LOS GEMELOS EN LA CLASE: SEPARARLOS ¿O NO? Muchos padres de gemelos (y trillizos) se enfrentan ante la difícil pregunta si es bueno o no separar a sus hijos. Se observa en los colegios una tendencia a separar los gemelos, independientemente de su relación. No estoy a favor de esta norma, ya que hay que valorar cada situación personalmente, teniendo en cuenta varios factores. Los trataré a continuación. ¿Gemelos o mellizos? En primer lugar hay que distinguir los dos ‘tipos’: los idénticos (gemelos) y los no‐idénticos (mellizos). Los primeros son fruto de un solo óvulo (zigoto) que tras su fecundación se divide en dos partes iguales. Cada parte lleva el mismo material genético y por lo tanto los bebés son del mismo sexo, comparten rasgos físicos (color del pelo, piel, ojos) y tienen un carácter y gustos parecidos. Generalmente se sienten muy unidos y su relación es íntima (un dato importante para nuestro tema). Los mellizos provienen de dos óvulos, cada uno fecundado por un espermatozoide diferente. Los bebés se parecen como hermanos; pueden ser del mismo sexo o no. Su relación suele ser también íntima al haber compartido la vida intrauterina, pero menos que la de los idénticos. En general tienen un desarrollo y caracteres distintos. Esta breve explicación de su origen demuestra que en primer lugar se debe mirar el origen de los niños (la zigosidad). Hay una diferencia tan marcada entre ambos ‘tipos’ que no es recomendable aplicar una sola norma para todos estos niños. También la edad influye En segundo lugar hay que mirar la edad de los niños; si tienen entre 1 y 3 años, aún no conocen bien el concepto del ‘yo’. Tardan, más que otros niños, en adquirir este concepto: no sólo tienen que entender que no son una parte de la mamá (lo piensa todo niño durante el primer año de vida), sino que tampoco son ¡parte del hermano‐gemelo! Ellos conocen antes el concepto del ‘nosotros’ que del ‘yo’; prueba de ello es que se llaman a sí mismos con el nombre de los dos (Juan‐Marti). Separarles antes de que empleen el término ‘yo’ y su propio nombre no es aconsejable. Significaría, además, una doble separación: la de la madre y la del hermano gemelo. El estar juntos les facilita la adaptación al colegio. Cuando ya tienen entre 3 y 6 años, la situación cambia: ya conocen el ‘yo’ y toleran mejor la separación de la madre y del hermano gemelo. Ahora el factor determinante para separarles o no, es el carácter de los niños, además de su zigosidad (en el caso de los idénticos hay que tener más cuidado debido a su íntima relación). Pueden haber situaciones que hacen recomendable la separación: uno domina al otro, las peleas son continuas, etc. Curiosamente estas situaciones suelen darse más en los mellizos que en los gemelos. Si, en caso contrario la relación entre ellos es armoniosa y su compañía no interfiere en la relación con otros niños ni con su profesor, no hay motivo para separarles.
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Artículo de Coks Feenstra, psicóloga infantil especialista en múltiples
No forzar la independencia
Hoy en día predomina la idea de que hay que separar a los gemelos/mellizos para que aprendan a ser independientes. No obstante, no es necesario forzarla: el niño tiene toda una vida por delante para aprender a ser independiente. En la adolescencia surge en ellos de manera espontánea el deseo de distinguirse y separarse del otro. Y también tenemos que realizarnos que una separación de los niños en sí no conduzca a una mayor individualidad. La educación que reciben en casa, juega un papel importante en ello. Conozco a unos gemelos que compartieron durante toda su vida escolar el aula. Ahora, ya adultos, llevan vidas satisfactorias e independientes. Y también conozco a otros que se molestaban tanto que los padres optaron por colegios distintos. Sólo así pudieron desenvolverse con éxito. Son dos extremos que demuestran la importancia de valorar la situación de cada ‘pareja’ individualmente. Aconsejo cierta flexibilidad: cuando entran en el colegio, con tres años, puede ser una buena idea optar por clases separadas, pero también ¡un verdadero trauma!, cuando los niños aún no tienen la madurez suficiente para ello. Y cuando aún no tienen los 3 años cumplidos o nacieron prematuros, deben empezar juntos. No es necesario tomar una decisión para el resto del tiempo escolarizado del niño. Los niños cambian mucho a lo largo de los años y es probable que los gemelos o mellizos estén muy bien juntos durante unos años, pero más adelante es preferible separarles. Por lo tanto puede darse la situación que, en un mismo colegio unos gemelos estén separados y otros juntos, por motivos totalmente justificados. Al fin y al cabo ¡no se trata de un grupo homogéneo! Los siguientes casos demuestran que la decisión para separar a unos gemelos idénticos a veces resulta positivo, pero en otras parejas no. Las gemelas idénticas Paula y Elisa tienen desde su nacimiento caracteres muy diferentes: Paula, la primera en nacer y por ello ‘la mayor’, es tranquila y muy observadora. Elisa, 5 minutos más joven, es llorona y nerviosa. Hasta los 6 años siempre han ido a la misma clase, pero ahora que se acerca una nueva etapa –la de Primaria‐ los padres están pensando en separarlas. ¿Por qué? Entre ellas se da cierta dependencia. Paula es sin duda la más madura y la que siempre cede a su hermana. Elisa es celosa, más insegura de sí misma y dependiente tanto de sus padres como de su hermana gemela. Entre ellas se ha ido estableciendo un reparto de roles que queda implícito hasta en sus juegos: la ‘buena’ y la ‘traviesa’. Los padres intentan por todos los medios elogiar mucho a Elisa para subirle la autoestima, pero a su pesar la que peor se comporta es ella y, por lo tanto, a la que más tienen que llamar la atención, es ¡ella! Se queja y no sin razón, de que ella lleva siempre la mayor parte de las regañas y que por lo visto ella es ‘la peor parte del lote’. Los padres temen que este reparto de roles se agudicen con el tiempo y tras consultarlo conmigo, optan por una separación de clases. Ahora las niñas tienen 11 años. ¿Cómo les fue la separación? Al principio fue difícil, sobre todo para Paula, ante la sorpresa de sus padres. Elisa pareció ganar confianza en sí misma muy pronto, se mostró más madura y hasta fue más alegre. Mientras que Paula echaba de menos a su hermana, Elisa pareció haberse quitado un peso de encima. Un problema añadido fue que la mejor amiga de las niñas se quedó en la clase de Elisa, por lo que Paula no sólo perdió la compañía de su hermana, sino también la de su amiga. En los recreos solían juntarse, pero al terminar el tiempo de juegos Paula tuvo que volver sola a su aula, lo cual creó una rivalidad tremenda entre ellas. Tras unos meses difíciles las niñas empezaron a acostumbrarse a la
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nueva situación. Si bien decían que preferirían estar juntas, ninguna de las dos quería dejar su clase y cada una opinaba que la otra tenía que venirse a la suya. Esto significaba que cada una tenía un grupo de amigas bien establecido. Ahora, a sus 11 años, cada una sigue teniendo ese carácter que les definió bien desde su más tierna infancia: Paula la más despierta y la que controla bien sus emociones, Elisa la más sensible y mimosa. Pero la relación entre ellas es sana y equilibrada. Ninguna ejerce el papel de ‘responsable’ sobre la otra ni tampoco se han polarizado en ‘la dócil’ y la ‘rebelde’, tal como temían sus padres. Las niñas dicen sentirse felices por estar en clases separadas, porque les permite tener cada una sus propias amigas. También las comparten, pero saben en cada momento ‘quién es de quién’. Y esto lo valoran mucho. El caso de Alba y Susana, mellizas de 3 años: ‘Los padres deciden ponerlas en aulas separadas cuando entran en la etapa escolar. Para Alba resulta muy difícil estar sin su hermana. En clase no habla, ni con su profesora ni con los demás niños. En el recreo va corriendo hacia su hermana y pasa el tiempo jugando con ella. Cuando sueña la campana, se pone en la fila de Susana con la esperanza de que la dejen estar con ella. En casa empieza a dormir y comer mal. De una niña alegre se convierte en una niña triste’. Los padres, junto con la dirección del colegio, deciden que la separación no es positiva para Alba, por lo que la ponen junta con su hermana. Con el tiempo Alba seguramente adquirirá mayor autonomía y más seguridad en sí misma, por lo que la separación dejará de ser un trauma. El siguiente testimonio de gemelas idénticas, de 37 años, demuestra cómo la presión de separarlas puede ser traumática: ‘Yo quería estar con mi gemela y ella conmigo, pero parecía que todo el mundo no aprobara este deseo, como si estar en su compañía fuera algo no bien visto y anormal. Desde que teníamos tres años, nos separaron. Y esto nos perjudicó a un nivel profundo: empezábamos a odiarnos y a separarnos. Antes habíamos sido amigas y compañeras de juego, ahora sólo peleábamos e íbamos cada una con una amiga. Lo hermoso de nuestra relación se fue estropeando. Esto duró hasta que llegáramos a ser casi adultas. Elegimos las dos la misma carrera, así que volvimos a estar juntas. Ya lejos de la influencia paterna (ya no vivíamos en casa) y escolar descubrimos de nuevo la una a la otra y hicimos todo para recuperar el tiempo perdido’. Recomendaciones en caso de separación ‐Los padres deben prepararles ante la separación, visitar con ellos las distintas aulas y sus profesores y explicarles el motivo. No deben vivirlo como castigo. ‐ Hay que tener en cuenta que les puede costar estar separados (sobre todo a los idénticos). Darles apoyo y permitirles que se visiten entre horas y se lleven algo del hermano (un juguete o un peluche) es importante. Los niños no deben vivir la separación como un castigo.
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‐ A veces la separación es aconsejable, pero aún no viable (extrema dependencia, timidez). En este caso conviene estipular un plan que lleve progresivamente a la separación (sentarse en mesas distintas, quedar uno algún día en casa de los abuelos, etc.). Recomendaciones en caso de que compartan el aula ‐ Considerarlos como individuos. Si es difícil distinguirlos, los padres pueden echar una mano, bordando su nombre en la ropa, indicando un distintivo, como cicatriz, etc. ‐ Evitar que uno hable por el otro. Dedicar tiempo extra al gemelo menos elocuente. Procurar que trabajen en grupos distintos. ‐ No comparar sus trabajos y menos delante de ellos. Esto aumenta la rivalidad. Los idénticos pueden cometer los mismos errores sin que se hayan copiado (tienen capacidades intelectuales muy parecidas).
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