La salud mental es un componente integral y esencial de la salud. La Constitución de la OMS dice: «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.» Una importante consecuencia de esta definición es que considera la salud mental como algo más que la ausencia de trastornos o discapacidades mentales. La salud mental es un estado de bienestar en el que la persona realiza sus capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar de forma productiva y de contribuir a su comunidad. En este sentido positivo, la salud mental es el fundamento del bienestar individual y del funcionamiento eficaz de la comunidad. La salud mental y el bienestar son fundamentales para nuestra capacidad colectiva e individual de pensar, manifestar sentimientos, interactuar con los demás, ganar el sustento y disfrutar de la vida. Sobre esta base se puede considerar que la promoción, la protección y el restablecimiento de la salud mental son preocupaciones vitales de las personas, las comunidades y las sociedades de todo el mundo. La salud mental individual está determinada por múltiples factores sociales, psicológicos y biológicos. Por ejemplo, las presiones socioeconómicas persistentes constituyen un riesgo bien conocido para la salud mental de las personas y las comunidades. Las pruebas más evidentes están relacionadas con los indicadores de la pobreza, y en particular con el bajo nivel educativo. La mala salud mental se asocia asimismo a los cambios sociales rápidos, a las condiciones de trabajo estresantes, a la discriminación de género, a la exclusión social, a los modos de vida poco saludables, a los riesgos de violencia y mala salud física y a las violaciones de los derechos humanos. También hay factores de la personalidad y psicológicos específicos que hacen que una persona sea más vulnerable a los trastornos mentales. Por último, los trastornos mentales también tienen causas de carácter biológico, dependientes, por ejemplo, de factores genéticos o de desequilibrios bioquímicos cerebrales. Los trastornos mentales imponen una carga de morbilidad enorme a las sociedades en todo el mundo. Solo la depresión afecta a 400 millones de personas, y es la enfermedad que causa la mayor cantidad de años de discapacidad a las personas que la padecen. Los trastornos mentales, que se ven agravados por bajos niveles de inversión y de cobertura de los tratamientos, tienen también consecuencias económicas serias: se estima que la depresión costó por lo menos USD 800 000 millones en 2010 en términos de pérdidas de producción económica, un monto que —según estimaciones—, se duplicará en 2030. A nivel mundial, los ingresos económicos no percibidos debido a los trastornos mentales, neurológicos y el abuso de sustancias alcanzan los billones de dólares.
Los países no están preparados para enfrentar este problema con frecuencia “invisible” e ignorado. Pese a su carga social enorme, los trastornos mentales continúan estando ocultos debido a los estigmas, los prejuicios y el temor a perder el empleo o la posición social si se revela una aflicción, o simplemente por la falta de servicios de apoyo social o médico o porque estos no se encuentran al alcance de los afectados y sus familias. A pesar de estos desafíos, existe una preocupación cada vez mayor por poner la salud mental en el centro del programamundial de salud y desarrollo. Tal como se destaca en el Plan de Acción sobre Salud Mental 2013 - 2020 (PDF) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una serie de estrategias multisectoriales y basadas en pruebas han resultado ser mucho más efectivas en la promoción, la protección y la recuperación de la salud mental que los enfoques del pasado que se concentraban en la institucionalización. Si se implementan apropiadamente, estas intervenciones representan las mejores alternativas para cualquier sociedad, con beneficios considerables en términos sanitarios y económicos. Para lograr plenamente el objetivo de cobertura sanitaria universal en todo el mundo, es fundamental integrar los servicios de prevención, tratamiento y atención para los trastornos mentales, junto con mecanismos de apoyo sicosocial, en programas de prestación de servicios y protección financiera que sean de fácil acceso. Además, las autoridades normativas y sanitarias necesitan identificar “puntos de partida” en todos los sectores para encarar los factores sociales y económicos que contribuyen a la aparición y la larga duración de los trastornos mentales. Abordar la definición de un concepto homogéneo de salud mental es quizás tan complicado como lo es la propia psiquis humana. Es que este concepto tiene diferentes connotaciones según la cultural, la sociedad y cada comunidad en particular. Pero tomaremos la declaración de un organismo internacional acerca del tema, que es la Organización Mundial de la Salud (OMS), dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y en este caso, aunque tampoco exista una definición concisa, sí el organismo ha expuesto que la salud mental tiene relación con la salud en cuanto los vínculos en la familia, las emociones y sentimientos de cada persona, las relaciones socioculturales que se establecen de manera cotidiana con las demás personas y los pensamientos perosnales. En un nivel psíquico, se dista mucho de los síntomas que son propios del nível físico. Uno puede prever de alguna manera la “ausencia de enfermedad”: nos colocamos vacunas contra determinadas enfermedades, visitamos al médico de manera periódica para realizar chequeos y controlar que todo esté bien, y si no lo está, éste nos dice qué tratamientos, medicamentos o estudios médicos aparte necesitamos para resolver la enfermedad, afección o dolencia y estar sanos. En cambio, cuando se trata de la mente, los factores que influyen en la salud de la misma son muchos otros. Uno difícilmente pueda prever una separación de padres, la muerte de un ser muy querido o la depresión que genera la necesidad económica.
Si bien uno puede imaginar “cómo reaccionaría si” o tomar conciencia de que se trata de situaciones que pueden concretarse (nadie es inmortal, por eso, tarde o temprano, tendremos que vivenciar la dura experiencia de la muerte de un familiar o un amigo muy querido, por ejemplo), no estamos al cien por ciento seguros de cómo finalmente reaccionaremos ante dicha situación y más aún, de qué manera la asimilaremos –o no-. En la actualidad, los casos de ataques de pánico, trastornos de ansiedad, trastornos de aprendizaje o problemas cognitivos, depresión, estrés, angustia son más frecuentes que en el pasado, o al menos, están más visibilizados, propios de un mundo donde muchas veces la aceleración en la cual vivimos, las nuevas configuraciones de la familia, las adicciones y demás factores provocan trastornos psíquicos que requieren tratamiento médico, primero psicológico (para abordar el tema desde una terapia) y en muchos casos, desde el ámbito psiquiátrico, en caso de que el paciente necesite un tratamiento farmacológico.
Otro de los puntos esenciales de las Naciones Unidas es que en todos los países del mundo se defiendan y se protejan los derechos humanos. De ahí que, una de las decisiones más importantes que ha tomado esta organización haya sido la de la Declaración universal de los Derechos Humanos. Esta declaración es de obligado cumplimiento para todas aquellas naciones que quieran formar parte de esta organización. Otro de los puntos fuertes de esta organización está en los asuntos humanitarios. Naciones Unidas está en muchos países en conflicto aportando seguridad, ayudando a reconstruir países arrasados por la violencia, las guerras, etc. y, por supuesto, atendiendo a la población en las necesidades más elementales, como pueden ser la alimentación, la higiene, infraestructuras, vivienda, etcétera.
conclusión Pensamos que para conseguir una organización, eficiente y de calidad, de la atención a la salud mental es necesario un Servicio de Planificación, Gestión y una Financiación específica. Además se han de potenciar y regular los mecanismos de coordinación entre los dispositivos asistenciales de la red de salud mental y la coordinación con los recursos comunitarios (sociales, educativos, judiciales) tal como preveía la Ley General de Sanidad. Creemos necesario que dicho Servicio ha de estar integrado en el organigrama de las Consejerías de Salud y bajo su responsabilidad, lo que implica asumir totalmente la gestión de la atención a la salud mental que ahora comparten con Diputaciones y Servicios Sociales, así como el control de convenios con asociaciones e instituciones u organizaciones privadas. Por otra parte, si se quiere planificar adecuadamente es imprescindible la implantación de un sistema de recogida de datos e información que permitirá la elaboración de estudios epidemiológicos, así como conocer las necesidades reales de atención en salud mental de la población, elaborar programas de prevención y promoción de salud mental. Este sistema de información, conforme a la Ley de Cohesión, ha de ser igualitario en todo el Estado español y ayudará a la elaboración de las prestaciones y la cartera de servicios de los distintos dispositivos asistenciales, así como en una mejora de la calidad asistencial.