Quevedo y los emo En un pequeño texto titulado “Premática que este año de 1600 se ordenó”, e incluido en lo que se ha llamado tradicionalmente Obras jocosas, Quevedo despotrica contra los clichés, las frases sobadas, los dichos y refranes, el lugar común, las muletillas del lenguaje oral y escrito que le son contemporáneos. El autor madrileño hace firmar como autores de esta diatriba a “ciertas personas deseosas del bien común y de que pase adelante la República.” Por medio de esa licencia retórica, Quevedo se queja de que los adherentes a esos vicios tienen “la buena prosa corrompida y enfadado el mundo”. La premática (o ley disciplinaria) pretende rogar “por cortesía y, si es importante, con imperio” para que sean prohibidos los vocablos y expresiones gastados a fuerza de uso. En caso de no acatar
la
ley,
los
abusivos
serán
consignados
a
penas
severas.
La diatriba, sin embargo, trasciende el ámbito estético para rayar en lo ético. Quevedo lanza su sátira a los poetas, de quien dice: En los poetas hay mucho que reformar, y lo mejor fuera quitarlos del todo; mas porque nos quede de quién hacer burla, se dispensa con ellos; de suerte que, gastados los que hay, no haya más poetillas. Y quedan con este concierto: que de aquí en adelante no finjan ríos sus ojos, porque no somos servidos de beber lagañas ni agua de cataratas: cada uno llore en su casa si tiene qué, y muera de su muerte natural sin echar la culpa a su dama: que hay veces más muertes en una copla, que hay en año de peste, y después de habernos cansado, viven mil años más que por quien morían.
Y agrega: Quitamos más: que no traten del carro de Apolo, la Aurora, Filomena, la Parca, Venus, Cupido, ni se quejen de cabellos, ojos, boca de su dama ni digan: Ablanda aquese pecho endurecido.
A menos que esté uno muy desinformado, no se puede uno substraer del fenómeno social y mediático de los emo, esos adolescentes y manojo de nervios a la vez. Hemos visto y oído cómo sus transgresiones estéticas han tenido repercusiones éticas. Cuando se le pregunta a un metalero, gótico, punketo, darketo, etc., por qué odia a los emo (en realidad, en su lenguaje ad hoc, a él le cagan), contesta que
porque éstos copian su estilo y a raja tabla les propina un tremendo chingadazo con su
respetivo
madrazo.
No quiero proclamar las buenas costumbres ni caer en la corrección política de defender el derecho a los emo a verse ridículos o putos, ni la cantaleta de que ciertamente las otras denominadas eufemísticamente tribus urbanas no son menos estrafalarias. Ya otros se han encargado de eso. Quiero más bien caer en otro lugar común que no hace sino llamar sino a la reflexión: tantos los (malos) poetas del siglo XVII como los emo son acusados de afectación, pose, mala imitación. La acidez con que Quevedo se burla de aquellos poetas llorones tiene su equivalente en la furia descarnada con que se señala que el emo funge como un alienado de moda. Es decir, se aduce falsedad de la emoción. Lo curioso es que incluso para entristecerse hay que, dirían los “verdaderos” emo, hacerlo con estilo, no ser un entusiasta depresivo (?), sino un verdadero depresivo, con heridas fuertes y suicidios eficaces en secreto. Eso me recuerda al comentario que un darketo, ávido de representatividad en el medio, posteaba en un foro: Veo que el círculo de los “dark” es bastante exclusivo. Yo siempre visto de negro y vivo de noche; soy terriblemente pesimista y muy aficionado al noble arte de succionar y chupar. No obstante, mucho me temo que todo eso no es suficiente para ser incluido en –he estado a punto de decir secta— el selecto grupo. ¿Acaso hay algún ritual o forma de acceder a él? Me gustaría que me informasen al respecto… Esto es lo más esclarecedor que he podido encontrar acerca del “dark” en la Red: El “dark” es, en pocas palabras, sátira y soledad. Es, en realidad, una forma de vivir marginalmente en este mundo. El “dark” es uno de los movimientos contraculturales que más relación tiene con las bellas artes, ya que se puede encontrar en la literatura, el teatro, la fotografía y la música. En cuanto a la literatura se menciona que todos los filósofos del existencialismo tenían tendencias “dark” en sus explicaciones acerca de la existencia y sus manifestaciones emocionales. “Si pudiera dejar de pensar, aunque me quede, aunque me acurruque en silencio en un rincón, no me olvidaré. Estaré allí, pesaré sobre el piso. Soy, soy, existo, pienso luego existo; soy porque pienso. ¿Por qué pienso? No quiero pensar, soy porque pienso que no quiero ser, pienso que… ¿por qué? (Jean Paul Sartre, La náusea) Salud y saludos
Pues bien, nos enteramos que Sartre, el filósofo del antiteísmo humanista, era fan de Morbid angel y que el arte de succionar y chupar (sic) es noble. Más allá de la confesión de alcoba que el vampiro adolescente ventila en su comentario, no sé por qué respiro un aire a gregarismo, aunque con la consigna de que “el dark es, en pocas palabras, sátira y soledad” Sí, pura soledad, marginalidad. La sociedad está llena de conformistas. Espero que el pobre joven haya resuelto su problema y alguna comunidad dark lo haya adoptado con un noble y decente rito de iniciación. Me tiene muy mortificado que viva de noche, ¿a qué horas estudia y/o trabaja?... además, the night is young pero también está llena de peligros. Es terriblemente pesimista, pero lo bueno que no tanto como para desear salud a sus congéneres y anidar la esperanza de ser acogido en una comunidad verdaderamente marginal. Hay, pues, en todo esto un afán de sinceridad, autenticidad, que no perdona un céntimo de mera representación estética y posada, a todas luces simulada. Los emo son culpados de atentar contra la buena música y el estilo original al mezclar indiscriminadamente elementos clichés de otros géneros. Y es cuando la ética sale a relucir. Esto es sin duda un síntoma: no nos gusta ver copias de copias; sin embargo, no creo que se pueda aspirar a más. La verdad es que a estas alturas es casi imposible distinguir el original de la copia, el territorio del mapa. No hay falsedad, hay sólo montaje auténtico, aunque el genio ético-estético de Quevedo (o los darketos) nos caigan a palazos. El simulacro, la hiperrealidad, dice otro filósofo francés, Jean Baudrillard, es más real que la realidad real. Y así sea.