Palma Africana

  • June 2020
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UNITROPICO ECONOMIA VIII GESTION AMBIENTAL DIANA CAROLINA LOPEZ CRISTIAN ANDRES BARON

PALMA AFRICANA EN CASANARE: DESARROLLO O DESTRUCCION La palma africana aparece en Colombia como una solución frente al aumento del consumo de energía. Las fuentes principales actuales, el carbón, el petróleo, el gas, no solamente disminuyen, sino que son la principal fuente de la degradación del clima. Es en este contexto que aparece la extensión del cultivo. La palma africana proviene de África donde su cultivo como producto básico es central para el sustento de millones de pequeños agricultores y fue utilizada desde hace miles de años para obtener el aceite. Representa casi el 25% de la producción de aceites vegetales. Pero en cualquier otra parte del mundo se ha transformado en un gran negocio, y es cultivada principalmente en plantaciones de gran escala. El aceite de palma es un aceite vegetal derivado de la palma aceitera. Su consumo a nivel mundial es segundo entre los aceites comestibles (detrás del de soja), y tiene una gran variedad de usos desde champú a papas fritas, pasando por comidas congeladas y cosméticos. Por el momento, el uso alimentario de los aceites vegetales es predominante, aún el de la palma africana, pero se prevé que su papel en la producción de energías renovables aumentará rápidamente. La palma africana produce dos tipos de aceite, provenientes respectivamente del fruto y de la semilla. Los árboles dan frutos después de 4 a 5 años, y se encuentran en el máximo de la producción a los 20 a 30 años. El aceite alimentario se comercializa en aceite comestible, margarina, cremas, etc. El aceite industrial se utiliza en la fabricación de cosméticos, jabón, detergentes, etc. Durante las últimas décadas, el cultivo de la palma aceitera se ha venido expandiendo en forma acelerada en un número creciente de países de Latinoamérica. Este cultivo genera enormes ganancias para algunas grandes empresas transnacionales, pero estas plantaciones provocan grandes impactos ambientales y sociales negativos: disminución del rendimiento hídrico, modificación de la estructura y la composición de los suelos, alteración de la abundancia y riqueza de la flora y la fauna, usurpación de los bosques ocupados por pueblos indígenas, expulsión de campesinos e indígenas de sus tierras y pérdida de sus medios de vida. A pesar de ello, un número de actores nacionales e internacionales continúan promoviendo activamente este cultivo, bajo un trasfondo de creciente oposición a nivel local. En 1997, sobre 6,5 millones de hectáreas, 17,5 toneladas eran del fruto de la palma, y 2,1 toneladas provenían de la semilla. La estabilidad de la demanda, debida en parte a la interrelación con otros tipos de aceites y el incremento desproporcionado de la producción, además de otros factores, han provocado que en los últimos años el precio disminuya de manera constante.

El cultivo extensivo de la palma africana requiere poca mano de obra, muchos fertilizantes químicos y mucho terreno. Por tratarse de una palmacea arborea, ha entrado en los planes de reforestación de muchos países donde ha sido presentada como una excelente inversión, incluso con matices ambientalistas. El modelo de cultivo que se presenta en estos casos sigue siendo hoy el modelo asiático de grandes extensiones de monocultivo. En otros casos, los campesinos ponen el trabajo y en muchos casos la tierra, y luego obtienen un producto que puede procesarse, eventualmente de forma artesana, pero con bajísimos rendimientos. El procesamiento mecánico, al contrario, ofrece altos rendimientos, pero estando los molinos o prensas en manos de pocos terratenientes (generalmente transnacionales), que en muchos casos representan monopolios absolutos. Ellos pueden ofrecer precios muy bajos, donde no se reflejan ni los gastos ecológicos, ni las consecuencias sociales. La caída de los precios afecta así a los pequeños productores. Para la introducción de las nuevas plantaciones se utilizan en muchos casos zonas de bosque húmedo tropical, que son arrasadas, fertilizadas, plantadas y posteriormente rociadas de continuo con potentes herbicidas que, junto a los fertilizantes químicos, traspasan al suelo contaminando las fuentes de agua. En los terrenos cultivados de esta forma resulta muy difícil introducir otros cultivos simultáneamente, debido a la propia acción de los herbicidas. El desplazamiento de las poblaciones autóctonas es, en muchos casos, forzoso y irrisoriamente compensado. Varios estudios han explorado los efectos ambientales que en el mundo y en Colombia pueden tener los cultivos destinados a la producción de agrocombustibles, y entre ellos el de la palma africana para producir biodiesel. A pesar del falso discurso “ecologista” que invocan los defensores de los biocombustibles, estos efectos dependen sobre todo del uso de técnicas asociadas con el monocultivo, las cuales acarrean altos costos para el ecosistema y para la sociedad. Ya en el año 2000, se había reportado que las plantaciones de palma africana estaban afectando la biodiversidad y causando daños como la afectación del régimen hídrico local, el cambio en la estructura y composición de los suelos, la destrucción y el cambio en la composición de especies de fauna y flora, y la pérdida de la base del sustento de población nativa. Es de destacar que en casi todos los casos los monocultivos industriales de palma aceitera se instalan en áreas boscosas. Detrás de los gigantescos incendios que para las empresas plantadoras de palma, es más barato "limpiar" el área a ser plantada mediante el uso del fuego. Pero detrás de toda plantación industrial de palma aceitera hay un proceso de gran deforestación. Esos bosques tropicales eliminados por este cultivo son a su vez el hábitat de una enorme biodiversidad. Estudios han demostrado que el 80-100% de las especies de la fauna que habitan en la amazonia y en los bosques tropicales no pueden sobrevivir en monocultivos de palma El principal "beneficio" sobre el que insisten los defensores del cultivo de la palma aceitera es la generación de empleos en el sector (plantación, mantenimiento y cosecha), pese a que en la mayor parte de los casos sólo se trata de empleos temporales. Gran parte de esas plantaciones se están instalando en territorios tradicionales indígenas, privando a las poblaciones locales de sus medios de

vida y de sus recursos vitales. Se le otorga permisos a empresas plantadoras de palma aceitera en tierras que las poblaciones locales utilizan para sus cultivos, tales como arroz, árboles frutales, hortalizas, pimienta, etc., que constituyen la base de su alimentación. Las decisiones globales de países del norte y sus empresas privadas del mercado de alimentos o petroleras han desconocido lo que esto significa para el hombre en el mundo, en particular, por el cambio en el uso de las tierras; la imposibilidad real de reducción de los gases efecto invernadero y por el contrario la inviabilidad de los agrocombustibles para saldar la deuda energética. Y mucho menos, han tenido en cuenta los crímenes de lesa humanidad que se han cometido para esa conversión del campo en industria. La Orinoquía es una de las regiones colombianas mas complejas y extensas en biodiversidad. Vastas sabanas e innumerables humedales y morcillas albergan una incalculable riqueza botica y la riqueza hídrica teje una gran red desde la cordillera hasta las llanuras. En este marco, el departamento de Casanare cuenta con dieciséis ecosistemas que abarcan la llanura inundable, la altillanura, las selvas subandinas y andinas y el páramo. Casanare ha basado su desarrollo económico en la explotación de la base natural, que desde la década de 1980 se ha visto afectada por la llamada “bonanza petrolera”, pues las migraciones de todo el país aumentaron la demanda de recursos y la generación de residuos sólidos y líquidos que contaminan las fuentes hídricas, mientras que los controles ambientales de la nación y los municipios, mientras que los controles ambientales de la nación y los municipios padecen de una gran debilidad. La tala de las sabanas bajas y la desaparición de humedales para la siembra de arroz secano ( sin riesgo), y la disminución de caudales como consecuencia de la desviación de cauces para la canalización y riego del mismo cultivo, afectan la biodiversidad. La búsqueda de oportunidades económicas generó cambios considerables del sector agropecuario. La ganadería de ceba en piedemonte viene disminuyendo los bosques por el establecimiento de praderas mejoradas que lesionan los bancos genéticos de fauna y fragmentan y deterioran los corredores biológicos entre la sabana y la vertiente. Aunque es importante resaltar el uso de tecnología limpia para el control biológico de plagas en cultivos de palma africana, las plantas de procesamiento del aceite generan efectos ambientales con las aguas residuales. La red Vial que en la mayoría de los casos careció de un evaluación confiable del impacto ambiental, cortó los cursos hídricos, atravesó ecosistemas estratégicos y eliminó corredores biológicos de la fauna en una parte importante del Departamento. El modelo agroexportador y monocultivista a gran escala, que en años anteriores se concentraba mayormente en la región de la costa sur, se ha trasladado hacia los departamentos del norte del país, donde además de caña de azúcar se encuentran plantaciones de palma africana; la expansión que realizan las empresas de palma se da en un contexto de desalojos y compras forzadas de la tierra a comunidades empobrecidas quienes tienen que migrar a otros lugares.

A pesar de violaciones a los derechos humanos y de los daños ecológicos ocasionados por las plantaciones de palma, en Guatemala aún no se ha posicionado el tema en el espacio y debate público nacional. Los impactos actuales generados son: pérdida de tierras para la agricultura, compras forzadas de tierras, desplazamientos y migraciones forzadas las cuales llegan hacia las áreas protegidas, en algunos casos las comunidades son señaladas de “invasoras” y de destruir el patrimonio natural, pero nunca se mencionan las causas y el origen de estos hechos. A esto se suma el uso abusivo de las fuentes de agua, la competencia por el agua entre las grandes extensiones de palma africana y caña de azúcar con las comunidades rurales. Los plaguicidas y herbicidas inherentes a estos monocultivos terminan de exterminar los últimos vestigios de biodiversidad capaz de coexistir con las plantaciones y disminuyen significativamente la posibilidad de restauración del hábitat. Las compañías de palma aceitera y soja han estado relacionadas con incendios devastadores en los bosques, que han destruido millones de hectáreas de bosque y otros tipos de vegetación. Para la producción de aceites y azúcar, en muchos lugares ya se han destruido bosques y ecosistemas naturales transformándolos en monocultivos, lo que trae un fuerte impacto en la naturaleza, la conectividad de los ecosistemas y la gente. Pese a todos los impactos constatados, el cultivo de palma aceitera continúa expandiéndose en más y más países. La razón que explica esta aparente sin razón, es que, en primer lugar, constituye una inversión muy rentable para el sector empresarial nacional e internacional. La rentabilidad surge de la combinación de mano de obra barata, tierra a bajo precio, inexistencia de controles laborales y ambientales efectivos, disponibilidad de financiamiento y apoyos, el corto período que media entre la plantación y el inicio de la cosecha y un mercado en expansión, en particular en los países del Norte. En este último, cabe señalar que el aceite de palma es el aceite vegetal más comercializado del mundo, ocupando un 56% del comercio global de todos los oleaginosos. A ello se suma el hecho de que se trata de un cultivo orientado a la exportación. Con las actividades agroindustriales y las plantaciones nuestro departamento pierde mucho más que biodiversidad, pierde la posibilidad de brindar condiciones de vida más justas y dignas a las generaciones actuales y futuras.

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