Asunto: La historia de una expulsión sin garantías legales. "Cuatro policías de paisano fueron a buscarme a casa, pero ya me había ido a clase; entonces fueron a mi instituto. Al ver a uno de ellos con mi pasaporte en la mano, me asusté y eché a correr.
Bilal el Maghraoui TRINIDAD DEIROS - COLMENAR VIEJO (MADRID) - 10/11/2009 06:00 "Cuatro policías de paisano fueron a buscarme a casa, pero ya me había ido a clase; entonces fueron a mi instituto. Al ver a uno de ellos con mi pasaporte en la mano, me asusté y eché a correr. Uno me gritó: ¡Para o saco la pistola! Al final me atraparon y me tiraron al suelo; me estrellaron contra una pared y me pusieron unas esposas de plástico. Eran altos y fuertes y yo tenía miedo; ninguno de ellos me dijo qué pasaba. Me hicieron subir a un avión hacia Tánger, donde me entregaron a la Policía marroquí", explica Bilal el Maghraoui. Este joven tenía 17 años cuando en 2006 la Comunidad de Madrid, que tenía su tutela, inició el procedimiento para devolverle a su país, olvidando que "el interés superior del menor" debe regir el trato a los niños, incluido el caso de las reagrupaciones familiares, un término que a veces maquilla expulsiones de menores. Una ONG dice que la Policía marroquí suele maltratar a los niños repatriados Ahora, un Tribunal Contencioso Administrativo de Madrid ha anulado su expulsión y, por primera vez en la historia judicial española, ha obligado a la Administración a traerle de vuelta. La sentencia exige que se le devuelvan todos los derechos que hubiera acumulado de no haber salido de España, incluido un permiso de residencia permanente. Sin embargo, Bilal ha tenido que empezar desde el principio sus estudios de carpintería metálica. Cuando se lo llevaron los agentes cursaba segundo en el Centro Virgen de África de Orcasitas (Madrid).
Este chico menudo de sonrisa tímida volvió a las clases hace dos semanas. En los tres primeros días había hecho él "solo dos ventanas", subraya ufano. Después, explica que todo este tiempo ha guardado sus notas excelentes y su abono de transportes, como si quisiera demostrar su integración en la sociedad española y que él "no se merecía que le trataran como lo hicieron". También ha vuelto a Colmenar Viejo, el pueblo donde residía y en el que vive en un piso tutelado de la ONG Mensajeros de la Paz. La sentencia, pionera en España, le devuelve todos sus derechos La antropóloga Mercedes Jiménez, miembro del Colectivo Al Jaima, que aboga por los derechos de estos chicos, ha contribuido a lograr el regreso de Bilal junto con Juan Ignacio de la Mata, un abogado que trabaja para paralizar las reagrupaciones de niños hechas sin garantías legales. Jiménez explica que algunas de ellas se hacen "en flagrante violación de los derechos fundamentales del menor". Por ejemplo, "no se le notifica ni al niño ni a su familia; el menor no es consultado ni se respeta su derecho a ser oído". Tampoco se lleva a cabo "el preceptivo informe social", prosigue, y en algunas comunidades autónomas "se viola el domicilio del joven, pues la Policía entra de noche en el centro de menores para llevárselo directamente al aeropuerto". El relato de la expulsión de Bilal corrobora estas acusaciones. El chico asegura que "no sabía" que le fueran a expulsar. Cuando se repatria a un adolescente se hace, en teoría, tras haber contactado con su familia, pero el padre del joven se enteró de que su hijo estaba en Tánger cuando los activistas de Al Jaima le avisaron. En la mayor parte de los casos, los agentes españoles se limitan a entregar a los niños a la Policía marroquí, que suelen maltratarles para darles un escarmiento. "La de Bilal", explica Jiménez, "es una de las 111 reagrupaciones efectuadas en 2006. La mayoría se hicieron desde la Comunidad de Madrid, donde nada más llegar el niño se iniciaba el procedimiento de repatriación", precisa. Jimenez dice que las expulsiones "están ahora paralizadas gracias a que los jueces imponen el respeto al Estado de Derecho". Una labor que ha devuelto a Bilal la vida con la que soñaba. FUENTE: Público