La lucha contra el fascismo Este folleto se basa en artículos aparecidos en Socialismo Internacional En lucha. El retorno del monstruo fue publicado en el Nº 2, octubre de 1994. El autor, Chris Harman, es redactor del periódico Socialist Worker. Fascismo: Qué es y cómo combatirlo se publicó en el Nº 10, febrero de 1996. La liga anti-nazi se publicó en el Nº 12, mayo/junio de 1996. ¡Stop a la amenaza nazi! se publicó en Socialismo Internacional Nº 29, mayo de 1998. ¿Quiénes son los fascistas de verdad? se publicó en En lucha Nº 33, octubre de 1998. ¿Libertad de expresión para los nazis? No, gracias se publicó en En lucha Nº 38, marzo de 1999. Este folleto fue publicado por primer vez en abril de 1997. Nueva edición ampliada: abril del 2000.
Unidad sí, ¿pero con quién? se publicó en En lucha Nº 40, mayo de 1999. Para leer
Chris Harman es redactor del periódico Socialist Worker. Josep Garganté, Marcal Solé y Teresa Martín son militantes de Izquierda Revolucionaria.
Introducción El año 1945 supuso el fin de una locura, el fin de un fenómeno que sacudió Europa durante más de 20 años: el fascismo. Y cayó gracias a la actuación de los países aliados, que de repente decidieron que había que poner fin a los devaneos grandilocuentes de Hitler y Mussolini. Todo por el bien de la Humanidad, porque la historia del siglo XX no es más que la historia de la victoria de las democracias liberales sobre dos aberraciones: el fascismo y el comunismo. Éste es el mensaje que nos llega desde la historiografía tradicional, una historiografía que quizás olvida que, tanto Hitler como Mussolini llegaron al poder de la mano de los partidos liberal-conservadores en el poder en sus respectivos países, unos partidos en descomposición y en crisis que vieron en el fascismo un instrumento para rejuvenecer y vitalizar sus grupos de apoyo, poniendo a la vez fin a la inestabilidad social provocada en Italia por el fin de la Primera Guerra Mundial, y en Alemania por la crisis de la República de Weimar. La alianza con el fascismo era también una manera de poner fin a la "amenaza" del bolchevismo y a las conquistas sociales que habían impuesto las movilizaciones obreras generalizadas, posteriores al conflicto mundial.
Sólo cuando se vio clara la posibilidad de instrumentalizar el movimiento fascista y nacional-socialista en favor del mantenimiento del status quo y del gran capital, sólo entonces, el fascismo tuvo su oportunidad de llegar al poder, gracias a los apoyos recibidos de esta vieja élite política corrupta y los grandes industriales, que no sólo dieron legitimidad al discurso fascista, sino que también lo financiaron. ¿Queda aún alguna duda sobre a quién beneficiaban el fascismo y el nacional-socialismo? ¿Alguien duda de los intereses a los que servía la falacia de la "tercera vía" fascista? Ahora, medio siglo después de aquella "derrota" del fascismo en la Segunda Guerra Mundial, aparece un nuevo término: el "neofascismo", que pretende designar la ideología tanto de los grupos de skinheads nazis como a la derecha radical nacionalista que representan Le Pen, Fini, Hayder, Zhirinovsky, Tyndal... Pero ¿podemos realmente hablar de neofascismo, de reproducción de las pautas de comportamiento y la estrategia que llevaron a Hitler, con el NSDAP, y a Mussolini , con el PNF, al poder? Es evidente que los grupos de skinheads que convierten la violencia en un fin en sí mismo y se dedican a sembrar el miedo en las calles nos recuerdan a aquellos escuadristas de los años 30; también parece que los representantes de esta extrema derecha parlamentaria empiezan a adaptar las formas demagógicas y populistas propias del fascismo. El discurso, evidentemente, es diferente: se mantienen el racismo, el antisemitismo, el "anticapitalismo especulador", el principio del liderazgo... pero ahora a éstos se añaden la cruzada anti-abortista, el desprecio por los medios de comunicación de masas, y se potencian aspectos como el odio a todo lo extranjero (empezando por los inmigrantes y terminando por los Estados Unidos). Recientemente, por ejemplo, Falange Española repartía trípticos anti-OTAN en plenas Ramblas de Barcelona; en Austria, en los mítines de Hayder hay stands de algunos sindicatos, y hay grupos de la extrema derecha fascista del Estado Español que se definen a sí mismos como "nacional-bolcheviques". Esto es adaptarse a los nuevos tiempos. Los artículos recogidos en este folleto no sólo analizan estas continuidades entre los movimientos fascistas de la primera mitad del siglo y los actuales, sino que presentan una forma de organización para luchar contra todos los que hacen su bandera a partir de la negación de las libertades del "otro"; siguiendo el ejemplo de la Liga Anti Nazi en Gran Bretaña, queda claro que la organización y la movilización son los únicos medios de que disponemos para parar el avance del fascismo en todas sus formas. Socialismo Internacional, marzo de 1997
El retorno del monstruo
Chris Harman Mientras observamos con estupor países como Alemania, Francia, etc. donde los ataques racistas son constantes, creemos estar a salvo de esta epidemia. Pero las últimas noticias nos alertan sobre el desmembramiento de varias organizaciones ultraderechistas españolas, con la intención de crear un único partido con más fuerza. No nos dejemos atemorizar por ello. Por ahora sólo forman parte de un grupo minoritario, con amplio capital (como demuestra el hecho de que CEDADE haya apoyado económicamente a la prensa nazi de toda Europa), pero sin el apoyo de las masas. ¿Cuáles son los elementos que necesitan para llegar al poder, y por tanto para ser derrotados? Hace cinco años, casi todos los comentaristas liberales y buena parte de la izquierda en Europa consideraban que inquietarse por el crecimiento de partidos fascistas era cosa de paranoicos. Hoy en día este tipo de comentarios es mucho menos frecuente. Los asesinatos racistas en Alemania, la participación de ministros fascistas en el gobierno italiano, y el sorprendente éxito de Zhirinovsky en Rusia, han demostrado que existe un verdadero peligro de revivir -aunque más lentamente- la década de 1930. Lutte Ouvrière, la organización revolucionaria francesa que sigue insistiendo en que Le Pen no es ni peligroso ni fascista, advierte que es preocupante el crecimiento del partido fascista italiano MSI, como si el MSI y Le Pen perteneciesen a especies totalmente diferentes. Reconocer que el crecimiento de partidos fascistas representa un verdadero peligro es un paso importante, sin el cual no nos es posible organizarnos para detener el avance del fascismo. Pero también tenemos que comprender el lado débil del fascismo, de otro modo corremos peligro de quedar paralizados por el pánico. Tenemos que entender tanto las diferencias como las semejanzas entre el crecimiento de las organizaciones fascistas, hoy en día, y en las décadas entre ambas guerras mundiales. El avance electoral de los fascistas ahora es comparable en muchos casos al de los fascistas durante las décadas de 1920 y 1930, meses antes de ocupar el poder. En las elecciones de 1921 en Italia, Mussolini obtuvo el 7 por ciento de la votación total. En las elecciones presidenciales de 1932, Hitler obtuvo el 36,8 por ciento. En ambos casos, los dirigentes fascistas llegaron al poder menos de un año después. Los fascistas italianos hoy en día ya obtienen más de un tercio de los votos en las principales ciudades del sur. En Rusia, Zhirinovsky obtuvo el 24 por ciento de los votos en diciembre de 1993. En la India, el BJP obtuvo un tercio de los votos en las principales elecciones estatales en 1993. Los fascistas franceses y alemanes no han obtenido tales niveles, pero Le Pen obtuvo el 14 por ciento de la votación, comparable a los resultados de Hitler en 1930. Y el 8 por ciento de votos fascistas en Alemania (sumando el total obtenido por el partido de extrema derecha Republikaner, más el de partidos fascistas menores) es mucho mayor que el total obtenido por Hitler en 1928 (2,8 por ciento). Pero, afortunadamente, los partidos fascistas necesitan más que éxitos electorales. Para ganar el poder, necesitan otros dos elementos interrelacionados.
En primer lugar, necesitan un movimiento de masas capaz de penetrar todos los poros de la sociedad. Esto es esencial para contrarrestar a las fuerzas sociales capaces de detener sus planes totalitarios, sobre todo la clase trabajadora organizada. Necesitan más que votos. Necesitan militantes dispuestos a correr los riesgos necesarios para aplastar toda resistencia, en cada calle, en cada fábrica, en cada oficina y en cada escuela. Así es como el partido de Mussolini se constituyó en los escuadrones armados de "camisas negras" que atacaban manifestaciones, incendiaban sedes sindicales, rompían huelgas y apaleaban a sus enemigos, mucho antes de que Mussolini estuviese en el gobierno. Y así es como Hitler construyó una organización de tropas de asalto; 100.000 en 1930, y 400.000 en 1932. En segundo lugar, los fascistas necesitan que sectores decisivos de la clase dominante y de la máquina estatal quieran un gobierno fascista. Tanto Hitler como Mussolini contaron con el apoyo de los diputados de los principales partidos burgueses -el Partido Liberal Italiano; y los partidos Nacional, Popular y del Centro en Alemania-. Y fundamentalmente contaron con la policía y el ejército, que colaboraban con los matones fascistas para eliminar toda oposición. Estas organizaciones de masas dedicadas a la lucha callejera fueron un elemento fundamental para que los fascistas consiguiesen el apoyo de la clase dominante y del aparato estatal. La clase dominante afrontaba una profunda crisis, y comprendía que su única salida era atacar el nivel de vida de los trabajadores hasta tal punto que ni los dirigentes sindicales más cobardes lo aceptarían. Los fascistas poseían organizaciones de masas que podían colaborar con la policía y el ejército para aplastar a los sindicatos y a otras organizaciones de los trabajadores. Los fascistas de hoy en día tienen organizaciones de masas muchísimo más pequeñas y débiles que las de Hitler y Mussolini. La crisis económica es lo suficientemente profunda para que gran número de personas desmoralizadas voten a los fascistas, pero no lo suficientemente profunda como para enloquecerlas, y tornarlas activistas nazis que sienten que ya no tienen nada que perder. Para Hitler y Mussolini, existía una tensión constante entre fomentar y fortalecer a las organizaciones de masas, y la estrategia de conseguir el apoyo de la clase dominante. Los militantes fascistas organizados exigían continuas acciones, continuos enfrentamientos, y una lucha por el poder. La clase dominante, por otro lado, quería utilizar a los fascistas para lograr una rápida victoria en la lucha de clases que traería una "paz social" cuyos términos fuesen favorables a su propio dominio. Por lo tanto, exigía que los dirigentes fascistas pudiesen controlar a sus militantes. Esta tensión causó escisiones en las organizaciones fascistas antes de que tomasen el poder, tanto en Italia como en Alemania. Y una vez en el poder, tanto Hitler como Mussolini atacaron a parte de su propia base; la instancia más famosa es la "noche de los cuchillos largos" en 1934, cuando Hitler mandó asesinar a Roehm (jefe del SA) y a centenares de sus tropas de asalto. Esta tensión es mayor aún entre los fascistas actuales, precisamente porque su base militante es pequeña en relación con su fuerza electoral. Sus dirigentes están todavía muy lejos de poder tomar el poder, y por lo tanto
necesitan responder a las presiones de sus propias bases con aventuras terroristas, tratando al mismo tiempo de cultivar una imagen "respetable". El caso del partido fascista hindú BJP en la India muestra lo peligroso que puede resultar esta tensión para los dirigentes fascistas. A mediados de 1993 el BJP crecía cada vez más. Era el segundo partido en el Congreso Nacional, y controlaba los gobiernos de varios Estados, incluyendo el mayor, Uttar Pradesh. Sectores de la clase dominante, y gran parte de la clase media alta, empezaban a ver al BJP como la única fuerza capaz de evitar la fragmentación del país, que empezaba a abrir su economía al mercado mundial. En ese momento, los dirigentes del BJP decidieron mandar a sus activistas a luchar por el control de las calles, atacando la mezquita de Babri Masjid en Ayodhya, y provocando disturbios anti-musulmanes en varias ciudades. Barrieron con todo, y en Bombay (principal ciudad comercial e industrial del país) los aliados del BJP en el Shiv Sena -organización de 30.000 militantesconsiguieron el apoyo de la policía mientras incendiaban y saqueaban barrios enteros de la ciudad, asesinando a más de mil musulmanes. Pero esta estrategia resultó ser un tiro por la culata. Poder organizar enormes y terroríficos pogromos no era lo mismo que demostrarle a la clase dominante que el BJP era capaz de eliminar toda oposición, imponiendo una nueva y tiránica paz social. La gran industria contemplaba con horror la interrupción de sus transacciones a causa de los disturbios, y sus beneficios se resintieron. La clase media alta temió de repente que el BJP, en vez de imponer orden, trajera un caos interminable. El partido dejó de crecer, y en los meses siguientes sus adversarios políticos pudieron movilizar a las castas "inferiores" contra las castas "superiores", impidiendo la expansión de la base del BJP. De modo que aunque su apoyo electoral creció un poco en las elecciones siguientes, se encontró más aislado y mucho más lejos del poder que hace un año. Pagó un terrible precio por su tentativa de poder antes de que su base fuese lo suficientemente poderosa para garantizar una victoria rápida. Si esto pudo sucederle al fascismo hindú, con sus centenas de miles de activistas, los problemas de los nazis europeos son mayores aún, pues su base militante es mucho menor. Si el BJP no pudo conseguir una victoria rápida y fácil, mucho menos lo pueden conseguir el MSI, Zhirinovsky, Le Pen, los Republikaner, o el BNP británico. Esto nos da esperanzas de poder librar una lucha anti-fascista que consiga derrotarlos. Pero no debemos quedarnos tan tranquilos. El fascismo basado en resultados electorales puede proveer una estructura dentro de la cual puede crecer el fascismo de calle. Ya vimos ejemplos en Austria y en España. En ambos países, en 1934 surgió el "clero-fascismo", una política de derecha represora y sangrienta que no llegaba a ser un nazismo pleno. Pero éste último se impuso dos o tres años más tarde, cuando gran parte de los que apoyaban pasivamente a la extrema derecha se tornaron cuadros militantes nazis. Los nazis actuales quieren seguir este mismo camino.
Por eso es tan importante organizarnos contra ellos ahora, intensificando sus problemas internos, quitándoles la posibilidad de organizarse para llegar al poder durante los próximos años.
Fascismo: Qué es y cómo combatirlo Josep Garganté Aclarar el concepto de qué es fascismo y cuál es la forma en que funciona se convierte sin lugar a dudas, en la más importante y principal tarea para cualquier persona que desee combatirlo. Uno de los mayores problemas con el término fascismo es la profunda confusión que existe. Confusión que puede dejar inmovilizados a los que de verdad tienen ganas de luchar contra la amenaza de un nuevo holocausto. La disparidad de conceptos que se tildan de fascismo es inmensa y, realmente, sorprendente. Algunos ejemplos servirán para demostrar hasta dónde ha llegado la distorsión de este término. Una hoja repartida por el grupo Catalunya Lliure, en recuerdo a Guillem Agulló, dice "el fascismo no son únicamente los grupos que insultan, pegan, agreden y, hasta matan. Es el Estado que los encubre y los impulsa. El fascismo son los GAL organizados por el Estado, el fascismo es el terrorismo patronal que lanza a la miseria miles de mujeres y hombres. El fascismo es el secuestro de jóvenes que programa el ejército. Es el miedo que quieren que mantengamos dentro del cuerpo para que no pensemos, no actuemos, no luchemos." En el número 100 del periódico anarquista Tierra y Libertad encontramos un artículo llamado "Fascismo: ni ahora ni nunca" en el que se puede leer: "Efectivamente, el hermanamiento entre los gobiernos que adoptan medidas represivas para restringir la inmigración y las posturas fascistas no es mera coincidencia, sino síntoma de que el racismo finalmente ha penetrado en la sociedad civil, y con él, se da el primer paso hacia un nuevo Racismo de Estado (nazismo) de fatales consecuencias", y más tarde "Hoy presenciamos la cohabitación de estos tres tipos de fascismo (hay muchas otras variedades) en nuestra sociedad". También resulta fácil de observar en las pegatinas que diversos casales independentistas han hecho tildando al PP de nazi, o en los posters que la Juventud Comunista hizo en contra de las pruebas nucleares denominando a Chirac fascista. Éstas son algunas de las interpretaciones que hay sobre el fascismo. No olvidemos que esto es lo que dice la izquierda que está en las manifestaciones contra el día de la hispanidad, o metida en las organizaciones antifascistas. Si resumimos, el resultado de sus análisis es que parece ser que tanto el PSOE, como el PP o, en el fondo, cualquier Estado, es de raíz fascista. Parece
que según sus observaciones no haya diferencia entre la dictadura franquista y un gobierno de democracia burguesa, como puede ser el del PSOE. A esto añadimos lo que dicen los que no actúan contra el fascismo, las fuerzas políticas mayoritarias por un lado y por otro los medios de comunicación, que están difundiendo tanto en artículos, tiras cómicas o debates televisivos, la idea de que Jarrai es un "fascismo de izquierdas", ya que según éstos, la violencia política es equiparable al fascismo, pero no cuando esta violencia es ejercida por el Estado -ataques de la policía contra inmigrantes o huelguistas-. El cúmulo de concepciones que hay sobre el fascismo y lo contradictorias y abstractas que llegan a ser por sí mismas, ya da mucho que pensar sobre el tema en cuestión. Esclarecer cómo funciona, en qué momentos aparece, y qué fuerzas son las que lo lideran es el único modo de combatirlo de manera efectiva. Entonces ¿Cómo definir el fascismo?
¿Qué es el fascismo? El fascismo es una parte más del capitalismo. Es una forma de gobierno específica que la clase dominante utiliza como única salida, en momentos extremos, para acabar con toda oposición de la clase trabajadora. La historia nos demuestra, sin lugar a dudas, que hay una unión inseparable entre fascismo y capitalismo. Y que detrás de toda la fraseología demagógica que los nazis usan acerca de un nuevo sistema totalmente diferente al capitalismo, se esconde la realidad que, de manera precisa, expone Sebastian Balfour en su libro sobre la situación de la clase trabajadora durante el franquismo, La dictadura, los trabajadores y la ciudad: "De hecho, el principal objetivo del nuevo orden fue restaurar plenamente el sistema capitalista en fábricas, minas, oficinas y haciendas y asegurar que nunca más sería amenazado por un levantamiento social". Tanto el gobierno de Hitler como el de Mussolini y el de Franco fueron consecuencia de la reacción de sectores decisivos de la clase dominante y de la máquina estatal para aplastar toda resistencia de los trabajadores, que se negaban a pagar la crisis que los propios dirigentes habían creado. Esta reacción que acaba por dar el poder a los fascistas representa la desaparición total de la oportunidad de luchar, de organizarse por parte de la mayoría, representa la desaparición de toda resistencia durante años, si no décadas. De toda posibilidad de expresar ideas diferentes a las del régimen, no sólo ideas socialistas, sino religiosas o científicas. Sólo hay que observar la primera mitad de la España franquista, con todo su entramado policial de vigilancia sobre cualquier movimiento individual, para percatarse de que toda libertad de expresión y toda forma de democracia desapareció. Esto se diferencia bastante de gobiernos como los del PSOE o el PP. Muestra la diferencia entre la democracia burguesa y la dictadura fascista. Llamarles a los dos con el mismo nombre deja a la gente inmovilizada contra los verdaderos nazis, como lo hizo la absurda política de Stalin en Alemania cuando los nazis estaban creciendo. El partido comunista se negó a aliarse
con los socialdemócratas, argumentando que eran "socialfascistas", equivalentes a los nazis. El funcionamiento del movimiento fascista se basa en la confrontación directa en las calles. Los nazis buscan el control de las calles: no es casualidad que, tanto el partido nazi catalán Estat Català, como el partido de Ynestrillas, Alianza por la Unidad Nacional, salgan unos el 11 de septiembre con sus uniformes y su actitud marcial, y los otros hagan acto de presencia en cada lugar donde ETA pone una bomba para pedir la pena de muerte. Los nazis hacen esto por dos razones: la primera, aterrorizar con sus marchas militares a la gente que no está de acuerdo con ellos y, la segunda, es que les sirve para presentarse como algo importante, para convencer a las clases medias y al lumpen de unirse a ellos. En palabras del nazi Goebbels: "Quien controla las calles conquista las masas, y quien conquista las masas controla el estado." Los fascistas no se hacen con el poder a través del argumento sino a través del terror. Su medio principal no es el parlamento, como sí lo es para el PP, aunque eso no significa que no lo aprovechen. Su medio es la confrontación de su base contra toda organización que no acepte sus planes totalitarios, y si bien los éxitos electorales de los nazis no han desaparecido en estos dos últimos años, no son su campo más importante. El fascismo necesita dos factores principales para tomar el poder: el apoyo de un movimiento reaccionario de masas en la calle y el de la clase dirigente (empresarios, organismos represores e Iglesia incluidos). Pensar que Jarrai -representante de un movimiento popular de izquierdas en contra del racismo, del sexismo y de los verdaderos nazis como Ynestrillas- va a recibir algún tipo de estos apoyos es una broma de mal gusto y demuestra lo débil del análisis de la prensa. La necesidad de este apoyo les obliga mantener una imagen más o menos respetable, a la vez que tienen que alimentar a su base con actos de odio exacerbado hacia los inmigrantes, gays, comunistas y un sinfín más. No es una casualidad que durante las marchas que organiza el frente nacional de Le Pen sea asesinado un inmigrante, un chico muera en Madrid por no querer cantar el «cara al sol» o se produzcan actos similares en Alemania, Austria, etc. Cuando conoces la forma que adopta el fascismo, las necesidades que tiene, sus medios para llegar al poder y, por supuesto, cuál es su finalidad -sólo en la Alemania nazi fueron asesinados 6.000.000 de Judíos, 2.500.000 de polacos, 500.000 gitanos, 400.000 prisioneros rusos, 100.000 disminuidos físico o mentales y decenas de miles de socialistas, comunistas, gays...-, la cuestión a plantear es ¿Cómo luchar contra los nazis?
La lucha contra un nuevo holocausto La unidad en acción es la clave para acabar con ellos: una organización que reúna a todas las personas que desean movilizarse contra los nazis, olvidando los análisis que meten en el mismo saco a partidos de derechas como el PP y al partido de ultraderecha de Ynestrillas, como si fueran una sola cosa. Una organización que movilice al máximo de gente posible para no permitirles hacer sus marchas, vender su periódico en la calle o abrir sus librerías.
Uno de los argumentos más clásicos con el que se nos ataca a los que ya hemos decidido actuar en la lucha contra los fascistas es el de "la libertad de expresión". Si bien esta opinión viene como consecuencia de una falta de libertad que duró cuarenta años, tenemos que entender que "la libertad de expresión" no es una idea abstracta, y que "libertad" para los nazis significa darles respetabilidad, significa tratarles como cualquier otra fuerza política. Y significa por lo tanto, la posibilidad de un nuevo holocausto. En palabras de Hitler "si nuestros enemigos nos hubiesen parado los pies desde el primer momento, desde que éramos un pequeño grupo, habrían acabado con nosotros. Nunca después, cuando ya éramos un gran movimiento unido". La posibilidad de destruirles, pues, pasa por la confrontación masiva contra ellos.
La liga anti-nazi: Un modelo para detener el avance fascista Teresa Martín El resurgimiento del fascismo, en muchas partes de Europa, durante los últimos años muestra que la experiencia de la Liga Anti Nazi británica aporta unas lecciones importantes en la lucha contra la ultra-derecha. "Creo que nuestras grandes marchas con tambores y banderas tienen un efecto hipnótico en el público y una influencia inmensa en la solidificación de la lealtad de nuestros seguidores. Así por medio de ellas se mantiene su entusiasmo." Éstas eran las palabras de John Tyndal, Fuhrer del National Front (Frente Nacional, NF) en los años 70 en Gran Bretaña. Actualmente Tyndal es el líder del British National Party (Partido Nacional Británico, BNP), otro partido nazi. Sus palabras son eco de las de su héroe, Adolf Hitler. A mediados de los 70, el NF estaba avanzando. Las condiciones del momento favorecían su crecimiento. La primera recesión económica desde la II guerra mundial estaba reduciendo el nivel de vida de la población. El Partido Laborista, partido en el poder, reducía los salarios y los presupuestos de la sanidad, la vivienda y otros gastos sociales. La única cosa que crecía eran las colas del paro. En estos años, sectores del Partido Conservador agrupados por el exministro Enoch Powell y con apoyo de la mayoría de la prensa, jugaron un papel crucial en el auge del racismo en el Reino Unido. Powell exacerbaba en sus mítines a la población contra los inmigrantes negros y asiáticos, la gran mayoría de los cuales habían venido al país invitados en los años cincuenta por el gobierno británico -en el cual estaba el propio Powell- durante el boom económico, para trabajar como mano de obra barata. Ahora, Powell y los suyos utilizaban a los inmigrantes culpándoles de todos los males del país y pidiendo su expulsión.
Como consecuencia empezó una oleada de ataques físicos contra los inmigrantes negros y asiáticos, sus casas, sus tiendas y restaurantes. Frente a esta situación, el gobierno laborista se rindió ante el auge del racismo e introdujo una nueva legislación de inmigración con claro contenido racista. El propósito, evitar más inmigración negra y asiática.
Crecen los fascistas El NF recogió los resultados de la histeria de la prensa, la demagogia de Powell y de la rendición del Partido Laborista. En las elecciones locales de 1976, los nazis obtuvieron muchos votos. En el barrio popular de Lewisham, en el sur de Londres, consiguieron el 44% de los votos. En 1977 las cosas fueron a peor, en las elecciones londinenses sacaron casi 120.000 votos dejando a los liberales en cuarta posición. Con el aumento del apoyo, el NF decidió seguir las palabras de John Tyndal, su líder, e iniciar marchas propagandísticas por las calles. Con ello querían conseguir apoyo e imagen de gloria. Para protegerse de cualquier contramanifestación, el NF gozaba de una protección policial de gran envergadura. En agosto de 1977, los nazis convocaron una marcha en Lewisham. Hasta ese momento, gran parte de la izquierda había optado por organizar contramanifestaciones pacíficas y alejadas del punto de concentración de los fascistas para "no darles publicidad". En contraste, el Socialist Workers Party (grupo en Gran Bretaña de la corriente Socialismo Internacional) y otros grupos de la izquierda revolucionaria siempre habían propuesto e intentado detener los desfiles del NF. En Lewisham, en contra de los deseos de la organizaciones más "respetables" (Laboristas, el Partido Comunista y grupos cristianos), el SWP logró movilizar a miles de jóvenes negros y blancos que lograron reventar la manifestación del NF -a pesar de la presencia de 5.000 policías para proteger "la libertad de expresión" de los nazis-. Esta gran victoria supuso un giro importante en la lucha anti-fascista en Gran Bretaña y el comienzo del fin del NF.
La Liga Anti-Nazi La consecuencia más importante de la "batalla de Lewisham" fue su papel como detonante de la Liga Anti-Nazi (ANL), impulsada por el SWP, algunos parlamentarios de la izquierda laborista, artistas y otras personalidades. El objetivo de la ANL era y es, que los fascistas no se volvieran a recuperar después de la derrota de Lewisham. Hitler poco antes de llegar al poder había admitido: "Sólo una cosa hubiera podido pararnos: si nuestros adversarios hubiesen comprendido el principio de nuestro movimiento y, desde el primer día, lo hubiesen machacado con la máxima brutalidad." Estas palabras hicieron comprender a la ANL que para luchar contra los fascistas había que enfrentarse a ellos. Pero entendiendo que sólo la movilización masiva puede debilitar al fascismo y crear las bases para la unidad entre blancos y negros en su lucha contra la opresión. La lucha de la ANL ha sido siempre la autodefensa activa, consiguiendo con ello mostrar al
NF (y hoy en día el BNP) como nazis, y no solamente "patriotas", ante los ojos de millones de personas. La ANL se distingue de organizaciones como SOS Racismo en el Estado español o Francia, por su empeño a la hora de confrontarse directamente a los fascistas y no de limitarse a solamente actividades culturales y legales. De todas maneras, la ANL tampoco se ha limitado a organizar solamente contra-manifestaciones, sino que ha impulsado un sinfín de actividades en los barrios, los lugares de trabajo y los colegios para contrarrestar las ideas fascistas y racistas. Desde limpiar las calles de graffitis racistas, hasta grandes fiestas con cientos de miles de personas y la participación de famosos grupos de rock. A principio de los 90, las actividades de la ANL se reiniciaron en Gran Bretaña como medida preventiva ante el auge de fascismo en Francia, Alemania y otros países. En estos países se daban situaciones similares: una nueva crisis económica, un declive de los partidos tradicionales de la clase trabajadora y un consiguiente aumento de los grupos fascistas que culpabilizaban a los inmigrantes del alto índice de desempleo. Con el relanzamiento de la ANL se evitó que ese auge fascista se diera en Gran Bretaña y se repitiera la situación de finales de los 70. En 1993, el BNP ganó un escaño en las elecciones parciales de un ayuntamiento local del barrio londinense de Isle of Dogs, la subsiguiente movilización por parte de la ANL -que hacía una campaña puerta a puerta- evitó que el representante nazi saliera reelegido en los siguientes comicios. El mismo año la ANL (una vez más con la oposición de la dirección del Partido Laborista y de los sindicatos) movilizó 60.000 personas en una impresionante manifestación a favor de la clausura de la sede central del BNP. Manifestación que terminó con un ataque salvaje por parte de la policía con el resultado de miles de detenidos y heridos. Al año siguiente otra "fiesta anti-nazi", contó con la asistencia de 150.000 personas. En 1995 la ANL contaba con más de 100.000 afiliados.
La lucha contra el fascismo es también la lucha por el socialismo La ANL ha sido y es un modelo de lucha contra el fascismo en Gran Bretaña, un ejemplo de organización anti-fascista a imitar. Detener la organización de los nazis es una tarea crucial pero es sólo la punta del iceberg. A pesar de las marchas nazis que se puedan parar, éstos encontrarán eco en una sociedad que produce continuas recesiones y guerras, desempleo y escasez de vivienda para gran parte de la población. Unir a los trabajadores en defensa de un hospital, para la mejora de viviendas, para defender los puestos de trabajo y por un mejor sistema educativo, muestra que la actividad de la clase trabajadora puede proporcionar una solución mejor que la de los fascistas: el racismo y la destrucción del movimiento obrero.
¡Stop a la amenaza nazi! Josep Garganté
De Socialismo Internacional no 29, mayo de 1998 Francia es el país donde todos los antifascistas tienen la mirada puesta. El ascenso del fascismo en Europa tiene su principal exponente en el Frente Nacional (FN) de Jean Marie Le Pen. La multitudinaria manifestación en contra de los acuerdos entre la derecha y los nazis muestra las posibilidades de derrotar al FN. Lo que allí suceda va a tener repercusiones en todo el continente. Este articulo explica cómo han crecido los nazis, qué repercusiones han tenido en la sociedad francesa y de qué manera se ha respondido a esta amenaza. Catorce años de gobierno socialista crearon un caldo de cultivo de descontento que hizo pasar al partido de Le Pen de menos de un 1% en 1981 a un 15% en 1995. Por su lado, el Partido Socialista pasó, durante las mismas fechas, de un 57% a un 23%. La crisis del reformismo abrió un espacio para los revolucionarios -un millón de personas votaron por las candidaturas de Lutte Ouvrière y LCR (Liga Comunista Revolucionaria) en las últimas elecciones- pero también para el fascismo. Francia vive un momento incierto. Paralelamente al crecimiento del FN se han venido dando luchas que han movilizado masivamente a la población francesa. Las huelgas de los funcionarios, los cortes de carreteras de los camioneros y las manifestaciones contra las leyes antiinmigración acabaron con el gobierno de derechas de Juppé y dieron confianza a los que luchaban para cambiar las cosas. Hoy, con un gobierno de coalición (socialistas, comunistas y verdes) la situación en cuanto a la amenaza del fascismo se encuentra en una contradicción aún más visible. Al mismo tiempo que el movimiento antinazi está dirigido por los socialistas y los comunistas es su propio gobierno el que ataca a los niveles de vida de la mayoría creando las condiciones para el crecimiento del FN. Un ejemplo de esta situación se da en los profesores de 80 escuelas de Seine-St Denis, una región cerca de París, que fueron a la huelga para conseguir más recursos. Muchos de ellos, profesores, padres y alumnos, blancos, negros y árabes, se unieron a la marcha contra el FN furiosos por las palabras del ministro de educación Claude Allegre que rechazó dar más dinero para las escuelas y denunció a los huelguistas diciendo "Fueron las actitudes irresponsables las que han nutrido al Frente Nacional". Las elecciones regionales de marzo y las consecuencias que éstas trajeron hicieron, por un lado, ver el papel central que está jugando y que puede jugar Le Pen en un momento de mayor crisis económica y, por otro, y como consecuencia, salir de nuevo a miles de personas a la calle.
El FN y los pactos Los conservadores involucrados en los pactos con el FN no son figuras poco relevantes sino todo lo contrario. Aún a pesar de ello, los líderes socialista y comunista todavía enfatizan la necesidad de "defender los valores republicanos" contra el FN. Esta visión ve la manera de luchar contra el
fascismo uniendo a todos aquellos que defienden el estado Francés, incluida la derecha. Cerca de 200.000 personas se manifestaron contra el FN por toda Francia. El tamaño de las protesta, que fue anunciada cinco días antes, muestra el potencial de este movimiento. Los pactos entre conservadores y nazis han puesto a la orden del día la urgencia de parar al FN. Años atrás mucha de la oposición al FN era recelosa de llamar a este partido fascista o nazi. Hoy, aunque esta idea no ha desaparecido si que ha cambiado. En la manifestación todas las pancartas oficiales llamaban a Le Pen y a su organización fascista. El slogan más popular fue "¡F de fascista!, ¡N de nazi!, ¡Hay que acabar con el Frente Nacional!." Marie, una trabajadora del metal explicaba perfectamente, durante la manifestación, qué significa Le Pen y cómo hay que luchar contra él: "Es importante para los sindicalistas estar aquí, porque el Frente Nacional no sólo es racista sino que es una amenaza real para todos los derechos de los trabajadores." "Hoy está muy bien. Necesitamos manifestaciones como estas en toda Francia, en cada región, en cada ciudad." El papel de una izquierda revolucionaria puede ser fundamental para aclarar y no dejarse confundir tanto por los líderes socialista y comunista, que defienden, en último término, el mercado y sus recortes, como por la estrategia sectaria de los que se niegan a participar en las manifestaciones puesto que éstas van precedidas de los líderes del gobierno.
¿Libertad de expresión para los nazis? "Hay que respetar el derecho a la libertad de expresión para todas las ideologías. Hasta para los nazis" Ésta es la típica frase que se escucha o se entrevé en muchas de las discusiones de como parar a los fascistas. Este argumento no tiene en cuenta que la libre expresión del ideario nazi -odio a los inmigrantes, odio a los comunistas, odio a los gays, etc.- conlleva el crecimiento de ataques no sólo a estos sectores de la sociedad sino a cualquiera que no está de acuerdo con ellos. El asesinato de transexuales, independentistas e inmigrantes está completamente ligado a su propaganda y agitación. Las manifestaciones nazis, como la producida en València a grito de "Valencia para los valencianos", los locales, como el del grupo nazi THULE en Zaragoza, y los periódicos que defienden las agresiones, son el aspecto imprescindible para la creación de organizaciones fascistas. La pasividad y el silencio hacia ellos sólo comporta dejarles el camino libre para crecer. Le Pen se ha desarrollado tanto porque durante años las organizaciones antirracistas y de izquierdas han creído mejor no hablar de lo que él es y representa. Una lucha decidida y unitaria de la izquierda, denunciando el fascismo y combatiéndolo masivamente cuando éste trate de salir a la calle o parecer respetable, es la mejor manera de pararle los pies.
El fascismo y los inmigrantes Nadie duda que, en los años treinta, el chivo expiatorio de los nazis fueron los judíos. Según Hitler, éstos eran responsables de la crisis económica y social que vivía Alemania. Acabar con ellos fue su "solución final". Lo que parece que, hoy en día, no está tan claro, ya que muchos no dudan en calificar a los inmigrantes como creadores de paro, es que los inmigrantes están jugando el mismo papel que a los judíos les tocó representar hace más de sesenta años. La aceptación, en distintos grados, de cortar el paso a los inmigrantes por parte de los partidos socialdemócratas (tanto PSOE como IU) da alas a los nazis para presentarse como una alternativa más dura, pero necesaria, a la lucha contra la inmigración. Admitir ese argumento significa culpabilizar a la víctima. En otras palabras, promueve que el ascenso de los nazis radica en una mayor tasa de inmigración. La liberalización del mercado laboral, los recortes presupuestarios en temas sociales, los ataques gubernamentales al nivel de vida de la mayoría, etc. son los que crean un malestar en el interior de la sociedad que posibilita que algunos empiecen a ver a los nazis como una alternativa. Unir la lucha por la mejora de las condiciones laborales, por los derechos sociales y contra las leyes que tratan de dividirnos entre autóctonos y extranjeros con el combate contra el fascismo actual es hoy más importante que nunca. Estas dos luchas no sólo son compatibles sino que se complementan.
¿Quiénes son los fascistas de verdad? Josep Garganté De En lucha no 33, octubre de 1998 Todo el mundo en el Estado español tiene una noción de lo que significa el fascismo. Cuarenta años de dictadura, con sus arrestos, sus torturas, su censura, etc., no se olvidan fácilmente. Por esta razón, cuando se quiere desacreditar y poner en contra a la sociedad sobre tal o cual persona o acto, se le suele denominar "fascista". No es una táctica que sólo utiliza parte de la izquierda radical, también la derecha y la izquierda reformista la practica. No debería extrañar que la derecha, de manera completamente consciente, utilice el "fascismo" como forma deslegitimizadora de tal o cual lucha. Normalmente tilda de violentos, irresponsables y vagos a los trabajadores en huelga, los okupas o a cualquier otro sector que se movilice. Llamar a ETA y a su entorno "nazis" es el ejemplo más claro e ignominioso de la derecha en este asunto. Su objetivo con ello es sencillo; tratar de mostrar una lucha política como un acto de salvajes criminales, desviando así la atención pública de cuáles son las propuestas y reclamaciones que el Movimiento de Liberación Nacional Vasco hace al Estado español y, además, ganar la simpatía de los ciudadanos contra esa nueva "amenaza fascista".
No sólo los miembros del PP han jugado esta baza, sino que los medios de comunicación y la oposición política, la dirección del PSOE, pringada con el caso GAL, le ha dado un apoyo y legitimación total, convenciendo a muchos votantes de izquierda de lo acertada que es la idea. En una situación como ésta, el nombrar a los actos de Jarrai, ETA, etc. como actos "fascistas" se ha vuelto algo de "sentido común". Quien hace una crítica de esta idea es directamente acusado de apoyar al terrorismo y al fascismo. O dicho de otra manera, o estás al lado de los demócratas, o al lado de los violentos. Su argumentación deja de explicar que la experiencia fascista muestra que los partidos nazis cuentan, en momentos de conflicto social, con el apoyo de las cúpulas militares y policiales, y el beneplácito de parte de la derecha. Cuestión ésta, que hace completamente imposible la relación entre el fascismo y el MLNV.
La respuesta de la izquierda Hay un peligro inherente, para la izquierda, en la táctica de llamar a todo mal endémico del capitalismo, o sea, racismo, homofobia, democracia formal, con el término "fascismo": la confusión y, por tanto, la falta de respuesta ante una amenaza nazi de verdad. Si tenemos en cuenta que la derecha no pensará jamás en combatir a los nazis, sino que será la izquierda, tanto reformista como radical, la que llevará adelante ese combate, resulta problemático no identificar perfectamente la amenaza fascista. Ante todo, no hay que tener esperanzas en que un gobierno del PSOE o IU serían gobiernos de los trabajadores, más bien se podrían definir como gobiernos, en mayor o menor medida, de reformas, que no pondrían en duda la necesidad del Estado existente. Por tanto, y entendiendo esto, no ha sido ni será de extrañar ver como esos gobiernos, más aún los de derechas, han creado y crearán controles de inmigración, terrorismo de Estado y reformas laborales en contra de los intereses de los trabajadores. Contra todos estos hechos hay y habrá que luchar, desenmascarando la política del parlamentarismo y de la democracia formal, como una política que no sirve a los intereses de la mayoría, como una solución que no sirve a los trabajadores. Por el contrario, si decimos, como hace parte de la izquierda, que estos gobiernos son fascistas, o sea, como los de Franco, Hitler, etc., estamos perdiendo de vista quien vota a estos partidos y que son esas mismas personas las que quieren luchar contra el fascismo real. Contra la amenaza de Le Pen, Haider, Ynestrillas, o Zhirinovsky.
Sin Confundir Una muestra de la política de tratar de poner al máximo de gente a tu lado en contra de un supuesto fascismo, es la declaración, en el nuevo periódico Euskadi Información, de Jabier Salutregi, director de Egin, después de que el
gobierno del PP lo hubiera clausurado: "El Gobierno español, por fin, ha destruido nuestra palabra y se ha sentido con valentía suficiente como para levantar su careta y mostrarse cual es: fascista. Como Franco y el «Madrid», Aznar tiene ya su periódico demolido". Semanas más tarde, ETA declaraba una tregua indefinida a un gobierno, según Salutregi, "fascista" y se empezaba a tratar en Euskadi Información la necesidad de entablar negociaciones con ese mismo gobierno. ¡Extraña manera de luchar contra el fascismo! A fin de cuentas, los que llaman al ex gobierno del PSOE y al del PP "fascista", lo que quieren decir es que están en desacuerdo y quieren luchar contra él. En eso estamos completamente de acuerdo. Por tanto, nuestro papel como revolucionarios es mostrar qué significa el fascismo, en términos de régimen que no permite ningún tipo de libertad ni democracia, y organizar, buscando la unidad de los trabajadores, una respuesta victoriosa a sus pretensiones. Esto sólo será posible uniendo al máximo de gente, sin importar si conciben o no la idea de acabar con el capitalismo. La campaña contra el fascista Pedro Varela, propietario de la librería nazi Europa, es un buen momento para mostrar de manera fehaciente cuál es la cara real del fascismo. La aniquilación total de la izquierda alemana (comunistas, socialistas y anarquistas) en los 30, nos debería hacer reflexionar sobre la idea de buscar la unidad. Con esta campaña se abre una gran oportunidad para los que defendemos que la mejor manera de poner punto y final a todo tipo de opresión, y a la existencia del trabajo asalariado, es aplastar al capitalismo.
¿Libertad de expresión para los nazis? No, gracias Marçal Solé De En Lucha no 38, marzo de 1999 Lo que precisamente necesitan los nazis para reproducirse y crecer es un espacio para poder expandir sus ideas. Para ello, hay dos armas que utilizan con insistencia. La primera hace referencia a la legitimización que desde el gobierno se hace de su política. La ley de extranjería, las desigualdades entre hombres y mujeres, la opresión de gays y lesbianas, al igual que los recortes en los servicios públicos, sirven de respaldo para colocar sus ideas en un grado de aceptabilidad que, por supuesto, no les corresponde en absoluto. El otro principio argumentado por ellos se sustenta precisamente en la libertad de expresión, y para eso se sirven de la supuesta legitimidad. Su
discurso, camaleónico por razones de supervivencia, convierte en suyas palabras como libertad, igualdad o democracia. Lo más importante para todos aquellos que queramos luchar contra ellos, es saber lo que quieren decir cuando hablan de todo eso y el peligro en dejar reproducir sus ideas. Su libertad significa la negación de la nuestra, su democracia se basa en la dictadura para nosotros, su igualdad se restringe sólo a ellos. En la actualidad, su táctica se basa en disimular el contenido de su política bajo un velo de normalidad y respetabilidad, intentando mostrar así que su ideología puede ser tan aceptable como todas las demás. La tarea está en desenmascararles y demostrar que la política y los resultados de los nazis de hoy es la misma que la de los nazis de los años 30.
¿Confusión antifascista? Para alguna gente que se define como antifascista, el hecho de negar la libertad de expresión a los nazis parece un poco extraño. Muchos de ellos argumentan su negativa a esto, simplificando el peligro del fascismo como si se tratara sólo de una cuestión de ideas en abstracto, sin comprender el peligro de que éstas sean llevadas a la práctica. Normalmente, a esto y a la poca importancia que se le da a los diferentes brotes de actos y grupos fascistas, se le suman también aquellos análisis que argumentan que para acabar con los nazis, es suficiente con potenciar la lectura, estudiar y culturalizarse, como si el fascismo fuera una simple dislexia o un cuestión de ignorancia. Y si bien es verdad que hay gente, sobre todo en épocas de crisis económica, social y política, que pueda quedar atrapada por el populismo y las respuestas fáciles que ofrece el discurso nazi, el hecho de aceptar lo que esta política significa ya es otra cosa. Aceptar la idea de que los inmigrantes son el problema del paro y las desigualdades y que por eso hay que expulsarlos; defender que el mundo se rige bajo un complot judío internacional y que por eso hay que exterminarlos a todos; argumentar que la homosexualidad es algo antinatural y enfermizo y que por eso hay que seguir con la represión hasta devolverlos al gueto del que no tendrían que haber salido nunca; negar los campos de concentración y defender un nuevo holocausto, etc. no es una cuestión de incultura sino una opción claramente escogida basada en la negación de lo hechos y la mentira. Evidentemente, los nazis no hablan abiertamente de esto, sino que intentan camuflarlo bajo discursos, en un principio más sutiles, pero en el fondo igual de peligrosos. Cuando, por ejemplo, Le Pen trata de demostrar que existen diferentes razas, utiliza a los atletas negros para decir en positivo que los negros ganan tantas medallas porque son de una "raza" diferente a la suya.
Muy parecido es el discurso de Ynestrillas, que utiliza como argumento inicial el odio racial de forma encubierta bajo palabras como diferencia de razas, cada uno en su país, o defensa de la unidad de todos los españoles. Otro caso puede ser el del ex-dirigente de CEDADE, Pedro Varela, que en un mitin realizado para celebrar el centenario del nacimiento de Hilter, argumentó que si Dios nos hubiera hecho iguales seriamos todos verdes, y no blancos, negros o amarillos.
Libertad de expresión La libertad de expresión no es algo abstracto. Ésta nunca puede ser utilizada como palanca para recortar las libertades de los demás. La idea de que la libertad de uno termina cuando empieza la del otro, para los nazis se convierte en la afirmación de que su libertad empieza cuando acaba la de los demás. Parece extraño que pidan libertad cuando nunca han sabido lo que ésta significa. Hoy en día, cuando Le Pen saca cada vez más votos, cuando Haider parece encontrar un hueco cada vez más cómodo en el ámbito político austríaco, o cuando Zhirinovsky en Rusia parece encontrar cierto respaldo mientras habla sobre cómo volver a los valores tradicionales con un revólver en la mano, caer en confusiones sobre si aún los nazis pueden o no tener libertad de expresión es hacerles un grato favor. Hacer eso, es dejar que afilen sus cuchillos, para que cuando sean lo suficientemente fuertes, nos corten la cabeza a todos. Para evitar eso, hay que empezar a luchar para no dejarles vender sus periódicos, hacer sus marchas ni dejarles expresar libremente sus ideas. Hay que demostrar que la frase, utilizada por Goebbels, responsable del aparato propagandístico nazi, de que las mentiras repetidas muchas veces se convierten en verdades, no es más que una falacia más del discurso nazi. Y para eso, no hay que dejarlas que se repitan, hay que organizarse para frenarles los pies, hay que decir no a la libertad de expresión para los nazis.
Unidad sí, ¿pero con quién? Marçal Solé De En lucha no 40, mayo de 1999 A la hora de luchar contra el fascismo, la unidad en acción es el arma más importante. Mucha gente cree en ella, pero la confusión en su significado es tan grande como las diferentes definiciones que hoy en día existen sobre el término fascismo. Entender por tanto con quién podemos unirnos para combatirlo es clave, no sólo para derrotarlo, sino también para ofrecer una respuesta mejor a su discurso populista. Históricamente han existido tres teorías que polarizaron la lucha contra el fascismo. La primera fue el resultado de una incomprensión por parte de la izquierda, que durante mucho tiempo señaló a los partidos socialdemócratas
como la gran amenaza, explicando así que el auge del fascismo era culpa de la falta de respuestas por parte de la política reformista. Esto, aunque tuviera gran parte de razón, llevó a una equiparación de las dos políticas, socialdemocracia y fascismo, con lo cuál el radio de unión entre la izquierda se hizo cada vez más pequeño. La otra teoría es la del frente popular, que fue la táctica que llevaron a cabo principalmente los partidos comunistas durante los años treinta, y que se basaba en la unidad con sectores de la derecha, como liberales burgueses, conservadores moderados, etc. El resultado de esta política quedó manifiesto en los intentos del estalinismo de encontrar acuerdos con las democracias occidentales para resguardar sus intereses.
Marchar separados, golpear juntos La tercera teoría es la del frente único, que lejos de los anteriores dos análisis, intentó construir la base para la unidad dentro de la izquierda. Para ello, hacía falta una nueva explicación sobre cómo combatir el fascismo. El frente único se basaba en un análisis que refutaba, sin olvidar el resultado de la política reformista, meter en el mismo saco a los socialdemócratas y a los nazis de verdad. Por eso veía conveniente extender la unidad, bajo la idea de marchar separados pero golpear juntos, a todas aquellas organizaciones que tenían como denominador común el antifascismo. Por eso no aceptó la incongruencia del termino social-fascismo y entendió la lucha contra el fascismo como una lucha en contra también del capitalismo. Era una cuestión de táctica, y a la hora de explicar las diferencias entre la lucha contra el reformismo y la amenaza nazi, Trotski lo describía así: "Si uno de mis enemigos me envenena cada día con pequeñas dosis de veneno, y otro quiere darme un tiro por detrás, yo arrancaré primero el revólver de las manos del segundo, lo que me dará la oportunidad de acabar con el primero". Pero esto no significa que el veneno sea un "mal menor" en comparación con el revolver. La idea del frente único fue la táctica que llevaron a cabo los bolcheviques durante el levantamiento de Kornilov, agente del zarismo, derrotado en febrero de 1917, cuando crearon organizaciones comunes de lucha con los mencheviques y los socialistas revolucionarios.
Tres contradicciones de hoy Hay en la actualidad tres contradicciones muy comunes entre la izquierda. La primera hace referencia a la unidad. Todavía hay mucha gente, que basándose en la idea de que el fascismo es una lucha aparte y no política, intenta buscar la unidad también entre las diferentes organizaciones de derecha moderada. Hacer eso, sólo responde a dos actitudes: o a la que se resiste a ver quién crea las condiciones para el auge del racismo, o a la que responde a la necesidad de una unidad a cualquier precio, aceptando así por ejemplo la idea de que quizás los controles de inmigración no impliquen un racismo injustificable. Pero al igual que los controles de inmigración no racistas, la idea de la unidad con la derecha, no es factible. En contraposición a este argumento encontramos otro de los planteamientos más comunes. Éste está representado por algunas organizaciones de
izquierdas minoritarias, que como producto de su corta visión, su debilidad en número y su ultraizquierdismo, apuestan por una unidad, reservada sólo a la supuesta élite radicalizada. Es precisamente este análisis el que, en lugar de conectar con las demás organizaciones de la izquierda, hace prevalecer las diferencias y acaba reduciendo la lucha antifascista a una cuestión casi individual. No es de extrañar que la mayoría que adoptan esta visión sean organizaciones que defienden tácticas como la acción directa.
Unidad en la acción El otro gran error está en creer que la idea de la unidad de acción anula el debate y la política propia de cada organización. La idea original es la contraria. La unidad sólo debe unirnos en la acción. Lo más importante para cualquier organización, sobre todo para aquellas que se definen como revolucionarias y que, por tanto, ponen el énfasis en la lucha, es explicar y demostrar su visión de la realidad para así poder ganar a la gente que está trabajando con ella, no sólo a su análisis sino también a su práctica. Mediante un buen entendimiento de lo que significa la unidad en acción, la izquierda empezará a trabajar unida con un mismo objetivo. Si es por ejemplo en el antifascismo, lo más importante para los revolucionarios es, mediante el debate y la acción, convertir a aquellos que empiezan a luchar en contra de los nazis en futuros socialistas.
Para leer... L Trotsky, La lucha contra el fascismo (Ed. Fontamara). Los mejores escritos sobre el crecimiento del nazismo en los años 30. Sus análisis del sectarismo de los partidos comunistas hasta 1934, y luego sobre la política de éstos con el frente popular, son la inspiración de la creación de la Liga Anti Nazi. A Callinicos, Racismo y Clase (Ed. Socialismo Internacional). Explicación marxista de los orígenes del racismo y de cómo luchar contra éste. A Durgan, Guerra civil y revolución (Ed. Socialismo Internacional). Explica el papel del frente popular en destrozar la revolución de 1936, y la alternativa de izquierdas que hubiera podido derrotar a Franco. Broszat, Hitler y el colapso de la Alemania de Weimar. Xavier Casals, Neonazis en España (Ed. Grijalbo). Estudio de los grupos fascistas en el Estado español durante los últimos años. Renzo de Felice Mussolini il rivoluzionario, 1883-1920. Mosse, La crisis de la ideología alemana.
A Nin, Las dictaduras en nuestro tiempo (Ed Fontamara). Stanley G Paine El Fascismo. Ignazio Silone, Fontamara. Una novela que trata del auge del fascismo en Italia. E Tannenbaum, La experiencia fascista. César Vidal El holocausto.
Serie Nazismo
Organizaciones Nazis NSDAP · Juventudes Hitlerianas Lebensborn Sturmabteilung ·
Influenciado por Mussolini Nietzsche (discutido) Richard Wagner Influye sobre Skinheads Neo-Nazis
Libros Mein Kampf· Zweites Buch Temas relacionados Antisemitismo Racismo editar
Benito Mussolini y Adolf Hitler El fascismo (del italiano fascio, haz, fasces, a su vez del latín fasces, pl. de fascis) es una ideología autoritaria que exalta la idea de nación; sobre todo a la Alemania de Adolf Hitler y a la Italia de Benito Mussolini. El fascismo de origen nazi tiene un componente racial, adoptado en un segundo momento por el fascismo italiano y el resto de movimientos fascistas o fascistizantes. Los movimientos fascistas son alimentados por las clases económicamente poderosas, para oponerse a los movimientos obreros y a la democracia. Aunque es una cierta simplificación, se suele considerar al fascismo como un movimiento de derecha ya que los aliados del fascismo históricamente han estado en las clases económicas más poderosas. A pesar esto, el fascismo italiano nace desde el socialismo estatalista, ya que Mussolini antes del término de la Primera Guerra Mundial era un importante ideólogo obrerista y militante del Partido Socialista donde ya gestaba el fascismo. El fascismo es un movimiento "totalitario" en la medida en que aspira a intervenir en la totalidad de los aspectos de la vida del individuo. En realidad, el fascismo surge con vocación de ir más allá de las ideologías tradicionales. El fascismo hace hincapié en el nacionalismo, pero su llamamiento ha sido internacional. Surgió con fuerza por primera vez en distintos países entre 1919 y 1949, sobre todo en Italia, Alemania y España.
En un sentido estricto, la palabra fascismo se aplica para referirse sólo al partido italiano que, en su origen, lo acuñó, pero se ha extendido para aplicarse a cualquier ideología política comparable. Del mismo modo, Japón soportó durante la década de 1930 un régimen militarista que presentaba fuertes características fascistas. Los regímenes fascistas también existieron en periodos variables de tiempo en muchos otros países. Se caracteriza por ser anticomunista, antiliberal, oponerse a la democracia de partidos, a la razón, a la pluralidad y a la variedad. Exalta el sentimiento y promueve la unidad del Estado, ante todo (es totalitario). Promueve en lo económico un tipo de capitalismo Corporativista. El fascismo tiene una base racial en Alemania por donde nace el nazismo, aunque no en Italia; los nazis construyen el mito de la raza aria superior de origen. . Para realizar esta amalgama ideológica se basan en fuentes mitológicas y literarias, así como en los textos clásicos dedicados a consagrar la desigualdad de las razas. El ideario del partido nazi se nutre también de publicaciones y panfletos de carácter ocultista. Italia aprobará también leyes raciales en un segundo momento por la presión de los nazis. Asimismo, la concepción alemana se alimenta de tesis antisemitas medievales y supersticiones de carácter romántico. El antisemitismo era muy fuerte en muchos lugares de Europa y los nazis explotaron ese sentimiento a conciencia. Es muy controvertido el papel de la Iglesia católica al respecto: se acusa a Pío XII de tibieza, cuando no de complicidad, por no condenar de modo claro el régimen nazi y la persecución de judíos desde un primer momento. Muchos criminales de guerra de la Segunda Guerra Mundial huyeron a Suiza y a Argentina con la ayuda de religiosos católicos (algunos con pasaportes del Vaticano y disfrazados de sacerdotes). El comunismo ateo siempre ha sido visto como una gran amenaza desde el Vaticano. El fascismo desdeña el voto como expresión de la voluntad popular por las expresiones masivas de apoyo al líder. El líder fascista se presenta como portavoz de la nación unificada que habla con una sola voz. Esto refuerza otro de sus elementos principales: el "liderazgo carismático". El líder es casi divino y su liderazgo no es racional: "Führer", "Duce", "Caudillo", etc. El Fascismo no considera un valor la libertad de expresión y recurre a la violencia sistemática para obtener el poder o mantenerse en él; la violencia tiene un valor positivo para el movimiento fascista, es una fuerza de cambio, al igual que la juventud, que también es exaltada. Mussolini, fundador del PNF Partito Nazionale Fascista, opuso a los principios de la Revolución Francesa de «libertad, igualdad y fraternidad» la consigna «creer, obedecer y combatir». El fascismo lleva a cabo una "estatización" de la política: adopta uniformes y lenguaje militar y le da un gran valor a los símbolos y a las grandes concentraciones. Se opone al concepto de razón y quema libros para demostrarlo. El Fascismo es fuerza, vitalidad, energía, violencia y juventud, no pensamiento racional. Los intelectuales son despreciados.
El Fascismo manipula las ideas de Friedrich Nietzsche sobre el poder de la voluntad y la creación del hombre superior. Las tesis de Nietzsche, por el contrario, condenan el proselitismo y desprecian a los fanáticos (véase Así habló Zarathustra). En diversos lugares del mundo, los movimientos fascistas surgieron apoyados por sectores nacionalistas extremos. En general, describieron como su enemigo a una conspiración internacional formada por judíos, comunistas y masones (la sinarquía) (aunque pueden incluir en ese entramado a cualquier organización que juzguen trasnacional) y opuesta a los intereses del Estado-nación, como el capitalismo excesivamente aburguesado y que no reporte beneficios a tal Estado. Los fascistas sustentan una ideología de lucha entre los estados que se resuelve mediante la imposición y expansión del más fuerte. El "imperialismo", entendido como una política exterior expansiva, es otro de los rasgos clásicos del fascismo; generalmente se apoya en mitos del pasado, lo que refuerza su carácter romántico, más de religión que de ideología. Los fascistas quieren recuperar el esplendor pasado y las denominaciones de sus regímenes aluden a eso . Los fascistas reclaman territorios que consideran suyos por derecho histórico y sus líderes están en conexión con esencias de carácter místico o sagrado. Aunque no todo gobierno militar es fascista, el término suele usarse para designar a las dictaduras y a los partidos o agrupaciones que se expresan mediante la violencia o predican el autoritarismo y el desprecio por quienes no piensan del mismo modo. En la actualidad el término "fascista" se asocia con la extrema derecha y las ideas de corte racista y autoritario. En general, se suele denominar "fascista" a todo el que intenta imponer por la fuerza su criterio sobre el de los demás. [editar]
Historia En "principio" se habla de fascismo para referirse al movimiento político autoritario de Benito Mussolini, pero por extensión suele aplicarse a cualquier manifestación de autoritarismo. Sin embargo, uno de los primeros modelos fascistas, aunque aún sin ese nombre, lo creó en Francia, a comienzos del siglo XX, el escritor Charles Maurras, con su partido Acción Francesa y su grupo de choque juvenil, al que llamó los Camelots du Roi. A finales del siglo XIX empezó a tomar cuerpo en Italia una ideología nacionalista ultraconservadora que se denominó fascio. Tras la Primera Guerra Mundial, el país estaba empobrecido, el gobierno era débil y había muchos resentimientos porque Italia no estaba de acuerdo con las conclusiones del Tratado de Versalles. En 1919, Benito Mussolini canalizó el descontento popular y fundó el Partito Nazionale Fascista (PNF), caracterizado por su oposición a las ideologías políticas liberales y al comunismo. La alta burguesía italiana utilizó a los fascistas para desarticular los movimientos obreros organizados y Mussolini fue reuniendo partidarios, hasta que, en
1922, obligó al rey de Italia, Víctor Manuel III, a entregarle el poder, que detentó con el título de Duce (caudillo). Las ideas fascistas tuvieron eco en otros países europeos, sobre todo en Alemania y en menor medida en España, donde cobraron importancia organizaciones de corte fascista como el Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores (nazi) y la Falange Española respectivamente. Mussolini captó voluntades entre los jóvenes a través de la agrupación de los camisas negras, así como Adolf Hitler tuvo sus camisas pardas, como continuidad del modelo de Maurrás. Los despliegues de masas, organizados y disciplinados, formaron parte de la liturgia fascista en Italia, Alemania y Grecia. En Grecia, el General Ioannis Metaxas estableció un régimen de carácter fascista en 1936. El Fascismo Griego tenía muchos paralelismos con el fascismo alemán e italiano (militarismo, saludo romano, intervencionismo, doctrina racista y nostalgia por las glorias pasadas del país), aunque algunas características propias lo distancian. El periodo fascista en Grecia acabó en 1941, con la muerte de Metaxas y la ocupación alemana. En España, el general Francisco Franco contó con la ayuda de los fascistas italianos y los nazis alemanes para derrotar al ejército republicano en la guerra civil iniciada en 1936, e instaurar un régimen dictatorial que duró 36 años y que al principio contó con el apoyo de los falangistas, de cuño fascista. La alianza entre Hitler y Mussolini conocida como Eje Berlín – Roma fue un paso previo al inicio de la Segunda Guerra Mundial. El fascismo en sus expresiones más tradicionales resurgió en Occidente en las décadas de los 80 y 90 del siglo XX bajo el nombre de neofascismo, aunque con formas no muy distintas a las que tuvo históricamente. En concreto en Italia apareció después de la segunda guerra mundial bajo la forma del partido político Movimento Sociale Italiano (misinos). ttp://es.wikipedia.org/
El Mercado Común del Sur (Mercosur) es un ambicioso proyecto de integración económica, en el cual se encuentran comprometidos Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Tiene como principal objetivo, aumentar el grado de eficiencia y competitividad de las economías involucradas ampliando las actuales dimensiones de sus mercados y acelerando su desarrollo económico mediante el aprovechamiento eficaz de los recursos disponibles, la preservación del medio ambiente, el mejoramiento de las comunicaciones, la coordinación de las políticas macroeconómicas y la complementación de los diferentes sectores de sus economías. La conformación de un Mercado Común es una respuesta adecuada a la consolidación de grandes espacios económicos en el mundo y a la necesidad de lograr una adecuada inserción internacional.
LOS INICIOS DEL PROCESO DE INTEGRACION DEL MERCOSUR En la década del 70 Uruguay profundizó su relacionamiento comercial con Brasil a través del Protocolo de Expansión Comercial (PEC) y con Argentina a través del Convenio Argentino Uruguayo de Cooperación Económica (CAUCE). Entre los años 1984 y 1989 Argentina y Brasil suscribieron veinticuatro protocolos bilaterales, en los que se regulaban diversas áreas. Se puede decir que los antecedentes más inmediatos, datan del año 1985 con la Declaración de Foz de Iguazú, por la que se crea una Comisión Mixta de Alto Nivel para la integración entre Argentina y Brasil. En 1990, Argentina y Brasil suscribieron y registraron en ALADI un Acuerdo de Complementación Económica, en el que sistematizaron y profundizaron los acuerdos comerciales bilaterales preexistentes. En ese mismo año, representantes de ambos países se reunieron con autoridades de Uruguay y Paraguay, ocasión en la cual estos últimos expresaron la firme disposición de sus países de incorporarse al proceso bilateral en curso. Se convino entonces, que era necesario suscribir un acuerdo creando un mercado común cuatripartito. En 26 de marzo de 1991 se firma el Tratado de Asunción entre los cuatro países, que no debe considerarse como un tratado final constitutivo del Mercosur, sino como el instrumento de carácter internacional destinado a hacer posible su concreción. Es un acuerdo con vocación regional, pues queda abierto a la adhesión de los demás Estados miembros de la ALADI. Es también, un acuerdo de integración económica, estableciendose un programa de liberación comercial, la coordinación de políticas macroeconómicas y un arancel externo común, así como otros instrumentos de la regulación del comercio. En virtud de lo dispuesto por el artículo Décimo del Anexo I del Tratado de Asunción, los cuatro países suscribieron el 29 de noviembre de 1990 un Acuerdo de Complementación Económica en el marco jurídico de la ALADI, que lleva el número 18 y que en esa fecha entrará en vigor. La presente información ha sido proporcionada por la Comisec, el 8/8/95 la misma es actualizada al 24/2/95.