LA CONSTRUCCIÓN EN MADRID. EL MERCADO DE SAN MIGUEL. POR TEODORO ANASAGASTI, 1916. Artículo escrito por el arquitecto Teodoro Anasagasti y publicado en la revista “Construcción moderna”, coincidiendo con la fecha de inauguración del Mercado de San Miguel en mayo de 1916.
Entre una de las mejoras urbanas que han de contribuir a hermosear e higienizar una de las barriadas más antiguas y típicas de Madrid, podemos citar la construcción del nuevo Mercado de San Miguel, cuyas obras se han inaugurado, total y definitivamente terminadas, el 13 del actual. Todos recordamos aquel confuso y antiestético amontonamiento de puestos de diferentes clases y dimensiones, de aquellos antihigiénicos tinglados, donde todo mal olor y toda suciedad tenía su asiento. Ya desapareció todo esto, en bien de la salubridad pública. El Mercado está emplazado en el solar que ocupó la iglesia parroquial de San Miguel, derribada por orden del rey intruso José Bonaparte, que tanto contribuyó a formar todas o las más de las plazas existentes en el casco antiguo de la población madrileña disponiendo la demolición de diversas iglesias y conventos cuyos solares forman hoy las plazas del Progreso, Príncipe Alfonso, Bilbao, Ángel y tantas otras. El Mercado que nos ocupa es de propiedad particular, y su construcción se ha llevado a cabo formando sociedad los dueños del terreno con los industriales que habían de ocupar los diferentes puestos. La idea de la construcción de un Mercado cubierto en este sitio, en sustitución de los inmundos cajones destinados a la venta de diferentes productos que hemos podido ver hasta hace poco, es muy antigua. En una crónica de Mesonero Romanos aparecida en el “Diario de Avisos de Madrid” de 9 de Junio de 1835 dice que muy pronto comenzarían las obras de construcción con arreglo a los planos, delicadamente ideados son palabras suyas por el arquitecto mayor Sr. Mariátegui.
Trascurridos cerca de ochenta años, y después de diversas vicisitudes e intentos varios, se comenzaron las obras del actual Mercado en 1913, con arreglo al proyecto presentado por el reputado arquitecto de esta corte, D. Alfonso Dubé, bajo cuya dirección se han ejecutado los trabajos. El solar sobre el cual se ha empezado la construcción forma un polígono irregular de cinco lados, cuya fachada Norte posee una longitud de 45,78 metros; su lado Oeste presenta una línea de 23,33 metros; su lado Sur se desarrolla en una longitud de 50, 71 metros, que vuelve con un ligero chaflán de 2,82 metros a su fachada Este, cuya longitud es de 23,70 metros. La extensión total abarca una superficie de 1.199,34 metros cuadrados. La construcción se ha hecho en dos mitades, con objeto de no interrumpir en absoluto la venta, habiéndose terminado la primera parte a fines de 1914. Está construido el Mercado sobre una plataforma horizontal, que se eleva diez centímetros sobre el punto más alto de la rasante exterior y 1,60 metros sobre el punto más bajo de la misma. Sobre esta plataforma se han dispuesto una serie de soportes metálicos de fundición que forman las calles y las manzanas de puesto. El número de calles es de nueve, y su anchura es de 4 a 4,50 metros, según los casos. Las manzanas mayores no exceden de ocho puestos, y el número total de éstos es el de 75. Las columnas metálicas que forman las calles soportan una armadura de formas de hierro, sobre las cuales se han construido tableros de rasilla y cemento para el asiento de la teja plana, que constituye la cubierta general. De este modo, por la acción aisladora de dicho material se han evitado los inconvenientes que se han señalado en otros Mercados de ir cubiertos de cinc o chapa metálicas, permitiendo excesivamente el paso al calor exterior. En toda la longitud de la cubierta va a ambos lados una serie de persianas metálicas fijas, que al mismo tiempo que dan luz al interior, permiten una ventilación constante. El pavimento general del Mercado está formado por un tendido continuo de asfalto, que facilita su limpieza. Los puestos son en general de forma cuadrada, de 2,20 metros de lado y están limitados en su parte anterior por dos columnas de fundición y otros dos apoyos metálicos en su parte posterior. El suelo de los cajones, elevado 0,30 metros sobre el pavimento general del Mercado, está constituido por un entarimado liso, que deja una cámara de aire en todos los sentidos y, como por otra parte los mostradores y tabiques de separación están montados al aire, de aquí que se pueda, por medio de las mangas de riego establecidas, barrer perfectamente con el auxilio del agua todos los restos o inmundicias que puedan allí depositarse, asegurando de esta manera una perfecta limpieza en el suelo del Mercado. De unos soportes a otros se han colocado tabiques de separación montados al aire sobre viguetas de hierro laminado. Estos tabiques son de ladrillo, y una vez guarnecidos, se han revestido con lápidas de mármol en toda su extensión hasta 2,30 metros de altura; el resto del muro y techo se ha estucado, redondeándose todos los ángulos. De esta manera todo el interior queda perfectamente lavable y en inmejorables condiciones de salubridad.
Para resguardar del calor exterior, tan temible para este género de instalaciones, lleva, además de la cubierta general de teja plana sobre tabiques de rasilla, un techo plano formado por un tablero de rasilla sobre viguetas de hierro. Entre éste y la cubierta queda, pues, un espacio o cámara de aire constantemente renovado, que podemos afirmar ha de mantener en el interior de los puestos una temperatura conveniente. Para asegurar aún más la ventilación y frescura interior, se ha estudiado con todo cuidado el problema de los cierres, pues los hasta ahora usados presentaban muchos inconvenientes; unos cierran tan herméticamente que no permiten la ventilación; otros ocupan mucho sitio al replegarse; otros, en fin, que son desmontables y que los industriales depositan en el suelo al abrir su establecimiento, acarrean los gravísimos defectos de impregnarse de todos los detritos infecciosos de los mercados. Aquí se ha resuelto el problema colocando cierres mixtos de chapa ondulada y de hierros especiales que, aun cerrados, permiten una ventilación constante. Para favorecer aún más ésta, cada puesto lleva una chimenea ventiladora en el sitio conveniente. Todos los frentes y mostradores son de mármol, habiéndose llevado a cabo las demás obras complementarias de W.O., lavabos y urinarios en la planta de sótanos, así como la administración, cuarto para los guardas y otras dependencias. El coste total de las obras ha ascendido a la cantidad de 300.000 pesetas. Por la descripción que acabamos de llevar a cabo puede deducirse que el problema higiénico ha quedado resuelto de un modo altamente satisfactorio, pudiendo afirmar que no hay en Madrid otro en que con tanto lujo de detalles se haya atendido a tan importante punto de vista, por lo cual felicitamos cordialmente al Sr. Dubé, arquitecto director de tan importante trabajo