Segundo, Juan Luis - El Dogma Cristiano-1987

  • November 2019
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El Dogma Cristiano JUAN LUIS SEGUNDO S. J. PARROQUIA DE SAN JUAN BAUTISTA – 19871

Presentación La teología no es función pertinente únicamente a los aspectos nocionales, intelectuales, enunciativos, declarativos de la fe. Ella tiene que ver con los aspectos históricos, prácticos, vivos, operativos, situados y situacionales de los compromisos de la fe de los cristianos. Es que estos últimos son el lugar primario y originante de la teología; lugar teológeno de donde lo teológico extrae su vigor y halla soporte histórico. Entendida como elemento derivado y momento segundo de la praxis histórica de la fe, la reflexión teológica cumple un círculo hermenéutico que pudiéramos aproximar así: 1) Reflexión creyente sobre los compromisos históricos de la fe que hoy y aquí realizan los cristianos en continuidad analógica con el pasado de nuestra salvación. 2) Reflexión creyente sobre la escritura y la tradición histórica de la Iglesia en el horizonte de comprensión y de actual experiencia de la comunidad eclesial. 3) No para la abstracción, la contemplación, la fruición o el escueto saber, sino para impulsar desde un saber crítico y orgánico el caminar práctico, operativo y liberador de la comunidad históricamente situada y comprometida en su fe. El cristianismo es la historia viva y operante de quienes hoy, como en el decurso de los tiempos, obedecen al Evangelio, peregrinan hacia la Casa del Padre, se abren a la trascendencia y al Señor provocativo a partir de la inmanencia del hoy y aquí, celebran los símbolos de su fe histórica, dan razón enunciativa o declarativa de su fe y esperanza, se transforman a sí mismos, transformando cristianamente la sociedad en la que hacen vivos, prácticos y operantes los compromisos históricos que impone la obediencia de la fe y la revelación del plan histórico de la salvación. Como siempre el agradecimiento de la comunidad San Juan Bautista, Pocitos, Montevideo, Uruguay, a nuestro querido amigo, el teólogo Juan Luis Segundo que ya, durante 15 años continuos nos ayuda año tras año a profundizar nuestra fe en Cristo y su Iglesia para servir mejor a nuestros hermanos.

Ismael Rivas Cura Párroco Nota: Estos apuntes no fueron corregidas por su autor, por lo que asumimos la responsabilidad de cualquier error.

Digitalizado a partir de una copia mimeografiada de la síntesis de las charlas. Proyecto “Memorias de una Parroquia”, 1968-2007, de los Grupos de Reflexión de Jóvenes, mayoritariamente originados en la pasada década de los ’70. Parroquia San Juan Bautista, Pocitos, Montevideo, Uruguay. 1

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Razones por las que elegimos este tema El tema que vamos a tratar este año, puede parecerles demasiado especifico y profesional y que va a quedar muy arriba, y, muchos se preguntarán por qué lo elegimos. La primera razón es que fue el tema más pedido por ustedes, lo que me parece muy lógico y coherente ya que, muchas veces pudo parecerles que para mí no existen los dogmas que a ustedes, como laicos, se les recuerdan no bien abren la boca. Creo por lo tanto que es razonable que sientan cierta curiosidad por profundizar este tema, ya que nos hemos movido constantemente en un terreno que ahora parece estar como balizado por la autoridad de la Iglesia, y, aunque hemos hecho referencias continuas al magisterio, ustedes pueden pensar: ¿Dónde están los límites? Muchas veces se sospecha que los teólogos somos capaces de justificar cualquier cosa y de sortear los escollos que se presentan precisamente por nuestros conocimientos; en fin, podría suceder algo de eso, pero lo cierto es que en los dogmas se nos impone algo importante y, aunque siempre hayamos hecho alusión o referencias a eso, mostrando que no se trata de decir lo contrario, sí nos hemos movido con cierta libertad para interpretarlos. El libro de los dogmas, llamado Denzinger2, compendia prácticamente todas las principales declaraciones del Magisterio de la Iglesia (que tiene distintas instituciones: concilios, comisiones pontificas, los papas, etc.) sobre la doctrina cristiana obligatoria. Este libro, que no es nada pequeño, no es más que una síntesis de las más importantes declaraciones de la autoridad que vela en la Iglesia para que los cristianos tengan en cuenta aquello que les es obligatorio pensar. Parecería que en un libro tan grande tiene que estar todo ya definido muy claramente, pero no es así, porque la obligatoriedad no es siempre la misma, depende de la autoridad que ejerce ese magisterio. No es lo mismo que un concilio ecuménico decida que algo es obligatorio de creer, so pena de dejar de ser cristiano, a que el Papa defina ex-cátedra (es decir: en virtud de su misma cátedra pontificia) una verdad como infalible, a cuando lo hace una reunión de obispos (como Medellín) o la Comisión para Doctrina de la Fe del Vaticano. O sea que, si por dogma entendemos una verdad obligatoria para la fe cristiana, esta obligación es de diverso grado según sea también la autoridad que la declaró. En charlas anteriores hemos ido viendo cómo cambian muchas cosas en la Iglesia y cómo dogmas que se tenían por absolutos, con la misma autoridad o con una mayor, se declaró que no se debían entender de esa manera. Esto plantea un problema: ¿Qué es el dogma si la misma autoridad define primero una cosa y luego otra? Por ejemplo: en el concilio de Florencia (que fue un poco anterior al de Trento) que se consideró ecuménico, porque estuvieron allí no solamente los católicos sino también los cismáticos -o sea la Iglesia ortodoxa de Oriente-, se declaró lo siguiente: "Firmemente cree, profesa y predica la Sacrosanta Iglesia Romana que nadie que no esté dentro de la Iglesia Católica, no solo paganos sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse participe de la vida eterna, sino que ira al fuego eterno que está aparejado para el Diablo y sus ángeles a no ser que antes de su muerte se uniere a ella. Y es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia que solo a quienes en él permanezcan, les aprovechan para su salvación los sacramentos y producen premios eternos los ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y ejercicios de la milicia cristiana". Es decir que la buena voluntad no sirve para nada a quienes no están dentro de la Iglesia Católica, ni las limosnas, ni los servicios que se hacen a los demás, etc. y si antes de la muerte no se adhirieran a ella, no irán al cielo sino al fuego eterno. El “Enchiridion Symbolorum” de Heinrich Denzinger apareció en el año 1854. Ha querido reunir de manera sucinta los textos doctrinales originales de los Papas, de los Concilios y de otras fuentes autorizadas del Magisterio Eclesiástico. Desde entonces los expertos han re-editado esta obra añadiendo textos descubiertos por estudiosos en la historia añadiendo también los documentos que los Papas y los dicasterios posteriores han emanado. Es un instrumento sucinto pero muy valioso para los que desean profundizar sus conocimientos de la doctrina de la Iglesia Católica. 2 2

Esto ha sido declarado y es dogma. Sin embargo, el Concilio Vaticano II, en el párrafo 22 de la Gaudium et Spes3, después de describir al hombre cristiano y de decir que la condición para que se salve es que luche contra el egoísmo y practique la ley del amor, llegando por la resurrección a la salvación eterna, continúa diciendo: "Esto vale no solamente para los cristianos sino para todos los hombres de buena voluntad en cuyos corazones obra la gracia de un modo invisible". O sea que la curiosidad que ustedes pueden tener con respecto a qué es el dogma está bien fundada ya que algo que parecía serlo, porque fue definido en un concilio ecuménico, en otro se nos dice lo contrario. Surge entonces la pregunta espontánea y lógica: ¿Qué es un dogma y qué sentido tiene? ¿Habrá en el dogma un paso del no al sí o del sí al no? ¿Es posible que lo que hoy es verdad, mañana sea declarado error o que lo que hoy es error, mañana sea declarado verdad?¿En qué sentido se puede entonces llamar dogma a algo que ha cambiado de una manera tan obvia? Otra de las razones por las cuales creo que es útil y aún necesario hablar de dogma con ustedes, aquí, en la parroquia, después de haber conversado sobre tantos temas teológicos que de alguna manera atañen al dogma cristiano, es algo que pertenece un poco a la condición del laico en relación con el sacerdote o con la autoridad eclesiástica -bien o mal entendida esa relación- y es que la obligatoriedad de los dogmas se cumple un poco por omisión. ¿Cómo se nos enseñaba cuando éramos niños? En el catecismo, cuando se nos hacía la pregunta: ¿Cuáles son las cosas que Dios ha revelado a su Iglesia además de los artículos de la fe que están en el Credo?, o sea, ¿Además de esos 14 artículos, qué cosas ha revelado Dios a la Iglesia y qué cosas la Iglesia tiene la obligación de creer, dado que son palabra de Dios? Y entonces teníamos que contestar con algo que es una maravillosa escapatoria: "Lo que Dios ha revelado a su Iglesia, además de los artículos de la fe, no me lo preguntéis a mí que soy ignorante; doctores tiene la Santa Madre Iglesia que lo sabrán responder". Eso era lo que yo aprendí de memoria en el catecismo y que, aunque ya no se usen las mismas palabras, creo que sigue siendo un poco la respuesta del laico: "No sé bien qué es obligatorio, pero lo que sea, yo lo creo". Y eso, precisamente, está condenado en la Iglesia como fideísmo, o sea, cuando sin tener razones validas, se cree para hacer un acto de fe, para estar seguro, etc. Es como entregar un cheque en blanco diciendo: “Ya la puse la firma, llénemelo usted que sabe cómo hacerlo”. Eso es fideísmo, es renunciar a la razón que nos indica que tenemos motivos para creer. No se trata de que esas razones sean tan obvias que nos obliguen a creer -como que dos y dos son cuatro- cualquier cosa que nos diga la fe, pero tenemos que ejercitar nuestra razón porque nuestra fe tiene que ser un acto humano y no lo sería si dejáramos completamente de lado la razón y aceptáramos algo simplemente porque otros nos lo dicen, sin entender de qué se trata. Es decir: nuestra fe tiene que ser ilustrada, en el sentido de que sea activa, porque se le piden tareas que suponen que uno conoce lo que cree y también las razones. Nosotros somos -dice Pablo- los que tenemos que dar razón de nuestra esperanza, y no se concibe un cristiano que no sepa hacerlo. Y nuestra esperanza es, precisamente, nuestra apuesta al futuro. Lo que creemos puesto en el futuro da razón de nuestra esperanza, da razón de nuestra fe. No hay diferencia específica entre ambas. Creo que entre los laicos existe como una especie de miedo a meterse en lo dogmático, en cambio, en lo moral, como les toca más directamente, por lo menos se enteran en qué cosas deben creer y por lo tanto obedecer, aunque después no lo hagan, porque son cosas más inmediatas o que creen que son sus deberes cotidianos. Todo lo que he dicho hasta aquí, en estos años, creo que hace que ustedes ya se den cuenta de que el laico no puede hacer esa dicotomía y simplemente saber qué es lo que tiene que hacer sin saber qué es lo que tiene que creer. La tercera razón para tratar esta temática del dogma me parece fundamental, y es una razón de estrategia eclesiástica.

Gaudium et Spes, documento del Concilio Vaticano II, fundamental en el terreno pastoral de la Iglesia en el mundo moderno (7 de diciembre de 1965) 3

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En las clases de moral que recibí se nos decía que por supuesto ante una persona que venía consultarnos sobre si hacer o no un pecado, había que decirle que no lo hiciera, obviamente, pero a veces nos encontrábamos con una persona que nos decía: “Mire, yo estoy decidido a hacer un pecado, lo único que no sé todavía es con quién hacerlo”. Entonces uno, después de decir: "Mirá, no debes hacer eso, etc.", podía aconsejar el mal menor. Por ejemplo, si alguien fuera a consultar con un sacerdote y le dijera: "Mire yo estoy decidido a matar un político", obviamente uno tenía que contestarle: "No señor, eso no es lícito, Dios no lo quiere, etc." pero si me dice: "Yo estoy determinado a hacerlo, de modo que ¿Qué hago? ¿Lo resuelvo por sorteo?, ¿A quién mato?". En ese caso, el sacerdote podía decirle:"Mire, ya que está decidido, prefiero que lo haga con Fulano y no con Zutano". Eso se podía hacer. Muchas veces dijimos que la tarea del laico es central en la Iglesia según el Concilio Vaticano II, y que es hacer de la fe una respuesta a los problemas humanos. De tal manera que si alguien me propusiera: "Yo estoy decidido a terminar con la Iglesia porque no quiero que exista, pero, como no lo puedo hacer todo de una vez, dígame por dónde empiezo ¿por la jerarquía o por el laicado?" Si yo me atengo a lo que el Vaticano II le pide a la Iglesia que haga por la humanidad, es decir, aquello que es su función propia y que ningún otro puede hacer, le diría: "Como el mal menor, le aconsejo que acabe con la jerarquía eclesiástica, no porque sea mala, sino porque el laicado es el único que puede hacer ese diálogo inmediato de la fe con los problemas del hombre porque comparte los problemas de la humanidad directamente. El concilio en el Nº 11 de la G. S.4 dice muy claramente: "Es tarea del laico hacer que las soluciones que el hombre da a sus problemas sean más humanas" Si los laicos están haciendo eso, la jerarquía va a surgir de ahí, pero si no lo están haciendo, por más jerarquía que haya no va a surgir ese diálogo. Es fundamental que el laico asuma su tarea de convertir su fe traduciéndola en soluciones más humanas a los problemas que el hombre tiene. Esa traducción supone que el laico conoce su fe. Se terminó ese fideísmo de decir: "Lo que Dios ha revelado a su Iglesia no me lo pregunten a mí que soy un ignorante... vayan a los sabios de la Iglesia que se lo van a responder"; soy yo el que tengo que hacerme responsable de esa fe, porque soy yo el que tengo que traducirla; tengo por tanto que conocerla para asumir esa responsabilidad y ese riesgo. "Uno de los grandes males del mundo moderno es el divorcio entre la fe y la vida diaria" (G. S. Nº 43). Es decir: uno tiene una fe en el aire y en la vida diaria trata de obrar a "ojo de buen cubero" y de hacer lo mejor que puede lo que se le presenta como responsabilidad, pero hay una fe que está como aislada en una especie de armario cuya llave la tienen las personas que saben qué es el dogma y cómo manejarlo, y entonces, con demasiada facilidad se reduce al laico a ser colaborador de la jerarquía, pero no creador. Para que el laico sea creador tiene que saber en qué cree y dar fundamento de eso, para no estar a la merced de lo que el primer sacerdote o seminarista que sabe algo de teología le diga. Por lo tanto, como estrategia, para que la Iglesia pueda cumplir su función, creo que es esencial que el laico conozca el dogma, sepa dónde está, cuáles son sus límites, cómo tratarlo, qué pasa con él, qué grado de infalibilidad tiene, qué significa eso, etc. Como ustedes ven, creo que es un tema que algún día teníamos que tratar porque durante todos estos años, de alguna manera, ustedes me han firmado un cheque en blanco, dejando que yo marcara dónde había que pararse y dónde no, pero creo que ha llegado el momento de dejar la responsabilidad y de que ustedes asuman -como personas maduras que son- esta tarea de enfrentarse con el dogma.

INTRODUCCIÓN 4

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Gaudium et Spes

No vamos a hacer una historia de los dogmas ni cómo se fueron creando sino que vamos a ver cómo se fue realizando dentro de la Iglesia la idea del dogma. Vamos a dividir el trabajo en tres partes: I)

El dogma en el Antiguo Testamento.

II)

El dogma después de Jesucristo, o sea en el Nuevo Testamento; y en la Iglesia hasta el día de hoy.

III)

La positividad del dogma.

La segunda parte va a ser un poquito negativa, ustedes ya saben, eso pasa muchas veces en estas charlas y le pasaba también al profeta Jeremías (no sé si tengo derecho a escudarme en él) cuando no se sentía capaz de hacer la tarea que le encomendaban, y Dios le dijo: "Te voy a dar una gracia muy grande para que desarraigues, destruyas, etc., y luego construyas y plantes". Bueno, yo me desempeño bastante bien en esa primera parte de la tarea, no sé si después la otra queda más o menos establecida, pero hago todo lo posible. De modo que si hay una parte en que les parece a ustedes que desarraigo o destruyo muchas cosas, tengan paciencia que al final nos vamos a dedicar a reconstruirlas.

¿Qué se entiende por dogma? 1) Una verdad de fe obligatoria. Generalmente todo el mundo entiende por dogma una verdad de fe obligatoria. Creo que es lógico que nos preguntemos entonces: ¿Pero acaso la verdad, en la medida en que la percibimos, no es siempre obligatoria? ¿Alguna vez uno puede permitirse otra cosa que no sea la verdad? ¿Por qué decimos verdad obligatoria? ¿Por qué calificamos al dogma como verdad obligatoria? La obligación de tener al dogma como verdad no es por la obligación intrínseca que tiene la evidencia de la verdad, sino porque una autoridad me dice que tengo que creerla y confesarla para hacerla pertenecer al conjunto de mi fe. O sea que la autoridad religiosa me dice en qué debo creer y los límites de esa religión están marcados por un dogma; más allá no se pertenece a esa comunidad, se está ya sea en una secta o en una nueva religión. Creo que esto es lo que todo el mundo entiende cuando habla de dogma. 2) Imposición externa al hombre. Esa definición del sustantivo "dogma" y sobre todo del adjetivo "dogmático" se usa muchas veces en sentido peyorativo, y si no, no tienen más que leer “El Día” por ejemplo, y van a ver que es empleada como sinónimo de algo que la gente piensa sin razón, sólo porque le han mandado que lo haga así. Cuando hay una especie de dictadura intelectual, es una autoridad la que define qué hay que pensar, qué hay que decir, qué hay que tener como cierto y correcto, y en ese sentido se habla de dogma y se dice que algo es "dogmático". En la historia, después del Renacimiento, apareció un movimiento que ha sido de enorme importancia en el desarrollo de toda nuestra cultura occidental, no sólo de la ciencia sino también del pensamiento cultural general, y que se llamó la Ilustración. Ilustrar significaba iluminar eses zonas relativamente oscuras de la cultura, donde el hombre no actuaba de una manera plenamente humana, es decir; donde: el hombre no ponía en lo que pensaba toda su capacidad, toda su luz intelectual, toda su luz racional. Había entonces zonas oscuras que no eran simplemente tal o cual creencia, sino más bien todo aquello que se creía por la autoridad de otros y que no se pensaba. O que se pensaba y se lo introyectaba en la mente pero no por evidencia propia sino porque le habían dicho que tenía que creerlo, que tenía que hacerlo dogma. 5

La ilustración dominó sobre todo el pensamiento alemán, pero también el pensamiento francés y pasó de mil formas a toda la cultura occidental durante los siglos XVIII, XIX y también el XX, en que, aunque se la nombre menos, sigue siendo una fuerza poderosa que combate el aceptar verdades porque a uno se lo manden. Es una tentativa para que todo lo pensado, creído, aceptado, sea ponderado por la razón y se encuentren verdaderos argumentos para ello, o sea una convicción interior opuesta a la que viene desde afuera como una obligación impuesta. Y eso sería el dogma precisamente: una obligación impuesta de afuera del hombre, un freno al pensamiento y a la búsqueda de la verdad. Es decir: el hombre tendría espacios para moverse donde no hay dogma y tendría zonas prohibidas para pensar, buscar, explorar y salir a la búsqueda de la verdad que serían las zonas donde ya está establecida por una autoridad. En este sentido entonces, lo peyorativo del dogma es un poco obra de la Ilustración que ha mostrado esto, tal vez exageradamente, pero que, de todas maneras, ha sido un hecho histórico que por supuesto no se puede despreciar porque ha entrado en la Iglesia y de alguna manera nos ha obligado a nosotros, cristianos, a tener una posición más racional con respecto al dogma, al mismo tiempo que provocaba las crisis dogmáticas que han tenido lugar en distintos momentos de la fe cristiana. Por ejemplo, a comienzos de este siglo, fines del pasado, el Modernismo, dentro del Catolicismo, fue una tentativa de la Ilustración por apoderarse de las ciencias, sobre todo de las bíblicas y hacer ver que había que examinarlas con procedimientos científicos y que no se trataba de decir: "Bueno, esto es la Biblia, por lo tanto yo creo desde la primera palabra hasta la última", sino de decir: ¿Por qué creo? ¿Qué hay dentro? ¿Cómo se hizo? o sea, llevando la luz de la capacidad humana a esa obra para después decidir qué es lo que hay que aceptar y qué no de ella. Una de las más conocidas discusiones que en nuestra época se han hecho con respecto al dogma la encontramos por ejemplo, en el libro de Hans Küng5 "¿Infalible?" en que se refiere a los dogmas decretados por el Papa y por los concilios, pero que fundamentalmente está enfocado a indicar que el Papa no ha sido infalible, ya que ha propuesto verdades de fe como siendo dogmas, en el sentido más estricto de la palabra, y que esas verdades no eran tales, que se ha equivocado en eso, y que por lo tanto, hay que entender de otra manera su infalibilidad o dejarla como algo que no tiene sentido en el día de hoy. Ahí tienen ustedes un ejemplo de la dificultad del tema, porque si hay un dogma claro desde el punto de vista de que uno lo reconozca como tal, es precisamente el de cuándo es infalible el Sumo Pontífice y es cuando define una verdad con la condición requerida de que lo haga "ex-cátedra" Se ocupó de eso el concilio Vaticano I hace poco más de un siglo (1870 aproximadamente) y es muy claro que Hans Küng se opone a ese dogma. Y, para que ustedes vean que hay ciertos problemitas, que tenemos que tomarlos con cuidado y aprender a manejarlos, porque las cosas no son tan simples como se nos presentan muchas veces, es interesante que el cardenal Ratzinger6, que dirige la Congregación para la 5

Hans Küng (1928- ), sacerdote y teólogo católico. Nació en Sursee (Suiza) y estudió en la Universidad Pontificia Alemana y la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma. Ordenado en 1954 fue sacerdote de parroquia en Lucerna antes de convertirse en profesor de teología dogmática en la Universidad de Münster. Fue teólogo oficial del Concilio Vaticano II. En su libro Concilio, reforma y reunión (1960) cuestionaba la doctrina de la infalibilidad y reclamó una reforma de las iglesias católica y protestante. En 1975 la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano le amonestó por sus opiniones y escritos de teología, y en 1979 revocó su facultad para la enseñanza como católico. Los efectos de la polémica se vieron mitigados en 1980 por un acuerdo que le permitió seguir enseñando desde una posición secular. Entre sus principales obras se encuentran La Iglesia (1967), ¿Infalible? (1970), Ser cristiano (1974), ¿Existe Dios? (1978), ¿Vida eterna? (1982), Responsabilidad global (1991) y La Iglesia católica (2002). En 2003 publicó la primera parte de sus memorias, titulada Libertad conquistada. 6

Joseph Ratzinger (1927- ), teólogo y religioso alemán. Ordenado sacerdote en 1951, desarrolló posteriormente una intensa actividad docente (durante la cual fue profesor de Teología en las universidades de Bonn, Münster, Tubinga y Ratisbona) y participó en las distintas sesiones del Concilio Vaticano II. 6

Doctrina de la Fe, es decir el Santo Oficio antiguo cuando se ocupó del problema de Hans Küng, que frente a un dogma tan claro hace una negación, que yo diría es igualmente clara, no se la declara herejía. Ustedes sabrán que los dogmas generalmente se han especificado en una fórmula que dice: "Si alguien dijere que tal cosa y tal cosa no es así, sea anatema", o sea que no se es más cristiano, que se queda fuera de la comunión cristiana, por no aceptar algo que es esencial a la fe de la comunidad cristiana. Es una de las equivalencias de la palabra excomunión. Es interesante entonces que a Hans Küng no lo sacan de la fe de la comunidad cristiana, no lo excomulgan, le sacan simplemente el título de doctor en teología católica en la universidad en donde estaba enseñando. Yo no estoy de acuerdo con Hans Küng, pero tampoco puedo estarlo con la respuesta porque parecería que en Roma no están tan seguros de la infalibilidad del Papa, de modo que, cuando se la niega, no son capaces de decir: "Mire señor, ya que usted niega este dogma, por favor váyase, no pertenece más a la comunidad cristiana" y sólo le sacaron el título honorífico académico y esa persona sigue enseñando y perteneciendo a la comunidad cristiana. Esto es extraño, ciertamente. Como ustedes pueden ver aquí hay un problema sobre el cual todo el mundo tiene una cierta curiosidad. 3) Freno al pensamiento y a la búsqueda de la verdad. El considerar que el dogma es un freno para limitar la capacidad de pensar y de buscar, algo de cierto tiene. 3.1. Origen de la palabra. Históricamente, la palabra dogma comienza a usarse -en el sentido actual de verdad obligatoria- en el siglo IV después de Cristo. Es una palabra griega que no siempre se utilizó en el mismo sentido que actualmente; originalmente tenía como dos significadas: se usaba para hablar de lo que una persona opinaba, sin que necesariamente tuviera la certeza total. Pero siempre tuvo la palabra un dejo de opinión obligatoria, es decir, de impuesta por alguien. Después del siglo IV se usó como lo hacemos nosotros ahora, es decir: como las verdades obligatorias que la autoridad de la Iglesia ha dicho que un cristiano debe creer. Pero, antes, originalmente, además de significar opinión, el dejo de obligatorio era muy fuerte, tanto es así que dogma significaba también decreto de una autoridad. O sea que por una parte es opinión y por otra, decreto. Juntando esas dos cosas, prácticamente el dogma es una opinión decretada por alguien. Y así lo encontramos por ejemplo en un texto que ustedes conocen de Lucas (2,1). Se trata de los evangelios de la infancia de Jesús y se dice que, poco antes de dar a luz la Virgen, salió un edicto de César Augusto mandando que se empadronase toda la parte del imperio que él mandaba. Pues bien la palabra que se usa para decir edicto es dogma. Salió un dogma de César Augusto de que se empadronasen todos; es un precepto salido de una autoridad. Aquí no se trata de una opinión sino de un mandato. En los Hechos de los Apóstoles Cáp.17, vers.7 o en Efesios Cáp.2 vers.15, se habla de la ley de los mandamientos con sus decretos, es la ley de los mandamientos con sus dogmas, o sea que la palabra dogma significa opinión y, de esas dos fuentes distintas sale el sentido de la palabra actual. 3.2. Fijación del dogma. Estas verdades obligatorias, procedieron en general, durante muchos siglos, de los concilios que se reunían para formular dogmas. Los concilios, para darle autoridad a una opinión o para quitársela si era errónea, se reunían para frenar herejías o errores que amenazaban la verdad cristiana. Así se reunió el concilio de Nicea contra los arrianos, que afirmaban que Jesús, el Verbo, no era verdadero Dios como el Padre. Como casi media Iglesia pensaba así, el concilio de Nicea fue reunido precisamente para decidir En 1977 (durante el pontificado de Pablo VI) fue consagrado obispo, arzobispo de Munich y cardenal, y en 1982 (ya iniciado el de Juan Pablo II) se convirtió en prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, desde donde ejerció una notable influencia como principal asesor del pontífice polaco. Su labor en este puesto fue tildada de rígida y excesivamente conservadora, a pesar de las posiciones aperturistas que Ratzinger había expresado, dos décadas antes, en el Concilio Vaticano II. En abril de 2005 fue elegido papa para suceder a Juan Pablo II, con el nombre de Benedicto XVI. 7

qué había que pensar y decidió lo que después es la continuidad de la fe cristiana de que el Verbo es Dios, de la misma sustancia que el Padre, como aparece en su credo. La forma de fijar el dogma es doble: a través de los credos que se recitan como profesión de fe: "Creo en Dios Padre todopoderoso, etc.", que son fórmulas abreviadas en donde cada palabra está dada a ser obligatoriamente una forma de pensar que descarta la opuesta, y a través de los anatemas. De tal manera que muchos concilios, durante un tiempo explican una cosa teológicamente y al final hacen un resumen dogmático que consiste en tomar las opiniones que no se pueden admitir y entonces empleaban los anatemas. Esto fue lo que se continuó con más asiduidad en los concilios posteriores, y en realidad, sólo hay algunos credos al comienzo, pero luego, la forma literaria que evoca más la idea de dogma se da en los anatemas. O sea que, en general, la historia de los dogmas es prácticamente la historia de los anatemas, que indican de esta manera, quienes quedan dentro o fuera de la Iglesia en esa materia teológica. El lenguaje de los credos y el de los anatemas, desde el siglo IV en adelante, tiene la característica literaria de ser muy claro y exacto en lo que condenan y se le llama lenguaje digital, es decir, que quiere acercarse al lenguaje científico. Por ejemplo:"Que el Verbo es de la misma sustancia que el Padre y no de una sustancia semejante" es casi una fórmula química. Entonces, la necesidad de ser exactos en saber la opinión teológica que se condena hace que se prefiera el lenguaje irónico, un lenguaje donde hay muchas imágenes, como en el credo, por ejemplo: "Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado...." Todas esas imágenes se prefieren en general a una palabra que sea de tipo científico y que delimite el campo de lo que se puede tener dentro de la fe cristiana y lo que queda fuera. Finalmente, en el siglo XIX el magisterio se concentra y centraliza la infalibilidad, es decir, la capacidad de crear dogmas pasa del concilio a los papas y, precisamente en el Vaticano I se afirma la infalibilidad del papa cuando declara dogma. Había ya una declaración pontificia anterior, hecha por Pío IX, que quedó sancionada como dogmática porque se hizo utilizando las palabras "ex-cátedra", es decir: Yo, desde mi cátedra defino tal cosa, y es la Inmaculada Concepción. Luego, en 1950, Pío XII declara de la misma manera, la Asunción de la Virgen María a los cielos. Son los dos únicos dogmas pontificios que se reconocen claramente. Antes, los dogmas eran generalmente producto de los concilios, y el papa los aprobaba y les daba fuerza, pero no los declaraba por sí mismo verdad de fe. Esa es más o menos la historia de lo que llamamos dogma en el sentido más estricto de la palabra, pero además, en un sentido muy lato, durante toda la historia de la Iglesia hay tentativas de conducir la verdad obligando a los fieles a pensar y a creer de una manera que se considera cierta y no de otra. Todo esto parecería indicar que el dogma es una especie de freno frente al error, vamos a tratar de mostrar que también tiene un aspecto creador muy importante que es el que generalmente hemos ido utilizando en charlas anteriores. El libro que tal vez ha puesto en crisis a la Iglesia debido a esa concepción de la verdad como un freno, ha sido -como ya les decía- el de Hans Küng, y al que tienen acceso, porque está traducido al castellano, y que, si no se los recomiendo no es porque no participe de algunas de las ideas que hay allí, aunque no de todas, sino porque sólo le puede hacer bien a una persona el leerlo si tiene en cuenta que lo que dice Hans Küng no es todo. Hans Küng se da a sí mismo la tarea de mostrar que el papa no es infalible, pero no busca equilibrar esto mostrando qué sentido positivo tiene el dogma para la búsqueda de la verdad. En ese sentido puede parecer que todo lo dogmático es simplemente una barrera puesta a la verdad y de hecho, entre el Vaticano I que definió la infalibilidad del papa y el Vaticano II, se hizo un enorme esfuerzo por reducir todo lo que aún quedaba de no dogmático a dogma. 8

El proyecto que llevaba al Vaticano II la curia romana era de aplicar la infalibilidad de un concilio a todas las cuestiones pendientes en teología, de tal manera que ya no hubiera pluralismo ni búsqueda de la verdad sino que todas las cosas sobre las cuales todavía se discutía se redujeran a verdades y no hubiera que buscar más. Y, la primera sorpresa que nos deparó el Vaticano II fue el rechazo de esa intención de la curia romana que fue prácticamente derrotada por los padres del concilio que no quisieron usar de la infalibilidad para desplazar la búsqueda de la verdad, sino que llegaron a decir, como pueden ver en el párrafo 16 de la G. S. que: “La conciencia moral que une al cristiano con los demás hombres lo lleva a buscar la verdad", eso es lo propio del cristiano. Quiere decir que todo lo que el cristiano posee no es una verdad ya hecha sino algo que hay que buscar y que aún el dogma pertenece a la función de buscar la verdad. ¿En qué sentido el dogma puede ser algo seguro, algo cierto, algo a que atenerse cuando la verdad está todavía en búsqueda, cuando el cristiano debe buscarla? Esta concepción del dogma, como definiendo verdades de tal manera que no se hablara más de ellas porque ya estaban definidas de una vez para siempre, llevó a algunos teólogos a decir que prácticamente el Concilio Vaticano II no tenía valor dogmático. ¿Por qué? Porque de acuerdo con la intención de Juan XXIII que lo convocó no estaba destinado a refutar errores y a condenarlos sino a reformar a la Iglesia para llevarla al cumplimiento a su verdadera y auténtica misión humanitaria. Era lo que el papa llamaba el "aggiornamiento". Urs Von Baltasar7, un teólogo conservador muy importante que fue amigo de Karl Rahner8, aunque no pertenecen a la misma tendencia teológica, en el 2º capítulo de su obra "Puntos Centrales de la Fe" (que también tienen ustedes en castellano en la biblioteca de autores cristianos de Madrid) habla del Concilio del Espíritu Santo. A mi modo de ver, lo menos que hay en ese capítulo es el Espíritu Santo, ya que habla de que el concilio debe ser comprendido de acuerdo a los anteriores. Dice: "El Concilio Vaticano II ha sido un concilio pastoral" es decir, no dogmático. ¿Por qué? porque no posee esas fórmulas de que hemos hablado. "La imagen renovada de la fe con la que reemprende la marcha, es menos para la fe y la contemplación" o sea, no le dio nada a la fe sino que pastoralmente dio una ayuda a la función de la Iglesia. "Nada nuevo se ha definido en el..." es decir, es una renovación de la Iglesia pero la fe sigue exactamente igual que antes. El cardenal Ratzinger, en un informe sobre la fe, en esa larga entrevista que le hizo un periodista italiano y que salió con su propia aprobación en “L’Observatore Romano”, dice que:

Hans Urs von Balthasar, (Lucerna, 1905-Basilea, 1988) Teólogo suizo. Estudió germanística y filosofía en Viena, Berlín y Zurich (1923-1929) y filosofía y teología en Lyon y Pullach (1929-1938). Jesuita, tras ser ordenado sacerdote, ejerció su ministerio en Munich, Zurich y Basilea como capellán de estudiantes. Su obra recoge las incitaciones más fecundas del pensamiento alemán y francés y de la teología cósmica de los padres griegos. Sus títulos más representativos son, entre otros, La esencia de la verdad (1942), Teología de la historia (1950), La oración contemplativa (1955), El problema de Dios en el hombre actual (1956), Gloria, una estética teológica (1961-1969), Pneuma e institución (1974) y Si no os hacéis como este niño (1985). En 1988 fue promovido al cardenalato y creado cardenal a título póstumo. 7

Karl Rahner (1904-1984), religioso jesuita y teólogo alemán (nacionalizado austriaco), considerado uno de los más eminentes representantes de la teología católica durante el siglo XX. Nacido el 5 de marzo de 1904 en Friburgo, en 1922 ingresó en la Compañía de Jesús. Fue ordenado sacerdote en 1932. El prestigio de Rahner se incrementó tras ejercer como teólogo consultor de la Iglesia católica desde 1960 hasta la conclusión del Concilio Vaticano II en 1965, e integrar la comisión teológica internacional creada por el papa Pablo VI. Falleció el 30 de marzo de 1984. Sus obras más importantes fueron Escritos de teología (16 volúmenes publicados a partir de 1954), Oyente de la Palabra. Para una filosofía de la religión (1941, acerca de la forma y del momento en los que el ser humano se abre a la revelación divina) y Curso fundamental sobre la fe (1976). La figura de Karl Rahner sobresale entre las más importantes de la teología católica contemporánea no sólo por su abundante producción escrita sino por la profundidad, reconocida universalmente, de su pensamiento. 8

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"Precisamente porque el Concilio Vaticano II no ha definido nada nuevo, tiene que entenderse en estricta continuidad con el Concilio Vaticano I y con el Concilio de Trento". Es decir que, desde el punto de vista de la fe estamos en el mismo lugar que en el Concilio de Trento porque en el Vaticano II no se ha definido nada. Esta concepción estrecha del dogma se basa en que sólo se hace dogma cuando se pone un límite entre aquellas cosas que pueden ser mantenidas dentro de la fe cristiana y aquellas que quedan fuera porque no son compatibles con ella. De tal manera que se pierden cosas dogmáticas como la constitución sobre la palabra de Dios: “Dei Verbum”9; es una constitución teológica donde el concilio expresa cómo hay que entender la revelación. Para Ratzinger, no se dice absolutamente nada nuevo con respecto a los concilios anteriores y hay que entenderlo también en la misma forma. Dice el Concilio Vaticano II, por ej. en la G. S. Nº 22: "Hemos de creer que el Espíritu Santo ofrece a todos los hombres, en la forma de Dios conocida, la forma de asociarse al misterio pascual, a los que están dentro de la Iglesia a los que están fuera de ella." "Hemos de creer" es una frase típicamente dogmática y sin embargo no es tomada en cuenta por Urs Von Baltasar porque el concilio es pastoral y no agrega nada al de Trento ni al Vaticano I. Vean hasta qué punto se ha empobrecido el dogma y cómo sólo parece ser aquello que pone un límite al pensamiento y dice: a partir de aquí no hay búsqueda posible de la verdad porque el cristiano ya la posee y el que la busca todavía es porque no es cristiano, es decir, el que va más allá, simplemente no ha acatado algo que es dogmático. 4) Impulso para crear pensamiento. En un último punto, me gustaría decir algo sobre qué intentamos hacer y con eso culminar la introducción a las charlas de este mes. Vamos a tratar de mostrar como el dogma, bien entendido, es un impulso para crear pensamiento, pero estamos en una empresa colectiva donde unos dependemos de otros. Crear no significa sacar algo de la nada sino de alguna manera encaramarnos sobre los hombros de los otros, que tienen que ser sólidos para que podamos hacerlo. En ese sentido en el dogma hay un deseo de permitir que la búsqueda de la verdad continúe, utilizando el trabajo de otros, no solamente el nuestro, y es la forma de ir asimilando y estableciendo una nueva plataforma de lanzamiento para lograrlo. No es fácil, va a exigir por supuesto estudiar cómo se hizo, y va también a exigir reformas, porque el dogma en la Iglesia actual parece ser nada más que un freno, como lo mostraba esa tendencia de la curia romana de querer llenar todas las lagunas con certeza dejando al hombre sin tema para pensar. Es necesario tener claro qué diferencia hay entre creación de sabiduría y creación de ortodoxia, porque parece ser que el dogma se ha convertido en una creación de ortodoxia, en lugar de ser creación de sabiduría; en estas charlas vamos a tratar de devolverle al dogma su condición verdadera. ¿Qué entendemos por esto? Von-Rad10, uno de los grandes teólogos de la Biblia, en el libro "Israel y la Sabiduría" (que también está en castellano), que es muy interesante, y que se refiere a la época de la sabiduría en Israel (pero fíjense que podemos decir lo mismo con respecto a toda la revelación de Dios a Israel, no solamente en la época específica, en que la sabiduría fue el tema central, sino para todo el A.T. y por lo tanto también para el Nuevo), dice lo siguiente: “Se podría decir que el conocimiento del bien no se adquiere sino en la vida común; de hombre a hombre, de situación en situación". Esto quiere decir que es viviendo en sociedad, participando y comprometiéndose en ella como los hombres adquieren la verdad, la capacidad de distinguir el bien, se van haciendo sabios y van aprendiendo a salir de esas situaciones con mayor riqueza de la que entraron.

Dei Verbum, constitución del Concilio Vaticano II relativa a la revelación divina (18 de noviembre de 1965) Gerhard von Rad. Nace en 1901. Estudia teología en Erlangen y Tübingen. En 1930 es profesor de Antiguo Testamento y en 1934 pasa a la Universidad de Jena. Después enseña en Göttingen en 1945 y en Heidelberg hasta su muerte en 1974. Obras: «Teología del Antiguo Testamento» I, 2000, y II, 2000; «El libro del Génesis», 1990; «Estudios sobre el Antiguo Testamento», 1982 10 9

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Y, aquí viene lo que me parece que es el desafío más fuerte que tiene el pretendido laicismo como método de enseñanza, parece como que quisiera dar más libertad de pensar al que no ha pensado nada sistemático hasta los 18 años, y llega como tabla rasa hasta la edad en que debe elegir sin tener acumulado todo lo que una sociedad ha pensado, ha experimentado y ha adquirido de sabiduría. "Con todo -dice- no se vuelve a partir de cero cada vez que un hombre piensa", y eso es, precisamente, lo que el dogma bien entendido permite hacer; es decir: va creando entre los hombres un pensamiento que experimenta sabiduría y se transmite, luego entra en nuevas crisis y obedece a la libertad de cada uno, pero nadie empieza de cero ya más, porque existe siempre la base de un antiguo saber, de una riquísima experiencia humana hecha en común. Eso es lo que vamos a tratar de mostrar que quiso ser el dogma siempre, primero en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, y en la Iglesia después, y que, puede volverlo a ser en la medida en que nosotros realmente nos pongamos frente a él de una manera rica y creadora. Es como la lenta y conservadora herencia genética en el saber que nos ahorra energía para pensar, porque, hecha por generaciones anteriores, se nos brinda de una manera "barata", permitiéndonos lanzarnos al aprendizaje y a la creación de cosas nuevas. Precisamente porque otros nos han enseñado a resolver los problemas más simples de la existencia es que podemos lanzarnos a ese conocimiento más hondo de nuevas posibilidades, de nuevas verdades, en nuevas situaciones de la existencia. Y eso va a ser muy importante porque supone la existencia simultánea de la verdad y del error. Es decir: nadie aprende sin errar. Si por dogma se entendiera la creación de una infalibilidad, sería suicida para el hombre. Hay una especie de infalibilidad básica sobre la cual yo me tengo que basar para no ir revisando todo lo que hicieron las personas del pasado y quedarme así sin posibilidad ninguna de avanzar hacia el futuro, es decir: lo doy por sabido; después lo corregiré si me topo con una imposibilidad o con un error manifiesto, pero ciertamente yo le doy mi cheque en blanco, y eso es lo que cada hombre hace dentro de la sociedad en que vive, frente a ciertas ideas, a ciertas experiencias y a cierto pasado que le han enseñado cosas y le permiten lanzarse a una creación y a una búsqueda de la verdad que sólo puede hacerse por crisis provocadas por errores, por pensamientos insuficientes, o conocimientos que no agotan la verdad y que introducen nuevos problemas. Por lo tanto, que un día mirando el pasado, yo diga: "¡Cómo me equivoqué antes, y sin embargo, cómo esa equivocación me ayudó a conocer la verdad más a fondo!". Eso lo vamos a ir viendo y creo que es importante. 4.1. Creación de sabiduría. Esto es lo primero: el dogma es la creación de una base de sabiduría para lanzar al hombre a algo nuevo, donde le esperan la verdad y el error. Y no hay que escandalizarse de que también haya error, porque precisamente cuando se vive y se reconoce como tal, nos va a llevar a interiorizar la verdad. Mientras no nos hemos equivocado tenemos una verdad superficial y eso creo que es muy importante en cualquier método didáctico profundo y es también importante en esa pedagogía divina que Dios tiene con nosotros. 4.2. Proceso de aprender a aprender. En segundo lugar tenemos que comprender que la verdad no es algo que Dios nos haya hecho de una vez para siempre sino que tenemos que concebirla como el resultado de un proceso, no de aprender cosas y sumarlas, sino de aprender a aprender. Es lo que Beison llama un “Deuterolermi”, es decir, un aprendizaje en segundo grado, que implica aprender factores nuevos de conocimiento. En ese nivel superior del aprendizaje los conocimientos no se suman se multiplican; son factores nuevos que nos ayudan a aprender en el futuro. En el salmo primero de la Biblia dice: "Al justo todo le sale bien": es un poco tal vez lo que hasta hace poco tiempo las películas, sobre todo norteamericanas querían hacer creer y hoy en día, todavía nuestros niños y mayores, reciben a través de "Rambo" y de otras cosas. El “Happy End” es la prueba de la justicia. Bueno, eso es un error, pero es un error a partir de cierto momento del aprendizaje; porque si nosotros lo damos por error desde el principio, no hay aprendizaje. 11

Es decir, llega un momento en donde el aprendizaje de que "Al justo todo le sale bien" tiene que entrar en crisis y lo hace a través de una experiencia de un justo que sufre y va a llevar a otras soluciones, a otras experiencias y a otras crisis. Frente a eso siempre nos va a parecer que lo primero fue una equivocación, siendo así que fue un paso, sólo que ese paso no era suficiente para abarcar toda la complejidad de lo real y tuvimos mil veces que irlo cambiando para adecuarlo y darle sentido a una realidad que parece que al justo no le da más importancia que al injusto, o que todavía le da a veces más al injusto que al justo. Depende del número, como decía aquel verso que ustedes conocen: "Vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios protege a los malos cuando son más que los buenos". Entonces, llega el momento de la crisis y hay que volver a darle sentido a un mundo en donde se vive esto. Y eso, por ejemplo, lo hará la Biblia en el libro de Job, en el que todavía no se piensa que pueda existir otra vida donde el equilibrio entre moral y acontecimientos se realice. Pero es que, concebir otra vida antes de que se haya luchado por ésta, deforma más de lo que avanza. El saberlo antes de que la crisis aparezca, por toparme con el error, se me convertiría en una verdad superficial que deforma más de lo que informa y enriquece. Entonces hay todo un proceso de aprender a aprender, donde las verdades llegan a su tiempo y donde los errores son momentos necesarios del aprendizaje, para que yo, al darme cuenta, busque salir nuevamente en búsqueda de una verdad más profunda, porque, si sigo con los conocimientos que he adquirido hasta ese momento, estoy en un error. Esto tiene que entrar también en nuestro conocimiento del dogma, para que sea algo que verdaderamente nos ayude. Esta es una de las novedades del Concilio Vaticano II que algunos teólogos no admiten, porque dicen que teológicamente no dijo nada nuevo. ¡Vaya si dijo! Todos los concilios anteriores habían dicho que en la Biblia no había un solo error y el Vaticano II, en el Nº 15 de la Constitución “Dei Verbum” -que ya mencionamos- refiriéndose al Antiguo Testamento, dice: "Estos libros del Antiguo Testamento contienen algunas cosas imperfectas y transitorias". Fíjense que la prudencia de la Iglesia es infinita, no le gusta poner la palabra "error", y pone: cosas imperfectas. Bueno, si son imperfectas, frente a las perfectas son erróneas, y si son transitorias y valen solamente para el lunes, y no para el martes, el martes son errores. O sea que “cosas imperfectas y transitorias” significa que hay cosas que han sido corregidas. "Muestran sin embargo la verdadera pedagogía divina". Esto es algo muy importante: si consideramos la infalibilidad de la pedagogía y no la infalibilidad de un enunciado aislado del conjunto, el que "Al justo todo le sale bien", es un error esté en la Biblia o no, pero puesto dentro de un proceso pedagógico es una etapa necesaria que lleva a la verdad. Es un enunciado imperfecto y transitorio desde el punto de vista de lo que es en sí mismo, pero verdadero desde el punto de vista de la pedagogía que conduce ese proceso. Por lo tanto es importante pasar el concepto de dogma de algo que es verdadero para todas las épocas en cualquier circunstancia, a algo que es pedagogía divina infalible donde el Espíritu nos va llevando a una verdad ceda vez más grande. 4.3. "Palabra de Dios". Un tercer elemento que me parece que nos va a ayudar a ver esto es cómo se ha llegado a decidir entre tantas palabras de los hombres cuáles son las que hoy decimos "Palabra de Dios", porque nos estamos engañando continuamente. La Iglesia dice que sacamos el dogma de la palabra que Dios nos dijo, pero Dios no nos dijo nunca ninguna palabra, nunca tuvo un teléfono directo para comunicarse con nosotros; tenemos que reconocer, que oír, esa voz para saber si le pertenece. Hemos oído miles de voces, y fíjense lo maravilloso y al mismo tiempo lo terrible y lo unidos que estamos todos los hombres en un mismo destino: nosotros hemos decidido qué cosas eran palabra de Dios. Este libro que se llama Biblia fue compuesto con palabras que no llevaban ninguna señal del cielo. ¿Se acuerdan cuando Jesús rechazaba las señales del cielo diciendo: "Juzguen por ustedes mismos lo que es justo"? Los hombres han ido juzgando por 12

sí mismos qué los enriquecía y qué los llevaba a la verdad, entonces dijeron: esto tiene que ser de Dios. Los hombres se han jugado para tener una Biblia y hoy en día la usamos para no jugarnos; es decir, la creación del dogma, que es una apuesta del hombre a la verdad, la usamos, precisamente, para no tener que apostar a la verdad sino para tenerla ya hecha como solución. Es muy importante que nosotros nos demos cuenta que nos estamos haciendo trampas al solitario cuando decimos: yo creo esto porque es palabra de Dios. Es palabra de Dios, pero ahí tengo que jugar mi fe, porque, de acuerdo con una tradición, pienso que esa palabra es tan enriquecedora y lleva a un proceso tan rico, tan enriquecedor y tan humanizador que sólo Dios puede ser su autor. Pero tuvieron que decidirlo los hombres y nosotros somos herederos de los que hicieron la Biblia, que es una manera de hacer dogma, aunque en la Biblia no encontremos la fórmula "Sea anatema", como después de los concilios, pero el proceso continúa. Entonces, si nosotros conseguimos esas condiciones que acabamos de ver aquí, creo que vamos a poder darle al dogma un sentido creador en lugar del sentido de freno y de obligatoriedad externa.

I. EL DOGMA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO Parecería que es inútil buscar dogmas en el Antiguo Testamento porque prácticamente no hay ningún credo -aunque hay algo un poco parecido- y menos todavía listas de errores con la palabra anatema; pero sí hay listas de acciones malas que suponen que una persona debe ser apartada del pueblo y generalmente también apedreada. No se trata de cosas dogmáticas en el sentido estricto de la palabra o de errores de fe, sino simplemente de actos que no podían admitirse y que merecían la muerte, de acuerdo con la legislación de Israel, pero, el hecho de que un error en la concepción de Dios realmente expulse de la comunidad judía a alguien, no lo encontramos en el A.T. Y uno puede preguntarse: ¿qué sentido tiene entonces hablar de dogmas en el A.T.? Vamos a hacerlo en un sentido más amplio, como podemos hablar de dogma por ejemplo, en el Vaticano II, aunque muchos teólogos conservadores no lo admitan. Sin embargo, su Santidad Pablo VI, cuando lo clausuró, previendo esa objeción, habló sobre el inmenso valor doctrinal, teológico, y por lo tanto dogmático, de este concilio. Por lo tanto, creo que tenemos que tomar una concepción más amplia del dogma, no fijándonos solamente en esas formas estereotipadas que aparecen en la historia de la Iglesia Católica, y nos vamos a encontrar con el dogma en el A.T. Vamos a estudiar tres puntos: 1) Formas icónicas: la mayor parte del A.T. contiene relatos y uno puede decir: ¿qué tiene de dogmática una narración? Bueno, precisamente a través de ella aparece, va o se vincula una verdad, una manera de entender las cosas y de concebir a Dios a través de qué hace, qué prohíbe, cómo interviene, etc., o cómo los hombres actúan y qué les pasa, etc. Todo eso son formas icónicas, es decir: son formas en que aparece la imagen; en cambio no vamos a encontrar normalmente expresiones semejantes a las científicas, -o sea digitales- sobre qué es Dios y qué es el hombre. Vamos a ver que poemas, salmos o narraciones, como por ejemplo el Génesis, el Éxodo, el libro de los Reyes, el libro de los Proverbios, el de la Sabiduría, etc., están en formas icónicas. 2) Verdades teológicas. En segundo lugar vamos a ver que en todo esto hay verdades teológicas y qué significan, cómo y dónde las encontramos, etc. Es decir: verdades sobre Dios, sobre sus intervenciones, sobre el plan que tiene para el hombre, etc., etc. 3) Palabra de Dios. Y finalmente un hecho que, como les decía al final de la introducción es muy importante e indica que se trata de verdades teológicas inspiradas, o sea que los autores que 13

las pusieron por escrito eran inspirados por Dios para comunicar esas verdades. Hubo que reconocer lo que era inspirado, porque no venía con ningún rotulito que lo dijera, o sea que, de tantas cosas que se dijeron sobre Dios, sobre el hombre y sobre las relaciones entre ambos, etc., la Biblia es el acto en que Dios inspira y en que el hombre reconoce esa inspiración. No se da nunca una palabra de Dios pura, sin pasar por el reconocimiento del hombre, y ese reconocimiento tiene una historia que muchas veces se pierde de vista en el A.T. y parece que ya de entrada se supiera que está con éste y no en otros libros de los cuales se habla en el A.T. Por ejemplo: el libro de la Crónica de los Hechos del Rey David no está entre los inspirados, se tomó sólo una parte que tenía características tales que los hombres reconocieron en ella una revelación de Dios. ¿Cómo, cuándo y por qué la reconocieron? Tenemos que verlo y no simplemente darlo por sentado porque cuando se acabe la Biblia, en el N. T., va a ser muy importante saber si Dios continúa revelando o no, porque ya no vamos a encontrar escritos reconocidos como inspirados y sin embargo, tenemos que suponer que el Espíritu Santo, prometido por Jesús, que nos lleva a toda verdad, sigue revelando cosas, aún después de Jesús, y que, por lo tanto, tenemos que reconocer dónde está viva la palabra de Dios para poder vivirla. Para ver esto, voy a tomar ejemplos del A.T. indicando muy vagamente la época, pero no cuál era la mentalidad de ese momento, de tal manera que, si ustedes quieren tener una síntesis más clara de cómo es la historia de las ideas sobre Dios en el A.T. podrían leer unas conferencias mías de hace mucho tiempo que están en el libro "Qué es un cristiano", sobre todo en uno de los dos subtítulos en que se divide el libro: "Etapas precristianas de la fe", puede ayudarles a encuadrar lo que vayamos diciendo aquí. 1) Formas icónicas ¿Por qué decimos que bajo la forma icónica de narraciones, poemas, refranes o máximas, hay un verdadero dogma en el A.T.? La Constitución “Dei Verbum”, que es uno de los documentos del Vaticano II que trata sobre la palabra de Dios, o sea sobre la Biblia, en el Nº 10 dice: "De este depósito de la fe que es la Biblia, que contiene el A.T. y el N. T. saca el magisterio de la Iglesia todo lo que propone para ser creído como divinamente revelado". Es decir que de la Biblia toda entera, saca el magisterio lo que luego propone a los fieles como verdad obligatoria o dogma. Ahora, si yo preguntara, qué es lo que ustedes creen como verdad de fe del A.T., creo que me llevaría una de estas dos respuestas que son igualmente horrendas: algunos dirían "todo" y otros dirían "nada". Decir ''todo" es decir: los padres de la Iglesia saben qué es lo que Dios ha revelado, yo no sé que es, pero lo pongo mi firma. Pero después, cuando vamos a cosas concretas, como lo que Dios manda hacer, por ejemplo, exterminar a los pueblos cercanos matando hombres, mujeres, niños y animales, uno no sabe qué creer de eso. Y, si empezamos a sacar cosas que no hay que creer, al final de cuentas ¿por qué decimos que creemos en el A.T.? Habría que decir que creemos en algunas cosas de las que están en el A.T. Creo entonces que es muy importante ver cuál es ese dogma que existe en el A.T. Es interesante lo que dice la “Dei Verbum” con respecto al interpretador de la escritura, indicándole que no debe leerla como si fuera un dictado de Dios, sino que debe ir al autor humano. Dice: "Esfuércese el intérprete por averiguar cual fue el carácter y condición de vida del escritor sagrado" o sea, cómo vivía, en qué contexto, qué problemas tenía, qué cosas se le ofrecían para resolver, es decir, cada vez la interpretación de la Biblia se vuelve más cerca del autor humano y de los problemas que tiene, de lo que está discutiendo la comunidad humana y que llega a ese autor como problema. “Esfuércese el intérprete por averiguar cuál fue el carácter y formas de decir que empleó, porque así podrá conocer más plenamente quién haya sido el hagiógrafo”. El hagiógrafo es el escritor sagrado, el que escribe los libros de la Biblia. Interesa quién haya sido porque es una persona que tiene libertad para buscar, porque no sólo comunica hechos sino que busca el sentido para que el hombre se oriente dentro de unos hechos que no siempre acaba de comprender. 14

"Quien haya sido el hagiógrafo y que haya querido significar al escribir, porque a nadie se le oculta que la norma suprema de la interpretación es aquella por la que se averigua y define que es lo que el escritor intentó decir". Creo que esto es muy importante y es lo que hace que veamos qué intentó el autor humano decir cuando habló de la virginidad de María, lo mismo que de otros problemas que hemos visto en el A.T. Dios ha dejado libres a estos autores para buscar en los hechos que narran, el sentido que tienen y formar así la tradición y la sabiduría propia de Israel. Evidentemente eso lo hacen con toda la ayuda de la experiencia por la que va pasando el pueblo de Israel. No trabajan solos, son representantes de todo un pueblo que piensa, que trata de solucionar sus problemas, eso va llevando a que cada ambigüedad de los hechos sea estudiada de nuevo a ver si es posible reducirla a una cierta verdad, entenderla mejor, comprenderla más, y así se van sucediendo las etapas en el A.T. hasta que se llega al umbral del N. T. donde también se ve cómo actúa esa misma concepción de la palabra de Dios. Tenemos que buscar dónde está la verdad en la información sobre hechos y en la educación que es un conocimiento progresivo del sentido. Generalmente, hasta el día de hoy, se usa la Biblia para dar información, y cuando uno ve el trabajo que hace el autor, se da cuenta que no está interesado en la información sino en la educación. Por eso el autor se permite dar informaciones que él mismo sabe que son erróneas porque han formado parte de la educación. Por ejemplo el autor que pone en los salmos "Al justo todo le sale bien", sabe que eso no es verdad, sin embargo, lo pone ahí. ¿Por qué? Porque es parte de la educación, porque no se comprendería una educación que empieza ya sabiendo que Dios no interviene en la tierra para juzgar si los hombres son buenos o malos, etc., es decir, se perdería el sentido de la educación si no estuviera todo el proceso de esa educación en la Biblia. Entonces, la verdad va a la parte educativa y por eso, en el Nº 15 de la “Dei Verbum” dice: "Esas cosas imperfectas y transitorias son muestras de la pedagogía divina". Esto se ha formulado solemnemente en una constitución sobre la palabra de Dios, es decir, sobre este tema, no es un simple paréntesis dentro de otro tema cualquiera. "Las cosas imperfectas y transitorias" -dice- que hay en el A.T. por ejemplo: "Al justo todo le sale bien", es imperfecto y transitorio. Es una muestra de la pedagogía divina, es una muestra de cómo la verdad fue avanzando con el sentido, aunque los hechos de los cuales informa sean falsos. Por supuesto que Josué no paró al sol, pero también por supuesto que cuando el salmista dice: "Nunca vi a un justo abandonado ni a su prole mendigando el pan” es un hecho tan falso como el de los Reyes Magos, pero que ha formado parte del proceso de educación por el cual Dios ha ido inspirando a ese pueblo para llevarlo poco a poco a comprender una verdad más amplia, a plantearse los problemas más serios de la existencia, a plantearse por ejemplo el problema del justo que sufre, el problema de la muerte, el problema de la otra vida y todos los otros problemas que después van a llevar al umbral del mensaje mismo de Jesús: el problema del reino, el problema de Dios que quiere transformar una sociedad que no está de acuerdo con la justicia, o al problema de Pablo, que frente a la muerte de Jesús se pregunta: Y bueno, ¿dónde está el Reino hoy, ese reino por el cual lucha Cristo? Todos esos problemas forman parte de la pedagogía divina y esa pedagogía es la verdadera, esta orientada por Dios. Dos ejemplos Les voy a indicar dos ejemplos de dogma en el A.T. que no chocan tanto, es decir, que al hombre de hoy no le molestaría tanto creer en esa parte del A.T. Hay otras que son más difíciles de aceptar como verdades teológicas, es decir, como concepción de Dios. Un ejemplo son las dos narraciones del diluvio que están en el libro del Génesis, y el otro es una especie de credo histórico que aparece en el Deuteronomio. - El diluvio Si alguno de ustedes quiere hacer un estudio del Génesis y de las narraciones del diluvio, les llamará la atención que hay una repetición casi continua de las mismas cosas o de muy parecidas. Y, en realidad, los exégetas han notado que se trata de dos narraciones superpuestas , o 15

sea que hay dos comienzos, después dos narraciones y luego dos terminaciones, y que ambas estás separadas tal vez por cinco siglos, porque la primera narración está hecha por el autor yavista, que fue el primero que escribió partes considerables de la Biblia, allá por los tiempos del rey David o de Salomón, es decir, por el año 1000 A.C. y la segunda narración está hecha durante el exilio, por un autor que se llama el sacerdotal, que es el último autor que le añade una parte importante al Pentateuco (que son los cinco primeros libros de la Biblia). Al Yavista le pertenecen: Génesis Cáp. 6, 1-8; Cáp.7, 1-5; 7-10; 12; 16b; 17; 22-23; Cáp.8 2b-3a; 6-12; 13b; 20-22. Ustedes van a ver que reuniendo todo este mosaico se hace una narración prácticamente completa del diluvio. Al sacerdotal le pertenecería entonces el relato más moderno: Génesis Cáp. 6,9-22; Cáp. 7, 6-11; 13-06,18-21,24; Cáp. 8, 1-2a, 3b-5, 13a, 14-19 y Cáp. 9, 1-17. Si ustedes leen esto se van a encontrar con algo interesante y es que las dos narraciones no coinciden en cosas importantes, a pesar de que la Biblia ha sido muy trabajada por redactores que han tratado de armonizar los distintos elementos, han dejado intactas las narraciones a pesar de que dicen cosas opuestas con respecto al diluvio. Sin embargo, cualquiera puede darse cuenta que son dos narraciones de un mismo hecho; pero, si ese hecho es histórico, una de las dos narraciones no es exacta obviamente, o puede ser también que ninguna de las dos lo sea. Es interesante saber algo sobre la historia de estas narraciones del diluvio. Cualquiera que conoce Palestina sabe que es una región más o menos montañosa, no de montañas muy altas, pero ciertamente de serranías más altas que las nuestras. Por lo tanto es un poco difícil imaginar un diluvio que cubra absolutamente todo. ¿Se imaginan qué cantidad de agua tan imponente tendría que haber para que se cubriera el cerro de Montevideo o el de las Ánimas? Lo primero que llamó la atención con respecto a esto es que en Palestina parecía imposible que se hablara de un diluvio que cubriera toda la tierra y que no dejara ningún ser vivo nadando o fuera de las aguas. Esto sería más posible en la Mesopotamia (donde están ahora en guerra Irán e Irak) que es una llanura con dos enormes ríos, como son el Tigris y el Eufrates, que vienen de regiones montañosas y que tienen crecidas enormes. Sin duda ninguna que tiene que haber inundaciones periódicas muy grandes, que sumerjan tierras inmensas hasta donde alcanza la vista, y después, pasado cierto tiempo, las aguas disminuyen. Entonces no era muy difícil imaginar que el relato del diluvio no era judío y, precisamente, descubrimientos posteriores, hechos por arqueólogos, confirmaron esto que era una presunción, porque se encontraron relatos mucho más antiguos que el yavista sobre el diluvio universal, precisamente en Mesopotamia, como la epopeya de Guildamés, que es un documento literario muy antiguo en donde aparece un diluvio que sumerge a toda la tierra, por razones que no tienen nada que ver con las de la Biblia. Evidentemente uno se encuentra aquí con un problema: es una forma icónica, tenemos un cuento, ¿cuál es la verdad ahí? Por suerte, para que no entremos en la tentación de decir: "Como está contado en la Biblia, el diluvio tiene que ser verdad", tenemos dos versiones distintas del mismo acontecimiento, o sea que, ciertamente, una de ellas no es verdad, y, más aún, cuando nos encontrarnos con que el relato viene de Mesopotamia, podemos decir que ninguna de las dos es verdad, por lo menos en Palestina. Entonces, ¿qué es lo icónico aquí? ¿Imagen de qué es? ¿Para qué se la pone? ¿Para qué reescribe ese cuento en Israel? Uno de los exégetas mejores que yo conozco, Gustavo Lambert, que fue profesor mío en Lovaina, eligió para estudiar estos dos diluvios un título que es prácticamente una fórmula dogmática. Y, que sirve para los dos relatos, a pesar de las diferencias, y que explica el por qué fue traído ese cuento de otro lado que no caracteriza al pueblo judío y que es casi impensable en Palestina. Ese título es: "No habrá nunca más un diluvio". 16

Si ustedes se fijan, van a ver que el dato más importante que se saca una vez que se han leído las dos narraciones, es que en las dos, Yahvé dice: "Jamás va a haber otro diluvio sobre el haz de la tierra". Entonces, ¿cuál es el dogma que surge de esas dos narraciones? ¿Para qué fueron traídas? Para hacernos pensar sobre Dios. Dios le ha entregado definitivamente la tierra al hombre y éste puede cultivarla y servirse de ella sin temor a que Dios la vaya a destruir. Esto es un mito y nadie lo toma como un hecho histórico, y aunque el origen de la leyenda mesopotámica pudo deberse a una gran inundación, obviamente no es el relato de ese hecho, ya que aparecen los dioses en Babilonia, actuando según su capricho; y, porque les molesta el parloteo de los hombres, que no los dejan dormir la siesta, deciden terminar el mundo con el diluvio. Esto se contaba en todos los países que tenían relación con Mesopotamia, y los judíos, que venían por su origen de ese lugar, que mantenían relaciones comerciales y culturales con esas zonas, habían oído ese cuento sobre los dioses y lo cuentan de nuevo para dar una forma icónica -es decir con una narración- una idea distinta del Dios de Israel. Entonces, cada vez que Dios vea al arco iris, después de una tormenta, se acordará que él juró no destruir jamás la tierra de los hombres. Por lo tanto, la tierra de los hombres no depende del capricho de los dioses sino que está dada de una vez para siempre al hombre para que la cultive. Dios, que aparece al principio arrepentido de haber creado al hombre, luego, cuando ve los resultados de esa descreación que hace con el diluvio, se arrepiente de haberse arrepentido, y jura que jamás va a ser destruida esta tierra que ha dado al hombre. Ese es el dogma que tienen los judíos en ese momento y que aprenden no precisamente a través de un hecho histórico, porque saben que no lo es, y saben perfectamente cuál es la verdad que se vincula en esa narración y se van formando durante generaciones contándose ese cuento que le va dando la confianza de que la tierra está dada de una vez para siempre por Dios al hombre para que la cultive y saque de ella su sustento. Esto forma parte de una diferencia sustancial del pueblo de Israel con respecto a otros tiempos, es decir, Israel está comenzando a formar su identidad sin miedo de que los dioses destruyan la tierra que cultivan. Este cuento forme parte de la sabiduría que no se aprende desde cero en cada generación, así como cada generación del occidente europeo oirá el cuento de “Caperucita Roja” y sacará de allí una concepción de qué es la vida, a quién hay que obedecer, dónde está el peligro, etc., y así se va formando una tradición en que nadie empieza a pensar desde cero. Y no se puede ser "laico" ante el cuento de “Caperucita Roja”, porque mete algo en la cabeza de la gente. Cuando nosotros damos historia nacional, se acabó también la imparcialidad, porque damos valores humanos distintos de otros. De tal manera que cuando vienen y me dicen: "Mire, usted está faltando a la laicidad porque da otra concepción", estaré faltando a lo que es tradición en el Uruguay que se ve pero no a la laicidad porque hace tiempo que desapareció; es decir, las tradiciones vehiculan concepciones de la vida y del hombre. Y ustedes ven aquí entonces como bajo forma icónica se va formando un dogma. Y la narración del diluvio sirve para definir una verdad de fe que va siendo propia, auténtica de la tradición dogmática de Israel, de cómo es Dios, cómo actúa y lo fiel que es a su palabra. Dios dio de una vez para siempre la tierra a los hombres y no es alguien caprichoso que se la va a sacar un día, ni siquiera por el más grande pecado que los hombres puedan hacer. Entonces "No habrá más diluvio" es una forma digital de lo que aquí está en lenguaje icónico y uno podría tomarlo como una predicción científica y decir: "El que no crea esto no pertenece a Israel, es un extranjero". Es prácticamente lo mismo que un dogma, sólo tenemos que reconocerlo en una forma distinta, como es una narración, sin que se diga la fórmula "Sea anatema", pero de hecho, el que no admita esto se va a sentir como un extranjero dentro de un pueblo en donde está eso incorporado a una tradición que es de sabiduría, donde nadie empieza desde cero.

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Me interesa darles el ejemplo del diluvio para que ustedes vean como una narración obviamente mítica, que no representa un hecho real, sin embargo va formando la mente porque transporta la idea de que el Dios de Israel es distinto al de Mesopotamia y de que por lo tanto hay que esperar otras cosas de Él. De ahí la fuerza que tiene ese mito, porque de alguna manera ha copiado un hecho del que se habla en todo el Medio Oriente y le ha dado vuelta al sentido poniéndole otro que es un dogma. - El credo del Deuteronomio El Deuteronomio, conocido por la segunda ley de Moisés, es un libro que está situado al final de la monarquía de Israel, cuando ya está amenazada por lo que va a ser después el exilio babilónico, o sea, ya se ven los primeros problemas, los primeros síntomas de la invasión de los asirios en Palestina y ya se ve que va a terminar mal esa monarquía. Ya han sido desterrados de la parte del norte, que es lo que se llama propiamente Israel -Galilea y Samaría- y queda solamente como independiente el Reino de Judá en el Sur, que tiene como capital a Jerusalén. Pues bien, ese reino está por ser destruido y en esas circunstancias se escribe el Deuteronomio que significa "segunda ley " y que se le atribuye al que dio la primera en el Sinaí que es Moisés; de tal manera que si ustedes leen el Deuteronomio sin precaución literaria pueden creer que están frente a Moisés, pero si empiezan a analizar de qué leyes se trata, se van a dar cuenta que están en una civilización completamente distinta. Hace cinco siglos que salieron de Egipto y ya están instalados; tienen un rey y una serie de instituciones propias de otra situación que es precisamente ésta en que la monarquía está en crisis. De tal manera que una de las cosas más importantes de ese momento en que sale el Deuteronomio es la renovación religiosa con que se quiere ver si Yahvé va a salvar al pueblo de sus enemigos, es decir: tal vez si nos convertimos realmente a Yahvé, tal vez si hay una renovación religiosa, -como la que Josías, que es un rey sumamente piadoso y religioso, determina hacer- puede ser que ponga a Yahvé en disposición de salvarnos, a pesar de que todo indica que llevamos las de perder con los reyes vecinos, especialmente con los que vienen de la Mesopotamia: los asirios y los babilonios. En el Cáp. 26, vers. 5 al 10 del Deuteronomio leemos que en el momento de entregar las ofrendas, (los judíos tenían que llevar los primeros frutos de las cosechas al templo y ofrecerlas a Yahvé), recitaban esto, que más que una oración es un credo, porque no se dirige a Yahvé sino que expresa lo que ellos son en realidad; dice lo siguiente: "Mi padre era un arameo errante", ese arameo errante es Jacob, que es el padre de todo Israel, que tuvo 12 hijos que son a su vez los padres de las 12 tribus. Esto es también mítico, es decir, es un arreglo posterior de la historia, pero lo que importa es que con eso se forma la tradición que lleva consigo, de manera icónica, una concepción de Yahvé importante. Dice: "Mi padre era un arameo errante", los patriarcas como Abraham, Isaac y Jacob, eran nómadas, "Que bajó a Egipto y fue a refugiarse allí, siendo pocos aun, pero se hizo una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron dura servidumbre. Entonces clamamos a Yahvé dios de nuestros padres, y Yahvé escuchó nuestra voz; vio nuestra miseria, nuestras penalidades y nuestra opresión, y Yahvé nos sacó de Egipto con mano fuerte y tenso brazo en medio de gran terror (de los egipcios, obviamente) señales y prodigios. Nos trajo aquí y nos dio esta tierra que mana leche y miel. Y ahora yo traigo las primicias de la tierra que tú, Yahvé me has dado". Es una especie de credo que dice quién soy yo y quién es Dios, y qué relación hay entre los dos. Si uno se fija con detención, hay aquí algunos elementos que son dignos de tenerse en cuenta porque de alguna manera indican cómo puede ser Dios si Israel tiene fe en su intervención. Vean que hay como tres repeticiones de una misma secuencia:"Mi padre era un arameo errante" es una situación obviamente difícil para el hombre, sobre todo dicho por gente que ya está establecida en ciudades, con orden, con cosechas a su debido tiempo, con civilización etc. "Arameo errante" indica una situación peligrosa. "fue a refugiarse a Egipto": ustedes recordaren, por el Génesis, que hubo una gran hambre, que fueron a refugiarse a Egipto y que los egipcios los acogieron en su tierra.

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"y Yahvé nos hizo una nación grande, fuerte y numerosa", es decir: Yahvé hace que su pueblo, ese pueblo de los patriarcas, que tuvo que ir a refugiarse, se vuelva una nación grande y poderosa. Es nada más que un arameo errante que va a Egipto y de esa amargura, de esa estrechez, de esa situación de peligro sale un pueblo grande y numeroso. Y otra vez vuelve la crisis. Esta es la primera secuencia. La segunda secuencia es: "Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron dura servidumbre", entonces, otra vez, así como los patriarcas -Jacob, etc.- se relacionaban con Dios (por eso se dice que es el Dios de nuestros padres el que protegía a Jacob) aquí dice: "clamamos a Yahvé dios de nuestros padres y Yahvé escuchó nuestra voz, vio nuestra miseria, nuestras penalidades, nuestra opresión y Yahvé nos sacó de Egipto con mano fuerte y tenso brazo en medio de gran terror, señales y prodigios". Segunda secuencia. Nuevamente hay una crisis, se invoca a Yahvé, se ponen los israelitas bajo su protección, como lo hicieron antes los patriarcas, y su brazo nuevamente los saca de la esclavitud. Luego dice: "Nos trajo aquí y nos dio esta tierra que mana leche y miel". Fíjense que de la tierra en que estaban no manaba leche y miel por ninguna parte, era una tierra árida y dura; estaban invadidos por todas partes, se morían de una cantidad de inconveniencias como guerras, etc., pero lo que quieren indicar con esto es que en el porvenir existe esa tierra en que mana leche y miel. Von-Rad -que es uno de los mejores exégetas del A.T.- dice que en esta época se empezó a oír en Israel una cosa inaudita, que es que la promesa hecha a los antiguos todavía no se había realizado, que estaba por realizarse. Por ejemplo:"la tierra que mana leche y miel": cualquiera se podía dar cuenta que no era Israel esa tierra, pero es una forma de decir: depende de ti que de la tierra que Yahvé te dé mane leche y miel; si tú, otra vez, en medio de la tribulación y de la situación en que estás, te vuelves enteramente a Yahvé y clamas a Él como antes, Yahvé es capaz de sacarte de todos los peligros, asechanzas y calamidades que hay sobre ti y por fin darte la tierra que Él quiso darte desde el principio, la tierra de la que mana leche y miel. La sabiduría se esconde en lo icónico, es decir, en las narraciones; la sabiduría para el hombre está en saber cómo orientarse en medio de los acontecimientos que parecen ser caóticos; sin ninguna necesidad intrínseca pasa esto, lo otro y cualquier cosa. En cambio el hombre se va haciendo sabio en la medida en que va reconociendo en los acontecimientos ciertas frecuencias que parecen repetirse. Gregory Beison dice que "Todos los hombres aprendemos porque empezamos a notar en los acontecimientos ciertas redundancias, o series que se repiten, y la sabiduría consiste en reconocerlas". Entonces, un pesimista dice por ejemplo:"me está yendo bien hoy, sin duda ninguna o el tiempo está malo o voy a caer enfermo, porque ya he aprendido a reconocer una secuencia... que es que cuando uno se siente bien, zás, viene un acontecimiento negativo". Esa es una forma de reconocer una redundancia, poniéndole un punto a una frase. Uno pone el punto cuando termina la secuencia, es decir: hasta ahora está todo bien, va a venir el acontecimiento malo, punto, vamos a ver si esta secuencia después recomienza otra vez. Aquí también los judíos dicen: fíjense en la secuencia que se repite: hay una crisis, un entregarse a Dios, y una respuesta por parte de Dios que siempre da más de lo que el hombre esperaba. Bueno, esa secuencia se aprende en Israel precisamente con este credo que en forma digital diría: siempre que hay un arrepentimiento y una vuelta de los hombres a Yahvé, éste responde con algo más grande y más hermoso de lo que ellos esperaban. Esto es un dogma, y el que diga lo contrario, sea anatema. Vean como a través de mil formas icónicas se va haciendo la tradición de Israel, y cómo la verdad no está en que el acontecimiento original haya sido exactamente así, porque lo importante no es el plan histórico sino que yo he aprendido que hay una secuencia de acontecimientos que me hace más sabio que antes, que me permite internarme por la vida con algún hilo para orientarme dentro de acontecimientos que si no parecerían caóticos y completamente sin sentido. Yo les noto ahora un sentido que se va acumulando como sabiduría en Israel, en todo el A.T. He puesto dos ejemplos pero se podrían poner infinitos más. Comentando este credo del Deuteronomio, Von-Rad dice: 19

"Aquí resuena por primera vez el tono que de ahora en adelante va a dominar la vida religiosa de Israel, de hecho este manifestó siempre mayor pericia en la alabanza y glorificación de Yahvé que en la reflexión teológica". Nosotros queremos mostrar aquí exactamente lo opuesto; o sea que en el A.T. hay continuamente una reflexión teológica sumamente profunda. Si hay un pueblo que tuvo una reflexión teológica profunda fue Israel. Es algo que lo caracteriza. Yo creo entender que Von-Rad se refiere a que en el A.T. no se usa la misma forma literaria que se emplea hoy para hacer reflexión teológica, que no es a través de narraciones ni poesías, sino de un género literario típico de los libros de teología, de las fórmulas dogmáticas, etc. Y creo que eso es así porque unas páginas después, en el mismo libro que es "Teología del Antiguo Testamento" dice lo siguiente: "El instrumento principal usado en el desarrollo teológico de la revelación (fíjense que habla de desarrollo teológico de la revelación) fue otro, no el usado corrientemente hoy. Era más bien un medio indirecto que consistía en ordenar los materiales sueltos de la tradición de una manera particular", es decir, lo que recordaba la tradición de Israel: tanto cosas propias como ajenas. La narración del diluvio era ajena, las de los patriarcas o las de la liberación de Egipto, como el credo del Deuteronomio serían propias). "La historia de los orígenes, la de Abraham, las relaciones entre la época patriarcal y la de Josué, etc., están ordenados con tal cuidado que la simple sucesión de los materiales provoca determinadas tensiones teológicas". Es lo que hemos ido viendo aquí. En este credo del Deuteronomio hay tres secuencias paralelas, es decir: se cuentan dos crisis y dos intervenciones de Dios que superan las expectativas de aquellos que recurrieron a Él, y, finalmente, se pone una tercera crisis indicando que si otra vez todo el pueblo de Judá recurre a Yahvé, como lo ha hecho antes, éste es capaz de hacer algo todavía más grande que lo que hizo en el Éxodo de Israel de Egipto. Es decir: en la manera de ordenar los acontecimientos hay teología, porque se hace de tal forma que uno aprende a ver el mundo y la historia de una determinada manera que es precisamente lo que se llama teología. Aquí hay algo que me parece muy importante para todos nosotros: teología no es una ciencia sobre Dios, sobre un misterio que nos sobrepasa; teología es la forma con que Dios nos indica cómo es nuestra existencia humana y cómo debe ser, cómo la ve Él y cómo debe ser, y nos orienta precisamente para que, en medio de los acontecimientos, nosotros tengamos un sentido, es decir, la teología es al mismo tiempo sobre Dios y sobre el hombre, porque Dios no aparece nunca como personaje separado diciendo: les voy a dar información sobre mí mismo, sino que se aparece siempre interviniendo en la existencia del hombre, dándole sentido, dándole al hombre un hilo conductor para que entienda la historia y se humanice y enriquezca con ella. Por lo tanto, la manera de contar la historia de Israel es teología en la que Dios aparece enriqueciendo al hombre, dándole un sentido, llevando las cosas hacia ciertos finos en la historia; y ahí va aprendiendo Israel, no solamente con lo que Dios le dice sino con la experiencia que hace. Y cuando la experiencia le sale mal, tiene que volver, y decir: ¿dónde fue que nos equivocamos? y así aprende más y de una forma más honda. Entonces, no es que falte reflexión teológica en Israel como parecía decir Von-Rad en un comienzo, sino que está puesta en forma un poco distinta y más rica de la que nosotros estamos acostumbrados. Si nosotros preguntamos: ¿Qué dice la teología sobre la Trinidad?, un profesor nos puede hablar 20 días sobre ella, sin referirse ni una sola vez a lo que acontece en nuestra vida. El A.T. no va a hacer jamás eso; nos va a contar una historia, o un poema, nos va a poner frente a hechos que nos lleven a decir: "El sentido que esto tiene, supone la Trinidad", y así cualquier otro de los dogmas cristianos. Lo que ha pasado es que al utilizar el lenguaje digital hemos sacado a la teología de nuestra propia historia y de nuestra propia existencia, y la damos como algo que hay que saber independientemente de nuestras experiencias, de nuestra historia y de la sabiduría que vamos adquiriendo para dominar un poco esa historia tan difícil, tan compleja, en la cual estarnos comprometidos y a la cual tratamos de darle un sentido. Parece que la teología esté fuera de eso y 20

que sólo nos da vagas orientaciones como diciendo:"Sí, comprométanse, y después, arréglense como puedan". Sin embargo, la teología del A.T. se aprendía en la realidad, en esas cosas que se contaban y que luego se comprobaban con la experiencia; después entraban en crisis y obligaban a dar otras respuestas más ricas y a pasar de una cosa a la otra. Voy a poner otro ejemplo que les puede ayudar a ver esto más claramente, un ejemplo de la verdad teológica que surge cuando leemos algunos de los salmos que parece que no tienen nada que ver con la teología. El salmo es una poesía lírica, una oración de Dios, y todo lo que ustedes quieran, pero tiene relación con la existencia humana y la va orientando. Esquema 1: Dios no abandona al justo Los salmos comienzan con el salmo Nº 1, que es uno de los más antiguos y que expresa un poco la situación de donde se parte, la concepción más antigua y primitiva de la relación entre Dios y el hombre. Vamos a ir viendo cómo se transforma una verdad teológica, que es algo que nos importa y nos preocupa. ¿Qué es verdad, qué es error en la teología? Dice el salmo 1º, con respecto al hombre: "Dichoso el hombre", es una especie de bienaventuranza, "que se complace en la ley de Yahvé. Todo lo que hace sale bien. ¡No así los impíos, no así! que ellos son como la paja que el viento se lleva de la tierra". Nos encontramos aquí con una especie de orientación hecha en un poema lírico, sobre la relación entre los acontecimientos y la moral del hombre. Al hombre siempre le preocupa, no en el principio pero sí desde muy temprano, (y en la Biblia lo vamos a ver claro) qué relación puede tener la moral del hombre con los acontecimientos exteriores. Hay un libro famoso sobre eso que es el de Job, que está al final del A.T. y que pone en cuestión que haya una relación entre lo que le pasa al hombre y su moral, porque Job es inocente, por lo menos no es más pecador que cualquier otro hombre, y sin embargo le pasan todos los males posibles a una persona. En cambio, el salmo 1° es la afirmación de que hay una relación intrínseca entre lo que le pasa al hombre y el cumplimiento o no de la ley de Yahvé. Cumplir la ley de Yahvé hace que todo salga bien. Y uno dice: ¿Esto, qué hace aquí? Además, estamos acostumbrados a oír que esto es palabra de Dios, la verdad es que Dios estaba bastante distraído cuando dijo esto, porque uno realmente tiene demasiadas experiencias de que al justo no todo le sale bien, pero lo cierto es que así se empieza. De acuerdo con ese salmo, en el Nº 37, vers.25, el salmista declara: "Fui joven, ya soy viejo, nunca vi al justo abandonado ni a su linaje mendigando el pan". O sea: ni a su prole ni a sus hijos los vio mendigando el pan. Esta en una concepción que trata de pensar y de descubrir el secreto de la historia partiendo de Dios y de lo que El manda. Si el hombre hace lo que Dios manda, nunca será abandonado. Es uno de los puntos más sensibles para el hombre de aquella época, que no creía en una vida ultraterrena. No sé si ustedes saben que prácticamente durante todo el A.T. no se creía en una vida más allá de la muerte, y se pensaba que tenía que haber una relación intrínseca y directa entre la moralidad del hombre y los bienes que recibía durante la vida. Esquema 2: Dios no interviene en la tierra. En el salmo 58, vers. 11 y 12, dice lo mismo pero expresado en forma contraria: "Se alegrará el justo de haber visto la venganza, sus pies bañará en la sangre del impío; y se dirá: Sí, hay un fruto para el justo; sí, hay un Dios que juzga en la tierra". Este es uno de los problemas más serios para toda una humanidad que no tiene la escapatoria de decir que hay otra vida, en donde las cosas se van a arreglar; tiene que haber por lo mismo una correlación entre los acontecimientos exteriores y la disposición interior del hombre, su justicia y su bondad; es imposible que el mundo sea absolutamente loco y caótico, que no tenga relación ninguna. 21

Se busca una cierta redundancia que muestre esa relación. Es decir: ¿no se repetirán ciertas secuencias? y entonces esas secuencias se ponen en activo: nunca el justo se compadece de estar abandonado y que sus hijos mendiguen el pan. Siempre aquél que ha sufrido injusticias verá la venganza y entonces dirá: "Sí, hay un fruto para el justo". ¿Ven? es una relación positiva, hay un Dios que juzga en la tierra. El problema teológico para el judío no es saber si hay o no Dios, sino saber si interviene en la tierra o no y si lo hace, cómo puede dejar que la injusticia quede sin castigo. Ese es el problema. La venganza significa que sí hay un Dios que juzga en la tierra, que usa de los acontecimientos para ejercer su juicio. Entonces se introduce en los acontecimientos una cierta redundancia, un sentido; los acontecimientos responden a una significación, no son sin sentido ninguno, que suceden porque sí, sino que tienen una verdadera relación con la moral del hombre. Pero hay una teología diferente en Israel y esto que es un dogma para unos, no lo es para otros que tienen el dogma opuesto. Eso aparece en el salmo 14, en el primer versículo:"Dice en su corazón el insensato: ¡no hay Dios!". No de trata de una declaración de ateísmo, sino de que no hay Dios que juzga y actúa en la tierra, es decir: Dios no se preocupa de la tierra, está muy separado. El salmo 10, por ejemplo, dice: "Sí, el impío se jacta de los antojos de su alma", o sea que puede hacer lo que se le ocurre "A Yahvé menosprecia el impío diciendo: Allá arriba su cólera nada vendrá a indagar". Dios no es un detective que venga a averiguar quién hizo tal o cual cosa, está demasiado lejos, no se mete en los asuntos de los hombres. "No hay Dios, es todo lo que piensa", no hay Dios en el sentido de que no está en la tierra para hacer que las cosas se pongan de acuerdo con la moral. "En todo se afianzan sus caminos", es decir, el impío va haciendo lo que quiere, va llevando adelante su proyecto porque Dios no está. “Espía -el impío- se agazapa, se encoge, el desvalido cae en su poder; y dice el impío en su corazón: Dios se ha olvidado, tiene tapado el rostro, no ha de ver jamás". Esto es lo que quiere decir con "no hay Dios". Dios tiene tapado el rostro, no puede ver nada, deja actuar. Fíjense que hay dos opiniones muy opuestas en Israel, podríamos decir que hay dos esquemas dogmáticos. Y la decisión teológica, (y esto va a ser una cosa propia del Antiguo Testamento, que hasta cierto punto va a desaparecer en el Nuevo) va a depender de la experiencia que el hombre tenga. No va a depender de una autoridad religiosa o cosa por el estilo, sino de las crisis que él tenga en su existencia y de cómo las resuelva. En el salmo 73, se dice algo que tal vez es la forma más próxima a lo que llamamos dogma en la actualidad. Es el salmo de alguien que se formó en el primer esquema y luego la experiencia lo fue llevando al segundo, pero le faltaba dar el último paso. O sea, aceptar que no hay Dios que juzga en la tierra y entonces dice algo que es muy interesante porque es la expresión del dogma: "Pero si yo hablara como ellos, abandonaría la raza de tus hijos", es decir, si yo hablara como los impíos, y me pasaría al 2° esquema, abandonaría la comunidad de fe de Israel. Vean ustedes la fuerza del dogma que decíamos "verdad obligatoria” porque forma la identidad de una persona en su comunidad y hay un temor a quedar fuera, porque se siente que hay un límite para mantener esa identidad. En el vers. 16 dice:"Me puse, pues, a pensar para entender" o sea que me puse a pensar para entender qué misterio era ése de que Dios no estuviera presente al parecer. "Ardua tarea ante mis ojos", porque descubrir qué pasaba me exigió pensar mucho. Y aquí el salmo toma algo del esquema dos y lo introduce en el esquema 1 pero cambiándolo, o sea, busca una solución y dice: "Dios tiene tapado el rostro". El justo acepta ese dato pero como un intervalo temporal, es decir: hay un tiempo en que Yahvé deja hacer, no interviene, está como ausente. Y esa ausencia muchos salmos la describen diciendo que Dios está dormido y lo ponen como acostado y le dicen:"Levántate Dios" porque está dejando pasar las cosas. Entonces Dios se levanta, pone orden y el justo se regocija al ver que sí existe un Dios que juzga en la tierra. 22

Entonces veía que "Los impíos siempre tranquilos aumentan sus riquezas" eso lo dice el salmo 73, vers. 12. O sea que tenía esa experiencia. Pero ¿qué pasa? "Como en un sueño al despertar, Señor, así, cuando te alzas, desprecias su imagen". Es decir, apenas se despierta Dios desaparece el triunfo de los impíos. De alguna manera el hombre ha hecho una secuencia de acontecimientos injustos y en lugar de sacar como consecuencia que no existe Dios, hace intervenir un segundo elemento y dice: el sueño de Dios equivale a acontecimientos fortuitos, o sea, mientras Dios duerme pasa cualquier cosa, pero finalmente se despierta y la secuencia termina con la justicia de Dios. Israel vivió durante mucho tiempo tratando de entender qué pasaba, y tratando de despertar a Dios. Cuando hacía demasiado tiempo que estaban pasando acontecimientos que no correspondían a lo que era la moral interna del hombre, se hacía una renovación religiosa con ese fin. Por ejemplo, en el salmo 44 dice:"No te hemos olvidado, no hemos traicionado tu alianza", o sea es el pueblo el que lo dice, ese pueblo que está por ser dominado por los enemigos, se pone frente a Dios y le dice:"No hemos traicionado tu alianza" no la hemos roto nosotros, entonces ¿qué pasa? "Despierta ya", es decir, actúa, no dejes que los acontecimientos sigan su rumbo por sí mismos. "Por qué duermes Señor? ¿Por qué ocultas tu rostro, olvidas nuestra opresión, nuestra miseria? levántate...", porque estaría acostado. Fíjense que ante una crisis, el esquema 1 tiene que convertirse en el esquema 1b, porque el otro ya no funciona. La experiencia enseña: hemos visto a la prole del justo mendigando el pan, hemos visto al justo abandonado y que por lo tanto no podemos ya decir lo que decíamos antes. Y esto va a seguir todavía, no van a hacer frente a la realidad completa, porque la experiencia del hombre es que muchos justos no verán nunca la justicia que merecen. Job, por ejemplo, es un caso en el que Dios no despierta y todos los males se acumulan sobre él. El Eclesiastés habla también de que donde está la injusticia, allí debería estar la justicia, es decir, que no hay al parecer ninguna especie de intervalo de sueño. Poco a poco aparece en el horizonte de Israel la solución: si Dios no hace justicia en esta tierra tiene que existir otra vida para que la haga. Fíjense ustedes en el proceso que llevó a creer en otra tierra donde se haga justicia, y por qué esta respuesta puede ser rica; precisamente porque está ubicada en un proceso donde primero se luchó locamente por la justicia en esta vida. Si les hubieran dado esa información última al principio, hubieran destruido toda esa rica experiencia, esa hondura de la experiencia humana frente a la injusticia, al dolor, a todo eso que hace del hombre un ser verdaderamente humano, un ser verdaderamente hombre, un ser con problemas profundamente humanos. Es decir: hay un proceso donde por sucesivas experiencias y crisis se va llegando a conocer cada vez más qué es Dios y qué es el hombre. El dogma no es algo que se impone en circunstancias, no, si se cambia el orden de las informaciones se destruye todo. Si antes que empiece el hombre a reflexionar en esta vida, pongo la existencia de la otra vida (y eso lo está haciendo muchas veces la Iglesia hoy), destruyo absolutamente todo el proceso que ha ido poco a poco haciendo. 2) Verdades Teológicas. Nos encontramos aquí con el problema de la verdad, y sobre esto quisiera hacerles algunas indicaciones. Si suponemos que el A.T. es palabra de Dios, y por lo tanto es verdad, pueden surgir confusiones, porque ¿qué es verdad en estas cosas? Por ejemplo: tenemos el caso del diluvio, para no hablar del credo histórico del Deuteronomio, que parece ser histórico pero que en realidad también es relativamente mítico porque no hubo sólo un Jacob que tuviera 12 hijos, sino que fue un arreglo histórico. En el caso del diluvio nos encontramos con la pregunta: ¿qué es verdad en ese relato? 23

En primer lugar tenemos dos versiones del diluvio, lo cual ya nos dice que si una fuera verdadera la otra no lo sería, o sea: si el mismo acontecimiento estaba narrado de forma muy diferente por un escritor que por otro, alguno de ellos se equivoca al contar ese acontecimiento. Tenemos que comprender que en esta verdad teológica hay como dos planos, (y creo que esto es fácil de entender en cualquier educación), dos niveles lógicos que están actuando; en cualquier verdad que se le dice a un niño, ya sea si se le hace un cuento como el de Caperucita Roja o si se le relata la historia de Artigas, generalmente hay dos elementos importantes pero a distinto nivel: el nivel de los hechos, que podríamos llamar nivel material, y el nivel del sentido. El nivel de los hechos significaría que Dios informa cómo fue que sucedieron y al parecer, esa información tendría que ser verdadera, pero sabemos que nunca hubo un diluvio que cubriera toda la tierra, ni Josué paró al sol, etc., que era lo que decía Galileo. Lo fue le interesa a Dios es la verdad que se sitúa en el sentido, y lo mismo pasa en cualquier educación. Cuando ustedes le hablan a un niño de los reyes magos y le dicen que van a venir y que le van a traer regalos si se portan bien durante el año, y si el año es demasiado largo para el chico, por lo menos en la última temporada; cuando ustedes le dicen eso, alguien podría decir que están mintiendo, que esos reyes magos ni vienen ni existen, etc., pero eso sería tan tonto como hacer una investigación en Galilea y traer las actas de nacimiento de tres señores que se llamen Melchor, Gaspar y Baltasar. No interesa que existan, lo que se quiere dar a través de la historia es un sentido y no hechos. Los historiadores modernos nos han enseñado a tener mucho respeto por los hechos, pero en realidad la historia nos sirve desde el punto de vista pedagógico mucho más como fuente de sentido que como narración de hechos exactos que han ocurrido. Les voy a poner un ejemplo que se refiere al N. T. pero que sirve también para el Antiguo: cuando el ángel del Señor le anuncia a María que a pesar de ser virgen va a dar a luz a Jesús, al nivel de los hechos, el ángel le comunicó que su virginidad va a durar hasta el momento de dar a Luz Al nivel del sentido, el escritor cuando habla de esto, quiere decir que la generación de Jesús comprende al hombre y a Dios, que Dios tiene como madre una mujer, que por lo tanto es plenamente humano , y como padre a Dios y que por lo tanto tiene una naturaleza exactamente igual a la que Dios tiene. El que escribe esa crónica de la aparición del ángel Gabriel a la Virgen y relata las palabras, etc., nos está transmitiendo una verdad teológica. Sin embargo, pensamos que lo importante aquí es el hecho y nos cuestionamos si debemos o no creer que María dio a luz sin dejar de ser virgen. No es eso lo que quiere decir el escritor, independientemente de qué sucedió como hecho, sino que Jesús es plenamente hombre y plenamente Dios porque viene de una madre humana, que le da la naturaleza humana y de un padre divino que le proporciona la naturaleza divina. Entonces, desde el punto de vista del sentido, tenemos la afirmación de la divinidad de Jesús. Ese es el sentido que quiere darnos el autor. Si uno tomara el hecho como verdadero, ¿cómo se explicaría por ejemplo que apenas sale Jesús a predicar, sale María, su madre, con sus hermanos, parientes, etc., a buscarlo para traerlo de vuelta a su casa porque piensan que está loco? Una persona que sabe que ha dado a luz virgen, sabe que, evidentemente, está frente a un milagro enorme de Dios y que por lo tanto, no le toca a ella pensar en su hijo como en una persona cualquiera que se va a volver loco nada más que porque está predicando. Este es simplemente un ejemplo para que no pongamos el acento en el hecho, sino para que vayamos al sentido, pues esto es lo importante en el A.T. Muchas veces nos chocan las cosas del A.T. porque en parte son míticas, leyendas, etc., pero a través de ellas se iba formando la mentalidad, la manera de pensar y de orientarse en los acontecimientos del pueblo de Israel. Todo eso que se iba transmitiendo, iba penetrando en las mentes y era la sabiduría antigua que iban recibiendo todos y cada uno de los que formaban parte de la cultura de Israel. Iban aprendiendo así a discernir un sentido en los acontecimientos y por lo tanto iban haciendo teología. Es evidente que si los acontecimientos tienen un sentido, el único que puede dominarlos y darles una intención, un plan, es Dios. Ningún otro debajo de Dios puede dominar los acontecimientos y enderezárselos a alguien. Es decir, que la revelación de Dios se hace en la medida en que se lo muestra arreglando a los acontecimientos para que tengan sentido. Es una 24

verdad sobre Dios pero no como la que se aprende en clase de teología, en forma directa: Dios es así, Dios tiene una voluntad, etc. Es algo distinto, se muestra a Dios en ese sentido que los acontecimientos tienen y que no pueden venir de otro sino de Aquél que los puso en movimiento y los va trayendo y poniendo frente al hombre, haciéndoselos comprender. La teología del A.T. habla menos sobre Dios que sobre el hombre, y lo digo porque creo que esto es fundamental para entender después la teología de la liberación, a la que se acusa, precisamente, de hablar demasiado sobre hombre y muy poco sobre Dios. Se está reeditando la pedagogía divina donde Dios se manifiesta al hombre como sentido de los acontecimientos; y, por lo tanto es en la historia donde van conociendo poco a poco a Dios y donde Él se les va revelando; no es dejar a Dios para interesarse por la historia sino encontrarlo en el sentido que ésta va adquiriendo a los ojos de Israel. Tenemos la tendencia de tomar la verdad en el sentido de la ciencia, o sea de los hechos, y entonces decirnos: esto es verdad o es error, pasando por encima del sentido que tienen. Ya les di el ejemplo del concilio de Florencia que dice: “Todo aquel que antes de morir no entra en la Iglesia sea judío, cismático, idólatra o pagano, no adquiere la salvación sino que va al fuego eterno", y luego lo que dice el Concilio Vaticano II sobre esto: "Lo que vale para la salvación de los cristianos vale igualmente para todos los hombres de buena voluntad". Uno tiene la tentación de decir: "el concilio de Florencia se equivocó, cometió un error, y el concilio Vaticano II es quien dice la verdad". Uno dice "no" y el otro "sí" a lo mismo, por lo tanto, uno de los dos se equivoca. Pero las cosas no son tan simples; en un proceso de educación siempre podríamos referirnos a lo que hemos dejado atrás como errores, entonces, si creí en los reyes magos o en Caperucita Roja, he creído en un error. ¿Qué tipo de error? ¿En qué plano? ¿En el de los hechos? claro, porque los hechos no eran lo importante de lo que se me quería decir. En el plano del sentido, en: cambio, no hay sí o no, sino que hay algo que ha evolucionado. Yo ya sé que las cosas no son tan simples como para que, si me porto bien, los Reyes Magos, una vez al año me traigan un obsequio, pero sé que algo de eso entró en mi ser y forma parte de mi concepción del mundo, y voy a actuar de acuerdo a ella. Son cosas imperfectas y provisorias pero que tuvieron lugar importante en mi vida, de tal manera que, aunque más adelante yo niegue el hecho, quedo de alguna forma deudor de una verdad que descubrí allí y que luego, evidentemente, tuve que profundizar, ahondar, corregir, pero que no es una simple mentira o un simple error. Creo que esto se da en muchos casos, y les voy a dar uno muy reciente y muy escandaloso para nosotros. Pío IX es un papa al cual se le cuelgan una cantidad de cosas un poco molestas, y en el siglo pasado, antes del concilio Vaticano I, tiene lo que se llama un sílabo, silabus, o sea una lista de errores. En el Denzinger (que es la colección de estas declaraciones dogmáticas) en el 1777-1778, se dice lo siguiente: "En nuestra edad no conviene ya que la religión católica sea tenida como la única religión del estado con exclusión de cualesquiera otros cultos". Esto está declarado como error, o sea la verdad está en decir: conviene que la Iglesia sea la única religión del estado y que no se admitan los otros cultos en un pie de igualdad. O sea no hay libertad de culto, y proclamarla es un error. En el párrafo siguiente también se condena este error diciendo: "De ahí que dicen algunos (los que se equivocan) que laudablemente se ha provisto por ley en algunas regiones católicas que los hombres que allá inmigran puedan públicamente ejercer su propio culto cualquiera que fuere", es decir: si va un protestante a un país católico, las leyes le permiten ejercer su culto en ese lugar. Pues bien, eso es un error según el silabo, y el cristiano debe tenerlo como tal. Este error duró un siglo y un año. Y, para que vean hasta qué punto la Iglesia pasa de una cosa a la otra y que, sin embargo decir que pasó del error a la verdad es una simplificación de un proceso de educación, que es más hondo y que no se ve si pongo simplemente las dos frases, una al 25

lado de la otra y digo: error y verdad, les voy a leer lo que se dice en el Nº 2 del Vaticano II al respecto. Dice: “Este concilio declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa". Esta declaración es contraria a la que se ha dicho un siglo y un año antes en el sílabo de Pío IX. "Esta libertad consiste en que todos los hombres deben estar inmunes de coacción tanto por parte de personas particulares como de grupos sociales y de cualquier potestad humana", y esto de tal manera que en materia religiosa ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia ni se le impida actuar conforme a ella en privado y en público. Durante un siglo y un año los teólogos tuvieron mil dificultades para hablar de la libertad religiosa porque se mantenía la decisión dogmática con un peso que obligaba por lo menos a una prudencia cuando se tenían razones para discrepar, para no destruir la autoridad dogmática que está representada por el Sumo Pontífice. En el párrafo Nº 3 sigue diciendo: "Ahora bien, la verdad debe buscarse de modo apropiado a la dignidad de la persona humana" (la verdad debe buscarse, y para eso tiene que haber libertad) "y a su naturaleza social". Es decir, mediante una libre investigación, sirviéndose del magisterio -y no dominados por él- de la comunicación y del diálogo. Esto todavía está lejos de haber sido cumplido, 20 años después del Vaticano II, por lo pronto entre los teólogos católicos. Quiero indicar aquí, de acuerdo con esto que vimos, cómo se ha entendido la verdad teológica en la Biblia, porque es un problema importante. Evidentemente que esto ha pasado por etapas, y las vamos a ir viendo ahora muy rápidamente, pero se ha hablado de que, si el autor de la Biblia es realmente Dios, tiene que habernos dicho verdades y no cosas erróneas. Esto aparece hasta en el Vaticano II, y es lógico, porque cuando pongo a Dios como autor de una palabra, es obvio que la garantía que tengo para creer en ella es que la verdad infinita está detrás avalándola. La inerrancia de la Sagrada Escritura quiere decir que la Biblia no se equivoca en nada, que no tiene error alguno. Entonces, si dice que Josué paró al sol, simplemente agachemos la cabeza y digamos que fue así. Pero ¿podemos admitir que Dios escribió eso sabiendo que astronómicamente es una tontería? Lo que sucede es que era propio de esa época el creer que era el sol el que se movía y que había que pararlo para hacer que el día fuera más largo y eso fue lo que Josué trató de hacer para poder derrotar a los enemigos de Israel. Lo importante aquí es que Dios estaba con Josué y que le permitió una victoria completa sobre sus enemigos. Hay personas que admiten que la Biblia tiene inerrancia cuando se trata de materias religiosas pero no cuando se trata de otras cosas. Pero en la Biblia hay libros enteros que no son precisamente religiosos, por ej. El Cantar de los Cantares, ya que no menciona ni una sola vez a Dios, es simplemente un canto de amor. Con ese criterio podríamos decir que esa parte de la Biblia no tiene nada que ver con la verdad. La inerrancia de la Biblia era una cosa difícil, tanto es así que hay en París una persona, Doufour, un jesuita que es especialista en la Biblia, que vivió casi siempre en Roma y que fue consejero del Vaticano II en materia bíblica, que se esforzó enormemente porque no se usara la palabra inerrancia en la constitución sobre la revelación de Dios. Entonces, en su libro "Los evangelios y la historia de Jesús" dice que el Concilio Vaticano ignora el término inerrancia, es decir que no lo usó para nada. Creo que se equivocó, porque en realidad el término inerrancia nunca ha aparecido como tal en los textos principales del magisterio pero ha aparecido en cambio: "sin error alguno", que es lo mismo. De tal manera que si bien él luchó para que no se usara esa palabra, porque le sonaba mal, se pusieron otras semejantes. ¿Por qué le molestaba a él esa palabra? Simplemente porque estaba segurísimo de que había errores en la Biblia. Pero ¿errores de qué tipo? y entonces ahí es donde entra el problema que vamos a ir viendo desde el principio. 3) Palabra de Dios 26

Para que nosotros digamos hoy que la Biblia es palabra de Dios, tenemos que admitir -y eso es la lógica de la teología cristiana- que Dios es el único autor de toda la Biblia, y por eso, en cualquier versículo que recitamos, podemos añadir "Palabra de Dios". Cuando nosotros preguntamos: ¿por qué es verdad tal cosa que está en la Biblia? obtenemos más o menos siempre la misma respuesta: "Porque la Biblia contiene la palabra de Dios y por lo tanto tiene que ser verdad". Entonces, si preguntamos ¿cómo es eso de que la Biblia contiene la palabra de Dios si todos esos libros están hechos por autores, algunos de los cuales conocemos incluso sus vidas, etc., etc.? Y la respuesta es: "Esos libros son palabra de Dios porque Él los inspiró", es decir: usó al autor humano para decir la verdad que quería transmitirnos. Entonces, normalmente, todos nosotros nos quedamos contentos diciendo: "Bueno, ahora sé por qué son verdad todas las cosas que están en la Biblia", y no nos damos cuenta que no nos han explicado nada todavía, que estamos sin saber cómo se hizo esa colección que se llama Biblia, en qué se distingue de otro libro cualquiera, por qué pusieron allí unas cosas y no otras, etc. Es decir, no tenemos explicación histórica sino teórica de esa inspiración de Dios que es muy real. Decir que lo que está inspirado por Dios es palabra de Dios, no pasa de ser una tautología, es repetir lo mismo. "Está inspirado por Dios", "Dios es el autor", “Dios que es la verdad..." "Es palabra de Dios", todo eso es decir exactamente lo mismo, pero el problema que tenemos delante es saber cómo se reconoció esa palabra de Dios entre todas las otras que hablaban sobre el hombre. Por ejemplo: ¿Cómo se reconoció que era palabra de Dios lo que decía el esquema 1 y en cambio el esquema 2 se consideró obra de los impíos? ¿Por qué eso no es palabra de Dios? ¿Por qué la Biblia da la razón a Job y no a la teología clásica de ese tiempo que decía que las personas recibían en los acontecimientos el justo premio o castigo de lo que habían hecho? ¿Por qué no colocaron en la Biblia las obras de los que defendían esa teología sino el libro de Job? Tenemos que llegar a preguntarnos: ¿Si no hay un teléfono especial con el Espíritu Santo, cómo sabemos cuándo es palabra de Dios? Entonces descubrimos que la palabra de Dios es tanto palabra de Dios como de los hombres. Es decir: que los hombres han intervenido tanto como Dios en hacer lo que hoy llamamos "Palabra de Dios". ¿Cómo? Simplemente seleccionando lo que hoy es palabra de Dios. Alguien tuvo que hacerlo, y ese alguien era un hombre. Fíjense hasta qué punto estamos todos unidos en una enorme aventura en donde nosotros mismos tenemos que decir: "Esto es palabra de Dios" y correr el riesgo de que tal vez la palabra de Dios era la otra, la que decía el otro, el que se quedó fuera de la Biblia, como los evangelios que llamamos "apócrifos". Creo que es útil ver cómo se fue haciendo esa historia en el A.T. porque el argumento teológico es distinto, va directamente a: esto es palabra de Dios porque Él lo inspiró. Más aún, según algunos teólogos antiguos: "lo dictó". Es como decir que el autor humano ideal hubiera sido un grabador pero, corno Dios no tenía uno, tuvo que transmitir por medio de oídos humanos, memoria humana, inteligencia humana y después guiar un poco a ese hombre para que dijera realmente lo que había oído. Nos imaginamos que era fácil de reconocer después la palabra de Dios, pero, por ejemplo, Jeremías nos habla de que al mismo tiempo que él estaba profetizando la destrucción de Jerusalén, otro profeta, Bananías, en nombre del mismo Yahvé, estaba profetizando que Israel iba a vencer a los babilonios. Uno dice: bueno, ya tenemos un elemento para decidir, porque se cumplió la palabra de Jeremías, porque él dijo que era inútil irse a Egipto buscando salvarse, porque nadie iba a hacerlo, y él fue uno de los que se fue a Egipto y se salvó. Entonces, si vamos al caso, Jeremías debería estar también fuera de la Biblia. Fíjense con qué trabajo se hizo ese reconocimiento de lo inspirado por Dios, que en la Biblia hay libros que ni siquiera lo mencionan. ¿Por qué se los ha llamado palabra de Dios? ¿Por qué los han puesto en la Biblia? El mismo libro de Job o el Eclesiastés, dicen cosas muy fuertes que si no son blasfemias andan muy cerca de serlo, porque Job, que era cualquier cosa menos paciente (creo que en toda la Biblia no hay nadie más impaciente que él, aunque razón tenía por supuesto) dice: "Cuando hay una catástrofe y mueren miles de inocentes, Dios se ríe", como si le importara un comino. 27

Esas cosas están en la Biblia y uno dice: ¿Y esto es verdad? ¿Y esto es palabra de Dios? ¿Cómo después que Job ha dicho semejantes barbaridades lo incluyen en la Biblia? Creo que el problema es que confundimos la explicación teológica con la histórica. La explicación teológica es obviamente que esos libros son inspirados -no estoy diciendo que no lo sean- pero la inspiración no se ve, no se palpa, no es visible, exige de los hombres un criterio para saber discernirlo. ¿Cuál es ese criterio y cómo se aplicó? La Biblia es una aventura divina y humana a la vez: es la aventura de la palabra de Dios que llega al hombre y es la del hombre que se atreve a decir qué es palabra de Dios en lo que tiene delante de los ojos. Creo que esto es muy importante y que está muy relacionado con lo que hemos visto del Evangelio. Si ustedes recuerdan algunas charlas anteriores, recordarán la audacia que pedía Jesús al hombre cuando decía: "El sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado". Es decir: hay que ir a leer la Biblia ya con un compromiso previo, sabiendo qué es lo bueno para el hombre y decirle a Dios: ¿Qué tienes que decirme para que le haga todavía un mayor bien al hombre? porque yo ya he decidido que voy a oír lo que le haga bien al hombre, es decir: la única forma de comprender que el sábado está hecho para el hombre no es leer y repetir diez veces la lectura sino es estar comprometido con el hombre, saber qué es lo bueno para él y después decidir de pronto hacer lo contrario de lo que dice ahí. Jesús enseña que hacían perfectamente bien sus discípulos cuando hacían lo contrario de lo que decía la legislación del sábado ¿Por qué? porque habían entendido lo que Dios quería con esa legislación. O sea que el hombre no entiende a Dios cuando dice: “Sí, sí, amén” sino cuando dice: vamos a ver si esto es bueno, y si lo es, viene de Dios. Y no es al revés, esto viene de Dios, luego es bueno. O sea, hay una posición de audacia frente a Dios, que está en el Evangelio y que es lo que requiere San Pablo también, para que la letra no nos mate, aún la del Evangelio, la audacia del hombre para ser hombre, para comprometerse, para ir a la palabra de Dios con su propio criterio y oírla ciertamente, oírla y dejarse juzgar también por esa palabra; pero hay verdaderamente un diálogo y es importante cómo se hizo. No hay que tomar entonces la deducción teológica: es verdadero aquello que es palabra de Dios, porque Él es el autor; y Dios es el autor de aquello que inspiró, por lo tanto los autores son inspirados. Más aún, según el concilio de Trento no hay que pensar que los autores inspirados desde el momento en que la Iglesia los ha puesto en la lista, sino que al revés: fueron colocados en la lista porque eran inspirados, lo cual teológicamente es verdad, pero históricamente fue al revés. Como nadie sabía cuál era inspirado, ponían en la Biblia a alguien porque le encontraban alguna cualidad. Entonces es cierto, teológicamente, que no son inspirados porque la Iglesia los haya puesto en esa colección que se llama Biblia, ni son inspirados desde el momento en que se pusieron ahí, no es algo mágico, ni una especie de canonización, porque "canon" significa lista, y entonces, el canon de la Biblia significa la lista de los libros considerados sagrados, inspirados y por eso están ahí. Pero el problema es que como la inspiración no se ve, son los hombres los que tienen que de alguna manera jugarse para decidir qué cosas son inspiradas y cuáles no. Entonces es interesante que la explicación histórica pase por la sinagoga. Es allí donde se hace esa opción que va a constituir la colección de los libros sagrados. Tenemos dos fechas para saber más o menos los libros que contenía la Biblia judía. Y esas dos fechas dependen de ciertas realidades históricas. Entre el siglo III y el siglo II A.C. la cultura hebrea se expande en el Mediterráneo, es decir: en el Imperio greco-romano debido a la diáspora. En esa dispersión de los judíos que tienen que salir de Palestina por las invasiones, etc., y exiliarse en otras regiones del imperio, surge el interés de tener los libros sagrados de Israel en la lengua que se hablaba en todo el Mediterráneo, que era el griego. Entonces, entre el siglo III y el II no se sabe exactamente la fecha, antes de Cristo, se traducen al griego los libros que estaban escritos en hebreo y se les añaden algunos otros escritos por judíos pero en griego, o sea ya en la lengua que se hablaba en el Mediterráneo, como algunos de los últimos libros de la Biblia. Tenemos ahí prácticamente una especie de canon, o de lista de los libros de la Biblia hebrea que es lo que llamamos hoy el A.T. Luego cuando aparece el cristianismo y empieza a 28

escribir sus propios libros -los evangelios, las cartas etc.- se hace una mezcla dentro del cristianismo de los considerados libros sagrados o bíblicos del A.T. con los del Nuevo y entonces los judíos deciden definir los 24 libros que integran la lista que se mantiene hasta el día de hoy. Eso .sucede entre el 90 y el año 100 después de Cristo, en un sínodo que tienen los judíos en "Yavné": Esa lista la integran los libros escritos en hebreo y traducidos al griego luego, y en general, dejan fuera a los libros escritos directamente en griego como el Eclesiástico, etc. Después se descubrió que probablemente los originales fueron escritos en hebreo también, pero como no se conocían en aquél entonces, se los sacó. O sea que la Biblia hebrea tiene menos libros que la nuestra, pero están la mayor parte de los libros principales como el Pentateuco, los libros de Reyes, los Salmos, los Proverbios, el Libro de Job, etc. Esa es la historia, pero cómo se llegó a esa lista. Me parece interesante ver algunos elementos que nos ayudarán a comprender este proceso, que va a ser muy distinto en el cristianismo, por la influencia respectiva que tiene el culto en las dos religiones. El culto fue bastante importante en la primera época de la religión judía. Y así como sucede con algunos templos árabes -como la mezquita de Córdoba, en España- que han sido transformados en templos cristianos, así hacían los israelitas con los grandes templos que encontraban en Canáan, sobre todo cuando después de David dominaron prácticamente todo el territorio, y tenían en ellos su propio culto. Hasta que, en el tiempo del Deuteronomio, es decir, un poco antes del exilio, el rey Josías, para evitar la mezcla de idolatría con el culto de Yahvé, decide tener un sólo lugar de culto en el templo de Jerusalén. No sé si ustedes se imaginan que no estarnos en la época de las rapidísimas comunicaciones que hay ahora, de modo que trasladarse a Jerusalén no era un asunto tan fácil, no, había que hacerlo en burro, a pie, o como se podía; llevaba días, costaba dinero, etc. Desde entonces y durante siglos, el templo de Jerusalén fue el único lugar verdaderamente de culto, donde se ofrecen sacrificios a Dios, etc., hasta que, con la ruina de Jerusalén, en el año 70 después de Cristo, se quedan sin templo. Entonces, la religión judía se vuelve una religión del libro, mucho más de lo que se volverá la cristiana. Lo que mantiene a la religión judía en el exilio, en la diáspora, en los lugares alejados de Jerusalén dentro de Palestina, es la sinagoga. La sinagoga no es un lugar de culto, aunque nosotros, por mimetismo pensamos que es una especie de parroquia judía, pero es muy diferente. Una de las cosas más interesantes de la sinagoga es que es laical y no clerical. El clero sigue unido al culto y dura lo que dura el culto en Jerusalén, y luego, prácticamente, desaparece. La sinagoga, está dirigida por laicos, por personas que inspiran confianza desde el punto de vista de su práctica religiosa y de sus conocimientos de los libros sagrados. Y, lo fundamental en la vida de la sinagoga es la lectura y la interpretación de los libros antiguos, es decir, los que son conocidos por todos como formando parte de la tradición de Israel, los que la gente ha oído y comentado tantas veces que se le han ido haciendo carne propia. Muchos de los que han estudiado este fenómeno dicen que la sinagoga tiene una virtud especial, que es la de haber mantenido al pueblo judío, porque lo mantuvo unido en la religión, en las costumbres y en la manera de pensar. A pesar de estar dispersos por todas las partes del imperio romano, etc., el pueblo judío se mantuvo unido por una institución laical y religiosa a la vez; sin sacerdotes ni culto que los reunía en torno a los libros que tenían por tradición. Para poner un ejemplo, que a algunos de ustedes puede parecerles ridículo, y de ciencia ficción, imagínense que un día se decide que la tierra ya no es habitable (lo cual no sería tan de ciencia ficción). No sé con qué vehículo, pero en fin, salimos y lo hacemos por pueblos. Supongamos que salen en un navío espacial los pueblos de lengua hispana para fundar un pueblo en otro lado y, durante los años que dura el viaje llevan los pocos libros que les han parecido fundamentales porque forman parte de una tradición muy querida. Me imagino que entre esos libros iría "El Quijote". Yo lo he leído 20 veces y me gusta enormemente, aunque sé también que a otros les aburre espantosamente y les parece horrendo. Hay que pensar que es un libro que no solamente se ha leído individualmente, sino que se ha comentado y que entonces sirve para chistes, para anécdotas etc.; porque al repetir muchas veces su lectura y hacer comentarios sobre qué significa, se le va dando un contenido más interesante a la vez que lo va metiendo en la vida real de las personas que lo van haciendo carne propia. 29

Bueno, a la larga, cuando nosotros dejemos pasar unos cuantos años, vamos a llamar "palabra de Dios" al Quijote. Vamos a decir que algo tan hondo, tan humano, tan rico, que después de comentado y de vivido, todavía nos está iluminando y nos está dando riqueza, etc., etc., es ciertamente algo que Dios inspiró. Me imagino que cada uno de los pueblos tiene, de alguna manera, una inspiración de Dios y, aún en teología, se habla de una revelación que Dios hace prácticamente a la sabiduría de todos los pueblos, no solamente al judío, pero, como nosotros tenemos su Biblia, tenemos que imaginarnos cómo fue que llegaron a decir:"esto es tan rico que Dios tiene que haberlo inspirado". Y si ustedes me dicen:"pero el Quijote habla poco sobre Dios", les recuerdo que el Cantar de los Cantares no lo nombra ni una sola vez, pero cómo es un hermoso poema de amor, les gustaba leerlo, y pasó a formar parto de una tradición que se va haciendo carne propia. Y, aunque no nombra ni una sola vez a Dios, Él está allí presente. Estamos empleando una de las frases más hermosas que usa Medellín, cuando, hablando del Éxodo, dice lo siguiente: "Y nosotros también oiremos el paso de Dios junto a nosotros, cuando Él nos libere y el hombre pase de condiciones menos humanas a condiciones más humanas". En las sinagogas no había una selección específica de lecturas, se fue haciendo poco a poco. Por supuesto que los libros más antiguos, como el yavista y el eloísta, que cuentan las viejas tradiciones -en el Pentateuco- fueron los primeros que se leían, se volvían a leer y se comentaban, etc. Los profetas entraron después, de ahí que les llamaran profetas a todos los libros que no fueran el Pentateuco; y así otros libros, hasta que llegaron a esos 24 libros que forman hoy el canon judío de la Biblia o sea del A.T. No sé si ustedes se dan cuenta de algo muy interesante, que es, diríamos, la religión de un libro, lo cual implica reconocer a Dios. Un pueblo reconoce a su Dios en aquello que le da la propia identidad y los judíos se sentían judíos precisamente cuando oían esos libros, cuando los reflexionaban, cuando sentían la riqueza de esa tradición que tenían. Es una religión que no hace un magisterio desde afuera sino que la hace un pueblo desde adentro. Éste es el dogma de Israel, hecho por autores distintos, pero ¿quién los seleccionó y dejó a otros por el camino? Es el pueblo que los lee y va manifestando sus preferencias. Esta selección se va haciendo poco a poco, sin una organización que la unifique, en todas las sinagogas del pueblo judío, porque corresponde a la identidad propia de ese pueblo. Claro está que es un pueblo que además de tener lazos de libros, tiene lazos de sangre y, una de las dificultades que va a tener el cristianismo es el ser universal, y por lo tanto no tener lazos de sangre que los unan entre sí. Va a tener entonces que ser un pueblo unido por el mismo dogma. Va a tener que tornar otros caminos para esa unidad, pero de todas maneras creo que es algo conmovedor, y digno de tenerse en cuenta como una de las cosas grandes en la humanidad, esa religión unida a un libro que llega a decir: "Esto es palabra de Dios" porque sienten que es lo más rico y lo más grande que tienen. Esa es la presencia de Dios. En el evangelio, Jesús va a exigir que reconozcan la presencia de Dios en la Biblia. Cuando los judíos, olvidados tal vez de todo esto, le piden una señal del cielo, Jesús les dice: “¿Qué señal del cielo tuvieron ustedes para saber que todos los libros que tienen como sagrados son palabra de Dios?” Ninguna, "Juzguen ustedes mismos lo que es justo". Así se hizo la Biblia: los hombres se animaron a juzgar por sí mismos lo que era justo, lo que era enriquecedor, lo que era humano y, sabiendo que Dios quería precisamente la humanización del hombre, dijeron: "Esto es la palabra de Yahvé". No hay que olvidarse que este proceso lo hace un pueblo que no solamente interpreta la palabra de Dios sino que reconoce dónde está. Y, es obra de ese pueblo, y no de un magisterio especialísimo o de una comisión de Roma el que exista un dogma, una verdad obligatoria para todo el que quiera formar parte de ese pueblo. Creo que esto es importante y que muchas veces ni lo imaginamos porque la Biblia se nos da hecha y no tenemos la experiencia, que tuvo el pueblo de Israel, aunque, en el tiempo de Jesús ya lo hubiera olvidado, porque ya la tenía hecha y acudía a la Biblia como lo hacemos hoy. Pero, 30

ciertamente que hubo en Israel todo un trabajo hecho por el pueblo judío disperso y unido por una tradición común, que fue reconociendo la Palabra de Dios por la riqueza que iba adquiriendo. Una riqueza de sentido, de sentirse llevado por una educación, por un proceso educativo que iba siendo cada vez más rico, que les iba permitiendo conocer los acontecimientos y dominarlos. No todo fue maravilloso, también hubo traspiés en esa tradición, también hubo -como en el tiempo de Jesús- corazones cerrados que simplemente se pierden dentro de la tradición y la toman en forma literal, porque toda tradición tiene el peligro de volverse letra. La religión de un libro puede volverse religión de la letra y entonces también sufre peligro, porque no hay libertad sin ambigüedad, y esa ambigüedad hay que asumirla.

II. EL DOGMA EN EL NUEVO TESTAMENTO Es una especie de paradoja, algo extraño, pero el N. T. es el problema del encuentro del hombre con la verdad absoluta, con la palabra de Dios transmitida en persona y no a través de un autor que habla de un problema. Nos encontramos con la persona que para nosotros representa a Dios, el Absoluto, por lo tanto la verdad misma. Los hombres hemos encontrado la verdad en un momento dado de la historia. ¿Qué pasa entonces con el dogma? ¿Qué pasa con la búsqueda de la verdad? ¿Qué pasa con todo ese camino qué se ha hecho antes? Esto es una realidad, no estoy hablando de algo extraño, y lo pueden leer en la primera carta de San Juan, dice lo siguiente:"Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos del verbo de la vida". "Verbo", en griego, significa palabra; lo que nuestras manos tocaron de la palabra de vida eterna, de la palabra que es absoluta. Vean que pone todos los sentidos. Ya no es una palabra que le llega transmitida por otros a través de una narración que se supone que fue inspirada por Dios, sino la propia palabra de Dios. "Pues la palabra se manifestó y nosotros la vimos y damos testimonio. Pues bien, lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos". O sea el N. T. es, de alguna manera, ese encuentro especial con la verdad misma. Surge entonces la pregunta: ¿Y después qué? ya llevamos 2000 años, ¿Qué nos queda por averiguar, qué nos queda por saber, qué nos queda por buscar? Se dan dos respuestas a esa pregunta, dos orientaciones, en el mismo N. T. que las encontramos aún hoy en la Iglesia como tendencias. Evidentemente esas dos orientaciones -ambas muy lógicas- tienen diverso énfasis según los autores, las épocas, etc., es decir, no siempre una estuvo por encima de la otra, dependió mucho de los contextos. La primera sería: después de esto nada radicalmente nuevo. El encuentro con la verdad es como un nuevo descubrimiento en ese proceso de aprender a aprender, en esa pedagogía divina, o sea es una etapa más, después de la cual el hombre sigue caminando y buscando la verdad. Y la venida de Jesús no cambia sustancialmente el método que ha tomado Dios para llevarnos a la verdad. O sea el hecho de que Jesús haya estado en nuestro mundo, en nuestra historia no cambia radicalmente nada en ese proceso que aún sigue. El hombre se enfrenta a nuevos problemas y tiene que tratar de resolverlos con lo que aprendió con Jesús, y, como antes, cada problema nuevo es una crisis de la cual hay que salir con una visión más compleja, más honda, más rica, de la realidad. La segunda respuesta posible es: se terminó el camino de buscar la verdad; ya la encontramos. Una parte dice que no terminó nada que todo sigue igual que antes en cuanto al método con que Dios nos guía, por los mismos problemas de la historia, hacia verdades que tenemos que 31

aprender, siguiendo siempre en la búsqueda de la verdad, y la otra dice que con Jesús llegamos al término del camino de la búsqueda de la verdad y que una vez que la hemos conocido sólo nos queda seguir sacando consecuencias, aplicaciones, explicaciones, para verla más claro. Vamos a seguir esas dos líneas un poco como introducción y luego vamos a ver la que -por diversas razones- dominó históricamente en el occidente europeo, que es la que llega hasta nosotros con el Vaticano II. Vamos a comenzar entonces, mostrando estas dos líneas de acción para que ustedes las identifiquen. Después de Jesús = nada radicalmente nuevo. El Vaticano II, en el Nº 16 de la G. S., en una de las expresiones más extrañas que se han dicho en el concilio, presenta al cristiano sintiendo el imperativo moral de unirse a los demás hombres, es decir a los no cristianos, para buscar la verdad. Es la definición de cristiano que menos se podía sospechar que se dijera 2.000 años después de Jesucristo. No dijo: vamos a buscarla dentro de nosotros mismos, no señor, es afuera, con los no cristianos que hay que buscar: la verdad. Es lamentable que, en un país tan laico y secularizado como es éste, el Papa en vez de los discursos que hizo, no haya leído alguna de las páginas del Concilio Vaticano II, porque hubieran sonado como más ricas, más provocadoras, llamando más la atención de la cantidad de no cristianos que lo estaban viendo y oyendo, y aunque no fueran más que leídas, me parece que hubieran llegado mucho más al corazón de los uruguayos y les hubiera dicho cosas mucho más importantes sobre el cristianismo que las que dijo Juan Pablo II durante su estadía aquí. Y una de ellas era, precisamente: El cristiano está llevado por el imperativo moral de su conciencia a unirse con los demás hombres para buscar la verdad, porque no la tiene ya. Yo creo que la impresión que sacaron todos los no cristianos que oyeron hablar a Juan Pablo II es de que él tenía la verdad, y los cristianos uruguayos, en la medida en que lo obedecían, que era muy dudoso, también la tenían en la mano. Sin embargo aquí dice el concilio Vaticano II algo mucho más conmovedor que es que la verdad que Dios gusta tenemos que encontrarla entre todos los uruguayos, entre todos los hombres del mundo, porque 2.000 años después de Jesucristo, todavía no está. Y para encontrarla, los cristianos tenemos que salir de nuestro ghetto, con lo que tenemos e irla a buscar. Digo esto para que no crean que estoy inventando cuando hablo de que existe otra corriente que cree que con Jesús ya tenemos toda la verdad. Y uno pregunta: ¿Entonces la verdad revelada no llegó a su fin? ¿Sigue la revelación? En primer lugar, depende de cuál sea la verdad que Dios quiere, porque si Dios no quiere solamente conceptos en la cabeza de las personas, sino que quiere que el hombre se humanice, o sea la verdad realizada, es decir: convertida en solución humana para los problemas del hombre, es evidente que esa verdad tiene que estar en contextos que ni Jesús ni sus apóstoles podían resolver hace 2.000 años; y por lo tanto, la verdad que ellos tenían en su cabeza para aquellos problemas no es la verdad completa que hoy necesitamos para resolver los nuestros. Es decir, necesitamos dar pasos por nosotros mismos para encontrar la verdad. Esos pasos no significan que sean contrarios a los de Jesús, sino que son diferentes en el sentido de una continuación creadora, que va más allá de los límites que Él tenía en su contexto que no es en el que nosotros nos movamos. Es notable que la reflexión del N. T. ya llegó a esta conclusión que estamos diciendo nosotros, y es interesante que el mismo Juan, que en su primera carta dice:"Lo que nosotros vimos, lo que nosotros tocamos de la verdad", en esa palabra de Dios encarnado "Os lo anunciamos", como diciendo: ¿qué otra cosa puede haber, que más se puede esperar? El mismo Juan, al terminar su evangelio, con aquel episodio de Tomás que se resiste a creer en la resurrección hasta que Jesús le muestra sus llagas, etc., y entonces él tiene aquellas palabras que son tan fundamentales, que es el reconocimiento de que él está delante de Dios y le dice:"Señor mío y Dios mío” con la frase más solemne, clara y directa de todo el Evangelio sobre la divinidad de Jesús dice:"Has creído porque me has visto, felices los que creen sin haber visto". Son palabras de la teología de Juan, de lo que él comprendió, porque Jesús resucitado no dio información. 32

Nosotros decimos: "Felices los apóstoles que lo vieron" sin embargo si supiéramos la realidad tal como Jesús la ve, tal como la ve Dios, los apóstoles deberían haber dicho al revés: "Felices ellos que van a descubrir una verdad que nosotros todavía no tenemos; nosotros que tocamos y que vimos esa palabra de Dios, no vamos a tener la felicidad de prolongarla, de llevarla hasta regiones todavía desconocidas, hacia culminaciones todavía inacabadas que nos esperan". Y Juan termina su evangelio diciendo: “Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales..." (Después sigue el Cáp.21 que es un apéndice que se le agregó más adelante y que pertenecería a otro autor). Vean que tampoco el Vaticano II está inventando cosas; en la época de Jesús ya se preferían a los que no lo habían visto, porque había algo nuevo en ellos que no podían tener los que lo habían visto directamente. Toma entonces todo su sentido lo que dice Mateo con respecto al llevar a efecto el proyecto de Jesús que es el Reino. Ese Reino que está por hacerse, que Jesús no terminó sino que lo dejó a medio hacer. Esa presencia especial que va a tener Jesús "Cuando dos o tres se reúnan en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos", es decir: nosotros tenemos una presencia que es superior a la que tenían sus discípulos. El final del evangelio de Mateo, en el Cáp.28, vers.20, dice: "Yo estaré con ustedes hasta el final de los tiempos", y esa presencia es mejor todavía que la que tuvieron los de su época, porque Jesús está cuando nos reunimos en su nombre para seguir su proyecto que es el Reino. Y aquí entonces es cuando aparece la teología de Juan en el discurso de despedida de Jesús. Para San Pablo, Jesús más que el fin es el comienzo del trabajo de los herederos que tienen que asumir el universo para empezar a hacer la nueva tierra y el nuevo cielo; y, por lo tanto, con Jesús no termina el trabajo del hombre sino que comienza una búsqueda de la verdad ya orientada a la creación del hombre de una manera especial. Ésta es la teología de San Pablo. Yendo a la teología de Juan, sobre este mismo punto, nos encontramos que, en el Cáp.16, vers.12, dice Jesús: "Mucho les podría decir todavía", es decir que todavía tiene muchas cosas para comunicar, "Pero no podríais soportarlo". Soportarlo significa cargar con el peso de algo, y sería inútil decirles cosas que por el momento serían sólo un peso más. ¿Por qué? porque precisamente es el futuro el que va a hacer que esas cosas sean significativas, tengan sentido, valgan, y entonces el hombre las lleve con alegría, con soltura, las utilice, mientras que, antes de tiempo, serían simplemente una carga inútil. Quisiera que ustedes meditaran conmigo sobre la aplicación de esto al hoy que vivimos. Tengo la impresión de que después de veinte siglos de dogma cristiano, estamos hartos de dogma, es decir, tenemos un enorme peso encima, porque no hacemos nada con todo eso que se nos enseña y que tenemos que saber; son como misas que oímos sin saber exactamente para qué, sólo porque hay que asistir. ¿Por qué? Porque son cosas que han sido dichas fuera de tiempo y en ese sentido constituyen una carga, ya sea porque están atrasadas o adelantadas sobre lo que nosotros hoy tenemos como problema. La Iglesia tal vez no ha tenido en cuenta lo que significa para el hombre tener la verdad que precisa para los problemas que tiene que resolver, entonces esa especie de fuente de información dogmática puede provocar una inundación en lugar de saciar la sed, o sea, hacer un desastre. Por eso Jesús dice algo que es muy importante (Juan 16, 7): "Yo os digo la verdad, os conviene que yo me vaya", ¿por qué? porque hay que hacer una búsqueda de la verdad sin tener la posibilidad de conseguir información sobre cualquier cosa, yendo al que posee todas las recetas, y sabe todas las respuestas. Esta frase, evidentemente, no la pronunció Jesús directamente, pero pertenecen a la teología de Juan que las pone en su boca porque representan lo que el Jesús que él conoce pensaría frente a la realidad. ¿Y por qué conviene que se vaya? En el Cáp.16, vers.13 y 14 dice: "Después de decir mucho podría deciros más aun pero no podríais tolerar ese peso", es el caso del dogma información que tenemos acumulado y continúa: "Ahora no podéis con ello, entonces os conviene que yo me vaya porque si yo me voy cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, os guiará a la verdad completa", es decir: no es una verdad que está ya fija ahí, que hay que aprenderse, sino "al 33

Espíritu de la Verdad", o sea algo mucho más ágil y creador, que acompaña al hombre que camina, que busca, etc. El Espíritu de la verdad conducirá a la verdad total. Esto pasa en todo proceso educativo: hay un momento en que para que el hijo siga educándose sus padres tienen que desaparecer o estar lejos porque estorban. Todo el mundo sabe lo difícil que es cuando llega el momento, hacer lo que sería lógico, sin embargo, en principio todos lo sabemos y sabemos el por qué. Entonces, ése es el significado de que Jesús no quiera estar siempre ahí, sino que, después de haber dejado -como dejan los padres o los maestros en la mente del niño- una cantidad de conocimientos, de sabiduría, etc., quiere que vayan con ellos a la historia y los pongan allí, frente a esos problemas y que aprendan con los problemas mismos que la historia les va haciendo resolver; que aprendan y conozcan una verdad más grande todavía, a la que el Espíritu los va a llevar, conforme a lo que dijo Jesús, porque como dice en el Cáp. 16, vers.13: "Él no hablará por su cuenta sino que hablará lo que oiga de mí, recibirá de lo mío y os lo comunicará a vosotros". Es decir: es como si tuviéramos a Jesús pero a través de su espíritu, que es mucho más delicado y que nos deja libres, nos vuelve activos y creadores y no meros repetidores de cosas. En ese sentido hay una frase de Agustín que tal vez sea una de las más profundas en ese orden de cosas. Dice que Jesús, cuando quiso ser camino nuestro, no quiso detenernos sino pasar. No quiso detenernos en el camino hacia la verdad diciendo para qué van a ir más allá si la verdad soy yo, sino que pasó y nos dejó solos con su Espíritu, es decir, con la imposibilidad de ir a él, pedirle respuestas y sacralizarlas teniendo la seguridad de que son las correctas porque Jesús las dijo, sino que nos largó a la historia porque así trabajamos mejor. Hay una poesía de León Felipe, que ha salido en un libro suyo que se llama "Antología Rota" y que es sobre la Ascensión de Jesús, o sea del momento en que Jesús deja a los suyos, que comienza con las palabras de otro poeta, Fray Luis de León, que dice: “y dejas pastor santo tu grey en este valle hondo, oscuro, con soledad y llanto, y tú, rompiendo el puro aire llevas al inmortal seguro". Está diciendo que es como si ya no le interesara nada de lo que pasa aquí, porque a Fray Luis de León le parecía que la Ascensión era algo terrible y que Jesús dejaba a los suyos con soledad y llanto y se iba lo más tranquilo a su patria celestial. León Felipe toma esta poesía y dice entre otras cosas: "Aquí vino y se fue. Vino, llenó nuestra caja de caudales con millones de siglos y de siglos, nos dejó unas herramientas y se fue". Es decir, nos dejó como verdad también sus herramientas para pensar y no pensamientos hechos: "El que lo sabe todo (y aquí viene lo fundamental) sabe que estando solos, sin dioses que nos miren trabajamos mejor". Trabajamos mejor en el sentido de que lo hacemos como hombres, como seres libres, y que podemos buscar la verdad sin dioses que nos controlen; lo que Jesús dice en San Juan: "Os conviene que yo me vaya", porque con Dios al lado de ustedes, no trabajan bien. ¿Por qué? simplemente porque llega el momento en que es necesario dar pasos al frente y salir. En charlas anteriores ya hablamos de cómo muchas veces nos parecía que pasábamos de concepciones que parecían ser un sí o un no, o de un no a un sí, pero que en realidad eran profundización; entonces, por ejemplo, cuando salíamos de un contexto de premio y castigo, el infierno cobraba un sentido de buena noticia, y descubríamos que con todo lo que hacemos por el hermano, o que de alguna manera lo afecta, estamos tocando siempre lo absoluto; con el bien o con el mal estamos tocando siempre lo absoluto. Cuando comprendemos que el infierno es eso y no 34

tanto un lugar, comprendemos algo mucho más profundo de la verdad cristiana. ¿Por qué? Porque la verdad no se descubre simplemente negando lo que se ha aprendido sino profundizándolo, tomándolo en un sentido más profundo. Esas herramientas que se nos dan nos permiten llegar, a medida que se nos van planteando problemas y contextos más hondos, a dar respuestas más profundas. El proceso sigue, la única diferencia es que ya no tenemos un libro con las instrucciones. Es como un químico farmacéutico que empieza su carrera leyendo cómo hay que utilizar cada medicamento, pero que, cuando la termina, sabe hacer él mismo el medicamento adecuado para lo que necesita. Esto pasa con el hecho de no tener ya a nuestra disposición elementos bíblicos. No tenemos un "después de Jesús y del último apóstol" como final del N. T., ya no tenemos un libro donde estén las respuestas hechas, pero sí tenemos la guía del Espíritu que nos va llevando a la búsqueda de la verdad junto con los demás hombres. Esta es una orientación, una línea de hipótesis para salir de la pregunta: Bueno, ¿y después de Jesús, qué? Después de encontrarnos con la verdad misma personalmente ¿qué hay? Como ustedes ven, la primera es que la búsqueda sigue y lo que ha cambiado es sólo el método que ha tenido una variante significativa pero no radical, porque seguimos en la búsqueda de la verdad, sólo que la ayuda que nos presta el maestro es de carácter espiritual y no una ayuda litoral. Después de Jesús = ya tenemos la verdad La otra orientación quisiera exponerla siguiendo el pensamiento de un teólogo contemporáneo, fallecido hace poco tiempo, el cardenal Daniélou11, porque la resume muy bien, refiriéndose al mismo evangelio de Juan, o sea que tiene elementos un poco ambiguos que sirven a una y otra corriente. Daniélou resume la escatología de Juan, es decir, los últimos tiempos. Cuando nosotros leemos a Juan tenemos la sensación de que los últimos tiempos no están cerca (como aparece en los sinópticos) sino que ya los estamos viviendo. Y Daniélou explica eso diciendo: "En primer lugar: la historia no es un proceso eterno, sino que tiene un fin", la historia de los hombres tiene un fin, “Constituye un plan definido, limitado", limitado en el tiempo, pero va siguiendo un plan. “En segundo lugar: el cristianismo es ese fin", o sea, la historia va hacia un límite que es el cristianismo, más allá no hay nada importante que pueda surgir. "Cristo se presentó como viniendo al fin de los tiempos como introduciendo el mundo definitivo". O sea, una vez que nos encontramos con la verdad, ya no hay que esperar nada, no hay que buscar nada, ya está todo. Daniélou dice: "Después de Jesús, el juicio ha comenzado". Esto es algo que hay que entender porque es como la relatividad de Einstein o algo así, que uno tiene que estrujarse un poco la imaginación para acomodarse a cómo es el mundo para él. Bueno, aquí también hay que hacer un pequeño esfuerzo de imaginación. "El juicio ha comenzado". Esto es algo que uno siente un poquito cuando lee a Juan, que el juicio ya está presente, o sea que Dios está haciendo el juicio final. Lo que ocurre es que nosotros teníamos la idea de que el juicio final iba a ser un día en que nos iban a reunir a todos en el Estadio Jean Daniélou (1905-1974), religioso jesuita y teólogo francés. Su obra contribuyó de manera notable a renovar y divulgar el pensamiento de los padres de la Iglesia y de los primeros tiempos del cristianismo. En 1929 ingresó en la Compañía de Jesús. En uno de sus principales tratados, Ensayo sobre el misterio de la historia (1953), opuso el cristianismo al marxismo y presentó la historia como algo que está en manos de Dios y que gira alrededor de la muerte y de la Resurrección de Jesucristo. Nombrado experto teológico en el Concilio Vaticano II por el papa Juan XXIII, aunque reconoció la originalidad de las religiones y del paganismo como testimonios del deseo humano de alcanzar lo absoluto, siempre afirmó la especificidad del cristianismo como religión de la manifestación de Dios. Fue nombrado cardenal por el papa Pablo VI en abril de 1969 y falleció en 1974 en París. 11

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Centenario o algo así, y que ahí, en el medio de un estrado, iba a estar el juez que iba a ir llamando de a uno y mandándolos para uno u otro lado; era una especie de sentencia rápida dada a toda la gente. Daniélou dice: “Nosotros tenemos que imaginar el juicio como lo que es la historia ahora, porque la historia esta en capilla". La historia, como el estudiante que ya está con la bolilla que le ha tocado, tratando de recordar todo lo que puede, porque dentro de 5 minutos lo van a llamar y entonces no le interesa absolutamente nada más que eso. "La historia esta en capilla", porque, ¿qué es la historia? "Es el escenario que utiliza Dios para juzgarnos". Es decir: a partir de Jesús, Dios empieza a juzgarnos, y la historia le sirve como escenario para saber qué le responden los hombres. Si suponemos, por ejemplo, que Dios hace un juicio de acuerdo con la ayuda que nosotros le damos al hermano necesitado, pues simplemente, Dios nos pone en un mundo donde hay hermanos necesitados y nosotros mismos nos juzgamos por lo que hacemos. Y la historia es el “teatro" donde la persona dice sí o no a Dios a través del hermano. La historia le sirve de "escenario" a Dios para ponernos delante los criterios del juicio y saber cómo nos ubicamos frente a ellos. Es decir: la historia podría ir en el sentido completamente inverso del que va. O sea que si va hacia una civilización más desarrollada, desde lo más primitivo, después de Cristo la historia podía ir al revés, hacia el hombre de las cavernas, que para el caso es igual. Lo que a Dios le interesa es juzgar al hombre y lo está haciendo. Y lo que la gente piensa hacer en la historia a Dios no le interesa, porque de ahí no va a salir nada. De la historia salió Jesucristo y ése es el fin de la historia, su culminación y, en ese mismo momento los hombres empezamos a ser juzgados y en ese escenario, que es la historia, se nos pone a los personajes para que nosotros mismos nos juzguemos con las decisiones que tomamos con respecto a ellos. Mirada así la historia ya no tiene sentido, el que sí lo tiene es el juicio que Dios hace de cada uno de nosotros, sin darnos cuenta, como si todavía estuviéramos en la historia. Nosotros pensamos que estamos construyendo algo y en realidad estamos siendo juzgados por Dios de acuerdo con ese escenario donde nos ha puesto y donde coloca a los demás hombres junto a nosotros; y nos ve actuar, y después nos dice: acuérdate de lo que hiciste aquí, y tú mismo te juzgas. O sea que estamos en el juicio final. En ese sentido: la historia no construye nada, simplemente los hombres van pasando ante Dios, y Dios los va juzgando. Y esto que nos parece un despreciar la historia, porque ésta no es la vida real, ni el país real de la historia donde estamos, sino un país ficticio, es un escenario que Dios ha hecho para juzgarnos, eso mismo lo decimos muchas veces en oraciones que todavía rezamos y cantamos, como la Salve, por ejemplo, donde nos declaramos "Desterrados hijos de Eva, en este valle de lágrimas". ¿Por qué este valle de lágrimas, por qué este destierro en esto que es nuestra tierra? Pablo en cambio nos dice: “Son herederos de la tierra, a ver qué hacen con ella. Todo es de ustedes, vean cómo construyen, porque lo que va a juzgar Dios es lo que va a ser el nuevo cielo y la nueva tierra y lo que vale para entrar allí definitivamente, ustedes lo hacen en la historia y Dios lo va a juzgar al final de ella.” En esta segunda línea, esta tierra donde estamos es simplemente un destierro doloroso, que no vale, que no tiene sentido en sí mismo, es simplemente la forma que Dios tiene de juzgar nuestra libertad. Vean que no es una cosa tan extraña esto; los primeros cristianos esperaban la segunda venida de Jesús muy próxima, y por eso muchos habían dejado de trabajar, porque ¿qué sentido tenía hacerlo para una historia que estaba por acabarse? De tal modo que, San Pablo, les dice a los de Tesalónica que el que no trabaje no coma, porque ya eran una plaga los que no lo hacían precisamente por causa de la escatología inminente. De alguna manera la Salve nos invita a no trabajar, y a ponernos frente al juicio de Dios. Lo que pasa es que la Iglesia durante siglos no consideró próxima la venida de Jesús para el juicio 36

final, pero la que era próxima era la propia escatología individual de cada hombre. Es decir: yo estoy próximo a mi muerte y a mi juicio y eso es lo que vale, de tal manera que yo tengo que velar, no por la segunda venida del Señor, sino ante la muerte y el juicio que me pueden venir en cualquier momento; y, en ese sentido, yo soy un desterrado de la tierra, porque no me puedo fijar en lo que estoy haciendo, porque tengo que pensar en la muerte y en el más allá y en lo que me va a venir. Entonces sí que estoy en la tierra como en un valle de lágrimas y como un desterrado y mi tierra es otra. Esta ha sido, de alguna manera, la forma de vivir, y tal vez de esto viene el hecho de que una vez que viene Jesús la Biblia se acabe rapidísimamente, es decir, si se hubiera seguido la otra orientación ¿por qué la Biblia no podía seguir más tiempo? Fíjense que el A.T. son las experiencias de una educación que dura 10 siglos, mientras que el N. T. consigna obras escritas durante 50 años, nada más, desde el año 50 al 100 más o menos. En el año 50 tenemos las primeras cartas de San Pablo, y por el año 100 se escriben probablemente, el Apocalipsis, las cartas de Juan y tal vez el cuarto evangelio. En muy poco tiempo se cierra el N. T. y uno se pregunta: ¿Por qué no se sigue desarrollando esa verdad? Es muy interesante la rapidez con que se cierra el canon. El canon judío se cierra más o menos hacia el año 100 y en el 140 tenemos ya un canon de los libros sagrados cristianos, y más adelante, en el concilio de Trento, por ejemplo, se va a decir: "El Evangelio que promulgó primero por su propia boca nuestro señor Jesucristo y mandó luego que fuera predicado por ministerio de sus apóstoles a toda creatura, es fuente de toda saludable verdad y de toda disciplina de costumbres. Esta verdad y disciplina se contiene en los libros escritos y en las tradiciones no escritas que transmitidas como de mano en mano han llegado hasta nosotros desde los apóstoles". Es decir, el punto final son los apóstoles, que recibieron cosas de Jesús y las transmitieron de manera escrita o de boca en boca. Esa es la revelación para nosotros y ahí termina. Y, para que no quepa duda, mucho después de Trento, (Trento recoge la tradición de la Iglesia de la Edad Media, porque fue hecho en el Renacimiento; es el concilio que trata de frenar la reforma), en una encíclica contra los modernistas, a fines del siglo pasado y comienzos de éste, Pío X, condenará como errónea la opinión según la cual la revelación que constituye el objeto de la fe católica no quedó completa con los apóstoles, o sea, afirmó como dogma que con la muerte del último apóstol, la revelación, es decir, la palabra de Dios, o el N. T. quedó completo. Hay como un apuro por decir que toda la información que viene de Jesús hay que recogerla y, como Él no escribió nada, se la recoge de los que la oyeron. Y se dice: la revelación terminó. Ven ustedes la diferencia entre la idea del Espíritu que sigue llevando a la Iglesia a toda verdad y la idea de la revelación terminada con la última información dada por Jesús. En el año 140 aparece la primera lista de los libros que tenemos hoy; hay algunas razones para dudar de ciertos libros, y, hasta el siglo V, se discuten algunos, porque muy pronto la Iglesia se da cuenta que no pertenecen al autor que se dice los escribió; por ejemplo la “Carta del Apóstol San Pablo a los Hebreos”: todo el mundo sabe, y ya lo sabía en aquel entonces, que él no fue su autor. Además, Pablo es apóstol "honoris causa", porque él no estuvo nunca ante una predicación de Jesús, las sabe de oídas, como cualquier hijo de vecino, de modo que si posemos a Pablo ¿por qué no a otros? Y por supuesto que no eran apóstoles los evangelistas Marcos y Lucas, como tampoco lo fueron el autor que se llamó Mateo ni el del evangelio de Juan. Es entonces un final como apresurado, en el que se dejan pasar algunas obras porque no tienen relación directa con los apóstoles. Hay como un apuro por decir:"se terminó, aquí empieza otra tarea distinta que es la de explicar, aplicar y conocer mejor la verdad que ya se posee". Esta línea puede de alguna manera entristecer o por lo menos plantear dudas o problemas, porque lleva al empobrecimiento de la idea de dogma, al mismo tiempo que los va acumulando. Situaciones que han influido históricamente sobre el dogma

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Vamos a hacer un rápido recorrido por las situaciones que han influido sobre el dogma históricamente, en los veinte siglos de cristianismo, para que podamos orientarnos en qué siglos se fueron dando los factores históricos que influyeron para que se tomara esta línea y a la vez vamos a ver cómo empiezan a surgir, sobre todo al final de ese período, ideas que han estado desde el principio y que han tenido una cierta influencia sobre otra manera de concebir el dogma. Esta línea va a aparecer ya con fuerza en el Vaticano II. Creo que los laicos son los que de alguna manera la han entendido y la están llevando adelante. Estas charlas buscan ser una pequeña contribución para que lo puedan hacer con más responsabilidad y por tanto con más eficacia. Aunque muy en general y teológicamente se hable de que el N. T. comprende a Jesús y a sus discípulos y que termina con la muerte del último apóstol, en realidad no es así. Hay dos etapas en el N. T. que se perciben claramente. En la primera, los apóstoles, los que han visto a Jesús, los que lo han oído, etc., actúan todavía, son los jefes de las iglesias, etc., y en la segunda, éstos ya han debido ser sustituidos y estamos en lo que podríamos llamar la edad post-apostólica, que todavía es neo-testamentaria, pero ya hay iglesias, formas de ser, etc., que indican que el problema que se está viviendo viene del hecho de que los apóstoles han pasado ya y que entonces hay que, de alguna manera, darle a la Iglesia formas específicas, de tal manera que continúe. Un libro muy interesante y muy discutido, sobre cómo se fue organizando la Iglesia, que pueden tener algunas exageraciones pero que es muy serio, muy hondo, (también de la Editorial Cristiandad) es el libro de Eduardo Esquieve, un teólogo belga que ha enseñando en Holanda hasta hace muy poco tiempo, y que se llama "El Ministerio". Dice que, en la edad propiamente apostólica, la Iglesia fue muy carismática, tal vez no en el sentido moderno de la palabra sino en el primitivo, porque fue llevada por el Espíritu y lo que primaba eran la caridad y los dones que el Señor daba en la Iglesia para pensar. De ahí, por ejemplo, que la Iglesia pudiera aceptar, frente a lo que era la autoridad de Pedro y de otros apóstoles, una visión de Jesús tan nueva, tan profunda, tan radical como la de Pablo, por ejemplo, sin que eso trajera una ruptura ni que lo controlaran a Pablo diciendo que era peligroso. Pablo es admitido en una etapa donde parece que los mismos apóstoles, como testigos de Jesús, aseguran y no tienen miedo que la creatividad en la Iglesia genere nuevos elementos dogmáticos como por ejemplo la interpretación de Jesús que él hace. Más adelante, aunque ya pertenece a la época post-apostólica, también la interpretación de Juan es teológicamente muy desarrollada. Pero notamos como diferencia que a un período de creatividad (yo le llamo carismático) donde la capacidad para hacer las cosas es reconocida, y se explaya con libertad, sigue otro donde la apostolicidad comienza a ser un problema. Tal vez alguno que ha estudiado teología esté acostumbrado a pensar en esas cuatro características que tiene la Iglesia: una, santa, católica y apostólica. Esa apostolicidad es concebida de una manera un poco materialista, así por ejemplo, apostolicidad es el hecho de que cualquier iglesia que existe hoy día sobre la tierra desciende de una fundada por alguno de los apóstoles. Es decir, tienen un lazo material, de sucesión ininterrumpida, que va de un apóstol a un obispo, de ese obispo a otro, etc. hasta llegar al día de hoy. Pero Esquieve dice que los problemas que se plantearon inmediatamente después que mueren los apóstoles fueron el de la continuidad y el de la fidelidad a la enseñanza apostólica, es decir: qué cosas son fieles y cuáles no lo son a la enseñanza de los apóstoles. Los apóstoles ya no están allí para decirlo, ni para determinarlo, es la Iglesia la que tiene que darse una Estructura para eso. En esa estructura juega un papel importante el presbiterio que no es lo que es hoy día sino que es una institución que de alguna manera es independiente y paralela a la de los obispos o jefes que van surgiendo de cada una de las iglesias.

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Obviamente la Iglesia tiene que tener una cierta autoridad que, de alguna manera centralice y el obispo, según significa la palabra, es el inspector, o sea una especie de jefe o administrador que provee que se cumplan todas las funciones de la Iglesia. Pero la estructura que aparece como garantía de continuidad con los apóstoles es la presbiterial, y presbítero, como ustedes saben, significa anciano. La primera iglesia es muy parecida a la sinagoga, ya que, surge de una especie de rama cismática o hereje de la religión judía. La sinagoga es una estructura laica (no hay sacerdotes) donde los depositarios de la continuidad son una especie de colegio de ancianos que aseguran que lo que se está diciendo en la Iglesia corresponde verdaderamente a la enseñanza primitiva, Esto supone que los apóstoles ya no están allí para juzgar en cada caso, y, la apostolicidad es un problema de fidelidad dogmática, no tanto de continuidad administrativa. El presbiterio y el episcopado eran funciones paralelas, de tal manera que, por ejemplo, era el presbiterio el que generalmente imponía las manos a los obispos constituyéndolos jefes de la comunidad y a su vez, una de las tareas del obispo (que se señala en las cartas de San Pablo o en las escritas por algún discípulo suyo, como las cartas a Timoteo y a Tito) era mantener siempre con su respectivo número al colegio de presbíteros, nombrando los necesarios para asegurar la función de la continuidad. O sea son dos estructuras paralelas y complementarias, donde ninguna está por encima de la otra completamente. Y si bien el obispo es más un gerente, el presbiterio es más una garantía de continuidad. Esta estructura dura hasta más o menos el siglo V pero, cuando llegamos al concilio de Calcedonia, que se preocupó de cosas muy profundas como la divinidad y la humanidad de Jesucristo, uno de los cánones prácticos que tiene, prohíbe que se ordenen presbíteros sin darles una iglesia porque con el andar del tiempo, el obispo se ha tragado a los presbíteros, por muchas razones que no son simplemente la ambición de autoridad, sino que influye el hecho de que la Iglesia se va diseminando por el mundo y va adquiriendo un volumen mucho mayor, entonces, cuando había que determinar algo entre distintas iglesias, como no existían los camiones ni los ómnibus y era imposible llevar a todos los presbíteros de un lugar a otro, iba el obispo como representante y cada vez se va haciendo más necesaria esa unidad. Finalmente en el siglo V, el concilio de Calcedonia prohíbe que se ordenen sacerdotes, es decir, obispos de segunda clase, que son los presbíteros, para cumplir sus mismas funciones pero en un barrio determinado. No se nombraban presbíteros -como se hace hoy día- sin saber qué hacer con ellos, para que, a medida que surjan necesidades, llevarlos aquí o allá; no, el presbítero tenía que ser nombrado para una comunidad determinada, exactamente como el obispo; esto hacía que estuviera más unido al pueblo de Dios y que no fuera simplemente un ayudante del obispo, como es en el momento actual, sino que perteneciera y representara a una comunidad particular que lo pedía y necesitaba. Y representaba mucho más lo que el pueblo decía y pensaba, porque también estaba más unido a él. Al final de la época preconstantiniana, ya se van formando como dos escalones fuera del laicado que son el episcopal y el presbiteral y que forman una especie de clero o jerarquía. La Iglesia que Pablo conoce en la edad apostólica está en casas de familia como la de Cloé. Son grupos de cristianos que se reúnen presididos por laicos, hombres o mujeres, que presiden también la eucaristía. Cuando se va institucionalizando, se van creando cosas tal vez necesarias pero que pagan su precio, y una de ésas es que se va acentuando la separación entre el presbiterio -que era el que tenía la función dogmática y que pasa a ser como un ayudante del obispo- y el pueblo. Y, el obispo, separado por la autoridad, va a ser el que tenga la función del dogma. El dogma se empobrece por esta especie de separación que se va creando en la Iglesia entre el laicado y el clero, cosa que no existía por ejemplo en las sinagogas judías, pero que en las etapas posteriores va a ir aumentando dentro de la Iglesia Católica. Edad Patrística La edad Patrística, que dura hasta Constantino, tiene algunas características que me parece interesante señalar: en primer lugar una teología espiscopal, libre y creadora. Ustedes saben que los 39

llamados padres de la Iglesia son los qué prácticamente han hecho el dogma cristiano en el N. T. Son los grandes teólogos con que la Iglesia ha contado desde la edad postapostólica hasta Constantino y la caída del Imperio Romano que sucede apenas unos decenios después. Los padres de la Iglesia, es decir los grandes santos, que tanto en Oriente como en Occidente han hecho obras teológicas muy importantes como San Basilio, San Agustín, San Jerónimo, San Ambrosio, San Juan Crisóstomo son, en su mayoría, obispos que hacen esas obras enseñando al pueblo. O sea que, aunque evidentemente ya hay una separación entre el laicado y la fuente dogmática (que son los que elaboran teología en esa época) todavía existe un lazo muy directo. Si ustedes leen muchas partes de la teología de San Agustín, verán que está dirigida a personas reales y al comienzo de una de sus grandes disertaciones dice: "Tenía miedo de que el frío hiciera que vinieran muy pocos hoy a escucharme" o sea que no está sentado en un laboratorio frente a un libro escribiendo teología sino que está hablando a personas reales y aunque tal vez sus oyentes no le entendieran muy bien, hay todavía una relación muy grande que no se va a guardar en el futuro; esto desde el punto de vista teológico. Desde el punto de vista del poder, hay un episcopado electo pero un poco cristalizado, es decir que se va fortaleciendo cada vez más la autoridad del obispo que va quedando como autoridad única frente a la Iglesia, tomando al presbiterio como ayudantes que hacen lo mismo que él pero en un pequeño territorio. Y el obispo se ocupa del territorio grande y tiene las funciones más generales y las más importantes. O sea que la Iglesia se estructura, se cristaliza. Y es el mismo cardenal Ratzinger el que emplea este término cuando habla de que "En esta época se cristaliza el poder de los obispos", es decir, como que se endurece algo que antes tenía mucho más participación popular, reafirmándose cada vez más. Estamos frente a una iglesia episcopal, es decir de obispos que son los que deciden todo lo importante. Con todo hay diferencias muy importantes con la cristalización del episcopado actualmente, y una fundamental es que el episcopado es electo por la comunidad y lo que contra balancea esa elección es la aceptación de los obispos regionales, que conocen a la persona y su capacidad para gobernar a la Iglesia, etc. Es decir: hay un lazo muy estrecho que no existe hoy en día y que creo que es muy importante para el dogma, es decir, que lo que surge de la función del obispo esté conectado con lo que siente y vive el pueblo, para que el dogma no se separe demasiado de las preocupaciones de los cristianos. Hasta tal punto esto era así que frente a casos difíciles que hubo en aquella época, San Cipriano, oponiéndose al mismo papa Esteban, escribe lo siguiente: “Ningún obispo debe ser impuesto al pueblo que no lo quiere". Vean a qué distancia luz estamos de aquella época. Y el papa León Magno, del cual se dice que fue uno de los que tuvo un papel muy importante en la centralización de la Iglesia en torno al episcopado romano, en torno al primado de Pedro en Roma, con todo emitía lo siguiente: "Aquel que debe presidir a todos debe ser electo por todos". Eso se refería a los obispos. Es decir: es una Iglesia donde todavía no se da la separación que se da hoy en día. En esta época patrística, y esto tiene que ver con Constantino, el poder papal también se cristaliza y centraliza. Quisiera hacer ver que hay un proceso aquí que ha llevado siglos, pero que, poco a poco se ha hecho; fíjense en el momento actual: el pontificado romano es uno de los dogmas más grandes; en la Edad Moderna, el Vaticano I (1870) no tan lejos de ahora, declara al papa infalible, de tal modo que se le da la mayor potestad dogmática que puede tener una persona. Ni siquiera es un cuerpo entero, ni siquiera es la conferencia de todos los obispos del mundo o el concilió que representa a toda la Iglesia, y que siempre tuvo una correspondiente autoridad sobre ella, sino que es el papa actuando solo el que tiene, un poder enorme. Nos hemos acostumbrado mucho a hablar de "Vicario de Cristo" (en el peor de los casos vicario de Pedro) es decir: nos hemos acostumbrado a dar por sentadas una cantidad de cosas que se han ido dando en la historia de la Iglesia por causas históricas muy determinadas que actuaron y las atribuimos directamente y casi podríamos cada uno de nosotros decir en dónde está el fundamento bíblico para tal pretensión del primado romano. Está en Mateo 16, 16 y dice:"Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia..." Fíjense que esto es una conclusión teológica y 40

dogmática posterior. Si ustedes van al Evangelio van a ver que esta frase está sólo en el de Mateo. Es importante además ver qué dice: "Tú eres Pedro", se refiere a él y no dice una palabra de ningún sucesor de ese poder. Para hablar del obispo de Roma tenemos que suponer que Jesús no estaba diciendo eso de Pedro sino de los sucesores futuros que iba a tener él en la Iglesia y sobre eso no tenemos nada. Es decir, fue dado por sentado que aquél de los obispos que sucediera a San Pedro, tendría su misma función, su mismo poder y sus mismas características, etc., etc., porque Jesús lo había dicho. Bueno eso Jesús no lo dijo nunca, más aún, San Pedro estuvo ciertamente en Jerusalén durante mucho tiempo y según tenemos otros documentos históricos también en Antioquía. No se sabe si Pedro estuvo en Roma y mucho menos si actuó como obispo allí, no estamos muy seguros; es posible que haya estado sólo en el último episodio, cuando es llevado prisionero y es muerto mártir en Roma. Pero, fíjense que el sucesor de Pedro, según el dogma, es el obispo de Roma. ¿Por qué no el de Antioquía? Es más hubiera sido mucho más lógico decir el obispo de Jerusalén ya que allí fue por primera vez la cabeza de la Iglesia y es donde ayudó a sus hermanos en la fe. Con esto quiero hacer notar que el Espíritu fue llevando a la Iglesia a asumir responsabilidades y a decidir cosas que Jesús no decidió, porque no pensó en absoluto en el futuro lejano de su Iglesia. Es lógico que el que suplía a Pedro, que había sido el representante, la cabeza del grupo apostólico, también tuviera una autoridad en casos de problemas difíciles, etc., luego el lugar tiene mucha importancia. Cuando las comunicaciones eran dificilísimas, el lugar central para todo era Roma. Imagínense en el Uruguay un gobierno central que esté en otro lugar que no sea Montevideo, y van a ver que hay que construir toda una infraestructura para que ese poder central pueda comunicarse, aún en el mundo moderno, porque el Uruguay está hecho así: todos los caminos van hacia Montevideo. Que todos los caminos van a Roma no es sólo un proverbio, es más bien la situación creada por el Imperio Romano que hace que cuando una autoridad tiene que regir sobre distintas regiones del Imperio, sea mejor fue viva allí. Cuando el Imperio Romano se divide, y Constantinopla pasa a ser la capital del lado oriental, su patriarca pretende inmediatamente que se le dé el mismo trato que al papa de Roma porque su cargo es similar y porque no se considera que Roma tenga ningún primado especial, aparte de ser capital del imperio occidental. Constantino fue el primer emperador cristiano que si bien no hizo de inmediato el cristianismo la religión oficial del imperio, la favoreció de tal modo que el paganismo se vio cada vez más dificultado y después prohibido. Finalmente el cristianismo resultó ser la religión de todo el imperio y el emperador comenzó a preocuparse por solucionar los problemas que surgían a la Iglesia, (como fueron los arrianos) siendo él mismo quien convoca el concilio de Nicea, alarmado por la división entre los cristianos. Más adelante, el poder también convierte a Roma en capital de la religión del estado y por lo tanto, la sede romana pasa a ser indiscutible cabeza de todo el mundo cristiano, porque allí está el emperador y allí van las órdenes y allí se tratan los problemas fundamentales de la Iglesia. Con esto quiero simplemente mostrarles a ustedes que la Iglesia fue mucho más simple que lo que es en la actualidad y que fue tomando decisiones, obvias, inteligentes y lógicas que mucho más adelante, se intentó hacerlas "derecho divino", es decir: pensarlas como previstas y determinadas por el propio Jesucristo y por Dios. O sea, después que estaban funcionando esas autoridades aparecía que Dios había querido que existieran: obispos, sacerdotes y laicos. Si lo quiso, ¿por qué no desde el principio? misterio... ¿Por qué no quiso desde el principio que Pedro fuera a Roma y que allí tuviera su sede? Poco a poco se fueron dando las cosas, según las conveniencias que surgían y luego todo se fue justificando, llevando el origen al Espíritu Santo, que estaba ayudando a la Iglesia a vivir, etc. O sea que se fue haciendo lo que normalmente tenía que hacerse, pero luego vino una tentativa de sacralizar todo eso y de decir: "Esto es la voluntad de Dios desde el principio" y, cuando los papas se van de Roma a Avignon no se atreven a llamarse obispos de Avignon sino que se siguen llamando obispos de Roma aunque están en otro lado, pero el papado les viene porque son obispos de Roma. Y si hoy día le cae una bomba atómica a Roma (como le cayó a Hiroshima) nos quedamos sin Papa hasta que no se reconstruya, porque es la sede y en eso sentido es realmente una exageración. 41

Creo que eso es importante y de ahí surge algo que me parece interesante y que lo dice el propio Ratzinger, antes de ser cardenal, en un libro muy bueno que se llama "Nuevo Pueblo de Dios", dice: "En consecuencia, este primado de Roma es para la unidad de la fe de la Iglesia de una importancia normativa", es decir: hay un primado que necesita una cierta unidad y por lo tanto tiene que ser para la fe de la Iglesia, normativo, y eso es lo que aparece desde el principio: que el Espíritu lleva a la Iglesia a convocar todos, a decidir y que sólo en último término cuando hay disensiones decide uno solo, eso es algo propio. "Pero no tiene en sentido estricto ningún carácter administrativo". En el momento actual toda la Iglesia mundial está administrada desde Roma, hasta el punto de nombrarse desde allí a los obispos locales de todas partes del mundo, -le guste o no a la Conferencia Episcopal el obispo que le envían- exigir o recibir sus renuncias. Hay una administración que, según Ratzinger, no es el primado, como debe ser en la Iglesia. No sé qué piensa él ahora de esto, pero, en un momento dado lo escribió. El primado romano no tiene nada que ver con la administración de la Iglesia entera, pero, de alguna manera esto se fue cristalizando; y, cada vez el dogma se va yendo más del pueblo hacia una autoridad única -que está lejos de las personas que tienen dificultades, problemas o crisis, etc.que dictamina desde lejos, y por vía administrativa, qué hay que creer. Desde el punto de vista de una Iglesia que antes era mucho más viva porque al no ser administrada de una manera centralizada tenía que resolver más sus problemas internos, hay un empobrecimiento. Otra de las cosas que me parece fundamental con Constantino es el poder político. El poder del papa al cual me refería antes era dentro de la comunidad cristiana, pero aquí está el poder político. Desde Constantino en adelante -por eso se llama era constantiniana- nace el hecho de que la Iglesia tiene poder político. Durante toda la Edad Media, hasta la Edad Moderna, la Iglesia va a tener estados pontificios. Y, durante siglos va a tener una gran lucha con los poderes políticos que no quieren someterse directamente a la Iglesia sino que quieren usarla (toda la querella de las investiduras, en que el papa y el emperador se disputan continuamente en guerras, etc.) Hay momentos de victoria para el emperador y otros para el papa, pero hay una cosa común y es que ambos poderes -político y religioso- sea cual fuere el que está arriba, usa al otro. Es evidente la lucha por quien usa a quien, pero no hay ninguna duda, para ninguno de los dos, que tienen que estar unidos. Se conserva todavía la lista de los víveres que, acompañaban a los obispos hasta el puerto donde tenían que tomar el barco para Nicea, (pavos, pollos, lechones, etc.) todo a costa del estado, porque van al concilio como funcionarios públicos a buscar un acuerdo en el dogma para todos los cristianos. Fíjense que en este uso del poder dogmático en lo político, se forma una idea muy pobre del pluralismo, porque ninguno de esos gobiernos es democrático, y más bien lo que se busca es la unificación a todo trance del dogma, porque así se unifican los pueblos. La Iglesia no tiene toda la culpa de lo que ha pasado sino que ha tenido que pagar un precio muy especial por algo que es distintivo de ella. En el pueblo judío, la unidad radical estaba dada por la raza, sobre todo después de la monarquía; al principio la religión hizo mucho por esa unidad pero luego la raza pesó más. Cuando la religión cristiana se vuelve universal, la única unidad que puede tener es de carácter dogmático. Es una unidad en la fe sin base racial ni de nacionalidad. Lo único que le queda a la Iglesia para mantener su unidad es tener una misma fe (sobre todo porque el Imperio Romano en la Edad Media está integrado por pueblos como los bárbaros que son de diferente raza, origen, costumbres, etc.) es el dogma y surge la tentación política de descarnar el dogma y de tenerlo simplemente como una especie de educación cívica para unificar pueblos, concepciones de vida y costumbres distintas, porque es el único lazo de unión que queda. Los bárbaros La Edad Media comienza con la caída del Imperio Romano que es ocupado por los pueblos llamados bárbaros, porque realmente lo eran y, aún después que habían sido convertidos más o menos al cristianismo, seguían siendo bastante bárbaros. 42

El problema que se le planteó a la Iglesia fue que, por un vacío de poder enorme que había traído la caída del Imperio, era la única institución que quedaba realmente en pie en ese momento. El único lugar al cual podían ir los bárbaros para disfrutar de todo lo que significaba antes el Imperio: su riqueza, su cultura, etc., era la Iglesia, no quedaba otra cosa. La Iglesia asumió, de alguna manera, su tarea de regir, de educar, de formar a esos pueblos bárbaros, pero en cierto sentido esa tarea fue a destiempo. La Iglesia había nacido en el momento del apogeo del Imperio Romano y se había unido a ese apogeo. Y, un teólogo que se llama González Faus12 dice: "Nunca fue tan libre y creadora la teología como en el tiempo de los Padres de la Iglesia, cuando intentó su primera inculturación (es decir: salir de la cultura hebrea donde había nacido para invadir, por decirlo así, o meterse dentro de la cultura griega) para mostrarles a los de cultura griega lo que era el cristianismo". Hemos visto que el primero en hacerlo fue Pablo, y de manera genial; el segundo fue San Juan o quien haya escrito el 4º evangelio, también de una manera genial, y después lo siguieron haciendo los Santos Padres. Y fíjense que la visión que dan del cristianismo -como ya hemos podido observar en San Pablo- es una versión de enorme madurez. Basta solo recordar la gran temática de Pablo sobre la madurez humana a la que se llega con Cristo. Los hombres, hijos de Dios, son declarados herederos en posesión de la herencia que es el universo, para que ellos sean responsables de crear en él proyectos de amor y de humanización de sus hermanos. Es decir, el mundo queda en las manos de los hombres que deben asumir ese fardo, que es en cierto sentido pesado, pero que también es glorioso; como también es grande la libertad creadora de que disponen para ponerla al servicio de la humanización de los demás. Y para eso se les enseña a dirigirse por lo conveniente, a no preguntar por lo lícito, por lo ilícito, a hacer planes en donde realmente el universo se convierta en el plan de Dios, que es el reino de Dios llevado a dimensiones más universales, etc. San Pablo ya veía que muchos no querían seguir ese camino porque el fardo de la libertad es pesado y la gente no se siente segura, siente que se pierde, que le gusta que le digan cómo hacer las cosas y poder referirse a la ley estando de acuerdo con ella. Pero, de alguna manera, el mensaje se podía extender por la cultura que existía en el Imperio Romano. De pronto, el Imperio Romano es ocupado por pueblos que corresponden en su cultura (y noten bien esto porque me parece que es muy importante) a lo que eran los judíos antes de entrar en la tierra prometida, Canáan, cuando eran nómades que iban por el desierto, que recién empezaban a buscar a Dios, a tratar de conocerlo mejor, y se preguntaban si dirigía los acontecimientos para el bien de los justos o no. Es decir que los problemas más fundamentales del hombre, tenían que ser resueltos en su relación con Dios, por esos pueblos. Si la Iglesia hubiera podido poco a poco conducir a esos pueblos bárbaros a una maduración como la que generó el A.T. se tendría un dogma igualmente profundo y rico hecho con ellos. Pero eso históricamente no fue posible por razones que algunas de ellas pertenecen a la Iglesia pero otras simplemente a los hechos. Estos pueblos fueron cristianizados porque era cristiana la cultura del Imperio Romano cuando ellos lo encontraron, y era imposible ocultarles a los pueblos bárbaros las ideas religiosas que vivían. Ya no era posible volver a empezar, como si no se supiera, como si no se tuvieran las respuestas. El primer contacto que tienen los pueblos bárbaros con la cultura cristiana del pueblo romano es saber que existe una vida después de la muerte. Ustedes se acuerdan que hablábamos de ocho siglos en que, en el A.T. los hombres se debaten por encontrar un sentido a la vida pensando que existe sólo ésta. Bueno, eso que nos parece a nosotros una pérdida de tiempo tremenda, es la garantía de que ese A.T. tuvo una base enormemente firme para no desviar la imaginación y el interés y todo hacia otra vida. En cambio ¿qué encontramos aquí? Inmediatamente, en el siglo XI, encontramos la Salve: "Desterrados hijos de Eva, en este valle de lágrimas..." Este no es el dogma cristiano, ¿ven? no vamos en dirección al cristianismo. José Ignacio González Faus (Valencia, 1935) Teólogo español. Jesuita (1950) y sacerdote (1963), desde 1968 es profesor en la facultad de teología de Barcelona. Conocedor de Latinoamérica, defiende la aspiración popular a la libertad y a la justicia. Entre sus obras, cabe mencionar La humanidad nueva. Ensayo de cristología (1974), Acceso a Jesús (1979), Clamor del Reino (1982) y El proyecto hermano (1989). 12

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De alguna manera la Iglesia tiene que volver atrás pero no puede porque ya tiene las respuestas visibles a los problemas y éstas no siguen el ritmo de las preguntas sino que se adelantan. Entonces, prácticamente el dogma en lugar de ser vivido es usado en la Edad Media. Los pueblos bárbaros se acostumbran a usar el dogma, es decir, a usar las respuestas. Un poco como nosotros en el catecismo que estudiábamos, para estar bien con Dios; pero la curiosidad va por otro lado, hay ciertas preguntas que no se hacen, pero surgen otras por ejemplo sobre el más allá, y cómo está la gente allí. Y hay toda una figuración de castigos, premios, etc. Personajes que no se destacan en la Biblia (y eso es muy discutible) cobran de pronto una importancia enorme en la Edad Media, como la virgen María, por ejemplo que aparece únicamente de manera significativa en los evangelios de la infancia de Lucas y Mateo; aparte de eso aparece solamente al pie de la cruz y como no comprendiendo lo que hace su hijo en algún momento de su ministerio y nada más. La curiosidad de los pueblos bárbaros va a una serie de detalles de la fe por ejemplo: cómo sufrió Jesús en la pasión, cuántos azotes le dieron, cuáles son las almas que van al infierno, cuántas las que van al purgatorio, cuáles son los grados de purgatorio, cuáles y cómo son las indulgencias para sacar del purgatorio a la gente, etc. Las indulgencias es un tema de esa época y cuando oigo que se está hablando hoy todavía de eso me estremezco, porque no sé qué entenderá la gente que piensa un poco cuando oye hablar de métodos como los nueve primeros viernes para obtener la salvación y después ya estar seguro. De tal manera que, el dogma no es ya una de esas preguntas vitales sobre qué sentido tiene vivir, qué sentido tiene actuar, a dónde lleva la historia, porque eso ya se cree saber y la curiosidad popular va hacia otras cosas. San Gregorio Magno, el primer papa de la Edad Media, (que en un mundo griego sólo sabía hablar el latín) se caracterizó porque la mayor parte de sus obras son relatos de milagros hechos por santos de la Iglesia. ¿Por qué eso? Porque esos milagros sorprendían, eran proezas, eran el equivalente de lo que hoy diríamos "récord". Un santo hacía más que el otro y no estoy inventando, estoy indicando un problema sumamente serio. Es imposible volver atrás cuando ya se tienen todas las respuestas hechas, para educar a esos pueblos. Y ésta es la historia de Latinoamérica, porque Latinoamérica es una especie de segunda Edad Media en que, exactamente en la misma forma en que entraron los pueblos bárbaros en el Imperio Romano, entran los pueblos latinoamericanos en la cultura europea, católica, cristiana, y se vuelven cristianos llevando su concepción do la vida, sus curiosidades, sus imágenes milagrosas, sus peregrinaciones, y sus relatos de las cosas misteriosas que han pasado, etc. Hay aquí algo que es importante en el dogma y, para que vean ustedes hasta qué punto esto ha influido, les voy a indicar algunas ideas que tiene Rahner con respecto a esto. El estudia, en pleno siglo XX, el contenido de lo que la Iglesia Católica llama tradición, que es como una especie de depósito o de sabiduría que llega de una generación a otra, y qué nos llega del dogma y el mensaje cristiano hasta hoy. "Tradición, históricamente hablando –dice Rahner- es simplemente la suma concreta de las proposiciones teológicas que se encuentran en la Iglesia". Es decir, si uno pudiera hacer una estadística o una encuesta de las opiniones teológicas que se encuentran en la Iglesia, las opiniones sobre Dios, los santos etc., "Todo el mundo religioso, junto con su transmisión, en la medida en que el magisterio ordinario o extraordinario de la Iglesia no ha descartado tales proposiciones como no permitidas" o sea, sacando aquellas cosas que el magisterio ha dicho: esto es un error, o esto no es cristiano, "Que son incomparablemente menos que las que se han acumulado", ¿ven? las que se han acumulado son millones en comparación de las pocas que se han rechazado, “Esta tradición, contiene sin duda una distinción precisa", es decir que esta tradición contiene juntas, sin que se puedan distinguir con precisión, "Conciente y oficial”, o sea que la gente no se da cuenta cuando pasa de una cosa a la otra, y la Iglesia tampoco e lo dice. 44

“Tanto la tradición divina apostólica..." lo que veíamos al principio de la apostolicidad, es decir, lo que viene de los apóstoles y lo que los apóstoles vieron en Jesús y que viene también del A.T. "Como la tradición humana, perspectivas teológicas y tentativas y opiniones de origen profano y humano, que se han propagado juntas", porque después de la Edad Media, la gente ya no sabe cuál es la tradición que viene del Evangelio, del mensaje cristiano y la que viene de la curiosidad, las opiniones y de cosas que se han transmitido durante mucho tiempo en la Iglesia. Vamos a poner un ejemplo, nada más: cuando San Ignacio nos hace meditar sobre el infierno, y nos hace ver todo lo que hay allí: el fuego, el azufre, los olores, etc., tiene una meditación especialísimamente dirigida a considerar cuántos están en el infierno por haber cometido un solo pecado mortal durante su vida. ¿Esto qué es? ¿De dónde viene? Fíjense que cuando San Ignacio lo dice, no duda ni un solo instante de que esto lo piensa, lo siente, lo dice y lo cree toda la Iglesia Católica reunida y que no hay en esto el menor disentimiento posible. En primer lugar, la palabra "pecado mortal" no está en la Biblia, como tampoco hay un solo lugar en donde se diga que por un solo pecado mortal alguien está en un lugar llamado infierno. Entonces, ¿cómo es que toda la Iglesia cree una cosa que no se encuentra en la Sagrada Escritura? Como dice Rahner, el problema es que nosotros pasarnos de una cosa a la otra, por ejemplo, de la idea de que la injusticia tiene que ser castigada de alguna manera, de que no es posible que no haya una relación entre los acontecimientos y la manera de actuar del hombre, a una serie de cosas concretas que se han ido elaborando durante siglos y que toda la Iglesia enseña unánimemente sin que nadie pregunte de dónde vienen. Como dice Rahner: el paso entre la tradición divina apostólica y la tradición meramente humana, no es ni precisa, ni conciente, ni oficial. Entonces, ¿ven el problema que le significa a la Iglesia después de la Edad Media, por ejemplo, tratar de definir qué es el dogma? A propósito de la virginidad de María, por ejemplo, que es una de tantas cosas que ha despertado la curiosidad de la gente, ¿en dónde está eso? ¿De dónde viene? ¿Qué significa? "No se puede decir que solo tales cosas, es decir, todas las que han sido enseñadas expresamente, aun sin la intervención del magisterio ordinario", o sea, todas esas cosas que la Iglesia enseñó universalmente, aunque no haya habido un concilio que las dijera, "Ni que todas las cosas que la Iglesia entera dio por ciertas y las creyó durante cierto tiempo, de manera clara y universal, como formando ciertamente parte de la fe”, por ejemplo, eso de que se estaba en el infierno por un solo pecado mortal, "Forman parte de ella (de la tradición divina apostólica) ni que se pueda probar que es tradición divina apostólica una cosa simplemente porque de hecho no se la ha discutido en la tradición universal, y ha sido universalmente tenida por correcta". No basta para que sea tradición apostólica una cosa por el hecho de que siempre se ha admitido, "En efecto, puede existir una tradición meramente humana que sea universal". . Rahner no es un teólogo cualquiera, y no ha habido nadie que se levantara para decirle: mire que está diciendo una barbaridad. "Que se haya mantenido durante mucho tiempo, que haya sido aceptada universalmente por la Iglesia y no se exige que haya sido expresa y concientemente distinguida de la tradición divina apostólica". O sea que no es necesario que se haya dicho: mire que esto no es. "Si el magisterio no nota esa diferencia en un punto dado, ello no signifique que la diferencia no exista", que el magisterio tome una cosa, no significa por eso que sea una tradición divina apostólica. "Las distinciones concientes tienen una historia real, probar que no han existido antes no es probar que están objetivamente justificadas. Esto lleva a la Iglesia, que no puede distinguir y se encuentra con una cantidad de cosas que no ve cómo proceden de la Biblia, a hablar de dos fuentes de revelación". Ustedes tienen, por ejemplo, -no digo todos, porque hay grandes teólogos que no la han mantenido así como Santo Tomás de Aquino- la creencia mantenida durante muchos siglos de que la Virgen María fue exenta del pecado original, eso es lo que llamamos "Inmaculada Concepción". 45

Fíjense que el pecado original, como tal, ustedes no lo encuentran en ninguna parte de la Biblia (sí aparece el pecado de Adán) o sea: un pecado que se transmita a todos los hombres por el solo hecho de que nazcan, de que sean hijos de Adán y que les impida el cielo si no es perdonado, y menos aún aparece que María Santísima no lo tenga. Entonces el problema que se plantea aquí es: ¿De dónde sale la afirmación sostenida por casi toda la Iglesia durante siglos de que la Virgen María fue concebida sin pecado original, es decir, inmaculada? Nos encontramos aquí con la imposibilidad de atribuir eso a la Escritura porque no hay parte alguna de la Biblia en donde se hable de esto. A lo más puede que sea una conclusión teológica de otras cosas. Otro ejemplo de esto es el que María haya subido con cuerpo y alma a los cielos apenas murió. No crean que tengo una especial predilección negativa por hablar de la Virgen, son cosas que precisamente han sido objeto de dogma. Los dos únicos dogmas declarados tales por el sumo pontífice son: la Inmaculada Concepción y la Asunción en cuerpo y alma. De la muerte de la Virgen no se habla en ningún libro de la Biblia, entonces, ¿de dónde se saca esto? El último Ratzinger (no el que escribió el "Nuevo Pueblo de Dios" que yo les citaba antes con mucho respeto) en el reportaje que le hizo sobre la fe un periodista italiano, Massori, dice que:"La mariología de la Iglesia, comprende la correcta relación y la necesaria integración entre escritura y tradición. Los cuatro dogmas mariales (son: la perpetua virginidad, la maternidad divina, la inmaculada concepción y la asunción en cuerpo y alma), tienen un fundamento claro en la Sagrada Escritura". Yo no sé cómo dice eso cuando todos los teólogos dicen que en la Sagrada Escritura no está. Lo que pasa es que, el gran argumento para la Inmaculada Concepción se da en tres palabras latinas: "Potuit, decuit, fecit" que significan lo siguiente: Dios pudo hacer a la Virgen inmaculada del pecado original, convino que lo hiciera, luego lo hizo. Ese es el argumento. Fíjense que con eso probamos también que Santa Ana tiene la inmaculada concepción porque si lo hizo por su madre ¿por qué no lo va a hacer por su abuela? Con ese argumento no vamos muy lejos, además no son argumentos de la Escritura, ni tiene nada que ver con ella. Es un argumento de la razón y aún así es muy débil. Lo mismo sucede con la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma al cielo. Cuando la Iglesia, sobre todo por los ataques protestantes, se da cuenta de esto, elabora una respuesta que ha sido válida hasta el concilio Vaticano II (pero que éste la ha apartado discretamente sin decir que está mal pero dándonos orientaciones muy claras en otro sentido, de que la revelación tiene dos fuentes. Esta es una de las escapatorias más notables que hay en este sentido porque, evidentemente, Jesús pudo haber llamado un día a Santiago y mientras estaban los otros pescando, decirle: mira, yo hice inmaculada la concepción de mi madre María Santísima, así que si alguien te pregunta, contesta eso. El Concilio de Trento habla de la revelación diciendo que tiene dos fuentes: la escrita y la que fue transmitida de boca en boca de Jesús a sus discípulos y de éstos a los cristianos de todos los tiempos. Fíjense que con eso se justifica también cualquier cosa. Es lo contrario de lo que dice Rahner, porque con eso ya no hay distinción posible, cualquier cosa que se ha tenido durante mucho tiempo en la Iglesia, sin complicación, sin dudas, etc., sin crítica, puede pasar por revelación divina. Los protestantes nunca han admitido esto y en el concilio Vaticano II hubo una gran lucha por quitar esto de las dos fuentes, pero la Iglesia, muy prudente, se escapó del problema y, para no poner "fuente" de la revelación en singular, refiriéndose a las escrituras, puso otra palabra que significa lo mismo que es la palabra latina "scaturire" que se traduce como "surgente". Pero, cuando se discutía si eran una o dos las fuentes se usaba siempre la palabra "fons". De esa forma la Iglesia evitó los problemas que le presentaba esta especie de acumulación dogmática que no responde a problemática humana honda, sino que se ha ido amontonando sobre nosotros, a veces en controversias tontas que nos separan de hermanos con los que tenemos cosas muchísimos más fundamentales que nos unen. 46

Con estos ejemplos estoy tratando de demostrarles cómo fueron sucediendo las cosas históricamente. Es algo de lo cual nosotros podemos salir, pero a condición de hacer un trabajo profundo sobre nuestra fe, que vuelva a lo esencial. Y esto nos cuesta, porque nuestra fe parece tener de todo, como estas cosas tan extrañas cuyo origen ignoramos completamente. Es importante ver algo sobre dónde se da este problema más adelante. Ya en la Edad Moderna, la Iglesia quiere defender lo que tiene, entonces está a la defensiva y trata, precisamente de preservar las dos fuentes. En el Vaticano I se define la infalibilidad del papa cuando expresa una verdad sobre fe y costumbres y lo hace ex-cátedra, o desde la cátedra que ocupa. Conociendo la historia uno realmente siente pena por ciertas cosas que ocurren. ¿De dónde viene esa palabra ex-cátedra que parece algo mágico que hace que cada vez que el Papa le añada ese rótulo a una verdad se convierta en infalible? ¿De dónde viene eso? Esto es una escapatoria frente al hecho de que, por ejemplo, el papa que presidía el concilio Vaticano I, pocos años antes, había condenado como error la libertad religiosa; lo mismo había sucedido con otros papas que habían condenado como errores cosas que luego se habían visto que no eran así, entonces, en lugar de volver a la idea aquélla de que una educación puede tener fases que miradas desde lo que uno sabe después son erróneas, se trató de ver cómo podían decir que eran infalibles las declaraciones de los papas si anteriormente hubo quienes se equivocaron. Entonces se dijo: "no se preocupen por los errores de papas anteriores porque declaramos que esos no han sido dichos con ex-cátedra". En 1870, cuando se define la infalibilidad del papa, se dijo lo siguiente: "Se extiende solamente a aquellas verdades morales que pertenecen bajo todos los aspectos al depósito de la fe", el depósito de la fe es la Escritura; y agrega: "Esta infalibilidad se extiende tanto cuanto se extiende el depósito de la revelación". Por lo tanto, las definiciones ex-cátedra del papa no pueden ir más allá de lo que va el depósito de la revelación que es la Escritura, la que está depositada, no la que está fluctuante entre la gente. "Y por lo tanto, a todas aquellas cosas y solo aquellas cosas que, o directamente tocan el depósito revelado o que se requieren para guardar religiosa y fielmente el depósito revelado". Es decir: aquellas cosas sin las cuales caería el mensaje del Evangelio. Y yo pregunto: ¿caería para alguien el mensaje del Evangelio en la nada, simplemente porque la Virgen, hubiera nacido como todos los seres humanos con el pecado original? ¿A alguien se le caería el Evangelio si la Virgen no hubiera subido al morir inmediatamente en cuerpo y alma a los cielos? El Papa goza de la asistencia del Espíritu Santo para impedir que la Iglesia tome un camino completamente opuesto al del Evangelio y lleve entonces a los hombres a un error; éste es el por qué de su infalibilidad, pero muchas veces se entiende como una especie de poder mágico frente al cual el hombre no hace nada, es meramente pasivo y la búsqueda de la verdad queda entonces como adulterada, disminuida.

III. POSITIVIDAD DEL DOGMA Hemos hablado de la pedagogía divina en el A.T., esto es precisamente algo fundamental que tiene que recobrarse en la Iglesia de hoy; hemos hablado después de esa tendencia en el N. T. a que la búsqueda de la verdad continúe, y de que el Espíritu nos libera de maestros visibles, como el estar sujetos a un texto para ir en búsqueda de la verdad. Esa libertad, esa creatividad en la búsqueda de la verdad es precisamente la parte positiva que vamos a ver. Las cosas negativas que vimos, pueden haberles dado a ustedes la impresión de que para mí el dogma que se vive es oprimente e impide pensar, y ciertamente que mi experiencia no es la de alguien que no pueda hacerlo porque tiene un dogma encima, sino más bien la de alguien que piensa, que vive con libertad, que tiene un gran amor a esa verdad que vamos descubriendo en la 47

Iglesia, que no está impedida, en cierto grado por lo menos, por cosas que se pueden mejorar indudablemente. Espero que nadie haya sacado como conclusión de lo anterior que los dogmas no existen, o que el papa no es infalible, etc., sino que yo me estoy refiriendo a ciertas desviaciones que surgen por acentos mal puestos, que la Iglesia misma ha percibido y ha tratado, en los últimos tiempos (sobre todo con el Concilio Vaticano II) de ir corrigiendo. Y, para esto sirve lo que hemos visto, aunque tal vez hagamos dejado por decir muchas cosas importantes. Para concluir, voy a decirles algo que puede parecer extraño, pero que quisiera que quedara muy claro y es que, dentro del dogma, por más empobrecido que esté, por más que se haya transformado en una información sobre cosas, por más centralizado que esté en ciertas funciones de la Iglesia, dejando a otras fuera, en ese dogma, yo, personalmente, me siento libre, humano y creador. Quisiera transmitirles algo de cómo eso es posible, no solamente para mí, sino para todos. Creo que es importante que nadie piense que yo no creo en esa pedagogía de Dios, más aún, el dogma, en cuanto forma la identidad de una comunidad viva -como hemos visto que sucedía en el A.T.- me obliga, al mismo tiempo que me da la posibilidad de participar en la sabiduría de esa comunidad. Ese dogma a mí me enriquece, me vuelve más humano, y creo en él. Creo en el dogma bien entendido y voy a tratar de indicarles cómo puede entenderse bien y cómo puede vivirse con libertad, con riqueza humana, con valores humanizadores. Creo en él, porque creo que esa infalibilidad (que muchas veces se atribuye de una manera un poco tonta y mágica al papa) me permite depositar una confianza en la tradición en la cual baso mi pensamiento. Esa sabiduría que hace que yo no comience de cero sino de lo que otros han experimentado o vivido, etc., tiene que ser obligatoria e infalible para fue yo pueda creer en ella. "Infalible" significa que yo creo firmemente que eso me conduce a la verdad, de lo contrario, yo, como pensador no tendría comunidad, no sería cristiano, no tendría una tradición sobre la cual fundar mi pensamiento, mi búsqueda; no aprovecharía lo que otros han hecho antes y los ha llevado a la verdad. ¿Por qué? Porque pienso que Dios, de alguna manera, está detrás de esa búsqueda y por lo tanto de lo que se encuentra en ella. Eso por supuesto no soluciona todo, ni cambia lo que hay que corregir en la Iglesia, creo que eso quedó claro con lo que hemos visto estas dos semanas. Yo diría que hay dos cosas necesarias para comprender esa función humanizadora y enriquecedora de infalibilidad que nos hace sentirnos seguros, con una base sólida, para largar nuestro pensamiento hacia la verdad. 1. Sobriedad Una de las características que debe tener que ha perdido y que yo les propongo a ustedes recobrar, es la sobriedad. El primer día mostré un libro muy grande que tenía compendiado al dogma, bueno, eso es una falsa idea del dogma. El dogma es algo mucho más céntrico, mucho más sobrio; lo que pasa es que la información sobre el dogma parece dotada de garantías y de obligaciones dogmáticas, se ha ido haciendo tan grande con todos los problemas que han ido surgiendo en veinte siglos de vida cristiana (desde la curiosidad de saber cuántos ángeles cabían en la cabeza de un alfiler hasta los problemas reales de gente que vive y que muere por una causa y que no sabe qué va a suceder con esa causa histórica por la cual se comprometió), esa mezcla ha hecho del dogma algo no sobrio que pesa sobre nosotros y que puede asfixiarnos en lugar de liberarnos para buscar la verdad. Tenemos que llevar el dogma a la sobriedad de algo que realmente nos dirija y nos oriente en la vida, y para eso, obviamente, no podemos depender de un libro de 300 páginas que solamente es un resumen de cosas que se han dicho, porque ciertamente es algo mucho más sencillo y mucho más hondo. Creo que esa sobriedad es una de las cosas que necesitamos hoy, y desde muchos puntos de vista. 48

Karl Rahner -por ejemplo- estaba preocupado precisamente por esa proliferación de cosas que se transmiten en la Iglesia Católica en lo que se llama tradición dogmática. ¿Por qué? Porque siempre se han tenido por tales, porque una autoridad en un momento dado la afirmó o negó. Y esa enorme proliferación más bien ahogaba la búsqueda de la verdad que la promovía. El dogma cristiano puede ser algo casi difícil de explicar por lo sencillo y por lo breve que es. Para dar razón de nuestra esperanza no necesitamos libros enteros, volúmenes y volúmenes, es algo mucho más sencillo y tenemos que aprender esa sobriedad porque eso es verdaderamente lo dogmático, aquello que nos obliga y que es la base sobre la cual nosotros edificamos nuestra búsqueda cristiana. Los católicos llevamos la carga de luchar contra todas las herejías existentes y no existentes. Cuando leemos el credo en la misa: "Creo en Dios Padre Todopoderoso, etc." rápidamente, no nos damos cuenta de que cada una de esas palabras es una flecha envenenada contra algún hereje, porque en esa expresión de nuestra fe hay concentrados siglos de acumulaciones dogmáticas que han sucedido por desviaciones que hoy ni siquiera entendemos a qué se refieren o por qué se originaron, etc. De alguna manera, esa pedagogía divina, está como ahogada por la rapidez con que transmitimos información dogmática, que nos viene no sabemos de dónde ni de qué problemas reales. Rahner se planteaba el problema de cómo empezar a hablar de Cristo con nuestros hermanos separados para, de alguna manera rehacer un camino común, ya que tenemos tantas cosas que nos unen, y esta idea la hizo llegar al Concilio Vaticano II. Entonces, en el decreto sobre la práctica del ecumenismo, en el Nº 11 se pone algo que yo creo que es uno de los principios dogmáticos más importantes salidos del Vaticano II y que Rahner siguió desarrollando hasta tal punto que un libro suyo, que salió cuando él ya había muerto, fue objeto de observaciones, censuras, etc. porque era una aplicación de este principio del Vaticano II que no gustaba a algunos. Dice: "Al comparar las doctrinas recuerden los cristianos que existe un orden o jerarquía en las verdades de la doctrina católica", es decir, por más que haya concilios detrás, por más que se hayan dicho y enseñado durante diez siglos, no todas las cosas tienen el mismo valor de verdad, hay un orden o jerarquía de verdades. "Ya que es diverso el envase (la relación, diríamos) de tales verdades con el fundamento de la fe cristiana." Esto es una tentativa por decir qué es lo fundamental, preguntándose siempre eso va a venir como consecuencia la sobriedad. ¿Qué es lo fundamental de mi fe cristiana? Y con eso ir a las preguntas que la misma realidad me va imponiendo. Y eso es lo que he tratado de hacer en estas dos semanas con ustedes: ver lo fundamental y después ver que hay cosas que se relacionan muy lejanamente con eso. Creo que esto es como una especie de "aggiornamiento" que nos cuesta hacer dentro de la Iglesia Católica, que ha juntado informaciones de todo tipo diríamos, desde cómo era la Virgen antes y después del parto, hasta qué es nuestra fe cristiana. Son cosas de muy distinta jerarquía desde el punto de vista de la verdad. Yendo a lo fundamental y partiendo de allí, nos vamos dando cuenta de lo simple que es y de que en ese sentido no requiere una enorme información; y que a la vez es algo hondísimo de lo cual siempre estaremos sacando consecuencias enriquecedoras, y estaremos abriéndolo a nuevas preguntas, porque la realidad es compleja y nos obliga a investigar y a conocer más. Pero ese fundamento tenemos que tenerlo sobriamente y a cubierto de que se asfixie con una multitud inmensa de cosas que son de orden secundario, terciario, o cuaternario, o más lejano todavía. El Vaticano II dice: volver al fondo; y Rahner, en ese libro que no gustó y que fue criticado (escrito con Fritz), en la discusión con los hermanos cristianos separados proponía volver a comenzar el estudio de la fe cristiana tomando como base lo primero que se discutió en el cristianismo, es decir, los cinco primeros concilios de la Iglesia en que todos estaban de acuerdo. Por supuesto que uno puede decir que ya entonces se habían introducido tal vez muchas cosas secundarias, terciarias, etc., y que no siempre estaba claro, de todas maneras lo indico como una tentativa que propuso el Concilio Vaticano II y que, como otras tantas, quedó frenada, perdida y un poco olvidada. 49

La Iglesia no hizo demasiado por volver a lo esencial, por esa sobriedad dogmática que me parece que es una de las necesidades más grandes que tenemos nosotros hoy en día, y que hemos tratado aquí siempre de ir guardando o de ir viendo cómo se puede recobrar. 2. Vuelta a la Evangelización. El segundo elemento es volver a la evangelización, o sea que es prácticamente lo mismo, porque es volver a lo esencial, al Evangelio, a la Buena Noticia, y partir de ahí en un proceso que le dé a cada cosa su valor relativo dentro del conjunto que vamos descubriendo a partir de ese Evangelio enfrentado con la realidad, con nuestros problemas, etc. Me parece útil dar aquí una definición de evangelización que se debe a un padre canadiense que fue consejero de la comisión de propaganda Fidei (es decir la comisión sobre las misiones) de cómo llevar el Evangelio a los países donde todavía no se conocía. El padre Semoi señala como tres etapas o condiciones para la evangelización, es entonces una definición en tres etapas. Primero es lo que él llama: sólo el Evangelio. Por supuesto que no se trata de tres etapas que se puedan distinguir y que una se pueda hacer hasta que llega a su fin para que luego entre la otra, sino más bien son tres elementos que se conjugan, que en su origen, el Evangelio, o sea aquello en lo cual nosotros creemos, que es lo esencial de nuestro dogma, se podía colocar dentro de una simple conversación humana con otra persona. No era necesario darle durante tres años un curso intensivo sobre la religión cristiana para que supiera qué es el Evangelio, sino que se podía decir simplemente cuando por casualidad se encontraban dos personas en el camino. En los Hechos de los Apóstoles aparece una de las figuras que tal vez sean un poco más poéticas que reales pero que un día existieron, que relata cuando el diácono Felipe se encuentra en el camino con el administrador de la reina de Etiopía que vuelve de Jerusalén en su carruaje y va leyendo al profeta Isaías, entonces el diácono Felipe se le acerca (parece que iba a caballo), ve que va leyendo y le pregunta si lo entiende. El otro muy sinceramente le dice: ¿Cómo lo voy a entender si nadie me lo explica? Entonces Felipe se ofrece. Suben al carruaje, le explica que esa profecía de Isaías que está leyendo es sobre el Mesías y que se ha cumplido en Jesús, que es lo que Dios mandaba al pueblo de Israel como respuesta. Entonces llegan a un sitio donde hay agua y allí el administrador pregunta: ¿Hay algo que impida el que yo me bautice? es decir que, él ya sabe que ésa es la condición para entrar en la comunidad de la fe. Y el diácono Felipe le dice: Si crees de todo corazón, puedes ser bautizado. Y él le dijo: Creo. Entonces allí mismo es bautizado y se va solo porque el Espíritu Santo arrebata a Felipe y se lo lleva en dirección contraria. Y el administrador de la reina se va a Etiopía con lo que ha oído en una conversación. Es una figura que yo no les digo que la imitemos al pie de la letra, pero sí que tenemos que recobrar un poco, todos nosotros -y creo que es la obra de una vida, de una contemplación, de una espiritualidad- la capacidad de decir en qué creemos en pocas palabras, de tal manera que pueda ser captado y entendido por una persona que nos oye, dentro de una conversación. Esto es lo fue dice el Concilio Vaticano II, que de ahí las cosas van saliendo en primero, segundo, tercero, cuarto, quinto o sexto lugar, pero que esto tiene que estar primero y tengo que saberlo distinguir de cualquier obra cosa. Lo primero es poder dar razón de nuestra fe, y sobre todo saber cuál es la realidad, porque muchas veces tenemos fórmulas para dar que nos tapan la realidad y no sabemos ya concretamente en qué sentido eso cambia nuestra vida. No sabemos expresarlo en un lenguaje que realmente revele nuestras experiencias. Por supuesto que podemos decir: "Creo en un solo Dios y tres personas divinas", sí, ciertamente pero mientras no traduzca yo eso en mi existencia de tal manera que la gente entienda qué significa, simplemente yo no estoy dando el Evangelio, estoy hablando en "chino", estoy empleando una figura que ni yo mismo sé como traducir en palabras. Creo que no le es tan fácil al cristiano de hoy retroceder desde la muchedumbre de información que tiene y que él cree de una urgencia enorme, Por ejemplo: si Dios me envía la 50

muerte una noche, cuando yo estoy en pecado mortal, pues me voy al infierno, entonces ¿no será esto tan importante como el Evangelio? ¿Por qué una cosa es más importante que la otra? Yo tengo que saberlo. Jerarquizar los dogmas a nivel intelectual No le es tan fácil al cristiano, cuando ha recibido miles y miles de cosas, saber si el Evangelio es más o menos importante que creer en la infalibilidad del papa. No estoy diciendo que no crea en esa infalibilidad, sino que puesta en su lugar (o sea a diez leguas de lo esencial) tiene sentido, porque el papa es infalible precisamente cuando se trata de impedir que la Iglesia siga por un camino errado, desviándose del Evangelio y, en la medida en que tiene la gracia del Espíritu Santo, para esto, de alguna manera es una garantía de que hoy estamos frente al mismo Evangelio y no a su desfiguración completa. O sea que entra en una relación lejana con respecto a lo fundamental. Después de lo que hemos visto sobre el dogma espero se den cuenta que no es fácil decir "sólo el Evangelio" sino que es algo que nos llama a una tarea difícil y costosa porque la información dogmática es tan grande que todos nosotros, cristianos, tenemos dificultad por saber qué es lo esencial del Evangelio. Fíjense que decir Evangelio, que es una palabra griega, significa decir: buena noticia. Y aquella expresión del Evangelio que no sea una buena noticia no es Evangelio, ciertamente, por más exacta que pueda ser desde el punto de vista dogmático. O sea que aquí el dogma, de alguna manera, hinca su raíz en nuestra existencia porque cuando decimos "sólo el Evangelio" decimos algo que ha transformado mi existencia, que le ha traído una luz y una alegría sin las cuales yo no quisiera vivir. Algo que para mí es tan importante como el sentido de mi propia existencia. Si no logro mostrar que lo que digo con palabras es el sentido global de mi existencia, no estoy hablando del Evangelio, no es ésa la buena noticia esencial que yo tengo en cuanto cristiano y creo que aquí, otra vez, yo he aprendido tantas cosas que me he olvidado de la buena noticia. Si uno le pregunta a la mayor parte de los cristianos, cuál es la inmensa alegría que tienen por ser cristianos, lo miran a uno como si estuviera preguntando un disparate, y dicen: Mire, yo soy cristiano porque es necesario, simplemente, y hay que tener una fe ortodoxa, y está mandado y yo obedezco y acato. Pero ¿cuál es esa buena noticia? Creo que tenemos que saber decirla, tenernos que saber qué es eso que para mí es tan importante. Creo que este ejercicio de ir a buscar en nuestra fe la buena noticia que hay ahí, lo hemos hecho miles de veces aquí, en Pocitos, en estas charlas. Hay muchas formas de decirlo, voy a recordar una, la hemos visto hace poco tiempo cuando hablábamos sobre el dogma del infierno que, mal entendido es una cosa espantosa, pero que bien entendido es una buena noticia. Cuando hablábamos de eso, decíamos que, para Pablo, la buena noticia anunciada por Jesús era que los hombres eran herederos del universo, y que, llegados a la mayoría de edad, habían recibido su herencia. Y, ese universo que estaba por hacer, estaba condenado a la inutilidad si los hombres no construían en él justicia, verdad, bien, sentido, amor. Los hombres eran completamente libres, tenían todo el universo a su disposición para hacer proyectos, para llevarlos a cabo, y para de ese modo llenarlo de sentido. Y entonces claro, inmediatamente surge ese hombre que se lanza a la historia para ocupar su lugar creador de heredero, llevado a su mayoría de edad, que asume el universo y esa enorme responsabilidad de que no falte en la tierra la esperanza de Dios, precisamente porque Dios no hace lo que le toca al hombre hacer, Dios es aquél, según la parábola de los talentos, "Que cosecha donde no sembró y recoge donde no esparció" ¿por qué? porque nos tiene a nosotros para hacerlo, porque nos ha dado un universo para Él cosechar y recoger donde nosotros sembramos y esparcimos.

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Cuando nos introducimos en la historia, se nos presenta el gran interrogante: ¿Hasta qué punto somos dueños de la historia? ¿Hasta qué punto la historia realmente está construyendo o destruyendo nuestros planes, nuestros proyectos, etc.? Y aquí entra también la respuesta que nos da Pablo, que después de veinte siglos de silencio se vuelve a oír otra vez en la Iglesia, en el Nº 39 de la G. S. dice: "Dios prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano. Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios resucitaran en Cristo y lo que fue sembrado bajo el signo de la debilidad y de la corrupción se revestirá de incorruptibilidad, permaneciendo el amor y sus obras”. Son todas palabras de Pablo, que dicen: todo lo que el amor y sus obras han hecho, se verán libres de servir a la inutilidad, todas las creaturas que Dios creó pensando en el hombre. "Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad, en una palabra todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados cuando Cristo entregue al Padre el Reino". Todo lo que es la historia de cada uno de nosotros, todo lo que es nuestro compromiso, todo aquello por lo cual estamos nosotros viviendo, trabajando, sufriendo y en algunos, muriendo, todo eso es una buena noticia; es la buena noticia de fue nada de lo que se hace en el amor, en la historia, se pierde, aunque nosotros lo perdamos de vista, que es distinto. El perderlo de vista es una condición de la historia para que todos estemos frente a los mismos desafíos siempre, para que el amor plantee a cada generación de los hombres la misma tarea creadora. Pero, a medida que la vamos haciendo, las apariencias de la historia también nos muestran una trágica realidad y es que el producto que nosotros queríamos hacer, el proyecto que llevábamos, se nos escapa de las manos, pero no se escapa de la realidad. Y, precisamente, lo que dice Dios para la historia, por la resurrección de Jesús, y con la resurrección de su trabajo por el reino es que no se pierda nada de lo que se hace, en esa historia en que los hombres van junto con Dios, creando un cielo nuevo y una tierra nueva. Esta es una de las mil formas que el Evangelio tiene de ser dicho como buena noticia, no estoy diciendo que es la única, estoy tratando de decir que para nosotros es de una urgencia enorme, antes de preguntar qué pasa con alguien que muere en pecado mortal, saber qué es el Evangelio, saber cuál es la buena noticia por la que nosotros vivimos, trabajamos y nos comprometemos; saberlo a fondo, vivirlo como la realidad y sacar de ahí las consecuencias. Si yo en la historia estoy luchando como loco para que no sufra ninguno de los hombres ¿voy después a tener la duda de si Dios no mandará a la mitad de ellos a pudrirse en el fuego eterno durante toda la eternidad? El que junte las dos cosas es de una incoherencia absoluta. ¿Qué pasa entonces? ¿Caen los dogmas y una serie de cosas? Yo no digo que caigan sino que ocupan un lugar secundario, terciario, etc., frente a lo que es esencial en nuestra vida. Que puede ser poco, aparentemente, que puede ser una cosa simple, pero es por allí adonde tenemos que llegar y seguir adelante. El tercer elemento que señala Semoi, es el del ritmo vital de crecimiento Es decir, cómo seguir, a partir de esto, reflexionando sobre la fe, pero con ese orden o jerarquía de valores de que habla el Vaticano II, o sea, reflexionando de tal manera que lo secundario nunca pase a ocupar el lugar de lo principal, de que nunca la información doctrinal llegue a hacerme olvidar lo esencial o a ponerlo en un segundo lugar, sino que sean consecuencias, experiencias que yo hago con esta buena noticia en la existencia, cosas que me parecen tal vez que son contradictorias y que entonces tengo, de alguna manera, que poner en orden, pero siempre de tal manera que lo esencial ocupe el primer lugar. Ese ritmo de crecimiento tiene dos elementos que me parecen importantes aunque no los diga directamente Semoi. Semoi quiere decir aquí que el proceso de pedagogía divina, ese proceso que vuelve al fundamento de nuestra fe, tiene que ser tal que las cosas que se vayan añadiendo no ocupen nunca un lugar indebido en el orden de esas jerarquías de verdades que son esenciales a nuestra fe.

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Entonces creo que hay aquí dos elementos: experiencia y recuperación. Es decir, la experiencia se hace porque, como ya vimos, la función del dogma es humanizar nuestra vida, es darle sentido, y precisamente son las crisis de sentido las que nos hacen progresar, buscar y encontrar junto con otros, en la comunidad que tiene la misma fe y muchas veces con otros que están fuera de la comunidad cristiana pero que, de alguna manera, también están frente al problema y tiene algo para darnos, que nos permita encontrar una solución. Ahora bien, en esa experiencia ¿qué lugar ocupa (y eso me parece fundamental que lo entendamos nosotros y la Iglesia en su totalidad) el error? En 1953, hace 35 años casi, su santidad Pío XII que ustedes saben era un papa más bien conservador, que mantuvo durante muchos años de su pontificado un rumbo muy lineal, monolítico, hizo un discurso que fue muy celebrado porque dijo algo que no estaba en los cuadernos de nadie en la Iglesia, y fue hablando a los juristas italianos de la tolerancia del error. Dijo que no sólo existía el hecho de que a veces no se podía impedir el error porque producía un mal mayor el hacerlo que el dejarlo, sino que a veces era mejor dejar al error actuar. Entonces esto pasó, la gente se admiró, lo dijo el Papa, pero no lo explicó, y así quedó: Tolerar el error aun cuando era posible impedirlo. La gente estaba acostumbrada a oír lo contrario; o sea que siempre que se podía impedir el error había que hacerlo, a no ser que se produjera un mal mayor, claro está. Unos tres años después, si no me acuerdo mal o un poco más, el cardenal Lercaro, -que fue uno de los hombres que tuvieron más influencia benéfica en el preconcilio del Vaticano II, muy inteligente, muy capaz, muy progresista- sacó en una revista italiana un artículo que fue muy leído y muy comentado en el que analiza precisamente lo propuesto por el discurso de su santidad Pío XII y por qué pudo decirlo. Entonces él dice: "La mayor parte de las personas dirán que eso se debe (lo que dijo el papa Pío XII) al respeto por la persona humana y su libertad". Es decir, no es que se acepte el error, pero se respeta a la persona que lo comete. "Eso es lo que comúnmente se dice, pero yo creo otra cosa: que hay algo más profundo, que el tolerar el error, como habla Pío XII en su discurso, se hace por respeto a la verdad". Esto a ustedes les puede parecer una paradoja pero él lo explica enseguida diciendo que nadie aprende una verdad profundamente si no la expone a la experiencia y si no la corrige en cuanto ve que eso no es coherente con la experiencia que está teniendo. Es decir que el error es una parte de la adquisición de la verdad, y no hay verdad profunda que entre en el hombre sino aquélla que de alguna manera pasó por el error y por la corrección y entonces el hombre la reconoce porque la ha profundizado y la ha hecho suya. Nadie aprende matemáticas sin equivocarse y sin aprender a corregirse las equivocaciones. Cuando alguien sabe verdaderamente matemáticas, toma un problema, dice: ¿Por qué esto no da lo que yo espero? y sabe qué hacer para que finalmente el error se corrija; ésa es la única verdad que le importa al hombre, esa verdad que no es la de un grabador sino la de alguien que verdaderamente sabe cómo hacer para encontrarla, cómo hacer para buscarla, y eso pasa precisamente porque en un momento ha encontrado algo que creía que era la verdad pero que no resultó serlo, porque no satisfizo las condiciones de la verdad y entonces tuvo que buscar más allá, entrar más adentro y hallar la verdad en algo más fundamental de su propio ser. El error hace que la búsqueda de la verdad nos lleve más al interior de nuestro propio ser y que esa verdad sea luego más inerradicable, que no puede sacarse de nosotros sin llevar con sus raíces todo nuestro ser. No se trata de ser impasible ante el error, sino de que éste provoque una reacción, una insatisfacción. Cuando experimento un error siento que no conozco la realidad, que la realidad se me escapa, que es más compleja, etc. Cuando noto una insuficiencia en mi conocimiento, o en el de los demás, busco dónde está y precisamente, porque busco dónde está y no me satisfago con la respuesta ya adquirida es como llego a una verdad más profunda. Pero no es insensibilidad ante el hecho sino por el contrario, ya que como un error no me da la satisfacción que yo espero de una respuesta correcta, entonces, precisamente, que no se me quite la posibilidad de errar dándome ya 53

la información hecha de tal manera que no tenga que pensar, porque cuando cometo un error es cuando por la insatisfacción que me da, busco y encuentro la verdad, la profundizo, y la domino. Si yo fuera un aparato reproductor de cosas verdaderas, una vez descompuesto no sabría qué hacer conmigo mismo, en cambio, cuando enfrento a la realidad y experimento, y algunas cosas me salen y otras no, pienso y si ese pensamiento es bien orientado va a llevarme a respuestas más ricas por las que voy a tener una verdad más propia, más honda en mí. Recuperación Aquí viene la parte de recuperación, porque puede haberles dado la impresión de que todo lo que se ha ido acumulando dogmáticamente no valía nada, no, hay algo de todo esto que tiene su sentido si se lo ubica en su verdadero lugar y jerarquía de verdades. Por lo tanto hay una recuperación de ciertos valores dogmáticos que yo hago cuando me doy cuenta de su exacto valor, cuando comienzo con experiencias, y un ritmo de crecimiento donde lo esencial permanece en primer lugar. Entonces yo voy recuperando elementos y dándoles su verdadero sentido. Cuando hablamos, por ejemplo, del dogma del infierno, y nos damos cuenta que nace de una experiencia, (porque no es algo que viene de lo alto ni por un teléfono especial con Dios) de la falta de justicia que existe en el mundo frente al que sufre y que no encuentra una respuesta en los acontecimientos acorde con la justicia que ha practicado, se supone que esa justicia se va a hacer más allá de la muerte y que entonces el hombre ha sido puesto en el mundo a prueba, con una ley, y si la cumple, va a tener el premio de la gloria, el cielo, y si no la cumple, va a tener el infierno como castigo. Si nosotros partimos de sólo el Evangelio como buena noticia y recordamos que somos herederos, y por lo tanto libres, sin estar sujetos a ninguna ley sino a aquéllas que sean convenientes para un proyecto de amor, esa situación de que el hombre está a prueba, el Evangelio la cambia radicalmente, porque la buena noticia que hemos recibido es de que estamos cooperando con Dios en una obra histórica que llega al fondo de su alma, de su corazón, de su sensibilidad, por el amor que nos tiene. Toda la teología de Juan, como la de Pablo, está hablándonos de esta buena noticia que podríamos expresar así: el amor que Dios nos tiene hace que no quiera llevarnos a la verdad y al amor desde lejos y unirse con nosotros quedándose lejos, sino participando en nuestra historia, de nuestra experiencia humana, exactamente como nosotros. "El verbo de Dios se hace hombre y pone su carpa entre nuestras carpas", es decir: se hace hombre histórico. Esa carpa es lo típico del hombre que es historia, que se mueve de aquí para allá, del nómada que va de un proyecto a otro, de aquél que no tiene su casa ya establecida y hecha, sino que va buscando continuamente un lugar u otro. Cuando comprendemos eso, comprendemos también que Dios es amor y que es un amor sin límites, porque todos los límites que ponemos en el amor se deben a que tenemos una sensibilidad restringida, y nuestra capacidad de amar depende de nuestra energía y por lo tanto hay barreras que el amor no puede pasar porque no podemos interesarnos por las personas absolutamente lejanas a nosotros como lo hacemos por los que están frente a nosotros. Es decir, hay una serie de elementos que limitan nuestro amor pero no el de Dios. Entonces comprendemos que a Dios le apasiona la historia como a cada uno de nosotros, porque se mete en ella con un amor total por cada uno de nosotros y siente lo que a cada uno de nosotros le pasa como si le pasara a Él, porque el efecto del amor es hacer que nosotros sintamos lo que le ocurre al ser que amamos como si nos pasara a nosotros mismos. Y eso le pasa a Dios. Entonces nosotros no estamos aquí, en la historia simplemente para ser probados sino para construir junto con Dios a nuestros hermanos. La existencia de nuestros hermanos depende de nosotros. Gracias a Dios tenemos una historia donde hay dolor, y digo esto de una forma muy honda, que quisiera que fuera comprendida bien por ustedes. El amor supone el dolor, porque en la medida en que el amor es libre, puede ser dado o rechazado, y por lo tanto es riesgo de dolor. 54

Cuando pedimos un amor sin dolor, no sabemos lo que pedimos, porque la falta de dolor haría que las personas fueran absolutamente indiferentes porque no se necesitarían unos a otros. Necesitamos apasionadamente de nuestra madre cuando somos niños, porque es la persona que nos puede provocar el mayor dolor si no se ocupa de nosotros. No sé si ustedes se dan cuenta que el amor de madre está basado en el dolor que puede provocar si decide no ocuparse de una persona que depende hondamente de ella. En ese mundo hecho así, entonces, donde todos los hombres somos responsables unos de otros, es imposible pensar por ejemplo, que el hombre esté a prueba para que Dios decida si lo va a mandar a un lugar que se llama cielo o a otro que se llama infierno. Los hombres están colaborando con Dios con más o menos eficacia, según ponen más o menos amor en aquello que hacen. De ahí la imagen de Pablo de que Dios cuando hace el juicio pone nuestra obra ante el fuego y aquello que lo resiste es lo que va a entrar en la tierra definitiva porque es lo que hemos hecho con amor. Y lo demás desaparece, es lo que en nuestra vida se perdió. Y la gracia de Dios que nos une a los demás, precisamente con lazos de amor, que nos hacen sentir durante toda nuestra vida los sufrimientos de los demás, nos da esa posibilidad tan tremenda de afectar a Dios a través de nuestros hermanos, es decir que de alguna manera nosotros somos los creadores del cielo de Dios o del infierno de Dios, según coloquemos a nuestros hermanos en situaciones de alegría o de dolor. En la medida en que rechacemos dar de comer a un hermano, colocamos a Dios en ese infierno del hambre, por ejemplo. La responsabilidad por una parte es terrible y por otra es la mejor noticia que podemos tener en nuestra vida; nuestra responsabilidad con cada hermano, es decir con Dios mismo, porque cuando amamos a un hermano amamos a Dios y cuando no lo amamos, tampoco amamos a Dios. Tenemos la posibilidad de crear cielo e infierno para Dios. Antes estábamos en una especie de error por falta de profundidad, porque no sabíamos todavía por experiencia hasta dónde llegaba el amor de Dios a nosotros y la responsabilidad que Él ponía sobre nuestros hombros. No la sabíamos. Cuando aprendemos con Jesucristo, el verbo encarnado, hasta dónde Dios se vuelve dependiente de nosotros, comprendemos que no es el sentido de castigo lo que tiene la palabra infierno, sino que es el poder y el deber continuamente decirle a Dios mismo "sí" o "no". Toda nuestra acción histórica tiene una importancia terrible, porque Dios la está recibiendo con alegría o con dolor, según sea causa de alegría o dolor para las personas a quienes afectamos con la historia. Con el Evangelio corregimos entonces la experiencia infantil que tenemos de que la persona está a prueba, para ser castigada o premiada; son restos de nuestra infancia donde se nos premiaba o castigaba según nuestro comportamiento. Además, si la gracia de Dios me ha hecho sensible durante toda mi existencia histórica, ¿cómo podría gozar del cielo sabiendo que hermanos míos sufren el infierno? Ven ustedes como una experiencia más rica de la buena noticia del Evangelio me ayuda a recuperar elementos de la experiencia por donde ha pasado toda esa pedagogía divina; elementos que eran imperfectos y provisorios como se decía del A.T.; pero que también vale para el Nuevo en la medida en que yo voy pasando de una experiencia a otra; elementos que pertenecen a la pedagogía divina y que se van ahondando en la medida en que los voy experimentando frente a necesidades cada vez más hondas, porque cuando estoy frente a la buena noticia me doy cuenta que ciertas cosas que yo he creído ya no son respuesta suficiente. La experiencia me hace dar de bruces contra algo que es tremendamente incoherente y me hace avanzar en la medida en que yo reconozco esa incoherencia y busco una solución, y la encuentro dentro de la comunidad porque eso es algo que no se puede hacer de a uno, sino que se tiene que vivir en una comunidad cristiana que parta de lo esencial y que no se deje invadir por cosas exteriores sino que vaya añadiendo elementos en la medida en que va pasando por experiencias que los necesitan. Eso es lo que nos hace avanzar sin sofocar lo esencial. En algún momento tendré que ocuparme de la infalibilidad del Papa, porque también puede llegar a ser un problema el saber si la Iglesia no puede desviarse completamente y tomar un 55

camino errado y durante mucho tiempo llegar a los hombres a una situación menos humana de que puede estar. Entonces yo tengo que preguntarme: ¿Qué es esa infalibilidad? Y me doy cuenta que la infalibilidad del Papa es la infalibilidad de la Iglesia entera, y que el Papa como su representante, tiene que darme garantías de que va por la verdad. Pero ¿qué pasa? que yo encuentro que el Evangelio de Jesucristo se ha leído durante cuatro siglos en América Latina sin percibir lo que se decía sobre los pobres, siendo como es el último continente cristiano y al mismo tiempo tal vez el más inhumano de todos los que hay en la tierra, donde el hombre ha creado estructuras sociales pudiendo hacerlo mejor, con elementos cristianos a su alcance, como el Evangelio, pero parecería que no lo lee. Entonces me doy cuenta también que con la idea de la infalibilidad del Papa estoy descargando una responsabilidad que es mía y de todos los cristianos, que estoy leyendo el Evangelio y que estoy encontrando en él que sí, que es cierto que Dios ha prometido que, en la medida en que la Iglesia asuma la opción por los pobres, Él la conduciría a una verdad cada vez más profunda y a corregir errores en que pueda caer. Y en esa Iglesia yo estoy comprometido, y eso me hace ver lo fundamental y no acumular cosas, sino liberarme de ellas en el sentido de una concepción infantil. Por ejemplo; mi situación de laico en la Iglesia, que sólo tenía que recibir información ya hecha por la jerarquía, sobre cualquier problema De alguna manera ésta es un poco la historia de toda esta parroquia, creo que desde que empezamos siempre ha habido un centro muy experimentado para todos que es el Evangelio, y de ahí hemos tratado de ir recuperando cosas, dejándolas en su verdadero lugar, son demasiadas y no podemos ocuparnos de todas y aunque otras personas sientan necesidad de otras cosas, para mí lo esencial es devolverle la creatividad y la alegría a lo que significa ser cristiano. Aquél que no está en el cristianismo por alegría interna, por plenitud interna, mejor que no esté. Entonces, me parece que éste es el fruto que se podría sacar de estas charlas. Muchas gracias por la atención.

"Estamos en una empresa colectiva donde unos dependemos de otros, donde crear no significa sacar algo de la nada sino, de alguna manera, encaramarnos sobre los hombros de los otros, que tienen que ser sólidos para que podamos hacerlo. En ese sentido, en el dogma hay un deseo de permitir que la búsqueda de la verdad continúe, utilizando el trabajo de otros, no solamente el nuestro. es la forma de ir asimilando y estableciendo una nueva plataforma de lanzamiento para lograrlo."

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