Muy pocos se salvan y la mayor parte del mundo, incluyendo la mayoría de los católicos, se condenan Monasterio de la Sagrada Familia
Los católicos también deben entender que son pocos los que se salvan. Nuestro Señor Jesucristo nos reveló que el camino al paraíso es angosto y estrecho y son pocos los que atinan con él, mientras que el camino al infierno es ancho y espacioso y elegido por la mayoría (Mt. 7,13). Mateo 7, 13: “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la perdición, y son muchos los que por ella entran. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida, y cuán pocos los que dan con ella!” Lucas 13, 24: “Esforzaos a entrar por la puerta estrecha; porque os aseguro que muchos serán los que busquen entrar y no podrán”. Las Sagradas Escrituras también nos enseñan que casi todo el mundo está bajo las tinieblas, tanto es así que hasta Satanás es llamado el “príncipe” (Juan 12, 31) y el “dios” (2 Cor. 4, 3) de este mundo. 1 Juan 5, 19: “Sabemos que somos de Dios, mientras que el mundo todo está bajo el maligno”. Es una triste realidad de la historia que la mayoría de la gente en el mundo es de mala voluntad y no quieren conocer la verdad. Es por eso que casi todo el mundo se encuentra en las tinieblas y en el camino a la perdición. Así ha sido desde un principio. Lo mismo ocurrió cuando solo ocho almas (Noé y su familia) escaparon de la ira de Dios en el diluvio que cubrió toda la tierra, y cuando los israelitas rechazaron la ley de Dios y cayeron en la idolatría una y otra vez. La verdad es que para aquellos que verdaderamente creen en Dios, que aceptan la plenitud de su verdad (la fe católica), sin transigirla y quieren hacer lo correcto, no les será difícil llegar al cielo, como Jesucristo dijo, “Mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt. 11, 30). La razón debida a que pocos se salvan no es tanto porque sea una cosa difícil salvarse, sino más bien porque las personas se niegan a creer y obrar las cosas simples y fáciles que Dios ha revelado y mandado. Los que hacen lo que Dios quiere y creen en lo que Él dice, Monasterio de la Sagrada Familia
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Pocos se salvan dice Dios y la Biblia descubrirán que serán mucho más felices de lo que eran antes. Sin embargo, la triste verdad es que casi todas las personas son de mala voluntad. No es de extrañar que por eso los santos y doctores de la Iglesia siempre hayan enseñado que sólo un pequeño porcentaje de personas se salvarán. De hecho, los santos y los doctores de la Iglesia, incluso durante las épocas de fe, enseñaban que la mayoría de los católicos adultos se condenaban. San Leonardo de Porto Mauricio [1676-1751 d.C.], hablando de cuán pocos se salvan: “Después de haber consultado a todos los teólogos y de haber hecho un estudio diligente al respecto, él [Suárez] escribió: ‘El sentimiento más común es que, entre los cristianos [católicos], hay más almas condenadas que predestinadas’. Si añadimos la autoridad de los Padres griegos y latinos a lo que dicen los teólogos, encontramos que casi todos ellos dicen lo mismo. Este es el sentimiento de San Teodoro, San Basilio, San Efrén, San Juan Crisóstomo. Es más, según Baronio, era la opinión común entre los Padres griegos que esta verdad fue revelada expresamente a San Simeón Estilita y que después de esta revelación, para asegurar su salvación, decidió vivir en lo alto de un pilar por cuarenta años, expuesto a la intemperie, un ejemplo de penitencia y santidad para todos. Ahora consultemos a los Padres latinos. Escucharán a San Gregorio decir claramente: ‘Muchos alcanzarán la fe, pero pocos el reino celestial’. San Anselmo declara: ‘Son pocos los que se salvan’. San Agustín lo afirma aún más claramente: ‘Por lo tanto, pocos se salvan en comparación con aquellos que se condenan’. Sin embargo, el más terrible es San Jerónimo, que dijo al final de su vida, en presencia de sus discípulos, estas terribles palabras: ‘De cien mil personas que han llevado mala vida, encontrarás apenas una que sea digna de indulgencia’”. Cuando San Leonardo de Porto Mauricio utiliza el término “cristiano”, él se refiere a los católicos, no a los herejes. Los católicos son los verdaderos cristianos. San Leonardo repite la doctrina consistente de los Padres y Doctores: la mayoría de los católicos adultos (ni siquiera incluyendo el mundo no católico) se condenan. Si este era el sentimiento con respecto a la salvación de los católicos en las épocas de fe, ¿qué dirían estos santos del día de hoy? Si a usted le es difícil o problemático aceptar las verdades presentadas en este sitio web, ya sea porque –dirán algunos– ‘es demasiado difícil creer que toda esta enorme cantidad de personas podrían estar equivocadas o engañadas’, pues, considere la enseñanza de nuestro Señor y de los santos citados anteriormente. Considere cuánto más verdadera es esta enseñanza acerca de cómo pocos se salvan para nuestro tiempo: “Lucía encontró a Jacinta sentada sola, quieta y muy pensativa, con la mirada perdida. ‘¿Qué estás pensando, Jacinta?’ – ‘De la guerra que está por venir. Tantas personas que morirán. Y casi todas irán al infierno’” (Our Lady of Fatima, p. 94; p. 92 en algunas versiones). Jacinta Marto, la pastorcita vidente de las apariciones de la Virgen de Fátima, tuvo visiones de acontecimientos futuros y ella dijo que de los que morirían en la Segunda Guerra Mundial casi todos irían al infierno. En perspectiva, numerosos estudios generalmente “ofrecen estimaciones de entre 55 y 60 millones de personas fallecidas, elevándose hasta más de 70 millones según los cálculos más pesimistas y de 40 a 45 millones según los más optimistas” (wikipedia.org). San Anselmo: “Si quieres estar seguro de ser parte del número de los elegidos, esfuérzate de ser uno de los pocos, no de la mayoría. Y si quieres estar seguro de tu salvación, esfuérzate de estar entre la minoría de los pocos... No sigas a la gran mayoría de la humanidad, sino a los que entran por la senda estrecha, que renuncian al mundo, que se entregan a la oración, y que nunca relajan sus esfuerzos, ni de día ni de noche, para poder alcanzar la bienaventuranza eterna” (P. Martin Von Cochem, The Four Last Things [Los cuatro novísimos], edición inglesa, p. 221).
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