba en su cuerpo y después... ¡Puf! Se iba como si nunca hubiera estado, nada más que los translúcidos, siempre descoloridos recuerdos de los demás para declarar que había, de hecho, nacido y vivido. —Tengo que conseguir algo para él. En el vestuario —Dios, sintió que estaba hablando a través de melaza—. Es para nuestra forma de atender... Dejó el resto de la frase balanceándose en la brisa. Cuando pasó al lado de Tohr, se detuvo. El macho estaba blanco como una sábana y sacudiéndose en sus shitkickers, el azul oscuro de sus ojos como piscinas de sufrimiento. —Lo siento —se encontró iAm susurrando. — ¿Jesús, por qué dices eso? —dijo el hermano ahogado. —No lo sé. No tengo ni idea. Abrazó fuerte al macho y sintió una conexión más profunda con él. Luego apretó el hombro de Autumn, pensando que, hombre, iban a ser unas largas noches para los dos mientras Tohr procesaba su PTSD. El hermano sabía exactamente donde estaba Trez en este momento. Rhage era el último de la fila, y extrañamente, parecía estar en peor forma. Por lo menos su Mary estaba a su lado. —Va a estar bien —mintió iAm. La verdad era, que no sabía qué diablos iba a pasar. —Tienes que darme algo que hacer —dijo Hollywood con los dientes apretados—. Tengo que... tengo que hacer algo. —Estás aquí. Y eso es suficiente. Abrazó al tipo y luego se fue a la entrada de los vestuarios. Entró en su interior, se tranquilizó y solo respiró durante un momento. Luego continuó hacia las taquillas inmediatamente a la derecha. Había cuatro bolsas Nike en cuatro unidades separadas, y las sacó una tras otra. Sujetando dos a cada lado, el cargó los pesos pesados y se escurrió de vuelta a través de la puerta. En la tradición de las

sombras, los restos eran limpiados con minerales sagrados y agua purificada una y otra vez mientras se decía una letanía de oraciones hacia adelante y hacia atrás. Luego había un proceso de envoltura con un paño perfumado, seguido de cera que había sido derretida. Estaba a punto de pasar al lado Rhage otra vez cuando se detuvo y frunció el ceño. Mirando el hermano, le dijo — ¿Qué hora es? Rhage comprobó su teléfono. —Cinco de la mañana. —En realidad, hay algo que puedes hacer —murmuró—. Al caer la noche.

CAPÍTULO 70

En cuanto el sol estuvo seguro bajo el horizonte, Rhage fue el primero en salir de la mansión. Saliendo por las puertas francesas de la biblioteca, acechó a través de la terraza vacía, sus muebles de metal habían sido guardados por el invierno. La piscina había sido vaciada y cubierta, las sombrillas almacenadas lejos, incluso el lecho de flores y los árboles frutales habían sido cubiertos por la temporada que se avecinaba. Parecía apropiado. Como si el complejo estuviera de luto como el resto de ellos. A su lado, una moto sierra Husqvarna 460 Rancher colgaba de su mano para la daga, lista y esperando. Las horas de luz diurna habían sido una tortura, las extrañas y neutrales repercusiones de la muerte consiguieron que todo el mundo se encerrara puertas adentro convirtiendo la casa en tierra de zombis. Las buenas noticias eran que él era finalmente libre e iba conseguir cortar cosas. Caminando a zancadas hacía los árboles en el borde lejano del jardín, penetró la línea y siguió caminando hasta la pared de retención de seis metros de alto que bordeaba el complejo. Allí había una puerta reforzada aproximadamente a dieciocho metros, se acercó a la cosa, ingresando el código de seguridad en el panel, y esperó el sonido de deslizamiento entrecortado que significaba que la barra interna se había retraído. Empujando el peso para abrirlo, salió al exterior y dejó la puerta abierta tanto para sus hermanos como para Beth, Xhex, Payne, y todos los demás. Los arboles más allá eran mayormente pinos, y bajo la luz de la luna, evaluó los tamaños de los troncos. Iba a eludir los de edad madura y atenerse a los más jóvenes. Encendiendo la sierra, olfateó el gas y el aceite, y se deleitó con el poder mientras se acercaba a la conífera que tenía cerca de treinta centímetros de diámetro. La cuchilla fue a través de la corteza y dentro de la carne de la cosa como una daga a través del músculo, el corte tan rápido y limpio como un golpe quirúrgico. Y mientras la mullida cabeza del pino aterrizó con un rebote, él se movió al siguiente, calentando el motor, cortando a través, monitoreando el aterrizaje para que nadie saliera herido.

A su estela, Tohr levantó la primera sección de seis metros de alto y la arrastró hasta la apertura en la pared de retención. Beth fue la siguiente. Z. Payne. Butch. John Matthew y Xhex. Blay y Qhuinn. Una y otra vez, trabajando como una línea de ensamblaje, todos sin decir una palabra. Ninguno de ellos se había molestado en abrigos o siquiera guantes de trabajo. La sangre que era derramada sobre esos troncos mientras las palmas eran raspadas era parte de su tributo. En el aire de la noche de otoño, la dulce resina de pino olía como el incienso. Rehvenge lo había ayudado con el plan durante el día. En la tradición symphath, las piras funerarias tenían dos partes: Una base triangular de nueve postes verticales de tres metros que estaba rematada por una robusta plataforma hecha de nueve longitudes de dos metros, y la porción superior estaba construida por noventa y seis troncos, de los cuales noventa eran de tres metros y seis de dos metros de largo. Para la parte superior, cada uno de los de tres metros estaban colocados con una distancia de nueve zemuhs de distancia, lo que era aproximadamente veintidós centímetros, y las capas subsiguientes eran puestas sobre la que estaba debajo de manera perpendicular. La finalidad era asegurar mucho flujo de aire y un fuego brillante. Así que esa era la manera en la que iban a hacerlo, porque ninguno sabía de otra alternativa, y a pesar de que ni Trez o Selena era un symphath, todos creyeron que era mejor ir con algo cuyo funcionamiento había sido probado antes que correr el riesgo con una solución de cosecha propia que fallara. El resultado era que, Rhage iba a dejar caer cerca de sesenta y cinco arboles de algo más de treinta metros. Entonces iban a quitar las ramas y las cortezas usando una combinación de dagas, sierras, y otras herramientas, y armar toda la cosa en el tramo plano del jardín en el oeste de la casa. Mientras trabajaba con la moto sierra saltando en todos y cada uno de los cortes como si fuera un animal salvaje apenas atado, seguía volviendo a su propio pasado con su Mary. Había estado allí, exactamente allí, donde Trez se había sentado en un costado de la cama de su amada. Él había conocido ese gélido miedo e incredulidad de que la vida, con todos sus interminables cambios, había llegado a tal punto. Había ido a casa, se había quitado la ropa, arrodillado en diamantes que habían cortado sus rodillas y había inclinado su cabeza a la única deidad que había conocido y rogado, suplicado para que Mary fuera salvada. Y la Virgen Escriba había venido a él y le había proporcionado lo que había pedido, pero a un tremendo

costo. Su Mary sería salvada, pero en cambio por el regalo, ella no podría estar con él. Ese era el pago por la increíble bendición, el balance para el milagro. El dolor había sido una galaxia que se había abierto en su pecho, una herida infinita que era tan profunda y de tal naturaleza mortal, que se había sorprendido de no haber comenzado a sangrar. Rhage miró mientras otro árbol caía hacia un lado en un desvanecimiento mortal hacia el frío suelo. Él sabía exactamente lo que Trez estaba sintiendo ahora mismo. ¿La diferencia? Al caer la noche, cerca de dos años atrás, luego de haber jurado dejarla ir para que pudiera ser salvada de su enfermedad, su Mary había irrumpido por las puertas de su dormitorio viva y bien, curada y salvada, renovada con salud. Y capaz de unirse a él. Era la única luz que había conocido como adulto. Seguro como si el techo sobre él hubiera desaparecido y el sol hubiera salido sólo para él, el calor y la luz había brillado sobre ambos mientras había sostenido a su mujer. Ambos habían sido restaurados por la misericordia de la Virgen Escriba en ese momento. Luego, había entendido eso porque Mary había sido declarada infértil a causa de sus anteriores tratamientos contra el cáncer, la Virgen Escriba había decidido que eso era suficiente para igualar el regalo de la inmortalidad. Y así Mary y él estaban juntos hasta este día. A Trez no se le había concedido semejante milagro. Selena no había sido salvada. Era como lo de Tohr y Wellsie otra vez. Incluso cuando Rhage no se lo hubiera admitido a nadie, no entendía por qué él y su shellan habían sido salvados. Especialmente dado por cómo la Virgen Escriba lo había maldecido con su bestia antes en su vida por haber estado tan fuera de control. Y aún así ella había tenido a bien en ese entonces devolverle a su amada. Gracias a la madre de la raza, su Mary era ahora libre de existir sin la muerte hasta que eligiera lo

contrario, lo que sería cuando él fuera al Fade. El hecho era que ellos habían sido salvados, parecía tan al azar como el por qué Tohr y Trez habían sido condenados. Al menos su hermano se las había arreglado para seguir adelante. Sólo podría esperar lo mismo para esa sombra.

*** —Toma esto, —iAm le dijo a Fritz—, para mi habitación en el Commodore. Ponlo fuera en la puerta corrediza de vidrio de la terraza. ―Un placer, señor —respondió el mayordomo. Excepto que las cejas del doggen se alzaron. — ¿Hay algo más? —No. Mientras Fritz simplemente se quedó de pie fuera del cuarto de exámenes, luciendo confundido, iAm no podía entender… Oh. Cierto. Él no estaba soltando la nota. Forzando su mano a liberar el agarre, dio un paso atrás. —Gracias, hombre. —Si hay algo que usted y su hermano requieran, por favor llámeme. Haría cualquier cosa para servirle, especialmente ahora. El mayordomo se inclinó bajo y se dirigió pasillo abajo, desapareciendo a través de la puerta de vidrio de la oficina. iAm miró a su alrededor incluso a pesar de que seguía solo. Sus ojos simplemente necesitaban algo que hacer, y en ese vistazo, entendió por qué Rhage y los hermanos habían estado rogando por un deber, incluso las mujeres de la casa que no estaban fuera trabajando en el bosque habían ido escaleras arriba para ayudar a preparar una cena de platos ceremoniales tradicionalmente servidos en las cenas de luto. Y porque las elegidas y el primale se habían encerrados en el gimnasio para llevar a cabo rituales ancestrales, el humo perfumado de las velas sagradas que estaban quemando impregnando el

centro de entrenamiento con una fragancia que era ambas cosas, oscuras y dulces. Era una mezcolanza de sistemas de creencias y tradiciones, todas entremezclándose alrededor del núcleo de duelo. Su hermano. Y también esperaban a iAm aquí. En algún momento dentro de las siguientes tres horas, el macho iba a emerger, desnudo y goteando su propia sangre. La marca del pecho y abdomen de un macho en duelo era la última parte del ritual de preparación para la fallecida pareja femenina. Y como familiar de la víctima, iAm iba a ser quien sellaría las heridas con sal, haciéndolas más del tipo de cosa de para-siempre-en-la-piel. Sospesó la pesada bolsa negra que estaba llena de lo mejor de Morton en su mano. Estaba atada con una soga dorada, y el peso era sustancial. En la parte trasera de su mente, no podía dejar de pensar en el otro lado de todo esto. En el anochecer del próximo día. En el final del período de duelo del s’Hisbe. Por algún tiempo, él había estado reflexionando sobre esa solución que involucraba una vida entera de viaje. Cualquier deuda que alguna vez hubiese sido adquirida con Rehvenge había sido saldada, y con la muerte de Selena, Trez era sin duda libre de tomar el dinero de sus negocios aquí en Caldwell y ponerse en ruta. La reina sombra no podría reclamar lo que no podía alcanzar. Y esa opción era lo más inteligente que podrían hacer. El problema ahora… era su cosa con Maichen. iAm volvió a enfocarse en la puerta cerrada, imaginándose a su hermano envolviendo a su amada y por un momento, intentó imaginarse a Trez estando en forma para irse lejos. Probablemente no iba a suceder.

Mierda. Era totalmente posible que Trez resolviera la situación de todos ellos. Poniendo un arma en su cabeza.

CAPÍTULO 71

Trez no tenía ningún recuerdo de haber nacido. Pero cuando se acercó a la puerta de la sala de exámenes, sintió como si la experiencia fuera a volver a él de primera mano. Después de horas y horas de dolor, perseguido por un agotamiento que era existencial, puso su mano sobre la superficie agrietada del panel y se dio cuenta de que, aunque no hubiera habido ninguna barrera tangible entre él y lo que estaba en el otro lado, salir iba a requerir un empuje, un esfuerzo, una constricción que le liberara de la densa cápsula del tiempo en la que había estado metido. Vidas separaban al macho que había sido cuando había venido aquí con Selena en sus brazos... y ¿dónde estaba ahora? Vidas. Y al igual que en el útero, no podía quedarse aquí. Había una última obligación que tenía que cumplir; no es que hubiera tenido la fuerza para nada de esto. —Selena, —susurró. Su nombre pronunciado por sus labios secos fue la llave que abrió el éxodo y su llegada a un mundo que era tan nuevo para él como debía haber sido cuando había nacido. No era más capaz de lo que había sido como un bebé. Y similar a su nacimiento, iAm le estaba esperando. Su hermano se levantó tan rápido, que el macho se golpeó la cabeza contra la pared de hormigón en que se apoyaba. —Hola... Esos ojos oscuros hicieron un barrido vertical y Trez se miró a sí mismo. Sus pantalones negros estaban manchados con sangre así como de vela de cera y fibras de gasa de la envoltura. Su pecho era un crudo patrón de heridas. Su mano libre estaba enmarañada con lo que había en esos pantalones. —Sal, —dijo Trez—. Sal, necesitamos... Su voz era como un clarinete con una mala caña en la boquilla. Por otra parte, había estado hablando con su reina ¿durante cuántas horas seguidas? Demasiadas oraciones y lo extraño había sido la forma en que le habían llegado, a pesar de que él nunca había recitado ni oído los versos o el dialecto de las

sombras. ¿Qué estaba haciendo aquí otra vez? Mientras iAm sostenía una bolsa de terciopelo negro, pensó, ¡oh!, de acuerdo. Fue tan malditamente fácil dejar que su cuerpo cediera y cayera al suelo, sus rodillas absorbieron el impacto que debía haber sido duro, pero fue algo que no notó. Inclinando su cabeza hacia atrás, arqueó su esternón hacia adelante, el patrón de los cortes, que cavó en sí mismo, tirantes, amplios, reabriendo así las heridas que comenzaron a llorar sangre nuevamente. — ¿Estás listo? —preguntó iAm sobre él. Él hizo un sonido que hasta para sus oídos podría haber sido un sí o un no o algo así. Pero su postura claramente habló por sí misma. El aliento explotó en su garganta en carne viva mientras la sal silbada por el cuello de la bolsa y lo golpeaba en la clavícula. El flujo trajo un dolor punzante que era tan grande, que su corazón saltó en sus costillas y montó hasta los pulmones y aun así aguanto las sensaciones de buena manera, diciéndose a sí mismo que era para servir a Selena. Después de esto, él estaría marcado para siempre por ella. Esto era, suponía, lo que sucedía en una ceremonia de emparejamiento, sólo que en su caso, su hembra ya no estaba con él. Y con esa sagrada unión ritual rondando sobre su cabeza, era lógico que en vez de una gran alegría, notara sólo un dolor aplastante; en lugar de ser uno con ella, estaba marcando su soledad sin ella. Cuando ya no había más sal en la bolsa, se quedó donde estaba, por elección y por necesidad. La parte de necesidad era que los músculos de su espalda y los hombros se le habían agarrotado, tal vez en solidaridad con su hembra, más probablemente porque había estado doblado sobre ella durante las últimas diez o ¿eran quince? horas seguidas. ¿Y en cuanto a la parte de la elección? Tanto como odiaba los rituales porque eran como un fuerte grito de: Está muerta en su cabeza, no quería que terminara. Cada momento que pasaba, cada minuto que pasaba en esta nueva realidad era un paso lejos de ella. Y estos pequeños momentos, con bastantes de ellos ensartados juntos, pronto se convertirían en

noches, que se convertirían en semanas, meses y ese paso del tiempo era lo que marcaba el dolor de su pérdida. Le estaba llevando lejos de ella. Mientras que había estado cuidándola en el trayecto final, parte de su mente había estado obsesivamente reproduciendo todo. Desde esa figura con toga negra viniendo y encontrándole en su club, a él recogiendo a Selena en la hierba verde brillante del Otro Lado, a ellos luchando por su vida la primera vez que ella estuvo aquí. Y luego el colapso arriba en el dormitorio de iAm. Lo primero que iba a hacer, después que la parte final de todo esto se hiciera, era correr arriba para ver exactamente dónde habían estado sus rodillas en la alfombra. —Dile a Fritz que no aspire, —dijo abruptamente — ¿Qué? Obligó su cabeza a ponerse a su nivel y abrió sus párpados. —Dile a Fritz, que no puede aspirar tu habitación. —De acuerdo —Le habló con el tipo de calma que alguien usaría con un suicida en una cornisa—. Bien. Trez miró hacia abajo a su pecho. Había gránulos sobre él, algunos blancos, otros rosas o rojos por su sangre. Rezó para que el doggen no hubiera sido eficiente con la limpieza de esta noche. Sólo necesitaba recordar exactamente donde había ocurrido. Necesitaba... recordar el viaje a la clínica y donde había estado la silla al lado de la mesa de exámenes, y lo que le había dicho a ella. Lo que la aguja con la jeringuilla le había parecido. Cómo había todo pasado. No era por una fascinación morbosa. Era más la convicción de que no quería perder nada de ella. Ni un recuerdo. Luchando con sus pies, murmuró, —Necesitamos construir un… —Está hecho. Trez meneó la cabeza y gesticuló con su mano. —No, no, escucha. Necesito un hacha... o una sierra...

—Trez. Escúchame. —Y algo de gasolina o keroseno... —Aquí, por qué no me dejas eso. — ¿Qué? —Mientras su muñeca derecha fue suavemente capturada por su hermano, frunció el ceño y miró hacia abajo. Todavía tenía su puñal en la mano. —Oh. Ordenó a su puño soltarlo. Cuando nada se movía, lo intentó más duro. —No puedo soltarlo. —Gira la mano hacia arriba. —iAm abrió los dedos uno por uno—. Ahí lo tienes. Mientras el macho colocaba el arma en su cinturón en un lateral, Trez intentó poner su cerebro a trabajar. —Pero puede ser que lo necesite para… —Los hermanos y sus hembras han cuidado de la hoguera. Trez parpadeó. — ¿Lo han hecho? —La han estado construyendo durante las últimas tres horas. Está todo listo. Meciéndose en sus zapatos, él cerró los ojos y murmuró, — ¿Cómo alguna vez les pagaré? —Aquí, Ponte esta chaqueta, debes estar helado. Rhage miró hacia abajo, su Mary. — ¿Lo siento? ¿Qué dijiste? Ella sostenía una parka. —Rhage, estamos a cero grados aquí fuera. Todo lo que llevas es una camiseta. No era que dudase de ella, pero miró sus brazos desnudos. —Oh. Supongo que tienes razón. —Déjame ponerte esto. Era muy consciente de que ella le estaba tratando como si fuera un niño, pero de alguna manera eso estaba bien. Y cuando ella paso uno de sus brazos a través de una manga y luego envolvió su cuerpo con el abrigo alrededor de él, la dejó hacer lo que deseaba. Abrigo. Sin abrigo. No le importaba.

Sus ojos iban a la deriva, sobre a la pira. Era más alta de lo que él mismo esperaba, elevándose como una pequeña casa en la sección plana de césped más allá de los jardines y la piscina. Habían tenido que construir una subida como una escalera, de forma que la parte superior pudiera ser alcanzada, y después de una discusión y los siguientes consejos de Rehvenge, ellos habían empapado la base en gasolina. Junto con los demás, estaba parado contra el viento. Una multitud, reflexionó. Todos los que vivían en la casa. Todos los sirvientes. También todas las elegidas. —Y te he traído unos guantes —dijo su Mary. Mientras ella le alcanzaba la mano, el sacudió la cabeza. —Voy a sangrar en el interior de ellos. —No importa. Quizás ya se estén congelando. — ¿Hace tanto frío? — ¿Espera, no le había dicho ya la temperatura a la que estaban? —Sí, —susurró—. Esta inusualmente frío. —Parece estar bien. No creo que debiera estar caliente... Eso no sería... Creo que deberíamos herirnos, también. Fue por eso realmente que había preferido estar sin la parka. Pero era incapaz de negar nada a su shellan. Por el rabillo del ojo, vio un destello de color blanco. Mientras se giraba, su aliento quedó atrapado en su garganta. Trez había surgido desde la misma puerta que todos habían estado usando en la biblioteca; iAm estaba detrás de él. Y así comenzó la caminata final. Llevando aquello que era tan valioso para él, la sombra dio paso tras paso por el césped, acercándose donde ellos habían estado trabajando. Sin ninguna conversación, pero a través de algún tipo de pensamiento colectivo, todo el mundo que estaba reunido formó dos líneas, proporcionándole un pasillo. Trez estaba transformado y no en el buen sentido. Como alguien que había estado en un viaje de un mes con insuficientes alimentos y agua, era un eco encogido, agotado de sí mismo, su cara hundida, su aura de enfermedad, aunque no estaba enfermo con esa clase de enfermedad.

Cuando él pasó, Rhage se estremeció. Las escaleras improvisadas que habían construido crujieron mientras Trez las subía, pero Rhage no estaba preocupado porque los peldaños fueran a desmoronarse. Tohr y él los habían probado juntos varias veces. Y les sostenían. Recortada contra el cielo iluminado por la luna, la silueta oscura de Trez bloqueó las estrellas que habían salido por la noche, cortando una franja de la constelación, como si algún Dios hubiera cogido un par de tijeras en el tejido del universo. Se agachó, la puso en el centro. Entonces se quedó arriba por un tiempo, y Rhage podía imaginar que estaba arreglando las cosas. Diciendo un adiós final. Era bueno que ese tipo de cosas se hiciera fuera de vista, fuera de la audiencia. Algunas cosas, incluso en un ambiente de apoyo, eran mejor dejarlas en la privacidad. La antorcha que iban a utilizar para encender todo había venido de la tumba. V destelló al sanctum sanctorum y cogió una de las muchas que se alineaban en el gran salón, lo cual era otra forma de honrar a la sombra y su pérdida. Tohr había encendido la antorcha cuando Trez finalmente se estiró hasta su altura completa y regresó por los listones, las llamas saltando a la vida en su cabeza, listas para difundirse aún más, sin inmutarse por el frío viento que soplaba. A los pies de la pira, Trez aceptó la antorcha y los dos machos hablaron. En la luz parpadeante, estaba claro que el pecho de Trez había sido brutalmente cortado y sellado, había sangre, sal y cera por la parte delantera de sus pantalones. Gracioso cómo el paso del tiempo podía ser notado en algo que no sea un reloj o un calendario: la condición de la ropa y de la carne hablaba sobre las horas que había pasado el macho atendiendo a su muerta. Y entonces Tohr retrocedió a la línea, al lado de Autumn. Trez miró fijamente la pira. Buscando su cima. Después de un largo momento, fue alrededor de uno de los puntos de la base triangular, se acercó y… El fuego surgió como si fuera un animal salvaje liberado de una jaula, corriendo sobre las vías de gasolina, encontrando su versión de nutrición y comenzando su comida.

Trez dio un paso atrás, la antorcha cayendo a su lado como si se hubiera olvidado de que todavía ardía. Con una rápida arremetida, iAm intervino y retiro la antorcha, y tal y como la alejaba, Trez comenzó a gritar. Mientras el pálido humo de la madera y chispas naranjas y dedos de fuego subían en cascada hacia el cielo nocturno, Trez gritó con furia, su torso sobresalía hacia adelante sobre sus caderas, sus piernas se hundían como si estuviera a punto de arrojarse al calor. Antes de que pudiera pensar, Rhage saltó fuera de línea y corrió hacia el macho; iAm ciertamente no podría, con la antorcha en su mano. Cerró sus brazos alrededor de la pelvis de la sombra, recogió a Trez y lo alejó unos diez pies. Incluso con el viento viniendo desde detrás de ellos y alejando las llamas, el calor era tremendo. Trez no parecía darse cuenta, no del hecho de que había sido reubicado, ni de la realidad de que si cambiaba el viento, podría todavía ser incinerado. Él solo estaba rugiendo en la pira, sus músculos del cuello sobresalían, su pecho bombeando hacia arriba y hacia abajo, su cuerpo echado hacia adelante contra la retención de hierro de Rhage. No hubo ningún seguimiento de las palabras precisas, pero es que probablemente no había ninguna. A veces el lenguaje no va lo suficientemente lejos. Todo lo que podía hacer era gritar.

CAPÍTULO 72

―En realidad... Creo que prefiero quedarme aquí. Cuando Paradise le habló, levantó la vista de su escritorio. Su padre estaba de pie frente a ella, bajando a su lado el informe que le acababa de dar como si estuviera aturdido. ―Pero seguramente desearás volver a casa. No había nadie en la sala de espera, para el caso, no había nadie en la casa, excepto Vuchie y el resto del personal. Algo había ocurrido en el complejo de la hermandad, y Wrath había cancelado todas sus citas para las siguientes noches mientras él y los hermanos estaban de luto. Ella no conocía los detalles, pero sea lo que fuera sucedió de repente. Rezó para que nadie hubiera muerto en batalla. ―Estoy muy feliz aquí... ―Eso no era del todo cierto, pero estaba lo suficientemente cerca―. Me gusta tener mi propio espacio. Su padre miró a alrededor y a continuación acercó una silla. ―Paradise. Ah, sí. Su voz de “en serio, cariño” y por lo general, cuando se ponía así, ella se acomodaba de nuevo en cualquier asiento en el que estuviera sentada, como si su tono paterno tuviera una fuerza centrífuga suficientemente fuerte para vencer la gravedad. No esta noche. ―No ―dijo ella―. No voy a volver a casa. Oh genial, resulta que si había algo aún peor, el dolor que brillaba en sus ojos ahora. Se llevó las manos a la cara. ―Por favor, no lo hagas. ―Yo sólo... no lo entiendo. No, ella se imaginó que no lo haría. ―Padre, necesito algo que sea mío… y no estoy hablando de un marido, bebés y una casa grande en algún lugar. ―No hay nada vergonzoso en tener una familia. ―Y no debería haber nada vergonzoso en que una mujer quiera una vida propia tampoco. ―Tal vez si encuentras al correcto…

Ella dejó caer las manos hacia abajo sobre el escritorio golpeando el borde de su teclado y haciéndolo saltar. ―No estoy interesada en conseguir pareja, nunca. Él palideció con eso como si ella le hubiese dicho que quería salir corriendo desnuda al mediodía. ―La temporada de tu presentación se acerca. ―Tengo un trabajo ahora. Hubo un largo período de silencio en el que sus miradas se midieron y ella no vaciló. ― ¿Es esto por lo que discutimos? ―preguntó. ―No. ―Entonces… ¿qué ha cambiado, Paradise? ―Siempre fue así. La derrota curvó los hombros de su padre y fue entonces cuando se dio cuenta que por mucho que él fuera su ghardian de acuerdo con las antiguas leyes no podía obligarla a hacer nada. Lamentablemente, esto era probablemente así hace mucho tiempo. ― ¿Es por el programa de centro de formación? ―Preguntó. ―Sí y no. Es acerca de tomar decisiones en mi propia vida en lugar de hacer las cosas forzada. Yo sólo... quiero ser libre. Su padre negó con la cabeza. ―Supongo que soy de una generación diferente. Cruzando los brazos sobre la mesa, se inclinó sobre ellos y pensó en lo que había dicho el macho civil, el que había venido para la solicitud y que le había dicho su nombre pero se había negado a estrecharle la mano. El que ella se encontró esperando cada vez que la puerta principal se abría. ―Se trata de seguridad, Padre. ― ¿Perdón? ―Quiero hacer el curso de capacitación, creo que me gustaría saber cómo defenderme. No quiere decir

que vaya a terminar en el centro, luchando contra los lessers. Pero sin embargo, si algo llegara a pasarme sería un demonio mucho más preparado para tratar con él. ―Tú estás totalmente protegida, ya sea que estés aquí o en casa… ―Pero, ¿y si quiero ir a otros lugares? Mientras se sentía ganadora de la segunda ronda de la discusión, sabía dónde estaba la mente de él. A pesar de que rara vez se lo decía en voz alta, siempre había estado claro para ella que entre las muchas cosas que el macho echaba de menos era contar con su amada shellan, deseaba que su mahmen pudiera haber participado en conversaciones incómodas como esta. Parecía pensar que tener una opinión femenina produciría más armonía a los resultados… conclusión que siempre era beneficiosa para él, porque nunca podría ser comprobado. Tal vez su mahmen le habría ayudado en momentos como este o tal vez no. Había mucha duda acumulada en aquel suspiro. A su lado, el teléfono sonó y ella cogió el auricular en el primer ring, porque todo lo que viniese a través de la línea sería más fácil de tratar que este tipo de discusión familiar. ―Buenas noches, ―dijo ella. Hubo una breve pausa y luego una voz masculina con acento extraño dijo en el Antiguo Idioma, ― ¿Es la casa de audiencia de Wrath, hijo de Wrath? Ella frunció el ceño y respondió de la misma manera. ―Sí, lo es. ¿En qué puedo ayudarle? ― ¿Se encuentra en el ocho dieciséis de Wallace Avenue? Cuando el macho le dio la dirección, ella miró a su padre. ― ¿En qué puedo ayudarle? ―Puedes darle a tu rey un mensaje de mi parte: Si él no entrega al elegido de las sombras, TrezLath, a medianoche del día siguiente en los límites del Territorio, su alma más sagrada, la reina Rashth, gobernante de la s'Hisbe, interpretará el encubrimiento de dicho macho como una declaración de guerra contra nuestro pueblo. Ella tiene la intención que se produzca el sagrado apareamiento con la heredera al trono de la sombras en la primera noche después de su período de duelo. El cumplimiento ahorrara a todos los vampiros un derramamiento de sangre. La falta de cumplimiento asegurará un latigazo en contra de su ya escasa población. ―Luego Colgó.

Despegándose el auricular de la oreja Paradise sólo podía mirar el agarre de sus dedos sobre el plástico negro. ― ¿Paradise? ―dijo su padre―. ¿Quién era? ―Suponiendo que no fuera una broma...― Ella levantó los ojos hacia él―. Las sombras nos están declarando la guerra.

CAPÍTULO 73

Algún tiempo después, Trez se dio cuenta que ya no estaba fuera. De hecho, estaba sentado en su cama del tercer piso de la mansión, con las palmas de las manos sobre las rodillas y con su cuerpo de alguna manera todavía en marcha a pesar de que no estaba en movimiento. Alguien debía haberlo traído aquí después de que se hubiera quedado en la pira hasta que se había derrumbado sobre sí misma y las llamas se habían extinguido. ¿Era el sonido de una ducha? iAm apareció en la puerta del cuarto de baño. ―Deja que te ayude. ― ¿No es eso lo que siempre haces? ―Murmuró Trez. ―Si se invirtieran los papeles... Cuando su hermano se acercó, todo lo que Trez podía hacer era mirar para arriba al macho como si iAm fuera un gigante. Las emociones burbujeaban a través de su agotamiento. ―Eres… ―Trez, dijo en voz baja―, el mejor macho que he conocido. iAm se detuvo en seco y se aclaró la garganta. ―Ah... vamos a quitar esos pantalones ¿de acuerdo? Y antes de que lo digas, sí, ya sé que no tienes hambre, pero te traje algo de comida y un poco de alcohol. Cuando iAm extendió una mano, Trez parpadeó y vio a Selena congelada en el espacio, perpetuamente esperándole para cogerla y salvarla, excepto que no había sido capaz de hacerlo. Inclinando la cabeza, estaba demasiado cansado para hacerse pedazos y la sensación de que se iba a sentir tan mal para el resto de su vida fue como un traje de acero con clavos en el interior. ―Vamos ―dijo iAm con la voz rota. Trez tomó lo que le había ofrecido por reflejo, no quería ocuparse de su cuerpo sucio ni de sus pantalones sucios, ni la comida. Pero ¿el alcohol...? ahora, eso podría ayudar. Por lo menos podía ayudarle a no sentir. Mientras se dirigían al baño, su móvil comenzó a sonar en la mesita de noche y por un momento se detuvo y pensó que era extraño. Pero era normal o no lo era. La gente llama a otras personas cuando

quieren algo, cuando necesitan algo, cuando tienen noticias para compartir o simplemente cuando querían saber cómo estaban. Recuerda, se dijo. Así era como funcionaba... La siguiente vez que tuvo un pensamiento consciente fue cuando dio un paso al frente desnudo bajo la ducha. ¡Ay! Eso fue todo lo que dijo. Sólo... ¡Ay! cuando toda esa agua se metió en las heridas en el pecho. iAm fue quien se inclinó y le lavó el pelo y su cuerpo a pesar de que la camisa del macho se empapó por la parte delantera y por las mangas. Y luego ya estaban saliendo y era hora de ponerse la toalla. Lo siguiente que registró fue que estaba sentado en la cama con las mantas dobladas en la cintura y una bandeja de comida su lado. iAm estaba en el borde de la cama, con la boca en movimiento. Con un pensamiento paralelo, Trez observó a su hermano desde la distancia, observando sus elegantes manos moverse, su expresión de preocupación y sus ojos inteligentes. ―Voy a estar bien ―dijo Trez cuando encontró un momento de calma. No tenía ni idea de lo que su hermano había estado hablando, pero estaba bastante seguro de que su bienestar había sido el tema. ― ¿Me haces un favor? ―Preguntó Trez mientras miraba a la puerta de enfrente―. ¿Le agradeces... a todo el mundo? ¿Por mí? ¿Por lo que hicieron? Estaba tan cansado... No sabía cómo iba a construirlo. No había razón para añadir un nombre allí, iAm sabía de lo que estaba hablando. ―Claro que lo hare. ―Y quiero que tú te tomes un descanso. ― ¿Perdón?

―Yo no voy a ninguna parte, no esta noche. ―Él flexionó sus manos y sintió el dolor en sus antebrazos y sus hombros. Envolver todas esas vendas había requerido un gran esfuerzo y había estado inconsciente durante todo el trabajo―. Estoy demasiado... todo. Estoy demasiado jodido con todo. iAm lo golpeó con un par de rayos láser. ― ¿Estás seguro? Iba a dormir aquí contigo. ―Gracias, pero necesito estar solo y antes de que lo digas, no, no voy a hacer nada estúpido, puedes coger todas mis armas. ― ¿Puedes creer que ya las tengo? Una imagen de sí mismo con la pistola en la cabeza la primera noche en la que Selena había estado enferma le vino a la mente. ―Sí, puedo. Excepto que había al menos un calibre cuarenta que el tipo no habría encontrado. No a menos que hubiera desmontado el jacuzzi. iAm empezó a hablar de nuevo y Trez lo vio alejarse asintiendo con la cabeza en diferentes ocasiones sólo porque no quería ser grosero. Su mente se había ido a la deriva de nuevo y antes de darse cuenta, sus ojos la estaban siguiendo, rodando hacia atrás en su cabeza. Lo siguiente que supo era que estaba acostado. La voz de iAm le vino desde arriba, como la de Dios o la de un presentador de cine y teatro. ―Voy a dejar la luz encendida. Como si tuviera cuatro años. ―Gracias...

*** iAm se cernió sobre su hermano cuando Trez se desmayó a mitad del agradecimiento con un suspiro. Cuando un suave ronquido salió del macho, negó con la cabeza. Su hermano iba a estar así durante un tiempo. Echando un vistazo a los pies de la cama, vio los pantalones que le había quitado en el suelo, se acercó

y los recogió. Probablemente era mejor que no fuera lo primero que el macho viera cuando despertara, iAm habrían preferido tirarlos a la basura, pero la idea de que podrían ser un importante símbolo de la muerte se lo impidió, así que los recogió para doblarlos y ponerlos en un estante en el armario. Él revisó a Trez una vez más, pero aparte de tirarse en una silla y ver al tipo respirar durante las próximas cuatro, seis o diez horas no había nada para hacer aquí. Echando un vistazo a la habitación se detuvo de nuevo en la puerta... y no vio nada que le produjera ninguna preocupación que no fuera el hecho de que Trez parecía ya muerto. Sí, nada estaba mal. Más de lo mismo. Dios, quería vomitar. Bajando hacia el segundo piso se acercó a las puertas abiertas del estudio de Wrath. Todos los hermanos y guerreros estaban allí, algunos sentados, otros paseando y unos pocos recostados contra las paredes. Todos dejaron de hablar y miraron hacia él. Él levantó la mano en señal de saludo. ―Perdonarme que los moleste, supuse que querían saber que él se derrumbó arriba. Está muy agradecido por todo lo que hiciste y me pidió que les hiciera saber eso Hubo algunas murmuraciones, pero algo había pasado antes. ― ¿Qué está pasando? ―Dijo lentamente. Wrath habló desde el ornamentado trono detrás del adornado escritorio. ― ¿Te importaría venir aquí unos minutos y cerrar las puertas? Así que habían estado esperando por él. ―Ah, sí. No hay problema. Cuando él las cerró cruzó los brazos sobre el pecho. ―Dime y no mientas en nada de lo que sea, no tengo la paciencia ni la energía. Wrath dirigió esas gafas de sol negras hacia él. ―Recibimos una llamada telefónica hace una media hora en la casa de audiencias. ―Bien. ―El individuo no se identificó, pero evidentemente era de la s'Hisbe. En pocas palabras, o entrego a tu

hermano en la medianoche de mañana o la reina nos declara la guerra no sólo a mí y a los hermanos sino a los vampiros en general. iAm cerró los ojos. Tendría que haberlo visto venir, realmente debería haberlo visto. Realmente lo podría haber hecho como diez minutos antes de que la siguiente bomba dramática aterrizara frente a él. Dejando escapar su aliento, murmuró ― ¡Hijo de puta…! ―Pero no lo haremos. Los parpados de iAm se abrieron ampliamente. ― ¿¡Qué!? Wrath arrastró sus poderosos brazos sobre la mesa y se inclinó, dejando al descubierto sus colmillos. ―Yo no respondo a amenazas, y estamos dispuestos a ir a la guerra si eso es a lo que todo se reduce, pero cualquiera que sea el resultado no voy a entregar ese macho en ningún lugar y punto. iAm miró a su alrededor cuando un gruñido vibró a través del aire. No había llorado en el momento en que Selena había fallecido, ni siquiera cuando había salido de la parte trasera de la casa detrás de su hermano a la pira. Era como si, cuando la elegida murió, el fusible eléctrico para esa parte de él explotara en el centro de su pecho y apagara la opción de llorar. Ahora, sin embargo, cuando se cruzó con las miradas constantes y agresivas de los machos de la habitación las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Al parecer, después de décadas de estar sin una tribu él y su hermano habían encontrado su sitio. Estos orgullosos guerreros y sus hembras habían adoptado a dos huérfanos que habían estado por el mundo por su cuenta y estaban dispuestos a luchar hasta la muerte para proteger lo que era suyo. Cogiendo una respiración y estremeciéndose, sacó su mierda fuera y sacudió la cabeza ante Wrath, aunque el macho no podía verlo. ―Lo siento, no puedo dejar que hagas eso… ― ¿Perdón? ―El rey espetó―. Sé que no estás tratando de decirme lo que tengo que hacer. ―Pero las sombras son capaces de... ―Se aclaró la garganta no queriendo insultarlos―. Tú no entiendes lo que mi gente puede hacer. Tenían trucos que los vampiros normales no hacían.

Wrath sonrió con sed de sangre. ― ¿Acaso no has conocido a mi aliado? ―Cuando el rey extendió su mano para el lado, señaló a Rehvenge―. ¿Tengo que hacer las presentaciones? Los ojos amatista de Rehvenge estaban fríos. ―Como líder de mi pueblo, no estoy sin recursos para pelear… y te aseguro que somos más que capaces de contrarrestar cualquier ataque que intente la reina. Los symphath, pensó iAm. Jesús... Wrath miró alrededor de la habitación. ― ¿Ella quiere una guerra? Le daré una y te garantizo que la política de arrasar la tierra va a parecer una puta cena de domingo en comparación con lo que estoy dispuesto a hacer si ella trata de coger a nuestro chico. En ese momento, todo lo que iAm podía hacer era estar allí y parpadear como un maniquí. Dios. Maldita Sea. Esto era suficiente para casi hacerle sentir lástima por esa hembra.

CAPÍTULO 74

Cuando iAm se materializó en la terraza del apartamento en el Commodore unos veinte minutos más tarde, descubrió que la nota que le había pedido a Fritz que llevara estaba todavía pegada al cristal. La sacó, viendo que había sido abierta y leída, y la puso en el interior de su chaqueta de cuero. Entonces abrió las puertas y encendió algunas luces con su mente. Cuando la iluminación se propagó, parpadeó hasta que sus ojos se ajustaron adecuadamente. Las frías ráfagas que entraban movían las cortinas, e incluso había volcado un cojín sobre el sofá. No cerró la puerta corredera cuando entró. Sacándose la chaqueta, merodeó por allí. Su conciencia no estaba en paz. Para nada. Haber encontrado a su tribu, ¿solo para tener que ir a la guerra por él y su hermano? Eso era demasiado con lo que vivir. Sí, seguro, los hermanos eran todos chicos grandes y especialmente entrenados, y armados hasta el culo; y tenían a los Symphath para protegerles las espaldas. Pero la gente iba a morir. Esa era la naturaleza de un conflicto armado. Cualquiera que fuese la solución, tenía que encontrarla. Rápidamente... — ¿iAm? Cuando registro la voz de Maichen, se giró. —Oh, Dios, estás aquí. Sin darle a la pobre mujer ni tan solo un “Hola, ¿cómo estás?”, fue a su encuentro y la arrastró contra él, abrazándola con dureza. Incluso a través de todos los ropajes, sintió su cuerpo, su calidez, su alma, y se embebió en ello, tomando la energía que necesitaba. Retrocediendo, le sacó la capucha y acercó su cabeza atrayéndola para un beso. —Gracias a Dios. —iAm, ¿qué ha pasado? Se aferró a sus manos con urgencia. —Necesito que me escuches, y que lo hagas cuidadosamente. Quiero llevarte a un lugar seguro.

—iAm, no puedo ir contigo. —El Territorio no es un lugar seguro. Ella guardó silencio. Frunció el ceño. — ¿De qué estás hablando? Jodido infierno, la última cosa que necesitaba ahora era la realidad de que si no se ocupaba de la jodida situación con la reina adecuadamente, Maichen iba posiblemente a ser herida o asesinada: Nadie se iba a librar si había una guerra con la s'Hisbe; y después de hablar con Wrath y Rehv, sabía que ambos líderes estaban preparados para atacar a las sombras donde vivían. Mañana a la medianoche. —Las cosas está sucediendo a niveles muy altos. El palacio no va a ser lo bastante seguro... — ¿Vamos a ser atacados? ¿Por quién? —No quiero entrar en ello. Ella retrocedió bruscamente. — ¿Qué pasa? En ese momento, una figura entró desde el pasillo, una figura de gran tamaño vestida de negro. —Bueno, bueno, esto es una sorpresa, —s'Ex dijo arrastrando las palabras—. Princesa. Después de un momento de confusión, iAm miró sobre su hombro a la puerta corrediza abierta, preguntándose si una cuarta persona había entrado en el apartamento. ¿Considerando la manera que el drama se había estado conduciendo últimamente? Sí, la hija de la reina sin duda podría haber aparecido por aquí sin un buen motivo. Las cosas estaban fuera de control. — ¿Todavía no te has presentado adecuadamente? —dijo s'Ex—. ¿Te gustaría que hiciera los honores, su serena alteza? Mientras iAm negaba con su cabeza, decidió que posiblemente había otra explicación: s'Ex había perdido claramente su jodida mente. — ¿De qué demonios estás hablando? — ¿Quieres decir que ella no te lo dijo? iAm miró de nuevo a Maichen. — ¿Decirme qué? Ella es una criada que cuidó de mí.

—Ella es la prometida de tu hermano. —El ejecutor de la reina se introdujo más en la habitación, acechándolos a ambos—. Y bajo la ley de palacio, ahora tengo que matarte, porque has visto su rostro. —El hombre se inclinó y bajó su voz hasta susurrar—. Aunque estoy pensando, considerando la manera en la que la saludaste, que probablemente has visto un montón más que eso. ¿No? ¿A menos que quieras que crea que ella se está reuniendo contigo aquí a solas fingiendo que te hace la colada? Frío. Frío sobre su cabeza, sobre sus hombros, por su pecho, bajando hasta sus pies. iAm al instante se volvió gélido. s’Ex era un montón de cosas, pero había una cosa que casi nunca... estaba enojado. El macho estaba que echaba humo de lo enfadado que se encontraba con la mujer parada al otro lado de su camino, como si ella los hubiera puesto en una situación que a ninguno de ellos les iba a ser posible manejar. ¿Si ella realmente fuese una sirvienta? A él no le habría importado. La clase servil no se valoraba por encima de su utilidad para realizar funciones. s'Ex podía haberle ordenado que volviese al Territorio y castigarla, pero no estaría tan indignado. Girándose hacia Maichen, iAm niveló su mirada a la de ella. En una voz perfectamente tranquila, dijo: —Voy a preguntártelo una vez, y solo una vez y nunca vas a tener otra oportunidad de ser honesta conmigo. Así que tómate tu bendito tiempo para pensar en lo que vas a responder a esta pregunta. ¿Quién eres? Mientras esperaba su contestación, rememoró una cosa en particular que ella había dicho. En su momento, él había tomado su significado de la manera contraria. ¿Ahora? Temía que ella le hubiera estado insinuando la verdad; simplemente no se había dado cuenta. Tú y yo, somos iguales. No, ella había dicho, tristemente no lo somos. La princesa Catra vin SuLaneh etl MuLanen deh FonLerahn miró a los ojos a iAm. Aunque su voz había sido en un tono relajado, era cualquier cosa salvo eso. La furia hervía bajo su piel cuando llegó a su propia conclusión y era obvio que solo estaba esperando para ver si tenía el valor para revelarlo ella misma. —Danos un momento, —le dijo al ejecutor. —No lo creo, Princesa.

—Saldrás de esta habitación y esperarás afuera —señaló ella al abrir la puerta—. Hasta que te diga que regreses. Los ojos de s’Ex se entrecerraron, una llamarada de odio brillando hacia ella. —No flexiones músculos que no tienes, hembra. —Y yo te aconsejo que no me pongas a prueba. No te gustaran los resultados, o los sobrevivirás. Cuando ella clavó una dura mirada en él, el labio superior de s'Ex se retrajo, pero no le importó. Era un asesino y un macho muy poderoso, pero estaba, y siempre lo estaría, gobernado por las tradiciones de la s’Hisbe. Eso era lo que no entendía de él, ni una sola vez había asesinado o mutilado sin una provocación. Y ella había sospechado desde hace mucho que no se daba a sí mismo a su madre por amor, si no para proporcionar un efecto estabilizador políticamente. Pocos adivinarían el verdadero papel que jugaba tras escenas, pero ella lo sabía; porque lo había espiado durante todos estos años. Y todavía a pesar de la persuasión que poseía y la influencia que tenía en palacio, nunca había intentado derrocar o incluso quitarle poder a su madre de cualquier manera. En su lugar, siempre había defendido sus formas. Protegiéndolas. Nutriéndolas. —Vete, —le espetó. Con una maldición, s'Ex se giró y salió. Cuando alcanzó la puerta corredera, murmuró: —No tienes ni idea con lo que estás tratando, iAm. Diviértete. Saliendo cerró la puerta. Y permaneció exactamente en donde se le había ordenado que se quedase. Cerrando los ojos, ella intentó encontrar las palabras adecuadas. No había dormido en todo el día, sino que se había peleado con su conciencia durante horas. Y cuando había venido aquí antes, lo había resuelto: Estaba total y completamente enamorada de iAm. Y sabía que había sido un terrible error llevar las cosas tan lejos como había hecho. Era el momento de decírselo, antes de que la tocase. Después de eso, ella probablemente estaría demasiado perdida una vez más. Aclarándose la garganta, dijo: — Soy...

—De hecho, —la interrumpió iAm—, no te molestes. Ese pequeño acto acaba de darme toda la explicación que necesito. —Se interrumpió y comenzó a caminar, pasando sus manos por la cabeza—. ¿Qué demonios estabas pensando...? —No quería que esto sucediera. —Oh, venga, princesa, ¿cómo lo de resbalar y caer sobre mi polla? Ambos sabemos que así no es como sucedió. Ella frunció el ceño. —No comprendo del todo esa frase, pero dado tu tono, debo preguntar si es necesaria tal grosería... — ¿Me estás jodiendo? —Él alzó sus manos—. Estás prometida. A mi hermano. Y no solo me mentiste, ¡me follaste! Catra cruzó los brazos y lo miró. —Quizá te gustaría rehacer esa frase para que refleje la verdad. —Por lo tanto, ¿deliras al igual que mientes? Genial. Fabuloso. ¿Qué es exactamente lo que estás argumentando? ¿Tu mentira o nuestra follada? —Sí recuerdo correctamente, a duras penas me aproveché de ti. Y lo que estás diciendo lo hace parecer así. —Ella echó hacia delante sus caderas—. En su lugar, recuerdo exactamente como sonaba tu voz en mi oído al decir mi nombre. Él retrocedió. Parpadeando un par de veces. Entonces se inclinó también. —Pero no era tu nombre, era el de ella. Por lo que yo sabía, me estaba acostando con una sirvienta, ¡No con la heredera al maldito trono! — ¡Te estabas acostando conmigo! —Se golpeó su propio pecho—. ¡Soy yo con quien estuviste! — ¡Gilipolleces! ¿No pensaste por un jodido momento que habría hecho elecciones diferentes si hubiera sabido quién eras realmente? ¿O eres tan jodidamente egoísta y engreída, su serena alteza, que no puedes comprender o no te preocupa, ni tan siquiera durante un minuto y medio, que hay repercusiones cuando mientes sobre tu identidad y pierdes tu virginidad con el erróneo jodido hermano? — ¡No quería llegar tan lejos como lo hicimos! —Eso creo, —le respondió con gravedad.

—iAm... —No. —Extendió las palmas de ambas manos—. Simplemente...no. No voy a discutir de nuevo contigo esta mierda. No tengo tiempo ni interés. —Iba a decírtelo. Sé que te he puesto en una situación terrible... —Mi hermano acaba de perder a su shellan, —le espetó él—. Ese es el problema. Ella murió delante de él, y ha pasado la mayor parte del día y algo de la noche preparando su cuerpo para la maldita pira funeraria. Entonces, tuvo que verla arder hasta que no quedaba ningún resto salvo cenizas sobre la fría tierra. Esa mierda es real. ¡Pero, espera, la diversión y los juegos no han terminado! Por encima de eso, acabo de saber que tu madre, la muy zorra, está preparada para atacar a las únicas personas que siempre han intentado cuidar de mí y de Trez, si él no es enviado como un equipaje a su puerta mañana a medianoche. Todo para que pueda tener el muy dudoso honor y privilegio de enlazarse a alguien como tú. —Cuando Catra jadeó, él le espetó—. Así que el hecho de haber practicado sexo contigo está muy abajo en mi lista de prioridades, ni siquiera está en la pantalla de mi radar. Simplemente no eres tan importante, princesa. No iba a llorar. No, no lo haría. Incluso aunque su pecho estaba gritando de dolor, no se derrumbaría delante de él. Ella había causado esto y más allá de asuntos privados, parecía que, peligros reales eran inminentes para su gente. —Quería vivir, —se oyó decir roncamente—. Por una vez, quería vivir. Y no voy a conseguir una segunda oportunidad. Tú… tú eras la única oportunidad que iba a conseguir, e iba a decírtelo esta noche. Sabía que no era justo. Lo siento mucho.Se giró alejándose de él, fue hasta la puerta corredera y abrió. — ¿Es el momento de que entre y me una a los tortolitos? —murmuró s’Ex. — ¿Eras consciente de que mi madre ha emitido una declaración de guerra contra Wrath, hijo de Wrath, por el ungido y nuestro apareamiento? El

ejecutor

se

quedó

muy

quieto,

su

ropaje

volando

a

su

alrededor

en

ráfagas.

Encontrándose con sus ojos, negó meneando la cabeza con gravedad. —Si eso es verdad, no sería aconsejable.

CAPÍTULO 75

Yyyyyy por esto es que la gente no se debe casar con personas que solo conoces después de veinticuatro horas, pensó iAm. A medida que la mujer que, había asumido era sólo una sirvienta, había resultado ser la heredera al jodido trono luego de haber confrontado al verdugo de su madre, quería lanzarse de un puente. Lo único posiblemente gracioso en todo el lío era que a pesar de que se las había arreglado para ser el primer amante de la prometida de su hermano, por lo menos Trez no era culpable de destrozarla. No a causa de eso, en todo caso. Consuelo de tontos. ¿No era la vida maravillosa? ¿Las buenas noticias? No iba a tener que preocuparse por cualquier mierda femenina de nuevo por un buen rato. ¿Después de esta experiencia? Iba a volver a la tierra de la mano izquierda. El celibato había funcionado para él hasta ahora, y estaba listo para volver a abrazarse a si mismo, por así decirlo. s'Ex entró y cerró la puerta tras de sí. — ¿Qué es eso de la guerra? iAm puso los ojos en blanco. —No trates de decirme que la reina ha hecho la amenaza sin ti. Tú eres el general de su ejército. Su ejecutor. Dame un puto descanso. —Te lo puedo asegurar —s'Ex murmuró mientras se quitaba la capucha—. Le habría dicho que no. Somos guerreros capaces, especialmente mis guardias, y tenemos armamento del que nadie sabe. Pero eso no significa que sea aconsejable provocar la ira de Wrath. Su reputación a lo largo de los siglos le precede. iAm miró al tipo. En otras circunstancias habría estado convencido de que s'Ex estaba diciendo la verdad, pero después de haber sido engañado con respecto a la maichen-princesa, no estaba tan orgulloso con respecto a sus poderes de percepción. —Ellos no les van a devolver a mi hermano —dijo. Luego miró a la princesa—. Y tienen el respaldo de los symphath. No importa a quien amenacen, lo que hagan, donde vayan o si tienes armas poderosas, Wrath y los hermanos no lo van a entregar. —Lo haces sonar como si lo deseara —La voz de la princesa se volvió ronca—. Yo no lo quiero. No

tendré a ningún macho en mi cuerpo o en mi corazón. Él se encogió de hombros. —Eso sería poético. Si no hubiera comprobado ya, que tan buena mentirosa puedes ser. El destello de dolor en sus ojos fue algo que se negó a ver. Demonios, por lo que sabía, era simplemente toda una decepción para ella. Jesús, si se hubiera emparejado con su hermano, ella habría esperado que estos pequeños rollos continuaran en la cama… Páralo. Simplemente corta la mierda, le dijo a su cerebro. Dado el número de cosas con las que podía literalmente golpear su cabeza, realmente no debería agregar hipotéticos a la lista. — ¿Cómo te enteraste de esto? —Preguntó s'Ex—. De esta declaración. iAm miró al macho. —Una llamada entró a la casa de audiencias. Fue de un número no identificado, de una línea imposible de rastrear. Pero más al punto, nadie más en Caldwell sabe acerca la situación de mi hermano con la s'Hisbe, o del período de luto de la reina, debe ser autentica. Hay demasiada información interna, y ¿cómo consiguieron ese número de teléfono? No es un gran secreto. Interesante como podía usar el ellos allí. Sip, estaba comenzando a sentirse como un vampiro, no una sombra, a pesar de su ADN. Y de nuevo Wrath y la hermandad le había ofrecido comida, refugio, amistad, lealtad. La s'Hisbe sólo había estado llena de cárceles y exigencias. —Cuando vuelvas, —dijo iAm—, les puedes decir que mi hermano y yo no estamos con los vampiros y que Wrath y los hermanos no tienen conocimiento de dónde hemos ido. Vamos a desaparecer y ninguno de ustedes —miró a la princesa — será capaz de encontrarnos. ¿Otro beneficio real para ella? La única cosa que podía haber eliminado la idea de irse, el único lazo que podía haberlo retenido aquí, ya no existía. Dejar Caldwell, dejar los Estados Unidos, ser un buen chico e irse, probablemente era lo más saludable para él.

Mierda, sabía que tenía dinero suficiente para un siglo, incluso si nunca ganaran un centavo. A pesar de que sería triste ver por última vez al rey y la hermandad y todo su hogar, pero ¿si evitaba la guerra? estaba dispuesto a dejarlos. Él y Trez se largarían de aquí. Por el bien de todos. Mientras iAm se acercaba a la puerta corrediza de cristal, Catra tuvo que gritarse a sí misma para no correr tras él. Todo parecía una pesadilla, todo sobre esa noche. Él no la miró cuando salió. Y a pesar de que ella no podía culparlo, quería gritar. Cerrando los ojos, inclinó la cabeza y sopló en sus palmas. —No me digas que te has enamorado de él—, dijo s'Ex sombríamente. Se obligó a bajar las manos y abordar al verdugo, mirándolo a los ojo. — ¿Por qué estabas aquí? No puedes haberme seguido. Tuve cuidado. Él miró hacia otro lado. —Estoy familiarizado con este lugar — ¿Has estado aquí antes? —No es la única que desea ser libre de vez en cuando. Esos dos hermanos me adeudan ciertos… favores digamos. Cuando se detuvo, ella sintió que había dolor en él. Dolor profundo. Y se preguntó si tal vez no había pasado el duelo por su hija en este lugar más privado, de luto por la pérdida que había sido decretada por las estrellas. Mirando al orgulloso macho, se encontró teniendo una especie de empatía por él. Ella nunca habría adivinado que era infeliz o insatisfecho en su suerte, y tal vez no lo era. Pero él había tenido que sacrificar a su propia carne y sangre por las tradiciones y por su madre. O había sido forzado, por las estrellas. —Lo siento —Dijo ella. — ¿Por qué?

—Eres totalmente consciente de lo que pasó. Era raro que un macho como él, pusiera los ojos como platos para evitar una mirada, pero lo hizo ahora. —Soy conscientes de lo que dices. Reenfocándose, ella sabía que tenía que irse y por varias razones. Estaba muy claro, que esta sería la última vez que ponía un pie en este lugar que acumulaba tantos recuerdos. Aunque había conocido a iAm solo por un par noches, se sentía como si fuera, toda la vida. Partir de allí fue como cerrar la puerta a la única chispa brillante que había tenido alguna vez. —Vamos a proceder —dijo s'Ex, como si hubiera leído su mente, como si sintiera sus emociones. Sin más conversación, se pusieron las capuchas, fueron a la puerta y salieron. El viento era tan fuerte y frío que le robó el aliento, y por un momento, no pudo concentrarse y desmaterializarse. Sin embargo muy pronto estaba fuera junto con s'Ex, viajando al Territorio. Cuando se reformaron, fue en el bosque de la parte trasera del muro de contención. En el disfraz de doncella nunca le habrían permitido atravesar la entrada frontal. Algo estaba mal. Varios guardias estaban agrupados alrededor de la puerta de atrás, hablando animadamente. —Quédate aquí —s'Ex ordenó—. Y no discutas conmigo. —Ellos no saben quién soy. —A menos que alguien se diera cuenta de que te fuiste. Fui cuidadosa, pensó. Excepto... su madre, estaba tras ella, ¿no? s'Ex dio un paso adelante. Se detuvo. Se volteo y le indicó hacia la izquierda. —Hay un panel secreto como a un cuarto de milla en esa dirección. Nos encontraremos allí tan pronto como pueda. Catra frunció el ceño, y sintió curiosidad cuando tuvo un repentino impulso de protección sobre s'Ex. Sin embargo el verdugo de la reina era más que capaz de cuidar de sí mismo. A menos, por supuesto, que la encontraran a ella husmeando por allí. En ese caso, él estaría en peligro de muerte.

—Lamento la posición en la que te he puesto —Dijo ella. —El arrepentimiento no es un lujo que tú y yo nos podamos permitir. Ve por allí. Voy a hacer que llegues a tus habitaciones de alguna manera. Con eso se alejó, sin molestarse en ocultar sus pisadas. Al escuchar el crujir de los pasos, los guardias sacaron sus armas, listos para atacar. —Soy yo —anunció s'Ex. El hecho de que los guardias no se relajaron le preocupó. —Es usted requerido —Dijo sospechosamente uno de ellos—. La princesa se ha ido. —Lo sé. He estado fuera buscándola. —AnsLai lo ha estado buscando —añadió otro. —Entonces iré con él ahora a hacer mi informe —Dejó caer su voz como una amenaza—. A menos que ustedes tengan en mente tratar de impedirme el acceso. —La princesa no está en sus aposentos —repitió un tercero. Catra tragó saliva. Ellos todavía no habían retirado sus armas. — ¿No ha oído que he ido a buscarla al bosque? Ha estado vistiendo como una sirvienta. Podría fácilmente haber salido de esta manera para uno de sus paseos nocturno. Con movimientos sutiles, s'Ex llevó la mano a la espalda, dentro de su túnica, y busco en su interior. Cuando de forma casual recogió el brazo, entonces pudo ver el cuchillo de sierra más grande que jamás había visto. Y sin embargo, su voz continuó calmada. —Ella no tiene comida, ni refugio, ni armas, no es capaz de sobrevivir sola. ¿Qué cree exactamente qué pasaría? Es mucho más probable que se encuentre dentro del Territorio, o incluso en el propio palacio. —Dijeron que la ayudaste a escapar. — ¿Quién lo dice? —AnsLai.

Ah, sí, el sumo sacerdote quien fuera la otra mano derecha de su madre. ¿Podría ser esto un intento de golpe de estado contra el verdugo? — ¿Quién exactamente creen que me ordenó ir a buscar a la princesa? —Preguntó s'Ex—. ¿O están insinuando que el comandante de la reina no es tan poderoso como lo es un sacerdote? ¿Es eso lo que quieren que le diga a su gobernante cuando la vea de nuevo? Porque lo haré parado junto a sus cadáveres. Al instante, todo cambió, la situación cambió, los guardias bajaron sus armas, s'Ex metió la espada entre los pliegues de su túnica al lado de su muslo. Un momento después, él estaba dentro de las paredes. Sola en la oscuridad, Catra envolvió sus brazos alrededor de ella y se estremeció. Como si el frío de la noche la envolviera, y la enormidad de lo que estaba sucediendo cayó sobre ella, lo único que escuchó fue la voz de iAm en su cabeza: Mi hermano acaba de perder a su shellan. Ella murió delante de él, y pasó la mayor parte del día y parte de la noche preparando su cuerpo para una maldita pira funeraria. Luego se puso a observarla quemarse hasta que no quedaba nada más que cenizas en el suelo frío. Y me acabo de enterar que tu madre se prepara para atacar a las únicas personas que alguna vez han intentado cuidar de mí y Trez, si no es entregado en su puerta mañana a la medianoche. Durante mucho tiempo había estado en las sombras, un jugador periférico del verdadero poder de su pueblo. Como la heredera al trono, no tenía ninguna influencia actual. Ese tiempo había pasado. Siempre había respetado las formas tradicionales. Pero al haber experimentado el desamor y la pérdida personalmente. No podía dejar que eso continuara. El dolor y la rabia de iAm la habían transformado de una manera significativa. Ella lo había herido, lo había comprometido, le había mentido. Él tenía razón; había sido una egoísta.

Tenía que haber una manera de detener todo esto. Parar la guerra. Permitirle a Trez e iAm ser libres. Dejarlos… Bueno, si no eran libres, por lo menos que no fueran víctimas de un veneno que infectaba a otros y arruinaba sus vidas, todo por culpa de algún registro astrológico que no se tomaba un momento para tomar en cuenta la opinión, emociones o vidas personales. Caminó en la dirección que s'Ex le había dicho que fuera. Trató de estar en silencio y de caminar por las partes más espesas del bosque. No estaba segura exactamente de dónde estaba el panel oculto. Y no tenía idea de lo que iba a hacer si s'Ex no se presentaba. O cambiara de opinión, ya sea por su autointerés o auto-supervivencia, en beneficio de su madre. Pero después de una vida de ser apropiada, iba a morir peleando.

CAPÍTULO 76

Había planes a realizar. Cuando iAm tomó forma en el aparcamiento posterior del restaurante Sal´s, fue todo un paracaídas. Comprobando su reloj, tomó nota del tiempo, tenía alrededor de doce horas para conseguir arreglar todo antes de que él y Trez pudieran irse. Los billetes los obtendría en internet. El SUV ya estaba repleto de gasolina. Los bancos y abogados abrían a las nueve, pero había estado manteniendo las cosas en buen estado en esos frentes así que iba a ser capaz de obtener efectivo serio bastante rápido. Xhex podía hacerse cargo de SHADOWS y el Iron Mask si quería. Si no lo hacía, podrían dejárselos a Big Rob y Silent Tom. Dios sabía que esos dos bastardos eran co-propietarios por la virtud del trabajo solamente. ¿Y Sal´s? Bueno, eso iba para su jefe de cocina, Antonio diSenza. El chico tenía pelotas, bien con la parte delantera de la casa y la parte posterior. Y trataría bien al resto del personal. Todas esas transferencias era lo que los abogados iban a hacer. Por lo menos había sido lo suficientemente inteligente como para obtener el poder notarial de Trez hace años, por lo que iba a ser capaz de firmar por encima de todo sin tener que molestar al chico. ¿Y en cuanto al mismo Trez? El macho estaba profundamente dormido; el mensaje de Fritz había llegado diez minutos atrás. El plan era dejar que el pobre bastardo descansara durante tanto tiempo como fuese posible. Entonces le diría que se iban de viaje alrededor del mundo. ¿Si la manera en la que Trez había estado en esa habitación era alguna indicación? No iba a dar mucha pelea. Había estado tan fuera de sí, que iAm podría haber hecho una cirugía a corazón abierto sobre él sin ponerle en una maquina de bypass. Tarde o temprano esa burbuja de agotamiento y shock iba a desaparecer, y llegaría la mierda con toda seguridad. Pero cruzarían esa brecha cuando llegaran allí. El primer orden del día era asegurar el camino para salir de Caldwell. En segundo lugar conseguir hacer que Trez se moviera. En tercer lugar quedarse como fantasma.

¿En cuanto a los hermanos y el rey? Se despediría mediante un mensaje y dejaría su teléfono atrás. Las sombras podían leer mentes si la situación lo requería, ¿Si no dejaba ningún rastro y ninguna manera de ser contactado? Después, cuando Wrath le dijera a s’Ex o AnsLai o a cualquiera de la s’Hisbe que no sabía dónde estaba y que no les había ayudado a escapar, la verdad iba a ser verificable y obvia. De esa manera la hermandad y los vampiros estarían a salvo. Caminando hacia adelante, paso los coches de la gente con la que había trabajado en los últimos dos años. A pesar de que eran humanos, iba a extrañarlos, no porque tuviera relaciones personales profundas con ellos. Era más porque había disfrutado de este tramo de su vida. La cocina, el simulado stress, los pedidos. En comparación con lo que realmente estaba sobre sus hombros, había sido un alivio, como ir a ver una película cuando necesitabas un descanso. Además, ¿Aquí en Sal´s? Si había alguna mierda mal, siempre se las arreglaba para solucionarlo. Abriendo la puerta trasera, se detuvo. Las voces urgentes, el estrépito, el calor, los olores… por un momento tuvo que parpadear rápidamente. — ¡Chef! —Alguien dijo—. ¡Está de vuelta! Al instante, la gente vino hacia él, aplaudiendo, hablándole, haciéndole preguntas. Dios, quiero quedarme aquí, pensó. Como en tantas noches, despejó su cabeza, apartando las cosas sobre Trez para desear ser libre para pensar en sus cosas todo el tiempo. El lugar estaba animado durante las horas de limpieza, le informaron que los comedores habían estado llenos, y que la crítica de Comida y Vino había llegado en los primeros cuatro, era lo que le repetían una y otra vez. No iba a informarles sobre el cambio de mando. Estaba a punto de preparar y enviar por correo los papeles. También iba a hacerse cargo de las consecuencias fiscales, por lo que el título estaría libre y despejado. Pasando por la cocina, abrió la parte superior de la olla marinara y olfateó. Luego cogió el recipiente de

orégano y añadió un poco. —Te lo dije la semana pasada —le dijo al segundo-chef—. Necesitas vigilar las cantidades. —Sí, chef. Cuando colocó la tapa en su lugar, pensó en cómo había imaginado traer a Maichen. Cómo en un momento multicolor, cuando la había imaginado asentándose en Caldwell y estando con él, los había visto sentados en esta cocina un lunes por la noche, cuando el restaurante estaba cerrado, juntos donde estaban los mise en Place. Había ido tan lejos como para planificar el menú. En cierto modo, él y Trez recorrían caminos similares. No había tenido, literalmente, a su amada muerta pero la hembra de quién se había enamorado no estaba ya en el planeta. Dios, realmente dolía. Y en realidad, tal vez tenía que añadir una cosa más a su lista previa a su partida. Después de que comprobara los dos clubes, tal vez sería buena idear tomar algo. Sip. Cuando llegara el momento de volver a la mansión, ¿Qué mejor manera de pasar lo que quedaba de la noche que coserse a una botella de bourbon? Probablemente era la última vez, por un tiempo, que iba a tener para desconectar. Además, nunca había tenido resaca. Así que estaría fresco como una margarita por la mañana. Era el único beneficio que había encontrado en ser una sombra. Un cuarto de milla. s’Ex le había dicho que recorriera un cuarto de milla. Catra no tenía idea de lo que eso significaba, pero tenía que ser un camino largo. ¿O… no? Mientras seguía caminando, iba de árbol en árbol, cubriéndose tras los troncos, lo cual, suponía, era bastante estúpido, y un testimonio de lo que s’Ex había dicho: que no podía cuidarse sí misma. Un ataque podía provenir muy bien desde atrás, e incluso mientras escuchaba lo más fuerte que podía, los latidos de su corazón eran un retumbar tan alto que embotaba sus sentidos.

Habría sido mucho más fácil si fuese como espíritu por el suelo, asumiendo su estado sombra, pero estaba demasiado dispersa para eso y no quería detenerse y perder el tiempo tratando de concentrarse… Weeeeeeeeeeeeeeeeeeeee-oooooooooooooooooooh. Congelándose ante el agudo sonido, miró en estado de pánico hacia la dirección de donde había venido. Un momento después, una figura salió a la superficie. Era un sirviente. Un sirviente que… pasó a ser tan extraordinariamente alto y ancho como s’Ex. Weeeeeeeeeeeeeeeeeeeee-oooooooooooooooooooh. Mientras hacía el sonido de nuevo, ella se adelantó, levantando sus faldas. Liberándose de las ramas más gruesas de pino, rezo para que él siguiera a su lado. —Perdóname el traje —él murmuró debajo de la capucha gris de su vestido farshi de sirviente—. Pero me di cuenta de que ha funcionada para ti ¿Durante cuánto tiempo? Ella estaba sin aliento a pesar de que no había corrido ninguna distancia en absoluto. — ¿Qué está pasando? —No es seguro para ti. Hay guardias por todos lados, buscándote. Tu madre sabe que has dejado no sólo el palacio sino todo el Territorio, y ha ordenado una limpieza pública para ti. Catra cerró los ojos. Había visto esa horrible tortura, un ácido especial introducido en la sangre de manera que “el paciente” se retorciera de dolor y vómito por noches hasta que se hubiese liberado de cualquiera de las impurezas con las que supuestamente había sido contaminado. —No sobrevivirías —s’Ex dijo sombríamente—. Tu única esperanza es volver a Caldwell. Podemos encontrar un lugar para tu esta… —No —ladró. —No trates de ser un héroe. Sólo vas a perder. —Si huyo, sólo van a hacer que Trez se aparee con otra persona. La reina intentará embarazarse, y eventualmente tendrá uno. Eso no lo salvara.

s’Ex negó con la cabeza —No tienes que preocuparte por el macho ahora. Su vida ha terminado si se acerca a algún lugar cerca del palacio. Al menos, si huyes, tendrás una oportunidad. —Pero me encontrarán. Ellos nunca van a dejar de buscarme, ya lo sabes. —Ella enderezó los hombros—.Tiene que haber otra solución. —No, no la hay. Mira, te ayudaré. Haré lo que pueda… —No seas tonto. Les dijiste a aquellos guardias que la reina te envió para buscarme. Eso fue una mentira. Tarde o temprano ella se entera de todo en el palacio, se enterara de que estabas fuera del Territorio la misma noche en la que desaparecí. Incluso si intentas mentir y decir que no estuviste involucrado en mi escape, lo sabrá. Te torturará y matará por traición por ayudarme e instigarme, y deshonrará tu nombre. s’Ex comenzó a hablar, pero Catra no escuchó nada. Su mente estaba retorciéndose, retorciéndose, retorciéndose. Sin previo aviso, como algo surgido desde las profundidades de las oscuras aguas, recordó algo que la reina le había dicho: Puedo tener otra igual a ti si deseo. Eres tan reemplazable como cualquier otra cosa en este mundo mío. Nunca olvides que yo soy el sol en torno al cual gira esta galaxia, y puedo modificar tu destino en un abrir y cerrar de ojos. Alterar. Destino. Un súbito horror la sujetó por la garganta. —s’Ex, debes llevarme a la sala de astrología. — ¿Qué? ¿Estás loca? La idea es que te mantengas lejos de AnsLai y el jefe astrólogo, no dirigirse directamente hacia ellos. Ella sacudió la cabeza lentamente. —No. Van a estar en duelo con ella. Es la última noche. Tienen que estar con ella para completar los rituales. —Ella lo miró—. Me gustaría ir sola, pero podría necesitar defenderme… Necesito tu ayuda para hacer eso. — ¿Qué demonios te crees que vas a encontrar ahí? —Sólo llévame allí. Por favor. Él maldijo por lo bajo. —El palacio está lleno de guardias. —Sí.

—No es como si pudiéramos simplemente pasear directo a la parte más sagrada de las habitaciones de tu madre. —Si tardamos un minuto, o una hora, o el resto de la noche, no importa… siempre y cuando me consigas llegar allí. Una eternidad pasó mientras él le devolvía la mirada. —Vas a hacer que nos maten. Ella lo miró a través de la malla que cubría su rostro. Sacudiendo la cabeza, dijo: —Ya estamos muertos. Y lo sabes.

CAPÍTULO 77

Cuando Trez despertó, su rostro y su almohada estaban mojados. Limpiando sus mejillas, él extendió sus dedos y los vio brillar a la luz de la lámpara. Así que... Esto era el otro lado de todo. Dejando caer sus brazos en la cama, miró al techo. A cierto nivel, no podía creer que estuviera todavía aquí. Física y mentalmente. ¿Siempre había sido su habitación tan tranquila? Jesús, cada vez que tomaba una respiración profunda, el pecho le dolía como si se hubiera roto todas las costillas. Dos veces cada una. Y luego estaba el carrete de la película de tortura: con cada parpadeo, otra parte de la pérdida se proyectaba a través de sus retinas, y tenía que saber si tal vez esto fue lo que había ocurrido en su sueño y por eso se había despertado como lo había hecho. Una parte de él quería que el incesante pensamiento se detuviera. Otra parte estaba aterrada de que si así fuera, significaría que ese tema del olvido sobre el que estaba tan preocupado estaba empezando. ¿Cuánto tiempo había estado dormido? Se quedó donde estaba por un minuto o dos, o ¿tal vez fueron horas? ¿O noches? y entonces echó un brazo y dio unas palmaditas alrededor buscando su teléfono. Cuando abrió la pantalla para leer la hora, había toneladas de notificaciones de mensajes, llamadas perdidas y mensajes de voz, pero no tenía la fuerza para pasar por todos ellos. Puso el teléfono hacia abajo, se dio cuenta de la otra cosa que el tiempo no había registrado. ¿Dónde estaría Selena? se preguntaba. Señalando el techo, dijo: — ¿Estás ahí? ¿Que habría visto ella? ¿Había un Fade? Es gracioso, no había previsto el miedo que tenía ahora, pero probablemente debería. La idea de no saber

si ella estaba bien o no después de la muerte, era algo con lo que iba a tener que vivir. Hasta que muriese, supuso. ¿Y entonces si era sólo un gran vacío negro? Bueno, entonces no existiría preocupación. Pensamiento feliz. Cuando finalmente fue a sentarse, se quedó sin aliento cuando el dolor estalló sobre su cuerpo, como si la agonía emocional en su alma se hubiera manifestado en su carne, sus músculos rígidos, sus huesos doloridos. Fue desde el ritual de preparación. Tal vez se desvanecerían en un día o dos. Se levantó y usó el baño. Cepillándose los dientes. Comprobó su estómago. No, la comida no era una prioridad. Beber podría estar bien. Sin embargo, aun cuando registraba esos pensamientos internos, era desde la distancia, como si estuvieran llamándole a gritos a través de un campo de fútbol. Retrocediendo, se acercó al armario y abrió las puertas dobles. Mientras las luces se encendían, se echo para atrás. Todavía la podía oler. Y dos de sus túnicas colgaban entre sus ropas. Caminando hacia adelante, se acercó a ellas, pero finalmente vaciló al tocar los pliegues de tela blanca, especialmente cuando la cruda herida detrás de su esternón estalló de dolor otra vez. Era, decidió, como un corte en el dedo, que no dolía hasta que flexionas el pulgar y luego el corte realmente duele. Excepto que en una escala mucho más grande, por supuesto. ¿Así era como iba a ser? ¿Él pasando sus noches y días chocando al azar con cosas y ser sacudido de nuevo en las profundidades de su dolor? —No sé cómo hacerlo —dijo a su ropa—, sin ti. Y no estaba hablando de vestirse.

Cuando no hubo respuesta, pero vamos, ¿como si esperase que su fantasma respondiera? cogió los pantalones y la camisa más cercanos que tenia, los puso sobre su cuerpo y se fue. Durante unos buenos diez minutos, se paró en el centro de la habitación y se entretuvo con la tentación de destruir todo a su alrededor. Pero su cuerpo no tenía la fuerza o la coordinación y sus emociones no pudieron mantener la ebullición de la cólera que sentía. Miró la ventana que Selena había roto. Estuvo magnífica en su furia, tan viva, tan... ¡Santa mierda, estaba llevándose a sí mismo hacia la locura! En su camino hacia la puerta, cogió su teléfono por costumbre y luego se detuvo frente a la salida de su habitación. Estaba seguro que no estaba listo para sentir miradas de lástima o preguntas curiosas. Pero pensó que había visto que las persianas estaban todavía abajo. Sip. Así que esperó que el asunto de la última comida hubiera sido completamente limpiado y el doggen retirado para su breve descanso antes de que la limpieza durante el día comenzara. Pensó que había visto un siete en la hora. Sí. Siete algo en punto de la mañana, afirmaron los números. Agarrando el picaporte de latón, sintió que estaba abajo en la clínica, cuando había salido de la sala de exámenes después de tanto tiempo con el cuerpo de Selena: este era otro portal a través del que iba a tener que empujarse a sí mismo. Con un giro de la muñeca, liberó el mecanismo y puso un poco de peso en el… En el suelo frente a su dormitorio, estaba iAm horizontal y fuera de combate en el pasillo, la cabeza sobre su brazo flexionado, una botella de whisky completamente tapada, a medio consumir, acomodada en su pecho como un perro fiel, las cejas hacia abajo como si incluso en su sueño estuviera tratando con mierda. Trez respiró hondo. Era bueno saber que el macho todavía estaba con él. Pero no despertó al tipo. Caminando con cuidado para no molestar a su hermano, se encontró con ganas de hacer este primer viaje

por el mundo por su cuenta. Abajo en la parte inferior de las poco profundas escaleras, hizo otro refuerzo, con el pestillo de una puerta y se preguntó cuánto tiempo le iba a llevar conseguir pasar por sí mismo sobre ese hábito, entonces empujó las puertas abiertas. —…Ustedes montón de fenómenos fotofóbicos. Sacudiéndose, frunció el ceño. Lassiter, el ángel caído, estaba en la puerta del estudio de Wrath, las manos en sus caderas, pelo negro y rubio recogido en una trenza. —Tú, harías mejor en mostrarme algo de respeto o no voy a decir una maldita cosa sobre lo que encontré en mi viaje al Territorio. Desde dentro de la sala, hubo todo tipo de murmullos. —No —dijo Lassiter—. Quiero que digas que lo sientes, Vishous. Era tan raro. Como la lente de una cámara que de repente se enfocaba, Trez entró de nuevo en línea, sus sentidos afilados, una sombra de su anterior yo regresó. —Estoy esperando… —Hubo una pausa—. Suficientemente bueno. Y quiero el mando a distancia para la próxima semana, días y noches. Increíble queja y alguien tiró algo al tipo, el posavasos aterrizó en la alfombra fuera de la habitación. —Bueno, si van a ser desagradables otra vez… Siguiendo su instinto, Trez se desmaterializó, en el mismo instante que Lassiter dejó la actuación de marica y lanzó una mirada perspicaz en la dirección donde antes había estado Trez de pie. Su presencia había sido percibida. Pero no permitiría que volviera a suceder. Siguiendo a lo largo de la alfombra, se filtró en el estudio mientras Lassiter caminó adentro, cerró las puertas y se dirigió la hermandad. — ¿Tenemos un mapa? —dijo el ángel. Teniendo cuidado de permanecer alejado de los pies de cualquiera, no sea que lo pisaran en su estado alterado, Trez se agrupó en el rincón más alejado del perro de Wrath. Afortunadamente, George

ya estaba dormido al lado del trono de su amo. La hermandad se agrupó alrededor del escritorio de Wrath mientras Butch daba la vuelta de un papel cuadrado azul y verde, de tres por tres pies desplegado. —Aquí —dijo el ángel, señalando con el dedo índice—. Esto es donde lo encontré. Hay un muro de contención que rodea toda la propiedad. Las viviendas están aquí y aquí. El palacio... aquí. La seguridad es firme y por lo que fui capaz de ver, están reuniendo sus fuerzas. ¿Reuniendo fuerzas? Pensó Trez. —Tenemos que llegar primero a ellos —murmuró Wrath—. El primer ataque es crítico. No los queremos entrando en Caldwell. ¿Qué demonios estaba pasando? —... no se puede encontrar esta casa. Nadie puede encontrar esta casa —dijo V—. Pero sí, me quedaré atrás. No me gusta, pero alguien tiene que estar aquí por si acaso. Lassiter miró a través del escritorio al hermano y demostró que podía ser serio si tenía que serlo: —Te entiendo. Estaré aquí, también. Hubo una fracción de segundo donde los machos se miraron a los ojos. —Bien—dijo V—. Eso es bueno. — ¿Dónde está iAm? —Preguntó a Wrath. —La última vez que lo vi —respondió Rhage—. Iba hacia arriba para comprobar a Trez y a dormir. —Necesitamos estar seguros de que mantiene a Trez bajo este techo. No quiero que la sombra sea secuestrado en medio de esto. Estoy feliz de luchar, mierda, estoy deseando que llegue, pero no quiero que ellos consigan agarrar al pobre infeliz. Es una complicación de la que no quiero tener que preocuparme. ¿Qué diablos? ¿Esto era todo sobre él? Trez se quedó en ese estudio francés, con los hermanos y los guerreros, hasta que aprendió todo lo que necesitaba saber y entonces, tenía que irse antes de que Rehvenge llegara de haber preparado a su pueblo en el norte en la colonia Symphath.

Su viejo amigo el devorador de pecados hubiera sabido que estaba allí. Cuando llegó la hora de irse, no perdió la oportunidad. Se ensombreció por debajo de la puerta y continuó por la gran escalera, a través del suelo de mosaico del vestíbulo y fuera, más lejos, pasando por los minúsculos huecos en las jambas de la entrada y salida del vestíbulo. Afuera, el sol se elevaba sobre el paisaje otoñal, rayos oro y rosa golpeaban las hojas amarillas, naranjas y rojas así como las hirsutas ramas de pino verde oscuro y las ramas puntiagudas de cedro. No recobró la forma hasta que estuvo lejos de la casa, a pesar de que las cámaras de seguridad sin duda registrarían de todos modos la aparición de su presencia. La buena noticia, si se podía llamar así, era que los hermanos estaban todos hablando de la próxima batalla, así que no se iban a ir como la ADT de mierda. ¿Y si uno de los doggen le veía por aquí fuera? Ellos simplemente asumirían que salió a dar un paseo para despejar su mente. No se puso la chaqueta, y estaba contento. El frío lo abofeteó despertándolo aún más. Aunque había estado infiltrado una buena hora, todavía no podía creer nada de eso: la reina declarando la guerra a Wrath y a la hermandad. Ellos negándose a entregarlo. Los comedores de pecados poniéndose al lado de los vampiros. No podía creer que había muchos dispuestos a reunirse por su causa. — ¿Selena? —dijo, dejando que su cabeza cayera hacia atrás de forma que estaba mirando al cielo. Sin estrellas debido a la luz del día. Sin nubes, para el caso. Nada más que el color azul claro. Trez pensó en aquel momento en que había intentado escapar del Palacio y terminó matando a todos esos guardias frente a s'Ex. Tanto derramamiento de sangre. Sólo que entonces habían sido desconocidos para él. Si pensaba que había estado mal, la mierda iba a ser mucho peor si la hermandad entraba en el Territorio. En última instancia ellos prevalecerían, con los devoradores de pecados a sus espaldas... pero habría muertes. Mutilaciones. Más vidas arruinadas.

Dándose la vuelta, miró hacia arriba a la gran mansión gris. Mientras que el exterior de la mansión era austero, el interior estaba lleno de vida, amor y familia. Si esta guerra se llevaba a cabo, mientras él se encontraba en su duelo, este periodo de terrible dolor, iba a llover sobre esta casa y la gente en ella. No pondría a alguien que odiaba en sus zapatos, viviendo con esta soledad y angustia. Mucho menos podría a los que amaba en su lugar. No, si hubiera una manera de detenerlo. En el mismo momento que tomó su decisión, un rayo de sol apareció a través de la azotea, esa increíble luz derramándose hacia abajo sobre las filas ordenadas de pizarra. Selena le había hecho jurar que viviría sin ella, y él le había otorgado ese voto, pero sólo porque ella lo había obligado. No era como si hubiera creído en lo que le dijo. Ahora, sin embargo, mientras imaginaba todas las vidas que podía salvar, ¿cómo podría proteger estos machos, sus hembras y sus crías? —Esto es lo más cercano que se me ocurre, mi reina —dijo al cielo. En el camino, s'Ex le reveló habitaciones ocultas y pasadizos sobre los que ella no había tenido ninguna pista y demostró ser capaz más allá de toda medida: seguro de pie, rápido de mente, tanto cuidadoso como agresivo. Finalmente, no sólo lograron acceder al palacio y sus jardines, sino a lo más íntimo de las áreas restringidas del complejo de su madre, donde solo unos pocos eran admitidos y la seguridad era máxima. Tenían una ventaja, por lo menos: los guardias que la estaban buscando estaban preocupados mirando en el exterior, convencidos de que habían buscado en el dominio de la reina suficientemente y el resto de los machos de s'Ex estaban reunidos en el patio del centro preparándose para luchar. Era un asunto desagradable. Mucho. Pero fueron capaces de moverse más rápido y, hasta el momento, sin ser vistos. Una parte de ella quería comprobar para asegurarse de que su madre estaba siguiendo los rituales de forma que no les encontrasen por casualidad en la cámara de astrología, pero no podía arriesgarse a revelar su presencia.

Tenían una y sólo una oportunidad de llegar a los registros. ―Aquí ―s'Ex murmuró mientras se detuvo abruptamente. Ella frunció el ceño bajo su capucha. ―La entrada de la cámara está más adelante, ¿no es así? ―No, nuestra entrada está aquí. Liberando su mano de la voluminosa manga de su túnica, él puso su palma contra la pared. Instantáneamente, se abrió una pequeña puerta deslizándose, desapareciendo en su ranura. Al momento ella olió el incienso, sabía que estaban cerca, y todavía el espacio revelado era negro como boca de lobo. Entró sin dudarlo y sintió el amenazante peso de s'Ex entrar detrás de ella. Cuando la puerta se cerró, bien podría haber tenido los ojos vendados. Manteniendo su voz baja, s'Ex, dijo ―Tiende la mano delante de ti. Mientras seguía la orden, sintió algo rugoso. ―Camina a la izquierda ―ordenó―. Mantén tu mano en la pared para guiarte. Cuando lo hizo, le golpeó en el pecho. ―Lo siento. Él le dio la vuelta. ―La otra izquierda. Arrastrando los pies, apenas podía respirar. Debían ir paralelos al pasillo de fuera, pensó, este espacio interior era una sombra del exterior, el público. ―Construí estos pasajes ―susurró―. Me los sé de memoria. ―Muy inteligente de tu parte... ―Alto. Obedeciéndole, dejó caer su mano. ― ¿Ahora qué? ―Mira a tu derecha. Al principio, cuando lo hizo, no vio nada salvo más oscuridad. Excepto... no. Había pequeñas fisuras rojo brillante en la pared, como si una mano fantasmal hubiera dibujado un patrón de puntos con un lápiz misterioso.

Azulejos, pensó con temor. Estaban en el lado opuesto de una partición de azulejos. Echando la mano hacia atrás, los tocó. ―Déjame ir primero ―dijo él―. Y no salgas hasta que yo lo diga. Haciéndose a un lado para que él pudiera cambiar de lugar con ella, vio cómo su enorme palma cortó una franja en el sutil diseño cúbico… Cuando él empujó, los azulejos se abrieron en una veta que era desigual. Excepto que nada se rompió o se desmenuzó; No hubo ningún daño estructural. Había sido construido para dar cabida a tal acceso. Y más allá había una extraña, abrumadora fuente de luz. s'Ex entró en la cámara circular al otro lado con esa cuchilla serrada por delante de él, listo para atacar. ―Despejado ―siseó. Tomando una inspiración profunda, ella cambió la oscuridad por esa luz asombrosa. Excepto que no era nada mágico. Era una vela normal, instalada en una habitación de magnífico mármol rojo. Espera, no, la iluminación no provenía de mechas. Era el sol, vertiéndose a través de una inmensa, curvada ventana de vidrio en el techo. Y cuando fuera de noche, pensó, uno sería capaz de observar ampliamente y vigilar las estrellas desde el óculo transparente. Se movían en silencio a través del espacio, sus zapatos de suela suave les permitía dar pisadas sordas sobre el suelo de mármol rojo. En el centro de la habitación, había un círculo en el suelo, ¿tal vez una tarima que se alzaba como la de la zona de recepción en el Palacio? No había muebles, ni tapicerías murales, nada que impidiera la devota concentración. Más importante aún, no había nadie alrededor. Tres puertas. Había tres puertas... una que se abría a la explanada. Otra que era probablemente la residencia privada del astrólogo jefe. Y la otra... ―La sala de grabación es por ahí ―dijo s'Ex, señalando la tercera puerta. Enmarcada por su jamba de oro y las palabras inscritas por encima de ella, el lugar sagrado era inconfundible, y ella sintió un destello de temor incluso con las presiones de tiempo y las circunstancias

amortiguando todas sus emociones. Caminando hacia adelante, puso su mano hacia fuera… ―No. Tu palma no funciona s'Ex puso la suya en el lugar correcto en el panel liso, sin marcar y... No pasó nada. Él lo intentó de nuevo. ―Me han quitado del ordenador. Y lo más probable es que se haya disparado una alarma ―Volviéndose a ella, dijo―. Tenemos que salir de aquí. Ahora. ― ¡No! Necesito ver… ―No tenemos tiempo para discutir ―Agarrándole la mano, él comenzó a arrastrar su espalda a través del pasadizo secreto―. No quiero tu muerte en mi conciencia. Tirando contra fuerzas superiores, ella dijo de manera abrupta. ― ¡Creo que mi madre ha alterado los registros de los nacimientos! s'Ex se congeló. ― ¿Qué? Catra continuaba tirando de su agarre y no llegaba a ninguna parte. También la podrían haber atado a un árbol. ―No puedo estar segura hasta que llegue allí. Pero creo que ella puede haber modificado deliberadamente los registros de nacimientos para sus propios fines. Tengo que entrar para estar segura. Por favor. s'Ex se acercó y se quitó su capucha, y mientras la dejaba caer al suelo rojo suave, sus ojos se estrecharon y brillaron verdes. ― ¿Como de segura? ―exigió el. ―Estoy dispuesta a poner mi vida en ello. Y la tuya. Anunció su decisión mientras miraba la puerta y luego, sin hacer ningún escándalo, dio dos saltos hacia ella y enterró esa cuchilla dentada a la derecha en lo que resultó ser una fisura. Eso, o simplemente hizo una. Colocó ambas manos sobre la empuñadura de la navaja, puso su tremendo peso al lado y ¡crack! Hizo una entrada en el pequeño salón dorado.

―Que sea rápido ―dijo tristemente. Catra no perdió el tiempo. Corriendo sobre las quebradas piedras, saltó dentro y se deslizó sobre el suelo dorado, echando los brazos para equilibrarse a sí misma. Números. Ella vio mil cajones dorados marcados por números. Todo estaba ordenado por fecha de nacimiento, no nombre. Cerró los ojos, maldijo. No sabía cuándo había nacido Trez. Excepto, espera… arriba a la derecha, había dos cajones que no eran dorados. Eran blancos. Con el corazón palpitando y las manos temblando, se puso de puntillas y saco el de arriba. El cajón era tan profundo como su brazo, y tuvo que agarrar la parte trasera para que no se derramara el contenido. No, era una tapa. Poniéndolo en el suelo y abriendo la tapa, encontró cuatro rollos de hojas de pergamino, cada uno atado con una cinta de seda y sellados con cera roja que llevaba la estrella de la reina. Aparte de eso no estaban etiquetados. Uno era más pequeño que los demás. Ella sacó el primero y rompió su sello, desenrollando el documento sobre el suelo. Era tan viejo, que el pergamino se resquebrajó en algunos lugares y se resistía a alisarse, necesitaba poner un borde del cajón que había bajado y arrodillarse en el otro extremo para mantenerlo plano para que pudiera revisar la carta. Símbolos sagrados y la escritura en tinta negra se intercalaban con innumerables puntos rojos y dorados que, cuando ella se inclinó hacia atrás, formaron una constelación. Era la carta natal de su madre. Dejó que el pergamino se enrollase en sí mismo y lo puso a un lado. El próximo... era su carta, y, también, se resistió a despertar de su letargo. El tercero... El tercero se desplegó por sí mismo cuando desató el lazo y rompió el sello, y mientras se inclinaba para leerlo, olió el dulce aroma de la tinta fresca y la pintura que se había aplicado en el pergamino. Esta nueva carta era del bebé, y la muerte ritual fue marcada en cada esquina con estrellas negras mostrando que su alma había retornado al cielo. O al menos esa fue su interpretación. Después de un momento de tristeza, lo puso a un lado.

El cuarto, el más pequeño, tenía que ser de Trez. Y en efecto, cuando ella lo abrió, tenía razón. En este, en el trazado, había anotaciones de que era un macho y que nació con un gemelo… Era esta ocasión trascendental del parto lo que primero había despertado el interés en Trez e iAm. Catra podía recordar toda su vida al personal de palacio comentando acerca del suceso inusual y especial. Su carta no era tan grande como las otras tres porque no era real, pero en las esquinas del pergamino había estrellas de oro, mostrando una ascensión a las alturas de la corte de las sombras. Sentándose sobre sus talones, leyó a través de sus símbolos y anotaciones. Luego meneó la cabeza. Ella había estado tan segura y sin embargo nada parecía incorrecto. ―Deténganse ―escuchó a s'Ex decir afuera en la sala circular―. O, por mucho que me duela, los tendré que matar a todos. Revolviéndose alrededor, Catra miró por el desordenado portal que s'Ex había hecho para ella. Tres guardias, vestidos de negro, habían rodeado al verdugo, y habían sacado sus cuchillos. Oh, cielos... ¿qué había hecho? Había sido un terrible error el venir aquí. Qué arrogancia pensar que había descubierto algunos secretos que podrían salvarlos a todos. Y ahora, no había donde esconderse. No había manera de ganar contra lo que era sin duda sólo el primer escuadrón de muchos que había sido enviados contra ellos. No quería morir. Estirándose hacia delante, recogió el cajón largo, delgado y pesado. Era la única arma que tenía… Por alguna razón y más tarde se preguntaría exactamente por qué, mientras la carta de Trez se enrollada sobre sí misma, recuperando la forma que había estado acostumbrada a tener, ella la miró. El suelo había estado perfectamente limpio cuando había entrado, sin dañar su superficie, sin rasguños, nada de polvo, arañazos. Pero ahora había trozos de pintura y pequeños copos alrededor de donde la carta se había enrollado. Por si misma.

Frunció el ceño, apartó el cajón y alisó el pergamino hacia afuera. Mientras los sonidos de la lucha se iniciaban en la sala de vistas, los pliegues de las togas aleteaban, los gruñidos y gemidos sonaban muy fuerte y cerca, ella se inclinó sobre la Sagrada Escritura. En el centro del gráfico, una porción de la pintura se había astillado. Revelando... La exhalación que abandonó su boca fue el resultado de sus costillas agarrotándose. Y para asegurarse de que no estaba imaginando cosas, releyó lo que pensaba que estaba viendo. Entonces tomó su uña y removió el recubrimiento que había sido puesto. ―Oh... destino.... ―suspiró. Luchando con sus pies, ella corrió sobre las cajas donde se guardaban las listas de los temas de la s'Hisbe. Sus ojos se deslizaban alrededor, buscando el número correcto de nacimiento, y cuando encontró ese cajón, lo deslizó, poniéndolo en el suelo, levantó la tapa. Los registros civiles estaban atados con cuerdas que tenían pequeñas etiquetas, y no estaban en ningún orden particular, unos veinte pergaminos diferentes metidos juntos. Con la respiración jadeante saliendo de su boca y sus manos temblorosas, revolvía a través de ellos tan rápido como podía. Cuando encontró el que estaba buscando, se apresuró hacia el documento trucado. Poniéndolos juntos, con el cajón en la parte superior, los extendió. Efectivamente, había un parche en el centro del segundo, el área recubierta pintada con tanto cuidado que incluso los asesores no lo habrían notado en ningún momento. Sin embargo, había envejecido mal con el transcurso de los años. Desprendiéndolo, encontró... que de hecho el Ungido no era Trez. Del par de gemelos, había nacido en segundo lugar, no el primero. Era iAm quién era el macho sagrado. A pesar del peligro mortal de fuera, se desplomó sobre los registros, poniendo sus manos en la cara. ¿Por qué los habían cambiado? Por qué… ―Princesa ―ladró s'Ex―. Tenemos que salir de aquí… ―Ella cambió los registros.

― ¿Qué? Catra lo miró sobre su hombro y retrocedió ante la cantidad de sangre en sus mangas, sus ropas, su cara y las manos. Pero no había tiempo para ponerse nerviosa. ―La reina cambió los registros de los infantes, de Trez e iAm. No sé por qué, aunque… ―Recordó las partes de las cartas trucadas―. Es justo aquí. El astrólogo jefe es el que prepara las cartas más sagradas de la realeza, no el Tretary. Así que él debe haber hecho esto, y AnsLai lo tuvo que haber sabido. Pero ¿Cuál es el beneficio…? ― ¡Detrás de ti! ―gritó ella. Al tiempo que el guardia que había aparecido en la espalda de s'Ex levantaba un cuchillo sobre su cabeza, el verdugo rodó con su propia espada a la altura de la garganta. En un abrir y cerrar de ojos, s'Ex dominó al guardia cortando su yugular, salpicando sangre roja. Horrorizada por la visión de la muerte, Catra podía sentir su mente saliendo, como un espectador podría retirarse en un concurso de lucha que se había vuelto demasiado violento. Pero, al igual que con lo que s'Ex dijo sobre arrepentimientos, no podía darse ese tipo de lujo. Enrollando las cartas, puso las de Trez y de iAm la de ella y la de su madre en la caja. La de la pequeña hija de s'Ex estaba todavía en el suelo… y casi la dejó. En el último minuto, sin embargo, ella se puso encima y comenzó a desenrollarla… y fue entonces cuando sintió una extraña zona fresca. En el centro. ¿Por qué tendría un pergamino que estar fresco? Ella aplanó la carta otra vez y movió sus dedos sobre la superficie. Cuando llegó a la mitad, hubo un sutil cambio de temperatura. Porque todavía se estaba secando un área engrosada de la pintura. Era la fuente del olor dulce. Había alterado la del bebé también. ―Se acabó el tiempo, princesa ―dijo s'Ex con urgencia―. Nosotros… ―Dame tu cuchillo. ― ¿Qué?

―Límpialo un poco y dame tu cuchillo ―le ordenó, extendiendo su mano.

CAPÍTULO 79

Lo último que hizo Trez antes de desmaterializarse lejos de la mansión de la hermandad fue sacar su teléfono y enviar un mensaje a su hermano con sólo cuatro palabras. Estoy en paz. Y luego se volvió hacia los escalones de la entrada y colocó el móvil sobre la fría piedra. Un momento después se había ido sin mirar atrás hacia la casa, no dudó, no tenía ningún recelo. La lucha había terminado, el largo camino de lucha que había definido su vida había llegado a su conclusión. Cuando volvió a formarse, fue ante las grandes puertas de la s'Hisbe. Caminando hacia adelante, sabía que iba a ser visto inmediatamente en las cámaras de seguridad y estaba en lo correcto. Sin necesidad de hacer algún tipo de anuncio en el intercomunicador, que estaba para el beneficio de los humanos, hubo un tintineo y se abrió el centro de los sólidos paneles de la entrada. Por primera vez en muchos años, puso los pies en el suelo de su pueblo, caminando sobre el camino que lo dividía, el que juro no volver a pisar. Los guardias se quedaron sin aliento cuando lo reconocieron y estuvo rodeado de inmediato por un círculo de hombres vestidos de negro. Sin embargo no lo tocaron, se les prohibía entrar en contacto con su sagrado cuerpo y de todas maneras no había necesidad de usar la fuerza con él ya que estaba aquí por su propia voluntad. Sin embargo no era más que un falso regalo a las tradiciones. Su cuerpo no era capaz de aparearse con una hembra nunca más ya que era un eunuco. Estaba muerto de la cintura para abajo en esa cuestión, así que la dinastía que esperaba la reina podría no salir como ella esperaba. No le importaba, podían hacer con él lo que quisieran. Lo que le llevo a darse cuenta que Selena se lo había llevado con ella. Su alma le había abandonado seguro para irse como ella, la única diferencia era que su cuerpo aún tenía que acostarse y detener su funcionamiento. Aunque tal vez la reina se haría cargo de eso por él. Cuando se hiciera evidente que no lo podía llevar a cabo, probablemente iba a matarlo.

Lo que sea. Todo lo que sabía, todo lo que le importaba, era que su hermano ya estaba libre de las cargas que llevaban tiempo agobiándolo y la hermandad y sus familias estaban a salvo. Eso era todo lo que importaba. En el camino al palacio empezó a quitarse la ropa, desabrochándose la camisa y dejándola caer al suelo, para seguir con sus zapatos y arrojar sus pantalones. Ya estaba desnudo a la fría luz del otoño cuando se acercaron a las puertas del palacio. AnsLai, el sumo sacerdote le estaba esperando y aunque estaba encapuchado la cabeza del macho no llevaba ninguna malla en su rostro, por lo que su satisfacción era evidente. ―Qué buena la decisión de haber venido ―el macho entonó inclinándose por su cintura―. Lo felicito por su inteligencia y su devoción, aunque llegara tarde para cumplir con su deber. En ese momento, la gran entrada de mármol blanco de enfrente se abrió por la mitad y reveló un pasillo blanco que parecía ir hasta el infinito cuando Trez miro hacia abajo. Por un momento, pensó en Selena abrazándole en el túnel subterráneo del centro de formación, aferrándose el uno al otro. Ese infinito del que habían hablado, el que había tenido con ella, todavía estaba en él e iba a tener que mantenerlo a través de cualquier cosa que viniera después. Los guardias delante de él se separaron y fue hacia adelante, colocando un pie desnudo detrás del otro a paso lento. Cuando paso por delante de AnsLai, el sumo sacerdote se inclinó de nuevo. ―Y ahora debemos proceder a su limpieza. ―Coge este, tendrás mejor suerte con él. En lugar de dar a Catra el cuchillo que había pedido, el verdugo le entregó uno más pequeño con una hoja lisa. Inclinándose hacia abajo sobre la hoja de la pequeña, trabajó rápidamente, tomando el punto agudo de la navaja de afeitar y tratando de encontrar una fisura o una costura debajo de la pintura. ―Tenemos que hacer esto en otro lugar, princesa ―dijo―. Necesitamos… mierda, quédate aquí.

Ella apenas se dio cuenta cuando salió, su concentración estaba consumida por la delicada operación que estaba realizando. Si lo hacía demasiado rápido o excavaba demasiado, sería la responsable de arruinar lo que había debajo... Por fin, aflojó un poco y luego por completo. Afortunadamente, la tinta que había utilizado por primera vez había manchado el pergamino, hundiéndose en la fibra misma del papel. Cerrando sus ojos se tambaleó, ellos habían manipulado a la bebe también. La recién nacida había sido la heredera legítima al trono de acuerdo con las estrellas. Cuando el remordimiento atravesó a Catra abrió los párpados y miró por encima del hombro. s’Ex estaba de espaldas a ella y estaba luchando con alguien, o mejor dicho, alguien estaba tratando de luchar contra el verdugo. Cuando s'Ex se dio la vuelta, el jefe astrólogo con su túnica roja estaba contra ese enorme cuerpo, encerrado en un apretón tan fuerte que podía oír la respiración dificultosa bajo esa capucha ceremonial. Con un fuerte tirón, s'Ex arrancó lo que cubría la cabeza del macho. Por debajo de los pliegues, el astrólogo estaba aterrorizado y el miedo se hizo aún peor cuando sumo dos más dos y concluyo que estaba buscando a una mujer que nadie podía ver. ―Sí, tengo que matarte ahora que has visto a la princesa ―dijo s'Ex―. Pero primero quiero algunas respuestas. Catra miró hacia abajo las cartas y pensó que lo que había encontrado aquí era algo que al consejero de su madre debería de asustarle más. Tan pronto como se enterara s'Ex... ―Deberíamos decirle lo que hemos descubierto ―dijo s'Ex, arrastrando al pequeño macho con él―. Deberíamos preguntarle por qué las cartas han sido cambiadas. Catra miró al verdugo. Algo en su cara debía haber traicionado sus emociones porque s'Ex frunció el ceño. ― ¿Por qué estas mirándome así? Distraídamente se dio cuenta que el disfraz gris del verdugo se tiñó con más sangre aún. Él no había dudado en deshacerse de cualquiera de los machos que habían buscado atacarle, a pesar de que el mismo los había entrenado, había trabajado con ellos y sin duda podría estar emparentado con ellos. ¿Si revelaba esto que había descubierto?

Bueno, si lo hacía, entonces además del jefe astrólogo y sin duda AnsLai, la reina… La madre de Catra, la hembra responsable de liderar la s'Hisbe... iban a morir y Catra se sentiría... Ella en realidad no sentía nada. Entonces de nuevo la hembra sería su líder, no su padre y la reina había violado las tradiciones para sus propios fines. Era la única explicación, especialmente teniendo en cuenta lo que la mujer le había dicho en la cámara ritual. Catra le habló al jefe astrólogo. ―Estas cartas han sido retocadas, supongo que lo hiciste tú. El macho había vuelto la cabeza hacia otro lado para no verla, pero s'Ex no iba a permitir nada de eso. Mordió su hoja de sierra sosteniendo el arma entre sus dientes y llevó la palma ahora libre al cráneo tirando hasta girar la mandíbula. Luego habló con tono de acero. ―La princesa te ha hecho una pregunta, te sugiero que respondas. Cuando sólo hubo una boca abierta sin palabras, s'Ex miró. ―Cierra los ojos. Ella negó con la cabeza. ―Haz lo que debas, voy a estar bien. s’Ex maldijo, pero entonces él agarró la mano enguantada del astrólogo y la apretó con tanta fuerza que el macho gimió, luego se sacudió y gritó cuando le rompió los huesos. Entonces s'Ex tomó el puñal de los labios y se lo colocó de nuevo contra su garganta. ―Ahora bien, responde a la pregunta. ― ¡Sí! ¡Cambie las cartas! ―gritó el macho―. ¡He cambiado las cartas! Yo no deseaba hacerlo pero la reina me lo exigió. ¡Jure guardar el secreto! ― ¿Lo sabe AnsLai? ―Preguntó Catra. ― ¡No! ¡Él no lo sabe! ¡Nadie lo sabe! La explosión del discurso parecía que no solo se debía a las amenazas a la que se enfrentaba sino al peso de su conciencia que siempre le había perturbado. ― ¡Yo no deseaba esto! ―El macho se puso a llorar―. Es una violación de mi posición sagrada pero ella me dijo que iba a matar a todos los de mi linaje, ella dijo que iba a matar a mi compañera, a mi hijo... a mis padres... ― ¿Por qué cambió las cartas de TrezLath y su hermano? No entiendo por qué era necesario cambiar uno por otro.

―El verdadero elegido, él bebe primogénito del vientre de su madre, iAm, estaba enfermo. No esperaban que viviera más allá de esa noche, mucho menos sobrevivir hasta la edad adulta. La reina quería uno de los gemelos sagrados para ti, santidad, por lo que me ordenó cambiar la carta por la del segundo hijo, que era grande y fuerte. Esa fue la razón. Catra respiró hondo. En el silencio que siguió, sabía que lo que diría a continuación iba a cambiarlo todo. Violentamente. Ella abrió los ojos de nuevo hacia s'Ex. El verdugo era sobrenatural aún y su enorme cuerpo exudaba una calma que tenía la sensación era la que se notaba antes de una tormenta. En una voz totalmente tranquila dijo, ―Dime―. Como si ya lo supiera. Ella se volvió hacia el cuadro, lo enrolló y lo colocó en el cuadro de oro macizo con los demás, entonces se puso de pie y se acercó al verdugo y al macho. ―Dame el cuchillo ―dijo de nuevo a s'Ex por una razón diferente esta vez. ― ¿Por qué? ―Porque lo necesitamos vivo. Ella esperaba que discutiera y se sorprendió cuando s'Ex separó el arma y se lo entregó por su empuñadura sin comentarios. Pesaba casi tanto como la caja. ―Ahora déjalo ir, tienes que dejarlo ir ―dijo―. Él no va a salir corriendo porque yo soy la única que puede salvar su vida. Libéralo s'Ex, te ordeno hacerlo. Cuando el verdugo cumplió con la orden, el jefe astrólogo cayó al suelo como si no fuera más que un rollo de tela y siendo inteligente se arrastró a varios pies de distancia. Cerrando los ojos hacia s'Ex, dijo alto y claro ―Ahora, astrólogo, dile por qué se cambió la carta de su hija.

CAPÍTULO 80

El teléfono estaba sonando. Cuando Paradisse se sentó contra la cabecera de la enorme cama, miró sutilmente hacia el aparato que sonaba sobre el escritorio. Al menos contestar le daría algo que hacer, aparte de sentarse aquí en esta habitación subterránea y esperar algo sobre lo que podría estar sucediendo al caer la noche. Su padre había estado absolutamente lívido cuando todavía se había negado a ir a casa con él, incluso bajo la amenaza contra todos los vampiros por parte de la s'Hisbe. Pero había sentido que tenía que defenderse a sí misma a pesar del cambio de las circunstancias. ¿Si se derrumbaba? Era como si moviera el reloj de su vida hacia atrás. Ella se había pegado a sus armas, incluso cuando él le había recordado que no era necesario, que había perdido ya a su mahmen y que no quería tener que acercarse de nuevo al frio abrazo de la muerte. Cuando ella había pronunciado su último y definitivo ―No iré―, él la había mirado como si fuera una extraña. Y tal vez lo era. Riiiiiiiing. Tal vez era su padre. Se imaginaba que tampoco podía descansar aunque él habría mandado un mensaje de texto o probablemente la habría llamado al móvil. Pasando sus piernas por el borde del colchón, saltó, corrió hacia al teléfono y recogiendo el receptor, dijo: ―Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? Era una voz masculina, pero no la de su padre de sangre. Era la del que había llamado antes de la s'Hisbe, el que había emitido el decreto de guerra con ese extraño acento. ―Tengo un mensaje para su rey, Wrath, hijo de Wrath. La reina desea darle las gracias por el rápido regreso del elegido. El cumplimiento de Wrath es la de un líder sabio y respetado y es un placer para mí asegurarle que ninguna acción militar será tomada por nosotros y que habrá pacto una vez más entre nuestros pueblos. ―Y Colgó. Paradise miró el teléfono.

¿Había entendido bien? Presionando sus dedos en los dos botones del aparato restauró la línea y cuando el tono regresó ella tecleó en los botones el número de su padre o lo intentó. Estaba temblando por lo que no pudo acertar la secuencia de dígitos correctos. Cuando el aparato finalmente sonó de nuevo, se encontró respirando con dificultad. ―Hola… ― ¡Padre! ―Interrumpió ella―. Padre, llamó de nuevo… ― ¡Paradise! ¿Estás a salvo…? ― Sí, sí, ¡Tienes que escucharme! Llamaron de nuevo, de la s'Hisbe… dijo que Wrath le devolvió al... ¿Qué era? ¿El elegido? Ellos dijeron que todo estaba bien, quiero decir, ¡Que cancelaron la guerra! Estúpida manera de decirlo, pensó en la parte posterior de su cabeza, igual que una fiesta de cumpleaños que ha sido cancelada por el mal tiempo. ― ¿De qué hablas? ―Dijo su padre lentamente―. Wrath no va a entregar a Trez. ― ¿Podría haber cambiado de opinión? ―Hablé con él en la madrugada. La hermandad iba a enviar un emisario que iría de día a recopilar información del territorio. Lo que sea que... tendré que llamarlo otra vez. ― ¿Trataras de decirme lo que pasa? ―Lo hare. ―Te quiero ―le espetó. ―Oh, Paradise, yo también te quiero. Mantente oculta. ―Lo prometo. Cuando él colgó teléfono se encontró rezando para tener la oportunidad de pedirle disculpas en persona. Aunque suponía que era su niña de cuatro años interior con ganas de ser una buena chica. No importaba el resultado del conflicto con las sombras, tenía que mantenerse firme. La amenaza de la

guerra era un buen recordatorio de que sólo tenía una vida para vivir, así que sería mejor que la viviese por sí misma. Cuando s'Ex se encontró con la inquebrantable mirada de la princesa decidió que era muy inteligente por desarmarlo y mantener al jefe astrólogo lejos de su alcance antes de que llegara la respuesta que había obligado a contestar al macho. Pero la explicación no era necesaria, sabía el "por qué" de la alteración de la carta. El astrólogo tropezó con sus palabras. ―La niña era la heredera legítima para suplantarla, princesa, pero la reina no quería el linaje de un plebeyo en el trono. Ella sabía que el verdugo era el padre, me obligó a cambiar cuatro minutos y treinta y dos segundos del nacimiento, lo cual pondría a la niña bajo un posicionamiento desfavorable del sexto planeta desde el sol. A la vez, el sonido del llanto lastimero de su hija corría por la mente de s'Ex y luego entró en su torrente sanguíneo. Su pecho empezó a bombear con la respiración entrecortada, cerró sus puños, su corazón dio un vuelco y luego se adaptó al ritmo lento y constante de un asesino. La princesa le dio la espada, sus ojos estaban llenos de dolor, pero también estaban muy firmes. Con una voz temblorosa pero con fuerza le dijo cuatro palabras. ―Haz lo que debas. Ella sabía que acababa de condenar a su madre a muerte. No vacilaría en vengar a su línea de sangre con esta verdad que había salido a la luz. Con la mano derecha agarro la hoja de sierra y giro la punta hacia su cara. Con dos rápidos cortes bajo los huecos de sus mejillas se marcó a sí mismo, una por su hija a quien nunca conocería y otra por el mal que iba a rectificar. Cuando se volvió para descansar en la grieta de la piedra solo tenía un pensamiento y sin embargo se detuvo, aclaro su cabeza y fijó la vista en el jefe astrólogo. Cuando el macho se encogió totalmente aterrado s'Ex dijo: ―Si mi hija iba a ser la heredera ¿Quién sucede a la reina ahora? ―Eeeeeeeeella lo hará. ―El macho señaló a la princesa―. Ella tiene el legítimo derecho al trono, sus cartas no han sido alteradas, habría sido la segunda en la línea de sucesión después de su hija y al morir ella es la heredera legítima. ―Asesinato ―interrumpió él―, de mi hija, querrás decir.

Él echó un vistazo a la princesa. Ella no parecía preocuparse por las repercusiones de lo que acababa de decir, ni siquiera parecía haber oído las palabras de que estaba a punto de convertirse en reina. En cambio, estaba acunando la brillante y delgada caja de oro en el pecho del disfraz de doncella con la cabeza gacha. Las lágrimas golpeaban el metal amarillo brillante cayendo de sus ojos. ―Debes gobernar ―s'Ex anunció―. Debes tomar las riendas de esta comunidad y gobernar adecuadamente. ¿Me escuchas? Supera ese sentimiento prepárate para lo que está a punto de suceder. Su mirada se movió hacia él. ―Ella era mi hermana, ellos mataron a mi hermana... Por un momento s'Ex retrocedió. Era la última cosa en el mundo que esperaba que dijera y de repente, la realidad de que su dolor era compartido le golpeó y le tocó extrañamente. Caminando hacia la princesa le tomó la cara y la llevó hacia la suya. Después de enjuagar sus mejillas, se inclinó y presionó los labios en su frente. ―Gracias por eso ―susurró. ― ¿Qué? Él se limitó a sacudir la cabeza y dio un paso atrás. ―Tú ―Señaló al jefe astrólogo―. Necesitas cuidar de ella, Tú crees en las tradiciones, ¿No odiabas tus mentiras? Demuéstralo asegurándome que sobrevivirá a los diez minutos que va tardar en ser tu reina. Al instante, el macho arrastró los pies por el suelo, se postró y puso su frente en el mármol rojo ensangrentado a los pies de la hembra. ―Por todo lo que está escrito en las estrellas voy a servir a la reina Catra vin SuLaneh etl MuLanen deh FonLerahn hasta el último latido de mi corazón y el último aliento de mis pulmones. s’Ex percibió la sinceridad y supo que la nueva reina iba a estar segura. ―Tienes el atuendo ceremonial aquí, ¿no? El jefe astrólogo respondió al suelo. ―Lo tengo. ―Cógelo y vístela, en veinte minutos la cabeza de su madre va a estar al pie del trono. Trae a Catra allí para que la ceremonia de cambio de poder se pueda completar. ― ¿Y tú? ―le dijo Catra―. ¿Vas a estar allí también? Por favor dime que tú estarás allí.

―Preocúpate por ti misma, mi reina. Tú eres mucho más importante que cualquier individuo en este sitio, este palacio o esta tierra. Con eso, se dio la vuelta y desapareció por el pasadizo oculto.

CAPÍTULO 81

La limpieza y conservación de las armas de un guerrero era un deber sagrado, una forma de honrar la conexión entre el luchador y sus herramientas. Mientras Rhage se sentó con la cabeza doblada sobre la segunda de sus dos favoritas cuarentas, el dulce aroma de detergente metalúrgico era tan familiar como el sonido de su propia voz. A través de la habitación, podía sentir la tensión de su Mary. Pero ella no dijo una palabra. —Tendré cuidado —le dijo, poniendo el aerosol en la caja de limpieza de sus armas—. Lo prometo... Voy a ser muy cuidadoso. Le hizo la promesa a pesar de que sabía que la discreción personal era sólo una parte para sobrevivir a una batalla. Siendo consciente de tu entorno, vigilando tu espalda, tener a tus hermanos cuidándote también, todo eso ayudaba, claro. Sin embargo, siempre estaba el elemento de la suerte. O destino. Suerte Como quieras llamarlo. —Sé que lo harás —dijo firmemente. Él pasó el paño de gamuza por un lado del cañón y por el otro. — ¿Si no vuelvo a casa…? Se detuvo allí. Ella sabía la pregunta que estaba haciendo. Él le había dado lo suficiente para saberlo. —Te encontraré —ella se atragantó—. Te encontraré de un modo u otro. El asintió y pensó que probablemente debería ir hacia ella, pero no soportaba la cercanía. Así eran las cosas, estaba al filo de desmoronarse, y con una rotunda guerra esperándole al anochecer, simplemente no podía permitirse la emoción. —Simplemente no puedo soportar la idea de que salgas lastimado —dijo ella mientras sonaba su nariz con un pañuelo y secaba sus ojos—. Me molesta casi más que la muerte. Bueno, sí, porque se les había concedido ese milagro, pagando sus dividendos cuando la muerte

trató de separarlos. Pensó en Trez y le dieron ganas de vomitar. Dios... la imagen de ese macho vinculado en esa maldita pira funeraria era un tatuaje en su cerebro. Abruptamente, dejó caer su arma y su paño hasta las rodillas. —Soy una persona horrible. De verdad soy un horrible jodido gilipollas. Enfrente, Mary sorbía la nariz otra vez. — ¿De qué estás hablando? Él se obligó a reanudar la limpieza, sobre todo porque si la miraba a los ojos, no iba a decirlo. Diablos, tal vez no lo diría, aunque nunca podría ocultarle cosas. —Yo, ah... Odio lo que pasó con Trez y Selena. Lo mismo que con Tohr. De la nada, se recordó sentado en la elegante clínica RV de Manny, exigiéndole al doctor que salvara a la elegida. Como si al pedir al tipo que encontrase una cura, eso fuera a suceder. Luego tuvo una instantánea de Layla, abrigada por fuera mientras que las llamas rugían en el cielo. Layla embarazada, embarazada de gemelos de Qhuinn, por el jodido amor Dios. Ella parecía como si fuera a desaparecer desde el luto por la muerte de su hermana, hasta el punto donde Rhage no era el único preocupado por su embarazo, su vida, los bebes. —Soy un idiota —susurró. —Háblame, Rhage. —Estoy feliz porque no éramos nosotros —se ahogó—. Tanto como los amo a todos ellos, y lloro con ellos... estoy jodidamente contento de que no te perdí... Las lágrimas brotaron de sus ojos. Y su shellan se acercó a él. Mientras ella tomaba su arma y la ponía a un lado y envolvía los brazos alrededor de él, murmuraba palabras de apoyo en su oído, él se sintió incluso peor. Sólo le recordaba lo que Trez nunca iba a tener otra vez…

¡Boom! ¡Boom! ¡Boom! —Rhage —V ladró desde afuera en el pasillo—. Trez se ha entregado. Rhage se enderezó y desecho sus lágrimas. — ¿Qué? Moviendo a Mary fuera del camino, saltó a la puerta y la abrió. — ¿De qué diablos estás hablando? —Me has oído, reunión en el despacho de Wrath. Ahora. Mientras el hermano iba a salir corriendo, Rhage agarró el brazo de V. — ¿Estás seguro? —La llamada acaba de llegar de la s'Hisbe. — ¿Lo sabe iAm? Eso detuvo al hermano, y miró hacia arriba hasta el techo. —Mierda. — ¿Estás seguro de que Trez no está en la casa? —No, se ha ido. Revisé las cámaras de seguridad. Dejó su teléfono móvil en los escalones de piedra y desapareció hace una hora. —Santa... mierda. Está bien, está bien... —Pero no estaba seguro si eso era cierto. Tal vez no habría guerra…pero ¿qué pasa con las sombras? ¿Sus dos sombras? —Déjame ir y decírselo a iAm —se oyó decir mientras él miró a Mary. — ¿Quieres que te acompañe? —dijo ella. —Sí, quiero. iAm se despertó con dos pares de zapatos al nivel de los ojos. Unos eran un par de shitkickers grandes como sillones reclinables. Los otros eran zapatillas Coach, con el logo en gris y negro, y tiras de Velcro en lugar de cordones. Mientras él levantaba su cabeza, miró Rhage y Mary. — ¿Qué hora es? Mary se arrodilló, y esa fue su primera pista de que cualquier mensaje que ellos le fueran a dar era malo, malas noticias.

Sin embargo, Rhage fue el único que habló. —iAm... tenemos razones para creer que tu hermano se ha entregado. Las palabras se filtraron a través de su mente en una serie de crujidos y golpes erróneos, la combinación de sustantivos y verbos y otras cosas sin sentido. —Lo siento, ¿qué dijiste? Cuando se sentó, la botella que había estado acunando rodó, golpeando en las botas de Rhage. —Recibimos noticias desde el Territorio, la reina ya no va a atacar porque Trez ha regresado voluntariamente a la s'Hisbe… —Jesucristo. Saltando sobre sus pies, los empujó e irrumpió en la habitación de su hermano. La cama estaba desordenada y las puertas del armario estaban abiertas y absolutamente, positivamente no había rastro de Trez. —No, no, ¡Se suponía que nos marchamos! —gritó a nada y a nadie—. ¡Estoy arreglando todo! ¡Íbamos a marcharnos! Cuando él se volvió, los dos estaban en la puerta. La voz de Mary creció estridente, como si ella supiera muy bien que él no era capaz de seguir lo que ella decía de otro modo: —Sabemos que vas a querer ir tras él. Pero antes de hacerlo… Se fue hacia fuera de la habitación, dispuesto a acribillarles si tenía que hacerlo, por mucho que apreciase su preocupación. Pero Rhage cogió su brazo y lo tiró atrás. —Deja que te arme primero. Y Lassiter va contigo. Él puede salir a la luz del sol. iAm iba a discutir cuando pensó que, bueno, claro. —Estamos todavía dispuestos a apoyarte, mi amigo —el hermano dijo tristemente—. No estás solo en esto. Por un momento, iAm no podía entender lo que decía el tipo y entonces se dio cuenta, mierda.

Si él volvía allí y sacaba a Trez... la reina en represalia, probable atacaría Caldwell. Y entonces estas personas estarían bajo asedio. — ¿Por qué lo hizo? —iAm gimió—. ¡Oh, Dios mío! ¿Por qué lo hizo? Mary tomó su mano. —Debe haber averiguado algo sobre la amenaza. De alguna manera debe haber escuchado algo en la casa. iAm cerró los ojos. —Esto tiene que parar. Esta maldita cosa tiene que parar. ¿Porque asumiendo que Trez había caído finalmente bajo la espada con la que había sido maldecido? El tipo iba para emparejarse y tener sexo con la única mujer que iAm había amado. Porque él y su hermano tuvieron una suerte así. Sip. —Vamos —dijo Rhage—. Vamos por algunas armas para ti. Lassiter ya espera. Lo que sucedió a continuación fue toda una neblina vertiginosa. Hasta el segundo piso. Fundas con cinturón sobre sus caderas, alrededor de sus hombros. Armas. Cuchillos. Un abrigo largo de cuero negro que cubría todo. Luego fue hasta el vestíbulo, donde el ángel caído fue igualmente adornado y no hizo bromas en absoluto. Justo antes de que salieran, Rehvenge se acercó y lo abrazó. —Tengo que quedarme aquí. En el caso de las sombras ataquen Caldwell, necesito poder mandar mis devoradores de pecados a defendernos durante las horas de luz. Joder. La miseria privada de su hermano y suya había envuelto a tantos. —Lo siento mucho —dijo iAm, echando un vistazo alrededor a los hermanos. Wrath. El resto de la familia—. No puedo creer que os causemos esto. Rhage meneó la cabeza. —Nos tenemos. Hacemos lo que debemos para cuidar a los nuestros. La conversación terminó e iAm y Lassiter salieron a través del vestíbulo y las escalinatas de la mansión. El ángel caído le tendió su mano y le agarró el brazo. —Prepárate a montar. Frunciendo el ceño, iAm echó un vistazo al macho de melena rubia-morena. — ¿De qué estás

hablando…? En un instante, fue consumido por un rayo de sol y salió de allí sin ningún control, pensamiento o voluntad propia... ... rumbo a la casa que odiaba y el destino contra el que aún estaba luchando.

CAPÍTULO 82

Las gemas eran frías y pesadas. Mientras el jefe astrólogo cubría a Catra con malla tras malla de platino con diamantes, zafiros, esmeraldas y rubíes, a ella cada vez le costaba más respirar. Aunque probablemente era más porque la enormidad de lo que estaba sucediendo, la hundía más que el peso de las túnicas ceremoniales. La parte final del vestido de la reina era un fino velo que caía sobre la cara como una brisa. —Está hecho —dijo el astrólogo. En circunstancias normales, el atuendo habría sido entregado en los aposentos de la reina y limpiado y preparado para la portadora por una flota de criadas. Pero esto no era normal. ¿Estaba la reina muerta ahora? ¿Cómo ocurrió la muerte? Mientras esas preguntas rondaban su cabeza una y otra vez, otra vez, ella… — ¡Ha llegado! ¡Ha llegado! Fuera en el pasillo, el sonido de múltiples voces gritando lo mismo llenó el denso silencio de la cámara. Frunciendo el ceño, recogió los faldones y caminó adelante, sólo para recordar que no podía activar la puerta del pasillo. — ¿Podrías abrirla por favor? —Ahora mismo, su alteza. El jefe astrólogo se adelantó, colocó su mano en la pared y el panel suavemente se abrió. — ¡El Ungido ha llegado! Fuera había un auténtico caos, gente corriendo y saltando de alegría, una celebración estallando. Por una fracción de segundo, se quedó en la puerta, asimilando todo antes de recordar que había una matanza en

la sala circular detrás de ella. — Ven aquí, silbó al Astrólogo. Justo cuando él la atravesó, la puerta se cerró automáticamente, y la presencia de ella fue notada por las multitudes que corrían arriba y abajo por el corredor. Todo el mundo se detuvo. Cayeron al suelo. Se postraron. Cuando los ciudadanos comenzaron a murmurar el saludo requerido a la realeza, asumieron claramente que era la reina actual. Mientras que caía en la cuenta, también lo hizo otro pensamiento. — La limpieza... Ella se separó y se obligó a bajar su voz. — ¡Oh!, estrellas en el cielo, van a limpiarlo… rápido, ¡Debemos ir al sumo sacerdote! El astrólogo no hizo ninguna pregunta. Simplemente la siguió mientras ella corría a través del Palacio. Afortunadamente para ellos, su presencia llevó consigo una ola de genuflexiones, y lo que habría sido un viaje congestionado se liberó por el hecho de que todo el mundo, desde cortesanos principales a los sirvientes, caían al suelo en cuanto la veían. La cámara sagrada de AnsLai no estaba lejos de la sala ceremonial, y cuando ella llegó, fue a poner su mano en la pared pero el astrólogo se agachó primero y encontró el lugar con la palma de su mano. Mientras el panel se deslizaba, vio a un gran macho desnudo tendido sobre una losa negra de mármol, con los brazos a sus lados y los pies juntos. AnsLai estaba enfrente, de pie junto a una hoguera, con ambas palmas hacia los cielos mientras susurraba un ensalmo. — ¡Parar! dijo ella. ¡Te ordeno que lo dejes! El sumo sacerdote se volvió y rápidamente cayó de rodillas. — Su alteza, pensé que estaba en la sala ritual… Catra corrió hacia el macho que yacía con los ojos cerrados.

— Dime que no lo has limpiado… — Yo sólo he administrado la solución a sus venas… — Oh, no, no, no, —dijo ella—. ¡No! — ¿De qué está hablando su Alteza? —dijo el sumo sacerdote, estirándose—. Ha estado en el exterior durante décadas. Es impuro para aparearse con su hija… — No es el ungido. Mientras hablaban, el macho por el que discutían giró la cabeza lentamente hacia ella. Y así fue como finalmente le conoció, después de todo estos años, TrezLath. —Lo siento, —musitó hacia él, agachándose y estrechando su mano—. No lo hice a tiempo… Lo siento... Mientras Trez yacía sobre la mesa, sintió un ardor en el interior de su antebrazo desde donde ellos le habían inyectado usando una aguja sorprendentemente moderna, una aguja del mundo humano. Él había asumido, dado cómo era de antiguo el ritual, que hubieran preferido una especie de caña o jeringuilla de metal antiguo hecho a mano. Pero no. Era en realidad precisamente de la misma clase con la que su Selena había sido inyectada. Al instante, sintió el veneno en sus venas, y como el veneno de la mordedura de una serpiente, no tardó en expandirse, multiplicarse, y tomar el control. Debilitado como estaba por el dolor y el esfuerzo, comprendió que había una buena posibilidad de que no sobreviviera a esto. Y eso le hizo centrarse en el techo por encima de él. Es curioso, cada vez que imaginó este ritual, siempre había sido con él atado. Extraño donde había terminado. Ahora, dio la bienvenida al dolor que llegaba porque podía ser su billete de vuelta a Selena. Los rumores decían que no podías entrar en el Fade si cometías suicidio, ¿pero si eras asesinado?

No es tu culpa. Había, por supuesto, una cuestión existencial a ser tenida en cuenta: ¿Al ser ellos, procedentes de diferentes tradiciones, podrían de hecho encontrarse al otro lado de la vida? Si había otro lado. Pero si la fe tenía algún poder, iba a creer que se encontrarían. Bien podría quedarse con esa idea. Poco a poco, se dio cuenta de otras dos otras presencias en la habitación con él y AnsLai. Y uno de ellos brillaba de la cabeza a los pies con un arco iris de colores. La reina. Ella comenzó a hablar con AnsLai después de que el sumo sacerdote se inclinó ante ella. Y entonces AnsLai se fue enderezando, hablando, mirando alarmado... entrando en pánico. La reina se acercó a Trez, y después de toda una vida de odiar a la hembra, pensó alcanzarla y tratar de estrangularla. Pero no tenía la fuerza. Sobre todo, no mientras el dolor se intensificaba aún más. No había intentado moverse, pero comenzó a retorcerse, su cuerpo tratando de escapar del veneno. Y entonces de repente su cubierta entera de carne estaba ardiendo desde el interior. Lo último que recordaba era más gente corriendo en el cuarto, y ellos no se postraron en el suelo. Miraban a la reina confundidos. Y entonces el jefe astrólogo en su túnica roja los dirigió a todos. Un momento después, ellos golpearon el suelo delante de la hembra. Oh, ¿qué importa?, pensó Trez. Qué importancia tenía nada de esto, ni siquiera el dolor monumental... importaba.

CAPÍTULO 83

Ese ángel caído los llevó al Territorio. Y mientas se materializaba, se dio cuenta de que fue una buena idea que Lassiter hubiera tomado el control del vuelo. Con su hermano en las garras de la reina, dudaba que él hubiera sido capaz de concentrarse lo suficiente para desmaterializarse. —Me hago cargo desde aquí —dijo iAm. —Te cubro la espalda. Con un gesto de gratitud, iAm avanzó sobre la entrada principal de la s'Hisbe. Entre las cosas que la hermandad le había dado como regalo de despedida estaban un par de kilos de explosivo plástico C4. Todo lo que tenía que hacer era poner una ración o dos a las enormes puertas y… Como si la entrada a la s'Hisbe quisiera evitar daños corporales, las dos mitades gigantes se dividieron y se abrieron. Pero no era una salida casual de alguien al otro lado. s'Ex estaba de pie alto y orgulloso, el guardián perfecto de las tierras de la reina. Excepto... que algo andaba mal. El hombre llevaba la clase de farshi que visten los criados y que había usado iAm antes y estaba goteando sangre. También había una daga dentada, en su mano manchada de rojo que era tan larga como el antebrazo del macho. —No tenemos mucho tiempo, por favor —dijo el macho con urgencia. Normalmente, iAm se habría pensado dos veces ir a ningún sitio con un Grim Reaper141 así. Pero ya había confiado en el macho una vez y estaba claro que había un golpe de estado en juego. Sacudiéndose, él y Lassiter siguieron al verdugo por el complejo del palacio y entraron en el recinto por una puerta oculta. Una vez dentro, s'Ex los llevó a través de corredores que estaban completamente vacíos.

No había sirvientes. Ni cortesanos. Y s'Ex sin preocupación aparente de que ellos pudieran ser detenidos, cuestionados... amenazados. El macho había perdido la cabeza o... — ¿Qué diablos está pasando aquí? —exigió iAm. —Tú eres el ungido, no tu hermano. iAm paró tan rápido que Lassiter tuvo que saltar a un lado para no derribarle. — ¿Qué? —No hay tiempo. Tu hermano está siendo limpiado… está a las puertas de la muerte. Si quieres decirle adiós, debes apresurarte. Mientras iAm se quedó allí, como si alguien le hubiera desconectado, Lassiter y s'Ex le agarraron por debajo de los brazos, levantaron sus pies sobre el suelo y se lo llevaron. Un segundo más tarde, volvió en sí y se soltó de sus guardias, tomando el control sobre sus propios pies. —No es posible —gritó sobre los embates de sus pisadas. —La reina falsificó las cartas. Tú eras el ungido todo el tiempo… pero se suponía que no ibas a vivir mucho tiempo después de tu nacimiento. Trez fue la mejor apuesta para la reina y para tus padres. De repente, ellos irrumpieron en la sala principal de audiencias y iAm encontró sus pies trastabillando nuevamente. Arriba del estrado... su Maichen, la princesa… Cristo, quienquiera que fuese, tenía la corona del Territorio colocada sobre su cabello oscuro. Mientras unas dos mil sombras cayeron de rodillas sobre las alfombras de seda, inclinando sus cabezas en gesto de súplica. —Ella lo ha resuelto —dijo s'Ex—. Lo ha resuelto todo… aunque casi le costó la vida. ― ¿Dónde está la anterior reina? —A los pies de la hija. Fue entonces cuando vio la cabeza cortada al lado, ojos negros, mirando a la multitud, pero sin ver nada.

—Yo creo en el destino —dijo el verdugo—. Creo en las estrellas. Esta es la forma que tenía que ser. iAm se sacudió. Esto era realmente demasiado y nada de ello le concernía realmente. Trez, por otro lado. —Mi hermano... —Por aquí. Cuando finalmente iAm irrumpió en la habitación donde estaba Trez, perdió su aliento. Su hermano, su sangre, estaba en una mesa de mármol, ese gran cuerpo retorciéndose de dolor. Su primer pensamiento fue que le recordaba a Selena, la manera en que ella se había contorsionado. iAm corrió sin reconocer a las otras personas que estaban alrededor. Estrechando la mano de Trez, cayó de rodillas. —Trez... ¿Trez...? Pero no llegaba a su hermano. Él se había ido, vivo pero se había transportado a otro lugar, como si su cuerpo hubiera emitido una orden de desalojo temporal. —No, —se oyó decir—. No después de todo esto... Trez, eres libre... puedes quedarte conmigo, somos libres... Joder. Bueno, alguna clase de libertad si él era el ungido. Pero no podía preocuparse por eso ahora. —No me dejes, mi hermano. —... antídoto. Tendremos que ver. iAm miró hacia arriba y vio a AnsLai, el sumo sacerdote, de pie en el otro lado de la mesa. — ¿Qué? —Le di el antídoto tan pronto como lo supe. —el macho echó un vistazo a s'Ex—. Pero puede que sea demasiado tarde. Estaba en un estado debilitado cuando llegó aquí. iAm comenzó a hablar, balbuceando sobre... mierda, no sabía qué. Era todo lo que podía hacer.

Mientras su hermano se retorcía y se giraba, brazos y piernas retorciéndose, soportando un dolor que iAm no podía ni siquiera imaginar, estaba impotente. Tan impotente. — ¿…lo ves? —AnsLai le preguntó más tarde. — ¿Qué? —dijo en una voz que era ronca. Suponía que no había parado de hablar. —Tus padres de sangre. Han oído que estás dentro del Territorio, que eres legítimamente el ungido y les gustaría… iAm desnudó sus colmillos y miró a los preocupados ojos del sumo sacerdote. —Dile a esos dos, que si quieren vivir, nunca se acercarán a mí o a mi hermano otra vez. ¿Entiendes? Les dices que lo único que podría distraerme de Trez ahora sería asesinarlos allí donde estén. El sumo sacerdote palideció. —Sí. Por supuesto iAm se enfocó en su hermano. Y prosiguió diciendo tonterías. Al igual que había hecho Trez con Selena cuando estaba en las garras de la muerte. Algún tiempo después, era vagamente consciente de que una mujer entró en la habitación. Sabía quién era por el eco de su propia sangre, pero no admitió reconocerla. Estaba demasiado consumido intentando mantener a Trez en el planeta cuando, sin duda, el macho estaba ocupado trabajando para llegar al otro lado.

CAPÍTULO 84

Trez obtuvo su deseo. En el curso de su perecer por la purificación, aprendió eso, de hecho, había un Fade. Y sí, la gente de diferentes tradiciones y creencias iban todas al mismo lugar. En algún punto, el dolor se volvió insoportable y su cuerpo se derrumbó y la abrupta falta de cualquier sensación fue una conmoción. Aun así, le daba la bienvenida al letargo. Y a la sensación de volar. Elevándose. Estaba flotando hasta que se encontró a sí mismo en un vasto paisaje blanco, un paisaje nebuloso que, mientras caminaba, hacía que se sintiera ingrávido y lo contrario. Enseguida, una puerta le fue presentada ante él. Una puerta con una manilla que instintivamente sabía que si la giraba, le permitiría entrar en lo que estaba más allá y de ese modo nunca, nunca regresar a la tierra. Y así fue cuando vio a Selena. Su rostro y forma se le aparecieron no en la puerta, sino que dentro de ella, como si incluso cerrada, el panel contuviera un espacio tridimensional. Instantánea alegría. Y lo mismo para ella, su sonrisa se propagaba a través de la distancia entre ellos, su contacto visual se transformaba en una caricia que sintió a través de su cuerpo. Ella estaba sana. Estaba fuerte. Estaba entera. — ¡Mi reina! —gritó, intentado alcanzarla. Pero ella extendió su palma deteniéndolo. —Trez, tienes que quedarte. Él retrocedió. —No. Tengo que estar contigo; esa es la manera en la que se supone que debe ser... —No. Tienes más cosas que hacer. Hay cosas que necesitas hacer, gente que tienes que conocer. Tu viaje no ha terminado. —Seguro como la mierda. —Lo miró cuando maldijo. La manera de hacer completa la fantasía

de la reunión en el Paraíso—. Estás muerta y yo quiero estar contigo. —Voy a estar aquí, esperando por ti —Ella volvió a sonreír y lo calentó nuevamente—. Donde estoy es maravilloso... Eché a volar gracias a lo que hiciste, por la manera en que me liberaste. Me encontré volando y soy libre, y voy a esperar por ti hasta que finalices tu viaje. —No —gimió él—. No puedes hacerme regresar. —No tengo ese poder. Pero tú sí. Haz la elección de permanecer allí abajo, tienes que cuidar de iAm. Tienes que restituirle todo los años que estuvo ahí para ti. No es justo que lo dejes solo. Nunca estaría en paz y se lo ha ganado. Bueno, maldición. Ese era probablemente el único argumento que ella podía haber hecho que tuviera una oportunidad de conseguir llegar a él. Mierda. — ¿Qué pasa con nosotros? —gimió. Incluso aunque era egoísta. Infantil—. ¿Qué pasa conmigo? No soy nada sin ti. —Acudiré a ti en el cielo nocturno. Búscame allí. —Déjame tocarte... —Toma la decisión correcta, Trez. Tienes que hacer la elección acertada. Tienes una deuda que pagar con el único que has amado toda tu vida. —Pero te amo —dijo con un nudo en la garganta, comenzando a llorar. —Y yo también te amo, para la eternidad —Su sonrisa reverberó a través de él—. Hasta el infinito y más allá, ¿recuerdas? Te estaré esperando aquí y por cualquiera otro que ames. Eso es lo que el otro lado es. Es solo amor. —No te vayas. Oh, Dios, no me abandones de nuevo... —No lo hago. Estamos separados, pero no perdidos o verdaderamente alejados. No estés de luto por mí, mi amor. No he muerto... — ¡Selena!

Cuando iAm escuchó el grito, se irguió de la base de la lápida. Mierda, qué clase de salvador era. Se había quedado jodidamente dormido agarrado a su hermano... — ¿Trez? —dijo, cuando se dio cuenta de que el hombre, por algún milagro, había recobrado la consciencia veinticuatro horas después de la purificación. Su hermano estaba llorando, lágrimas manaban de sus ojos, rodando por sus mejillas. — ¿Trez? ¿Has vuelo? — iAm se puso de pie y se inclinó hacia el hombre—. ¿Trez? Esos hundidos ojos negros se desplazaron hacia los suyos, y hubo un largo momento en el cual Trez parecía luchar para discernir lo que era o no real. — ¿Trez? —Susurró iAm, repentinamente preocupado por si el veneno le hubiera devorado el cerebro— . ¿Estás...? De repente esos largos y fuertes brazos lo envolvieron y lo alzaron. Y su hermano lo estaba abrazando. Y le estaba hablando. —Estoy aquí, estoy aquí, estoy aquí… por ti, estoy aquí… Al principio no se le entendían las palabras, pero entonces... —No te voy a abandonar —dijo Trez con una voz áspera y rasposa—. Estoy aquí y no te voy a dejar. Oh… mierda. Eran las palabras que iAm le había dicho al hombre en numerosas y diversas formas en el curso de su vida juntos, palabras que habían sido representadas por las acciones que había hecho y los días que había estado preocupado, y los años que había pasado simplemente rezando que pudieran pasar otra noche. iAm se derrumbó en el pecho ahora cicatrizado de su hermano, sus rodillas de repente no lo sostuvieron. En sus fantasías, se había preguntado cómo sería estar libre de la maldición de cuidar a su hermano. Había tenido una variedad de iteraciones142. Ninguna se había acercado a la realidad. El acto de repetir un proceso con el objetivo de alcanzar una meta deseada, objetivo o resultado. Cada repetición del proceso también se le denomina una "iteración", y los resultados de una iteración se utilizan como punto de partida para la siguiente iteración.

CAPÍTULO 85

Era alrededor del mediodía cuando Mary salió de la mansión de la hermandad y los hermanos sombras regresaron. Rhage había enviado a su shellan a Havers, después de decirle que no, que de verdad él estaba completamente bien, cuando el control de seguridad de la entrada principal se disparó. Excusándose de la multitud agitada de sus hermanos en la sala del billar, supero a Fritz hacia el monitor y en el instante que vio aquellas dos caras oscuras, gritó. ― ¿Quién es? ―Preguntó Butch. ― ¿A quién hemos estado esperando? Liberando las cerraduras, se posicionó a la derecha de las puertas interiores y allí estaban, se veían como una mierda, demacrados y con sombras ojerosas como eran sus personalidades. Duros, resistentes, fuertes. Pero ellos estaban vivos, estaban juntos y ver los ojos de los dos allí de pie, caminando y hablando, aliviaba un poco la presión que se había montado en su pecho las noches anteriores. ―Hey, mi hombre ―dijo, abrazando al más cercano y luego al otro. La voz de Trez era fina pero lo suficientemente fuerte. ―Hey, gracias por todo. ―Muchas gracias por… ―Trez, amigo que bueno verte… ―Jesucristo… que historia… ―iAm bienvenido de regreso Y ahí estaban la hermandad saliendo de la sala de billar, junto con las mujeres de la casa intercambiando saludos como si fueran supervivientes de la guerra o casi supervivientes de la guerra... ―Oh, Dios mío, los dos han retrocedido en el tiempo como Steve Wilko Todo el mundo se detuvo y miró a Lassiter, que estaba de pie en el arco desnudo hasta la cintura con

nada más que pantalones de cueros negros, con una gorra de béisbol con “I’M HORNY” escrito en el plateado de la visera que sobresalía de la parte frontal de la cabeza y un par de pantuflas de peluche gigantes en sus pies que si lo ponía juntos formaban un dálmata completo. El ángel había regresado hacía doce horas diciendo que los dos estaban a salvo pero no dijo que Trez fuera a conseguirlo y por una vez “caraculo” parecía total y completamente devastado por algo, hasta el punto que había estado inconsolable. En el silencio después de aquel feliz anuncio de TV, Trez miró al otro lado del vestíbulo y después se echó a reír. El pobre diablo rió tan fuerte, que tuvo que envolver sus brazos alrededor de su cintura y limpiar las lágrimas de sus ojos. Cuando todo el mundo se unió, la sombra inclinó la cabeza hacia el techo y dijo: ―Gracias mi reina, necesitaba esto. Luego se acercó al ángel caído y abrazó al tipo. Las palabras que fueron dichas eran tan serias que Lassiter esquivo su mirada porque parecía romperse. Pero entonces el burro rompió el contacto y dijo ―Ahora saca tus manos de mi culo, no soy esa clase de chica. Y eso golpeó la dinámica del resto del día, más bien como si pusieran una venda sobre una herida, la familia se envolvió alrededor de las dos sombras atrayéndolos a la sala de billar y ofreciendo alimentos y bebidas. Estaba claro que, a pesar de ese momento de levedad a Trez le dolía mucho. Llevaba algún tipo de traje gris y su piel era casi del mismo color que la tela. Pero parecía decidido a estar presente y participar. iAm, por otra parte, parecía tener un caso grave de vértigo. Al igual que un hombre que acababa de bajar de un barco que había sufrido un fuerte oleaje, apoyándose en varias cosas, la mesa de billar, el sofá, el bar. Declinó la oferta de alcohol y tomó Coca-Cola en su lugar. Rhage estaba condenadamente feliz de que estuvieran en casa en una sola pieza, pero aun así el macho no estaba para interactuar demasiado. Pensó que era debido a la incursión en la escuela preparatoria de la sociedad lesser con Assail y esos dos primos suyos. Bien podría ser una masacre histórica.

Y luego siempre estaba la banda de bastardos en su mente. Incluso si él y sus hermanos mataran a todos los lesser y el Omega se tomara el tiempo necesario para recuperar las pérdidas aún estarían Xcor y sus muchachos para preocuparse. Pero la realidad era que todavía no se sentía bien y después de un tiempo se dio cuenta de que no era el único. Layla estaba igualmente de pie en la periferia, con una mano sobre su vientre y sus ojos hacia el frente pero no muy centrada en nada. ― ¿Estás bien? ―Le preguntó mientras se acercaba a ella―. ¿Es necesario que llame a Doc. Jane o algo así? Cuando ella no respondió, él se inclinó, ― ¿Layla? Ella saltó y el extendió la mano para calmarla, mientras ella murmuraba, ―Lo siento, ¿qué? ― ¿Estás bien? ―Oh sí. ―Ella le dio el mismo tipo de sonrisa que le había dado su Mary―. Estoy bien. Estuvo tentado de mandarla a la mierda, pero no habría apreciado que nadie le hiciera eso a él. ― ¿Quieres que llame a Qhuinn? El macho y Blay estaban hablando con iAm, ambos asintiendo con la cabeza, sólo para retroceder en shock como si no pudieran creer la historia que, hasta ahora, había sido contada indirectamente por Steve Wilko en PR con el símbolo fálico en su frente. ―Oh no, no gracias. Rhage notó que estaba afectada, pensó, hombre. En realidad era tan egoísta como pensaba que era. Ella había perdido a su hermana de sangre Selena hace apenas unos días. Por supuesto, ella se vería tan devastada como Trez se veía. De pie junto a ella, Rhage deseaba poder ayudarla de alguna manera, pero le preocupaba ser incapaz de hacer cualquier cosa por ella, cuando él aún estaba definiendo este cambio sísmico que estaba de alguna manera produciéndose bajo su piel. Aparentemente, todo seguía igual y todo estaba bien pero se sentía como un hombre diferente sin una buena razón y eso...

...Lo encontraba aterrador.

*** Al otro lado de la ciudad, en la mansión Tudor de Abalone, Paradise estaba sentada en la cama de su habitación mirando la pared de enfrente. Se supone que debería estar feliz. Según su padre, la amenaza de la s'Hisbe había sido neutralizada y todo el mundo estaba a salvo, pero ella estaba completamente nerviosa. Por supuesto, se había mudado de vuelta a casa. A pesar de su postura de independencia tan marcada, la realidad de vivir lejos de su padre en tiempos de incertidumbre era demasiado peligrosa y esto era un paso atrás en su autonomía. Al menos todavía tenía su trabajo… El golpe en la puerta fue tranquilo. ― ¿Sí? ―Dijo. A medida que los paneles se abrieron a lo ancho, su padre apareció en medio de las puertas. Estaba con su albornoz de seda azul marino, el que tenía el escudo de la familia cosido en el pecho y el lazo era tan largo como el dobladillo. ― ¿Sigues estando despierta? ―Preguntó. ―No podía dormir. ―llevas así mucho tiempo. ―Sí. ―Él vaciló, mirando alrededor de su habitación como si estuviera viendo por primera vez el espacio conocido―. ¿Puedo pasar? ―Por supuesto, estás en tu casa. ―Nuestra casa ―corrigió suavemente. Cuando sólo llegó hasta el borde de la alfombra bordada que cubría el suelo, ella frunció el ceño. ― ¿No te sientes bien?

Él abrió la boca para hablar, la cerró y lo intentó de nuevo, fallando Ella movió sus piernas por encima incorporándose. ― ¿Padre? Su padre finalmente avanzó adelante y fue entonces cuando ella vio que tenía algo en su mano. Un pedazo de papel. En lugar de una respuesta le ofreció lo que tenía en la mano. ― ¿Qué es esto? ―Dijo mientras tomaba la cosa. Mirando hacia abajo, ella frunció el ceño. ― Oh... Dios mío ―respiró―. Mi Dios... Era la solicitud al programa de formación de la hermandad y él la había rellenado completamente con su propia mano. Para ella. ― ¡Padre! ―Saltando, ella le echó los brazos al cuello―. ¡Gracias! ¡Gracias! Él se aferró a ella. ―Es una cuestión de seguridad ―dijo más o menos―. Yo sólo... tienes razón, tienes que aprender a luchar. La idea de que en algún momento posiblemente no estés protegida de alguna manera... ― Él se echó hacia atrás―. Tienes razón, tienes que aprender. Era evidente que eran las palabras de Peyton, echando pestes ante la idea pero eso era lo que hacía el gesto tan grandioso. A pesar de que tenía miedo iba a dejarla ir de todos modos. ―Gracias, ―dijo ella, agarrándose a él―. Tendré cuidado. Lo prometo. Suponiendo que entrara. Por Dios, sería mejor que empezara a trabajar ya, si quería pasar los requisitos de la prueba física. ―Lo prometo ―repitió―Tendré cuidado. ―Estaré rezando por eso ―se quejó―. Todas las noches. ― ¡Te amo, Padre! Cerró los ojos como si estuviera en una montaña rusa que no estaba seguro de que pudiera manejar. ―Y tu mí querida Paradise tienes mi corazón.

CAPÍTULO 86

La reina Catra vin SuLaneh etl MuLanen deh FonLerahn se sentó sola en su habitación, el silencio en torno a ella se había creado al pedir a sus doncellas y sirvientes que la dejaran sola. No se mudó a la suite de la antigua reina, no, la había convertido en un vivero para los niños de los sirvientes del palacio. De esa manera los preciosos pequeños estarían cerca de sus padres y por primera vez, los trabajadores no tendrían que dejar a sus hijos e hijas con familiares o en instalaciones frías y oscuras como cárceles cerca de la zona pobre de sus viviendas. Sin embargo ese no había sido su primer decreto, no. Lo primero que había hecho después de aceptar el manto de liderazgo sobre su pueblo fue abolir la maldición del elegido. Había dejado a iAm libre. No es que él lo supiera, todos los demás en la s'Hisbe lo hacían, sin embargo, así al menos que quisiera jamás tendría que preocuparse por verla a ella o al Territorio de nuevo. Cada aliento que tomaba le dolía. Estrellas del norte que tanto daño habían hecho por la codicia. La buena noticia supuso que era que ella, en acuerdo con s'Ex, a quien había elevado a una posición equivalente a la de rey a pesar de que obviamente no se emparejarían estarían velando para que nadie más fuera tratado nunca tan caprichosamente y sin la debida atención. Y como nunca tendría bebes no tendría que preocuparse porque algún tipo de gen latente malo apareciera. De hecho, con iAm fuera de escena estaba dispuesta a ser célibe. ¿Quién más la iba a querer, de todos modos? Había conocido a su pareja, incluso estaba decretado por las estrellas. ¿Que él no la quería? Bien, el destino de alguien no pertenecía a otro, sin importar las emociones involucradas. Cuando la puerta se abrió y una ráfaga de olores a comida seguida de un siervo penetró ella frunció el ceño y miró la hora en el antiguo reloj de cuerda de su tocador. Había estado sentada aquí durante horas.

―No tengo hambre ―dijo sin mirar sobre el hombro―. Pero se lo agradezco Cuando sintió que la figura no se había movido de la puerta, echó un vistazo a la túnica de sirviente masculina. ―Gracias ―repitió aturdida―. Pero todavía no tengo hambre. Por favor regrese a la cocina… no, espere, ofrézcasela a sus compañeros y compañeras En lugar de inclinarse y agacharse el macho se acercó más, el panel de la puerta corrediza se cerró detrás de él. Luego lentamente se puso de rodillas, dejó la bandeja delante de él y estiró su torso por completo en el suelo de mármol hacia ella. Y fue entonces cuando sintió el eco de sí misma en la sangre. A menos que se confundiera. Espera... estaba esto verdaderamente… ― ¿iAm? ―Susurró con voz ronca―. iAm, ¿eres tú? La figura masculina se enderezó y se quitó la capucha, y cuando ella juntó las manos en su cara rogó para que no se hubiera quedado dormida y sólo estuviera soñando. Porque sus ojos, esos almendrados hermosos ojos negros, brillaban con amor. ―Entonces ―dijo con esa maravillosa voz suya―. Escuché que me degradaron. ―Lo siento ¿qué? ―s'Ex me llamó, me dijo que he sido degradado. Supongo que no soy el elegido ya, ¿eh? iAm se puso de pie y se acercó a ella, su gran cuerpo haciendo que las túnicas se movieran y llenaran todo de su olor a especias oscuras. Cuando estuvo cerca de ella, se sentó de nuevo sobre sus rodillas. ― ¿Dices que no deseas que esté nunca más contigo? ―dijo arrastrando las palabras y señalándose a sí mismo―. ¿En serio? Ella cerró los ojos y se alejó de él, el dolor era demasiado grande para soportarlo. ―Por favor no me tortures. Él juntó sus manos. ―Mírame. Vamos, mírame... Maichen. Mientras utilizaba el nombre que le había dado primero, abrió los párpados y miró hacia él. Su visión

estaba borrosa por las lágrimas y él rozó sus mejillas con los nudillos. ―Salvaste a mi hermano ―dijo. ―No, no lo hice. Llegue demasiado tarde. ―Él sobrevivió. ―Eso casi lo mata. Toda esta pesadilla... casi lo mata. ―Tú no fuiste la causa, eras la solución que había estado pidiendo. ―Te mentí. ―Y yo te perdono. ― ¿Cómo? ―Se ahogó. Él se inclinó y rozó su boca con la de ella. ―Eres fácil de perdonar, arriesgaste tu vida por descubrir la verdad. Fuiste la que encontraste las mentiras y cambiaste todo a tu alrededor. Tú eres la salvadora, he pasado toda mi vida orando por ti alteza. Ella negó con la cabeza. ―No me llames así, por favor. Elegí Maichen porque no creo que sea mejor que nadie. Tenemos los mismos corazones y las mismas mentes abiertas, somos todos iguales. ―Ves ―susurró―. Tú solo consigues verte más hermosa diciendo eso. Ella lo miró durante mucho tiempo, luego, con una mano temblorosa, extendió la mano y le tocó la cara. El en respuesta apretó sus labios sobre sus dedos. ―Esto es real ―le dijo―. Puedes confiar en eso, no vas a despertar y temer que esto termine. ¿Tú y yo? Este es nuestro principio. ―Te amo ―dijo con voz áspera―. No quiero a nadie más que a ti. iAm sonrió y se empujó entre sus piernas atrayendo su cuerpo al el de ella. ―Y yo siento lo mismo, mi Maichen te amo, te amo... te amo... Cuando empezó a besarla le resultó difícil creer que realmente estaba sucediendo, que hubiera vuelto a ella y que aunque una vez se separaron ahora se habían unido como un único conjunto.

Alejándose un poco ella le preguntó: ― ¿Estás seguro de que esto es real? Él se encogió de hombros y sonrió. ―Por supuesto que lo es. Tú y yo estábamos escritos en las estrellas... Con eso, él le besó en los labios de nuevo y ella le devolvió el beso.

CAPÍTULO 87

La lluvia de meteoritos se produjo a la medianoche en punto. Mientras Trez salió solo del calor de la mansión y se alejó a cierta distancia más allá del patio por el camino descendente, salió a sotavento de las luces de seguridad exteriores, y fue cuando levantó la vista y vio claramente el cielo. Contra un negro denso, aterciopelado y entre los destellos de brillantes estrellas blancas, unas gotas de destellos atravesaron el cielo, como oro en polvo suelto saliendo de una palma abierta. Sonrió tristemente. ―Gracias, mi reina. Necesitaba esto. Mirando la exhibición, se sintió a la vez un tanto solo como totalmente conectado, especialmente mientras reflexionaba sobre esa inmensidad allá arriba. Si alguien quería sentir la infinidad del tiempo y la existencia, todo lo que tenían que hacer era mirar el cielo nocturno y sentir a sus preciosos muertos mirándolos fijamente. Fue la gran dualidad de unión y separación. Fue así exactamente como su Selena le había dicho a las puertas del Fade. Él la quería a su lado tanto que se había levantado otra vez con el rostro mojado y la almohada empapada. Pero aún estaba aquí, erguido sobre sus botas, preparado de alguna manera para descubrir cómo respirar mientras que quien había hecho sus pulmones trabajar estaba del otro lado. ―Voy a ir ahora ―él dijo―. Ven conmigo… Trez saltó y se dio la vuelta. Estaba seguro que no había nadie detrás, pero podría jurar que una mano suave había descansado sobre su hombro. Rezó para que fuera el fantasma de su shellan. Si no, probablemente estaba perdiendo la cabeza. Viaje corto. Wha-Hey. Cerrando los ojos, tuvo que esperar un momento para que la concentración llegase y luego se

desmaterializó, dispersando sus moléculas a través de la fría, clara noche de otoño. Cuando se materializó, estaba delante del restaurante Sal´s. Se suponía que debería haber llegado a la parte de atrás, pero no. Esta era una gran noche, una especie de reintroducción para él. Entraría por delante. Fue al teclado por las puertas de cristal, metió el código y luego se abrió paso. Al instante, la decoración de la vieja escuela del Rat Pack se hundió en él, el papel pintado de rojo y negro sangrando en sus retinas, la sensación de “he estado aquí miles de veces” era aparentemente correcta y una mentira a la vez. Caminando hacia adelante, dio un par de pasos y fue al atril de la entrada; Luego se dirigió más allá de los comedores y a la parte de atrás de la barra. Las puertas de la cocina estaban a la derecha, y se quitó su chaqueta de cuero mientras andaba, dejándola en la barra. El lugar estaba vacío como de costumbre en la noche del lunes. Sus clubes también estaban cerrados. Pero mañana en la noche los visitaría. Porque... bueno, eso era justo lo que iba a hacer. A menos que los hermanos le necesitasen. Jesús, ¿y pensaba que tenía una deuda con Rehvenge antes? No era nada comparado a lo que sentía por la hermandad de la daga negra y su rey. Cualquier cosa, en cualquier momento por esos machos. Por siempre jamás. Se encontró vacilando en la entrada de la cocina, mirando al par de puertas, ambas tenían ventanas circulares de Plexiglas en ellas para que los camareros no golpeasen a otro mientras llevaban las bandejas de comida dentro y fuera. Poniendo su mano en la de la derecha...... ……finalmente empujó. Enseguida, el olor de la famosa salsa marinara de su hermano le golpeó la nariz y de hecho, por primera vez desde que murió su Selena, sintió una punzada de hambre. iAm se enfrentaba a la cocina, removiendo una gran olla con una cuchara tan larga como un brazo. ―… la cantidad apropiada de orégano. Es esencial. A la izquierda, y sobre el otro extremo de la barra de acero inoxidable, una pequeña mesa redonda estaba

puesta con un mantel de lino, cubiertos y flores en el medio. Y la reina de las sombras estaba sentada en ella, su cabeza y su cabello expuesto, su hermoso y amable rostro inclinado hacia su hermano, sus ojos iluminados con tal devoción y amor, que Trez adoró instantáneamente a la hembra. Ella notó su presencia antes que iAm, Sr. Anteriormente Silencioso Pero Ahora Chatty De una forma rápida, su rostro cambió, la tensión contrajo sus facciones, exprimiendo su sonrisa. iAm se dio la vuelta. ―Ah, hola, hermano, lo hiciste. ―Ah, sí ―Trez metió sus manos en los bolsillos de los pantalones vaqueros que llevaba―. Estoy aquí. ―Bien. Ah, bueno ―iAm se giró, y aunque normalmente no eran cariñosos, le dio un gran y fuerte abrazo―. Ah... así que, sí. Gracias por venir. ―Gracias por invitarme. Ambos miraron a la reina. Que lentamente se levantó y alisó la brillante túnica que llevaba. Diamantes. Estaba cubierta con una malla fina de diamantes. Y por un momento, el pánico golpeó el pecho de Trez, la vista de esas joyas en metal le llevaron de vuelta a… No, pensó. Eso no era necesario. Ya no era la realidad en la que todos vivían. Todo terminó. La pesadilla estaba real y verdaderamente acabada, y él iba a tener que confiar en eso… ¿Porque esta hembra? Ella iba a ser parte de su familia. Era imposible que los dos no se emparejasen LAP. Podía oler el aroma de vinculación cabalgando en el aire sobre todas esas especias italianas. Trez interrumpió a su hermano y se acercó a la hembra alta y esbelta. Se sentía muy extraño, pero maldita sea, se arrodilló y se postró a sus pies. ―Oh, por favor no ―dijo ella mientras él empezó a recitar el saludo adecuado―. No, por favor. Yo…

Cuando miró hacia arriba, ella se había arrodillado con él. ―Por favor ―dijo ella―. Llámame Maichen. Maichen así es como iAm me llama. Maichen. ¿Como sirvienta? Pensó Trez. Bien. Ahora tenía otra razón para quererla. Poniendo la palma de su mano hacia fuera, dijo ―Hola. Yo soy hermano de iAm... Trez. Ella empezó a sonreír. Después se rió y chocó la mano que él le había ofrecido. ―Hola. Yo soy de iAm… ¿cuál es la palabra? ―Esposa. Bueno, pronto lo serás ―dijo iAm áspero mientras se acercaba―. Pero 'esposa' es lo que vas a ser aquí en Caldwell. Ella cuadró los hombros y lo intentó de nuevo. ―Hola. Soy la esposa de iAm... Maichen. Trez le sonrió. ―Mucho gusto... Maichen. Unas dos horas más tarde, los tres estaban todavía alrededor de esa mesa. Después de una dificultad inicial, fue sorprendente lo fácil que era. Por otra parte, aun cuando ella era una reina, la maichen de iAm era realista, divertida, dulce. Y hombre, oh hombre, estaba enamorada. Ella no parecía tener ojos si no para su hombre, y cada vez que él la miraba, ella se ruborizaba. Jesús, ¿si Trez hubiera podido escoger a alguien para su hermano? Habría sido ella. ― ¿Más Cannoli? ―preguntó iAm mientras se ponía de pie con su plato―. Yo necesito otro. ―No, gracias ―dijo Maichen―. Estoy tan llena, que creo que esta túnica se va a romper. ―Ojalá hubieras conocido a mi reina ―le dijo bruscamente Trez a ella. Mientras ambos se quedaron helados, el movió la cabeza. ―No, no se preocupen por mí. Yo... sólo quería decirlo. Creo que Selena hubiera encajado en su mundo. Maichen miró iAm. Y le miró de nuevo. Luego puso la mano encima de Trez. ―Sé que la habría adorado. iAm pasó la mayor parte de esta tarde hablando de ella.

― ¿En serio? ―dijo Trez, mirando a través de su hermano―. ¿Lo hiciste? iAm volvió con un par de cannoli. ―Sí. Quería que Maichen supiera quién era su cuñada. Yyyyyyy el escozor de ojos. Mierda. Apartando la mirada hacía la cocina, Trez aclaró su garganta un par de veces. ―Creo que es impresionante. Eso es... realmente impresionante. Gracias. Cuando fue capaz de volver a centrarse, se encontró con ellos dos mirándose fijamente a los ojos, como si estuvieran tan agradecidos de tenerse el uno al otro, como si supieran exactamente lo afortunados que eran, como si tuvieran la intención de apreciar cada noche que tuvieran juntos. Que fueran cien mil más. Mientras Trez miraba a ambos, pensó que su reina había estado en lo correcto. ¿Si se hubiera quedado en el Fade con ella? iAm no tendría este momento, esa hembra, estos próximos años. Selena había tenido cien por cien la razón. Tan doloroso como iba a ser estar sin ella, agonizantes como algunas noches eran y sin duda iban a seguir siendo... ver a su hermano feliz y enamorado le dio una repentina paz. De alguna manera, en medio del gran infinito y a pesar de su duelo, sabía que estaba exactamente donde debía estar en este momento. Supuso que era el destino. iAm se inclinó a besar a su compañera, Trez inclinó su cabeza hacia atrás y vocalizó: Gracias, mi reina. Necesitábamos esto.

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