LOS REYES MAGOS Y LA ESTRELLA DE BELEN
Cuando Herodes reinaba en Judea, arribaron a Jerusalén (la “Ciudad del Rey”) tres Magos que proclamaron haber llegado en pos de una estrella que anunciaba el nacimiento del rey de los judíos. Consternado por la noticia, Herodes los mandó llamar, les enseñó que (tal como le habían informado sus sacerdotes que decían las profecías) el alumbramiento del Mesías sería en Belén de Judea y les encomendó que siguiesen la estrella y, una vez encontrado el niño, le dijesen dónde estaba para poder también adorarlo. Los Magos prosiguieron su caminos guiados por el astro hasta que éste se detuvo sobre una casa; entonces, una vez ante el recién nacido, se postraron y lo adoraron. A la mañana siguiente, advertidos por Dios en sueños de no volver a ver a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino. La adoración o Epifanía de los Reyes Magos, celebrada el de 6 de enero, se instituyó en el siglo V de nuestra era y desde entonces ha sufrido una cantidad de modificaciones importantes. “Magos” a secas según el Nuevo Testamento (Mt.:2,1; gr.: magoi; lat.: Magi), el título regio había sido agregado en el siglo III como concesión al alegato del teólogo Quinto Tertuliano, quien, para disociarlos del arte prohibido de la magia, afirmó, sin que existiera ningún antecedente: “Se ha sostenido que los Magos eran Reyes de Oriente”. El número de Magos había permanecido indefinido- entre los dos en los que se convenía durante el siglo II y los sesenta que censaba la Iglesia de Egipto, pasando por los doce que prefigurarían la cantidad de apóstoles hasta el mismo siglo III, cuando se instauró la tríada. Tuvieron muchos nombres, hasta que en el siglo VI se establecieron aquellos que los que se los conoce hoy en día: Melchor, Gaspar y Baltasar. También su aspecto, edad, y los regalos que cada uno traía al recién nacido sufrieron todo tipo de versiones, hasta que el ecumenismo de la Edad Media los identificó con cada una de las etnias hasta entonces conocidas: Melchor como europeo (a caballo), Gaspar como asiático (sobre un camello) y Baltasar como africano (sobre un elefante). La tradición de hacerles regalos a los niños en la noche del cinco al seis de enero no es anterior al siglo XIX, y es una costumbre muy típica en España y América Latina.
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¿Qué fue la Estrella de Belén? Ha habido muchos intentos para explicar científicamente la Estrella de Navidad, pero en este artículo nos referiremos sólo a tres de ellos. Algunos estudiosos piensan que esta ‘estrella’ fue un cometa, cuerpo celestial cuya presencia siempre ha sido conectada con algún evento histórico, como el nacimiento de reyes. Sin embargo, no existe ningún dato que hable de la presencia de algún cometa que se ajuste a la fecha del nacimiento del Señor. Por ejemplo, el cometa Halley se presentó en el año 11 a.C., pero la primera Navidad tomó lugar entre los años 5 a 7 a.C. Otras personas creen que la Estrella de Belén fue un agrupamiento de planetas sucedido en esa noche. Debido a que los planetas orbitan alrededor del sol a diferentes distancias y velocidades, ocasionalmente parece que se acercan unos a otros. Johannes Kepler (1571-1630) prefirió esta posibilidad. Sin embargo, el alineamiento de múltiples planetas no se mirarían como una sola fuente de luz, como se describe en la Escritura. Así mismo, la alineación de planetas son bastante frecuentes y, por tanto, no tan raros. Hubo una alineación de Júpiter y Saturno en el año 6 a.C., pero aún una más cercana en el año 66 a.C., mucho antes que la fecha en cuestión. Finalmente, se ha propuesto la explosión de una estrella, o supernova, para explicar la Estrella de Navidad. Muchas estrellas son inestables y explotan arrojando un intenso brillo. Sin embargo, no existe reporte científico de una supernova en el año del nacimiento del Señor. La conclusión es que la Estrella de Belén no puede ser explicada naturalmente, científicamente. Fue una luz temporal y sobrenatural. Después de todo, la primera Navidad fue un tiempo de milagros. Frecuentemente, Dios ha usado luces especiales y celestiales para guiar a su pueblo, como la gloria que elevó el Tabernáculo (Éxodo 40:34-38) y el Templo (I Reyes 8:10), y la luz sobre el apóstol Pablo (Hechos 9:3). Estas señales visibles de la presencia de Dios son conocidas como el Shekinah o Gloria, o el lugar donde habita Dios. Esta luz especial es una manifestación visible de su majestad divina. Lic. Sergio Luís Alberto Páez Departamento de Geografía Instituto Superior “Antonio Ruiz de Montoya”
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