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Staff Moderadora de traducción taywong
Traductoras Bella’ EstherC Eilo Niika taywong
Corrección Bella’ claudiavero Cherrykeane vickyra
Revisión Final Bella’
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Índice Sinopsis
Capítulo 16
Prólogo
Capítulo 17
Capítulo 1
Capítulo 18
Capítulo 2
Capítulo 19
Capítulo 3
Capítulo 20
Capítulo 4
Capítulo 21
Capítulo 5
Capítulo 22
Capítulo 6
Capítulo 23
Capítulo 7
Capítulo 24
Capítulo 8
Capítulo 25
Capítulo 9
Capítulo 26
Capítulo 10
Capítulo 27
Capítulo 11
Capítulo 28
Capítulo 12
Capítulo 29
Capítulo 13
Capítulo 30
Capítulo 14
Epílogo
Capítulo 15
Sobre la autora
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Sinopsis No podría romperlo. Roto es lo que él estaba. Rota es lo que yo siempre estaré. A sus ojos, que contenían tanta desesperación, que no podía mirar por mucho tiempo. A su puño, que se apretaba tan fuertemente, como si estuviera bloqueando el dolor. A sus labios, que nunca pronunciaron una palabra de los años de angustia. Y a pesar de todo, no podía alejarme de él. Era como si se estuviera ahogando en un océano, y yo quería agarrar su rostro y susurrar a sus labios: "No te olvides de respirar". Así fue como me enamoré de un hombre. Un hombre que estaba tan enfermo de amor, que temía que me ahogara en el mismo océano en el que él se había perdido.
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Prólogo Agosto 2015 (Veintitrés años) Solía creer que era una mujer fuerte, una buena mujer, una mujer fiel. Tenía sueños, cosas que quería lograr, lugares que quería visitar. Cosas que quería hacer y ver. Mis manos frotaron suavemente la parte superior de mi muslo. Traté de detener la mueca de dolor que acompañó a la acción, pero de todos modos se me escapó. Alzando mi mano lentamente, miré mis uñas, estaban masticadas hasta la piel. Solía amar mis uñas, ahora las miraba y las despreciaba tanto como despreciaba mis debilidades: la mirada de lástima que recibía de los demás, mi cabello que no había sido teñido durante más de un año, mi piel seca y rota que se sentía como papel de lija, mis ojos demacrados y ojerosos. Mi mente, bueno, eso está más allá de la reparación. Preguntas como: “¿alguna vez sería lo suficientemente bonita o inteligente para su amor?” corrían desenfrenadas por mi cabeza. En cambio, todo lo que obtuve fueron sus puños. Ellos me amaban, él me lo dijo. Escuché con atención mientras sus pasos se acercaban. No había preparado la cena porque perdí la noción del tiempo, sentada en este baño, escuchando el latido de mi corazón, recordándome que todavía estaba viva. Recordando que aún podía respirar, seguía funcionando, aunque apenas. Sus puños se estrellaron con fuerza contra la puerta meciéndola desde las bisagras, mi cuerpo se tensó aún más, agarrándome con más fuerza sobre los mismos cimientos de mi cordura. No quería que me moviera, quería que me mantuviera a salvo, que sanara. Mi mente sabía lo contrario. Sabía que, si no me movía en los siguientes sesenta segundos, seguirían más, su paciencia se agotaría, sería muy delgada. La segunda ola de sus puños cayó sobre la puerta, esta vez la ferocidad de las sacudidas movió la puerta de un lado a otro. Podía escuchar
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los sonidos de la madera agrietarse y astillarse ligeramente con cada impacto. Mis brazos se tensaron, mi cuerpo se puso rígido. Me grité internamente que me moviera, solo levantarme y moverme. Puedes hacerlo, me dije. Pero mi cuerpo había tenido suficiente, sabiendo que no podría soportar más castigo. Era que simple y llanamente no quería aceptar más. Lo amaba tan ferozmente, tan ciegamente que le di mi todo, y a cambio me dio fracciones de sí mismo y luego sus puños. Sus castigos dolían, pero luego me besaría con una pasión retadora, diciéndome que yo era la única para él. Quería creer lo que me decía, quería creer que nuestro amor podría vencer sus malvadas acciones. Quería creer que hace cinco años, cuando me golpeó por primera vez —creyendo que era mi culpa— solo sería esa vez, y que me amaba tanto que nunca se atrevería a lastimarme a propósito de nuevo. Pasaron treinta segundos, el tiempo pasaba lentamente en mi cabeza. Esos treinta segundos parecían más como una vida. Nuevamente intenté hacer que mi cuerpo se moviera gritando que solo quedaban treinta segundos como máximo. Una vez más, optó por ignorarme. Era como si hubiéramos estado separados, algo que sabía que debería haber hecho con Jamie la primera vez hace cinco largos años. El amor es ciego. Hubo tres series más de golpes y conteos, su voz fría y dura comenzó a penetrar a través de la puerta del baño. Me dijo que la abriera, que saliera. No respondí, con miedo de cómo mi voz me engañaría. Intenté mover los dedos de los pies, usando toda mi concentración para trabajar en esa pequeña acción. Funcionó, cerré los ojos e hice que mis piernas se movieran. Solo necesito ponerme de pie, les recé. Los golpes se hicieron más duros, los estallidos más fuertes mientras él frenéticamente hacía su cuarto intento. Su temperamento ahora estaba furioso. Si no abría esa puerta en los próximos diez segundos, sería arrancada de sus bisagras, sabía que lo haría. Mis manos se cerraron en puños, mis ojos se cerraron, una sola lágrima escapó de mi ojo. Me pregunté por qué, mientras mi mano subió para tocarla. No podía recordar la última vez que lloré o la última lágrima que derramé. Todo se quedaba adentro, comiendo y mordiéndome. Una guerra dentro de mi cuerpo cobró fuerza, porque sabía que no podía ganar, pero decidí intentarlo. Bajé la mirada a mi dedo mojado, mientras mi otro ojo permanecía seco.
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Que extraño. ¿Una sola lágrima? Solo una se escapa y corre por su libertad. La limpié en mi blusa para que no pudiera escapar. Si yo no podía, ella tampoco. Era lo justo. Mi mano se posó en la manija de la puerta justo cuando su martilleo vino otra vez, y pude girar y abrirla. Se quedó allí, alto y amplio. Increíblemente hermoso. Había venido directamente del gimnasio, se había quitado la camiseta y tenía los hombros despejados. Su piel brillaba con sudor. ¿Cómo podría alguien tan malvado verse así? Su boca estaba apretada, sus manos se abrían y cerraban a los costados. Con todos los golpes que había dado en la puerta, había pequeñas manchas de sangre en sus nudillos. Estaba intentando liberar la ira que tenía por mí a través de sus apretados puños. Ni siquiera sabía por qué. Sus ojos color avellana se cerraron, solo por un breve segundo, tiempo suficiente para que respirara profundamente antes de acercarse e instintivamente, me arrastré hacía atrás dando los pasos más pequeños con la esperanza de que él no se diera cuenta. Su mano se acercó, mi interior gritó, mi cuerpo quiso escapar. Pero fue una mano amable la que tocó mi rostro, engañándome nuevamente. Nunca más cerraba mis ojos hacia él, quería ver la expresión de su rostro, guardarla en mi memoria para mantenerla segura cada vez que estuviera enojado. Al principio, fue para recopilar pistas, para considerar qué hacía yo para hacerlo enojar, y ahora solo era un hábito. No pude cerrarlos, incluso cuando me estaba ahogando, no pude cerrarlos. Necesitaba ver ese fuego demoníaco en sus ojos, recordarlo, preservarlo, usarlo. —Nena —susurró, acercándose aún más. Su toque en mi piel era caliente, hirviente, me quemaba con una intensidad que podía derretir el acero, mientras su otra mano agarraba mi cadera. Se inclinó, sus labios tocaron los míos, solo suavemente. Lo amaba, lo odiaba. No podía entender entre los dos sentimientos cuál era peor. —Te he extrañado. —Sus manos se movieron alrededor de mis caderas, dando vueltas, hasta que llegaron a mi culo y apretó con fuerza. Respiró cuando su boca dejó la mía. Besos lentos y suaves tocaron mis hombros. Esta era la parte por la que más me odiaba a mí misma. Que no importaba cuánto lo odiara, él era el único hombre que sabía cómo tocarme. Hacerme solo verlo, solo quererlo. Odiaba. Eso. Se metió en el baño por completo, cerrando la puerta que tanto luché por abrir. Cerrándola como si no hubiera ningún esfuerzo involucrado, mientras yo luché con cada gramo de fuerza que pude reunir dentro de mí para abrirla. Levantó mi delicado cuerpo, colocándome en la ducha, quitándome el vestido y besando cada marca que él había dejado. No me moví, y pronto él estaba tan desnudo como yo, el agua fría corría por mis
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pechos. Sus manos subieron y bajaron no tan tiernamente esta vez cuando levantó y me golpeó contra la pared del baño. Mi aliento se detuvo. Mi respiración se hizo difícil por dos razones, una, dolía; y dos, estaba a punto de hacerme venir. Incluso cuando sabía que estaba mal, incluso cuando me susurró su amor al oído, grité internamente mi cuerpo temblando. Me llevó a nuestra habitación, una habitación que estaba llena de todo lo que era suyo. Un solo cajón a mi nombre. No tenía mucho, no me permitía el placer de mis propias cosas. Me recostó sobre la cama y luego se puso encima de mí, sus ojos brillaban intensamente. —Te estoy dejando. —Apuro las palabras. Era mi cuerpo, mi mente, y parecía haber ganado algo de control. Mis entrañas gritaron, ¿por qué debes hacer esto? Sus ojos se abrieron de par en par, mis manos comenzaron a sudar. Esos bellos labios se volvieron duros en los míos. Sus manos se movieron de mi costado, se deslizaron alrededor de mi cuello, y di un último suspiro mientras veía al amor de mi vida, al único hombre que alguna vez había amado, intentando asfixiarme. Como si no fuera nada.
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1 Keegan Presente Sigo haciendo lo mismo cada mañana. Se ha convertido en rutina. Me miro en el espejo y me digo: “Eres alguien”. Cada mañana esas palabras han salido de mi boca desde el primer día que desperté en el hospital, hace más de un año. Esas palabras pueden parecer insignificantes para algunos, pero para mí, significan muchas cosas. Estoy viva, soy una mujer y puedo superar el día sin encerrarme en el baño sintiéndome amenazada de muerte. He recorrido un largo camino desde ese día. Ya no tengo un cajón vacío, ahora tengo una cómoda llena de algo. Ya no me siento fea. Mis uñas tienen longitud y cuerpo, no se han visto de esta manera en muchísimo tiempo. Mi voz está de regreso, ya no tengo que vigilar mis palabras, y ahora tienen importancia. La gente me escucha cuando hablo y responden de una manera que no es dañina o humillante. Pero con todo esto, no he sido capaz de seguir adelante. No he salido con nadie desde que dejé a Jamie, simplemente no puedo considerar pensarlo. Jamie tuvo este gran impacto en mí: lo amaba, y lo odiaba. No hubo punto intermedio con él. No había visto a Jamie desde esa noche, y francamente espero no hacerlo nunca. No confío en mí misma para verlo de nuevo. Tengo miedo de volver a caer en el cuerpo que es suyo, no mío. Los pantalones largos negros son mi elección hoy en día, ocultan las cicatrices que destacan intensamente para mí, pero que apenas son visibles a simple vista. Son un recordatorio constante de que mi día no empeorará. Cada una de estas tenues elevadas rugosidades son el indicio de que puedo aguantar. Seamos realistas, nada podría ser peor que la situación en la que me encontré. Hoy mi camiseta es sencilla, nada sofisticado. Mi largo cabello castaño está atado en un moño desordenado, en la parte superior de mi cabeza. No
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tengo tiempo para arreglarlo, y ahora mismo, realmente no me importa, porque llego tarde. Mi hermana Millie me dirá que no me preocupe, pero el negocio nos pertenece a las dos, y me he propuesto hacer mi parte este último año. Estoy tratando de ganar su confianza en que puedo hacer esto, de que no la dejaré de nuevo como lo había hecho todos estos años. Ella no se ha quejado ni una vez, todo lo que siempre ha sido es ser comprensiva y estar ahí para mí. Incluso sabiendo que ella tiene su propia vida, una pareja, y que ha estado intentado embarazarse, jamás se ha quejado. Los familiares como ella son los que subestimamos porque siempre es tan generosa. Nunca seré la misma persona que dejó todo sobre sus hombros, básicamente abandonándola cuando más me necesitaba. Tres rondas de fecundación in vitro y ni una sola vez se ha detenido y dicho que era demasiado de algo. Ella sonríe como si sus labios no se fueran a agrietar en cualquier momento. Me esfuerzo por ser tan justa y determinada como ella, o incluso la mitad de la mujer que es. Tan pronto como entro, veo a Millie en el suelo sobre sus manos y rodillas. Está raspando algo con un cuchillo. Dejo caer mi bolsa junto a la suya y coloco las manos sobre las suyas. Cuando eleva la vista, una lágrima se desliza por su rostro, pero la aleja rápidamente con el dorso de su mano y mira hacia abajo de nuevo para comenzar a restregar en la mancha otra vez. Millie y yo nos parecemos mucho, desde nuestro cabello oscuro hasta nuestros ojos verdes. Es un poco más alta que mi constitución de un metro sesenta y cinco. Su rostro y cuerpo están libres de cicatrices, mientras que el mío está cubierto de ellas. —Para Millie, ¿qué está mal? Al principio no me responde. Estoy sorprendida, la última vez que la vi llorar fue hace un año, cuando fue a visitarme al hospital. Me siento enfrente de ella con las piernas cruzadas y espero una respuesta. Se detendrá y me lo contará, solo tenía que formularlo bien en su cabeza antes de hacerlo. Después de unos pocos minutos del cuchillo descendiendo hacia el suelo, se sienta sobre sus piernas y levanta la mirada hacia mí, sus ojos muy abiertos y llenos de tristeza, su labio inferior tiembla mientras me mira fijamente. —Él quiere parar. Dice que ya no puede hacerlo. Quiere parar. Inmediatamente, sé de lo que habla. Ella quiere un bebé. Siempre ha querido un bebé, desde que era una adolescente. Tiro de ella hacia mí, aferrándola. Necesita un bebé, y que no pueda tenerlo rompe mi corazón. Rompe mi corazón que su amor —un amor que es tan fuerte— no pueda tener uno con facilidad.
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Se aleja limpiando su rostro, bajando la mirada hacia el suelo, cuando repica la puerta principal. Levanta la mirada y automáticamente se pone de pie. Agarro su pequeña mano, haciendo que sus ojos entren en contacto con los míos. —Ve allá atrás, Millie. Yo me encargo. —Le brindo una cálida sonrisa. Mira hacia arriba de nuevo, después abajo, hacia a mí, ojos iguales a los míos me atraviesan antes de girarse y salir. La observo mientras se va y me muevo hacia el mostrador, recogiendo mi delantal y envolviéndolo en torno a mi cintura, antes de atender al primer cliente: un habitual, Bob, llega cada mañana por exactamente lo mismo, nunca ha cambiado su pedido, ni una sola vez. A menudo pienso en tentarle con una variedad diferente de sándwiches, algo con un poco de más categoría, o incluso tal vez, una variedad de comidas calientes, pero siempre es muy firme sobre lo que quiere. —¿Lo habitual, Bob? Asiente, sacando su cabeza del periódico de hoy y agradeciéndome. Estoy segura de que ahí hay una historia, pero por el momento le sirvo su habitual. Camino hacia la cocina donde Riley está cocinando, y escucho la puerta repiqueteando otra vez, lo cual es sorprendente ya que la gente normalmente no empieza a entrar hasta más tarde. Regreso, atravesando la puerta hacia el mostrador, donde agarro mi bolígrafo y papel, cuando elevo la vista mis ojos están atrapados. No me puedo mover. El hombre del que solo he visto destellos, que nunca en realidad ha entrado aquí, está entrando, con su rostro feroz. Parece que alguien mató a su gato, literalmente. Su rostro está oscurecido por el aspecto y envejecido con pequeñas arrugas, dónde tiene fruncidas sus cejas tan severamente que creo que podrían unirse. Me asusta cuando para de caminar y aprieta sus puños tan duramente que estos comienzan a volverse blancos. Le contemplo, solo observándole. Lo había visto antes, varias veces. Él trabaja en la calle de enfrente, en un edificio que está cerrado durante el día, pero abre toda la noche. Un muy ajetreado club lleno de mujeres listas para la fiesta y hombres queriendo follar. Nunca he estado ahí, sin embargo, he escuchado cosas, incluyendo que es uno de los mejores clubes de esta ciudad. Pero necesitas estar en la lista VIP para no tener que quedarte en la cola durante horas, solo para acabar siendo rechazado de todas formas. Su respiración se intensifica, sus puños siguen contraídos. Estoy parada aquí, observando, insegura de qué debería hacer. ¿Debería ir y hablar con él? ¿O solo debería quedarme aquí y esperar a que se marche? Opto por esperar, debatiendo acerca de qué debería hacer, cuando noto que su respiración aumenta y sus manos se contraen aún más si eso si quiera es posible. Entonces, como si estuviera viéndolo a cámara lenta, él levanta su puño y salto hacia atrás, golpeando los vasos detrás de mí fuera de la
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estantería de cristal. Porque, santa madre del azúcar, él solo golpeó la pared de mi pequeña cafetería. Literalmente. Solo la destrozó en pedazos como si fuera un pedazo de endeble papel qué está acostumbrado a despedazar. Da otro golpe, y sé que tengo que hacer algo. No puedo dejarle destruir este sitio; sin importar cuán imponente sea, sin importar cuán fuertes son sus increíbles pómulos, cuán tristes son sus ojos, o cuánto me asusta, eso no importa, no le dejaré destruir este lugar. Su espalda está tensa, tengo miedo de interrumpir cualquier demonio que le está consumiendo en estos momentos, pero no puedo observar este lugar irse al garete. Esta cafetería significa mucho para mí, demasiado. —Hola —digo en voz baja desde detrás de él. Sus pantalones de traje obran maravillas ajustándose a su trasero, su camisa blanca se tensa contra sus abultados músculos mientras los mantiene contraídos. No me escucha, por lo que me muevo para ponerme a su lado, sus ojos obsesionados con la pared como si le causase dolor físico o algo. —Señor —digo, un poco más alto esta vez. Se gira para mirarme, y doy un paso atrás. Sus ojos brillan como si estuviera perdido en el océano, un hermoso y profundo océano verde, y ahora el color está firmemente impreso en sus irises. Nunca había visto algo como eso. Nunca. Me gruñe y después se vuelve hacia la pared. Literalmente gruñe. ¿Qué hay con eso? —No puede ir golpeando paredes inocentes en mi cafetería, señor. Se gira para mirarme de nuevo, estrechando los ojos, diciéndome que me largue. Eso no va a pasar, aunque esté temblando. —Dígame algo, señor. ¿Cómo se sintió? —Me detengo para tomar una temblorosa respiración mientras sus ojos se entrecierran y miran hacia mí— . La pared… ¿cómo se sintió? ¿Para usted se sintió áspera? —Paso la mano a lo largo de la pared, cerca de donde el enorme agujero ahora está devolviéndome la mirada—. He estado pensando en cambiar el empapelado. Me preocupa que se sienta demasiado áspero —digo más para mí misma que para él. Cuando me doy la vuelta, su rostro y cuerpo están exclusivamente girados hacia mí, observándome. Levanto la mano, alejándola de la pared —¿Qué le parece? ¿Debería reemplazarla? Porque, ¿se siente áspera? ¿O debería conservarla? Me mira fijamente como si debiese saberlo, o acabara de desconcertarle. Cualquiera de ellas, estoy parada esperando mi respuesta. —¿Qué? —El veneno atraviesa sus labios, mientras básicamente me mira furiosamente.
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Doy un paso atrás, tratando de no dejarme intimidar. Abro la boca, después la cierro, luego la vuelvo a abrir. Señalo hacia la pared, pasando la mano a lo largo de la superficie, viendo su sangre empapando el blanco y floreado empapelado y volviéndolo de un tono rosado. —La pared… ¿qué piensa? Parece que la odia, ya que, bueno, entró para golpearla. Por lo que, me preguntaba, ¿cree que debería reemplazarla? No parpadea mientras me mira fijamente, él solo… observa. Al principio, creo que está perdido en algún tipo de shock o trance o un estado catatónico, hasta que finalmente abre la boca. Hace lo mismo que yo, la cierra y entonces se marcha furioso directamente al edificio del otro lado de la calle. Observo mientras se va, tratando de tranquilizar mi respiración y el temblor que han tomado el control de mi cuerpo.
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2 Khol Pasado Octubre 2008 Me junté con la gente equivocada. No fue a propósito, fue simplemente como crecí. Para todos los demás, corriste cuando nos viste venir, no te detuviste a saludar y a dar cortesías. Así es como éramos, como nuestra reputación nos precedió. Lo deseaba, la emoción de que la gente se asustara, se sintiera intimidada y aterrorizada por nosotros. Me encantaba el miedo que aparecía en sus ojos y en sus acciones mientras se escapaban. Recordaba el día que la conocí, el día que mi vida cambió. No lo sabía entonces, desearía saber ahora lo que sabía entonces. Estaba con Macca. Conocía a Macca desde hacía unos años. Era uno de mis mejores amigos, él y Brice. Sabía que Macca tenía una hermana que nunca vimos. Viajaba mucho. Pero hoy, no, hoy estaba de pie junto a su hermano con una sonrisa tan brillante mientras lo miraba y abrazaba por la cintura. Supe que era ella de inmediato, él dijo que se llevaban un año, que se parecían mucho. Me di cuenta con solo mirarla de espaldas, su cabello era exactamente igual al rubio claro de Macca, y solo le llegaba al hombro. Él estaba sonriéndole, se podía ver el amor que compartían y ni siquiera podíamos oír lo que se decían. Brice me empujó mientras nos acercábamos, silbando en voz baja. Brice y yo habíamos sido amigos por más tiempo. Éramos polos opuestos, sin embargo, ya que él estaba completamente cubierto de tatuajes con el cabello afeitado. La gente se acobardaba cuando lo veían acercarse, hasta que llegaban a conocerlo. Macca empujó a su hermana en su brazo, nos advirtió que llegaría hoy, pasaría el día con nosotros, viviendo con nosotros hasta que encontrara su propio lugar. No diríamos que no, ella era su familia, su familia más cercana, y nosotros poníamos a la familia por encima de todo lo demás. Ella se giró y yo casi tropecé, literalmente. No la esperaba. No esperaba conocer a la mujer más hermosa que jamás había visto. Brice se rio entre
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dientes a mi lado, dándome una palmada en la espalda mientras me enderezaba. ¿Podrías enamorarte con solo una mirada? Porque creo que me enamoré en ese momento. Sonrió, mostrando sus perfectos dientes blancos, soltando a Macca de su agarre y moviéndose, así que se paró junto a él. Sonrió tímidamente cuando llegamos a ellos, Macca la empujó. —Chicos... —nos señaló a nosotros, luego a ella—... Anika —dijo colocando su mano sobre su hombro. Nos miró bajo sus largas pestañas y sonrió, extendiendo su mano a Brice. Él la tomó, la besó y le guiñó el ojo diciendo su nombre. Ella hizo lo mismo para mí, y yo me quedé ahí mirando fijamente como si me fuera a morder, tomando un pedazo de mí que no esperaba ni quería. La dejó caer cuando no la toqué, demasiado temeroso de lo que vendría si la tocaba. —¿Tú debes ser Khol? —Su voz era suave, se llevó la mano a la cadera mientras me miraba. Asentí, todavía no lo suficientemente lúcido como para formar cualquier tipo de palabras y mucho menos una oración coherente. Caminamos a la casa en un aturdimiento, bueno, yo estaba aturdido. Se quedó una semana. Miré, oh mierda miré. La miraba muy intensamente a veces. Me sonreía burlándose como si supiera exactamente lo que me estaba haciendo. Sin hacer nada realmente. Entró una noche rebotando en mi habitación mientras mi puerta estaba abierta, llevaba pantalones cortos, y arrastró sus dedos sobre mis cajones, mirando alrededor a las fotos de mis padres que estaban en exhibición. Los tocó levemente mientras yo miraba, aún incapaz de hablar. No estaba seguro de cómo me hacía eso, dejarme sin palabras. Tenía confianza en las mujeres, siempre la había tenido. Me follé a muchas. Sin embargo, ¿ella? Bueno, ella era diferente, y eso me asustaba. —¿Crees que podrías hablarme hoy? Solo han pasado siete días —me dijo mientras caminaba hacia mí en sus pantalones cortos que eran demasiado cortos para ser decentes. Se detuvo cuando llegó a mi cama, se desplomó sobre ella, levantó las piernas y las cruzó, así estaba directamente delante de mí—. Sí hablas, ¿no? —Se inclinó, y pude olerla, la deseé tan jodidamente tanto. —Sí hablo —dije, agarrando mi celular y poniéndolo sobre la mesa junto a mi cama. —¡Mierda, mira eso! Habla otra vez... Quiero oír esa voz veinticuatro siete. ¿Te casarías conmigo? —preguntó inclinándose un poco demasiado cerca—. Lo digo en serio, podría tener un orgasmo con solo esa voz. —Se abanicó el rostro y me quedé sin palabras. Mi acento no era tan fuerte como una vez lo fue, nací y crecí durante diez años en Inglaterra, pero se había desvanecido.
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—¿Me estás proponiendo matrimonio solo por mi voz? —le pregunté un poco perplejo. Mis labios temblaron y supe que no debía alentar esta conversación, era peligrosa para los dos. —¡Claro que sí! Estoy imaginando toda esa sucia charla en mi cabeza ahora mismo. "Fóllame, Anika" —dijo con el peor acento inglés que he oído en mi vida. Sin mencionar que ahora me había endurecido la polla, al escucharla decir “fóllame”. —Podría ser un asesino en serie —bromeé, pero ella agitó una mano y rodó los ojos. —Y yo soy Marilyn Monroe. Por favor —dijo alargando la última parte de la palabra. —Eres más sexy —le dije inclinándome, haciendo mi acento lo más grueso posible. —¿Ahora vamos a hacer lo sucio? ¿También vas a ponerte todo macho sobre mí y me vas a desnudar, atarme a la cama, y a susurrar todos esos pensamientos traviesos que has estado teniendo sobre mí? —preguntó inclinándose tan cerca que nuestros labios se estaban tocando. Santo cielo, ¿quién era esta mujer? Era como ninguna otra que hubiera conocido. ¿Quién hablaba con hombres que apenas conocían desde hacía una semana? Seguro que lo hizo. —¿Eso es lo que quieres? —Se puso el dedo en el labio, se lo tocó, y luego me miró, aún tan cerca que podía saborearla. —Tienes que haber vino y cena primero. —Sonrió con suficiencia, levantándose de la cama y caminando hacia la puerta. Se detuvo y se dio la vuelta—. Estaré lista en 30 minutos. ¿Debería reunirme contigo en tu auto? Asentí, sin saber por qué respondí así. ¿Por qué demonios solo asentí? Me puse una playera limpia, unos vaqueros limpios y me dirigí al auto. Parado allí con mucha antelación, miré el reloj después de unos minutos dándome cuenta de que el tiempo había terminado. Y justo entonces ella salió, vestida con tacones, un vestido púrpura tan apretado a su cuerpo que podía ver cada curva. No era promedio de ninguna manera. En realidad, era bastante delgada. Sus pechos no eran tan grandes como yo solía ir a buscar, aunque eran amplios, no tenía piernas que duraban días, pero era simplemente... hermosa. Y no podía quitarle los ojos de encima. —¿No me vas a decir lo guapa que soy? —me preguntó mientras se acercaba a mí, sus ojos marrones me miraban. —Impresionante —susurré con dificultad.
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Ella puso su mano sobre mi pecho, se inclinó y se acercó a besarme la mejilla. —Estás aprendiendo. —Sonrió mientras caminaba hacia la puerta del auto, se quedó ahí y esperó a que yo la abriera. Lo hice y la revisé mientras subía. ¿Me tenía hechizado? ¿Eso era? ¿Era eso lo que sentía? La llevé a un buen restaurante italiano en el que estuve muchas veces con los muchachos. El camarero nos dio una cabina, se deslizó y dio palmaditas en el lugar justo a su lado, instruyendo que yo me deslizara allí. Lo hice, como el zombi en el que me había convertido. —¿Cuéntame algo sobre ti, Khol? —me pidió apoyándose en mí. Sus labios estaban pintados de rojo y con un brillo que mantenía mis ojos pegados a ellos. —¿Macca no te lo ha dicho todo? —Sonrió y miró hacia otro lado antes de volver a mirarme. —Él... me lo ha contado todo. Pero me gustaría oírlo de ti. —Para que PUEDAS oír mi voz —me burlé de ella. Sonrió y asintió. —Esa voz... —Se abanicó. —Soy hijo único. Tengo una maestría en negocios. Voy a abrir un club nocturno, el mejor de toda la ciudad. Me gusta mi bistec medio cocido. Me gustan las mujeres rudas en la cama, y me gusta especialmente cuando gritan. Sus ojos se abrieron de par en par, y entonces se inclinó y me susurró al oído: —Me gusta gritar. No pude contenerme ni un segundo más, necesitaba probarla, tocarla. Ella lo estaba esperando, sabía lo que hacía, sabía que me provocaba y también era buena en eso. Tan pronto como mis labios tocaron los suyos, sus manos tocaron mi rostro, las mías tocaron su cintura, y ella me besó con toda pasión. Me enseñó que podía follar con su boca, jugaba con mi lengua, la arremolinaba, la mordía y luego se apartó de mí, volteando y mirando el menú como si nada hubiera pasado. —¿Qué deberíamos pedir? —me preguntó mirando hacia mí. Demasiado sorprendido como para contestar, me encogí de hombros. Hablamos, bueno, ella habló principalmente durante la cena, diciéndome que le encantaba su trabajo pero que ahora quería algo que la mantuviera centrada. Había visto el mundo, viajaba mucho siendo azafata y le encantaba cada segundo. Le hablé de mi vida, no le hice saber las cosas
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malas, su hermano no quería que lo supiera, así que lo mantuvimos ligero y sencillo. Y me enganché cada vez que una palabra salió de su hermosa boca. En el camino de regreso a la casa puso su mano sobre mi pierna, haciéndome apartar los ojos del camino mientras la miraba. La luz de la luna irradió brillantemente, mostrando todo lo que había sobre ella, su sonrisa siendo mi favorita. Siempre la usaba como una maldita corona. Como si nada pudiera arrancarle esa sonrisa, nunca. *** La acompañé a su habitación, a solo dos puertas de la mía. Se detuvo y se giró una vez que la abrió, luego se inclinó y me besó, poniendo sus manos sobre mis hombros. La acerqué a mí, incapaz de contenerme y aplasté su cuerpo contra el mío. Sus labios se apartaron de los míos, apenas, pero aún se tocaban. —Buenas noches, Khol. —Mi nombre cayó de sus labios como pura miel. Me incliné y la besé de nuevo, incapaz de contenerme. Ella se rio y entró más lejos en su habitación mientras yo me alejaba con una sonrisa, y una polla dura como la mierda.
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3 Keegan Presente Paso la noche en la cafetería más tiempo del necesario ayudando a Sean, el marido de Millie, quien llegó después del trabajo para arreglar el agujero que se hizo en nuestra pared. Quiero pintar la cafetería, no estaba mintiendo cuando le dije eso, el viejo papel floreado tenía que irse y ser reemplazado con algo más moderno y a la moda, preferiblemente cuanto antes. Todo aquí es viejo y ha sido lo mismo por generaciones. Al menos, ahora me da la oportunidad de hacer algo al respecto. Cuando me acerco a la puerta al día siguiente, soy la primera en abrir. Emprendo mi rutina preparando la cubertería y poniéndola sobre las mesas, rellenando las salsas, la sal y la pimienta. No somos una cafetería de desayunos y me alegro de ello. No me gusta levantarme temprano, y esta mañana me costó salir de la cama. Retrasé la alarma tres veces, antes de finalmente salir y entrar en la ducha. Nunca me dejo tiempo suficiente para llegar presentable al trabajo. Nunca llevo maquillaje, lo cual me molesta. Siempre solía ponerme maquillaje, antes de él… No le dejo meterse mucho en mis pensamientos, intento mantenerlo fuera de mi cabeza tanto como sea posible. Lo amaba, lo odiaba. Nunca hubo nada intermedio. Me pregunto si ese fue el problema, ¿que no había mantenido los pies en la tierra? Fue o con todas sus fuerzas o con todo su esplendor. Katie llega y le da la vuelta al letrero cuando abre la puerta. Mira hacia la pared y después hacia mí, señalándome con el dedo, sus cejas elevadas en una pregunta. Sacudo la cabeza en respuesta, no tenemos que meternos en cualquiera de los motivos de lo que sucedió. Todo el incidente es agotador, y no quiero pasar el tiempo hablando de negatividad.
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El día pasa rápidamente, y antes de saberlo, estamos en la hora punta del almuerzo. Ambas, Katie y yo, no damos abasto intentando seguir el ritmo de los incesantes pedidos. He llegado a reconocer unos cuantos rostros, algunos ya por nombre. Desde que este es el único lugar que frecuento, es el único lugar en el que tengo alguna interacción social. No me atrevo a ir de compras, no voy al cine, y no salgo a cenar. Sí, tengo un armario actualmente abastecido con ropa, zapatos y todo lo que una mujer “normal” podría querer. Definitivamente tengo mucho más de lo que tenía, y parte de eso, es debido a que le he estado dando dinero a Millie para comprarme ropa, después de que se quejase —un montón— sobre mi apariencia. Supongo, que parte de mí sigue sintiéndose encerrada, todavía atrapada en el pasado. Sin embargo, estoy superándolo, lentamente, y todo por mí misma. Día a día, hora tras hora, es como he aprendido a curarme. Cada día para mí es un reto, mental y físicamente. Físicamente estoy curada, aunque las cicatrices son un recordatorio constante del dolor mental que sufrí. Por lo que me esfuerzo en mantenerlas escondidas, mantenerme enfocada en cosas que importan. No me miro en el espejo demasiado tiempo, e intento asegurarme de que las cicatrices de mi pasado estén cubiertas por mi ropa. Siempre tuvo cuidado de no dañarme en lugares donde podría ser visto fácilmente, así que eso ha sido una ventaja, ya que puedo llevar pantalones cortos y camisetas de manga corta. Pero debajo de esa ropa está mi pasado, y está cubriendo todo mi cuerpo. Pequeños, elevados y marcados patrones, patrones que me definen a pesar de que no quiero que lo hagan. Patrones que me dicen que no estoy curada. Patrones que no me dan la fortaleza que mi capacidad de curar mi angustia mental. Liberarme del pasado es algo que había tenido que hacer en mi vida de adulta. Se siente bien, además de aterrador al mismo tiempo. Nunca fui de fiesta en mi juventud, nunca salí con amigos para beber y bailar. Nunca tuve ninguna amiga con quien hablar de cosas. Cuando estuve con él, cualquier amigo que tuviera disminuyó muy rápido, especialmente cuando tenía que pedir permiso cada vez que quería ir al cine, o incluso salir a cenar. Cuando la hora punta del almuerzo se apacigua, camino detrás del mostrador y noto a Katie sentada en el suelo, con las piernas extendidas frente a ella. Levanta la mirada y sonríe, después, procede a ponerse de pie, apoyando su cuerpo en el mostrador mientras mira a través de nuestras ventanas de cristal. Tenemos una vista perfecta de la calle, unos grandes ventanales con una enorme selección de plantas en macetas sobre el alféizar que nos da una vista de todo. —Santas bolas de mierda —dice Katie. Me giro para encararla mientras sigo contando el dinero en efectivo que hicimos hasta ahora. Está observando la ventana mientras su mano se
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eleva y se abanica. Miro en la dirección en la que sus ojos están inspeccionando y los veo… no solo dos, sino tres. Los dos hombres siempre llegan en torno a la hora del almuerzo. Katie ama servirlos e intenta conseguir pases VIP para su club, el cual es aparentemente uno de los mejores. No lo sabía. Observo mientras el hombre que agujereó mi pared camina junto a ellos. No sé sus nombres, sin embargo, los dos que vienen habitualmente siempre parecen educados, y siempre van vestidos mejor que la mayoría de mis clientes. Dinero, eso es lo a que huelen. Un montón de ello. —¿Quién es ese? —pregunta Katie mirando fijamente al chico que sé que posee tanta melancolía en esos ojos verde mar. Me pone incluso más triste cuando los miro. Me encojo de hombros, sin molestarme en contestarle y miro de nuevo la caja registradora. Escucho que se abre la puerta y después el pequeño repiqueteo, me esfuerzo por no levantar la mirada. Y lo consigo, manteniendo los ojos a la deriva. Oigo a Katie alejarse, después está de vuelta golpeándome en el hombro. Cuando me giro para mirarla, su sonrisa es radiante. —Te solicitan a ti. —Me pasa un bolígrafo y una libreta para anotar su pedido, miro al papel con su hermosa decoración sobre la parte superior, pero mis cejas siguen fruncidas por la confusión. Miro de nuevo a Katie, con la misma expresión de desconcierto. Se encoge de hombros y se va. Cuando me giro para echar un vistazo a la cabina donde están sentados, atrapo a dos de ellos mirándome —no el golpeador de paredes, sino los otros dos. Sonrío mientras me recompongo y me hago caminar hacia ellos. —Hola… —Mi voz es suave, nunca es alta. Tengo que mejorar cómo me proyecto, sin seguridad, sin fe en mí misma. Dos pares de ojos me siguen. El golpeador de paredes tiene su cabeza baja, sus dedos se mueven inquietos en torno a una bolsita de sal sin rumbo fijo. No levanta la mirada ni una vez, ni siquiera cuando sus amigos empiezan a hablar. —¿Eres la propietaria? —pregunta uno con tono confiado. Tiene el cabello castaño claro, una mandíbula esculpida y unos preciosos ojos de un brillante azul. Asiento bruscamente, incapaz de hablar o de formar palabra. —Bueno, queremos pagarte por los daños… —se calla, sus ojos echan un vistazo a la pared y de nuevo a mí—. ¿Ya lo has reparado? Asiento otra vez. Veo a Millie moverse rápidamente fuera, sobrepasando la ventana y entrando a la tienda. No levanta la mirada mientras sigue adelante sobrepasándome. —¿Hablas mucho? —pregunta el otro chico. Tiene la cabeza rapada, la misma esculpida mandíbula, pero sus ojos son de un nublado verde oscuro con motas negras.
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Ambos son agradables a la vista, en realidad, más que agradables, sin lugar a dudas. —Lo hago, pero hasta que no hagan una pregunta concreta, que requiera una repuesta real, no puedo realmente hablar, ¿o sí? El de cabello castaño claro se ríe y golpea su puño sobre la mesa mientras su risa se hace más alta. —Quemado —le dice a su amigo, el cuál sacude la cabeza hacia él. —Ahora, ¿puedo tomar su pedido? —pregunto con intencionada mordacidad. Asienten y recitan de tirón lo que quieren. Espero al tercer hombre, mirándole, pero él no levanta la mirada y solo continúa jugando con la sal, que ahora está abierta, y está creando sombras con ella. No deben esperar una respuesta ya que ordenan por él. Cuando justo estoy a punto de irme, una mano se estira para tocarme. Me encojo violentamente y aparto con rapidez mi mano, llevándola hacia mi pecho como si hubiera sido quemada por una llama al rojo vivo. Cuando levanto la vista, los dos chicos están mirándome con una mezcla de confusión en sus rostros, mientras que el golpeador de paredes sigue jugando con la sal. —Lo siento, solo iba a ofrecerte a ti y a tus empleados pases exclusivos VIP y acceso a nuestro club esta noche. —Saca cuatro entradas y me las da. Las tomo, sin dejar que mis dedos toquen los suyos en lo más mínimo posible, y sonrío mientas me alejo de ellos. Millie está en la parte trasera cuando le doy el pedido al chef. La encuentro encorvada sobre la mesa con el rostro entre los brazos. Cuando Millie levanta la mirada mientras entro, no parece que estuviera llorando. Solo tiene la mirada desanimada, la que me dice que necesita que suceda algo especial. —Tengo entradas para el club del otro lado de la calle, para esta noche. VIP. —Las levanto. Sonríe, y es auténtica —¡Necesito eso! Oh… mierda necesito eso y tú también. —Se pone de pie y me las arrebata de la mano—. Katie —grita con intensidad mientras baja la mirada y las lee—. ¡Mierda! Son de barra libre. Te dieron VIP y también barra libre, Kee —dice con entusiasmo. Katie abre la puerta de un empujón y mete la cabeza mientras Millie agita las entradas. —Vamos a emborracharnos tanto esta noche, joder, ¡y tú vas a venir! Katie le da una mirada desconcertada. Millie no decía esta cantidad de palabrotas normalmente. Sí, decía palabrotas, pero no de esta manera. Entonces Katie baja la mirada hacia las entradas y de vuelta a mí.
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—¿Te han dado estas? —pregunta con incredulidad. Asiento—. Bueno, ¡mierda sí! ¡Cancelaré la depilación de mis partes íntimas de esta noche para golpear ese lugar! Dios mío, las palabras de las dos son demasiado para manejar en estos momentos. Regreso afuera, a la parte delantera, y veo que todos los hombres siguen sentados en sus sitios. El golpeador de paredes no habla, o tan siquiera participa en su conversación. Estoy de pie ahí, observándoles más tiempo del necesario, sus ojos se elevan y van directamente hacia los míos, sus labios se tensan en una apretada línea como si no quisiera verme. Quizás no lo hace. Aparta la mirada, sacudiendo la cabeza. De repente, se pone de pie, abriéndose camino desde la mesa. Lanza algo de dinero, pero sus labios no se mueven mientras sale por la puerta. —¿Esos dos? —pregunta Millie mientras se acerca a mi lado. Sonrío y asiento mientras me giro hacia ella—. ¡Mierda! ¿Estás interesada en alguno? Me rio ante el absurdo pensamiento, haciendo que los dos hombres miren hacia arriba. El del cabello castaño nos guiña el ojo antes de girarse hacia su amigo. —Tienes que estarlo. Quiero decir, si no estuviese casada desde luego que lo estaría. —Se abanica el rostro y se ríe justo cuando sus pedidos están terminados. Empaqueto el del golpeador de paredes en un envase para llevar, y después se lo llevo. —No tenías que hacerlo, me lo habría comido —dice uno de ellos. Antes de que pueda decir algo, habla el otro. —Te comerías todo, hombre. Solo trae su comida sin comerla, quieres. ¿Qué te parece eso para variar? Me marcho, dejándolos con su discusión. —Un vestido que enseñe cada curva de ese cuerpo… Traeré uno — dice Millie alejándose de mi cuando regreso al mostrador. Le digo: —No… —Pero no me escucha mientras se marcha sacudiendo la cabeza y agitando las manos como una lunática. ¿En qué me he metido? Nunca estuve de acuerdo con nada de esto, solo esperaba darles las entradas y dejarlas disfrutar de ellas.
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4 Khol Pasado Nos robábamos besos todos los días, cada segundo de cada día que nos veíamos. Mis labios siempre quisieron los de ella, los suyos siempre quisieron los míos. Era como el instinto de tenerla conmigo. Habíamos experimentado todo menos el sexo. No se había quedado en mi habitación, siempre se levantaba y se iba. Incluso cuando la jalaba hacia mí, le rogaba como un adolescente, ella se burló de mí, me daba un pequeño beso en los labios y se iba como un hada riéndose o sonriendo. La amaba, estaba seguro de ello. Nunca me había sentido así, nunca. Fue el hechizo que me hizo, te lo juro. Saltó sobre mi espalda mientras yo estaba sirviéndome una bebida, haciéndola derramarse por todas partes, se rio y se agarró a mí como un mono. Me las arreglé para estabilizarme y agarrar sus piernas, tirando de ellas hacia un lado, agarrándolas, entonces estaba cara a cara conmigo con sus piernas todavía envueltas alrededor de mi cintura. Sus ojos brillaban de alegría al inclinar su cabeza a un lado y estudiarme. —Los chicos se van pronto, ¿tú no te vas? —preguntó. Negué con la cabeza, no esta noche. Quería quedarme con ella—. Me gusta —me dijo moviéndose sobre mí. Fue una mala jugada, una muy mala jugada, porque ella se frotaba donde yo empezaba a ponerme duro. —¿Alguna vez dejan de tocarse? —preguntó Macca al entrar en la cocina, Anika se volvió hacia él todavía en mis brazos. —Él puede tocarme como quiera. Me ama —declaró y casi la dejé caer. Macca se rio, Brice uniéndose a él no muy lejos. Todos se volvieron para mirarme. Todavía no hablaba, aún estaba allí con la boca bien abierta. Ella la levantó con su dedo meñique, cerrándola suavemente. —No tienes que decir nada —susurró.
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—Como el infierno que no lo hace —dijo Macca, expresando su opinión detrás de ella. Miré hacia allí y le lancé una mirada de muerte. —Métete en tus asuntos —le dije y sacó el arma de su cinturón, me apuntó, lejos de su hermana. —Le rompes el corazón. Y esto... —dijo asintiendo hacia el arma—... se usará en tu linda cabecita. Anika se burló, sabiendo que Macca siempre llevaba un arma encima, aunque no sabía para qué. —Te partiría la muñeca por la mitad antes de que dispararas —dije. Brice se acercó, golpeando las manos de Macca. —Chicos. Chicos. Aclaremos algo, los enterraría a los dos antes de que parpadearan. Así que, ¿qué tal si guardamos los juguetes y dejamos que estos niños jueguen? —dijo señalándonos a Anika y a mí. Macca dejó caer su mano, metiéndose la pistola en sus pantalones. Luego se volvió hacia Brice y le dio una bofetada en la nuca. —¡Eres un idiota! ¿Lo sabes? —dijo Macca saliendo con Brice siguiéndolo no muy lejos, quejándose por haberle pegado. Anika se me acercó, trayendo mi atención de vuelta a ella. —¿Me vas a llevar a la cama ahora? —me preguntó deslizándose hacia abajo y luego hacia arriba despertando cada molécula de mi cuerpo. —¿Me amas? —pregunté, inseguro de por qué lo hice. No podía ser amor, debía ser lujuria, eso es lo que me decía a mí mismo. Porque, ¿quién carajo se enamora tan rápido? No humanos con cerebro, eso es seguro. —Sé una cosa con seguridad —susurró en mis labios—. Quiero que me tomes tan duro, que quiero romper los vidrios de las ventanas con mis gritos. —Se movió de nuevo, haciendo que me aferrara a ella mientras daba los pasos de a dos a la vez con ella en las caderas. Se rio en mi oído y fue la mejor canción que había escuchado. Quería escucharla el resto de mi vida. Nunca le confirmé o negué su afirmación de que la amaba, porque me asustaba amar a alguien tan rápido, tan duro, sin conocer todos los aspectos de ello. Se alejó de mí, yo me quejé de la pérdida de contacto que puso entre nosotros. Ella hizo un sonido de desaprobación mientras movía su dedo de un lado a otro hacia mí, la sonrisa permaneciendo en su rostro. Entonces comenzó a cámara lenta perdiendo la ropa casi como un striptease. Mi boca se secó al instante, mirándola desnudarse con unos movimientos tan seductores delante de mí. No había nada que pudiera hacer aparte de ver, perdido en el momento. Cada pieza se retiró lentamente, pero de alguna manera todo sucedió rápido.
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Anika movió sus caderas, haciendo círculos con ellas lentamente mientras dibujaban una figura en forma de ocho. Se acercó a mí, levantando a mi barbilla con su dedo y moviéndose como si fuera a besarme, pero en su lugar me empujó. Su falda, fue desabrochada lentamente y bajó en un movimiento fluido, y luego cayó al suelo. Tan pronto como asimilé sus piernas desnudas, empezó a quitarse la blusa. Empezando por la parte superior, desabrochó cada uno de los botones con delicada facilidad y luego se giró, mirándome por encima de su hombro. Empujando la delicada tela de sus hombros, cayó por su brazo mientras ella sonreía y se volvió hacia mí. Lenta y tortuosamente, la dejó caer al suelo. Sus pechos se liberaron de sus confines y todo el tiempo mantuvo un sólido contacto visual y continuó bailando como si la música estuviese sonando. Finalmente, estaba completamente desnuda —sus tacones todavía estaban en su lugar— y de pie justo frente a mí. Dio un paso hacia mí hasta que estuvo entre mis piernas. Inclinándose hacia adelante, me arrancó la camisa mientras sus manos empezaban a correr sobre mi pecho desnudo. No sabía dónde poner mis ojos, quería guardarlo todo, mantener cada detalle de esto bien cerrado. —¿Qué me estás haciendo? —susurré mientras estaba de pie. Me tiró de la cintura de los pantalones, haciéndolos caer al suelo. Entonces me miró a los ojos. —Voy a hacer que te enamores, más fuerte de lo que te has enamorado antes para que no puedas amar a otra de la manera en que me amas. —Esas palabras se me clavaron como un hierro caliente, quemándome, haciéndome creer que lo que dijo era verdad. Caímos en la cama, enredados de manos y piernas. Nuestros labios se encontraron, manos tocaron, cuerpos se frotaron. No sabía qué hacer primero, me sentía como un adolescente. Me alejé del hechizo y tomé el control de mis emociones. Le clavé los brazos en la cama, la besé y le mordí los pezones, luego bajé, queriendo, necesitando, probar cada parte de ella. Gimió tan fuerte cuando mi boca hizo contacto con su coño. Me tiró del cabello, me detuvo y luego se interpuso entre nosotros, tirándome hacia ella. —Quiero que me folles —me susurró al oído—. Hazme gritar —dijo. Y eso es exactamente lo que hice, la tomé, la reclamé como mía, con sus tacones clavando mi trasero. Y nadie cambiaría eso.
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5 Keegan Presente Millie no mintió. Tan pronto como cerramos, ella me dijo que venía y que no tenía absolutamente nada que decir al respecto. Estoy sentada en mi sofá mirando Animal Kingdom cuando entra, completamente vestida, oliendo y luciendo divina. ¡Nunca podría verme así! Nunca he tratado de lucir así con tacones, maquillaje y cabello. Simplemente no parece natural. Entra sosteniendo un vestido, se me acerca, agarra el control remoto y apaga la televisión. Katie entra después, vestida muy similar a Millie y luciendo hermosa, su hermoso cabello es liso fluyendo por su espalda. Millie tiene un vestido azul, Katie un vestido lila claro que abraza su cuerpo. Ambas tienen tacones negros para combinar con sus atuendos. Al instante, siento que no encajo, que no puedo lucir como lo hacen, vestidas así. —No quiero ir —digo tratando de agarrar el control remoto otra vez, pero ella lo sostiene sobre su cabeza. No puedo llegar tan alto, especialmente porque tiene los tacones puestos. Entonces no me molesto. —Te traje un jumpsuit. Sí, tiene un escote pronunciado, pero no tendrás que ponerte un vestido. —Ella puede ver cómo el alivio me inunda enseguida. No puedo usar vestidos así, por lo que un jumpsuit es básicamente un pantalón, todo combinado, aunque es un dolor hacer pis en eso ya que tienes que sacar la parte superior para bajar los pantalones. —Por favor no digas que no, lo necesito, Kee. Necesito quitármelo de la mente, y tú también lo necesitas. Confía en mí, lo necesitas más. Me levanto y tomo un paso hacia ella, agarrando el atuendo negro de sus manos. Me inclino y beso su mejilla. Sonríe y me alejo. Espero que de alguna manera pueda estar allí para ella de la misma manera que ella está allí para mí.
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Termino con mi cabello en una coleta alta. El atuendo tiene un escote tan profundo que las curvas de mis senos se muestran. Se adapta muy bien a todas partes, y tengo el calzado para completar el look. Millie intentó agregar maquillaje a mi rostro, pero no la dejaría. Lo más que permitiría era un lápiz labial rosa suave que empujó hacia mis labios. Cuando llegamos al club, miro hacia nuestro café al otro lado de la calle, cerrado y oscuro, y luego de vuelta al club. La fila es larga, muy larga. No sé cómo las personas se sienten cómodas esperando tanto tiempo en una fila. Mis manos comienzan a sudar, nunca antes había estado en un club. Es extraño, lo sé, pero mi vida giraba en torno a... él. Las sigo ambas mientras avanzan hacia el gorila, muestran sus boletos y la gente gime cuando ven que las dejan entrar. Yo también lo haría si tuviera que esperar todo el tiempo que saben tendrán que esperar. Tan pronto como entramos, subimos por unas escaleras de mármol pulido. Puedo escuchar la música, sentirla vibrar a través de los pasamanos que uso para guiarme. Millie se detiene cuando llega a la cima de los escalones, Katie también lo hace. Bloquean mi camino, pero coloco mi mano sobre sus espaldas para guiarlas hacia adelante. Entonces lo veo y todo lo que puedo pensar es que es hermoso, como ningún otro lugar que haya visto antes. Es un club de cinco estrellas plus. Paredes de cristal, mostradores dorados, candelabros colgando del techo. La iluminación es suave, pero en tonos de naranja que brillan desde el suelo hasta el techo y se elevan desde las paredes de cristal negro. La iluminación tensa adorna el techo, dándole la sensación de mirar hacia el infinito de las estrellas en un fondo del espacio. La pista de baile es negra, pero la iluminación naranja y el piso parece que tiene una mente propia, ya que vibra al ritmo de la música. Flores decoran las mesas, junto con la iluminación naranja brillante. El personal del bar lleva trajes y las camareras usan vestidos de cóctel negro y tacones de color naranja. Este lugar es encantador, impresionante incluso. Se siente como si hubiésemos entrado a un millón de dólares; aquí es donde se juntan los ricos y famosos. Nos adentramos más, siguiendo a Katie mientras se acerca al área VIP. Nos detiene otro miembro del personal VIP que abre una cuerda para darnos acceso. Nos señala a nuestra mesa, donde vamos a sentarnos. Una mesera viene enseguida, ofreciéndonos cócteles que está repartiendo. Cada una de nosotras tomamos uno y comenzamos a beber. —¿Puedes creer este lugar? —pregunta Millie bebiendo su cóctel más rápido que el resto de nosotras. —Esos hombres son dueños de esto, ¿verdad? —pregunto confundida. Simplemente no podía entender en mi cabeza que tres hombres heterosexuales podrían llegar a un plan que es así de hermoso. Katie asiente.
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Otra camarera vuelve cinco minutos más tarde y nos ofrece otro cóctel. Ni siquiera llego a un tercio del primero, pero Millie toma tres. Niego con la cabeza hacia ella mientras contengo mi risa. Tiene grandes planes esta noche, así que supongo que será mejor que me mantenga sobria y cuide de ella. —No mires, pero están acercándose —me susurra Katie. Por supuesto, todas miramos. Cuando alguien dice, no mires, no puedes evitar el impulso que te lleva a mirar. Están vestidos como si estuvieran en el restaurante vestidos con trajes, pero esta vez no tienen chaquetas, simplemente camisas blancas con botones sueltos. Observo mientras suben, mis ojos no los dejan. El que tiene el cabello más claro se acerca a nosotras primero. Nos mira a todas, luego se sienta a nuestro lado. —Señoritas... —Ambos asienten—. Me alegra ver que pudieron lograrlo. Estamos muy honrados. Soy Macca, y este viejo aquí es Brice — dice Macca asintiendo hacia el hombre con la cabeza calva, y supongo que no es tan amigable como su amigo. —Este lugar es nada menos que extraordinario —habla Millie efusivamente, sus ojos vagan por la pista de baile, luego vuelven a nosotros. Katie está sentada más cerca de Brice, y veo como ella lo mira de soslayo. Él se da vuelta y la atrapa, ella sonríe, no hay un hueso tímido en su cuerpo. Sus ojos la recorren arriba y abajo, y ella hace lo mismo, haciéndolo coincidir. —Millie —dice Millie señalándose a sí misma—... Katie... —señala—… y esta es mi hermanita, Kee. —Se giran para mirarme y dejo caer mi mirada hacia el cóctel que estoy bebiendo. Las chicas ya están en su segundo mientras todavía estoy en mi primero. —¿No te gusta? —me pregunta Macca. —Está bueno —respondo mientras Millie ríe. Ella sabe que no bebo. —Realmente lamentamos lo que sucedió en tu cafetería. Khol a veces puede ser... bueno... difícil. —¿Khol? —pregunto. Dirige su cabeza frente a él, y miro cómo Khol —o quien supongo que es Khol— sube las escaleras. Lo asimilo, no tiene una corbata como los otros dos. Los botones de su camisa están en su mayor parte deshechos mostrando su pecho cincelado, sus manos están envueltas en algo blanco. Se detiene cuando nos alcanza, nos mira rápidamente, luego sus ojos se detienen en mí. Miro hacia abajo porque no quiero ver esa mirada odiosa dirigida hacia mí nunca más. Después de unos momentos, miro hacia arriba para ver su espalda mientras se aleja. Brice y Macca se paran y nos dicen
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que tienen que irse. Brice le susurra algo a Katie, ella asiente y nos quedamos allí sentadas mirando mientras se van. —Bueno, son especímenes de buen culo, eso es seguro —habla Millie efusivamente—. Tenía los ojos clavados en ti, y ni siquiera lo miraste. Le doy una mirada confundida. —¿Quién? —El que tiene sus manos envueltas. ¿Qué pasa con eso por cierto? — Katie se pone de pie, colocando su bebida ahora vacía sobre la mesa. —Brice nos invitó al espectáculo principal, ¿vienes? —Millie muerde su labio en confusión, pero Katie nos hace señas para que la sigamos. Lo hacemos, solo para ver de lo que está hablando. Nos lleva a la parte trasera del club parando en una puerta negra, y un gorila nos la abre. Cuando miramos hacia abajo, es completamente negro, solo algunas pequeñas luces brillantes en las escaleras nos muestran el camino hacia abajo. Me pellizco la piel con las uñas, confundida y sin querer entrar en un lugar tan oscuro. Entonces escuchamos los gritos, los gritos de gloria y me estremezco. Katie va primero, sus tacones tintinean en los escalones de metal, seguidos por Millie. Agarro la baranda, tomando cada paso lento y estable. Cuando llegamos a la mitad del camino, los gritos se hacen más fuertes. Sigo a las chicas más abajo, ya que están desapareciendo en la multitud. Cuando llego al final, Millie agarra mi mano y me empuja a seguir. Cuando tengo los nervios bajo control y logro mirar hacia arriba, la gente está acurrucada en todas partes. Este lugar no se parece en nada al piso de arriba, puedes oler la suciedad y el sudor que emana de cada superficie de este lugar. —Santa mierda —dice Millie. Miro hacia ella para ver su cabeza levantada, agarra mi brazo otra vez, tirando de mí hacia el mar de gente. Camino mirando el suelo, insegura de dónde estoy caminando, y lo último que quiero hacer es pisar a alguien. Ella se detiene de nuevo, me suelta y grita mientras salta de arriba abajo. Cuando levanto la mirada mi corazón se detiene, mis manos comienzan a temblar tanto como a sudar. No puedo estar aquí abajo, viendo esto. Mi corazón late con tanta fuerza que bloquea todo lo demás. Sus puños se mueven en cámara lenta mientras conectan con el rostro de la otra persona. Khol está en un ring redondo improvisado. Sin camisa, con las manos envueltas, todavía con sus pantalones negros. Sus puños conectan, duro y rápido con el otro hombre en el ring. Otro golpe, luego un tercero, y el hombre cae al piso recubierto de goma del ring levantado. La gente grita, anima y arroja sus bebidas al aire. Mis ojos están pegados a este hombre, Khol. En el ring.
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Él no mira a su alrededor, no reconoce a nadie. Su rostro es mortal, sus ojos entrecerrados. Se para sobre la persona, esperando, observando para ver si se levanta. No lo hace. Macca salta, golpea su espalda y él se encoge de hombros. Se da vuelta y mira a la multitud; no hay una marca en él. No hace contacto visual mientras se aleja, ganando la pelea tan malditamente fácil. La multitud se aparta para él, dándole golpecitos en la espalda mientras se marcha. A medida que se acerca más a donde estamos, bajo la mirada, mis ojos en mis uñas pintadas de púrpura. No quiero mirarlo a los ojos, tengo demasiado miedo de lo que pueda ver allí. La ira que todavía tiene. No quiero ver nada de eso. He visto mucho de eso en los últimos años, y quiero estar lo más lejos posible de él. Cuento hasta veinte en mi cabeza antes de decidir levantar la cabeza. Cuando lo hago, noto que todo se ha callado, los fuertes vítores no son tan ensordecedores para mis oídos. Mi mirada se desliza por el cuerpo frente a mí: pies descalzos, pantalones negros, torso desnudo, pecho muy cincelado, tatuajes en un lado y continuando por su brazo. Sé al instante quién es — la única persona que no quiero ver— y ahora está parado directo frente a mí. Sus puños están apretados, sus ojos firmes en mí. Puedo sentirlos incluso antes de mirar hacia arriba. De alguna manera, encuentro el coraje de mirarlo a los ojos. Me sorprende, no es lo que esperaba ver. Dolor. Daño. Irradia a través de él. Siento que me golpea con toda su fuerza cuando lo miro. Lo mantiene todo en sus ojos. Te apuñala, te pincha con fuerza, como si su dolor te estuviera afectando de alguna manera. Bajo la mirada a sus puños, se están abriendo y cerrando dentro de sus confines envueltos. Cuando lo vuelvo a mirar, la pared está firmemente en su lugar, sus ojos ahora son fieros, enojados y duros. Me alejo, esa mirada me asusta demasiado. Mantiene sus ojos clavados en mí un momento más antes de que me rodee y se aleje sin decir una palabra. Dejando en su estela una mezcla de emociones que me confunden. Él está dañado. Dañado es algo que no puedo hacer. No haré. Nunca más. Mi corazón no puede soportarlo, mi mente apenas sobrevivió la última vez. La próxima vez sé que no sería así.
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6 Khol Pasado Dos años, ese fue el tiempo que llevaba amando a esta mujer, dos años. Y cada vez que me miraba, sentía que la adoración se hacía más profunda, más fuerte, por su mera presencia. Despertaba a mi lado, su cuerpo envuelto alrededor del mío. Desnuda, tal como la dejaba cuando nos dormíamos. Ya no vivíamos con los chicos desde hace como un año. Conseguí nuestra propia casa, el club ahora es la ubicación ideal. El negocio era una locura. Le pedí a Anika que dejara de trabajar, le pedí ayuda con el club para que no me dejara en sus largos vuelos y aceptó. Me alegró que dijera que sí, porque el tiempo que pasaba lejos de mí era una tortura. Tenía que tenerla cerca de mí, tanto como fuera posible. Me tranquilizaba tenerla cerca. Lo sabía, de alguna manera me tranquilizaba sin hacer nada. Su presencia era todo lo que necesitaba para mantenerme calmado. Habíamos abandonado algunas de nuestras actividades ilegales, no completamente porque era mucho dinero para nosotros. Aunque ahora teníamos el club no necesitábamos tanto dinero como antes. Observé como se paraba, apartándose de mí. Anika se giró y me arrojó mi ropa y luego deslizó un vestido sobre su cabeza. Estaba vestida y lista en segundos. No sucedía a menudo. Normalmente, tenía que esperar a que se arreglara el cabello y el maquillaje. Hoy no lo hice porque se estaba reuniendo con una diseñadora, y tenía prisa porque quería cambiar el aspecto del club. La dejábamos, porque como trío era difícil decirle que no. Entre su hermano Macca, Brice y yo, nos tenía a todos envueltos alrededor de su dedo meñique. Me vestí y la seguí mientras caminaba hacia el auto, parando un segundo para recoger su bolso en el camino. Habló de todo lo que había planeado en el camino, y ni siquiera oí lo que dijo. Estaba intrigado por la emoción que ella traía, la forma en que sus labios se rizaban de felicidad, su postura directa desde su entusiasmo. Me
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dio una bofetada en el brazo cuando nos detuvimos, se volvió hacia mí, sin esconder su sonrisa. —Ni siquiera me estabas escuchando —dijo. Sonreí porque estaba seguro de que tenía toda la razón, no lo estaba. Me incliné y besé los labios, solo para probarla antes que escapara. Me devolvió el beso y luego se bajó del auto. Me paré al frente, estirándome cuando miré al otro lado de la carretera. Me quedé quieto. Una mujer estaba parada allí, mirando a través del vidrio. Tenía los hombros encorvados, el cabello castaño oscuro sobre la cabeza. Parecía tan triste, tan destrozada. Me pregunté qué podría hacer a alguien tan hermoso y tan triste. Me quedé allí perdido en mis pensamientos, incapaz de hacer nada para ayudarla cuando un hombre se le acercó. Se estremeció cuando él le tocó el brazo, pero luego se inclinó hacia él. Él no la consoló, lo que ella obviamente quería, simplemente se quedó ahí parado, dejándola apoyarse en él. —Ella es hermosa. —Me volví a la dirección de la voz de Anika, sus ojos estaban clavados en la mujer de enfrente. Anika se giró para mirarme a la cara, su rostro ahora cambió de emoción a preocupación, tristeza grabada en líneas en la frente—. Nunca quiero estar así de rota. —Se giró y volvió a entrar. Eché una última mirada, la chica estaba ahora de pie sola, el hombre no se veía por ningún lado. Ella volteó sus ojos y me miró, sostuvo la mirada antes de mirar fijamente al suelo y caminó hacia el auto que estaba esperando. No sé de qué se trataba, pero de alguna manera me interesó, incluso con Anika allí presente y nadie había podido hacerlo desde que Anika entró en mi vida. *** Le pedí a Anika que se casara conmigo una semana después. Estaba cansada, exhausta, y fue entonces cuando supe, sin duda, que no podía vivir sin ella. Mientras ella se acostaba a mi lado, sin maquillaje, con el cabello totalmente revuelto y los ojos cerrados, saqué el anillo. Había comprado el anillo hacía un tiempo. Estaba ahí sentado, en mi cajón, esperando el día correcto y la oportunidad perfecta. Ella había reformado completamente el club y ahora era un club de cinco estrellas. Nos costó una pequeña fortuna, pero valió cada centavo. La apertura fue anoche, y fue nuestra noche más concurrida. Los beneficios que obtuvimos cubrieron el costo de la renovación. Era domingo, nuestro día perezoso. No hacemos absolutamente nada los domingos. Era mi día favorito de la semana. Un día en el que la tendría para mí solo. Apagué el televisor, encendí algunas de las velas malolientes
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que había colocado alrededor de nuestra habitación, y me senté junto a ella en la cama. Le llevó un momento despertar, siempre pasaba. Ella tenía el sueño ligero, y cada vez que estaba cerca de ella rodaba para tocarme o acostarse sobre mí. Sus ojos se ajustaron mientras miraba a su alrededor. No llevaba más que un par de pantalones cortos. La forma en que sus ojos me miraban mientras se sentaba, sabía exactamente lo que quería. Nuestra vida sexual no era tranquila, nunca desapareció como dicen algunas parejas, pero siempre tuve miedo de que pudiera llegar a ser así. Con suerte, nunca dejará de estar llena de emoción y diversión. —¿Qué estás haciendo? —Ella trepó sobre mí hasta que estuvo en mi regazo, sus piernas alrededor de mí. Se aferró a mí como si yo fuera su fuerza vital, y tal vez lo era. Me tembló la mano, la que agarraba con fuerza el anillo. ¿Le gustaría? ¿Era lo suficientemente grande? Sabía que quería algo grande. Le gustaba el glamour, el club era un buen ejemplo de ello. Sus manos capturaron mi rostro cuando no respondí enseguida. —Khol —susurró. Cerré los ojos y respiré hondo. —¡Te amo! Mierda, te amo. —Sacudí la cabeza sin más explicaciones. Una sonrisa tocó el borde de sus labios. —Lo sé. —Me besó suavemente. Le puse mi mano libre en la espalda. Mostré la otra, mi puño cerrado. Miró hacia abajo, su frente arrugada, y luego me miró a mí. —No quiero despertarme un día sin ti, Anika. ¡Jodidamente nunca! Quiero que lleves este anillo porque ya llevas mi corazón. —Lo abrí, levanté la mirada y esperé su reacción. Su sonrisa tocó sus ojos, pude ver la chispa en ellos. Nunca pensé que me casaría. Nunca. Tampoco esperaba que ella, alguien tan feroz, tan indecentemente bella, llegara. —¿Te casarías conmigo? Empezó a asentir y luego agarró la caja, sin esperar a que yo lo pusiera en su dedo. Lo hizo ella misma. La miré mientras lo sostenía para ver su anillo. Ella sonreía, lo cual era una buena señal y me dijo que era lo suficientemente grande. Temía que no iba a ser lo que esperaba de mí. Me costó más que el depósito de una casa, pero sabía que ella no querría menos.
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Anika no era una chica de pescado y patatas fritas. No, ella era toda una cena de restaurante, zapatos elegantes y bolsos de diseñador. Ese tipo de gente solía molestarme. Ahora no tanto. Afrontémoslo, es solo que sus expectativas son más altas. No dice nada acerca de quién era ella como persona porque esa persona era tan hermosa por dentro como lo era por fuera. Cada vez que se compraba algo caro, donaba al refugio de mujeres cercano a nosotros. Ella compensaba su extravagancia. Anika tiró de mi rostro inesperadamente y aplastó sus labios contra los míos. Me empujó de nuevo a la cama. Todos los pensamientos de su costoso estilo de vida desaparecieron. Ahora todo lo que podía pensar era en sus caderas, sus manos y sus labios mientras tocaban cada parte de mí.
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7 Keegan Presente Me marché sin mi hermana, así como sin Katie. Sus puños y la tranquilidad que se muestra en su rostro mientras golpean es lo que más me asusta. Los luchadores tienen una hostilidad en torno a ellos cuando están en el ring, en su momento, y Khol no tiene nada. Parecía como si estar en ese ring fuera el lugar más feliz en el que ha estado alguna vez. No vi nada de ira, tiemblo mientras pienso en ello. Es la última cosa sobre la que quiero pensar: más puños, observándolos descender dura y rápidamente. Aún tengo pesadillas de que él está aquí, esperando que despierte solo para castigarme por dormir. Ya no sueño con él con demasiada frecuencia, solo cuando algo lo desencadena. Un año, una década lejos de él, nunca me libraré. Esto es lo que sé: siempre estará ahí, en el fondo de mi mente, en algún lugar, siempre al acecho como un león aguardando a su presa o un depredador esperando pacientemente para emboscarla. Millie afirma que no tengo que preocuparme, que tengo una orden de protección contra él. Que ahora no se atrevería a acercarse a mí, le haría lucir mal especialmente en su línea de trabajo, tener involucrada a la policía. Con lo que estoy de acuerdo, siempre ha estado preocupado por las apariencias. Es por lo que siempre estaba atascada en casa, mi aspecto nunca cumplía sus estándares. Sus estándares eran muy altos, solo quería ser visto con una rubia explosiva: piernas que parecen no terminar nunca en algún tipo de zapatos de diseñador, un cuerpo al que le quede de manera impecable un vestido ceñido, cabello y uñas hechas a la perfección; no alguna apagada y menos que perfecta mujer como yo. Me dijo que yo nunca mejoraría para ser la mujer que él quería. No importa cuánto lo intenté, no importa cuánto trabajé mi cuerpo, nunca podría ser la talla o la forma que él ansiaba. Así que, en vez de apoyarme, me dio sus puños, en vez de amor, fueron sus puños.
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Ir al trabajo no era algo que quería hacer hoy. Había tenido el domingo libre, ahora era hora de regresar. Decir que lo estaba deseando sería un eufemismo. No lo hacía. Me vestí en mi normal ropa negra, mi mano tocó la cicatriz sobre mi hombro, una de las muchas que dejó en mi cuerpo. Recuerdo esta con claridad, al igual que todas las demás. Estaba furioso cuando llegó a casa, un acuerdo comercial se había venido abajo y la cena no estaba cocinada como exigió. No lo esperaba tan pronto. Entró, me miró en la cocina, después al suelo. Observé cómo sus ojos miraban de nuevo hacia mí, con un oscuro deseo en ellos, uno que sabía estaba en mi camino. Cuando comenzó a ponerse violento conmigo al comienzo de nuestra relación, me gustó. El sexo era fantástico, el ligero tirón en mi cabello, la bofetada en el trasero, él sabía que me encantaba. Me hacía correrme incluso más duro. Entonces, lo empezó a usar contra mí fuera del dormitorio, y en breves estaba paralizada entre sus puños y su lengua. Las palabras que lanzaba en mi dirección a veces, hacían mucho más daño que sus puños. —Ponte sobre tus jodidas rodillas. Un escalofrío corrió a través de mí esa noche. Dudé, y no debería haberlo hecho. Fue mi primer error y lo sabía. Me obligó a arrodillarme con sus manos, después estiró el brazo hacia el cuchillo que yacía sobre la encimera donde estaba cortando las verduras para la cena. Llegó al interior de sus pantalones, liberó su polla, la empujó contra mi boca antes de que pudiera apartarme o decir que parara. Un movimiento rápido del cuchillo, y estaba hundido en mi piel. Fue brusco, y ardió como si excavase un profundo agujero. La sangre chorreó por mi piel, pude sentir el calor y la humedad mientras viajaba en riachuelos. Solía pensar que sus acciones eran sanas, que este era su amor mientras me tocaba, me lastimaba. Siempre era el primero, el primero en correrse. Yo era la segunda, si tenía suerte. —Usa tu lengua —gritó, tirando de mi cabello mientras me guiaba. Quería morder fuertemente, mostrarle que no era el jefe. Cuán equivocada estaba. Tenía el cuchillo, era el maldito jefe. Un escalofrío abandona mi cuerpo mientras trato de no dejarle consumir mis pensamientos. A veces, es difícil cuando todo lo que tienes son recordatorios. Incluso un simple toque puede desencadenarlo. Soy la primera en llegar al restaurante, me peleé con el despertador esta mañana, pero al final, salí de la cama. Lo único que no he sido capaz de dejar es ser una persona con el sueño pesado, lo cual, también era un problema. Si para el segundo grito o empujón no estaba despierta, era castigada. Casi era la hora de abrir. Sin embargo, los lunes normalmente no eran nuestros días más ajetreados, por lo que exactamente no teníamos que abrir puntuales. El cocinero, Riley, generalmente llega treinta minutos tarde.
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Comienzo el día con mi rutina habitual, preparando las mesas y colocando todos los condimentos en su lugar adecuado, sobre los impolutos manteles a cuadros blancos y azules. Escucho un golpe en la puerta, en ese momento levanto la mirada y veo que son exactamente las diez de la mañana, nuestra hora de apertura. Riley tiene una llave, por lo que no creo que sea él, a no ser que la haya perdido. No levanto la vista cuando abro la puerta. En su lugar, la abro golpeándola con el pie, ya que tengo las manos llenas, y me giro para marcharme. Escucho los pasos detrás de mí y me doy cuenta que esos pasos son pesados, no el sonido de las zapatillas que normalmente lleva Riley cuando cocina. Cuando me giro para mirar a la persona que ahora está invadiendo mi entrada, muy cerca de mí, todo lo de mis manos se cae y los cubiertos tintinean por el suelo de baldosas. Automáticamente me inclino y comienzo a recoger todos mientras miro hacia arriba furtivamente hacia él. Me mira con las cejas fruncidas. Va vestido con un traje, esta vez con una chaqueta. Su traje es azul, su camisa es de un nítido blanco, acompañada con una corbata gris a rayas. Cuando me pongo de pie, me mira con atención. Intento sonreír, pero flaquea. —¿Puedo ayudarle? Acabamos de abrir, por lo que no estamos sirviendo comida, pero, ¿tal vez un café? —pregunto hablando demasiado rápido, pero mi voz es baja, el nerviosismo saca lo mejor de mí. —Tienes que hablar más alto. —Es todo lo que dice mientras da un paso más cerca de mí. Al instante retrocedo. Repetimos esto hasta que estoy cerca del mostrador y no puedo moverme más lejos. Comienzo a preocuparme, un hombre está en mi restaurante, alguien a quien sé le gusta usar sus puños, y está a solas conmigo. Mis manos empiezan a sudar, así que busco detrás de mí, dejando caer los cubiertos que quedaban en mis manos sobre el mostrador, y después limpio mis manos en mi delantal. —No te haré daño, nunca te lastimaría —dice esto como si creyera en cada palabra que está diciendo. Noto un ligero acento, y trato de ubicarlo, debe de ser británico. ¿Lo que está diciendo es realmente cierto? No sé por qué la gente miente, te dicen que te aman y después te lastiman. —No puedes decir eso, no me conoces. —Nunca te haría daño, créeme. Sacudo la cabeza y levanto la mirada a sus ojos. Esos muy intimidantes ojos. Los que hacen que me tiemblen las rodillas. El verde en ellos es tan brillante que duele mirarlos por mucho tiempo, como si pudieran ver directamente a través de mí.
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—Me tienes miedo —declara, su voz es como el terciopelo. Su cabeza cae hacia un lado mientras me observa atentamente. Mis manos comienzan a juguetear con mi delantal y asiento repetidamente—. Por favor, no lo tengas. Noto que, cuando hablo, gira la cabeza hacia un lado, aunque sus ojos permanecen enfocados en mí. —No puedo hacer ninguna promesa. —Es todo lo que respondo. Asiente, como si fuera una respuesta lo suficientemente buena por el momento. —Tenemos una ceremonia acercándose y me preguntaba ¿podría contratar sus servicios? Vi en tu ventana que ofrecen catering. —Apunta hacia el letrero en la ventana. Asiento frenéticamente. No hemos tenido muchos trabajos de catering en el último año y Millie quiere más. Es mucho dinero para nosotras, dinero que podemos invertir en el negocio, el cual requiere comenzar a emplear un cambio de imagen que tenemos en mente. —¿Eso es un sí? —Sus ojos se amplían en una pregunta. —Lo siento, sí. ¿Cuándo lo necesitas? ¿Necesitas también camareros? —Sí, dos camareros, y es para hoy si es posible. Tenemos una reunión para almorzar y lo necesitamos para ese momento. Esta vez mis ojos se abren como platos. Hoy. ¡Santa mierda! —¿Esto será un problema? Estamos dispuestos a pagar el doble del precio solicitado si es con tan poca antelación. —Cuando elevo la vista hacia él, sus ojos están sobre los míos. Veo el dolor en él, un montón de sufrimiento. Me pregunto por qué se nota tan vivamente. Me pregunto por qué puedo encontrarlo tan fácilmente. También quiero saber si esa es la razón de que sea cerrado, incluso ahora, mientras esta ahí parado, mantiene una distancia segura. Como si estar muy cerca de mí le doliese. Mierda, tal vez lo hace. —Sí, sí. Nos encantaría ayudar. ¿Tienes algún requisito de vestimenta? Sus ojos me miran de arriba a abajo antes de responder. —Elegante, sexy, será una sala de juntas llena de hombres. —Se gira para marcharse y cuando abre la puerta se detiene—. Comida para picar, y no llegues tarde. Mediodía… al mediodía… la comida tiene que empezar a distribuirse. —Y con esa orden, cierra la puerta y se larga.
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Miro hacia abajo y examino mi atuendo, sabiendo que seré una de las camareras. ¿Lo que llevo hoy es elegante y sexy? Ni siquiera lo sé. Justo entonces Millie y Riley entran. Riley me saluda con la mano mientras pasa caminando directamente hacia la cocina, Millie se detiene frente a mí. —¿Esto es elegante y sexy? —pregunto, bajando la vista y señalando mi ropa. Millie se ríe y después sacude la cabeza. —¿Por qué? —¡Maldita sea! Conseguimos un trabajo de catering… por cierto, es para hoy. Necesitan dos camareras y quieren que estén vestidas elegantes y sexys. ¿Tienen permitido hacer eso? ¿Tener ese tipo de requisito sobre cómo nos vestimos? —Me mira fijamente con la boca completamente abierta. Después la cierra antes de hablar. —Tenemos un trabajo de catering… ¿hoy? Y no, a menos que estén pagando el doble. No, no tienen elección. —Bueno, ellos están… pagando el doble, hablo en serio. —Boquea y deja la boca abierta de nuevo. Saca su teléfono y llama a Katie. Escucho mientras habla rápidamente, pidiéndole un vestido elegante y sexy, y que llegue pronto. Después me mira de arriba a abajo de la misma manera en la que Khol lo hizo, solo que no con una mirada tan intensa. —Ahora vuelvo. Dile a Riley que se ponga manos a la obra. —Sale volando por la puerta antes de que pueda decir ni una palabra. Katie terminó llegando una hora más tarde, usando un vestido negro hasta la rodilla que la abraza a la perfección. Sonríe mientras se detiene frente a mí, aplaudiendo de emoción. —Así que tenemos un compromiso, y va a ser tan maravilloso. ¡Vamos a ganar un montón de clientes! Asiento, sin estar segura de eso, ya que ni siquiera sabemos a quién vamos a servir la comida. Casi dejo salir esa parte. Millie regresa con una bolsa negra en la mano, la empuja hacia mí, y me pide que me cambie. No dice nada más mientras vuela a la cocina para comprobar la comida. La escucho diciéndole a Riley qué hacer; Millie también es cocinera y ayuda un montón en la cocina, así Riley no tiene que estar allí todo el tiempo. Nos ahorra el dinero de la contratación de otro cocinero. Teniendo que cambiarme, salgo a la parte trasera. Cuando abro la bolsa, dentro hay un vestido negro, justo hasta mis rodillas cuando me deslizo en él. Reviso de nuevo la bolsa, y hay un par de pequeños y negros tacones a juego. Katie aparece en la parte trasera y silba cuando me ve.
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—Perfecta —murmura. Da un paso al frente, saca mi cabello del desarreglado moño en el que está confinado y comienza a recorrer sus dedos a través de él para arreglarlo. Cuando ha acabado, mi cabello está bien estirado hacia atrás en un moño más arreglado. Estoy a punto de agradecérselo, cuando la puerta se abre de un empujón, y Millie está ahí de pie, mirándome con su teléfono en la mano. —No me dijiste que era para el club. Katie jadea y me mira también. Me encojo de hombros. No preguntó, y honestamente, no había tenido el tiempo suficiente ni la predisposición para contárselo. —Quieren la comida allí en, más o menos, una hora. ¿Lo sabías? Asiento de nuevo. ¡Mierda! Sus ojos se abren ampliamente y se va rápidamente de la habitación. Katie me mira y sonríe con picardía. —Me está gustando este nuevo tú un montón. —Guiña el ojo mientras sigue a mi hermana fuera de la habitación, dejándome detrás para hacer algunas modificaciones finales a mi ropa.
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8 Khol Pasado —¿Estás embarazada? —dije sacudiendo mi cabeza. ¡Mierda! No esperaba esa noticia. Hoy no. O durante mucho tiempo para el caso. Sonrió radiante, pero pude ver el daño oculto detrás de esos ojos también. No esperaba esta reacción de mí. Ella quería más, y simplemente no sentía que pudiera darle más. Todo lo que tenía, se lo había dado. A ella sola. Nunca había estado cerca de niños, nunca había siquiera sostenido un bebé. No sabía qué hacer, cómo lidiar con eso. Mis manos comenzaron a correr por mi cabello, tirando de él con fuerza. Me puse de pie y me incliné para besar su frente. Trató de agarrarme, pero no la dejé mientras salía por la puerta. Mi vida no era apta para niños ¿Tener uno significa que iba a tener que parar todo lo que hacía? ¿Cambiar todo lo que era? Manejé todo el camino hasta el club, entré furiosamente. Normalmente no estaba allí durante el día, era de noche y mi negocio prosperaba y, por lo tanto, era cuando me necesitaban. También vi a Macca, levantó sus cejas en cuestión. ¿Lo sabía? Por la expresión de su rostro no lo sabía, bueno, esperaba que no. Me siguió escaleras abajo, escuché sus botas tocar cada paso. —¿Por qué estás aquí, Khol? —La voz de Macca resonó detrás de mí. Seguí caminando, pasando junto a él y al ring. Ella sabía que yo luchaba. Escondérselo solo funcionó por un tiempo, solo muchas marcas que podrías cubrir. Empecé a envolver mis manos, uniéndolas fuertemente para protegerme. Lo que hacíamos aquí era ilegal. Y la emoción de ello, el castigo que infligía a aquellos que entraban al ring conmigo, me daba la sensación de que era un dios. Mis pies se movieron rápido, mis puños aún más rápido.
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Cuando comencé a pelear, fue por el dinero, luego fue por las drogas. No para mí, para Macca. Él era el capo de la droga y yo era su recaudador. Esa última parte, Anika no tenía idea sobre ello y no tenía la intención de compartir eso con ella. Éramos tres chicos en quiebra, y nunca podríamos imaginar ser dueños de algo como lo hacíamos hoy. No sin involucrarse en algo altamente ilegal. Las drogas eran nuestra forma de salir de nuestro mal vecindario, y ahora ese vecindario nos abastecía la vida. —Maldición, habla conmigo o subiré contigo. Sacudí mi cabeza y comencé a empujar mis puños hacia adelante, el primer puñetazo golpeó la bolsa de costado. Golpeándolo hacia adelante, el segundo aterrizó de la misma manera, la bolsa se movió aún más. —Ella está embarazada. Al tercer puñetazo él subió, detuvo la bolsa con sus manos y miró fijamente hacia mí. Sus ojos se parecían mucho a los de ella. A veces era difícil mirarlo, ver que me devolvía la mirada. —¡Bueno mierda! Felicidades hermano. ¿Tal vez eso es lo que debería haber dicho? No, eso no está bien. Era una felicitación siendo dicha hacia a mí también, ¿no? Esto era completamente extraño para mí. —¿Por qué luces como si estuvieras a punto de asesinarme? Parpadeé, luego sacudí mi cabeza mientras miraba hacia abajo. Mis pies aún adornaban los mismos zapatos en los que salí de la casa. Siempre me cambiaba cuando practicaba, me aseguraba de tener el calzado correcto, así mantendría una posición estable en el piso. —Necesito recolectar. Macca negó enseguida. —Mierda no. Detuviste eso cuando llegaste con ella. Me dijo que nunca más quisiste volver allí. Además, me mataría. Mis manos se apretaron fuertemente. —Tengo que malditamente recolectar, Macca. Ahora. —¡Mierda! —Golpeó la bolsa con su mano, empujándola hacia atrás en mi dirección. Sacó su celular de su bolsillo—. Necesito la dirección, ahora. Sí. Sí. Lo sé. —Me miró cuando habló—. Envíame un mensaje de texto con la dirección. Sí, es el que más debe —dijo antes de colgar su celular. Un pitido lo alertó de que había recibido un mensaje de texto. Me lo leyó, y cuánto debía. Sonreí y corrí escaleras arriba, su voz me siguió cuando me fui. —No los mates, Khol.
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No respondí. *** Él no tenía el dinero y eso se esperaba. Tener miles de dólares en su casa un martes no era lo que la mayoría de la gente hacía, pero especialmente no los usuarios de drogas. Me apuntó con una pistola. Mi enojo tomó el control, mis puños comenzaron a tener mente propia, y el arma cayó al suelo. Mi mano se cerró, y comencé a reorganizar su rostro. Sus gritos para que pare se convirtieron en oídos sordos. Mi mente estaba en otra parte, definitivamente no en el momento. Mi celular comenzó a sonar. El tono de llamada que Anika me había puesto amortiguado en el bolsillo. Me detuve, el hombre estaba inconsciente. Mis manos estaban cubiertas de sangre, sangre que no era mía. Una parte de mí se perdió esto, la adrenalina que vino junto con la recaudación. La furia que tenían por mí, por llamar a su puerta esperando el dinero que debían era palpable. Entonces, toda esa adrenalina e ira desaparecieron en cuanto escuché su llamada. Salí y me senté en la hierba. En el césped del tipo inconsciente y coloqué el celular en mi oído. Escuché su voz enseguida, y una calma instantánea se apoderó de mí. La amaba, mucho. Pero si lo hiciera, ¿por qué demonios actuaría de esta manera? ¿Por qué sentí la necesidad de regresar, a lo que era? —Khol... —Su voz era tranquila, y era lo menos que esperaba—. Quiero que vuelvas ahora, no hemos terminado de hablar. Cerré mis ojos, apretándolos con fuerza. Luego miré al hombre que era demasiado grande para alguien que consume tanto como él. —Estaré allí en diez. —colgué, preguntándome qué iba a decir, preguntándome qué iba a decirme. Me quedé parado rechazándome a mí mismo. La sangre en mis manos no saldría hasta que les diera una buena restregada. Le gustaba meterse debajo de las uñas, mezclarse y recordarte lo que habías hecho. A veces quería usar guantes, pero no tenían el mismo impacto que mis puños desnudos. No podías sentir el crujido o la grieta para ser exacto. Caminé hacia mi auto y conduje. Justo cuando comencé a llegar a mi calle, Macca estaba llamando. Ni siquiera podía recordar cómo se metió en el negocio, solo recordé estar allí a medida que crecía y crecía. Nadie quería parar, el dinero nunca terminaba. Y ni una sola vez habíamos estado en el radar de la policía, Macca maneja sus operaciones tan suavemente que no había rastro de él.
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—¿Qué? —dije mientras respondía a mi celular a través del Bluetooth de mi auto. —Por favor dime que no lo mataste... —No. —No, ¿no lo mataste? ¿O no, no me lo estás diciendo? —espetó. Su temperamento era corto, en realidad era bastante divertido si querías enojarlo. —No, no lo maté. —Gracias a la mierda. ¿Dónde estás ahora? —Yendo a casa. Escucho su respiración a través de los altavoces del auto. —Bien, ella me llamó. Sabía que necesitabas dejarlo salir, pero no le dije dónde estabas. —Tengo que irme —dije mientras me detenía frente a nuestra casa. No era grande, nunca quisimos algo grande. Nuestra casa consistía en tres habitaciones. Todo lo había diseñado ella. Le gustaban todas las cosas blancas y plateadas. Yo era más tu tipo de hombre negro y gris. Entonces, debido a que la casa era todo ella cuando entrabas y todo lo que golpeaba, era una extensión de blanco. Paredes blancas y balaustradas de plata que conducen arriba a las habitaciones. El piso estaba cubierto de azulejos blancos —lo único que realmente me gustó fue la lechada negra entre cada azulejo. Incluso nuestros muebles eran de un tono blanco, supongo que se podría decir que eran de color blanquecino. La cocina era blanca, los muebles y los electrodomésticos que cubrían la habitación plateados. Estaba demasiado limpio, demasiado prístino, y demasiado femenino para mi gusto. No pensé que nada de mí estuviera en esa casa, aparte de ella, que estaba perfectamente bien para mí. Era todo lo que necesitaba, no necesitaba mucho, excepto ella. Anika estaba en la puerta principal, su mano secó las lágrimas que trataba de ocultarme. Estuve con ella en un instante, mis piernas viajaron rápido sobre el concreto. Agarré sus brazos y la atraje hacia mí. Vino voluntariamente y luego comenzó a llorar nuevamente. Podía sentir sus lágrimas en mi pecho empapando mi camisa. Me aparté, mirándola a los ojos que por lo general eran tan felices, pero ahora estaban tan tristes e inseguros. —Te amo —Anika asintió. Nunca dudó de mi amor, sabía cuánto la amaba—. Lo siento. Lo siento mucho. Nunca pensé que tendría un hijo. Pero mierda, cariño... si es contigo... sabes que me encantará... él o ella... siempre y cuando sea contigo. Lloró más fuerte y volvió a dejar caer su cabeza sobre mí. —Es una niña, Khol. Es una niña.
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Esta vez mis ojos se cerraron. ¡Una mujer! ¡Mierda! Realmente iba a tener que aprender algo sobre niños, pronto y rápido.
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9 Keegan Presente Trato de ser la mejor camarera que puedo ser sin manos temblorosas y sudorosas. Simplemente no funciona. Podemos escucharlos a todos hablando, las voces masculinas resonando desde el otro lado de la habitación. Sacudo todo mi cuerpo en un intento por librarme de la ansiedad que siento. Katie está sonriendo y tiene chicle en la boca. Miro su actitud despreocupada mientras lo hace estallar y sonríe a un miembro del personal del club. No tiene nervios en lo absoluto y es tranquila y despreocupada. Katie coge una bandeja, me la pasa y vuelve a buscar la suya. Se detiene en la puerta mientras camina hacia ella, dándose cuenta de que no la sigo. —Puedes hacerlo, Kee. Confía en mí. Piensa en todos ellos en ropa interior y no en los dioses que parecen. Tengo una pequeña sonrisa. Pero tiene razón. Cuando entramos, parece que estábamos entrando en una convención solo de modelos masculinos. Todos están vestidos elegantemente y fuera de mi alcance. Ni siquiera tengo nada que valga el precio de sus zapatos y mucho menos sus trajes. Asiento y sigo de cerca detrás de ella, tratando de ver por dónde camina en vez de mirar alrededor. Ofrezco servilletas cuando me detengo en mi primer grupo, una sonrisa aparece en mí rostro, pero es falsa y totalmente enyesada. Ellos toman lo que quieren de mi bandeja y sigo caminando, esperando encontrarme con Katie en el medio y luego regresar a la cocina por más. Justo cuando llego al último grupo, una voz fuerte habla a través de la multitud, cortando todas las conversaciones. Cuando me vuelvo para localizar la voz, me detengo antes de llegar a ella. No está parado lejos de
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mí, sus ojos como el mar Mediterráneo, mirándome fijamente. Penetrándome con fuerza. Mis manos empiezan a sudar aún más si es posible. Miro hacia abajo cuando empiezan a temblar, la bandeja se cae. Veo como se estrella contra el suelo, como si no pudiera detenerlo, como un evento catastrófico que ocurre justo delante de mis ojos. Miro hacia atrás, sus pies se mueven rápido hacia mí, sus oscuros zapatos se acercan cada vez más. Se para justo delante de mí, se inclina hacia abajo para recoger los vidrios que se han roto en el suelo. Sus manos tocan las mías mientras yo intento agacharme y recoger el cristal roto con él. Siento su toque como una corriente en mi sistema. Aparto la mano rápidamente, no solo por el impacto, sino porque sé lo que manos como las suyas pueden hacer. Las marcas que cubren sus nudillos lo prueban también. —Todavía me tienes miedo —dice, inclino la cabeza, no tiene sentido mentirle. —Sí, a cualquiera que use sus puños como tú debería tenerle miedo. Me mira, en realidad me mira y quiero apartarme de esos ojos penetrantes. Se puede ver tanto, tanta rabia y dolor todo en una sola mirada. Mira hacia el suelo y luego se levanta, dejándome a mí para que recoja el resto del vidrio. —No toco a las mujeres. Nunca lo haría, nunca lo haré —dice mientras miro hacia arriba y luego se va. Echo un vistazo a sus pies mientras la puerta se cierra detrás de él. Katie me tira del brazo y cuando miro alrededor de la habitación no hay nadie, excepto dos amigos suyos. Los dos me miran como si tuviera una segunda cabeza. Me levanto, enderezando mi vestido mientras Macca se acerca un paso hacia mí. Su amigo Brice se queda dónde está, mirándome. —¿Necesitas irte? —pregunta Macca y yo sacudo la cabeza lentamente. No, no dejaré este trabajo por un solo derrame y lo que sea que esté pasando entre Khol y yo. A veces me mira como si fuera veneno y a veces está buscando arreglarme. Ambas miradas con las que no me siento cómoda. —No, estoy bien, lo siento por el desorden. —Agita una mano como si no fuera nada, se rasca la barbilla y luego sus ojos vuelven a mí. —Escucha... Khol tiene demonios, y esos demonios tienen en él un agarre feroz. No digo nada, ni siquiera reacciono a esa afirmación. Espera una respuesta, mirándome, fijándome como si debiese decirle algo y cuando se da cuenta de que no tengo nada que decir, asiente y se aleja. Brice lo sigue, dejándome sola en una gran habitación vacía.
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Camino a través de las puertas de la cocina hasta Katie y ella está llenando otras dos bandejas, una para cada una de nosotras. Me da la mía y vuelve a atravesar la puerta. Respiro hondo antes de poder seguirla otra vez. Miro hacia arriba a la hora, falta solo una hora. Puedo hacer esto. *** Empaquetamos todo lo que trajimos con nosotros y no lo vuelvo a ver. Me alegro por eso. No volvimos a hablar con ninguno de los invitados y eso también estuvo bien. Para trabajar no tienes que hablar, pero me sonreí, caminé e hice todo lo que me pidieron como camarera. Salimos y caminamos a través de las puertas delanteras para regresar a nuestro café. Está parado en el frente con un cigarrillo en los labios. Me detengo mientras Katie sigue caminando. Observo con interés la nube de humo salir de su boca, luego miro como tira medio cigarrillo al suelo, golpeándolo con sus zapatos. Se acerca a mí y se detiene cuando su pecho me golpea el brazo. Puedo olerlo y aún con el olor del humo de tabaco huele tan bien. —No te entiendo —me dice, su aliento susurra en mi cuello. Un escalofrío atraviesa mi piel causando un temblor en mi columna. —Yo tampoco te entiendo a ti, así que supongo que eso nos iguala a los dos. —Por la mirada que puso en sus ojos, supongo que lo hizo. Cierra los ojos y respira hondo, luego vuelven a abrirse. Las preguntas están ahí, escondidas bajo el dolor, tanto dolor. ¿Puede ver las mías también? ¿Puede ver mis demonios? —Tengo que irme —digo suavemente mirando hacia el suelo. Agarro mi bolso más cerca de mí, luego me doy la vuelta y me alejo de él para que su cuerpo no pueda tocar el mío de nuevo y básicamente corro al otro lado de la calle. Millie está en la puerta cuando entro. Mira detrás de mí y luego de regreso a mí. —No sé qué está pasando, Kee, pero por favor ten cuidado. No la corrijo de que no pasa nada porque no pasa nada. Solo lo dejo pasar. Dudo que lo vuelva a ver a menos que sea de paso. Nunca ha cenado aquí con frecuencia y yo no voy a su lugar de trabajo. *** Han pasado unos días desde el servicio de banquetes que aseguramos en el club al otro lado de la calle, desde entonces no he visto a Khol. Sus amigos, por otro lado, los hemos visto a diario. Cada hora del almuerzo a las
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doce entran. Sé que le llevan la comida, ya que siempre ordenan una tercera comida para llevar. Y está bien, es más fácil de esa manera. Hoy, sin embargo, solo uno de ellos ha entrado. No es Macca, es su amigo, Brice. Se sienta en su lugar habitual. Espero unos minutos para ver si alguien se une a él antes de acercarme para tomar su pedido. Mira arriba hacia mí cuando me paro y no sonríe, solo se queda mirando. Me está haciendo sentir incómoda. —Siéntate —dice moviendo su mano hacia el asiento vacío frente a él. Miro al suelo, sin saber si eso es algo inteligente o no. Cuando vuelvo a mirar, su mano sigue apuntando en dirección al asiento vacío frente a mí. Me deslizo en el asiento, mis manos agarrando fuertemente el bloc de notas en mi mano. —Pareces una buena chica. Mi cabeza se lanza hacia arriba para mirarlo, como si no creyera que acabara de decir esas palabras. Luego continúa: —Solo quiero advertirte que te mantengas alejada. —¿Alejarme de qué? —pregunto, no he hecho nada. Niega con la cabeza hacia mí. —El club... Khol... —Me mira a través de sus largas pestañas oscuras. —No salgo de mi camino para ver a nadie, especialmente a un hombre con problemas de ira. Creo que tu amenaza debería usarse en otra parte. — Intento ponerme de pie cuando su mano agarra la mía sobre la mesa. Mi respiración se acelera, mi ritmo cardíaco se acelera, y puedo escucharlo latir en mis oídos. No me gusta que me toquen, especialmente un hombre que no ha sido más que atemorizante conmigo. Retira su mano rápidamente cuando ve mi reacción. —Esto no es por él, ni por nosotros... es por ti. Pide a alguien que nos sirva cuando entremos. No vengas al club. Vi el efecto que la pelea tuvo sobre ti, te vi correr desde allí, tus ojos estaban llenos de miedo, así que mantente alejada por tu propio bien. —Se levanta y se gira para caminar hacia la puerta. Cuando llega, no mira hacia atrás, solo cruza la calle. Lo veo irse, preguntándome por qué sintió la necesidad de venir aquí y decirme algo de eso o advertirme en absoluto. —¿Qué fue eso? —pregunta Millie detrás de mí. Su cercanía me hace saltar de mi piel. Ella levanta sus cejas preguntándose por qué. Sacudo la cabeza porque realmente no quiero hablar de eso—. ¿Hay algo contigo y con cualquiera de ellos? —Asiente hacia la calle. Niego.
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—¿Y estás bien? Asiento esta vez ya que las palabras no parecen querer salir de mi boca. —El amigo de Sean vendrá a cenar esta noche, voló ayer. Sean cree que ustedes dos se llevarían bien. ¿Puedes venir? Quiero decirle que no, que no quiero conocer a nadie nuevo, pero termino asintiendo de todos modos. Tal vez necesito salir de mi zona de confort... tal vez. *** El amigo de Sean, bueno, es muy guapo. Alto, tonificado, cabello rubio arenoso. Me recuerda a un surfista. Su sonrisa es perfecta, sus dientes tan blancos que no puedes evitar mirar cuando habla. Sean me dice que está en el negocio, maneja grandes corporaciones y me presenta a Bryan. Me vestí muy simple, ya que es solo una cena en la casa de mi hermana. Vaqueros y una blusa, y él está vestido de manera muy similar. El clima se vuelve un poco más frío a medida que entramos en el invierno. Además, la ropa más larga me ayuda a ocultar las cicatrices para que no pueda verlas, las que no quiero que recordar. Hablamos poco durante la cena. Estoy agradecida de que Millie habla más que yo, haciendo más preguntas. Me entero mucho de él por sus respuestas. Su última relación seria fue hace poco más de un año. Tiene un hermano, al que no habla demasiado. Su madre y su padre siguen vivos, y actualmente reside con ellos mientras encuentra su propio lugar. —¿Y tú? —me pregunta después de que mi hermana acaba de ser interrogada. Dejo el vaso de vino y miro sus ojos azul oscuro. Es realmente un chico poster, todo parece demasiado perfecto. —Lo siento, ¿qué? —pregunto confundida. Me giro para ver a Millie de pie y sacando su plato, Sean la sigue y nos deja en la mesa a nosotros solos. —Supongo que no estás viendo a nadie, ¿hace mucho tiempo que no? Contengo el dolor que se desliza por mi espina dorsal. No aprieto los ojos, aunque quiero apretarlos con fuerza porque su imagen aparece en mi cerebro. Sacudo la cabeza y coloco el vaso de nuevo en mis labios. —Aproximadamente lo mismo, hace más o menos un año fue mi última cosa seria. —Sonríe al ver eso como si lo aprobara. Su dedo toca su vaso, y puedo decir que está ansioso por decir algo más. Espero y empiezo a contar los golpecitos, ansiosa por ver cuántos golpecitos dá antes de que tome el coraje para decir lo que quiere.
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Veinte golpecitos exactamente. —¿Te gustaría cenar conmigo? ¿Sin supervisión? —bromea, pero para mí la supervisión es algo grandioso. Ayuda a mis nervios a tomar vuelo. Miro hacia la puerta por la que salió Millie. Ella está fuera de la vista del amigo de Sean, Bryan, y asiente hacia mí. —Sí, eso sería bueno. —Me giro para sonreírle, y su sonrisa es tan brillante que tengo que apartar la mirada de sus muy blancos dientes. Siento que necesita un cigarrillo o algo que los empañe un poco. Miro hacia la mesa y me pregunto si puedo hacer esto. ¿Puedo salir en una cita con alguien?
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10 Khol Pasado Era hermosa, tan hermosa como su madre, si no es que más. Sus manitas tocaron mi rostro, tan suave, tan tierna, tan cariñosa. Me hizo olvidar todo lo malo y las preocupaciones que tenía, todo el miedo que sentía por tener un hijo se apagó en un instante. Sus pequeños ojos azules contenían tanto amor en ellos, que era difícil creer que estaba dirigido a mí. Especialmente a mí. Pero allí estaba, el amor que ella tenía me cautivó y me traspasó el corazón con tanta fuerza. Temía que, si no tomaba todo su amor, me destruiría. Era como el aire, lo necesitaba y lo quería. Anika yacía dormida en la cama, doce horas de dolor, de gritarme como una loca, diciéndome lo malvado que era. Todo para tener esta hermosa niña. Era cien por ciento digno de ella, cada segundo, sin importar si mis manos fueron cortadas por sus uñas y magulladas por sus apretones. Balanceé a nuestra hija de un lado a otro mirando su carita. Tenía mi nariz, pero los labios de su madre. Me preguntaba cómo podría haber algún mal en este mundo cuando se podía ver tanto bien en una sola persona. Entonces mi corazón se apretó fuerte. Yo era ese mal. Mis puños eran un arma. ¿Y si la convirtiera en algo malvado? No quería quitarle esa inocencia. Quería que se quedara exactamente como estaba. —No será como tú. Me giré para mirar a Anika. Todavía estaba acostada, tenía una suave sonrisa en el rostro. —¡Crees que eres malo! Pero no eres malo, Khol Spark, eres bueno, solo mírala para probarlo. —Y lo hice, lo vi. Vi todo lo bueno de mí en ella como si fuera parte de mi alma—. Te amo —dijo Anika mientras volvía a cerrar los ojos.
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Me quedé sentado en el mismo lugar, sin dejar ir a mi hija. No quería moverla, temía molestarla. Tenía una hija, una niña hermosa. ¿Quién lo habría pensado... Me desperté con una mano que me sacudía, mis brazos se sentían ligeros. Me levanté de mi silla y me di cuenta de que ya no estaba en mis brazos. Miré a mi alrededor para verla en brazos de Macca. Mi corazón latía con fuerza, necesitaba recuperarla. Miré a Anika que sonreía a su hermano. No podía soportarlo, estaba más segura en mis brazos. Macca sonrió y empezó a hablar, bien, habló, pero yo no oí ni una palabra que saliera de su boca. Mis ojos estaban firmemente concentrados en una cosa. Cargar a mi hija. —¿Qué carajo, hombre, no puedo cargar a mi sobrina? —pregunta Macca de pie. No le contesté cuando volví al lugar donde estaba sentado, sentado con ella. —Ella me quería. —No me vengas con esas tonterías, Khol. —El brazo de Macca salió volando para quitármela. —Para alguien que no la quería, seguro que la proteges —dijo Brice, sentado observándonos. Me levanté y le pasé nuestra hija a Anika. Besé su dulce cabecita y me volví hacia mis dos amigos. En tres pasos tenía a Brice por el cuello, su espalda contra la pared. Sus ojos no se abrieron de par en par, esperaba mi temperamento, lo sabía mejor. Tampoco trató de pelear conmigo, sabía por años de pelear entre nosotros que yo podía patearle el culo. —Ni siquiera digas eso... quiero decir, nunca. Si oigo esas palabras en cualquier contexto que salga de tu boca, no dudaré en romper tu tráquea. ¿Me entiendes? —le pregunté aplicando presión y luego liberándolo. Asintió. Macca golpeó con su mano a Brice en el hombro, y esperó hasta que ambos salieron. Una vez cerrada la puerta me volví hacia Anika, que agitaba la cabeza, pero mirando a nuestra hermosa hija. —Tenemos que ponerle un nombre —sus ojos brillaron cuando me habló, y tenía razón, teníamos qué. —No sé cómo llamarla. ¿Por qué no eliges tú? —La amas, de verdad, ¿no? Caminé los pasos que quedaban hasta ellas, puse mi dedo en la mano de mi hija y se agarró y se aferró a ella. Su forma de dormir era la cosa más preciosa que había visto en mi vida. —Lo hago, como loco. Pensé que sabía lo que era el amor. Estaba equivocado. Ella es lo que es el amor. Si tuviera que elegir entre ustedes dos,
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la elegiría cada vez, y eso dice mucho considerando cuánto te amo. —No se molestó en secar sus lágrimas mientras me miraba. —Me gustaría que la eligieras cada vez, Khol... cada vez —dijo repitiendo la última palabra en voz baja—. ¿Qué tal como tu madre? —me preguntó Anika. La miré entonces a mi hija. Las únicas cosas importantes en mi vida ahora. La razón por la que soy un hombre mejor, una persona mejor. —¿Joan? —pregunté. Anika asintió. Mi madre murió cuando yo era joven, y todo lo que tenía para recordarla era una sola foto. Tenía el cabello oscuro y los mismos ojos que yo. Era un regalo que me dieron y todo era de ella. No fue una mala madre, se preocupó, me amaba. Pero al cáncer no le importa. No, toma lo que quiere cuando quiere. —Es perfecto. —Tienes que irte a casa esta noche, Khol. Necesitas dormir toda la noche. Volveremos a casa mañana. —No quiero dejarlas. Se rio, agitó la cabeza y me llamó con el dedo. Cuando me acerqué a ella, sus labios cayeron sobre los míos, suaves y dulces. Era todo a lo que estaba acostumbrado, incluso con un poco de fuego de su parte. Ella habló, mis labios seguían conectados a los suyos. —A casa. Khol, estaremos aquí. Asentí. La silla en la habitación del hospital no era cómoda, y sabía que debía dormir. *** —¡Santa mierda, mira quién acaba de entrar por la puta puerta! —gritó Brice mientras cerraba la puerta detrás de mí, el personal estaba por todas partes preparándose para pasar la noche. Caminé de vuelta donde él estaba y atravesé el bar hasta la oficina de atrás. Caminé de un lado a otro, sabiendo que debía estar en el hospital, o dormido. Cualquiera de los dos me sentaría bien ahora mismo, pero tengo un negocio que dirigir. —No entraré hasta dentro de un mes. La boca de Brice se abrió y luego se cerró. Luego se abrió de nuevo mientras sacudía la cabeza y finalmente volvió a cerrar la boca. —Estás bromeando, ¿verdad? Tienes una pelea la próxima semana. Sé que quieres parar las cobranzas, pero la pelea trae mucho dinero. Negué con la cabeza.
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—Diles a todos que se jodan. Me quedo en casa con mi esposa y mi hija. Entraré solo por negocios, sin peleas. No ahora. Su mano se levantó y empezó a rascarse la nuca. —¡Vete al carajo, hombre! Supongo que quieres que le diga esto a Macca, ¿no? Sabes que no va a ser feliz, ¿verdad? Te measte encima de él al no permitirle sostener a su sobrina. Le saludé con la mano mientras volvía a la puerta para irme. —Si tiene un problema, dile que venga a mí para arreglarlo. No más jodidas peleas. Todavía no. Brice cerró los ojos, odiando la posición en la que lo había puesto. Brice era el intermediario entre nosotros. Macca y yo teníamos mal genio. Y no era bueno cuando se dirigía hacia el otro.
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11 Keegan Bryan pidió venir a cenar la noche siguiente. Tan pronto como llego a casa del trabajo, estoy corriendo, tratando de encontrar algo que ponerme. Saco toda mi ropa del armario y empiezo a revisarla. No he tenido una cita en, bueno mierda, ni siquiera lo sé. Jamie realmente no salía conmigo, me robó y luego me encerró y tiró la llave. Así que las citas son muy nuevas para mí. Me ducho y me lavo el cabello, no me preocupo por afeitarme porque sé que esto no llegará tan lejos. Tengo que ducharme para eliminar el olor de la comida que se pega a mi cuerpo por el trabajo. Una vez que estoy limpia y arreglada, pongo mi largo cabello castaño en un moño apretado. Decido ponerme un par de vaqueros negros con una camisa bonita. Cuando termino de aplicar una fina capa de brillo labial, mi timbre suena. Mi apartamento es pequeño, un dormitorio para ser exactos. Nada en este apartamento es caro. Nunca he sido alguien de comprar artículos extravagantes, nunca he tenido realmente esa opción o incluso tanto el gusto. El vecindario no es el mejor, no es un área de clase alta, pero es segura y eso es todo lo que necesito. Cuando abro la puerta, Bryan está parado allí con un montón de lilas rodeadas de aliento de bebé, está vestido con un bonito par de pantalones vaqueros y una camisa que muestra su cuerpo. Se ve bien, quizás demasiado guapo para mí. Siento que no cumplo con sus requisitos o su código de vestimenta. —Keegan, te ves preciosa. —Me entrega el hermoso ramo de flores. Las tomo notando lo suaves y tersas que se sienten sus manos. Como las de Jamie hasta que sus manos estuvieron sobre mí. —Gracias —le digo en voz baja antes de colocar las flores en la mesa de al lado cerca de la puerta. Da un paso atrás y yo cojo mis llaves para seguirlo. Conduce un auto pequeño, es un Ford nuevo. Hace pequeñas charlas en el camino, me cuenta con qué negocios está trabajando y cómo está haciendo un negocio mediocre más grande al aumentar su tamaño y ganar
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más dinero del que podrían haber soñado. Me pregunta por mi café y cambio de tema. Nadie puede cambiar nuestro pequeño negocio, nadie excepto Millie y yo. Se detiene en un restaurante en el río de la ciudad. Estamos sentados en una mesa para dos afuera en el balcón con vistas al río. Hace una temperatura perfecta también, sin necesidad de chaqueta. El camarero nos ofrece nuestros menús y comienza a servirnos un vaso de vino para cada uno de nosotros, así como un poco de agua. Bryan lee el menú y luego lo cierra sonriéndome. —Gracias por acompañarme esta noche. —Sonríe y trato de sonreírle. —Es bueno estar fuera de casa para ser honesta, gracias por invitarme. El camarero regresa y Bryan ordena por los dos, ni siquiera me pregunta qué me gustaría. No digo nada porque no quiero causar conflicto, así que lo dejo pasar. Por suerte, no soy una comensal quisquillosa, de lo contrario podría haber sido un problema. No me pregunta mucho sobre mí durante el resto de la comida, habla principalmente de sí mismo y de su negocio. Casi estoy dormida para cuando termino de comer. Todo mi cuerpo siente la necesidad de escapar de esta conversación aburrida, antes de caer en un estado catatónico sobre la mesa para nunca más ser revivida. Bryan llama al camarero para pedir la cuenta y poco después el camarero regresa y la pone sobre la mesa. —Así que deberíamos ir a medias, ¿no? —anuncia Bryan. Bien, ¿así que tengo que pagar la mitad de una comida que ni siquiera quería disfrutar? Asiento, es todo lo que soy capaz de hacer en este momento. —¿Qué tal una película después? Saco mi silla y me levanto. —No gracias, tengo que trabajar pronto mañana. —Es tu café, seguro que podrías ir más tarde si quieres. Ese comentario es el momento de "nunca te volveré a ver". Nunca más. ¿Quién es él para hablarme así? Supongo que nunca sacrificaría su trabajo por una mujer. Así que, en vez de perder más tiempo, le pido que me lleve a casa. Nos dirigimos hacia su auto y volvemos tranquilamente a casa. Cuando llegamos a una parada en la parte delantera de mi apartamento le
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agradezco la cena, aunque pagué la mía y me escapo antes de que pueda pedirme algo más. Entonces, tan pronto como atravieso mi puerta, la cierro y me inclino hacia atrás suspirando en voz alta. No fue así como pensé que esta noche saldría. Tan pronto como me recupero, llamo a Millie, que responde de inmediato. —¿Fue bueno? —¡No! Fue horrible. Realmente terrible. Nunca tienes permitido volver a juntarme con nadie. —¡Mierda! ¿De verdad? ¿Por qué? —Por un lado, nunca he conocido a alguien que hable tan alto y continuamente de sí mismo. Hubieras pensado que no estaba sentado en la misma mesa. No me necesitaba allí con él, pudo haber tenido una conversación feliz entre él y su alter ego Brian. Y dos, me ordenó la comida Millie... y luego me hizo pagar mi propia comida que ni siquiera me gustaba ni quería. Se queda en silencio un momento antes de empezar a reírse a carcajadas. Casi puedo oír las lágrimas en su risa mientras ella se ríe entre dientes. —En serio, no pude escapar lo suficientemente rápido. —Tienes que salir con más gente. En verdad, hace años que no me rio así —dice y continúa riéndose como una maníaca. No estoy segura de que me parezca tan divertido, pero una pequeña sonrisa tira de mis labios. —Claro, ¿por qué no empezamos a emparejarme con todos los Tom, Dick y Harry, para que pueda volver a casa y contarte todo? —¿Lo harías? —No Millie. No. Me voy ahora. Nos vemos mañana. —Oh, sobre eso... Sean y yo queríamos irnos dos noches. ¿Te importaría tomar mi turno de domingo? —Claro, no es como si tuviera grandes citas esperándome ahora, ¿está ahí? Ella vuelve a reírse otra vez, de mí. Finalmente, se detuvo lo suficiente para decir: —Gracias, Kee, te quiero. ***
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Millie me mandó una foto una vez que llegó. Están en la isla Hamilton, cerca de Australia. Un lugar hermoso del que solo he visto fotos. Su cama estaba cubierta de rosas, una botella de champán y una canasta de frutas aguardaban su llegada. El plan era que se fuera solo por dos días, pero hoy me llamó y me pidió dos días más. Yo, por supuesto, estoy de acuerdo. Necesitan un descanso y no pude negarme cuando oí la felicidad en su voz. Katie ha contribuido y está trabajando algunos turnos extras. Normalmente, solo lo hace tres días a la semana. Esta semana está trabajándola completa. Como de costumbre, el café comienza a estar muy ocupado a la hora del almuerzo. Y ocupado es bueno porque hace que el día vaya más rápido porque no hay tiempo para parar. —Están todos aquí —dice Katie mientras preparo un café. Me giro para mirarla al rostro y frunzo mis cejas. —¿Eh? —Los chicos... han vuelto y es mi descanso. Tendrás que servirlos. — Katie se inclina y me besa la mejilla mientras se quita el delantal y cruza la puerta trasera. He estado evitándolos y afortunadamente Katie ha estado aquí cada vez que han venido a almorzar y les ha servido. Sabía que algo pasaba, pero no me preguntó por lo que estaba agradecida porque, sinceramente, ni siquiera sé lo que está pasando. Me limpio las manos sudorosas en el delantal. Cuando miro hacia arriba, Khol me está mirando. No está en su asiento habitual. Normalmente se sienta con su lado derecho hacia mí y en el otro lado, esta vez está sentado con su lado izquierdo más cerca, así que tendré que pararme junto a él mientras tomo sus órdenes. *** Bajo la mirada y agarro mi bolígrafo y papel. Justo cuando comienzo a caminar hacia ellos, suena la campanilla de la puerta. Estoy a medio camino cuando me detengo. Mi corazón late fuertemente. El bolígrafo y el papel se caen de mis manos. Mis ojos se abren ampliamente. No puedo moverme, atrapada en el limbo, a pesar de que mis entrañas están gritándome que corra. Jamie me está mirando fijamente, con los ojos entrecerrados, como él hace. Esos ojos que hace tiempo adoraban mirarme de arriba abajo. Observo
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con horror, como da un paso hacia mí y no puedo hacer nada para evitarlo, ni siquiera me puedo mover. Una mano me toca, rompiendo mi contacto visual con Jamie. Cuando miro hacia el lado, Khol está ahí de pie, con su mano sobre mi brazo. Me está mirando como si estuviera intentado resolver algo, luego sus ojos van a donde Jamie está de pie, inmóvil, y en ese momento se estrechan. Cierro los ojos otra vez, respirando profundamente y después lentamente. Cuando los abro de nuevo, Jamie me sonríe, una de sus espectaculares sonrisas, una de la que me enamoré. Pero todo era mentira. Solo una mentira. Todo era una mentira, lo único que quería hacer era poseerme. —¿Cariño, tienes un amigo? —Un escalofrío se abre camino, haciendo que se me encrespe la espalda—. Dile que quite las manos de mi esposa. Khol no escucha. Veo como Macca se pone de pie, sin embargo, no se mueve del lugar donde está parado. —¡Fuera de aquí! —un grito rompe desde detrás de mí. Al principio creo que sale de mí, entonces me giro para ver a Katie ahí de pie. Cuchillo en mano. Los ojos de todo el mundo van hacia ella, todos abiertos en modo de “qué diablos está pasando aquí”. Jamie la mira, luego sacude la cabeza y vuelve a mirarme. —Tenemos que hablar, Keegan. Sacudo la cabeza. Khol tira de mí detrás de él, y mis ojos van hacia su espalda. No quiero lidiar con él, con Jamie. —Tienes que irte. —La fuerte voz de Khol se filtra mientras me aferro a la parte trasera de su camisa. Puedo sentir su pesada respiración a través de su espalda. Quiero esconderme en él. Solo así, puedo ver lo que está sucediendo justo frente a mí. —¿Y quién te crees que eres? —La voz de Jamie esta únicamente dirigida hacia Khol. —No importa quién sea. Lo que importa es que tú estás aquí, y obviamente no eres bienvenido. No quiero tener que repetirme… en realidad, no lo haré. Puedo escuchar la amenaza en su voz, el sonido alto y claro. Me inclino más cerca, mi cuerpo está tocando el suyo. Escondiéndome de todo, escondiéndome del sufrimiento que Jamie infunda en mí. La mano de Khol se acerca y toca mi cadera, apretándola y manteniéndome quieta. —Keegan… todavía eres mi esposa. Esto no se ha terminado. Aguardo y no me muevo ni un centímetro. Cuando consigo abrir un ojo, veo a Katie de pie a mi lado, con el cuchillo aún en su mano.
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—Está bien, Kee, ya se ha ido. —Asiento contra la camisa de Khol, aún sin atreverme a moverme—. Vete a casa, Kee. Cerraré cuando esto disminuya. Mi corazón comienza a sacudirse rápidamente; no, ni hablar. Podría encontrarme. —Yo la llevaré. Suelto la parte trasera de su camisa, y tan pronto como lo hago, su mano me suelta y se gira para mirarme. Esos ojos, tan intensos, casi demasiado para mirar dentro de esos ojos que me devolvían la mirada. —Solo… cuida de ella —Katie estira la mano, toca mi brazo suavemente y me susurra al oído—. Quédate con él, por favor. Asiento y no discuto. De todas formas, no hay manera de que quiera estar sola en estos momentos. Khol se gira hacia sus amigos, pero no les dice nada, entonces agarra mi mano y empieza a sacarme por la puerta. Me siento como una zombi, solo siguiendo el movimiento paso a paso. ¿Por qué diablos ha vuelto ahora? Después de un año de nada, y finalmente sintiéndome libre de nuevo, regresa. ¿Para qué? Ni siquiera lo sé. Tampoco quiero preocuparme, pero tengo la sensación de que no será la última vez que lo vea, especialmente con la mirada que había en sus ojos. Una de las pocas cosas que aprendí de él es cómo leerle. Sabía qué decir y cuándo decirlo, salvo que nada de esto importaba si él quería lastimarme. Pondría una excusa, no importaba lo que dijera o hiciera. La puerta está abierta, soy guiada a través de ella, y el auto se pone en marcha. Siento las revoluciones por debajo del lujoso asiento cuando el auto de alta potencia se aleja del bordillo. Cuando realmente echo un vistazo alrededor, me doy cuenta de que estoy sentada en un auto que es sumamente caro, y que tiene el aspecto de un deportivo. El interior es tan lujoso que tengo miedo de tocar algo. —Puedes llevarme a donde mi hermana —logro decir. No quiero que este hombre piense que le necesito. Soy una mujer fuerte, o por lo menos es lo que me sigo diciendo. —¿Está en casa? —pregunta. Sacudo la cabeza en respuesta—. Entonces no. No discuto, no hay sentido en hacerlo. Sigue conduciendo hasta que llegamos a un apartado vecindario, donde todas las casas son de dos pisos y demasiado inmaculadas. Lleva el auto hasta detenerse en una de las casas
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del elegante barrio residencial. La primera cosa que noto es que el césped es tan verde que parece que nadie tiene permitido caminar sobre él. Sale, y yo permanezco sentada mientras da la vuelta hacia mi puerta, abriéndola y ofreciéndome su mano. La tomo mientras tira de mí, después me suelta, comienza a caminar hacia su casa y abre la puerta principal. Le sigo, sin saber que más hacer. Lo primero que veo son las fotos que revisten la pared, todas subiendo la escalera frente a mí, como una galería de fotos. Me acerco a ellas, queriendo verlas más claramente. La primera es de una mujer, una muy hermosa mujer. Khol está besando su mejilla mientras que ella sonríe alegremente a la cámara. La siguiente es una foto familiar. Khol está en ella, también lo está la chica de la foto anterior, ambos mirando amorosamente abajo, hacia una niña. Una niña pequeña. Justo cuando empiezo a dirigirme más lejos, para seguir mirándolas, su voz me sobresalta y hace que enderece la espalda, mientras el miedo se apodera de mí. ¿Se suponía que no tenía que estar mirando? —La cocina es por este lado. —Su voz es baja y severa. No me equivoco en eso, no es algo que él quiera que viese. —Son hermosas. Sus ojos me miran, después de vuelta a las escaleras. Entonces lo veo. El dolor, está en todas partes. En su postura, en sus tensas manos, en su respiración que es más fuerte. Sin embargo, son sus ojos —una mirada a casi miles de kilómetros y una capa cristalina que los cubre— los que más me cuentan. Sus ojos contienen mucho sufrimiento, no tengo ni idea de porqué. Inclina la cabeza y atraviesa la puerta, lo sigo sin espera no queriendo parecer una entrometida. Está en la nevera, una muy grande y plateada nevera con una puerta transparente de cristal, y saca dos botellas de agua. Me pregunto, mientras me quedo mirando el interior de la nevera, como alguien podría tener una nevera que se ve tan pulcra y organizada. Supongo que es de imaginarse cuando la puerta es transparente. Me pasa una botella de agua mientras me siento en el lado contrario de la encimera, mientras me mira atentamente. —¿Estás casada? —pregunta. Sacudo la cabeza, después asiento. Suelta el agua en mi mano y se aleja contra la encimera de enfrente, descansando la espalda sobre ella y cruzando su pierna por encima de la otra. —¿Eso era un sí o un no? Tiro de la botella de agua hacia mí y empiezo a moverme nerviosamente y a quitar la etiqueta. —Lo dejé hace más de un año, pero no he obtenido el papeleo aún.
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—¿Por qué no? —Él me aterroriza. No habla de inmediato. En su lugar, toma un trago de agua y después la coloca sobre el mostrador a su lado. —¿Estás casado? —pregunto. —Sí —dice y asiento al mismo tiempo. ¿Está mal que sintiera un poco de decepción cuando vi las fotografías? Incluso con todo lo que está pasando, la decepción aún estaba ahí, porque tenía pareja. —¿Ella no estará enfadada porque me tengas aquí? —pregunto mirando hacia arriba, mis ojos siguen envueltos en la botella. —Sí, lo estaría. Me pongo de pie rápidamente. —Lo siento… no quiero ser la causa de ningún problema. —No lo serás, créeme. —Mira hacia el jardín trasero y después de vuelta a mí—. ¿Qué te parece si vamos afuera? Asiento, levantándome para seguirle. El jardín trasero tiene una piscina cristalina, sillas de piscina y un bar. Toma asiento en una de las sillas, y yo me siento en la más cercana a él. Colocando arriba mis piernas y recostándome. —¿Te hizo daño… tu marido? Me giro para mirarle, está observándome. —Sí —respondo con voz tímida. —¿Es eso por lo que le dejaste? —Asiento otra vez—. ¿Le amabas? Me giro para apartar la mirada y la alzo al cielo azul. —Lo hice, muchísimo. Fue mi primer amor. Dejé todo por él. Incluso el trabajo. —Restriego las manos a lo largo del lateral de la silla tratando de eliminar algo de la humedad en ellas. No hablo acerca de Jamie, especialmente a las personas que no conozco. Así que, ¿por qué se lo estoy contando a él?
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12 Khol Presente Qué persona tan fascinante es Keegan, tan diferente a cualquiera que haya conocido. No la entiendo del todo, ni siquiera estoy seguro de querer. Ella yace a mi lado en la silla de la piscina, vestida con su ropa de trabajo, y quiero descubrirla. ¿Qué es lo que la hace sonreír, o la pone triste? Ahora me doy cuenta de que el marido juega un papel importante en su tristeza. Vi la manera en que se encerró cuando lo vio como si no pudiera creer que él estuviera allí. Y estaba asustada, más de lo que alguna vez haya visto a alguien reaccionar ante alguien más en mi vida, y eso es decir algo teniendo en cuenta que cobro a la gente para ganarme la vida. Quiero zambullirme y preguntarle más, pero no quiero que me respondan preguntas. No quiero responder las preguntas que tiene porque sé que ella las tiene. ¿Se pregunta dónde está mi esposa? ¿Por qué traería a otra mujer a mi casa? No es algo que me importe explicar. Ni ahora ni nunca. —Deberías quedarte. Tengo que trabajar esta noche, puedes volver conmigo —le digo. Cierra los puños, luego los abre mientras me mira con esos ojos grandes y hermosos. Puedo ver por qué los hombres la miran, puedo decir por qué los chicos van allí todos los días a cenar. Es fácil estar a su alrededor, no juzga, es increíblemente hermosa sin una mancha de maquillaje tocando su rostro. Tengo que dejar de mirar. Cada vez que me atrapa, necesito dejar caer los ojos o enfocarme en otra cosa porque la miro mucho y aún más cuando ella no se da cuenta. —No tengo nada que ponerme, no puedo ir a un club nocturno vestida con mi ropa de trabajo. Y no creo que sea apropiado para mí quedarme aquí. Niego con la cabeza. —¿No te sientes segura? Puedo ver la preocupación que sientes ahora mismo. Abres y cierras mucho las manos, es uno de tus signos. Mira abajo hacia sus manos y luego vuelve a mirarme.
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—No creo que sea lo más inteligente, ¿tu esposa no se enojará al ver a otra mujer en su casa? Oh, lo estaría, no tengo dudas al respecto. Niego con la cabeza. —¿Dime tu dirección? Es más seguro quedarse aquí, sin embargo, no te lastimaré. Pero si estás decidida, vámonos. —Sus manos lo hacen de nuevo, se abren y cierran. —No creo que me lastimes, Khol, pero tampoco soy una buena juzgadora de carácter. Me levanto y le ofrezco mi mano, la mira, pero no la toma cuando se pone de pie. Camino por la casa y regreso al frente, Keegan sigue de cerca. Cuando llegamos al automóvil, abro la puerta y no puedo evitar mi mirada, que vagabundea cuando entra, incluso con ropa de trabajo, su figura es deslumbrante. —Necesito tu dirección —le pregunto nuevamente después de que estamos sentados y arrancamos el automóvil. Finalmente, me la da y no ofrece ninguna conversación mientras conducimos. Me alegro porque tampoco lo hago. Me gusta el silencio, es bueno, no me gusta llenar el silencio con conversaciones sin sentido que no llevan a ninguna parte o no logran nada, y me alegra que tampoco lo haga. Cuando nos detenemos, me doy cuenta de que es solo un apartamento pequeño y están todos agrupados. Salgo cuando lo hace y sigo sus pequeños pasos hacia su puerta. La detengo antes de que la abra empujándola detrás de mí. —Déjame revisar primero. Asiente y no viene detrás de mí. Es muy pequeño, su casa me recuerda a un lugar donde vivía antes de entrar en el negocio. No hay una sola cosa que se vea valiosa, todo es extremadamente simple también. Me giro hacia ella una vez que todo está despejado y da pequeños pasos hacia mí y luego mira a su alrededor antes de dirigirse a la puerta frente a la que estoy parado. Se detiene frente a mí, mira hacia arriba, sus ojos tan grandes, tan suplicantes, pero por qué no lo sé. —¿Puedes por favor moverte? Necesito agarrar algunas cosas. —Empaca una bolsa de viaje. Comienza a negar con la cabeza lentamente. —¿Cuándo regresa tu hermana? —Dos días —dice.
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—Dos días entonces... te llevaré al trabajo —le digo cómo será. Doy un paso para poder entrar. Cierra la puerta después de que me devuelve la mirada una última vez. Me siento en su viejo y gastado sofá y espero. —No tienes que hacer esto, sabes, puedo cuidarme sola —dice a través de la puerta cerrada. No hay cuadros que decoren sus paredes, es como un fantasma que vive aquí solo con las necesidades de la vida. —Vi tu reacción, él te aterroriza. Abre la puerta, ahora con un vestido. Su cabello no ha cambiado, aún en el mismo estilo con el que entró. El vestido que lleva no es algo que la mayoría de las chicas vistan en un club, es una versión más segura. Tiene sandalias de gladiador en sus pies, y una bolsa agarrada en su mano. Su otra mano se acerca y toca su clavícula. Pasa su dedo ligeramente sobre una pequeña cicatriz, una cicatriz que no hubiera visto si no lo hubiera señalado. Me levanto y me acerco y su mano cae inmediatamente de su clavícula. Mi dedo se extiende para correr a lo largo de la pequeña cresta elevada. —¿Él hizo esto? Asiente. —¿Es por eso, que te aterroriza? Ignora mi pregunta y tira su bolso hacia arriba sobre su hombro, luego camina a la puerta con su cabeza en alto después de rodearme. *** Ya se forma una larga fila cuando salimos del automóvil. Keegan deja su bolso en mi auto y me sigue al frente. La gente mira mientras los paso, algunos están aquí para verme pelear, otros solo me conocen por mis puños. Keegan se queda cerca de mi espalda, no mira a su alrededor cuando entramos, sus ojos están fijos en su lugar mirando al suelo. Cuando llego a la puerta de atrás que conduce a nuestra oficina, hace una pausa en lugar de seguirme. —Puedes entrar, a menos que quieras quedarte afuera. Asiente y me sigue a la oficina. Cuando entramos, Macca está sentado en su escritorio tecleando en su computadora. Levanta la mirada cuando me ve, luego sus ojos se abren más cuando la ve. Macca nunca ha tenido una relación seria, nunca. Me dice que las mujeres son difíciles y que no quiere ese tipo de complicaciones en su vida. Él es suficiente mantenimiento para él solo. Sus ojos la miran y sé que a él le gusta. Él fue quien me contó sobre ella, sobre lo hermosa que era, y la única otra persona a la que llama hermosa es su hermana. Entonces eso es decir algo. Dijo que quería intentar
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ir allí, intentarlo, y luego dijo que ella tenía demonios, con los que no quería lidiar. Estaba demasiado ocupado para tratar con alguien que estaba necesitado. Sin embargo, ella no es necesitada, es exactamente lo opuesto a los necesitados, pero no le estoy diciendo eso. Ahora que la he visto, aunque solo quiera partes suyas, no quiero compartirlas. —Keegan —dice Macca de pie y caminando hacia ella. Le ofrece su mano y ella la mira perpleja por un segundo, antes de tomarla y sacudirla. —Macca. —Su voz es baja. ¿Por qué es tan baja? ¿Es su confianza? —No pensé que te veríamos esta noche... no después de hoy. Sus ojos encuentran los míos, luego mira hacia Macca. —Khol insistió en que me quede con él. Macca me mira con una pequeña sonrisa. —Por supuesto que lo hizo. —Termina la frase con un chasquido de su lengua hacia mí. Sé que quiere negar con la cabeza, pero se abstiene de hacerlo. —Tengo que trabajar, ¿puede quedarse contigo? —le pregunto a Macca. Sé que su respuesta será afirmativa, y estoy en lo cierto cuando lo confirma con un brusco asentimiento. Me giro para mirarla, no nos mira a ninguno de los dos. Me pregunto si era tímida antes de él. O si esto es solo lo que ella es. Pensativa—. Estaré de vuelta en una o dos horas —le digo agarrando las vendas ubicadas en mi escritorio y comenzando a atar mis manos. Observa cada movimiento, pero sus ojos no se encuentran con los míos. Ellos están en mis puños. —¿Vas a pelear? —pregunta. Termino de envolver una mano y empiezo a quitarme la camisa, sus ojos siguen las curvas de mi cuerpo. Me gusta cuando me mira así. —Sí. —Asiento hacia Macca, luego, cuando empiezo a pasar por la puerta, me detengo a su lado, me inclino y beso su mejilla. Cuando se detiene su respiración, cierra sus ojos y la dejo así mientras salgo por la puerta.
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13 Keegan Todo músculo, no hay nada más que músculo en su cuerpo. Sus manos son armas mortales, su boca se siente como fuego sobre mi piel. No me esperaba su beso, un pequeño y significativo beso. La idea de él luchando, me asusta, la ira de alguien lista para herir a otro ser humano me está aterrorizando. Cuando abro de nuevo los ojos, Macca está de pie, con sus ojos apuntando hacia mí. El lado derecho de su boca se eleva en una sonrisa, después, se gira y regresa a su escritorio. —Deberías sentarte, ponte cómoda. —No quiero interrumpirte —le digo y sacude la cabeza. —Ya lo haces. Eso duele. Miro hacia la puerta, entonces llega hasta mí la voz de Macca. —Quédate… por favor. Asiento y tomo asiento en uno de los sofás de su oficina. Hay tres escritorios, supongo que uno para cada uno. El espacio de la oficina es grande, los escritorios estaban situados junto a tres de las cuatro paredes, de cara al exterior. La cuarta pared es de cristal, desde el techo hasta el suelo, con sofás y una mesa baja colocada en frente. Los escritorios son de madera de caoba oscura, con una pequeña y ornamentada lámpara de escritorio sobre cada uno. Dos de los escritorios están libres de papeleo, el tercero está cubierto con todo tipo de porquería. Las paredes son de color crema, pero son los toques los que le dan elegancia a la habitación. El espacio es absolutamente hermoso, justo como el club de afuera. El escritorio de Macca es el más grande. Tengo la sensación de que dirige este lugar con mano de hierro. —¿Estás bien? —pregunta, sobresaltándome. —Sí.
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—¿Ese de hoy era tu marido? —Asiento—. ¿Es un imbécil? — pregunta. Consigo una pequeña sonrisa. —Sí, es un gran imbécil. —He tenido unos cuantos imbéciles, no son divertidos. —¿Has estado casado antes? —pregunto sintiéndome mejor porque no estoy molestando mucho, ahora que me está hablando. —No, nunca. Tampoco nunca he tenido la intención de estarlo. —Lo mismo, nunca de nuevo. No quiero darle a alguien ese tipo de control sobre mí otra vez. —He visto tus marcas, ¿todas han sido de él? —Mira hacia mi muñeca, después a mi cuello. Normalmente me sentiría incomoda acerca de alguien señalándolas, pero la mirada en sus ojos no me hace sentir de esa forma. —Sí. —¿Quieres que lo mate por ti? —Su voz es terriblemente seria. Quiero reírme, pero ¿y si lo dice en serio? En realidad, no los conozco, por todo lo que sé, podrían ser asesinos en serie. —Si creyera que hablas en serio, puede que lo considerase —bromeo con él, pero su rostro me dice que es todo negocios y que mantiene su declaración. —¿Quién dijo que es una broma? Sacudo la cabeza. —No, nadie tiene que morir por mí. —Si estás segura. Pero estoy seguro de que no sería extrañado. En realidad, la escoria como él merece estar bajo tierra. —El Karma vendrá a por él… con el tiempo. —Esperemos que sí —dice, regresando la mirada a su ordenador. El teclado comienza a golpetear, y estoy segura de que la conversación ha terminado. Comienzo a juguetear con el borde de mi vestido, enroscándolo en mis dedos. Permanecemos callados por otros cinco minutos más o menos. No levanto la vista, mis ojos permanecen sobre el suelo, o se mueven rápidamente hasta mi vestido enrollado en mis dedos. La música del club bombea a través de las paredes, los dedos de Macca estaban golpeteando el teclado, pero no lo han estado haciendo ya por un rato. Me convenzo de levantar la mirada hacia él, y está observándome. Me hace sentir cohibida. Este hombre, que no se parece a
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los demás, está mirándome fijamente. Sonríe y se pone de pie, se acerca y me ofrece su mano. —Tardará un rato, ¿qué te parece un baile y un trago? —Miro su mano, fuerte, pero no dañada por años de maltratar a alguien, y la agarro. —En realidad no bebo. Parece desconcertado, dando un paso atrás, sus ojos están como platos. —Estás bromeando, ¿verdad? Me encojo de hombros. —Puede que sea joven, pero cuando entré aquí la última vez, fue mi primera vez en un club. —Bueno, bueno, tenemos que cambiar eso, hermosa. —Abre la puerta de la oficina y me saca por ella. Normalmente no dejaría que un hombre, que realmente no conozco, tire de mi hacia un bar. Camina detrás de la barra y comienza a servirse tragos, estoy un poco sorprendida ante eso. Coloca unos cuantos, frente a mí, después se inclina sobre la barra—. ¿Estás lista? —Sus cejas se elevan en pregunta y no puedo evitar sonreír. Levanto uno, colocándolo en mis labios. Asiente, y los acabamos. Arde, como que realmente quemaron. Bajo el vaso y agito la mano como un abanico frente a mi boca, esperando que lo calmase. Se ríe y coloca un vaso de algo en mi mano. Creyendo que es agua y sin mira r—gran error— lo bebo, dándome cuenta demasiado tarde de que en realidad no es agua, en absoluto. —¿Qué es eso? —Whiskey escocés y coca cola. —Asiento, me gustó—. ¿Te gustó? — pregunta. —Fue más agradable de lo que lo fue lo que quiera que sea la otra bebida. Coge el vaso y me sirve uno nuevo. —Eso, querida, era tequila. —Guiña el ojo y guau, mi corazón solo cambió a un ritmo completamente nuevo. Levanto el siguiente trago y lo acabo, así de rápido. Sale de detrás de la barra de nuevo, y consigo realmente verle. En realidad, no me había fijado en él antes, era solo un cliente para mí. Su cabello es oscuro, más oscuro que el de Khol, pero seguía de un color castaño claro. Tiene un aspecto que te dice que es agradable, pero que posiblemente podría ser el hombre más mortífero que alguna vez conocerías. Y eso es fascinante además de algo que admirar, incluso si me asusta. Agarra mi mano y me saca a la pista de baile. Cuando pasamos a las multitudes de personas, se detiene y tira de mí hacia él, mi cuerpo choca
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con el suyo y da un paso atrás para poner un poco de distancia entre nosotros. Levanta mis manos para envolverlas alrededor de su cuello, y comienza a balancearse. —No estaba mintiendo cuando dije que él tenía demonios, Kee. Los tiene por una razón, así que, por favor, ten cuidado. —Mi corazón bombea fuerte, solo mi familia y Katie me llaman Kee, todos los demás me llaman Keegan. —¿Eso es malo? Sus manos agarran un poco más apretado, luego se suavizan en torno a mi cintura. —Lo peor. ¿Por qué crees que baja ahí cada noche? No puede dormir a menos que lo haga, necesita un agotamiento absoluto para dormir. No tengo nada que decir a eso, una parte de mí quiere saber por qué, la otra se siente más segura sin saberlo. Una mano me golpea en el hombro. Cuando me aparto, Khol está ahí de pie, con las manos envueltas, un moratón formándose sobre su ojo, sangre sobre su cuerpo y pantalones negros colgando bajos en su cintura. La gente está mirando, y no parece que le importe en absoluto. Macca se aleja y observo mientras se marcha. —Es hora de irse… —Empieza a caminar en dirección a la puerta, no puedo hacer nada excepto seguirle. Cuando llegamos a su auto, abre la puerta para mí y después da la vuelta hacia el lado del conductor. Me monto y no quiero decir ni una palabra. No quiero saber nada sobre cualquier cosa que haya pasado abajo, en ese sótano. Después de un silencioso viaje a casa, en estos momentos estamos sentados en su salón. Se duchó cuando regresamos y me dejó con el mando a distancia. Ahora está sentado junto a mí, sin camiseta, con un cuenco de patatas fritas en medio de nosotros, viendo algún documental en la televisión. —¿Has sido amigo de Macca y Brice por mucho tiempo? —pregunto. No hemos hablado mucho y siento que debería intentar hacer algún tipo de pequeña charla. Silencia la televisión y después mira hacia mí, esos ojos, tan torturados, tan misteriosos, me devuelven la mirada. Es difícil mirar por mucho tiempo en unos ojos como esos, muy difícil. —Sí, desde que éramos niños, pero conozco a Brice por más tiempo. Macca y yo, bueno, compartimos una conexión en común. —Debe de ser agradable tener amigos tan íntimos. —¿Tú no tienes ninguno? Me encojo de hombros. —Tengo a mi hermana, supongo. Además de Katie, pero solo he sido cercana a ella este último año, sin embargo.
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—Voy a preguntarte algo, puedes abofetearme si lo deseas. Pero tengo que preguntar… —Se detiene y mira hacia la televisión, luego de regreso hacia mí—. Quiero follarte, Keegan… como, ahora mismo. Y no he follado con nadie en cinco largos años. Mis piernas se tensan y mis ojos se abren como platos. —¿No estás casado? ¿Cinco años? Pero está casado, nada de esto tiene sentido. —Técnicamente sí, pero ella ya no está en la imagen. —Solo he estado con un hombre, mi marido —digo, retorciéndome en mi asiento. La idea es muy atractiva, estar con alguien que no me lastime, o me obligue. —Iré despacio. —Se pone de pie y me tiende la mano. La miro, insegura. ¿Realmente quiero hacer esto? ¿Estar con un hombre que apenas y conozco? Las personas hacen esto todo el tiempo, pero yo nunca lo he hecho. Confío en él, a pesar de que sé que me puede partir en dos. Sin embargo, no creo que alguna vez me hará daño. Así que hago lo impensable. La propia definición de quien no soy. Tomo su mano. Sus cálidos dedos se estrechan sobre los míos, levantándome con él. Sube por las escaleras mientras le sigo, los nervios se están asentando en mi estómago y haciendo que mariposas reboten alrededor. Pasamos una habitación, la puerta está cerrada, entonces pasamos una segunda habitación, parece la habitación principal y creo que vamos ahí dentro, pero sigue caminando. La habitación a la que entramos es más pequeña, solo una cama tamaño Queen colocada en medio del suelo. Puedo decir que duerme aquí, su ropa está desparramada por todo el suelo y su olor está en todas partes. No cierro la puerta cuando tira de mí para atravesarla, y tampoco lo hace él. Deja caer mi mano y se gira para mirarme. —Iré despacio —repite otra vez, sus palabras alivian un poco mis nervios. Desabrocha sus pantalones y los baja, debajo no lleva nada puesto, es solo él, está desnudo. Tengo la sensación de que estoy invadiendo su privacidad, como si debiera estar cubriéndome los ojos, pero no lo hago. Le miro de arriba abajo, incapaz de no hacerlo. Está parado frente a mí, exuberante, y es una de las mejores vistas que he visto nunca. Es alto, más
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alto que mi ex, sus muslos están tonificados, como lo está el resto de su cuerpo. Da un paso más cerca, luego tira de la cremallera de mi vestido. Se lo permito y observo como cae hacia el suelo. Mis pechos son más grandes que una mano, no excesivamente grandes, pero tampoco pequeños. No tengo puesto un sujetador, prefiero no llevarlos. Por lo que cuando el vestido ondea bajando por mi cuerpo, todo lo que tengo puesto es mi tanga. Bajo la mirada, su polla, que estaba semi dura, ahora está completamente dura. Eso me da confianza, que la vista de mi cuerpo desnudo le haga eso a alguien que se ve como él. Perfección. Tira de mi hacia él, nuestros desnudos cuerpos se tocan, todo lo que permanece entre nosotros en estos momentos es una fina pieza de encaje. Es unos treinta centímetros más alto que yo. Estirando el brazo, levanta mi mejilla así sus labios pueden tocar los míos. Sabe salado por la comida que acaba de comer. Su lengua se desliza en mi boca, sus manos tocan mi culo, y yo gimo más alto de lo que he hecho en mucho tiempo. Sus dedos inician su camino arriba, delinea mi espalda, entonces retrocede otra vez. Ahueca mi culo en sus manos y me levanta, mis piernas se envuelven alrededor de su cintura, nuestros labios y lenguas siguen entrelazadas saboreándose entre sí. Mi espalda toca la cama, su cuerpo se posa sobre mí, su mano tira del delgado trozo de tela que me separa de él. Su mano me roza, haciéndome retorcerme en su abrazo. Se siente… tan bien.
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14 Khol ¿Alguna vez has tocado un ángel? ¿Probado uno? Creo que ya lo he hecho. Su sabor, la forma en que su cuerpo se siente, es como nada que yo haya experimentado. Trato de no traer sentimientos a esto, es solo sexo después de todo. Pero mucho de esto se siente como más... se siente como si tuviera más, como si tuviera... esperanza. Su cuerpo se retuerce debajo de mí. Mi dedo toca su clítoris y cierra los ojos. Levanto la boca dejando atrás su dulce sabor y me dirijo hacia abajo. Un beso en cada pecho, un beso en su vientre y luego en el hueso de su cadera, justo encima del lugar donde quiere mi boca. No creí que lo permitiría. Parece ser el tipo de chica seria, no una aventura con una persona que apenas conoce. Pero su cuerpo me dice lo contrario. Cada una de sus partes me dice algo diferente, por la manera en que agarra las sábanas con los dedos cuando mi boca la toca, la manera en que su boca se abre y su cabeza se echa hacia atrás con el movimiento de mi lengua. —Khol... —Mi nombre sale de su boca y sé que está cerca. Inserto un dedo y luego dos, bombeándola mientras la lamo. Empieza a temblar y luego su cuerpo se queda quieto. Sigo mi ritmo hasta que se aleja tirando de mis brazos. Me subo a su cuerpo, alcanzo el bolsillo de mis pantalones vaqueros y saco un condón. Después de colocarlo sobre ella, abre las piernas más amplias. Cuando me empujo de nuevo hacia abajo, ella no me mira, sus ojos están en mi pecho y lo que hay entre nosotros. Me deslizo fácilmente en su interior, toda mojada por su último orgasmo. Se ajusta perfectamente, su cuerpo empieza a temblar, luego sus manos se levantan y me agarran de la espalda. Las uñas de Keegan se clavan y quiero el dolor, el dolor que viene con esa acción, pero ella no sigue enterrándolas ni se mueve. No sabía cuándo la conocí que sería la primera persona en mucho tiempo por la que rompería mi voto, pero supe en el momento en que habló para tratar de calmar la situación cuando estaba teniendo un mal día, que
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me gustaba. Eso me golpeó fuerte, más fuerte que nada desde hace mucho tiempo. Los puños que me golpearon esa noche no tuvieron el mismo impacto que ella. —Khol —habla otra vez en voz baja. Me muevo más rápido dentro de ella, se encuentra conmigo para cada impulso. No quiero irme de aquí, no quiero que la realidad de lo que viene después se derrumbe a mi alrededor. —Mierda —maldigo, sabiendo que en cualquier momento estoy a punto de venirme, no puedo aguantar más. Se viene enseguida y la presión sobre mi polla me hace ir detrás de ella. Sus uñas se alejan de mi espalda. Me desplomé sobre ella, su cabeza se cae con el resto de su cuerpo y sus ojos cerrados—. ¿Estás bien? —pregunto mientras me deslizo fuera. Tengo una necesidad abrumadora de volver a deslizarme dentro. Pero sé que necesita descansar. Puedo verlo en su cuerpo, por la forma en que está tan quieta. —Eso fue... asombroso. —Abre sus ojos, esos ojos verdes me miran fijamente, una pequeña sonrisa tirando de esos hermosos labios. Por alguna razón, esas palabras obligan a que una sonrisa tire de mis labios. —La ducha está al lado si quieres limpiarte. —¿Dónde voy a dormir? —pregunta, empujándose sobre sus codos.
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—Aquí. —¿Y dónde dormirás? —Aquí. Asiente y se pone de pie. Me siento en el borde de la cama y miro como su trasero se marcha y se pierde de vista. Agarro una toalla, me limpio y la tiro al suelo. Tan pronto como acuesto la cabeza, mis ojos se cierran y sé que pasarán unos momentos antes de dormirme. *** Me despierto de un sueño, pasa todo el tiempo. Las pesadillas parecen sacar lo mejor de mí, agarrándome y apretando mi corazón hasta que me despierto sudando. Cuando miro al costado casi se me olvida que tengo a alguien a mi lado. Keegan está dormida, ni siquiera el sonido de mi grito la despierta. Vuelvo a recostar mi cabeza y practico mi respiración controlada, dentro y fuera. Una vez que estoy un poco más calmado, me vuelvo para mirar a Keegan, su cuerpo está metido firmemente en una bola donde duerme en silencio. Toco su brazo, sintiendo su piel lisa y luego hasta el cuello. Hay un abultamiento, una cicatriz, diferente a la que vi antes. Gime mientras duerme y me pone duro, la quiero de nuevo. ¿Me dejará? Bajo la sábana, meto la mano por su costado y vuelve a quejarse.
Keegan se mueve sobre su estómago. Quiero reírme, pero no lo hago. Mis manos empiezan a correr hacia arriba y abajo, hacia su trasero y sobre él. Entonces me muevo entre sus piernas, se alza mientras duerme y me deja deslizar la mano más abajo. Toco su clítoris y sus ojos se abren. Me mira y luego cierra los ojos y sonríe. Me muevo, de manera que floto sobre ella mientras agarro un condón del cajón de la mesita de noche con mi mano libre mientras mantengo mi mano en su clítoris. Me las arreglo para deslizarlo, y ella se alza más, queriendo más. Quito la mano y levanto su trasero, separándola. Ella obedece y se pone de rodillas y luego me deslizo, esperando haberle dado suficiente tiempo para prepararse para mí, pero ahora mismo no me importa, necesito esto, la necesito. Demasiado. Se empuja hacia atrás, así que voy más profundo, luego empiezo a moverme. Una de mis manos agarra su cadera para tirar de ella hacia atrás hacia mí y la otra se inclina debajo de Keegan para tocarla. Le toco el clítoris y empuja hacia atrás. Creo que este es mi nuevo lugar favorito para estar, dentro y fuera de Keegan. Entrar y salir, eso es lo que es, el maldito cielo. Muevo mi mano cuando puedo sentirlo construyéndose, agarro sus caderas y me estrello contra ella. Grita, pero no he terminado todavía, quiero más. Esta vez estoy preparado. La dejo por un segundo y la vuelco, la acerco a mí, se envuelve alrededor de mi cuerpo y empieza a moverse otra vez mientras todavía estoy dentro de ella. La llevo conmigo y la estrello contra la pared. Keegan se suelta y levanto sus manos por encima de la cabeza. Gime y puedo sentirlo, otra liberación que se está acumulando. Me lanzo a ella unas cuantas veces más antes de venirme y luego la sostengo contra la pared tratando de recuperar el aliento. —Qué linda forma de despertar —bromea. —Lo fue —concuerdo. La dejo caer lentamente y desaparece enseguida, de vuelta a la ducha. Espero esta vez hasta que vuelve con una toalla a su alrededor antes de ir a la ducha. Mis manos tiran de mi cabello, el agua me pica los cortes que hay en mi cuerpo de mi pelea anterior. Mi polla, finalmente feliz, cae fácilmente ahora que no está a la vista. Carajo, ¿qué estoy haciendo? Follar, eso es todo lo que estoy haciendo, me digo a mí mismo. Nada más, pero la mentira suena falsa en mi cabeza. Está bien, pero no quiero admitirlo. Tiene que ser más, no es como si no hubiera tenido un montón de mujeres que me ofrecieran sus cuerpos en los últimos años. Sé lo que quieren. No podía hacerlo, nunca pensé que podría volver a tocar a otra mujer.
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Luego vino Keegan y he hecho más que tocarla, la dejé entrar. Aunque sea en un pequeño sentido, está trabajando para entrar. Y no sé cómo me siento al respecto. No vuelvo a la cama, tengo miedo de lo que haría. Sé que la tomaré otra vez, la quiero de nuevo. Bajo las escaleras, las fotos de mi hija y Anika me miran fijamente. Aquellos tiempos eran felices, llenos de vida. Los tiempos en los que el amor era tan grande, tan insuperable, a veces me perdí. Y fue la mejor sensación del mundo. Ahora, parece una tortura. Y eso es lo que más duele. El dolor por el amor que tenía por ellas es ahora mi peor enemigo.
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15 Keegan Pareció cerrarse al día siguiente, no hablamos mucho. Me llevó al trabajo, trató de sonreír cuando salí, pero no tuvo éxito. Le di las gracias y básicamente corrí al trabajo. Observé desde adentro mientras conducía por la carretera, aparcaba su auto deportivo y salía. Miró hacia mí, y mi corazón comenzó a latir más rápido de lo que ya lo hacía. Miré hacia otro lado y comencé mi rutina matutina, arreglando todo y encendiéndolo todo. Katie apareció una hora más tarde y abrió la puerta, giró el letrero de abierto y sonrió cuando caminó hacia mí. —¿Tuviste sexo? —Sus ojos se amplían cuando me mira. Bajo la mirada tratando de averiguar cómo demonios pudo saberlo. —¿Cómo lo sabes? —Oh Dios, ¿tengo razón? ¡Mierda! ¿Con quién? Oh, y como que brillas, más que lo normal. —¿Brillo? —le pregunto. —Totalmente radiante. En realidad, sonreíste cuando me viste, no era tu sonrisa falsa de siempre. Fue un tipo de mirada “Oh Dios... Katie... tengo tanto que decirte” —Me rio de ella—. Ahora escupe, porque ayer temblabas en tus botas y hoy te ves completamente diferente. Esperaba que no vinieras hoy por lo que pasó. Y no te culparía por ninguno de los dos. —Fui al club anoche y tomé unas copas. —Y… —dice acercándose como si estuviera a punto de contarle un secreto. —Me quedé con Khol. Quiere que me quede hasta que Millie llegue a casa. —¡Mierda! ¡A la mierda! Eso es intenso. ¿Cómo te hace sentir eso? —Realmente no lo sé. ¿Raro? Nunca he tenido sexo con alguien que no fuera mi marido.
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—Chica, es divertido. Fue divertido, ¿cierto? —Fue… lo mejor. —Ni siquiera puedes explicarlo, eres demasiado linda. —Parece satisfecha y camina detrás del mostrador y toma su delantal del soporte. Yo sacudo la cabeza, esta mujer está loca, pero me alegro de tenerla. —Millie regresa mañana. —Lo sé. Espera a que ella sepa lo que hiciste. Va a estar tan orgullosa. Sacudo mi cabeza, y la sonrisa en mi rostro no me deja durante una buena hora. *** —Acaban de entrar —grita Katie caminando hacia la parte de atrás del comedor donde estoy sentada comiendo mi sándwich. Tomo un bocado final antes de responderle. —Puedes servirles, estoy comiendo. Rueda los ojos, pero no discute. Soy la jefa después de todo. Tiene que hacer lo que yo diga. Me quedo allí media hora antes de volver a salir. Cuando lo hago, las cabezas de los tres chicos están abajo y hablando. Me pongo detrás del mostrador y empiezo a preparar los pasteles que tenemos expuestos mientras trato de no mirar. Es difícil, tan difícil. Especialmente cuando están así de cerca. Cuando logro levantar la vista, ignorando mis pensamientos, Macca me está observando. No hay sonrisa en su rostro cuando me mira fijamente, es como si estuviera pensando y mirándome directamente sin darse cuenta. Sonrío y bajo la mirada. Justo cuando empiezo a limpiar el mostrador, se acerca, sentándose en uno de los taburetes del mostrador. —Entonces, ¿tengo una pareja para beber ahora que la necesito? —No sé si realmente puedo calificar —bromeo con él. Pero es verdad, dos tragos y un chupito anoche y lo sentí. No podía imaginarme qué más me haría eso. Veo detrás de él para ver a Khol mirándome, y tampoco sonríe. Aparto los ojos y miro de nuevo a Macca, él notó dónde miré, pero no me cuestiona. —Quiero darte mi número. Si me necesitas, llámame. —Toma la pluma y el papel que uso para escribir las órdenes y garabatea su número— . Lo digo en serio... te sientes insegura otra vez, llámame. —Gracias, eres muy amable.
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—De nada, Kee —dice cuando se marcha. No puedo evitar observarlo cuando lo hace. —Tienes que dejar de mirar —susurra Katie junto a mí—. Khol parece a punto de desgarrar a su amigo en pedazos. —Levanto la mirada para ver a Khol fulminando a Macca. No sé por qué, y tampoco quiero reflexionar sobre por qué. —Probablemente no sea nada. —Claro —dice entregándome el lapicero y el papel—. Tomaré un descanso, diviértete chica amante. No camino por allí y no vuelvo a mirar hacia ellos. Unos pocos clientes vienen para mantenerme ocupada, y cuando vuelvo a la caja registradora para empezar a tipear las facturas siento que hay alguien delante de mí. Alzo la vista y veo a Khol allí. —Hola —grazno. ¿Qué le dices a alguien con quien acabas de tener el mejor sexo? —Hola —contesta. Miro más allá de él para ver que sus amigos ya se han ido. Saca dinero de su bolsillo y me lo da. —¿Te recojo a las cinco? —Asiento y se va sin tomar su cambio. *** Su auto está esperando afuera, ha estado allí durante la última media hora y se queda sentado esperando pacientemente. No estoy acostumbrada a eso. Alguien siendo paciente. Siento que necesito darme prisa. Pero no puedo hacer salir a mis clientes. Mientras el último hace su pago, corro por ahí limpiando y cerrando todo. Me las arreglo para salir en quince minutos, así que solo esperó cuarenta y cinco minutos en total. Espero que no lo haga enojar, sentado en su auto y esperándome. Cuando llego al auto y abro la puerta, no espero la sonrisa que me saluda. Esperaba ira, por lo que no entiendo en absoluto. —¿Ocupada? —pregunta. Asiento poniéndome el cinturón de seguridad. —Gracias por esperarme. No habría importado si no lo hubiera hecho, mi auto sigue aquí desde ayer. Podría haber conducido hasta casa, pero la casa es el último lugar donde quiero estar ahora mismo. ¿Y si sabe dónde vivo?
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No se iría si me encontrara sola, me encerraría otra vez. Trato de hacer a un lado los pensamientos de Jamie. No lo quiero en mi cabeza. Es la última persona que quiero volver a ver. —¿Trabajas esta noche? —Asiente—. ¿Peleas todas las noches? —Sí. —¿Puedo preguntar por qué? —Ayuda. —Es todo lo que dice mientras conduce. No quiero meterme en algo que no me incumbe, así que permanezco callada el resto del viaje de regreso a su impresionante casa. Una que solo podría desear permitirme. A pesar de mi situación de vida actual, me encanta el estilo, el viejo estilo de granero es mi favorito absoluto. Suelos de madera, armarios blancos, grandes puertas de granero. Ordena comida para llevar cuando entramos. A los cinco minutos de estar en su casa, el timbre suena con la comida china. Le agradezco y comemos en silencio. Siento que el sexo ha hecho nuestra situación más incómoda. Pero siento que así es como le gusta, sin hablar, solo silencio. No había hablado mucho antes del sexo, ¿por qué cambiarlo ahora? —Tengo que irme pronto. Asiento sin ser capaz de hablar ya que mi boca está llena de comida. —¿Puedo dormir contigo de nuevo esta noche? Casi me ahogo con mi comida, pero logro no hacerlo. —¿Sexo? —le preguntó una vez que trago. —Sí, pero me gusta tenerte junto a mí también. Eres de sueño pesado, ¿verdad? —Sí, muy muy pesado. Asiente y sigue comiendo mientras pone la televisión en los documentales que le gusta ver. Seguimos comiendo en silencio. *** Me despierto cuando regresa, ahora en mi lapsus nocturno sentada en el sofá todavía viendo el canal de documentales en la televisión. Entra, esta vez con la camiseta puesta, y sus manos no están envueltas como suelen estar cuando termina de pelear. Camina hacia mí, una mirada dura en su rostro, y se inclina para recogerme. Mis piernas lo rodean y empieza a subir las escaleras y entra en la misma habitación que la noche anterior. Trato de no mirar los cuadros en las paredes mientras los atravesamos, pero no puedo evitarlo, me miran fijamente con su felicidad y me siento como
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una intrusa. Siento como si yo estando con él fuera una especie de pecado, el mejor pecado de todos los tiempos. Pecaría con él si tuviera alguna oportunidad. Porque eso es lo que es, misterioso y pecaminoso. Me coloca suavemente en la cama, se levanta y repite el mismo proceso con la retirada de su ropa. No puedo apartar la mirada, la mirada donde tienes que absorberlo todo porque no sabes cuánto tiempo durará. ¿Cuándo será la última vez que vea a este hombre, es esta noche la última noche? ¿La última noche lo veré así? Planeo volver a casa mañana. Millie ha vuelto. Me siento segura, él me ha hecho sentir así. Me pierdo tanto en mis pensamientos y en él que no tengo tiempo para ponerme al día antes que su boca me toque. Jamie nunca se me echó encima, así que Khol haciendo eso fue mi primera vez. Y fue extraordinariamente bueno. No, mejor que bueno. ¿O podría ser solo él? No lo sé, pero me gusta la forma en que piensa en mí primero, me satisface primero. No he tenido eso, y no quiero no tenerlo nunca más. Porque un hombre que se preocupa por ti debería pensar primero en ti. ¿Correcto? Eso es lo que Millie me dice, yo debería ser lo primero. Es un comentario difícil de procesar cuando nunca has experimentado nada parecido. Se siente como si mis huesos estuvieran temblando, mis entrañas gritando, con un chasquido de su dedo, una lamida de su boca. Estoy gritando y es el mejor sentimiento que he tenido en mucho tiempo. Se desliza hacia mí un momento después, su ritmo es difícil de mantener. Me siento saciada, mi cuerpo no quiere moverse, y aun así lo hace. Se mueve porque quiere más de él, todo de él. Y quiere ese subidón que le sigue cuando termina. Mis caderas se encuentran con él empuje tras empuje, mis gemidos se hacen más fuertes y mi cuerpo empieza a temblar. Se está construyendo y por la mirada en su rostro lo sabe. Corre una mano por mi estómago hasta mi pezón y me pellizca fuerte, mi espalda se arquea y me vengo. Él no, y no tengo la energía para seguir adelante. Mi cuerpo está cansado, mi mente y mi cuerpo no están acostumbrados a tanto sexo. El sexo era como un reloj, dos veces a la semana, a veces tres si quería hacerme daño. Le excitaba verme sufrir. Qué persona tan jodida era. ¿Por qué me quedé tanto tiempo? Él se mueve, termina y luego colapsa sobre mí. Acaricio su cabello, se siente suave y sedoso. Le oigo murmurar algo, pero mi cerebro cansado no puede comprenderlo, y me desmayo con la mano en su cabello.
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16 Khol Las comparo, es difícil no hacerlo. Tengo sentimientos por ella, por Keegan. Simplemente no los entiendo completamente. Mi mente tampoco quiere hacerlo. Quiere mantenerse distante, pero es algo difícil de hacer. Especialmente cuando ella frota sus piernas desnudas junto a mí en el automóvil. Estamos conduciendo hacia su trabajo. Dijo que no tiene que trabajar hoy, pero que tiene que ver a su hermana, así que le ofrecí llevarla. La desperté de nuevo por su cuerpo durante la noche. Me estoy volviendo adicto, y no es porque no haya tenido sexo por tanto tiempo, podría durar más. Es ella y su olor adictivo, su personalidad adictiva, todo sobre quién es me atrae. Sus piernas son bronceadas y delgadas, quiero envolverlas a mi alrededor. Agarro el volante con más fuerza para obligarme a no tocar. Cuando nos detenemos, ella me sonríe antes de salir. Esa sonrisa es asesina, es su mejor arma. Podría detenerte en tu camino. La verdadera, no la falsa que le sale tan bien. —Volveré —le digo, y ella asiente cerrando la puerta. Quiero decirle que espere para poder besarla, pero me abstengo. En cambio, la miro mientras se marcha. *** —La estás follando, ¿no? —pregunta Brice mientras me siento en mi escritorio. Me giro para ver a Macca dejar de escribir y mirarme, está esperando mi respuesta. —Sí. —Mierda, ¿estás seguro de que es inteligente? Macca no habla, es Brice quien pregunta, pero lo miro cuando respondo. —Me gusta, a veces me ayuda, me permite respirar.
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Macca asiente y mira hacia la pantalla mientras continúa escribiendo. —Estoy feliz por ti si esto es real. —¿Has sabido que fingí? ¿Alguna vez? —Niega con la cabeza—. Exactamente. —¿Estás listo? —dice Brice. Macca se levanta y sale, no habla mientas se va. Pero sé es porque la conversación va a un lugar que no quiere. —Nunca estaré listo, lo sabes. —No me presiona más. —Sabes que Macca la quería. Asiento, lo sabía. —No hará nada, sin embargo, quiere que seas feliz. Asiento, eso lo sé también. —Voy a llevarla a algún lado hoy... ¿alguna idea de a dónde diablos debería ir? —¿Como una cita? —pregunta inclinándose. —No… solo salir... como amigos. —¿Quiénes follan? —Se ríe, me abstengo de darle una palmada en la cabeza—. ¿Qué hay del zoológico? —El zoológico... —reflexiono—. Podría funcionar, supongo. —O podrías llevarla a un hotel y follarla nuevamente. Hay muchas opciones, mi hombre. —Aplaude y se para, me da una palmadita en la espalda cuando pasa junto a mí para salir—. Buena suerte, y fóllala duro. A las mujeres les encanta. —Imbécil. *** Cuando entro en el restaurante, la veo enseguida. Su cabello está en lo alto de su cabeza, y está inclinada hacia su hermana mientras habla. La hermana me ve primero, se sienta derecha y se acerca para susurrarle a Keegan. Keegan se gira rápido y sonríe, una de sus verdaderas sonrisas. Que es una vista rara. —Tú eres el que está robando a mi hermana, por lo que he escuchado. Miro a Keegan y sus mejillas se vuelven rosadas. Me inclino un poco más cerca para que mi cuerpo toque ligeramente el suyo. —Podrías decir eso. —Miro hacia ella y sus ojos me miran.
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—No me importa —dice Millie. Mi corazón bombea con fuerza, eso me asusta y retrocedo un paso. Ella me da una mirada extraña, aunque no me pregunta. —Bien, ¿te veré esta noche? —La hermana, que entiendo que se llama Millie, mira a Keegan y asiente. Millie me mira una vez más antes de irse. —Lo siento por ella, es un poco protectora conmigo... después de todo. —Está bien. ¿Nos vamos? —¿Vamos a ir a algún lado? —Lo estamos. —Le ofrezco mi mano y la mira. Algunos de mis nudillos aún están rojos e hinchados, los giro para que no tenga que mirarlos fijamente. —¿A dónde vamos? —pregunta mientras dejamos el café. Abro la puerta del auto para ella y no puedo evitar mirarla mientras sube. Camino a mi lado, me deslizo, enciendo el automóvil y nos vamos. —Al zoológico —le digo. Siento sus ojos en mí mientras conduzco. —¿Estás bromeando? Aunque nunca he estado ahí… siempre quise. —Mira hacia atrás, sin mirarme mientras conduzco—. ¿Has amado antes, Khol? Mi pecho se tensa, duro. —Sí. —Me las arreglo para decir. —Yo lo hice... mi esposo, lo amaba. Incluso cuando era malvado, lo amaba ferozmente. Bueno, creo que lo hice. Eso es lo que me digo sobre por qué me quedé. —¿Siempre fue así? Se encoge de hombros. —Yo era joven, me enamoré de él. Él era el chico malo, yo era la chica buena. La mayoría pensó que éramos una pareja hecha por el cielo. Todos decían que lo calmé, y creo que lo hice. Pero eso fue por fuera, en el interior de nuestra casa salió y me mostró su verdadero yo. También lo hicieron sus demonios... salieron con una furia poderosa, y yo era el cordero sacrificial, supongo. —¿Por qué lo dejaste finalmente? Quiero mantener la conversación lejos de mí, preferiría si fuera sobre ella. Incluso si es difícil de escuchar. —Mi mente tenía suficiente, es difícil de explicar. Solo sabía que tenía que irme, dejarlo. La noche en que finalmente lo decidí estuve hospitalizada,
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no era la primera vez, pero fue el peor momento y las autoridades se involucraron. —Lo siento, Keegan. —No tienes que sentirlo, pero gracias por tus palabras. Conducimos el resto del camino mientras escucho su charla sobre sus animales favoritos, que nunca ha tenido una mascota, pero siempre ha querido un perro. No dice que fue su marido el que no quería un animal, pero por la forma en que habla de eso me hace creer que fue todo por él. Tan pronto como nos detenemos, ella se baja al momento en que el auto está en el estacionamiento. Me doy la vuelta y agarro mi sombrero. Cuando salgo, ella está esperando en la parte delantera del automóvil, mirando hacia las puertas como si pudiera ver dentro. Camino detrás de ella y me pongo el sombrero en la cabeza, se da vuelta y su sonrisa es deslumbrante, tan cegadora y brillante que tengo que mirar hacia otro lado. Ella se da cuenta, pero no dice nada mientras caminamos hacia las puertas. Va a pagar, pero yo le gano. Me agradece al menos tres veces y la miro fascinado. Que alguien esté tan intrigado con algo es muy atractivo. —¡Oh, Dios mío! —grita mientras nos acercamos al agua—. No son increíbles... las tortugas, han existido por doscientos años, y pueden pesar hasta 800 kilos. ¿Puedes creerlo? Asiento y sonrío ante su emoción. Agarra mi mano y me lleva a la siguiente exhibición, luego a la siguiente, todo el tiempo agarrando mi mano. Ni siquiera creo que se haya dado cuenta de que lo está haciendo, está demasiado emocionada que me cuenta hecho tras hecho sobre lo que sabe, y lee en voz alta lo que no sabe. —Este ha sido el mejor día. Gracias. No he tenido ninguno de estos días nunca. —Aprieta mi mano mientras que salimos por las puertas. No le respondo, porque tengo miedo de la verdad al respecto, que es que también ha sido uno de mis mejores días, desde hace mucho tiempo. Y eso me asusta. Caminamos hacia el automóvil y nos dirigimos a su departamento. Me mira con extrañeza cuando llego al final. Sonríe y se inclina para besar mi mejilla. —No te olvides de respirar —susurra en mi oído. ¿Cómo lo sabe? ¿Cómo sabe ella que no he tomado ni una sola respiración durante años? Ninguna de ellas se sentía real. Solo respiro para seguir con vida. ¿Cómo lo sabe?
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Sale y cierra la puerta, girándose hacia mí, su cabello atado golpea su rostro mientras sonríe y se despide con la mano por última vez antes de desaparecer. Me siento donde estoy, tratando de recordar respirar.
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17 Keegan El día no podría haber sido mejor, literalmente. No recuerdo la última vez que hice algo así, algo para mí. Y ni siquiera lo planeé. Ni una sola vez soltó mi mano cuando me entusiasmé y le arrastré por todas partes. La tomó y escuchó todo lo que tenía que decir. Incluso sonrío con satisfacción cuando estaba excesivamente entusiasmada. No sabía que los animales fueran mi cosa favorita, pero supongo que ya lo sabe. Cierro la puerta, mi embriaguez de felicidad sigue en su sitio a causa del día. No llevé mi teléfono conmigo, por lo que cuando lo reviso, veo las llamadas perdidas de Millie. Le regreso un mensaje diciéndole que la veré mañana, ahora mismo solo quiero tumbarme y repetir el día entero en mi cabeza. Porque fue espléndido, incluso excelente. Vi la mirada en sus ojos al final. Se pierde un poco en su mente, y ahora estoy determinada a descubrir porqué. Necesito sabe por qué. Mis sentimientos por él se han vuelto más fuertes y más sólidos cada día. No quería que lo hicieran, no quería tener ningún sentimiento por él. Porque veo el dolor, lo veo mientras lo carcome. Tengo una idea de por qué es de la manera que es, pero nunca he preguntado. Estaba esperando que él me lo contara. No lo había hecho. Tenía la esperanza de que me lo contaría cuando nos hiciéramos más cercanos. Me ducho y me pongo una de mis camisetas holgadas y me tumbo en la cama, tengo estrellas fosforescentes sobre mi cama, siempre son lo último que veo antes de cerrar los ojos. Es como contemplar el lejos del alcance espacio. No tengo mucho miedo de la oscuridad —sí, puede asustarme a veces—, sino que es el significado de las estrellas lo que más amo. Así que quiero que sean la última cosa que vea, incluso si no son reales. Estoy quedándome dormida cuando alguien llama a mi puerta. Mi corazón late violentamente mientras me quedó ahí, mirando hacia arriba, hacia las estrellas, deseando que me envuelvan por completo. Las tenía en mi habitación cuando era una niña. De alguna manera, significaban la seguridad para mí de cuando todo estaba bien en el mundo. Quiero sentir
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esa sensación otra vez, quiero estar segura. El golpe llega otra vez, más fuerte esta vez. Me pongo de pie para coger un bate de al lado de mi cama. Sean, el marido de Millie, me lo regaló para protegerme cuando me mudé. Nunca lo he tocado, aparte de esta noche. Normalmente no tengo visitantes nocturnos. —Keegan. —Abro la puerta para verlo de pie ahí, vestido en lo que llevaba puesto hoy. ¿Ha ido a casa? Miro la hora y veo que es tarde. Debería estar dormido, yo debería estar dormida. Me echa un vistazo, luego baja la vista a lo que está en mi mano y entonces me alza una ceja—. ¿Planeas matarme a golpes con eso? —bromea, pero yo lo agarro más fuerte contra mi mano. —Si tengo que hacerlo —le digo mientras se introduce en la casa, empujándome hacia atrás con su cuerpo. Es tan masculino. ¿Es esa una palabra para describir a alguien? Porque cuando lo siento tocándome, incluso de la menor forma posible, siento demasiado. —¿Crees que es inteligente? —le pregunto, él sigue empujándome hacia atrás hasta que dejo caer el bate al suelo y entro en mi habitación. —¿Qué es inteligente? —Mis piernas golpean el dorso de la cama y me caigo. —¿Nosotros? Sus ojos se cierran brevemente, después se reabren. —No lo sé. Ya no lo sé. Sé que no podía dormir contigo estando lejos de mí. Inclino la cabeza y sé que sin importar cuán duro caiga por este hombre, el sentimiento no será el mismo, no me amaría o podría amarme de la misma manera. Y mi interior me grita que detenga los sentimientos, pero no funciona cuando me toca. Quiero todas sus caricias, incluso si no siente lo mismo. Sus manos tocan mi rostro, sus angustiados cristalinos ojos miran dentro de mí. Puedo ver el deseo en ellos. Quiero preguntarle qué está sintiendo, pero no empujo mi suerte. Sus manos se mueven de mi rostro hacia el dobladillo de mi camiseta, tira de ella sobre mi cabeza. Y en ese instante estoy desnuda para él. Él hace lo mismo, quitándose toda la ropa. Lo contemplo, su hermosa piel besada por el sol, los tatuajes que serpentean hacia arriba por su brazo. Sus dos manos extendidas, tocando mi cuerpo. Siento mi interior prenderse en llamas y me pregunto si yo tengo el mismo efecto en él. ¿Lo siente de la manera en que yo lo siento? ¿Puede sentir lo que yo estoy sintiendo?
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Sé que está mal, sé que es rápido. Se siente como un huracán salido de la nada. Justo como él, llegó de la nada. La punta de sus dedos recorre a lo largo de mi cuerpo, y me retuerzo cuando me toca. No quiero ir despacio esta noche, le veo contenerse cada vez que me toca. Tengo la sensación de que hace eso por mí. Mis manos rodean la parte trasera de su cuello y lo hago bajar, así estamos cara a cara. Se ve sorprendido. Antes de que pueda decir una palabra, mis labios están sobre los suyos, nuestros cuerpos tocándose. Y puedo sentir la necesidad que tiene de mí. Mi mano se desliza entre nosotros y lo introduzco en mí. Sus ojos se cierran de placer, mis gemidos siguen mientras él forma su ritmo. Al principio es lento y agradable, entonces muevo mis dedos por su culo para persuadirlo de ir más rápido. No me decepciona cuando tira de mis piernas hacia atrás y sobre sus hombros. Abro los ojos para verlo mirando hacia abajo, a mí. Está observándome, y yo lo veo, veo cada parte de él a través de sus ojos, una evidente ventana a su alma. Una lágrima sale de mi ojo cuando me corro, él deja caer mis piernas, se inclina y la elimina besándola. Se desploma a mi lado, y lo escucho mientras respira. —No sé que estoy haciendo. Esa declaración me conmociona, porque es verdad, y justo como yo, él tampoco lo entiende. Dos personas rotas no pueden curarse entre sí, ¿no? Por lo menos uno tiene que estar completo. Temo el resultado. Temo que me destruirá. Se siente como un tren que va muy deprisa, entonces lo frenos fallan, y sabes que cuando el tren llegue a su destino va a explotar por el impacto. —Ni tú, ni yo. Esta vez, su mano se estira en busca de la mía. Es una sensación distinta cuando hace eso. Miro hacia arriba, hacia mis estrellas, que están resplandeciendo intensamente, todavía brillantes y lanzando una tenue luz alrededor de la habitación, después, me duermo rápidamente con su mano agarrando la mía. *** —Keegan… despierta… ¿quién está en tu puerta? Me lleva un minuto recordar que está tendido a mi lado, entonces recuerdo lo que ha dicho. Inmediatamente me levanto de un salto, buscando mi bate. Lo dejé caer fuera del dormitorio. Mi corazón comienza a latir más fuerte. Nadie se pasa a estas horas. Cuando miro a Khol, ya tiene sus pantalones puestos. Sale de la habitación y aparece con el bate en la mano,
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me lo da y vuelve a salir de la habitación. Encuentro mi camiseta descartada, lanzándola sobre mi cabeza. Agarrando el bate con fuerza, camino sigilosamente hacia la posición de Khol. Me escucha salir de la habitación cuando su mano toca el pomo. Se gira hacia mí y coloca un dedo en sus labios. Asiento. Un fuerte golpe llega otra vez, después la voz que le sigue es la que me persigue en mis pesadillas. —Abre la puerta, Keegan. —Solamente esa voz hace que mi cuerpo se encoja con escalofríos por el miedo. Mis ojos están como platos, sé que Khol enseguida sabe quién es. Abre la puerta y Jamie está de pie ahí, borracho, con una botella en la mano. No me ve de inmediato porque soy bloqueada por Khol, pero sus ojos al final me encuentran. Khol no le da la oportunidad de hablar, sus puños llegan tan rápido que ni siquiera Jamie los ve llegar. Lo golpea fuertemente en la boca. Su botella se cae al suelo y después lo hace él. Khol va a salir, pero me estiro para agarrar su brazo y tiro de él hacia atrás. Puedo ver la ira escrita por todo su rostro, quiere herirlo de nuevo. Y yo quiero dejarle, pero sé que no es inteligente hacerlo. —¡No lo hagas! Por favor, entra. Camina de regreso conmigo, y observo su rostro detenidamente mientras lo veo cambiar de opinión. Sacude su mano de la mía y camina de regreso a la puerta, abriéndola y estoy contenta de no ver a Jamie ahí. Khol sale disparado y lo pierdo de vista. Cierro la puerta y corro a mi habitación para llamar a Millie. Responde con la voz adormilada y sé que la he despertado —¿Qué está mal? —Es lo primero que dice. —Jamie estuvo aquí. La escucho despertar a Sean. —Voy ahora mismo, cierra con llave la puerta y no dejes entrar a nadie. Hago lo que dice y me siento sobre mi cama, agarro el teléfono y espero a que llegue. No vive muy lejos, es una de las razones principales por las que conseguí este lugar. Millie tiene una llave, por lo que cuando la puerta se abre, sé que es ella. —Jamie reventó una botella ahí afuera —pregunta. Asiento. Justo entonces suena un golpe en la puerta. Millie me dice que espere, pero sé quién es. Khol entra en la habitación sin llevar su camisa puesta. Millie mira hacia mí y después hacia Khol, entonces miramos a sus manos que están manchadas de un rojo brillante. —No lo mataste, ¿no? —pregunta Millie.
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—No, pero se merece estar tres metros bajo tierra. Sean asiente, estando de acuerdo, y tira de Millie para que se apoye en él. —Nos vamos a ir. Llámanos si necesitas algo. ¿De acuerdo, Keegan? —me dice Sean, llevándose a Millie. Escuchamos mientras se van. Khol está de pie al final de la cama, observándome. —Aquí no estás segura. Sé que no lo estoy, pero no puedo vivir mi vida así. No puedo correr cada vez que tenga miedo, porque eso es dejarle ganar, y ya no quiero que gane. —No me quiero ir. Frunce el ceño y sacude la cabeza —Podría regresar. —Es todo lo que dice. —No lo hará. —Lo conozco, no lo hará. Al menos no esta noche —No puedo dormir bien sin ti a mi lado —confiesa, algo dentro de mí se calienta cuando le escucho decir eso. —Si quieres, puedes quedarte. Se quita los pantalones y se mete de nuevo en la cama. Ahora quiero saberlo. Quiero que me confíe la verdad. Le he contado mis hechos, ahora es la hora de que me cuente los suyos. Permanezco sentada sobre la cama con los dientes clavados en mi labio inferior. Siento sus ojos sobre mí, y me pregunto si sabe qué estoy a punto de preguntar. Cuando elevo la vista hacia él, cierra los ojos y los abre después de tomar una profunda respiración. —Dilo. —Es todo lo que dice. —Quiero que me cuentes acerca de tu mujer. Sus manos se tensan, me doy cuenta de que lo hace mucho. ¿Es para reprimir todo y que no se le escape? —Estás pidiendo mucho. Esa no es la respuesta que estaba esperando. Me tumbo con la cabeza sobre la almohada y me giro, así no le estoy mirando. —No hablo de ella, duele demasiado. Me estiro y estrecho su mano con la mía. —La amaba… todavía lo hago. Sabía que lo hacía. Creí que esas palabras dolerían, pero, por algún motivo, no lo hacen. Sin embargo, me ponen triste. —Te lo contaré si vienes a casa conmigo.
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No puedo decir que no a eso, es imposible. Así que eso es lo que hago, me levanto, empaco una maleta y me voy con él a su casa.
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18 Khol Ella era todo para mí. Ella era mi vida. ¿Cómo sobreviví antes de conocerla? No lo sé. Desearía haberlo hecho. Ojalá lo entendiera porque ahora me sería muy útil. Desearía que estas cosas vinieran con una lista, una lista que dijera cuánto tiempo dura este dolor abrasador. ¿Cuándo termina? Pero no consigo nada, excepto un agujero en mi corazón donde alguien golpeó tan fuerte, que se rompe más cada vez que pienso en ello. Puedo oírlo crujir cada vez que respiro. Cuando me despierto, es un sonido ensordecedor. Quiero escapar de ello, hacer que desaparezca, para nunca volver. No es así, no importa cuánto rece, no importa cuánto lo desee, se sienta ahí, consumiéndome. Mis puños se aprietan, luego se abren. Quiero hacerles sangrar, hacerles sentir algo del dolor que me rodea cada día. Así que trato de cavar mis uñas, mis manos apretadas tan fuerte que las uñas me dejen cicatrices, para dejar ese recordatorio en el exterior en vez del interior. Nunca funciona. Nunca, nunca funciona. Lo odio. Odio todo sobre eso. ¿Cómo lo detienes? La gente me dice que mejorara con el tiempo. Que el tiempo cura todas las heridas. Mienten. Todos jodidamente mienten. Quiero cortarles la garganta por decirme esa mentira. Quiero arrancarles la cabeza de sus brillantes pequeños cuerpos, hacerles sentir un poquito del dolor que siento. No lo hago, no importa cuán fuerte sea la voluntad de hacerlo, no lo dicen para disgustarme. Lo dicen para animarme. Una vez les creí, ahora sé que mienten. Nada más que mentiras.
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Miro la foto, la foto del día de nuestra boda, cuelga orgullosa en la pared. Su sonrisa es tan dócil, tan tímida. Ella era cualquier cosa, pero me pateó el trasero, era despiadada; era todo lo que amaba de ella, todo lo que yo necesitaba. No me manchó de mantequilla, me lo dio directamente, incluso cuando yo no quería. Su cabello es largo y rizado en la fotografía. Lleva un vestido blanco, una banda negra alrededor de la cintura. Dios, era tan hermosa. Los años la trataron bien, y mejoró con la edad. Recuerdo la sonrisa de aquel día, aquella en la que la amenacé con mostrarla frente al fotógrafo. Sonrió, su cabello rubio volando por el viento. Algunas hebras quedaron atrapadas en su boca, pero ni siquiera se molestó en moverlas. Se quedó ahí mientras se reía, y luego me sonrió brillantemente como si yo fuera su caballero de brillante armadura. Si ella supiera. Soy veneno. Nada de mí está bien. Nada de mí es seguro. Incluso cuando quisiera, incluso cuando era para ella. Mi primer amor, mi todo. Keegan quiere respuestas, quiere saber. Tengo miedo de decírselo. No hablo de eso, no dejaré que nadie hable de ello a mi alrededor. Duele demasiado, el dolor es demasiado para soportar. Así que paro en las escaleras, las que están llenas de nuestras fotografías y toco la más reciente. La imagen de mí mirando a mis dos chicas, como si fueran mi mundo, y lo son, siempre serán mi mundo sin importar qué. Lo siento por Keegan, de verdad que sí. No creo que pueda volver a amar así. Anika me tenía por completo, se lo llevó todo. La miro a los ojos verdes. Keegan es tan opuesta a Anika, tanto más frágil. No, eso no es correcto. Es fuerte por haber pasado por lo que pasó, es la mujer más valiente que he conocido. Y también rota, eso es lo que me atrajo. El quebrantamiento. Empiezo diciendo su nombre, los dos nombres, Keegan observa, pero no dice ni una palabra. Entonces la historia me lleva de vuelta a ese horrible día, al que nunca quise volver, la razón principal por la que le prohibí a cualquiera a hablar de él otra vez. Peleamos, como cualquier otra pareja. Siempre ganaba. No podía dejarla ganar, pero hoy era diferente. Y fue por algo tan tonto como el club. Quería ir a trabajar esa noche, pero yo no quería. Tuvo que quedarse en casa con Joan, que había estado enferma. Ella quería que me quedara en casa, pero no podía, teníamos una clientela de alto nivel que nos pidió que los acompañáramos. —No soy una madre soltera, Khol. Tienes que sacrificarte también. Sabía que no lo decía en serio, pero me enfadé porque nuestra ira empezó a coincidir.
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—Joan solamente te quiere a ti cuando está enferma. Ella solo gritará conmigo. Agarré mis llaves de la puerta, me acerqué a Joan y la besé en la mejilla. Se quedó dormida. Caminé hasta Anika, que dio la vuelta a su rostro y la besé en la mejilla. —Volveré más tarde. —Vete a la mierda —dijo alejándose. Sacudí la cabeza mientras salía para ir a trabajar. Quería volver a casa en cuanto llegué, no necesitaba estar aquí para esto. Sacudí la cabeza en dirección a Macca después de escuchar durante una hora a los hombres hablar de dinero. Me levanté y salí sin querer lidiar con nada de eso. Macca me detuvo con una mano en el brazo. —Tu hermana va a destrozarme, ¿y vine para qué? Jodidamente nada. —Bien, pero será mejor que llegues temprano mañana. Agité la cabeza mientras me dirigía al frente. Intenté llamarla cuando fui a casa, pero no contestó. No me preocupaba que ella hiciera eso cuando estaba enfadada conmigo, no respondía y me hacía perseguirla y compensarla, lo que me encantaba hacer, no importaba cuánto lucháramos La reconciliación era siempre la guinda del pastel, a veces pensaba que se molestaba solo por el sexo de reconciliación. Cuando me metí en nuestra entrada no había rastro de su auto. Me entró el pánico. Era tarde, ¿dónde podría estar? La llamé una y otra vez. Ahí fue cuando alguien golpeó mi ventana. Me volví listo para tomar mi arma cuando vi a un oficial de policía parado allí. Abrí la puerta con el celular en la oreja, esperando que contestara. —Señor, ¿es usted el marido de Anika Spark? Se me cayó el celular de la oreja. —Sí. —Señor, le aconsejo que venga al hospital. Puedo conducir. —¿Qué pasó? Empezó a caminar sin responderme enseguida. Abrió la puerta trasera de su auto patrulla. —Ha habido un accidente, su esposa no vio el otro auto. Mis manos empezaron a temblar cuando subí al auto, y me alegré cuando encendió las sirenas y condujo rápido. No dijo ni una palabra más, y en cuanto se detuvo frente al hospital, yo estaba corriendo hacia adentro. Una enfermera me llamó mientras trataba de atravesar las puertas.
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—¿Nombre? —preguntó mirando a su computadora. Le di el nombre de Anika y me dijo adónde ir. Mientras corría me dijeron que ralentizara en múltiples ocasiones, pero no lo hice. Cuando llegué a donde me dijeron que fuera, un médico estaba allí esperando. Me tendió la mano, yo no la sacudí. Entonces empezaron a formarse las palabras “lo siento por su pérdida” pero no hablaba de Anika, hablaba de mi hija, quien dijo murió al instante. Al instante. No podía respirar, me dolía tanto el pecho. —¿Anika? —Me las arreglé para sacar esta palabra de mi boca. Esta vez es otro médico que respondió: —Cirugía... mucho daño... tratando de hacer lo mejor posible.... ¿Puedo pegarles un puñetazo? Quería pegarles. Hacía mucho tiempo que no golpeaba nada. Me detuve por ellas, dejaría todo por ellas. Me senté en el mismo lugar durante horas, literalmente horas. El sol salió, mi cuerpo no se movió, mis ojos estaban pegados a la puerta por la que solo los médicos pueden entrar, entonces salió el mismo médico que hablaba de Anika, frotándose la cabeza y mirando al suelo mientras se dirigía hacia mí. —Lo siento… —Otra estúpida palabra—. Hicimos todo lo que pudimos. El resto de lo que dijo fue bastante borroso. Recordé haberme enfadado, esa emoción fue la que más se apoderó de mí, luego recordé haberme despertado en una celda. Me echaron a una por golpear al médico. Macca estaba ahí parado, rescatándome. Lo miré y estaba sonriendo y sacudiendo la cabeza. Tan pronto como las puertas se abrieron, le di un puñetazo en la cara y el policía que estaba a punto de dejarme salir me arrojó de nuevo a la celda. Que se jodan, que se jodan todos. La boca de Macca estaba sangrando, y se fue dejándome solo. Me gustó, estar solo. No quería compañía, no quería sus palabras. Unas horas más tarde me dejaban salir otra vez. Macca retrocedió esta vez. No me importaba nada. Nos subimos a su auto y me golpeó, justo en un lado del rostro. No me importaba, realmente no me importaba. El dolor no era nada comparado con el dolor dentro de mí. —Estúpido maldito cabrón, debiste haberme llamado. Lo sabía, el dolor en su voz estaba allí. Me pregunto cómo se enteró. —Esa era mi jodida hermana y sobrina, tenía derecho a saberlo.
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No respondí porque realmente no me importaban sus sentimientos. Se detuvo a una parada frente a mi casa. —Sal o la próxima bala que use será en ti. Sal, Khol. Jodidamente. ahora. Lo hice, no respondiendo o hablando con él y caminando hacia mi casa. Sabía lo que estaba haciendo, sabía lo que iba a hacer y no me importaba. Iba a matar a alguien. Él hacía eso. No muy a menudo, pero lo hizo. Ahora tenía hombres que le hacían el trabajo sucio, excepto cuando estaba tan enojado que necesitaba sacarlo con los puños hasta que alguien muriera. Destruí la casa, todo menos las fotos. Hice agujeros en mis paredes, las mismas paredes que ella se enorgullecía de diseñar. Esta nunca fue mi casa, fue toda suya. Lo hice todo por ella, todo. Para ella. Estoy bastante seguro de que mi corazón ya no latía por mí, ahora latía solo para existir, porque no podía sentirlo, estaba roto, estaba destrozado. Y cuando miré a la sala de estar y vi todo tal como lo habían dejado, encendí un fósforo y lo quemé. Porque no pude ser yo quien lo limpiara, ni tocaría lo que habían dejado. Justo cuando el fuego lamió el sofá y vi como quemaba la manta de la bebé y todo lo que lo rodeaba, un extintor de incendios estaba allí soplando una sustancia blanca en polvo. Brice lo estaba apagando con un extintor. No ardía lo suficiente, aunque aún podía olerlos. Por todas partes. No fue justo. Me volví hacia Brice, que lo tiró al suelo y levantó los puños para cubrir su rostro. Me había conocido más tiempo, sabía lo que iba a hacer. Estaba a punto de reorganizar su rostro, y ni siquiera me detuvo. Me dejó tirar un puñetazo tras otro hasta que lo tenía en el suelo, rompiéndole la nariz. Fui apartado de él por Macca que estaba allí con sangre, y me preguntaba si era de Brice o de la persona que había matado. Bastardo enfermo, pero todos lo éramos, y por eso habíamos sido amigos durante tanto tiempo. Me tiró con fuerza hasta que caí al suelo, y luego se resbaló. Todos nos sentamos allí rodeados por el olor del humo y de ellos. Y me pregunté si volvería sentir. O si siempre sería así. Ese sentimiento de pavor, de ira.
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19 Keegan Perdió a ambas, las dos personas más importantes de su vida. Me dice que Macca era el hermano de su esposa, así es cómo se conocieron. Que la amaba desde el primer momento en que la vio. Lloro porque no me mira mientras me cuenta la historia. Él mira las fotos que cuelgan en la pared. Las que no fueron dañadas cuando trató de incendiar la casa. Entiendo sus advertencias ahora, diciendo que está roto. Lo sabía, simplemente no sabía en qué medida. Una parte de mí no quería saber la magnitud de su existencia destrozada. Él ha tenido un gran amor, al que todavía ama. Duele, todo. No podría imaginar la magnitud de ese tipo de dolor, nunca. —No voy a mentirte, Keegan, me gustas, mucho, pero la amo más. No quiero darte falsas esperanzas. Probablemente no haya un futuro conmigo. No voy a ser tu amor épico porque he tenido mi amor épico. Pero no puedo dejarte ir ahora, me ayudas a respirar nuevamente, y no he respirado en cinco largos años. Me acerco a él, agarro su rostro, me inclino y beso sus labios. —No voy a ninguna parte. —Me amas, ¿verdad? Esta vez fue mi turno de tomar una respiración profunda. —Me temo que sí. —Simplemente no me hagas tu amor épico. Prométeme que no lo harás. Asiento. —No te olvides de respirar. Cierra sus ojos. —No tienes idea de cuánto significan esas palabras para mí... respirar.
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Asiento porque por alguna razón lo hago. Pude verlo ese día claramente después del zoológico. Necesitaba que le recordaran que él es alguien importante. —Debería dejarte ir. Tu esposo no fue épico para ti, no importa cuánto lo amaste. Y no seré épico porque mi corazón ya está ocupado, pero puedo darte lo que me queda, Keegan. Todo lo que me queda. Entonces te dejaré ir porque te mereces eso... mereces encontrar ese amor épico. Es egoísta y desinteresado, todo en una oración. Asiento, luego cierro los ojos y me siento entre sus piernas en las escaleras. —Cuéntame sobre su risa, la risa de ambas. No puedo ver su reacción a mi pregunta. Pero sé que la risa de la persona que amas está destinada a ser el mejor sonido del mundo. —Ella soltaba un bufido, cada vez que reía. Siempre me hacía reír, incluso si la broma era sobre mí. Escucharla era lo más destacado de mi día a día. —Está callado por un segundo—. Joan, por otro lado, se reía y se carcajeaba, siempre se estaba riendo. Podrías asomar tu cabeza, y ella pensaba que era el mejor juego del mundo. —Ella suena hermosa. —Lo eran. —Macca se parece a ella. —Siento su cabeza girar. —Me olvidé de él, por un largo tiempo. Cargó con todo, no salí de la casa por más de seis meses. Si no fuera por Brice y Macca, aún estaría en mi cama. Macca y Anika tenían una relación muy cercana. Él estuvo allí para todo, el nacimiento, la boda, el bautizo. Si peleábamos, ella no llamaría a sus amigas, lo llamaba a él. Mi corazón duele. Quiero llorar por todos ellos. —Le gustas, ¿lo sabías? Me siento derecha. Se para y agarra mi mano, llevándome a la habitación libre. Se detiene justo en la puerta y mira hacia la puerta del dormitorio principal donde no ha dormido conmigo. —No he vuelto a estar allí. Los empleados limpian la habitación, pero no puedo entrar allí. —Vamos a dormir. —Lo tiro a la cama y me acurruco a su alrededor como una pelota, abrazándolo a mí. —Fue el aniversario... el día que rompí la pared —me confiesa, y así es como nos dormimos con el rostro húmedo por las lágrimas que necesitan derramarse, que se desprenden en cuanto escucho su ligero ronquido. Luego sigo yo, mi corazón dolorido, dolorido por él. ***
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Los días después comienzan a difuminarse. Pasamos todas las noches en su casa, a veces por un cambio en la mía. Dejó de pelear, en realidad creo que lo hizo hace un tiempo, pero no dije nada. Él duerme acurrucado cada noche. Y cada noche me quedo dormida derramando una lágrima, por razones que no entiendo completamente. Creo que es mi corazón el que me dice que deje de enamorarme, deje de enamorarme de este hombre que no puede amarme de la misma manera en que necesito ser amada. Y lo entiendo, entiendo por qué no puede amarme de la misma manera, su amor ya fue otorgado y no puede recuperarlo. Él no puede corresponder al mío. Por alguna razón, a mi corazón no le importa, pero mi cabeza lo sabe, sabe que no obtendré el tipo de amor que merezco. No he visto Macca o Brice hasta hoy. Normalmente solo voy a trabajar, luego a su casa o lugar. Hoy, sin embargo, es el cumpleaños de Khol, y todos vienen a celebrar, incluso mi hermana y su esposo. Dijo que no quería muchas personas, solo las más cercanas a él. Salí a almorzar y le compré un regalo. No tenía idea de qué conseguirle a un hombre que ya tiene todo. Saca toda la comida del contenedor y Macca viene riéndose de algo que Brice ha dicho. Macca se detiene cuando nos ve, luego se acerca a Khol y lo aparta del camino. —Él no puede cocinar... en absoluto —explica Macca mientras empiezo a pelar las papas. —Puedo cocinar mac-en-queso, gracias, imbécil. —Lo aparta y besa mi mejilla mientras sale por la puerta hacia donde está Brice sentado junto a la piscina. Miro hacia atrás, poniendo toda mi atención en las papas, tratando de no mirar a Macca, su presencia es muy exigente. —Él te dijo. Mi mano se congela y miro hacia él. Sus ojos oscuros me miran fijamente. Asiento. —No le ha hablado de eso a nadie. Es mucho tiempo para que se aferre a algo, y no fue bueno. Bajo el pelador y me apoyo contra el fregadero. Cuando lo miro, está cortando carne, ahora sus ojos enfocados en ello. —Lo siento, Macca. Lo siento por ti porque también las perdiste. —Gracias, Kee. —Veo que la emoción son sus ojos cuando los aleja. Un hombre tan fuerte y un tanto aterrador tiene mucho en sus ojos. Nunca siendo visto por otros. Lleva la carne a la barbacoa, y voy detrás de él una vez que he terminado mis tareas. Khol empuja a Brice hacia la piscina, luego Macca corre detrás de Khol y lo empuja también. Lo salpican de agua y se toma su tiempo para quitarse los zapatos, luego los pantalones y finalmente la camisa. No puedo
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evitar mirar fijamente, nunca lo hubiera adivinado ya que él los oculta bien. Todo su cuerpo está cubierto de tinta. Literalmente, todo lo que puedo ver es tinta. Sus manos y cuello están libres de su mitad superior, pero sus brazos y cuerpo están cubiertos. Me quedo donde estoy mirando hasta que salta dentro, su cuerpo está tan tonificado como el de Khol si no es más grande. Cuando se hunde, miro hacia el agua para ver a Khol observándome, sus ojos están en silencio como si estuviera tratando de descubrir algo. Me llama a él con su dedo. Tengo mi traje de baño debajo de mi ropa siguiendo sus instrucciones, pero nunca le he mostrado mucho de mi cuerpo a la gente. ¿Qué pasa si ven mis cicatrices? ¿Las buscarán? ¿Las notarán? ¿Se alejarán de mí? Khol nada hasta el final de la piscina a donde me acerqué, cruza sus brazos y se inclina hacia un lado. —Vas a entrar. Desnúdate antes de que salga y te desvista, porque créeme, no quieres que haga eso. Comienzo a quitarme los pantalones que llevo, luego mi top. Tengo puesto un traje de baño de una pieza, no hay dos piezas para mí, no tengo la confianza para eso. Me adelanto y sus manos tocan mis piernas y me atrae. Tan pronto como toco el agua él está allí no mucho después, levantándome y envolviendo mis piernas alrededor de su cintura. Comienzo a reír mientras rebota porque sé lo que está a punto de hacer. Está a punto de tirarme al aire. Está contando, no creo que se dé cuenta, pero puedo escucharlo, así sé cuándo viene. Vuelo y luego caigo al agua, luego manos tiran de mí, esta vez de la parte posterior de mi cintura. Macca me tiene ahora y hace lo mismo, y no puedo dejar de reírme. Piensan que es gracioso ya que soy tan ligera como una pluma. Sus manos me abrazan fuerte mientras me levanta y me baja, luego la última que aprieta antes de arrojarme. Aterrizo cerca de Khol, quien esta vez me detiene y me abraza. Brice ahora está luchando contra Macca para meterlo bajo el agua. Cuando miro hacia afuera, veo que Millie, Sean y Katie están de pie afuera de la piscina mirándonos. Bueno, mirándome. Khol me aprieta más fuerte, sus manos agarrando mis caderas. —Hola —chillo. —Kee, ¿puedo prestarte un momento? —pregunta Millie. Sean la mira y luego me mira mientras levanta sus cejas. Khol me levanta para que pueda salir de la piscina y me acerco a ella mientras me agarra del brazo y me lleva dentro de la casa. Se detiene cuando estamos fuera de la vista y mira a su alrededor—. Este lugar... ¡Guau! Es espectacular. Asiento, porque sí lo es.
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—Su esposa lo diseñó. —¿Está casado, Kee? —Sus manos caen a los costados y se inclina. —Sí, él también tenía una hija hermosa. —¿Tenía? Miro hacia abajo. —Murieron, Millie. Ambas... hace unos cinco años. —Oh Dios mío. —No digas nada, por favor no. Ella niega con la cabeza. —No lo haré, lo prometo. Pero Kee, estoy preocupada por ti. Veo la forma en que lo estás mirando, veo la sonrisa en tu rostro. Sé que es él, ¿puede darte lo que quieres? —No quiero hablar de eso. —No habla mucho, ¿verdad? —pregunta mirando hacia afuera, a donde está sentado en una silla. —No a nadie que no conozca, incluso entonces, él no habla de eso. Fui la primera a la que le dijo desde que sucedió. Sus ojos están bajos, hay una cerveza en sus manos, pero no la está bebiendo. Parece perdido. Siempre parece perdido. Solo esos momentos libres conmigo son la única vez que no parece perdido en sus pensamientos. —Espero que sea bueno, Kee. Quiero esto para ti. Quiero a alguien que ponga esa sonrisa en tu rostro. La he echado de menos. Me inclino y la abrazo antes de que ella una su brazo con el mío y volvamos a la piscina. La suelto y veo a Katie ahora en la piscina con Brice. Está coqueteando con ella, y en realidad es bastante lindo. Camino detrás de Khol, con su cabeza todavía baja y sus puños apretados. —No te olvides de respirar —susurro contra sus labios y me besa suavemente. Siento su aliento en mí. Se pierde tanto, perdido en ese océano de su mente, y a veces, cuando lo veo así, me temo que no volverá a mí o, lo que es más importante, seré arrastrada con él.
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20 Khol Tales e insignificantes palabras devuelven el aire a mi cuerpo. Está inclinada hacia mí, pruebo sus labios y me traen de vuelta, de vuelta a ella, de vuelta al ahora. Los pensamientos me consumen, los de esa noche, todo el tiempo. Mi mente es como mi propio infierno personal, y solo ella parece saber cómo sacarme de él. Esta inocente chica que también está rota. Pero lentamente brillando. Y me gusta pensar que tengo algo que ver en eso. La única forma en que podría dormir era peleando, estando totalmente agotado. Ahora, puedo hacerlo sin eso si ella está ahí conmigo. ¿Se está volviendo mi droga? Creo que lo es, y temo que no la abandonaré, incluso cuando no puedo darle lo que se merece. Miro más allá de sus ojos verdes para ver a Macca acercándose sigilosamente por detrás de ella. ¿Puede dárselo él? No podría ver eso, sin importar cuanto lo querría para ella, no podría. Pero Macca nunca ha amado, no ha estado en una relación seria. Tal vez, no podría. Ella me sonríe, y el shock pasa por su rostro cuando Macca la levanta en el aire. Su sonrisa es contagiosa, le escucho reírse cuando ella grita. Macca se acerca primero, riéndose histéricamente, al final, la sonrisa se adueña de su rostro y ella nada de regreso al lado de la piscina. Piensa que lo que lleva no es sexy, pero lo es. Todo en ella es sexy. Incluso puedo ver la forma en que él la está mirando, y estoy agradecido de que ella no lo vea, porque él podría ser la mejor opción. —Ella es algo, ¿no? —Millie está de pie a mi lado. Levanto la mirada hacia ella y veo que está mirando a Keegan. Keegan ahora está fulminando a muerte con la mirada a Macca, quién la está salpicando con agua mientras sale de la piscina. —Lo es.
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—No la lastimes. —Me sonríe y después se marcha. Casi me olvido de Brice, quién está hablando con la amiga de Keegan, Brice es un ligón profesional, nunca puede estar con una chica por demasiado tiempo. Quizás debería advertirlas, o tal vez no. Tengo que pelear esta noche. Normalmente no estoy registrado. Generalmente solo aparezco para pelear con quienquiera que esté allí. Esta noche, sin embargo, es diferente. Macca vio el dinero que estaba haciendo conmigo, y de vez en cuando me reserva para luchadores bien remunerados. Estaba pensando en cancelarla, pero ya ha estado planeado por al menos seis meses. Macca estaría cabreado. Keegan va a pasar por delante de mí y tiro de ella hacia abajo, así se sienta entre mis piernas. —Tengo que trabajar esta noche. Su cabeza está descansando sobre mi hombro, se inclina para mirarme con el ceño fruncido. —¿En el club? —Asiento—. ¿Peleando? —pregunta destacándolo. Segundo asentimiento —Puedes venir. —¿Y verte pelear? —Sí. —No fue lo mejor para mí la última vez. —Soy bueno, nunca pierdo. —No es eso, es la pelea lo que no me gusta ver. Causar dolor en el otro por tu propio beneficio o dinero, no me gusta. —Me ha ayudado, Keegan, cuando nada más ha sido capaz de hacerlo. —Se da la vuelta, por lo que está recostada sobre mí y mirando a la piscina. —Iré. Sin embargo, no puedo prometerte que me quedaré para toda ella. —Sabes dónde está la oficina. Si es demasiado, puedes ir allí. —Tengo que trabajar mañana, por lo que solo regresaré a mi casa. Puedo sentirla alejarse. No me gusta, para nada. —Es la última… No tengo otras reservadas. —Bien. —Suena como si no me creyera. Yo tampoco me creería. ***
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Ella quiso venir por su cuenta. Se marchó de mi casa con Millie, pero prometió que todavía vendría. Brice comienza a envolver mis manos, tengo los audífonos con música atronadora en mis oídos. No me gusta hablar antes de salir ahí. Quiero estar en mi propio espacio mental, perdido en este. Quiero deshacerme de todo, y la única forma de hacerlo es golpear hasta que esté tan cansado que no pueda pensar en nada ni en nadie. Me da un golpe en el hombro, y miro hacia arriba para ver a Keegan parada en la puerta. Lleva puestos unos vaqueros y una camisa. No está vestida para el club, pero, aun así, la mirarías dos veces si te cruzaras con ella, porque todavía puedes ver cada curva, cada ángulo de su cuerpo. Sus grandes ojos miran mis manos, después suben para encontrarse con mis ojos. ¿Estoy enamorado de ella? —Estoy aquí —dice suavemente. Brice la saluda con la cabeza mientras sale de la habitación después de decirme “cinco minutos”, y cierra la puerta tras él. —Está animado ahí afuera. —Sí, las peleas atraen más clientela de lo esperado. Tiembla, pero sonríe cuando me mira. —Probablemente debería irme y esperar ahí afuera. Buena suerte, ¿es eso lo que se supone que diga? —Está nerviosa, su labio se mete en su boca y muerde el inferior antes de liberarlo. —Estará bien, Macca cuidará de ti. —Justo cuando digo su nombre, él abre la puerta y entra, mira hacia Keegan y luego hacia mí—. ¿Puedes cuidar de ella? Asiente, y ella se gira y sale por la puerta, dejándonos solos. —No quiere estar aquí —dice con claridad. —Lo sé, pero no la quiero en casa. Su ex se pasó anoche. —Mierda, ¿por qué no dijiste nada? —Ella no quería que hiciera nada. —Ella no dijo que yo no podía hacer nada. —Sonríe. Y yo sonrío por que Macca es un hijo de puta mortal. Se retira, cerrando la puerta detrás de sí. Vuelvo a colocarme los audífonos y silencio todo lo demás fuera y a mi alrededor, y me concentro solo en mis pensamientos. No la veo cuando salgo. No suelo ver a nadie, pero esta noche, sorprendentemente, estoy buscándola. El público grita y veo que el otro luchador ya está en el ring. Lo miro sorprendido de que nunca lo había visto, aunque suelo no querer saber nada sobre ellos antes de luchar contra ellos, porque realmente no me importa si pierdo. Aunque eso nunca ha pasado,
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este tío es más grande, lo que significa dos cosas: sus puños van a doler y va a ser lento. Entro en el ring, mi camisa esta fuera rápidamente y llevo puestos pantalones sueltos que cuelgan sobre mis caderas. Me giro para ver a Brice junto a la jaula. Echo un vistazo alrededor pero no la veo en ninguna parte. Brice señala cuando bajo la vista hacia él, sigo su dedo y la veo escondida en la esquina trasera. Macca está de pie a su lado y susurrando en su oído. Me ve mirándola y se para más recta, sus ojos van al hombre en el ring conmigo, después de regreso a mí, puedo ver la preocupación en sus ojos. Temo que tenerla aquí me va a distraer. Normalmente no me importa quién está aquí, pero ella me tiene preocupado. La campana suena fuertemente, mi adversario llega a mí más rápido de lo que pensé que fuera posible para él. Me las arreglo para esquivar su primer golpe, aunque no el segundo, el cuál aterriza directamente en mi costado, dejándome un poco sin aliento. No fue tan duro como esperaba, tal vez el siguiente lo será. Esperaba escaparme de él. Como cada vez que estoy aquí, una nube de humo negra toma el control, y soy transportado de vuelta a esa noche. La única que me acosa cuando veo su rostro, su hermoso rostro, y siento el puñetazo que lanza el hombre, pero no importa, porque me lo merezco, merezco ser castigado. Después siento el segundo, entonces veo su cara, la dulce cara de mi sonriente ángel, su sonrisa podía iluminar la habitación entera. Llega el tercer golpe, y esas dos imágenes se vuelven borrosas. Escucho su grito, no el de Anika, no, escucho el grito de Keegan. Entonces comienzo a golpear, golpeo hasta que siento los huesos rompiéndose por debajo de mis manos, golpeo hasta que lo dejo en el suelo, queriendo que esas dos imágenes vuelvan. Las quiero de regreso. —Fuera —grita Macca en mi oído. Tira de mí hacia atrás y quiero golpearlo también. Sabe que no debe entrar en el ring, sabe que no debe interferir. Supongo que, de algún modo, cada vez que me subo al ring estoy esperando que alguno de esos golpes me lleve a verlas—. Tranquilo… la estás asustando. —Las ganas de pelear me abandonan. La busco, y la veo en la esquina, sus manos cubren su boca, sus ojos está amplios por el miedo. —¡Mierda! —Sí, que me vas a decir. Ella estaba gritando, y mierda si puede gritar. Me aparto para ir hacia ella, me detiene de nuevo. Sacude la cabeza. —No lo hagas, hombre. La llevaré arriba, a la oficina, tienes que limpiarte y tienes que quitarte algo de la sangre. Me marcho mientras soy palmeado en la espalda, mi nombre vitoreado por el público.
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¡Mierda! La asusté, y esa es la última cosa que quería hacer.
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21 Keegan Me toma de la mano y me tira en dirección a su oficina. Lo sé porque he estado ahí antes, pero no entiendo por qué. Le dije que quería irme, así que me toma la mano y me jala. Me arrastra a la oficina y cierra la puerta detrás de mí haciéndome saltar. El escritorio de Macca está en la parte de atrás y se sienta y veo una pequeña foto detrás de él, es de su hermana y su sobrina. No sé qué estoy haciendo aquí, no sé por qué estoy aquí. No debería estar aquí, debería estar en casa, volver a mi rutina normal, no con personas que son completamente diferentes a mí. Me doy vuelta después de estar de pie y camino hacia la puerta abriéndola y empiezo a correr. Necesito salir de aquí. Necesito ir a casa. No estar aquí. Golpeo a unas cuantas personas al salir y me las arreglo para salir por la puerta sin que nadie me bloquee. Llego a mi auto cuando la voz de Macca me detiene. —¡Keegan! —grita, mi mano se detiene en mi puerta y luego lo pienso dos veces antes de abrirla. Estoy fuera, no quiero esto. No necesito esto. No quiero el daño. Ya estoy bastante dañada. No importa lo mucho que siento por Khol, no puedo hacer esto. Simplemente no puedo. Sus demonios son más grandes de lo que podría haber imaginado. —Detente, Keegan. —Cierro la puerta y cuando arranco el auto, se abre la puerta—. Sé que me escuchaste. No puedes volver a tu casa, no es seguro. —Qué se joda la seguridad —digo tirando de la puerta, pero no se mueve. Macca se ríe de mí. Realmente se ríe y me hace enojar—. Déjame. Ir. Sacude la cabeza y se inclina al tirar de las llaves de mi auto, luego se inclina más lejos y me levanta sentándome en el lado del pasajero como si no fuera nada. —¿Qué estás haciendo? —pregunto mientras sube. Macca mueve la cabeza y arranca el auto.
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—Necesitas un auto nuevo. Esto es una mierda. —Bueno, gracias por eso, lo compré yo misma. Eso me hace sentir genial. —Cruzo los brazos sobre el pecho mientras se mueve a dos calles del club, entrando en un barrio más pequeño. Se detiene en una pintoresca casita y apaga el auto, toma las llaves y sale. Me quedo ahí sentada preguntándome qué estamos haciendo ya que él no me dice nada, solo camina hacia la puerta. Me mira una vez mientras abre y me dice que vaya. Sacudo la cabeza. Quiero irme a casa. ¿Por qué es tan difícil de entender con estos tipos? Puede que le tenga miedo a Jamie. Bien, algo aterrorizada. Pero ahora soy más fuerte. Puedo decirle que no. Llamaré a la policía. Macca desaparece en la casa. Me pregunto cuánto tiempo me llevaría volver a casa caminando cuando vuelve a la puerta con una bebida en la mano y la levante hasta sus labios. Me mira y de nuevo me hace señas hasta que finalmente salgo. No es como si pudiera ir caminando a casa, es demasiado lejos, aunque realmente quiero intentarlo. Camino al frente y entra antes que yo y se detiene hasta que entro cerrando la puerta detrás de mí. —Por favor, dime que no irrumpiste aquí —pregunto. La casa está bastante vacía, me recuerda a la mía, pero es mucho más cara. El suelo es de madera oscura, las paredes son de color crema. Los rasgos negros están por todas partes. En la sala de estar hay solamente un asiento, un sofá negro y una televisión. Igual que el mío otra vez, pero mi sofá no costaría ni un cuarto de dólar más que éste. —No, esto es mío. Nada como la de Khol, lo sé. No tenía a mi hermana para decorarla. —Se ríe al pasar por delante de la sala y abrir una puerta trasera. Unas cuantas sillas se sientan en un balcón y hay una chimenea en el centro. Hay mantas sobre las sillas. Es algo lindo. —Eres un hombre que da miedo, Macca. —Me siento en el asiento opuesto al que él toma y él me vigila por encima de su copa. —¿Por qué dirías eso, Kee? Me ruborizo. Además de Katie, nadie más que mi familia me llama Kee. —Creo que me asustas más que Khol. —Es verdad, lo hace. Tiene una vibración sobre él como si pudiera romperme el cuello si quisiera y marcharse como si no le importara en el mundo. Lo que me hace preguntarme, ¿por qué demonios estoy sentada aquí? Por alguna razón, no me siento insegura cerca de él, sí, me asusta, pero no creo que me haga daño.
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—Esa es una cosa inteligente, ten miedo, Kee, porque no soy solo cachorros y arcoíris, estoy lejos de eso. Khol es más seguro que yo, vendrá a casa todas las noches, ése es el tipo de hombre que es. Así era él. —¿No lo harías, por la persona adecuada? Coloca su vaso en el suelo y se enrolla las mangas de su camisa. Veo la tinta que siempre está escondida. —Probablemente no. Siempre he estado primero, me gusta estar primero. —¿Por qué estoy aquí, Macca? Se recuesta en su silla frente a mí. —Porque no podía dejarte ir a casa. —¿No tienes trabajo que hacer? Veo sus labios retorcerse. —Cállate, Kee. Hablas demasiado. —Jódete. —Otra vez con las palabras groseras. ¿No sabías que no es muy femenino? —Solo salen a tu alrededor —digo cruzando los brazos. Sí, nunca maldigo tanto. Lo había hecho antes de casarme, pero Jamie dijo que era desagradable, así que tuve que dejarlo. Deje de hacer mucho por ese hombre, pero nunca más. —Bueno, hazme cosquillas en mi polla rosa, es un maldito honor que yo saque a relucir lo malo de ti. Me rio, como una carcajada en realidad. Me agacho y sostengo mi estómago. Todas las preocupaciones de esta noche se van con las risas. —Hazlo otra vez. Hazlo de nuevo —dice observándome. Sacudo la cabeza y me siento y miro al cielo. —Quiero irme a casa, Macca. —¿Mi compañía apesta tanto? —Solo quiero irme a casa. Lo oigo pararse y lo miro. Me está ofreciendo su mano para ayudarme a levantarme. La tomo y él me levanta. Justo cuando me paro frente a él, los pasos retumban por la casa después de que la puerta principal se cierra de golpe. Los dos miramos y notamos a Khol entrando, muy enojado. Macca me empuja detrás de él y yo agarro su camisa y me quedo ahí. —¿Tú te la llevaste? —Su voz es severa. —No, ella corrió, la detuve y la traje aquí.
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—Si ella no estuviera detrás de ti te golpearía. —Macca da un paso al frente, pero agarro su camisa intentando detenerlo. —Keegan, ven a casa conmigo. —Quiero que me dejen en paz. Quiero volver a mi casa... sola... —Miro más allá de Macca para ver los ojos de Khol perdidos otra vez. Cuando se pierde, se vuelven del más claro verde del mar y es más fácil saber cuándo está enojado. —No es seguro. —Es seguro para mí, Khol. ¿Es seguro para ti? —le digo de vuelta. —Necesito dormir a tu lado. Me acerco más a él. —No, no lo necesitas. Tuviste tu pelea, deberías dormir bien. —Keegan... —Necesito tiempo para pensar, necesito… —Levanto mi mano y la paso por mi rostro—... tiempo para estar sola. He estado contigo sin parar durante semanas, Khol. Mira de mí a Macca, quien olvidé que estaba allí. No digo ni una palabra más cuando me marcho, paso a su lado para encontrar mi bolso al salir. No espero que ninguno de los dos diga algo mientras me voy, no quiero oír nada más de ninguno de los dos. ***
Macca ¿Qué me está pasando? ¿Cómo hace que mi estómago vuele? ¿Cómo me hace pensar en nada más que en ella? Y ese temperamento, eso es solo para mí. Siempre me hace sentir así. Qué. Carajos. ***
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Keegan Mi celular se queda apagado, ni siquiera me molesto en cargarlo. Al día siguiente, cuando voy a trabajar, llego temprano y empiezo la planificación. Para cuando termino, Millie entra y me mira con confusión, ya que no estaba previsto que estuviera aquí tan temprano. Se supone que hoy tengo que estar en el turno de la tarde. Le sonrío y salgo por la parte de atrás para empezar a limpiar allí, la oficina no se ha limpiado desde hace mucho tiempo, nunca ha sido una prioridad. Así que después de pasar una hora allí adentro limpiando la basura y fregando las superficies, Millie entra y se abre la boca. —De acuerdo, escúpelo. Sacudo la cabeza y empiezo a limpiar el escritorio de nuevo, aunque probablemente ya lo haya hecho más de una vez. —Ahora, Keegan. Sacudo la cabeza otra vez y ella se va. Oigo la puerta cerrarse cuando se va. Me siento en el suelo, no me molesto en limpiar más, estoy demasiado perdida en mis pensamientos. No sé qué hacer. Pensé que podría manejarlo todo, luego lo vi por lo que realmente era. Está perdido, ya no quiere estar aquí. Está más que feliz de dejarnos a todos mañana. Tal vez eso es lo que me advirtió Macca, que es un riesgo de fuga. Se necesita mucho para mantenerlo en tierra. ¿Soy su nuevo subidón? La puerta se abre de nuevo, Millie se queda ahí con las manos en las caderas. —Los chicos están aquí para el almuerzo. Preguntan por ti. —Me arrastro hasta la puerta sobre mis manos y rodillas para echar un vistazo. Desde la oficina puedes ver sus asientos. Me doy cuenta de que ambos están sentados en sus lugares habituales, uno enfrente del otro. —No, diles que no estoy aquí. —Demasiado tarde, vieron tu auto. ¡Mierda! —Diles que salí con una amiga. —¿Qué amiga, Kee? No tienes ninguna aparte de las que están aquí. ¡Mierda! Ella tiene razón. Soy una persona triste. —Invéntate algo, Millie, por el amor de Dios, carajo.
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Sus ojos salen de su cabeza. —Vaya... ¿quién diablos eres tú? ¿Esa es la vieja Kee saliendo a jugar? ¿Quién la sacó? Sacudo la cabeza y me arrastro hacia atrás para no poder verlos más. Macca lo hizo, Macca me hace enojar y querer insultarlo. No se lo digo porque ni siquiera sé por qué lo hace. Ella resopla y sale cerrando la puerta. Me quede en el suelo y espero. Poco después se vuelve a abrir la puerta, esta vez es Khol quien entra por ella. Sus ojos no están tan perdidos hoy. Cierra la puerta y se desliza por ella para sentarse frente a mí. No hablo con él, solo espero que diga algo primero. —Creo que me estoy enamorando de ti, Keegan. Mi aliento me deja y una lágrima cae de mi ojo. —No lo haré, Khol. No importa qué... no seré yo. ¿Es eso suficiente? ¿Será suficiente... para mí? Mira hacia el suelo y luego hacia mí. —Puedo intentarlo, Keegan... puedo intentarlo. Dime, sin embargo, ¿es lo mismo para ti? ¿Lo sientes? —Lo siento. Pero intento detenerlo, Khol. Quiero que pare. —Déjame intentarlo, déjame ver si soy suficiente para ti. Quiero serlo, de verdad. Nunca pensé que miraría a otra mujer, Keegan, y mucho menos volvería a decir esas palabras. —Lo sé... lo entiendo. —En serio, de verdad. La amaba de la misma manera que yo quiero que alguien me ame a mí—. No puedo verte pelear de nuevo, y para ser honesta, tampoco quiero verte después. No te pediré que pares nada de lo que haces porque no es mi lugar, solo te pido que no me lo traigas. —Puedo hacer eso. —Se pone de pie y me ofrece su mano, la tomo y me levanta, me da la vuelta, por lo que estoy de pie donde estaba contra la puerta, y me empuja contra ella. Su boca toca la mía, me besa y lo dejo. Sus manos se deslizan sobre mi cuerpo, lo dejo porque no puedo decir que no. No quiero decir que no. Lo quiero todo de él, todo lo que quiere dar, y lo quiero ahora. Mi mano toca la puerta y la cierra con llave. Me quito mi camiseta y desabrocho mi sostén, se desabrocha los pantalones tirando de ellos hacia abajo y luego extiende su mano para tocar suavemente mi clítoris. Siempre es dulce, tiene cuidado de no hacerme daño. Pero a veces lo quiero más duro. Quiero esa loca pasión que viene con el sexo duro. No lo estoy obteniendo de él. No me malinterpretes, el sexo es fabuloso —es genial, es lo mejor que he tenido— solo quiero más de él. Así que le clavo las uñas en la espalda. Quita la mano y se desliza dentro de mí, mi cabeza golpea contra la parte trasera de la puerta, mis manos agarran sus hombros y yo empiezo
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a moverme hacia arriba y hacia abajo cada vez más rápido. Me muerde el hombro y quiero que lo haga más fuerte y rápido. Mi cabeza cae a la suya, nuestra respiración se empareja mientras ambos bajamos, envueltos el uno en el otro. Mi cabeza cae sobre su hombro, mi aliento se ha ido y me pregunto si estoy haciendo lo correcto. ¿Debería darle mi amor? ¿Todo eso? Ya se está filtrando, queriendo capturarlo, pero estoy tratando de retenerlo, pero es como una serpiente que quiere escabullirse entre mis dedos. Tengo miedo de dejarlo ir, por si la serpiente muerde y eventualmente me destruye. —Por favor, quédate conmigo esta noche —ruega mientras se retira y me viste. Todo va tan rápido que ni siquiera nos hemos tomado un descanso el uno del otro. ¿Pero cómo se dice que no? Así que no lo hago. —De acuerdo. Me besa la nariz y se sube los pantalones mientras termino de vestirme. Cuando abro la puerta, Katie está parada ahí. —He estado tocando. —Ni siquiera la escuché. —Estábamos hablando. Sonríe y sabe que estoy mintiendo. —Bueno, entonces volveré. —Se vuelve y entra en la cocina. Dios mío, acabo de tener sexo en el trabajo. —Volveré a buscarte. —Asiento y miro cómo sale por la puerta. Katie vuelve a meter la cabeza cuando lo ve salir. —Tú eres una zorra —se burla, pero se ríe mientras lo dice—. ¿Es bueno? Dime que folla como un animal. —Katie —le advierto, pero se encoge de hombros. —¿Quieres oír la peor frase que se haya inventado? Brice me la acaba de decir, y bueno, me reí en su cara. —Asiento esperando a que continúe— . Bien, ¿y qué comió el hombre del gallo de veinte centímetros para cenar? —¿Qué? —No lo sé, ¿por qué me preguntas a mí? No puedo evitar reírme. —En serio, ¿has oído algo peor? Ese hombre es terrible. Dime que los otros dos no son tan malos como él.
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—No, no lo son. —En realidad son completamente diferentes, en todos los sentidos. Ninguno de los dos es igual, ambos son peligrosos, ambos de diferentes maneras.
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22 Khol Las palabras que dije eran verdad, y en realidad se sintió bien decir que no me inmovilizaron como pensé que lo harían. No quiero perderla, quiero mantenerla. Una noche sin ella probó que no puedo perderla. La necesito. Macca está de regreso en la oficina cuando entro, y levanta la mirada, esperando que hable. No sé qué decir, no sé cómo decirle que puedo estarme enamorando. Se siente como una puñalada en mi estómago decirle eso, porque siempre he amado solo a su hermana. Ella estuvo allí para mí. Habría sido feliz por siempre amándola por el resto de mi vida. Pero no funcionó de esa manera. —Hoy voy a ir allí. —Sé de qué está hablando, va cada semana a colocar flores nuevas en ambas tumbas. Las veo cada vez que voy allí. No voy con nadie, no puedo. Me gusta estar solo cuando las visito, porque duele muchísimo más cada vez. Irse es la peor parte, a veces no me iba al principio, pasé mucho tiempo encerrado por no irme. La policía me conoce ahora por mi nombre, y no tiene nada que ver con mi pelea, lo que creo que nos sorprendía a ambos. Asiento hacia él. —Brice quiere salir en una cita doble esta noche, alguna mierda sobre un compinche, y porque no tiene amigos, tengo que acompañarlo. Niego con la cabeza hacia él. Brice y su polla, siempre piensa con ella. —Diviértete. —¿Quieres venir? —No, voy a recoger a Keegan. ¿Le digo? Levanto la mirada para verlo observándome. —Le dije que creo que me estoy enamorando de ella. —Se ve sorprendido, pero no dice nada al principio—. No quiere verme pelear nunca más.
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—No puedes culparla, Khol. Ni siquiera conozco el alcance de su pasado, pero supongo que ha compartido algo contigo. He visto las cicatrices en su cuerpo, ¿supongo que procedían de él? —Asiento en respuesta. Una paliza era lo mínimo que ese bastardo debió haber conseguido de mí, debí haber hecho más—. ¿Por qué no lo has matado todavía? —Ella me pidió que no lo hiciera. —Voy a ver a mi hermana y a mi sobrina. Mis ojos se cierran cuando esas palabras se filtran en mí. Él solía decir eso cuando yo venía a trabajar, y últimamente las dice cuándo va a la tumba de ellas. No le digo que eso me duele, hablar de ellas como si realmente las fuera a ver. Es su hermana, no es mi derecho, ya que la amó primero. Termino algo de papeleo y me dirijo a casa para limpiar antes de recoger a Keegan. Puedo haber roto algunas cosas anoche después que ella se rehusara a regresar conmigo. Atravesé la puerta y destrocé cualquier cosa que estuviera cerca. No podía dormir, la necesitaba. Cuando vuelvo a casa, levanto la mirada hacia las escaleras hasta la habitación en la que no había estado durante un verdaderamente largo tiempo, esa con la puerta que nunca se ha abierto. Cada escalón de esas escaleras es una tortura. Mi mano toca el pomo de la puerta. No he entrado a esta habitación desde la noche que fue cerrada. Le advertí a todo el mundo que no entrara. No lo hicieron. El olor me golpea primero, es su olor. La cuna rosa de Joan está exactamente donde siempre estuvo, más cerca a la pared. Su mesa de cambios todavía tiene todos los pañales y toallitas en ella, sus juguetes todavía están esparcidos en el suelo. Mi corazón se rompe una vez más, solo de entrar aquí, pero no puedo mantenerlo cerrado por siempre. No se está honrando su memoria al hacerlo. Ella era la luz para todos aquellos a su alrededor. Su risa haría sonreír al peor de los hombres. *** Estaciono frente a su trabajo, está esperando junto a Katie mientras se ríe por algo que ella está diciendo. Me ve y besa a Katie en la mejilla, luego camina para subir al automóvil. Me quedé en la habitación todo el día, sin ser capaz de moverme hasta que tuve que salir para recoger a Keegan. Cerré la puerta al salir, y dolió hacerlo. No puedo regresar allí por el momento. Así que estoy contento de ver que Keegan no está vestida con su ropa de trabajo cuando entra. Porque necesito estar en cualquier otro lugar en este momento. —¿Estás bien? —pregunta, estirándose para tocar mi mano sobre la palanca de cambios del automóvil.
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—Lo estaré. —Salgo y conduzco hasta un restaurante al que acostumbro a ir. Se eleva imponente al nivel del suelo y rota mientras comes. Keegan se ve sorprendida cuando salimos. —¿Vamos a ir allí arriba? —pregunta, apuntando a la cima. Asiento y me sigue al ascensor. Es uno de cristal, así que cuando subes, puedes ver el brillante cielo nocturno. El parpadeo de las luces en verdad es asombrosamente hermoso cuando miro afuera, sobre la ciudad. Envuelvo mis brazos alrededor de ella y la sostengo fuerte, y cuando el elevador finalmente llega a una parada, salimos hacia el área de recepción. —Khol. —La anfitriona asiente y nos guía a través de las mesas. El dueño es alguien que frecuenta mi club y siempre me ha dicho que una mesa estaría preparada en cualquier momento que la necesitara. Observo a Keegan mirar por todas partes, su mano agarra la mía y se agarra fuerte. —¿Te gusta? Me mira, sus ojos verdes brillando de una manera hermosa debajo de la luz tenue. —Sí, pero tengo que contarte un secretito… le temo a las alturas. —Te mantendré segura —susurro en su oído. —Más te vale… —Me da un codazo. Estamos sentados y elijo el asiento más cercano al cristal. —Entonces, ¿estamos en una cita? —pregunta, mientras le da una mirada al menú. —Supongo que lo estamos. Levanta una ceja. —¿Podrías haber probado… preguntarme oficialmente? ¿En lugar de secuestrarme? —Prefiero secuestrar. Lo haré con frecuencia, así que espéralo. Sonríe mientras mira por encima el menú. —Te estoy advirtiendo, voy a tener dos postres diferentes —dice con emoción. —¿Solo deberíamos ordenar postre, uno de cada uno? —¿Podemos hacerlo? Encojo mis hombros y llamo a la camarera antes de agarrar su menú y entregárselo a ésta. —Tomaremos uno de cada postre. —La camarera no cuestiona, solo asiente y sonríe mientras se marcha. —Esto es muy emocionante. —Aplaude.
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No mucho tiempo después de que el primer postre llega, la camarera vierte chocolate sobre una flor y florece. Los ojos de Keegan se amplían mientras la observa. Luego la camarera se va y Keegan levanta la mirada hacia mí. —Es muy linda. No sé si pueda comerla. —Levanto una de las cucharas y la hundo, ella jadea y aparta mi mano de una palmada. —La arruinaste. —Viene más. —Justo cuando digo eso, dos postres más llegan a la mesa. Está tan emocionada que solo me echo hacia atrás en el asiento y la observo mientras come. Pensando en cuán hermosa es, y cómo cuando está cerca, de alguna manera el mundo se equilibra y no me siento tan perdido.
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23 Keegan Miro impotente mientras él sale, Macca está parado a mi lado haciendo exactamente lo mismo, mirando a Khol con sus puños apretados. Esos puños me asustaron una vez, pero ahora sé todas las cosas que esas manos pueden hacer. Y qué tiernos son cuando me tocan como si pudiera romperme en cualquier momento. No ha peleado por unas semanas ahora. Me parece ser su salida, él y yo en el dormitorio. No se da cuenta de que me ayudó a sanar, me hizo creer que soy más que suficiente, la forma en que sus manos me acarician como si fuera la persona más deseable en su presencia. Incluso en la forma en que esos ojos verdes marinos me miran. Todavía puedo ver la pérdida en ellos, escondida debajo, pero ya no es tan difícil de mirar. De alguna manera, es como si ya estuviera acostumbrado, y que no importa cuál sea esa pérdida, siempre brillará intensamente en sus ojos. Y estoy de acuerdo con eso ahora. Doy la vuelta para mirar a Macca, cuyos ojos marrones sostienen algo más, esperanza. La forma en que me mira me hace querer mirar hacia otro lado. Puedo ver algo allí que no quiero admitir. No quiero reconocerlo. Pero definitivamente está ahí. Se puede decir tanto con los ojos, y tanto no se puede. Khol se da vuelta mientras abre la puerta, levanta su labio y puedo ver la sonrisa que se dibuja en su rostro. Quiere liberarse. Nos mira a ambos mientras estamos allí de pie, y solo sonríe, es una de las primeras reales que he visto en su rostro. Y cuando miro a Macca, su sonrisa coincide con la sorpresa. Supongo que ha pasado mucho tiempo para que él también vea esa sonrisa. Khol niega con la cabeza y se va. Me quedo allí mientras la puerta se cierra, mientras la mano de Macca cae sobre mi hombro. —Gracias. —No hice nada. Sus labios se levantan y él niega con la cabeza.
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—No tienes que hacer nada, solo tienes que ser tú. —Camina de regreso a su oficina y me acerco a la puerta para ir al trabajo. Veo la parte trasera del auto de Khol mientras se marcha. El negro no es difícil de perder, es un hermoso auto. Miro a la izquierda y luego cruzo la calle. Ahí es cuando lo escucho, un ruido tan fuerte que lastima mis oídos. Un ruido que nunca volvería a escuchar. Pienso en la tortuga en ese momento, en su caparazón duro, en lo fuertes y duros que son. ¿Por qué las personas no pueden ser como tortugas, hermosas tortugas? Como la del zoológico, que cuando está asustada se esconde en su caparazón hasta que se siente segura. Tortugas que pueden vivir durante años y años y siempre tienen su propio lugar seguro. Tortugas, qué concepto más raro. Me giro lentamente, la gente grita, los autos hacen sonar la bocina hacía mí para moverme. Pero mis pies permanecen plantados exactamente dónde están, sin querer moverlos ni un poquito. Siento que mis rodillas se debilitan, luego doy vuelta porque tengo que hacerlo. Tengo que girarme, aunque no quiera. Entonces mis piernas corren, incluso en su estado debilitado, corren lo más rápido que pueden. Porque mi mente sabe que tiene que hacerlo, tiene que llegar a esa área, tiene que hacerlo. Antes de darme cuenta, estoy parada frente a su auto. Trato de mirar hacia otro lado, pero como dice el refrán, simplemente no se puede ver un accidente automovilístico, y no importa cuánto trate de mirar hacia otro lado, no puedo. Escucho las sirenas acercarse, veo el auto aplastado, y apenas puedo notar la forma que alguna vez fue su hermoso auto. Avanzo, lentamente, siento como si estuviera caminando por primera vez. Como cuando nace un potrillo y cómo tropieza tratando de encontrar su dirección. Alcanzo su ventana, puedo verlo claramente ahora, pero está cubierto de tanta sangre. Mi mano lo toca, luego retrocede, porque ahora mi mano también está cubierta en sangre. Algo que encuentro extremadamente extraño de ver cuando no es mía. Estoy acostumbrada a ver mi propia sangre, no la de alguien más. Miro mi mano, preguntándome por qué hay sangre allí. No parece haber ningún ruido, pero puedo escuchar claramente un fuerte golpe en mis oídos. Siento como si cada brizna de aire se hubiera eliminado de mis pulmones, y ahora estoy luchando por inhalar, exhalar, por hacer cualquier cosa que no sea estar aquí. Puedo escuchar a la gente gritarme, diciéndome que me mueva, pero no puedo, tengo que ver, tengo que saberlo. Me acerco de nuevo, su cabeza está en el volante, su hermoso cabello ahora está cubierto, y todo lo que puedo ver es rojo. Alcanzo su cuello para controlar el pulso, puedo oírme decir su nombre una y otra vez, pero suena amortiguado, y se siente como si esa voz no me perteneciera.
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Mi mano toca su sangre caliente otra vez, luego sostengo mis dedos sobre su cuello esperando ese tic, ese pulso, pero no llega nada. Mi mano cae, igual que yo al camino de asfalto. —Señorita... señorita... tiene que moverse. Manos están tocándome, agarrándome. Luego, un par de manos me envuelven y me recogen como si no pesara nada, como si fuera una muñeca de trapo o una marioneta en un conjunto de cuerdas. Conozco ese olor, mi mano se extiende para tocar su rostro, puedo sentir las lágrimas goteando en el mío. Mancho de sangre todo su rostro. Me disculpo, olvidando que estaba en mis manos mientras me llevaba al costado del camino. Luego se deja caer al suelo, abrazándome con fuerza mientras observa. Puedo ver la ira, el miedo, la lucha por hacer algo mientras mira. No puedo mirar, así que lo miro en su lugar. Sé cuál será el resultado de esto, sé que qué Khol no va a salir de ese accidente automovilístico. La camioneta que lo golpeó destrozó su auto y a él. —Es irónico —digo, luego cubro mi boca, afortunadamente Macca no me oye. Agarro su camisa y lo abrazo con más fuerza. El camino está siendo bloqueado, se les dice a las personas que se vayan. Simplemente no podemos hacerlo, no podemos movernos. No importa cuánto lo intentemos, estamos atrapados en un ciclo continuo de películas que no se apaga, y somos la audiencia. No sé cuánto tiempo permaneceremos atados a ese punto. Las manos de Macca no han parado de moverse, siguen acariciando mi cabello, arriba y abajo, arriba y abajo. No le impido hacerlo porque es reconfortante, pero también porque puede ser reconfortante para él. Creo que estoy entumecida. ¿Eso es algo? ¿Estar entumecida? ¿Te entumece sentir que no hay mañana? ¿Se siente como si todo fuera insípido, sin color o sonido? ¿No debería estar llorando? ¿No debería sentir algo? ¿Cualquier cosa? Intento sentir algo, pero lo único que puedo sentir es que mi corazón late con fuerza y ni siquiera me muevo. Mis entrañas están llorando, pero no escapan lágrimas de mis ojos. —¿Qué carajos? —Los dos miramos al mismo tiempo, los ojos de Macca se congelan sobre mi cabello. Brice nos está mirando, también está cubierto de sangre. ¿Cuándo llegó él aquí?
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No recuerdo haberlo visto. Su rostro está rojo, sus ojos vidriosos. —Está muerto... malditamente muerto. Sus manos tiran de su cabello, nos busca por una respuesta que no podemos darle, y mucho menos hablarle. Las manos de Macca caen de tocarme, y le miro y veo una mirada distante en sus ojos. Subo de su regazo y me pongo sobre mis manos y rodillas. Brice toca mi hombro para ayudarme a levantarme, pero no quiero estar de pie en este momento. Si estoy de pie, le temo a la realidad que viene con eso. —Macca —dice Brice. Miro a Brice, luego a un lado a Macca. Macca se para, nos mira a ambos y deshace uno de los botones superiores de su camisa. —Cuídala… —Deja de hablar y luego se va. Hay ira en sus zancadas. —Mierda, tengo que ir tras él. —Brice me mira impotente. Veo a Millie corriendo por la calle, ella se da cuenta y se detiene. Brice ve a Millie y luego me mira. —Él va a matar a alguien, tengo que irme. Sus palabras no parecen tener ningún sentido, pero asiento como si entendiera. Se va hacia donde Millie me está mirando en estado de shock, luego se detiene y mira hacia mí. —No vayas lejos, ¿de acuerdo? No respondo. En cambio, solo lo miro fijamente. Mi boca no formará palabras, mi cerebro no está registrando oraciones para hablar. Millie toma medidas cautelosas para llegar a mi lado. —Kee... —Se arrodilla así que está cerca de mi rostro, su mano aparta mi cabello de los ojos—… Kee, tienes que levantarte. Niego con la cabeza. No, no quiero estar de pie, quiero quedarme donde estoy. —Kee, por favor. —Escucho las súplicas en su voz, pero no me importa. Realmente no me importa en este momento. No me importa si Macca pudiera estar matando a alguien. No me importa que estoy asustando a Millie en este momento. Simplemente no me importa. No me importa No. Me. Importa.
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—Ella no se ha movido, necesito que la muevas. Manos se cierran a mi alrededor, y miro hacia arriba y me doy cuenta de que es de noche. ¿Cuándo pasó eso? Era solo la hora del almuerzo hace unos momentos. ¿Cómo se oscureció? Miro el sitio que será marcado en mi mente para siempre, y veo que todo está claro. Es como si nada hubiera pasado. ¿He estado en este mismo lugar todo el tiempo? ¿Dónde está Khol? Khol, que estaba tan roto. No creo que nadie pueda curar el dolor que mantuvo enterrado, pero vi atisbos, destellos que eran increíblemente hermosos. Ahora puedo ver cómo la amaba, y ella lo amaba mucho. Tal vez eso es lo que él quería, salir como ella lo hizo, y ellos están... ni siquiera puedo imaginar. El dolor que habría tenido, la ira de haberse quedado aquí en esta tierra. Ahora puedo sentirlo, puedo sentir una pizca de ese dolor que ha soportado durante los últimos cinco años, y me pregunto cómo sobrevivió. Manos me recogen como si no fuera más ligera que una niña. Lo huelo de inmediato, conozco su aroma, es fuerte pero muy relajante. Su mano cepilla mi cabello otra vez. Lo miro para ver las marcas en su rostro y sus manos están magulladas. ¿Mató a alguien hoy? —Sí —dice, sorprendiéndome. Millie nos mira como si no pudiera creer su respuesta. —Está bien —digo, luego vuelvo a apoyar mi cabeza en su pecho. Cierro mis ojos y quiero que me lleven a otro lugar. Cualquier lugar menos aquí. Necesito escapar. —¿Está a salvo contigo? —pregunta Millie. —Siempre. Esa respuesta parece apaciguarla porque siento que besa mi frente y dice: —Adiós. —Luego nos estamos moviendo.
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24 Macca No mentí cuando le dije que había matado a alguien, lo hice. Y se sintió bien por esos pocos momentos tomar la vida de alguien que no merecía respirar. El cabrón no merecía vivir, así que tomé su último aliento, con tanta facilidad como todos los que amo han sido arrebatados de mí. Fue tan fácil como respirar ver cómo se le escapaba la vida y se extinguía. Se sintió bien, demasiado bien perderme y olvidar lo que acababa de pasar. Brice me gritó mientras yo sostenía su cuello, diciéndome que me calmara. Pero no me detuvo, sabía que no podía detenerme. Así que cuando estuvo hecho, pidió refuerzos para limpiar y deshacerse del cuerpo. Camino de vuelta a la escena, que ahora casi ha desaparecido, excepto por las manchas de la carretera. La encuentro exactamente en el mismo lugar donde la dejé. Acurrucada en una bola y me rompe verla así. Quisiera quitarle el dolor, para que nunca volviera. No necesita conocer un dolor de corazón como este, es demasiado buena, demasiado buena para esta mierda. Keegan se acerca a mí como si estuviera ahí para protegerla. Si lo supiera, si realmente supiera lo que acababa de hacer, huiría. La llevo a mi auto, pero se aferra a mí como si no quisiera soltarme. Veo a Brice detenerse unos momentos después, después me detengo en el mismo lugar con ella no queriendo dejarla ir y subo a la parte trasera de su auto. Nos lleva directamente a mi casa. Puedo ver que lo está matando, puedo ver la mirada en su cara. Sus ojos están rojos, ha estado llorando. Sus manos están temblando y es lo más vulnerable que lo he visto en mi vida. Khol fue una concha durante mucho tiempo, pero Brice siempre estuvo ahí para él. Puede que yo fuera legalmente hermano de Khol, pero a sus ojos Brice era su verdadero hermano. Keegan se aferra a mí, sus ojos están bien cerrados, tratando de evitar que las lágrimas dejen sus ojos, pero no está funcionando. La llevo a mi cama. No me deja ir, así que me acuesto junto a ella y espero que se duerma pronto, necesito que se duerma. Estoy cubierto de sangre, la sangre de Khol,
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así como la sangre del cabrón. Se acerca más a mí, por lo que básicamente está encima mío. Agarrándome la camisa y apretándola se queda en esa misma posición por un tiempo, hasta que siento que su agarre se afloja. Miro hacia abajo para verla finalmente dormida. La muevo despacio, voy y agarro un paño húmedo y vuelvo a limpiarle las manos. Ni siquiera se mueve cuando lo hago. Se queda exactamente dónde está. La cubro con la manta y salgo, cierro la puerta y voy a la cocina, donde saco una botella de bourbon. Me siento en el sofá y bebo hasta desmayarme. Me pregunto si lo hizo a propósito, para salirse con la suya de la misma manera que ella lo hizo. *** Me despierto con la misma ropa con la que me fui a dormir, la botella entre mis piernas y una mujer muy hermosa de pie sobre mí. Keegan me mira, sus ojos siguen rojos. —Necesito ir a trabajar. —Es todo lo que dice. Me froto los ojos y sacudo la cabeza. —No, no tienes que hacerlo. Necesitas dormir. —He dormido. Por favor, llévame al trabajo. —Baja la mirada hacia mí—. Tienes sangre por todas partes. Miro hacia abajo y me doy cuenta que olvidé asearme cuando la limpié anoche. —He llamado a un taxi... —mira afuera y suena una bocina—... tengo que irme. —No dice nada más cuando se va, dejándome sentado en el sofá, cubierto de sangre que no es mía. Recojo la botella, la miro y me doy cuenta de que queda algo en el fondo, así que también me trago eso. Vuelvo a cerrar los ojos, y lo hago de nuevo cuando suena el timbre de mi puerta. Elijo ignorarlo hasta que el sonido de los golpes viene fuerte y rápido seguidos por la voz de Brice. Me levanto y abro la puerta, Brice me empuja al entrar. —La policía ha ido a verme. No quería lidiar con esa mierda, hombre. —Camina hasta el lugar donde guardo mi alcohol y saca una botella para sí mismo—. ¡Ve a ducharte! —me grita—. No necesito el recordatorio... ve, cabeza de mierda. No discuto con él, apesto, así que podría tratar de lavar un poco el dolor mientras estoy allí arriba. Un poco más tarde, vuelvo y camino a la habitación donde Brice está sentado y me siento.
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—No quiero lidiar con nada de eso —dice Brice mientras se sienta frente a mí y lleva la botella a su boca. Ya se ha bebido la mitad de la botella mientras me bañaba. —No tienes que hacerlo, pagamos a la gente por eso. —¿Lo enterramos allí? ¿Con ellos? Mis ojos se cierran, sé que no significa nada malo, pero no ha sufrido una pérdida importante antes. Para él todo esto es nuevo. Sí, perdió a Anika como nosotros, pero no es lo mismo. Conocía a Khol desde que eran niños. —No lo sé, hombre, probablemente. —Lo vi ayer, estaba feliz. El cabrón estaba feliz. No ha sido feliz por cinco años, Macca, cinco años increíblemente largos. Entonces esto pasa. —Lo sé. —Fue ella. ¿Qué hay con ella? Sé que tú también la amas. No niegues eso tampoco. —Brice, no quiero hablar de eso. ¡Cállate! —Quiero hablar. ¡Qué mierda! ¿Qué hay de mí? ¿Lo has considerado? Quiero hablar, demonios. Mi respiración se está haciendo más pesada. No puedo lidiar con esto. —Sonrió, justo antes de... —Sus ojos se levantan con esperanza. —¿Su verdadera sonrisa? —Él la conoce. —Sí, justo antes. —Bueno, demonios. Asiento, él no ha sonreído así, desde antes... —¿Dónde está ella? —pregunta mirando alrededor. —Se fue a trabajar. —De ninguna manera. ¿Piensa que realmente puede trabajar? —Síp. —Es fuerte, sabes, lo veo en sus ojos. Todos lo sabemos. Eso es lo que nos atrajo. —Creo que la amaba —afirma Brice. Algo que todos sabíamos desde momento en que no pudo dejarla sola. La razón por la que no quise interferir, él no quería nada más que ser feliz, cualquier tipo de felicidad otra vez. Aunque fuera una fracción de la felicidad que tuvo una vez. Se lo merecía. Lo vi después de lo que pasó. También sentí muchos de sus puños después del hecho. Fui su saco de boxeo. Me parezco a ella: tenemos los
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mismos ojos y la misma sonrisa. También Joan. Así que comprendí que cada vez que me golpeaba era porque se odiaba a sí mismo y el hecho de que ya no podía estar ahí para ellas. Se culpó por demasiado tiempo. Por algo que él no pudo controlar, algo que ninguno de nosotros pudo controlar. Y lo carcomió durante años. Ni siquiera cambió la casa, era como un museo cada vez que entrabas ahí. Incluso dio instrucciones a los limpiadores para que lo limpiaran exactamente como Anika lo hacía, excepto que no tocaran sus habitaciones. —¿Crees que estará tan destrozada como él? —pregunta Brice. —Espero que no. —Porque no le deseo esa clase de tortuosa existencia a nadie.
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25 Keegan Millie está allí cuando entro. Corre y envuelve sus brazos alrededor de mí. El restaurante está abierto, pero solo los regulares están sentados. La aparto y limpia una lágrima de su ojo. —Lo siento —dice, mirándome de arriba abajo—. Kee, todavía estás usando la misma ropa. Bajo la mirada y veo algunas salpicaduras de sangre en mi ropa, pero mis manos parecen no tener ninguna. Sé que tenía sangre en ellas, y no recuerdo lavarlas. —Me cambiaré. —Tengo ropa en la parte de atrás. Camino mientras bajo la mirada a mi ropa, y antes de que siquiera llegue a la parte de atrás, estoy sacando mi blusa de un jalón, la que me puse el día anterior en casa de Khol. ¡Auch! Me detengo cuando mi blusa golpea el suelo. Mi corazón duele, realmente duele. Me está apuñalando. —Kee, ¿qué pasa? —Millie viene detrás de mí, me pasa para abrir la puerta. Se agacha y levanta la blusa que descarté en el piso. —Mi corazón, duele… me está apuñalando. Sus manos vuelan a su boca y la blusa flota de regreso al suelo. Se estira y agarra mi mano y tira de mí hacia la habitación, cerrando la puerta. Camina hacia mí lentamente, luego alcanza mis pantalones, abriéndolos, luego sacándomelos mientras me mira fijamente el corazón cubierto por mis manos. —¿Por qué está doliendo? —Siento que quiero llorar, pero las lágrimas no salen. Se han secado como el Desierto del Sahara en verano. —Nena, tienes que sentarte. Tienes que respirar profundo varias veces. —Inhalo una gran toma de aire en mis pulmones, se siente mejor, pero entonces el dolor está de vuelta inmediatamente.
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—Tengo que trabajar, tengo que llenar los saleros y pimenteros. —Voy a caminar hacia la puerta, pero me detiene y me lo impide. —Tienes que vestirte, Kee. Bajo la mirada y solo estoy en mi ropa interior. ¿Cuándo pasó eso? Me pasa un vestido negro, pero luego lo tira hacia atrás y me viste ella misma. —Kee, creo que necesitas descansar. —No, necesito trabajar. —No, Kee. Necesitas descansar. Necesitas sanar. Niego con la cabeza. Me ignora mientras continúa hablando, escucho a medias cuando habla: —Kee, estoy preocupada… Realmente estoy preocupada. Nunca te he visto así. ¿Qué hago, Kee? —Nada, déjame tranquila. —No, deberías ver tu rostro, Kee. Ni siquiera estás allí. ¿Me estás oyendo? ¿Puedes oírme, Kee? Levanto mis ojos hacia ella. Los ojos de Millie están grandes, la preocupación grabada alrededor de ellos así como en la forma de sus cejas. —Estoy aquí… —No estás. Estás en algún otro lugar, otro lugar que ha tomado una parte de ti y no quiere regresarla. —Solo necesito trabajar, Millie. Necesito esto. Necesito no pensar en este momento. No quiero hablar más… —me callo. Se siente como si acabara de correr una maratón y estuviera sin aliento. Respiro profundamente varias veces con los ojos cerrados y el corazón doliéndome. Puedo sentirlo latir, escucharlo, pero muy poco. Cuando abro, los ojos de Millie muestran tristeza. Tiene lágrimas brillando, pero no han caído de sus ojos. —Está bien, Kee. Agarra mi mano y me jala de regreso afuera, donde sigo con mi rutina, haciendo todo lo que debería estar haciendo cuando abramos. Bueno, al menos creo que lo hago. En modo robot, esa es la manera de explicarlo. Me siento como un robot, solo continuando mis tareas, pero sin saber realmente qué estoy haciendo. Sé que estoy viva, puedo sentir latir mi corazón en mis oídos, pero los ruidos alrededor de mí están apagados y todo parece muy gris y sin vida.
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—Kee, solo has estado allí alrededor de una hora —dice Millie desde el otro lado del mostrador—. Tienes que irte, estoy preocupada por ti. Parpadeo y miro la hora, pero no significa nada. El tiempo no se registra, no sé cuándo o cómo he llegado aquí. Sé que estoy en el café, pero, ¿caminé hasta aquí? ¿alguien me trajo? En este momento no tengo idea de nada, aparte del maldito latido en mis oídos. Es lo único que es consistente, ba-bum ba-bum. —Está bien —respondo y salgo directamente por la puerta del frente. Katie me pasa mientras me estoy yendo. Continúo y encuentro mi auto estacionado en la parte de atrás. Comprobando mis bolsillos por las llaves, pero parece que no puedo encontrarlas. ¿Dónde está mi bolsa? —Keegan. —Me vuelvo para ver a Sean estacionándose a mi lado, sale rápido de su auto y abre la puerta del pasajero—. Déjame llevarte a tu casa. Asiento y me subo. Me habla, pero todo lo que escucho son murmullos y ba-bum ba-bum. No respondo porque no tengo idea de qué está diciendo. Se detiene frente a mi casa. Lo miro mientras salgo, pero no lo veo realmente, entonces me bajo para subir a mi apartamento. Mientras me acerco a mi apartamento, noto que hay oficiales de policía tocando mi puerta. Me paro en seco, y alguien choca conmigo por detrás. Cuando me doy la vuelta, veo a Sean. —¿Keegan Hunt? De alguna manera la visión del policía me trae de regreso al aquí y ahora, así que asiento en afirmación, tratando de no hacer una mueca ante la mención de ese apellido. —Señorita, preguntas.
¿podemos
hablar
en
privado?
Tenemos
algunas
—Claro… —Desbloqueo la puerta y los dejo entrar. —Señorita… usted es la esposa de Jamie Hunt. ¿Es correcto? —Ex. —¿Discúlpeme? —Es mi ex esposo. —Entonces, ¿lo conoce? —Asiento nuevamente—. ¿Cuándo fue la última vez que lo vio? —¿Puedo preguntar por qué? Jamie la golpeó repetidas veces durante años. No debería estar cerca de ella en ningún lugar —dice Sean. —Lo sabemos, pero tenemos que comprobar. Señorita, ¿puede decirnos, por favor, la última vez que vio a su ex esposo?
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—Vino aquí, borracho, Khol… —Mi corazón se aprieta otra vez, fuerte. Su nombre me paraliza y no puedo funcionar, no puedo hablar. Casi me había olvidado de esa noche, pienso para mí misma mientras escucho a Sean explicar quién es Khol y lo que sucedió. Sean pide que guarden sus preguntas para otro momento. Ellos se levantan y se van y me siento allí doblada, tratando de recuperar el aliento. Parece haber desaparecido de nuevo. —Voy a buscar a Millie para que se quede la noche, Keegan. No le respondo y lo escucho hablar de nuevo, pero una vez más, todo lo que puedo oír es el apagado ba-bum ba-bum de mi corazón roto. Me caigo de costado y me hago una pelota. Luego me desmayo, exhausta, y sin querer respirar de nuevo. *** Me despierto a mitad de la noche. Millie está dormida en el piso debajo de mis pies. Me levanto y camino hasta mi habitación para ver la ropa de Khol allí desde la semana anterior. La semana anterior… antes de… fue mágica. Él era normal, nada como lo que había experimentado previamente con los hombres. Fuimos a citas —cita de postres, para ser exactos— y me llevó a un acuario donde encontré y pasé algo de tiempo con los pingüinos. Fue una experiencia fantástica y nunca la olvidaré. Me recogía en el trabajo y me llevaba a algún lugar nuevo cada día. Él había cambiado mucho en una cantidad tan pequeña de tiempo, incluso hablaba más. No era un gran conversador, tratar de obtener respuestas de él era como sacarle clavos. Cada día me decía más sobre cuán hermosa era, principalmente mientras estaba cabeceando para dormirme, y él estaba acariciando mi cabeza. Creo que una parte de él lo hacía, creo que hice esas últimas semanas tolerables para él, porque no estuvo tan vacío y sus ojos no estuvieron tan perdidos. Pero eso ya no alivia mi dolor más de lo debido. Todavía duele. Su olor está por doquier y no puedo quedarme aquí. Cierro la puerta de mi dormitorio y regreso afuera. Luego sacudo la cabeza. Cerrar puertas era su vórtice, su interminable espiral descendente de encerrarlas bajo llave en esas habitaciones, habitaciones que nunca debieron ver de nuevo la luz. De hecho, nunca entré en las habitaciones de su esposa o hija. Vi una y fue suficiente para mí. Me dejó entrar en su vida, pero solo en pequeñas dosis. Y fue suficiente para verlo. No me arrepentiré de ello, y le agradecí cada noche que no peleó y escogió, en lugar de ello, quedarse conmigo. Pudo haber peleado, nunca le dije que se detuviera. Simplemente no quería saber de ello, ni presenciarlo. No era algo que pudiera manejar, después de tener
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golpes de puños hacia mí durante años. No quería ver eso, ver puños lastimando a alguien más, dañándolos como yo había sido dañada. Me arrastro hacia la ducha, quitando la ropa de mi cuerpo en el camino. Observo cómo la sangre seca se aferra a mi cuerpo, que debe haberse filtrado a través de mi ropa hasta mi piel debajo de mi blusa y en mis piernas, baja corriendo hasta los prístinos azulejos blancos en el fondo de la bañera. Observo cómo las piezas endurecidas rodean el drenaje y desaparecen entonces… justo como Khol. —¿Kee? —Escucho su voz, pero no quiero escuchar. Quiero alejarlo todo lavándolo, todo eso. No quiero que nada de ello quede en mí. »Kee… —Esta vez la puerta se abre. No levanto la mirada, mi espalda está debajo del agua mientras baja a borbotones fuerte y caliente, escaldando mi piel, para alejarlo a él quemándolo. »Kee, tu piel se está escaldando. —Siento sus brazos envolverse alrededor de mi cuerpo mientras inclina un brazo hacia adelante y cierra el agua, luego se sienta en la bañera conmigo, con la ropa puesta—. Lo siento tanto, Kee. Lo siento tanto… *** Los días comienzan a difuminarse en una gran nada interminable. La rutina es en lo que me apoyo, pero las lágrimas llegan cada noche cuando me acuesto. Hasta que llega el día en que me cuentan de los planes del funeral. Brice me da los detalles, pero luce tan mal como yo. Sus manos se agitan cuando habla, diciéndome que va a ser pequeño, que Khol no habría querido nada más. Asiento, Brice sabe qué es lo mejor. Cuando llego, Millie se queda en el auto. Solo dos hombres están de pie al frente del ataúd. Ambos están vestidos de trajes negros. Camino hacia allá para parrarme a su lado, ni siquiera pienso que me escuchen caminando hasta que estoy justo junto a ellos. Brice anda por allí, así que está a mi izquierda y Macca está de pie a mi derecha. Ambos se aferran a mis manos, uno en cada una, mientras un hombre comienza a hablar. Macca aprieta fuerte mi mano cuando habla de la esposa e hija de Khol. Miro a Brice y noto una pequeña lágrima bajando por su rostro. Deja un camino, y observo con asombro cuán preciso es el camino en su piel. Luego me giro para ver a Macca, cuyo rostro es una muralla de piedra. Y no puedo evitar pensar en los marcados contrastes que ambos hombres están retratando. Khol es enterrado justo al lado de su esposa e hija. Hay silencio cuando sucede, ni siquiera puedo escuchar a un solo pájaro cantar una
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nota. Ninguno de nosotros preguntándonos si es real.
se
mueve,
todos
estamos
inmóviles,
Brice libera su mano y se aleja, limpiando sus ojos. Me vuelvo para observarlo mientras marcha hacia su auto, entra y enciende el motor. Lo acelera ruidosamente y luego derrapa sus neumáticos y directamente fuera del cementerio. Una nube de polvo queda a su paso. —Está herido —dice Macca, y me volteo para mirarlo y veo lentes de sol cubriendo ahora sus ojos. —¿Y tú? Mira hacia el suelo, luego de nuevo a mí. —Ya estoy roto. ¿Qué es otra muerte para añadir a la lista? —Encoge los hombros, pero puedo ver la tensión en ellos. Está tratando de esconder su dolor. —Lo siento, Macca. Alcanza mi mano, la levanta, y besa la parte superior de mi palma. —Ten una buena vida, Kee. No te cierres por completo. El mundo necesita ver esa sonrisa y con frecuencia. —Toca mi barbilla y camina más allá de mí, dejándome donde estoy parada. Sufriendo por todos ellos, e incluso por mí. Millie está recostada contra el auto cuando finalmente camino de regreso a ella, no podía marcharme enseguida. Me paro allí mirando las tres lápidas, una al lado de la otra, y al lado de la otra en líneas perfectas. Justo como él siempre lo quiso. Estar juntos de nuevo. Me molestaba que quisiera tanto estar con ellas. Entonces, ¿por qué me hizo amarlo? ¿Por qué tomó mi corazón si quería irse? No es justo. Pero no se trata de mí, todo era sobre él, haciendo dormir sus demonios. Ahora se ha reunido con ellas, al menos, eso es lo que espero. Porque, después de todo, es lo que él quería tanto, solo verlas de nuevo.
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26 Macca He hablado con ella una vez en los tres meses desde el funeral, una vez. La veo todo el tiempo, sin embargo. Rota. Está aún más rota que antes. Veo como llega al trabajo y hago lo mismo cuando se va. Aunque cada día, a medida que me convierto más y más en un voyeur, parece que va mejorando poco a poco. Hay un poco más de sonrisa en su cara, y sus pasos parecen llevarla un poco más rápido que antes. Progreso lento, pero lo está logrando. Ya nunca voy al café. Siempre solía hacerlo, solo para verla y hacer que nos sirviera. La miraba sin cesar cuando no se daba cuenta, esperando que algún día me viera, para que viera quién era yo. Pero nunca lo hizo, solo lo vio a él. Y eso está absolutamente bien, porque el resultado, aunque fuera malo, le dio a él algunos momentos placenteros antes de que nos dejara. Ella le dio buenos momentos, le hizo sonreír, él había dejado de sonreír hace mucho tiempo. Así que fue una gran cosa para ver, aunque tuviera que dejar de lado mis sentimientos. Nunca quise a nadie como a ella. Nunca he querido ver a una mujer más de una vez, pero con ella creo que nunca me cansaría. Me aseguraría de que nunca me viera, y sé que nunca va al club. La única vez que vino en la primera noche fue porque fue forzada por su hermana. Así que sé que mientras me quede aquí, no la veré y no se aventurará en nuestro club. Brice ha mejorado, lentamente. No está tan molesto e infeliz todo el tiempo, y ya no quiere hablar de él todos los días. Supongo que esa es su forma de sobrellevarlo, mantenerlo vivo hablando de él sin parar. No era la mía, pero se lo permití porque era lo que necesitaba. No entramos a trabajar durante un mes, ninguno de los dos nos vimos mucho durante ese tiempo a menos que tuviéramos una botella de bourbon en nuestras manos. La parte más difícil fue ocuparse de su casa, la casa que quedó exactamente igual por más de cinco años, un monumento estrellado a su amor eterno. Entrar en esas habitaciones fue tortuoso.
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El club fue lo más fácil, su parte se dividió entre Brice y yo. La pelea, bueno, eso no ha ocurrido desde entonces. Solo empezamos el círculo de pelea por él, ahora parece que no hay necesidad de continuarlo. —Él está aquí —dice Brice y se golpea la cabeza. Asiento y después de unos momentos Brice entra con uno de los inversores que solía gastar mucho dinero en las peleas. Mucho dinero. Es un hombre alto, bien hecho y sin mentiras, lo que me gusta de él. Se sienta, se inclina hacia atrás con las manos detrás de la cabeza y me mira fijamente. —Necesito saber cuándo será la próxima pelea, Macca. Mis clientes se mueren de ganas. Ha pasado demasiado tiempo. Peleas, es todo lo que quiere. Puede gastar mucho dinero en ellas, y proporcionar algunos de los luchadores, pero también quita el doble de lo que gasta. —No habrá más… —Eso no era parte de nuestro trato, Macca. —Sacude la cabeza con incredulidad. —No me importan los tratos. Y si quieres discutir conmigo... no te gustará el maldito resultado. —Has retrocedido demasiado tiempo, Macca. Ahora hay nuevos reyes en la ciudad. Me rio de él. —¿Quién crees que es el dueño? Sus ojos se abultan, qué estúpido. El hecho de que mis negocios no estén en el centro no significa que no tenga los derechos de todo lo que sucede en esta ciudad. —¡Exactamente! La próxima vez que vengas a verme, prepárate. Mejor aún, no vuelvas. —Lo despido con la mano. Se para, empujando la silla hacia atrás con ira y se cae. Ni siquiera lo miro, no tiene sentido. —Está enojado, hombre. —Brice entra y se sienta en el mismo lugar exacto en el que el cretino se estaba tomando un valioso respiro. —No me importa. —Sus chicos trafican nuestras drogas. Me encojo de hombros. —Otra vez, no te preocupes. —Miro hacia arriba para verle inclinándose y mirándome fijamente. —¿Quieres renunciar? Lo he pensado varias veces últimamente.
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—¿Lo quieres? Se inclina hacia atrás, pensando y sacude la cabeza. —He amado todo lo que hemos hecho juntos. Conoces el dinero, el poder, incluso todas las mujeres. Viniendo de la nada, me dio ese anhelo tan grande que tenía, pero ya no lo quiero. Haré lo que quieras hacer. —La demanda es baja —le digo, asiente. Es porque no he estado presionando. Las drogas han estado llegando, pero no he estado haciendo mucho al respecto. —¿Quieres quedar limpio? —Creo que sí. No es lo mismo, especialmente ahora. —No lo es —está de acuerdo. Sé que no será fácil, he vivido esta vida durante muchos años. Lo he construido desde cero. Lo construí de la nada, y ahora tengo más de lo que jamás soñé. No todo es malo, algo de lo que hemos hecho es bueno, este club por ejemplo. —Hablé con ella, sabes. Tú también deberías hablar con ella. Levanto la mirada para verlo mirándome fijamente. Echa un vistazo a la ventana que dá al café de Keegan. Puedo verla cuando sale, luego un momento después vuelve a entrar. —¿Cómo estaba? —¿Por qué no vas a preguntárselo? —Sacudo la cabeza—. Sé que no la perseguiste por culpa de Khol. —Sacudo la cabeza otra vez. ¿Cómo diablos lo saben todos?—. Olvidas que fui yo quien los arrastró allí todos los días para almorzar, Khol no quiso ir hasta que la conoció. Eso es verdad y entonces todo cambió, dejé que Khol siguiera sus sentimientos. No fue fácil ver a la mujer por la que sentía una atracción mostrar interés en otra persona. —Ella estará bien. —Bien... porque las invité aquí esta noche. —Pongo los ojos en blanco, por supuesto que lo hizo—. Es el cumpleaños de Katie, les di la entrada VIP otra vez. —Te gusta —me burlo de él esperando parar toda esta charla. —Ella ha estado ahí para mí, nunca se lo he pedido. —Me alegro, Brice. Me alegra que vayas a poner esa verga tuya a descansar. Sostiene sus manos en el aire. —No es para descansar. Está tan loca como yo, he conocido a mi igual, eso es todo. —Se pone de pie y camina hacia la puerta, volviéndose hacia mí
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y sonriendo—. Ahora ve a ganarte a Keegan. Creo que ambos podrían curarse el uno al otro, si no le dices lo que hiciste. Descubrimos que la policía fue a verla para hablar con su marido. Era el hombre que maté esa noche, ni siquiera sé por qué lo elegí. No tuvo suerte, supongo. Ni siquiera lo vio venir. Me picaban las manos, quería hacer daño a alguien. Yo lo vi primero, saliendo de un bar. Lo había visto antes, en el café, solo llevó unos minutos seguirle la pista para ver dónde estaba. Tropezó mientras caminaba a casa, y yo agité la cabeza mientras lo seguía en mi auto. Se detuvo frente a una bonita casa, abrió la puerta y entró. Salí de mi auto y caminé hasta la parte trasera de la casa. Lo vi parado en la cocina, abrí la puerta deslizándola y se giró para mirarme puesto que no estaba siendo sigiloso. —¡Largo de aquí! —gritó. Seguí caminando hasta que me acerqué a él— . Te conozco. La conoces. —Se acercó más a mí—. ¿Ella te envió? ¿Esa perra te envió? La traeré de vuelta y luego le patearé el culo por pensar que puede dejarme —se burló de mí. —Ella no me envió. —Sus cejas se juntaron—. Pero vine a darte una dosis de tu propio castigo. —Miró a su izquierda y vi el cuchillo. Iba a alcanzarlo, pero estaba demasiado borracho y lento. Lo alcancé antes de que pudiera, y lo golpeé con su mano, clavándolo en su mostrador de madera. Gritó agonizando y le di un puñetazo en la boca, silenciándolo. —¿Crees que eres un hombre grande golpeando a una mujer? —Caminé a su alrededor y vi un tenedor grande, era para la carne, uno que mantenía la carne en posición cuando la rebanabas—. He tenido una mala noche.... más allá de mala... y verás, cuando eso pasa necesito herir a alguien. Realmente mal. Dejarlo salir todo. De lo contrario, se aferrará y me consumirá. —Vete a la mierda —gritó moviendo su mano y gritando cuando lo hizo. Le sonreí, el estúpido bastardo. Agarré el tenedor grande en mi mano y me acerqué a él. Trató de alejarse de mí, pero no tuvo la oportunidad de hacerlo porque su mano lo mantenía en posición. —Joder, no volveré a acercarme a ella. ¿Está bien? Ni siquiera es una gran follada. Agité la cabeza ante sus palabras y volteé el tenedor en mi mano. —No tendrás que preocuparte por eso... —Me incliné cerca—, porque no la volverás a ver. —Sus ojos se abrieron de par en par y levanté el tenedor, fuera de su vista, y lo apuñalé directamente en su barriga. Sus ojos se abrieron aún más, una lágrima dejó su ojo mientras miraba hacia abajo. Vi la sangre de él cubriéndome. No me importaba. Sabía que estaba casi listo para caer cuando no gritó, cuando se le cayó la mano, no se quedó levantado para detener el dolor o cualquiera de mis movimientos. Saqué el
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cuchillo, limpié mis huellas de la mano y luego hice lo mismo con el tenedor. Sus ojos estaban cerrados cuando llegué a la puerta trasera. Agarré un fósforo, lo encendí, lo puse en su cocina, salí y volví con ella.
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27 Keegan Lo veo. Él piensa que no. Sé que me está evitando. Lo cual está bien. He necesitado el espacio, ha sido bueno para mí mantenerme alejada de ese lado de las cosas. Es exactamente lo que necesitaba para sanar. Voy casi todas las semanas con tres ramos de flores: uno para él, más uno para su esposa y su hija. Luego vuelvo a mi rutina normal, regreso al trabajo y luego a casa. Descubrí una semana más tarde que Jamie murió. Esa era la razón por la cual la policía estaba en mi casa. La casa de Jamie —nuestra casa— se incendió. Alguien lo hizo mientras estuvo allí, aunque hasta el momento no se ha descubierto a ningún sospechoso. Lo que más me sorprendió fue que tenía derecho a todo, incluso cosas que no sabía. Él puso todo a mi nombre. No tengo idea de por qué lo habría hecho y no me importa. El dinero es una gran cantidad, demasiado para que una persona lo gaste en su vida. Así que doné la mitad a un refugio para mujeres, y parte de eso fue al café. Lo renovamos, y ahora tenemos dos miembros más del personal que podemos pagar. No necesito trabajar mucho, pero lo hago, porque es todo lo que tengo estable ahora mismo. Millie entra llevando un pastel, hoy es el cumpleaños de Katie y ella está afuera. Millie me sonríe y asiente para que la siga. Empuja la puerta de la oficina y Katie se da vuelta y grita, le encanta el pastel. —¡Oh, Dios mío! —grita abrazándonos a ambas cuando Millie coloca el pastel sobre la mesa. —Muchas gracias, Katie, por todo. No sabemos qué haríamos sin ti. Millie la ascendió y ahora se encarga de todos nuestros servicios de catering, y a ella le encanta. —Quiero que las dos vengan y celebren conmigo esta noche. Por favor digan que sí.
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Millie se calla y ambas volteamos a mirarla. —Estoy embarazada. —¡Mierda! Finalmente —dice Katie. Comienzo a llorar porque es algo que Sean y ella han querido desde hace mucho tiempo, ser capaces de tener un hijo. La envuelvo en mis brazos y ella llora también. —Me encantaría ir, pero vamos a ir con los padres de Sean para contarles. Katie asiente en comprensión y se gira para enfrentarme. —¿Por favor, Kee? Miro al suelo. —¿Dónde? —El club, y es VIP otra vez. Me estremezco. —No lo sé. Millie besa a Katie una última vez antes de salir y nos deja solas en la oficina. —No puedes esconderte para siempre, Kee, no es saludable. —No me estoy escondiendo. —Lo estás, mucho. Niego con la cabeza y comienza de nuevo, deteniéndome antes de que pueda decir una palabra más. —Tienes que decidir... ¿me oyes, Kee? Tienes que decidir... ¿vas a ser la víctima? ¿Vas a elegir dejar que esto te destruya? Debes decidir porque solo tú puedes hacerlo, solo tú puedes forjar la vida que deseas. No se te dará en bandeja. Hasta ahora has tenido una vida adulta de mierda, pero adivina qué, no ha terminado. Sé que estás herida, pero solo tú puedes sanar eso. Decide... decide volver a vivir y decide mejorar nuevamente. La miro aturdida, Katie con la boca descarada, dice mucha verdad. Una verdad que nunca esperé de ella. —No quiere volver a verme —digo refiriéndome a Macca. Me dijo que tuviera una buena vida. Eso no es algo que le dices a alguien que realmente quieres ver de nuevo. —Estaba deprimido, Kee. Él te mira, ¿lo sabes? —No le respondo—. Solo ven, ¿por favor?
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—Está bien —respondo con cierta inquietud en mi voz. Ella sonríe y me apresuro antes de que pueda decir una palabra más. Cuando salgo del frente, Millie sonríe cuando me ve. —Dijiste que sí, ¿no? Ella llegó a ti. —¿Cuándo no? —le pregunto. —Ella tiene razón, sabes... la forma en que estás viviendo no es forma de vivir, Kee. —¿Tú también? —Mi boca se abre. —Sí, porque te amamos. Sé que lo amabas, Kee. Él te hizo sonreír. Te hizo ver el mundo de manera diferente, pero no era para ti. Él no era el indicado. Él tuvo la suya, te lo dijo. Ahora necesitas encontrar el tuyo. Agarro mi bolso y salgo, sin querer escuchar nada más. Duele demasiado escuchar a Millie teniendo razón. *** Termino diciéndole a Katie que la veré en el club. Cuando llego a la puerta, el gorila me reconoce y me deja entrar de inmediato. La música es ruidosa, y miro hacia arriba con la esperanza de ver el cabello rubio de Katie. En vez de eso, encuentro a Brice apoyado en el balcón de cristal, luego veo manos alrededor de su cuello y veo a Katie. Es blando tratar de llegar a la escalera para el área VIP, y cuando hago mi camino hasta allí, veo a Katie con algunas otras amigas. Conocí a dos de ellas antes, y todas parecen adorables. Katie me ve y se aleja de Brice para caminar hacia mí. —Sí, estoy tan contenta de que hayas venido. —Une su mano en la mía y me lleva a la zona de asientos. Me siento a su lado y ella comienza a servir algunas bebidas. —No quiero ninguna. Se da vuelta para mirarme con una sonrisa. —Déjate llevar, Kee, solo por una noche. —Me da una bebida, ni siquiera sé qué es, pero la llevo a mis labios y la bebo de todos modos. Es dulce y bebible, ella asiente en señal de aprobación. Katie se pone de pie para hablar con su amiga. Empiezo a sorber la bebida cuando siento que el asiento se hunde mientras alguien se sienta a mi lado. Una mano se dirige a mi pierna y aprieta suavemente. Miro hacia arriba para ver a Brice sonriéndome. —Keegan, es bueno verte.
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—Igual. ¿Las cosas han sido buenas? Mira a su alrededor, luego vuelve a mirarme. —Las cosas han ido mejorando, supongo. Sin embargo, nada será igual. Asiento en acuerdo y miro alrededor para detener las lágrimas que quieren venir. —¿Ya lo has visto? Sé de quién está hablando, pero de todos modos le dedico una mirada despistada. —Macca —dice. —No, no por un largo tiempo. ¿Está bien? —Siento que estamos rebotando de un lado a otro con las palabras. Llevo la bebida a mis labios y bebo más rápido, y la termino. Katie se desliza enseguida y me da otra. Se aleja nuevamente una vez que tengo la nueva bebida en mi mano. —Él te extraña. —¿Por qué? Porque no sé por qué. Lo extraño, lo hago. Porque él estaba allí cuando lo necesitaba, y tenía sentimientos por él que no entendía. Todavía no entiendo. —Creo que sabes por qué. Alguien grita su nombre y él aprieta mi pierna otra vez antes de levantarse y dejarme sentada allí. Bebo nuevamente la siguiente bebida. Katie se desliza de nuevo para servir otra. ¿Tiene un radar de vaso vacío? Una vez que sirve el trago, me lleva a bailar. Katie comienza a mover sus caderas y me grita que baile con ella. No puedo bailar, realmente apesto. Así que me quedo allí balanceando mis caderas de un lado a otro sorbiendo mi bebida mientras trato de bailar sin éxito. —Me voy a ir. Ella niega con la cabeza. —No, dale otra hora por lo menos. Asiento porque es su cumpleaños y no puedo decir que no. Me siento obligada a quedarme con ella. Puedo sentir que el alcohol me golpea con la cuarta bebida. La sonrisa en mi rostro no muere mientras la veo bailar alrededor de Brice, que apareció de nuevo. Él la detiene y la arrastra hacia él, luego saca una caja aqua con un moño blanco. Las chicas gritan cuando ven el nombre grabado en la parte superior de la hermosa caja aqua con un moño blanco. Katie en realidad se calla, lo cual es diferente en ella. Lo abre con manos temblorosas y saca un hermoso
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collar de Tiffany and Co. Él lo toma de ella y lo coloca alrededor de su cuello, ella se da vuelta, salta sobre él y se besan. Me alejo y miro hacia el balcón donde lo noto, hablando con uno de los miembros del personal en el bar. Se ve bien, muy bien. Observo lo que parece una eternidad hasta que se da vuelta y me mira, sus ojos se concentran en mí enseguida. No sonríe mientras mira, solo me sujeta con esos ojos azul oscuro. Rompo el contacto visual primero, volteándome para mirar a Katie, mientras les muestra su collar a todos. Me levanto y le doy un abrazo para decir adiós, y no discute conmigo esta vez. Paso a Brice que también me está mirando, pero no dice una palabra. Lo veo mientras bajo las escaleras. Él va a caminar cerca de mí, pero me pierdo al ver a la multitud y logro salir sin que él me alcance. *** Después de huir a casa y lanzar mis cosas en el sofá, encuentro el brazalete que había comprado para Khol sentado al lado de mi cama. El día que se lo di, no pudo quitar la vista de la inscripción. Grabé las palabras que le susurraría a él "No te olvides de respirar". Me hizo el amor esa noche y fue hermoso. Fue la primera vez que me miró todo el tiempo, sus ojos no se apartaron de los míos. Intento no pensar en lo que podría haber sido. Sé que no es algo bueno de hacer. Pero no puedo evitarlo cuando sucede, incluso si duele después. Llaman a mi puerta, pero recuesto mi cabeza sobre la almohada y tomo el brazalete, esperando que quienquiera que fuera solo se aleje. Me siento un poco drogada, o borracha, cualquiera que sea. Solo quiero desmayarme y no lidiar con el mundo en este momento. —Keegan... —Escucho mi nombre y me siento derecha en la cama. Macca está parado en la entrada, su ropa oscura lo hace parecer mortal. —¿Qué diablos? —No respondiste. —Por lo general, hay una razón por la que alguien no responde a su puerta. ¡Quizás estén durmiendo! —le grito. Se encoge de hombros y mete sus manos en los bolsillos. —¿Por qué te fuiste? —Estaba cansada. —Mentiras. Pongo mis ojos en blanco hacia él.
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—¡Lo estaba! No me gusta ese lugar, no es para mí. —Lo sé, me sorprendió verte allí. —¿Puedes irte ahora? Mira hacia mi puerta. —Puede que tenga que quedarme, pude haber roto un poco tu puerta. Mi mano sube a mi frente. —No lo hiciste. Asiente, pero no puede ocultar su sonrisa. Señalo a la puerta. —Puedes dormir en el sofá, y será mejor que la puerta esté arreglada para cuando me despierte. —Me recuesto y doy la vuelta, escucho sus pasos mientras sale de mi habitación y luego se detiene. —Es bueno verte de nuevo, Kee. Aprieto mis ojos y rezo para que los sentimientos que están surgiendo desaparezcan. Por favor, por favor vete.
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28 Macca ¿Cómo puede una persona dormir tanto tiempo? ¿Y no se mueve con esos ruidos escandalosamente fuertes? La reviso cada vez que usan un taladro y nada, ni siquiera se mueve. Se queda exactamente en el mismo lugar en el que estaba cuando la revisé la última vez y la vez anterior. Sé que ella huyó de mí, sé que no quiere verme. Eso no me impedirá verla. Necesitaba verla después de que la vi en el club. Quería que hablara conmigo, que me maldijera. Me da esperanzas de que algún día me vea como yo la veo. El reparador de puertas se va apenas le pago y abro su nevera para buscar algo de comer. No hay nada ahí, aparte de queso rancio y pasta vieja. ¿Cómo vive con nada? Vuelvo a entrar para ver cómo está y todavía no se ha movido, en absoluto. Encuentro sus llaves cerca del sofá y cierro la puerta al salir. *** Vuelvo con la comida en la mano, y cuando abro la puerta, está levantada y en la cocina, desnuda. Ella grita y huye de mí y no puedo evitar reírme. —¿Qué haces aquí? —grita desde detrás de la puerta cerrada del dormitorio. —Traje algo de desayuno. —Bajo la mirada y lo coloco sobre el mostrador. Abre la puerta cuando saco el desayuno de la bolsa. No puedo evitar que mis ojos la miren mientras se acerca a mí. Es una vista preciosa. —Todavía no entiendo por qué tienes una llave y por qué estás aquí. —Cruza los brazos sobre el pecho y sus tetas se elevan con ellos. —Hice que arreglaran la puerta, tuve hambre y no tenías nada, así que fui al café.
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Sacude la cabeza. —¿Ya está arreglada? —Se acerca, abre y cierra—. ¿Estuvo alguna vez rota? —pregunta con una mirada escéptica en su cara. —Lo estaba. Asiente y mira a la bolsa. —Estaba buscando algo de comer. Así que supongo que no puedo echarte. Sonrío mientras empiezo a abrir los recipientes con tocino y sándwich de huevo para el desayuno, papas fritas, tazones de frutas y algunas otras cosas. No estaba seguro de lo que le gustaba, así que compré un surtido. Se acerca y se lleva la hamburguesa, poniéndola en la boca. —Mi boca está tan seca —se queja mientras come. —¿Bebiste anoche? Ella asiente y eso me sorprende. Por lo que he visto, no bebe nada. La he visto tomar sorbos de una, pero nunca beberla completamente. Le entrego un Powerade, y también se lo bebe. Comemos en silencio y espero a que hable cuando finalmente termina. —¿Has estado de nuevo en… en el cementerio? Asiento. Cada vez que voy allí, hay nuevas flores. —¿Lo amabas, Kee? Juega con el dobladillo de su vestido antes de responderme. —Lo amaba, Macca. —Él también te amaba, Kee. —¿Tú crees? ¿Honestamente? —Creo que todo lo que le quedaba, te lo dio todo a ti. Ella empieza a llorar, camino alrededor del mostrador y la abrazo. Me pone la cabeza sobre mi pecho, agarrándome. Le froto la espalda hacia arriba y hacia abajo mientras llora durante unos minutos antes de que empiece a relajarse. Levanta la cabeza y me mira a mí. Sus ojos verdes aún húmedos de lágrimas. Levanta un dedo y toca mi boca, la pasa por mi labio inferior. —Sé lo que hiciste... esa noche. Me quedo fijo en su mirada. —¿Lo sabes? —Lo sé —dice asintiendo.
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—¿Te molesta? —Lo hizo. —Su dedo se detiene antes de que lo deje caer y me toque la barbilla, la aprieto—. Alguien me dijo que necesitaba despertarme. Que necesito empezar a vivir de nuevo así que eso es lo que intento hacer. —Deberías. Se aparta de mí. —Me temo que eso no te involucrará. Doy un paso más cerca de ella, pero ella vuelve a dar un paso atrás. Niego con la cabeza. —No digas eso, Kee. —Deja de llamarme así. Puedo ver la ira en su cara. —Kee —vuelvo a decir su nombre. Su frente se arruga, sus fosas nasales se ensanchan y cuando da un paso hacia mí le tomo la cara y traigo sus labios a los míos. Sus labios se pegan en los míos y me agarra la camisa mientras me besa, mientras mi corazón late tan fuerte que creo que estoy teniendo un ataque al corazón. La agarro del trasero, la levanto y la empujo hacia el mostrador. Sus manos se mueven hacia mi camisa y empieza a tirar de los botones, arrancándolos uno por uno. Dejo que mi camisa caiga de mis brazos y ella agarra su propia camisa, que es todo lo que lleva puesto, pero es lo suficientemente larga como para que la cubra. Su cabello se mueve hacia un lado cuando la saca por su cabeza y me vuelve a alcanzar. La detengo con una mano en el cuello y la empujo hacia atrás. Me inclino y chupo un pezón, lo muerdo y ella tiembla debajo de mí. Hago lo mismo con el siguiente y tira de mi cabello. Meto un dedo entre nosotros y le masajeo el clítoris, se retuerce más. Le muerdo el estómago al bajar y se mueve aún más. —No pares —dice con la voz más seductora que he oído en mi vida. No lo hago, voy más allá, la como cómo si fuera mi última comida hasta que grita mi nombre y es lo mejor que he oído. Ella se sienta y me trepa, tirando de mí mientras envuelve sus piernas alrededor de mis caderas. Mis pantalones ya están abajo, sus piernas me facilitan el acceso. Se desliza hacia abajo y sus labios hacen esta hermosa "O" mientras se desliza hacia arriba y hacia abajo. Su cabeza retrocede y le doy un fuerte azote en el culo. Sonríe y lo vuelvo a hacer mientras empuja una de sus tetas hacia arriba, luego me inclino y la muerdo. Me tira del cabello mientras yo la muevo hacia arriba y hacia abajo. Luego aparta mi cabello a un lado y me muerde el cuello. —Mierda —maldigo. Esto se siente bien, tan jodidamente bien. —Más fuerte —dice suavemente.
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Sujeto su culo, un dedo se desliza hacia adentro, la muevo hacia arriba y hacia abajo en mi polla, mientras mi dedo se desliza dentro y fuera de su trasero. Cierra los ojos y sé que está cerca porque siento que me aprieta. Se inclina y me muerde el hombro cuando empieza a venirse, haciéndome venirme con ella. Siento como se derrite en mis brazos, así que le envuelvo los brazos alrededor de la cintura y la abrazo. Esto es el cielo, finalmente lo he encontrado. —No acabamos de hacer eso —dice, retirándose de mí. Me mira para que le dé una explicación, pero no puedo darle una. Ese fue el mejor sexo que he tenido y quiero acostarme con ella otra vez. Además, todavía estoy dentro de ella, así que antes de que pueda decir otra palabra, empiezo a moverla de nuevo a medida que mi polla se endurece como una roca por segunda vez. Puedo ver la negativa en sus labios hasta que le vuelvo a meter el dedo en el trasero. Se inclina para que su cara esté en el hueco de mi cuello mientras la levanto hacia arriba y hacia abajo. Se aleja de mí, su trasero está ahora en el mostrador y mira mi pecho, sus dedos rozan algo de la tinta que está en exhibición. De repente, se aleja más para poder descender del otro lado lejos de mí. —No podemos hacer eso de nuevo. Voy a caminar hacia ella y sacude la cabeza. —No, estoy demasiado dolorida para la tercera ronda. Quiero reírme, pero lo retengo. —Lo volveremos a hacer muy pronto si tengo algo que decir. —Bueno, me alegro de que no lo hagas. —Toma su camisa y puedo ver mi humedad goteando por sus piernas, me ignora mientras pasa a mi lado—. Necesito que te vayas, Macca. Te estoy pidiendo que te vayas. Por favor... vete. Agarro los pantalones que están mis tobillos y los jalo de nuevo hacia arriba, luego tiro mi camisa sin molestarme con los botones porque se han ido de todos modos. Me mira y puedo decir que le gusta lo que ve. Sé que lo hace por el brillo de sus ojos. —¿Cuánto tiempo? —No lo sé, no lo sé. Pero no deberías esperarme, Macca. La veo luchar, me pregunto si sabe que está luchando consigo misma, no conmigo. Si se rindiera, no sería un problema. Camino hacia la puerta y miro hacia atrás antes de irme, su cara está nerviosa, sus labios aún hinchados.
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Quiero besarla otra vez. La quiero de nuevo. Sacude la cabeza como si pudiera leer mi mente. Tal vez pueda. Su labio inferior entra entre los dientes. Me obligo a marcharme, a salir por esa puerta y cerrarla detrás de mí. Y tan pronto se cierra, me apoyo en ella y me pregunto qué diablos se supone que debo hacer ahora. Quiere espacio de mí. ¿No es eso lo que ya le he dado? Pero no sé cuánto tiempo puedo esperar. La he probado ahora y estoy oficialmente jodido.
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29 Keegan Millie me ha estado ignorando desde que le confesé lo que había pasado. Cree que estoy siendo idiota y que debería darle una oportunidad. Me dice que las mariposas están allí por una razón, que deje de luchar contra ellas. Pero lo he ignorado exitosamente por unas buenas dos semanas. Él comenzó a regresar al café con Brice. Pero me escondo afuera, en la parte de atrás, simulando trabajar hasta que se van. Es una de las ventajas de ser jefe. Eso es hasta que soy acorralada por Millie, es alguien de quien no puedo huir, sin importar cuán duro lo intente. Está molesta. Quiere que le dé una oportunidad si es lo que deseo. Quiere que sea feliz, pero, ¿él realmente puede hacerme feliz? Sé que mata gente, lo sé con certeza. También sé que no me lastimaría, también lo sé con certeza. Creo que se lastimaría a sí mismo antes de herirme a mí. Incluso después de que hiciera lo que hizo, regresó por mí. —Ha estado viniendo cada día solo para verte. No me ha pedido que te traiga debido a tu estúpida solicitud de espacio. Sé que necesitabas espacio después que pasó todo eso, Kee, lo entiendo. Pero, ¿cuánto tiempo te castigarás? ¿No sientes que vales la pena lo suficiente? ¿Es eso? —No merezco su amor, Millie. —¿Por qué, Kee? —Porque está mal. Estuve con su mejor amigo, lo amé. —Sé que lo hiciste, Kee, pero no estuviste con él por mucho tiempo. Y sé que se amaban el uno al otro, pero no era estar enamorados, Kee. Él estaba enfermo de amor, un hombre que está enfermo de amor solo puede darle a otra mujer una parte de sí mismo. Y tú también lo estabas, estabas igual de rota y tratando de sanarte. Creo que él hizo eso por ti, te hizo… ser tú de nuevo. Así que sé tú, Kee. Regresa a ese club en este momento y dale a ese hombre una oportunidad, o lo haré yo. ¿Has visto ese trasero? —se burla y eso aligera el ambiente. —Lo he sentido, es tan suave como duro. —Mis mejillas se ruborizan.
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—Vuelve allí ahora, Kee. Se fueron y no se veían felices. Ve ahora. Juego con el delantal alrededor de mi cintura, contemplando si eso es lo que debería hacer o no, cuando me lo arranca y señala la puerta. Pongo un pie frente al otro, y entonces cruzo el camino, el camino que ahora está embrujado para mí por siempre, el que odio cruzar. El volver allí es una batalla dentro de mí. No quiero, pero lo hago de todas maneras, sabiendo quién está al otro lado. La puerta está sin seguro, así que la abro. Entro y veo que la luz está encendida en su oficina. Mis pasos son lentos mientras camino hacia ella. Escucho su voz a través de la puerta, y cuando finalmente la alcanzo, lo veo hablando con Brice. Su espalda está hacia mí, así que Brice me ve primero, pero me aterra la manera en que me mira. Brice se levanta y observo cuando Macca se voltea, y cuando me ve, cierra los ojos por un segundo, antes de dar un paso en mi dirección. —Kee. —Logro levantar los labios para formar una pequeña sonrisa. Él se vuelve hacia el hombre a su lado y dice—: Es hora de que te vayas. —No se ha acabado, Macca. No lo toleraré. —No tienes opción. —El hombre va a pasar por delante de mí y se detiene. Agarra una porción de mi cabello y lo levanta. Escucho cuando lo huele. Eso me hace ponerme tiesa como una piedra, mis ojos se agrandan. —Qué no daría por una probada. —Antes de que pueda dejar caer mi cabello o siquiera moverse, Macca está allí, empuja al hombre contra la pared, con el brazo contra su cuello, la otra mano sostiene un cuchillo cerca de su ojo. —Tócala otra vez, te desafío. —El hombre intenta negar con la cabeza, con el movimiento limitado que tiene—. No creí que lo hicieras. No se toca lo que es mío. Comienzo a respirar otra vez cuando lo suelta, y el hombre básicamente huye de la habitación. Brice se ríe y niega con la cabeza mientras camina hacia mí. —Buena suerte con eso, Keegan —bromea mientras sale cerrando la puerta detrás de sí. Macca se acerca y observo su mano estirarse para tocarme. —Dame un minuto —digo, tratando de recuperar el aliento. Él deja caer su mano y me observa. Respiro algunas veces antes de hablar de nuevo—. ¿Tuya? —pregunto con desconfianza. —Sí, lo sabes. —No puedes esperar que me mueva así de rápido, Macca. Es muy rápido para mí. Quiero ir lento, quiero enamorarme… ¿lo entiendes?
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—¿Qué pasa si ya estoy enamorado, Kee? —Entonces vas a tener que darme tiempo para ponerme al día. —Supongo que puedo hacerlo. Siempre y cuando no te niegues a verme otra vez. Es tolerable, todo lo es cuando te veo. —Siempre y cuando no esperes todo de una vez. Sé que me resbalé el otro día… eso fue muy rápido. —Sin embargo, fue un buen resbalón. Lo fue, no estoy en desacuerdo con él. Fue lo mejor. Y detesto admitirlo, pero él sabía exactamente lo que yo quería, cuándo lo quería, y no tuve que hacer nada. Además, su cuerpo, el estómago tonificado debajo de todos esos tatuajes, su piel sin vello, cuida muy bien de sí mismo. Está muy bien cuidado y me gusta. —No podemos hacerlo de nuevo. —¿Nunca? —pregunta levantando sus cejas. —No, todavía no. Asiente. —¿Besarnos?
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Encojo los hombros. —Depende del ambiente. —Mujer, me estás matando aquí. —Me rio a pesar de mí misma—. Entonces, ¿una cita mañana por la noche? —Me gustaría. —Usa un vestido… y tacones —me dice, su voz tiene un tono emocionado por ello. Salgo de la habitación con una sonrisa, y también preguntándome de dónde demonios voy a sacar unos tacones. *** Salí de compras. Fue tortuoso. Lo detesté. Pero encontré un par de tacones que no romperán mi cuello, y un vestido que fluye por las caderas. Llega justo sobre mis rodillas y me encanta. Es azul oscuro y se ajusta perfectamente. Espero hasta que escucho el golpe en mi puerta, y cuando la abro, Macca está vestido con un par de pantalones de vestir negro y una camisa blanca enrollada hasta los codos, exhibiendo algo de su tinta.
Hay un botón abierto que revela lo que hay debajo. Sonríe cuando me ve. Incluso pasé un tiempo recogiendo mi cabello. Una de mis primeras citas propiamente dichas, la que tuve con Khol fue espontánea, ésta está planeada. Y tengo mariposas volando por todas partes alrededor de mi estómago. —Podría retenerte aquí. Sabes que no dirías que no. Sacudo la cabeza. —Cita... quiero una cita. Asiente y me ofrece su mano. —Mi señora, estás absolutamente encantadora esta noche. No puedo evitar reírme de él. Me lleva a su auto, que es una camioneta grande, muy diferente del elegante auto de Khol. —¿Bailas? —pregunta conduciendo. —No, tengo dos pies izquierdos. —Bueno, esta noche será interesante. —Por favor, ¿dime que no me vas a llevar a bailar? —le pregunto con sorpresa mientras lo miro directamente, la sonrisa en su rostro hace que mis mariposas vuelen aún más alto. —Lo haré y te encantará. —Se equivoca, señor. Es una forma segura de no conseguir otra cita. Frena bruscamente antes de girar para mirarme. —Dime que estás bromeando. —Estoy bromeando. Empieza a conducir de nuevo, la mirada aterrorizada se disipa al volver los ojos al camino. —Tal vez... —Me rio cuando lo digo. Conduce hasta que estamos en un barrio más miserable, no tan limpio y seguro como en el que todos vivimos. Se detiene frente a una puerta, literalmente. Es una gran puerta roja y parece que no hay nada. Sale y viene a mi lado. —¿Tenía que disfrazarme? —le pregunto confundida mientras toma mi mano y camina hacia la puerta, golpea sobre ella y se abre. Tan pronto como lo hace, oigo la música soñando por el lugar. Me conduce al interior. La sala es grande, la pista de baile aún más grande. La música latina suena por toda la sala, las chicas y los chicos bailan como si estuvieran teniendo sexo, y es lo más hermoso de contemplar.
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Coloca una bebida delante de mí, y yo la pongo en mis labios mientras los veo bailar. Es tan fascinante. La forma en que sus caderas se elevan y se mueven de un lado a otro, algunas incluso se voltean, haciendo que mis ojos se abulten. Macca toma mi mano. —No voy a hacer eso... miraré. Sacude la cabeza y me vuelve a tirar. Cuando llegamos al borde de la pista de baile hay suficiente espacio para que podamos pararnos juntos sin interferir con ninguno de los bailarines. Sus manos van a mis caderas y empieza a moverlas. Miro hacia abajo para ver sus caderas moviéndose al ritmo de la música. Puede bailar. Puede moverse. Me excita. Miro hacia mis caderas y quiero reírme, no se parecen en nada a las suyas. —Solo muévete con mis manos. —Trato de hacer lo que él dice, pero no creo que pueda tan fácilmente como lo hacen todas estas mujeres. Nacieron para bailar, eso es obvio. —Realmente apesto. —Lo haces —dice riéndose—. Pero está bien, puedes seguir mis caderas. No entiendo lo que quiere decir al principio hasta que tira de mi cintura para que toque la suya, mi mano gira alrededor de su hombro y empieza a moverme con la rotación de sus propias caderas. Me relajo y lo sigo. Es sexual, y es muy excitante. Quiero treparme a él, pero me abstengo. Nos quedamos así por unas cuantas canciones, algunas personas suben y le saludan y él me presenta algunas de ellas. Me tomo otra copa cuando nos sentamos. Miro fijamente una gota de sudor en su pecho y quiero inclinarme para limpiarla con mi lengua. Oh Dios, me vuelve loca por sexo. Tengo que parar. Hablamos un poco más, me cuenta cómo ha estado recortando trabajo y no pregunto cuál porque sé no es el club. No quiero saber qué más hace, de todas formas. Me levanta de nuevo después de mi segundo trago, y esta vez me adapto a él para poder seguir sus movimientos. Es más fácil, pero sigo sin ser profesional. —Gracias —le digo. Me besa la frente, y continuamos bailando toda la noche. Mi corazón ahora baila a un ritmo diferente.
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Me ayuda a respirar, no sé cómo lo hace ni por qué lo hace. Pero puedo respirar mejor cuando está cerca. Lo cual es raro. Macca está lejos de ser lo que pensé que acabaría siendo, no se parece en nada al tipo de hombres que suelo buscar. Pero de nuevo, mi historial no ha sido tan bueno, así que tal vez sea el adecuado para mí. Me asusta un poco, en cierto modo. Parece peligroso, especialmente sin camisa. En realidad, sé que es peligroso, muy peligroso considerando que toma vidas. ¿A cuántas otras ha tomado? Esto es algo de lo que no quiero respuesta. Y elijo, a propósito, no preguntar. Dejamos el club y está conduciendo con la mano en mi muslo, y no sugiero que la mueva. Se queda ahí mientras me habla de su familia, principalmente de su hermana. Habla de ella tan bien que me recuerda a Millie. La amo tanto que no podría imaginar mi vida sin ella. Llegamos a una parada en la cima de una colina. Se baja de su auto y camina hacia mi lado, abriendo la puerta. Salgo y le doy una pequeña sonrisa. Toma mi mano en la suya y la envuelve con sus grandes manos. Hace que mis mariposas se vuelvan locas cada vez que me toca. Me hace feliz, luego triste. Porque quería esto con Khol, quería ese sentimiento de que nada más importara, excepto él y yo. Excepto que ahora tengo esa sensación de Macca. No sé de dónde viene y me hace sentir culpable. —¡Vaya! —digo mientras paramos. Toda la ciudad está iluminada con luces centelleantes. Estamos en lo alto de uno de los puntos más altos, y mirar hacia abajo es mágico. —No quiero reemplazarlo, Kee. Asiento, cierro los ojos y pienso en la primera vez que sus manos estuvieron sobre mí. Todo era muy diferente, pero no puedo comparar a ambos. No le haré eso a ninguno de los dos. Cada uno es diferente, cada uno me da algo especial. Macca puede ser más intenso y Khol se arrepentía, pero cuando estaba allí todavía sentía que solo tenía pedazos de él, lo cual estaba bien porque solo tenía pedazos que dar. —Yo tampoco quiero que lo hagas. —Levanta mi mano y besa la parte superior y esa pequeña acción me saca una pequeña sonrisa. Cómo este hombre hace que mi estómago se vuelva loco y mi cabeza se ilumine está más allá de mí, pero lo hace con una sola acción. No quiero pensar en lo que habría pasado si hubiera elegido a Macca primero, porque creo que necesitaba a Khol. Lo necesitaba a pesar del final de nuestra historia, lo necesitaba. Él me ayudó a sanar y yo le ayudé, al menos espero haberlo hecho de alguna mínima manera. Miro a Macca, su hueso mandibular fuerte, sus pómulos altos, siempre se ve tan serio. Pero cuando él te da una vislumbre de su sonrisa,
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te vuelve loco que tengas el privilegio de verlo así. Le devuelvo la sonrisa, y le pido a Dios que no acabe más deshecha por él, porque tengo miedo de que me pueda destrozar.
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30 Macca Anika me hablaba del amor como si fuera el aire que respiraba. Me decía cómo simplemente lo sabría. Y ahora sé lo que quería decir. Solo lo sé, sé que es ella. Incluso sin conocer completamente a Keegan, sé que es ella. La cita de anoche fue excelente, aunque no supiera bailar. Nunca se negó ni trató de complacerme, a pesar de que estaba cohibida y preocupada porque su baile fuera menos que perfecto. Podría decir que le encantó al final de la noche. Su sonrisa era amplia y sus ojos brillaban. No la besé cuando la dejé en su casa, fui un completo caballero. Bueno, al menos en el exterior. Mi interior, sin embargo, me estaba diciendo que la presionara, pero no lo hice. Le di las buenas noches, la llevé hasta su puerta y me fui. Luego fui a casa y no dormí en absoluto. Porque todo en lo que podía pensar eran sus caderas, esos labios, y lo que quería hacer con ellos. Quise conducir directo de regreso a Keegan después de dejarla en casa. Quería decirle que podríamos ser algo bueno. Simplemente algo bueno juntos, incluso si soy malo, sé que podemos ser buenos. Una vez más, no lo hice. Entro en su café al siguiente día, me siento en mi puesto habitual y espero a que aparezca. Espero que no me ignore esta vez. Brice habla de alguna mierda y apenas escucho, esperando y vigilando para ver cuándo saldrá. En cuanto lo hace, mi espalda se endereza. —Joder, estás mal, hombre. —Lo pateo debajo de la mesa—. Por qué no vas a matar a alguien, no lo has hecho en un tiempo. En serio, solo hazlo. —Estoy pensando en matarte a ti en este momento —digo enfrentándolo. Levanta las manos en defensa. —Bien, como sea, vuélvete una perra hogareña. No verás eso sucediendo conmigo. —Eres un imbécil. Si ella te dijera que caigas de rodillas en este instante, lo harías. La única diferencia entre tú y yo… es que soy lo
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suficientemente hombre para admitirlo —le digo levantando una ceja y esperando que discuta. —Quiero a Khol de regreso, al menos él nunca me habló mierda — gruñe. —Sí, todos lo queremos. —Y lo hago, incluso si eso significara que no la tendría, aun así, lo querría de regreso. Sin embargo, sabiendo lo que sé, lucharía por ella. Veo por qué lo cambió, es buena en ese sentido. Solo es ella. —Macca… Brice —dice, sacando su libreta para apuntar nuestra orden. —Quiero otra cita. Se ríe y niega con la cabeza. —¿Qué tal si ordenan primero? —No hasta que tenga la respuesta que quiero. —Está bien… sí. Ahora, por favor, ordenen. —¿Esta noche? —la presiono más. Asiente. —Sí, pero sin vestidos. —Apunta su lápiz hacia mí. —¿Te llevó a bailar? —pregunta Brice, metiendo su cuchara, y ella asiente otra vez—. El chico tiene movimientos —dice Brice levantando las manos y simulando agitar las caderas en el puesto. Le damos nuestra orden a Keegan y se aleja con otra sonrisa. *** Dos citas es lo que toma besarla. Cuatro citas es lo que se necesita para que ella quiera regresar a mi casa. Cinco citas para que me deje tocarla. Seis citas para que me deje llevarla a mi cama. Habría esperado más por ella, mucho más. Pero cedió y ahora está de pie, desnuda frente a mí en mi dormitorio. Se muerde su jodido labio otra vez mientras me acerco a ella. —¿Estás segura? Asiente y estira la mano entre nosotros. Su suave mano se envuelve alrededor de mi dura polla, la bombea y se inclina para besarme. Agarro su
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cintura y la empujo contra la pared hasta que escucho que la golpea y me sonríe. Luego levanto una pierna, tocándola para asegurarme de que esté húmeda antes de hacer lo que he planeado. Lo está, pero juego con su clítoris de todas formas y con sus jugos, hasta que se retuerce y cierra los ojos. Justo cuando lo hace, dejo caer mi mano de su clítoris y me estrello contra ella, fuerte y rápido. Sus ojos se abren de repente cuando me mira. Con su boca formando una gran “O”. —¿Te gusta? —pregunto, impulsándome más. Asiente, incapaz de hablar. Descanso su pierna sobre mi hombro y bajo un poco, ella también se recuesta, arqueando la espalda. La follo mientras ambos estamos de pie, hasta que puedo sentirla casi viniéndose. Me detengo y la levanto por las axilas, quedándome dentro de ella y colocándola en la cama. Me saca de su interior y cambia su posición a cuatro patas. Su espalda cae y su culo se levanta más. ¿Estaba hecha para mí? Creo que sí. Eso simplemente apesta, por todo lo que habíamos tenido que atravesar primero para llegar aquí… a este lugar. —Macca —dice cuando empujo en su interior. —No me dejes —digo por lo bajo. —Te amo, Macca —la escucho gritar. No creo que sea por el orgasmo que está cabalgando sobre mi polla en estos momentos. Creo que lo decía en serio. Las últimas semanas, nos hemos vuelto muy cercanos. La llamo para contarle todo. Es mi persona a la cual recurrir, mi confidente, mi amante. Colapsa en la cama, retiro el cabello de su rostro y la miro, sus ojos verdes me sonríen. —Te amo, Kee. Sonríe. —Lo sé —dice, cerrando los ojos. —¿Cómo lo sabes? Los abre de nuevo. —Me cuentas todo cada vez que me miras… con tus ojos. Tiro de ella hacia mí y me pregunto qué nos depara el futuro. ¿Siempre será así de bueno? ¿Siempre me querrá?
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Porque sé que no amaré a nadie de la manera en que la amo. Ahora entiendo lo que Khol quería decir, la manera en que amaba a mi hermana. Era un amor que asustaba, pero no podías luchar contra él. Solo dejas que te derribe y esperas que la otra persona esté allí para ayudarte a respirar.
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Epílogo Keegan Mi corazón está lleno, tan malditamente lleno, a pesar de todos los desafíos que he enfrentado a lo largo de los años. Cuando me levanto y miro a Macca durmiendo a mi lado —quien podría añadir que duerme tan profundo como yo, lo que apestará por completo cuando tengamos hijos— me hace saber que todo estará bien. Paso mi mano por su pecho, mi nombre está escrito elegantemente sobre su corazón, seguido de su hermana y sobrina. El nombre de Khol está en su brazo. No sabía dónde iba a caber todo, no creía que le quedara espacio, pero me sorprendió y me mostró que tenía espacio para mí. Se da vuelta y me arrastra hacia él. Hace esto cuando duerme, me alcanza y me atrae hacia él. Me encanta. Dejó de trabajar largas noches, solo va por un corto período de tiempo antes de volver a casa conmigo. Ahora vivimos en su casa, que no es más grande de lo que era antes, ambos apestamos decorando y ninguno de los dos quiere mucho. Tenemos un sofá, televisión, cama, ducha y refrigerador, el resto es una mierda. La parte exterior de su casa es mi favorita. Podría sentarme allí por días. A veces lo hago, voy a dormir bajo el sol, que es cuando generalmente me lleva a la cama y luego me despierta con su cabeza entre mis piernas. Es una gran manera de despertar, eso es seguro, y es su forma favorita de despertarme también. Sigue sabiendo todo lo que quiero. Sabe cuándo lo quiero más duro, sabe cuándo solo nos quiero a él y a mí, lentamente y perdiéndonos el uno en el otro. La hija de Millie está absolutamente enamorada de Macca, tan enamorada, le pregunté un día si él quería tener a sus propios hijos. Se encogió de hombros y continuó jugando con ella. No hablamos de eso otra vez.
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Dos años juntos ahora y él solo me quiere, no quiere compartirme con nadie. Macca me dice todos los días lo que quiere hacer conmigo. Todavía hace que esas mariposas revoloteen locamente en mi vientre. Me alejo de sus brazos y me siento en la cama con las piernas cruzadas esperando que se despierte, debería ser pronto. Cuando espero demasiado, lo pateo hasta que casi se cae de la cama. Se sienta y me mira como si estuviera loca. Sonrío en respuesta. —Kee... —Mi corazón aún palpita cuando dice eso. —¿Sí, amor? —¿Por qué diablos me pateaste de la cama, cariño? No puedo evitar reír. —Necesito hablar contigo. —¿No podría esperar? —Niego con la cabeza—. Está bien, ahora estoy despierto, ¿te importa iluminarme? —Estoy embarazada. No parpadea mientras me mira. —¿Dilo de nuevo? —Bueno... oriné en un palo. Aparecieron dos líneas rosadas. Fui a los médicos, y... bueno... un bebé está en el horno. —¿Vamos a tener un bebé? Asiento y me tira en la cama, tumbado encima de mí y besando me bastante. Luego tira de mi camisa sobre mi cabeza, toca mis pechos con ambas manos y muerde uno antes de mirarme con una sonrisa. —¿Demasiado doloroso? Niego con la cabeza, sabe que me encanta cuando me muerde. —Un bebé con mi bebé. —No me llamaría bebé —digo empujando para encontrarlo. Él ya está duro, y estoy excitada, su pene es hermoso. ¿Eso es tal cosa? Lo es, creo. Lo recorta, es duro, largo, grueso, y es una de mis cosas favoritas sobre él. Bueno, una de las más bonitas. Nunca estoy enojada con su pene, ya se lo dije y se ríe de mí. —Eres mi para siempre, ¿no? —pregunto. Deja de jugar con mis pechos y me mira. —¿No sabes eso ya? Lo supe en el momento en que me besaste por primera vez.
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—Tú me besaste. —Hechos... pero sí, somos el para siempre del otro. Y le creo, lo hago. Porque él hace que todo en mí se sienta bien otra vez. Lo extraño cuando no está cerca, lo quiero incluso cuando está cerca. Y él tiene una parte de mí, no sé qué parte, pero sé que la tiene encerrada y la mantiene a salvo, y yo hago lo mismo a cambio. Este hombre, que es lo opuesto a mí en todos los sentidos, es mi para siempre, y no podría estar más feliz al respecto. Incluso con todo lo que pasamos, fue solo por este momento. Por nosotros.
Macca ¡Amor! Mierda, el amor es algo hermoso de tener cuando tienes a alguien que te mira de la misma manera que ella me mira. Keegan me hace sentir como si fuera la persona más fuerte y más capaz del mundo, que todo lo que ella ve es a mí, y soy dueño de cada centímetro suyo. Me lo da voluntariamente, y lo tomo con una fuerza tan grande que estoy seguro de que lo siente. Nunca me cansaré de ella, nunca dejaré de amarla. Pude haber vivido el resto de nuestras vidas contento solo con nosotros dos. Pero ahora seremos tres, y ella crecerá pronto para albergar a nuestro hijo, y será la madre más ardiente del planeta. De eso estoy seguro. La abrazaré para siempre y nunca la dejaré ir. Y Dios ayude a cualquiera que trate de alejarla de mí. Porque no viviría para contarle a nadie al respecto. Entonces, amor, eso suena como una palabra no masculina, ¿verdad? Sin embargo, cuando ella me susurra esas dos palabras, me siento como el hombre más valiente de todo el maldito mundo. Simplemente me hace eso.
FIN
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Sobre la Autora
T.L. Smith se puede encontrar en casi cualquier tienda de chocolate, comiéndose todo el chocolate. Vive en Brisbane, Australia, con sus dos hijos y su marido. Su actividad favorita es bailar, escribir, leer y viajar por el mundo. Una amante de las palabras retorcidas y de las cosas que hacen que tu corazón bombee, la puedes encontrar en las siguientes páginas. Facebook - https://www.facebook.com/authortlsmith/ Instagram - tlsmith1313 Twitter - @LsmithT
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