Transformismo Y Género.pdf

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Lenguajes corporales: Transgresión Transformista Por David Aruquipa Pérez ¿Escenarios robados o apropiados? ¿Quiénes son Las Galán? Responderé a estas preguntas con reflexiones personales que parten de mis apariciones en espacios públicos como Danna Galán, una actuación de género en la cual se entremezclan belleza, locura, transgresión y fascinación. La experiencia del transformismo se convierte en un juego teórico y de interpelación a los roles tradicionales de género “masculino” y “femenino”, que en el imaginario colectivo se limitan a simples extensiones de un sexo biológico. El discurso que me anima a seguir actuando con placer es aquel que rompe con el mito de “buscar ser” aquel por quién l@s otr@s siempre esperaron. “Podríamos decir que los cuerpos generizados son como actores/as en una obra de teatro sin guión, tratando desesperadamente de imitar una vida que nadie jamás haya llevado.”1 Discusiones como éstas motivan mi presencia y mi complicidad con la Familia Galán, especialmente con París Galán con quien nos propusimos entender la relación entre el discurso teórico y las actuaciones escénicas del transformismo. Iniciamos el viaje en el festival de Ciudadanía Sexual “Placer en la Plaza”, organizado en el año 2000 por la ONG boliviana CISTAC con el colectivo de activistas MASQUE V. Fuimos invitad@s al festival como artistas Drag Queen, que para nosotr@s significa un transformismo creativo y exagerado de actuaciones de género. Como Drag Queens dejamos volar la imaginación, convertimos el cuerpo en un personaje con vida propia, acentuamos el maquillaje acompañado de indumentarias y posturas para perturbar a la concurrencia. Nuestra apariencia la llevamos al extremo, dándole una connotación lúdica. Acepte encantado la invitación con un cierto miedo disfrazado de deseo. Para mí era la primera vez que me transformaba al aire libre y en un horario donde la luz del día está en su esplendor. Hasta ese entonces mis apariciones como Danna habían sido clandestinas, escondidas por las luces tenues y lúgubres de discotecas nocturnas, y vistas sólo por gente conocida. Cuando subí al escenario de la Plaza Avaroa, mi corazón latía más rápido y mis piernas temblaban de miedo y de emoción, una contradicción placentera. Con esta primera experiencia de exteriorizar lo que más deseaba se inició mi proceso de reflexión, mi autocuestionamiento: ¿Quién estaba actuando ese momento? ¿Era “sólo” actuación o la expresión de una identidad? Detrás de ese maquillaje y ropa colorida, ¿se pretendía esconder algo?, ¿Era un disfraz sin sentido o un acto político? Estas preguntas provocaron una deconstrucción de lo que hasta ese momento había vivido. Identidad como sistema de opresión Iniciando el rollo teórico, veo como la identidad ha jugado un papel fundamental en la formación de las personas y también de los movimientos sociales contemporáneos, sobre todo los movimientos feministas, contra el racismo, de indígenas, gays, lesbianas, travestis, etcétera. Se parte de una necesidad de

sentirse diferente al otro, a partir de la diferencia socialmente atribuida o asignada, y por la cual se justifica su exclusión. Esta búsqueda desesperada de identificarse como perteneciente a un grupo con el que se comparte la opresión y la segregación, de alguna manera permite la constitución y el desarrollo de sujetos unidos por una identidad excluida o privilegiada. La adopción de una identidad puede verse en términos de la necesidad de etiquetarse para perseguir una “causa común”. La identidad es un concepto clave para la consolidación de movimientos sociales y luchas emancipatorias: una búsqueda de ser, y a partir de ese ser actuar. La identidad también puede entenderse como un sistema de regulación y control de las subjetividades, de manera que las y los individuos respondan a los patrones de poder preestablecidos (Foucault 1990).2 Cuando yo digo “Soy gay, soy mestizo, soy transformista, o soy las tres cosas”, ¿a qué sistema de autorepresentación estoy apelando? ¿Qué significado tiene para quien me escucha el “ser gay”? ¿Hay como tal un ser gay, una esencia gay? ¿Podemos en Bolivia hablar de una identidad gay? Estas preguntas siguen siendo objeto de preocupaciones ontológicas. La noción de identidad del o de la "sujeto" presupone una definición a priori construida dentro de una lógica binaria de oposición, donde yo soy en la medida en que no soy lo otro. Como dice Judith Butler (1990) con respecto a la identidad de género, la disposición psíquica de un género o identidad cultural se considera un logro. Este logro requiere del polo contrario: una individua/o es su propio género puesto que no es el otro género. Las subordinaciones han producido sistemas estáticos y estereotipos de identidad asignadas a las/los individuos de acuerdo a determinadas características regularmente físicas - que comparte con un grupo determinado. Si eres de un sexo determinado, se presupone que deberás tener un género determinado. Si tienes un determinado color de piel y determinadas facciones, se te asigna una raza. De acuerdo a estas identidades, se presupone que deberás tener una forma particular de comportarte, de relacionarte con los demás, de vivir, de amar, etcétera. Esto tiene que ver con una historia común de opresión más que con una naturaleza compartida. El sistema de construcción binaria de identidades ha cohesionado las opciones de las personas. Estas son las bases cuestionadoras que la Familia Galán asume para su estrategia de subversión a los patrones establecidos de opresión, regulación y sujeción de los sujetos. En este marco la identidad no se considera como un fin a lo que “se debe llegar”, sino más bien como un principio de la auto-reflexión, para deconstruirla. Actuaciones de Género “El problema del género”, o la disputa del género3 como plantea Butler, parte de la postura de que el género es performativo. Intenta mostrar que lo que consideramos

una esencia interna del género se fabrica mediante un conjunto de actos, por medio de la estilización del cuerpo. Los personajes transformistas como Paris, K-os, Diana, Jolie, Satine, Macarena, Malena, Irán, Calipso, Kris-is, Trauma y otros - somos aproximadamente 25 miembros/as en la Familia Galán - elegimos los nombres a partir de los deseos personales reflejados en el narcisismo. Iniciamos el proceso performativo como una primera subversión al género establecido, con el afán de construir otro género, o simplemente de adquirir rasgos típicamente “femeninos”. Se trata de un ritual de proceso que pasa por los signos exteriores: ropa, vestido, maquillaje, transformación del cuerpo con elementos añadidos.4 En esta interacción, asumo el transformismo del cuerpo como una estrategia subversiva. Al cuerpo se le atribuye una materialidad significante que porta significados “orientados” desde sutiles dialécticas, detrás de las cuales se juegan alternativas e inflexiones del poder.5 El cuerpo sirve como superficie y escenario de configuración cultural. Se exhibe “un cuerpo totalmente grabado por la historia”,6 una historia de dominación, de creación de valores y significados. En un espacio de sumisión, se construye un cuerpo con género a través de una serie de exclusiones y negaciones. Para subvertir este orden, el cuerpo sumiso debe ser destruido para que se configure el cuerpo que uno desea visualizar. De este modo, las actuaciones de género que realizamos no están relacionadas con nuestro sexo o sexualidad: cualquier persona puede hacerlo. Esto lleva a dilucidar que los gestos y actuaciones son performativos7 y en este sentido, la esencia o identidad están en cuestionamiento. Se muestran simplemente como inventos fabricados por una historia de dominación. La historia que ya prefiguró una identidad de género se reformula como una historia personal y cultural de significados aceptados, sujetos a una serie de prácticas imitativas. La parodia del género revela que la identidad original sobre la que se modela el género es una imitación sin origen. La Familia Galán cuestiona las identidades de género esencialistas o naturales, dejando abiertas las posibilidades de nuevas construcciones de géneros y sexualidades. Escenarios: Cuerpos y Política Nuestras acciones de subversión hacen que la Familia Galán tenga en su haber experiencias de performances callejeros en varias ciudades del país y del exterior. Hemos participado en importantes eventos de la comunidad gay, lésbica, travesti y transformista: salidas callejeras, marchas reivindicativas, manifestaciones contra la penalización del aborto, Marchas del Orgullo, ferias en solidaridad con las personas viviendo con vih y sida, y otras causas que asumimos y apoyamos. Utilizamos el discurso acompañado del transformismo como estrategia política. Aparecemos públicamente como drag animals, andróginos, drag queens, travestis, trasformistas, “femeninas” y otras actuaciones para ponerlas en escena en espacios

“oficiales” e institucionales como el Palacio de Gobierno, el Congreso Nacional, iglesias, calles, hasta los mercados y discotecas de nuestra ciudad. No contamos con institucionalidad y tampoco la queremos. Somos una familia por que así lo dispusimos. Tenemos peleas, rencores, amores, envidia. No pretendemos ser los/las buenos/as y damos mucha controversia. Somos un movimiento porque generamos cambios y tenemos una propuesta. Hace poco realizamos una actividad de encuentro con el público en un centro cultural - el Espacio Simón I. Patiño en la ciudad de La Paz - sobre nuestro recorrido por el país, nuestra forma de expresión artística, política y social. A la vez se lanzó una exposición de setenta fotografías revelando los gestos de actores y actoras que al interactuar con nosotros/as, transmiten temor, rabia, odio, fascinación, curiosidad, cuestionamiento, deseo y placer. Cada fotografía es un texto para ser leído al lente de quién la ve. Es en el cuerpo donde hacemos visible el discurso de la política. No me refiero a la política como meramente partidaria, como lucha de proyectos sociales representados por partidos o instituciones del poder estatal. Se trata más bien de la política mencionada por Diamela Eltit (2000): “Espacio de goce estético y social, el sitio Político, el espacio aquel donde se arma y proyecta más allá de sí misma, sobre un horizonte de posibilidad, utópico pero indispensable, cierto y gratificador, liberador, enriquecedor, un espacio de “verdad” no domiciliada aún en la historia, sólo deseada, solo objeto de una “hambre” que se postula, y que para abrirse camino y hacerse una realidad o realidades, exige modificar lo que hay, lo establecido, lo conocido, por lo que en definitiva es subversivo. No puede hacerse historia su verdad sino cambiando el orden que la excluye y la convierte en ausencia es un sitio de subversión.”8 Nuestros cuerpos de convierten en esos sitios de subversión al orden, a la racionalidad, a la institucionalidad y a los intentos de imponer lo “políticamente correcto”. La transformación de nuestros cuerpos es un lenguaje que cuestiona y transgrede al sistema.

Notas 1

Diane Elam 1994. Feminism and Deconstruction. Ms. en Abyme, p. 50. Londres y Nueva York: Routledge 2 Foucault, Michel. Historia de la Sexualidad. Vol. 1: La Voluntad de Saber. Siglo XXI, Buenos Aires, Argentina, 1990. 3 Judith Butler, 1990. El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, pp. 12-16. México D.F. Edit. Paidos 4 Josefina Fernández 2000. Tesis: El travestismo ¿Ruptura de las identidades sexuales, reforzamiento de los procesos de generización o identidad paradójica?, p. 52. Buenos Aires Argentina. 5 Diamela Eltit 2000. Emergencias. Escritos sobre literatura, arte y política, p. 13. Editorial Planeta Chilena S.A 6 Judith Butler 1990. El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, p. 161. México D.F. Edit. Paidós 7 Judith Butler ibid. p. 167

8

Diamela Eltit 2000. Emergencias – Escritos sobre literatura, arte y política, p. 14. Editorial Planeta Chilena S.A Texto editado por: K-os Galán _______________

Del autor David Aruquipa Pérez, transformista, reside en La Paz, Bolivia. Es miembro de la Familia Galán y activista por los derechos sexuales y los derechos de géneros. E-mail: [email protected]

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