Comentario del Primer Capítulo Primero de la Encíclica Fe Y Razón.
En el capítulo I pone como base de la reflexión que el conocimiento no proviene del hombre, sino de Dios mismo, que de manera gratuita, se ha dado a conocer, y que este conocimiento no se contrapone con el alcanzado a través de la reflexión filosófica. “Además del conocimiento propio de la razón humana, capaz por naturaleza de llegar hasta el Creador, existe un conocimiento que es peculiar a la fe” Estas dos verdades no se confunde, porque la revelación, impulsa a la razón a intuir otras razones que debe de acoger. Para confirmar lo que Juan Pablo II afirma en este primer capítulo sabemos que en la tradición cristiana se ha mantenido siempre la convicción de que se puede llegar al conocimiento de Dios a partir de la realidad del mundo. Desde que Aristóteles en su Metafísica admite la existencia de una primera sustancia, primer motor inmóvil a la que le da el nombre de Dios, los pensadores cristianos de la Edad Media lo identifican como el único Dios verdadero anunciado en la Biblia. No podemos olvidar las vías de Santo Tomas en su Suma Teológica, la prueba moral de Kant, etc. Todos intenta afirmar la existencia de Dios con argumentos racionales. Sigue afirmado la encíclica que es en la historia donde se puede constatar la acción de Dios a favor del hombre, Jesús revela el rostro de Dios, pero sólo la fe nos permite entrar en este misterio, una fe con el asentimiento a Dios donde la libertad personal se vive de modo pleno. Para ayudar a la razón están los signos de la revelación, los sacramentos, sobre todo la eucaristía. La revelación no es un pensamiento elaborado por la razón, sino que nos es dada gratuitamente y exige ser acogida como expresión de amor.