Numero 04

  • November 2019
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´ SENTIDO COMUN, # 4, MAYO 2007 Contra el juicio suspendido y el alma dormida http://www.esnips.com/web/adelante

1. EDITORIAL

creciendo y meci´endose juntos en el viento de la Historia.

Europa parece decidida a abandonar la Historia. Por la puerta de atr´ as, con la frente baja. En el olvido de su contribuci´ on impagable a la Humanidad. En la verg¨ uenza de su g´enesis cristiana. En el desprecio de las Leyes que un d´ıa aspiraron a ser universales. En la ignorancia de que fue ella quien alumbr´o una concepci´ on nueva del hombre y de Dios.

La Historia. Unos quieren descubrir sus leyes misteriosas e implacables. Otros vieron ya en los albores del cristianismo que no son otras que las mismas que mueven el coraz´ on humano. Los tiempos pasan y dejan en los corazones su poso de amores y dolores y alegr´ıas y recuerdos. Los tiempos se otean con temor o esperanza y la eterna aurora azafranada del ma˜ nana proyecta sus sombras y los hombres quieren desentra˜ narlas. En este af´ an unos ven que su alma se encoge y desti˜ ne amargura y otros ven que se derrama en todos sus colores.

Europa se mira a s´ı misma y siente asco y culpa y camina al suicidio. A la vanguardia de esta grey de asnos sin memoria en que los pueblos de Europa se han convertido, los f´ amulos hispanos del socialismo reclaman un puesto de honor. Al fin y al cabo, fue Espa˜ na la primera naci´ on moderna, madre de otras naciones, u ´ tero feliz donde nacieron los Derechos Humanos, donde te´ologos cristianos tendieron su mano a otras gentes, allende los mares, y las elevaron a la dignidad de hijos de Dios, a hombre iguales entre iguales, semejantes todos a sus ojos. Ha ganado entonces Espa˜ na el derecho inequ´ıvoco a ser odiada, a ser escupida, cubierta de mentira y olvido. ¿D´ onde est´ an los nuestros? ¿Qu´e memoria guardamos de sus vidas? ¿Qu´e honores les rendimos? Otras tierras, frontera de oleajes al otro lado del mundo, guardan ignotas sepulturas con los huesos de los nuestros, los que hicieron a Espa˜ na. Aqu´ı entretanto el tiempo se acelera. Se consuma un cambio de r´egimen. Una traici´ on ante la que pocos se mantienen erguidos, desafiantes, hombres. Las m´ascaras caen una tras otra. La pol´ıtica ya no alcanza ni el ´ınfimo nivel en que las conciencias menos escrupulosas podr´ıan sin esfuerzo encontrar refugio. Todo es mentira, y acude a nuestra memoria esa repetida met´ afora de los pueblos de Jerusalen y Babilonia, uno el bien, el mal el otro, la met´ afora del trigo y la ciza˜ na

En el horizonte se tocan el color de la aurora con los colores del trigo y la ciza˜ na, con los dos pueblos eternamente en lucha. Y as´ı por cada hombre pasa la Historia, pasan los tiempos, y cada hombre deja parte de s´ı en la Historia. Este misterio no es otro que el del alma humana, sensible al pasado que ya no es, al futuro que no existe, al presente cuyo ser consiste en dejar de ser. Miremos qu´e de bueno podemos encontrar en nosotros mismos, qu´e cultivar, qu´e extirpar. Veamos que en la defensa de nuestra Naci´on el castillo interior es el primero que hay que defender, el m´as dif´ıcil de tomar y en el que habr´ a de vivir, durante el tiempo de este combate, Espa˜ na. ¡Viva Espa˜ na!

2. UNA ROSA EN SODOMA As´ıs T´ımermans ”V´ıa Libre”, de Debate 21; http://www.debate21.com/ El relato de Sodoma me inquietaba de ni˜ no. M´ as que la destrucci´on, desespera la fatal ausencia de un pu˜ nado de hombres cuya virtud salve la ciudad.

¿No es inveros´ımil? ¿Fueron todos malvados? La Estad´ıstica entender´ıa improbable no encontrar diez hombres justos Pero ni estaba inventada tan rentable e inexacta ciencia ni los hombres justos a que se refiere el G´enesis son cualesquiera. Es seguro que hubo ciudadanos a los que nada complac´ıa el salvajismo reinante ni participaban en las agresiones gratuitas. Pero ninguno alz´ o su voz contra los desmanes de la turba. Faltaron personas que dieran ejemplo de comportamiento virtuoso. La noche en que la multitud pidi´ o a Lot que le entregase a sus dos hu´espedes para abusar de ellos, Sodoma estaba ya muerta como sociedad. Hace semanas, el Presidente Rodr´ıguez Zapatero se refiri´ o a De Juana como compa˜ nero en ”el proceso”. La pretensi´ on del asesino de regresar a su casa como h´eroe no solo ha sido cumplida por su compa˜ nero: ha sido apoyada por el Comit´e Federal del PSOE. Un´ animemente. Ni diez hombres se han mostrado en contra. Ni cinco han protestado. Ni uno solo se ha negado a aplaudir. Ni un solo hombre justo. ¿No hay decentes en el PSOE? Los hay. ¿Dirigentes y militantes a los que repugnen la liberaci´ on del asesino, o el chivatazo a ETA para evitar la detenci´ on de sus extorsionadores, o los conchaveos clandestinos en un perdido caser´ıo obviando el u ´ ltimo asesinato? Seguro. ¿Socialistas a quienes indignen los obedientes fiscales que retiran acusaciones o el sorprendido batasuno Otegi preguntando si ”esto lo sabe el Fiscal General”? S´e que s´ı. ¿Militantes del PSOE que sospechen que al Presidente Rodr´ıguez Zapatero le mueve solo el odio pol´ıtico y el deseo de venganza por la frustraci´on familiar que le inocularon? Hay quien lo sabe. ¿No hay en el PSOE quien crea que el Presidente ha pactado con los asesinos a espaldas de la naci´ on? S´ı, claro que hay miles de militantes socialistas asqueados, y muchos dirigentes que ven indignidad y traici´on donde otros ven solo a su risue˜ no Presidente. Pero no cuentan, no est´ an en la Plaza P´ ublica del Partido. Y, si lo est´ an: no levantan la voz, no votan contra el s´ atrapa, no se marchan dando un airado portazo a la dictadura del sill´ on. ¿Piensan en Gotxone Mora, Rosa Diez, o Nicol´ as Redondo? Quiz´ a sean todos mejores que Lot, que ofreci´ o a sus hijas v´ırgenes para salvar a sus hu´espedes de la turba. Pero no son ya relevantes en su Partido. Est´ an en los aleda˜ nos, en el exterior. Nada podr´an hacer por el PSOE, y solo podr´an huir, igual que Lot abandon´ o la ciudad sin mirar atr´ as poco antes de que el fuego y el azufre la destruyesen. Pese a sus hombres buenos, el PSOE perdi´o hace tiempo la u ´ ltima gota de sangre. Es ya una organizaci´ on con odio en las venas. Regido, como

otros partidos, por camarillas, la actual c´ upula ha interiorizado la indignidad de tal forma que nada de lo que en el futuro sepamos deber´a sorprendernos. Cre´ımos insuperable que un partido pol´ıtico promoviera un grupo terrorista como el GAL. Ahora, ese mismo Partido ha invitado a la mesa a los terroristas a los que mataba, han repasado juntos los iconos comunes de la izquierda, han echado unas risas y se han repartido el pastel. El pastel se llama Espa˜ na y se llama Libertad. El PSOE durar´a meses, a˜ nos, o d´ecadas, pero est´ a muerto. Cuanto m´as permanezca, m´as da˜ no har´ a a esta naci´ on que un d´ıa quiso la libertad. Pero el Partido entero huele ya a azufre, sin que nada digno pueda superponerse a su miseria moral. Hace unos d´ıas, una Diputada Socialista en el Parlamento Europeo suger´ıa llegado el tiempo de promover la rectificaci´ on en el PSOE. Es tarde. El fuego y el azufre de la verg¨ uenza caer´an sobre esa organizaci´ on ya maldita. Tener entre sus militantes a esa mujer justa y valiente no basta. Tampoco se hubiese salvado la ciudad de haberse encontrado una Rosa en Sodoma.

3. LA CRECIDA DEL EBRO Eugenio Nasarre en el diario ABC, 3-4-2007 Soy hijo de aragon´es. Mi padre, desde ni˜ no, me transmiti´ o el natural amor que profesaba a la tierra que le vio nacer. Mis veraneos infantiles transcurrieron en la falda del Pirineo aragon´es. Y guardo con el recuerdo indeleble de las im´ agenes de la infancia la visi´ on de las impresionantes cumbres de la cordillera que, a veces, conservaban todav´ıa las huellas blancas de las abundantes nevadas invernales. ”Es de aqu´ı de donde se nutre el caudal del Ebro”, me ense˜ naron. Y hasta o´ı decir a alg´ un oscense apasionado, con orgullo y un hiperb´ olico sentido patrimonial, ”el agua del Ebro es de Huesca”. Aunque estaba todav´ıa muy lejos de asomarme a las nociones del C´odigo Civil, intu´ıa que nada hab´ıa m´as lejano del concepto de propiedad que las nieves que se derret´ıan bajo el sol o las aguas que corr´ıan por los barrancos para formar afluentes. Cuando iba a Zaragoza, a casa de mis abuelos, mi primera visita era al Pilar y a ver al Ebro desde el puente de Piedra. Tambi´en mi abuelo, con orgullo, me mostraba la fuerza del imponente r´ıo en los meses de crecida. Era la personificaci´on de la vida fecunda y de la riqueza. Y as´ı fui interiorizando los sentimientos que el Ebro suscita en los aragoneses. No soy ajeno a ellos. Los guardo dentro de m´ı. Como tantos espa˜ noles, he visto en estos d´ıas las im´ agenes de la gran crecida del Ebro, un a˜ no m´as, al llegar la primavera. Las nieves de Huesca se dirig´ıan veloces y poderosas para diluirse en el

Mediterr´ aneo. ¡Sin ser aprovechadas, mientras a unas tierras sedientas se les niega unas migajas de un caudal desbordante! Tales im´ agenes me han producido tristeza y amargura. La tristeza y amargura de un espa˜ nol hijo de aragon´es. Porque son im´ agenes que representan, para m´ı, la historia de un fracaso y de una derrota: el fracaso de la pol´ıtica y la derrota de una cierta idea de Espa˜ na basada en la solidaridad y en la conciencia de un proyecto com´ un. En primer lugar, un fracaso de la pol´ıtica. La pol´ıtica no est´ a para atizar pasiones o para movilizar puros sentimientos, por muy ancestrales que ´estos sean. La pol´ıtica est´ a para, elev´ andose de las pasiones y sentimientos, promover racionalmente soluciones a los problemas que una sociedad tiene planteados. El terreno de la pol´ıtica es el del debate racional, el del encauzamiento de los intereses contrapuestos en juego, el de la b´ usqueda de compromisos y el de la primac´ıa del inter´es general. Es evidente que Espa˜ na tiene un problema de escasez de agua y de un desigual acceso a este tan vital recurso. Resignarse a considerarlo como un fatum es, cuando menos, una posici´ on reaccionaria, tanto como negarse al progreso. El llamado ”pacto del agua” de Arag´on, junto con el ”plan hidrol´ ogico nacional”, formaba un proyecto racional para lograr la ´ optima utilizaci´ on de los limitados recursos h´ıdricos con la finalidad de que algo pudiera llegar a las partes m´as sedientas de nuestra geograf´ıa nacional. Lo que se pretend´ıa era que esas tierras recibiesen una peque˜ na parte sobrante del gran caudal que llega al Mediterr´ aneo en este tiempo de crecida. En el fondo, la opci´on es tan sencilla como ´esta: o llevar toda el agua al mar o destinar algo de ella a las tierras sedientas. Para ´estas, esa peque˜ na porci´ on del caudal es oro molido. Es la condici´on para asegurar su progreso, que beneficia al conjunto de la naci´ on. A pesar de la ”rebeli´ on sentimental” de Arag´on, agitada irresponsablemente por una parte de su clase pol´ıtica dirigente, cualquier observador habr´ıa pronosticado que concurr´ıan todos los elementos y circunstancias para alcanzar un compromiso aceptable, si hubiera funcionado la pol´ıtica. El problema era incuestionable y acuciante. Desde hac´ıa muchos decenios, los m´as prestigiosos cient´ıficos e ingenieros hab´ıan propugnado y demostrado la viabilidad de la soluci´on de los trasvases. Los dos grandes partidos nacionales hab´ıan coincido en defender en sus programas una pol´ıtica solidaria del agua a trav´es de los trasvases de cuencas. El Partido Socialista de Felipe Gonz´ alez hab´ıa elaborado un ambicioso programa de trasvases y lo hab´ıa defendido con un coherente planteamiento, propio de un partido socialdem´ ocrata. El plan del Gobierno de Aznar hab´ıa salido adelante con plena legitimidad democr´atica y amplios apoyos de los sectores so-

ciales y econ´ omicos. Incluso hab´ıa comenzado ya su ejecuci´ on. La anomal´ıa apareci´o con el liderazgo de Rodr´ıguez Zapatero en el PSOE. La cancelaci´on del plan hidrol´ ogico nacional form´o parte de aquel primer paquete de medidas radicales de su Gobierno (en pol´ıtica exterior, en educaci´ on, en justicia, en la cuesti´ on territorial), que marcan un verdadero punto de inflexi´on en nuestra democracia. Quiz´ as todav´ıa no hemos calibrado suficientemente la trascendencia de aquel arranque de la legislatura, que la ha marcado irremediablemente. Porque no consisti´o en modificar, matizar o buscar nuevos compromisos. La decisi´on adoptada fue un no radical, absoluto, a cualquier pol´ıtica solidaria del agua. Era un no tanto al PSOE de Felipe Gonz´alez como al PP. Era abandonar una zona com´ un de los dos grandes partidos nacionales. Y lo hizo, como en otras materias, para abrazar plenamente, sin ambages, las tesis nacionalistas, asumidas ya, con el liderazgo de Maragall, por el Partido Socialista de Catalu˜ na. El giro socialista era copernicano. Y se afianz´ o con el ”blindaje” del Ebro en el estatuto catal´ an de nueva planta. (Resulta ir´ onico, si no fuera una desverg¨ uenza, que, simult´ aneamente, el nacionalismo catal´ an reclame al ”Estado espa˜ nol” gestiones eficaces ante Francia en pro del trasvase de agua del R´ odano a favor de Catalu˜ na). El ”blindaje” de los r´ıos se ha convertido en una de las se˜ nas de identidad de esta malhadada oleada estatutaria, toda ella contaminada por las tesis nacionalistas. Abandonar una pol´ıtica solidaria del agua, con una parte de Espa˜ na que padece sed, es sencillamente renunciar a un proyecto nacional com´ un. Es aceptar la idea de una Espa˜ na enferma, que ya no cree en s´ı misma y deja a su suerte a quien tiene necesidad de bienes esenciales. El PSOE liderado por Zapatero lo ha hecho ya. Sorprendentemente, el partido se ha sometido con gran facilidad al giro impulsado por su actual l´ıder. Es una prueba m´as de su crisis ideol´ ogica pavorosa, que ya lo hace dif´ıcilmente reconocible como partido socialdem´ ocrata. Las im´ agenes de la crecida del Ebro me han hecho sentir el dolor por esta Espa˜ na enferma, con agua desbordante y con sed. Esta Espa˜ na, en la que los elementos de solidaridad se desvanecen y cuyo deslizamiento hacia su fragmentaci´on est´ a alegremente conducido, en una huida hacia delante, por el nuevo c´esar del Partido Socialista, arropado por una clase pol´ıtica nacionalista cada vez m´as envalentonada al ver al partido gobernante con tan escalofriante p´erdida de su identidad.

4. ¿TODAS LAS OPINIONES IGUAL RESPETO? Jaime Nubiola en La Gaceta, 26-3-2006 Disponible en http://www.interrogantes.net No, por supuesto que no. Todas las opiniones no merecen el mismo respeto. Algunas no merecen ninguno, mientras que otras -las de los expertos en la materia- merecen de ordinario un respeto enorme. Ve´ amoslo un poco m´as despacio, pues la tesis en boga en la cultura dominante viene a ser la de que en un sistema realmente democr´atico todas las opiniones son igualmente respetables. El respeto tiene una gran importancia en la vida de cada uno y de la sociedad. Tal como describe Robin Dillon en la voz ”respeto” de la valiosa Stanford Encyclopedia of Philosophy, desde ni˜ nos se nos ense˜ na -o al menos es lo que se espera- a respetar a nuestros padres, profesores y mayores en general, a respetar las normas escolares, las reglas de la circulaci´ on, las tradiciones culturales y familiares, los derechos y sentimientos de las dem´ as personas, a los gobernantes y a la bandera (esto en Estados Unidos, pero mucho menos en Espa˜ na), y por supuesto a respetar la verdad y las diferentes opiniones de la gente. De hecho llegamos a adquirir un cierto respeto a todas estas cosas hasta el punto de que, ya de mayores, meneamos la cabeza con indignaci´ on cuando nos topamos con personas que parecen no haber aprendido a respetarlas. Sin embargo, en un sentido estricto, s´ olo la persona humana es realmente merecedora de respeto. Fue el fil´osofo alem´ an Immanuel Kant quien en el siglo XVIII puso el respeto a las personas, a todas y cada una, en el centro de la teor´ıa moral. Desde entonces la clave del liberalismo pol´ıtico y del humanismo democr´ atico ha sido la tesis de que las personas son fines en s´ı mismos con una dignidad absoluta que debe ser siempre respetada. ¡Cu´antas veces al ver los rostros desencajados de los inmigrantes de las pateras nos asalta la duda de que en este mundo nuestro siga vigente aquel ideal kantiano! Quienes merecen absoluto respeto son las personas, cada una de ellas, independientemente de su nacionalidad, del color de su piel, su estatus social, el nivel de sus estudios, su edad y condici´on: desde el feto en las entra˜ nas de su madre hasta el enfermo terminal en una UCI o en las calles de Calcuta. Cada una de esas personas, sea pobre o rica, sabia o ignorante, es acreedora de un respeto absoluto por parte de todos los dem´ as. Esta convicci´on tiene enormes consecuencias en la vida de cada uno y en la organizaci´ on misma de la sociedad. Pero tratar con un profundo respeto a todas y cada una de las personas no significa en ning´ un caso que las opiniones de todas y cada una de ellas merezcan respeto y menos a´ un que lo merezcan en igual medida.

Cuando hablamos de opiniones nos referimos de ordinario a los diferentes pareceres en materias discutibles y discutidas. Abarca desde la mejor manera de organizar la sociedad pol´ıtica, de resolver los problemas de la convivencia humana hasta las preferencias en materias deportivas, art´ısticas o culturales. No son materias opinables aquellas ya resueltas por la ciencia o por la experiencia acumulada de la humanidad. No es materia opinable ni el teorema de Pit´ agoras, la ley de la gravedad, la composici´ on qu´ımica del oro o que el fuego quema. Tampoco es materia opinable que la estricnina es un veneno: los venenos matan independientemente de nuestra opini´on acerca de ellos. En cambio, en muchas otras ´areas hay diversas maneras leg´ıtimas de pensar acerca de las cuestiones que est´ an planteadas. En muchos campos no hay un consenso, o quiz´as aun cuando haya un consenso mayoritario no se excluye que las opiniones minoritarias divergentes tengan alg´ un valor, esto es, que podamos aprender algo de ellas. En todos estos casos, esas opiniones merecen atenci´on y consideraci´on, pues de ordinario si est´ an formuladas con seriedad, incluso aquellas que parezcan inicialmente m´as estramb´ oticas, encierran probablemente algo valioso. Por el contrario, todos tenemos bien comprobado que no compensa invertir tiempo en tratar de aprender de una persona ignorante en una materia, que no tenga una especial cualificaci´ on o un conocimiento de primera mano. Lo peor es cuando el ignorante -tal como pasa a veces con los pol´ıticos- argumenta ideol´ ogicamente, esto es, defiende una opini´on desde una posici´ on preconcebida sin atenerse a los hechos ni a las opiniones opuestas. En este sentido muy a menudo los debates parlamentarios son la forma m´as contraria posible a un genuino di´alogo, pues son una mera confrontaci´on dial´ectica resuelta finalmente por la mec´ anica de los votos. Para un di´alogo racional, para un examen constructivo de las diversas opiniones sobre un asunto opinable, hace falta estar al menos de acuerdo sobre la naturaleza del desacuerdo y eso implica que si el oponente presenta mejores razones que las nuestras, cambiaremos de opini´on, nos pasaremos de todo coraz´ on a sostener, ahora con m´as fuerza, la posici´ on que antes atac´ abamos. Considerar una opini´on, tratar de comprender las razones y los datos que la avalan significa abrirse a lo que de verdadero pueda ofrecer. Entre los medievales una opini´on ten´ıa t´ıtulo suficiente para ser considerada en una disputatio por su autoridad. Tal como mostr´o el fil´osofo oxoniense Christopher Martin, si un autor, considerado por su experiencia como una autoridad en un campo, formulaba una opini´on sobre esa materia que sonaba novedosa, el argumento de autoridad suger´ıa que val´ıa la pena someter a examen a ese parecer. El New

York Times on line ha aprendido esto mismo, pues desde hace unos meses distribuye gratuitamente la informaci´on, pero en cambio comienza a cobrar por sus art´ıculos de opini´ on. Si uno desea leer a Krugman, Friedman o las dem´ as luminarias de la prensa norteamericana, debe pagar una cantidad modesta, pero que vendr´ a a suponer al final una sustanciosa suma para el peri´ odico y para los autores. Para los espa˜ noles casi siempre es verdad lo contrario: pagamos por los datos, pero despreciamos las opiniones, quiz´ a porque estamos acostumbrados a que en cada barber´ıa o en cada tertulia los asistentes resuelvan los mayores problemas que tenemos mediante cuatro declaraciones grandilocuentes y -como suele decirse- se queden despu´es tan panchos. Incluso a menudo se invita en los medios de comunicaci´on a deportistas, artistas o diversos famosos a que opinen sobre cuestiones para las que no tienen ninguna especial preparaci´on. Los l´ ogicos medievales llamaban a este modo de proceder la falacia ad verecundiam: consiste en apelar al sentimiento favorable que se tiene hacia una persona famosa para mover a la audiencia en favor de una conclusi´ on. Hacer caso a un famoso para formarse una opini´on en una cuesti´ on debatida -para la que el famoso no tenga particular competencia- equivaldr´ıa a renunciar a pensar por nuestra cuenta; ser´ıa en ultima instancia una falta de respeto a nosotros mismos. Todas las personas merecen respeto, pero no merecen un mismo respeto todas las opiniones: hay, por supuesto, opiniones mejores y peores.

´ 5. OBSERVATORIOS DE LA NACION Muchos ciudadanos se rebelan. Muchos ciudadanos advierten que en Espa˜ na la democracia peligra, y con ella el concepto mismo de Espa˜ na como Estado. Sufrimos todos una constante alteraci´on en el ´animo. Nos preguntamos c´ omo en el Parlamento de Espa˜ na pueden sentarse diputados cuyo objetivo u ´ ltimo es la destrucci´on de Espa˜ na; nos preguntamos si estamos hasta tal punto inermes que esos diputados indignos no pueden ser expulsados. Asistimos cada d´ıa a la erosi´ on de la Justicia, a la intervenci´ on del gobierno en la econom´ıa, al intento totalitario de adoctrinamiento infantil. Todo ello conforma un panorama sombr´ıo, el de contemplar a la Naci´on en manos de una secta que sigue a un iluminado carente de luces, si, pero sobrado de odio. Y en este panorama es preciso mantener la cabeza fr´ıa y recuperar una visi´ on clara de lo que es y de lo que queremos que sea Espa˜ na. En muchas ciudades y pueblos se organizan grupos de ciudadanos que han dado un paso al frente. Muchos espa˜ noles

decentes han acudido a la defensa de Espa˜ na pero hay tambi´en quienes a´ un no saben bien qu´e hacer, a qui´en unirse, c´ omo actuar. Son notorios los nombres de Foro de Ermua, de la AVT y de unos pocos medios de comunicaci´on que mantiene en alto la bandera de la Libertad. Todos valiosos. Pero, de entre todos, posiblemente sea DENAES la asociaci´ on con el proyecto m´as n´ıtido, con el discurso m´as acerado y recto en defensa de Espa˜ na. Entre sus iniciativas se encuentra la creaci´on de los Observatorios de la Naci´ on. Grupos de ciudadanos que se reunen en multitud de ciudades el u ´ ltimo jueves de cada mes para reflexionar sobre Espa˜ na y sus problemas, sobre su imprescindible regeneraci´ on. Para conducir y orientar la discusi´ on, cada mes se propone un texto. El que presentamos aqu´ı es el u ´ ltimo, correspondiente al jueves 26 de Abril. Un proyecto nacional para Espa˜ na (como en Francia) Las elecciones francesas aceptan muchas interpretaciones, y m´ as aceptar´ an cuando se celebre la segunda vuelta, pero de momento hay una que nos interesa especialmente y que de alg´ un modo nos interpela, hoy, aqu´ı, a nosotros, espa˜ noles. Es la siguiente: las elecciones francesas han demostrado que es posible vertebrar un discurso pol´ıtico de alto nivel tomando pie en una idea muy n´ıtida de la naci´ on. Porque eso es, en u ´ltima instancia, lo que Sarkozy ha propuesto a los franceses: un mensaje de reafirmaci´ on en torno a la naci´ on, entendida como un proyecto de vida en com´ un y como el escenario natural de las virtudes c´ıvicas. Digamos la palabra prohibida: patriotismo. El recurso a la idea de naci´ on es un motivo t´ıpico de la pol´ıtica moderna francesa. Lo que necesariamente nos impresiona, visto desde aqu´ı, es la naturalidad con la que nuestros vecinos hablan de naci´ on o de patriotismo, mientras que en Espa˜ na son conceptos que se dir´ıa s´ olo permitidos para los nacionalismos secesionistas, nunca tolerados para quien desee afirmar lo nacional de Espa˜ na. ¿Qu´e hacer para que nuestros grandes partidos de a ´mbito estatal sean capaces de ofrecer un proyecto de naci´ on, una idea de Espa˜ na? ¿C´ omo empujarles a ello? La derecha, cuando gobern´ o, ofreci´ o un proyecto basado ante todo en la pol´ıtica econ´ omica, en una promesa de prosperidad general. Cumpli´ o su promesa, pero se dispararon todos los frentes de ruptura en el secesionismo vasco, catal´ an y gallego, bien alimentados por un socialismo que vio ah´ı una oportunidad t´ actica de primera magnitud. Hoy gobierna, en efecto, la izquierda, y sus pactos de diverso alcance con las fuerzas secesionistas han llevado a Espa˜ na a convertirse en una naci´ on que quiere dejar de serlo. ¿C´ omo no mirar con cierta envidia a los franceses?

A nuestro pa´ıs le est´ a haciendo falta un proyecto nacional consciente, sin complejos, sin miedo a decir su nombre; sin miedo a hablar de unidad y de identidad, como ha propuesto Sarkozy a los franceses. Pero ese proyecto nacional, que ha de ser la obra de ciudadanos conscientes, necesita ante todo clarificar horizontes. Es prioritario cerrar el modelo de Estado, para que nada vulnere su unidad. Es prioritario que se cumpla escrupulosamente la ley en materias como, por ejemplo, el biling¨ uismo, para que ning´ un poder local distorsione nuestra aut´entica identidad. Tambi´en es prioritario reformar la ley electoral, de manera que el peso desmedido de unas peque˜ nas minor´ıas locales no pueda desvirtuar la democracia. Asimismo, es prioritario promover grandes acuerdos para coordinar las pol´ıticas que hoy se hallan dispersas e incluso enfrentadas en el Estado de las Autonom´ıas (pensemos en el caso de agua). Y sobre todo, porque todo va junto, es prioritario recuperar la fortaleza moral del Estado frente al terrorismo, porque en ese lance se ventila la dignidad de la naci´ on. Estas l´ıneas argumentales, sobre el papel, podr´ıan ser abanderadas tanto por la derecha como por la izquierda: forman parte de los objetivos naturales de cualquier naci´ on democr´ atica y moderna. Que en Espa˜ na las hayamos perdido de vista es algo que s´ olo puede juzgarse como una enfermedad de nuestra vida p´ ublica. Superarla es, tal vez, el proyecto nacional m´ as urgente.

6. LA POLIC´ IA DEL PSOE Juan Carlos Girauta en Libertad Digital; http://www.libertaddigital.es Exist´ıan fundadas sospechas de que los polic´ıas condenados en el caso Bono por detenci´ on ilegal de dos militantes del PP (y por falsedad documental, y por coacciones) hab´ıan seguido instrucciones ´ superiores. Ordenes ilegales que, por supuesto, debieron desobedecer. Al concederle ahora la prejubilaci´on a uno de ellos (el comisario Ruiz, casualmente ex responsable de la comisar´ıa de Puente de Vallecas, donde apareci´ o la mochila del 11-M), el Ministerio del Interior evita que la principal mano ejecutora de aquel acto antidemocr´atico y delictivo pierda su sueldo de por vida. Ya estableci´o la sentencia que el delegado del gobierno Constantino M´endez hab´ıa mentido. Ahora es inevitable interpretar esta decisi´on de Rubalcaba como un premio al silencio. A cargo del erario. Todo esto proyecta una imagen pavorosa de los responsables pol´ıticos de la Polic´ıa. El PSOE le ha cogido el gusto al autoritarismo. No hay otra forma de definir lo ocurrido en Canarias con el vicepresidente de ACAPS, expulsado de mala manera de un mitin de Rodr´ıguez, detenido

durante varias horas y acusado de los delitos de desobediencia y alteraci´on del orden p´ ublico. El canario Alberto Negr´ın hab´ıa acudido, invitado, a un acto p´ ublico. Su grave delito consisti´o en puntualizar a Rodr´ıguez en voz alta: ”¡Para vender el S´ ahara!”. La discrepancia en un contexto similar resultar´a molesta, pero muchos otros pol´ıticos han tenido que sufrirla antes con resignaci´on. Y aguantando insultos en los que Negr´ın no incurri´ o. De nuevo, la detenci´ on obedece a razones pol´ıticas y denota un uso coactivo e intimidatorio de los aparatos del Estado a favor del partido en el poder. El PSOE siempre ha deseado una Polic´ıa de partido, y en otras etapas hist´oricas lo ha logrado, con consecuencias de todos conocidas. Pero antes de que los agentes de orden p´ ublico con carn´e socialista vuelvan a sentirse libres para secuestrar al jefe de la oposici´ on y descerrajarle dos tiros en la cabeza, como hicieron con Calvo Sotelo, habr´ a que darles el alto. No estamos en el treinta y seis, a pesar de Rodr´ıguez, de Rubalcaba y de la hemipl´ejica memoria hist´orica de la progres´ıa. ”Tenemos gente dentro”, le dijo Rodr´ıguez al director de El Mundo para avalar la trola de los terroristas suicidas del 11-M. M´ as all´ a de otras consideraciones (que ya tendr´an su momento, Rodr´ıguez, porque el tiempo es largo), el hecho de que un candidato a la presidencia del Gobierno le comunique al director de un diario que su partido ”tiene gente” dentro de la Polic´ıa demuestra el sectarismo, la sensaci´ on de impunidad y el concepto del poder que tiene el sujeto que gan´o las elecciones.

´ HACER? 7. ¿QUE La pregunta ”¿qu´e va a pasar?” es para muchos ya una invitaci´ on intolerable a la pasividad. Queremos saber qu´e hacer, como revertir toda esta indignidad, todo este enturbiamiento. Los ciudadanos conscientes y decentes queremos dar no uno, sino varios pasos al frente. He aqu´ı unas pocas sugerencias: En primer lugar, no basta con hacer un gesto. Es preciso multiplicar los gestos. Un gesto aislado es irrelevante. Muchos denotan una actitud. Favorezca a aquellos medios de comunicaci´on que mantienen posiciones n´ıtidas en favor de la Libertad, en favor de Espa˜ na. Si es usuario de internet, acuda a aquellos sitios donde se enarbola la bandera de Espa˜ na. Estos sitios ingresan por publicidad y la publicidad es funci´ on del n´ umero de visitas. Done un poco de dinero a alguna de las muchas asociaciones c´ıvicas. Las cuotas son realmente modestas, pero permiten contratar abogados y procuradores, imprimir publicidad, organizar actos. Acuda a los

que pueda acudir. Si tiene facilidad, escriba a los medios de comunicaci´on, u ´ nase a alguna de las muchas campa˜ nas justas que se llevan a cabo, solo se precisa su firma. Trate de localizar a otras personas de su entorno, de su pueblo o ciudad que compartan su preocupaci´ on y comienze a tejer con ellos una red que pronto cubrir´ a todo el territorio. Contribuya a la difusi´ on de material escrito. La mayor parte de los espa˜ noles tienen como fuente casi u ´ nica de informaci´ on las cadenas de televisi´ on, que desarrollan sin descanso una campa˜ na feroz de manipulaci´ on. Haga una o dos copias en papel de esta revista, o de art´ıculos que juzgue interesantes y p´ ongalos a disposici´ on de personas de su entorno, o d´ejelos olvidados en el trabajo, en el bar o el autob´ us. Es preciso poner en marcha una ”imprenta distribuida” que derribe el muro que para muchos son por un lado internet y por otro la saturaci´ on de desinformaci´ on proveniente de las cadenas de televisi´ on afines al r´egimen. H´ agase cargo de la estrategia de los enemigos de Espa˜ na y ajuste en consecuencia su t´ actica. Es com´ un en el ´ ambito del ”pensamiento” pol´ıticamente correcto la apelaci´ on constante al respeto y a la tolerancia (hacia los inmigrantes, hacia los nacionalismos, hacia el islam, hacia los homosexuales...). La cancioncilla no mata, pero atonta. Sea consciente de que usted merece tambi´en respeto y consideraci´on. No permita que ofendan sus creencias, ni su patriotismo, ni su sentido de la moral. Exprese siempre sus ideas, m´as a´ un si son ”polticamente incorrectas” porque es preciso poner a prueba continuamente la libertad de la que creemos disfrutar, so pena de despertar un d´ıa y descubrir que la hemos perdido. Entre otras cosas, descubrir´a que muchos de entre los que le rodean comparten sus ideas, aunque quiz´ as no se atrevan a expresarlas con claridad. ¿Tiene usted hijos? Es preciso que refuerze su control sobre la educaci´ on. Ning´ un funcionario tiene derecho a imponerle un sistema educativo. La educaci´ on de los hijos es un derecho irrenunciable, y desgraciadamente en Espa˜ na estamos demasiado cerca del modelo sovi´etico. En particular, es preciso oponerse a los intentos del gobierno por adoctrinar a nuestros hijos, por convertirlos en poco m´as que animales dom´esticos ignorantes de que haya algo m´as all´ a del Estado. Prot´ejales de esta nueva falange de la pedagog´ıa te´orica que trabaja por ahormar las conciencias de sus hijos, por deformarlas y acomodarlas al ”pensamiento correcto”. Dedique un poco de tiempo a su propia instrucci´on. Si este tiempo es un tiempo ganado a la televisi´ on, tanto mejor. Lea a nuestros cl´asicos. En sus p´ aginas se encuentra la esencia de nuestra naci´ on. H´ agala suya.

¿Trabaja usted en la Administraci´on o en una gran empresa? Esos son lugares donde los sindicatos afines al r´egimen tienen representaci´on institucional. Desde hace meses han desbordado su ´ambito natural de actuaci´on y suelen usar las infraestructuras p´ ublicas, sufragadas con los impuestos de todos los espa˜ noles, para distribuir propaganda pol´ıtica y multiplicar el poder propagand´ıstico del gobierno. El gobierno no es el propietario del aparato del Estado, ni los sindicatos, y no pueden usarlos en su propio inter´es. Proteste por cada abuso que se cometa en este sentido. Acost´ umbrese a Espa˜ na. Los s´ımbolos nacionales con frecuencia se exhiben con verg¨ uenza o temor. Ed´ uquese a s´ı mismo en la superaci´ on de estos sentimientos, que no son naturales, sino fruto de la propaganda insidiosa de d´ecadas. Coloque un adhesivo con la bandera de Espa˜ na en su veh´ıculo. Es sorprendente la cantidad de personas que reparar´ an en ´el. Exhiba una peque˜ na bandera nacional en forma de pin en su camisa, o en la solapa de su traje. En muchas ciudades comienzan a erguirse m´astiles con la bandera nacional. En poco tiempo las hemos visto en La L´ınea, en M´ alaga, en Granada, en Alicante... Es hermosa la bandera rojigualda ondeando sobre el cielo azul.

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