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15 ideas fundamentales para entender a Schopenhauer -

El filósofo alemán Arthur Schopenhauer, nacido en Polonia en 1778, y distinguido por tener un carácter pesimista que le permitió ir en contra del idealismo alemán, es uno de los pensadores más influyentes de los siglos XIX y XX.

Conceptos como el arte, la voluntad, la naturaleza y el espíritu, fueron los principales temas que desarrolló; a pesar de que fue un ferviente discípulo de Kant, Schopenhauer decidió seguir la filosofía por un camino diferente, algo más alejado de una estética trascendental y más cercano a la metafísica de las cosas. – La importancia de Schopenhauer radica en su análisis sobre la metafísica, tomando en cuenta desde los escritos de uno de los padres de esta ciencia: Aristóteles, hasta el momento en que postula sus tratados.

La metafísica ha sido a lo largo de la historia del pensamiento un parte aguas para entender la existencia del mundo que nos rodea: desde la concepción de la esencia de las cosas, hasta entender las causas y los motivos de la naturaleza. Otro de los temas fundamentales de los que se encarga el estudio de la metafísica como ciencia es el transformar a la naturaleza como un reflejo de Dios, éste no como un ente apegado a la religión, sino mas bien como un término cercano a la espiritualidad del hombre. Los siguientes 15 enunciados concentran algunas de las ideas fundamentales para facilitar la comprensión de la metafísica de Arthur Schopenhauer. 1. “El ser humano es, al igual que cualquier otra cosa de la naturaleza, objetivación de la voluntad, manifestación por tanto”. 2. “El hombre supone la manifestación más perfecta de la voluntad, la cual, para subsistir físicamente, ha de verse iluminada por un conocimiento de tan alto grado como para posibilitar una reproducción plenamente adecuada de la esencia del mundo bajo la forma de la representación, que no es otra sino la comprensión de las ideas, el espejo puro del mundo.

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Por consiguiente, en los hombres la voluntad puede llegar a cobrar plena conciencia de sí misma, alcanzando un conocimiento claro y exhausto de su propia esencia, tal como se refleja en el mundo. La presencia real de este conocimiento se plasma en el arte y se llama genio”. 3. “Los actos de un individuo no son sino la continua repetición de la exteriorización de su carácter inteligible, desprendiéndose inductivamente su carácter sensible de la suma de todos los actos”. 4. “El hecho de que yo sea el secreto director teatral de mis sueños representa una segura prueba de que mi voluntad mora más allá de mi consciencia”. 5. “El comportamiento del ser humano se reduce a una ecuación entre una motivación dada y un determinado carácter”. 6. “El conocimiento se limita únicamente a darnos noticia de lo que ya somos de una vez para siempre”. 7. “Todo hombre posee originalmente su voluntad y su carácter, constituyendo el “querer” la base de su naturaleza; el conocimiento llega después y sirve tan sólo para mostrarle aquello que ya es; de ahí que no puede decidir ser de tal o cual manera”. 8. “No se puede modificar el fin que persigue la voluntad, sino sólo el camino que toma para llegar a él”. 9. “La ética puede contribuir a forjar la virtud en tan escasa medida como la estética es capaz de producir obras de arte”. 10. “El arrepentimiento emana siempre de una rectificación del conocimiento, no de un cambio de la voluntad, el cual es imposible”. 11. “Embargado por el afecto el hombre hace aquello que no sería capaz de proponerse”. 12. “No son las cosas lo que inquieta a los hombres, sino las opiniones relativas a las mismas. Son más las cosas que nos atemorizan que aquellas que realmente nos atormentan y muy a menudo nuestras representaciones nos hacen padecer más que la realidad misma”. 13. “Cuando el hombre abandona el conocimiento de las cosas individuales en cuanto a tales, en aras del conocimiento global sometido al principio de razón y, valiéndose de las ideas, descubre la posible aparición real de la libertad de la voluntad como cosa en sí”.

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14. “Por más que uno sea siempre el mismo, no se comprende a sí mismo en todo momento, sino que con frecuencia se desconoce hasta adquirir un cierto grado de verdadero conocimiento sobre sí mismo”. 15. “Nuestro itinerario físico sobre la tierra es una línea, y no un plano, en el sendero de la vida, cuando queremos asir y asumir una cosa, hemos de renunciar a innumerables otras que van apareciendo a ambos lados del camino”.

Schopenhauer, Arthur (1788-1860) Con Schopenhauer se inicia la crítica a la identidad entre el ser y el bien que domina la filosofía occidental de Platón a Hegel; su filosofía ha de ser entendida desde el prisma de su ataque al cristianismo y como reacción contra el hegelianismo que entonces empezaba a dominar en la universidad alemana: nada más significativo a este respecto que la constatación de que la obra capital de Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación fue publicada tan sólo un año después que la primera edición de la gran sistematización del pensamiento de Hegel, la Enciclopedia de las ciencias filosóficas. La filosofía de Schopenhauer parte de un primer pensamiento capital: el ser es voluntad, el ser quiere ser y quiere permanecer como querer; el ser es esa voluntad que quiere ser siempre voluntad. El modo de ser de la voluntad es un continuo devenir en el que se afirma el querer-vivir. Todos los seres se disuelven en la voluntad única y en su afirmación en el incontenible devenir; el determinismo absoluto es la expresión de esta disolución de los múltiples en la serialidad del devenir: todo momento del devenir procede de un momento anterior y va hacia un momento siguiente; en la serie del proceso todo tiene una razón suficiente de su ser. Si el determinismo domina el proceso del devenir de la voluntad, ésta en cuanto tal es irracional: no hay razón de ser de la voluntad; el proceso del devenir es un proceso necesario pero la existencia de la voluntad es contingente; la voluntad es razón de ser pero no hay razón de ser de la voluntad: «la no existencia del mundo es tan posible como su existencia» (El mundo como voluntad y representación). En el devenir la voluntad se mantiene en el ser; la producción de lo devenido en el devenir es, en realidad, reproducción de la voluntad única: la incesante muerte de aquél la condición de la vida de ésta. La voluntad es 3

ciega, no «ve» lo que hace, no es inteligencia de sí sino obrar sin inteligencia; no tiene amor ni odio para lo que crea, es indiferente para con su obra, sólo quiere ser lo que ya era, repetirse. Esta voluntad se halla fragmentada en individualidades en las que se contrapone y lucha la voluntad única y en las que se va objetivando, de forma gradualmente creciente, el querer vivir. La forma más alta de objetivación del querer vivir es el hombre; la conciencia humana es la reflexión del querer vivir sobre sí mismo, la visión que de sí mismo tiene el querer vivir, la representación de la voluntad. En la conciencia humana se produce la manifestación de la voluntad en una representación que se escinde en un objeto en permanente devenir y un sujeto estable y permanente inobjetivable. Aun cuando en su origen la conciencia humana sea tan sólo la visión de la voluntad y aunque el yo individual no sea más que una manifestación de ella es también para el hombre la ocasión de sustraerse al horror; la conciencia, que de modo inmediato es visión del horror, se protege de ese mismo horror por medio de la contemplación pura, en la que el sujeto se separa y diferencia de su yo individual y, convertido en conciencia de su propio ser se abisma en el goce de la visión que tiene por objeto no ya el horror inmitigado de la voluntad, sino la representación del mismo para el conocimiento. Del postulado del carácter contingente de la voluntad se sigue la pregunta por el valor y sentido de la existencia: si la voluntad no tiene en cuenta al hombre es justo que éste se pregunte qué interés tiene para él ese su ser cuyo azaroso origen es la voluntad; se trata de saber si la vida merece la pena o, si se quiere, si el conjunto de bienes que proporciona compensa de los dolores y sufrimientos que trae consigo. La respuesta de Schopenhauer consiste en negar el valor de la existencia de modo categórico: la vida es dolor, caducidad y miseria; la existencia un completo sin sentido. La única salvación que el hombre puede esperar es la de su reposo en la nada. Toda la moral de Schopenhauer está edificada sobre la concepción de la vida como dolor y mal. Respecto de los demás hombres la actitud del sabio es la de la compasión, esa «solidaridad en el desamparo» de que habla Horkheimer, mientras que la moral personal tiene como finalidad desolidarizarse del ser anulando en sí mismo la

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voluntad de vivir por medio de una ascética rigurosa hasta llegar a un anonadamiento próximo a la experiencia del nirvana.

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