Egipto Aunque el cansado verde te imponga la emoción de haber, al fin, llegado, no ves el delta desde la ventanilla del avión. Es, todavía, un mapa. Es una fotografía, más o menos nítida, en un libro caro. Y cuando en el aeropuerto ni el ruido brutal, ni la pesadez del sol, ni la igualdad de todos los rostros te disuadan de volver a uno y otro lado la cabeza en busca de las pirámides, tampoco estarás allí, sino en el living de tu casa, sentado frente al televisor, esperando que terminen las tandas y el programa comience.
Se queman los ojos pero no se vuelven astros Se gasta la lámpara sobre fórmulas y ecuaciones cuando ya es la madrugada y los chicos, borrachos, vuelven a los gritos pateando tachos de basura. El estudio te ha dado la noticia de la regularidad falsa de las cosas y la sospecha de reconocer, en el cielo de mañana, un mapa de ruta, un diagnóstico de vida más allá de nosotros, una historia de lo que vendrá. Pero cuando uno de los vagos se hace el que canta Las estrellas, celosas, nos mirarán pasar, vos, nene, tenés que admitir que a la hora de comprender el mundo no es mejor tu afán que el de ése.