Libro Versos Con Portada

  • May 2020
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  • Words: 7,275
  • Pages: 37
Ediciones Cagten Inscripción Derechos reservados Noviembre 2000 ISBN: Impreso en los talleres de Imprenta Universidad de la Frontera Montevideo 0875 Producción Portada: Imprenta Alianza Diseño de Portada: Iván Avila Gutiérrez

Agradecimientos especiales a Claude Claverie y Juan Manuel Fierro por la ayuda prestada en corrección y comentarios del texto.

Indice

Hermosa

46

La satisfacción

47

Prólogo

5

La incondicionalidad

50

Sabrá que estos son mis versos

9

Qué nos diremos

54

El encuentro

13

La duda

55

La presentación

15

La evasión

57

Qué más quisiera

21

El aislamiento

60

La confidencia

22

El enfrentamiento

63

La estrategia

25

El desencuentro

66

El logro

28

La partida

68

A lo que yo he venido

30

La consumación

31

El primer amanecer

34

El retorno

36

Cuando me toca

39

Las promesas

40

Las noches habituales

42

En este sur aún tan lluvioso La belleza está en la misteriosa dualidad de todo universo del que –nosotros mismossomos una pequeña parte, por eso hay que aprender a escuchar el diálogo de nuestro espíritu y nuestro corazón que sueñan con nombrar lo inasible, nos dicen los antepasados. Es cierto entonces que habitamos la Palabra y que ella nos habita, el constante principio y final de nuestro existir. Y es, esencialmente, la Palabra poética. En aquello coinciden todas las culturas –judeo, cristianas, musulmanas e indígenas- del mundo. ¿Y que es la poesía?, es la antigua y permanente pregunta de algunos, de algunas. Otros, otras –como las aves- cantan nada más, en la oralidad o en la escritura o en el trayecto que es la oralitura. “Más temprano que tarde sentirá este aroma a sombra pueblerina que sube desde las piedras hasta los manzanos y los ciruelos, y hasta el ombligo del día que es donde nacen las fértiles brisas que recorren los campos como si fuesen ráfagas uterinas que incuban la estatura propicia destos sembradíos y destas viejas calles eriales que no tienen nombre”, está diciendo el Hablante a su amada en este su secreto al que nos permite acceder.

“A ojos cerrados recordará que vine a su existencia de todas partes. Vine del agua, los granos, la fruta y el polvo invaluable; vine del hollín y del cocimiento de yerbas y de los insectos muertos en las esquinas de las ventanas”. De este modo, el Hablante coincide también con nosotros –los mapuche- en que todo en la Naturaleza tiene un lenguaje, y le recuerda a su amada –y a quienes oímos o leemos su poesíaque el arte es la expresión más profunda del ser humano, en la que todos nos encontramos, en nuestra diversidad, ejerciendo la irremplazable función que apela a los elementos más positivos que contienen las culturas a las que pertenecemos. Siendo así, ¿cómo no conmoverse con sus palabras?: “Ante los hechos tan evidentes\ ante este pulso sin regreso\ no importa hasta cuándo\ hasta dónde\ llegaré con esta intensión inconfesable\ y este dolor de injerto fresco\ o de bulbo recién cavado”. ¿Cómo no agradecerle sus versos, el arte de su conversación? Yo agradezco, además, el privilegio que Boris me ha otorgado al permitirme que escriba algunas líneas en este su libro en el que revela con una voz tan personal que, en este tan nutrido trinar del sur aún lluvioso,

será sin duda (en la circularidad del tiempo) reconocible. Te dejo aquí mi saludo más Azul. Elicura Chihuailaf Temuco, Región Mapuche Luna del Verdor (primavera), 2000

Versos para adormecer a una Doña

Sabrá que estos son mis versos Señora, es desta manera que narro a todos esta historia y hago circular estos versos que fueron a su persona como sangre caduca e infecundos para nuestra causa. Sé que más temprano que tarde estos versos llegarán a sus manos, y desde ya le digo que cuando los lea sentirá sobre estas letras unos dedos encendidos como brasas y la infinita voz mía repartida nuevamente en toda la contextura de su cuerpo, y que es mi voz y en ella la voz de los hombres que nunca ha tenido. Más temprano que tarde sentirá este aroma a sombra pueblerina que sube desde las piedras hasta los manzanos y los ciruelos y hasta el ombligo del día que es de donde nacen las fértiles brisas que recorren los campos como si fuesen ráfagas uterinas que incuban la estatura propicia destos sembradíos y destas viejas calles eriales que no tienen nombre. Señora mía, cuántas jornadas existen en estos versos y cuántas hebras que atan nuestro camino.

Más temprano que tarde estas palabras con las que intenté adormecerle llegarán a sus manos. Llegarán con ese acento masculino y con ese silencio de hormiga laboriosa que bien recordará usted. Llegarán estos versos a su mesa, a sus labios y a su dormitorio, y sin abrir este libro los leerá a ojos cerrados. A ojos cerrados recordará que vine a su existencia de todas partes. Vine del agua, los granos, la fruta y el polvo invaluable; vine del hollín y del conocimiento de yerbas y de los insectos muertos en las esquinas de las ventanas. Sepa desde ya, antes que comience a leer estos versos, que estas piedras que me suenan en la lengua, y que retumbarán en los oídos de los otros, sólo a usted van dedicados, y lo sabrá por ese tono poco combativo que tienen y que me venía de todas partes; de todas partes y de las células y los labios y los dedos. Recordará usted cuando al oído díjele cada una destas líneas como si hubiese de ser el nuestro siempre un amor reciente, la misma amistad sembrada de todos los días. Estará usted adherida a cada una destas

inmensas palabras tal como los estambres a las flores que se reúsan a desprender de la vida y de los colores que descienden hasta el agua y los minerales. Estará usted pulsando como la semilla en un minuto de invierno que adormece pero no clausura su potencia. Desde aquí, deste pequeño pueblo de cielo grueso, el lugar en que estos labios abiertos y estos ojos cerrados y sin apuros tomaron su aroma, no por capricho, y nos impregnamos del olor a ciruelas verdes y a la risa de las quinceañeras corriendo tras ellas, y tras ellas los quinceañeros con timidez provinciana; deste pequeño pueblo, Señora mía, y destos ventanales, que dan más allá de los racimos de uva y de los canales, deste pueblo con su zapatero silencioso, sonreiré a los hombres que vengan con novedades de su persona. Y desde aquí mismo maldeciré a sus enemigos, pues la verdad, después de mi última letra quedaré asomado a su misma boca y a su propia ausencia. Destos ventanales que dan a la sanidad de las yerbas de los alrededores no agregaré más palabras a este desamparo de no vernos juntos de un gran tiempo a esta parte, y sonreiré a través de ellos a los hombres que

vengan con novedades de su persona y a decirme que a ojos cerrados a leído estos versos. También aquí, aquí, mi Doña querida, aquí me desdigo de las últimas palabras que, como vino turbio, derramé sobre sus oídos. Aquí me desdigo destos años y de las otras maneras con que a toda costa mi vacía boca buscó las palabras adecuadas para enamorar a otras. Señora, desde ese otro tiempo a este tiempo incierto es como si su persona me cayera a gotas, y por eso he recolectado estos versos con los que recordará mis palabras y los insectos ornamentales que allá en ese lugar no hacían mucho ruido. Verá también en ellos el polvo y los vegetales en las mesas precarias; oirá el canto de las ranas y de los perros por las noches, y la forma en que las piedras y el pasto se extienden al sereno, pues usted bien sabe que es tan fría esa parte del hemisferio. Aquí estos dedos agónicos, al recolectar y enviarle estos versos, se desdicen de la poca huella y la poca memoria involuntaria que de un tiempo a este tiempo sembraron.

El encuentro Perdón. Perdón por acercarme. Pero prosiga caminando usted. Sabe, de un tiempo a esta parte me ha crecido la gana de presentarme. Soy un joven profesor que se ha vuelto desdichado. “Como todos los profesores”, dirá usted. Pero, sabe,... no. Mi desdicha es mirarle por sólo un poco más de tres segundos cada tarde cuando pasa en frente de esa que es mi ventana. En ese pequeño tiempo he reparado en su pelo y en sus delgados dedos, he reparado en el tamaño de sus ojos y en que nunca le he visto fumar. Sabe, me perdonará usted, pero también he reparado en su espalda y en el vacío que deja al pasar; pareciera más bien que después que pasa

el espacio todo fuera un gran punto por completar. He sabido que es usted secretaria y de mí seguramente pensará que soy medio poeta, pero no piense tan poco de mí porque entonces le diré: “he sabido que es usted medio secretaria” Sabe, ahora que me ido soltando y poniendo un poco de humor a la cosa le quiero pedir que vuelva la cabeza hacia atrás para que mire y recuerde esa mi ventana, pues, disculpe usted, le quisiera pedir que mañana frente a ella sea un poquito más lenta al pasar.

La presentación He venido de otra tierra a esta tierra de otras vastedades de otros amoríos y otros celos de otra forma de mirar la tierra y el fruto de sus cavidades; he venido a buscarla y a encontrarla a pretenderla y a hacerla dueña destas manos gastadas y esta frente oscura. He venido con el pecho encaramado en este inmenso pulso suelto que no deja de golpear y golpear frente a la puerta que son sus ojos, pero dígame, señora mía, cómo se hace para conquistarla y llegar como con humildad a su sangre o a su nariz trazada como una lanza absoluta. He venido de otra tierra a esta tierra de otros sembradíos prósperos como ciruelas de otros vientos y de las ropas tendidas que se sacuden en ellos de otra mesa con sus platos y sus moscas de otra mitad a esta su mitad;

he venido a llenar su trayecto de todos los días y la mano en que se deposita su mentón pensativo. He venido con violencia en la lengua, pero al hacer frente a sus grandes ojos abiertos me quedo como el más austero de los poetas con los párpados pesados y algo de piedra en el movimiento; me quedo sin nombre y con un asco de mí algo oscuro pues he venido de otras frutas y otros inviernos a toda prisa y a toda tierra a todo cielo y a todo jadeo como sustancia endurecida únicamente a escucharle hablar por las mañanas, únicamente a dirigir el rumbo de lo que contienen sus arterias, pero dígame, querida mía, cómo se hace para que sus hombros desmientan su gesto ambiguo y levante yo su risa como un avión encendido; cómo se hace para que éste que vino de otras cicatrices a esta herida poco indefensa a punta de fusil

y de unas palabras que no hablarían otros poetas, destituya la ignorancia que tiene de mí destos dedos elocuentes y desta raíz que náceme de la garganta y ramifica en ríos y pedrerías incansables que sonarán y sonarán en sus oídos como cauces subterráneos. He venido de otros miedos y de las cosas que allá por la noche no se nombran; he venido desde un rato largo de todas las sedes y los manantiales clausurados a sellarme en cada uno de sus cabellos. He venido de otra tierra a esta tierra para que en la hondura de vuestros senos vuelva yo a la vida y a ese modo loco mío de darme a sus pormenores. De otras frases y otras voces he venido y de otros dedos que tocaron mi cuerpo y el nudo que hacíaseme bajo la carne; de otro espacio y otra sombra demasiado larga he venido a hacerla merecedora

desta carcajada inagotable, pero primero que nada, señora mía, preguntarle quisiera cómo se llega a su corazón y a esos labios mojados que custodia como carcelero. He venido de otra ignorancia citadina de otros nardos y otras clavelinas a este golpe de hombros que se recibe en el tumulto destas calles; he venido de allá de otra tierra y otros hombres a identificarla entre otras y a nombrarla con estos vocablos como en emboscada hasta dar con esa amenaza suya de allá adentro que vendrá al llamado de mi voz despoblada. He venido de otra tierra a esta tierra a identificarla como a ninguna y a no olvidar su ubicación en mi cama y cada lugar en el que haya puesto sus ojos ilimitados. A ver su preocupación de no verme he venido que con el tiempo será tan sonoro como una montaña

como montaña o selva desbordada entre la distancia que dejan los pájaros detrás de los amaneceres más oscuros; a identificarla como a ninguna he venido como si viniera vuestra persona de otros siglos de un pasado tan lejano; como si viniera de otras y de todas las apariencias benignas; de otros siglos de tantos siglos como para no dejar de ser identificada entre otras, entre otras menos ostentosas; de tantos siglos antaño como para no dejar de reconocer vuestra persona esta insinuación mía en línea recta esta esperanza de llegar a su corazón tan distinta a otras esperanzas a otras vidas que viven sencillas que miran, que oyen, abren su boca y hablan de amor en forma sencilla, pero aquí no, señora mía, pues existen tantos siglos entre mí y las partes de su cuerpo y su sangre y sus venas que me invaden; tantos siglos

de venir de otra tierra a esta tierra de no enviarnos frases en papelitos a los oídos; tantos siglos de esa otra tierra a esta tierra como para no insistir en violentar las amarras de vuestra voluntad: después de todo, únicamente para ello he venido de otra tierra a esta tierra.

Qué más quisiera

La confidencia

Qué más quisiera que leyeran versos las niñas en tiempos de ocio y que los obreros abreviaran la explotación y la miseria con estos mismos versos. Qué más quisiera que el patrón terminara su codicia al sorprender al obrero leyendo versos. Doña, qué más quisiera.

A su perpetuo oído reconoceré las cosas que me gustaría dijesen de mí: murió tranquilo, tuvo poco desquicio y alianza con todos los rumbos me gustaría dijesen de mí; sin embargo murió tranquilo dijesen de mí; quiso encuadernar el silbido de los arrieros y el canto de las gaviotas dijesen de mí; después de todo fue buen poeta inagotable de la noción del tiempo dijesen de mí; tiene derecho a descansar de las alzas y los impuestos dijesen de mí; permaneció vigente, al alcance de todo bolsillo, y escribió a modo de subsistencia dijesen de mí; quedó a mano con el obrero, tuvo a veces buenos propósitos

dijesen de mí; cuando amaba no perdía la esperanza dijesen de mí; resultó complicado al negrero, fue amarga vena a la sanguijuela empresarial dijesen de mí; su último beso sabe Dios a quien lo dio, dijesen de mí; no fue bebedor ni inocente, desafortunadamente ya no está con nosotros dijesen de mí; de saber que sería famoso le hubiese dicho sí, sí, sí dijesen de mí; tan prudente de palabrotas, pero exacto con el nombre de las flores, tranquilo de acusaciones en contra dijesen de mí; no podía contra el aroma a menta y poleo pues lloraba de infancia dijesen de mí; en lo posible no leía a Darío, en sus últimos años no confundió

una sonrisa femenina con una insinuación dijesen de mí; que vergüenza que no creyese en los santos, que Dios le perdone eso tan profano dijesen de mí; se preguntaba a menudo que dedo luminoso agujereaba la noche dijesen de mí; desconfiaba del hombre sin embargo le conocí un amigo dijesen de mí; con Teillier recordaba las tardes de su pueblo y desde ahora no negará su molestia por los chismes dijesen de mí; gracias a Dios hoy descansa tranquilo dijesen de mí.

La estrategia

En eso he estado, en ir y venir en esta hoja viviente, en esta mala vinculación, en este capricho de darme a conquistarla palabra a palabra y a gestos intencionados.

y entran vuestros ojos, vuestros ojos sin excepción, en todas partes y en todas partes parecen todo querer recorrerlo; vuestros ojos absolutos e incuestionables parecen todo querer recorrerlo pero no este pecho por usted inconcluso ni el elemento que constituye mis versos, pero mire si abriera un poco más vuestros ojos, vuestros ojos absolutos, daría con este amor que no arma barullo, pues confórmase con ser metódico y austero.

En eso he estado, malamente empleando un lenguaje primitivo, haciendo agua en su persona y en la inmensidad que adquieren sus frases informales recién arrancadas de los labios y en el movimiento vivo de sus ojos como recién manados de sus párpados cuando entran sin saberlo en las cosas y en ésta que es mi persona, en esta sangre minoritaria;

En eso he estado, en tratando de hacerle ver este poco sosiego y en inculcando en usted, sin saberlo usted, que esto que golpea y golpea no es inadmisible; no es inadmisible ni poca cosa pues lo que digo en versos puedo escribirlo debajo de su ropa; y debajo de su ropa

En eso he estado, en ir y venir, en dejándome caer en esta forma de comunión secreta con usted, que usted ni sabe ni imagina; en esta empresa de escribirle importando poco su respuesta.

puedo también retraerme y buscar en su calor la amnistía, porque puedo también equivocarme, creo yo, porque los sueños que escríbense en los versos pueden venir también a la piel en forma masiva con un beso, pero descuide usted que también he estado en eso retractándome desde ya para no parecer lujurioso en estos versos, y deste modo cuando decídase este poeta juntar estos versos y hacerlos entrar por su puerta no le parezcan de una pasión algo confusa.

El logro La verdad... verle parada en la puerta por ese pequeño rato perpetuo, y entrar luego en pequeños pasos a tempestad abierta e inmensa de tan poca culpa del barro en sus zapatos e implantando su profundidad en mi casa, me ha tomado de sorpresa. Me ha tomado de sorpresa verle así aceptando en un día como éste mi invitación con el mentón y el pelo expuesto y haciendo caso omiso a la inclemencia del tiempo y a la lluvia instaurada como veta fluvial en su frente y en sus afeites sus afeites señora mía por las mejillas algo dispersos. Me ha tomado de sorpresa verle escurriéndose minúsculamente por vez primera en mi casa escucharle tan severa de labios

para decir que no viene a poner el amor a prueba como si esto no fuese nuestra culpa si pudiéramos llamarle culpa, pues, señora mía, seré sincero: con mis versos he conspirado para ello; para verle entrar y humectar mis labios y para escucharle decir que del amor nuestro usted está naciendo y que es éste su riqueza y su mayor preñez. He conspirado también Para que usted llene mi oficio de poeta y simplifique la dialéctica de mis versos; para que sea mi salario de amante insatisfecho y perdóneme usted he conspirado también para que con el paso del tiempo de tanto amor nos acostumbremos a observar el amanecer.

A lo que yo he venido Por que soy un hombre cauto no he venido a remover el viento que desorienta el curso de los aviones a quitar el tapón que desagua los mares a arrancar las antenas a las mariposas que vacilan a bordar relámpagos para reemplazar el tono de la noche a dar de beber a los manantiales a darle voltaje al sol para que alumbre los días a desimantar la soga que atrae los imanes a meter palabras de cierre en el orificio de los candados ni a decir mentiras blancas entre bandidos; a lo mucho he venido a cambiarle el nombre a algunas cosas a colgar frases como rubíes en el corazón de su persona a hablarle como poeta y a tratar de alivianar con su nombre la poesía.

La consumación Ha entrado en la casa deste hombre en sus habitaciones que tienen poemas a medias dispersos por el suelo, y en este desorden que me viene desde el cerebro. Ha entrado, y desde hoy se acordará de mis palabras y del río que corre allá afuera y que por las noches cuando la temperatura desciende y enmudece continúa su cauce de vigía. Ha entrado en este Campo Santo a estar a solas con estos zapatos amargos con este amor antojadizo y con la ventisquería de mi voz que le leerá versos de Elicura y Huenún. Este Campo Santo que tiene apenas algunas goteras que me recuerdan

que allá afuera es invierno, y que es el sur y que es la lluvia que viene a tierra como un golpe de párpados humedecidos. Ha entrado en la casa deste hombre, en su mesa colectiva en sus preguntas y pormenores y conocerá aquí a mis amigos como aquél que viene de Selva Oscura; conocerá la cicatriz aromática que en los platos dejan las habas y las ciruelas. En sus telarañas tejidas por las manos de los días ha entrado; en estas ampolletas manchadas ha entrado; en estas ventanas que dan a la sombra de la tarde también ha entrado; en este golpe duro de puertas y este silbido oxidado de bisagras, y puede que nunca encuentre la puerta de salida para huir desta escasa desgracia

deste abrazo horadante que propende al exceso y a la poca modestia. Ha entrado en la casa deste hombre en sus libros y chismes de pueblo; en la casa del que algunos llaman el poeta y que tiene insectos que resuenan como grandes colmenares y una ventana que da en dirección a las olas que se abaten contra las rocas en la costa. En esta naftalina que no hace efecto y por ende en estos insultos en contra de las polillas ha entrado; en estas tablas llenas de cicatrices, en esta paciencia de las hormigas que recorren la casa con puntualidad y siempre por el mismo sendero; en este olor a sol apagado, en esta vida que sin usted hubiese sido fácil ha entrado.

El primer amanecer En efecto, será usted quien primero abrirá los ojos, vendrá y dirá que hay que preparar la nueva puesta en escena, pues el amor se nos podría venir de improviso (ese amor simultáneo y unanimista que iremos insertando en nuestra cama). En efecto, se contentará cuando abra yo los ojos, pues será inevitable que le miren estos ojos míos; entonces se afanará en reforzarme su apariencia y el concepto mismo que tengo de su cuerpo. Se alegrará que todas las mañanas al amor le hagamos intervalos diferentes y que le reiteremos en la toma de conciencia únicamente para hacerle menos imperfecto y que le vayamos llenando

con palabras apropiadas y pretextos para quedarnos indefensos frente a frente hasta redundar en el mismo amor nuevamente. En efecto, a propósito cerraremos los ojos para ser tanto o más prolijos y para venirnos al encuentro de ningún modo con la intención de volvernos; y urdiremos la manera de abolir el agotamiento, y la noche residual que nos quedará en el tacto como huella inextinguible o como un áspero silencio de ventisquero.

El retorno Sabe, quedo mudo de uñas, dedos, mudo de piel y de polvo cuando llega, cuando entra y llega desprendiéndose de todos los caminos y las distancias que no corresponden entre su sombra y mi sombra, y entre estos nuestros brazos abiertos que sin saberlo hemos ido zurciendo. Sin saberlo, a mi lado ha desvanecido sus párpados y sus ojos graves y la palabra esencial con la cual nombra y desnombra esta patria errante en la que nos hemos establecido. Cuando llega cuando entra y llega no entra sino como la mayor como una vertiente que en su propio cauce lava sus aguas; entra fresca de brazos y ademanes aristocráticos y llega para que esta sangre indefensa siga su curso

y en la altura de su mano abierta construya mi refugio. Entra y llega como la que nada dirá en contra desta causa y desta piel convicta que va en busca de su vientre a mi medida y que no obtendría en otra carne y otra sangre ni debajo de otra sangre ni otra carne ni en el ocio de otros labios después de tanto hablar y de estrellarse los dientes contra los dientes, pues el hábito de dormirnos ha adquirido nuestro propio estilo esta rabia nuestra nuestro propio estilo y aunque nos escupa la cara la distancia nuestro modo de encontrarnos su propio estilo. Cuando llega cuando entra y llega se convierte usted en el único sitio y la única morada en que se fían estos ojos y estas manos puntuales.

Cuando entra y llega almaceno su olvido y el olvido de sus claros brazos en su descomunal presencia en el nudo tibio de vuestro pelo y en el calor corporal de vuestra desnudez indemostrable.

Cuando me toca

Las promesas

Cuando me toca... me toca como la más importante y para no hacer desto un río migratorio. Y nos hundimos en nuestra cita para llevarnos el sonido de nuestro roce a cuestas. Me toca para que la noche aprenda el nombre del asunto que aquí nos reúne deletreándolo desde su origen voluminoso para que repercuta en los temores nocturnos y en la faena inhumana de los centinelas.

Será en vuestra muerte frente a vuestra muerte si llega ella a usted primero que estos poemas dejarán de adherir a vuestra causa y será entonces, escuche bien, sólo entonces cuando lo vano destituirá vuestro instinto y vuestra bella dentadura descalza. Sólo entonces se me desprenderá de la memoria el ciclo de su fertilidad. Sólo en la muerte, vuestra muerte inmensa, la hipotermia adherirá a sus pupilas espontáneas y a su recato que es mi contentamiento primario. Sólo en vuestra muerte completa, aquella muerte que no curan las yerbas nacidas en las cercanías del pueblo, habré de importunarle con versos de nocturnidad. Escuche bien, sólo frente a vuestra muerte absoluta intuiré su edad probable

y la inmensidad de su táctil ausencia; esa muerte inmerecida que será más poderosa que el amor nuestro algo antropófago ese amor de comernos hasta en la probabilidad de encontrarnos en las tardes una vez por semana. Dudo que vuestra muerte una muerte innecesaria será crepúsculo decorativo a su semblante o diminuta jornada para mi alma pues será indisoluble en los utensilios que utilizamos y en el agua de los alhelíes que siempre usted tiene en espera; muerte indisoluble en los geranios y las clavelinas en espera. No será en vuestra muerte, escuche bien, frente a vuestra muerte incalculable, que me adheriré su bosquejo a mi carne y sus rasgos distintivos pues su carne está ya en estos versos e incrustada en mis sienes como un daño profundo.

Las noches habituales La noche es común y a la noche abierta entramos sin embargo de distinta manera. Sin embargo nos parecemos en que no hacemos ruido y en que mirándonos se nos caen las palabras y de golpe se nos cierra la boca y somos ya tan distintos y no atendemos a la sangre y a el espacioso apetito y parecemos ya no ser nosotros mismos; nosotros mismos ni cuanta cosa en el día se nos vino a la cabeza. Al entrar a la noche abierta somos tan distintos a lo que fuimos en el día, por ejemplo usted sólo cuando duerme es tan nítida de espalda y es sólo con los labios algo abiertos que veo su vulnerabilidad y su estado precario; es sólo allí cuando usted da tregua a sus vastas señales de trino tempranero, allí mismamente que le veo escurrirse en modos involuntarios

como si la vida hasta entonces no le hubiese sido fácil. Entramos cada noche a la noche abierta tomados de la mano deseando cada uno un sueño placentero, pero es tan distinta usted cuando clausura los párpados pues su apariencia vuélvese como sobornable como un botín fácil de ser levantado en andas; y allí mismamente me salgo del pecho pues sólo entonces le puedo encontrar los lados más imperfectos, sólo entonces antes que venga de regreso a esta forma endurecida llamada cuerpo. La noche es común y a la noche abierta entramos como indefensos pero entre sus modos y mis modos parece usted quedar más sola tal vez con menos palabras dichas pero es lindo verle así la boca como que regresa a ratos preguntando si estoy dormido o si me he vuelto también peregrino de la vida que comienza al otro lado;

es lindo verle así escurriéndose del vértice de la vida quedando su sangre irreductible como menoscabada y su frente abrumadora en menos abundancia; verle así nítida y desarmada y comprendiendo yo al fin sus líneas entre otras cosas. La noche es común pero no se suspende de igual manera en nuestras mejillas pues parece usted desgranarse hasta las arterias como mismamente lo hace un silbido violento naufragando en el aire; y de pronto a levado anclas y de pronto ya no es conmigo y viene mi procedimiento amargo de enfrentar solo la noche pues es usted ya sin voluntad una vez que apaga los ojos; y ya no es conmigo porque ha congregado su origen quieto en el incendio antojadizo que es el sueño; y pelea allí, creo yo, contra la soledad mañanera y el infortunio

porque veo que aprieta sus delgados dedos y los senos contra mi pecho. Es así como somos diferentes en la noche abierta la noche común en la que nos vamos desprendiendo deste eclipse que es la vida y deste cariño y a este apego nupcial que nos ha entrado como susurro, mordedura o hebra sanguínea.

Hermosa Hermosa le digo a su persona cuando enséñame la espalda y de la misma manera los confines de su espalda; me parece entonces que la hermosura suya está por sobre todos los atardeceres. Hermosa le digo a su persona cuando descuelga las vestiduras y enséñame la espalda pero en el acto retoma la compostura. Hermosa no me permitirme cometer locura alguna, y de ser así, hermosa de venirme su mano a mi boca como piedra haciendo estragos en mi conciencia.

La satisfacción

tatuado en mi ropa.

Y no me cansaré desta mala costumbre de recordarle los miércoles por la tarde. Sí pues, querida mía, los miércoles por la tarde, justo antes del noticiario. No me cansaré desta mala costumbre de recordarle y gritar su nombre, y poner luego el oído izquierdo en tierra para ver qué tanto lo ha escuchado la hierba o las piedras maltrechas.

Mala costumbre de recordar su buena ortografía, su moderada adicción a mi convocatoria repentina o mi propensión de verle la espalda desnuda, de inducirme sus pequeños pechos a oscuras, de preguntarme a menudo qué habré dicho para merecerle en mi cama.

Recordar su nombre, otorgándole la misma importancia que tiene un buen pretexto a la hora de justificar una falta mayúscula. Justo antes del noticiario, los miércoles por la tarde, es cuando me relato a mí mismo la anécdota de haberla conocido, refiriéndome a su persona como una mujer linda o una especie de eco silencioso

Qué habré dicho, y que fue tan exacto, para aprehederle sin vestidura y habérseme vuelto mi vicio antes del noticiario, mi torpeza de pensar que sería yo siempre su compañero, y deste modo haber gastado mis noches escuchando como usted sugiere y se vuelve un poquito casquivana; gastar mis noches observando como se va despeinando, querida mía,

mientras nos emprendemos echándonos los dedos y el amor encima para recorrernos despacito como si fuésemos caracoles, y gritarnos el amor al llegar a la orilla prohibida. Querida mía, es justo antes del noticiario, los miércoles por la tarde, que me doy a recordarle tan inculta con las flores, pero a pesar de eso ningún otro defecto ni un solo improperio ni una sonrisa necia o una mirada incrédula. Los miércoles por la tarde, cuando nos dormíamos apegaditos a nuestro tiempo exacto hipotisando qué hubiera sucedido de no habernos conocido. -a propósito, de haber sido así no se me vendría a mansalva como se me viene los miércoles por la tarde justo antes del noticiario.

La incondicionalidad Ante los hechos tan evidentes ante este pulso sin regreso no importa hasta cuándo hasta dónde llegaré con esta intención inconfesable y este dolor de injerto fresco o de bulbo recién cavado. Hasta cuándo no importa hasta dónde viviré o me desviviré con esta su insolencia de rico terrateniente hasta qué sombra de rama seca hasta qué sombra de mimbre seco. No importa bajo qué agua vespertina nocturna o madrugadora dejaré de ser poco franco y de inventarme pretextos para estar siempre presente como su ciclo ovulatorio.

No importa hasta dónde si hasta los brotes de su pubis no importa si hasta su memoria lejana no importa no importa su insolencia ni el corrector en sus uñas qué importa hasta dónde si hasta su ombligo ondulante que deja detrás de sí mis sueños húmedos remotos. No importa su oído perverso que no oye el eco que dejan mis dedos en su cama y en las flores que he puesto en el florero. No importa hasta cuándo con tal que mi optimismo desmedido abra las ventanas de su pieza oscura. Hasta cuándo hasta dónde no importa si hasta su nariz sencilla qué importa qué importa si hasta su edad contradictoria.

No importa venirme en lo que miran vuestros ojos no importa hasta dónde si hasta que la carne sobre y desocupe mis zapatos no importa hasta qué pendencias o risotadas vulgares. Ante los hechos tan evidentes ya nada importa dormirnos como flojos hasta que toque la sirena y desesperen en sus ollas las dueñas de casa no importa hasta cuándo hasta que los síntomas de la noche atemperada caigan sobre nosotros como plato de fondo qué importa. No importa que vuestros ojos no olviden nunca su silencio de hebra mojada sobre un vidrio no importa hasta dónde hasta cuándo llegue con este amor inadecuado

y con esta su modorra involuntaria. Qué importa venirme a la cama con algunas interrogantes ya nada importa ni tirar piedras a los charcos como verdaderos desconocidos qué importa hasta cuándo hasta dónde hasta que pase la lluvia y venga el sol y el polvo quede restaurado en las ventanas. Qué importa qué importa llegar a todas partes y que los amigos dense cuenta destos hechos tan evidentes y deste dolor de injerto fresco.

Qué nos diremos

La duda

Qué nos diremos cuando la edad nos sorprenda y en todo lleguemos a acuerdo y nuestra inhospitalidad sea menos grosera; qué, entre un silencio y otro silencio, cuando se nos cruce la vista o estallemos en cólera y el diálogo no conduzca a nada.

Esta flor que le he cortado era la más insondable de raíces, la más violenta de estambres, era flor embrionada entre piedras de infecundas entrañas, era piedra viva y de remotos colores.

Qué nos diremos cuando junto al brasero el invierno se vuelva excesivo; qué, frente a la misma felicidad o cuando una indiferencia no surta el inmediato efecto. Qué nos diremos cuando seamos tenues de huella y mengüe la tendencia de venir usted cada día por su poema, mi ideología primaria con la que hasta hoy trato de dejar marcas en su cuello.

Era esta flor de espinas quemantes como armadura de líquenes venenosos, la menos humilde de tallos y la más soberbia de aroma, era con hojas de arquitectura arcaica pero de un verdor reciente; flor de un reposo innato y de un silencio concreto; era quizá un truco óptico o un compendio de pétalos profundos que llegaban hasta la hidrografía subterránea, hasta las sombras cargadas de sales minerales, hasta las diminutas vidas en descomposición; de pétalos profundos hasta los restos de primavera depositados en los surcos dejados por las lombrices como hilos que atan a la vida nueva

que no se desdibuja en la dureza de la lluvia sureña; y usted la toma y no dice nada. Por lo que veo... muy poco o casi nada sabe de flores.

La evasión No se duerma no se duerma toc toc toc abra los ojos y sea conmigo en esta ternura en esta elocuencia y este respeto que usted me ha enseñado y que ya me caracteriza Toc toc toc no se evada a otra patria inconclusa o gota de sangre no enmendada a otra máscara inútil que borra su risa suelta que me viene como un impacto de esperanza Toc toc toc no se duerma vamos no se duerma que el amanecer está recién inaugurado en la estatura innecesaria de las piedras de la calle en las telarañas de los boldos

y en botes que regresan a la playa Abra los ojos aquí hasta que se nos culmine la vida y no nos importe que las moscas entren en la casa y que el canto agotado de los grillos y las ranas nos vengan al oído como campanadas Toc toc toc vamos quédese nítida sobre esta cama y hagamos cuenta que el sueño es una rutina innecesaria que sólo nos abre la garganta y nos come las palabras Toc toc toc diga al menos algo algo con rabia con astucia o poca pena ábrame sus labios y sus dientes que allá dentro hay cántaros de fuego Vamos no se duerma hagámosle al amor lo que habíamos prometido Toc toc toc responda a este llamado espacioso

y véngase desde ese vacío bajo cualquier pretexto bajo cualquier pretexto de ese conjuro siniestro Vamos no se duerma y vierta en éste sus uñas estrepitosas.

El aislamiento Le veo inubicable o desconectada de nuestro compromiso cuando camina en medio del pasto largo y habla por nosotros dos de nuestras vidas mínimas, casi vacías, que han dormido y despertado últimamente bajo las mismas nubes habilitadas de agua. Estas vidas mínimas que ya no se acompañan a lanzar piedras al canal y que no se consternan de la poca importancia que hemos dado a las palabrotas y de encontrarnos como al azar a la hora de ir a la cama. Estas vidas mínimas ya sin pretextos para quedarse a centímetros y ver en ello una cosa tan simple y cotidiana. Estas vidas mínimas que no tienen la irreductible voluntad de no olvidarse ni un poquito en el día, sin ganas ni desganas,

sin ya nuestra locura de jugar a comprar mis propios libros para leernos algunos poemas. Estas vidas mínimas que me duelen. Me duele verle inacabada y hablando últimamente por nosotros dos con mis propias palabras y sin dificultades como si no tuviese yo dedos para el piano y poder hablar de ello, pues mire no hay que ser analista para poder decir por ejemplo que juntos comenzamos a descuidar la faena diaria de salirnos a abrazar y de hacernos gestos y muecas exactas al vernos por la ventana. Estas vidas mínimas en donde imperarán los mensajes inconciliables adheridos al paladar como si fuesen identificatoriamente nuestras huellas digitales,

nuestra cuota disponible de abyección.

El enfrentamiento

Se lo digo y no me lo cree: nuestra memoria ya no tiene tacto y estamos desposeídos, Doña, desposeídos, como al aire libre, difusos, como escritos a largos intervalos, como al aire libre, dejados en libertad, en todos y en ningún sentido, sin tacto al encontrarnos desnudos.

Qué ha sucedido, Doña, diga, qué nos ha sucedido, qué nos ha convertido en deshabitantes de nuestra expresión y de nuestra actividad volcánica, de dormirnos a golpes de preguntas recordando nuestros respectivos nombres hasta el cansancio y los beneficios deste amor sustentable, nuestro patrimonio ideológico, caído de un tiempo a esta parte en poca urgencia; qué nos ha desprovisto de nuestras conversaciones y las reflexiones en conjunto o de nuestro objetivo común, y ha convertido nuestros acercamientos en encuentros proscritos o negligencia mental. Doña, miremos nuestras manos y lo que hemos hecho con nuestra poco convencional manera

de modificar las tardes sureñas. Obviamente estamos entrampados, Doña, y nuestra noción del otro no se renueva, pero sabemos que nuestras identidades están avecindadas y no saben otra cosa que oírse e interpretarse o por lo menos intuirse. Qué nos ha sucedido, qué, qué de nuestra promesa de utilizar el diálogo o estos ocasos rurales como último instrumento para resarcirnos el poquito de desquicio en la piel, como si fuese nuestro pueblo natal, nuestra jugada indisoluble, el punto de inicio para otros desvaríos; qué de no dejar de despeinarle contra su voluntad. Qué nos ha sucedido que caímos en desgracia, en la desgracia de la clandestinidad y de no llamarnos a tiempo la atención.

Dígame, dígame con qué se relaciona. Con mi voz? Con mi voz? si le he hablado como no le hablaría ningún otro poeta. Le he hablado dentro y fuera de su cuerpo, le he hablado en forma de piedra indolente y océano confuso, de corrido y a mil espacios. Doña, qué nos sucedió si le hablé como no le hablaría ningún otro poeta.

El desencuentro Aquí me despojo desta vulgar labor de enseñarle sobre qué cosas aborda un poeta, y de los pleitos que cayeron en demasía como de pura casualidad; de la poca prudencia que pudieron haber tenido estos ojos y estos labios poco austeros y estas manos de oficio varonil. Le despojo a usted de mi costumbre de fingir que me deleitaba en las cosas que no sucedieron. Le despojo de los frutos de mi condescendencia y que la mala fortuna le desampare de esa conducta soberbia y del beso breve, de la poca muerte que le circula por las arterias, de su vicio de no dejar caer el desasosiego en su ingle. Aquí me despojo con toda mi poesía del drama que es su persona y de las bellas formas que adquirió mi condescendencia;

de su imagen ostentosa que me entraba por las uñas cuando al fin le apegaba a mi fácil manera de quedar reducido a gestos menos sonoros. Le despojo de ésta mi fórmula mágica sólo por haber sido la menos armoniosa que esta tela cutánea humedeció. Le despojo de cuanta furia no hube confesado y de cuanto en mí vuestros ojos hayan contemplado; destos mis ojos que resuenan como una caída profunda o un mar severo en las cosas que miran y que tuvieron de un tiempo a esta parte tendencia a vuestro cuerpo y a las líneas de vuestra ausencia. Aquí me despojo del compromiso de antologar sus movimientos aristocráticos su alma buena y sus buenos hábitos. Y que quede en estas hojas constancia que por error vino al mundo provista de cadenas que atan al efecto inmediato y con la fineza de oídos para oír hasta las cosas que no le entran en provecho.

La partida Me despojo de vuestras manos conductoras desta sangre anómala; destos versos errantes y esta fiebre silvestre; de toda la urgencia de verle entrar por la puerta no como cualquiera sino como la única, la maquinadora deste delirio, y de la suerte deste océano haciendo agua. Me despojo desto y de aquello para que nunca más me suban a la boca sus ojos infructuosos ni su forma transitoria. Aquí me despojo de usted imantadora destas sílabas y deste grito sonoro para que en los días venideros extraiga de la misma muerte o del idioma de los estambres y no de usted nuevamente algunos versos.

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