Oblivion 11

  • October 2019
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  • Words: 1,611
  • Pages: 4
Oblivion 11.0

Crueldad desorganizada, por Morgan Blackhand Había amanecido un día placentero de verano. El cielo despejado auguraba una mañana cálida, el calor aliviado levemente por una suave brisa. -Buen día para una ejecución- masculló Morgana entre dientes mientras unas manos fuertes la ataban junto a sus compañeros a un tocón de madera colocado amorosamente sobre una montaña de madera –Va a ser una pira de la que se hablará durante años. Tendría que haberlo imaginado. Tanta buena suerte no podía durar demasiado. Maldijo por millonésima vez a los khajiitas mientras el verdugo del Tribunal revisaba las ataduras. Habían llegado a Ald Velothi hacía dos días tras una semana de marcha al escapar en la confusión de la Batalla del Poeta. Con suerte los Ordinators les darían por muertos y podrían embarcar en Khuul rumbo a Solstheim para desaparecer una temporada hasta que las cosas se calmaran. De todos modos Morgana no quería arriesgarse, por lo que descansarían en la pequeña comunidad para reponer fuerzas y marcharse a toda prisa. Zimnel había comentado que su primo Dartz tenía una pequeña casa en Ald Velothi de la que él tenía copia de la llave. Dartz estaba en la capital imperial al servicio del Gremio de Magos, por lo que podrían usar la casa sin problemas. Por fortuna Ald Velothi era un pueblo sin demasiada importancia a la que no solían llegar noticias del exterior con frecuencia. Al parecer ni la destrucción de Vivec ni la Batalla del Poeta habían llegado a oídos de los lugareños, por lo que el grupo se limitó a comprar algunas provisiones e instalarse. La casa era una construcción redoran típica, a imitación de los crustáceos gigantes en los que levantaban tradicionalmente sus moradas, y constaba de una planta baja, un pequeño altillo y un sótano. -Por favor, intentad dejar todo donde estaba- dijo Zimnel. –Mi primo es muy metódico y no le haría gracia encontrarlo todo revuelto. -Sin problemas- contestó Khiladi mientras apartaba disimuladamente con la pata los restos de un pequeño jarrón y los ocultaba bajo una cómoda. El día transcurrió sin incidentes destacables. El grupo se acomodó mientras preparaban los planes de partida. -Me han dicho que el próximo transporte sale de Khuul en dos días –dijo Morgana. Mañana partiremos temprano e intentaremos conseguir pasaje. Ahora descansad, que aún nos queda un buen trecho por recorrer hasta nuestro destino. Los demás asintieron y tras preparar los sacos de dormir se dispusieron a pasar la primera noche tranquila de los últimos meses. Demasiado bonito. La señal de alerta fueron los ruidos en el exterior. A pesar de haber vaciado un par de botellas de skooma, los gatos fueron los primeros en escucharlos al estar acurrucados junto a la entrada. Ambos no portaban armadura, sino sendos camisones con caballitos y ovillos estampados con sus respectivos gorros de dormir a juego pero, como no iban a ser menos, se ocultaron en las sombras envalentonados por el exceso de azúcar destilado. Acto seguido la puerta se abrió despacio. Una figura alta cubierta por una capucha entró, murmuró algo en lengua gutural, se detuvo a olfatear un instante y se volvió hacia los khajiitas. En ese momento puedieron verle el rostro.

-¡Dremora!- gritaron a la vez los gatos mientras se lanzaban a la carga. M’aiq estampó un delicado florero centenario en la cabeza del demonio mientras Khiladi hacía lo propio con una silla. Zimnel y Morgana bajaron a toda velocidad y se encontraron a los dos khajiitas enzarzados como gatos de calle, propinando mordiscos, patadas y zarpazos por doquier al dremora. -¿Qué demonios?- comenzó Zimnel. -Mierda- dijo Morgana apuntando el arco que había cogido a toda prisa. -¡Deteneos, por favor!- dijo una voz procedente del exterior. Una segunda figura encapuchada entró en la casa y cerró la puerta. El desconocido retiró la capucha revelando el rostro de un elfo oscuro. -¡Primo!- exclamó Zimnel- ¿No estabas en la capital? -Es una larga historia- dijo Dartz. –Por favor, detenedlos. ¡Van a matarle! -Soltadle, chicos –dijo Morgana de mala gana. Los gatos miraron de reojo a la bretona, pero obedecieron no sin antes propinarle al demonio alguna que otra patadita de regalo. Dartz ayudó al dremora a levantarse. -¿Podrías explicarme qué diablos hace tu primo con un dremora?- dijo Morgana volviéndose hacia Zimnel. -¡No es un dremora! ¡Ya no! ¡Se llama Loredas!- espetó Dartz. -¿A que es mono? -Primo, vas a tener que contarnos muchas cosas- dijo Zimnel frunciendo el ceño. -¿En tu familia son todos tan raritos?- preguntó Morgana. Durante las siguientes horas Dartz puso al día a su primo de las desventuras sufridas por él en Oblivion y su alocado rescate del dremora que ahora le acompañaba, aunque no quiso dar detalles acerca de la reunión del Concilio de los Magos. -Y de repente pude oir una risa demoníaca que me envolvió. En ese momento nos vimos transsportados hasta aquí. Suerte que reconocí el lugar rápido y que era de noche. Así que decidí que lo mejor era refugiarnos en casa y emprender el viaje de regreso la noche siguiente. -¡No puedo entender cómo el Concilio decidió enviarte de vuelta a Oblivion!- dijo Zimnel. –Has sido muy imprudente, primo. Dartz pareció encogerse ante la reprimenda, sus ojos fijos en Loredas. Morgana habría jurado que el elfo había cogido la mano del dremora por debajo de la mesa. El sexto sentido de la bretona se disparó de improviso. Algo iba mal. Hacía rato que no podía oír quejas, bromas o eructos en la casa. -¿Dónde dremoras, digo demonios están los gatos? Las puertas se abrieron de golpe a la vez que una bola de fuego era lanzada al interior de la sala. A pesar de no ser demasiado potente el grupo fue arrojado contra las paredes. A su vez dos docenas de Ordinators en armadura pesada entraron golpeando sin piedad. -¡No los matéis todavía! ¡Que sirvan de ejemplo en la pira!- gritó el comandante. Antes de perder la conciencia bajo un torbillino de golpes Morgana vió como lar tropas de élite del Tribunal reducían al dremora. -¡Degenerados!- dijo un Ordinator. –¡Si hasta yacen con sus señores infernales! Ajenos a la tertulia religiosa que acontecía en la casa de Dartz dos khajiitas aburridos vestidos con pijama habían salido a estirar las piernas. Tras caminar un par de kilómetros se toparon con una extraña construcción. Hacía mucho tiempo que los lugareños lo llamaban Ashalmawia y había sido un templo daédrico hasta que, según decía la leyenda, Nerevar en persona había limpiado la marca del mal durante su retorno hacía casi un siglo. Hacía varias semanas que una estrella caída se había precipitado de los cielos para chocar contra la zona. Los exploradores enviados no habían vuelto y

todos los hechizos de detección lo señalaban como un poderoso foco del mal. Los velothianos habían mandado mensajeros a Ald’ruhn para pedir a sus señores redoran ayuda. Como es lógico, todo ello lo ignoraban los khajiitas. Más que una ruina daédrica, a los gatos les pareció alguna clase de construcción enana desconocida. Para empezar estaba cubierta con toda clase de cañerías, engranajes y demás cachivaches mecanoides que tanto adoraban los enanos. La construcción palpitaba como si estuviese viva, alimentada por mecanismos desconocidos. El ruido de maquinaria retumbaba por toda la entrada. -Es extraño- dijo M’aiq. Es la primera vez que veo que los enanos no utilizasen granito para sus fortalezas. -Y esos centuriones son muy raros- confirmó Khiladi señalando dos figuras que se acercaban a los gatos lentamente. –No están cubiertos ni de oro ni de bronce. Son demasiado humanoides. Y son negros como el carbón. -Quédate quieto y pasarán de largo. ¡No hay cacharro enanil que se resista a los khajiitas!- dijo M’aiq saboreando de antemano el placer de saquear el templo. Cada vez le parecía todo más extraño. Los Centuriones se detuvieron a un par de metros de los khajiitas. A decir verdad sí eran extraños. Tenían rostros humanoides blanquecinos, como esculpidos en yeso. Por todo su cuerpo colgaban implantados extraños aparatos. De uno de estos aparatos emergió un haz verde que recorrió el cuerpo de los gatos. Entonces el otro Centurión habló. -La resistencia es inútil. -Corre- dijo M’aiq. Las llamas empezaban a extenderse a toda velocidad por la pira de ejecución. -La madera de Velothis siempre ha tenido buena fama- dijo Zimnel. -Perfecto. ¡Nos asaremos como cerdos en madera de primera!- bramó Morgana. A su lado Dartz se esforzaba por coger la mano del dremora atado junto a él. -Vivec nos acoja- dijo Dartz calmado- Ha sido un honor conoceros. -No creo que Vivec esté de buen humor si nos pilla- dijo Morgana recordando cierta máscara. En ese momento los vieron. Los dos khajiitas corrían a toda velocidad hacia el pueblo desde la colina cercana, perseguidos por alguna clase de tormenta. -¿Qué hechizo es ése?- preguntó Dartz a su primo. -Eso no es un hechizo- dijo Morgana. Como experta arquera su vista era tan precisa que podía distinguir las formas de las que huían los khajiitas. Se movían con paso lento pero decidido y había cientos de ellos. Parecía que algún hechicero hubiese decidido mezclar el cuerpo de un zombie con el de un centurión enano. Como una marea atronadora rodearon Ald Velothi, avanzando implacablemente. Los Ordinators cargaron contra ellos. Qué he hecho en otra vida para despertar la ira de los dioses se preguntó por millonésima vez Morgana. De fondo sólo se oían los gritos de los Ordinators al morir y por encima de todo un coro atronador e implacable de cientos de voces: -La resistencia es inútil. -La resistencia es inútil.

-La resistencia es inútil. -La resistencia es inútil. -La resistencia es inútil. -La resistencia es inútil. -La resistencia es inútil.

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