Condiciones Bíblicas Para Un Divorcio Respaldado Por Dios (armando H. Toledo)

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Condiciones bíblicas para un DIVORCIO Respaldado por DIOS Armando H. Toledo

Jesucristo dijo en una ocasión que “excepto en caso de infidelidad conyugal, el que se divorcia de su esposa, y se casa con otra, comete adulterio.”1 Con estas palabras, el Señor dio a los individuos de la Iglesia la opción de divorciarse de su cónyuge si le era infiel.2 La infidelidad y el divorcio son experiencias muy traumáticas para quienes las han vivido. Si bien muchos han encontrado motivos suficientes para reconciliarse con su cónyuge y permanecer juntos conservando el matrimonio, otros han tenido razones válidas para elegir la opción que Dios ofrece de divorciarse del cónyuge adúltero. Se puede dar el caso, por ejemplo, de que la seguridad, la vida espiritual y el bienestar general de la esposa fiel y de sus hijos corran peligro, de que ella tema contraer una enfermedad de transmisión sexual o de que aunque haya perdonado a su marido 1

Mateo 19:9. Ver también 5:32. Para una ampliación sobre el tema de las razones legítimas para optar por divorciarse del cónyuge adúltero, ver mi ensayo titulado: Perdonar o no perdonar el adulterio; The UCLi Press; 2002.

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adúltero, tenga poco fundamento para creer que es posible recuperar del todo la confianza que le tenía y continuar la vida en común. Algunas personas que han tenido que pasar por este “trago amargo”, han reconocido, consternadas, que ha sido la decisión más difícil de sus vidas. Una decisión difícil, sí, no solo por lo doloroso de la traición en sí, sino también porque el divorcio tiene repercusiones de gran alcance que afectan a todo aspecto de la vida. Por consiguiente, la decisión de divorciarse o no del cónyuge infiel es totalmente personal, y es un derecho bíblico que los demás han de respetar. Es verdad que la Biblia dice en Malaquías 2:16 que Dios “aborrece el divorcio”.3 Y la inquietud que estoy tratando de resolver aquí tiene que ver con la pregunta que se hacen muchas mujeres cristianas que son víctimas: “Si me divorcio, ¿estoy haciendo lo que a Dios le agrada?” ¿Me respaldará Dios en esta decisión definitiva?” Para responder a esta pregunta, debemos analizar el contexto histórico en el que Malaquías escribió y que hizo que Dios expresara su odio al divorcio. Malaquías ejerció su labor profética después del año 443 a. C., casi un siglo después del regreso de los exiliados judíos de Babilonia. En Judá habían surgido condiciones deplorables, sobre todo entre los sacerdotes.4 Prácticas como la mentira, el adulterio, el fraude y la opresión eran muy comunes entre la generalidad de los israelitas. Estas circunstancias provocaron tal escepticismo que algunos llegaron a esta conclusión: “Servir a Dios no vale la pena. ¿Qué ganamos con cumplir sus mandatos…?” 5 La decadencia moral y religiosa en los días de Malaquías se reflejó también en la falta de respeto al matrimonio. Muchos israelitas se divorciaban de sus esposas, posiblemente para casarse con mujeres paganas más jóvenes. Las esposas rechazadas que iban al santuario a llorar y a lamentarse ante Jehová, cubrieron de lágrimas el altar de Dios.6 ¿Qué pensaba Jehová Dios de aquellos divorcios? Dios condenó aquella conducta traidora, engañosa y desleal (Malaquías 2:1316). La palabra hebrea traducida aquí como “traicioneros”, quiere decir “tratar engañosamente”, “tratar infielmente”.7 Sobre este trasfondo histórico, estamos en mejores condiciones de comprender mejor las palabras de Malaquías 2:16. Jehová Dios odia el tipo de divorcio que supone el abandono frívolo de un cónyuge para tomar otro. Por ejemplo, el hombre que comete adulterio y luego se divorcia de su esposa inocente en contra de los deseos de ella o la presiona para que se divorcie de él, incurre en un vil y detestable pecado por traición. Este trato engañoso e infiel de un cónyuge inocente es un pecado odioso a la vista de Dios. El hombre que disfruta de los mejores años de la vida de una mujer y luego la abandona, quizás por otra más joven, es sin duda un traidor.8 El matrimonio es una institución sagrada a los ojos de Dios, y los que entran en ella no deberían tomar a la ligera el voto que han hecho.9 Pero en el caso que uno de los cónyuges lo quebrante y cometa “fornicación”, Dios concede al inocente el derecho a decidir si quiere perdonarle 3

Malaquías 2:16: “‘Yo aborrezco el divorcio –dice el SEÑOR, Dios de Israel–, y al que cubre de violencia sus vestiduras’, dice el Señor todopoderoso. Así que cuídense en su espíritu, y no sean traicioneros.” 4 Ver Malaquías 2:7-9. 5 Ibidem 3:14. 6

Ibidem 2:13-15. Theological Wordbook of the Old Testament. 8 En las Escrituras, Jehová Dios se muestra así mismo como alguien que odia las actitudes y los comportamientos pecaminosos. (Deuteronomio 16:22; Proverbios 6:16-19; 8:13; Isaías 1:14; 61:8.) Teniendo en cuenta lo anterior, el divorcio del que habla Malaquías 2:16 también debe ser del tipo que es pecaminoso a sus ojos. 9 El maestro y evangelista Apolos, en Hebreos 13:4 dice que todos los cristianos fieles deben tener “en alta estima el matrimonio y la fidelidad conyugal, porque Dios juzgará a los adúlteros y a todos los que cometen inmoralidades sexuales.” 7

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o pedir el divorcio, como lo confirman las palabras de Jesucristo que hemos citado al inicio. Jesús ha afirmado categóricamente que la fornicación10 es el único motivo aceptable desde el punto de vista de las Escrituras para pedir y obtener el divorcio a fin de poder contraer nuevas nupcias. Se trata de una decisión difícil que el cónyuge inocente debe tomar por sí mismo. La esposa inocente podría perdonar a su cónyuge si así lo deseara. No obstante, si decide poner fin al matrimonio sobre la base de las palabras del Señor Jesús, no está haciendo nada que el Dios y Padre odie. Recordemos que Jehová Dios no odia todo tipo de divorcio. Lo que Dios odia es el divorcio que implica abandonar a un cónyuge por otro en contra de lo que dicen las Escrituras.

“Por una fe inteligente…”

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La palabra fornicación traduce la palabra griega pornéia, que en el Nuevo Testamento a veces hace referencia a las relaciones sexuales entre personas no casadas (1ª Corintios 6:9). En otros lugares, como en Mateo 5:32 y 19:9, tiene un significado más amplio, de modo que también abarca el adulterio, el incesto y el bestialismo. Otras prácticas entre individuos no casados, como el coito oral o anal y la manipulación sexual de los genitales de otra persona, constituyen así mismo pornéia. Todos estos actos se condenan –sea explícita o implícitamente— en la Palabra de Dios (Levítico 20:10, 13, 15, 16; Romanos 1:24, 26, 27, 32).

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