Lunes, 1 De Diciembre

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Lunes, 1 de Diciembre de 2008 “Señor, yo creo... pero aumenta mi pobre fe”. Is 2,1-5 Venid, subamos al monte de Yahveh, para que Él nos enseñe sus caminos. Sal 121,1-9 Jerusalén, construida cual ciudad de perfecta armonía. Mt 8,5-11 Un centurión le rogó: Señor, mi criado yace paralítico. Venid, subamos para que Él nos enseñe... ¿De qué nos habla hoy la Palabra?... Isaías nos revela el sentir de nuestro Dios: No más divisiones, no más guerras, no más opresiones. Necesitamos escuchar su voz para poder entender sus sentimientos, el significado de vivir un tiempo de Adviento: Preparación, esperanza y, sobre todo, fe en un Dios que viene a salvarnos, a indicarnos el camino de la vida, a mostrarnos su corazón, para que ya no andemos más en discordias. Todos buscamos lo mejor, pero no todos conocemos los caminos para encontrarlo. Por eso, el profeta nos invita a acercarnos al corazón de Dios, para poder entender el sentido y la importancia de sus mandamientos, lo que en definitiva nos hace felices, nos plenifica, nos construye en la armonía del amor. La palabra del profeta puede sonarnos como una utopía, forjaran de sus espadas azadones y de sus lanzas podaderas, no levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra..., es el sueño de todo mortal: Vivir en paz, crear la paz, dar la paz. Una paz que no llega con la guerra, sino cuando uno se abandona a Aquél que es el Amor y se cree profundamente amado. Las palabras de Jesús al centurión están llenas de compasión: Yo iré a curarlo... ¡Qué descanso y qué gozo saber que Jesús está implicado de lleno en nuestra salvación! No está sordo a nuestras súplicas, no le son indiferentes nuestras vidas. Es Adviento, tiempo de promesas de salvación, tiempo predilecto por Dios para acercarse al hombre y curarlo, para reconstruirlo en la paz. ¡Señor!, aumenta nuestra pobre y débil fe, para que creamos que Tú tienes poder para hacer posible lo imposible. ¡Qué cierto es!... No somos dignos... Pero Dios nos ama, nos quiere sanos, nos quiere en perfecta armonía con su pensar y sentir, con su amor. Pidámosle no sólo por nosotros, sino también por todos los que amamos, con una fe sencilla, sincera, con la certeza de que Él nos escucha y nos salva.

Sábado, 6 de Diciembre de 2008 “¡Ven Señor! y enséñanos a vivir tu venida con esperanza.” Is 30, 19-21.23-26 Tendrá piedad de ti, cuando oiga tu clamor. Sal 146,1-6 Sana a los de roto corazón, y venda sus heridas. Mt 9,35; 10,1.6-8 Sintió compasión de la muchedumbre, porque estaban vejados y abatidos. ¡Cuánta esperanza para los que sufren, para los que viven abatidos, desorientados, desilusionados! Dios escucha el corazón del hombre cuando humildemente se vuelve hacía Él y le suplica ayuda. No nos abandona, viene a nuestras vidas y nos cura, nos sana, nos reconstruye para que a la vez podamos ser luz para quienes no conocen su bondad y su amor. El Señor nos ha mostrado sus caminos... caminos de paz, de verdad y de amor. Y sucederá que, cuando caminemos por sus sendas, nuestras vidas serán luz, serán manantial que calme la sed de quienes buscan a Dios. ¿Quién no quiere ser amado, quién no desea la caricia, el consuelo de alguien que le ame, que crea en él?... Así es Dios con nosotros, se compadece de nuestros males, se involucra en nuestras vidas, nos tiende su mano, nos rodea de ternura, de amor y de compasión. ¿Acaso vamos a ser tan necios de despreciar la mano que nos sostiene, que nos da el pan de cada día, que nos enseña cómo vivir en esperanza, felices, anchos y libres? La Palabra de hoy se dirige a quienes escuchamos la voz de Dios, con una misión clara: Que seamos mensajeros de su amor, puentes por donde Dios pueda entrar en el corazón de todos aquellos que están a nuestro lado. Es una palabra de aliento, de esperanza, con la que Dios nos quiere fortalecer, porque la tarea que nos encomienda es dura: La mies es mucha, los obreros pocos, pero es apasionante: Id, curar toda enfermedad y toda dolencia, proclamad que el Reino de Dios está cerca. Nuestro mundo está hambriento de palabras de vida, y Jesús, que es la palabra de Dios hecha vida, quiere venir a cada hombre para humanizarnos, para recordarnos quiénes somos y qué estamos llamados a ser. Somos hijos de Dios y estamos llamados a ser amor. Cerca está el Señor de quienes tienen roto el corazón... Nuestro mundo está destrozado a todos los niveles. Cada vez son más los hombres que dan la espalda a Dios, dicen no creer. Y Él nos dice: Yo mismo iré, a romper tus cadenas, a llevarte esperanza, a enseñarte a vivir. ¡Ojalá!, hoy nos brote del corazón esta súplica: ¡VEN, SEÑOR JESÚS!

Viernes, 5 de Diciembre de 2008 “¡Señor, yo creo!, pero aumenta mi pobre fe.” Is 29,17-24 Los pobres volverán a alegrarse en Yahveh. Sal 26,1-14 No me abandones, no me dejes, Dios de mi salvación. Mt 9,27-31 Hágase en vosotros según vuestra fe. ¿Creéis que puedo hacer esto? Es la pregunta que el Señor nos hace a cada uno de nosotros. ¿Crees que puedo ayudarte, que puedo devolverte la ilusión por la vida, que puedo transformar tu corazón, abatido, desilusionado, desorientado, por un corazón confiado, sencillo, esperanzado? ¿Qué diremos?: ¿Sí Señor, como los dos ciegos, o dudaremos del poder de nuestro Dios? Señor, auméntanos la fe, para que en medio de este mundo complicado, de todas las crisis que nos toca vivir, estemos seguros en tus manos. Que nuestra falta de fe no te ate las manos, no te impida venir en nuestro auxilio y rescatarnos. Son los pobres, los que sienten necesidad de Ti, los que una y otra vez vuelven los ojos a tu amor, los que ven tu rostro y distinguen tu huella en medio de los avatares de la vida, los que viven felices porque son capaces de reconocer tus obras en medio de ellos y santificar tu nombre. Nuestra sociedad, padece de una ceguera que destruye; nos sentimos tan autosuficientes que nada necesitamos de nadie; creamos situaciones de sufrimiento, de soledad, y no nos hacemos responsables de ellas. La ignorancia nos incapacita para que de nuestro corazón brote: ¡Ten piedad de nosotros!, que enternece el corazón de Dios, que le hace salir en nuestro auxilio, y como Buen Pastor llevarnos sobre sus hombros de vuelta al hogar, a su casa. María espera la venida del Señor, confía y cree, por eso su corazón exclama llena de júbilo: Mi espíritu se alegra en el Señor, porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava. Es desde la fe sencilla, desde la humildad de un corazón que todo lo espera, que el Señor puede curarnos de todas las cegueras. Quien cree, quien tiene una fe sencilla que busca siempre que sea Dios el que guíe sus caminos, que sea su fuerza, su salvación, es el que vivirá la alegría de saber que Dios camina a su lado; es el que vivirá la paz en medio de las guerras, es el que sabrá confiar cuando todo se derrumbe a su alrededor, porque Dios será su cobijo. Si Dios está por mí, ¿quién contra mí?

Martes, 2 de Diciembre de 2008 “Si has experimentado el amor de Dios, grita de gozo y bendice a tu Dios” Is 11,1-10 Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi monte Santo. Sal 71,2-17 En Él se bendigan todas las familias de la tierra. Lc 10,21-24 Se llenó de gozo Jesús y dijo: Yo te bendigo Padre. Hoy, el profeta Isaías nos muestra el sueño de Dios para esta humanidad: Nadie hará daño, nadie hará mal. Más que nunca, los hombres necesitamos conocer cuáles son los deseos de Dios, a qué estamos llamados, el porqué y el para qué de nuestras vidas. Dios quiere que lleguemos al conocimiento de su amor. Estamos llamados a vivir en esperanza, con la fe de quienes saben y viven tranquilos, porque todo está seguro en sus manos: Yahveh es rey, el orbe está seguro, no vacila, Él gobierna a los pueblos con rectitud (Sal 95,10). Necesitamos creer, como María, que todas las cosas nos son dichas de parte de Dios, creer con una fe sencilla que nos capacite para acoger el amor, para ejercitar el perdón, para amarnos y convivir unidos por el Espíritu del amor. Ya no hay judío ni griego; esclavo ni libre; hombre ni mujer, ya que todos sois uno en Cristo (Gal 3,28). Lo que yo os mando, dice Jesús, es que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Amar, para ser bendecidos por Dios, amar para que, como Jesús, nos brote del corazón, la alabanza y la bendición. Estamos en Adviento, tiempo de espera, en el cual Dios se va a hacer presente en los corazones que le quieran recibir: A los que le recibieron les dio el poder ser hijos de Dios. El fruto de nuestra conversión es que nos hace semejantes a Él en ternura, atenciones, amor y paz. Unidos a Él y unidos unos a otros, vamos formando esa nueva humanidad que Dios soñó, que el profeta Isaías anunció y que se nos ha revelado en el amor entregado de un Dios hecho niño. Ser sabios, es reconocernos pobres y necesitados. Ser inteligentes, es creer y perseverar en la fe de un Dios-con-nosotros. Tener temor de Dios, es temer perder todo el amor que Dios derrama sobre nosotros, es temer perder su paz. Todo lo que somos y tenemos se nos ha dado como don, para que lo disfrutemos y lo compartamos: La creación espera la manifestación de los hijos de Dios (Rm 8,19). Y lo que se nos ha revelado es la Palabra de vida, encarnada, para acortarnos las distancias que el pecado ha abierto entre Dios y los hombres. ¿Vamos a callarnos tanto amor?

Miércoles, 3 de Diciembre de 2008 “Escucha la Palabra, aliméntate de ella y anúnciala con fuerza” Is 25,6-10ª La mano de Yahveh reposará en este monte. Sal 22-1-6 Preparas una mesa ante mis adversarios. Mt 15,29-37 Pusieron a sus pies, cojos, lisiados, ciegos, y Él los curó. El hombre tiene hambre de una palabra viva que le llene el corazón de gozo y de paz. Dios conoce esta necesidad profunda del hombre, por eso hoy, su palabra es una invitación a un gran convite, es una invitación a saciarnos de esos manjares suculentos que brotan de su corazón enamorado, apasionado por los hombres: ¿Por qué gastar en lo que no es pan, vuestro jornal en lo que no sacia? Hacedme caso y comed cosa buena y disfrutaréis con algo sustancioso (Is 55,2). Podemos vivir la vida mendigando, buscando que alguien nos sacie el corazón de ese hambre que tenemos de eternidad. Pero, ¿qué puede dar el hombre al hombre? ¿Cómo puede saciar lo finito el hambre de eternidad? Es Jesús el que nos habla al corazón, y nos dice: Yo soy el pan de la vida, si uno come de este pan, vivirá para siempre. Es Jesús el que viendo la situación de los hombres, los problemas que nos acosan, la dificultad que el hombre tiene para relacionarse, para crear fraternidad, para vivir la alegría de un reino de paz y de amor, el que de nuevo siente compasión, no se queda de brazos cruzados ante el caos en el que vive el hombre y es Él mismo quien viene a salvarnos, a guiarnos, a confortarnos y alimentarnos con su palabra. A nuestro lado, hay muchas personas que están hambrientas de la palabra de Dios, ¿qué hacemos para alimentarlas? Nadie da lo que no tiene, por eso si como Jesús sentimos compasión en nuestro corazón, es momento de acercarnos a la Palabra, para que ella nos enseñe los caminos del amor. Es momento de poner todos los talentos que Dios nos ha regalado al servicio del hermano que espera una palabra de aliento, un gesto de amor. En cada Eucaristía, escuchamos la Palabra, nos alimentamos con su Cuerpo, para tener fuerzas y ser mensajeros de lo que hemos oído, de lo que nos ha saciado el corazón. Dios nos invita a su casa, a su mesa, donde a todos se nos da el alimento de su amor. Una mesa donde no hay lugar para el odio, la violencia, la opresión... solo hay lugar para gozar de la misericordia y la bondad de un Dios cercano, amigo; de un Dios hecho pan, para que le podamos comer y saborear.

Jueves, 4 de Diciembre de 2008 ¡Sé sensato, edifica tu vida en la Palabra y descúbrete hijo amado! Is 26,1-6 Confiad en Yahveh, porque en Él tenéis una roca eterna. Sal 117,1-27 Yahveh está por mí, no tengo miedo. Mt 7,21.24-27 Todo el que oiga estas palabras mías, edificará en roca.

¡Abrid las puertas!, para que entre esa gente justa, fiel, de ánimo firme y que conserva la paz. Dios añora hombres y mujeres cimentados en estos valores, fortalecidos en su palabra, amurallados en su amor: recios, afables, confiados, porque están seguros en quien es la roca, la salvación para sus vidas. ¿Quién no añora poder vivir y convivir con personas así? Hoy, que parece que es lo grotesco, lo vulgar, sobre lo que se fundamenta la vida de muchos, el Señor nos llama de nuevo a ser luz que brille en medio de nuestros ambientes. Es posible que mantenernos fieles en la fe, nos dé miedo; que vivir con esperanza los acontecimientos de nuestra vida nos dé vértigo y caigamos en la tentación de dejarnos arrastrar por la corriente; por eso, ¡qué bueno!, poder escuchar de parte de Dios que Él es nuestra roca, que Él está por mí, por ti, por cada uno de nosotros. Se me empujó para abatirme, pero Yahveh vino en mi ayuda. Él ha sido para mí la salvación. Edificar sobre roca, es escuchar lo que Dios tiene que decirnos en nuestra vida. Porque Dios tiene mucho de qué hablarnos, mucho que aconsejarnos. Él nos ilumina para tomar siempre el camino adecuado, para saber qué hacer y cómo hacer en lo cotidiano de cada día. Pero el Señor también nos dice: No todo el que diga Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos. Estamos acostumbrados a rezar, pero qué poco escuchamos su Palabra. Si escuchas mi palabra, si sigues mis caminos, vivirás y te multiplicarás. Yahveh, tu Dios, te bendecirá y muchos, viendo como vives, reconocerán quién es tu Salvador. Estamos en tiempo de Adviento, un tiempo propicio para reorientar nuestra vida y construirla sobre la palabra de Dios. Tiempo en el que Dios espera nuestra oración para venir a nuestras vidas y edificarlas en su amor. En la palabra estaba la vida y la vida era la luz de los hombres... a los que la recibieron les dio poder ser hijos de Dios. Ese es el sueño de Dios: Que descubras su amor sobre ti, que te sepas hijo amado, que seas ese hombre sensato que edifica su vida en la Palabra. ¡Dichoso el hombre que se complace en la ley de Yahveh!, todo lo que hace sale bien.

Domingo, 6 de Diciembre de 2008 ( 2º domingo de Adviento) Si has escuchado de qué te habla Dios... ¡proclámalo con fuerza! Is 40,1-5.9-11 Consolad a mi pueblo... abrid camino a Yahveh. Sal 84,9-14 Sí, Yahveh habla de paz, para su pueblo y sus amigos. 2P 3,8-14 El Señor usa de paciencia, queriendo que todos se salven. Mc 1,1-8 Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. Hoy, Isaías nos invita a ser esos mensajeros que anuncien con gozo y alegría que Dios está cerca de los que tienen roto el corazón. Si hemos escuchado la Palabra, si nos hemos sentido interpelados por ella, es posible que comprendamos cómo la situación que vive el hombre, nada tiene que ver con lo que Dios quiere de nosotros. Estamos lejos de la intención de Dios cuando creó al hombre: Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra; lejos del mandato de Jesús: Amaos como yo os he amado. Vivimos un tiempo en el que Dios nos pide que alcemos la voz, para decir a la gente: Ahí está vuestro Dios... como Pastor, pastorea su rebaño, recoge en brazos a los corderitos. Dice Juan: En el principio existía la palabra y la palabra era Dios, esa palabra: “el amor de Dios hecho carne”, es la que esperamos oír en este tiempo de Adviento, la que esperamos que venga y se haga uno de nosotros para mostrarnos la gloria de Dios. Fue Juan Bautista, el precursor del Señor, el que anunció su llegada, el que fue preparando los corazones de las gentes para que pudieran acoger a Jesús. Hoy, somos nosotros los que estamos llamados a anunciar que Dios tiene fuerza y poder para librarnos de la angustia, de la tibieza, del desconsuelo, de ver que vivimos sin un por qué ni un para qué. En medio de las situaciones cotidianas de desencanto, desesperación, miedo, ¡qué bueno!, poder escuchar cómo Dios nos habla de esperanza, nos habla de paz para su pueblo y sus amigos; ¡qué bueno!, poder escuchar que Dios es paciente con todos nosotros, que no quiere nuestra muerte, sino que nos convirtamos y nos salvemos. Dios nos tiene prometidos cielos nuevos y tierra nueva, pero, para que todo esto ocurra, es necesario que todos aquellos que escuchamos su voz, nos tomemos en serio la misión: Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. Hablad a los corazones de las gentes, lo que hemos escuchado de parte de Dios. Dios habla de paz y de amor. Su palabra es nuestro consuelo, su palabra es el camino, la verdad y la vida.

Pautas de oración Preparad los caminos al Señor

Familia Misionera Católica Verbum Dei. www.fmverbumdei.com

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