La Trinidad ¿Tradición o Revelación? 1 Tras las guerras del período de los Macabeos, el pensamiento griego que servía de base cultural a todos los pueblos del Mediterráneo, penetró también en el pueblo judío, a pesar de aquel particular sentimiento nacionalista y religioso que les retraía de admitir cualquier elemento que fuese foráneo. Bajo el imperio romano se abandonó el carácter político y social del platonismo primitivo, y la corriente del ‘platonismo medio’, que evolucionó entre el primer siglo antes de Cristo y el siglo cuarto de nuestra era, fue la influencia filosófica determinante en la obra de Filón de Alejandría, y en el desarrollo de lo que llamaremos neocristianismo, para diferenciarlo del conjunto de las enseñanzas impartidas por los apóstoles a los discípulos de Jesús. 2 Este Filón fue un filósofo judío y un judío practicante, perteneciente a la diáspora asentada en Alejandría, lugar en el que se tradujeron al griego las Sagradas Escrituras. Vivió hasta, aproximadamente, el año 50 de nuestra era, y estando muy versado en la filosofía griega, intentó a través de su prolífica obra, armonizar las doctrinas de los filósofos con la revelación bíblica, haciendo una exégesis o interpretación alegórica del Antiguo Testamento, particularmente del libro de Génesis. Puede decirse que su influencia en el judaísmo fue nula, y sin embargo, encontró terreno abonado en algunos pensadores neo-cristianos, que tras la muerte de los apóstoles creían conveniente examinar a la luz de la filosofía griega la enseñanza de ellos recibida, por considerar que su carácter universalista les obligaba a expresarla en términos universales. Esta labor resultaba particularmente difícil, puesto que la revelación bíblica, base real de la fe, no está formulada en términos filosóficos universales, sino en forma de exhortaciones personales y directas, dirigidas con sencillez a las personas que buscan a Dios mediante la fe. 3 El ‘platonismo medio’ promovió la idea de un Dios que forma y dirige el mundo a través de dioses y espíritus mediadores subordinados o incluso a través de otro Dios, y algunos teólogos cristianos encontraron esta propuesta del Segundo Dios aceptable, aplicándola al Cristo-Logos, subordinado al Padre, mediador en la creación y en la revelación, y partícipe de su divinidad. El Espíritu Santo permaneció marginado hasta después del concilio de Nicea. 4 La filosofía adquirió entonces un carácter cada vez más religioso, y con esto, los filósofos se convirtieron en guías espirituales; en maestros del camino divino. Los pastores de la iglesia aceptaban la enseñanza impartida por estos pedagogos religiosos, que además de muchas obligaciones morales e intelectuales, imponían un moderado ascetismo. Fueron muchos los filósofos paganos, que entre el segundo y tercer siglo, se preocuparon de la enseñanza religiosa y de la moral práctica. A través de estas enseñanzas, se implantó una faceta del platonismo en la doctrina y moral de la iglesia, que la llevó con el tiempo a ser dogmática y sistemática. 5 Tras la implícita aceptación de la dualidad de Dios por una parte de la comunidad neo-cristiana, el paso para llegar a la trinidad fue relativamente fácil. Con el tiempo se identificó al Padre con el ‘dios original’, al Hijo con el ‘Verbo’, traducción latina de ‘Logos’, y a la ‘sabiduría’ de Dios, con el ‘Espíritu Santo’. La misma fórmula que desdobló a Dios en la persona del ‘Verbo’ o la ‘Palabra’, se aplicó a ‘Sophis’ o ‘la Sabiduría’, otra de las facetas o atributos de Dios, que siendo engendrada en él, cobró vida como el ‘Espíritu Santo’. Esto dio lugar a un Dios, que siendo uno, existía desdoblado en tres personas, que a su vez, formaban un solo Dios. En el año 325, tras graves y cruentas peleas entre los
partidarios y los detractores de esta elucubración filosófica y después del asesinato de Arrio, su principal y mas prestigioso detractor, que fue envenenado, el Concilio de Nicea la ratificó haciéndola dogma de la iglesia. Así quedó establecida en la cristiandad la creencia en un Dios trino. 6 En el siglo V se convirtió al cristianismo el filósofo Agustín de Hipona, que nació en el año 354 y fue conocido como San Agustín. Guiado por Ambrosio de Milán, abandonó el arrianismo, abrazando la doctrina trinitaria. Este hombre de gran inteligencia y actividad incansable, fue el artífice de la consolidación de las doctrinas de la iglesia de su tiempo, consagrando gran parte de su obra a conciliar y afianzar los postulados del neo-platonismo y de la metafísica griega o filosofía primera, en el pensamiento eclesiástico. Creyó ver en el ‘Sumo Bien’ al Dios personal, creador y libre de la cristiandad, en el ‘principium coniunctum’ o ‘emanación’, reconoció a la creación misma, e identificó al ‘Virtus et Sapientia Dei’, el principio formal y ejecutivo de la creación, como el ‘Verbo’ del Evangelio de Juan. Así pues, es sencillo hallar en el platonismo un arquetipo que mas tarde diese paso al dogma trinitario, pero ¿Puede hallarse apoyo para este dogma en las palabras de Jesús o en las cartas de sus apóstoles? 7 En la Sagrada Escritura, base real del cristianismo y única fuente de la revelación, podemos leer que Jesús dijo ser hijo de Dios, pero no hallaremos que dijese ser Dios mismo. Reconoció que él iba hacia su Padre; que el Padre era mayor que él; que su Padre es su Dios y también el Padre y el Dios de sus seguidores (Evangelio de Juan, cap. 14, vers. 28: “Habéis oído que os he dicho me voy, pero volveré a vosotros. Si me amaráis os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es mayor que yo.” Evangelio de Juan, cap. 20, vers. 17: “...todavía no he subido al Padre, tu vete a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y Padre vuestro, a mi Dios y Dios vuestro”.) 8 En una ocasión, dirigiéndose en oración al Padre, le pidió que cuidase de sus seguidores, para que todos fuesen ‘solo uno’, obviamente en pensamiento y corazón, del mismo modo que su Padre y él eran ‘solo uno’ en pensamiento y corazón (Evangelio de Juan, cap. 17, vers. 11 y del 20 al 23: “Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí que están en el mundo. Yo voy a ti Padre Santo, pero por tu Nombre, cuida de los que me has dado, para que sean uno, igual que lo somos nosotros”. “No solo ruego por estos, también ruego por aquellos que creerán en mi por medio de su palabra, para que todos sean uno. Igual que tu eres uno conmigo y yo contigo Padre, que también ellos sean uno con nosotros para que el mundo crea que tu me has enviado. Yo les he ofrecido la gloria que tu me diste, para que ellos sean uno, como nosotros somos uno, yo con ellos y tu conmigo, para que ellos sean plenamente uno, y el mundo llegue a saber que tu me has enviado y que a ellos los has amado como me has amado a mi”) En estos textos y en otros similares del evangelio de Juan. algunos traductores han vertido las palabras ‘conmigo’ y ‘contigo’, con las expresiones ‘en mi’ y ‘en ti’, pero esto no se corresponde con el texto griego y puede confundir al lector. 9 Jesús también dijo haber disfrutado junto al Padre de una existencia previa a su nacimiento como hombre. (Evangelio de Juan, cap. 8, vers. 58: “Jesús le respondió: En verdad, en verdad os digo: Antes de que Abraham existiera, yo soy”) En las Escrituras se le dan los nombres de Primogénito y Unigénito de Dios, por ser el primer ser de la creación y el único creado directamente por él. (Colosenses, capítulo 1, vers. 15 al 17, Pablo escribe: “...Él fue generado primero que cualquier otra creación y todas las cosas fueron creadas por medio suyo: Las cosas en los cielos y las cosas sobre la tierra, las cosas visibles y las que no se ven, tanto tronos y señoríos, como principados y autoridades. Todas
las cosas fueron creadas por medio de él y para él, pues él estaba antes que todas las cosas, y todas se hicieron llegar a existir a través suyo”) 10 Sin embargo, no encontramos nada que pueda hacernos suponer que Jesús, el Cristo, sea el mismo Dios. El apóstol Pablo, en su primera carta a los Corintios, cap. 8, vers. 5, escribe: “...porque en realidad, aunque hay quienes son considerados dioses tanto en el cielo como sobre la tierra, por lo que hay muchos dioses y muchos señores, para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas, nosotros incluidos, y hay un solo Señor, Cristo Jesús, por medio de quien fueron creadas todas los cosas, incluidos nosotros”. Y en su carta a los Hebreos, capítulo 5, vers. 7 al 10, dice: “ Durante los días de su vida como hombre, él (Jesús) invocó con oraciones, con súplicas de gran intensidad y con lágrimas, al que podía salvarle del poder de la muerte, y fue escuchado porque mostró temor de Dios. Pues aunque era Hijo, aprendió la obediencia por las cosas que sufrió, y después de haber sido hecho perfecto, llegó a ser el agente de la salvación eterna para todos aquellos que le obedecen, puesto que Dios le ha constituido sumo sacerdote según el rango de Melquisedec”. 11 En la carta a los Filipenses, capítulo 2, vers. del 5 al 11, leemos que Pablo exhorta: “Tened la misma actitud que tuvo Cristo Jesús, que a pesar de existir en forma divina, no buscó llegar a ser igual a Dios, en cambio dejó su posición, asumiendo la condición de un servidor, para llegar a ser igual a los hombres, y encontrándose en condición humana se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, una muerte de sacrificio. Por esto Dios le ha elevado a una posición superior y le ha dado un nombre mas importante que cualquier otro, para que ante el nombre de Jesús se doblen las rodillas de todos los que están en los cielos, o sobre la tierra, o bajo ella, y que todas las bocas proclamen que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre”. Este texto nos muestra que a pesar de la grandeza que Cristo recibe de su Dios y Padre, no pretende igualarse a él, y como se nos dice en la primera carta de Pablo a los Corintios, cap. 15, vers. 27, se somete a él voluntariamente: “...no obstante, cuando se dice: ‘Le ha sometido todas las cosas...’ es evidente que Aquel que se las somete queda excluido, por esto, cuando todas las cosas le hayan sido sometidas, él mismo, el Hijo, se someterá a Aquel que le sometió todas las cosas, para que Dios sea todo para todos” . 12 Jesús fue, según las Escrituras, el Hijo de Dios, el Cristo o Mesías prometido, el principal de la descendencia de Abraham según la promesa y el mediador de un Nuevo Pacto con Dios, un nuevo pacto basado en la fe. Aunque fueron pocos los que en su día le reconocieron y siguieron, él cumplió hasta el final con el encargo recibido de su Padre, y su sacrificio de expiación ofreció la vida a todos los que quieran poner fe en su poder redentor, puesto que solamente mediante la fe en Cristo se tiene acceso a la justificación que nos permite alcanzar la reconciliación con el Padre, y a la vida eterna. En su carta a los Romanos, capítulo 3, vers. 21 al 25, dice el apóstol Pablo: “Pero ahora, sin la Ley, se nos ha manifestado el modo en que Dios justifica, como lo testifican la Ley y los Profetas. La justificación que por medio de la fe en Cristo, Dios concede a favor de todos los que tienen fe, sin distinciones. Porque como todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, todos son justificados gratuitamente gracias a su generoso don, la redención mediante Cristo Jesús. La fe en el poder redentor de su sangre es la base para que Dios, por su misericordia, pueda conceder la justificación”.
13 Los apóstoles sabían de antemano que las congregaciones avanzaban hacia una gran apostasía que predominaría por un largo período de tiempo, hasta la vuelta de Cristo. Por esto, en su segunda carta a los Tesalonicenses, capítulo 2, vers. del 1 al 8, Pablo da esta advertencia: “Hermanos, en cuanto a la Parusía de nuestro Señor Jesús y a nuestra reunión con él, os ruego que no os dejéis confundir fácilmente ni os desconcertéis por discursos, por presuntas declaraciones inspiradas, o por cualquier carta que se haga pasar por nuestra en la que se diga que ya se ha iniciado el Día del SEGNOR. No os dejéis engañar por nadie, ya que este no puede llegar antes que la apostasía, antes de que sea revelado el hombre de pecado, el que es un hijo de la destrucción y un opositor que se ensalza sobre cualquier cosa considerada divina y objeto de reverencia, y que sentándose en un lugar divino, ostenta divinidad ¿Acaso no recordáis que yo os decía estas cosas cuando estaba con vosotros? Sabéis bien lo que ahora lo está reteniendo para que solo pueda manifestarse en el tiempo establecido. Este desconocido transgresor ya está obrando, pero cuando sea retirado aquello que lo retiene, será reconocido el transgresor, que el Señor declarará espiritualmente muerto y aniquilará en el tiempo de la manifestación de su Parusía”. Y en los Hechos de los Apóstoles, cap. 20, vers. 29, dice: “Yo sé que después de mi partida, entre vosotros se introducirán lobos crueles que no perdonarán al rebaño, y también de entre vosotros mismos se levantaran algunos hombres que hablarán cosas perversas, para arrastrar a los discípulos tras de sí...” 14 En la introducción de su evangelio, Juan quiso combatir las ideas que en su día se introducían en las congregaciones, debido a la incipiente influencia de los filósofos, pero con el triunfo de la apostasía, copistas y traductores posteriores vertieron el texto un tanto ambiguamente, de modo que pudo emplearse incluso para sostener aquello que Juan quería condenar. Sin embargo, sabemos que en lengua griega, cuando la palabra ‘theos’ no va precedida del artículo, siempre es un predicado nominal o adjetivo calificativo, por lo que su significado no puede ser un sustantivo como ‘Dios’ sino un adjetivo como ‘divino’, y así se traduce en la versión griega de las escrituras hebreas, llamada ‘De Los Setenta’, cuando el término ‘theos’ sin artículo previo, se aplica a los ángeles para definirlos como seres de naturaleza divina o espiritual. La palabra ‘theos’ solo actúa como sustantivo cuando va precedida por el artículo determinado, y solamente entonces significa ‘Dios’. Sabiendo esto, los primeros versículos del evangelio de Juan debieran traducirse de esta manera: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era divina...” (Juan 1:1) 15 Ninguno de los textos examinados en las Escrituras puede, sin que su sentido sea expresamente forzado, sugerir una dualidad de Dios y menos aún una trinidad. Sería por tanto ilógico considerar como verdadera y ajustada a la revelación, una concepción de Dios totalmente desconocida en todos los libros de la Biblia. 16 Podemos concluir este artículo parafraseando las palabras del apóstol Pablo en la carta a los Efesios, capítulo 4, vers. 4 y 5: “...hay un solo Señor” nuestro salvador Cristo Jesús, “una sola fe” la fe en el poder redentor del sacrificio de Cristo Jesús, que nos permite obtener la justificación que nos da acceso a la vida, “un solo bautismo” por el que sumergiéndonos en el agua, morimos simbólicamente con Jesús, para resurgir del agua, simbólicamente resucitados como él, a una vida nueva que nos otorga el Padre, y “un solo Dios que es el Padre de todos, que está por encima de todos, que obra en favor de todos y en todos”.