La Vida Como Un Rio- Alegoria Rosacruz

  • Uploaded by: Luis Victoria
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  • December 2019
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La Vida como un Río Una alegoría Rosacruz de la vida y su propósito Por Luis Victoria El río nace en lo alto de la montaña… como un niño que comienza su vida con nuevos ojos, travieso, juguetón e inocente; viendo los obstáculos, lo escarpado del terreno, los saltos y las piedras con curiosidad y sin temor. La fuerza de vida del río y su aliada, la fuerza de gravedad, lo impulsan a surcar su camino; un camino inevitable que debe seguir pues la fuerza de su existencia es mayor que sus dudas, es mayor que las piedras que se interponen a su paso. Es así nuestra vida en la infancia, la niñez y adolescencia; las piedras del camino son arrojadas fuera del caudal forzosamente por el ímpetu de nuestra existencia; arrasando a pura fuerza como el río joven cuyas aguas impetuosas no conocen barreras. La gravedad y el terreno están a su favor. Así nuestra energía y juventud están a nuestro favor al igual que nuestra inocencia e inexperiencia que no nos hace dudar del camino a seguir sin pensar en consecuencias. En esta etapa otros caudales y arroyos nutren nuestras aguas; nuestros padres, maestros y amigos nos van aportando irremisiblemente sus experiencias, sus bondades y aun sus prejuicios y limitaciones. Mientras somos niños no expresamos pleno carácter o definición, somos uno más de muchos. Como el riachuelo que no tiene nombre. El río adulto encuentra terrenos menos agresivos, recodos de descanso donde la plenitud y nivel del suelo le permite aumentar sus márgenes. Así nos acercarnos a la madurez de la vida, donde aun tenemos la energía, el ímpetu y la fuerza, pero siendo un poco más sabios; como el río cuando llega a la sabana después de recorrer su camino por las escarpadas montañas. La fuerza del caudal disminuye, pero sus riberas se ensanchan. Aquí

comenzamos a nutrir a otros ríos, riachuelos y arroyos, creando y sosteniendo vida a nuestro alrededor. Mientras bajamos la montaña, el ímpetu y la fuerza de nuestras aguas no nos permitieron sustentar la vida en nuestras orillas. En esta nueva etapa las aguas detienen su frenesí y en nuestras riberas florecen árboles, siembras, villas, ciudades, los barcos navegan; somos dadores y sostenedores de vida manifestando nuestro potencial tanto afuera como adentro del río. Aquí ya tenemos nombre, un carácter, una definición; el río ancho, el río rápido, el río grande. Hemos adquirido destreza, una utilidad, un aporte; somos navegables, o de regadío, o de placer, o mucho más. Aquí vemos los grandes ríos; aquellos hombres que son más grandes que la vida misma y benefactores de muchas villas, de muchas siembras, plantas y animales; verdaderos creadores y dadores de bienestar. También vemos a los ríos flácidos, con poco caudal, que se estancan y se van secando a veces hasta morir antes de llegar al mar. Estos son los hombres que no dieron para otros, que vivieron para ellos, que no maduraron, que no comprendieron y que quedaron estancados por la arena y el lodo. Al final de nuestros días el río llega al mar. Algunos se dispersan en numerosos arroyos, debilitados por el delta de nuestros pensamientos y hábitos de vida, enfermos, sin razón, desquiciados; otros sin embargo llegan con toda su fuerza y por varios kilómetros mar adentro siguen siendo río. Vemos su color terroso, su agua dulce mezclándose lentamente con el azul y lo salado del mar. Así pasarán algunos hombres por la vida, dejando salud, vida, amor, inspiración y bienestar a su paso; y llevando la fuerza de su carácter más allá de su existencia. Pero eventualmente, no importa con que fuerza se una el río al mar, sus aguas se irán diluyendo. Las aguas dulces se tornarán saladas, pero las saladas se enriquecerán con la dulzura del río. Así penetraremos en la muerte e iremos perdiendo nuestra definición,

nuestro nombre e identificación; todo por lo que fuimos conocidos… y ya no seremos río… seremos mar. Y allí conoceremos la experiencia y la memoria de muchos otros ríos, y al final realizaremos que fuimos muchos de uno solo; uno con el Gran Mar. Pero un buen día el sol imperecedero calentará las aguas y nos elevaremos en el aire como vapor primero, allí los vientos nos llevarán a la montaña donde comenzó la vida misma y caeremos como gotas de lluvia para comenzar de nuevo; un nuevo río, un nuevo recorrido, una nueva oportunidad de ser mejor río…de ser mejor mar.

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