¿Qué Espera el Adolescente de su Médico? Dra. Verónica Gaete, Dpto. de Adolescencia “Ser Joven”, Universidad de Chile Es importante que cada profesional recuerde cómo ha sido su experiencia al enfrentar a estos clientes tan activos llamados “adolescentes”. Probablemente piensen que son pacientes más difíciles o complicados, porque les cuesta dirigirse a uno, vienen acompañados por la madre, que no quiere dejarlos solos, vienen con temores, y además, el tiempo disponible en la atención primaria no alcanza para atenderlo en forma integral. Por lo tanto, hay barreras que tienen que ver con la situación, con el adolescente, con el profesional que atiende al adolescente y, además, barreras que tienen que ver con el sistema. El profesional puede sentir que le tratan de endosar lo que los padres no han podido hacer en muchos años, o puede encontrarse con que la madre ocupa todo el espacio, debiendo dilucidar por qué lo hace, entrando a una esfera de interacción interpersonal. En el colegio los niños son muy entretenidos, quieren saberlo todo y cuentan todo acerca de los padres, opinando y abriéndose bastante, y quieren saber mucho sobre sexualidad; en cambio, los adolescentes son los clientes más difíciles, debido a factores propios de ellos, de nosotros y del sistema.
¿Qué espera el adolescente de su médico? El adolescente espera un profesional con ciertas características especiales. La primera es que tenga una vocación verdadera por esta área, porque si no le gusta o tiene miedo a enfrentarse con adolescentes esto se va a notar en sus reacciones y en la inseguridad para manejarse con ellos. Además, debe ser una persona madura, sin necesidad de presentar una imagen autoritaria, ya que para poder atender bien a un adolescente, el profesional debe haber superado sus propios conflictos de esa edad. Por ejemplo, si aún es dependiente de sus padres, vive con ellos y es un adulto joven que tiene un tremendo conflicto de autonomía con su mamá, que no lo deja irse de vacaciones con su pareja, cuando le llegue un adolescente con el mismo problema a la consulta no va a poder verlo imparcialmente ni va a poder ayudarlo en forma objetiva. En este sentido, yo soy partidaria de que la gente que se dedica al adolescente tenga suficientes años de carrera y de trabajo, en lo que se refiere a su madurez emocional, para haber resuelto estas cosas. Otro factor importante es la tolerancia. La gente poco tolerante tiene muchos prejuicios y tiende a criticar a los adolescentes, por lo que es incapaz de ayudarlos en algunos ámbitos. Hay que tener en cuenta que la adolescencia se caracteriza por ser un período con mucha tendencia a actuar, en el cual se pueden manifestar una gran diversidad de conductas, algunas de las cuales pueden ser un poco transgresoras o conflictivas para el mundo adulto, como la actividad sexual, entre otras. Entonces, la gente que se dedica a esta área debe tener la apertura mental necesaria para comprender las diversas conductas humanas y para tolerarlas; la gente muy rígida en este sentido, no sirve para atender a los adolescentes. Otra característica que hay que tener es la amplitud de criterio, porque los adolescentes van a llegar atrasados y van a plantear una serie de desafíos que se deben manejar con un buen balance entre los límites que les vamos a imponer, porque nuestra misión es ayudarlos a crecer, y la flexibilidad necesaria para que no se ahoguen con nuestras normas. Es importante que la persona muestre interés por el adolescente como persona, porque trabajar en adolescencia no significa que sólo vamos a trabajar los problemas, sino previniéndolos, para lo cual se debe promover el desarrollo integral de la persona, favoreciendo la autonomía, la independencia, la autoeficacia y la autoestima, entre otras cosas. Por esto, es importante relacionarse con ellos como personas integrales. Además, debe tener buenas habilidades de comunicación con ellos y capacidad para establecer buenas
relaciones con los padres. Todo profesional debe desarrollar y adquirir esta habilidad en el curso del tiempo.
¿Qué espera el adolescente del personal que lo atiende en la entrevista? Al momento de entrevistar a un adolescente, la perspectiva es distinta a la que se ve con otros grupos etarios, en primer lugar, porque nuestros objetivos van a ser más amplios. El primer objetivo, como siempre, es determinar los problemas de salud que existen y monitorizarlos, pero en el caso de los adolescentes existe una segunda función muy importante, que consiste en desarrollar y mantener una relación o vínculo terapéutico. Si el profesional no tiene capacidad para formar un vínculo positivo con el adolescente, poco podrá hacer para ayudarlo; por ejemplo, no podrá preguntarle al adolescente si tiene relaciones sexuales, si no tiene una buena relación con él. Ésta es una habilidad muy importante, que se debe utilizar en cada entrevista, lo que hace que trabajar con adolescentes sea más demoroso que con otros grupos etarios. Es muy importante educar sobre las indicaciones y motivar su cumplimiento. La motivación es el gran tema y lo más difícil del trabajo con adolescentes; por ejemplo, un adolescente consumidor de drogas debe ser derivado a tratamiento con psiquiatra, pero si no tiene motivación para conseguir ayuda no se puede hacer nada por él. En el área de conductas de riesgo y desórdenes mentales es importante manejar habilidades para motivarlos a recibir ayuda.
La entrevista del adolescente La entrevista médica clásica no sirve en estos casos, porque está centrada en el proveedor de salud y no en el adolescente, de manera que éste la ve como un interrogatorio impersonal. La entrevista del adolescente debe ser flexible y no directiva, lo que requiere de una habilidad compleja, basada en un conocimiento profundo del adolescente. Sólo así se logrará llegar a un diagnóstico adecuado, sobre todo en el área psicosocial, porque en el área física el número de síntomas a indagar es escaso, mientras que en el área psicosocial, la diversidad de experiencias humanas es tan enorme que nunca se podrá agotar el tema. La anamnesis es distinta en cuanto a las esferas que hay que explorar, ya que está el área biopsicosocial, pero también el área familiar, escolar, y todo lo relacionado con su relación con los pares, la pareja, la sexualidad, el consumo de drogas y otros hábitos. El gran énfasis hay que ponerlo en cómo se deben preguntar las cosas. Esto tiene gran relevancia; las habilidades de comunicación tienen gran importancia, y dentro de éstas, la que más falla en los profesionales es la capacidad para escuchar en forma eficaz, o estilo no directivo, en el cual el que más habla es el adolescente, mientras que el entrevistador pregunta abiertamente para obtener más información. Es importante utilizar un lenguaje corporal facilitador de la comunicación, por ejemplo, ponerse en una distancia cómoda para hablar con él, escribir poco durante la entrevista, mantener una apertura adecuada de las extremidades superiores, no tener escritorio, etc. Además, se deben usar las señales de aliento no verbales durante la comunicación. El orden en que se va explorando es el que entrega el adolescente; esta habilidad se denomina “seguimiento verbal”, que consiste en explorar los elementos que el paciente va señalando, profundizándolos en la medida en que sea posible. Otras habilidades importantes son: saber poner atención al lenguaje no verbal del adolescente al hablar de determinados temas y el utilizar afirmaciones tranquilizadoras en áreas en que las preguntas pueden producirle vergüenza.
Desarrollo de un buen vínculo terapéutico
El desarrollo de un vínculo terapéutico adecuado favorece que el adolescente cuente sus problemas más sensibles y privados, como la sexualidad y otras conductas. Según Lazare, para desarrollar una buena relación terapéutica existen cinco tareas: 1. 2. 3. 4. 5.
Aclararle al adolescente que uno es el médico, pero que él será el protagonista de lo que pase en la consulta. Asegurarle el derecho a la confidencialidad, o derecho a guardar en privado la información que él requiera. Demostrar experiencia profesional, ya que el adolescente no está buscando amigo ni padre en el médico, sino que están buscando la ayuda profesional de un adulto que es confiable para ellos. Evitar hacer juicios de valor sobre lo que el adolescente refiere. Saber reconocer y resolver las barreras de comunicación que puedan aparecer.
El derecho al secreto es muy importante, ya que todos los estudios demuestran que si no se les garantiza confidencialidad, lo más probable es que no cuenten sus cosas privadas; por eso, una premisa básica es ofrecer y respetar una confidencialidad, con límites que van a ir variando de acuerdo al grado de competencia del adolescente en su toma de decisiones y según el tipo de problema. El punto de evitar hacer juicios de valor sobre las acciones del adolescente es fundamental, porque es complicado y puede producirle mucho daño. Es mejor demostrar una curiosidad real por su experiencia, escucharlo muy bien y ofrecerle siempre colaboración y apoyo, lo que es muy importante en todo el desarrollo de la relación terapéutica. Sobre la presencia de barreras de comunicación, éstas pueden ser explícitas o implícitas, y también pueden ser impuestas por el profesional. Puede servir de mucho el hacer un reflejo de los sentimientos que suscita la situación del adolescente y decirle en forma directa lo que uno piensa que le está pasando y tratar de comprenderlo. Lo importante es reconocer las barreras cuando aparecen, explorar sus causas con empatía y respeto y negociar la solución. El adolescente espera ser el protagonista de la consulta, por lo que se debe recordar a los padres que a ellos se les puede incluir en la entrevista, pero que el mayor espacio está destinado al adolescentes, lo que varía de acuerdo a la edad del niño. El contacto inicial con el adolescente es crítico. La relación posterior dependerá en gran medida de lo que haya pasado en la primera consulta, por eso, en ésta se deben poner a prueba todas las habilidades disponibles. En ese contexto, es importante que el saludo inicial esté dirigido al adolescente, que existan asientos suficientes en la consulta, evitar hacer el rol de los padres, usar un lenguaje comprensible, considerar prioritaria la agenda del propio adolescente y poner énfasis en lo positivo.
Qué espera el adolescente del examen físico El adolescente espera que el médico no lo haga pasar vergüenza. Normalmente, a esta edad existe un enorme pudor, de modo que se le debe examinar a solas, aunque se debe solicitar la presencia de un adulto en casos de adolescentes muy tímidos, pequeños, discapacitados, con retardo mental y cuando se requiere un examen pélvico por parte del médico varón, dándole a elegir al adolescente quién quiere que lo acompañe. También es importante desvestirlo lo menos posible y por el menor tiempo, explicándole en qué consiste el examen físico y cuál es su función, sobre todo en lo que se refiere a los genitales y las mamas. Hay que hablarles durante el examen físico y decirles que están bien, porque siempre tienen dudas respecto al desarrollo puberal.
Entrega del diagnóstico y las indicaciones En cuanto al diagnóstico e indicaciones finales, el adolescente espera tener la posibilidad de vestirse, sentarse y tener una conversación con el médico, en la que éste le de la oportunidad de plantear y resolver todas sus dudas en privado. En caso de que los padres estén presentes, se les debe explicar sólo los aspectos no confidenciales.
Además, debe tener acceso a atención de emergencias, y lo otro importante es solucionarles la mayor cantidad de cosas posibles, evitando derivar sin motivo y derivando siempre de manera específica, ojalá contactándose previamente con el otro profesional. Los servicios de salud han sido insensibles a las necesidades de los adolescentes, haciéndose muy necesario que se produzca un cambio en esta situación. Se deben desarrollar servicios de salud “amigos del adolescente”, en los cuales todos los funcionarios posean habilidades para acogerlo adecuadamente. Los centros de atención de los adolescentes deben ubicarse cerca de su domicilio y deben entregar atención gratuita o de bajo costo. Deben ser centros específicos, con un ambiente juvenil, que atiendan en horarios adecuados y que cautelen la privacidad de las consultas, preocupándose de que estén bien cerradas, y dándoles la posibilidad de que puedan consultar solos. En cuanto a la docencia e investigación, los adolescentes esperan respeto, es decir, debe obtenerse su consentimiento informado para integrarlos a estas actividades. Medwave. Año 4, N° 7, Edición Agosto 2004. Derechos Reservados