De pequeño (y no tan pequeño) tuve la suerte de tener muchos juguetes. Mis Tortugas Ninja jugaron futbol, mis dinosaurios atacaron ciudades, y mis Caballeros del Zodiaco elevaron sus cosmos innumerables veces. Con los buenos recuerdos que estos juguetes generan (aún conservo la mayoría), viene un recuerdo extra, el de mi mamá diciendo “Guarda tus juguetes” luego de haber estado sumergido en alguna aventura. Ahora, yo he migrado de los juguetes a los juegos de mesa, pero mi mamá conserva la misma frase “Guarda tus juguetes” si encuentra alguna caja donde no debe estar. Pero, ¿son juguetes esas cajas donde vienen mis aventuras modernas? ¿Cuál es la diferencia entre un juguete y un juego? Ese el tema que vamos abordar el día de hoy. Empecemos por los primeros. ¿Qué es juguete? Pues un muñeco, un oso de peluche o un trompo. ¿Que tienen estos en común? Pareciera que no mucho, más que todos sirven para jugar. Todos ellos tienden a dar un uso libre a quien juega con ellos. Uno puede hacer jugar futbol a Leonardo, tomar el té con un oso de peluche o tirarlo por las escaleras, uno puede hacer bailar el trompo de muchas formas. Un juguete es un objeto que permite estas actividades recreativas y de juego, pero que no vienen un fin establecido de cómo jugar con ellos. Por otro lado, un juego tiene un fin establecido y unas reglas de cómo lograrlo conocidas por todos los jugadores. Un juego de mesa moderno tienen un fin establecido: Conseguir 10 puntos de victoria, eliminar a todos los otros monstruos, controlar la mayor cantidad de países, etc. Es la meta a la que apuntan todos los jugadores. Esta se intentará conseguir a través de las reglas que establece el propio juego: de esta forma se consiguen recursos, solo puedes intercambiar durante tu turno, el combate funciona así con los dados, etc. El juego en sí, consiste en cómo llegamos a esta meta siguiendo estas reglas y en cómo varía el camino a esta meta durante y entre juegos. Siguiendo esta idea, vemos que en un juguete el fin no está establecido y la actividad recreativa misma no necesita parámetros, estos se establecen internamente y muchas veces sobre la marcha. Ser cada vez mejor con el trompo es una actividad que nunca termina. Con un juego, el fin viene establecido desde afuera y es el cómo lo conseguimos, siguiendo las reglas de juego, lo que constituye la actividad lúdica. Una vez que se cumple con el objetivo y hay un ganador el juego termina. Bajo esta mirada, podemos ver algunas otros objetos y actividades similares. Una pelota de básquet es un juguete, sirve para botearla, patearla y perseguirla; la “Quinela” es un juego y el Básquet es un deporte, un juego institucionalizado que prioriza la actividad física. Caminar sin pisar línea es un actividad recreativa y el “Mundo” o “Avión” un juego donde se puede competir. Un set de Lego es una tarea para seguir paso por paso el manual, y un Sudoku un juego con una sola respuesta. En mi opinión, lo que distingue a los juegos de mesa es el hecho que, si bien el jugador sabe las reglas, este no sabe cuál es el mejor camino para conseguir la meta establecida. ¿Cuál es la mejor posición en el tablero? ¿Es justo este intercambio? ¿Me acerca o me aleja de mi objetivo esta jugada que retrasa a mi oponente? Es la respuesta este cómo que nos mantiene en el juego. La capacidad de influenciar en otros jugadores, el ir resolviendo no un solo rompecabezas sino varios a la vez y no saber si lo que uno plantea es la mejor solución o si alguien más está dos pasos delante de tuyo y el que todo esto varíe de juego en juego, esa es la experiencia que dan los juegos de mesa a diferencia de las otras actividades mencionadas.
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