Pedro Salinas

  • October 2019
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Pedro Salinas

El madrileño Pedro Salinas (1892-1951) concibió la poesía como un modo de acceso a las honduras de la realidad, a la esencia de las cosas y experiencias vitales. Autenticidad, belleza e ingenio son, en ese orden, los tres valores que más apreciaba en la poesía. ESTOS DULCES VOCABLOS CON QUE ME ESTÁS HABLANDO… Estos dulces vocablos con que me estás hablando no los entiendo, paisaje, no son los míos. Te diriges a mí con arboledas suavísimas, con una ría mansa y clara y con trinos de ave. Y yo aprendí otra cosa: la encina dura y seca en una tierra pobre, sin agua, y a lo lejos, como dechado, el águila, y como negra realidad, el negro cuervo. Pero es tan dulce el son de ese tu no aprendido lenguaje, que presiente el alma en él la escala por donde bajarán los secretos divinos. Y ansioso y torpe, a tu vera me quedo esperando que tú me enseñes el lenguaje que no es mío, con unas incógnitas palabras sin sentido. Y que me lleves a la claridad de lo incognoscible, paisaje dulce, por vocablos desconocidos. Presagios, 1923. CUARTILLA

Invierno, mundo en blanco. Mármoles, nieves, plumas, blancos llueven, erigen blancura, a blanco juegan. Ligerísimas, escurridizas, altas, las columnas sostienen techos de nubes blancas. Bandas de palomas dudosas entre blancos, arriba y abajo, vacilantes aplazan la suma de sus alas. ¿Vencer, quién vencerá? Los copos inician algaradas. Sin ruido, choques, nieves, armiños, encontrados. Pero el viento desata deserciones, huidas. Y la que vence es rosa, azul, sol, el alba. punta de acero, pluma contra lo blanco, en blanco, inicial, tú, palabra. Seguro azar, 1924-28. UNDERWOOD GIRLS Quietas, dormidas están, las treinta, redondas, blancas. Entre todas sostienen el mundo. Míralas, aquí en su sueño, como nubes, redondas, blancas, y dentro destinos de trueno y rayo, destinos de lluvia lenta, de nieve, de viento, signos. Despiértalas, con contactos saltarines de dedos rápidos, leves, como a músicas antiguas. Ellas suenan otra música: fantasías de metal valses duros, al dictado. Que se alcen desde siglos todas iguales, distintas

como las olas del mar y una gran alma secreta. Que se crean que es la carta, la fórmula, como siempre. Tú alócate bien los dedos, y las raptas y las lanzas, a las treinta, eternas ninfas contra el gran mundo vacío, blanco en blanco. Por fin a la hazaña pura, sin palabras, sin sentido, ese, zeda, jota, i… Fábula y signo, 1931. EL POEMA Y ahora, aquí está frente a mí. Tantas luchas que ha costado, tantos afanes en vela, tantos bordes de fracaso junto a este esplendor sereno ya son nada, se olvidaron. Él queda, y en él, el mundo, la rosa, la piedra, el pájaro, aquéllos, los del principio, de este final asombrados. ¡Tan claros que se veían, y aún se podía aclararlos! Están mejor; una luz que el sol no sabe, unos rayos los iluminan, sin noche, para siempre revelados. Las claridades de ahora lucen más que las de mayo. Si allí estaban, ahora aquí; a más transparencia alzados. ¡Qué naturales parecen, qué sencillo el gran milagro! En esta luz del poema, todo, desde el más nocturno beso al cenital esplendor, todo está mucho más claro. Todo más claro y otros poemas, 1949.

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