Columnista del UNIVERSAL
¡La sed global! AMYLKAR D. ACOSTA M*,
“Todo es agua” Thales de Mileto “El 22 de marzo entra la primavera”. Así empieza una de las piezas maestras de uno de los juglares del vallenato, Leandro Díaz y coincidencialmente por ello mismo la comunidad internacional celebra en esa misma fecha el día del agua, como principio de la vida que es, imprescindible para la subsistencia de todas las especies vivientes sobre la tierra. Allí donde hay agua hay vida y ello explica los denodados esfuerzos de los científicos por comprobar que en otros astros también hay agua, porque de allí se seguiría como corolario su existencia, así sea en estado embrionario. El volumen total del agua de la tierra es de 1.300 millones de kilómetros cúbicos. El 97,52% del agua es salobre y de escasa utilidad para el consumo humano, ya que “el mar es una isla de agua rodeada de tierra por todas partes”. Únicamente el 2,5% del agua del planeta es dulce y menos del 50% es apta para el consumo humano. Fenómenos como el progresivo calentamiento global han venido convirtiéndose en un dolor de cabeza para la comunidad internacional, por su impacto aterrador. El volumen de agua potable por habitante es el 50% del de 50 años atrás. Más de un tercio de la población mundial, sobre todo en América Latina, África y Asia, no disponen de agua potable; 31 países sufren por su escasez; se prevé que en los próximos cinco lustros 17 naciones más sentirán los rigores de su precaria disponibilidad, de tal suerte que, de cumplirse tan espeluznante proyección, una gran parte de la humanidad soportará la sed, ya sea por carencia del agua o por su mala calidad. En este momento, para millones de personas en el mundo encontrar agua y comida es cuestión de vida o muerte. La mayoría de las guerras del futuro ya no serán por el control del petróleo, sino por el acceso a las fuentes de abastecimiento de agua. Como nos lo recuerda Pablo Correa, “En 1979 Anuar el Sadat declaró que el agua del Nilo era el único aspecto que podría llevar a Egipto a entrar de nuevo en guerra. El rey Hussein de Jordania dijo lo mismo en 1990, refiriéndose al Jordán: “en los últimos 50 años se ha combatido por el agua en 37 casos”. Recordemos que el acceso a las aguas de este último río fue una de las causas de la guerra de 1967 en Oriente Medio y era motivo de trifulcas entre israelíes y palestinos, antes de la guerra recientemente desatada entre Israel y Líbano. En Latinoamérica se han presentado ya las primeras escaramuzas, concretamente en Bolivia. Al percatarse de que el acueducto que los surte había pasado a manos de una multinacional del Estado de California (Estados Unidos), en Cochabamba hubo un alzamiento popular que puso en aprietos a las autoridades para sofocarlo. Es más, a consecuencia de la falta de agua tratada, cada año mueren 4 millones 600 mil niños menores de cinco años por enfermedades infectocontagiosas atribuibles a la falta de saneamiento básico, cada cuarto de hora perecen mas de cien personas en el mundo por enfermedades de tipo diarreico, por falta de agua potable. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2002 3,1 millones de personas perecieron por cuenta de enfermedades relacionadas con el agua, como la malaria y la diarrea. Pero si por allá llueve, por aquí no escampa. Colombia está aprisionada en la paradoja de ser el cuarto país con mayor disponibilidad de agua por unidad de superficie y, al mismo tiempo, es el país en donde el ímpetu destructivo y depredador del ecosistema ha adquirido caracteres más dramáticos. Cada año desaparecen 600 mil hectáreas de bosque húmedo, por cuenta de la tala y la deforestación indiscriminada. Como lo afirma el experto ambientalista Carlos Castaño, “No porque tengamos una gran oferta se puede pensar que el agua es inagotable”. Colombia no escapa al sombrío panorama que delatan las estadísticas del mundo. * Presidente, Sociedad Colombiana de Economistas