BASES PARA UNA PROPUESTA DE ORGANIZACIÓN ESTUDIANTIL EN LA UTP
Por JUAN CARLOS PINEDA C. Representante Estudiantil al Consejo Académico Documento presentado a la Comisión de Organización Estudiantil Asamblea General de Estudiantes de la UTP
Universidad Tecnológica de Pereira Enero de 1998
PROPUESTA DE ORGANIZACIÓN ESTUDIANTIL PARA LA UTP Al momento de escribir estas líneas los estudiantes no han logrado un reconocimiento oficial a su derecho de establecer una organización estudiantil autónoma, es decir, regida enteramente por sus propios estatutos. La institución se inmiscuye claramente en los asuntos internos del estudiantado, por ejemplo, diciendo cuando y de que manera pueden ser elegidos los representantes, en una clara violación de la autonomía estudiantil, y se resiste a la autoridad de la Asamblea negándose a reconocer en sus enviados la vocería oficial de los estudiantes, como ha sucedido ya en varias ocasiones. Es necesario entonces obtener este reconocimiento, y el mismo sólo puede Iograrse a través de la movilización del estudiantado para exigir a la institución que lo consigne en su Estatuto General y en el Reglamento Estudiantil, en los términos que los estudiantes planteen. Vale la pena aclarar que lo que se pretende en esta etapa no es una mayor “participación” en el gobierno de la universidad, sino el respeto a la libertad de la que deben gozar los estudiantes para la definición de sus asuntos internos. Logrado esto, pueden pensarse otros modos de relación entre los estudiantes organizados, la institución y los demás estamentos. La autonomía es condición necesaria mas no suficiente para el logro de los objetivos estudiantiles, y más aún, para la definición de tales objetivos. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
Antes de entrar en una disertación acerca de las características que debe poseer una organización estudiantil se hace necesario aclarar algunos puntos en torno a la misión de la misma. No hay duda alguna que si le preguntamos a los diversos actores dentro del estudiantado, o a cualquier primíparo desprevenido, cada uno tendrá diferentes visiones acerca del deber ser del "movimiento estudiantil", y que ellas estarán determinadas tanto por las características político-ideológicas de quien responde como por sus intereses particulares. Pero el asunto se hace más complejo si consideramos que algunos de estos estudiantes se han ido reuniendo en torno a tendencias específicas, muchas de ellas excluyentes, y han asumido activamente la tarea de dirigir, o por lo menos orientar, las posiciones y acciones de los estudiantes. Se han creado así varias dicotomías que es necesario superar para lograr la fortaleza del movimiento estudiantil: 1. La que se presenta entre quienes pretenden generar una estructura "representativa" y quienes buscan generar legitimidad a partir del trabajo (la contradicción representantes - activistas). 2. Aquella que se genera por la necesidad de responder ante situaciones coyunturales mediante la movilización masiva e inmediata y la necesidad de dar continuidad al trabajo con una proyección de largo plazo (contradicción entre lo coyuntural y lo estratégico). 3. La necesidad de generar "espacios donde quepamos todos" frente a la de cualificar políticamente al estudiantado (contradicción entre el carácter gremial y el político). El desperdicio de esfuerzos debido a la falta de una estructura organizativa
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coherente es abrumador entre los estudiantes de la UTP. El círculo vicioso del activismo presenta un espectáculo patético: Al estallar una coyuntura, se movilizan los estudiantes, surgen líderes espontáneos y reviven los olvidados, se pronuncian discursos de elevado tono, y antes de que el problema real empiece resolverse, o siquiera clarificarse, se va erosionando el movimiento, víctima de su propia ineficiencia. Pasada la coyuntura, los líderes están desgastados y el poder estudiantil diezmado. Sigue entonces un largo periodo de reflujo en el que pareciera no pasar nada, al menos nada bueno. Luego viene la siguiente coyuntura y la escena se repite con perversa precisión. Los objetivos de un movimiento que pretenda convocar a la inmensa mayoría del estudiantado no pueden acordarse en el calor de una coyuntura. Para esto se requiere, más que buena voluntad, de la disciplina y empeño de los dirigentes que sólo puede lograrse en un ambiente de estabilidad organizativa, de claridad normativa y de autoridad unificada. Mientras no exista una organización estudiantil estable, única, legítima y eficiente, no podrá preservarse la memoria colectiva, ni generar en los estudiantes la confianza en la dirección de sus movimientos, ni incentivar una participación constante y masiva. En otras palabras, no habrá un movimiento estudiantil eficaz, que alcance las altas metas a las que puede aspirar. Ante este panorama complejo y conflictivo, esta propuesta no pretende otra cosa que aplicar el saber construido por la ciencia política, el derecho, la sociología y la administración a un problema concreto, la Organización Estudiantil de la UTP, con el auxilio de la experiencia adquirida en algunos procesos recientes y la observación y reflexión sobre otros tantos. Su aporte no consiste entonces en generar principios nuevos sino en aprovechar, con un toque de imaginación, los existentes. Posiblemente para algunos resulte extraño el intento que aquí se hace de mezclar en una sola propuesta principios que parecen abiertamente contradictorios, pero es justamente el equilibrio dinámico generado por tal combinación lo que la hace coherente. Dicho sea de paso, debe tenerse extremo cuidado con la tentación que muchos seguramente tendrán de reformular la propuesta, despojándola de los aspectos que no consideran de su agrado y conservando los de su preferencia. Semejante mutilación rompería el delicado equilibrio en el cual se basa su estabilidad y su fuerza. Produciría, en el mejor de los casos, otro engendro intelectual sin mayores posibilidades de aplicación (de los que se han visto muchos en la historia del movimiento estudiantil), y en el peor, un descalabro completo del proceso de organización de los estudiantes en la UTP. El presente trabajo se ha diseñado teniendo en cuenta el carácter de los movimientos y activistas estudiantiles, así como las opciones concretas que se les presentan en el actual momento histórico. Es perfectamente claro que algunas de las sugerencias aquí planteadas no pueden aplicarse de manera inmediata o completa, pero se ha tenido especial cuidado para que en ningún momento caigan en el terreno de la utopía. UNIDAD EN LA DIVERSIDAD
Tenemos ante nosotros una pugna de intereses que dificulta enormemente cualquier intento de unión, sobre todo si se busca intentando homogeneizar los objetivos del movimiento, metodología que implica una gran dosis de idealismo. La unidad, si 3
puede lograrse, sólo se dará cuando los participantes respeten y promuevan un acuerdo en torno a los siguientes puntos: 1. Una base de legitimidad, que consiste fundamentalmente en reconocer una autoridad soberana de la cual emana el poder y cuya voluntad prima sobre cualquier interés particular o de grupo. 2. Unas "reglas de juego" que establezcan los mecanismos legítimos para adelantar la natural lucha por la hegemonía entre los diferentes grupos. 3. El reconocimiento de la dirección por parte de cualquiera que haya alcanzado posiciones de poder de manera legítima, y que una vez allí continúe actuando de igual forma. Debe quedar claro que el hecho de crear una organización estudiantil no pretende eliminar para nada las diferencias ideológicas al interior del estudiantado y las consiguientes luchas por el poder entre los grupos con diferentes líneas de pensamiento. Es más, una organización bien diseñada debe permitir la expresión de las contradicciones internas, sin que ello signifique la disolución del acuerdo fundamental. Lo que se pretende es canalizar las disputas de tal forma que el costo para cualquiera de los grupos de operar por fuera de la organización sea muchas veces superior al de afrontar la discusión interna. Al mismo tiempo, la utilidad potencial de tomar las riendas del aparato organizativo será muy superior a cualquier ganancia derivada de una lánguida convocatoria grupista1. El sistema mismo puede regular este tipo de tendencias, puesto que los principios y mecanismos de dirección colectiva y revocatoria del mandato darán cuenta de aquellos que abusen del poder, desvíen los fines de la organización o yerren en su manejo. Además, dado que se ofrecen posibilidades concretas de participación a todos los interesados, siempre habrá espacio para que las líneas de pensamiento se expresen por los grupos que se aglutinen alrededor de ellas, grupos que asumirían una función muy similar a la de los partidos políticos2 en la democracia vigente: permitir resolver las contradicciones internas mediante la alternación del poder y el correspondiente cambio en la dirección del sistema sin que se vea afectada su estructura básica. Respecto a la coherencia del sistema (Organización Estudiantil) vale la pena señalar que es imperativo generar uno y sólo un espacio para cada asunto de trascendencia (en el ámbito local o general). De ningún otro modo se puede resolver satisfactoriamente el problema de la convocatoria: si ella ha de ser legítima, debe basarse en la autoridad de la Asamblea, cuya voluntad se expresa a través de los estatutos. El que vaya en contra de lo estatuido estará tratando de usurpar la soberanía, y pagará el costo político por ello. También es de advertir que, sin importar que tan amplia y participativa quiera hacerse la organización en el ámbito interno, hacia el resto del mundo debe presentar una sola cara. Es decir, sólo debe existir un canal oficial de comunicación o negociación para cada asunto que las directivas, profesores u otros estamentos 1 Por ejemplo, no es igual ser parte de un grupo de discusión académica, que integrar el Consejo Académico de la Organización Estudiantil. Los grupos que actualmente se forman carecen de la solidez y legitimidad que sólo puede dar una organización unificada y reconocida. 2 "Un partido es un grupo cuyos miembros se proponen actuar de común acuerdo en la lucha de la competencia por el poder político" (J. A. Schumpeter).
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traten con los estudiantes. Este es uno de los aspectos centrales de la "representatividad" que ha generado bastantes dificultades en el pasado. Las diferencias entre el estudiantado deben resolverse al interior de la organización y para que ellos no se expresen hacia el exterior (claro signo de debilidad) todos deben aceptar el mecanismo de resolución de conflictos, independientemente de qué posición favorezca en determinado momento. Nuevamente, está claro que tal tipo de acuerdo sólo puede ser garantizado por la autoridad de la Asamblea.
¿QUIÉN PUEDE DIRIGIR? Hay un problema que aún debe resolverse: si a los cuerpos de dirección entra quien quiere, ¿cómo asegurar que determinado grupo político no pueda "tomarse por asalto" un organismo para aprovecharlo en favor de sus intereses particulares, tomando decisiones y eligiendo delegados oficiales? Ciertamente lo único que tendría que hacer sería enviar un número suficiente de sus militantes para "armar la mitad más uno" al interior del colectivo. Por supuesto, si se trata de la Asamblea esto es perfectamente válido. Pero no así en los órganos inferiores, delegados o especializados. Ante este hecho, no queda otro remedio más que establecer algún método para condicionar la facultad de tomar decisiones en un colectivo (cooptación) o para echar atrás las que estén viciadas (impugnación). Aquí es donde se revela la importancia del concepto de "grupos imbricados", en el que cada nivel de la organización está compuesto por individuos seleccionados por sus propios compañeros del nivel inmediatamente inferior. Y del mecanismo de "ascenso de la contradicción", en el que, si no se alcanza un grado satisfactorio de consenso al interior de un organismo, el asunto se traslada a otro superior. El primero implica que quien desee ocupar cargos de representación de alto nivel deba pasar primero por los Grupos de Base e ir ascendiendo, lo cual sólo se logra si los integrantes de este le otorgan su confianza. En el sistema propuesto, el requisito para que un "partido"3 ubique uno de sus cuadros en un órgano intermedio es realizar previamente el trabajo de base que convenza al colectivo para delegado. De este modo, la pugna por el poder se canaliza en favor del interés general. Una vez allí, el mecanismo de revocatoria evitará o corregirá las posibles desviaciones. El segundo significa que las determinaciones deben tomarse por consenso, y si este no se presenta, la discusión asciende al siguiente nivel hasta llegar, si es del caso, a un pronunciamiento de la Asamblea, en la cual, por supuesto, operará la mitad más uno de los votos. Definir el consenso es otro punto esencial. El porcentaje de votos afirmativos que se requieren para asumir como consensual determinada posición es básicamente arbitrario, aunque ciertos rangos pueden ser considerados razonables. Por ejemplo, podría establecerse que al menos las cuatro quintas partes de los integrantes de un organismo especializado deban dar su aprobación. Si no se lograse, el organismo inmediatamente superior podría tomar la decisión con las tres cuartas partes a favor, el siguiente con las dos terceras, y si tampoco se alcanza el nivel se dejará a la Asamblea, que operará con la mitad más uno4. El mensaje implícito es: "lleguen a un acuerdo o pierdan la oportunidad de decidir". 3 El término se refiere en este contexto a cualquier grupo o tendencia ideológica, y no sólo a los partidos políticos. 4 Esto da como resultado cuatro niveles directivos, lo que encaja perfectamente con la propuesta.
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Los criterios anteriores se aplican, claro está, a temas de trascendencia. La pregunta es: ¿A cuál de las categorías, trascendente u operativa, pertenece cada asunto? En principio, los órganos de dirección sólo deben ocuparse de los aspectos fundamentales, como la reforma a los estatutos, la definición de objetivos, la aprobación de proyectos y la elección de dignatarios. El resto de las determinaciones pueden delegarse en el Nivel Ejecutivo. Aquí llegamos a uno de los aspectos críticos para la eficacia de la organización: la delimitación de las competencias entre los cuerpos colectivos y los cargos individuales. El criterio fundamental para tal distribución es el carácter de la tarea o decisión, entendiendo este carácter como ubicado en uno de tres niveles: directivo, administrativo u operativo. En el nivel directivo, se define el rumbo de la organización. Aquí se conciben las metas, las grandes estrategias, las normas y parámetros de actuación, se da el visto bueno a los proyectos presentados y se nombra a los responsables de su ejecución. Este es precisamente el espacio idóneo para la discusión colectiva, para la horizontalidad. En el nivel administrativo, se precisan las tácticas para cumplir los objetivos propuestos, se elaboran los planes y proyectos para ser aprobados por la dirección, se programan y asignan las tareas a realizar, se coordina el trabajo y se controla su ejecución. Aquí opera el liderazgo, la responsabilidad individual, el ejercicio de la autoridad y la búsqueda de la eficacia. Finalmente, es en el nivel operativo, encargado de cumplir las tareas asignadas, donde se realizan los planes y proyectos de la organización. Es el espacio para la eficiencia, para aceptar instrucciones, para la disciplina, el espíritu de colaboración y el trabajo, tanto individual como en equipo. Resulta evidente que entre el nivel directivo y el administrativo, así como entre el administrativo y el operativo (que juntos conforman el llamado Nivel Ejecutivo) hay una clara relación jerárquica, dada por el principio de la unidad de mando. El poder de los funcionarios del mismo grado en el nivel ejecutivo no se contradice debido a las funciones que cada uno desempeña. Así, en la propuesta presentada, los Delegados no tienen mando directo sobre sus respectivos Grupos de Base, como si lo tienen los Coordinadores, pero pueden influir en ellos a través de las disposiciones que aprueben en el respectivo Grupo Central. Otro ejemplo lo constituye el Tesorero de un Consejo Estudiantil, quien recibe sus instrucciones del Tesorero de la Organización, pero debe ejecutar las órdenes de pago dadas por el Secretario General del Consejo. Cabe preguntarse en este momento como puede ser compatible tal jerarquización de los niveles con un espíritu de igualdad social y libertad individual. La respuesta se encuentra en las posibilidades que una organización democrática como la que se propone otorga a los individuos del nivel operativo para que ejerzan funciones de dirección cuando se reúnen en espacios colectivos, en los cuales desaparece cualquier tipo de jerarquía para la toma de decisiones. Y por otro lado, en las oportunidades que brinda a cada persona para ascender en los niveles administrativos o directivos, de acuerdo, según el caso, a las capacidades que demuestre o a la confianza otorgada por sus compañeros. Todo esto se suma a la soberanía de la Asamblea, en la que todos pueden participar, y a su poder para dictar los estatutos por los cuales se rige la organización y que son la fuente de su legitimidad.
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En este punto es conveniente advertir también de los peligros que genera una pretensión poco realista de borrar las distinciones entre los diferentes niveles mencionados. Si bien es cierto que cualquier persona tiene el derecho de participar en la dirección de su organización, no puede atribuirse el privilegio de actuar en contra de los intereses y la voluntad colectiva. Es por ello que se definen espacios específicos para la discusión, en los cuales cada cual tiene la ocasión de convencer a sus compañeros de la conveniencia de sus planteamientos y de la capacidad que posee para llevarlos a buen término. Pero una vez tomada una determinación colectiva y asignada a una persona la autoridad para cumplirla, debe entrar a operar el acatamiento a tal autoridad, con independencia de las preferencias individuales. Sin este mínimo grado de disciplina es imposible hablar seriamente de organización. REPRESENTATIVIDAD Vale la pena aclarar que el problema de los "representantes" no es otro que el de determinar quien, cuando y de qué manera puede asumir en forma legítima la vocería oficial del grupo al cual pertenece y que grado de autoridad se le reconoce. Esto es válido tanto para la toma de decisiones en espacios externos a nombre del grupo como para liderar procesos en su interior; la representatividad es necesaria desde el punto de vista práctico para garantizar su coordinación, coherencia y cumplimiento. En este orden de ideas, se trata de una característica variable y no una cualidad de quien asume un cargo. Se es representativo de un grupo en tanto se responde a los intereses, necesidades y voluntad del grupo, independientemente de que se ocupe o no un lugar en la estructura de poder. Esto, sin embargo, no significa que deje de ser necesario algún mecanismo de representación de los intereses colectivos ante determinados espacios. Lo que se requiere, es un método por el cual sea posible enviar delegados con diferentes grados de autoridad para representar los intereses del grupo, según lo exijan las circunstancias o el grado de desarrollo del trabajo, y que, en todo momento, sean responsables por sus actuaciones ante el colectivo que los delegó. En el caso de los estudiantes de la UTP, ellos pueden serlo a órganos centrales de la Organización, a entes externos estudiantiles o ante espacios de dirección de la Universidad. Una cosa es la existencia permanente de la figura de delegado y otra las funciones específicas que asume en cada momento, a saber: Observación: Su finalidad es el conocimiento de los espacios de dirección, sus integrantes y su dinámica, mediante la presencia constante en ellos y la presentación de Informes, periódicos y extraordinarios, al colectivo correspondiente. Asesoría: Asumida en torno a temas definidos que respondan a los intereses estudiantiles, fruto de la investigación sobre la problemática específica. Las personas que desempeñen tales funciones acompañarán a los delegados en los momentos de coyuntura o presentación de proyectos5 y deberán escribir sobre el tema, con el ánimo de realizar la correspondiente divulgación. Vocería: Consiste en exponer los problemas o posiciones específicos del estudiantado ante el espacio correspondiente. Para ello, además de elocuencia, el delegado debe poseer un conocimiento profundo del tema en cuestión (bien sea 5 Cuando se trate de comisiones y no de delegados individuales.
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porque lo vive o por la comunicación directa y personal con quienes lo viven) y de las políticas de la Organización. Negociación: Esta función se ejerce siempre que es necesario establecer acuerdos con organismos externos, o cuando se debe decidir en espacios ante los cuales se tenga representación. Implica el más alto grado de delegación de autoridad, puesto que aquello que el negociador acepte compromete a toda la Organización. Él debe tener autonomía para tomar decisiones, dentro de los límites que le defina expresamente el colectivo, por lo que ha de tener la cualificación suficiente para confrontar el espacio al que lo envían. Según las circunstancias y conveniencias, un delegado puede asumir una, varias o todas las funciones arriba mencionadas, siempre y cuando se encuentre estatuido claramente el mecanismo por el cual se le otorga talo cual investidura. En este sentido, vale tener en cuenta los siguientes criterios: 1.El hecho mismo de nombrar a alguien como delegado implica otorgarle la función de observador. 2.Cuando se haga necesario, el delegado podrá exponer las posiciones de los estudiantes, con lo cual asumirá la función de vocero. Cabe decir que si no existe una orientación colectiva respecto a un tema es ilegítimo ejercer cualquier tipo de vocería pues se incurriría en extralimitación de funciones. 3.El carácter de asesor se aplica en los casos en que la delegación recae sobre un grupo o comisión; se trata simplemente de una especialización funcional, que de ser necesario puede ser asumida por el mismo individuo. 4.La función de negociador sólo se asumirá cuando haya autorización expresa del colectivo para resolver un problema particular o cuando se trate un tema sobre el que ya existen políticas definidas por los estudiantes. En este caso, se sobreentiende que el delegado tiene plenos poderes para tratar los asuntos de su competencia, a menos que explícitamente se le definan parámetros de actuación. 5.Si en determinado momento el delegado asume la función de negociador (por ejemplo, votando en un consejo o comité de la U) sin previa autorización, estatutariamente deberá presentar el informe al colectivo competente y someterse a su dictamen, que puede ir desde el aval a su decisión hasta la revocatoria de mandato. 6.En cualquiera de los casos anteriores, se asumirá el principio de limitación de funciones, es decir, un delegado a un espacio sólo podrá tratar temas de su competencia y en ningún caso los que correspondan a otro delegado o colectivo, o sobre los cuales no exista posición del estudiantado. Quedará expresamente prohibido emitir conceptos personales en tales asuntos. En aquellos espacios donde sea admitida la participación de varias personas en representación de los estudiantes, es conveniente nombrar los delegados con su correspondiente rango, es decir, elegir un primer delegado, que llevará la vocería y asumirá la responsabilidad final de las negociaciones. Los demás tendrán el rango de segundo, tercer y demás delegados, línea de mando que operará para todos los efectos prácticos. Una forma simple de hacerlo es asignar el grado a cada uno de acuerdo al número de votos obtenidos en su elección. LOS CRITERIOS ORGANIZATlVOS Cada vez que se acepta un objetivo se admiten también las condiciones para su realización. No se puede construir organización sin saber lo que significa ni permitir
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la aplicación de las herramientas específica mente diseñadas para ello. Organización es la coordinación planificada de las actividades de un grupo de personas para procurar el logro de un objetivo o propósito explícito y común, a través de la división del trabajo y funciones, ya través de una estructura de autoridad y responsabilidad6.
Para construir una Organización eficaz es necesario aprovechar las herramientas de la teoría administrativa, combinarlos con el conocimiento de la historia del desarrollo del movimiento estudiantil y la experiencia obtenida en los diversos intentos organizativos. Pero, de las tres fuentes, la primera debe ser enfatizada aquí, puesto que se nota entre los estudiantes un rechazo instintivo hacia su aplicación. Tal reacción se debe, en buena parte, a la creencia generalizada de que llevará a un ambiente burocrático y paquidérmico. Como si tales herramientas, ampliamente discutidas por los expertos y probadas en la práctica concreta de miles de empresas a lo largo de la historia, no estuvieran diseñadas precisamente para evitar que las organizaciones naufraguen por causa de su ineficiencia, su incomunicación y dispersión de esfuerzos. Para mencionar un caso, se observa la tendencia generalizada entre los activistas (y representantes) de hacer un poco de todo. Un día un estudiante discute fervientemente la política de bienestar y al siguiente está el mismo personaje formando parte de una comisión académica. Y así, los líderes del movimiento estudiantil, quienes deberían fijar el rumbo, van de un lado para otro sin un propósito claro. Esto no sería un problema si sólo se tratara de intervenir en las discusiones, pero la ineficacia se presenta porque lo que se requiere es el cumplimiento de tareas específicas. La solución a este problema, así como a muchos otros, se encuentra en la aplicación de un sencillo principio administrativo: la separación de funciones. Sin defender extremos burocráticos, es fundamental que cada cual se dedique sólo al cumplimiento de las tareas que se le encomiendan, sin interferir ni duplicar el trabajo asignado a otros. Actuando de este modo, se puede sentir el respaldo de la organización, pues cada integrante tiene la confianza de que alguien, en otro lugar, tiene a su cargo el cumplimiento de las labores que a él no le corresponden. Por otro lado, agrupar las funciones en cargos específicos genera roles sociales a los cuales tiende a amoldarse el ocupante. Tales papeles tienen un peso muy grande en el grado de compromiso hacia el trabajo, pues permiten ubicar las responsabilidades de manera precisa, algo que no puede lograrse con los activistas actuales. Otro paradigma caduco es el que supone que en una organización democrática no puede existir distinción entre los integrantes de acuerdo a cierto escalafón. Los grados pueden prevenir el monopolio del poder al no permitir que alguien ocupe más de un cargo del mismo nivel, proporcionan al individuo la sensación de reconocimiento personal y avance en la organización (asunto muchas veces subestimado)7, evitan el agotamiento de los integrantes, que se ven siempre tentados a asumir más funciones de las debidas. Además, son un estímulo efectivo 6 Tomado de: Introducción a la Teoría General de la Administración, de Idalberto Chiavenato. 7 La tendencia de los activistas a descalificar la búsqueda de reconocimiento personal es una clara muestra del idealismo imperante en el movimiento estudiantil. La ideología puede perfectamente plantear una forma alterna de satisfacer las necesidades humanas, pero no pretender eliminarlas.
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para promover la responsabilidad y el acatamiento de los estatutos. Un asunto más a considerar, es la actitud hacia los procesos de planeación. Una planeación seria requiere personas técnicamente calificadas, así como la confianza de que en el mediano y largo plazo habrá encargados de llevar a cabo los planes propuestos. Nada de esto puede ser provisto por un movimiento de carácter coyuntural. Para mencionar un último caso, tomemos el rechazo generalizado de los activistas hacia el principio de unidad de mando. No es posible alcanzar objetivos colectivos cuando cada cual actúa a su arbitrio. Y no puede confiarse en mantener un rumbo claro a partir del caudillismo. Debe existir delegación de autoridad en individuos concretos cuando se trata de la ejecución de lo previamente definido en colectivo. De este modo se asegura que existirán responsables de las actuaciones de la organización, personas concretas que deben rendir cuentas y sobre las cuales es posible ejercer control. Puede deducirse que la construcción de una Organización Estudiantil exige una profunda transformación cultural. Tal metamorfosis no es asunto fácil, pero puede ser impulsada definitivamente por la adopción de un estatuto bien diseñado. Una vez que los actuales y futuros líderes estudiantiles asuman los cargos que se consideran en la presente propuesta, la misma dinámica del trabajo impuesto por sus funciones generará el necesario cambio de actitudes. En otras palabras, no puede esperarse un cambio cultural para construir organización; es el trabajo en la organización el que creará el cambio cultural. CONTINUIDAD vs COYUNTURA La OE debe ser flexible: responder tanto a situaciones coyunturales como al trabajo continuo de "acumulación" sin necesidad de cambiar su estructura básica. Estos dos estados de la OE, y sus correspondientes exigencias, deben tenerse presentes en la misión y los estatutos. Las diferencias principales pueden resumirse así: Coyuntura
Época normal
Prima la movilización del acumulado
Prima el trabajo de acumulación
El trabajo se desarrolla principalmente en la AGE y sus comisiones
El trabajo e desarrolla en las estructuras permanentes y de base
Es la época para presentar propuestas ya construidas
Es época para construir propuesta
Se amplían los espacios de carácter permanente
Se acumula en la base, no en entes coordinadores
Se trabaja predominantemente en lo concreto e inmediato
Se trabaja en la proyección a largo plazo
El método es el trabajo en la elaboración y El método es la confrontación con base en presentación de proyectos pliegos de peticiones
Estas dos situaciones no son de ningún modo estáticas, dependen de las circunstancias externas y de las necesidades generadas por el trabajo que se está realizando. Así, por ejemplo, los proyectos de la época normal se pueden convertir en pliegos durante una coyuntura, y viceversa. Lo que debe tenerse presente en todo momento es que la estabilidad es fuerza, por lo
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tanto se ha de buscar que incluso las mismas coyunturas respondan a planes y estrategias a largo plazo, o por lo menos, sean aprovechadas para fortalecerlos. Por esto mismo, la estructura y funcionamiento de las Comisiones de la Asamblea, durante las épocas coyunturales, debe estar completamente articulada con los grupos de carácter permanente. NORMATIVIDAD BÁSICA El hombre es un ser eminentemente normativo (rechazar toda norma también se convierte en norma). Y no se puede romper una normatividad sin generar otra que la reemplace. A escala social, su ausencia genera vacíos de poder y violencia. A escala natural, su violación genera enfermedad y muerte. Acatarla no es entonces asunto de preferencia sino de supervivencia. Sin embargo, en el ámbito social no hay por qué aceptar un reglamento que no ha sido creado legítimamente. Lo que se busca, es generar un acuerdo que permita, por así decirlo, entregar a la normatividad poder en sí misma. Para ello es necesario que todos estén de acuerdo en cual es el mecanismo legítimo para crearla o cambiarla. Pero ante todo, debe ser evidente quien tiene la autoridad para hacerlo. Todos estos asuntos estarán consagrados, a su vez, en un documento que se acepte como norma de normas, que para el caso de la organización estudiantil será un estatuto (en un país equivaldría a la constitución). Además, es conveniente disponer de documentación oficial de referencia (la "doctrina"8) para resolver las controversias por interpretaciones en torno a su sentido, preservando el espíritu sobre la forma. El presente trabajo aspira a ocupar ese lugar.
PODER Y AUTORIDAD La autoridad es un fenómeno psicológico a través del cual unas personas aceptan las órdenes y las decisiones de otras, con ciertas condiciones. La autoridad no reposa en el poder de quien la posee, no viene de arriba hacia abajo. Al contrario, la autoridad reposa en la aceptación o consentimiento de los subordinados. Un individuo sólo puede aceptar y acepta una orden la puede comprender, no la juzga incompatible con sus objetivos personales o los de la organización y está capacitado para cumplirla. Este asunto ha planteado muchas dificultades al movimiento estudiantil, especialmente en lo que toca a la posibilidad de los "representantes" de ejercer autoridad, es decir, su poder real. Es evidente que la deslegitimación de la figura del representante, unida a la ausencia de alternativas convincentes, ha afectado la viabilidad de construir organización. Dado que el presente trabajo aporta unos mecanismos alternos de representación, con su correspondiente justificación, es de esperar que se genere un considerable incremento en el poder de convocatoria de la Organización Estudiantil. Pero debe advertirse que tal aumento sólo será estructural si se mantiene un adecuado grado de coherencia de la propuesta. De nada nos serviría, por ejemplo, legitimar el proceso de elección de delegados si a la vez no creamos instrumentos efectivos para su revocatoria. Hay muchos de estos "equilibrios necesarios". Aclarados estos términos, resulta razonable esperar que la inmensa mayoría de los estudiantes aceptaren de buen grado delegar su cuota de poder en la organización estudiantil, habilitándola para ejercer autoridad a nombre del estudiantado, siempre y 8 Aquí se usa el término doctrina en un sentido eminentemente jurídico.
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cuando comprendan claramente el alcance y la necesidad de tal delegación. Los actuales mecanismos de representación, impuestos por agentes externos, serían reemplazados por formas de autoridad propias, constituyendo así el gobierno estudiantil. El Secretario General, especialmente, debe ser una figura respetada; y ello no puede ser sólo el producto del carisma o las cualidades personales de quien ocupe el cargo sino el resultado de la autoridad conferida a él estatutariamente. Lo mismo podría decirse, guardadas las proporciones, de los delegados, coordinadores, secretarios ejecutivos y demás agentes de la organización. DEMOCRACIA La democracia es sólo un método para garantizar el respeto de la soberanía popular, más precisamente, la voluntad de la mayoría. Supone que ella existe y que está libremente formada. Para el caso que nos interesa, hay dos extremos a considerar en la construcción de un modelo democrático de organización: 1.El esquema puramente representativo, en el que algunos individuos compiten por obtener la delegación completa de las cuotas de poder de sus representados, con lo cual quedan facultados para tomar decisiones en su nombre, sin que sea necesario ningún tipo de consulta o refrendación. 2.La democracia directa, en la que se espera que todos los implicados participen personalmente en la toma de todas las decisiones. Es un ideal al cual se aspira, pero no hay claridad en torno a los mecanismos para alcanzarlo, salvo la realización de asambleas9. Esta propuesta pretende acercarse de la mejor manera posible al ideal de la democracia directa sin renunciar a la eficacia y eficiencia necesarias, para las que se hace indispensable recurrir a muchos de los procedimientos de la democracia representativa, respecto a la cual, sin embargo, representa una ruptura. La primera diferencia importante con el esquema representativo consiste en la abolición de representantes elegidos por votación universal y secreta. ¿Por qué debemos abolir esta figura? Porque es, en la práctica, una burla a la soberanía popular. Un electorado anónimo es equivalente a un electorado inexistente cuando se trata de controlar las acciones del elegido. Aún más, resulta sumamente difícil instituir efectivamente la revocatoria del mandato, pues exigiría repetir todo el proceso electoral, con sus altos costos, complicaciones técnicas y políticas. Tomando en cuenta las particulares características los estudiantes y las condiciones de su permanencia en la universidad, resulta posible, práctico y recomendable establecer mecanismos de elección directa, por medio de asambleas o reunión de colectivos. De este modo, se genera un contacto personal entre el elegido y sus electores, que permite un control muy superior a las actuaciones del primero y un mejor conocimiento de la voluntad de quienes le delegaron su cuota de poder. Bajo tal metodología, es bastante sencillo instaurar procesos para la revocatoria del mandato. Basta con definir que el órgano que revoca es el mismo que eligió. Si la asamblea X nombró el delegado ante un comité de la universidad, esa misma asamblea puede revocarlo y elegir a su reemplazo. Ahora bien, para garantizar un mínimo de estabilidad y seriedad, las causal es deben estar claramente estatuidas. De este modo se evita la arbitrariedad y se garantiza una discusión profunda de los 9 No se discuten aquí las opciones que van apareciendo con la aplicación de la moderna tecnología informática.
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criterios de actuación válidos para quien ejerce la representación. Recurrir al estatuto es también una manera de evitar que los procesos de revocatoria sean fruto de la subjetividad o de las naturales pugnas entre las diferentes líneas de pensamiento al interior de un colectivo, salvo que tales pugnas se reflejen en la composición del colectivo mismo. Por último, debe anotarse que la revocatoria se debe realizar con procedimientos equivalentes a los usados para la elección, especialmente en lo que tiene que ver con la convocatoria del colectivo y con la proporción de votos válida para decidir (mayoría simple, mayoría absoluta o consenso). Para que una Organización Estudiantil democrática sea exitosa se deben cumplir al menos los siguientes requisitos: 1.Generar una "escuela" de formación. Ello puede lograrse a través de muchas vías: un sistema de información y difusión masiva, espacios para la participación de los estudiantes de base tanto en la discusión de asuntos de interés como en la elaboración y ejecución de proyectos concretos, realización de eventos de capacitación y formación, y sobre todo, un mecanismo claro de ascenso y selección de los líderes y dirigentes. 2.Estructurar la organización de manera tal que no solo permita la expresión de diferentes posturas ideológicas en su interior, sino que también deje espacio para la libre formación de otras formas de asociación del estudiantado con los más diversos fines, siempre y cuando ellas no pretendan asumir ningún grado de representatividad política del cuerpo estudiantil. En este sentido, las diferencias y relaciones entre la organización estudiantil y las demás agrupaciones pueden asimilarse a las existentes entre el estado y la sociedad civil al interior de un país. 3.Separar claramente el Nivel Directivo del Nivel Ejecutivo (que comprende administración y operación). De este modo se puede hacer eficiente tanto el proceso de toma de decisiones como su ejecución. También debe quedar claro que no todos las personas tendrán la disposición para operar en ambos espacios y que exigirles tal cosa significa cerrarles las oportunidades de participación. 4.Suscribir un "acuerdo sobre lo fundamental" entre los diferentes grupos y líneas de pensamiento al interior del estudiantado. Dicho acuerdo consiste en reconocer a la Asamblea General de Estudiantes como supremo órgano de dirección, depositario de la autonomía estudiantil, acatando sus decisiones y obedeciendo a sus estatutos. Hasta aquí se han mencionado los procedimientos para conformar democráticamente los órganos de grado superior, presumiendo que existen organismos a partir de los cuales se elige a los dignatarios, como es el caso de las Asambleas, pero no se ha hablado de la composición de los grupos de trabajo de base. Debe partirse para ello de un criterio fundamental: El fin primordial de la democracia es brindar a todos oportunidades equitativas de participación política. Una organización no es democrática por seguir un modelo específico para la formación de su gobierno, sino porque el adoptado, cualquiera que sea, brinde tales oportunidades. La práctica ha mostrado como la elección de delegados por salón o semestre resulta ineficaz para crear un consejo estudiantil, y sobre todo, para generar el necesario compromiso de sus integrantes hacia el trabajo. Además, por tal mecanismo se excluye a muchas personas valiosas para la organización, que no siempre se encuentran uniformemente distribuidas al interior de los semestres o cursos de un 13
programa académico. Salvo casos excepcionales, este no es un método recomendable para construir los consejos estudiantiles de la UTP. Por otro lado, la conformación de grupos por el principio de libre afiliación presenta algunas dificultades técnicas al momento de definir quienes pueden tomar decisiones, pero estas pueden solucionarse con un sencillo control de asistencia a las reuniones y un registro actualizado de inscripciones. A cambio, ofrece la ventaja de generar grupos de trabajo con un mayor compromiso y cualificación, manteniendo la oportunidad de participación abierta a todos. Anteriormente se dijo que el sistema democrático supone la existencia de una voluntad popular libremente formada, ahora se tratará de establecer las condiciones que deben cumplirse para hacer válida tal afirmación. En primer término, la formación de la voluntad popular pasa por el conocimiento de los hechos políticos (saber qué sucede y en qué consiste la situación dada). Para ello es necesario disponer de medios de difusión masiva que enteren a la opinión pública. Segundo, deben existir canales a través de los cuales puedan expresarse los diferentes puntos de vista e intereses en conflicto. Tercero, el mecanismo de discusión debe ser tal que permita una eficiente depuración de los aspectos fundamentales del problema, posiciones a favor o en contra de determinada acción, e implicaciones prácticas de la misma. Por último los resultados del debate deben ponerse nuevamente a consideración de la opinión pública, bien sea para informar del curso tomado por el correspondiente órgano de decisión o para proporcionar los elementos de una discusión más amplia. Como garantía de transparencia, la organización debe asumir el principio de preeminencia de lo escrito, es decir, todas las determinaciones de los órganos directivos, así como los informes y proyectos del nivel administrativo, deben constar en documentos (actas, directivas, proyectos, presupuestos, etc.) para ser considerados válidos y oficialmente existentes. Otro punto importante acerca del cual se debe poseer registro permanente es la acreditación de los delegados ante los diferentes espacios externos, así como los ocupantes de cargos administrativos internos y coordinadores. Toda esta información debe manejarse a través de un archivo centralizado a cargo del Secretario Ejecutivo de la Organización. De acuerdo con lo anterior, se deben anunciar en los medios de difusión de la organización, como mínimo, los siguientes asuntos: Los nombramientos efectuados. La aprobación de proyectos. Las revocatorias de mandato propuestas y su resultado. Toda nueva norma estatutaria o reglamentaria aprobada. Los informes periódicos de cada dignatario. Las convocatorias, indicando fecha, hora y lugar de reunión, de cada colectivo. Las decisiones de trascendencia tomadas y próximas a tomarse por cada colectivo. Un resumen de los puntos centrales de cada debate en curso en los órganos colectivos, incluyendo las diferentes posiciones al respecto. Debe quedar claro que el sólo establecer el cargo de Secretario Ejecutivo no es suficiente para garantizar tal flujo de datos. Por ello se propone la creación de un Sistema de Información Estudiantil (SIE), encargado de generar y mantener la infraestructura y procedimientos necesarios para cumplir los objetivos mencionados. Asimismo, el SIE permitirá la aplicación de herramientas tecnológicas, como el
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Internet, que ofrecen posibilidades muy interesantes para la coordinación del trabajo estudiantil10. LOS PRIMEROS PASOS
Tal vez lo más difícil en la consolidación de la Organización Estudiantil sea obtener la aceptación de la Universidad, conformar los primeros colectivos y nombrar los integrantes de los cargos administrativos. Resulta evidente que esto sólo podrá lograrse por una Asamblea General de Estudiantes, que apruebe los nuevos estatutos, exija la renuncia o destitución de los representantes actuales, nombre la comisión encargada de negociar con las directivas, y designe el primer Secretario General y Ejecutivo de la Organización Estudiantil. Se procederá entonces a reconstituir los Consejos Estudiantiles existentes de acuerdo con los Estatutos para su reconocimiento oficial, y a conformar grupos promotores allí donde las condiciones lo exijan. De allí surgirán los integrantes de los Grupos Centrales y el Comité Ejecutivo, dando lugar al primer Pleno de la Organización Estudiantil. Dicho pleno nombrará en propiedad los funcionarios restantes, dando fin a la etapa de transición. En adelante, se usarán los procedimientos estatutarios normales para instaurar nuevos colectivos. Seguramente muchos se sentirán tentados a calificar estos trámites como excesivos o burocráticos, pero ellos están justificados por varias razones: 1.Los requisitos para la conformación de los Consejos Estudiantiles garantizan, en primer lugar, que habrá uno y sólo uno por programa, y segundo, que deberá mantener un número mínimo de integrantes para conservar su calidad de Consejo. Con ello se evita la existencia de grupos cerrados o ideológicamente uniformes, pues se ven en la obligación de hacer convocatorias amplias y periódicas. 2.Un procedimiento claro para reconocer un organismo directivo le otorga la necesaria transparencia y legitimidad. 3.La obligación de presentar los proyectos de creación de colectivos con objetivos y funciones definidas fomenta la cultura de lo escrito y la claridad de las propuestas presentadas. 4.El aval de la organización central asegura la futura coordinación de las acciones de los grupos base, evitando la dispersión de esfuerzos, además de facilitar la coherencia en los aspectos técnicos. Como es natural, durante la etapa inicial muchos de los programas no estarán en condiciones de cumplir los requisitos para conformar su Consejo Estudiantil, así que es conveniente aprobar disposiciones transitorias en el Estatuto, a fin de que durante un plazo limitado (por ejemplo, tres meses) los Grupos Promotores puedan enviar delegados con voz y voto a la Organización Central. Pero pasado este lapso deben aplicarse con todo rigor las disposiciones estatutarias. De lo contrario se le restaría seriedad y solidez al proceso organizativo. Los casos especiales, como aquellos programas que por sus características particulares no cuentan con un número suficiente de estudiantes, deben ser concienzudamente analizados y autorizados sólo por la Asamblea General de Estudiantes, preferiblemente con carácter temporal. 10 Un grupo de estudiantes, delegados por las diferentes estructuras existentes, han adelantado ya un importante trabajo sobre el Sistema de Información Estudiantil.
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