Problemas en la Teología Moral contemporánea. Veritatis Splendor-Capítulo II.-
Problemática general “La discrepancia entre la respuesta tradicional de la Iglesia y algunas posiciones teológicas, difundidas incluso en seminarios y facultades teológicas, sobre cuestiones de máxima importancia para la Iglesia y la vida de fe de los cristianos, así como para la misma convivencia humana”. Consecuencia el influjo, más o menos velado, de corrientes de pensamiento que terminan por erradicar la libertad humana de su relación esencial y constitutiva con la verdad. (Rechaza a la doctrina tradicional sobre la ley natural y sobre la universalidad y permanente validez de sus preceptos).
La ley natural: La doctrina de la ley natural es aquella que afirma la existencia de un orden moral objetivo, fundada en un precepto fundamental del que surgen todos los demás, que es: «Hay que hacer el bien y evitar el mal» Desde una perspectiva del “derecho natural” (aspecto externo del acto moral), se opone al positivismo jurídico, pues el derecho positivo no otorga y da, sino que reconoce derechos preexistentes, que tiene ya la persona en virtud de su dignidad humana, y que se especifican en derechos inalienables.
Capitulo II: La iglesia y el discernimiento de algunas tendencias de la teología moral actual. El capítulo II presenta principios de discernimiento que hacen posible juzgar ciertas tendencias de la actual teología moral. Contenidos esenciales de la revelación del Antiguo y del Nuevo Testamento sobre el comportamiento moral la subordinación del hombre y de su obrar a Dios, el único que es «Bueno»; la relación, indicada de modo claro en los mandamientos divinos, entre el bien moral de los actos humanos y la vida eterna; el seguimiento de Cristo, que abre al hombre la perspectiva del amor perfecto; y finalmente, el don del Espíritu Santo, fuente y fuerza de la vida moral de la «nueva criatura».
La reflexión moral de la Iglesia La reflexión moral de la Iglesia, se desarrolla en la forma específica de la ciencia teológica llamada teología moral. Es una ciencia que acoge e interpela la Revelación y responde a la vez a las exigencias de la razón humana. La teología moral es una reflexión relativa a la «moralidad», o sea, al bien y al mal de los actos humanos y de la persona que los realiza, y en este sentido está abierta a todos los hombres; pero es también teología, en cuanto reconoce el principio y el fin del comportamiento moral en el único que es Bueno y que, dándose al hombre en Cristo, le ofrece las bienaventuranzas de la vida divina.
A partir del Concilio Vaticano II se invitó a los estudiosos a poner «una atención especial en perfeccionar la teología moral; observar los métodos y exigencias propios de la ciencia teológica, y a buscar continuamente un modo más adecuado de comunicar la doctrina a los hombres de su tiempo: «Los fieles deben vivir estrechamente unidos a los demás hombres de su tiempo y procurar comprender perfectamente su forma de pensar y sentir, lo cual se expresa por medio de la cultura»
El esfuerzo de muchos teólogos, alentados por el Concilio, ya ha dado sus frutos con interesantes y útiles reflexiones sobre las verdades de fe que hay que creer y aplicar en la vida, presentadas de manera más adecuada a la sensibilidad y a los interrogantes de los hombres de nuestro tiempo. Sin embargo, en el ámbito de las discusiones teológicas posconciliares se han dado algunas interpretaciones de la moral cristiana que no son compatibles con la «doctrina sana».
El Magisterio de la Iglesia no desea imponer a los fieles ningún sistema teológico particular y menos filosófico, sino que, para «custodiar celosamente y explicar fielmente» la palabra de Dios, tiene el deber de declarar la incompatibilidad de ciertas orientaciones del pensamiento teológico, y de algunas afirmaciones filosóficas, con la verdad revelada.
Los problemas humanos debatidos
¿Qué es el hombre? ¿cuál es el sentido y el fin de nuestra vida?, ¿qué es el bien y qué el pecado?, ¿cuál es el origen y el fin del dolor?, ¿cuál es el camino para conseguir la verdadera felicidad?, ¿qué es la muerte, el juicio y la retribución después de la muerte?
Los problemas humanos más debatidos y resueltos de manera diversa en la reflexión moral contemporánea se relacionan, aunque sea de modo distinto, con un problema crucial: la libertad del hombre. Debemos tener presente, que el derecho a la libertad religiosa y al respeto de la conciencia en su camino hacia la verdad, es sentido cada vez más como fundamento de los derechos de la persona, considerados en su conjunto.
Algunas corrientes del pensamiento moderno en torno a la libertad.
Los números 32 y 33 de la encíclica, presentan a grandes rasgos un diagnóstico que hace constar los desafíos a los cuales debe enfrentarse la concepción cristiana del hombre.
A.- Corrientes de pensamiento moderno que exaltan la libertad hasta el extremo de considerarla como un absoluto. Atribuyen a la conciencia individual las prerrogativas de una instancia suprema del juicio moral, que decide categórica e infaliblemente sobre el bien y el mal. El criterio de verdad desaparece en aras de un criterio de sinceridad y autenticidad. Se ha llegado así a una concepción subjetivista del juicio moral. Crisis en torno a la verdad. Se ha abandonado la idea de una verdad universal sobre el bien, que la razón humana puede conocer. A la conciencia, se le concede el privilegio de fijar, de modo autónomo, los criterios del bien y del mal. Nos encontramos así ante una ética individualista: cada uno se encuentra ante su verdad. El individualismo, llevado al extremo, desemboca en la negación de la idea misma de naturaleza humana.
B.- Corrientes del pensamiento moderno que ponen en duda y niegan la libertad. Un conjunto de disciplinas, agrupadas bajo el nombre de «ciencias humanas», han llamado justamente la atención sobre los condicionamientos de orden psicológico y social que pesan sobre el ejercicio de la libertad humana. Si bien han permitido conocer mejor los condicionamientos de la libertad, encontrando aplicación en diversos ámbitos como, por ejemplo, en la pedagogía o en la administración de justicia, la aplicación poco crítica de sus conclusiones ha llevado a algunos, en cambio, a negar la realidad misma de la libertad humana. Además se han aplicado en forma abusiva algunas interpretaciones de la investigación científica a nivel antropológico llegándose a negar los valores humanos universales y a concebir la moral en forma relativista.
El problema en concreto… Ciertamente, ningún teólogo se refiere a las corrientes subjetivistas e individualistas a las cuales hemos aludido, pero muchos de ellos han experimentado su influjo, a raíz de lo cual surge la tendencia a interpretar de manera nueva la relación de la libertad con la ley moral, con la naturaleza humana y con la conciencia, y proponer criterios innovadores de valoración moral de los actos. “Se trata de tendencias que, aun en su diversidad, coinciden en el hecho de debilitar o incluso negar la dependencia de la libertad con respecto a la verdad”. Evidentemente, no existe moral sin libertad, pero el problema es determinar qué libertad.
Gaudium et Spes, n°17:
“La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre. Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada perfección”.
El llamado de la Encíclica… La encíclica Veritatis Splender, llama a hacer un discernimiento crítico de estas tendencias ideológicas, ser capaz de reconocer cuanto hay en ellas de legítimo, útil y valioso y de indicar, al mismo tiempo, “sus ambigüedades, peligros y errores”. La contraposición entre libertad y verdad se considera a partir de concepciones erróneas de la libertad. Señala la encíclica: “Debemos examinarlas teniendo en cuenta que la libertad depende fundamentalmente de la verdad, dependencia que ha sido expresada de manera límpida y autorizada por las palabras de Cristo: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8, 32)”.
Diferentes aspectos del problema:
El capítulo II de la encíclica Veritatis Splendor, se encuentra estructurado de modo tal que cada sección del capítulo examina un aspecto del problema.
1.- La libertad y la ley Esta sección trata sobre la “ley natural”, basada en la cita bíblica “Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comeréis” (Gn 2, 17) El libro del Génesis enseña que el poder de decidir sobre el bien y el mal no pertenece al hombre, sino sólo a Dios. La libertad no es ilimitada, por estar llamado el hombre a aceptar la ley moral que Dios le da. En realidad, la libertad del hombre encuentra su verdadera y plena realización en esta aceptación. Estas afirmaciones constituyen el principio de una justa concepción de la libertad. La ley de Dios, pues, no atenúa ni elimina la libertad; al contrario, la promueve.
No se trata de un debate marginal, sino del enfrentamiento de dos antropologías y sus consecuencias éticas. Si se atribuyese a cada individuo o a los grupos sociales la facultad de decidir sobre el bien y el mal, la libertad humana podría crear los valores y gozaría de una primacía sobre la verdad, hasta el punto que la verdad misma sería considerada una creación de la libertad. Semejante autonomía moral prácticamente significaría su soberanía absoluta.
II. Conciencia y verdad La relación que hay entre libertad del hombre y ley de Dios tiene su base en el corazón de la persona, o sea, en su conciencia moral: «En lo profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo (…)» Elementos A) El juicio de conciencia: El juicio de la conciencia es un juicio práctico, o sea, un juicio que ordena lo que el hombre debe hacer o no hacer, o bien, que valora un acto ya realizado por él. Es un juicio que aplica a una situación concreta la convicción racional de que se debe amar, hacer el bien y evitar el mal Nunca se valorará adecuadamente la importancia de este íntimo diálogo del hombre consigo mismo. Pero, en realidad, éste es el diálogo del hombre con Dios, autor de la ley, primer modelo y fin último del hombre
El juicio de la conciencia tiene un carácter imperativo: el hombre debe actuar en conformidad con dicho juicio. Si el hombre actúa contra este juicio, o bien, lo realiza incluso no estando seguro si un determinado acto es correcto o bueno, es condenado por su misma conciencia, norma próxima de la moralidad personal. No establece la ley, sino que afirma la autoridad de la ley natural. La conciencia, por tanto, no es una fuente autónoma y exclusiva para decidir lo que es bueno o malo; al contrario, en ella está grabado profundamente un principio de obediencia a la norma objetiva, que fundamenta y condiciona la congruencia de sus decisiones con los preceptos y prohibiciones en los que se basa el comportamiento humano.
B) La conciencia errónea: La conciencia, como juicio de un acto, no está exenta de la posibilidad de error. «Sin embargo, —dice el Concilio— muchas veces ocurre que la conciencia yerra por ignorancia invencible, sin que por ello pierda su dignidad. Pero no se puede decir esto cuando el hombre no se preocupa de buscar la verdad y el bien y, poco a poco, por el hábito del pecado, la conciencia se queda casi ciega» El mal cometido a causa de una ignorancia invencible, o de un error de juicio no culpable, puede no ser imputable a la persona que lo hace; pero tampoco en este caso aquél deja de ser un mal, un desorden con relación a la verdad sobre el bien.
III. La elección fundamental y los comportamientos concretos La opción fundamental es una verdadera y propia elección de la libertad y vincula profundamente esta elección a los actos particulares. Mediante la elección fundamental, el hombre es capaz de orientar su vida y —con la ayuda de la gracia— tender a su fin siguiendo la llamada divina. Una opción fundamental, entendida sin considerar explícitamente las potencialidades que pone en acto y las determinaciones que la expresan, no hace justicia a la finalidad racional inmanente al obrar del hombre y a cada una de sus elecciones deliberadas.
IV.- El acto moral
La relación entre la libertad del hombre y la ley de Dios, que encuentra su ámbito vital y profundo en la conciencia moral, se manifiesta y realiza en los actos humanos. Los actos humanos son actos morales, porque expresan y deciden la bondad o malicia del hombre mismo que realiza esos actos. Éstos no producen sólo un cambio en el estado de cosas externas al hombre, sino que, en cuanto decisiones deliberadas, califican moralmente a la persona misma que los realiza y determinan su profunda fisonomía espiritual. La moralidad de los actos está definida por la relación de la libertad del hombre con el bien auténtico. El obrar es moralmente bueno cuando las elecciones de la libertad están conformes con el verdadero bien del hombre y expresan así la ordenación voluntaria de la persona hacia su fin último, es decir, Dios mismo.
A modo de conclusión…
“La doctrina de la ley natural es un componente necesario de la enseñanza moral de la Iglesia; pero se trata de explicar su sentido auténtico, al margen de las deformaciones que ha experimentado en la historia y sobre todo en el contexto de una cultura que tiende a eliminarla en nombre de la exaltación de una libertad que niega su condición de criatura. Esto requiere un diálogo serio con colaboración de los filósofos. En realidad, el problema es de carácter antropológico y atañe a la verdad del hombre”. (“La ley natural en Veritatis Splendor”. Cottier, Georges, en: http://humanitas.cl/html/biblioteca/articulos/d0406.ht ml )