Temas Literarios Asociados Al Amor

  • June 2020
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  • Words: 812
  • Pages: 22
Temas literarios asociados al amor en la tradición literaria occidental

La imagen de la mujer

El amor y la muerte

I Del nicho helado en que los hombres te pusieron, te bajaré a la tierra humilde y soleada. Que he de dormirme en ella los hombres no supieron, y que hemos de soñar sobre la misma almohada. Te acostaré en la tierra soleada con una dulcedumbre de madre para el hijo dormido, y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna al recibir tu cuerpo de niño dolorido, Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas, y en la azulada y leve polvoreda de luna, los despojos livianos irán quedando presos. Me alejaré cantando mis venganzas hermosas, ¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna bajará a disputarme tu puñado de huesos! Gabriela Mistral Sonetos de la muerte

II Este largo cansancio se hará mayor un día, y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir arrastrando su masa por la rosada vía, por donde van los hombres, contentos de vivir... Sentirás que a tu lado caban briosamente, que otra dormida llega a la quieta ciudad. Esperaré que me hayan cubierto totalmente... ¡y después hablaremos por una eternidad! Sólo entonces sabrás el por qué no madura para las hondas huesas tu carne todavía, tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir. Se hará luz en la zona de los sinos, oscura: sabrás que en nuestra alianza signo de astros había y, roto el pacto enorme, tenías que morir... Gabriela Mistral Sonetos de la muerte

Amor imposible

Amores Imposibles Cuando caiga la tarde, lo verás salir   arrastrando de casa el calor del hogar.   Cortará alguna flor, besará a su mujer,   perseguirá la estela de un comenta fugaz.   Y en la calle lo verás abrir la flor de su secreto.   Y empezará a soñar.   Quizá vaya al billar a mirar hombres y posturitas.   Quizá invente una cita   con un Adonis para él.     Ningún hombre lo amó.   A nadie reveló su pasión y los juegos,   el deseo clandestino.   No hubo cartas de amor,   no hubo día del orgullo.   No le devolverán los veranos perdidos.   Y Cernuda lo ve suspirar, triste, desde el Parnaso.   San Sebastián asaetado reza por tus pecados,   llora por ti, no olvida   al que sufre en silencio   a su oveja perdida.    

Miran al cielo y piden un deseo:   contigo la noche más bella.   Amores imposibles   que escriben en canciones   el trazo de una estrella.   Cartas que nunca se envían.   Botellas que brillan   en el mar del olvido.   Nunca dejes de buscarme   la excusa más cobarde es culpar al destino.   Cuando salga de clase, lo volverá a encontrar   en el lado salvaje, tras el humo del hash.   Él, dulce calavera. Él, corsario de barrio.   Ella, dulce muñeca. Ella, seria y formal.   Él no escucha el rumor de sus alas si pasa a su lado.   Pobre Blancanieves,   nuestro príncipe prefiere a la madrastra,   a la mala del cuento.   Él será la manzana   donde duerme el veneno.    

Ella soñará un verso que él nunca escuchará.   Él no trepará sus trenzas una noche de invierno.   Ella soñará un viaje y no habrá despedidas.   Ni canciones de amor, ni Capuleto y Montesco.   Crecerán y en la espuma del tiempo   se deshacen sus sueños.   No quedará ni un recuerdo,   ni en la noche un lamento.   Quizá una leve herida   que lavará el olvido   o el agua de la clepsidra…  

Amor y libertad

¡Que alegría, vivir sintiéndose vivido! ¡Que alegría, vivir sintiéndose vivido! Rendirse A la gran certidumbre, oscuramente, De que otro ser, fuera de mí, muy lejos, Me está viviendo. Que cuando los espejos, los espías -azogues, almas cortas-, aseguran que estoy aquí, yo inmóvil, con los ojos cerrados y los labios, negándome al amor de la luz, de la flor y de los hombres, la verdad transvisible es que camino sin mis pasos, con otros, allá lejos, y allí estoy buscando flores, luces, hablo. Que hay otro ser por el que miro el mundo Porque me está queriendo con sus ojos.

Que hay otra voz con la que digo cosas No sospechadas por mi gran silencio; Y es que también me quiere con su voz. La vida -¡Que transporte ya!-, ignorancia De lo que son mis actos, que ella hace, En que ella vive, doble, suya y mía. Y cuando ella me hable De un cielo oscuro, de un paisaje blanco, Recordaré Estrellas que no vi, que ella miraba, Y nieve que nevaba allá en su cielo. Con la extraña delicia de acordarse De haber tocado lo que no toqué Sino con esas manos que no alcanzo A coger con las mías, tan distantes. Y todo enajenado podrá el cuerpo Descansar, quieto, muerto ya. Morirse En la alta confianza De que este vivir mío no era sólo Mi vivir: era el nuestro. Y que me vive Otro ser por detrás de la no muerte Pedro Salinas

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