Ninguna Gran Aventura - Frank S

  • November 2019
  • PDF

This document was uploaded by user and they confirmed that they have the permission to share it. If you are author or own the copyright of this book, please report to us by using this DMCA report form. Report DMCA


Overview

Download & View Ninguna Gran Aventura - Frank S as PDF for free.

More details

  • Words: 15,840
  • Pages: 71
na

FRANK

S.

GARELF

NINGUNA

GRAN

AVENTURA

Ninguna gran Aventura

F r a n k S. G a r e l f

-1-

FRANK

S.

GARELF

NINGUNA

GRAN

 2007, Frank S. Garelf E-mail: [email protected]  Diseño: FG  E-edición, 2007  De esta publicación: marzo, 2008 Todos los derechos reservados

-2-

AVENTURA

FRANK

S.

GARELF

NINGUNA

-3-

GRAN

AVENTURA

FRANK

S.

GARELF

NINGUNA

GRAN

AVENTURA

Menudos pensamientos míos, ¡con qué rumor de hojas suspiráis vuestra alegría en mi imaginación. RABINDRANATH TAGORE Todo hombre tiene en el mundo como función el ejercicio de sus habilidades, y nadie deja de hacer cuanto puede en ese terreno, sin referencia alguna a sus opiniones personales. JOHN STEINBECK

-4-

FRANK

S.

GARELF

NINGUNA

GRAN

AVENTURA

Querer LA NOCHE QUE VOLVÍ al apartamento tras un corto viaje de estudio, pensé que había sido usurpado: la puerta estaba entreabierta, abandonada al viento helado del pasillo. No me preocupé por si habían violado la cerradura, sólo entré desesperado y lo que hallé fue algo mucho más grave: una valija sobre la cama. ―Lo siento ―dijo; yo me quedé pasmado―; no puedo más. ‘¿No puedo más?’ Acaso, No puedo más, era «No te soporto más». ‘¿Y la valija llena de cosas?’ ¿Qué era lo que Ingrid trataba de atribuirme, que la había importunado, que la había hecho sufrir y llorar? ¿Tal vez la vejaba moral o físicamente? No, ni pensarlo. Le supliqué me explicara los motivos de su partida —Por qué de buenas a primeras, sin al menos darme siquiera tiempo de asimilar un golpe así, de abandono sin justificación o excusas, le dije. ¿Qué o Quién la llevaba de mi cuarto y de mi vida? Y su aroma a piel fresca, recién salida de la ducha, ¿podría vivir recordando únicamente eso? ―No me causa temor ser libre ―le dije―. Pero sí quedarme solo. Ella no contestó; seguía atareada, distraída; volvía la mirada, a un rincón y al otro, para ver si no se olvidaba de -5-

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

algo suyo. Entonces me ardí de su indiferencia y, a fin de provocarle una simple reacción, terminé diciéndole: —Siempre has sido como una lumia –y, enseguida, con el ánimo más calmado, sentencié—: De hecho, lo eres. Ingrid se detuvo, abrió los ojos y me miró sin vacilación, como nunca antes. ―Algún día tenías que proferirlo ―dijo, con gesto de resignación―. Ya me extrañaba de ti. No me sentí mejor ni peor por haber dicho y oído eso, simplemente sucedió. Ella regresó a sus cosas y yo me senté en la mesa para contemplar su acción. La noche seguía en carrera al son de los latidos del reloj. Al rato se volvió a la valija, y, aunque ya había advertido que tenía la cremallera un tanto estropeada, simuló asegurarlo bien y con cuidado. Incluso esbozó una sonrisa. De todos modos, estaba resuelta a marcharse y nadie la detendría. Todavía obstinado traté de persuadirla para tomarnos el último café de nuestras vidas, le pedí que lo intentásemos de nuevo, y si es que en algo había fallado, que me diera sólo un par de minutos para aclararlo todo; mis dudas, sus resquemores ―si es que los tenía; y para decidir sobre las demás cosas suyas que se quedaban en el apartamento, ¿qué sería de ello?, y, claro, todo era para hacer tiempo; pero ella no se conmovió; muy por el contrario, aseguró algo, que se iba a ver con una persona extraña al otro lado de la ciudad, y que tenía prisa. ―Bien sabes cómo soy ―aclaró―; no me gusta dejar cuestiones pendientes. ―Entonces, ¿volverás? ―me precipité. Ella volvió a esbozar una sonrisa, aunque ahora con escarnio. -6-

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

―No seas zote ―contestó―. No sabes acaso que jamás vuelvo a mi pasado? Cuánto tiempo me había dado de lleno al calor de esa mujer bajo el mismo techo como para ahora no saber lo suficientemente de ella? Cuántas batallas no le había ganado en una misma cama para que ahora se levante sediciosa y me derrote en una sola? Eran sólo varias semanas de vida mutua, casi ocultos, en una habitación que daba a un bulevar y, eso, por lo visto, no le importaba o no bastaba. Tal vez por eso no compartíamos ideas sobre el futuro de este mundo, y en su constante pesimismo, que develaba de cuando en cuando, aseguraba que querer no era de ninguna manera poder. Otro rato después, cuando hube silenciado, Ingrid se dirigió a la puerta sin decir «Adiós». Ya ni siquiera esperé un último abrazo. Hice un esfuerzo por no revivir los recuerdos gratos, por retener las lágrimas que querían desbordarse y, de repente, con un impulso irreflexivo, salté en pie y corrí hacia ella: quería decirle que la echaría de menos. Sin embargo, debí calcular mal al querer tomar su mano, pues ella soltó la valija mal cerrada y las cosas se regaron por todo el piso. En vano quise a la vez excusarme y levantar sus pertenencias. ―Ya fue suficiente de ti ―exclamó―. ¡Basta! Luego se quedó como si yo no estuviera. Huyó hacia la cama y se tumbó allí y empezó a observar el cielo raso de la habitación; perecía buscar respuestas y, también, parecía estar llorando sin evidenciarse. Yo vagué en el apartamento y recogí sus cosas sobre una silla. Me cuestionaba si en verdad la había herido, si valía la pena tratar de retener a alguien tan desprotegida e inquietante como ella, que, en otro tiempo, habría hasta -7-

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

implorado por quedarse una noche más. Quería hablarle y no hallaba la manera. Me limitaba a contemplar desde el umbral del dormitorio una cama, un cuerpo inerte y una pared de fondo que se dilataba y se alejaba más y más a medida que pensaba, Qué sucederá después de esta noche, ¿saldrá el sol? Y no entendía por qué estiraba la mano tratando de atrapar esa imagen que no lograba alcanzar de ningún modo. Supe entonces que jamás volvería a ver su silueta en medio de la ventana abierta al amanecer. Ya no sería posible acercarme y abrazarla sorpresivamente y sentir su muda sonrisa, sus negros cabellos sueltos, mis dedos hormigueando en su vientre y nuestros pies desnudos y juntos. Con quién iba a ver cómo la mañana inundaba el cuarto y traía consigo el frío de la nueva temporada. Bastante rato después de un silencio de muerte, y sin darme cuenta, me encontré tirado sobre la cama al lado de Ingrid. ¡Cuán largos se veían nuestros cuerpos juntos, sin tocarse, reducidos en tan sólo un instante por algo inexplicable! ¡Cuán perfectas y precisas eran nuestras miradas en dirección de un mismo cielo! ―Quédate conmigo, ¿sí? ―le supliqué como un niño. Ingrid se mantuvo impasible, o quizá era mi voz que no hacía ni ecos en su mundo distante. Más tarde, cuando menos lo pensé, rompió su silencio. ―Debo irme ―dijo, no muy convencida de su decisión, como insinuando, ‘No quiero irme’ o ‘Está bien, tú ganas; no me iré’. Y, luego, con esa misma pasividad, agregó: “Aunque, sabes...”, y se calló. En ese mismo momento volvió a circular mi sangre. Cogí su mano y sentí que el cielo se habría como una repentina -8-

FRANK

S.

GA LFU FRNAAN G NS. NR I NE G KR AI NG GAAU RVN EELANFTGURRAAN

AVENTURA

grieta y nos dejaba girando a ambos en una nueva luz de feliz convivencia. Me había dado, sin duda, una nueva oportunidad, y yo, resucitado, prometí cubrirla toda de afecto. A la mañana siguiente, cuando nos despertamos, el sol ya estaba entre nosotros. Le pregunté a Ingrid qué nos había sucedido anoche, como si no recordara, y ella dijo que no quería hablar del pasado. Pero yo insistí: ―¿En serio estabas dispuesta a marcharte? ―Tú qué crees —espetó. ―No sé... —dije—. Creo que hubiese sido mejor si... Ingrid me miró, sonrió, recostó su rostro algo sonrojado y lleno de vida en mi brazo extendido, y musitó: ―Es que ya no soporto más esto que... Miré fijamente sus ojos negros, nítidos, alegres, y de súbito me llegó la idea de que tarde o temprano se volvería ciega.

-9-

FRANK

S.

GARELF

NINGUNA

GRAN

AVENTURA

Lumbre infalible DENTRO DE UNA VIDA ANÓNIMA, todo lo que supe durante mucho tiempo (al menos, eso creo) fue el mecanismo perfecto de encender la lumbre quince o diez minutos antes de la medianoche. Sólo había que coger el cerillo, raspar en el lado de la cajilla, levantar el tubo de vidrio y listo, la mecha quedaba encendida y feliz en medio de la oscuridad, feliz hasta donde alcanzaba su poder de inundación luminosa. Esto sucedió durante la época en que nos vimos privados de la luz eléctrica; al menos dos postes del cableado de alta tensión, según supe poco después, habían volado por los aires a causa de los continuos atentados de los insurgentes. Durante cinco meses no hubo tráfico de combustible alguno, por cuestiones de precios elevados y esas cosas, y entonces las mechas de nylon, que había que cambiarla más o menos cada tres meses, y las lámparas de todas las demás casas, y en especial la que le daba vida a mi cuarto, resultaron sin ninguna utilidad, unos aparatos inservibles. La gente empezó a emplear muchos otros métodos de encendido, sin que por ello perdiera el mismo beneficio, pero en mi caso ningún otro medio resultó tan eficazmente luminoso y reconfortante como cuando todo se operaba de

- 10 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

manera natural, como antes de este perjuicio inesperado, quiero decir. Mis noches no eran las mismas; había que llegar más temprano para aún así descansar casi en medio de una infinita oscuridad, porque las velas, ocasionalmente traídas de la ciudad, eran delgadísimas y se consumían con tanta rapidez que ya no quedaba ni dinero para ir a buscarlas, y las tiendas, como sucede siempre, aprovechaban esto, la gran demanda del momento. A menudo, incluso, había que improvisar fabricando velas caseras con la cera derretida y un poco de cuerda de lanilla, aunque no siempre era posible, sobre todo por cuestión de tiempo, pues trabajaba hasta muy entrada la noche. Fue cuando se me dio por extrañar tanto aquella luz cálida y reconfortante del viejo candil que iluminaba el espacio más oculto de mi vida y, sólo entonces, y a pesar de todo, estuve decidido a lanzarlo por la ventana a cualquier mercachifle numismático de aparatos inservibles, si es que los hay en un lugar como este, y lo hubiera hecho de no ser porque descubrí algo muy prodigioso: tenía vida. Sí, vida propia. Al principio todo resultó fantástico, increíble, hasta un tanto estremecedor, diría yo, porque no regresé a mi habitación durante dos semanas enteras; sin embargo, cuando lo hice, tuve la discreción de no acercarme demasiado a su lumbre y de no mirarle ni siquiera de reojo, a menos que, claro, mi resistencia no pudiera más con la curiosidad, como en efecto sucedió: quería descubrir el simple o el gran mecanismo que operaba en su interior. ¿Cómo lograba encenderse por sí mismo, sin la mano de nadie? Y en todo caso, ¿por qué había decidido despertarse sólo hasta aho- 11 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

ra?, cuando ya estaba a punto de... Fue algo sumamente irresistible. Y así, sin pensar en nada más que en eso, es decir el querer descubrir esa insólita vida, fui cediendo lentamente y sin darme cuenta a su magistral encantamiento, a su tentadora luz, hasta que un día tuve la certeza de que ya no era más una cosa insólita y de que no tenía para nada la maldición de alguna hechicera errante, como quizá pudieran especular por ahí, sino de que era el mismo candil viejo que había heredado de las manos del sepulturero agonizante y que me había acompañado desde hacia dos años en los buenos y malos momentos de mi anónima existencia. Por tanto, no era raro entonces descubrir que se supiese todas las historias que ocurrían dentro de la habitación, como tampoco sería raro, en adelante, comprender que entendía también mi soledad, mi alegría y los momentos difíciles, y a veces tristes, por los que me tocaba pasar; en unas cuantas palabras, se sentía plenamente parte de mis días. En las semanas frías y grises que luego acontecieron, aprendí a querer mucho esa luz ostensible, pacífica, acogedora y para nada inquietante; en cuanto se encendía, cada cosa y cada rincón hasta donde alcanzaba a gobernar su luminosidad dorada, relucía mágicamente de entre las tinieblas y hasta reanimaba mi acongojado espíritu. Mucho después, cuando las cosas se restablecieron del todo, las mechas y el combustible fueron relegados de su funcionamiento, y esto fue indefinidamente, incluso no era necesario sacudirle de algún polvillo de casa, a menos que él mismo te lo pidiera en favor –era parte de su naturaleza - 12 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

ese grado admirable de educación-, y esto ocurría muy rara vez por no decir casi nunca. Es normal que con el uso y el paso del tiempo las lámparas vayan quedando como trastos en desuso listos para subir al paraíso del desván; pero el que tenía en casa era totalmente distinto. Cada vez que volvía a verlo lo encontraba, por el contrario, más reluciente y más animado por seguir siendo más que útil mientras existiese la inacabable oscuridad. ...Por eso, esta noche que siento un frío intenso y también cierto miedo, miedo que es singular, profundo y patético, como nunca antes he sentido, él y su luz están conmigo para ampararme de los fantasmas verdes y miopes que andan peregrinando en estos tiempos de fiestas celebratorias en honor de ese ángel negro que no es otro que Pedro Botero y sus secuaces del mal. Nadie conocía este increíble secreto, nadie salvo Janny, quien a fuerza de querer y no querer me ha contado cómo sucedió su propio descubrimiento. En todo caso, ahora sé, y aunque ella se haya negado a reconocerlo, que era ese el motivo por el que dejó de rondar mi recinto; durante varias noches, solía escaparse mientras dormían sus padres. En fin, esto es lo que mal que bien logré entender: Fue una de esas clásicas noches de luna llena, de luna llena pero a cielo relativamente nublado y que a veces nos dan un aspecto de tenebrosidad cuando el viento empujando las nubes nos dejan ver intermitencias de luz y oscuridad. No recuerdo si yo había llegado ya (lo más probable es que no) o si me había quedado profundamente dormido. Lo cierto es que Janny llegó a mi cuarto y estuvo llamándome a través de la ventana varias veces, y, al no oír - 13 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

ningún eco a su llamado, pensó que dentro no había nadie y decidió entrar a la habitación. «Al abrir la puerta — porque ella sabía el truco para hacerlo y así lo refirió—, sentí que el inmenso peso de la oscuridad apresada se desbordaba sobre mí». «No me digas que temblaste», le dije. No respondió. Sin duda debió de sobrecogerse cuanto menos un poco, pues tampoco se animó a cruzar más allá del umbral y más bien estuvo tentada a volverse a casa, desilusionada, furiosa y a la vez renegando de mi tiempo para con ella, como más tarde me lo iría a reprochar; pero entonces, el viejo candil que descansaba sobre el pequeño mostrador se encendió, así de pronto, y ella se estremeció con un aire todavía natural, mas cuando empezó a oír una voz extraña, sosegada y casi celestial, ella, Janny, se espantó de inmediato y salió más disparada que el ratón del gato y no quiso ir a buscarme más. «No, ni lo sueñes», dijo, varias noches después y todavía con cierto temor, cuando quise saber por qué no quería venir conmigo. «¿Qué es esa cosa que tienes en tu cuarto...? No, ni pensarlo». Tuve, por una necesidad de afecto, que contarle toda la verdad. Fue la primera que se enteró, y como ella aún confía –o confiaba, ahora no lo sé- mucho en mí, supo comprender que hay algunas cosas increíbles en las que se puede creer. Sin embargo, no hace cosa de nueve o diez días atrás, y aunque me había prometido guardar el secreto, parece que no pudo cumplir su palabra y se lo contó a su hermana, a su amiga y así, sucesivamente, hasta que la noticia de que yo poseía en casa un candil que ellos denominaron ‘prodigioso’ o ‘hechizante’ se fue esparciendo de uno en uno como un hilo conductor de pólvora encendida. - 14 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

...Por eso, ahora que acabo de mudarme de casa, porque no soporté más el acoso de todas esas personas ambiciosas y maledicientes que son como fantasmas, siento un frío intenso y también cierto miedo, miedo que ha entrado en el corazón de mi querido candil, miedo que hace que él y su luz se queden durante el resto de la noche a cobijarme en su mágico candor luminiscente. Y aunque Janny vuelva a llamarme, a prodigarme perdón, ya no será lo mismo. Si desde mañana alguien en este nuevo lugar me pide que le cuente algo, le diré que tengo en mi cuarto un viejo candil, vivo y prodigioso y mágico, ¡no voy a negarlo! «¿Pero, cómo? ¿Qué es eso de prodigioso?», me pregun tarán. «Que tiene vida propia», les contestaré yo. Y cuando digan que no creen en esas cosas y que prefieren verlo antes de creerme, yo no les mostraré nada, nada de lo que es absolutamente nada, a pesar de que luego me tomen por un loco.

- 15 -

FRANK

S.

GARELF

NINGUNA

GRAN

AVENTURA

Suerte cursiva PUES AUNQUE NO PAREZCA, es más que cierto, porque sale y le habla, sale y le abraza, sale y caminan cogidos de la mano, como antes conmigo; ¡es más!, ese aire, aquel comportamiento, esos pasos son los mismos de antes, de cuando andaba prendida de mi mano igual que dos cómplices embebidos de amor. Pero qué, ya ni debería causarme estas molestias, es decir, si no la hubiera vuelto a ver, no tendría estas molestias interiores, y por tanto sería más fácil imaginarla muerta o, en todo caso, desaparecida, que es como finalmente la reportaron sus familiares; son ellos los que fielmente guardan esperanzas para mayo. Yo no, yo no guardo nada, ni las ropas perfumadas ni los recuerdos gratos que dejó, ¡Y qué manera de dejar!, ¡Qué vil manera!, cuando pensaba que todo no podía estar mejor para nuestro casamiento, el único y el que siempre habíamos deseado, el que nunca se dio. ¿Y por qué nunca se dio? Hasta me cuesta pensar de lo que entonces fuiste capaz, mira que hacerle eso a alguien que únicamente vivía por ti y para ti, es demasiada ignominia; si al menos hubiese sabido con quién y adónde, no estaría especulando ahora que con quien la veo es el mismo y no otro, que, bien visto, no es más que un viejo solterón o viudo, sarroso y hasta lascivo, cuyas canas entintadas empiezan ya a desteñirse. - 16 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

Uno piensa: Cómo pudo ser; realmente lo pienso, y no lo podría creer si no lo tuviera frente a mis ojos, esos mismos que aquel verano despertaron hacia una cruel amargura, cuando, sobre la cama y bien ordenadas, vieron aquellas terribles fotos jamás reveladas, fotos que más tarde, y estoy seguro sin que tú lo supieras, aparecieron colgadas en la red, a la vista, paciencia y cruel juicio del mundo entero. Entonces no podía creer que fueras tú, tal vez no eras tú; después de todo, nadie se libra de tener al menos un parecido a la vuelta de la esquina, uno que es como nosotros pero que en el fondo no lo es, eso pasa, siempre pasa, yo podía estar confundido, pero los demás, los que te conocen y son muchos, ellos no, ellos sí que sabían, y fueron tantas las razones a la vez que me hicieron ver lo que no quería ver, lo que había quemado junto con las sábanas en un principio —al final terminé por incendiar la cama y la casa entera—, esto es, las fotografías donde tristemente aparecías posando a pellejo suelto y en diferentes estados de ánimo, y lo que era peor, con las manos unas veces sueltas y otras atadas a modo de tortura o sadismo; de tu boca, de tus ojos, de tu faz en general, ni qué decir, el evidente mensaje a la par de la escrita en mi fotografía era claro: «Cómo permitiste esto?». Pues bien, es cierto, de algún modo debo aceptarlo, lo que no acepto es mi actitud durante todo este tiempo, incluso ahora que te sigo con la mirada; me parece como si hubiera perdido toda perspectiva de vida, de reiniciar una vida nueva, quiero decir, y todo por esas tres malditas palabras tuyas materializadas en el revés blanco de mi foto y en diagonal: ¡QUÉ TONTO ERES! Y por qué no, quizá soy un - 17 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

tonto, por haberlo guardado todos estos años, por no haber sido capaz de quemarlo cuando quemé todo, también eso pasa, guardamos lo que no queremos guardar, y a fuerza de no quererlo, terminamos manteniéndolo en el fondo de un baúl, entre los cajones de ropa menos usada o en la cima sobre el techo polvoso del ropero, lejos de cualquier simple alcance visual, y aun siendo así, lo llevamos en la obscuridad de nuestra conciencia, asidos como lapas a una piedra, porque la primera impresión de algo inquietante es, sencillamente, inolvidable. ¿Estamos de acuerdo? Y si no lo estáis, qué importa, somos libres con nuestras cosas, podemos optar por muchos caminos, podemos destruir y comenzar de nuevo; en mi caso sería olvidar y comenzar de nuevo, que no es fácil dada mis circunstancias personales, a veces difíciles de exponer y hasta extrañas, pero tampoco es esto que llaman imposible; después de hoy, tenlo por seguro, ya lo olvidé. Uno piensa; no entiende. Cómo es la vida ¿no?, las inesperadas cosas que nos trae se presentan hoy, en este momento, ahora que acaban de salir de un anónimo restaurante, de esos que ofrecen comida extra y rápida, según creo, y que caminan aparentemente felices, desligados del entorno, como antes lo hacía conmigo, sólo que los dos están cogidos de la mano, las palmas unidas y los dedos entrecruzados, nada más parecido a un paseo por la ciudad de un padre y su hija. No obstante, ninguno es nada de nadie, y si lo son, no debería de importunarme, pero el hecho es este: una de las manos, la más joven, la mejor cuidada y la más suave, es conocida por una cara y por la otra; ese hecho es el punto de partida para provocarme una última e incomprensible manía de rabia, rabia que genera - 18 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

un solo pensamiento: «¡Malhadada, ojalá desaparecieras!». Desde luego que, previo a todo esto, uno no esperaba encontrarse, mejor dicho, volver a encontrarse, después de tanto tiempo, con el mayor traspié, desliz o lapsus, con el peor error de toda su vida si uno no hubiese salido a caminar en un día como este, de sol apacible, agónico, y ya que se dio así, lo que no resulta admisible es preguntarse — Dónde estuvo estos… casi siete años?, —Por qué desapareció sin dejar rastro alguno?, —Acaso fue el alma de un secuestro?; y lo más pernicioso de todo: volver a recordarla, eso es inevitable. Pues aunque no parezca, es más que cierto, porque camina de la mano de él, camina y parece que no caminara de la mano de él sino de la mía, como antes de él, y todo su temperamento es el mismo de cuando andaba colada a la mano extraña igual que una mosca a la miel. Pero nada, ya nada me causa nada, después de aquel pensamiento ajeno, lo mejor es marcharnos a un hotel, hacer del día una verdadera «noche de placer», alejado por fin de todo y de todos, por lo que, y sin demora, caminamos, caminamos sin desunirnos, ni siquiera mientras esperamos el cambio de color en el semáforo, y cuando ya cambia, eres tú quien da el primer paso hacia la calzada, yo dudo, no sé por qué, y esto es infortunadamente malo y azarosamente bueno, pues en un segundo tu cuerpo es lanzado violentamente contra el asfalto, muy lejos, y el mío acaba de salvarse ~¡Ahora sí que creo en los milagros!~ de ser arrollado por un microbús al que le fallaron los frenos, o el conductor, o, en últimos casos, el mal funcionamiento del aparato regulador de los tres colores, ¡Qué desgracia más inesperada! Y el pensamiento desconocido, el que llegó procedente de la rabia - 19 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

del momento, tal vez no deseando precisamente esta fatalidad, pero deseándolo al fin y al cabo, ¿Qué es de él?, ¿Se sabrá arrepentido?, o estará, por el contrario, bailando en un pie y especulando: «la muerte te vino de la mano de él, no de la mía».

- 20 -

FRANK

S.

GARELF

NINGUNA

GRAN

AVENTURA

Más allá del despertar DUERMO HUNDIDO en un jergón de paja y es bastante raro, extraño, desacostumbrado, ya lo creo que es así de insólito; puedo verlo en el principio del sueño: todos nos miran, se burlan de nosotros, como si no tuvieran nada que hacer están agolpados en ambas esquinas de enfrente de la plaza y nos hacen eso, juzgar a boca suelta nuestras vidas. Quizá no fue buena idea salir de casa, abrir la puerta que da a la plaza, y por ese hecho y por más, volvemos a cerrarla y a entrar casi con las mismas ganas que deseábamos salir, y ya dentro, en un mundo menos hostil para nosotros, mi madre no entiende por qué, no sabe qué hicimos mal, y yo mucho menos, no sé qué decir en respuesta, sólo me vuelvo y entreabro la puerta, lo suficiente para asistir al cambio que se opera allí fuera, pues es para no creerlo, porque empiezan a dispersarse, desunirse, separarse, ahuyentarse… ; todo ese grupúsculo de personas tan conocidas, vueltas inexplicablemente contra nuestro hogar, toman cada uno por su lado y desaparecen casi de inmediato —cualquier otro aseguraría que aquí no sucedió absolutamente nada. Pero de todos ellos, siempre queda uno o dos o cuatro, los que no saben adónde ir o los que se hacen los desentendidos, ahora logro reconocerlos: son An y Ev, Ve y Ka, y siento una atmósfera de traición en sus - 21 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

comportamientos, sobre todo en el de An, que junto a Ev, cruza la plaza rodeando la pileta central y deciden, maquinalmente, inoportunamente, sentarse en uno de los viejos bancos de tabla repintados de color naranja y verde; no puedo decir que se les ve tan «cómplices en algo», con naturales disposiciones hacia la conversación, un ejemplo así, de connivencia-departición, se puede observar en Ve y Ka, ellos sí se saben libres, y, sin los cuestionamientos que antes les prohibían pasearse juntos, actualmente pueden cogerse de la mano, abrazarse, besarse, desaparecer donde quieran y cuando prefieran; en cambio An, ¿Qué haces, An?, ¿Estás dispuesta a contar todo lo que me pasó a mi gracias —nada más y menos que— a tí? Así los sucesos, del que quisiera y ya no puedo dar cuenta ni a mi madre, que curiosamente ha desparecido, van extendiéndose más allá de ese principio que parecía tan grotesco como pesado y pasajero. “... Sinceramente, no sé qué decir de él. Cuando estaba sola o en casa me reía bastante, me reía mucho, pero después me daba pena de sólo pensar que podía estar usándolo como a un objeto cualquiera; ¡es más!, él nunca... No logro asimilar lo que oigo, no es ella, y si es ella, ignora mi presencia tras la puerta, la agudización de mi oído, la vociferación de sus palabras; creo que todo se fusiona en una singular armonía. “No recuerdo exactamente cuándo empezamos, si en una visita de clases que hicimos al establo del viejo Nestor o si en una noche de marzo, después de que yo regresara de vacaciones. Lo que sí recuerdo es que nos saludamos con reticencia, como dos desconocidos —¡de veras, no te rías!—; parecíamos tan ridículos, tan bufos y risibles, no sé. Me lo pidió, de un modo que prefiero no contártelo, y yo no - 22 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

acepté. Me rogó un buen rato, y yo igual: no quise. Hasta hoy no sé exactamente qué veía en mí. Al final, estaría tan desesperado el pobre, me salió con un estúpido chantaje: «Si no me aceptas, dijo, no te hablo más». Que necio lo sentí, como si me importara su amista de entonces.” “¿En verdad, no te importaba nada nada?”, intervino Ev, que como yo, aunque más próximo, prácticamente a dos cuartas de ella, vibraba en atención. “Ya lo dije —continuó An—: siempre he sentido... lástima, compasión por como era. Puedes creer que nadie le hacia caso en el salón?” Mentira, todo lo que refiere es mentira, pienso, luego quiero salir a desmentirla, pero no puede ser; en última instancia, algo me mantiene inmovilizado, y ella prosigue con su desmedida revelación. “... Por esa fecha yo andaba enamorada (ya sabes de quién, ¿no?... Sí, de él)9; pero como él no venía sino únicamente durante algo más de 48 horas —ya yo sospechaba a quién se refería: él, cuatro o cinco años mayor que ella, estudiaba en la ciudad, y esto de que venía los sábados por la mañana y se iba los lunes muy temprano, sí que lo sabía—, me puse a pensar en el resto de la semana y me parecieron unos días infernales, de modo que Ce —¿yo?— me pareció como un medicamento temporal, alguien con quien podía pasar el rato e imaginarme que no era él, si no el verdadero dueño de mi amor. Ahora que bien vistos, no dejaban de tener cierto parecido, o al menos, eso creo. Así que para hacerle creer que su estúpido, torpe y soso chantaje me afectaba, le convencí, bajo un dote de actuación que ni en sueños creía tener, que no quería perder su amistad, y acepté estar con él. Desde luego que quiso celebrarlo dándome un beso de inmediato.” - 23 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

“¿y fue así?” “No, por supuesto que no. Lo mantuve en espera durante una semana. Además, debía de acostumbrarme a la idea de la traición y, ¿sabes una cosa?: no me fue tan difícil. De todos los de último año de colegio, Ce me pareció por lo menos... qué te digo... el más «maduro», sí, mentalmente, quiero decir; físicamente, no. Y siempre que nos encontrábamos, insistía una y otra vez que no me iba a arrepentir. Me buscaba por la tarde y por la noche con cualquier nimio pretexto, casi diría que me acosaba, y nunca dejaba de repetirme lo mismo: que me quería, como si ello fuera fácil de afirmar. Estaba hasta aquí de sus patéticas frasecitas de amor. «Qué estúpido y que pérdida de tiempo», me decía dentro de mí. De quererlo, le habría contado todo a Di, mi amo y dueño, para que le diese una lección, una paliza tal que así ya no hubiese dicho tantas bobadas juntas. Decir: “Te quiero, Te amo; ¿Y tú me quieres, Me amas?”. Todo palabras, puras palabras. Su cerebro de seguro se carcomía al pensar en mi. Me esforzaba y decía: “Sí, Sí”, y lo amansaba con un beso fingido. Pero me seguía dando pena, incluso para darle su merecido, de sólo verlo llorando y sangrando... Sentir algo por mí, ¿tú crees que es fácil «sentir algo» por mí? No era más que un “tonto chiquillo”. Cómo iba a sentir amor por alguien. Sólo yo sentía y conocía el espíritu, la existencia de esa palabra. ¡Qué se habrá creído, con un demonio!¡No sabe lo que es sentirse fuera de órbita!” Todavía oigo que Ev se interpone con una pregunta, pero ya no importa; la última frase de An resuena interminablemente dentro de mi alma. “¡Qué mezquina, Qué vanidosa eres!”, repito y repito, y demuestro el mudo gesto de la negación irónica. - 24 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

En adelante, recuerdo perfectamente todo lo que sucedió y lo que dijo, desde cuántas veces sollocé al pensarme engañado —ahora sé que razones no me faltaron—, hasta las tretas que se inventaba para evadirme, sobre todo los sábados y domingos por la noche. “...Quería ir más allá...”, es cierto, me había cansado de sólo besuquearla, era natural que quisiera poner en práctica el sentido del tacto, “...Quería toquetearme...”, y apenas si pude una sola vez y superficialmente, porque ella ya no era como la imaginaba, ya conocía el estremecimiento de la piel, el contacto de otras manos, la humectación de otros labios, el roce de otro cuerpo. ¡Qué desgraciado me siento al enterarme de todo esto! No pienso más que en increparla, en desvelar su cinismo y su engaño. Abro la puerta, ahora sí, y ella desde donde está sentada, advierte mi presencia, se pone en pie y corre o intenta huir a casa, espantada de... ¿de quién? Ev, el que estaba a su lado, no está más junto a ella, ha desaparecido; y yo, al bajar las gradas hacia el suelo de la plaza, he pisado en falso, he caído, siento dolor y frío en el pie, más frío que dolor, y ya no veo nada, pues estoy despierto, y veo que mi pie descubierto ha resbalado de la cama al piso helado del cuarto, y más: la frase «No sabe lo que es sentirse fuera de órbita» ha quedado grabada a fuego en mi memoria; ¿podré desprenderme de ella? Terminé ese mismo día con la susodicha frase ardiendo como la zarza en llamas, el segundo día pensando en ella, el tercer y cuarto deseando ya verla, el quinto día planeando viajar en su busca, cosa que sólo me fue posible a la semana entrante. - 25 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

En el pueblo no la encontré. Pregunté por ella; los amigos, los padres, afirmaban que no sabían de su paradero, que estaba de viaje y cosas por el estilo. Pensé que todos estaban confabulando contra mis propósitos, que únicamente era aclarar tres puntos: UNO: Que no todo lo que había desembuchado era cierto. DOS: Que por qué le causaba pena o lástima y demás cosas, y si solamente había sido como un objeto para ella. TRES: Y refregarle en la cara, en vivo, que sí sabía lo que era «sentirse fuera de órbita», que era todo lo que había experimentado y padecido por ella. Y ya que no pudo ser así, volví enteramente decepcionado a la ciudad. Pero esa misma tarde, desde la ventanilla de un taxi, apenas pasé la mirada por la acera de enfrente, pude reconocer su inolvidable imagen casi de inmediato. ¿Será ella? —me decía todavía—. ¿An?... Sí, no cabía duda: llevaba un pequeño en brazos y caminaba junto a un hombre que a su vez tomaba de la mano a otro niño de unos cinco años. Todo el tiempo, desde aquel sueño o mal sueño, mi pensamiento había invocado su presencia.

- 26 -

FRANK

S.

GARELF

NINGUNA

GRAN

AVENTURA

Quimera X y Y... dos de los mejores... mundo... muertos... Ambos, en su día de descanso, habían asistido a una corrida de toros invitados por un importante empresario extranjero. Al principio no habrían estado muy convencidos de asistir, pero al final, por razones que no se sabe ni se sabrá, terminaron concurriendo al taurodromo. La tarde empezaba a caer y la fiesta taurina no empezaba todavía. Los palcos estaban abarrotados de gente, de mucha gente pudiente y no tan pudiente. Desde la distancia vi entrar a X y Y, juntos, y acomodarse en el sitio exclusivo que pagaba el empresario extranjero, sin saber que desde allí jamás verían salir, como una estampida, el primer toro de la tarde. Enseguida hicieron su aparición, esta vez en el ruedo, el bando de toreros: matadores, capeadores y picadores montados en sus respectivos caballos. La gente aplaudió discretamente a estos artistas del toreo. Sin embargo, esa misma gente, que aún no creía estar viendo entre ellos a dos artistas de otras pasiones, pedían a voz en cuello algo más: la presencia y el saludo de ambos desde el centro de la arena.

- 27 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

El empresario extranjero, que estaba junto a ellos, debió de convencerles de algún modo de que bajaran a la arena a saludar a todo ese público —al que además se debían— antes de que dieran comienzo a la jornada. “Todos ellos son amantes del deporte más grande del mundo”, me pareció oír decir al empresario, “antes que de esto de la tauromaquia”, con cierto desprecio. X y Y se levantaron de sus asientos y empezaron a bajar. La gente empezó a aplaudir ese gesto y a vociferar sus admiraciones, ¡Viva X, Viva Y, Viva...!, desde todos los ángulos del teatro circular. Hasta ese momento, cierto organizador del evento, que desconocía o quería desconocer la buena intención de los dos prodigiosos magos del pie, había estado brindando unas cervezas con unos colegas suyos en el carril circularposterior al rodeo central. Es muy probable que a él, todas las voces y aplausos de la gente, le llegasen desde mucha distancia al oído, casi imperceptiblemente. Y si en algún momento se detuvo a escuchar, sin duda, debió de confundirse creyendo que se trataba de dar la bienvenida y la buena suerte al bando de toreros, que entonces estaban todavía en la arena. Lo cierto es que este organizador había dado ya la orden de preparar todo para dar comienzo al macabro festín. SγγS X y Y entraron en la arena. Se les veía un tanto indiferentes. Pero ya estaban allí; después de todo, no quedaba más que actuar con sinceridad. Empezaron a caminar al centro de la arena saludando a un lado y a otro, respectivamente. La ovación de la gente - 28 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

era intensa. El público respondía con bastante efusividad, dándoles así una calurosa bienvenida, en una calurosa tarde de sol otoñal. Desde la distancia vi que algunas veces los rayos del sol le daban de lleno en el rostro y le enceguecían a los dos, sobre todo cuando se volvían a saludarnos. Llegaron al fin al centro de la arena. Se detuvieron. Creo que se miraron y hablaron algo. Luego, levantaron las manos en son de lo que la gente había pedido: un saludo. Ambos parecían estar presentándose en un estadio. Ambos eran un equipo contra todos los demás. Ambos semejaban a dos toreros dispuestos a brindar el mejor espectáculo posible; aunque, claro, ellos eran artistas que lidiaban siempre con defensas férreas y pensantes. ¿Acaso esto era una escena de un comercial para TV? No. Parecía, pero no. De ninguna manera. En ese preciso instante, cierta voz que procedía del carril circular-posterior, dio una orden. La orden fue acatada inmediatamente. Desde ese momento en adelante todo ocurrió en cuestión de segundos que nadie pudo evitar la fatalidad evitable: las puertas resonaron sordamente, el túnel quedó abierto, el animal ingresó como un proyectil descargado; nadie supo qué hacer. «...Pero si allí cerca, en las barreras, estaban los toreros». Los segundos del tiempo no bastan cuando sobre cae una desgracia. «En todo caso, ¿acaso ellos mismos no se dieron cuenta del inminente riesgo?» «Pudieron haber reaccionado como lo hacen en los campos de juego.» Pero no, estaban de espaldas al animal y, en últimos casos, no estaban preparados para algo así. - 29 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

Culpable pudo haber sido la misma gente que hacía el bullicio, bullicio que se convirtió en advertencia, advertencia que se convirtió en gritos de desesperación, desesperación que, indistinta y finalmente, se volvió a convertir en tremolina. Pero nuevamente no, estaban todos llenos de impotencia. En consecuencia, todo fue un error, una barbulla fatal. Desde el empresario extranjero, pasando por el organizador y los hombres que obedecieron a éste (que aunque estaban detrás de la puerta de salida, detrás de todo y sin saber nada, no se les puede excluir), hasta llegar al mismo público, que contribuyó de algún modo a la consumación de estas dos valiosísimas vidas. ¿Cuándo llegaron a controlar la situación? No lo sé. En cambio si sé que sus rostros expresaban mucho dolor, y esto porque los alcance a ver. Ambos fueron trasladados con urgencia al hospital más cercano. Las cornadas habían sido certeras y habían atravesado órganos sumamente vitales. Los médicos dijeron que hicieron todo lo humanamente posible, «pero no pudimos hacer nada más», concluyeron y lo lamentaron mucho. Nuevamente tuve en mi mente la imagen del toro saliendo como una centella, con la cabeza erguida, y embistiendo violentamente a los dos, que estaban de espaldas, juntos, saludando al público. ¡Cuántas ganas de pulsar «stop» para detener la horrorosa escena y no poder hacer nada frente a ello! Sentí una impotencia inexorable. El animal empitonó, desmerecidamente, a uno y a otro en el suelo, sin piedad. Nada se podía hacer.

- 30 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

X y Y, dos de los mejores futbolistas del mundo, estaban ahora muertos SγγS Entré a casa y no pude contener el llanto. “¡Están muertos, mamá!”, dije. “¡Están muertos!”. Tampoco mi madre podía creer algo semejante, a pesar de haberlo presenciado todo. Los medios de comunicación del mudo entero se llenaron de la trágica noticia. Todos lamentamos su muerte: sus familiares, sus amigos; sus países, sus continentes; el mundo sin exclusión. ¿Quiénes eran los responsables directos e indirectos de la tragedia? Sólo pudieron atrapar, de momento, a los hombres que abrieron la puerta del túnel. Del organizador el evento y del empresario extranjero no se supo nada. Con la gente era imposible hacer algo. Yo mismo me sentí culpable, sobre todo por haber querido y no haber podido hacer nada. Transcurrieron dos meses como dos días. El Campeonato Mundial iba a comenzar. Ya el equipo de X y Y había resuelto no participar. Dos días antes del inicio del certamen, todos los equipos del mundo se pronunciaron y decidieron, por unanimidad, no participar en esta versión del Campeonato Mundial «en memoria» de X y Y. No se celebraría el deporte más aclamado del mundo, entonces; a pesar de que para algunos era el primero y para otros el último. La vida estaba antes que la pasión.

- 31 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

Empecé a sentirme mal, a sudar, a oír voces lejanas, a sentir el olor de un nuevo día. Entreabrí los ojos, y, a través de ese intervalo, reconocí la luz que había fuera de casa. El día se anunciaba caluroso y espléndido. Parpadeé un instante más. Recordé la pesada noche y averigüé si todo había sido real. En las noticias dieron cuenta de dos deportistas muertos en un accidente vehicular. «Es una condena soñar cosas como la muerte», pensé.

- 32 -

FRANK

S.

GARELF

NINGUNA

GRAN

AVENTURA

La presencia enigmática LOS ÚLTIMOS DÍAS de este otoño prolongado, caen como estrellas fugaces sin importancia. No obstante, percibo las cosas de modo distinto, a menudo mi estado de ánimo ansioso se torna ansioso, absorbente, inexplicable. Las cuestiones que resolvía habitualmente y de buena gana, han cobrado tonalidades monótonas, fastidiosas, insubstanciales, tanto que ayer noche, ya tarde, mientras observaba cómo la luz de neón era invadida por mariposas nocturnas que se infiltraban por las grietas del techo, repentinamente, imaginé mi mundo lleno de sombras, revuelos e imposibilidades, al punto que ahora pienso «nada es todo y todo es nada» en un rapto de filosofía ultraesencial, t siento que el aire que habita en torno a mí está impregnado de un bálsamo-de-cabello-húmedo y de nada más, acaso como si tal impresión fuese algo irrebatible que bloqueara de todo y contra todo mi facultad de raciocinio. Todo lo existente me guía, me habla, incluso me trae su aroma de cereza; convivo con su imagen, con esta ilusión que lo abrasa todo como el sol en el Sahara. Transcurren las horas, o no sé si transcurren siquiera. En súbitos destellos de lucidez tomo conciencia del sentido de la vida desorganizada, irresponsable y ficticia que llevo a cuestas. Y a pesar de que la promesa íntima de no volver - 33 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

a pensar más en el asunto está ahí, empapándome gota a gota o martillándome a cada instante, sigo pensando todavía el doble de cuando la vi por primera vez, sentada inmediatamente tras mi carpeta, en el examen de ingreso a la Sociedad de Letras. Recuerdo la voz con que me habló para decirme la tensión nerviosa que sentía, y aunque aquella vez no alcanzó el promedio requerido, en un segundo intento, medio año después, lograría ser admitida brillantemente. Desde entonces ha colmado los recintos, paredes y ventanas, el campus íntegro de mi pensamiento. No me ha vuelto a hablar, ni yo tampoco, probablemente ya ni se acuerde de mí. Una cosa es cierta: la amo. La amo con locura. La veo en sueños continuamente. Pierdo toda realidad y cualquier estudio se hace imposible frente a ese afecto incomprensible y singular. Se llama Xeline, tiene el cabello negro, lacio y humedecido, la carita redonda, pequeña, dos ojos ligeramente rasgados, aunque bien definidos y centrados, que le han valido el sugerente apelativo de Chinita, y unas gafas de estudio modernas que resaltan, mística y mágicamente, su mirada para nada oriental. Ella consume, roba, asalta mi día a día y, sobre todo, resquebraja la esperanza, la posibilidad, hace que esta timidez mía para los asuntos del corazón crezca y desencadene un constante sufrimiento interior, un persistente desequilibrio de emociones temperamentales. Transcurrida una larga noche, he cobrado cierta valentía, no tengo ya temor alguno. Hoy, último día de otoño, 12.30 de la tarde, 15º de temperatura aproximadamente, es el día señalado. Estoy decidido, seguro, poseo las palabras certeras y bien ideadas. Me apuesto a la salida principal y espero..., espero - 34 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

paciente, sereno, mientras los minutos se van en un sinfín de tictacs y las aulas vomitan el habitual tropel de estudiantes que enrumban a casa hambrientos, hasta que me entero, indagando entre sus amigas, que ella ya no aparecerá, puesto que se ha marchado hace media hora, circunstancia que trae al suelo todas mis expectativas de confesión sincera, profunda y tantas veces postergada. Nuevamente soy presa de la frustración, y cierto acceso de ira, no sé si racional, trata de decirme que tal valentía jamás existió, que a la hora de la verdad, teniéndola frente a mí, no sería capaz de pronunciar ni una sola palabra, pues temblaría como un sismo, titubearía y me enredaría como un tartajo1. Si sirve en algo ahondar, mi alma, reducida en un segundo, se daba de lleno contra el muro de la impotencia: bote y rebote como una bola de ping-pong a solas. Y a pesar de ello, posiblemente con las últimas radiaciones de la esperanza, sigo pensando que las cosas están destinadas a cumplirse en su tiempo debido —Cualquier otro día ha de ser, me animo en el fuero interno. Consecuentemente, casi entumecido, empiezo a caminar lentamente calle abajo, como quien le importa un bledo la costumbre de los pasos y divaga en sus propios razonamientos. Al volver a la inmediata realidad, me hallo en la Avenida Central, frente al puente peatonal de la sierpe, una construcción sostenida a ambos extremos por planos inclinados con tres vueltas de ascenso y descenso, bajo cuya columna horizontal de la acera, en ochenta metros de espacio, se estiran tres carriles de gran anchura: las de los lados, para el arrullador runrún de los vehículos hu1 Gago, tartamudo.

- 35 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

meantes, y la del medio, franqueada por muros de concreto, para el paso del tren que de vez en cuando ocasiona un leve temblorcillo. Algo me lleva a cruzar este puente, de modo que, aún distraído con la escasa gente que sube y baja en el paradero, avanzo hacia él, despacio, avanzo sin prever que en la base misma del ascenso me aguarda la sorpresa, el asombro, una situación inesperada, sí, es ella, Xeline: indiferente al tiempo y al entorno, paliquea entusiastamente con una mujer de aspecto familiar y que, sin más ni menos, le doble en edad. Disimuladamente, dudo entre avanzar y no avanzar. Es un breve detenimiento dentro del cual mis ojos no dejan en ningún momento de buscar su mirada medio escondida tras la cabeza de la mujer estática y envesada desde mi ángulo visual. Y sin que esto sirva de impedimento, pienso rápidamente que no es nada bueno detenerme a observarla, por esto de las sospechas y esas cosas, así que nada más pensarlo me puse en movimiento. Al pasar junto a ella, no logro evitar el fugaz reojo de gracia, sin esperar gran cosa, desde luego, cuando de pronto advierto el encanto de sus gafas sobre mí, de sus pupilas fijas por un instante en las mías, seguido de una señal, de un guiñar fantasioso, cautivador, cuya clave secreta que dividiría en dos el mar era, de momento: — “Espérame”; así lo interpreté. Apresuro el paso a través del plano inclinado y asciendo, vuelo, convencido y seguro y rebosante de que esta vez no habrá más espera que impida mostrar mi fuego interno. Con todo, no estaba predispuesto para el impetuoso acontecimiento del destino. SγγS - 36 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

Me apoyo en el pretil y espero. En cualquier momento ella subiría. Debo prepararme. Respiro el viento intoxicado, contemplo el sol opaco, percibo los latidos de la ciudad: las voces, los ruidos de las fábricas, el fragor de los tubos de escape, e incluso ese otro olor, una cosa extraña y sin definición. Sigo esperando y pensando. Repaso las palabras certeras. Concluyo que serán efectivas. Imagino un «Sí» mudo en sus labios, veo abrirse el cielo y al rato estamos ya del otro lado de la orilla. Ahora sólo cabe caminar tras el jardín prometido. Sigo en espera, en plena y santa… No, ya no. Me impaciento. Dejo correr cinco minutos. Mejor diez. Bueno, que sean cinco más, ¡Qué más da! No más. Me abalanzo al pretil opuesto. ¿Por qué demora en subir? Ha desparecido. No está. Lo mismo la mujer que le dobla en edad. Miré a un lado, luego al otro. Nada. Ni el más remoto indicio. No creo soportar una dos frustraciones en un día. Mi salida es pensar que pudieron haber abordado un vehículo hacia el sur. Aunque Xeline vive del otro lado de este puente en el que estoy. Qué extraño. Mis ideas empiezan a chisporrotear como algo que cae desde lo alto en una marmita de aceite semicaliente. ¿Y si ha intuido mi pensamiento? Con seguridad sabe mi intención. ¿Y la señal y la clave palabra? Una vil triquiñuela para el despiste. Ha logrado escaparse y además de ha burlado de mí. Me siento sin alternativas. Levanto la mirada al infinito. Parpadeo y contengo las lágrimas. ¿Qué hago en un lugar como éste, metido en una situación que sólo me hace sentir exangüe? ¿Adónde me dirijo a través de este trance? Es cierto, debo cruzar. Empiezo a dar un paso y después otro y otro. Ando casi aletargado en tanto mis dedos rozan el borde superior del pretil. Me detengo a la - 37 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

mitad del puente. Mis ojos atraviesan el vallado metálico y alcanzan, unos trescientos metros más allá, el otro puente de peatones. No, me digo, es imposible que se haya ido por ese punto. Reanudo la marcha, algo confuso, hasta cruzar del todo. El puente tuerce hacia la derecha, desciende. Casi no suben ni bajan transeúntes. Me detengo. Echo la mirada por el pretil, por pura casualidad, supongo. Entonces, de repente, la veo nuevamente. No. En principio no puede ser ella. Desde lo alto veo cómo desaparece tras la esquina, una cuadra más abajo, y sube por la calle de las madereras; cruzará la Nueva Vía paralela a la Avenida Central y luego la sucursal del Banco Estatal. ¿Será ella? Sí, sin duda. No hay explicación. No ha cruzado ni este ni otro puente. De lo contrario, la habría visto. La sensación de estar parado sobre un terreno pantanoso es real. ¿Cómo es posible una percepción de esas? El mismo hecho de que ella se encaminase por esa calle y no por el bulevar de este lado, el que suele tomar siempre, ¿tiene algún sentido como para despertar tanta importancia? Al parecer, sí. Y me estremece el pensar que sea yo el testigo de ciertas malas visiones. Desde luego nada es cierto: todavía mantengo a tal pundonor la confianza en mí mismo. De cualquier modo lo mejor es seguir. Me sobrepongo y me vuelvo dispuesto a descender de una buena vez. Ahora sé que lo apropiado habría sido no hacerlo. Mi propia pesadilla, con todos sus tentáculos de espanto, está a unos pasos frente a mí. Me estás persiguiendo?, me interpela. Aterrado, enmudezco. Pierdo la dimensión de la realidad. Interiormente, siento el efecto del alejamiento voraz, arrasante y brutal. Hacia atrás, mis manos buscan apoyo. - 38 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

Mi boca está como cosida. Mis demás sentidos están verdaderamente perturbados. Cuando estoy ya a punto de dejarme envolver por el remolino del vértigo final, una cosa increíble que me devuelve el ánima al cuerpo: siento el contacto de una mano humana, suave y grácil. Todas las interrogantes naufragan, están muertas. Su mirada es fija, limpia, luminosa e inquietante. No pudiendo con sus ojos cierro los míos. La última imagen que atrapo es un lunar pequeño en la cara interior del pómulo izquierdo, un puntito oscuro que brilla como un astro el universo de su rostro lozano. Ahora que la tengo tan cerca, lo distingo claramente. Ahora me parece que el tiempo no existe mas que en la mente humana. Ahora es cuando sueño, creo tener alas como Anacreonte y respiro a toda máquina. El uno puede aspirar el aroma del otro. Luego nos envuelve el silencio, el instinto mutuo, natural, expresado en sus labios almibarados que se funden pausada e increíblemente con los míos, estupefactos y casi marchitos. Lastimosamente a veces no se está preparado para cosas como ésta, pues apenas suelta mi mano, el instante de felicidad eterna cae, se hace polvo y desaparece. Despertar es lo último que me queda por hacer. De algún modo, es la locura quien abrasa. Es la locura o el espanto. El miedo, el terror, el pánico interior. Todo estalla tan rápido como una granada, no hay tiempo para escapar de las esquirlas que penetran violentamente en la carne misma de mis emociones. La casa es mi salvación, pienso, y ya no quiero estar paralizado ni descender. Quiero volver, abandonar el lugar. Huyo por donde he venido, corro a trechos, dejo atrás la acera del puente extrañamente desierto. - 39 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

Cuando al fin viro la tercera y última vuelta, ya cerca del lugar donde la vi conversando con la mujer de aspecto familiar, siento un brusco golpe de aire en el rostro, el auténtico residuo de alguien que pasa raudamente en dirección contraria. ¿Xeline? No existe tanto imposible. Me vuelvo y la contemplo. Para uno cualquiera de ese momento, sin duda, es ella, la que apresura el paso rumbo a casa; para mí, en cambio, ha dejado de ser quien es. Si es un juego oscuro u una pesadilla, queda como tal, como la falsa representación de un corazón alterado u obsesionado. En efecto, qué imposible resulta sentir amor por la sola imagen de alguien. Todo se torna denso y ella se aleja como en cámara lenta, se pierde en su ascenso hacia la nada. Pronto se convertirá en un fantasma que, de quererlo, despertará tu deseo más recóndito por más cauto que seas.

- 40 -

FRANK

S.

GARELF

NINGUNA

GRAN

AVENTURA

Retorno FUE SÓLO UN MOMENTO de inlucidez prolongada, se oye desde fuera, la mirada fija internándose a través de la pequeña ventana improvisada en la pared de madera. Fiorella, que observa desde la cocina, no responde; parece acompañada de sorpresa y temor. ¿Quién altera el orden de las cosas? ¿Quién trastorna el concierto de la mañana, que debe ser sin duda apacible y que ahora no le permite, como parte del diario quehacer, encender el hornillo y poner la leche para el desayuno? Tiene que ser alguien, quizá un perfecto desconocido, inoportuno y tal, y no lo es, porque tras una desaparición involuntaria, al recobrar el sentido, lo menos que se puede hacer es volver, buscar y encontrar ese contexto vital que nos hace humanos: nuestros seres queridos. [Hace nada arribé a este rellano desde donde te veo y soy advertido. Caminé a sol y sombra, gastando fuerzas de flaqueza, por un sinnúmero de avenidas, parques y callejones, deteniéndome, preguntando, tratando de recordar algún lugar de mis correrías no tan remotas y, en verdad, todo estaba confuso, casi como si la urbe hubiese sufrido el paso de unos años poderosamente sombríos y agraces. - 41 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

Se hacía ya noche cuando di con tu puerta. No sé cómo sucedió, pero en cuanto vi el jardín de begonias y el frontispicio de laja, mi mente se aclaró; sentí el céfiro que deja tu presencia, y decidí aguardar la mañana siguiente recostado en la pared abandonada de al lado. Tal vez la casa no es la misma, pensé luego. Hay tantos rincones similares en este mundo que, permanecer una noche más a al vera de una casa que podía ser o no, me dio lo mismo al fin y al cabo. Toda espera tiene su recompensa. Porque está claro que el rostro de la criada, que salió en la penumbra de la mañana para las compras del día, no era el de una extraña sino el mismo de años atrás —incluso recordé su nombre—, y el riesgo posible de que me reconociera a su vuelta, puesto que no me había descubierto al salir, era harto inminente si no me movía del lugar en que estaba. Entonces me dije —Es hora de actuar; y avancé decidido. Ya en la puerta, a punto de llamar, me di cuenta que al salir Julia había olvidado asegurarla como es debido, de modo que, agradeciendo ese toque de suerte, advertí así mismo que se exponía negligentemente a que alguien, un ladrón, por ejemplo, entrase en casa con gustosa facilidad. Se me ocurrió que no se me daría mejor ocasión que esa, de manera que empujé la puerta con cautela (claro, sin ninguna mala intención, sólo queriendo recuperara lo que sentía perdido), y empecé a subir los escalones de granito que dan a este rellano, donde ahora estoy, observado por tus ojos semiazules, diáfanos y, si cabe, profundamente helados.] No... No eres real, dice ella, escéptica, reacia; intenta negar y ser firme lo más que puede ante una evidencia tangible. Sólo los muertos no vuelven, resuena en los oídos, el timbre - 42 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

sentimental procurando despertar lágrimas de esperanza. Fiorella se mantiene en sus pies, enraizada como un roble, absorta respecto de un regreso inimaginado; apunta fijamente con la flecha de sus pupilas. Luego éstas vacilan, se nublan de un líquido intenso, transparente, pero antes que se le desborde, ella logra agitar los párpados, tan rápidamente que casi no se distingue; si esto en el fondo no es desazón, es, sin duda alguna, un síntoma de alegría. Es una mañana fresca de principios de otoño, no es fácil darse de bruces y asimilar estas cosas. Un abrazo es lo que se espera, tan fuerte que no importa que crujan los huesos, será para que se convenza que ésta presencia no es producto de su imaginación, sino un ser de carne y hueso, cuerpo y alma, alguien que trata de limpiar el escombro de mentiras sobre el que habita. Ella recupera el movimiento, anula cualquier tentativa y atraviesa la cocina, empuja la portezuela, sale, avanza, queda frente a frente, a punto de... No has más que silencio y miradas. ¿Quién eres?, dice sorpresivamente, Márchate, por favor, márchate, ruega en tono serio, sin concesiones. Es difícil pensar otra clase de recibimiento. No puedes estar aquí, vuelve a la carga; su voz es un tanto hostil, causa dolo, sobre todo por el modo casi despectivo de esta última frase. Toda ella es imponente, así que más vale hacer el esfuerzo y resistir. La idea inmediata es contrarrestar ese vendaval con una explicación convincente, y nada mejor que la verdad para ello, pero Fiorella no se queda callada, también tiene sus armas, aun cuando repita las cosas que ya dijo, manteniendo esa forma irreconocible al hablar, sigue abriendo una herida cual chorro violento de agua que perfora la roca. «No hay nada que hacer» o «Pierdes el tiempo», son cosas que se graban muy dentro y a fuego - 43 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

vivo. Cuando se está metido hasta el cuello, pretender escurrir el bulto es de cobardes. Son casi cinco años, continúa ella. No obstante, ha bajado de revoluciones. ¿Es indicio de algo? Hace falta esperar. Lo peor de todo es que cada día, semana y mes que pasaba fue para mí como un año, un siglo, un infierno. ¡No imaginas lo que significa soportar eso! Luego agrega, la tonalidad intimidante: Mi padre está por bajar. Acaban de ascenderlo a Coronel. No queda más que marcharse, si esa es su voluntad. Nunca se sabe con hombres de espíritu disciplinado y riguroso. Está bien, se escucha. Pero llegará el día del retorno, y entonces descubrirás la única verdad existente. Una breve despedida y los pasos descienden los escalones, el alma quebrada, hecha pedazos, ¿dispuesto a dejarlo todo en suspenso, cuando el sufrimiento es más fuerte que un simple temor? ¿En qué se transforma la vida si no se hace nada por ella? La puerta está a la mano, o te marchas o permaneces. La duda se interpone, crece, cuando súbitamente se oye algo que lo cambia todo: son unos pasos pequeños y suaves que corren desde la cocina y una vocecita dulce, cálida, vivaz que prorrumpe: Mamá, y repite con claridad: Mamá! Es la primera palabra mágica de la vida y lo trastoca enteramente todo. Pero mi amor, qué haces levantada, responde la madre y la toma en brazos. Es oportuno volver y mirar la escena, en justificado desconcierto y silencio. Respirar, creer, germinar, dejar que llueva alentadoras emociones y pensamientos; ser cabalmente humano sin términos de por medio. Es lo único que - 44 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

se anhela y se busca mientras la muerte no haga de las suyas. Ella es Abril, asevera Fiorella, ya sin fuerza de voluntad, y no puede más y se desploma: Es sangre de tu sangre. Ese proyectil toca el corazón, es mortal. Técnicamente, la felicidad es una rara e indescriptible expresión del alma. La niña tiene la hermosura de quien la trajo al mundo. Sólo hace falta la verdad. No fue como te contaron, empieza el canto. Tampoco quedan grandes recuerdos, salvo continuas amenazas, incluso ofrecimientos de dinero… no sabría qué más. Ah, y la estancia en un lugar ajeno, la incertidumbre de no saber si era día o noche, y los pinchazos que te dejaban fuera de juego. Pero lo mejor es haber vuelto, tener esta oportunidad, después de una huída que no fue nada fácil, y aunque sospeche de… ya nada importa. Créeme si te digo que todo «fue sólo un momento de inlucidez prolongada». No sé si creer, dice Fio. Pero ven, sube. También he pagado mi falta de decisión. Si me dices que es un mal sueño que no vale la pena recordar y me prometes que no volverá a suceder, te creeré. Esto basta, es suficiente. Todavía arde el fuego sagrado. Se observa que escala de nuevo, se acerca y, lo esperado, abraza a la hija y a la mujer, que, emocionada, rompe en sollozo, en beso, en dicha de sentir algo verdaderamente increíble. No ha cambiado; es ella misma, simple como siempre. Viste polonesa breve y blanca, faldicorta que cae desde la cintura y baila suelto por sobre las rodillas, y unas viejas sandalias de cuero, que es más bien un recuerdo personal. Deja sentir sus labios, húmedos por las lágrimas, una y otra vez. No desdeña el roce de la mano siniestra que tienta, casi intencionalmente, la certeza del amor en el revés de su muslo de piel seda, tersa y única.

- 45 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

Cuando se abre la puerta de la calle y alguien baja del segundo piso, permanecemos abrazados, imperturbables, silenciosos en medio del rellano y bañados en oro por los primeros rayos del sol; en cambio ellos, es decir, la criada y el padre, se muestran pasmados, atónitos boquiabiertos y ensombrecidos ante la escena insospechada.

- 46 -

FRANK

S.

GARELF

NINGUNA

GRAN

AVENTURA

Vindicta ÚLTIMO DÍA, desacostumbrada impresión de sosiego. Dejas la cama, el espejo, el cuarto de baño, abandonas la morada del silencio durante doce horas. Al volver, entrada la noche, habrás coronado una semana entera de oportuna labor. Ahora, semirefrescado por el vientecillo del otoño apocado, esperas el autobús de 6.30. Hombres, mujeres, algunos escolares, todos van abordando taxis, microbuses o aguardan el mismo transporte que ha de desplazarte. El sórdido paradero sin numeración fija en el que estás, habrá de desalojarse, temporalmente, a eso de las 9 o 10 de la mañana; y luego, al día y al año siguiente, a reiterar tal cual se ve hoy el mecanismo que impone la vida en la ciudad. Haces memoria del tiempo que llevas así, esclavizado a ese sentido, y, sin más vueltas que dar, sonríes para ti mismo, limpia, cáustica, sumisamente. El autobús, puntual como todos los días. Estiras el brazo, abordas y buscas hacerte un espacio entre el bosque de personas apremiadas que viajan en él. Cuando lo consigues, te aferras al pasamanos, has de mantenerte inamovible. Sigues pensado. Quisiéramos saber en qué, pero visto que no es posible, será mejor que continúes a tu modo. La gente sube y baja, el destino que juzguen es cosa - 47 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

de ellos. Traquetea el vehículo de transporte urbano, renquea entre avenidas embotelladas y paraderos con más gentío, se encamina por una ruta preestablecida como tantos otros. De pronto se detiene, un semáforo más de los tantos que hay. Contrario a otras ocasiones, debes reconocer que hoy, sin saber por qué, brota en ti un simulacro de tranquilidad y comprensión respecto de esos aparatos de regulación. Si antes los odiabas porque creías que, más allá de su imprescindible función, te robaban el fugaz tiempo de las mañanas, hoy no piensas de ese modo; es el último día de la semana, intuyes que será diferente. Si oyes, «Permiso» o «Disculpe», es signo de algo. Ya menos apretujado, te acomodas, puedes moverte sobre el pasillo. Sueltas el pasamanos, avanzas dos asientos atrás, una vaga inquietud como un pinchazo te estremece —no, no es nada. ¿Por qué no habrías de coincidir con alguien conocido? Es cierto, no sería la primera vez, pero no es el caso; no conoces a nadie, vives solo, confías cada vez menos... Más allá de la ventanilla, transeúntes, edificios, coches aparcados, algunos árboles. Los pasajeros del ala izquierda se ven bañados por el sol matutino. De este lado, sentado ante ti, un hombre de edad abraza su mochila descolorida e intenta continuar su sueño trastocado por la prisa de la mañana. Hacia delante, dos mujeres vestidas de oficina —una sentada, la otra de pie— en fluida y animosa conversación. Pero hacia atrás, resueltamente sentada, el rostro vuelto hacia la ciudad, una joven... Basta un vistazo para tener la certeza, para trasponer el vano del recuerdo y situarse, excitarse, transformarse por dentro, mudar un sentimiento por otro en un tris, mientras el corazón brinca en un «no-no-no» acompasado, continuo, - 48 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

inquebrantable, hasta que lo indeseable sucede sin más, es decir, la joven se vuelve, se da de bruces con tu mirada, y es imposible ya detener el «nooo...» prolongado y definitivo que sepulta tu existencia, sin nadie que te socorra de esa áspera y dolorosa avalancha que es el pasado. —Holaaa... —dice tímida, asombrada, sonrosada. La observas, tu pensamiento se abruma, no dices nada. Ella baja la mirada —¿intimidada?—, contempla la cartera de cuero entre los muslos, luego vuelve los ojos hacia fuera. Tensión, disgusto, incomodidad, una situación difícil de advertir y sortear. El tiempo siempre está presto al conflicto. Alguien debe ceder. Finalmente es ella quien toma la iniciativa: se pone en pie, se apresta a la próxima parada. Supones que ese es el destino que persigue a diario. —Debo bajar. Nos vemos —atina a decirte antes que se detenga el bus. Sin responder, mueves la cabeza afirmativamente. Un gato en mi lugar brincaría sobre tu rostro, le dices dentro de ti. Luego la ves descender, sientes que algo parecido a la duda te retiene, y, al poco, el autobús nuevamente echado a andar, quedas distanciándote de su imagen estática en la acera, como un pez voraz exhibido en un acuario andante. Ahora entretiemblas, sudas, vibran tus nervios en punta. Bullen emociones oscuras, siniestras, difíciles de nombrar. Arrullado por el bunbún del torrente sanguíneo, su voz —Debo...— pero sobre todo —Nos vemos— resuena una y otra vez, muy hondo, tanto que deseas ir tras ella, increparla, vomitarle a al cara sus cuatro verdades y más. Vehementemente, te apeas a dos cuadras, dejas de lado el trabajo, terminas por entender la extraña impresión de sosiego, caminas, estás obnubilado y, no eres ya el mismo - 49 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

al volver al paradero donde ella ha bajado, eres otro, quizá un ser poseído. La buscas, avistas aquí y allá; nada, ni sombras. Cruzas la calzada, tomas una avenida diagonal. No necesitas husmear como perro, tienes el instinto, el olor que deja a cada paso. Una esquina, se abre una calle paralela a la avenida. Allá va, Sí, señor, la fugitiva. Sin que se de cuenta, le das alcance, coges su mano derecha a la primera y pasas por delante. Ella sabe quién eres, pero calla. Es mejor no resistirse. Basta con dejarse llevar como una buena chica obediente. ¿Adónde? No lo imaginas. Bulevares, plazuelas, transeúntes. Es el destino que has elegido, es la puerta de cristal, el hall, la firma falsa, El pago previo y la llave con el número correspondiente. ¿Quién eres? ¿Quién serás mañana? No existe palabras de por medio. Sólo despojos de piel, de sudoración, mientras ella piensa: ¿me habrá perdonado?, y él responde: ¡malnacida!, sintiendo al mismo tiempo su movimiento sucio, su berreo, sus manos imperdonablemente manchadas. Al despertar, dos horas más tarde, encuentras su cuerpo dormido entre las sábanas, contemplas el tuyo; entiendes que has vuelto a caer en tan poco tiempo que das por perdido la tierra prometida. Aún así respiras, ves unas cortinas largas cubriendo los ojos encuadrados del edificio, encuentras la puerta, no tardarás en abandonar ésta insípida y fría habitación de hotel. Ella pace en sueños, exhausta, quizá convencida, emocionada, impensadamente feliz, pero... Sin pensar gran cosa, coges la almohada de funda blanca, te encabalgas sobre ella y, en acto rápido, violento, lo- 50 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

gras estamparla contra esa carita de yonosé-yonofui, mientras dices, lleno de ira: —¡Pefeterrafa! Me traicionaste, pero no lo harás más nunca.

- 51 -

FRANK

S.

GARELF

NINGUNA

GRAN

AVENTURA

El encuentro EL SOL AGONIZA en un meandro de neblinas. Las aves marinas ya no chillan ni alzan raudos vuelos de caza o fuga. El mar cesa su perenne agitar de olas. Todo armoniza en silencio colosal. Qué será. Apareces, entonces, caída del cielo, nacida del aire, simplemente apareces de algún lugar. Atraviesas el camino de mi vida, como imagen, como ángel; lo sé, lo siento. En días pretéritos te he buscado por cada rincón existente, desesperado, perdido, he tratado de negar la brusca determinación del destino, he maldecido una y otra vez esa suerte de suceso-encadenamiento-fatal, pero no hallé ni un rastro, ni un indicio tuyo. Debes saber que acusé el apagón silencioso dentro de mí. Sin embargo hoy me abrazas, eres real en mi espalda: largos brazos se cuelgan por mis hombros, finas manos se unen en mi pecho. Le pongo freno a mis pasos, intento la condescendencia. Su ser natural tiembla, sus labios bendicen mi cuello con un beso, sus entintados cabellos se agitan; luego unos dedos cálidos, frágiles, cubren mis ojos; pretende que adivine, en

- 52 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

juego eterno de quien conociendo se hace el desentendido, su perdurable nombre de flor campestre. Vivo este momento sin precedentes y lo disfruto como si, sediento, bebiese un vaso de agua fresca. La playa, nuestra playa, me ha recibido más solitaria que nunca. Caminaba entre la arena muda, devastado, sin visibles esperanzas, mirando hacia los acantilados, cuando me viene a suceder esto. Qué más puedo augurar en la amarga tristeza, en la honda oscuridad que asalta mi existencia. No obstante, su rostro es chocante; deja una huella en mi retina. Sus pardos ojos, encantadores, amados, han dejado de ser los mismos. Expresan algo que entender no logro. Su sonrisa, en principio y siempre armoniosa, reanimante, primaveral, se ha ido apagando lentamente, se ha convertido en simple, fingido y agraz mohín. Ella, desprendida de su esencia, está presente, no tan dispuesta a las emociones, pero está, musita, habla, a voz lejana o muerta, los labios semisecos, acibarados de impotencia. Ese comportamiento es el temor, el espectro, cualquier acercamiento es indeseable. Más algo tercia mi parecer, el espacio que me rodea, porque oigo: «¡Abrázame, no me abandones!» con trémula pulsación que suena cual súplica desesperada, triste, dolorosa, removedora. El corazón despierta, las lágrimas activadas por la emoción, estallan como lava volcánica. Es el momento de aproximarse, liberado de dudas, es la hora del abrazo irreflexivo, maquinal, igual que en tiempos - 53 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

pasados. Afloran los recuerdos, los ensueños, la plenitud de las promesas, todo tu ser corporal. Sí, eres real, confío en ti. Te diré todas las invenciones, especulaciones y mentiras acerca de tu desaparición, todos los supuestos sobre ese fatal destino. ¿No es para reírse a mandíbula batiente? Puedo ahora gritar a urbi et orbi2 que el amor es el cielo y lo logra todo, la maldad la tierra y no recaba más que en la nada. Tengo ahora la fuerza desconocida, la total precisión para desatar y volver a atar los cabos sueltos, para abandonarnos a la íntegra libertad, como pocas veces, de los Interminables caminos, de las extensas playas, de las maravillosas tardes como ésta, de puesta de sol espléndida, pacífica y universal. Volver a la mar, apaciguar las encendidas olas, dominar el inmenso horizonte, amaestrar a la bestia con juegos infantiles, agradables, eternos, es todavía posible. Construir conceptos de amor en la arena, sumarse a la aventura de los peces en achares, entablar conversaciones con la sirena dorada, atravesar con envenenadas flechas los astros fugaces de la noche, encender la fogata al borde del viento, caminar acariciando el juego de estrellas en el cielo y hacer un sinfín de cosas más, todo aquello que soñamos cuando despiertos, es ahora posible. Ir a través del desierto descubriendo nuevos oasis, trasponer las llanuras frías y dilatadas los dos solos en un globo aerostático, fugar por la calle sin retorno bajo la nieve o lluvia hasta los campos poblados de oscuridad y misterio, 2 A los cuatro vientos, a

los cuatro puntos cardinales.

- 54 -

FRANK

S.

GA LU FNA GR N AI N GAUVNEAN TGURRAAN NR I NE G

AVENTURA

nacer de una gran madreperla amalgamados de dicha, enredarnos juntos en un capullo de madreselvas, ser fieles testigos de las historias jamás reveladas, crear y asistir a la celebración de una infinidad de maravillas, ser incluso el centro de cada instante, suceso y hora, mientras estemos unidos a un mismo sentimiento, es ahora más posible que ayer. Aun viajar, entrar, salir, y reincidir cuantas veces queramos, sin guía ni permiso, de ese otro mundo desconocido, insólito, es hoy del todo posible —lo sé—, porque estás aquí, conmigo. Todo va bien, todo hermoso, perfecto. Pero al llegar su cuerpo entero hacia mi pecho, a mis brazos que finalmente se irán a cruzar de lleno en su espalda, algo insospechado acontece: cierro los ojos. No sé por qué, quizá sucumba ante la costumbre de aferrarse a determinada sensación que deseamos atrapar, sentir, vivir, disfrutar, gozar... No sé... Creo que no debo, sé que por lo menos no debo. A pesar de ello, en estado de feliz ceguera, llego a ceñirla fuertemente, llego a desencadenar el poder avasallador e inconsciente del oso; la siento intacta, purificada de pies a cabeza. Dentro de mi alma, has vuelto a nacer convertida en mujer, reluciente, natural, ya sin ningún temor de la vida o la muerte. Y siento más todavía: el calor y olor, la forma y la dimensión, todos los atributos de tu anatomía, desde la faz y sus ondulaciones, hasta la planta de tus pies descalzos puestos sobre los míos, casi como si estuvieses desnuda, y no lo estás; un hermoso vestido, blanco, sutil, me permite vivir todo esto como si fuese a flor de piel. - 55 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

Empero si cerrar los párpados implica cierta hesitación, ¿abrirlos sería confirmar el error? ¿Sería una perdición, una definitiva y quién sabe si recuperable perdición? Siento que floto junto a ti unido por el dinamismo y la sinfonía del amor. Flotamos en continuo vaivén y desde luego no es un sueño, es la gravitación de la realidad, la insondable realidad de nuestras mentes y recuerdos. Al punto aspiro a besar tus labios, quiero tu sabor entremezclado con los míos. Resolvemos erguir nuestras cabezas apoyadas en los hombros, mirarnos —yo para observar el efecto de tu emoción, eso pienso; eso me anima a abrir los ojos, a despabilarme sin pensar en nada más, sin calibrar lo peor, y lo peor me fulmina: me hallo solo, cero cuerpo, cero abrazo, absolutamente solo, abandonado, desamparado... Lejos de la vida, pierdo la razón, el juicio, el horizonte. Caigo de rodillas sobre la arena, siento que grito, aúllo, retumbo... Ya no vivo más en este mundo, me he fugado con ella. Mi pensamiento, si es que tengo tal cosa, responde únicamente a eso, y sigue un camino sinuoso hasta que, abatido, me desplomé sobre mi propia sombra alargada hacia tierra. Al despertarme, no advierto que la noche ya ensombrece mi campo visual. Me pongo en pie, me quito la poca ropa que traigo, corro hacia el mar y lo arrojo, luego me vuelvo hacia la avenida que desciende a la playa y, cual Adán en el paraíso, me precipito rumbo a la ciudad.

- 56 -

FRANK

S.

GARELF

NINGUNA

GRAN

OTROS CAMINOS

- 57 -

AVENTURA

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

Tarde nostálgica Al caer la tarde el cielo sobretrillado de la vida parece crepitar bajo el abrasador girasol; la niebla artificial se extiende relativa, invisible; el aliento húmedo, fresco, suave, crece con el viento agónico que la trae; y esas voces, miles de voces a lo lejos, todas confusas, no son sino zumbidos de moscas, abejas, ratas, perros y hombres. Al caer la tarde mi vida se mancha de azul disperso. ¡Cómo se aspira cada recuerdo! Esas horas de pesadumbres y alegrías, de frustraciones y consuelos. A veces se ama, a veces se odia, a veces el alma humana resuena como una caja vacía; y otras tantas vagamos sin hallar la identidad perdida. En un par de horas más las sombras de la Noche, esas que vuelven a pasos agigantados, deseosas siempre de suplantar al Día, estarán en casa junto a mí, danzando, riendo y alzando su voz de júbilo.

- 58 -

FRANK

S.

GARELF GU O T R O SN CI N AM I NNOAS G R A N

AVENTURA

Al caer la tarde procuro explorar mi atribulado pensamiento. Al caer la tarde los árboles siguen estremeciéndose; más bien son mis hojas, mis ramas, las profundas nostalgias que llevo [dentro. El horizonte ambiguo se ilumina ceniciento y finalmente cae junto conmigo, y se cierra sobre el mar, sobre la montaña más alta, sobre la ceja más oscura y espesa. Es la tarde a la que anhelo volver. Es la vida que comprendo y en la que prefiero morir.

- 59 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

Contemplación de uno mismo Soledad, poca luz, vacío en el pensamiento, es el reencuentro de todas tus partes olvidadas. La calle vagamente iluminada, el animal moribundo, el polvo de los niños que juegan, el padre que solloza y abraza a la niña, uno mismo, que está sobrepuesto en un par de pies mecánicos, no entiende cómo no es posible esbozar las líneas de este universo cristalizado y adverso. Te miro a no querer, y el ruido monótono, las arboledas decrépitas, las casas cóncavas, las vías nebulosas, encienden mis venas hasta más no poder. El meollo de la otra parte de mi humanidad parece orbitar en torno a la eterna incomprensión. En la luz macilenta que te cae en el rostro, en la imagen difusa que pasa frente a ti, en el grito sinrazón que acabas de proferir, en el vaho que exhalas de la costa más remota, en la espaciosa y plena obscuridad de tu ser; está allí y no lo veo, porque huyo de mi propia percepción. Nada es más propicio que el comienzo de la noche sin luz. Es cuando me invade infinitamente todo lo existente, las cosas que hasta hot han mantenido mi larga atención, las acciones, los detalles, las pesquisas, los porques, como si se reflejaran encerradas en un cubo de espejos.

- 60 -

FRANK

S.

GARELF GU O T R O SN CI N AM I NNOAS G R A N

AVENTURA

Al zarpar a mis zapatos, navego en la profundidad de la niebla, navego como nunca y busco entre mis entrañas algo de mí [mismo.

- 61 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

Estar y no estar El cuerpo sobre la cama y pensando viendo su reflejo sobre el agua que corre, añorando, recordando, imaginando la misma enfermedad y por eso incapaz de hallarse en el mundo, siente que la culpa no es suya y sonríe. La luz traspasa la ventana, colma la habitación entera; más hay demasiado vacío y soledad: gesta de dientes hepáticos contrariando a su propia ironía. El alma flota como ayer y sueña, camina en el bosque de las posibilidades, se detiene, baraja, decide, salta sin temor a la expectativa, pero la corriente oscila fuertemente; el rostro se deforma y se pierde.

- 62 -

FRANK

S.

GARELF GU O T R O SN CI N AM I NNOAS G R A N

AVENTURA

Antes de dormir Para Belén, de Antofagasta

Al bordear diciembre y cuando la noche sorprende un par de petirrojos han resuelto esperar la mañana sobre la hoguerilla que medra en el patio de mi casa. Veo sus revoloteos y coreografías entre las ramas respiro la mansedumbre de plumajes y hojas palmeadas siento sus murmullos más íntimos en el alma. Cuando el mundo empieza a sestear y el cielo se degrada ellos encarnan con sus tonalidades mi horizonte sobrellevan esta tristeza, esta marejada de nostalgia. Ahora mismo cuando parece que no, están allí juntos ante el bullicio sibilante de la ciudad asidos por la razón de ser más profunda y singular. Mientras crece la noche me hago esclavo de la escena anhelo la dicha que comparten entre tiernas caricias rojo vivo, blanco brillante, corazón que arde. Será mejor apartar la mirada y entrar en casa para pernoctar y sopesar mis propias penas cuya raíz es el recuerdo de tu imagen a la distancia.

- 63 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

Ahora la tierra Ahora la tierra, memoria de un jardín celular, yace desbalagada, baldía; espera una nueva creación —y un tiempo insólito. Extiendo la mirada a todas partes, alcanzo los cuatro horizontes, e inmediatamente aguardo, pienso cientos y miles de días, ¿será concebible una nueva especie sin los pecados de los antecesores? Considero, barajo, y la tierra misma alza su protesta: “No soportaré nuevas atrocidades.” “Tal vez sea mejor no dotar de cierto conocimiento a es género antes llamado humano y hoy extinto,” respondo. Casi enseguida, una idea lejana, esperanzadora, reza — Todos volverán en un futuro indefinido, volverán, se diseminarán y multiplicarán, y a la sazón acontecerá una historia distinta. Pero otro pensamiento, más profundo aún, socava — Imposible; nada será mejor ni peor que el tiempo ya vivido.

- 64 -

FRANK

S.

GARELF GU O T R O SN CI N AM I NNOAS G R A N

AVENTURA

Una escalera Una escalera me lleva al cielo; Sucede que duermo como un niño, Que vuelo como un ave de paso, Que floto como una boya de mar, Que asciendo como vapor de nube, Sucede que mi casa es el cielo. Y otra escalera me trae a la tierra; Ocurre entonces que ya no sueño, Que sólo abro los ojos sobresaltado, Que sólo veo vidas a la defensiva, Que sólo respiro dolor y sufrimiento, Ocurre entonces que amo a la tierra.

- 65 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

Cuando el fuego se ha ido Parece raro, pero no hay fuego en casa. Pienso en el frío y hace frío, y no hay fuego en casa. Me he sentado a orillar el silencio metálico que impera en derredor y, mis manos, mis pies, mi cuerpo en suma está helándose del todo. Qué le habrá sucedido. Había una huella extraña que ensombrecía su rostro, como de tristeza o algo así; el otro día me lo mostró. Hoy que quiero incendiar esta casa para que vuelva el calor y alivie mis huesos, el fuego se ha ido. Lo indudable, pensándolo fríamente, es que lo hayan secuestrado. De sólo pensar en eso, me da más frío todavía. Voy a terminar como un momia en hielo, yerto en mi propia ca[fo]sa, decidido a no salir más, si el calor no vuelve. ¿Cómo encender fuego, si no hay ni la chispa casual de la fricción de dos cuerpos? Y mis manos, tercas y ciegas, siguen buscando algo en la oscuridad.

- 66 -

FRANK

S.

GARELF GU O T R O SN CI N AM I NNOAS G R A N

AVENTURA

Transgresión —El viernes es el sexto día para los que creen en Dios — dijo el nuevo sacerdote a la entrada de la iglesia. —Para nosotros es el día cinco —repusieron a unanimidad los hombres que pasaban por allí. No llegaron a ningún acuerdo en esa lucha por querer quedarse con el día, pues lo eclesiástico o social, lo militar o civil, eran como dos orillas opuestas. El sol se internó en el mar y la noche dio sus primeros pasos. El primer llamado de la campana remeció cada rincón de la aldea. Luego el segundo y tercer tañido largo. Los hombres sentados en la taberna bebían y charlaban. —¿Crees que alguien irá a misa? —Hoy es viernes. ¡Qué te pasa, hombre! ¿Acaso conoces al recién llegado? Por último que vayan los acristianados. Pero si nadie en este pueblo está bautizado, pensó uno de entre todos, y se cubrió de una negruzca sonrisa.

- 67 -

FRANK

S.

G A R E LFFR A N K NS.I NG G AU RN E LA F G R A N

AVENTURA

La posada de tu vida Hay habitación? Sí, señor. Y comida? También, señor. Hay comida, bebida, mujeres, aparcamiento, piscina... En conclusión, hay de todo. Usted ordene, señor. Subo a la habitación, en ella encuentro música, televisión, espejo, ventana, ducha, en fin, de todo, sólo cabe gastar, y dinero hay. Al rato pido esto y lo otro y en un par de minutos las cosas están a la libre disposición de uno. Una doble motivación para el disfrute. Las emociones y satisfacciones afloran por cuenta de cada quien. A la mañana siguiente, cuando empiezas a sofocarte de calor, sales de tu cuarto y camino de la piscina observas, en lo alto de la entrada, el rótulo de madera y lees

La posada de tu vida y sientes algo, una sensación a la que le das el equivalente de felicidad, y hasta más que eso; te sientes realizado como hombre porque eres hoy más que nunca dueño de tu existencia, de las acciones y consecuencias que vas dejando, incluso del tiempo, puedes atraparlo, así lo percibes, ¡por qué no!

- 68 -

FRANK

S.

G A R E L F O T R ONSI N CG AU MN I NAO SG R A N

AVENTURA

Tumbado al sol, uno no piensa mucho en los día que se van; por el contrario, me preocupo por sentir el clímax de todo: en el agua que compartimos, en las copas que brindamos, en las relaciones que entablamos, todas nuevas y llenas de expectativa, en los banquetes que degustamos, luego en los bailes que aprendemos (siempre de los más variados) y, por supuesto, en la cama que gozamos cuerpo a cuerpo, noche a noche; en resumidas cuentas, el pensamiento «la vida es una sola» es consecuente como para no dejarla pasar por pasar. Pero tras una matizada noche, mi mañana es ya algo pesada; decido que el día no va más. Bajo a recepción y, buscando tal vez otra sucursal, muy esperanzado, digo: Hay paz? Paz? —me escupen el término—. Lo sentimos, señor; en este mundo no hay tal cosa.

- 69 -

FRANK

S.

GARELF

NINGUNA

GRAN

AVENTURA

ÍNDICE

NINGUNA GRAN AVENTURA Querer ................................................................................. 5 Lumbre infalible ................................................................. 10 Suerte cursiva .................................................................... 16 Más allá del despertar........................................................ 21 Quimera ............................................................................. 27 La presencia enigmática .................................................. 33 Retorno ............................................................................ 41 Vindicta ............................................................................ 47 El encuentro ..................................................................... 52 OTROS CAMINOS Tarde nostálgica ................................................................ Contemplación de uno mismo ......................................... Estar y no estar ................................................................. Antes de dormir ................................................................ Ahora la tierra ................................................................... Una escalera ...................................................................... Cuando el fuego se ha ido ................................................. Transgresión ..................................................................... La posada de tu vida .........................................................

- 70 -

52 60 62 63 64 65 66 67 68

Related Documents

La Gran Aventura
October 2019 29
Frank S Lombardi
December 2019 12
Frank S Dimasi
December 2019 12
Aventura
December 2019 31
Estacion Ninguna
April 2020 6