San Nectario de Égina (1846-1920)
El Santo Jerarca Nectario (1846-1920), el Hacedor de Milagros de Égina, fue Obispo Metropolitano de Pentápolis (Libia), director de la Escuela Eclesiástica Rizarios en Atenas şi fundador del Monasterio de la Santísima Trinidad de la Isla de Égina (Grecia). Su culto como santo de la Iglesia fue oficialmente reconocido por el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla en el año 1961. Su celebración se hace cada 9 de noviembre. Desde el mes de abril de 2007 es también el protector de la parroquia ortodoxa de Coslada. Su vida Este Santo, uno de los más recientemente canonizados por la Iglesia de Grecia durante este siglo, nació en el año 1846 en Selybria, Tracia (donde nació también la piadosa Parasqueva de Iaşi), en el seno de una familia pobre pero muy piadosa. Recibió el nombre de Anastasios, gozando desde su infancia de una exquisita educación cristiana. Después de sus primeros estudios, Anastasios es enviado a Constantinopla (el actual Estambul), donde estudia la teología y los escritos de los Santos Padres. Es aquí donde su alma empieza a descubrir a Cristo a través de la oración, a través de las sagradas escrituras y a través de la meditación sobre lo divino. A la edad de veinte años, el joven Anastasios se traslada a la Isla de Chios, guiado por el Espíritu Santo, donde enseña la religión en una escuela. Luego, escuchando la llamada de Cristo, se convierte en monje en el conocido “Nuevo Monasterio” de la misma Isla, siendo recibido en la orden monacal con el nombre de Lázaro, el 7 de noviembre de 1876. Más tarde, siendo recibido en la gran orden angelical de los diáconos, recibiría el nombre de Nectario, que llevaría durante toda su vida. Después de acabar sus estudios teológicos en Atenas, en el año 1885, Nectario fue llevado a Alejandria (Egipto) por el patriarca Sofronio como aprendiz, donde fue ordenado sacerdote y luego archimandrita de Pentápolis, una antigua eparquía ortodoxa de la Libia superior. Durante varios años, el piadoso archimandrita desempeñó el cargo de secretario del patriarcado, predicador en la Iglesia de San Nicolás de la capital de Egipto, convirtiéndose en un hábil servidor y consejero de almas, poniendo de manifesto su don divino de la paciencia, el de la piedad y el de la misericordia. Viendo el diablo que no lo puede vencer con la soberbia y con el amor propio, intentó golpear al piadoso jerarca Nectario con otra arma, igual de peligrosa, es decir con la envidia y los celos de parte de los demás jerarcas y servidores del Patriarcado de Alejandría, quienes hicieron saber al patriarca el rumor de que el archimandrita pensaba en tomar su cargo. Esto enturbió a todos e hizo que sea despedido de su función de jerarca. Pidiendo el perdón de todos, aunque no hubiera faltado el respecto a nadie, mostrando una profunda humildad, dió las gracis a Dios, porque se cumplieron sus palabras: „Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí” (Mateo 5,11). Luego se retiró en Atenas, en el año 1891, pobre, difamado por los suyos y abandonado, poniendo todas sus esperanzas en Dios y en las oraciones a la Virgen. Aquí fue, durante algunos años, predicador, profesor y director de una escuela teológica para curas, hasta el año 1894, consiguiendo formar espiritualmente a muchos jovenes dedicados a Cristo, que nutría con las palabras del Santo Evangelio y de los Santos Padres. Al mismo tiempo, celebraba misas misioneras en las parroquias de los alrededores de Atenas. En el fondo de su alma, el santo jerarca Nectario era un verdadero penitente y un gran predicador de la oración a Jesús, que le aportaba mucha paz, alegría, mansedumbre e infinita paciencia. Con estas armas él siempre vencía al diablo, formaba espiritualmente a los de su alrededor y tenía siempre paz y alegría en Jesucristo, sin hacer caso a la difamación y al castigo de parte de sus compañeros.
Pensando en su vejez y deseando más tranquilidad, construyó entre los años 1904-1907, con la ayuda de muchos fieles y aprendices, un bello monasterio para monjas en la isla de Égina, cerca de Atenas, instaurando allí una vida modélica según la tradición de los Santos Padres. Se retira definitivamente en este monasterio donde lleva una vida de piadoso y servidor, de dedicación total y de oración, ofreciendo su espíritu a Jesucristo, el Salvador del mundo y a todos los que venían para pedir bendición, oración y palabra aliviadora del alma. Aquí tuvo como aprendiz a San Sabas el Nuevo (1862–1948), gran asceta del siglo XX, quien fue ermitaño durante un período de tiempo en el desierto de Hozeva, en Palestina. Para su vida ejemplar, Dios bendijo a su devoto Nectario con el Don del Espíritu Santo. Por esta razón, muchos creyentes iban a la iglesia del monasterio de Égina y pedían su ayuda. Especialmente después de la Primera guerra mundial, un gran número de pobres y enfermos, desprovistos de cualquier ayuda, iban hacia el como hacia el padre de sus almas. Y San Nectario ordenaba a las monjas, que convivían en su monasterio, repartir a los necesitados todo tipo de víveres y no guardar nada para ellas, porque Dios, en su misericordia, daba de comer a unos y otros a la vez. Pero también los enfermos se curaban con las oraciones del feliz San Nectario, porque había adquirido el don de hacedor de milagros. Un verano, habiendo una gran sequía en la isla de Égina, con las oraciones de San Nectario, vino abundante lluvia y los campos dieron fruto, de manera que todos tuvieron suficientes alimentos. Por esta razón, todos – laicos y clérigos, pobres y ricos – alababan a San Nectario como a un pastor y una voz elegida del Espíritu Santo y seguían su palabra en todo lo que hacían. Así, él era el todo para todos, porque podía con todo a través de Jesucristo, Quien vivía en él. También era muy humilde y tierno y no buscaba el reconocimiento de nadie. En su tiempo libre trabajaba en el jardín del monasterio, vestido de manera sencilla, haciendo que todos se beneficiaran de su calma y su humildad. Entre sus muchas ocupaciones espirituales, San Nectario escribió varios trabajos teológicos de moral y de historia de la Iglesia, entrando de esta manera en la tradición de los Santos Padres de su patria, en contra de las influencias occidentales que asaltaban a los países ortodoxos. Por todo aquello, el diablo levantó contra él muchas tentaciones, intentando vencerlo. Gran numero de servidores y jerarcas de la Iglesia de Grecia se elevaron con envidia en contra del feliz servidor, provocándole muchos disgustos. Pero Dios le absolvía de todos las penas. Viviendo como un ángel en su cuerpo y amando la oración, el silencio, la humildad, el ayuno y la misericordia, San Nectario acercaba a muchos de los suyos hacia Jesicristo, desbordando a su alrededor la paz, la alegría y el haz invisible del Espíritu Santo, con el que acariciaba y descansaba a todos los que iban a su ermita. Por esta razón, el diablo, no pudiendo soportar su resistencia, elevó en contra del santo, hasta el fin de sus días, muchas calumnias de parte de muchos clérigos y jerarcas griegos, quienes, por envidia, hablaban en contra de él y de su monasterio. Pero el feliz Nectario soportaba todo, en nombre de Jesucristo, Quien vivía en su corazón. Sintiendo acercándose su fin, mientras iba en peregrinación con el ícono de la Virgen en la isla de Égina, San Nectario desveló a sus aprendices que pronto iba a irse hacia Jesucristo. Cayendo enfermo, fue llevado a un hospital de Atenas. Pero él aguantaba con fuerza toda la enfermedad y la provocación, esperando con alegría la hora de su salida de esta vida. Después de cerca de dos meses de sufrimiento, San Nectario entregó su alma en paz en las manos de Jesucristo, el 8 de noviembre de 1920, librándose de todas las tentaciones de esta vida, en la que hizo todo lo posible para llegar a ser uno de los santos de Dios. Sus aprendices, después de lamentarlo mucho, lo enterraron, según la costumbre, en la iglesia edificada por él, en la que hizo tantas milagros, curando a los enfermos que iban con fe a buscar su ayuda. Al cabo de más de veinte años, su cuerpo fue encontrado en la tumba intacto y entero, emanando un agradable olor. El 3 de septiembre de 1953, sus sagradas reliquias fueron sacadas de la tumba y colocadas en la iglesia del monasterio de Égina, para ser honradas y bendecidas. En el año 1961, el Sinodo de la Iglesia de Grecia, viendo el gran número de milagros que se producían junto a sus reliquias, lo declaró Santo, con día de celebración el 9 de noviembre, convirtiéndose en el más venerado santo de este bendito país ortodoxo, pero también de muchos otros países. Cada día, los creyentes acuden a honrar las reliquias de San Nectario y su tumba, convirtiendo su monasterio de la isla de Égina, en el más querido lugar de peregrinación de toda Grecia . Es un santo muy conocido por sus curaciones en casos de cáncer y, en general, de cualquier enfermedad incurable. ¡Con las oraciones del Santo Jerarca Nectario, Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de nosotros! ¡Amén! Párroco George CIMPOCA, parroquia „San Nectario Taumaturgo”, Coslada, Madrid, España.