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Javier Moro Eduard Punset- Javier, morimos por la acción de los radicales libres, por errores en el DNA y luego, de pronto, viene una extinción masiva y se lleva por delante no sé cuantas especies o incluso por un accidente que nosotros mismos provocamos. A esto dedicais vuestro libro titulado "Era medianoche en Bhopal", una ciudad del centro de la India. Javier Moro- Exactamente. Habalmos de lo que se considera la mayor tragedia industrial de la historia. La que más muertos ha causado y la que más consecuencias y de mayor duración ha tenido. Aún 17 años después de este accidente, que ocurrió el 2 de diciembre de 1984, mueren entre 10 a 15 personas al mes por consecuencia de aquel escape de gas. Fue un año antes de Chernobil y quedó algo eclipsado, pero el accidente de Bhopal afectó a aproximadamente medio millón de personas y el número de muertos en las dos primeras semanas ascendían a 10.000. Ahora se calcula que hay entre 20.000 y 30.000 muertos provocados por la tragedia.
E.P- Y todo esto tiene su origen en la lucha contra los insectos. En la lucha de los homínidos por proteger sus cosechas. J.M- Los insectos se comen la mitad de todo lo que produce el hombre. Y este es un problema atañe a todos los países, no sólo a los que están en vías de desarrollo. Union Carbide era la tercera compañía multinacional de química en los años sesenta y puso a sus mejores investigadores, un equipo de dos entomólogos y un químico, a trabajar en ello. Estos tres hombres, al cabo de tres años de probar cambios de moléculas, de experimentar... consiguieron un producto milagroso: un insecticida increíblemente eficaz porque es totalmente inocuo para el hombre, ya que es biodegradable y desaparece;. Es tan
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efectivo que todavía hoy se vende en los Garden Center norteamericanos. Pero tenía un pequeño problema, su fabricación entrañaba en uso del isocianato de metilo, uno de los gases más peligrosos de la industria química. Es decir que aunque era un producto inocuo su fabricación era muy peligrosa. Estos investigadores llegaron a la ciudad de Bhopal, en el centro de la India, y empezaron a construir esta fábrica, pero no se fueron muy lejos y la construyeron casi a sus puertas, a dos kilómetros del centro de esta ciudad. Y este es el primer fallo y ,además, imaginan una fábrica de alta tecnología pero sobre dimensionada. E. P- Pero si este insecticida era biodegradable ¿cómo se explica entonces la explosión y contaminación que provocó? J. M- Cuando investigábamos para escribir "Era medianoche en Bhopal" hablamos con un ingeniero de la propia compañía química que fue a enfrentarse a sus colegas en EEUU cuando se concebía el proyecto de la fábrica. Fue a decir les que no la hicieran tan grande porque la India es un mercado imprevisible, con una climatología poco estable que puede hacer que las expectativas se reduzcan. Él conocía bien el país, porque era el representante de la empresa en la zona y les recomendó, sobre todo, que no colocasen unas cisternas de gran capacidad para almacenar el isocianato de metilo, como las que había en la fábrica de EEUU porque esto, en la India, era como poner una bomba atómica a las puertas de una ciudad. Este ingeniero había estado también en Francia y Alemania, donde las otras dos empresas que fabricaban este gas lo conservaban en barriles de 200 litros, que en caso de accidente o escape es más fácil de controlar. Pero los americanos veían en grande. E.P- Eran unos años en que todo se pensaba en grande...
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J. M- Si se pensaba en grande pero también descubrimos, a lo largo de la investigación, la razón por la que los ingenieros le contestaron a este hombre que no se preocupase que se construiría una fábrica tan segura como una de chocolatinas. Pero ¿por qué estos ingenieros defendían aquella opción de poner un sueño megalómano, allí, en una ciudad tan pequeña de la India? Luego lo supimos. Fue porque los ingenieros y arquitectos estaban retribuídos con un sistema de recursos humanos, muy conocidos entre las empresas, por el que son pagados según el tamaño del proyecto. A todos les interesaba entonces, porque cuanto más grande era el proyecto más dinero iban a ganar ellos. E.P- Y llega la noche de la explosión ¿Qué ocurrió exactamente? J.M- Entró agua en una de estas cisternas, que contenía 140.000 litros de isocianato de metilo, algo que estaba prohibido por el reglamento de seguridad. El agua contaminó el gas en forma líquida, el gas empezó a hervir, saltaron las válvulas y los 140.000 litros salieron de pronto formando una nube de gases tóxicos. Con tan mala suerte que aquel día el viento soplaba hacia el sur, en dirección a las coronas de chabolas de Bhopal y se convirtió en un pequeño holocausto. La nube de gas voló por la ciudad y sus habitantes salieron corriendo con gran confusión. Nadie sabía lo que pasaba, se pensaba en una bomba atómica lanzada por los paquistaníes, otros decían que era el fin del mundo. Este gas irritaba sus gargantas y sus ojos, dejándoles casi sin ver, hubo gente que se le dio por muerta porque habían perdido realmente sus funciones vitales. E.P-¿Es verdad entonces que vivimos en una sociedad de las averías, en la que se van creando artilugios cada vez más complejos y perfeccionados pero al mismo tiempo tan vulnerables? J. M- Sí, si te fijas en accidente de Bhopal es una muestra de la vulnerabilidad pero yo no sería pesimista. Hay sistemas muy 3
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complejos, como puede ser un portaaviones, por ejemplo, o los controladores aéreos y el porcentaje de accidentes en mínimo, prácticamente no hay. Esto funciona muy bien y hay muchas fábricas químicas en el mundo que funcionan muy bien, incluso de las de la propia Union Carbide. Pero siempre puede haber un accidente, puede haber una fisura en ese sistema. E.P- Y sólo lo olvidamos cuando este accidente es sistemático, como los accidentes de tráfico que han causado muchos más muertos. J.M los accidentes de coches crean más muertos que cualquier cosa. La cifra de víctimas en EEUU por accidente de tráfico en un año es más elevada que la que hubo en la guerra del Vietnam. Es una cosa bárbara, pero está asumida socialmente. E.P- Pero lo que nos contáis es que la vida que precede a este accidente en Bhopal es tan tremenda y mísera que no sé si deberíamos cambiar la forma de llamar a este programa y en vez de ser "De qué morimos" ser "De qué vivimos". J.M- Sí, pero la pobreza que vemos nosotros quizás la juzguemos desde nuestro punto de vista de occidentales que lo tenemos todo. Desde el punto de vista de un campesino indio, en el momento que tenga un proyecto de vida, que sepa como se va ganar la próxima cosecha, cómo va a venderla... este hombre está igual de vivo que todos. El problema está cuando la pobreza se junta con la desesperanza y nos da la miseria. Aquí es cuando la pregunta de porqué vivimos, sobre todo en el Tercer Mundo, es más difícil de contestar. Aunque yo creo que el equivalente de la miseria en nuestro mundo de esa familia, en el corazón de la India, que de repente ya se lo ha dado todo al prestamista y no tiene posibilidad de salir hacia adelante y se suicida colectivamente son aquellos hombres que se mueren de soledad. 4
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Pero pienso que las razones para vivir, para seguir adelante es un tema que atañe al hombre ya sea aquí o allá. Y es curioso que en el Tercer Mundo uno se fija que la gente sonrie mucho más, hay mucha más alegría hasta en los barrios de chabolas. Yo siempre cito el ejemplo de una familia de Bombay con ocho hijos que vivían en una chabola de 35 o 40 metros cuadrados. El padre tenía un taller de laminado, prosperó y lo primero que hizo fue mudarse a un apartamento. Y a los seis meses esa familia volvió a la chabola porque la mujer añoraba la vida comunitaria de la chabola: las visitas, las amigas, las cuñadas... Para ella la miseria era la soledad que ella experimentaba en su bloque de apartamentos. Todo es, pues, relativo. E.P- Volviendo a Bhopal ¿Qué ha pasado con estas personas que sobrevivieron? ¿Hubo una respuesta internacional adecuada? J.M- En absoluto. Además no hubo juicio nunca, ni tampoco ha habido un protocolo de tratamiento eficaz. En España por ejemplo se identificó en síndrome de la colza, en este caso no se ha indentificado el síndrome de Bhopal para poder tratar a las víctimas. E.P- ¿De qué murieron? J. M- De las consecuencias del envenenamiento, pero no se sabe tampoco con certeza. Hay una gran controversia porque lo que se reprocha a la multinacional americana es que no ha dado toda la información sobre los gases que salieron de la descomposición de isocianato de metilo. Muchos murieron por envenenamiento de cianuro, luego descubrieron que uno de los gases que salieron de la descomposición había sido éste, pero no se conocen los otros. Y ¿porqué se ha permitido esto? Porque son demasiado pobres para que le mundo les preste atención, gente sin peso económico, gente "prescindible", porque aquella noche la nube fue y arrasó los barrios más pobres.
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Si el viento la hubiera conducido hacia los barrios pudientes de la ciudad y las víctimas hubieran sido de otra clase social, seguramente, el resultado hubiera sido bien distinto y hubieran podido hacer justicia y un tratamiento adecuado. E.P- Sin embargo el efecto va a durar, ¿no? J.M- Bhopal, a diferencia de otras catástrofes, sigue presente en los genes de la segunda y tercera generación de supervivientes. Niños que nacen con problemas respiratorios crónicos o con deformidades. A esto se une a la situación de las mujeres porque este envenenamiento ha afectado, sobre todo, a las mujeres y a su aparato reproductor. Ha habido con gran incidencia de cáncer en el cuello del útero, hemos visto también chicas menopausicas con 25 años. Una situación tremenda y lo que no se puede hacer es pasar página, como nos decía hace poco el primer ministro cuando hace dos meses hicimos nuestro último viaje a Bhopal. Él argumentaba que lo que querían era olvidarse de la tragedia, porque Bhopal está asociado a ella, cuando es una ciudad que es mucho más que el escenario de lo que ocurrió aquel día. Pero uno no puede olvidar Bhopal hasta que, por lo menos, las víctimas hayan tenido justicia y se las trate adecuadamente por las secuelas que padecen.
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