Marques De Sade -carta Iii

  • October 2019
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  • Words: 794
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Carta III. A la Señora de Sade MARQUÉS DE SADE

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Carta III. A la Señora de Sade

Marqués de Sade

2

Te contesto con mi acostumbrada puntualidad, querida mía, como que nada te será más fácil que contar mis charlas y ver si te falta alguna: no tienes más que contar las tuyas. No estoy imposibilitado para escribirte, desde luego. Si lo estuviera, conociendo tus sentimientos por mí y por miedo a inquietarte, me las arreglaría para que no lo advirtieras. Pero dime, te lo ruego, qué quieres decirme cada vez que dices: "Si no puedes escribirme, ¿por qué no dictas?" Sin duda te imaginas que tengo unos cuantos secretarios a mis órdenes. ¡Ay, qué lejos estoy de semejante lujo, yo, que apenas puedo satisfacer mis necesidades más apremiantes! Hay un hombre, siempre muy apresurado, que aparece en mi cámara cuatro veces por día: una al amanecer, para preguntarme si he dormido bien (es llevar lejos las atenciones, ya ves), y las otras para traerme la comida, etc. Siete minutos redondos, cabales, son en total el lapso exacto que pasa conmigo en esas cuatro visitas. Y luego, se acabó: Revienta, si quieres, de hastío y de pena; a nosotros, por lo demás, tanto nos da. Hazme el favor de decirme, te lo ruego, si uno tiene para mucho con la cruel vida que lleva. Me doy cuenta de ello y anticipo que habrá muchos motivos para arrepentirse de haber empleado para conmigo un exceso de rigor tan fuera de lugar y tan inadecuado a mi ser. Dicen que es por mi bien. Divina frase, en la que se reconoce el lenguaje ordinario de la imbecilidad triunfante. ¡Por el bien de un hombre lo exponen a volverse loco, por su bien destruyen su salud, por su bien lo alimentan con las lágrimas de, la desesperación! Confieso que todavía no he sido lo bastante feliz como para comprender y sentir ese bien... "Os engañáis -dicen gravemente los tontos-; os obliga a reflexionar." Es cierto; obliga a hacerlo. ¿Pero sabes cuál es la única reflexión que ha hecho nacer en mí esta infame brutalidad? Bien grabada la tengo en el alma, y es la de huir, apenas pueda, de un país en el que los servicios de un ciudadano no sirven de compensación alguna del error de un momento, un país en el que la imprudencia recibe el mismo castigo que el crimen, un país en el que una mujer, sólo porque cuenta con la intriga y el fraude, encuentra el secreto medio de sojuzgar la inocencia a una seria enfermedad. ¡Pero qué importa, con tal que la. Presidenta esté contenta que su gordo marido diga: "Está bien, está bien, eso lo obliga a reflexionar."! Adiós, corazón mío; mantente firme y quiéreme un poco: esta idea es la única que puede suavizar todos mis males. Aún no me han traído nada para firmar. No valía la pena que me intimaran tan severamente por adelantado, puesto que nada he visto aún. Y por lo demás el extracto que me das sólo está hecho para darme a entrever las mayores larguras. Voy, pues, a pedir permiso para nombrar a un procurador a fin de actuar. Antes que nada habrá que obtener este permiso, y en seguida designar al procurador, ponerlo al tanto, hacerlo actuar... ¡Fíjate cuánta demora, qué tiempo enorme! Agrégale la honrada manera en que se apresuran a hacerme firmar los papeles necesarios y verás que todo esto lleva a una eternidad. ¡Cierto es que lo que me consuela es que no estaré' aquí un minuto más que el tiempo necesario! Adiós, nuevamente, mi buena y querida amiga.. He aquí una carta bien grande que acaso no te llegue porque no está escrita a la liliputiense. No importa; de todos modos habrá de ser leída, ¿y quién sabe si eres tú, entre todos cuantos deben leerla, a. quien la dirijo directamente? Lo que me dices de tus hijos me complace. No sospechas cuánto me encantaría abrazarlos, por mucho que no pueda ilusionarme -pese a mi ternura- hasta el punto de dejar de saber que por ellos estoy sufriendo. Al releer esta carta veo que está claro que no te llegará, prueba irrebatible de la injusticia y el horror de todo lo que se me hace sufrir, ya que, si en lo que experimento no hubiese nada que no fuera justo y simple, ¿por qué habría de temerse que te lo dijera o que te lo hiciera saber? De todos modos, no te escribiré más si no tengo positivamente respuesta a la presente, pues ¿de qué sirve escribir si no recibes mis cartas? 2

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Carta III. A la Señora de Sade

Marqués de Sade

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Vincennes, 18 de abril de 1777.

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