Pepe Prado Elsecretodepablo

  • November 2019
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  • Words: 44,821
  • Pages: 132
EL SECRETO DE PABLO PRESENTACION TIENES ENTRE MANOS, lector amigo, un libro que te cautivará. Escrito con estilo ágil es sobre todo fruto del amor y la admiración que el autor, José H. Prado Flores, ha sentido siempre por Pablo, el atleta de Cristo Jesús. Pablo de Tarso es, en efecto, el hombre de las mil facetas: a la vez judío, griego y romano; fariseo y cristiano; contemplativo y hombre de acción; evangelizador y maestro; escritor audaz y teólogo profundo; incansable en el andar y encadenado a la inactividad de una cárcel; acompañado de muchos y finalmente desamparado de todos . Pero ¿cuál será la razón última de su vida y la explicación de su existencia? Es sin duda alguna ¡CRISTO JESUS, EL SEÑOR!, que se le apareció en el camino de Damasco. Frases impactantes y lapidarias, esparcidas a lo largo de sus Epístolas, podrían ser como definiciones de su vida. A los filipenses les confía el secreto: "Para mí el vivir es Cristo, y morir, una ganancia" (Flp 1,21). Y a los gálatas les revela esta confidencia: "La vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gal 2,20). Pero el conocimiento de quién es Jesús, llevó a Pablo a cambiar radicalmente su concepto de Dios: El Dios-YHWH (de su religión judía quedó totalmente transformado en "el Padre de nuestro Señor Jesu-Cristo" y en "nuestro Padre"; cercano y generoso, a quien podemos llamar filialmente ¡Abbá!, al impulso del Espíritu Santo, que la testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (Rom 8,15-16). Qué intimidad tan grande con Dios se percibe cuando el Apóstol escribe a los filipenses: "Doy gracias a MI DIOS cada vez que me acuerdo de vosotros" (Flp 1,3). Y ¿qué decir de la relación con el Espíritu Santo? Pablo no sólo comprendió que el Espíritu de Dios era quien guiaba sus pasos, preparaba sus caminos y lo impulsaba hasta los confines de la tierra, sino que intuyó ser él mismo un portador del Espíritu; o mejor todavía, un "santuario" en el que habita el Espíritu de Dios: "¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? O ¿no sabéis que vuestro cuerpo es

santuario del Espíritu Santo que está en vosotros? O ¿no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y que no os pertenecéis?" (1Cor 3,16; 6,19). Fueron pues, el amor ardiente a Cristo Jesús, la misericordia de nuestro Padre Dios y el fuego devorador del Espíritu, los que lanzaron a Pablo a su incansable carrera evangelizadora. Así lo expone a los corintios: "Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no proclamara el Evangelio!... Ahora bien, ¿cuál es mi recompensa? Predicar el Evangelio gratuitamente, renunciando al derecho que me confiere el Evangelio" (1Cor 9,16-18). Esta convicción impulsó al Apóstol para correr por todo el mundo llevando de mil maneras la Buena Nueva de Jesús a todos los pueblos, "desde Jerusalén y en todas direcciones hasta el Ilírico", y probablemente después hasta las apartadas regiones de la península ibérica (Cf. Rom 15,19.24). Además, el apóstol Pablo heredó de Jesús el ejemplo de una entrega absoluta y total de la propia vida, sin cálculos ni restricciones, en aras del amor al prójimo. Por eso escribe a los cristianos de Corinto con acentos de suprema donación personal: "Por mi parte, muy gustosamente me gastaré y me desgastaré totalmente por vosotros. Amándoos más, ¿seré yo menos amado?" (2Cor 12,15). Una de las notas más características del Apóstol es la riqueza de sus intuiciones teológicas. En nuestra época actual, a partir del Concilio Vaticano II, la teología de la Iglesia se ha renovado profundamente y han sido los textos paulinos los que han proporcionado una luz esclarecedora sobre el tema. Baste recordar aquel pasaje central: "Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la Palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo, sin que tenga mancha ni arruga, ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada" (Ef 5,25-27). Querido lector: Lo que has leído no son sino unas cuantas pautas que quieren introducirte y animarte a correr juntamente con Pablo en esta pista que se llama "el Secreto de Pablo". Toma el libro en tus manos y léelo. Los doce capítulos que lo integran poseen un dinamismo tal, que te sentirás atraído a seguir muy de cerca las huellas del Apóstol de los gentiles en una doble dirección: primero para tener un encuentro nuevo y gozoso con Jesús resucitado -tu camino personal de Damasco- y luego para arder en ideales de

proclamar la Buena Nueva de Jesús por todas partes, al impulso del Espíritu Santo.

Salvador Carrillo Alday, M.Sp.S. 29 de junio de 1995. Festividad de los Apóstoles Pedro y Pablo. INTRODUCCION Por mucho tiempo me pregunté dónde radicaba el secreto del éxito apostólico de Pablo de Tarso. Pero entre más contemplaba su figura para desentrañar la clave, más se agigantaba su imagen, sin alcanzar a vislumbrar respuesta satisfactoria. Mi sorpresa crecía al considerar que si partimos de que Pablo se convirtió hacia el año 36 y murió en el 67, y a esto hay que restarle los tres años de noviciado en Arabia y los cinco de su destierro forzoso en Tarso, quedan solamente 23 años de ministerio. Pero si de acuerdo al testimonio autorizado de San Clemente calculamos sus siete prisiones, tuvo solamente unos 15 años de vida activa. Si todavía consideramos el tiempo que invirtió en recorrer 15,000 kilómetros, con los frecuentes naufragios y asaltos, aparte del tiempo de convalecencia después de sus lapidaciones y las ocho veces en que fue azotado, no entendía cómo pudo influir tan definitivamente en la historia y delinear el derrotero del cristianismo en tan poco tiempo. Así, mi pregunta, por carecer de respuesta, se fue convirtiendo en admiración por Pablo, aceptando que la vida y la obra del Apóstol eran como navegar en un inmenso mar, donde mis anclas no alcanzaban a tocar fondo para siquiera medir su profundidad. Me merecía tanto respeto, que jamás pensé romper las amarras para osar internarme en ese horizonte sin fronteras. Pero... ...comenzaba el crudo invierno en Polonia en 1992 cuando la Koinonía Giovanni Battista impartíamos un curso de formación de evangelizadores en la ciudad de Wroclaw. Imprevistamente tuve que ofrecer una síntesis de la Escuela de Evangelización. Sin más de 15 minutos para preparar el tema, decidí tomar el perfil de la carrera de Pablo en el estadio, como vehículo del

mensaje que me proponía comunicar. Al elaborar el esquema y sobre todo al exponer el tema, cada sorpresa superaba a la anterior, pues fue como si de las páginas de sus escritos emergiera la figura del atleta que armonizaba su vida con su mensaje, respondiendo al mismo tiempo a la pregunta tantas veces formulada. La carrera de Pablo, con su punto de partida, su meta y su estrategia, armaban el rompecabezas, para revelar su secreto. Su carrera había iniciado aquel mediodía en las afueras de Damasco, cuando fue alcanzado por Cristo Jesús. Su encuentro con el resucitado cambió la dirección de su destino. Inmediatamente después se presentaron los entrenadores que lo formaron y su entrenamiento que lo capacitó para cumplir la difícil misión que se le había confiado. Apareció con toda claridad su itinerario con sus diferentes etapas: comienza con una larga carrera de 'maratón' llevando el 'Evangelio de la gracia' por todas partes y de mil maneras, pero bien pronto se transforma en una 'carrera de obstáculos' por la infinidad de problemas de todo tipo que tiene que enfrentar. Al ampliar su visión se da cuenta que la Palabra no puede depender de nadie. Entonces emprende una 'carrera de relevos' donde él forma y capacita a quienes han de continuar con la antorcha encendida, para que la luz del único Evangelio llegue hasta los confines de la tierra. Cuando, fatigado, sabe que pronto terminará su tarea, entonces descubre que lo más importante no es correr por todos los areópagos, sino hacer correr la Palabra de Dios. En la recta final acelera el paso en 'una carrera contra reloj' capacitando a los formadores de apóstoles, creando así una reacción en cadena cuyos efectos no se erosionan con el tiempo. En su última Carta y en el capítulo final de ésta, deja a su discípulo Timoteo su testamento pastoral con el secreto de su fecundidad: "Tú, hijo mío..., cuanto me has oído en presencia de muchos testigos, confíalo a hombres fieles, capaces a su vez de enseñar a otros" (2Tim 2,2). Al llegar a la meta recibe la corona incorruptible de los vencedores, reconociendo que no se debe tanto a su esfuerzo, sino a la misericordia de Dios. Y en el corazón de todo, como motivación suprema de su apostolado, la figura de Jesús Mesías que le hace exclamar: "Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí; y ya no vivo yo, sino que es Cristo

quien vive en mí". De esta forma resalta que el grande no es Pablo de Tarso sino el Jesús de Pablo. La sistematización de aquella intuición en Polonia es lo que ahora ofrezco: mi respuesta a la pregunta por qué Pablo tuvo tanto éxito apostólico en tan poco tiempo de ministerio efectivo. Ciertamente las prisiones, destierros, frecuentes viajes y tiempo de predicación son diferentes notas del mismo acorde musical. Es más, estas contingencias fueron el caldo de cultivo que favoreció una cosecha abundante. Hasta su misma muerte es una ganancia. Estas páginas muestran el itinerario pastoral de Pablo en la imagen que él mismo ha escogido para describir su vocación, su vida, su ministerio y hasta su misma muerte: la carrera del estadio. Que la Palabra de Dios siga corriendo y sea glorificada, para que en este mundo se manifieste la gloria de Dios en la faz de Cristo, que instaura su Reino de justicia, gozo y paz en el Espíritu Santo. Junto a la tumba de Pablo en Roma. 3 de diciembre de 1995.

I INICIA LA CARRERA La carrera no comienza en el momento que se escucha el disparo de salida. Antes ha existido una larga preparación. Así sucedió en el caso de Saúl de Tarso. 1. La materia prima del atleta Dios no sólo escogió este vaso de barro para llevar un gran tesoro, sino que El mismo lo preparó de antemano.

Saúl de Tarso es una de las personalidades que tipifican al ser humano de todos los tiempos y culturas, pues en él confluyen los más variados factores para constituir un hombre. Su vida se entreteje con los mismos hilos de cada historia: éxitos y fracasos, soledad y comunidad, dentro de las coordenadas del tiempo y del espacio. A. Hombre cosmopolita Soy de Tarso, ciudad no insignificante: Hech 21,39. Nació en la capital de la provincia romana de Cilicia, cuyos hijos obtenían por derecho la ciudadanía romana (Hech 22,25-28). La urbe estaba situada al pie de la orgullosa cordillera del Tauro, con sus cumbres nevadas y picos escarpados. Rico centro comercial con permanente tráfico internacional de pueblos de lenguas extrañas y costumbres extravagantes. Saúl sabía que detrás de esa imponente cadena de montañas vivían pueblos bárbaros, sin esperanza y sin Dios. Tarso, con Alejandría y Atenas, formaban el triángulo de la cultura antigua, y cada una aportaba un aspecto especial al bagaje universal de la ciencia, la literatura o la filosofía. Las 'Puertas Cilicianas' eran el cruce de la vía imperial de dos mundos: el oriental y el occidental. Saúl estaba en ese puente de culturas y poseía tanto la mentalidad deductiva y conceptual grecorromana de occidente, como la riqueza de la tradición semítica. Saúl hablaba, pensaba y escribía en griego, así como en arameo palestinense, además del hebreo en el que leía las Santas Escrituras. Conocía la filosofía y literatura clásicas, y llegó a ser un experto en la geografía, la navegación y el deporte. Su amplia cultura esculpió en su alma un mundo sin fronteras que contrastaba con los estrechos límites de su religión judía. B. Formación religiosa Saúl es sólo entendido bajo el prisma de la fe que involucra su vida entera, sus tradiciones y creencias. Se trata del núcleo en torno al cual se organiza toda su existencia. a. Hebreo, hijo de hebreos

(Soy) hebreo, hijo de hebreos, de la tribu de Benjamín: Flp 3,5. Llevaba en sus venas el legítimo orgullo de ser israelita, depositario de la Promesa, la Alianza y la santa Legislación; las tres grandes columnas de la religión de los hijos de Jacob. Presumía pertenecer a la tribu de Benjamín, el hijo menor de Jacob, cuya familia era identificada por ser guerrera y valerosa (Jue 3,15ss; 5,14; 20,46), pero con obstinación para reconocer sus errores (Jue 19-20). b. Celoso fariseo He vivido como fariseo, conforme a la secta más estricta de nuestra religión: Hech 26,4. Hijo de familia farisea estuvo marcado por la piedad Fue circuncidado al octavo día (Flp 3,5) como lo indicaba la legislación judía y basaba su orgullo en esta operación quirúrgica que lo integraba al pueblo elegido de Dios (Gn 17,10-11). A los cinco años ya conocía de memoria el Gran Hallel (Sal 136) y el Shemá (Dt 6,4-13). A los ocho recitaba los Salmos por sí mismo. A partir de su Bar mitzbá a los trece años en el que se constituía 'hijo del precepto,' su rito de oración incluía orar con su cabeza cubierta con el talit los tefilim enrollados en sus manos y un manto de amplias filacterías para recitar las 18 bendiciones. Conocía los trece artículos del credo de Israel. Comía sólo los alimentos kosher que garantizaran la pureza y evitaran la contaminación. Sello del verdadero fariseo era su fe en la resurrección de los muertos y el respeto a los padres . La casa paterna era un santuario del Altísimo, consagrado por la santidad de vida, la práctica de la virtud y el cumplimiento de todos los deberes. El tzitzit (cintas deshiladas que cuelgan de la cintura) indicaba que se trataba de un piadoso israelita que cumplía los mandamientos divinos estipulados en la legislación y las tradiciones. Asistía puntualmente a la sinagoga y guardaba con rigor el descanso sabático. Pagaba el diezmo y ayunaba de acuerdo a las ordenanzas de la Ley . En fin, tenía puesta su confianza en la Alianza del Sinaí que era el camino seguro para obtener la salvación.

c. Discípulo de Gamaliel (Fui) instruido a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la Ley de nuestros padres: Hech 22,3. Iniciando apenas la juventud, fue conducido por su padre a Jerusalén, ciudad coronada por la deslumbrante belleza del templo herodiano, con su impecable armonía, el reluciente mármol y las grandes piedras ensambladas en la construcción. Dos grandes centros de teología competían en la capital teocrática de Israel: la línea dura de la escuela de Shamai, que se apegaba fanáticamente a la letra, y la más flexible y conciliadora, encabezada por Hillel. Rabí Gamaliel, nieto de Hillel, heredó la autoridad de su abuelo, pero la incrementó con el reconocimiento de todo el pueblo, por su prudencia y buen juicio (Cf. Hech 5,34). Unicamente selectos jóvenes ingresaban a su escuela de formación, para capacitarse en el conocimiento y cumplimiento de la voluntad divina, de acuerdo a las tradiciones y sabiduría de sus antepasados. El discipulado era un sistema de disciplina que pocos soportaban. No cualquiera era admitido a tan selecto grupo; únicamente los que habían pasado por un meticuloso propedéutico, no sólo teórico sino avalado también por su conducta intachable y el celo por la religión de sus ancestros. Saúl fue uno de estos afortunados que participó en la escuela de Rabí Gamaliel y pasó largos momentos a sus pies, investigando las Escrituras, descifrando los enigmas de los profetas y tratando de develar el misterio del futuro Mesías que liberaría a Israel. Profunda huella dejaría este famoso rabino en la mente y el corazón de Saúl. El orgulloso hijo de Benjamín no fue un alumno común y corriente, sino que aventajaba a muchos de sus correligionarios (Gal 1,14), superándolos en la estricta observancia de los más mínimos preceptos de la legislación judaica. C. Profesión: tejedor de tiendas En el taller paterno aprendió el paciente oficio de tejer tiendas de campaña con la caprichosa piel de las cabras (Hech 18,1-3). Desde pequeño tenía como norma no comer si no había trabajado.

Se supo valer por sí mismo y con sus propias manos se ganó la vida y hasta conoció buenos amigos que tenían la misma profesión: Aquila y su esposa Priscila. Con ellos probablemente confeccionó un abrigo al que le cobró especial afecto hasta el final de su vida (2Tim 4,13). Su nada fácil tarea de acomodar y entretejer las burdas telas, se identifica con su misión: procurar la unidad del cuerpo de Cristo. Su pasión será siempre buscar los hilos para unir en una sola fe y un solo Espíritu, los diferentes carismas y ministerios. 2. Guerra a muerte El fariseo de Tarso de Cilicia era hombre de una sola pieza, sin términos medios ni concesiones. Su fe, oro macizo sin aleación y exento de cualquier sincretismo, valía más que su vida. Por ella era capaz de morir, sin ella no podía vivir. Un día llega a sus oídos los ecos de la herejía difundida por los nazarenos que se atrevían a negar que la salvación se obtuviera por el cumplimiento de la santa Ley del Sinaí, y suponían que era fruto de la sangre de un tal Jesús, ajusticiado en las afueras de la ciudad de Jerusalén. Si como ellos afirmaban, con Cefas y Juan a la cabeza, "no había otro Nombre dado a los hombres para ser salvados" (Hech 4,12), entonces el Templo, la Ley y el Culto habían perdido su sentido. Además, ese carpintero de Galilea se hacía pasar por Hijo de Dios, herejía jamás concebida por los peores apóstatas de la historia. A. Declaración de guerra Entonces declaró la guerra a Jesús: El mismo describe la radicalidad de su postura cuando afirma delante del tribuno de la cohorte romana: yo perseguí a muerte a este camino: Hech 22,4. Cuando el atleta de Cristo usa esta expresión tiene en cuenta a los gladiadores del estadio romano, que luchaban a muerte. La batalla terminaba hasta que uno mataba a su contrincante. Alguno tenía que morir. Cuando Saúl se enfrasca en esta lucha sabe que tendrá que exponer su vida, si no gana, tendrá que morir...

Saúl tomó la espada de la Palabra revelada, y esgrimiendo argumentos irrefutables, descalificaba totalmente al galileo muerto en la cruz: Maldito todo el que está colgado de un madero: Dt 21,23, Gal 3,13. Esta era su arma y su justificación para acabar con esta plaga que había contaminado a doctos escribas y hasta no pocos sacerdotes (Hech 6,7). Su seguridad se basaba en la verdad de la Palabra de Dios. Como sus discursos no lograban detener este virus que inoculaba al judaísmo, decidió tomar la vía de la persecución. Se autonombró inquisidor oficial y empuñó el sable de la violencia para encadenar y apresar a los seguidores de El Camino, como se llamaba la incipiente secta de los seguidores del maestro de la Galilea de los gentiles. Una de sus aficiones predilectas era torturar a los discípulos hasta hacerlos blasfemar contra su Cristo al que llamaban Jesús (Hech 26,11). Un día en el Sanedrín jerosolimitano los escribas discutían agriamente contra un ex-discípulo de Gamaliel y compañero de Saúl, que había traicionado su religión y su fe para pasarse al bando enemigo. Se llamaba Esteban. Poseía una sabiduría que nadie podía resistir, y guardaba un lugar especial en la jerarquía de la secta de los nazarenos. Con la lógica de la verdad y textos bíblicos, el joven seguidor de El Camino aseguraba que "el Altísimo no habitaba en casas hechas por mano de hombres" (Hech 7,48). Esto significaba negar su presencia en el Santo Templo de Jerusalén e implicaba su ausencia cuando se le ofrecían los sacrificios y holocaustos. Esteban, con autoridad soberana dejó el camino de la discusión para adentrarse en la palestra de la acusación: "duros de corazón, igual que sus padres, ustedes siempre resisten al Espíritu Santo". Sin temor, los calificó tanto de traidores y asesinos, como de infieles a la Lev (Hech 7,52-53). Al oír esto, sus corazones se consumían de rabia y rechinaban sus dientes contra él: Hech 7,54. El diagnóstico del discípulo era demasiado difícil de digerir por los piadosos judíos. Por eso presentaron un mecanismo de defensa: enojarse. Pero, Esteban en vez de moderar su lenguaje, levantando los ojos al cielo aseguró:

Veo la gloria de Dios y al Hijo del hombre de pie a la derecha de su trono: Hech 7,55. Lo más sublime que un piadoso israelita podía anhelar, era contemplar la gloria de Dios. Moisés lo solicitó en la cumbre del monte Horeb, pero le fue negado. La gloria de Dios es su manifestación poderosa que salva. Es el esplendor de la esencia divina que el hombre no puede encerrar en su entendimiento. Esteban veía lo que el mismo legislador de Israel no había podido obtener. Además afirmaba que a la diestra del poder divino estaba Jesús de pie. "Ese Nazareno," como despectivamente lo llamaban las autoridades de la capital (Hech 6,14), considerado un blasfemo por el supremo Sanedrín de Israel, había sido glorificado. Dios, haciendo justicia, le había otorgado un puesto de honor a su derecha. De esta forma, Dios condenaba al tribunal que había juzgado a Jesús. Entonces, irritando fuertemente, se taparon sus oídos y se precipitaron todos a una contra él: Hech 7,57. No querían escuchar. No les convenía. Entonces lo sacaron a empujones del sacro recinto hasta echarlo fuera de las murallas de la ciudad santa e hicieron caer un diluvio de piedras sobre el mártir, que valientemente pagaba el precio de su fe (Hech 22,20; 26,10; Gal 1,23; 1Cor 15,9). Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saúl: Hech 7,58. El joven Saúl sostenía los mantos de quienes lapidaban a Esteban. Agustín de Hipona sugiere que al detener los vestidos de todos los verdugos, Saúl tiraba las piedras de cada uno de ellos. Este ferviente fariseo colaboraba para que se ejecutara la pena capital sobre el primer mártir cristiano. Con razón el texto sagrado afirma: Saúl aprobaba su muerte: Hech 8,1. Esteban muere de la misma forma que su maestro, perdonando y entregando su espíritu en las manos de Dios. Aquel maestro de Galilea se reproducía en sus discípulos. Así, Jesús resultaba más peligroso muerto que vivo. Por tanto, no bastaba extirpar la vid de agrios frutos, sino que había que arrancar todos aquellos sarmientos que amenazaban extenderse por el mundo entero. Era un asunto de vida o muerte. Por tanto Saúl decide perseguir vorazmente a los seguidores de El Camino.

B. La guerra total Ese mismo día se desató una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén: Hech 8,1. Con la muerte de Esteban, el Cuerpo de Cristo estaba herido. Saúl entonces decide ir hasta el fondo y acabar de una vez por todas con su enemigo: Entretanto Saúl hacía estragos en la Iglesia; entraba en las casas, se llevaba por la fuerza a hombres y mujeres, y los metía en la cárcel: Hech 8,3. Como se trataba de una guerra a muerte, Saúl "contribuía con su voto cuando se condenaba a muerte" a los seguidores de Jesús (Hech 26,10). En la guerra a muerte hay que inmovilizar primero al enemigo para luego atestar el golpe mortal. Por eso es muy lógico el relato de Lucas que describe las intenciones de Saúl Respiraba muerte y amenazas contra los discípulos del Señor: Hech 9,1. Su aliento estaba compuesto de dos movimientos: inspiraba amenazas y expiraba muerte. Para liquidar al enemigo tenía que cerrar todas las puertas para que no escapara: Frecuentemente recorría todas las sinagogas, y a fuerza de castigos les obligaba a blasfemar, y rebosando furor contra ellos, los perseguía hasta en las ciudades extranjeras: Hech 26,11. Inquisidor implacable tenía a sus órdenes espías y soldados. Realizaba cateos a domicilio y secuestraba a sus víctimas a media noche, los conducía a sótanos donde a base de torturas y coacciones no sólo les arrancaba blasfemias contra su Cristo, sino que el mismo se gozaba en maldecir al Galileo (1Tim 1,13). No se trataba de un mercenario o perseguidor ordinario Lo hacía encarnizadamente, sobresaliendo en celo a todos sus correligionarios. A galope tendido buscaba cualquier vestigio de los nazarenos para acabar con ellos. Su cruel fama traspasó las fronteras de Judea y Galilea hasta alcanzar

la capital de los arameos, donde ya se sabía "todo el mal que causaba a los santos de Jerusalén" (Hech 9,13). Se creía tan justo y mejor que los demás, que se volvía intransigente con todo mundo. No toleraba que alguien fuera diferente. Saúl no aceptaba que los discípulos del Galileo afirmaran que la salvación no dependía del cumplimiento de la Ley. Consentir con esta herejía, era cortar las alas a la religión de sus antepasados. ¿Qué caso tenía entonces la Elección y la Alianza del Sinaí cuando Dios reveló su voluntad al Pueblo de sus preferencias? No era cuestión accidental, sino de una plaga que atentaba contra las raíces de su fe. La vida de Saúl tenía un sentido: acabar con la nefasta secta de los nazarenos. Incluso arriesgaba su vida con este solo objetivo. II ALCANZADO POR CRISTO Con el único propósito de acabar definitivamente con la peligrosa plaga, se da a la caza de "los seguidores de El Camino" (Hech 9,1-2). Tomando todas las precauciones se reviste de la autoridad religiosa del Sumo Sacerdote para apresar y traer atados a quienes sigan las enseñanzas de El Nazareno. Abanderando el estandarte de la ortodoxia, salió de Jerusalén por la puerta norte, donde no lejos se encontraba el sepulcro de Esteban, cuya sangre estimulaba a Saúl para perseguir con más furia a quienes confesaban con su boca que Jesús era el Señor. Su meta era llegar a la ciudad de Damasco a 250 kilómetros de distancia. Se necesitaban ocho jornadas de caravana por la meseta pedregosa de Judea, transitando luego por los campos de Samaria. Paso obligado era reposar un poco junto al pozo que el patriarca Jacob había dado a sus hijos y ganados, pero donde también un día el Maestro de Galilea había prometido el agua viva que salta hasta la vida eterna. No ocultó su rabia al contemplar aquellas dos montañas de maldición y bendición: el Ebal y el Garizim, donde los heréticos samaritanos afirmaban que se debía adorar al Dios verdadero. Cruzó la planicie de Gelboé, donde mil años antes su homónimo el rey Saúl, también benjaminita como él, perdió la batalla y la vida junto con su

hijo Jonatán. ¡Qué trágica vida la del efímero rey de Israel! Cuando salió a buscar las burras que se le habían perdido, encontró un reino. Pero cuando quiso defenderlo, perdió la vida. La historia le dio dos reveses inesperados en un corto espacio de tiempo. Por la cabeza de este sabio conocedor de la historia de Israel, debió haber pasado la idea de que todo es transitorio y la agenda se muda cuando menos se espera. Contempló las cumbres nevadas del Hermón, y después de peregrinar por el desierto de Gadara descubrió el verde oasis de la llanura de Damasco, bautizada por las frescas aguas de los ríos Badara y Farfar, de los cuales se enorgullecían con sobrada razón sus habitantes. Cuando ya estaba por cruzar la frontera formada por el collar de granados, palmeras y mirtos, sucedió lo inaudito. 1. Las siete columnas de Damasco La capital aramea era famosa en la antigüedad por su gran avenida central de dos kilómetros de largo y 39 metros de ancho, así como por sus pórticos de sólidas columnas. Nos centraremos en los siete puntos más importantes del acontecimiento carismático de Saúl y lo llamaremos "las siete columnas de Damasco", para presentar los elementos claves del momento definitivo de la guerra a muerte que Saúl había declarado a Jesús. A. De repente En una guerra, como en cualquier combate, el ataque por sorpresa es clave. Si se logra sorprender al enemigo en el lugar y momento dónde menos lo espera, se le puede atestar un golpe definitivo. El embajador del Sanedrín de Jerusalén había elaborado una agenda muy apretada, que le impedía perder el tiempo o distraerse en otros asuntos. Había planificado cuidadosamente cada minuto de su breve estancia en la capital del legendario imperio arameo. En el momento en que toda su atención estaba centrada en su ataque y su defensa era descuidada, fue sorprendido: Cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente le rodeo una luz venida del cielo: Hech 9,3.

Cuándo y dónde menos lo pensaba, su programa se hace añicos. Dios acostumbra actuar de improviso, cuando nadie lo espera y rompe los moldes preestablecidos. "De repente suceden los acontecimientos más importantes en la Historia de la Salvación: el llamado de Abram en Harán, no lejos de Damasco, o el de Moisés 'más allá del desierto'. "De repente" se encuentra la perla preciosa o regresa el Hijo del hombre en medio de la noche, como el relámpago o ladrón, que jamás avisan su visita. "De repente" también vino el ruido del cielo el día de Pentecostés. Cuando se encontraba en territorio pagano, es decir el lugar más impropio para que Dios se manifestara, Saúl fue atacado de improviso. Además, no estaba en oración, ni había ayunado, ni menos ofrecido algún sacrificio. Años más tarde él mismo dirá: "Dios tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que nosotros podemos pedir o pensar" (Ef 3,20). B. Luz intensa al mediodía Saúl cuenta su inolvidable experiencia: Yendo de camino, estando ya cerca de Damasco, hacia el medio día, me envolvió una gran luz venida del cielo, más fuerte que la luz del sol: Hech 22,6; 26,13. La referencia "al mediodía", no es un simple dato cronológico, sino que representa el momento en que brillaba más la luz de la verdad en la vida espiritual de Saúl. Cuando más seguro estaba de transitar por el camino luminoso de la verdad, aparece un nuevo capítulo que él jamás había imaginado. Además, la luz 'viene del cielo', para dar a entender que la iniciativa la toma el Todopoderoso. No es la criatura la que alcanza a Dios, sino el Señor quien sale al encuentro del hombre (Flp 3,12). Más tarde él mismo argumentará en tono apologético: "Yo no recibí el Evangelio, por mediación de hombre alguno, sino por revelación de Jesu-Cristo" (Gal 1,12). C. Cayó por tierra En pleno campo de batalla, el Señor le asestó el primer golpe, que fue definitivo. El mismo Saúl cuenta las consecuencias:

Caí al suelo: Hech 22,7. Fue tan fuerte y sorpresivo el impacto, que Saúl perdió el equilibrio y cayó a tierra. Ni siquiera sabía lo que había sucedido. Generalmente los predicadores afirman que Saúl cayó del caballo, aunque el texto no precise cuál era su vehículo de transportación. Lo esencial está implícito en la escena: El fariseo ya no puede sostenerse en ninguno de los apoyos del pasado. Sus soportes humanos así como sus seguridades caen en las movedizas arenas del desierto. Para construir un nuevo Pablo, es necesario que el viejo Saúl se erosione. Con razón los pintores muestran esta realidad con un hombre que ya no lleva las riendas de su existencia ni es capaz de dirigir su vida de acuerdo a su esquema y agenda. Todo el diálogo se realizará mientras Saúl yace en el suelo, desprovisto de la propia justicia que proviene de sus buenas obras. Mientras el hombre cabalgue en sus seguridades y lleve las riendas de su destino, no se puede entrar en una relación de tú a tú con el designio divino. El ser humano tiene que ubicarse en su esfera de criatura para poder dialogar con Dios. Sólo desde el barro del que fuimos hechos, tomamos nuestra exacta perspectiva. No hay otro invernadero donde fecunde el conocimiento del Dios verdadero, sino postrado en la frágil arcilla de los límites. Moisés tuvo también que desprenderse de sus sandalias para acercarse al misterio de la zarza ardiente que no se consumía. D. El diálogo en lengua hebrea De pronto Saúl escucha una voz en su propia lengua. Es suave y fuerte a la vez. Se parece a la palabra de los profetas. La Palabra misma le habla: Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues? Hech 9,4. 'Duro te es dar coces contra el aguijón. Es inútil que te resistas. Ya he puesto mi mano sobre ti y no te me puedes escapar. Soy más fuerte que tú y corro más aprisa que tú. Te tengo cercado. Es mejor que depongas las armas y te des por vencido, porque te he llamado desde el seno materno para consagrarte maestro de mi pueblo y luz de las naciones. Has corrido demasiado, Saúl, pero por fin te he dado alcance... Ya estás derrotado'.

El perseguidor, en la total ignorancia, quiere saber contra quién está luchando. Debe medir las fuerzas de su contrincante para decidir si vale la pena pelear, o debe rendirse y entregar incondicionalmente su vida. Por eso pregunta: ¿Quién eres, Señor?: Hech 9,5. Saúl no reconoce al que lo ha llamado por su nombre y le ha hablado en su propia lengua. Necesita una identificación completa y pide las credenciales de quien está frente a él. La Palabra le responde: Yo soy Jesús, a quien tú persigues: Hech 9,5. 'El nacido de mujer, nacido bajo la Ley, que murió ignominiosamente en un madero, locura para los gentiles y escándalo para los judíos, pero que se ha transformado en fuerza y sabiduría de Dios. Yo soy de condición divina, pero no he retenido ávidamente el ser igual a Dios, antes bien, me anonadé y me hice obediente hasta la muerte y muerte de cruz, pero Dios me glorificó. Ese Nombre, Saúl, que tantas veces tú has maldecido, esta sobre todo nombre. Ante mí se dobla toda rodilla en el cielo y en la tierra'. 'Yo soy ese que por haber sido crucificado fue considerado un maldito de Dios. Pero yo me hice maldición para cargar la maldición de los hombres. Es más, sin tener pecado me hice pecado para que el pecado muriera en la cruz'. 'Yo soy la imagen visible del Dios invisible del Sinaí, el primogénito de toda la creación, la cabeza del cuerpo. Ya no son necesarios los sacrificios del templo, porque ahora por mi sangre se obtiene la redención. Yo soy el nuevo propiciatorio y por mi muerte en la cruz fueron perdonados los pecados, incluyendo los tuyos, Saúl'. 'Por mí han sido elegidos todos los hombres para ser hijos adoptivos, y el que crea en su corazón que yo soy el Señor y confiese con su boca que he sido resucitado de entre los muertos, será salvo'. Cuando la presencia de El Resucitado conmovía las cimientos de la fe de sus antepasados, aquella voz se dirigió personalmente a él y le confesó: 'Yo soy Jesús, que te amé y me entregué por ti, Saúl'.

Jesús le aclara: 'por haber sido derrotado en la lucha contra mí, tenías que morir, Saúl. Pero yo ya morí por ti en la cruz, para que tú vivas. Te he amado tanto que me entregué a la muerte en vez de ti. Pero he resucitado y de ahora en adelante soy yo el que viviré en ti'. El encuentro con Jesús cabeza implicaba también un encuentro con todo su cuerpo: 'Existe un binomio indisoluble entre los míos y yo mismo. Formamos un solo cuerpo con variedad de funciones, pero vinculados por un mismo Espíritu. Yo soy a quien tú persigues. Todo lo que haces al más pequeño de los míos, lo haces a mí mismo, pues en mí todo el cuerpo recibe trabazón y cohesión. Mis discípulos no sólo me pertenecen, sino que también son parte mía. Yo vivo en ellos y ellos en mí, Saúl'. El discípulo de Gamaliel comprende la unión entre Jesús cabeza y todo el cuerpo. Será heraldo de esta verdad, columna vertebral de su teología. Saúl creía que Jesús estaba muerto y resulta que está vivo. El crucificado ha resucitado. Pero lo que no pudo resistir fue saber que había sido amado a tal punto, que uno había dado su vida por él. Entonces depone todas las armas. E. Rendición total: ¿Qué he de hacer, Señor? Saúl reconoce su derrota y firma su rendición incondicional. Había luchado tantas veces y por tanto tiempo contra los seguidores de El Camino, que una vez alcanzado por Cristo Jesús estampa su firma de capitulación en una pregunta: ¿Qué he de hacer, Señor?: Hech 22,10. Como héroe había defendido su fortaleza. Las murallas con sus almenas habían sucumbido en la batalla, pero una vez vencido, se rinde y pone a disposición del que 'lo tiró del caballo'. El que todo lo sabía, el celoso fariseo que se jactaba de conocer y cumplir la voluntad divina, ahora acepta que no sabe nada y que debe iniciar nuevamente su carrera, partiendo de cero. "Nada se puede contra la verdad" (2Cor 13,8), podría ser su mejor comentario de todo este combate. La plenitud de los tiempos daba una diferente perspectiva a las promesas de salvación y al mesianismo. En vez de las aseveraciones

dogmáticas del pasado, ahora sólo tiene preguntas y dudas: ¿Cuál es el sentido del templo con sus sacrificios? ¿Es válida todavía la legislación del Sinaí? ¿El Dios de Israel es también el Dios de los griegos y pueblos bárbaros? F. Ciego No veía nada: Hech 9,8. El fenómeno superaba los estrechos límites de sus concepciones mentales. La dosis de revelación fue tan abundante, que no pudo soportar tan gran luminosidad. De un solo golpe vio al Resucitado y alrededor de su pasión y resurrección, se reorganizó su vida entera. Su fe había siempre rotado alrededor de la Ley y la Antigua Alianza. Pero de pronto había aparecido un nuevo polo de atracción mucho más poderoso, que lo obligaba a crear un sistema que no giraba en torno de la Promesa, sino del cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento. La Promesa y la Descendencia se identificaban con Jesús. El misterioso Siervo de YHWH presentado por Isaías, era El Nazareno. Saúl mismo explica que el exceso de luz también produce ceguera. Yo no veía a causa del resplandor de aquella luz: Hech 22,11. Así como cuando uno se encuentra con el sol de frente, es necesario cerrar los ojos, así Saúl tenía que filtrar en el tiempo lo que acababa de experimentar. Estaba tan encandilado por la luz inaccesible del camino de Damasco, que no podía ver. La ceguera de Saúl es el síntoma normal de aquel que ha sido iluminado por la luz de la verdad de Dios mismo. Ya no considera las cosas y el mundo como antes. Ha perdido la seguridad de sus dogmas y paradigmas. Para Saúl fue tan impactante el hecho, que años después todavía recuerda que fue "conducido de la mano por sus compañeros" (Hech 22,11). Aquel que comandaba la caravana por el misterioso desierto, ahora debía ser llevado de la mano por otros que le hicieran el favor de guiarlo. El autosuficiente fariseo que gozaba de la confianza de las más altas autoridades religiosas, había perdido la brújula de su vida. G. Misión gloriosa pero difícil

Saúl había preguntado por su nuevo destino. Jesús le respondió: Levántate y vete a Damasco. Allí se te dirá todo lo que está establecido que hagas: Hech 22,10. Se le ordena ingresar en Damasco. O sea, hacer lo mismo que él tenía planeado, pero de manera diferente. Saúl está aprendiendo que no basta realizar lo que Dios quiere, sino que es preciso cambiar las motivaciones. Debe entrar a la misma ciudad, pero con otra actitud a la que originalmente traía en su corazón. Jesús no le descubre el itinerario completo. Simplemente el nuevo destino de su existencia. Hubiera sido un exceso de revelación que no estaba capacitado para resistir. Es mejor seguir el lento proceso donde el tiempo madura y profundiza la experiencia. La fórmula "se te dirá" es clásica para expresar 'Dios te va a revelar'. El Señor pudo haberle diseñado directamente cada paso de su vocación y misión, pero prefiere el camino más largo de la mediación humana. Es un discípulo, Ananías, quien debe completar el mensaje del Señor: Este es para mí un instrumento de elección que cargue mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel: Hech 9,15. Este discípulo de Damasco tiene el encargo de buscarlo para llenarlo del Espíritu Santo e insertarlo en la muerte y resurrección de Jesús mediante el bautismo. Gracias a Ananías caen las escamas de la ignorancia y Saúl vislumbra un nuevo horizonte en su existencia. En su defensa frente al rey Agripa, declara que en Damasco fue nombrado "servidor y testigo" de lo que se le manifestó (Hech 26,16). Damasco cambió la dirección de la vida de este ferviente fariseo. Serás su testigo delante de todos los hombres de todo lo que has visto y oído: Hech 22,15. Ahora se le encomienda una misión sin reservas. El Cardenal Martini es muy enfático cuando afirma: "A quien se había equivocado en todo, se le confía todo" (Martini). Su misión se expresa de una forma que debería estar reservada exclusivamente para Jesús: "Te he puesto como 'luz de los gentiles' para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra" (Hech 13,47). Su misión es gloriosa: "Es para mí un instrumento de elección". Sin embargo

su trabajo no es nada fácil: "cargar" el Nombre de Jesús (Hech 9,15). El verbo cargar' da a entender soportar un fuerte peso, que a veces hasta llega a ser insoportable (Hech 15,10). La carrera será fatigosa y requerirá un esfuerzo permanente. Saúl, alcanzado y vencido por Jesús, pasó tres días sin ver, comer ni beber, para simbolizar la muerte del gladiador derrotado en el estadio. Tiene que esperar al Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos (portado por Ananías), le dé vida a su cuerpo mortal (Rom 8,11). 2. Punto de apoyo: Empuñado por Cristo En su guerra a muerte contra la herejía de los nazarenos defendió tenazmente su territorio. Pero fue sitiado y capturado de la forma más sorpresiva: Fui yo mismo empuñado por Cristo: Flp 3,12. Aunque la versión española de la Biblia de Jerusalén traduce "alcanzado por Cristo", prefiero en este caso la versión de P. Luzi "empuñado por Cristo". Con la fuerza que se toma una espada, así Jesús apresó a Saúl entre sus manos para no soltarlo más. Si al Apóstol de los gentiles se le representa casi siempre con la espada de la Palabra en la mano, es también cierto que Saúl mismo es una espada en las manos de Cristo Jesús. Sin previo aviso y 'de repente' Jesús resucitado le salió al encuentro para cambiar el derrotero de su vida. Momento tan inesperado como dramático. El perseguidor era perseguido y alcanzado por quien jamás lo dejaría. Si todo atleta precisa un firme apoyo para iniciar la carrera, el punto de partida del Apóstol se basa en su encuentro personal con Jesús resucitado. Fue una experiencia tan indeleble que se convirtió en su motor y su fuerza para soportar la carrera de obstáculos, prisiones, enfermedades, naufragios, hambres, y lo más difícil, la traición de los falsos hermanos o cuando sus propios amigos niegan conocerlo en circunstancias comprometedoras (2Cor 6,9; 2Tim 4,16).... el Apóstol sabía que había sido empuñado por Cristo. Damasco es tan definitivo que, cuando alguien cuestione su autoridad apostólica, responderá con un argumento que nadie le pueda rebatir:

¿Acaso yo no he visto al Señor Jesús?: 1Cor 9,1. Si hay quienes duden de su capacidad para anunciar a Jesús por no pertenecer al grupo de los Doce, ni menos a los "superapóstoles" (2Cor 12,11), sus detractores deben saber que un día su credencial apostólica fue sellada en territorio arameo. Sin Damasco no hay misión, pues de otra forma la predicación, en vez de ser un testimonio, se convierte en propaganda o repetición de lo que simplemente se tiene en la cabeza, pero sin el fuego de la experiencia que descongela las frías ideas del entendimiento. Al final de su vida, preso por Cristo, hace el recuento de su historia y sobresale el recuerdo, todavía fresco y lleno de emotividad, de aquel día en que Dios lo sorprendió tomándolo entre sus manos como una espada que jamás soltaría: Yo, que fui un perseguidor blasfemo e insolente, encontré misericordia y fui considerado digno de confianza al colocarme en el ministerio, porque obré por ignorancia en mi infidelidad: 1Tim 12-13. 3. Señal de salida El atleta no comienza a correr cuando quiere. Es necesario escuchar el disparo de salida. El llamado y el envío indican el inicio de toda carrera apostólica. A. El llamado 'El llamado' explícito para ser auténtico evangelizador es como el disparo de salida de toda carrera. Saúl nunca decidió ni se imaginó ser un apóstol de Cristo Jesús. Al contrario. Sin mérito previo, fue separado desde el seno materno (Gal 1,15). El escuchó la voz de Jesús que lo llamó dos veces por su nombre en la lengua de sus antepasados. Tiene la certeza de haber sido escogido gratuitamente para esta misión. En el momento que arrecien los combates y aparezcan las sombras en el horizonte, la luz de aquel mediodía de Damasco siempre será más poderosa para diluir todo nubarrón. Cuando naufrague, lo traicionen los suyos, en la soledad de la cárcel o en medio de las persecuciones, aquella voz lo mantendrá firme en su vocación.

B. El envío ¿Cómo predicarán si no son enviados?: Rom 10,15. El apóstol es el enviado por excelencia. 'Enviado' implica que existe otro que envía, el cual por supuesto, tiene más autoridad que él, pero también lo reviste de su misma fuerza, convirtiéndolo en su embajador (2Cor 5,20). La misión de Pablo proviene directamente de Dios, sin mediación de hombre alguno (Gal 1,1), aunque más tarde deba ser confirmado por la comunidad de Antioquía (Hech 13,1-3) y por los Apóstoles de Jerusalén (Gal 2,79). Cuando posteriormente afirme que nadie puede predicar sin ser enviado, lo aplica en primer lugar a sí mismo. No podría exigir a otros algo que él mismo no hubiera cumplido. Como toda vocación profética, no depende de la propia iniciativa sino de un llamado de Dios a cumplir una tarea, que la mayoría de las veces será ingrata y difícil. 4. Nuevo calendario Al llegar la plenitud de los tiempos y al aceptarla Saúl, todo lo viejo pasa. Sus antiguos esquemas se evaporan, como el agua en el árido desierto. La religión de sus padres tenía necesidad de una radical revisión a la luz de Damasco. En la capital pagana de los arameos reinicia el calendario de su existencia. Por eso cuando posteriormente se refiera a "tres años después" o "catorce años después" (Gal 1,18), estará tomando como punto de referencia, su experiencia de Damasco. "Antes de este acontecimiento que partió en dos aguas su vida, todo era distinto. Después todo será diferente", comenta el Cardenal Martini. O como afirma J. Jeremías: "La clave para entender a Pablo se llama Damasco". Por eso, en el himno de su vida, cada acontecimiento debe ser leído en la clave de lo que le sucedió en el camino de Damasco. 5. Conclusión Su vida tiene dos partes: "Sin Cristo" y "En Cristo". Notemos que no es 'Sin' Cristo y 'con' Cristo, sino algo mucho más profundo y definitivo: 'En' Cristo'. Pablo no sólo vive con Jesús, sino en él.

III CINCO CAMBIOS Y UNA CONVERSION Cuando Jesús alcanzó a Saulo en su carrera, se inició una continua metamorfosis en la mente y el corazón del hijo de Benjamín. Las columnas de su fe se erosionaron frente a las murallas de Damasco. Había que releer otra vez las Escrituras a la luz del resplandor venido del cielo para ubicar los nuevos horizontes que aparecían en la historia del fariseo de Tarso. La plenitud de los tiempos organizaba los ingredientes de su fe de forma diferente, pero cambiaba su corazón de manera radical. 1. Cinco cambios Cinco cambios fueron los engranes del nuevo sistema religioso del antiguo perseguidor de los cristianos. A. De la Ley a la Gracia Frente a la experiencia de haber sido alcanzado gratuitamente por el amor de Dios, la primera base que comienza a tambalearse es la de la santa legislación del Sinaí. De acuerdo a la mentalidad judía, la salvación partía del siguiente principio: Moisés escribe acerca de la justicia que nace de la Ley: Quien la cumpla, vivirá por ella: Rom 10,5. La interpretación era más o menos la siguiente: Dios hizo una Alianza con su pueblo y le otorgó la Ley para que, cumpliéndola, obtuviera todas las bendiciones terrenales y celestiales Por tanto, quien se presentaba ante Dios con las manos llenas de buenas obras, merecía la visa para internarse en las moradas celestiales junto con los patriarcas y justos del pueblo de Dios. Pero quien no había cumplido la voluntad divina, sería privado por siempre de la felicidad. La Ley era considerada como la balanza en la cual sería pesada la

conducta de cada uno, para así decidir su suerte eterna. Todo dependía del hombre y su esfuerzo personal. La Ley, que había sido dada como signo de elección, se fue complicando más y más hasta sumar 613 artículos, algunos de los cuales se subdividían tanto que el resultado era una cadena interminable de minucias, que constituían un peso intolerable que nadie podía soportar (Hech 15,10). Saulo, revisando su vida de celoso fariseo, constata que la Ley no ha sido capaz de cambiar el corazón de los hombres; antes bien, les ha dado el conocimiento del pecado. "Yo no sabría que la concupiscencia es mala si la Ley no me dijera: 'no te des a la concupiscencia" (Rom 7,7). La Ley sólo indicaba la obligación, pero en vez de favorecer su cumplimiento, provocaba la transgresión (Rom 4,15; 7,7-11). "El pecado", confiesa Saulo, "tomando ocasión por medio del precepto, suscitó en mí todo género de concupiscencias". En cuanto se prohibe no robar o no adulterar, se despierta la ponzoña del pecado con toda clase de apetitos contrarios a la legislación. Por tanto, en vez de ayudar a mantenerse en la rectitud, invitaba a la violación del precepto. Por eso concluye con cierto pesimismo: "La fuerza del pecado es la Ley" (1Cor 15,56), pues "yo no hubiera conocido el pecado sin la Ley" (Rom 7,7-13), ya que "donde no hay Ley no hay transgresión" (Rom 4,15). Es más, la Ley era una tenaza que aprisionaba al hombre por ambos lados: Si alguno creía cumplirla, podía sentirse ufano delante de Dios y superior con respecto de los hombres. Pero si fallaba, se condenaba a sí mismo. De esta forma se encontraba atrapado en dos caminos que lo llevaban al mismo despeñadero. Los que viven en las obras de la Ley, incurren en maldición: Gal 3,10. Aquello que antes era para Saulo motivo de orgullo, se convierte en causa de maldición y muerte, pues cuando el hombre intenta ser su propio salvador, "la letra (Ley) mata' (2Cor 3,6). En vez de salvarlo, lo expone bajo la cólera de Dios, ya que no cumple la Ley que al fin lo juzga. ¿Era pues mala la Ley? No, pero su vigencia era temporal, pues debía terminar cuando llegara la plenitud de los tiempos. Se trataba simplemente de un pedagogo para llevarnos a Cristo (Gal 3,24). Por tanto, cuando Dios envió a su Hijo nacido de mujer para rescatar a todos los que estaban bajo la Ley (Gal 4,4-5), ésta perdió su valor.

b. La Gracia Si el hombre no se salva cumpliendo la Ley, entonces ¿cómo se salva? El gran descubrimiento de Saulo radica en comprender que la salvación es gratuita. Esto no lo logró por una idea o verdad infusa que entrara en su entendimiento, sino mediante una experiencia que cambió toda su teología: Continúo mi carrera... habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús: Flp 3,12. Corría persiguiendo a Jesús, pero antes de lograrlo, fue alcanzado por él en el camino de Damasco. Lo que era imposible para el justo fariseo con su esfuerzo personal, lo hizo Jesús por él y en él. Por tanto, Saulo entiende que "no se trata de correr, sino de que Dios tenga misericordia" (Rom 9,16). Así, Saulo constata que la salvación es gracia = gratuidad, y no depende de los méritos del hombre. Las puertas del paraíso están selladas y nadie puede regresar allá por sí mismo, ni es capaz tampoco de construir una torre que llegue hasta el cielo. El camino es al revés: Dios ha enviado a su Hijo Unico a este mundo, especialmente a los pecadores, para que donde abunde el pecado sobreabunde su amor misericordioso. Esta acción del amor gratuito e incondicional de Dios está incluida en el concepto paulino de gracia. "En Damasco toma conciencia de la omnipotencia de la gracia" (J. Jeremías). El Cardenal Martini comenta el hecho: "(De parte de Pablo) no hubo esfuerzo, meditación, ejercicios espirituales, largas oraciones ni ayunos. Todo le fue dado, para que fuera signo del Dios misericordioso para todos los pueblos, ya que su iniciativa precede siempre a nuestra búsqueda". Así adquiere plusvalía su palabra cuando afirma: Por gracia hemos sido salvados... por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús, pues hemos sido salvados por la gracia mediante la fe: Ef 2,58. c. Oposición o disyuntiva Si (la salvación) es por la gracia, entonces ya no lo es por las obras; de otro modo la gracia ya no seria gracia: Rom 11,6.

El argumento es muy lógico: si la salvación es gratuita, no puede ser debido a los méritos humanos; pero si de alguna forma dependiera del hombre, entonces tampoco se podría decir que fuera gratuita. Gracia y obras se excluyen mutuamente. El Evangelio es precisamente Buena Noticia, porque anuncia la gratuidad de la salvación. Si la salvación costara algo, aunque fuera poco, tal vez se le podría llamar "oferta o barata", pero no gratuidad, y por lo tanto no merecería el título de Buena Nueva. Si los que cumplen la Ley son herederos, entonces la fe no tiene sentido, y la Promesa queda abolida... Por eso depende de la fe, para ser favor gratuito, a fin de que la Promesa quede asegurada para toda la posteridad: Rom 4,14-16. Además, si el hombre lograra salvarse por sí mismo, cumpliendo las obras de la Ley, no tendría ningún valor la fe en la resurrección de Cristo y su sangre no aprovecharía para nada (Gal 2,31). Por el contrario, al ser salvado el hombre por la fe en Jesús, la Ley pierde cualquier valor salvífico. Saulo, como todo hombre, ha de tomar una decisión exclusiva y excluyente: Cristo Jesús o la Ley: Si prefiere la Ley, va a llegar al cielo con las manos llenas de buenas obras. Pero sería su justicia personal, y así no necesitaría que nadie muriera por él, porque él mismo sería su propio salvador. Si escoge la gracia, entonces no podrá gloriarse en sus buenas obras. En otras palabras, debe elegir entre seguir siendo discípulo del legislador del Sinaí o ser siervo de Jesús de Nazareth. Si se ancla en el Sinaí no tiene derecho a ser ciudadano de la Nueva Jerusalén. Se trata de dos sistemas antagónicos que se oponen diametralmente. Aceptar uno implica necesariamente rechazar el otro. El régimen de la Ley lleva a la condenación. El régimen de la gracia a la salvación. No se puede estar casado con ambos. Tiene que optar: la Ley o Cristo resucitado. O continúa por la estrecha vía de "no hagas, no toques, no comas" (Col 2,22), o se decide por el camino de la gracia y considera en nada la propia justicia que proviene de las obras (Flp 3,9). Saulo estaba casado con la Ley. Vivía con ella, la amaba y le servía. Comía y dormía con ella, y todo el día estaba atento a sus indicaciones y deseos. Siempre trató de darle gusto y procuró generar hijos sometidos al régimen del Sinaí. Pero para desposarse con Cristo Jesús, se divorcia de la

Ley y rompe con la que fue el amor de su juventud. Como él por sí mismo es incapaz de merecer ni menos de obtener la salvación, deja la empinada pendiente del Sinaí y se aventura en un camino virgen que se sustenta sólo en una Promesa hecha por Dios. d. Prueba de que la Ley no salva: nadie la puede cumplir La Ley no salva, reitera Saulo a quienes tienen su confianza puesta en ella, por la simple razón de que nadie puede cumplirla toda. Este fue tanto el mensaje que él escuchó personalmente de Esteban (Hech 7,54), como también la conclusión del Concilio de Jerusalén donde él estuvo presente (Hech 15,10). Posteriormente él mismo lo repite a los que trataban de imponer la Ley a los demás (Rom 4,9.31) y de manera muy clara lo enfatiza en su discurso a los judíos de Antioquía de Pisidia (Hech 13,38). La transgresión a un precepto se considera como violación de toda la Ley. Intentar salvarse por medio del cumplimiento de la interminable cadena de preceptos de la Ley, sería como barrer todas las hojas de los árboles de un parque en sentido contrario a como sopla un gran viento. Por eso el Apóstol es enfático cuando concluye de manera absoluta: Que la ley no justifica a nadie ante Dios, es cosa evidente, pues el justo vivirá por la fe: Gal 3,11. e. Conclusión El Apóstol ha comprendido que hay un solo Evangelio y declara anatema a quien proclame algún otro mensaje de salvación que no sea a través de Jesu-Cristo (Gal 1,6-7). Su Evangelio se va a centrar precisamente en el don gratuito de la salvación (Ef 2,4-9; Hech 20,24). Con la muerte y resurrección de Jesús, único mediador entre Dios y los hombres (1Tim 2,5), es innecesario y hasta contrario cualquier otro medio que prometa el perdón de los pecados. De esta forma advierte a los que intentan la salvación por medio de la Ley: Si por la Ley se obtuviera la justificación, entonces Cristo hubiera muerto en vano: Gal 2,21. Ha cambiado su imagen de Dios: El Señor no está detrás de una caja registradora, haciendo sumas y restas para pagar a cada uno según sus obras,

sino que es un Padre rico en amor y misericordia que cumple la promesa de otorgar al hombre su herencia de forma libre y gratuita. No se trata pues de un Dios deudor, que deba retribuir las buenas obras, sino de un Dios dador y generoso, que regala el don de la salvación. Por eso concluye, ya no con un argumento doctrinal, sino con un hecho: Habiendo recibido nuestra justificación por la fe, estamos en paz can Dios: Rom 5,1. B. De la Circuncisión a la Fe a. La Circuncisión Dios dio un mandato a su siervo Abraham para su descendencia: Todos los varones serán circuncidados: Gn 17,10. La circuncisión se consideraba el sacramento de iniciación, por medio del cual se participaba del pueblo elegido y todas sus promesas. Era el signo de la Alianza de Dios con los suyos y garantizaba las bendiciones mesiánicas. Se trataba de la condición necesaria para poder celebrar la Pascua, ser parte del pueblo de la Alianza y tener la posibilidad de entrar en la Tierra Prometida. Era tan importante este rito, que sobrepasaba al riguroso descanso sabático (Jn 7,23). Los circuncisos se creían superiores a los incircuncisos, a quienes automáticamente clasificaban como pecadores, por carecer de este signo que identificaba a los hijos de Abraham, Isaac y Jacob (Rom 3,1-2; Gal 2,15). Saulo de Tarso, ferviente fariseo, fincaba su orgullo en la carne al presumir que fue circuncidado al octavo día de nacido, de acuerdo a la más firme tradición de sus ancestros (Flp 3,4). Sin embargo, siguiendo la visión de los profetas reformistas, relativiza el signo, subrayando que lo más importante es la circuncisión del corazón (Rom 2,28-29; 3,19). Más tarde dará otro paso adelante, declarando que los verdaderos circuncisos son los que dan culto según el Espíritu de Dios (Flp 3,3). El fariseo convertido reacciona contra la tentación de absolutizar los signos. La elección, el templo y hasta la serpiente de bronce llegaron a suplantar la relación con Dios. Por eso el Apóstol no acepta que la circuncisión compita con la supremacía del único Pontífice entre Dios y los

hombres. La revelación anterior no era sino sombra de las realidades futuras que se iniciaron con la Pascua de Jesús. b. La fe: Creerle a Dios y su único plan de salvación La relación con Dios no se sostiene por medio de signos externos, sino a través de la fe. La fe no radica principalmente en creer en algo, sino creer en Alguien. Es la relación con una persona, basada en la confianza. Es 'un acto por el cual el hombre se entrega a Dios, como la única fuente de salvación'. Por eso Pablo afirma: "Sé en quién he puesto mi confianza" (2Tim 1,12). Esta fe parte de una promesa hecha por Dios, que es digno de crédito porque siempre es fiel. Para Pablo, la fe es seguridad y confianza que nace cuando se acoge la predicación de los testigos del Evangelio, se cree en la Buena Nueva de la Promesa confesando a Jesús como Señor (Rom 10,9) y se es sellado con el Espíritu Santo (Ef 1,13) en el bautismo (Rom 6,4). Para el Apóstol, la fe conlleva a vivir de acuerdo a lo que se cree. Es decir, implica ser congruente con la vocación a la santidad. El salvado manifiesta su fe proclamando a Jesús como el único Salvador y Señor de todo su ser. Esto presupone pasar del mundo de las tinieblas a la luz admirable, dejar los ídolos falsos y volverse al Dios verdadero (Col 1,12 13; 1Tes 1,9). En fin, se trata de un morir al pecado y vivir para Dios en Cristo Jesús (Rom 6,10-11), pues de otra forma esa fe se reduciría a simple ideología. La Epístola a los Romanos es el tratado paulino más completo sobre la justificación. No únicamente es genial en su contenido teológico, sino también en su esquema pedagógico. En los cinco primeros capítulos prueba que la justificación es sólo por medio de Jesu-Cristo, sin las obras de la Ley. Pero a partir del capítulo ocho, manifiesta cómo vive una persona que ha aceptado la salvación. Estas dos partes se enlazan con el capítulo seis, que trata del bautismo como medio de inserción en la muerte y resurrección de Cristo Jesús, y el capítulo siete que nos declara muertos a la Ley para ser posesión de Dios. c . Disyuntiva

El Apóstol es enfático e intransigente en este aspecto, no concediendo punto de negociación a quienes tratan de conciliar el sistema de la circuncisión con la vida nueva en Cristo Jesús. El que se circuncida queda obligado a observar todas las prácticas legales, que de hecho no puede cumplir, cayendo así en condenación (Gal 3,2; 5,10; 6,13). Por otro lado, si sólo hay un Evangelio, es decir un medio de salvación, la circuncisión no salva. Por tanto, quienes tienen su confianza en ella han roto con Cristo. Soy yo, Pablo, quien se lo dice: Si se dejan circuncidar, Cristo no les aprovecha para nada: Gal 5,2. La circuncisión no sólo es relativizada, sino hasta ridiculizada por Pablo cuando se refirió a este sacramento como una mutilación: "Ojalá se castraran los que los perturban" (Gal 5,12) dijo a los que intentaban someter bajo la circuncisión a los convertidos al cristianismo. d. Prueba: Abraham justificado por la fe, antes de la circuncisión Cuando Dios hizo la promesa a Abraham, el patriarca respondió con un intrépido acto de fe y confianza en Aquel que lo llamaba. (Y) la fe le fue acreditada a Abraham como justificación: Rom 4,9 = Gen 15,6. La circuncisión vino después como sello de la justicia que proviene de la fe. Por tanto concluye lógicamente: si la fe justificó a Abraham, no lo justificó la circuncisión. Así, los hijos de Abraham son los hijos que se parecen a él en su fe, no en la circuncisión (Rom 4,9-12; Gal 3,6-29). Ahora bien, si la circuncisión no salva, entonces ¿cuál es el medio de salvación? Gracias a su experiencia en Damasco, Saulo concluyó rápidamente que el único que salva es Jesús, muerto y resucitado (Rom 4,2425). El mismo fue salvado cuando escuchó la Palabra en su propia lengua. Esta Palabra engendró la fe con la cual creyó en el que le hablaba y le entregó toda su vida, confiando en él Pero tenía que probar su postura con un texto inspirado. Escudriñando la Escritura descubre el gran principio bíblico

El justo vivirá por la fe: Hab 2,4. De esta forma concluye sin ambigüedades: Somos hijos de Dios por la fe en Jesu-Cristo: Gal 3,26. e. Conclusión Los que creen en Jesús han roto con el sistema de la Ley. En Cristo no necesitan de el signo exterior de la circuncisión, pues les basta la fe. Dios salva en Jesús mediante la fe (Hech 15,11; Gal 2,15), es decir la justicia gratuita de Dios la hacemos nuestra mediante la fe (Gal 2,16; Rom 3,22; 5,2). C. Del Israel de la carne al Israel de Dios a. Israel, pueblo elegido por Dios No hizo cosa semejante con ninguna otra nación: Sal 147,20. Los israelitas tenían clara conciencia de ser un linaje especial. Si la elección los distinguía, la Alianza con su Dios los hacía únicos en la tierra. Sabían que por la descendencia de Abraham serían benditas todas las naciones (Gn 12,3) A nadie entregó su Ley ni lo llamó "mi pueblo". Eran una nación consagrada y propiedad particular de su Dios (Ex 19,3-8) y por eso se mantenían separados o diferentes a los otros pueblos (Esd 9,1-2; 10,11; Neh 9,2). Para la mentalidad judaica, los no-judíos vivían lejos de las promesas, sin esperanza y sin Dios, excluidos de la ciudadanía de Israel y eran extraños a las alianzas (Ef 2,12). Existía un desprecio hacia los extranjeros porque no pertenecían al pueblo elegido. Pablo reconoce que las siete bendiciones pertenecen a los israelitas: "la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas y los patriarcas" (Rom 9,4-5). El, por su parte, tenía fincado su orgullo en sus prerrogativas raciales. Presumía ser de la estirpe de Israel, el pueblo llamado a ser luz de los pueblos (Is 42,6; 49,6). No era un prosélito que hubiera sido admitido al pueblo de Abraham, sino que por sus venas corría la sangre de Isaac, Jacob y Benjamín.

b. El Pueblo de Dios: el plan universal de salvación Al celoso hijo de Abraham le es revelado que Dios quiere que todos los hombres se salven formando un nuevo pueblo: Ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y si pertenecen a Cristo, son descendencia de Abraham: Gal 3,28-29. Hay un nuevo Israel, al que Pablo llama Israel de Dios (Gal 6,16), al cual pertenecen tanto judíos como gentiles, hombres y mujeres, sabios e ignorantes que creen en Jesús. Ha caído el muro que separaba a los pueblos y Dios ha formado un solo pueblo (Ef 2,14). Por tanto, ya no cuenta la carne, sino la fe que actúa por la caridad. No son hijos de Abraham los descendientes de la sangre, sino los que obedecen la Palabra de Dios (Gal 3,6). c. Disyuntiva Saulo de Tarso tiene que optar entre seguir presumiendo largas genealogías según la carne, o en el don de la fe que lo integra al nuevo pueblo de Dios. d. Prueba: Los dos hijos de Abraham Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre: Gal 4,22. Con la clásica erudición de un especialista de la hermenéutica, demuestra su tesis con un argumento bíblico que nadie puede contradecir: Abraham tuvo dos hijos: Ismael, que nació del esfuerzo personal de los hombres y que personifica la Ley, fue hijo de la esclava Agar y vino a ser esclavo también. El otro, Isaac, nació de la Promesa y fue el heredero de las bendiciones. No bastaba por tanto tener por padre al Patriarca de Israel, sino nacer de la Promesa de Dios. Por eso concluye: No todos los descendientes de Israel son Israel: Rom 9,6. El drama consiste en que no todos los hijos del padre de la fe son hijos de la Promesa. Se puede ser descendiente de Abraham y vivir bajo el yugo de la esclavitud. El peor insulto para un descendiente de Abraham era llamarle "hijo de la esclava": Tú eres descendiente de nuestro padre

Abraham, pero no heredarás las bendiciones, pues eres hijo de Agar, la esclava, y estás destinado a ser esclavo. Por eso el paladín de la libertad reacciona con fuerza cuando declara: "Nosotros no somos hijos de la esclava, sino de la libre" (Gal 4,3). Las promesas fueron dirigidas a Abraham y a su descendencia No dice: 'y a los descendientes', como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo: Gal 3,16. Saulo sabe que la Promesa fue hecha a la descendencia de Abraham, que es una; y no a los descendientes. Esta descendencia es Cristo Jesús. Por tanto en él, y sólo en él, se tiene acceso a dicha Promesa. e. Conclusión El fariseo de Tarso vivió una experiencia semejante a la de Abraham, cuando no lejos de Harán, en pleno territorio pagano, Dios salió al encuentro de este Israelita que pensaba que sólo en la tierra de sus antepasados podría manifestarse Dios. Saulo entiende que el Señor no se limita a las estrechas fronteras de una nación, ni menos a los cuatro muros de un templo. En región pagana fue insertado en la muerte y resurrección de Cristo Jesús, por el bautismo de Ananías. No bastaba ser hijo de Abraham según la carne, porque Dios tiene un pueblo disperso por todo el mundo, que son los que nacen de su Promesa y no de la sangre o la carne. Todos son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús: Gal 3,26. Hay un solo pueblo elegido, el Israel de Dios, al cual pertenecen los que creen en Jesu-Cristo. No son hijos de Dios los hijos según la carne, sino los hijos de la Promesa: Rom 9,8. Saulo ha cambiado. Su gloria se basa ahora en el don de la fe que lo hace miembro del verdadero Israel de Dios (Gal 3,25-29). Al transformarse en discípulo de Jesús no dejó de ser hebreo, sino que alcanzó la plenitud de los hijos del Patriarca.

Su pasaporte certifica que es ciudadano de los cielos (Flp 3,20) y conciudadano de los santos (Ef 2,19). Aunque como todo israelita no se puede olvidar de Jerusalén, sabe que su patria definitiva esta allá arriba (Gal 4,26). D. De perseguidor insolente a Apóstol incansable a. Perseguidor Su celo farisaico le exigió tomar medidas concretas, como él mismo lo cuenta: (Yo) perseguía encarnizadamente a la Iglesia de Dios y la devastaba, sobrepasando en el Judaísmo a muchos de mis compatriotas contemporáneos, superándoles en el celo por las tradiciones de mis padres: Gal 1,13-14. No podía soportar que los seguidores de El Camino extendieran su doctrina perniciosa, que atentaba contra la pureza de la religión de Israel. Su arma predilecta y que mejor sabía utilizar eran los argumentos escriturísticos, entre los que sobresalía: "Maldito todo el que está colgado de un madero" (Dt 21,23). En su fanatismo por acabar con esta peste, hasta ignoró a su célebre maestro Gamaliel el cual aconsejaba dejar en paz a los discípulos, pues si se tratara de una idea humana caería por sí misma; pero si fuera obra divina, nada ni nadie prevalecería sobre ella (Hech 5,35-39). Para Saulo no había tregua. Tenía que acabar con ella, pues la cizaña no tiene permiso de crecer junto al trigo. b. Apóstol Mas, Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles: Gal 1,15-16. Pero un día se ilumina la vida de este fanático fariseo. En el camino de Damasco aparece el resplandor de la verdad del Evangelio y se rinde incondicionalmente, reconociendo cuán insondables son los designios e inescrutables los caminos de Dios (Rom 11,33). Sin embargo, no es posible permanecer indiferente. No basta simplemente dejar de perseguir a los cristianos. No es suficiente ser parte de

ellos. Es necesario convertirse en un heraldo y testigo de lo que ha visto. Aquel que era el más fiero azote de la fe, ahora es su defensor y expositor. Doy gracias a aquel que me revistió de fortaleza, a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me consideró digno de confianza al colocarme en el ministerio, a mi que antes fui un blasfemo y perseguidor insolente: 1Tim 1,12-13. No es cuestión de detenerse en su carrera de perseguidor, sino de correr en sentido contrario. Su vida ha de tener otra pasión por la cual luchar y sufrir: anunciar el Evangelio de la gracia (Hech 20,24). En cuanto conoce la verdad, comienza a proclamarla a los cuatro vientos. Siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el evangelio de Dios: Rom 1,1. Esta conciencia de apóstol lo hace sortear mil peligros y vencer toda dificultad. Sabe que Dios ha tenido confianza en él. A pesar de haber sido un abortivo (1 Cor 15,8), se le ha confiado el ministerio del apostolado. c. Disyuntiva. Aceptar la nueva misión implicaba renunciar a su antigua postura teológica. Tendría que pagar el precio de pasar de perseguidor a perseguido, siempre amenazado y en constantes peligros de muerte. d. Prueba ¿No soy yo libre? ¿No soy yo apóstol? ¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor nuestro? ¿No son ustedes mi obra en el Señor? Si para otros no soy apóstol, para ustedes sí que lo soy. Ustedes son el sello de mi apostolado: 1Cor 9,1-2. Cuando alguien dude de la autenticidad de su apostolado, el embajador de Cristo se remite a las pruebas. En primer lugar, él ha visto al Señor Jesús. En segundo, las comunidades fundadas por él mismo son el sello que garantiza su ministerio. No se trata de argumentos, sino de hechos. e. Conclusión ¡Ay de mí si no evangelizara!: 1Cor 9,16.

J. Jeremías interpreta la actitud de Pablo de la siguiente forma: "el ministerio es un necesidad que me incumbe. O mejor: Dios me obliga". A Pablo se le ha confiado una misión ineludible, que él mismo acepta. E. De Fariseo intachable a Pecador perdonado a. Fariseo irreprensible En cuanto a la Ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la Ley, intachable: Flp 3,5-6. Saulo se aferraba a cada uno de los 613 preceptos de la Ley judía. Su problema no era que fuera riguroso en la observancia de la Ley, sino que se consideraba con derecho a la salvación por sus propios méritos. Trataba de salvarse por el largo e interminable camino del cumplimiento de obras de justicia que nunca acaban de liberar al hombre. Ser fariseo, pues, se había convertido en sinónimo de un hombre que se hace salvación para sí mismo y que por el acatamiento de la Ley se estimaba perfecto delante de Dios y de los hombres. Saulo, como el fariseo del Evangelio, se creía capaz de negociar con Dios, y así obtener los mejores intereses de su inversión de buenas obras. Podía exigir la recompensa a sus esfuerzos, porque había obtenido los méritos suficientes para aprobar. Nadie, ni siquiera Dios, podía achacarle falta alguna a la Ley ni a la moral prescrita en las frías lozas de piedra. b. Pecador perdonado Cuando iba en esta dirección en su carrera, fue alcanzado por Jesús, el Galileo, y la luz de Damasco tiró a tierra todos sus méritos. Por eso recibe el bautismo para el perdón de los pecados. Una de las señales inequívocas de un auténtico encuentro con El Justo, es que la persona experimenta el amor y santidad de Dios. Frente a esta maravilla descubre al mismo tiempo su pecado y la necesidad que tiene de ser perdonado. El Espíritu de Cristo resucitado convence (no acusa) de pecado, para acercarse al trono de la gracia y recibir el auxilio oportuno. Más tarde no sólo admite que es un pecador más sino el más grande de todos:

Es cierta y digna de ser aceptada por todos esta afirmación: Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo: 1Tim 1,15. El pecado que aterra a Pablo es haber blasfemado contra el Ungido de Dios, oponiéndose así al plan divino. Su pecado más grave: intentar salvarse por su propia justicia, cumpliendo los mandamientos de la Ley. Sin embargo, da un salto de cualidad, afirmando: Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia: Rom 5,20. Por lo tanto ya no pesa ninguna condenación para él, como para ninguno de los que están en Cristo Jesús (Rom 8,1). c. Disyuntiva El riguroso fariseo sólo tiene esta opción: o seguir confiando en sus buenas obras y méritos personales, o aceptar su pecado y abandonarse en el perdón misericordioso de Dios. d. Prueba Tanto judíos como paganos están todos bajo el pecado, como dice la Escritura: No hay quien sea justo, ni siquiera uno solo: Rom 3,10. El discípulo de Gamaliel será muy enfático: "Todos pecaron" (Rom 3,23). Aun los que se la dan de justos delante de los hombres, no cumplen la Ley (Rom 2,17-24). e. Conclusión Desde la prisión, él mismo resume este punto, avalándolo con sus cadenas: Lo que antes era para mí una ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y aun más, juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del

conocimiento de mi Señor Jesús, por quien perdí todas las cosas y las tengo por estiércol para ganar a Cristo: Flp 3,7-8. 2. Una conversión: de siervo a hijo Así que ya no eres esclavo sino hijo: Gal 4,7. Hemos visto cambios en algunos aspectos del pensamiento y el sistema religioso de Saulo. Sin embargo la conversión es mucho más profunda y abarca a toda la persona. Se pueden dar mutaciones o progresos en la teología o cristología, sin que necesariamente se presente una conversión. La transformación de Saulo no fue cuando renovó sus concepciones doctrinales, sino cuando se transformó su vida. En este sentido se habla de conversión. Sin embargo, no se trata de una conversión de pecador a justo, ya que Saulo, como ferviente fariseo, cumplía meticulosamente las prescripciones de la Ley. La conversión fue mucho más profunda: su paso de siervo obediente, a hijo con derecho a la herencia. Veamos en qué consistió específicamente: A. siervo Un siervo está obligado a observar los mandamientos de su amo. En segundo lugar, el siervo siempre teme un castigo por no haber satisfecho los deseos de su amo, a quien no considera una persona, sino una autoridad que le impone arbitrariamente su voluntad. Y al término de la jornada, no se sienta a la mesa familiar, sino que se viste el delantal para servir. B. Hijo En cambio, el hijo no tiene miedo a su padre sino que lo llama Abbá. Su meta no se reduce a cumplir su voluntad. Un hijo y un esclavo pueden laborar en el mismo campo, pero el primero lo realiza con una actitud muy diferente al segundo. Lo más importante no es lo que hace, sino cómo lo realiza. No basta cumplir los mandamientos, sino saber que se es hijo amado del dueño del campo. Además, terminado el diario trabajo, se sienta a la mesa con su padre. Por último, lo que distingue fundamentalmente a un hijo de un esclavo que trabajan en la misma viña, es que el primero sabe que tiene derecho a la herencia de su padre y esto lo transforma radicalmente. C. Disyuntiva

Saulo de Tarso, como todo hombre, tiene que escoger: o seguir intentando cumplir la voluntad de Dios porque está obligado a realizarla, o vivir como hijo amado de su padre, con derecho a la herencia. D. Prueba No recibieron un espíritu de esclavitud para recaer en el temor: Rom 8,15. La prueba de que somos hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de SU Hijo que clama: Abbá-Papá: Gal 4,6. Si somos hijos, también somos herederos; herederos de Dios y coherederos en Cristo Jesús: Rom 8,17. Por estar 'en Cristo' somos coherederos de todo lo que le corresponde al mismo Hijo primogénito: El Espíritu Santo de la Promesa. La verdadera conversión de Saulo fue cuando dejó de vivir como esclavo que sólo obedece los mandatos de su amo. No bastaba cumplir la voluntad de Dios, sino hacerlo seguro de la herencia de su padre. 3. Conclusión Si el cambio de Saulo fue progresivo, su conversión fue radical. Armar un nuevo sistema doctrinal le llevó mucho tiempo a la luz de la Escrituras. Sin embargo, comenzar a vivir como hijo, fue definitivo. Así se entiende qué significa ser nueva criatura: aquel que se puede dirigir a Dios como Abbá, Papá. IV EL ENTRENAMIENTO DEL ATLETA Golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado: 1Cor 9,27. El camino del atleta, como el de todo apóstol, está sembrado de aplausos y persecuciones, gloria e ignominia, calumnias y buena fama (2Cor 6,8). Por eso necesita una férrea disciplina para lograr el dominio propio

(Hech 24,25; Gal 5,23) y no desmoronarse ante las adversidades ni marearse por el incienso del éxito. El atleta no compite sin haberse capacitado conscientemente. Diferentes aspectos comprende esta preparación, que tiene como meta disciplinarlo, tanto física como mentalmente. Sin esta disciplina no sólo se naufraga, sino que se convierte en un gran peligro para la obra de Dios. Así como el acero se templa a elevadas temperaturas, el apóstol se forja con la entereza frente a las pruebas. Si no pasa por este horno de purificación jamás podrá obtener el dominio propio para llegar hasta el final de la carrera. El maestro de la fe se refiere a esta fuerza como una armadura que todo soldado de Cristo debe llevar siempre (Ef 6,14-18). Con el yelmo de la salvación se protegen los pensamientos de su cabeza y con la coraza de la justicia se defienden los deseos del corazón. El cinturón de la verdad le fortalece en la lucha contra la mentira. Los pies calzados lo mantienen presto para dar testimonio. El escudo representa la fe que lo inmuniza, y la espada de la Palabra lo capacita para el combate. Naturalmente no se trata de algo externo, sino de una forma de vida que mantiene al atleta con la disciplina de un soldado. 1. Campo de práctica: desierto de Arabia La experiencia de Damasco fue tan fuerte y la transformación tan radical, que conmovió los cimientos de su fe y desestabilizó la columna vertebral de su vida. Necesitaba una pausa para asimilar y ubicar cada elemento dentro de una nueva perspectiva. Al punto, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre, sin subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia: Gal 1,16-17. El trabajo apostólico, como toda gran misión, está precedido de una profunda intimidad consigo mismo, donde se encuentra de manera sutil pero real, la presencia misma de Dios. Antes de hablar de Dios, lo escuchó en la soledad del desierto. Sólo en este ambiente de aridez se forja el verdadero apóstol de Jesús. Por eso, la primera etapa de la vida de Saulo se desarrolla en la estéril región del imperio de los nabateos. Antes de emprender su carrera apostólica, invierte tres años de noviciado, amalgamando y sintonizando la

Palabra de Dios con su experiencia y sus conocimientos bíblicos. Mientras algunos valores antiguos cobran una plusvalía, otros se ubican en su verdadera perspectiva y unos más se desvanecen. 2. Preparación física y sistema alimentario En la preparación física sobresale la atención que se debe prestar a la alimentación. Todo atleta observa un régimen alimentario apropiado, porque de éste depende en gran parte su condición física. Implica comer algunas cosas, así como privarse de otras que le hacen daño . Si la fuerza de un atleta estriba en su sistema alimentario, la fuente de energía de un apóstol es la oración (Ef 6,17-18; Col 4,2-3), que lo conecta con el poder salvífico. Si está lleno del Poder de lo Alto, puede ser mejor instrumento para instaurar el Reino de justicia, gozo y paz en el Espíritu Santo. Oración y apostolado constituyen un binomio indisoluble. Pretender evangelizar sin una sólida vida de oración, es exponerse al frente de una batalla que no es contra la carne ni la sangre, sino contra las potestades y dominaciones del mundo tenebroso. Sin embargo, no se trata sólo de la oración como tal, sino del modo de realizarla. Como todo piadoso fariseo, Saulo oraba tres veces al día. Pero después de Damasco no se centra en cuánto ora, sino en cómo ora. Su plegaria tiene tres características. a. Oración de confianza El espíritu de hijos adoptivos nos hace exclamar: ¡Abbá, Papá: Rom 8,15. Por la mediación de Jesu-Cristo en el Espíritu Santo, se dirige a Dios como Padre. Se trata de un cambio radical en la relación con Dios, ya que el Espíritu le otorga la confianza de un hijo para con su papá (Gal 4,6). b. Oración en el Espíritu "No sabemos orar como conviene, pero el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad e intercede por nosotros con gemidos inefables," para comunicarnos con Dios (Rom 8,26). Sólo el Espíritu divino que sondea lo íntimo de Dios (1Cor 2,10) nos hace entrar en contacto profundo y personal con Dios.

c. La agonía de la oración Les suplico que luchen conmigo en sus oraciones...: Rom 15,30. Por experiencia mística, el que ha sido arrebatado hasta el tercer cielo, se refiere a su oración como una lucha, o mejor como una agonía. Siempre que la criatura se coloque delante del Creador, la pequeñez delante de la Grandeza, el encuentro será desproporcional. Tomás de Aquino reafirma que la oración es una "lucha del hombre contra Dios". Pablo adquirió una nueva forma de orar que nos impulsa a preguntarnos si sólo hacemos oración o tenemos un nuevo estilo de entrar en contacto con Dios. Lo más importante no es el tiempo de oración, sino la calidad de la comunicación con un papá amoroso. Sin embargo, es necesario admitir que existe una ecuación directamente proporcional entre el tiempo que le dedique a la oración y las veces que se logre ese contacto con Dios. Los grandes acontecimientos y revelaciones de Pablo suceden mientras ora: Ananías encontró aquel feroz león que amenazaba acabar con los cristianos, orando (Hech 9,11). Mientras oraba en Corinto, con un espíritu tímido y tembloroso, Dios lo conforta diciéndole que no tenga miedo (Hech 18,9-11). En oración tuvo la visión del macedonio que amplió las fronteras de su ministerio (Hech 16,9-10). En Filipos es liberado de las cadenas de la cárcel, gracias a la oración de alabanza (Hech 16,25-40). Sus cartas están salpicadas de alabanzas e himnos de glorificación a Dios. De una manera especial sobresale la Epístola a los Romanos. Por esta razón Pablo recomienda a los suyos: "Sean perseverantes en la oración" (Rom 12,12), "oren constantemente" (1Tes 5,16-18), "de manera especial con la acción de gracias" (Col 4,2). s. Privación: Pecado Los atletas se privan de todo: 1Cor 9,25. Si el deportista se nutre muy cuidadosamente, de la misma forma ha de renunciar a aquellos alimentos que lo perjudican. El apóstol, por su parte, debe abstenerse del pecado, para poder correr con ligereza.

Sacudamos todo peso del pecado que nos asedia y corramos con fortaleza la prueba...: Heb 12,1. El peor enemigo del evangelizador es su pecado. Así como su pecado llorado y perdonado puede servir de gran testimonio para todos los demás, alguna situación de pecado permanente es capaz de desprestigiar su ministerio. Un gran pecado se asemejaría a intentar correr cargando una piedra de 100 kilos. Un pecado permanente sería como caminar toda la vida con una piedra en el zapato. C. Cuidado físico Pablo es consciente de que su cuerpo ha de estar suficientemente preparado y apto para cumplir la misión que le compete. Por eso afirma: Golpeo mi cuerpo y lo esclavizo: 1Cor 9,27. No se trata de una simple mortificación para acallar los gritos de las pasiones, porque resulta contraproducente (Col 2,23), sino de someter su cuerpo bajo la misión que le ha sido encomendada, ya que también el cuerpo debe colaborar en esta empresa. El cuerpo, que se inclina al pecado (Rom 7,21-25), es vulnerable a las concupiscencias de la carne, por lo que se precisa mantenerlo bajo el control del Espíritu, con disciplina y esfuerzo (Col 3,5). Un ministro de la cruz de Cristo no puede concederse todos los gustos ni vivir bajo la ley del menor esfuerzo; al contrario, ha de estar siempre al servicio de los valores supremos. No vive para el cuerpo, sino que el cuerpo es del Señor y el Señor es para el cuerpo (1Cor 6,13). El cuerpo del hijo de Benjamín, aunque era débil por naturaleza (2Cor 10,10) y a veces sufría enfermedades (Gal 4,13), estaba capacitado para soportar largos viajes, azotes, cárceles, varios días sin comer y noches sin dormir (2Cor 11,23-27), porque se había ejercitado en el combate. Sabía resistir todo tipo de dificultad y no se acobardaba ante nada ni ante nadie. 3. Preparación psicológica: mentalidad de vencedor No basta la preparación física. Es mucho más importante la disciplina mental. Si un atleta no se ha preparado psicológicamente para las adversidades y contingencias de la carrera, no podrá jamás alcanzar la meta.

El apóstol a su vez ha renovado su mente y "discierne la voluntad de Dios: lo bueno, lo mejor y lo perfecto" (Rom 12,2). En todo salimos más que vencedores...: Rom 8,37. A pesar de los sufrimientos y fracasos, sabe que es "más que vencedor" (Rom 8,37) que participa del desfile triunfal de Cristo Jesús (2Cor 2,14) y que nada ni nadie nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús (Rom 8,38-39). El lema y el grito de guerra de este soldado de Cristo, frente a cualquier adversidad o dificultad era el siguiente: Todo lo puedo en Aquel que me conforta: Flp 4,13. Vencer los problemas no es la única forma de triunfar. La fe nos asegura que Dios escribe derecho en renglones torcidos. Por eso Pablo declara: Todo concurre para bien de los que aman a Dios: Rom 8,28. La mentalidad de vencedor es una de las características de los triunfadores. 4. Conclusión Es necesario prepararse en todos los sentidos para la misión. Es tan grande e importante que nos exige capacitarnos en cada aspecto de la vida humana: el físico, el cultural, la madurez psicológica y la dimensión pastoral y espiritual.

V CUATRO ENTRENADORES DE PABLO Para prepararse para la carrera, Pablo de Tarso tuvo cuatro entrenadores que lo esculpieron como atleta. 1. Rabí Gamaliel Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la Ley de nuestros padres: Hech 22,3.

Uno de los cinceles que más contribuyó para conformar el espíritu y la mente de Saulo fue Rabí Gamaliel, el cual gozaba de gran reputación en el pueblo de Israel. (Hech 5,34). Era nieto del célebre Hillel y en su escuela de discipulado se forjó el alma del joven Saulo de Tarso estudiando, meditando y orando con los santos Manuscritos. El gran aporte de Rabí Gamaliel para con el fariseo de Tarso fue el profundo conocimiento de las Escrituras. Saulo cita el Antiguo Testamento más de doscientas veces en sus Epístolas. No puede hablar, ni menos enseñar o predicar, sin hacer alusión a la Ley, los Escritos y los Profetas. Atrás de cada mención de la Escritura, aparece la impronta del rabino judío con quien gastó tanto tiempo descifrando los enigmas de los profetas y los consejos de los sabios de Israel. Rabí Gamaliel dejó una huella indeleble en el alma del leal fariseo. Su amor y respeto por la Torah, los Nebiím y los Ketubim fue tan decisiva que se escribió de él: "Con la muerte de Gamaliel vino a menos la veneración por las Escrituras". Sin el aporte de este rabino, Saulo no hubiera pasado de ser un aficionado al atletismo apostólico. Su maestro dio forma escriturística a su pensamiento; pero lo más importante, le infundió respeto y amor a los Santos Pergaminos. Para Pablo fue tan importante la Sagrada Escritura, que su última voluntad antes de morir fue pedirle a Timoteo que se apresurara en traerle los Manuscritos que contenían la Palabra de Dios (2Tim 4,13). 2. El discípulo Ananías Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: 'Ananías'. El respondió: 'Aquí estoy, Señor': Hech 9,10. "Ananías era un hombre piadoso según la Ley, bien acreditado por todos los judíos" (Hech 22,12), que el noventa y nueve por ciento de las veces que Dios le llamaba, contestaba: "Aquí estoy, Señor". Por desgracia había un punto en el que se resistía, pues poseía una base de datos actualizada que había procesado adecuadamente para llegar a una conclusión confiable. Consciente de que el azote de los cristianos se acercaba a Damasco, rogaba a Dios para que interviniera de forma milagrosa y aniquilara a la terrible amenaza. En ese preciso momento tuvo una visión del Señor que le llamaba por su nombre: "Ananías". El respondió como de costumbre: "Aquí estoy, Señor." 'Puedes pedirme lo que quieras...'.

Se trataba de una tarea muy delicada: Levántate y vete a la calle Recta, y pregunta en casa de Judas por uno de Tarso, llamado Saulo...: Hech 9,11. Se le pedía, precisamente, ese uno por ciento que todavía no estaba dispuesto a ceder. Por eso, antes de que el Señor terminara de indicarle su plan, el discípulo lo interrumpió, pues estaba al tanto de cada dato que circulaba entre los santos cristianos con respecto al susodicho Saulo de Tarso. Entonces, con síntesis de reportero, resume el problema en una cápsula informativa: "Señor, he oído hablar a muchos de ese hombre y de los muchos males que ha causado a tus santos en Jerusalén...". 'Puedes solicitarme lo que quieras, Señor; pero conozco perfectamente al tipo y no me es sujeto de crédito. Imagínate que hasta acá han llegado las noticias de todas sus fechorías en Judea... eso que me estás indicando no es ni oportuno ni lógico'. Ananías actualiza al Señor con los últimos reportajes recién llegados. Con lujo de detalles se refiere a la muerte de Esteban, las amenazas y blasfemias, las cartas de autorización y cómo de un momento a otro el león rugiente invadiría la ciudad para apresar a los seguidores de 'El Camino'. Sin embargo, ignoraba lo acontecido en el último minuto, que también tenía sesenta segundos, y que Dios podía sorprender en cualquier instante, pues acostumbra actuar "de repente". "Vete", le ordena simplemente el Señor. 'No tengo tiempo para informarte cuanto acaba de suceder en las afueras de la ciudad'. Para Ananías fue más difícil entregar el uno por ciento que le faltaba, que el 99%. A pesar de sus resistencias se encaminó para cumplir la encomienda. Tardó en encontrar la calle principal de la ciudad y respiró hondo antes de entrar a la casa del famoso Judas. En cuanto descubrió al temido perseguidor, se colocó a su espalda, y antes de saludarlo le aclaró que no estaba allí por propia iniciativa, sino por expresa orden del Señor: "Saulo, me ha enviado a ti el Señor Jesús" (Hech 9,27). Con reservas le impuso las manos desde lo más lejos posible y con voz temblorosa le ordenó: "recobra la vista y sé lleno del Espíritu Santo". Luego lo bautizó e inmediatamente se retiró.

Tres aspectos resumen la misión de Ananías con Saulo: • Recobrar la vista: Es el instrumento para que aquel hombre sumido en las tinieblas de la ignorancia del plan de Dios recuperara la vista. Por tanto no se reduce sólo a la curación de la ceguera física, sino que hace caer el velo que pesaba sobre el entendimiento de Saulo, para que reconociera a Jesús como el Mesías anunciado por los profetas. Aquel que estaba ciego, ahora tiene la misión de conducir a la luz a los que viven en sombras de muerte. • Ser lleno del Espíritu. El fariseo de Tarso recibió el Don de los dones a través de este discípulo del Señor. De no haber obedecido esta orden, Saulo no habría recibido el Espíritu de filiación y la fuerza para predicar con poder el Nombre de Jesús hasta los confines de la tierra. A partir de ese momento el Espíritu será su fuerza, su inspiración y el motor de su apostolado. • Ser bautizado. Ananías fue el instrumento para insertar a Saulo en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo Jesús. La experiencia carismática del camino de Damasco debía ser sellada con el sacramento del bautismo. El encuentro personal con Jesús resucitado era confirmado por la comunidad cristiana, representada por Ananías, que admitía a Saulo de manera formal al grupo de los que se habrían de salvar y que integraban la comunidad de Jesús: la Iglesia. Fue tan profundo este momento que cuando en el futuro Pablo trate el tema del bautismo de alguna manera estará reflejando su experiencia personal en la casa de Judas, por el ministerio de Ananías. Nadie ha contribuido tanto en tan poco tiempo como este fiel discípulo del Señor, cuando entregó lo único que no estaba dispuesto a conceder. Tal vez con ese uno por ciento cooperó más en la historia de la salvación, que con el noventa y nueve que ya antes había ofrecido. Si Ananías no hubiera puesto en manos de Dios lo único que se reservaba, hoy día no existiría el Apóstol de los gentiles. 3. Su amigo José Bernabé

El tercer entrenador de Saulo fue su fiel amigo José, apodado Bernabé (hijo de la exhortación), levita originario de la isla de Chipre, que poseía una mentalidad abierta y conciliadora. Bernabé sobresalió por ser el primero en todo. Nadie sabe quién fue el segundo hombre que plantó su huella en el Continente Americano hace 500 años. Las estatuas y reconocimiento son sólo para Cristóbal Colón. Hacer las cosas que otro ha realizado antes, no tiene tanto valor. A quien se debe admirar es al primero que se atreve a intentarlo. Bernabé pertenece a esta clase de hombres que se arriesgan a incursionar por caminos vírgenes. A. Primero en entregar sus bienes a los Apóstoles La comunidad de los discípulos de Jesús vivía sentenciada a muerte. Después de decomisarles los bienes, los azotaban y despedían de sus trabajos. Se les apresaba y condenaba a muerte sin justo juicio. No había mucho porvenir para ellos. Ser cristiano en esas circunstancias era sinónimo de pertenecer a una especie en peligro de extinción. Su economía era precaria. Aunque condividían sus pocas pertenencias, no había mucho qué compartir. Ni cuentas en el banco, ni menos inversiones fijas a largo plazo a nombre de la comunidad, pues nadie tenía asegurado el mañana. (Bernabé) tenía un campo. Lo vendió y trajo el dinero a los pies de los apóstoles: Hech 4,37. En esas circunstancias, José Bernabé creyó hasta las últimas consecuencias e hizo lo inaudito contra toda lógica humana. Vendió su campo, el único y lo único que tenía, y entregó la totalidad del dinero a los apóstoles... Humanamente hablando, era demasiado atrevido. Podría parecer más sensata la actitud de Ananías y Safira, de guardar la mitad del importe para cualquier emergencia o para asegurar la ancianidad que se avecinaba (Hech 5,1-11). Pero la fe de Bernabé no era a medias. Si ya había expuesto su vida al creer en el Crucificado, no había por qué no arriesgar las cosas materiales. Acapulco presume con suficientes méritos de ser una de las bahías más hermosas del mundo. En un despeñadero llamado La Quebrada, saltan al vacío intrépidos clavadistas desde una altura de más de 60 metros, calculando coincidir su caída con la crecida de la marea, para no quedar estampados en las rocas. Cientos de personas se congregan día y noche para

admirar a quienes desafían la muerte con exactitud cronométrica. Sin embargo ninguno de ellos merece reconocimiento como el primero que descubrió la técnica y se atrevió a intentar el riesgoso salto. A lo largo de los siglos existe una lista interminable de monjes y ascetas que se han lanzado al vacío de la pobreza, renunciando a la seguridad de los bienes materiales, pero todos ellos lo han hecho después de Bernabé el levita, que se atrevió a tirarse en las manos providentes de Dios y de la comunidad. B. Primero en creer en la conversión de Saulo Cuando el aguerrido fariseo se convirtió, inmediatamente comenzó a evangelizar. Los volcanes explotan sin pedir permiso y causan cambios imprevistos. Con la misma decisión con que antes había perseguido a los discípulos del Galileo, ahora anuncia a Jesús como el Hijo de Dios, provocando gran desconcierto. "¿No es éste el que perseguía a la Iglesia de Dios?" (Hech 9,21). Pero Saulo, en vez de apocarse, "se crecía" y con nuevo ardor proclamaba que Jesús era el Cristo anunciado por los profetas (Hech 9,22). Esto suscitó un gran resentimiento de sus antiguos correligionarios, que decidieron matarlo. Como sabe que su vida está al servicio del Evangelio, quiere preservarla para la misión que se le ha confiado y escapa por la noche descolgándose en una cesta por la muralla de la ciudad. Con la pena de muerte sobre su cabeza y buscando un poco de paz y sosiego, decide subir a Jerusalén, donde se encuentran los testigos más autorizados de Jesús, y sin duda los más radicales en la cuestión del amor radical a Dios y los hermanos. Necesita protección y amparo en estas difíciles circunstancias. Sin embargo, la decepción fue traumática, pues la comunidad que lo debía acoger, le dio la espalda. Saulo intentaba juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo: Hech 9,26. Saulo procuraba y trataba de integrarse a la santa Iglesia. Todo fue en vano. Los santos discípulos sospechan que se trataba de un espía, y se corrió la voz de que se había infiltrado en las filas de la comunidad para conocer nombres, direcciones y escondites de cada discípulo. Por eso, en cuanto se

presentaba en una asamblea, ésta se disolvía. Nadie lo recibía en su casa. Todos lo evitaban, le negaban el saludo y lo dejaron solo. Se encuentra en una cueva cada vez más estrecha y sin salida. La comunidad cristiana no lo admite, ni la sinagoga lo puede volver a aceptar, pues ha recibido el bautismo cristiano. La santa Iglesia de Dios rechaza la visa de entrada a su territorio, y vive en la más incomprensible soledad. Lucas describe la situación de una manera terrible: "todos le tenían miedo". Esta fue la primera gran crisis de Saulo, que en sus noches de insomnio se preguntaría: '¿Estos son los santos cristianos? ¿Dónde está el amor de su Maestro? ¿Vale la pena ser uno de ellos? ¿No será mejor marchar por mi lado?' Lo único que lo sostiene es el resplandor de aquella luz intensa del camino de Damasco, la cual no ofrece todas las respuestas, pero sí brinda la suficiente motivación para seguir adelante, a pesar de que las puertas se cierren y los caminos se tornen estrechos. Apenas estaba viviendo su luna de miel en Damasco, tuvo que entrar al doloroso horno de purificación, donde las llamas acrisolan las motivaciones, y se vive la más aguda pobreza, pues se derrumban las seguridades humanas y se desvanecen los sueños. Cuando nadie confiaba en él y todos le daban la espalda, sólo una mano se le tendió. Bernabé fue el primero y único que creyó en la autenticidad de Saulo. Lo visitaba, hablaba en privado con él por la noche y lo animaba, asegurándole que un día sonaría la hora del apostolado. Sólo estaba vinculado al Cuerpo de Cristo por una juntura que lo conectaba con la savia de vida: su fiel amigo José Bernabé. Entonces Bernabé lo tomó y le presentó a los apóstoles y les contó cómo había visto al Señor en el camino y que le había hablado y cómo había predicado con valentía en Damasco en el nombre de Jesús: Hech 9,27. El chipriota entonces, a pesar de la resistencia de Saulo, convoca a una asamblea extraordinaria, presidida por los apóstoles, y presenta a Saulo junto a él. Como el neoconvertido porta el estigma de la duda y no es sujeto de crédito, entonces Bernabé se transforma en su interlocutor. Arriesgando su prestigio y con el peligro de ser destituido del candelero donde la comunidad lo venera, habla en favor del antiguo fariseo perseguidor. Compromete su autoridad en pro de su amigo y mete la mano al fuego por Saulo.

La defensa de Bernabé se basa en dos evidencias que presenta como criterio indubitable de verdad. Primero, realmente se le apareció el Señor Jesús en el camino de Damasco. No fue un espejismo motivado por el calor del desierto. Segundo, el antiguo perseguidor ha comenzado a predicar, arriesgando hasta su propia vida. Por tanto, concluye, no se trata de un engaño ni de una estrategia traicionera. Quien ha expuesto su vida por algo, ha probado con creces el valor por el cual está dispuesto a morir. La Palabra no relata si Bernabé convenció a la asamblea. Más bien parece que no. Pero quien ciertamente estaba seguro que contaba con un verdadero amigo, fue Saulo de Tarso. Para Saulo fue suficiente que alguien creyera en él. Basta sentir la aceptación y la confianza sin límites de una persona para compensar las dudas y soportar el rechazo de todos los demás. La certeza de un amor incondicional es el pilar que sostiene la estructura de una personalidad que no se erosiona con los vientos de la persecución, las tormentas de la calumnia o el rechazo de una multitud anónima. Así, se le abre una pequeña aunque transitoria oportunidad para predicar en la ciudad de David. Pero su pasado de ferviente fariseo le cobra altos intereses. Sus antiguos correligionarios se sentían muy ofendidos porque el capitán de su equipo los había traicionado, cambiándose al bando contrario. Así pues, se desató una persecución no sólo contra Saulo (como en Damasco), sino contra todos los discípulos de Jesús. La actitud agresiva y a veces imprudente de Saulo acrecentaba el conflicto, pues la oposición, en vez de amainarlo lo hacía crecerse y luchar más implacablemente contra la adversidad. Era un círculo vicioso y mortal. Saulo desafiaba a los judíos, los cuales atacaban con más brío, a lo cual Saulo respondía con más vigor. De esta forma se preveía el desencadenamiento de la guerra total. Su conversión, en vez de aplacar la persecución, incrementaba la crisis. Hasta entonces se toleraba a los nazarenos, pero abanderados por el aguerrido fariseo de Tarso, eran un peligroso fuego que solamente se podría extinguir con otro fuego. Entonces, en conciliábulo secreto y con mucha oración de por medio, "los hermanos" resolvieron alejar a Saulo como medida de distensión. Así se calmarían los ánimos y las aguas volverían a su cauce normal. Era mejor sacrificar a uno, que vivir en dificultades todos. Aprovechando la coyuntura de que los judíos querían matarlo, la comunidad presentó el pretexto de protegerlo, no dentro de sus alas, sino enviándolo lo más lejos posible. Sin preguntarle lo que él quería, decidieron por él y lo separaron de la

comunidad, ofreciéndole un viaje con todos los gastos pagados... pero su boleto no incluía el regreso. Debía retornar a Tarso de Cilicia... y cuando se le necesitara o hubiera un puesto vacante en la comunidad, lo mandarían llamar... Lucas es muy expresivo cuando describe que "le hicieron marchar a Tarso" (Hech 9,30), dando a entender que Saulo no tenía alternativa. Forzado por la resolución eclesial, aceptó lo ineludible. Es más, para asegurarse de que embarcaría, lo acompañaron hasta el puerto de Cesarea. En cuanto el buque desapareció en el horizonte con el problema a bordo, el mismo autor que había narrado la expansión de la persecución, apunta con fina ironía: ...entonces las Iglesias gozaban de paz en toda Judea, Galilea y Samaria: Hech 9,31. Ya se podía respirar a fondo sin tener el alma colgada de un hilo. Ya no había motivos de taquicardias ni de segregar adrenalina, pues la causa del conflicto se había esfumado. Saulo es rechazado por el cuerpo de Cristo, avalado por las autoridades de Jerusalén. Ninguna figura puede expresar mejor esta tragedia que cuando él mismo reconoce con tristeza: "soy un aborto" que no puede ser mantenido dentro del cuerpo y se le priva de la protección y la comunión de los demás (1Cor 15,8-9). Tiempo atrás él mismo había tomado la decisión de retirase al desierto. Pero el destierro es algo muy diferente. Alejado por la misma comunidad debe pasar unos cinco años en la soledad y el silencio, al abrigo del taller paterno. Mientras cose una piel con la otra, se pregunta porqué lo han arrancado del tejido del cuerpo de Cristo y vive como un abortivo que no ha sido tolerado por los otros miembros... Sólo le quedaba un recuerdo que el tiempo y el espacio amenazaban diluir: aquel levita de Chipre que creyó incondicionalmente en él. C. Primero en descubrir el Saulo evangelizador El Evangelio traspasó las reducidas fronteras de Judea y la Palabra se expandió por Fenicia, Chipre y Antioquía. Pero la Buena Nueva sólo era proclamada a los judíos, hasta que algunos chipriotas y cirenenses rompieron la barrera racial y anunciaban a Jesús también a los paganos, los cuales lo recibieron con gozo y gran número abrazó la fe (Hech 11,19-21).

En cuanto se enteró la Iglesia madre de Jerusalén de este salto profético, se preocuparon por encontrar un puente de contacto que no traicionara la esencia del mensaje evangélico. Seleccionaron a José Bernabé, no sólo porque en su persona se unían la cultura de la diáspora con el judío de corazón, sino porque "era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe" (Hech 11,24). Además no tenía campo que cuidar: era libre de posiciones y de posesiones. (Bernabé) partió para Tarso en busca de Saulo, y en cuanto lo encontró, le llevó a Antioquía: Hech 11,25-26. Inmediatamente deja la capital, pero antes de llegar a su destino sube hasta las faldas de la cordillera del Tauro para buscar en la calle de los artesanos, la casa de un experimentado tejedor de tiendas de campaña. Allí encuentra a su amigo, aquel por el que un día había metido las manos al fuego. Bernabé venía con un solo propósito: invitar a Saulo a cooperar en la dirección y organización de la Iglesia de Antioquía. El chipriota estaba seguro que atrás de ese carácter impulsivo se escondía un diamante en bruto que había que pulir. Cree en el que nadie cree. Ese Saulo que provoca tantos problemas y suscita tantas envidias, es un vaso de elección y será luz de los gentiles. Había sonado la hora de Saulo. Se atreve a ser mal interpretado porque se asocia a uno que estuvo bajo la sospecha, sin comprobársele sus fallas. Llamar a Saulo para trabajar en la comunidad suponía un gran riesgo. Si Saulo fallaba, los bonos de Bernabé perderían muchos puntos en la jerarquía de la Iglesia. Con este gesto profético, Bernabé mostraba con claridad y con caridad su desacuerdo con quienes tiempo atrás habían expulsado al tejedor de tiendas de la Tienda de la comunidad. Hoy día todos los cristianos reconocen la autoridad del Apóstol de los gentiles. Grandes catedrales (Londres) y hasta populosas ciudades (Sao Paulo), llevan su nombre. Su estatua, a la par de la de Pedro, custodia la entrada al Vaticano. Pero el primero, y hasta entonces único que creyó en él, fue su amigo José Bernabé. Estuvieron juntos durante un año entero: Hech 11,26.

Un año pasa Saulo bajo el martillo y el cincel de Bernabé, que lo impulsa, lo anima y lo corrige para que su predicación no sólo manifieste la verdad, sino que sea capaz de convertir. Poco tiempo después el Espíritu seleccionó a estos dos buenos amigos para una carrera de fondo: Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: "Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado:" Hech 13,2. El jefe del equipo era el experimentado Bernabé, cuya madurez y prudencia constituían una garantía. Junto con él iba un joven fogoso y gozoso, que era una dinamita que podría construir o destruir toda la obra. Nunca dos personalidades tan dispares se conjuntaron para un solo objetivo. Si la amistad más hermosa del Antiguo Testamento es la de David de Judá con Jonatán, el benjaminita, en el Nuevo Testamento la amistad más preciosa es la de Bernabé el chipriota con Saulo de la tribu de Benjamín. Como detalle elocuente sobresale la escena de aquel valiente predicador lapidado en Iconio, que es dejado en el suelo, creyéndolo ya muerto, pero su amigo Bernabé lo levanta y lo lleva a la ciudad para curar sus heridas (Hech 14,19-20). Sus vidas se entrelazaron en Jerusalén, trabajaron juntos en Antioquía y unidos traspasaron fronteras con una sola obsesión: hacer conocer, amar y seguir a Jesús de Nazareth. A nadie le debe tanto Saulo como a su amigo Bernabé. 4. El Espíritu Santo Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios: Rom 8,14. El verdadero entrenador y guía del apóstol es el mismo Espíritu Santo. (Saulo y Silas) atravesaron Frigia y la región de Galacia, habiéndoles el Espíritu Santo prohibido predicar en la provincia de Asia. Después de Misia, llegaron a Bitinia, pero el Espíritu no se lo consintió: Hech 16,6-7. Sin el Espíritu Santo no se da la misión (Hech 13,2-3). El es el protagonista de la evangelización y de la instauración del Reino de Dios. El

Apóstol no hubiera cruzado la frontera de Europa si el Espíritu no se lo hubiera revelado (Hech 16,9-10). El Espíritu también lo previene de los futuros problemas y lo fortalece para la prueba. El Espíritu Santo en cada ciudad me avisa que me están esperando cadenas y tribulaciones: Hech 20,22-23. Fue este mismo entrenador el que lo seleccionó para una tarea especial (Hech 13,2), y lo capacitó con señales y prodigios (Rom 15,19) para el ministerio del Espíritu (2Cor 3,8) y predicar el Evangelio, no sólo con poder, sino con Espíritu Santo (1Tes 1,5). Es el Espíritu quien realiza la obra maravillosa de plasmar la imagen de Jesús en la vida del apóstol (2Cor 3,18). Un entrenador no sólo ayuda en el aspecto físico, sino ante todo fortalece, acompaña y apoya al atleta. Por eso, el Espíritu de Cristo anima al incansable predicador cuando ya ha llegado al límite de sus fuerzas en Corinto: No tengas miedo, sigue hablando y no calles; porque yo estoy contigo y nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal, pues tengo yo un pueblo numeroso en ésta ciudad: Hech 18,9-10. 5 . Conclusión Pablo no fue un autodidacta ni un hongo solitario, sino miembro de un cuerpo que necesitaba de los demás. Así como en el cuerpo el ojo precisa del pie y el pie de la mano, así el maestro de los gentiles requirió de otros miembros del cuerpo de Cristo para cumplir su misión de Apóstol de los gentiles. Atrás de este título tan glorioso están todos aquellos que colaboraron para formarlo, capacitarlo y apoyarlo en su misión. Sin estas ayudas jamás se hubiera esculpido la figura de este gigante de la Iglesia. VI REGLAMENTO DE LA CARRERA El atleta no recibe la corona si no ha competido de acuerdo al reglamento: 2Tim 2,5.

La misión apostólica no se realiza por iniciativa o gusto individual. Existe un reglamento que es preciso observar, pues de otro modo se expone a ser descalificado de la carrera. No se trata de normas arbitrarias. Al contrario, se favorece el respeto y la lealtad, para evitar que alguno saque ventajas indebidas. Desafortunadamente en el campo del apostolado existen quienes se sirven del Evangelio o se apropian de él. Hay otros que lo predican buscando beneficios personales (Flp 1,15-17). Si alguien lo hace así, es excluido de la carrera de manera automática. Veamos sus tres leyes más importantes: KErygma, KArisma y KOmunidad (KEKAKO). 1. Anunciar el único Evangelio y ser evangelio (KErygma) A. Unico Evangelio o ser anatema Si alguno les anuncia un Evangelio distinto al que han recibido, ¡sea anatema!: Gal 1,19. Pablo establece muy claro que no se puede anunciar otro Evangelio que el que él mismo ha recibido: Cristo murió por nuestros pecados (1Cor 15,3), la salvación es gratuita (Hech 20,24) y no hay más que un solo mediador entre Dios y los hombres (1Tim 2,5). La Buena Noticia es la persona de Cristo Jesús. Este Evangelio es único y ni siquiera un ángel venido del cielo tiene autoridad para cambiarlo. Quien se atreviera a adulterarlo, es reo de lo peor de todas las maldiciones: el anatema (Gal 1, 8-9). Sin embargo no se puede caer en una visión reductiva del Evangelio, considerándolo únicamente como un contenido. Se trata de una acción: Instaurar el Reino de Dios en este mundo, haciendo que todo tenga a Cristo por cabeza (Ef 1,10). En palabras de Pablo VI sería 'instaurar la civilización del amor', donde la justicia y la libertad, la paz y el desarrollo integral de la persona y los pueblos sean para bien de la comunidad humana. B. Ser buena noticia Ustedes saben cómo me comporté siempre entre ustedes... sirviendo al Señor con toda humildad y lágrimas. Yo de nadie codicié oro, plata o vestidos: Hech 20,18-19.33.

Para ser evangelizador no basta proclamar un mensaje ni sólo testificar la muerte y resurrección de Cristo Jesús. Se necesita al mismo tiempo ser testigo con la propia vida: creer lo que se predica y vivir lo que se cree. De otra forma se corre el terrible riesgo de haber proclamado a otros y ser uno mismo descalificado antes de llegar a la meta (1Cor 9,27). Si el evangelizador no es él mismo un evangelio, una buena noticia para el mundo, su mensaje pierde credibilidad. Si no vive lo que proclama, nadie va a creer lo que dice. Pablo se atreve a decir: "sean mis imitadores, como yo soy de Cristo" (1Cor 11,1); pues "la gracia de Dios no ha sido estéril en mí" (1Cor 15,10), de tal manera que "ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2,20). 2. Con el poder del Espíritu (KArisma) La transformación de los corazones (Hech 16,14), así como la instauración de la nueva creación, son obra creadora de Dios, mediante el anuncio de la Palabra que tiene poder para edificar el Reino de Dios. Por eso, desde su primer escrito Pablo muestra a los tesalonicenses su método para evangelizar: Les fue anunciado nuestro evangelio no sólo con palabras, sino con signos y la plena persuasión del Espíritu Santo: 1Tes 1,5. Esta acción del Espíritu se muestra en la parresía y la dynamis: A. Parresía: fuerza para predicar (Pablo) predicaba con fuerza en el nombre del Señor: Hech 9,28. La parresía es la capacidad de convicción del Espíritu que hace que el evangelizador predique con seguridad, valentía y libertad, basado en el poder intrínseco que tiene la Palabra. Así predicaba Pablo y así se refiere también en sus cartas. B. Dynamis: poder para actuar La 'dynamis', es el poder salvífico de Dios.

No me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: Rom 1,16. Los signos de poder no son facultativos sino imperativos, pues muestran a Jesús vivo, salvando y liberando a su pueblo. Prodigios y milagros, curaciones y liberación, son tan trascendentes que identifican a un verdadero apóstol (2Cor 12,12). Los carismas están encuadrados dentro de un marco evangelizador. Así la Palabra adquiere toda su fuerza. Pablo era un carismático que hablaba en lenguas, curaba paralíticos y resucitaba muertos. Tenía palabra de ciencia y el don de la fe. Hasta sus pañuelos curaban enfermos (Hech 9,12). De manera especial sobresalía el carisma que identifica al líder: el discernimiento para descubrir el designio de Dios a los demás (Hech 20,27). El marco de todos sus carismas era la misión evangelizadora. Fuera de este contexto se malentienden y deforman. Sin embargo, no sólo tenía carismas. También ejercitaba ciertos ministerios: era profeta y maestro (Hech 13,1) y de manera especial el ministerio que él colocaba al frente de todos: ser Apóstol (1Cor 12,28). 3. Comunión del Padre con el Hijo en el Espíritu Santo (KOmunidad) La gracia del Señor Jesu-Cristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes: 2Cor 13,13. Por comunión se entiende el amor y la unión que existen entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo, que se proyecta en el cuerpo de Cristo, que es la comunidad cristiana. La comunión que proviene de Dios, se refleja en que los creyentes tienen un solo corazón y una sola alma (Hech 4,32). Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos que está sobre todos, por todos y en todos (Ef 4,5-6), y son animados por un único y mismo Espíritu (1Cor 12,13). La comunión tiene dos direcciones: A. Comunión con Cefas Pablo fue llamado al apostolado de forma anormal y tuvo que sufrir este estigma toda su vida. Desde un principio fue rechazado y echado fuera

de la Tienda de la comunidad. Pero una vez reintegrado a Antioquía, y sobre todo iniciando sus viajes apostólicos, había que encontrar la fórmula de que su apostolado contribuyera a la unidad de la Iglesia y no a la creación de una estructura al margen de la definida por su Fundador. No era fácil solucionar este problema, pues al mismo tiempo los apóstoles desconfiaban del antiguo perseguidor, argumentando que si cualquiera que afirmara que tenía visiones y revelaciones se autoconstituía en apóstol, se crearía un gran desconcierto entre las Iglesias. Había que proceder con prudencia sin dejar de ser permeables al Espíritu. Pablo entonces, como buen tejedor de tiendas, toma la decisión de buscar los hilos que puedan unir y no rasgar el cuerpo de Cristo. Si Jesús ha destruido el muro de separación de los pueblos, Pablo no puede constituir un obstáculo que amenace la unidad apostólica. Emprende un viaje especial de quince días a Jerusalén para visitar a Cefas (Gal 1,18). Tal vez esto no fue suficiente, porque después debe regresar otra vez con la cúpula de la comunidad: Después de catorce años subí nuevamente a Jerusalén y les expuse el Evangelio que proclamo entre los gentiles para saber si corría o había corrido en vano: Gal 2,1-2. A pesar de que tuvo su encuentro personal con Jesús (Hech 9,3-9) y recibió una misión celestial para ser "luz de los gentiles" (Hech 13,47); no obstante que hasta se atreve a corregir a Cefas en Antioquía (Gal 2,11), que viaja por todo el mundo (2Cor 11,26), hace milagros (2Cor 12,12) y resucita muertos (Hech 20,7-12); no importa que haya sido arrebatado hasta el tercer cielo (2Cor 12,2) y goce de revelaciones especiales (2Cor 12,1), o que lleve en su cuerpo las señales de Cristo (Gal 6,7) y hasta escriba cartas inspiradas por el Espíritu Santo. Aunque haya gastado su vida anunciando a Jesús, fatigándose más que nadie (1Cor 15,10)... a pesar de todo eso, sube a Jerusalén para presentar su examen frente a un cuerpo de sinodales que no estaban mejor preparados culturalmente que él, para que se le indique si está o no en el camino correcto; si sigue adelante o debe dar marcha atrás... Tal vez Pedro no era tan inteligente ni culto como él. Además, su equipo era mucho mejor preparado que el de Cefas... Sin embargo, reconoce y acepta que se trata del orden establecido por el mismo Jesús, y que rechazar a los Apóstoles sería sinónimo de "haber corrido en vano" (Gal 2,2). En vez de iniciar un camino independiente o abandonar la comunidad

cristiana va humildemente con los superapóstoles de Jerusalén. Es muy significativo que Pablo reconoce el papel de Pedro al llamarlo 'Cefas,' la roca que Jesús ha elegido para edificar su Iglesia. Santiago, Cefas y Juan nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: Gal 2,9. Darse la mano significa que se ponen al servicio uno del otro, cada uno con su carisma y ministerio para el bien de toda la Iglesia. El resultado fue la comunión:

B. Comunidad con los suyos Pablo nació como un abortivo a la vida nueva y sufrió en carne propia lo difícil que era vivir separado del cuerpo. Cinco años de destierro dejaron una honda cicatriz. Pero una vez iniciado el retorno gracias a su amigo Bernabé, se integró a la comunidad de Antioquía, de donde salía y a donde regresaba siempre. Pero cuando su ministerio se volvió itinerante, su comunidad se transformó también. Entre sus más fieles hermanos sobresalen Timoteo, Tito, Lucas y Silas. Esta comunidad es signo de que el Reino ha llegado, pues se muestra de manera tangible el amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Apóstol independiente es contradicción de términos. 4 . Conclusión La carrera del apostolado tiene un reglamento tan sencillo como riguroso. Si no se cumple, se es descalificado (1Cor 9,27) y jamás se llega a la meta ni se recibe el galardón. Sin embargo, lo peor no es ser eliminado: Quien no compite de acuerdo a las reglas del juego se convierte en enemigo del Evangelio (Rom 11,28). VII PERFIL DEL ATLETA Ya hemos visto la infraestructura y condiciones de la carrera. Ahora entra en escena el actor principal: el atleta, el cual tiene un perfil muy definido.

Pablo, atleta de Jesu-Cristo, invita a los suyos: Sean mis imitadores, como yo soy de Cristo: 1Cor 11,1. Se coloca como modelo para ser imitado, notando claramente que en último término es a Cristo a quien se debe reproducir. Hoy día, cuando se subraya tanto la irrepetibilidad de la persona, podría parecer demasiado atrevido proponer un modelo como pauta para los demás. Sin embargo allí radica precisamente el mensaje paulino: cada uno tiene que ser él mismo, con su propia identidad, porque Cristo Jesús es EL hombre por excelencia. Una cosa yo sé: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta para alcanzar el premio: Flp 3,13-14. No se trata sólo de correr, sino de tener y alcanzar una meta. Para conseguir el galardón de los vencedores el Apóstol nos trasmite su primer secreto: correr siempre hacia adelante, sin resucitar el pasado, ni vivir anclado por situaciones pretéritas. Pablo ha entendido que Jesús no vino a reconstruir el pasado, sino a hacernos criaturas nuevas (2Cor 5,17). Por eso afirma sin titubeos: Sin importar el punto a donde hayamos llegado, sigamos adelante: Flp 3,16. El perfil de todo triunfador goza de ciertas características. Todos los grandes hombres que han logrado éxitos importantes en algún campo de la vida humana, poseen el mismo denominador común: saben quiénes son, lo que quieren y para qué lo pretenden; han alcanzado la sabiduría para encontrar cómo realizarlo, y nada los detiene en su empeño. Un apóstol, como todo atleta o líder, también necesita cinco elementos en su carrera: una identidad definida, una visión global del plan de Dios, establecer el objetivo a alcanzar, además de una motivación para hacer las cosas y la perseverancia en las dificultades y los fracasos. Saulo de Tarso llena este molde, y es por eso que se atreve a proponerse como un modelo para todo aquel que quiera llegar a la meta de la carrera. 1. Identidad

El primer requisito para lograr éxito en la vida radica en estar identificado con uno mismo. Si no se clarifica el perfil de la personalidad no se podrá construir sólidamente la vida, ni menos cumplir la misión apostólica. La verdadera sabiduría se afianza en la esencia de la persona. Pablo elabora el álbum fotográfico de su identidad con las 19 ocasiones en que habla de su ser: Parte de sus raíces sociales y religiosas: Ha nacido en una ciudad ilustre y famosa, pero su principal orgullo se finca en su derecho a ser considerado descendiente de Abraham, además de pertenecer por herencia a la familia farisea. Reconoce sus límites aceptando que es de carne, vendido al poder del pecado, aunque la gracia de Dios no ha sido estéril en él; al contrario, ha sobreabundado. De manera especial afirma ser un verdadero apóstol. Aunque por una parte se considera indigno del nombre (por haber perseguido a la Iglesia), por otra reconoce que ha hecho honor al ministerio (por haber trabajado más que todos). De ninguna forma se coloca por debajo de los 'superapóstoles'. No se trata de una vanagloria, pues al final admite: "Cuando soy más débil, es cuando soy más fuerte". Ha sido transportado al tercer cielo, pero al mismo tiempo es el más grande de todos los pecadores. Sabe que recibió una vocación especial: separado desde el seno materno para el Evangelio (Gal 1,15); para proclamarlo (1Cor 1,17) gratuitamente (2Cor 11,7) a los gentiles (Gal 1,16), a los pobres (Gal 2,10) y donde antes no hubiera sido anunciado (Rom 15,20). Es consciente de sus cualidades y carismas, como la inteligencia privilegiada (2Cor 6,6; 8,7; 11,6), pero al mismo tiempo acepta que su presencia física deja mucho que desear frente a los modelos del fisiculturismo griego (2Cor 10,10). En fin, resume su vida integrando dos aspectos: Por la gracia de Dios, soy lo que soy: Rom 15,10. Cuando se atenta contra su identidad con el arma de la adulación o el menosprecio, Pablo siempre se mantiene en el punto de equilibrio de su esencia:

• En el año 58 en Cesarea marítima, el abogado Tértulo señalando a Pablo despectivamente, asegura al Procurador Félix: "Hemos encontrado esta peste de hombre". La peste era la peor epidemia de la antigüedad, que devastaba pueblos enteros y contra la cual no había defensa. Era una especie de SIDA para nosotros. El Apóstol fue considerado el SIDA de la sociedad. Pero inmediatamente después, el mismo abogado halaga a Pablo, afirmando que es "el jefe principal de la secta de los nazarenos" (Hech 24,5). En realidad Pablo no era ni peste ni el jefe principal. • En Malta, cuando lo muerde una serpiente venenosa, los nativos sospechan que Pablo sea un asesino, prófugo de la justicia y que de un momento a otro caerá muerto por el veneno del áspid. Sin embargo, al no suceder esto, cambian completamente de parecer y afirman que es un dios (Hech 28,3-6). Pablo sabía que no era una cosa ni la otra. • En Iconio los jefes lo ultrajan y maldicen, pero escapa del diluvio de piedras de la multitud enardecida y llega a Licaonia con Bernabé (Hech 14,5-6). Después de la curación del paralítico, la gente comenzó a gritar que los mismos dioses habían bajado a la tierra. Hasta el sacerdote trajo toros y guirnaldas para ofrecerles un sacrificio. Pablo no soporta que lo confundan con ningún dios, y rechaza abiertamente tal consideración, rasgándose las vestiduras en señal de total desacuerdo, pues no quiere usurpar un lugar que no le corresponde (Hech 14,5-15). Pablo sabe quién es, pero lo más importante y saludable radica en que está contento con su ser cuando confiesa: He aprendido a estar contento en las circunstancias en que soy: Flp 4,11 Sin esta aceptación de sí mismo, jamás se podrá establecer una vida sana. Con este mismo objetivo en mente recomienda no estimarse en más de lo que conviene para no frustrarse (Rom 12,3), pero tampoco permite ser menospreciado por nadie para no acomplejarse (Tit 2,15). En este equilibrio estriba una personalidad madura. 2. Visión del plan de Dios Pablo tiene autoridad para trasmitir la voluntad de Dios a los demás, porque él antes la ha conocido:

Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad: 1Tim 2,4. El Apóstol actuará siempre de acuerdo a este principio que traspasa cualquier frontera racial, temporal y geográfica. La visión porta a la acción y viceversa. Pablo no comprendió todo desde un principio con claridad meridiana, ni tampoco comenzó haciendo las cosas de manera perfecta. Damasco lo llevó inmediatamente al apostolado, pero éste a su vez le fue ensanchando la perspectiva para que su trabajo fuera cada vez más fecundo. A medida que evangelizaba, se ahondaba su experiencia y se ampliaban los horizontes de su vida. Pablo de Tarso es uno de estos genios que descubrió que el plan de Dios no tenía fronteras. Además, fue capaz de comunicarlo a otros y contagiarlos con su mismo entusiasmo para que ellos colaboraran en la instauración del Reino de Dios: ...les anuncié todo el designio de Dios: Hech 20,27. 3. Un solo objetivo: Un sol con cinco resplandores Lo que constituye a un hombre como forjador de la historia es que tiene un objetivo claro y hacia allá enfoca todas sus baterías. Sin esta dimensión se está siempre a merced de los cambiantes vientos de doctrinas y novedades. Cuando el atleta logra la concentración perfecta, se encuentra en la antesala del éxito. El problema de la cultura occidental es que somos muy dispersos en nuestros intereses y por eso existe tanta mediocridad. No nos hemos especializado en algo que nos identifique en el concierto de la historia. Queremos tocar todos los instrumentos de la sinfónica en vez de sobresalir en uno de ellos, para dejar una huella de nuestro paso por este mundo. El pato sabe nadar, caminar y volar, pero no supera la mediocridad en ninguna de las tres. Jamás volará con la soberanía del águila o la majestuosidad del cóndor. Su torpe caminar contrasta con la elegancia de la gacela o la velocidad del leopardo. Tampoco nada con la gracia del delfín. A muchos les gusta ser patos, tocando todos los instrumentos de la orquesta, pero siendo incapaces de aparecer como solistas en un concierto.

La visión permite tener siempre el objetivo a la vista, sin desviarse ni a derecha ni a izquierda. Un equilibrista que pasa por la cuerda floja, no mira dónde pisa porque puede caer. Tiene que fijar su vista en el final del recorrido. La visión nos centra en los valores que buscamos. Por eso el autor de la Epístola a los Hebreos nos revela el secreto para llegar a la meta: Corramos con fortaleza... manteniendo fijos los ojos en Jesús: Hb 12,12. A veinte años de su conversión (año 57-58) Pablo había definido perfectamente la dirección de su vida en una frase lapidaria que no admite lugar a dudas: Cristo no me envió a bautizar, sino a evangelizar: 1Cor 1,1 7. Es tan determinante que se transforma en el imperativo categórico de Pablo. Tanto, que lo hace exclamar: ¡Ay de mi si no evangelizara!: 1Cor 9,16. Podríamos imaginar el Mensaje paulino como un sol con cinco resplandores que emanan del único núcleo. A. El núcleo: Evangelio de la gracia Si colocamos una lupa a la experiencia de Pablo nos daremos cuenta que está concentrado en el Evangelio de Jesús al cual se atreve a llamar "mi Evangelio" (Rom 2,16; 16,25) o "nuestro Evangelio" (1Tes 1,5), porque lo ha asimilado y se ha identificado con su misión. El centro de su actividad es anunciar a Jesús y la Buena Nueva (Hech 17,18; Gal 1,16; Hech 14,7). El mismo hace un resumen de toda su actividad apostólica cuando confiesa a los líderes de Efeso: ... el ministerio que he recibido del Señor Jesús (es) dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios: Hech 20,24. El soldado Diomedón, después de la batalla de Maratón corrió 42.2 kilómetros sin descansar para sólo gritar ;Nikos, nikos! (Victoria, victoria) y caer muerto en la plaza central de Atenas. Quinientos cincuenta años después Pablo también corre por todas partes gritando la Buena Noticia: ¡Jaris, jaris! (Gratis, gratis). Recorre pueblos, aldeas y grandes capitales,

entra en las sinagogas y en las plazas para comunicar la Buena Nueva tanto a judíos como a griegos, en público y en las casas, de que la salvación de Dios es gratuita. Y una vez que termina su carrera anunciando la victoria de Cristo sobre el pecado, muere como testigo de lo que ha predicado. La columna vertebral del mensaje paulino alrededor del cual se organiza cada elemento de su teología es que Dios ofrece gratuitamente la salvación a todos los hombres, de manera especial a los pecadores; por eso lo llama: 'el Evangelio de la gracia'. B. Cinco resplandores El núcleo de Mensaje de Pablo es el Evangelio de la gracia, pero este núcleo tiene cinco resplandores que emanan de él. Son las diferentes formas como el Apóstol se refiere al mismo y único Evangelio: • Evangelio de la salvación (Ef 1,13): El Anuncio mismo contiene la fuerza de Dios para producir la salvación de todo el que cree (Rom 1,16). Es la Buena Noticia de que ya fuimos salvados gracias a la muerte y resurrección de Jesús. • Evangelio de la paz (Ef 6,15): Vivíamos enemistados con Dios por el pecado y condenados a la muerte eterna. Pero ya estamos en paz con Dios. Gracias a la sangre de Cristo Jesús ha sido cancelada la nota de cargo que existía contra nosotros (Col 2,14) y ya no le debemos nada a Dios. Cristo es nuestra paz (Ef 2,14). • Evangelio de Dios (Rom 1,1), o de la gloria de Dios (1Tim 1,11), o de la gloria de Cristo (2Cor 4,4): Dios toma la iniciativa para comunicar la Buena Noticia de que ha llegado la plenitud de los tiempos en que se manifestará su victoria sobre la Ley, el pecado y la muerte. La gloria de Dios es su manifestación salvífica. Por tanto el Evangelio de la gloria es cuando el hombre es liberado del mal y por ello el Nombre de Dios es glorificado. La glorificación del Nombre de Jesús, Nombre que está sobre todo nombre, se da por su obediencia hasta la muerte y muerte de cruz (Flp 2, 8). • Evangelio de la incircuncisión (Gal 2,7): Es la Buena Noticia de que no se precisa la circuncisión ni pasar por todo el sistema legal del judaísmo para ser cristianos completos y pertenecer al pueblo de Dios.

• Evangelio de la Promesa (Hech 13,32): La salvación no se compra ni se merece, sino que es el cumplimiento de un pacto que Dios hizo con sus amigos, empeñando su Palabra fiel. El Evangelio de Pablo es uno, no hay otro, pero tiene diferentes matices que ayudan a tener una visión más integral de lo que significa 'el Evangelio de la gracia'. 4. La motivación: Cristo es mi vida Para realizar cualquier cosa trascendente hay que tener una motivación para ello. Algunos le llaman mística o espiritualidad. Se trata de valores que dan energía y dirección a la acción. A veces se expresa en un slogan o se muestra en un logotipo. Lo cierto es que cuanto más explícita sea esta mística, será más motivadora. Así como cada país tiene su bandera donde los colores y emblemas sintetizan el espíritu, la historia y los ideales de ese pueblo, Pablo también corre con una bandera que ha sintetizado en un slogan: Cristo es mi vida: Flp 1,21. La persona de Jesús de Nazareth ha seducido a Pablo de tal manera que abarca todo su ser, con sus esperanzas y anhelos, su corazón, entendimiento y voluntad. El pasado y el futuro del Apóstol giran en torno a Jesús. Su existencia tiene como eje de rotación este sol de justicia que es el Cristo de Dios. Es su único punto de atracción y lo que da sentido a toda su vida, incluso sus sufrimientos. Pablo de Tarso está fascinado por la figura mesiánica de Jesús de Nazareth que se le apareció en el camino de Damasco. Está totalmente enamorado de ese con quien había entrado en una lucha a muerte. Sin embargo, el Jesús que ha seducido a Pablo es el Jesús de la cruz y por eso exclama de manera absoluta: "Ya no quiero saber otra cosa que a Cristo y Cristo crucificado" (1Cor 2,2), que es "escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los que creen es sabiduría de Dios y fuerza de Dios" (1Cor 1,23-24). Por eso no se gloriará en ninguna otra cosa "sino en la cruz de Jesu-Cristo" (Gal 6,14). Lo que ha fascinado a Pablo es que existe una persona (¡y qué persona!) que se ha entregado a la muerte por él, o mejor dicho en lugar suyo:

Me amó y se entregó por mi: Gal 2,20. No puede resistir tan grande amor, y responde sin reservas ni condiciones. Años atrás había declarado una guerra a muerte, en la que el perdedor tenía que morir. Cuando el orgulloso fariseo yacía en tierra, vencido, recibió la revelación de que Jesús ya había muerto en la cruz en vez de él, para que él viviera. Por eso declara: Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí: Gal 2,20. Pablo de Tarso ha fundido su vida con la de Jesús de Nazareth. Para expresar qué significa esta nueva realidad Pablo inventa, como todo enamorado, un nuevo lenguaje. Por eso crea palabras que antes no existían en griego, de manera especial sobresalen aquellas con el prefijo 'con' ('syn' en griego). La vida 'en Cristo' significa que co-sufrimos (Rom 8,17) y somos cocrucificados con él (Gal 2,19). Participamos de su pascua, co-muertos (2Tim 2,11) y co-sepultados (Rom 6,4) con él, pero también gracias a su victoria sobre la muerte hemos sido co-resucitados (Ef 2,6) y co-sentados en el cielo (Ef 2,6). En él somos co-glorificados (Rom 8,17) y co-vivificados (Col 2,13). La vida se resume en estar co-plantados en él (Rom 6,5), es decir coviviendo (2Tim 2,11) con él como co-herederos (Rom 8,17). En esta misma línea recomienda a los romanos "revestirse de Cristo Jesús" (Rom 13,14). A los filipenses les ruega insistentemente "tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo" (Flp 2,5). A los corintios "ser el perfume de Cristo" (2Cor 2,15) y a los efesios les propone "crecer hasta la estatura de Cristo" (Ef 4,13). Resume su pensamiento a los colosenses cuando concluye: "Que Cristo sea todo en todos" (Col 3,11). 5. Perseverancia Una cualidad esencial de todo deportista es la capacidad de resistencia, tanto en los tediosos entrenamientos como a la hora misma de la competencia. No le está permitido claudicar o tirar la toalla a la mitad del combate. Quien no cumpla con este requisito no puede siquiera pensar en ser atleta, pues la tenacidad es para el atleta como el agua para el pez. La perseverancia es la colegiatura que se debe pagar para lograr el galardón de los triunfadores. La inconsistencia, hija de la ley del menor esfuerzo, es una de las plagas más peligrosas en nuestra sociedad hedonista.

Vivimos la época en que todo es automático. Basta oprimir un botón para abrir puertas, enviar mensajes al otro lado del mundo y comandar una computadora. Pero la vida es diferente, pues lleva un lento proceso que exige paciencia y constancia. Pablo es perseverante en su trabajo. No se desvía ni a izquierda ni a derecha, pues tiene un valor absoluto que está por encima de las dificultades y obstáculos: Lo que importa es que termine mi carrera: Hech 20,24. Por eso concluye: Sigamos adelante, sin importar el punto a donde hayamos llegado: Flp 3,16. Nada lo detiene para lograr sus objetivos, como cuando organiza la colecta en favor de la comunidad de Jerusalén, a pesar de que pudiera ser mal interpretado o rechazado (1Cor 16,1-4). Sube a Jerusalén, aun sabiendo que su vida correrá peligro (Hech 21,11-13). 6. Conclusión Pablo, atleta de Cristo, cumple los cinco requisitos del perfil de los vencedores: sabe quién es y para qué ha venido a este mundo. Tiene un solo objetivo en su carrera (proclamar el Evangelio de la gracia) y posee tanto la visión orgánica de la realidad como una bandera que lo anima. Además, paga el precio de la perseverancia. VIII KERYGMA DE PABLO El Evangelio de Pablo no es otro que el único Evangelio de Nuestro Señor Jesu-Cristo. Pablo lo conoció por medio de tres fuentes que se complementan, y cada una tiene valor en sí misma. 1. Tres fuentes de información A . Sagradas Escrituras

La Escritura, aprendida a los pies de Gamaliel y meditada en la sinagoga, fue la tierra fértil donde Dios sembró el Mensaje de salvación. El conocimiento bíblico y de la historia de la salvación fueron factores decisivos para conocer el plan salvífico. (El misterio de Dios) mantenido en secreto durante siglos eternos, ha sido manifestado al presente por las Escrituras que lo predicen: Rom 16,2526. B. Revelación directa de parte de Dios El Evangelio anunciado por mi no es cosa de hombres, pues yo no lo recibí de hombre alguno sino por revelación de Jesu-Cristo: Gal 1,11-12. La sola Escritura no basta. Sin el Espíritu Santo, sería letra que mata (Tomás de Aquino). En Damasco y después en varias formas, Dios le revela el misterio salvífico en Jesús de Nazareth, hijo de Dios: Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo: Gal 1,15. C. Tradición Apostólica Yo les trasmití en primer lugar lo que a mi vez recibí...: 1Cor 15,3. Pablo fue instruido por el discípulo Ananías, y el apóstol Bernabé. La Revelación y su conocimiento bíblico se cotejaron y enriquecieron aquellos 15 días que pasó con Cefas en Jerusalén (Gal 1,18). Otros muchos contribuyeron también en alimentar su conocimiento del Depósito de la fe (1Cor 11,2). 2. Seis temas concatenados Con estos tres ingredientes, Pablo formula su kerygma (Anuncio), que contiene seis puntos básicos: A. El amor de Dios

Para Pablo, la economía de la salvación parte del amor de Dios. Por eso afirma: Dios nuestro Padre nos ha amado y nos ha dado gratuitamente una consolación eterna y una esperanza dichosa: 2Tes 2,16. Dios nos ama 'en el amado', es decir, con el mismo amor que ama a su Hijo Unico, Jesús. "El hombre es la única criatura que Dios ha amado por sí misma," pues ha sido hecha a imagen y semejanza suya. Su amor con el que nos amó en el Amado: Ef 1,6. La salvación, parte del amor de Dios que quiere que todos los hombres se salven: Dios, rico en amor, por el grande amor con que nos amó, estando nosotros muertos a causa de nuestros pecados...: Ef 2,4-5. Su amor excede cualquier idea que nos pudiéramos formar de él. Dios mismo prueba su amor, pues cuando todavía éramos pecadores, Cristo Jesús murió en favor nuestro (Rom 5,8). Se ha sellado ya una nueva alianza de amor, que es inconmovible y ya nada ni nadie puede separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Ni la misma muerte, ni criatura terrena o celestial. B. El pecado del hombre Como contraste al amor de Dios, Pablo encuentra un elemento que describe con crudeza, cargando la tinta en los colores oscuros: Tanto gentiles como judíos, todos pecaron (Rom 1-2). Por tanto, no hay quien sea justo, ni uno solo (Rom 3,10). Y si por el delito de uno solo murieron todos (Rom 5,15), por lo tanto todos están muertos y privados de la gloria de Dios (Rom 3,23), pues el salario del pecado es la muerte (Rom 6,23). Sin embargo, el peor castigo del pecado consiste en "ser abandonados por Dios". Es tan dramático, que lo repite tres veces en su carta a los Romanos (1,24.26.28). Esto significa ser dejados a los propios recursos, sin la ayuda ni protección divinas en la lucha contra el mal, el pecado y la muerte.

Pablo mismo atravesó por el oscuro túnel del pecado. J. Jeremías describe: "En Damasco toma conciencia de la espantosa naturaleza del pecado. Ya tenía noción de la santidad de Dios, sin embargo no aceptaba su pecado porque se consideraba irreprochable con respecto a la Ley. Pero se estrella con el hecho de haber blasfemado nada menos que contra el Mesías". Ha luchado contra el plan divino e intentado destruir la Iglesia de Dios, como se lo había prevenido su sabio maestro Gamaliel. Esto lo lleva a la terrible experiencia de descubrir y confesarse como el más grande pecador que haya existido. Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios: Rom 3,23. Aunque el panorama es oscuro, pues tanto gentiles como judíos están sin excusa bajo la cólera de Dios (Rom 1,18-3-20), allí resplandece un faro de luz que indica el camino. Atrás de la desgracia universal había un insondable designio de Dios que "encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos de misericordia" (Rom 11,32). C. La propuesta de la salvación a. Falsos caminos de salvación El hombre buscaba "como a tientas" retornar al paraíso perdido (Hech 17,27). Lo intentó primeramente por medio del cumplimiento de los mandamientos de la Ley, pero ninguno puede justificarse ante Dios por sus propias obras, por la simple razón de que nadie puede cumplir toda la Ley. El que falta a un precepto, viola toda al Ley; por eso, la Ley no justifica a ninguno (Rom 3,20). Además, si por la Ley se obtuviera la justificación, entonces no habría necesidad de ningún salvador y Cristo Jesús hubiera muerto en vano (Gal 2,21). Así, todos los que buscan la justicia en la Ley, han roto con Cristo (Gal 5,4). El argumento de Pablo era muy sencillo: si el hombre fuera capaz de salvarse por sí mismo, entonces no necesitaría de Cristo Jesús. Aceptar otra fórmula de salvación humana implicaba renunciar a la solución que Dios había ofrecido a través de su Hijo Unico. Por eso, a los que buscan la salvación por sus propios medios, Cristo no les aprovecha para nada.

Pero lo que era imposible para la Ley y la circuncisión o cualquier otro medio de salvación, Dios lo hizo posible enviando a su Hijo a los pecadores para salvarlos gratuitamente. b. El único mediador: Jesu-Cristo El gran anuncio es que "Dios quiere que todos los hombres se salven", (1Tim 2,4) y ha dispuesto un plan a través de su Hijo Jesu-Cristo para que por su sangre se alcance la redención y el perdón de los pecados. Sin embargo deja bien establecido que no existen varios medios de salvación para que el hombre elija de acuerdo a su gusto o preferencia. Pablo es muy enfático cuando aclara: Hay un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesu-Cristo: 1Tim 2,5. La Buena Noticia consiste en anunciar que esta salvación es gratuita, pues parte de la Promesa hecha por Dios y no depende de las obras de la Ley: La total justificación que no pudieron obtener por la Ley de Moisés, se consigue por la fe a través de Jesu-Cristo: Hech 13,39. La disyuntiva consiste en que si es gratis, no es por las obras: Si (la salvación) es gratis, ya no lo es por las obras; de otra forma no sería gratuita: Rom 11,6. Si fuera por la obras o por los méritos humanos no sería gratuita; y como es gratuita, el hombre no tiene de qué gloriarse, al menos delante de Dios (Ef 2,9; Rom 4,2). c. Cómo se realiza la salvación Por la fidelidad y misericordia de Dios La salvación es ante todo el cumplimiento de una Promesa divina. Dios tomó la iniciativa de salvar al hombre. Para ello se comprometió bajo juramento con Abraham (Heb 6,13), de otorgarle un descendiente, Cristo, (Gal 3,16). Más tarde reiteró su pacto a David (Hech 13,23). Por tanto, Dios estaba obligado a cumplir su palabra.

Llegada la plenitud de los tiempos, Dios, fiel a su palabra, "según su Promesa, suscita un salvador, a Jesús" (Hech 13,23) y por medio de su resurrección "se cumple en nosotros la Promesa hecha a los padres" (Hech 13,33). Así, por la fe en Jesu-Cristo, los salvados somos hijos y herederos (Gal 3,28-29) al recibir el don gratuito del Espíritu de la Promesa que es el mismo Espíritu Santo (Gal 3,14; Ef 1,13). Dios estaba comprometido consigo mismo, y por fidelidad a su Palabra lleva a cabo la salvación de todo el hombre y de todos los hombres. La salvación, pues, no es otra cosa que el cumplimiento de la Promesa de Dios. Sin embargo, no se trata de un fatalismo, sino que es fruto del amor divino. Al amor incondicional de Dios en el Antiguo Testamento (hésed), se le llama 'gracia' en el Nuevo Testamento. Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos perdonó en Cristo Jesús. Con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús: Ef 2,4-6. Su amor misericordioso y compasivo de Padre activa la salvación de todos los hombres. Por gracia han sido salvados mediante la fe, y esto no depende de las obras, sino que es un don de Dios: Ef 2,8. Por la Pascua de Jesús Llegada la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a todos los que estaban bajo el yugo de la Ley: Gal 4,4-5. Así como el pueblo de Israel fue liberado de la esclavitud aquella noche de pascua en que Dios visitó a su pueblo, a través de la nueva pascua se realiza la total liberación de la humanidad. Esta pascua se identifica con la persona de Jesús de Nazareth. El es nuestra pascua (1Cor 5,7). Jesús Nuestro Señor fue entregado por nuestros pecados y fue resucitado para nuestra justificación: Rom 4,25. - Mediante su muerte

El padre Salvador Carrillo afirma que el texto central que explica la salvación es el siguiente: Pero ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado... justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen... -Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios- pero son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre.... Porque pensamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley: Rom 3,21-28. El mismo padre Salvador Carrillo lo comenta magistralmente: "Ahora" se trata del presente mesiánico y escatológico. "Independientemente de la Ley", significa al margen de la ley, sin necesidad de la Ley. La voz pasiva "son justificados" insiste en el aspecto pasivo (por parte del hombre) de la salvación. Las expresiones "gratuitamente" y "por su gracia" enfatizan la gratuidad de la salvación. No se trata de una recompensa a los méritos humanos, sino que todo es un don del favor y benevolencia divina. Siendo así, Pablo elimina el concepto de ganar u obtener la justificación. Al contrario, es la justicia la que nos posee a nosotros: "nos hemos hecho esclavos de la justicia" (Rom 6,18). Es tan sublime este pasaje, que Lutero estuvo enamorado de él y se convirtió en su bandera y escudo. Jesu-Cristo, nuestro propiciatorio (Rom 3,25), ha sido inmolado, como pascua nuestra (1Cor 5,7). El propiciatorio (ilasteryon) era la cubierta de oro sobre la que se ofrecía el sacrificio de expiación por los pecados. Se le llamaba así porque gracias a lo que en él sucedía, el hombre se hacía propicio a Dios, al perdonársele toda su culpa. Jesús mismo se convierte en nuestro propiciatorio, pues lo que en él sucede, garantiza el perdón de los pecados. Como consecuencia, Pablo asegura que ya ninguna condenación pesa para los que están en Cristo Jesús (Rom 8,1), porque la nota de cargo que había en nuestra contra ha sido cancelada en la cruz de Cristo Jesús (Col 2,14), ya que Cristo nuestra Pascua ha sido inmolado y por su sangre hemos sido no sólo "lavados", sino también "santificados y justificados en el Nombre del Señor Jesu-Cristo y en el Espíritu de nuestro Dios" (1Cor 6,11). Aquel que no conoció pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros (2Cor 5,21) y él mismo se hizo maldición por nosotros (Gal 3,13) para rescatarnos de la maldición de la Ley. De una forma misteriosa, se identifica con el

pecado, para que al morir en la cruz muera también el pecado que lleva sobre sus espaldas... Por eso, Pablo expresará en una frase bien cincelada, el núcleo de nuestra fe: Murió por nuestros pecados: 1Cor 15,3. No sólo muere por nosotros sino en vez de nosotros y por cada uno en particular: Murió y se entregó por mi: Gal 2,20. Se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz (Flp 2,8). Si por la desobediencia del primer Adán murieron todos, "con cuánta más razón" por la obediencia de uno solo, por la gracia de un solo hombre, somos constituidos justos y recibimos el don de la salvación por su sangre. - Mediante su resurrección Sin embargo, no todo termina en la cruz o en la tumba del Calvario. La Pascua de Cristo forma para Pablo un binomio indivisible. Y si su muerte fue tan gloriosa, de igual forma lo será su resurrección. En primer lugar, apunta la diferencia de la resurrección de Jesús: Resucitó de entre los muertos para nunca más volver a la corrupción: Hech 13,34. Para Pablo la resurrección es el principio de la nueva creación; tanto, que llega a decir: Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación y vana nuestra fe... y somos los más desgraciados de todos los hombres: 1Cor 15,14.19. Es el nuevo Adán, Espíritu viviente: 1Cor 15,45. Gracias a la victoria de Cristo sobre la muerte podemos exclamar: ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?: 1Cor 15,55. Ya nada ni nadie nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús: Rom 8,38-39.

La obra de la salvación es eminentemente la obra del amor misericordioso de Dios, que salva gratuitamente al hombre. Este concepto no es protestante ni una idea de Lutero. Es el Evangelio de Pablo, que si alguien se atreviera a atenuar, cargaría con las consecuencias de ser anatema, separado de Cristo: "Si alguien anuncia un Evangelio distinto al que les hemos predicado, ¡sea anatema!" (Gal 1,9). D. Fe y conversión Dios propone al hombre el don gratuito de la salvación, pero el hombre lo acepta y lo hace suyo por la fe y la conversión, por medio de las cuales se hace presente y operante el don de la salvación. a. La respuesta humana a la propuesta divina La respuesta del hombre al don gratuito es creerle a Dios y convertirse de los falsos ídolos, que suplantan el papel de Dios. Por eso, Pablo siempre predicaba dos cosas: Que se convirtieran a Dios y que creyeran en el Señor Jesús: Hech 20,21 . Dios salva a través de Jesu-Cristo, pero nosotros hacemos nuestra esa salvación mediante la fe. El justo vivirá por la fe: Rom 1,17. Este es el gran principio paulino. La salvación se realiza gracias a la sangre de Jesu-Cristo y se hace nuestra mediante la fe, la cual no es tanto creer en algo, sino en Alguien: Dios y su enviado Cristo Jesús. Así, en Cristo ni la incircuncisión ni la circuncisión tienen valor, sino sólo la fe que actúa por la caridad: Gal 5,6. Somos hijos de Dios por la fe en Jesu-Cristo: Gal 3,26. Pablo logró establecer de manera magistral este principio, cuando el carcelero de Filipos le hizo la pregunta más importante de la vida humana: "¿Qué debo hacer para ser salvado?" El prisionero del Evangelio respondió: Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y toda tu casa: Hech 16,31.

En otra ocasión, de forma más reflexiva, escribió la siguiente fórmula, calibrando cada detalle de lo que a nosotros corresponde frente al don gratuito de la salvación obtenida por la muerte y resurrección de Cristo Jesús: Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor, y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Con la boca se confiesa para conseguir la salvación y con el corazón se cree para conseguir la justicia: Rom 10,9-10. Naturalmente no se refiere a una receta, sino a la vivencia de la fe tanto en lo más interior del hombre (simbolizado por el corazón) como en lo más exterior (representado por las palabras de la boca). En su discurso en Antioquía desafía a los judíos de la sinagoga: La total justificación que no pudieron obtener mediante la Ley de Moisés, la obtiene por él, todo el que cree: Hech 13,38-39. "El kerygma, excluyendo cualquier otra vía de salvación, muestra que la salvación sólo puede ser alcanzada por la fe en Jesucristo". El único salvador es Jesús. La fe es el medio para apropiarnos la salvación ganada por Jesús hace dos mil años. Pero la conexión por la cual nos apropiamos los frutos de la muerte y resurrección de Cristo Jesús y nos injertamos en él, es el bautismo para revestirnos de Cristo (Gal 3,27; Col 2,12). Fuimos sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva: Rom 6,4. Así pues, Dios en su providencia y misericordia ofrece al hombre este sacramento que lo injerta en la pascua redentora de Cristo Jesús. ¿Cómo conciliar entonces la gratuidad de la salvación con la fe? Pablo no se complica y resume: Han sido salvados en Jesús, por la gracia, mediante la fe: Ef 2,8. Pero no sólo la fe, porque entonces se convertiría en "la obra buena" del hombre. (Lutero, que luchaba tanto contra el mérito salvífico de las buenas obras cayó, como frecuentemente acontece, precisamente en lo que tanto

criticaba). En este sentido es más preciso el comentario de Bultmann sobre la fe: "brota de la escucha de la Palabra y no es una obra, sino una manera de vivir". No sólo por la gracia, porque el hombre necesita aceptar el don de la salvación. La fe se expresa por la caridad o no es fe (Gal 5,6). Por eso Pablo, después que ha expresado el misterio maravilloso de nuestra salvación gratuita gracias a la muerte y resurrección de Cristo Jesús en los primeros cinco capítulos de la Carta a los Romanos, muestra en la segunda parte de la misma Epístola cómo vive una persona que verdaderamente ha sido salvada por Cristo Jesús. La ecuación podría ser así: gracia + fe = salvación + obras que manifiestan la salvación. b. Efectos de la salvación: Inocentes, hijos, herederos • Inocentes: En el juicio en que estábamos a punto de pagar con la muerte por nuestro pecado, Jesús muere por (en vez de) nosotros, y al resucitar nos resucita con él. Entonces Dios Padre dictó sentencia al hombre acusado por su pecado y merecedor de la muerte: ¡gracias a que fue comprado por la sangre de su Hijo, el hombre fue declarado inocente! Ninguna condenación pesa ya para los que están en Cristo Jesús, porque (Jesús) canceló la nota de cargo que había contra nosotros: Rom 8,1; Col 2,14. • Hijos: Además, gracias al Espíritu de filiación, fuimos declarados hijos. Participamos del Espíritu de filiación de Jesús y con toda razón nos podemos llamar hijos de Dios, pues lo somos (Rom 8,14). La prueba de que somos hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: Abbá-Papá. Así que ya no eres esclavo, sino hijo: Gal 4,6-7. • Herederos: Al ser hijos, automáticamente fuimos declarados herederos de todas la bendiciones mesiánicas. Si somos hijos, somos también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo: Rom 8,17. Como hijos teníamos derecho a la herencia, la cual se dividía entre el primogénito y todos los demás hijos. Al primogénito le correspondían dos terceras partes de la hacienda, y el resto se repartía entre los demás

hermanos, quedando excluidas las mujeres. Siendo así, la herencia del Reino le concierne en primer lugar a Jesu-Cristo "el primogénito entre muchos hermanos" (Rom 8,29), y el resto se distribuiría entre los otros hijos, tocándole por consiguiente una parte muy pequeña a cada uno. Sin embargo, no sucede así, pues no sólo somos herederos de Dios sino 'co-herederos de Cristo Jesús'; es decir, nos corresponde la herencia del primogénito. Además, esto no está reservado a los hombres solamente, pues en Cristo Jesús no hay hombre ni mujer, sino que todos somos uno en Cristo Jesús (Gal 3,28). El Espíritu Santo de la Promesa es prenda de nuestra herencia: Ef 1,13-14. La herencia no es algo, sino Alguien, el mismo Espíritu Santo, "que nos marcó con su sello" (2Cor 1,22). c. La vida en el Espíritu: cómo vive un salvado Si el justo vive por la fe, entonces se deben manifestar las siguientes características en su vida: • Muerto al pecado, pero vivo para Dios en Cristo Jesús (Rom 6,11). Libre del pecado, dando la espalda a los ídolos que suplantan a Dios. • De manera digna del Evangelio de Cristo (Flp 1,27), revestido del Señor Jesús (Rom 13,14). Más aún, un día poder llegar a decir: "Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2,20). • Con actitud de "más que vencedor", gracias al amor de Dios (Rom 8,37), con la esperanza de que todo es posible con la fuerza de Cristo (Flp 4,13). Por tanto, siempre alegre en el Señor (Flp 4,4), ya que todo concurre para bien de los que aman a Dios (Rom 8,28). • Como nueva criatura (2Cor 5,17). Todo lo viejo ha pasado y por tanto su vida como su muerte le pertenece al Señor (Rom 14,8). Vive libre del peso de cualquier condenación sobre su conciencia, porque ya está en paz con Dios (Rom 8,1). • Camina en el Espíritu, sin ser deudor de la carne sino viviendo la salvación en la esperanza (Rom 8,12.24).

• Con la libertad de hijos de Dios, pues para ser libres nos libertó Cristo (Gal 5,1.6). Por tanto, la última norma de comportamiento es la voz de su propia conciencia (Rom 14,5), pero sin tomar de pretexto la gloriosa libertad de hijo de Dios para satisfacer la carne (Gal 5,13) ni para caer en el libertinaje, ya que las obras de la carne son contrarias a las obras del Espíritu (Gal 5,17). • Pero esto es imposible vivirlo de forma aislada o individual. Tiene que ser en la unidad del Espíritu, en un Cuerpo y en un solo Espíritu, con una fe y un bautismo; un Dios y un Señor; revestidos del amor y de la paz que son el vínculo de toda perfección (Ef 4,5-6; Col 3,14). Estos signos muestran la autenticidad de la fe. Sin ellos la fe se reduciría a una ideología o fórmula mágica. E. El Espíritu Santo, sello de garantía A quienes han creído en la Palabra de salvación, Dios los sella con el Espíritu Santo de la Promesa (Ef 1,13), que no es otra cosa que el amor de Dios derramado en nuestros corazones (Rom 5,5). No se trata de un espíritu de esclavos para recaer en el temor, sino un Espíritu de filiación para pronunciar cuatro palabras, pero sobre todo para vivir su contenido: • Abbá - Papá: Hemos recibido un Espíritu de hijos que nos permite dirigirnos a Dios como nuestro papá (Rom 8,15). "La prueba de que son hijos, es que Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá!" (Gal 4,6), para ser libres de todo temor. • Kyrios - Señor: Nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!" sin el Espíritu de Dios (1Cor 12,3). El mismo Espíritu nos capacita a proclamar a Jesús como el Señor de cielo y tierra, y sobre todo a vivir bajo su señorío. • Soma - Cuerpo: El Espíritu nos lleva también a reconocer que formamos un solo cuerpo en Cristo Jesús, siendo miembros los unos de los otros (Rom 12,5). Gracias al Espíritu de Cristo resucitado vivimos la unidad del cuerpo, donde existen diversos carismas y ministerios, pero unidos por un solo y único Espíritu. • Maranatha - Ven, Señor: El Espíritu nos conduce a esperar y preparar el glorioso retorno de nuestro Señor Jesu-Cristo (1Cor 16,22). Con la vista fija en las cosas del cielo (Col 3,2) trabajamos por la instauración del

Reino de Dios en la tierra, mientras oramos para que Jesús retorne otra vez, lleno del poder de Dios, para consumar la obra de la salvación. Es tan determinante el papel del Espíritu que hace presente la salvación de Cristo, que Pablo concluye: El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece: Rom 8,9. F. La comunidad donde se vive la salvación El Espíritu siempre nos lleva a reproducir entre nosotros la unidad de la Trinidad: La gracia del Señor Jesu-Cristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes: 2Cor 13,13. La salvación no se reduce a un boleto para entrar en un paraíso lejano, sino una comunión con la vida de Dios que implica vivir en este mundo el Reino de Dios que es un Reino de justicia, gozo y paz en el Espíritu Santo (Rom 14,27). Somos el cuerpo de Cristo (1Cor 12,27), edificado sobre el cimiento de los apóstoles y profetas (Ef 2,20), con un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos (Ef 4,5-6). La comunidad cristiana es el ambiente donde vivimos y mostramos al mundo que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, con variedad de dones y ministerios, "para edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo" (Ef 4,12-13). 3 . Conclusión El kerygma de Pablo es la base y fundamento de la Nueva Vida en Cristo Jesús. Es tan sencillo que parece simplista. Pablo no se avergüenza: No me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: Rom 1,16.

Los elementos de este kerygma están diseminados a lo largo de sus escritos, pero encontramos una síntesis en su discurso en Antioquía de Pisidia (Hech 13,16-41).

IX ITINERARIO CON ESTRATEGIA Yo no corro como quien no tiene meta: 1Cor 9,26. El atleta planifica por anticipado cada etapa de su carrera para administrar sus fuerzas a lo largo del trayecto. Antes de iniciar cualquier competencia, define el objetivo y la estrategia para lograr el triunfo. Sin este requisito previo se conlleva el riesgo de fracasar. Si se agotan las energías y no queda reserva para la recta final, es inútil haberse gastado tanto. Hay corredores de autos que fuerzan tanto la máquina que queman los motores. Planearon mal la estrategia. Lo que importa es que termine mi carrera: Hech 20,24. Pablo era muy consciente de que no sólo había que comenzar bien la carrera (Gal 5,7), sino ser el primero en llegar a la meta para recibir el premio. Por eso aconsejó a los suyos no sólo correr, sino "de tal manera que consigan el galardón" (1Cor 9,24). Esto significa que existe una fórmula con la cual se vence en la competencia. Se llama estrategia. Pablo corre de acuerdo a un programa que había meditado y estudiado, con el fin de ganar el premio. Su experiencia, e incluso sus fracasos, le fueron enseñando la mejor forma de colaborar en el plan de salvación. Un buen planteamiento de los principios de acción, contribuye para obtener la victoria, tanto en un campo de batalla como en un estadio. Por ejemplo, antes de iniciar un partido de fútbol soccer, se plantea una táctica para ubicar a cada uno en su puesto, función y relación con los demás. De no ser así, se perdería el encuentro. Toda estrategia está basada en este principio: no se trata de correr más que el balón, sino de hacer correr el balón para que entre en la zona de anotación. Así también, un buen

evangelizador no es el que corre y se fatiga por todo el campo de Dios llevando el Mensaje, sino aquel que ha logrado concebir una estratagema para que la Palabra sea la que corra hasta los confines de la tierra (2Tes 3,1; Rom 10,18) . Pablo tuvo cuatro etapas sucesivas y progresivas en su carrera: 1. Maratón: Evangelizaba sin descanso La carrera de Maratón expresa perfectamente el largo e incansable trabajo apostólico del atleta de Cristo. Cuando Pablo presenta su apología ante los corintios, sobresale el hecho de sus frecuentes viajes predicando la Palabra de Dios (Hech 13,2;15,40;18,18): ¿Son ministros de Cristo? Digo una locura, yo más que ellos. Más en trabajos..... viajes frecuentes..... : 2Cor 11,22ss. A. Cuándo En cuanto el perseguidor de los cristianos tuvo su encuentro con Cristo vivo, "al punto" comenzó a anunciar a Jesús en las sinagogas (Hech 9,20), pues el amor de Cristo lo apremiaba (2Cor 5,14). Al recibir el Espíritu Santo y ser bautizado, 'inmediatamente' inició a evangelizar en Damasco exponiendo su vida (2Cor 11,32). Su cabeza tenía un precio y las puertas de la ciudad eran guardadas día y noche para que no escapase, pero él huyó en una cesta por el muro de la ciudad. No porque su vida fuera más importante que proclamar el Evangelio, sino porque era necesario conservarla para poder llevar el Mensaje. Quiere vivir para evangelizar. El signo de que alguien ha sido evangelizado, es que 'en seguida' comienza a dar testimonio de su experiencia de salvación. No puede dejar de hablar de lo que ha visto y oído (Hech 4,20). El recién evangelizado evangeliza de día y de noche (Hech 20,31), a tiempo y destiempo (2Tim 4,2). En ese primer momento de su apostolado, su vida se asemejaba a un maratón sin descanso, cuya meta era llevar la noticia de la victoria de Cristo Jesús sobre el ejército de la injusticia y el pecado. Pablo pretendía que todo el mundo conociera la inescrutable riqueza de la gracia salvífica.

B. Cómo Usa diversas formas para comunicar el Mensaje: Habla a multitudes (Hech 14,11) y a los individuos en particular (Hech 13,6-7). Escribe cartas o envía delegados especiales (Ef 6,22; Col 1,7) y hasta efectúa visitas personales. Usa la lengua de sus interlocutores (Hech 21,40) y aprovecha los signos de los tiempos (Hech 17,22). Pero de manera especial ora por los evangelizados, acordándose de cada uno de ellos en sus oraciones (Rom 16,1-16; 1Cor 1,4). C. Dónde Pablo siempre buscaba una puerta, aunque fuera pequeña, para anunciar la Buena Nueva. En cuanto encontraba una oportunidad la aprovechaba, como sucedió en el areópago ateniense cuando descubrió el altar al Dios desconocido. De forma análoga podemos ubicar otros 'areópagos' donde también evangeliza: un barco (Hech 27,21ss), la sinagoga (Hech 13,14) o la plaza (Hech 17,17) le sirven de púlpito para presentar la Buena Nueva de que Dios quiere que todos los hombres se salven. De una manera especial proclama la Palabra en las ocho grandes capitales: La capital de los arameos: Damasco (Hech 9,27); la capital religiosa: Jerusalén (Hech 15,2; 20,22); la capital comercial: Antioquía (Hech 14,26); la capital cultural: Atenas (Hech 17,15); la capital del pecado: Corinto (Hech 18,1); la capital de la estética: Efeso (Hech 19); la capital política: Roma (Hech 23,11) y la capital de los confines de la tierra: Tarsis (Rom 15,24). D. A quiénes Lleva la antorcha de la Palabra a judíos y gentiles (Hech 20,21), reyes y príncipes (Hech 26,19-23). En hogares, (Hech 18,7-8; 20,20) o cuarteles militares (Hech 21,34), el Sanedrín (Hech 22,30-23,10) o delante del procurador Félix (Hech 24,10-21); en la casa del César (Flp 4,22) o delante el rey Agripa (Hech 26,1-29) proclama la salvación universal y gratuita de Dios. Anuncia la Palabra a un carcelero (Hech 16,29-34), a los hombres (Hech 19,1-7) y las mujeres (Hech 16,13). Su opción preferencial fueron siempre los pobres (Gal 2,10). Los únicos ausentes en la evangelización de Pablo fueron los niños.

Su maratón tiene como característica cruzar fronteras que otros no han traspasado (Rom 15,20; 2Cor 10,16). Se ha calculado que recorrió más de 15,000 kilómetros sea por las vías imperiales o cruzando el 'mare nostrum'. Pablo no sólo evangelizaba. Tenía mente evangelizadora, que es aquella que no pierde oportunidad para encontrar y proclamar un mensaje evangélico en toda ocasión. 2. Carrera de Obstáculos: problemas permanentes Pero bien pronto el Maratón de Pablo se convirtió en una Carrera de Obstáculos por los miles de problemas que tuvo que enfrentar en cada paso. El signo que identifica al verdadero apóstol de Jesús de Nazareth no es su elocuencia o sabiduría, sino el haber padecido por el Evangelio. Pablo ostenta esta credencial: Las características del apóstol se vieron cumplidas entre ustedes: paciencia perfecta en los sufrimientos...: 2Cor 12,12. Veremos ahora tanto los sufrimientos del apóstol como la forma cómo se sufre por el Evangelio. A . Los sufrimientos del apóstol Para ser apóstol se tiene que perder algo por el Evangelio: tiempo, dinero, salud, prestigio y todo tipo de comodidades. Pablo relata los obstáculos que tuvo que enfrentar: • Ataques personales: lo injuriaron, maldijeron y blasfemaron (2Cor 12,10; Hech 13,45). "Se le acusó de tratar de dominar, de ser ambicioso e inconstante en sus planes (2Cor 1,15ss)". Alejandro el herrero le hizo mucho mal (2Tim 4,14). Una herida muy honda fue perder a su mejor amigo Bernabé, por causa de Juan Marcos (Hech 15,39-40). • Problemas por su predicación: Sus hermanos que confiaban en la circuncisión lo atacaban con tal rabia que hasta los llamaba 'perros' (Flp 3,2). En Efeso combatió 'contra las bestias' (1Cor 15,32) y en el año 62 fue 'liberado de la boca del león' (2Tim 4,17), para darnos a entender un poco lo que pudo haber vivido. Constantes enfrentamientos con los judíos en casi todas partes (2Cor 11,26), con excepción de Roma, donde lo escuchan con

respeto (Hech 28,22). También fue atacado y espiado por los judeocristianos (Hech 15,1) y hasta por las autoridades apostólicas que no creían en su conversión (Hech 9,26-30). Tuvo serias dificultades con los falsos apóstoles (2Cor 11,13). Sufrió la ignominia y la calumnia (2Cor 6,8). La predicación de la cruz fue la cruz de su predicación (Gal 5,11). • Problemas civiles en Filipos de Macedonia, donde se le considera revoltoso (Hech 16,20), que tiene en jaque a todo el mundo porque atenta contra los decretos del emperador, afirmando que hay otro rey (Hech 17,7). • Crisis psicológicas: Tribulaciones con temor, miedo y timidez (2Cor 7,5; 1Cor 2,3). Llegó a creer que los problemas ya lo sobrepasaban y hasta hubo momentos en que perdió la esperanza (2Cor 1,8-9). Experimentó la angustia (2Cor 12,10) y la ignominia del crucificado (1Cor 1, 18-20). Un día, mientras se defendía en el tribunal, Festo lo interrumpió para gritarle: "¡Pablo, estás loco!" (Hech 26,24). • Ataques físicos: Apedreado y azotado en diversas ocasiones (Hech 16,22; 2Cor 11,24-25). • Fracasos pastorales: Sobresale el gran descalabro de Atenas (Hech 17,32). Figelo, Hormógenes y Demas lo abandonaron (2Tim 1,15; 4,10). • Se cuestionan su vocación apostólica: Su ministerio, aunque ampliamente conocido, fue seriamente cuestionado y hasta desconocido. Se dudó de su autenticidad y se le catalogó como impostor que no tenía autoridad para llamarse Apóstol (2Cor 6,8-9). • En sus frecuentes viajes afrontó adversidades climatológicas: frío con desnudez, tempestades, tres naufragios. El cansancio inherente y los asaltos de ladrones, las crecientes de los ríos, peligros en ciudades y en despoblado, hambre y sed (2Cor 11,25-29) . • Peligros de muerte cada día y cada hora (1Cor 15,30-31; 2Cor 11,23). En Damasco (Hech 9,23). Complot para asesinarlo en Jerusalén (Hech 21,27). Luego en su traslado a Cesarea (Hech 25,2-3), o cuando la multitud enardecida de Jerusalén pide al tribuno: "¡Quita a ese hombre de la tierra! ¡No es justo que viva'" (Hech 22,22).

• Gran tristeza y dolor incesante en el corazón por sus hermanos Judíos, que no aceptan a Jesús como Mesías (Rom 9,1-3). • El aguijón en la carne (2Cor 12,7), que no se especifica, para que se pueda identificar con la carencia o debilidad más grande que tengamos cada uno de nosotros. • Mayor problema: La preocupación principal del Apóstol no era nada de lo que hemos enumerado sino el "cuidar las Iglesias de Dios" (2Cor 11,28). Velar por su unidad, formación y crecimiento hasta la estatura de Cristo (Ef 4,13). • Peor sufrimiento: Sin embargo, lo que más le hizo sufrir fue la traición de los falsos hermanos (Gal 2,4; 2Cor 11,26). Aquellos con los que comió y celebró la Fracción del Pan, los que él seleccionó y apoyó pero que luego le ponen zancadilla por la espalda, que lo espían para limitar su libertad (Gal 2,4) o sacar de contexto sus frases, para después acusarlo con viles calumnias (Rom 3,8; 5,20; Gal 3,22). B. La paciencia: ciencia para saber sufrir La vida de Pablo es una constante Carrera de Obstáculos. En él se reúne esta primera condición de un apóstol: sufrir por el Evangelio. Sin embargo el dolor en sí mismo no garantiza la autenticidad del apostolado, sino la forma como se enfrenta. Por tanto la ecuación no es: padezco, por tanto soy apóstol. La clave radica en la forma cómo se conlleva. Cuando habla de la "paciencia en el sufrimiento" (2Cor 6,4; Rom 5,3), nada tiene que ver con la pasiva resignación ante las circunstancias imponderables de la vida, sino que se refiere a 'la ciencia de saber sufrir'. Pablo nos comparte su secreto para aprender a sufrir ubicándonos en tres ciudades. • Damasco: El precio de una gran misión. Toda vocación cuesta. A Pablo se le anunció desde Damasco que debía cargar un peso enorme (Hech 9,15-16). Por tanto, nada lo sorprende, al contrario, espera que se cumpla la promesa del Señor. Cuando se sufre sabiendo que se está pagando el precio de una magna misión, cambia totalmente la perspectiva.

• Filipos: El poder de la alabanza comunitaria. Encarcelado con su compañero Silas en el más oscuro y profundo calabozo de la ciudad, encadenados de pies y manos, habiendo sido azotados injustamente, cantan himnos y salmos de alabanza a media noche. El poder de la alabanza, o mejor dicho la alabanza comunitaria, fue el detonador que provocó un terremoto que rompió las cadenas y se abrieron todas las puertas de la prisión (Hech 16,25-28). Sufrir cantando salmos de alabanza en comunidad, no sólo cambia la forma de sufrir, sino que desata el poder salvífico, ya que Dios se hace presente en la alabanza de su pueblo (Sal 22,4). • Nueva Jerusalén: Dimensión de eternidad. La visión escatológica. Descubre que los sufrimientos del tiempo presente son incomparables con la gloria que se va a manifestar después (Rom 8,18). No hay palabra más reconfortante para un marinero que cuando después de muchos días de fieras tempestades y constantes amenazas de muerte, escucha desde el mástil principal del barco el esperado grito: ¡tierra a la vista! En ese momento desaparece el cansancio y se esfuman los recuerdos de los peligros sorteados. La exclamación de Pablo en cada dificultad era: ¡¡¡cielo a la vista!!! Estoy cerca de conseguir la corona de la justicia y nada se parangona con el pesado caudal de gloria que me espera... (2Cor 4,17). Es curioso que "la carta de la alegría" (carta a filipenses) la escribió desde la cárcel de Efeso, en medio de las bestias, porque tenía dimensión de eternidad (Flp 1,20). Esta perspectiva es como el faro que indica a los navegantes que están a punto de alcanzar el puerto final. 3. Carrera de relevos: equipo de apóstoles En una ocasión una enfermedad impidió a Pablo evangelizar la ciudad de Bitinia (Hech 16,7). En el lecho del dolor tuvo oportunidad de meditar que la difusión de la Buena Noticia no podía depender de su precaria salud, tiempo o persona, sino que debía correr independientemente. Así pues, la solitaria carrera de Pablo se convirtió en una carrera de estafeta, para entregar el Mensaje a otros para que a su vez ellos lo retrasmitieran. Integró un equipo de ayudantes y los capacitó para continuar la carrera. Por ejemplo, Epafras llevó la luz del Evangelio a Colosas (Col 1,7). Otros tuvieron misiones especiales, como Tíquico en Efeso (Ef 6,21), Erasto en Corinto (2Tim 4,20), Timoteo en Tesalónica (1Tes 3,1-3) y Tito en

Dalmacia (2Tim 4,10) y Creta (Tit 1,5). Es muy significativo observar que el heraldo del Evangelio reconoce que pudo predicar la Palabra en Efeso, porque Apolo lo relevó en Corinto (Hech 19,1). Por otro lado, algunos de su equipo colaboraron para escribir por lo menos ocho de sus trece Epístolas. Tal vez sin estos ayudantes, no existirían todas estas cartas que le atribuimos al apóstol Pablo. A. visión: el evangelizador forma evangelizadores Pablo había entendido una verdad fundamental: evangelizador no es el que evangeliza, sino el que forma evangelizadores. Como él no alcanzaba a llevar la antorcha de la luz de Cristo a todas partes, formó a otros para que el Mensaje se difundiera hasta los confines de la tierra. Comunicó esta visión para que ellos hicieran lo mismo. Evangelizar no se reduce a una actividad, es fruto de una visión. La piedra de toque que identifica un apóstol es su capacidad de formar a otros que a su vez capaciten a otros. B. Opción preferencial: formar equipo La opción preferencial de Pablo, como la de Jesús, fue capacitar el equipo de apóstoles de la Palabra que habrían de continuar la misión de extender la Buena Nueva por el mundo. Esto implica que este trabajo está por encima de cualquier otro. Pablo, que comenzó siendo parte del grupo evangelizador de Bernabé, ahora integra su propio equipo: • Silas también llamado Silvano, con quien escribe varias de sus cartas (1Tes 1,1; 2Tes 1,1) compañero infatigable en sus viajes y sufrimientos (Hech 15,22; 15,32; 16,25; 17,14; 18,5). • Aquila y Priscila, matrimonio originario del Ponto, que consagró su vida a la proclamación de la Buena Nueva y hasta expuso su vida por él, guarda un lugar muy especial en el corazón del Apóstol hasta el final (Hech 18,2.18.26; Rom 16,3; 1Cor 16,19; 2Tim 4,19). • Aristarco, macedonio de Tesalónica, compañero de tribulaciones y prisión, junto con Jesús, llamado Justo, consuelo durante su cautiverio en Roma, son los únicos judíos que colaboraban con él en el Reino (Flm 24; Col 4,10-11).

• Demas, el cual se distrajo con los oropeles del mundo y abandonó la carrera (2Tim 4,10). Pablo está dando un salto de altura. Ha establecido la prioridad en su vida. Como ha percibido que no puede seguir corriendo solo, se dedica a formar el equipo de atletas que continúen su carrera. Su opción preferencial ya no será evangelizar, sino formar evangelizadores. Invierte su tiempo con sus más cercanos colaboradores, a quienes les va compartiendo los secretos y experiencias del fascinante mundo del apostolado. Les enseña y repite que el mejor de todos los evangelizadores no es superior a todo el equipo junto. La opción implica renuncias. Después de la predicción en Listra, nunca más lo encontramos dirigiéndose a muchedumbres. Sólo mediante esta inversión se puede sembrar a futuro, para que la semilla de la Palabra crezca y se difunda por todas partes (Hech 14,11-18). Su equipo de colaboradores estaba integrado por unos 72 elementos. Supo conjuntar personas con diversos dones y carismas, pero unidos por una misión. Su propio ministerio era factor de unión de este equipo. ¿Qué estrategia tenía el Apóstol para atraer a gente que fuera capaz de dejar su país, cultura y lengua para desafiar peligros, pobreza y prisiones? ¿Cuál fue el secreto de Pablo para que tanto jóvenes como adultos se pusieran la camiseta de evangelizador, y hasta arriesgaran la vida por él? La respuesta podría ir en la siguiente dirección: • El mismo les trasmitió el Evangelio y fue el instrumento para comunicarles la Nueva Vida en Cristo Jesús. Por esta razón ellos estaban en deuda con el Apóstol (Flm 19). • Los motivaba y testificaba, repitiéndoles las palabras del Señor Jesús: "Hay más alegría en dar que en recibir" (Hech 20,35). • Les confiaba misiones especiales. Tenía confianza en que el poder de la Palabra que actuaba en él, sería igualmente efectivo en otros y a través de ellos (Hech 20,32). • Oraba por los suyos de día y de noche (2Tim 1,3). • Les escribía cartas personales (1-2Tim, Tit y Flm).

C. Programa de formación: doce imágenes Su programa de formación estaba basado de manera principal en el campo práctico de la evangelización, pues a evangelizar sólo se aprende evangelizando. Su objetivo era ante todo formar la mente evangelizadora de sus colaboradores, cuyo corazón palpitara con celo por la evangelización, pasión por evangelizar y obsesión por el Evangelio. Definió el perfil de un apóstol con doce profesiones o funciones: • Un padre y madre, que por el Evangelio engendra hijos en Cristo Jesús (1Cor 4,15; Flp 2,22), con el sufrimiento de quien da a luz (Gal 4,19; 1Tes 2,11) y protege con cariño a sus hijos (1Tes 2,7). • Un pastor que cuida la integridad del rebaño y previene de los peligros futuros (Hech 20,28; 1Cor 9,7; Ef 4,11). • Un embajador que goza de todo poder y autoridad para representar y actuar en el nombre de Jesús (2Cor 5,20; Ef 6,20). • Un labrador que trabaja en tierra santa que pertenece a Dios (2Tim 2,6). • Un soldado que no se enreda en otros negocios porque sólo tiene un interés en la vida y es capaz de soportar toda fatiga (2Tim 2,3-4). • Un atleta que compite de acuerdo al reglamento establecido (2Tim 2,5). • Un siervo o ministro que está sujeto a la autoridad, con el fin de servir con humildad (1Cor 5,3; 9,19). • Un colaborador de Dios que trabaja en el mismo campo (1Cor 3,9). • Un testigo que ha tenido experiencia personal de la resurrección de Cristo Jesús (Gal 1,12), y por lo tanto no es eco de los reportes de sus corresponsales (Hech 13,31; 22,15; 26,16). • Un maestro (Ef 4,11; 1Tim 2,7; 2Tim 1,11), que lleva la luz de la verdad (Gal 2,5) y enseña con su propia vida (Flp 3,17).

• Un arquitecto que establece los cimientos del edificio de la fe y planifica la estructura (1Cor 3,10). • Un heraldo que proclama buenas noticias (1Tim 2,7; 2Tim 1,11). Subraya que si tienen la gloria de ser considerados cooperadores de Dios (2Cor 6,1) o ministros de la Nueva Alianza (2Cor 3,6), cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (Flp 4,3), no deben olvidar que son simples servidores de Cristo (1Cor 4,1) y de los hombres (1Cor 3,9), y que Dios es el único capaz de producir el crecimiento de la vida (1Cor 3,6). La meta de su programa no era capacitarlos pragmáticamente, como a quien se le enseña a operar una máquina en una fábrica, sino que ellos adquirieran mente evangelizadora y corazón apostólico. D. Método: Equipo de evangelizadores Pablo tenía un grupo con el que compartía todo. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos muestra al Apóstol viajando en equipo. Incluso en la cárcel estaban juntos (Hech 27,2; Col 4,10). Confiaba en sus colaboradores y los aconsejaba en cada paso, hasta que los encomendaba a Dios y a la Palabra de su gracia (Hech 20,32). 4. Carrera contra reloj: Formar formadores Pablo sabía que estaba en una carrera contra reloj en la que urgía aprovechar al máximo cada segundo. Pero sobre todo, consciente que se encontraba en la recta final, debía capitalizar al máximo su esfuerzo, acelerando el paso para ganar la competencia. A. Calidad sobre cantidad Así, para capitalizar sus fuerzas seleccionó un círculo más reducido de colaboradores: los que tendrían la responsabilidad de producir apóstoles y evangelizadores. Entre estos, sobresalieron: • Marcos (Col 4,10), que fue el primero en consignar la Buena Nueva del Reino, mostrando que Jesús es el Evangelio, y al mismo tiempo el más

grande evangelizador, que proclamó una Palabra sin igual, acompañada de prodigios y milagros. • Lucas, el médico querido (Col 4,14) y compañero inseparable, que elaboró el mejor manual del evangelizador que alguien pudiera concebir: el libro de los Hechos de los Apóstoles. También puso en orden los testimonios de Jesús en su Evangelio para dar solidez a las enseñanzas recibidas. En los momentos más difíciles, Lucas es su único compañero. Pablo reconoce la fidelidad de este cristiano: "Lucas es el único que está conmigo" (2Tim 4,11). • El autor de la Epístola a los Hebreos, que de alguna manera hereda la visión del Apóstol sobre Jesús, sumo y eterno sacerdote. B. Hizo escuela y comunidad apostólica Por escuela no se debe entender un local, sino el ambiente donde se vive como Cuerpo de Cristo, unidos por un solo Espíritu, poniendo al servicio de los demás los propios carismas y ministerios para la edificación del cuerpo de Cristo (Ef 4,10-13). Pablo hizo escuela porque dedicó a su gente clave más tiempo que a nadie. Pensaba en ellos día y noche (2Tim 1,3). Les escribía cartas personales (sin mediación de secretario) y les delegaba misiones especiales para que crecieran en la responsabilidad y la experiencia pastoral. En este grupo más íntimo se encontraban Timoteo, a quien llama "hijo amado" (1Cor 4,17) y Tito, a quien declara "verdadero hijo" (Tit 1,4), porque se había logrado formar una auténtica familia entre ellos. Ya no eran 'sus' discípulos, ni 'sus' colaboradores, sino colaboradores de Dios en el Evangelio (1Tes 3,2) y hermanos suyos (2Cor 1,1; 12,18). Pablo no se consideraba el superior que solamente enseñaba y dirigía. También él necesitaba ayuda y fortaleza de los demás: Tito, por ejemplo, lo confortó con su presencia en Macedonia, donde estaba lleno de pruebas, desasosiego y temores (2Cor 7,5-7). Justo, por su parte, fue un consuelo invaluable durante la primera cautividad romana (Col 4,11). En otras ocasiones difíciles, Pablo manda llamar a sus compañeros para que vengan a donde él está (Hech 17,15), así como también a veces se queja de la ausencia de otros (2Tim 4,10). En una comunidad todos necesitan de todos.

La comunidad de Pablo era apostólica y la labor apostólica se realizaba en comunidad. El mismo había pertenecido a la de Antioquía, por cuyas venas corría la pasión por anunciar la Palabra más allá de cualquier frontera (Rom 15,20). En la última etapa de su carrera lo esencial no era sólo evangelizar, sino evangelizar en comunidad: Llegué a Tróada para predicar el Evangelio de Cristo, y aun cuando se me había abierto una puerta en el Señor, mi espíritu no tuvo punto de reposo, pues no encontré a mi hermano Tito, y despidiéndome de ellos salí para Macedonia: 2Cor 2,12-13. Pablo oraba y ayunaba para que se le abrieran las puertas y poder anunciar el Nombre y las promesas de Jesús. En cuanto veía una posibilidad, la aprovechaba inmediatamente. Así, un día llega a Tróada donde no se le presenta una oportunidad ordinaria, sino una muy especial. Se trata de 'una puerta en el Señor'. Sin embargo, al no encontrar allí a Tito, pierde tanto la paz que abandona la ciudad para ir a buscar a este miembro del Cuerpo que le era tan necesario. Para Pablo lo más importante no era evangelizar sino evangelizar en comunidad. 5. Conclusión La carrera de Pablo no es un pasatiempo. Representa su vida y su ministerio. Incluso de esta carrera depende su eternidad. Tiene un objetivo bien preciso: ganar el premio a cualquier precio. Para ello planifica cuidadosamente una estrategia con varias etapas sucesivas. Comienza corriendo por todo el mundo, superando una larga cadena de obstáculos, hasta integrar un equipo de apóstoles. Sin embargo, su opción preferencial no se reduce a producir evangelizadores, sino formar formadores y para ello su escuela se transforma en una comunidad apostólica. Su plan pastoral es fruto de una visión, pero ésa a su vez se va ampliando y profundizando en la medida que ejercita su ministerio. Se trata de una retroalimentación entre visión-acción.

X

TESTAMENTO DE PABLO Al final de su vida, Pablo resume su historia como su ministerio y nos ofrece un álbum con tres fotografías. 1. Autorretrato de Pablo El momento de mi partida es inminente. Ya voy plegando las velas. He peleado la batalla y corrido la buena carrera, he conservado la fe. Estoy llegando a la meta: 2Tim 4,6. Pablo usa tres imágenes que dan diferentes matices de lo que vive en la cárcel mamertina: el marinero, el pugilista y el atleta. A. Pablo marinero Ya voy plegando las velas: 2Tim 4,6. Los marineros expertos han desarrollado un sexto sentido para presentir la cercanía de la tierra. Cuenta San Lucas que después de aquella terrible tormenta de catorce días a la deriva, sin saber dónde se encontraban, "los marineros presintieron que la tierra estaba ya cerca" (Hech 27,27) . Pablo navegó tantas veces, que ya sabía cuando se aproximaba el puerto. Entonces subía al puente del barco con la certeza de que de un momento a otro aparecería en el horizonte aquella tierra tanto tiempo esperada. Lo mismo le sucedió en el viaje de su vida. En Efeso había corrido grave peligro su vida. Tres veces había naufragado. Una vez sorprendido por un potente huracán llamado Euroaquilón. Fue apedreado y dejado medio muerto en Listra. una víbora venenosa lo mordió en Malta, pero nunca pensó que se trataba del desenlace final. En todas aquellas ocasiones el Señor lo protegió. Ahora es diferente. Los nubarrones de tormenta le hacen presentir que está llegando al fin del viaje y no podía volver la vista atrás. Pablo, en vez de resistirse o rebelarse contra el designio divino, acepta el plan de Dios y vivirá lo que muchas veces había predicado: Mi vida es Cristo y la muerte es una ganancia: Flp 1,21.

Como buque que ha desafiado tempestades y ha vencido tormentas, se aproxima a reposar en el puerto de resguardo. Pliega la vela artimón (Cf Hech 27,40), porque la simple inercia le hará tocar tierra firme. Ya no más velas extendidas, ni vientos, ni borrascas pues sopla el cálido sciroco que viene de Africa. Ya había navegado por el 'mare nostrum' y las vías imperiales le eran familiares. Capitales y pequeñas aldeas, caminos y sinagogas, los ríos y aun las cárceles habían sido sus púlpitos desde los cuales anunciaba la Buena Nueva de la salvación. Pero llegaba el tiempo de plegar sus velas... B. Pablo pugilista He peleado un buen combate: 2Tim 4,7. Pablo había descrito su vida como una pelea en la que se necesitaba la precisión del golpe para vencer (1Cor 9,26-27). Sin embargo, ya sonó la campana que pone fin al combate. La batalla ha sido permanente. Lleva en su carne las señales de la pasión de Cristo y sus espaldas están surcadas por las cicatrices de los azotes. A veces la lucha fue tan descomunal que fue derribado en tierra silenciado en calabozos, pero siempre se levantó para proclamar la victoria de Cristo Jesús sobre el pecado y la muerte. Ya no más austeros entrenamientos. La lucha ha sido difícil, pero todo lo que comienza acaba. Debe guardar las armas defensivas y ofensivas. Ya no más esfuerzos ni duros sacrificios. Los adversarios fueron muchos y los obstáculos frecuentes. Se acabaron los golpes bajos de los falsos hermanos que lo habían traicionado. Ya han desaparecido los enemigos que en cada sinagoga lo atacaban. Sólo espera la decisión del justo Juez. Ya no depende de sus fuerzas y capacidades, sino sólo de la misericordia de ese Dios rico en amor que lo amó, estando muerto a causa de la Ley y lo resucitó y le dio nueva vida en Cristo Jesús. El está seguro en quien ha depositado su confianza y sabe que ha salido más que vencedor, gracias a Aquel que lo encontró en el camino de Damasco. C. Pablo atleta

He llegado a la meta: 2Tim 4,7. La carrera llega a su término. Aquella aventura que comenzó en las afueras de Damasco toca su punto final. 'He gastado todas mis energías en un largo Maratón llevando la Buena Nueva donde nadie había llegado todavía. Superé la Carrera de Obstáculos. Ya entregué la estafeta a otros para que corra y se difunda el Mensaje de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad'. Sólo le queda cruzar la meta y recibir la corona incorruptible, no debido a sus propios méritos, pues ha entendido perfectamente que no se trata de correr sino de que Dios tenga misericordia (Rom 9,16). Ya escucha los primeros acordes de las fanfarrias que celebran su triunfo. Vislumbra el galardón, que en esta carrera no está reservado sólo para quienes lleguen en primer lugar sino para todos los que con amor hayan preparado la venida gloriosa del juez de vivos y muertos.

2. El secreto de Pablo: 2Tim 2,2 Pablo está llegando a la meta de su carrera. Ya terminó el tiempo del combate y pliega las velas, pues todo está consumado. Sin embargo, no quiere llevarse a la tumba el secreto de su éxito pastoral y le escribe una carta a su fiel discípulo Timoteo. Después de una vida tejida con éxitos y fracasos, avalada por pruebas y persecuciones, aun arriesgando la propia existencia, comparte la esencia de su visión apostólica en una pequeña frase: Tú, pues, hijo mío,... cuanto me has oído en presencia de muchos testigos, confíalo a hombres fieles, que sean capaces a su vez de enseñar a otros: 2Tim 2,2. Hay tres elementos implicados en este secreto: A. Seleccionar la materia prima: sólo hombres fieles Recomienda a su querido discípulo Timoteo: 'no te des indiscriminadamente a todos; busca y encuentra a aquellos que están constituidos con un material explosivo para que se expandan más allá de sus propios límites'.

Cuando Miguel Angel Buonarotti (1475-1564), preclaro artista del Renacimiento, se proponía esculpir una estatua, primero la concebía en su mente. Enseguida se encaminaba a las regiones de Carrara para hallar la piedra adecuada. A veces duraba días, e incluso semanas hasta que localizaba aquel mármol que pudiera ser transformado en una obra de arte. El genio de Florencia sabía que no bastaban el martillo y el cincel en sus manos, si no contaba con la materia prima adecuada. Pablo le recomienda encarecidamente a su discípulo que seleccione muy bien a quienes va a trasmitir el Mensaje. Deben ser "hombres fieles", es decir, de fe, que crean en el poder de la Palabra y la eficacia del Evangelio, que tengan a Jesús como su Señor y Salvador y hayan perseverado en las pruebas y se encaminen a la santidad. También implica que sean dignos de confianza y que a la vez confíen en Timoteo. B. Comunicar temas repetibles Pablo recomienda cuidadosamente: 'Timoteo, lo que yo te dije a ti, comunícalo a otros que lo retrasmitan más adelante'. Aquí no sólo encontramos el secreto de la reacción en cadena, sino que revela también el contenido del mensaje: enseñar lo que otros a su vez puedan comunicar. Hay mensajes tan densos y difíciles, que el mismo predicador no los puede compartir sin leerlos. Hay doctrinas tan difíciles de comprender, que es indispensable consignarlas por escrito en un catecismo. Por eso Pablo ofrece a su discípulo el concentrado de su experiencia: Timoteo, trasmite mensajes con tal sencillez y claridad, que otros puedan repetirlos inmediatamente sin necesidad de una larga preparación intelectual y doctrinal. C. Factor exponencial Pablo trasmitía lo que a su vez había recibido (1Cor 15,3). Eso mismo se lo comunica a Timoteo para que él lo confíe a quienes sean capaces de entregarlo a otros más. Se trata de una cascada de cinco generaciones: (1) los que formaron a Pablo, (2) Pablo mismo, (3) Timoteo, (4) los elegidos por Timoteo y (5) finalmente los enseñados por estos últimos. Cuando se comienza a jugar ajedrez, se tiene exclusiva atención en la jugada que se realiza, midiendo sólo las consecuencias inmediatas. Los

buenos jugadores pueden planear hasta tres o cuatro pasos antes, con las posibles variantes que crecen exponencialmente. Los verdaderos campeones son capaces de prever hasta siete jugadas. De igual forma, un líder con visión ve mucho más allá que los demás. Lo que distingue a un hombre inteligente de uno sabio, es que el primero sabe diagnosticar las situaciones del presente, mientras que el segundo penetra los secretos del futuro. Pablo pertenece a esta selecta raza de quienes poseen una visión integral de la realidad y se ubican en ella. La cifra más grande que se puede escribir con sólo tres dígitos depende cómo se presente; sumando, multiplicando o con una fórmula exponencial. Así 999 es tan inimaginable que se necesitan más de 3874 kilómetros para escribir el resultado. En el campo de la evangelización no basta sumar ni multiplicar: hay que trabajar con el factor exponencial. Pablo es uno de esos genios cuya visión no tiene límites temporales ni geográficos. Por eso, influye y forja la historia. Tiene mira telescópica y mente exponencial. Ha sabido sembrar en la conciencia de los suyos que así como un evangelizador no es aquel que sólo evangeliza, sino el que forma evangelizadores, un apóstol es aquel que forma formadores de apóstoles. El ya no recorría todos los areópagos ni entraba en cada villa y sinagoga para anunciar a Jesús. Su papel se limitaba a trasmitir la visión y a mantener la dirección y el ritmo. 3. El grito de Pablo entrenador Que corra la Palabra del Señor y siga adquiriendo gloria: 2Tes 3,1. Pablo, como buen estratega, poseía una fórmula que trasmitió a su equipo de apóstoles: ¡¡¡Que corra la Palabra de Dios!!! No corran tanto ustedes. Dejen correr la Palabra. Sería una locura portar la luz con antorchas cuando ésta se desplaza a 300,000 kilómetros por segundo, dando más de siete vueltas a la tierra. El evangelizador no necesita ir por todo el mundo, sino encender la luz de la Palabra que corre por sí misma. 4. Conclusión Hemos llegado a conocer el secreto de Pablo: apóstol no es el que corre, sino el que hace correr la Palabra. La estrategia para lograrlo es formar a otros, o mejor aún, formar formadores de apóstoles.

XI MAS ALLA DE LA META

En las carreras del estadio todos corren, pero uno solo recibe el premio. Corran de manera que lo consigan: 2Cor 9,24. Toda carrera termina cuando el triunfador cruza la meta y recibe la corona de la victoria. Por eso, al final de su vida, Pablo escribe: He llegado a la meta... y sólo me aguarda la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, el justo Juez. 2Tim 4,7-8. 1. La crisis de Pablo Debajo del Capitolio romano se encontraba la cárcel mamertina. Al inicio de la vía de los foros imperiales, había una prisión hundida en la tierra donde el prisionero que allí entraba sabía que sólo habría una y única salida: el día de su ejecución. Enfrente de los orgullosos arcos que conmemoraban las conquistas del invencible ejército del Augusto Soberano, se ubicaba la cárcel de suprema seguridad que albergaba los prisioneros de la peor calaña. Entre éstos se distinguía un hombre taciturno. Era Pablo de Tarso, conocido como uno de los dirigentes de la más peligrosa secta que hubiese conocido el mundo civilizado. Sentado, casi postrado sobre las húmedas piedras, parecía un atleta cansado después de haber superado una larga carrera de obstáculos. Su frente estaba surcada por las arrugas de la sabiduría y aparentaba más edad de la que en realidad tenía. Mientras pasaban las largas horas en la prisión y contemplaba sus gruesas cadenas, pensaba una y otra vez: "La Palabra de Dios no está encadenada" (2Tim 2,9). 'Dios quiere que todos los hombres se salven, y esto no puede depender de nada ni de nadie. Aunque yo me encuentre en cadenas por el Evangelio, la luz de la verdad tiene fuerza expansiva en sí misma'. A. Todos me han abandonado y desamparado

Aquel hombre que había fundado tantas comunidades, que escribió páginas sublimes sobre el Cuerpo de Cristo y que tenía un equipo de 72 colaboradores... ahora está solo. Dejado de unos, olvidado de otros y hasta traicionado por no pocos, escribe las dos frases más tristes de todos sus escritos: Todos me han abandonado: 2Tim 1,15. ¡Qué terrible soledad! La soledad no consiste en no tener a nadie, sino en la ausencia de los seres amados, y este vacío cala hasta lo más profundo del corazón. Pablo no se queja de los naufragios ni los azotes. No protesta por las cárceles ni las envidias. Sólo una cosa no puede soportar: la indiferencia de los suyos. Unos se avergonzaron de sus cadenas, mientras que otros no quisieron correr el riesgo de ser considerados cómplices de este reo merecedor de la pena capital. En mi primera defensa nadie me asistió, antes bien todos me desampararon: 2Tim 4,16. El desamparo no es lo mismo que el abandono. Se trata de quienes en otras ocasiones le brindaron su apoyo, pero que en esta situación crítica se lo han retirado. Es más doloroso. Se ha quedado completamente solo, percibiendo la profunda soledad que conduce a la individualidad de la persona. Este horno de purificación forja la historia de cada uno y templa la irrepetibilidad de la persona. El misterio de la individualidad fecunda mejor en el invernadero del dolor. B. Túnel con dos luces El gran Pablo que animó a los débiles y levantó a los caídos, se sumerge en la noche del desconsuelo. Sin embargo, él bien sabe que no se encuentra encerrado en una cueva, sino de tránsito por un túnel. La cueva no tiene salida. Entre más se avanza, más se hunde en las entrañas de la tierra y se aleja la única salida. El túnel es diferente. Se camina siempre en la esperanza de la luz. El hombre de fe sabe que aunque se compliquen los problemas, el laberinto tiene una salida. El túnel de Pablo tiene dos luces. La primera, aquel resplandor de Damasco. La otra, la esperanza que pronto verá cara a cara, disipada la penumbra de la fe, a quien dio la vida por él.

Cuando ya se presiente la cercanía de la muerte, todas las cosas toman su lugar. Permanece lo esencial y se diluye lo accidental. Las cosas transitorias se dejan de lado y se queda sólo con lo trascendental. Ya no importan las apariencias. Los valores supremos prevalecen sobre el vaivén de los vanos honores del mundo y los éxitos mundanos. Frente al horizonte de la eternidad el ser humano experimenta su pequeñez y limitación. 2. Tres encargos urgentes Cuando ya se consume en la cárcel porque ha gastado todas sus energías evangelizando, Pablo toma una pluma vieja y, en un pedazo de pergamino, escribe su última carta, que es como "su testamento espiritual", donde recapitula lo esencial de su larga carrera. El Pablo fuerte, autosuficiente, atleta incansable y gladiador de mil batallas, se confiesa débil y necesitado. Aquel corazón herido por tantas traiciones, que como mecanismo de defensa se había revestido de una coraza que lo hacía aparentar insensible, áspero y huraño, se desnuda delante de sí mismo y reconoce sus necesidades humanas. Encadenado en la prisión mamertina, abandonado por todos y desamparado por sus amigos, escribe una carta urgente a su discípulo Timoteo, rogándole e insistiéndole que adelante su viaje. Date prisa en venir antes del invierno: 2Tim 4,21. Te voy a pedir tres cosas: A. Mi abrigo Pablo no es un hombre insensible. Aquel rostro austero que había resistido lapidaciones y naufragios, se ha suavizado. Las arrugas no reflejan amargura. Son como las suaves dunas de arena del desierto de Siria, que muestran la sabiduría del anciano que ha logrado sintetizar el misterio de su existencia. No tiene vergüenza de mostrar sus carencias y necesidades, como la de un simple abrigo. Cuando vengas, tráeme el abrigo que dejé en Tróada, en casa de Carpo: 2Tim 4,12.

A pocas cosas llama suyas. Sin embargo, ahora se refiere a ese abrigo como su propiedad. Pablo está viejo y siente más el frío. Se acerca el crudo invierno, con la humedad que penetra hasta los huesos. Las frías losas de la prisión mamertina jamás son visitadas por el calor del sol. Sin embargo, tal vez más que un abrigo material, Pablo necesitaba el calor de la amistad de Aquila y Priscila, también tejedores de tiendas. Ese abrigo elaborado con tanto cuidado, era símbolo de su amistad, pero al mismo tiempo su tejido le recordaba su misión: trabajar por la unidad del cuerpo de Cristo, que se realiza por medio de junturas y ligamentos (Col 2,19). No pide un abrigo nuevo sino el suyo, compañero de tantos viajes y cobertor de tantos inviernos. No quiere otro, sino aquel que ha sido testigo de predicaciones y conversiones, milagros y prodigios. Se ha encariñado de ese viejo abrigo que le amortiguó tantas lapidaciones. Tiene que ser el que dejó en Tróada, en la casa de su amigo Carpo, cuando de improviso lo aprehendieron y no tuvo tiempo de recoger sus cosas más personales. Había estado acostumbrado a vivir en la escasez. Sufrió carencia de vestidos en muchas ocasiones, pero al final, tiene necesidad de un simple abrigo. B. Toma y trae contigo a Juan Marcos En el silencio y tedio de las horas de la cárcel, donde el tiempo parece detenido, Pablo recorre en su memoria cada uno de los episodios fundamentales de su vida. De manera especial sobresale la relación con su amigo Bernabé. Por su memoria se agolpan aquellas escenas del inicio del ministerio. Movidos por el Espíritu habían cruzado las fronteras del judaísmo para anunciar el Evangelio a los paganos. Juan Marcos los acompañaba entonces. Pero frente al reto de la cordillera del Tauro, con sus picos escarpados, las amenazas de ladrones y los peligros constantes, prefirió abandonarlos en Panfilia y regresar a Jerusalén con su madre María. Meses más tarde los dos amigos regresaron contando todas las maravillas realizadas, la conversión de las gentes, los milagros y cómo el Señor los había librado de todos los peligros. Marcos los escuchaba con vergüenza.

Después de algunos días Pablo tomó la iniciativa para el segundo viaje misionero y le dijo a Bernabé: Volvamos a ver cómo les va a los hermanos en todas aquellas ciudades en que anunciamos la Palabra del Señor: Hech 15,36. En los preparativos del viaje, "Bernabé quería llevar también con ellos a Juan, llamado Marcos" (Hech 15,38). Pero Pablo no podía olvidar que había abandonado la obra evangelizadora a mitad del camino. "Se produjo entonces una tirantez entre ellos..." pues Bernabé era del parecer que convenía dar una segunda oportunidad al joven Marcos. Pablo, en cambio, se oponía argumentando que ya la había tenido. Bernabé trataba, como siempre, de ser conciliador. El carácter de Pablo era intransigente: Marcos había puesto la mano en el arado y había vuelto la vista atrás; por tanto, no era digno de formar parte del equipo misionero, cuya principal característica era enfrentar las pruebas con entereza. El discípulo de Chipre, que un día había ido hasta Tarso a rescatar al que todos rechazaban, no estaba dispuesto a perder a Juan Marcos. Pablo por su parte subrayaba que Marcos era un inepto y lo probaba con el incidente de Panfilia. El viejo Bernabé insistía en que una falla no puede determinar la vida de una persona, pero Pablo defendía la postura de que el Evangelio exige seriedad y responsabilidad. Pablo fue tan drástico, que puso un ultimátum a Bernabé: 'Si quieres que Marcos evangelice, vete con él; pero no cuentes conmigo, yo buscaré un hombre valiente y decidido que no tema las dificultades ni se asuste ante los problemas'. El apóstol de los gentiles no aceptó a Marcos y lo rechazó delante de toda la comunidad. Ambos estaban seguros que representaban el espíritu evangélico, por lo que "acabaron por separarse el uno del otro" (Hech 15,39). Marcos, con la mirada baja y el corazón herido, se embarcó con Bernabé a la pequeña isla de Chipre. Por su parte Pablo eligió por compañero al valiente Silas y partió en dirección contraria. Marcos iba triste. Por su culpa se había roto aquella maravillosa amistad y poderosa mancuerna apostólica. Pablo, delante de toda la asamblea, lo había despreciado, juzgándolo indigno de portar la Palabra de Dios. Enfrente de todos, le había dicho en la cara que era incapaz de servir al Evangelio. Desde entonces arrastraría una negra sombra en su 'currículum

vitae': haber sido rechazado por Pablo. No por cualquiera, sino por el apóstol del discernimiento, que conocía todas las vías de la evangelización. Una herida es tanto más profunda cuanto más admiramos a quien nos ha lastimado. Marcos se sentía despreciado por el apóstol de los gentiles; por tanto, su herida no era fácil de cicatrizar. A pesar de que Pedro lo adoptó posteriormente como su secretario personal y escribió el primer recuento del "Evangelio de Jesu-Cristo" (Mc 1,1), y su obra era alabada en todas partes, no obstante de que gozaba de reconocimiento en muchas iglesias que no conocían a Pablo, arrastraba una vergüenza que nadie podía borrar: El apóstol de los gentiles lo expulsó de su equipo de trabajo. En las comunidades se le reconocía y valoraba. Sin embargo, siempre se le ponía un 'pero'. Por más que trataba de olvidarlo, le perseguía como fantasma aterrador la imagen de Pablo. Ningún otro podía servir de bálsamo para sanar esta llaga. Ni la sombra de Pedro que curaba a tantos enfermos (Hech 5,15) era capaz de sanar la herida de Marcos. El único que podía curar este recuerdo doloroso era el mismo que lo había causado... Pablo está a punto de entregar su vida como ofrenda de sacrificio y pronto terminará su carrera por este mundo. Entonces decide arreglar sus cuentas antes de llegar delante de Aquel que Perdonó todos los pecados y blasfemias contra el Mesías. Pablo tiene una cuenta pendiente con Marcos y quiere morir en paz con todos. No puede llegar a la presencia de Dios con una deuda personal. Entonces suplica a Timoteo: Toma a Marcos y tráelo contigo: 2Tim 4,11. Usa dos verbos juntos para subrayar la importancia de su pedido: "toma y trae"; que significa, primero 'tómalo, agárralo, no lo sueltes'; y luego, 'tráelo contigo'. No se trata sólo de traerlo, sino cautivarlo como los soldados lo agarraron a él por la noche para conducirlo a Antipátrida (Hech 23,31). 'Aprisiónalo' como preso estoy yo. No puedes venir si no lo traes contigo, porque para mí es cuestión de vida o muerte... necesito reconciliarme con él. Aquel experto tejedor de tiendas sabe que ha desgarrado un miembro del cuerpo de Cristo y debe remendar la fisura con el hilo de la

reconciliación. Quiere, sin explicaciones, mirarle a los ojos y estrecharlo en los brazos, pero sobre todo declararle: (Eres) muy útil para el ministerio: 2Tim 4,11. Pablo, que había afirmado dogmáticamente que Marcos jamás sería capaz de servir en la viña del Señor, ahora reconoce que Juan Marcos es tan valioso como insustituible. El formador de apóstoles, que había propagado por todas partes que Marcos era cobarde, ahora tiene que usar un superlativo para afirmar todo lo contrario: 'Marcos, tú eres muy útil para el Evangelio.... Reconozco que te juzgué y te etiqueté, pensando que no tenías remedio. Perdóname. Me equivoqué. Yo, Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, que escribí tantas cartas inspiradas por el Espíritu, hablé en la carne cuando te herí en lo más profundo... Estuve a punto de hacer naufragar uno de los ministerios más proféticos de la Iglesia. Hoy reconozco mi error y te pido perdón'. Se dice que la página más bella de Pablo, y tal vez de toda la literatura universal, es el capítulo 13 de la primera epístola a los corintios, donde afirma: El amor es comprensivo, el amor es servicial. El amor no tiene envidia, el amor no busca el mal. No se irrita. Todo lo excusa, todo lo cree. Todo lo espera, todo lo soporta. El amor no acaba nunca: 1Cor 13,4-8. Sin embargo el capítulo más hermoso de la vida de Pablo no lo escribió con tinta, sino con su propia vida, cuando prisionero, imposibilitado para buscar a su hermano, pide a Timoteo que traiga a Juan Marcos para reconciliarse con él y lavar la herida, para que no infecte al Cuerpo de Cristo. C. Especialmente los Pergaminos En especial, los Pergaminos: 2Tim 4,13. Entre todos los encargos existe uno que es solicitado de forma particular: los santos Pergaminos que contienen la Palabra de Dios. Desde la más temprana edad Pablo había aprendido las Santas Escrituras. En su juventud, a los pies del famoso Rabino Gamaliel, había descubierto los designios divinos encerrados en los Profetas. En su

apostolado siempre se apoyó en la Palabra de Dios. Sus cartas estaban preñadas de textos veterotestamentarios. La Epístola a los Romanos es un tejido de pasajes del Antiguo Testamento. Pablo tenía la Palabra de Dios en su memoria y en su corazón, pero eso no le bastaba. El que ha vivido permanentemente con la Santa Escritura entre sus manos, quería morir iluminado por esa lámpara. Se cree que Pablo sufría de la vista y hay serios fundamentos para suponerlo (Cf Gal 4,15). Quiero pensar que tal vez era debido a aquellas largas vigilias que pasó leyendo los Manuscritos. ¡Cuántas velas se consumieron frente a La Ley, Los Escritos y Los Profetas! Sus ojos ciertamente se desgastaron de tanto leer los santos Manuscritos. Pablo dice: 'Yo no puedo morir sin la Palabra de Dios en mis manos... y por favor, Timoteo, date prisa, porque me urge. No vayas a llegar después del invierno, porque esas palabras son una lámpara para mis pasos, luz y calor en la mazmorra de la cárcel. Lo único que da sentido a estas cadenas y esta soledad es descubrir el plan de Dios. .. Timoteo, necesito los Manuscritos que narran las maravillas de ese Dios, que del seno de las tinieblas hizo brillar la luz. Quiero repasar los relatos de la elección de Israel, que no fue por ser el más grande de los pueblos, sino por guardar el juramento hecho a sus amigos. Voy a posar mis ojos sobre la prueba de que no nos salvamos por nuestras obras, ya que Abraham fue justificado por la fe, antes de la circuncisión y 430 años antes de que se diera la Ley del Sinaí. En la imagen dramática de Ismael, nacido de la esclava; e Isaac, nacido de la Promesa, voy a reiterar que no son nuestros esfuerzos humanos los que llevan adelante el plan de salvación, sino la fidelidad de Dios a su Promesa. Llevado de la mano de los relatos de la Torah, entraré con mi pueblo en la historia de su larga cautividad en Egipto y su maravillosa liberación y cruzaré el Mar Rojo, que era imagen de nuestro bautismo. Guiado por la Palabra voy a recorrer por última vez el itinerario por el desierto con aquella Roca misteriosa, que seguía a los israelitas para darles de beber un agua viva. Me detendré especialmente en el Monte Sinaí en el que Dios se unió a su pueblo con la fórmula: 'Yo seré tu Dios, tú serás mi pueblo. No tendrás otro Dios fuera de mí, porque Yo, tu Dios, soy un Dios celoso y no hay otro'.

A la luz de Damasco ahora puedo entender mejor el pasaje de Moisés frente a la zarza ardiente que no se consume. Meditaré aquellos pasajes de mi homónimo, el rey Saúl, que un día perdió las burras de su padre y por pura gracia de Dios se encontró con el profeta Samuel, y así fue ungido como primer rey de Israel. Sin embargo, qué trágico fin el suyo: perece por su propia espada en los campos de Gelboé junto con su hijo Jonatán. Necesito repasar la historia de David, hijo de Jessé y pastor de Belén, sobre el que se ha posado el Espíritu del Señor y a quien se le prometió que un descendiente suyo se sentaría eternamente en el trono de Israel. El rey poeta que, acompañado de su arpa, cantaba: 'Dijo el Señor a mi Señor, siéntate a mi diestra. Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy'. Con su música cantaré desde el valle tenebroso de mi prisión: 'El Señor es mi pastor, nada me falta. Por prados de fresca hierba me hace reposar y a las aguas del descanso me conduce y conforta mi alma'. Sentiré un gran dolor en mi corazón al contemplar en Oseas el tiernísimo amor de Dios que es traicionado por su pueblo: 'Con cuerdas humanas lo atraía y era para ellos como quien alza un niño contra su mejilla'. Sin embargo el mismo profeta dibuja la infidelidad de su pueblo: 'cuanto más lo llamaba, más se alejaban de mí'. Lloraré con aquella página de Ezequiel donde se narra la prostitución de mi pueblo. Aprovechándose de los dones de su esposo, se fue con sus amantes, y puso su confianza en ellos, ídolos mudos que tienen ojos y no ven, oídos y no oyen, y rompieron así la Alianza con su marido fiel. Tú sabes, querido hijo mío, que desearía yo mismo ser anatema, separado eternamente de Cristo, con tal de que mis hermanos judíos aceptaran a Jesús como el Mesías libertador. Por eso quiero leer aquel pasaje donde Dios, a través del profeta de la interiorización promete una nueva alianza: 'Vienen días, oráculo de YHWH, en que yo pactaré con la casa de Israel y con la casa de Judá una nueva alianza: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré y Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo... y de sus pecados ya no me acordaré'. Timoteo, de muchas y variadas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por medio de los profetas, que vislumbraron la plenitud de los tiempos y delinearon el perfil del Mesías que habría de nacer en una no pequeña ciudad de Judá. Ellos escribieron que sería pastor y rey, como

David su padre. Quiero ver escritos en hebreo sus dos grandes títulos: "Immanu-El" (Dios con nosotros) y "YHWH sidquenu" (Dios es nuestra salvación). De manera particular voy a releer la promesa del Señor: 'Yo estaré contigo'. Obedeceré al profeta que dice: 'Lanza gritos de júbilo, hija de Sión; alégrate v exulta de todo corazón, hija de Jerusalén'. Entonces repetiré: 'Me gozaré en la fidelidad del Viñador de Israel'. Voy a leer, hasta que mis ojos se apaguen, al profeta Isaías que, personificando al Mesías, profesa: 'El Espíritu de Dios está sobre mí porque me ha ungido y me ha enviado a anunciar la Buena Nueva a los pobres, la liberación a los oprimidos, dar vista a los ciegos, la libertad a los presos y anunciar el año de la gracia del Señor'. Con Amós, pasando por Sofonías, meditaré en 'El día del Señor'; día grande y terrible para unos, como lo describe Nahúm, pero para todos será la gran oportunidad para instaurar la justicia y la verdad en este mundo. Ansío releer una vez más la profecía del pastor de Técoa, que ya se ha cumplido: 'Vienen días, oráculo de YHWH en que yo mandaré hambre a la tierra, mas no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la Palabra de YHWH'. Voy a gozar la página de Joel, donde Dios prometió la efusión del Espíritu sobre toda carne: 'Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, los ancianos tendrán sueños y los jóvenes verán visiones', sabiendo por experiencia propia que el amor de Dios ya ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado. Luego voy a repasar las exigencias de Dios a través del profeta Miquéas: 'Se te ha declarado, oh hombre, lo que es justo: practica la justicia, ama la misericordia y camina humildemente con tu Dios'. Y también aquel otro resumen que hace el profeta Isaías: 'justicia y alabanza'. Meditaré a Zacarías, el profeta reformador que promueve la reconstrucción del templo, cuando habla del Mesías que visita la ciudad de David montado en un burro. Timoteo, cuando me traigas los Manuscritos, no me voy a detener tanto en el espejo de las prescripciones culturales y los sacrificios sobre el kepporá-propiciatorio, porque ha llegado el tiempo del nuevo propiciatorio: Jesús resucitado que se ha convertido en nuestro ilasteryon. Penetrando en

aquella pascua con panes ázimos en Egipto, quiero descubrir que Cristo Jesús nuestra Pascua ha sido inmolado. Quiero releer de forma diferente el terrible texto del Deuteronomio que fue mi bandera en el judaísmo: 'Maldito todo el que está colgado de un madero', porque a la luz de los Cánticos del Siervo de YHWH he descubierto que 'eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que él soportaba. El soportó el castigo que nos trae la paz y por sus llagas hemos sido curados', clavando así en la cruz la nota de condenación que había contra nosotros. Quiero doblar mis rodillas ante ese Siervo Sufriente que se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz; cruz que es escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero que se ha transformado ya en fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Con mis compatriotas exiliados en Babilonia voy a repetir desde Roma: 'Que se pegue mi lengua al paladar si me olvido de ti, Jerusalén. Que se paralice mi mano derecha si no me acuerdo de ti, oh Sión'. No puedo perder la oportunidad de leer otra vez a Jonás, el profeta misionero, con quien tanto me identifico: Enviado a predicar a los gentiles pecadores, y gracias a su mensaje de conversión se salvaron los ninivitas, con su niños y ganados. Después de que tantas veces mi identidad apostólica fue puesta en entredicho, quiero repetir la respuesta de Amós al Sacerdote Amasías cuando le cuestionó su misión profética: 'Yo no era profeta ni hijo de profeta. Yo era un pastor. Pero el Señor me llamó de detrás del rebaño y me dijo: ve y profetiza a mi pueblo. Ruge el león, Amasías, ¿quién no va a temer? Habla el Señor, quién no va a profetizar?' Apoyado en la verdad de la Escritura, voy a reafirmar mi vocación profética: 'Te he llamado a ser luz de las gentes y llevar mi salvación hasta los confines de la tierra. Profeta de las naciones yo te he constituido'. Aquí, con mis pies encadenados por el Evangelio, quiero repetir: 'Qué alegres son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia las buenas nuevas'. Y al fin haré mías las palabras de Jeremías: 'Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir, y me venciste porque eras más fuerte que yo'.

Una vez más necesito que la fuerza de la Palabra que es viva y eficaz me repita: 'No temas, yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre, tú eres mío. Si pasas por las aguas, yo estoy contigo; si pasas por los ríos, no te anegarán; si pasas por el fuego, no te quemará; ni la llama prenderá en ti'. Necesito leer por última vez aquella inolvidable página de Habacuc, en quien un día, por revelación directa de Dios, sin mediación de hombre alguno, me fue revelado que 'El justo vivirá por la fe' y que por tanto el hombre no se salva por las obras de la Ley, sino por la fe mediante la gracia. Timoteo, te insisto, tráeme por favor mis Manuscritos, porque no puedo morir sin ellos, como tampoco pude vivir sin ellos, para que cuando mis ojos se cierren, estén iluminados por el resplandor de la lámpara de la Palabra de Dios. En estos momentos en que mi amado mete la mano por la cerradura de mi puerta, pues ya viene a mi encuentro, quiero tener delante de mis ojos el Cantar de los Cantares. Mi último texto que quiero leer pausadamente y sin prisa: el credo de Israel, recitado en la lengua de mis antepasados que es la misma lengua que escuché en las afueras de Damasco: 'Shemá, Israel, Adonay Elohenu, Adonay ehad. Bjabtá Adonay, Eloheha bjol lebajá, bjol nafshejá bjol meodeja: Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios, es Dios Uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas'. Entre las tres cosas que Pablo solicita, subraya "de manera especial" los Manuscritos. Quiere decir que es lo más importante. Timoteo, se puede olvidar de cualquier cosa, menos de los Manuscritos. Si algo tiene que perder o dejar, que sea lo demás, menos los Manuscritos... Es un superlativo, para dar a entender que se trata del mayor y más importante de los encargos. Prefiere pasar el ingrato frío sin su abrigo, pero no puede vivir sin la luz de la Palabra de los Profetas. Es tan urgente tener los Manuscritos en sus manos y la Palabra en su corazón, que Pablo le ruega a Timoteo venir antes del invierno. Ya no es momento de predicar esa Palabra de vida eterna. Ahora es tiempo otra vez de llenarse y alimentarse con el pan de la Palabra, Palabra que es viva y eficaz y que penetra hasta las profundidades del alma y del espíritu.

Cuando el ambiente se oscurece y todas las puertas se cierran, cuando se está en el peor de todos los calabozos, cuando no queda otra salida sino la muerte, sólo una luz ilumina y da sentido a lo más absurdo: la Palabra de Dios. Una experiencia en Francia En 1993 predicaba un retiro en el Centro Ecuménico de Gagniers, Francia. Como acostumbro hacerlo en todas mis exposiciones, me quité mi reloj de pulsera para tenerlo a la vista y estar midiendo el tiempo de mi tema y así no excederme. Al terminar y regresar a mi lugar, me di cuenta que no traía mi reloj y supuse haberlo dejado en el ambón. Lo fui a buscar pero no lo encontré. El animador preguntó si alguien lo había recogido. No hubo respuesta. Al día siguiente necesitaba mi reloj para el tema. El director, tan molesto como apenado, reclamó a todo mundo el haber sustraído un objeto ajeno, con el agravante que era propiedad del predicador extranjero. En un silencio sordo, con un malestar en el ambiente, subí al estrado para exponer mi siguiente conferencia. Tomé mi Biblia que tenía un forro con cierre, para protegerla del constante uso. Delante de toda la asamblea abrí el cierre y cayó sobre la mesa el famoso reloj extraviado. Como todo mundo se dio cuenta que había aparecido el reloj, no tuve sino que pedir perdón por el error involuntario y expliqué que yo mismo lo había dejado en la Biblia. Una joven que estaba sentada en la primera fila del auditorio me gritó desde su lugar: "Pépé, il faut chercher d'abord dans la Bible: Pepe, hay que buscar primero en la Biblia". Si yo hubiera abierto antes mi Biblia, se hubieran evitado todos los problemas. Eso me sirvió de oportunidad para decirle a la gente: Si se extravía algo en la vida, hay que buscar primero en la Biblia. Si se pierde la esperanza o la fe, la alegría y la paz, hay que buscar primero en la Biblia. Si se pierde la unión familiar o se es vilmente calumniado, hay que buscar primero en la Biblia. Siempre, siempre hay que buscar primero en la Biblia. La Biblia no nos narra el día en que Pablo divisó las siluetas de Marcos y Timoteo frente a la reja de la cárcel. Nada nos cuenta de lo que se dijeron o hicieron. Tal vez es una omisión intencional para que nosotros reconstruyamos la escena. 3. La corona incorruptible

Pablo, presintiendo que el momento definitivo ya está cerca y el desenlace es inminente, afirma: Estoy a punto de ser derramado en libación: 2Tim 4,6. Pablo se entrega como sacrificio voluntario. Al mismo, tiempo, como sacerdote y víctima, se ofrece a Dios. Su carrera de obstáculos, coronada por su martirio es una oblación sacrificial que Pablo une a Cristo mediante la fe. Su vida porta el sello de los sacrificios. Su sangre, como la de Jesús, lleva el suave aroma de los holocaustos que se ofrendan totalmente a Dios. Me aguarda la corona de justicia... que me dará el justo Juez: 2Tim 4,8. Al final de la carrera del estadio, el vencedor recibe como galardón una guirnalda de olivo. Pablo sabe que está cruzando la meta y ya se vislumbra en el pódium de los vencedores que son premiados, pero en este caso no con una corona que se marchita, sino con una corona incorruptible: Los atletas se privan de todo por una simple corona corruptible. Nosotros en cambio por una incorruptible: 1Cor 9,25. Mirando hacia el oriente, donde se encuentran las playas sin fronteras, ve venir al justo Juez, coronado de gloria y poder, que porta una corona en sus manos. Sabe que de un momento a otro va a compartir la herencia del Reino. Por la gracia de Dios ha podido llegar a la meta y que en Cristo Jesús es más que vencedor. De ahora en adelante participará del triunfo de Cristo Jesús que ha vencido a la muerte. Además este premio no es exclusivo para Pablo, sino que se adjudica también a todos los que hayan esperado con amor su Manifestación: 2Tim 4,8. Todos cuantos hayan preparado el retorno del gran Dios y salvador nuestro, Jesu-Cristo, obtienen el mismo galardón. 4. 'Tre fontane'

En un momento llega una cuadriga de soldados, con espada y escudo, yelmo y coraza, con cinturón de cuero y calzados los pies para la batalla. El primero presume los emblemas del imperio. Sacan al prisionero taciturno que lleva unos Rollos en sus manos y lo conducen hasta el otro lado del río Tíber. Cuenta la tradición que en una de las villas fuera de la ciudad, un verdugo desenvainó la filosa espada y atestó un solo golpe, certero y mortal, en el cuello del hombre cuya vida fue cambiada en las afueras de Damasco. Y añade la leyenda que, cuando la espada cortó la existencia del Apóstol de los gentiles, su cabeza rebotó tres veces por el suelo haciendo brotar tres fuentes de agua. De allí que hasta el día de hoy se conozca el lugar como 'Tre fontane', las tres fuentes. Tal vez la tradición haya superado la historia, pero lo cierto es que la vida como la muerte de Pablo han sido una corriente de agua que vivifica a quienes no sólo leen sus Epístolas, sino que leen su vida a la sombra de la cruz de Cristo Jesús que fue la gran obsesión de Pablo. 5. Conclusión Treinta años atrás, en las afueras de Jerusalén, Saulo de Tarso había declarado la guerra a Jesús de Nazareth, a quien consideraba un maldito por haber sido crucificado. Inició así una frenética carrera para alcanzarlo, pero de manera sorpresiva, fue él alcanzado y tirado del caballo de un solo golpe, en las afueras de Damasco. Como todo vencido, tenía que pagar el precio de los perdedores: entregar su vida en las manos de quien lo había derrotado. A partir de entonces, consagró su existencia a una nueva carrera: dar a conocer la salvación gratuita de Dios en el Nombre que está sobre todo nombre. Lo hizo, no de mala gana ni forzado, sino motivado por el inmenso amor de quien primero había dado su vida por él y había muerto en lugar suyo en el madero. En las afueras de Roma, el antiguo perseguidor de Cristo ofrece el holocausto total, derramando su sangre por quien lo sedujo repentinamente aquel medio día. Ahora se volverán a encontrar, cara a cara, disipada la penumbra de la fe, y juntos reinarán por toda la eternidad. Como epitafio sólo podemos repetir una frase del mismo Pablo:

La muerte es para mí una ganancia: Flp 1,21. XII 365 SLOGANS DE PABLO

Un slogan es una sentencia corta y fácil de memorizar que encierra un mensaje completo. También puede expresar un criterio o un programa de vida. Pablo, como Jesús, ha usado este método pedagógico para trasmitir un mensaje imperecedero. Entre más elementos como los siguientes reúna un slogan, será más efectivo: 1. Corto: No se trata de un discurso largo. Como cuando se esculpe una piedra para extraer una estatua, se deben eliminar todos los elementos secundarios para que pueda sobresalir el mensaje central. - El justo vivirá por la fe. - Ay de mí si no evangelizara. No se puede decir más, con menos palabras. Cualquier intento de clarificación de este mensaje no haría sino empañar su transparencia. Se ha dicho lo que se tenía y quería decir. 2. Idea completa: Presenta un concepto integral que no deja lugar a dudas: Es tan claro que no necesita ni explicación ni interpretación. - La raíz de todos los males es el afán del dinero. - La Palabra de Dios no está encadenada. - Que nadie te menosprecie. 3. Musical: Como los proverbios o refranes, la musicalidad de los acentos y la rima de las palabras, favorecen la expresión y la memorización. - El que está en Cristo, nueva criatura es.

- Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. La frase: 'Mayor felicidad hay en dar que en recibir', se puede musicalizar: 'Hay más alegría en dar que en recibir'. 4. Memorizable: El slogan es para memorizar y luego para repetir, sea durante la homilía, la evangelización y el acompañamiento espiritual. - Todo lo puedo en Aquel que me conforta. 5. Dinámico: Expresa una progresión: - Todas las cosas son vuestras, vosotros de Cristo y Cristo es de Dios. Lleva a la acción o presenta programa de vida: - Vivan como hijos de la luz: - Examínenlo todo y quédense con lo bueno. 6. Contrastes o juegos de palabras: Muchos slogans contrastan elementos opuestos (luz-tinieblas, bien-mal, vida-muerte, fe-obras, etc): - La letra mata, pero el Espíritu da vida. También se juega con las palabras: - Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. - Todo es lícito, pero no todo es conveniente.

A continuación presentamos 365 slogans de Pablo. Uno para cada día del año. Si se memorizan, se tendrá un bagaje invaluable para la oración, la evangelización y el acompañamiento pastoral. Para no ser subjetivos en la selección, hemos consultado las citas de Pablo que se hacen en los principales documentos de la Iglesia. ROMANOS Pablo, siervo de Jesu-Cristo, apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de Dios: 1,1. Me debo a los griegos y a los bárbaros, a los sabios y a los ignorantes: 1,14. El Evangelio es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: 1,16. El justo vivirá por la fe: 1,17. La bondad de Dios te impulsa a la conversión: 2,4. Tanto judíos como griegos, todos están bajo el pecado: 3,9. No hay quien sea justo, ni uno solo: 3,10. Nadie será justificado ante Dios por las obras de la Ley: 3,20. Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios: 3,23. Dios exhibió (a Jesús) como instrumento de propiciación por su propia sangre: 3,25. El hombre es justificado por la fe y no por las obras: 3,28. (Jesús) fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación: 4,25. Habiendo recibido nuestra justificación por la fe, estamos en paz con Dios: 5,1. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado: 5,5. Si por el delito de uno solo reinó la muerte, con cuanta más razón por uno solo reinará la vida: 5,17. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia: 5,20. Si hemos muerto con Cristo, viviremos con él: 6,8. Considérense muertos al pecado pero vivos para Dios en Cristo Jesús: 6,11.

El salario del pecado es la muerte: 6,23. El don gratuito de Dios es vida eterna en Cristo Jesús: 6,23. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero: 7,19. Pobre de mí, ¿quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?: 7,24. Ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús: 8,1. La Ley del Espíritu te liberó de la Ley del pecado y de la muerte: 8,2. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece: 8,9. No somos deudores de la carne para vivir según la carne: 8,12. Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios: 8,14. Hemos recibido un espíritu de hijos que nos hace exclamar: "¡Abbá, Papá!": 8,15. No han recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor: 8,15. Si somos hijos, somos también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo: 8,17. Los sufrimientos del tiempo presente son incomparables con la gloria que se ha de manifestar: 8,18. Nuestra salvación es objeto de esperanza: 8,24. Una esperanza que se ve, no es esperanza: 8,24. No sabemos orar como conviene, pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables: 8,26. Todo concurre para bien de los que aman a Dios: 8,28. Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?: 8,31. ¿Quién nos separará del amor de Cristo?: 8,35. En todo salimos más que vencedores, gracias a Aquél que nos amó: 8,37. Nada podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús: 8,39. No son hijos de Dios los hijos según la carne, sino los hijos de la promesa: 9,8. Seré misericordioso con quien lo sea; me apiadaré de quien me apiade: 9,15. No se trata de querer o correr, sino de que Dios tenga misericordia: 9,16. (Dios) usa de misericordia con quien quiere: 9,18. ¿Quién eres tú para pedirle cuentas a Dios? 9,20. El que crea en él, no será confundido: 9,33. Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor, y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo: 10,9.

Con el corazón se cree para conseguir la justicia: 10,10. Con la boca se confiesa para conseguir la salvación: 10,10. Todo el que invoque el nombre del Señor, se salvará: 10,13. La fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo: 10,17. Si (la salvación) es por gracia, ya no lo es por las obras: 11,6. El endurecimiento parcial de Israel durará hasta que entre la totalidad de los gentiles: 11,25. Los dones y la vocación de Dios son irrevocables: 11,29. Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía, para usar con todos ellos de misericordia: 11,32. ¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos!: 11,33. De él, por él y para él, son todas las cosas: 11,35. Ofrezcan sus cuerpos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: 12,1. Transfórmense mediante la renovación de su mente: 12,2. Vence al mal con el bien: 12,21. Con nadie tengan otra deuda que la del mutuo amor: 13,8. La caridad es la Ley en su plenitud: 13,10. La salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe: 13,11. Revístanse del Señor Jesu-Cristo: 13,14. Aténgase cada cual a su propia conciencia: 14,5. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos: 14,8. Ya vivamos, ya muramos, del Señor somos: 14,8. El Reino de Dios es justicia, gozo y paz en el Espíritu Santo: 14,17. Todo lo que no procede de la fe, es pecado: 14,23. 1 CORINTIOS No me envió Cristo a bautizar sino a predicar el Evangelio: 1,17. Dios quiso salvar a los creyentes mediante la necedad de la predicación: 1,21. La cruz (es) escándalo para los judíos y locura para los gentiles: 1,23. Cristo crucificado, es fuerza de Dios y sabiduría de Dios: 1,23-24. La necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres: 1,25. La debilidad divina es más fuerte que la fuerza de los hombres: 1,25. El que se gloríe, gloríese en el Señor: 1,31.

No quiero saber otra cosa que a Jesu-Cristo, y a Jesu-Cristo crucificado: 2,2. Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó lo que Dios preparó para los que le aman: 2,9. Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios: 2,11. El hombre natural no capta las cosas del Espíritu de Dios: 2,14. El hombre espiritual lo juzga todo: 2,15. Son santuario de Dios y el Espíritu de Dios habita en ustedes: 3,16. Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios lo destruirá a él: 3,17. La sabiduría del mundo es necedad a los ojos de Dios: 3,19. Todas la cosas son vuestras; vosotros de Cristo y Cristo de Dios: 3,2223. Lo que se le exige a un administrador es que sea fiel: 4,2. ¿Qué tienes que no lo hayas recibido, y si lo has recibido de qué te glorías? 4,7. El Reino de Dios no está en la palabrería, sino en el poder: 4,20. Purifíquense de la vieja levadura para ser masa nueva: 5,7. Cristo nuestra pascua ha sido inmolado: 5,7. Huid de la fornicación: 6,18. ¡Han sido bien comprados!: 6,20. La apariencia de este mundo pasa: 7, 31. Cada uno tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera y otros de otra: 7,7. La ciencia hincha, pero el amor edifica: 8,1. Los que predican el Evangelio, vivan del Evangelio: 9,14. ¡Ay de mí si no evangelizara!: 9,16. Me he hecho todo para todos, para salvarlos a todos: 9,22. Fiel es Dios, que no permitirá que sean tentados sobre sus fuerzas: 10,13. No pueden beber el cáliz de Dios y el cáliz de los demonios: 10,21. Todo es lícito, mas no todo edifica: 10,23. Todo es lícito, mas no todo es conveniente: 10,23. Ya sea que comáis, ya sea que bebáis, hacedlo todo para la gloria de Dios: 10,31. Sed mis imitadores, como yo lo soy de Cristo: 11,1. La cabeza de todo hombre es Cristo. La cabeza de la mujer es el hombre. La cabeza de Cristo es Dios: 11,3. Cada vez que comemos este pan y bebemos este cáliz anunciamos la muerte del Señor hasta que venga: 11,26.

El que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación: 11,29. Nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!" sin el Espíritu de Dios: 12,3. Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo: 12,4. En un mismo Espíritu hemos sido bautizados para formar un solo cuerpo: 12,13. Ustedes son el cuerpo de Cristo: 12,27. Aspiren a los dones superiores: 12,31. Si no tengo amor, nada soy: 13,2. El amor es paciente, es servicial: 13,4. El amor no es envidioso, no es jactancioso ni se engríe: 13,4. El amor se alegra con la verdad: 13,6. El amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta: 13,7. El amor no toma en cuenta el mal: 13,5. El amor no acaba nunca: 13,8. Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, pero la mayor de todas es la caridad: 13,13. Sean niños en malicia, pero hombres maduros en el juicio: 14,20. Que todo sea para edificación: 14,26. Los espíritus de los profetas están sometidos a los profetas: 14,32. Dios no es un Dios de confusión, sino de paz: 14,33. Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado y fue resucitado según las Escrituras: 15,3. Por la gracia de Dios soy lo que soy: 15,10. La gracia de Dios no ha sido estéril en mí: 15,10. Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación y vana nuestra fe: 15,14. Que Dios sea todo en todo: 15,28. Así como hemos revestido la imagen del hombre terreno, así revestiremos también la imagen del (hombre) celeste: 15,49. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?: 15,55. El aguijón de la muerte es el pecado: 15, 56. La fuerza del pecado es la Ley: 15,56. Dios nos da la victoria por nuestro Señor Jesu-Cristo: 15,57. Nuestro trabajo en el Señor no es en vano: 15,58. Manténganse firmes en la fe: 16,13. Hagan todo por amor: 16,14. El que no ame al Señor, ¡sea anatema! 16,22.

Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos: 15,32. 2 CORINTIOS No pongamos la confianza en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos: 1,9. Todas las promesas hechas por Dios tienen su sí en Cristo Jesús: 1,20. Dios nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu: 1,22. Ustedes son una carta de Cristo redactada por nuestro ministerio: 3,3. La letra mata, pero el Espíritu da vida: 3,6. Donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad: 3,17. Llevamos este tesoro en vasos de barro: 4,7. Creí, por eso hablé: 4,13. Quien resucitó al Señor Jesús, nos resucitará con Jesús: 4,14. La leve tribulación de un momento nos produce un pesado caudal de gloria eterna: 4,17. Dios nos ha dado en arras el Espíritu: 5,5. El amor de Cristo nos apremia: 5,14. Vivan para Aquel que murió y resucitó (por ustedes): 5,15 El que está en Cristo es nueva criatura: 5,17. Las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas: 5,18. Somos embajadores de Cristo: 5,20. A quien no conoció pecado, (Dios) lo hizo pecado por nosotros: 5,21. (Vivimos) como quienes nada tienen, aunque todo lo poseemos: 6,10. Somos santuarios de Dios vivo: 6,16. La tristeza según Dios produce firme arrepentimiento para la salvación: 7,10. La (tristeza) del mundo produce muerte: 7,10. Me alegro de poder confiar totalmente en ustedes: 7,16. Jesu-Cristo, siendo rico se hizo pobre, a fin de enriquecernos con su pobreza: 8,9. El que mucho recogió, no tuvo más; y el que poco recogió no tuvo de menos: 8,15. El que siembra con mezquindad, cosechará mezquindad: 9,6. El que siembra en abundancia, cosechará en abundancia: 9,6. Dios ama al que da con alegría: 9,7. Poderoso es Dios para colmarlos de toda gracia: 9,8. Aunque vivimos en la carne, no combatimos según la carne: 10,3. Celoso estoy de ustedes con celo de Dios: 11,2.

Satanás se disfraza de ángel de luz: 11,14. Si hay que gloriarse, en mi flaqueza me gloriaré: 11,30. Mi gracia te basta: 12,9. Cuando soy más débil es cuando soy más fuerte: 12,10. Me gastaré y me desgastaré totalmente por vuestras almas: 12,15. Nada podemos contra la verdad, sino sólo a favor de la verdad: 13,8. La gracia del Señor Jesu-Cristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes: 13,13. GALATAS Aunque un ángel del cielo les anunciara un Evangelio distinto al que les hemos anunciado, ¡sea anatema!: 1,8. Si tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo: 1,10. Anunciar a Jesu-Cristo: 1,16. El que antes nos perseguía, ahora anuncia la Buena Nueva de la fe: 1,23. Si tú siendo judío vives como gentil, ¿cómo obligas a los gentiles a judaizar? 2,14. El hombre no se justifica por las obras, sino por la fe en Cristo Jesús: 2,16. Por las obras de la Ley nadie será justificado: 2,16d. Con Cristo estoy crucificado: 2,19. Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí: 2,20. Si por la Ley se obtuviera la justificación, entonces Cristo hubiera muerto en vano: 2,21. Todos los que viven en las obras de la Ley incurren en maldición: 3,10. La Ley no justifica a nadie, pues el justo vivirá por la fe: 3,11. La Ley no procede de la fe: 3,12. Cristo nos rescató de la maldición de la Ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros: 3,13. Por la fe recibimos el Espíritu de la Promesa: 3,14. La Escritura encerró todo bajo el pecado, a fin de que la Promesa fuera otorgada a los creyentes mediante la fe en Jesu-Cristo: 3,22. Todos somos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús: 3,26. Todos los bautizados en Cristo hemos sido revestidos de Cristo: 3,27. Todos son uno en Cristo: 3,28. Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley: 4,4.

La prueba de que son hijos, es que Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá!: 4,6. Ahora que han conocido a Dios, o mejor, que El los ha conocido: 4,9. Háganse como yo, pues yo me hice como ustedes: 4,12. Hijos míos por los que sufro dolores de parto hasta ver a Cristo formado en ustedes: 4,19. Ustedes son hijos de la Promesa: 4,28. No somos hijos de la esclava, sino de la libre: 4,31. Para ser libres los libertó Cristo: 5,1. Todos los que buscan la justicia en la Ley, han roto con Cristo: 5,4. La fe actúa por la caridad 5,6. ¡Ojalá se mutilaran los que los perturban!: 5,12. Han sido llamados a la libertad: 5,13. No tomen la libertad como pretexto para la carne: 5,13. Sírvanse por amor los unos a los otros: 5,13. Toda la Ley alcanza su plenitud en este solo precepto: amarás a tu prójimo como a ti mismo: 5,14. Si viven según el Espíritu, no den satisfacción a las apetencias de la carne: 5,16. La carne tiene apetencias contrarias al Espíritu, y el Espíritu contrarias a la carne: 5,17. Si son conducidos por el Espíritu, no están bajo la Ley: 5,18. El fruto del Espíritu es amor: 5,22. Quienes son de Cristo, han crucificado la carne con sus pasiones: 5,24. Si vivimos según el Espíritu, obremos según el Espíritu: 5,25. Si alguno se imagina ser algo, se engaña a sí mismo: 6,3. El discípulo haga partícipe en toda suerte de bienes al que le instruye en la Palabra: 6,6. No se engañen, de Dios nadie se burla: 6,7. Lo que uno siembre, eso cosechará: 6,7. El que siembra en su carne, de la carne cosechará corrupción: 6,8. El que siembra en el Espíritu, cosechará vida eterna: 6,8. Hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe: 6,10. Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor JesuCristo: 6,14. Por la cruz, el mundo es un crucificado para mí, y yo un crucificado para el mundo: 6,14. Que nadie me moleste, pues llevo las señales de Cristo 6,17.

EFESIOS Dios nos ha elegido en Cristo para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor: 1,4. Que todo tenga a Cristo por Cabeza: 1,10. Hemos sido sellados con el Espíritu Santo de la Promesa: 1,13. Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando (nosotros) muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo: 2,4-5. Por gracia hemos sido salvados: 2,5. Con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús: 2,6. Han sido salvados por la gracia mediante la fe: 2,8. Los que en otro tiempo estaban lejos, han llegado a estar cerca por la sangre de Cristo: 2,13. El es nuestra paz: 2,14. Paz a ustedes que estaban lejos y paz a los que estaban cerca: 2,17. En (Jesús) tenemos acceso al Padre en un mismo Espíritu: 2,18. (Ustedes están) edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas: 2,20. El amor de Cristo excede a todo conocimiento: 3,19. (Dios) tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podamos pedir o pensar: 3,20. (Vivan) de una manera digna de la vocación a la que han sido llamados: 4,1. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos: 4,5-6. El mismo dio a unos ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros: 4,11. Crezcamos en todo hasta Aquel que es la Cabeza, Cristo: 4,15. (Revestíos) del Hombre Nuevo, creado según Dios: 4,24. No se ponga el sol mientras estén airados: 4,26. No entristezcan el Espíritu Santo de Dios: 4,30. Vivan como hijos de la luz: 5,8. Examinen lo que agrada al Señor: 5,10. No se embriaguen con vino: 5,18. Llénense del Espíritu: 5,18. Las mujeres (amen) a sus maridos como al Señor: 5,22. Maridos, amen a sus mujeres como Cristo amó a su Iglesia: 5,25. Que cada uno ame a su mujer como a sí mismo: 5,33. Fortalézcanse en el Señor y en la fuerza de su poder: 6,10.

Revístanse de las armas de Dios: 6,11. Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados y Potestades: 6,12. FILIPENSES Para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia: 1,21. Lleven una vida digna del Evangelio de Cristo: 1,27. Manténganse firmes en un mismo espíritu y luchen acordes por la fe del Evangelio: 1,27. Sean todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos: 2,2. Tengan los mismos sentimientos que tuvo Cristo: 2,5. (Jesús) se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz: 2,8. Al Nombre de Jesús se doble toda rodilla: 2,10. Toda lengua confiese que Jesús es Señor para la gloria del Padre: 2,11. Dios es quien obra el querer y el obrar, como bien le parece: 2,13. Háganlo todo sin murmuraciones ni discusiones: 2,14. Todos buscan sus propios intereses y no los de Cristo Jesús: 2,21. Los verdaderos circuncidados son los que dan culto según el Espíritu de Dios: 3,3. Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo: 3,7. Todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de mi Señor JesuCristo: 3,8. Continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús: 3,12. Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito, estén alegres: 4,4. La paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús: 4,7. Tengan en cuenta todo lo verdadero, noble, justo, puro y amable: 4,8. Todo lo puedo en Aquél que me conforta: 4,13. Mi Dios proveerá a todas sus necesidades con magnificencia: 4,19. COLOSENSES Me alegro por los padecimientos que soporto por ustedes: 1,24. Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo: 1,24. Cristo es la esperanza de la gloria: 1,27.

En el misterio de Dios están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y la ciencia: 2,3. En él (Jesús) reside toda la plenitud de la divinidad: 2,9. Sepultados con él en el bautismo, con él también han resucitado: 2,12. (Nos) vivificó juntamente con él y nos perdonó todos nuestros delitos: 2,13. Canceló la nota de cargo que había contra nosotros clavándola en la cruz: 2,14. La realidad es el cuerpo de Cristo: 2,17. Si han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo: 3,1. Aspiren a las cosas de arriba, no a las de la tierra: 3,2. Despójense del hombre viejo: Revístanse del hombre nuevo: 3,9. Por encima de todo, revístanse de amor, vínculo de toda perfección: 3,14. Que la paz de Cristo presida sus corazones: 3,15. Que la Palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza: 3,16. Todo lo que hagan, háganlo en el nombre del Señor: 3,17. 1 TESALONICENSES Les prediqué el Evangelio no sólo con palabras, sino con poder, y con Espíritu Santo con plena persuasión: 1,5. Ustedes son nuestra gloria y nuestro gozo: 2,20. Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación: 4,2. No nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad: 4,7. Dios no nos ha destinado para la cólera, sino para la salvación: 5,9. Oren constantemente: 5,17. No extingan el Espíritu: 5,19. Examínenlo todo y quédense con lo bueno: 5,21. Fiel es el que los llama, y es él quien lo hará: 5,24. No buscamos agradar a los hombres, sino a Dios que examina los corazones: 2,4.

TESALONICENSES Dios los ha escogido para la salvación: 2,13. Han sido llamados para conseguir la gloria de Dios: 2,14. Que se difunda (corra) la Palabra del Señor: 3,1.

La fe no es de todos: 3,2. El Señor es fiel: 3,3. El Señor los afianzará y los librará del Maligno: 3,3. En el amor de Dios y la tenacidad de Cristo: 3,5. Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma: 3,10. No se cansen de hacer el bien: 3,13. TIMOTEO El es nuestra esperanza: 1,1. La gracia de Nuestro Señor Jesu-Cristo sobreabundó en mí: 1,14. Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; el primero soy yo: 1,15. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad: 2,4. Hay un solo Dios, y un solo mediador, Jesu-Cristo: 2,5. Si luchamos y nos fatigamos es porque tenemos puesta la esperanza en Dios vivo: 4,10. Que nadie menosprecie tu juventud: 4,12. No descuides el carisma que hay en ti: 4,14. El obrero tiene derecho a su salario: 5,18. Nada hemos traído al mundo y nada podremos llevarnos de él: 6,7. La raíz de todos los males es el afán del dinero: 6,10. Combate el buen combate de la fe: 6,12.

2 TIMOTEO Reaviva la gracia de Dios que está en ti: 1,6. No nos dio el Señor un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y templanza: 1,7. Yo sé bien en quien tengo puesta mi confianza: 1,12. Tú, hijo mío, cuanto me has oído, confíalo a hombres fieles capaces a su vez de enseñar a otros: 2,2. Acuérdate de Jesu-Cristo resucitado de entre los muertos: 2,8. La Palabra de Dios no está encadenada: 2,9. Si somos infieles, él permanece fiel: 2,13. Apártense del pecado todos los que pronuncian el Nombre del Señor: 2,19. El Señor conoce a los que son suyos: 2,19.

Soporta las fatigas como buen soldado de Cristo: 2,3. Todos los que quieran vivir en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones: 3,12. Los seductores serán seductores y seducidos: 3,13. Las Sagradas Escrituras pueden darte la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús: 3,15. La Sagrada Escritura está inspirada por Dios: 3,16. La Sagrada Escritura es útil para enseñar, argüir y corregir: 3,16. Proclama la Palabra a tiempo y a destiempo: 4,2. El Señor me librará de toda obra mala: 4,18. Todos me han abandonado: 4,16. A El la gloria por los siglos de los siglos: Amén: 4,18. TITO Dios no miente: 1,2. Para los limpios todo es limpio; mas para los contaminados e incrédulos nada hay limpio: 1,15. Hay quien profesa conocer al Señor, pero con sus obras le niega: 1,16. Enseña lo que es conforme a la sana doctrina: 2,1. Se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres: 2,11. El gran Dios y Salvador nuestro, Jesu-Cristo: 2,13. Que nadie te desprecie: 2,15. HECHOS DE LOS APOSTOLES La total justificación se obtiene por la fe en Jesús: 13,39. Es necesario que pasemos muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios: 14,22. Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa: 16,31. Yo les anuncio a Jesús: 17,3. En él vivimos, nos movemos y existimos: 17,28. ¿Recibieron el Espíritu Santo cuando abrazaron la fe?: 19,2. Conviértanse a Dios y crean en el Señor Jesús: 20,21. Dar testimonio del Evangelio de la gracia del Señor: 20,24. No me acobardé de anunciarles todo el designio de Dios: 20,27. Tengan cuidado de la grey en medio de la cual el Señor los puso como vigilantes: 20,28. La Palabra de Dios tiene poder para construir el edificio: 20,32.

Mayor felicidad hay en dar que en recibir: 20,35. Estoy dispuesto a morir por el nombre del Señor Jesús: 21,13. ¿Qué debo hacer, Señor? 22,10. Por la esperanza de Israel, llevo yo estas cadenas: 28,20. La salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles: 28,28.

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