20 LA VANGUARDIA
O PINIÓ N
Ferran Requejo
Gasto militar, liderazgo, seguridad
E
l panorama mundial de los conflictos armados a finales del 2008 muestra continuidad con la situación internacional a partir del año 2001. Sin embargo, se han producido hechos que a buen seguro modularán el futuro inmediato. Veamos algunos datos. El conflicto entre Rusia y Georgia del pasado mes de agosto rompió la ausencia, desde el año 2004, de nuevos conflictos entre estados. Los que perduran se iniciaron antes (Iraq, 2003). De hecho, la mayoría de los más de 30 conflictos armados de la última década se han producido en el interior de los estados. Algunos de los más importantes han sido: Afganistán, Birmania, Sri Lanka, Turquía (Kurdistán), Sudán, Somalia, Filipinas, Burundi y Congo. ¿Han supuesto estos conflictos un incremento global del gasto militar? Sí, y de modo importante en términos de cifras absolutas. Se calcula que el gasto militar mundial durante el año 2007 fue de 1,4 billones de dólares (a precios constantes del 2005). Ello representa un incremento del 45% desde el año 1998 (International Peace Research Institute, SIPRI Yearbook 2008). Por países, EE.UU. encabeza de forma aplastante el porcentaje mundial de gasto militar (45%), seguido del Reino Unido, China, Francia y Japón –que gastan cada uno alrededor de un 4% del total–, y de Alemania, Rusia, Arabia Saudí e Italia –un 3% cada uno–. España ocupa el lugar 15.º, con alrededor del 1% del gasto militar mundial (datos del año 2007). En conjunto, el gasto militar global representa un 2,5% del PIB mundial. Sin embargo, el porcentaje que dicho gasto supone respecto al producto interior bruto de los distintos países es muy variado. Por ejemplo, a pesar de que el gasto militar de EE.UU. ha aumentado más de un 60% desde el año 2001 debido a su fuerte crecimiento económico, ello supone menos del 5% de su PIB global (2007), un porcentaje casi siempre inferior al del periodo 1950-1990. Por su parte, países como ChiF. REQUEJO, catedrático de Ciencia Política de la UPF
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na y Rusia han aumentado también de forma importante su presupuesto militar en los últimos años. China lo ha triplicado desde 1998, pero en términos relativos su gasto militar no llega al 2,1% del PIB. Todo esto tiene diversas lecturas. El crecimiento económico de los países en vías de desarrollo es un objetivo deseable en términos del bienestar medio de su población, pero a su vez facilita escaladas del gasto militar sin que ello suponga a menudo un esfuerzo económico desorbitado para dichos países. Parecería que un mundo con mayor desarrollo medio sería
un mundo más seguro, pero los arsenales militares son cada vez más imponentes en un mundo sin instituciones internacionales de peso. De ahí la necesidad de liderazgos eficientes por parte de las principales potencias. Un liderazgo que ya sólo puede ser de carácter multilateral. Pero multilateralismo no equivale siempre a consenso, sino a establecer “equilibrios estables” en el mapa geoestratégico mundial. Y de ahí también la importancia de las decisiones que la nueva administración de EE.UU. impulse a partir del 2009. Se trata de la única superpotencia mundial. Las administraciones estadounidenses del siglo XX han cometido graves errores, principalmente en Asia y Latinoamérica. Sería un desastre pretender un liderazgo unilateral a partir de sus intereses inmediatos. El mundo ni es así, ni va serlo en el futuro.
Un nuevo escenario en el que la seguridad internacional puede jugarse cosas importantes es el Cáucaso. Puesto de nuevo bajo el foco de la atención pública desde la guerra de agosto del 2008, constituye una región fácilmente amenazada de inestabilidad. En el trasfondo aparecen cuestiones energéticas y económicas, pero la situación no se acaba ahí. De hecho, ahí sólo comienza. Un factor decisivo es el de la hegemonía estrictamente política que Rusia parece dispuesta a recuperar y que no puede sino condicionar la posición de la OTAN y de la UE en la región. El Cáucaso reúne a un conjunto de 17 territorios a ambos lados de la frontera entre Rusia con Georgia y Azerbaiyán. La parte norte, situada toda ella en el interior de Rusia, incluye a Osetia del Norte, Ingushetia –con conflictos entre sí– y Chechenia, cuya guerra, aún por finalizar, ha supuesto alrededor de un cuarto de millón de víctimas. Todos ellos son territorios estratégicos en términos de energía y con situaciones económicas fuertemente degradadas. En la parte sur, la política prooccidental un tanto irreflexiva de los líderes de Georgia mantiene tensiones en los territorios prorrusos de Osetia del Sur y Abjasia, formalmente internos pero con una independencia práctica. Azerbaiyán, el otro Estado fronterizo con Rusia, suJOAN CASAS pone un aliado para esta última, pero enfrenta también el conflicto interno de Alto Karabaj, en la práctica bajo la órbita de Armenia. Y Turquía e Irán, a su vez fronterizos con estos dos últimos países, tienen sus propios intereses en la zona (véase La Vanguardia Dossier, número 30). Toda una agenda para las administraciones estadounidense y europea en los próximos años en un contexto en el que el gasto militar seguirá en aumento. El horizonte del año 2020 será previsiblemente bastante diferente, con China, Rusia, India y Brasil situados en posiciones de liderazgo regional. La Unión Europea debe replantear su posición si no quiere quedarse en una posición marginal del mapa político. De hecho, las cosas apuntan a que dicho mapa ya no tendrá su centro de gravedad en el Atlántico, sino en el Pacífico. O ya está situado ahí.c
Oriol Pi de Cabanyes
F
Ayer, hoy, mañana
in de ciclo, comienzo de ciclo? Pero si la frontera entre el ayer y el mañana es ya sólo una convención más del calendario... De hecho, vivimos sólo en presente. Y así se nos han ido acortando las perspectivas temporales. En general, el futuro no se contempla. Ni tampoco el pasado. Tiempo atrás, si el pasado era sólo causa de malos recuerdos (que es como era vivido por tantos), el futuro se alimentaba de expectativas de mejora. Se confiaba al futuro la realización de toda clase de sueños. Había esperanza de que íbamos a ir siempre a mejor. ¿No se basa en esto el “progresismo”? Todas las revoluciones han creído que el futuro iba a dar con la sociedad perfecta de una vez para siempre. El futuro ha sido la zanahoria que tantas veces ha pues-
to en movimiento a las masas, sobre todo si han sido antes humilladas y apaleadas en nombre de las reglas de juego propias de un pasado interesadamente considerado inmutable. El cortoplacismo de hoy pone de manifiesto que hemos dejado de pensar, o de sentir, el tiempo por ciclos. La actividad agrícola exige previsión y continuidad. Hay un tiempo para sembrar y otro para cosechar, un tiempo para trabajar y otro para verse recompensado. Pero hoy este marco conceptual ya no existe en las sociedades que han pasado de la economía agrícola al industrialismo o al postindustrialismo. Con lo que desaparecieron las perspectivas de vivir en armonía con el medio. En un momento dado de su vida, George Orwell quiso experimentar en su pro-
pia carne los efectos de la pobreza (o quizás con mayor exactitud: del desarraigo). Y se puso a vivir como un homeless a tiempo completo. Así que pronto se dio cuenta de que quien pasa hambre suele pensar en perspectivas de tiempo cada vez más cortas. Ocupa toda su energía en cómo va a procurarse la próxima comida, del mismo modo que el enganchado en cómo va a procurarse su próxima dosis. Desde la angustia del presente nadie puede planificar nada en términos de futuro, porque en lo único que se puede pensar es en saciar carencias –o en satisfacer deseos– de manera inmediata. Lo curioso es que esta reducción de perspectivas, que es tan general, no la experimenten hoy sólo los hambrientos, sino también los hartos. Con o sin hipoteca.c
MIÉRCOLES, 31 DICIEMBRE 2008
Samuel Hadas
La primera guerra de Gaza
U
na pandilla de bellacos, la define el escritor Amos Oz, máximo exponente de la izquierda pacifista israelí. Una organización terrorista para Israel, EE.UU. y la UE. La causante de la tragedia que sufren en estos días los palestinos, según Egipto y la Autoridad Nacional Palestina. Esto es Hamas, la organización con la que se solidariza el líder espiritual iraní, el ayatolá Ali Jamenei, que acaba de emitir un decreto religioso ordenando a los musulmanes defender a los palestinos, mientras que su líder, Jaled Mishal, desde su dorado refugio en Damasco, los llama al suicidio y a la tercera intifada. Años de reticencia y de indecisión finalizaron el sábado pasado cuando el Gobierno israelí, cediendo a la presión de su opinión pública, se acordó de que debe defender a sus ciudadanos. A los ojos del mundo puede ser una respuesta desmesurada, pero más del 80% de los israelíes la aprueba. Un raro consenso, al que se suma una izquierda crítica de la política del Gobierno. Y no olviden, Israel es la única democracia en esta parte del mundo.
A los ojos del mundo puede ser una respuesta desmesurada, pero el 80% de los israelíes la aprueba El ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, un amigo de Israel –y, por supuesto, de los palestinos–, considera la respuesta israelí desproporcionada. ¿Calificaría también de desproporcionada la falta de respuesta israelí, durante siete (¡7!) años, a la agresión contra sus ciudadanos, mediante una intolerable lluvia de miles de cohetes? ¿No es un crimen de guerra la agresión contra la población civil desde los territorios evacuados por Israel? Gaza, que pudo haberse transformado en la Singapur de Oriente Medio, no es, sobre todo a partir del día en que Hamas se hizo con el poder –por la fuerza– otra cosa que un refugio para terroristas que no entran en razones y siguen determinados a impedir un acuerdo de paz con Israel. Para lo que cuentan, gracias a Hizbulah y Teherán, con armamento sofisticado que es la envidia de terroristas de otras partes del globo. Los que pagan el calamitoso precio son los palestinos. El mundo condena a Israel y se solidariza con los palestinos ante las trágicas imágenes de Gaza. Era lógico esperar que esto sucediera. Han muerto también inocentes. Pero ¿por qué? Porque Hamas utiliza a los propios palestinos como escudos humanos. Sus arsenales, e incluso sus baterías de cohetes y morteros han sido instalados en vecindades densamente pobladas. Si Hamas hubiera renunciado al terrorismo, todo esto no habría sucedido. No se trata de justificar al Gobierno israelí, del que se exige actuar con el máximo de sensatez, evitar nuevas víctimas inocentes y perseguir inmediatamente una tregua firme y duradera. ¿Qué puede hacerse? Poco, mientras la comunidad internacional siga reticente a implicarse con la voluntad política necesaria en el proceso de paz palestino-israelí y en la acción contra el terrorismo y sus patronos.c