La Vida Es Bella Como La Salchicha.docx

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La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto

Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de

la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No

se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político.

(Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y

política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo

plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del cine comercial, es que ya nos hemos acostumbrado a soportar prácticamente todo. No se me ocurre comparar “La vida es bella” con ninguna película del llamado cine político. (Adaptado de “La historia no es un juego”, de Beatriz Sarlo, publicado en Clarín, 1999.) La vida es bella” da la impresión de abrir un debate sobre las relaciones entre arte y política. Nada parece menos cierto. Ignoro cuáles fueron las intenciones de Roberto Benigni cuando se le ocurrió filmar. No tengo ninguna sospecha y parece absurdo plantear una cuestión ética de esto. Tampoco parece demasiado interesante hablar de la estética: se trata de una película comestible, que responde bien a los modelos del

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