La Guerra De Los Elementos.

  • June 2020
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  • Words: 67,709
  • Pages: 225
LA GUERRA DE LOS

ELEMENTOS: LOS ELEGIDOS

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1 ¿Una Profecía? ¡TOC, TOC, TOC! El bulto que estaba tapado por mantas en la cama se movió. -¡Paulina!-exclamó una voz desde afuera. Desesperada- ¡Paulina, hija, despierta! -¿Mamá?-preguntó el bulto con voz cansada- ¿Qué hora es? -¡Es hora de que te levantes!-respondió enfadada la mamá de Paulina- ¡Ábreme la puerta! Paulina salió de la cama de un salto. Ella era la Princesa Paulina Von de las tierras de Esmeralda. Su madre, la Reina Ilse Von de las tierras de Esmeralda. Y por último, el padre de Paulina, El Rey Ángel Von de las tierras de Esmeralda. El pueblo de Esmeralda se extendía desde el castillo hasta el bosque: El Bosque Lluvia de Estrellas. El pueblo vivía feliz, protegidos por su muralla. Al sur se encontraba el mar: El Mar Azul, al sur y al oeste se extendían Las tierras de Diamante, al este El Desierto y el Gran Desierto. Al norte El bosque Lluvia de Estrellas. Al norte y al oeste las montañas: Las Montañas de Fuego, al norte Las tierras de Rubí y noreste los Bosques Fríos. Junto a Esmeralda se hallaba el único río, el más importante y largo de todos los lugares alrededor: El Río Zafiro. Paulina abrió la puerta. Su madre entró de golpe junto con una criada, tan rápido que Paulina tuvo que hacer un gran esfuerzo por no caerse cuando la empujaron. Su madre era bonita con su cabello dorado y lacio amarrado en un chongo. Alta y esbelta caminaba con sus trajes muy elegantes. Sus ojos siempre alertas eran de color verde. Su padre era rubio y con el cabello rizado. También alto. Tenía una expresión bondadosa pero su decisión era imponente. Sus ojos eran de un bonito color ámbar. Paulina tenía una cara bonita, cabello rubio y rizado como el de su papá; sus ojos verdes como su madre. Su carácter era gentil y un poco tímido, obviamente de Ángel y no de Ilse. -Paulina, te traje esto -dijo su mamá mostrando una caja delgada. Paulina se acercó y su madre abrió la caja. La princesa se inclinó un poco y pudo distinguir un vestido muy bonito doblado en el interior. 2

-¡Guau! - exclamó Paulina. De la emoción se le había quitado el sueño. Cogió el vestido y lo observó. Era de color verde esmeralda, con delicadas perlas en el cuello del vestido. En la cintura se abría un triangulo de color blanco. Las mangas cortas. Y un chaleco de color blanco también, que tenía unos listones que se entrelazaban por su pecho y su tronco. -Pero… ¿Para qué?-preguntó Paulina frunciendo el ceño. -El tratado, Paulina, ya te lo dije-dijo su madre. Paulina puso atención-En el que todos los reinos vendrán para firmarlo. Paulina sabía muy bien cuales eran los reinos: Diamante, del agua, en el que toda clase de seres del agua vivían pero los humanos mandaban; Rubí, del fuego, en donde nunca pasaban frío y El Desierto, de la tierra, en donde la ciudad estaba rodeada por el Gran Desierto. El Mar Azul pertenecía a Diamante. Las Montañas de Fuego eran de Rubí. El Bosque Lluvia de Estrellas era de Esmeralda. El Gran Desierto, del Desierto. Nadie había querido compartir lo suyo así que se había hecho una guerra. Tres de las tierras decidieron hacer las paces. -Bueno casi todos-dijo su madre poniendo los ojos en blanco-El Desierto no. -¡Amargados!-exclamó enojada Paulina. -No, hija, no digas eso-le reprochó Ilse a su hija y dirigiéndose a la criada, agregóAyúdala a vestirse, por favor. La criada se llevó a Paulina a atrás de un biombo que estaba en la esquina de la habitación. -¿Por qué no?-preguntó Paulina desde atrás del biombo. -Pues…-Paulina interrumpió a su mamá. -¡Aja!-exclamó-No sabes, no sabes-se burló. -No, sí sé-repuso su madre- Ese pueblo ha tenido problemas y… -¿Y?-preguntó Paulina impaciente. -Lo que tú debes saber es que…-dijo su mamá con voz bondadosa-De sólo una pequeña burla o una grosería puede producirse una guerra. -Aja... -dijo Paulina imitando a su mamá y poniendo los ojos en blanco. -Sí, así es-la mamá se sintió muy orgullosa-¿Entendido? 3

-Sí, mamá-recitó Paulina saliendo del biombo y sentándose en un bonito tocador de madera. La criada peinó con delicadeza el cabello de Paulina en una trenza y le colocó en la cabeza una tiara delgada, de plata que tenía una esmeralda incrustada en el centro. -¿Mamá, van a venir niñas como yo?-.preguntó Paulina que tenía trece años y que deseaba tener amigos, pues había pocos niños en la nobleza y en cuanto a los aldeanos...No la dejaban salir muy a menudo del castillo. -No lo creo, cariño-respondió la reina con dulzura. Su madre salió de la habitación junto con la criada. Paulina se quedó sola y suspiró. Luego salió de su habitación y se dirigió a un pequeño jardín en el sur del castillo que era su favorito. El sol de verano resplandecía, los pájaros cantaban, las mariposas y las abejas iban de flor en flor para recolectar el dulce néctar, la brisa del viento movía las copas de los árboles, el cielo azul no tenía ninguna nube y de la fuente que estaba en medio del jardín, fluía agua, agua cristalina. Se sentó en una banca que había debajo de un árbol y comenzó a divagar por su mente. Le preocupaba ¿Qué sucedería con el pueblo del Desierto que no quería la paz, o en el caso de su pueblo si había más guerras? Estaba muy confundida, pero pronto sintió que se le cerraban los ojos. Dejó caer su cabeza en la banca y se durmió… Se encontraba en el balcón de su habitación y miraba hacia el cielo. De repente una tormenta de arena amenazaba con destruir la muralla. ¡Y lo conseguía! Se iba hacia la ciudad destruyendo todo a su paso. Paulina oyó muchos pasos como de un ejército completo. La Princesa estaba muy asustada. Entonces vio un rayo de luz de color verde que la invadía. También vio otro rayo de luz de color rojo que provenía de Rubí. Giró su cabeza y vio un rayo color azul de Diamante. También vio uno de color café, que salía de su aldea. Los rayos de colores se unían, atacaban a la tormenta y… -¡Señorita, Paulina!-exclamaba un criado que se tronaba los dedos-¡Despierte, la reunión ya va a empezar y su padre desea que salude a los reyes! Paulina se despertó dando un respingo. Se sentía muy débil, ni siquiera pudo contestarle algo al pobre criado que la veía preocupadamente. Entonces recordó el extraño sueño y comenzó a correr hacia la sala de reuniones. Allí estaban los dos reyes de los otros reinos con sus esposas y también estaban su padre y su madre. Sin dudarlo, Paulina entró rápidamente a la sala y fue directo a su padre. -Saluda, hija mía-le ordenó su padre. Paulina obedeciendo hizo una reverencia lo más elegante que pudo con su agitación. 4

-Padre, tuve un sueño-se apresuró a decir Paulina antes de que la sacaran de la sala. Los reyes y las reinas se rieron, pero la princesa ni se inmutó. -Cariño, ahora no-suplicó Ilse con una mirada de reproche que atravesaba a Paulina. -Ilse, deje a su hija que hable-pidió un rey que tenía los ojos azules. Seguro que era del pueblo de Diamante-Habla, pequeña. -Gracias-agradeció ella, tragó saliva y evitando la mirada de su madre, les contó su sueño. -Parece una profecía-comentó un rey pelirrojo cuando Paulina terminó. -¿Una profecía?-replicó extrañado Ángel. -Vamos, Ramón-rió Ilse incrédula dirigiéndose al rey pelirrojo- ¿Una profecía de verdad? -Podría ser-replicó Ramón- ¿Tu que dices, Fernando?-preguntó al rey de ojos azules. -Analizándolo, podría ser-observó Fernando rascándose la barba rubia. -Tiene que ver con lo que sucede ahora-recordó la esposa de Fernando, Patricia. -Sí, tienes razón-coincidió la esposa de Ramón llamada Alicia. Los reyes discutieron un rato antes de que el rey Ángel por fin sentenciara: -Bueno, vamos a empezar con la reunión-anunció-Hija, vete a jugar a tu habitación. Ahora si tenía muchas dudas. ¿Una profecía?

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Dos Visitas Inesperadas.

Á

ngel le contó a su hija un pequeño resumen acerca de lo demás que hablaron en la reunión. Le dijo que firmaron un tratado de paz y que habían tomado en cuenta el sueño. Paulina estaba muy asustada y todas las mañanas, al despertarse, salía al balcón y veía el cielo, pero durante esas dos semanas que transcurrieron no pasó nada para su alivio. Todas las noches soñaba lo mismo, por eso pensó que no cabía duda de que era una verdadera profecía. Una mañana se despertó, se vistió y salió al balcón, como nueva rutina desde el sueño. Después se cepilló el cabello y se dirigió a una pequeña sala para desayunar. Ese día desayunó sola porque sus padres se habían tenido que ir de viaje a una finca. Cuando terminó de desayunar se fue a su habitación y en la habitación, Paulina volvió a salir al balcón. Observó el cielo y luego su mirada se posó sobre la aldea, su aldea: La gente convivía feliz. Los comerciantes anunciaban sus productos. Una niña como de su edad, pelirroja, miraba la fuente que estaba en el centro de la plaza. Unos niños pequeños jugaban con un perro. Un señor tocaba una flauta plateada y la gente aplaudía al ritmo de la melodía. Paulina suspiró. ¡Lo que daría por estar allí! ¡Oops!, la mente de la princesita estaba ideando algo. ¿Y si iba ahí abajo al pueblo?<>pensó. Cogió un abrigo café y salió de su habitación. Caminó hasta una puerta trasera la cuál ocupaban los criados y había poco movimiento. Giró la perilla de la puerta deseando que no hubiera nadie tras ésta. Para su suerte había un soldado, pero el perezoso estaba dormido. << ¿Cómo puede ser?>>se preguntó Paulina al verlo. Bueno, controlando sus impulsos de despertar al hombre y reprocharlo se dirigió al jardín que había afuera del castillo, con cuidado de que nadie la viera. Se encaminó hasta una caseta que había junto a la puerta principal y subió por la duna de tierra que había cerca. Cuando llego a la cima, se volvió y vio su castillo, su hogar. Jamás en su vida lo había visto desde allí y la verdad se veía hermoso. El castillo era tan alto que costaba verlo y había que acostarse. Las enredaderas llenas de flores crecían por todas las paredes del castillo hasta las torres más altas. No era un castillo normal, pues tenía muchas formas y colores, además de que prácticamente, estaba hecho de plantas. Después de verlo un rato, Paulina bajó por una colina y se encaminó por el camino café que se dirigía a la aldea. Cuando ya casi llegaba, se sentía muy emocionada; porque jamás había salido del castillo sola. Cuando ya vislumbraba las figuras de las personas, se puso el abrigo y se tapó la cabeza con la gorra. Unos minutos después, ¡Llegó sin que la descubrieran! Paulina se sentía orgullosa. Puso el pie derecho en el piso de la aldea, caminó y volvió la cabeza en todas las direcciones para ver el nuevo mundo que tenía enfrente. -¡Guau!-se limitó a exclamar. La gente se divertía mucho comprando y vendiendo. Vio a la niña de la fuente que había observado desde su balcón y a los pequeños niños jugando con el perro y al señor que tocaba la flauta. Con un poco de miedo se 6

internó entre los puestos de vendedores y los aldeanos. -Joyas para la hermosa señorita-ofreció un mercader a Paulina. -No, gracias-dijo educadamente Paulina. Siguió caminando y escuchó unas risitas que le llamaron la atención. Se volvió para ver quien era o más bien quienes eran y los distinguió en un callejón. Eran unos muchachos más o menos de su edad, que se reían de ella, porque la señalaban y no la dejaban de ver. Paulina no se molestó y siguió su camino. Se detuvo a escuchar la música del flautista. Al decir verdad no era mejor que los flautistas que tocaban a la hora de cenar en su hogar, pero la encontró familiar. Sonrió. Nunca se había sentido tan feliz y...libre. Después se acercó a la fuente y vio su reflejo en ella. Pensó que no había peligro, así que se quitó la gorra. Respiró el aire fresco pero caliente del verano; la gorra la había echo sudar un poco, así que se acomodó el cabello húmedo. -Disculpa-la llamó una voz detrás de ella- ¿Eres nueva por aquí? Paulina se volvió algo agitada y nerviosa. Exactamente enfrente de ella había un muchacho que le calculaba trece años, la misma edad de ella. El muchacho sonreía, pero aunque parecía ser la sonrisa más falsa del mundo, Paulina quedó fascinada. Tenía el cabello café oscuro, ojos color miel y era alto y delgado. Sus ojos la cautivaron. Eran hermosos. Paulina se derretía de vergüenza. Nunca hubiera pensado llegar a sentirse así. Le devolvió una sonrisa tímida y tambaleante. -Si, soy nueva-mintió Paulina. -¿De donde vienes?-preguntó el muchacho con mucha curiosidad. -De Diamante-volvió a mentir Paulina. -Ah…-repuso asombrado-Me llamo George. Y ¿tu? -Mucho gusto, George-saludo Paulina cortésmente, y estuvo a punto de hacer una reverencia, pero recordó que esos modales no los usan los aldeanos-Yo soy Anaísmintió. -¡Qué bonito nombre!-exclamó George colorado y un poco extrañado, porque sí había visto que las intenciones de Paulina eran hacer una reverencia. Paulina también notó que se ponía roja como un tomate, aunque ese no era su verdadero nombre... -Gracias-agradeció Paulina-¿Conoces bien la aldea? -Sí...-respondió George suspirando. Luego se dio cuenta de que había sido un poco 7

descortés y que Paulina lo veía con las cejas levantadas esperando algo más-¿Te la muestro?-tartamudeó señalando con sus manos alrededor de él. -Por favor-pidió Paulina sonriendo-No conozco a nadie y me siento insegura. -No te sientas así-dijo George, la tomó de la mano y la guió. La verdad era que George conocía muy bien la aldea, de pies a cabeza, de cabo a rabo y de principio a fin. Hasta el más insignificante callejón de Esmeralda. -Y está es la casa de los Guerdunios-dijo señalando una casa desvencijada, de madera y muy sucia. -¿Guerdunios?-repitió Paulina extrañada. -Sí. Feo nombre, ¿verdad? -rió George. -¡Horrible!-se burló Paulina poniendo una mueca graciosa. George reventó en carcajadas y Paulina lo observó atónita escuchando su hermosa risa. Pero después ella también se echó a reír. Se divirtieron mucho esa mañana, pero ya iba a ser hora de que Paulina regresará al castillo. -¿George? –lo llamó Paulina sin atreverse a verlo, porque seguro que si lo veía a los ojos otra vez, no querría separarse de él jamás. -¿Si?- respondió. -Me tengo que ir-anunció Paulina tristemente con la mirada en el suelo de piedra. -Bueno-suspiró George- ¿te puedo ver mañana? Paulina se sentía muy culpable por haberle dicho la verdad desde el principio. Ahora tenía que seguir con sus mentiras y si el lo descubría todo... ¡Le dejaría de hablar seguramente! -N-no lo sé-contestó Paulina tartamudeando. -Descuida-repuso George- Adiós. -Adiós-dijo Paulina saboreando lo amargo que sabía decir esa insignificante y a la vez horrible palabra. La Princesa esperó a ver desaparecer a George en un callejón, y cuando lo dejó de ver y se quedó sola de nuevo, se volvió y se encaminó al castillo. De regreso, pasó por el callejón en el que habían estado los muchachos que se reían y de nuevo oyó unos gritos y risas. Se acercó con cuidado y en silencio a ver que 8

pasaba. -Ya déjenme en paz-refunfuñó una voz que reconoció al instante. Era George. -George, no pudo conquistarla. Jajaja-se burló uno. Aunque Paulina era muy inocente por lo regular, entendió perfectamente a quien se referían. -Yo no quería conquistarla-soltó George de mal humor, pero también pacientemente sin explotar. -Ah, claro que no-se burló otro-No traicionarías a tu novia, la princesa Paulina. Paulina vio como los muchachos se acercaban más y más a George, que para ella solo era una sombra. -Sí, no la traicionarías-dijo uno con voz aguda-Aunque claro jamás has visto a la princesa y ya te enamoraste de ella. -¡Eso no es cierto! -gritó molesto George. George había estado enamorado de la princesa Paulina, o sea ella. ¿Enamorado? Era un término muy fuerte. -Pues sabes algo-chilló uno-Hay rumores de que la princesita tuvo un sueño, una profecía. -¿Y eso qué? –replicó George, pero al contrario el tono de su voz parecía estar interesado. -Yo digo que esta…-dijo el muchacho que lo había empezado a molestarlo-¡Loca! -¡No digas eso!-la defendió George. -Sí lo digo-gritó el muchacho- ¡¿Una profecía que locura?! Paulina sintió las tibias lágrimas que rodaban por sus mejillas y sin darse cuenta soltó un gemido. Los muchachos volvieron la cabeza y antes de que la vieran, Paulina salió corriendo por la calle hacia el camino café. -¿Anaís?-Paulina oyó preguntar a George mientras corría. Nunca se había sentido tan mal en su vida. Cuando llegó a su habitación se lanzó a su cama y hundió su cara en una almohada, que pronto se empapó. Las lágrimas fluían de sus ojos rápidamente, como una fuente. La princesa se enderezó, se secó las lágrimas y se dirigió a su jardín favorito. Cuando llegó ahí se derrumbó en las flores del centro y pensó en cómo la habían llamado: Una loca. Al recordar las risas malvadas y las sombras, Paulina volvió a 9

romper a llorar. De repente, oyó unos pasos que se aproximaban. Era su nana con la que había aprendido todo lo que sabía. Los últimos días había estado enferma y por eso no la vigilaba tanto como siempre. Era una señora regordeta y vieja, pero tan dulce como la miel. -Cariño, ¿qué te sucede?-preguntó viendo las lágrimas de sus mejillas. -Nada, nana- repuso Paulina levantándose del suelo. -Bueno, mi niña, si es así…-dijo Nana-ha venido alguien a verte. -Hazlo pasar, nana-ordenó Paulina. Ya se había recuperado y no iba dejar que una simple grosería la dejara decaer. -Si, cariño-obedeció Nana y entró al castillo. Paulina se sacudió las flores del vestido. Un rato después llegó Nana seguida de una figura humana. Era un muchacho rubio, alto, delgada y de unos ojos azules preciosos. Se parecía mucho al rey de Diamante. -Hola, princesa-saludó con una sonrisa acompañada de una reverencia muy elegante-Soy Ricardo Vey, príncipe de Diamante. Paulina no se sorprendió de que estuviera en lo cierto. Ricardo le tomó la mano y la besó. -Paulina Von-dijo tímidamente. -He venido por la profecía-informó Ricardo- Quiero saberlo todo-parecía muy interesado, sus ojos no se quitaban de Paulina. -Pues…-Paulina iba a explicarlo cuando alguien cayó de bruces de la barda del jardín en un montón de hojas. Paulina y Ricardo se acercaron a ver quien había caído. Una niña se levantó del montón de hojas secas sujetándose la cabeza y llena de pasto y hojas. -¡Auch!-exclamó ella tambaleante. -¿Quién eres?-preguntó Paulina frunciendo el ceño y examinando a la niña. Vestía ropas muy bonitas y al parecer finas. -Soy Andrea-contestó la niña-Soy la princesa de Rubí. Tal vez decía la verdad ya que tenía el cabello rojo muy oscuro como la reina y los ojos de color café oscuro como el rey. Era alta, delgada y parecía ser de movimientos ágiles. Pero esos movimientos no le habían servido para sujetarse de algo antes de caerse de la barda. 10

-¿Por qué no entraste por la puerta?-preguntó Paulina. -Lo que pasa es que deje a mi cochero y a mis criados afuera de la aldea y los soldados no me creían que era una princesa. -Ah…-dijo Paulina, ahora sí le creía-Soy Paulina Von y él es Ricardo, príncipe de Diamante. -Hola-saludó Andrea- Mucho gusto. Los tres se sonrieron. Por alguna razón sentían que iban a estar juntos mucho tiempo. Y su instinto tenía mucha razón. -Vamos a hacer lo que tenemos que hacer-propuso Ricardo. -¡Sí!-exclamaron en coro Andrea y Paulina. Unas extrañas nubes negras taparon el cielo. Una brisa empezó a caer sobre los muchachos. -¿Lluvia?-preguntó Andrea con el ceño fruncido. -¡Qué raro!-exclamó Paulina-¡En pleno verano! -Hay que entrar-volvió a proponer Ricardo. Los tres chicos entraron en el castillo. Paulina los condujo a la sala pequeña en donde desayunó ese día.

3 El Mensaje del Soldado Ensangrentado. Ricardo, Andrea y Paulina se sentaron en la mesa. 11

-Bueno, Paulina, cuéntanos con detalles-pidió Andrea. -Todo empezó cuando…-Paulina les contó su sueño con todos los detalles. -¿Qué significa la tormenta de arena?-preguntó Andrea cuando Paulina hubo acabado. -El pueblo del Desierto-contestó Ricardo que lo estaba comprendiendo. -Pero, ¿y los pasos?-volvió a preguntar Andrea que estaba llena de dudas. -Un ejército…-respondió Paulina con la mirada perdida en los ventanales-El pueblo del Desierto… -¡Planea hacer un ejército!-exclamó Andrea. Ahora lo entendía y de la emoción se había puesto de pie. -¡Y atacarnos!-exclamó Ricardo está vez y también se puso de pie. -Un ejército tan fuerte como…-exclamó Paulina y dio un salto para parase igual que los príncipes. -¡Una tormenta de arena!-exclamaron los tres a la vez. Se volvieron a sentar para descifrar lo demás del sueño. -¿Qué significan los rayos de colores?-preguntó Andrea. -¿Dices que había cuatro colores?-preguntó Ricardo dirigiéndose a Paulina. Ella asintió-Los cuatro colores eran rojo, azul, verde y café. -Sí-contestó Paulina. -Entonces…-dijo Ricardo pegándole a la mesa con el puño-¡Auch!-se dirigió a sus amigas como si no le hubiera dolido-Eso quiere decir que… -Los colores significan…-dijo Andrea. Se puso de pie de nuevo. -¡Los elementos de la Naturaleza!- exclamó Paulina emocionada parándose, pero se tropezó y cayó. -Y no solo eso-dijo Ricardo moviendo la silla para pararse-Nuestros pueblos: Rubí, Diamante, Esmeralda y ¿Desierto? -¡Un salvador de cada pueblo será el elegido para luchar!-gritaron los tres. -¡Qué bien, lo resolvimos!-soltó Paulina levantándose del suelo torpemente. Estaban muy felices hasta que Andrea preguntó:

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-¿Qué vamos a hacer para encontrar a los elegidos? Los tres se volvieron a sentar. Tristes pensaban que hacer. La tarde se acababa y la lluvia se azotaba contra los gigantescos ventanales… Ya era de noche y los chicos ya habían cenado. Había dejado de llover. La cabeza les dolía de tanto pensar. A Paulina se le ocurrió algo. -¿Chicos, y si tomamos un descanso?-preguntó. -¿Qué tipo de descanso?-preguntó Andrea emocionada. -Vamos a mi habitación-dijo y salió corriendo para llegar a su habitación. Sus amigos la siguieron y cuando llegaron Paulina les propuso: -¡Vamos al pueblo! -¡Sí, vamos!-exclamó Andrea. Las dos miraron a Ricardo que no parecía muy convencido. -Por favor-suplicaron Andrea y Paulina juntando las manos. -Bueno, está bien-aceptó Ricardo-Voy a cambiarme. -Yo también-dijo Andrea y los dos salieron de la habitación de Paulina. Se pusieron ropa vieja y escondieron almohadas debajo de las mantas para que pareciera que alguien estaba dormido. Paulina le prestó a cada uno un abrigo. Recorrieron el camino por el que había pasado Paulina por la mañana. Un rato después llegaron. Paulina, Andrea y Ricardo se quitaron la gorra. Y recorrieron el pueblo. Al entrar a la plaza, lo primero que vio Paulina fue a George. -Oh, no-susurró Paulina poniéndose la gorra de nuevo. -¿Qué sucede?-preguntó Ricardo asustado imitando a Paulina y poniéndose la gorra. -Andrea, ponte la gorra-ordenó Paulina y Andrea de mala gana se la puso. La oscuridad hacia que los tres chicos se vieran como monjes con los abrigos. La plaza estaba casi vacía. Las casas tenían las luces prendidas. -Ahora sí-dijo Paulina al perder de vista a George-Disfruten la visita-Y al ver la sonrisa de Andrea añadió- No se quiten las gorras. 13

Se sentó y miró el agua. Del otro lado del rocío de la fuente había una joven y un joven besándose. Paulina miró su reflejo… Mientras tanto, Andrea y Ricardo salieron a pasear mientras que la luz de la luna se reflejaba en los estantes de las tiendas. Todas las personas que aún estaban ahí, estaban cubiertas por la gran manta de estrellas de la noche. Andrea y Ricardo observaban los objetos que había en una tienda. Y así fueron viendo cada estante… Paulina vio el reflejo de George en el agua y se sobresaltó. Se volvió y del susto casi se caía al agua. Por suerte, George la sujetó de una mano. Por mala suerte, a Paulina se le cayó la gorra y George pudo ver quien era. -Hola-saludó George con una sonrisa. -Hola-Paulina le devolvió la sonrisa. -¿Quieres ir a caminar?-preguntó George. -Sí-aceptó Paulina un poco segura de que sí quería. Paulina se levantó y George y ella caminaron hacia unos árboles. -Escuchaste la pelea,¿verdad?-preguntó George viendo la luna llena. -Sí-contestó Paulina y al ver el rostro triste de su amigo añadió-Pero no me molestó. -¡Qué bueno!-suspiró George. -George, te tengo que decir algo-dijo Paulina. Ya era suficiente de mentiras, le iba a decir la verdad. -Vamos a sentarnos en esas bancas-propuso George, le tomo la mano y corrieron juntos hasta una banca. -A ver dime-dijo George cuando estaban sentados. -George…-empezó Paulina-Yo no soy Anaís, no soy de Diamante, ni siquiera lo conozco y... -¿Y?-preguntó George. -Soy la Princesa Paulina Von-anunció ella con determinación. -Entonces si te dolió lo que dijeron los muchachos-observó George haciendo una mueca de culpabilidad. -La verdad, sí pero ya verán-prometió Paulina decidida-¡Qué bien se siente confesarse!

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George reventó en carcajadas. -Yo sabía que no eras Anaís-dijo George y miró la cara atónita de Paulina-Mi padre trabaja en el castillo como jefe cocinero ¿Oscar, lo conoces? Cuando naciste, hicieron una gran fiesta e invitaron a mi padre así que yo fui. Según mi papá la primera vez que te vi me aferré a los pantalones de mi papá y le pregunté <<¿Papá así de bonita era mi mamá?>>-Paulina se sonrojó- Lo que pasa es que mi madre desapareció en un viaje un poco después de que nací. Y nunca la conocí, sin embargo, cuando estoy muy feliz, siento que ella está junto a mí-explicó. -Lo siento-dijo Paulina que estaba a punto de llorar nunca se hubiera imaginado vivir sin su madre, a pesar de que Ilse era muy regañona, la quería muchísimo. -Descuida, no es tu culpa-repuso George sonriente. Los dos se sonrieron. Se levantaron y se dirigieron a la fuente, pero... Un hombre lleno de sangre que gritaba entró en la plaza. Era un soldado. Corrió hasta Paulina y se le abalanzó… Los dos cayeron a la fuente. George ayudó al soldado a levantarse y también a Paulina, mientras que Andrea y Ricardo llegaron corriendo a ver que sucedía. -¿Qué pasa?-preguntó Andrea histérica. Paulina estaba empapada de agua y sangre pero respondió: -Hay que llevarlo al castillo. ¡Rápido! -Sí-coincidió George entre jadeos y con el soldado herido encima. -¡Que alguien traiga una camilla!-gritó Andrea al ver al soldado. La gente de las casas se había despertado por el griterío y un señor que hacia bastones y más cosas les llevó una camilla. Entre George y Ricardo llevaron al soldado a la puerta principal del castillo. Un soldado les dijo: -No pueden entrar. -¿Seguro?-preguntó Paulina-Soy la princesa y te ordenó que nos dejes pasar. -Todos dicen eso-repuso el soldado. -¿Así?-preguntó Andrea enfadada- Pero seguro nadie hace esto- Andrea le dio una patada en el estomago al soldado y este cayó al suelo. Los muchachos entraron y la última fue Andrea que se agachó y le dijo al soldado: -Lo siento- pero parecía todo lo contrario pues hasta sonreía. 15

Llegaron al vestíbulo y Paulina gritó: -¡Nana! Nana enseguida llegó y al ver al soldado dijo: -Vamos, hay que llevarlo a mi habitación. Lo llevaron y lo pusieron en la cama. Ahora con la luz Paulina pudo ver que el soldado lloraba de dolor pero por tanta sangre no veía las heridas. Llamaron al curandero del pueblo que lavó al soldado y lo medio curó. Después, Paulina, Andrea, Ricardo y George entraron a la habitación. -¿Cómo se siente?-preguntó Paulina. -Bien, gracias a ustedes, pero…-dijo el soldado con voz queda- mi hora ha llegado, sólo hay una cosa que tengo que decirles… El soldado parecía que ya no podía respirar. -No hable, señor-dijo George. -Tiene que descansar-le siguió Andrea que tenía los ojos llorosos; no sabía por qué. Sólo sabía que algo malo estaba a punto de suceder. -Ha perdido mucha sangre tiene que descansar-terció Ricardo. -Lo haré, pero para siempre-repuso el soldado que hablaba en susurros. -¡No diga eso!-gritaron los cuatro muchachos. -T-Tienen q-que s-saber q-que-el soldado tragó saliva-s-sus p-padres están en peligro. -¿Qué?-preguntaron Ricardo, Andrea y Paulina al mismo tiempo.. -A s-sus p-padres los raptó…-murmuró el soldado respirando- El señor Lois. El rey del Desierto. Andrea y Ricardo ahogaron un grito. Paulina se echó a llorar a los brazos de George, sin querer creer las últimas palabras del hombre. El soldado respiró por última vez. Sus ojos dieron una vuelta para atrás y sus párpados se cerraron...

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4 Andrea arde.

P

aulina contagió a Andrea con su tristeza y ella también comenzó a llorar. No sabían por qué, pero sentían un nudo en la garganta. Salieron de la habitación y se fueron al comedor.

-¿Qué haremos?-preguntó Paulina preocupada. 17

-No sé-contestó Ricardo tristemente. -Los del Desierto fueron muy inteligentes-dijo George. -¿Por qué?-preguntó Paulina. -Quitaron de en medio a los reyes-respondió Ricardo. Se oyó un golpe estridente en la mesa. Andrea estaba levantada de la silla con el puño en la mesa. Tenía el pelo sobre la cara y sus ojos miraban la mesa. Se oyó un ruido como el de las gotas al caer. Andrea estaba llorando. -¡No, no!-gritó Andrea aún con la mirada en la mesa-¡No dejaré que esas ratas de desierto me ganen!¡No me rendiré! Paulina, Ricardo y George la miraban con la boca abierta. -Ya, ya-dijo Ricardo con dulzura. Se acercó a Andrea. De repente, Andrea empezó a arder en fuego. Pero no se quemaba. Sólo parecía estar invadida de ese fuego. Ricardo se alejó ahogando un grito. Todo fue tan repentino, Andrea miró a sus amigos, en su cara se dibujo una sonrisa y … Se desmayó. -¡Andrea!-gritó Ricardo y la sostuvo. La llevaron a su habitación. Allí estuvo tres días inconsciente. Un día se despertó y salió al balcón. Vio a sus amigos en el jardín del este...Parecían pensativos y preocupados, en un solo día todo había cambiado... Sus padres ya no estaban y por lo tanto, ellos estaban al mando. Andrea se apresuró a vestirse y cuando estuvo lista bajó al jardín. -¡Andrea!-gritó Ricardo de alegría al verla. -¿Cómo te sientes?-preguntó George. -Bien, pero estuve pensando…-dijo Andrea-en el Señor Lois. ¿Alguno de ustedes lo conoce? -No-contestó George. -Ni idea-dijo Paulina meneando la cabeza. -Sí, pero no-respondió Ricardo. -¿Sí, pero no?-repitió Andrea extrañada, Ricardo la confundía muy a menudo.

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-Aja-contestó Ricardo-He leído sobre él, pero no lo conozco en persona. -¿Y?-preguntó Paulina. -Es un brujo-dijo Ricardo-Un brujo muy poderoso que controla la tierra. Que yo sepa él era el consejero del rey del Desierto, pero ahora que el rey desapareció, Lois tomó el trono. -¿Creen que haya matado al rey?-preguntó Andrea. -No lo sé, pero es probable-contestó Ricardo. -O sea que el quiere tomar el poder-dijo George con los brazos cruzados- Quiere conquistar a los otros tres reinos. -Pero yo no lo dejaré-aseguró Andrea apretando los puños. -Y no estarás sola-la apoyó Paulina con una sonrisa. -Todos estaremos contigo- prometió Ricardo. -No hay nadie que nos pueda detener-concluyó George. -¡Sí! Los ánimos estaban por las nubes. -Vamos a la biblioteca-propuso Ricardo-Tengo una idea. Fueron a la biblioteca y se pusieron a buscar libros acerca del pueblo del Desierto. Encontraron muchos libros: La Historia del pueblo del Desierto, Arena, Animales del desierto y muchos más. Pero ninguno de ellos contenía al Señor Lois. Hasta que George lo encontró. Era un viejo libro, llenó de polvo, negro como el carbón y que en su portada estaba escrito el título: La Historia de Todos los Reinos A través de Las Épocas. -Chicos, miren lo que encontré- exclamó triunfante. Todos se acercaron a George, pero el le pasó el libro a Ricardo sin explicar nada. Ricardo no preguntó y leyó: -El Señor Lois, príncipe de la tierra nació en el año 101, gobernó El pueblo del Desierto cuando tenía sólo doce años hasta que cumplió los ochenta años. Murió a causa de un maleficio del brujo Ozil de las tierras de Esmeralda, la reina Sia de las tierras de Diamante y el rey Gags de las tierras de Rubí. Hacía tormentas de arena, hombres de arena y muchas cosas más. En su juventud el brujo Ozil asesinó a sus padres. 19

-Ahora entiendo-dijo George-Tiene sed de venganza. -Yo diría sed de vergüenza-murmuró entre dientes Andrea- Cuando terminemos con él, la tendrá ya que sólo cuatro niños lo derrotaron. -Yo no lo creo así-aseguró George-Como lo describen aquí parece muy fuerte. Además se ve que resucitó o algo parecido. Es imposible que una persona normal pueda vivir tanto tiempo. ¿Cuánto vivió exactamente? -Es el año 357 y vivió 80 años, eso quiere decir que tiene...-Ricardo se quedó callado al saber el resultado de sus cálculos-¡176 años! -Vaya eso es increíble-observó Andrea. -Más que eso...¿Cómo lo hizo?-preguntó Paulina. -Recuerden lo que dice el libro, murió a los 80 años, o sea el año 181, eso quiere decir que pasó un tiempo para que volviera a nacer, como dice George resucitó o algo parecido-dedujo Ricardo dejándose caer en una silla. -Eso sí que nos hace pensar-bromeó George con una mueca muy chistosa. Andrea, Paulina y Ricardo sonrieron. -Tengo una idea-exclamó Paulina de repente-Vamos al cementerio a buscar la tumba de Ozil. Tal vez encontremos información ahí. Los chicos se dirigieron al cementerio. ¿Será que la historia se repetirá de nuevo? ¿Cómo fue que Lois resucitó? ¿Podrían derrotar solos a Lois?

5 Un Viejo Testamento.

L

a neblina del cementerio llegaba hasta el suelo en la noche, cuando los cuatro amigos buscaban la tumba del brujo Ozil. Después de que estuvieron allí un rato se acostumbraron a la oscuridad eterna y al silencio de ultratumba. Buscaron y buscaron hasta que ya no podían más. No encontraron ninguna tumba con el nombre de Ozil entre las miles de lápidas que había en el cementerio de Esmeralda. Con sueño y cansancio se sentaron todos juntos recargados en una gran 20

roca porosa que había en el centro del cementerio. -¿Qué hora es?-preguntó Andrea bostezando. -Según mis cálculos-respondió inseguro Ricardo-la una de la madrugada. Los cuatro estaban sentados en el suelo pensando: ¿Dónde estaría la tumba del brujo Ozil? Era una pregunta difícil de responder. Tal vez no estaba ni siquiera en Esmeralda. -No hay que darnos por vencidos-dijo George levantándose. -Tienes razón-le siguió Paulina-Nadie nos puede vencer. Los dos intercambiaron miradas. Esas miradas inspiraban valor. Se dirigieron a sus amigos que estaban sentados en el suelo con la cara pálida, incluso parecía que habían visto un fantasma. -¿Se-seguros?-tartamudeó Ricardo. -Pues, yo creo que él nos puede detener -sugirió Andrea señalando atrás de George y Paulina. Los dos se volvieron, confusos. Atrás de ellos había un horrible hombre. De cara demacrada y unas ojeras de color del carbón. Tenía mocos que le salían de la nariz sin parar. Sus ojos tenían expresión bondadosa, pero los muchachos no se fijaron en eso. Además las apariencias engañan, ¿no? Era gordo y parecía que le costaba correr. Las túnicas que vestía estaban hechas jirones. George ahogó un gritó, pero Paulina si dejo salir uno. Andrea y Ricardo se pusieron de pie de un salto. Los cuatro, sin poder evitarlo, corrieron por el cementerio gritando. Y el hombre los siguió corriendo torpemente. Hacía unos ruidos con la boca que eran escalofriantes. Ricardo oyó un grito cerca de él. ¡El hombre había cogido a Paulina de un brazo! Sin pensarlo, se echó encima del hombre. Su fuerza era increíble. Ricardo le pegó en la cabeza para que soltara a Paulina. El hombre lanzó un bramido espeluznante y aventó a Paulina hacia una lapida. Ella cerró los ojos pensando que la roca fría y dura iba a ser lo último que iba a sentir. Pero… Andrea llegó corriendo a toda velocidad, saltó y empujó a Paulina para que no se golpeara. Las dos cayeron de bruces al suelo. Paulina se levantó para ver que ocurría. Vio a Ricardo y a George peleando contra el hombre. Se preguntó porque. Había perdido la cabeza. La princesa reaccionó al oír su nombre en un grito. Se volvió y vio a su amiga señalando una lápida enorme. -Es está, es está-decía saltando de felicidad-Dice: “Y el poderoso brujo Ozil.” Paulina se acercó a la lápida. Leyó el nombre del brujo Ozil. Después señaló arriba de la lapida, que decía: “Tumba real”. 21

¡Era la tumba en donde descansaban sus abuelos y sus demás antepasados! -Es cierto, pero…-susurró Paulina. -¿Pero qué?-preguntó Andrea. La sonrisa que tenía en la boca se borró. -¿Cómo entramos?-preguntó Paulina. Andrea se afligió al darse cuenta de que estaban enfrente a un grave problema. Un grito hizo que se volvieran. El hombre tenía a Ricardo y a George aferrados como cabritos arriba de sus hombros. Los dos gemían de dolor. -Es hora de que le enseñe clases de toam a ese hombre.-sonrió Andrea. Paulina no comprendió lo que había dicho su amiga, pero después supo que era “toam”. Andrea se encaramó a la cabeza del hombre y con las manos le pegó en la nuca. El hombre gritó y soltó a Ricardo y a George. La princesa de Rubí se movía con tanta agilidad que parecía que estaba bailando. Luego, ella saltó de la cabeza del hombre, cayó al suelo y le dio una patada en cada tobillo, quien grito de nuevo. Paulina la veía con ojos como platos. Jamás había visto pelear a alguien de esa manera. Finalmente el hombre cayó de espaldas al suelo, aturdido. Andrea se sacudió las manos mirándolo. -¡Guau!-exclamaron al unísono Ricardo y George jadeando como perros que acaban de correr mucho. Paulina no podía pronunciar ni una sola palabra. -No fue nada-repuso Andrea, satisfecha-Miren eso-añadió señalando la lápida. Ricardo y George se acercaron, intrigados y con curiosidad leyeron el texto de la lápida. -¡Aquí está Ozil!-exclamó Ricardo. -¡Que bien!-gritó George emocionado. -Pero hay un problema-suspiraron Andrea y Paulina. -¿Cuál?-preguntó George. -¿Cómo entraremos?-preguntó Andrea con las manos en la cintura. Paulina la miró asintiendo. -Cierto-dijo George chasqueando los dedos y recargándose en la lápida para pensar. 22

De repente la lápida se hizo para atrás y George cayó por el hoyo que dejo atrás la lápida. Se escuchó un ruido seco del cuerpo de George al chocar contra el piso, seguido de un grito del chico: -¡Estoy bien! -Hay que bajar-dijo Ricardo dando un salto hacia el hoyo. Andrea y Paulina lo siguieron. Andrea fue la última en aventarse por el hoyo, cayó de sentón. Un <> le salió por la boca. Se levantó sobandose las pompas. -No veo nada-admitió la voz de George que estaba cerca de Andrea. Era cierto. La oscuridad cubría todo en la tumba. Ricardo alzó una de sus manos hasta la altura de sus ojos, pero en donde se suponía que tenía que estar su mano estaba negro. -Busquen una puerta-ordenó Ricardo. -¿Cómo?-preguntaron los demás al unísono. -Toquen las paredes haber si hay una perilla o trampilla en el techo o en el pisorespondió Ricardo. Tantearon las paredes hasta que Paulina la encontró. No pudo verla. -Aquí está-anunció Paulina. Los demás tardaron un rato en encontrar a Paulina. Ella abrió la puerta y una intensa luz les cegó los ojos. Paulina entró seguida de sus amigos. Después del umbral pudieron ver mejor. Vieron un ataúd de cristal que estaba en el centro en la sala llena de candelabros y velas. Otro ataúd junto de ese. Paulina y sus amigos hicieron una pequeña reverencia como signo de respeto. Y se acercaron al ataúd del centro. Ahí estaba un hombre que parecía haber muerto muy anciano, pero ya era una calavera. Paulina supo quien era al instante. Era su abuelo Franklin, que había muerto cuando ella era tan solo un bebé. Y junto a él, en el otro ataúd de cristal, su abuela, Martha. Sintió que un escalofrío recorría su espalda. Se dirigieron a una puerta que estaba hasta el fondo. Andrea la abrió y entró en la siguiente habitación en la cual estaban los bis abuelos de Paulina. Y así consecutivamente. Por la sala número cuatro, los muchachos ya estaban cansados de buscar. -La última-suplicó Paulina exhausta. -Creo que en la siguiente está lo que buscamos-dijo Ricardo ignorando a Paulina.

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Él se encaminó a la puerta, giró la perilla y entró. Sus amigos lo siguieron sin más remedio. Cuando Paulina, Andrea y George entraron vieron a Ricardo junto al ataúd. -Es él, el brujo Ozil-concluyó en un susurro Ricardo con una sonrisa de oreja a oreja. Paulina, Andrea y George se juntaron con Ricardo. Felices y cansados vieron al muerto. -¿Por qué siempre los cálculos de Ricardo salen bien?-preguntó Andrea. -Porque no se llama Ricardo-dijo George con una sonrisa-Es El Sabio Ricardo de las tierras de Diamante-lo bautizó. Sin poder evitarlo todos se doblaron de risa. Mientras que sus amigos se reían, el sabio Ricardo vio un pergamino enrollado en el suelo junto al ataúd. Lo cogió y lo leyó atentamente:

Mi testamento. Yo no tenía nada material, por ello no le dejo nada a nadie. Pero creo que todos los que me conocieron saben que no se necesitan cosas materiales para recordar a alguien. Les dejo una advertencia: Lois buscará la forma de regresar y cuando lo haga la historia se repetirá. Así que los reinos deben

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unir sus fuerzas para vencerlo, si no lo hacen no les puedo prometer que la humanidad vivirá en paz. Según el sueño que tuve poco antes de morir, el Desierto atacará con todo lo que tiene, harán un ejército tan fuerte como una tormenta de arena. Los reinos para defenderse tendrán que encontrar a los elegidos de cada tierra que con sus poderes salvarán a todos. Les deseo suerte. Que encuentren a los elegidos antes de que la tormenta de arena arrase con todo y con todos. Con los mejores deseos, Ozil.

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6 El Fantasma de Ozil. A Ricardo casi le da un infarto, el sueño de Ozil era igual que el de Paulina. Abrió la boca para decirles a sus amigos lo que había encontrado y vio algo frente a él, cuando el chico alzó la vista del pergamino. Era como una figura transparente y nebulosa que flotaba cerca de el, unos centímetros arriba del suelo polvoso. Era un hombre, con una barba blanca como el resto de su cuerpo. Sus facciones eran toscas y al parecer no había sido muy guapo cuando estaba vivo. Sin embargo, sus ojos reflejaban una sabiduría inmensa. Era un fantasma, de eso estaba seguro Ricardo, y también sabía de quien. -Chicos, no se muevan-dijo Ricardo casi sin abrir la boca. -Buuu-dijo el fantasma de Ozil. Paulina no aguantó más al verlo, gritó lo más fuerte que pudo. El fantasma rompió en carcajadas. Andrea, Ricardo y George vieron a Paulina con una mirada enojada. -¿Eres tú el fantasma de Ozil?-preguntó Andrea. -Claro que soy yo-respondió Ozil con una sonrisa.- ¿Quiénes son ustedes? - Yo soy George, mucho gusto-saludó esté-ella es Paulina Von de las tierras de Esmeralda, él, Ricardo Vey de las tierras de Diamante y ella es Andrea Cole de las tierras de Rubí. -¿Qué han venido a hacer a mi tumba? -preguntó indignado el fantasma. Paulina le contó todo desde su sueño hasta cuando llegaron a la tumba del brujo. Ozil al oír el sueño, frunció las cejas, pensando. Cuando Paulina acabó su relató Ozil dejó su pose pensativa, y comentó: -Eso, yo ya lo sabía-aseguró. -¿Sí?-preguntaron Andrea, Paulina y George al unísono, muy sorprendidos. -Lo dice aquí-intervino Ricardo señalando el pergamino. 26

-Deberían de leer un poco más y reír un poco menos-se burló Ozil dando vueltas por la cámara. George se mordió los labios para no reír. Andrea puso los ojos en blanco, eso siempre le decían sus padres, a pesar de que ellos leían tan poco como ella. Paulina sonrió sonrojada y sintió pena por Ricardo. Él, en cambio se sentía muy orgulloso de haber sido halagado por un hombre, o debería decir fantasma, tan importante como Ozil. -Como sea-replicó George y fue al grano-¿Cómo podremos encontrar a los elegidos? -Muy fácil-contestó Ozil seriamente. -¿Fácil?¡Hay cientos de personas!-exclamó Andrea. -Miles-la corrigió Ricardo. -Como sea-repuso Andrea echándole una de sus miradas de furia. -No tienen que buscar nada-aseguró Ozil-Los conocen muy bien. Los niños intercambiaron miradas confusas y extrañadas. ¿Quiénes? Ozil, al verlos, dio un resoplido. -¡Están frente a sus narices!-gritó el fantasma como loco. -¿Nosotros?-preguntaron Andrea, Paulina y Ricardo al unísono. -¿Ellos?-preguntó George señalándolos. -Sí y tú también-dijo Ozil señalando a George. -¿Yo? -Que sí, caray-recalcó Ozil. -Pero yo no soy de la nobleza ni nada de eso-argumentó George. -¡Y eso qué!-bramó Ozil-Mírame a mí. Yo no fui rey, sin embargo, salve al mundo. -Porque tienes poderes-repuso George. Ozil apretó los dientes y respiró hondo con los ojos cerrados. Luego, relajó. -Todo el mundo tiene poderes...-recitó Ozil sin abrir los ojos -pero depende de cada uno descubrirlos. A todos les gustaba la idea de tener poderes, pero George pensaba << ¿Yo un elegido?>>

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-Si, así es. Tú un elegido-dijo Ozil. -¡Me leíste la mente!-exclamó George impresionado y enojado. No era muy agradable que alguien se metiera tus pensamientos. -No, tienes razón, no es muy agradable-aseguró Ozil con un tono burlón. -Tal vez él tenga razón-dijo Ricardo. -Pues claro que tengo razón,-se indignó Ozil-No es nada bonito que sepan lo que estás pensando... -Eso no-dijo Ricardo frunciendo el ceño-Me refería que tal vez, sólo tal vez, somos...elegidos. -¿Pero qué dices? ¿A qué te refieres?-preguntó Andrea. -¿Recuerdan que Andrea ardió?-preguntó Ricardo. Sus amigos asintieron- Eso era parte de sus poderes. -¿Arder es un poder?-preguntó Andrea confundida. -No-negó Ricardo alargando la palabra. -¿Cómo te sentiste?-preguntó Ozil dirigiéndose a Andrea y haciendo caso omiso de que el pobre Ricardo estaba seguro de que nadie entendía. -Me sentí…-dijo Andrea pensativa, pues no lo recordaba bien-fuerte muy fuerte como si nadie me pudiera detener, pero a la vez demasiado débil. Ozil aplaudió. -¡Eso es!-exclamó feliz-Te sentías débil porque no controlas bien tus poderes, pero con práctica puedes llegar a ser como el rey Gags de Rubí, mi antiguo amigo. -Entiendo-dijo Andrea-¿Entonces el rey Gags tenía el poder de arder? -Cada uno tiene un don-explicó Ozil- Tú, Paulina, tienes el don de la bondad, Andrea el coraje y Ricardo la sabiduría. -Y, ¿yo?-preguntó George. -Muchacho, tú valentía-concluyó Ozil. -¿Cuáles son nuestros poderes?-preguntó Andrea ansiosa. -Elementos, elementos. El tuyo fuego, el de Paulina plantas, el de Ricardo agua y el de George tierra-respondió Ozil. 28

-¿Tierra?-preguntó George -Si, así es.-contestó Ozil-Lo supe desde el momento en que te vi. En otra vida tú fuiste mi maestro. Reencarnaste. Igual que Lois. Nada más que Lois controla el cuerpo del chico. Mi maestro, al parecer no te controla. -¿Yo fui tu maestro en otra vida?-preguntó George sintiéndose un poco ofendido. -Sí. Lo siento, lo sé-respondió Ozil viendo la cara atónita de George. -¿Lois reencarnó?-preguntó Andrea. -Sí- contestó Ozil- Ahora es un muchacho de su misma edad, pero poderoso. -¿Cómo pondremos en práctica nuestros elementos?-preguntó Ricardo. -Despejen todo de su cabeza, que su mente quede en blanco-contestó OzilRelájense y cuando el poder fluya por sus venas encuentren el lugar por donde pueda salir. -¿Es solo en un lugar especifico?-preguntó Paulina. -No, por ahora sí-dijo Ozil-Porque están pequeños, pero cuado dominen sus elementos a la perfección, podrán sacarlos por el lugar que quieran. Controlaran todo a su alrededor. Les quedo más que claro. Ya no tenían dudas, estaban decididos a vencer a Lois, costará, lo que costará. -¿A dónde debemos ir?-preguntó George. -Tengan esto-dijo y les dio a cada uno un collar con una esfera transparente en élEs un pedazo de mi alma, que los acompañará. Se les llama Clazotz. Entrenen y cuando controlen sus poderes nada más digan mi nombre, los ayudaré y les diré adonde deben ir y para qué. Se despidieron de Ozil. Pasaron por todas las salas de muertos. Cuando salieron de la tumba y el aire les dio en la cara sintieron que habían muerto y que después habían resucitado. Abajo, en la tumba, casi no había oxigeno. Miraron el cielo de la mañana, oyeron el canto de lo pájaros y descubrieron que el hombre que los había atacado ya no estaba tumbado en el piso. Así que corrieron lo más rápido que pudieron para que no los atacara de nuevo. Se dirigieron al palacio y cuando cada uno llegó a su habitación se dejaron caer en la cama. Estaban muy cansados. Se durmieron y todos soñaron en como iba a ser su entrenamiento.

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7 Un duro entrenamiento

¡Paulina!-gritaron unas voces al unísono-¡Despierta, Paulina!

Paulina salió de su cama, adormilada. Se vistió y al abrir la puerta, sus amigos entraron todos ya vestidos y listos para comenzar el entrenamiento. Todos, excepto George. El chico estaba todavía más dormido que Paulina y tenía la línea de la almohada marcada en una de sus morenas mejillas. Ricardo y Andrea se sentaron en la cama, pero George, olvidando los buenos modales se echó, cuan largo era, sobre la cama. -Vamos, hay que entrenar-propuso Andrea desesperada por empezar. -¿Ahora?-preguntó Paulina-¿Sin desayunar? -¿Qué tiene?-preguntó Andrea-Cuando yo entrenaba para aprender el toam, me despertaba antes del alba y pasaba una semana de ayuno. -¿Qué es ayuno?-preguntó Paulina. -¡No sabes qué es ayuno!-gritó impresionada Andrea, ese era el colmo de los colmos de la ignorancia, ni siquiera Andrea hubiera superado eso. -Es dejar de comer por un tiempo determinado-respondió Ricardo (como siempre)Los que desean manejar el toam a la perfección, necesitan ayunar y así son más ágiles. Resisten más a circunstancias más peligrosas que requieran de toda su fuerza. -Ahora veo porque Andrea está tan delgada-dijo asombrado George observando a su amiga desde el montón de almohadas. -Pero después vuelves a comer-replicó Andrea- y no te quedas en los huesos. -¡Quieres decir que pasabas días sin comer!-preguntó Paulina con los ojos como platos. -Sí, pero de algo malo saque algo bueno-repuso Andrea, que era raro ver en ella algo optimista-Mi entrenamiento del toam está completo.

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-Bueno, vamos a entrenar-propuso George ansioso, pues quería descubrir sus poderes cuanto antes. Ricardo abrió la puerta y sus amigos lo siguieron, Paulina de mala gana. Fueron al jardín del este. Cuando llegaron, se sentaron en círculo como se sientan los indios o los que hacen yoga. Cerraron sus ojos y respiraron lenta y tranquilamente, siento cada hilillo de viento que pasaba por su nariz hasta sus pulmones. Paulina concentró sus fuerzas en el dedo índice de su mano derecha, poniendo la mente en blanco, como le había dicho el fantasma de Ozil, pero no ocurrió nada. Ricardo concentró sus fuerzas en la mano izquierda. Pero tampoco le funcionó. Mientras tanto, Andrea y George hicieron lo mismo, pero… -¡Lo hice, lo hice!-exclamó Andrea dando un salto. Ella ardía de nuevo. Pero esa vez, sus amigos le pudieron ver bien la cara, había concentrado todos sus poderes en los ojos y en ese momento destrozaba una flor que unos segundos después era cenizas. Se sentía débil pero, no mucho. Tal vez eso quería decir que ya lo estaba dominando bien, pero no se imaginaba, lo difícil que era llegar hasta La Dominación Perfecta de Los Elementos. -¡Yo también!-gritó George. Era cierto. Él no ardía como Andrea, ni tenía los ojos rojos, pero de su mano izquierda salía una pequeña fuente de tierra suave y café. -¿Por qué pueden ustedes y nosotros no?-preguntó enfadada Paulina que seguía aún sentada en el suelo con Ricardo al lado. -Tal vez debamos de cambiar el lugar en donde concentremos nuestras fuerzaspropuso Ricardo. -Bueno-dijo Paulina frunciendo el ceño, pues todo lo que Ricardo decía, como al resto de las personas, la confundía más de lo que de por sí ya estaba. Lo intentaron de nuevo. Esta vez, Paulina reunió sus fuerzas en el dedo índice de la mano izquierda… Ricardo lo hizo en la mano derecha… -¡Lo hice! -¡Yo también! Paulina sacaba plantas por el dedo índice de la mano izquierda y Ricardo producía agua como una fuente por la mano derecha. -Y, ¿Ahora qué?-preguntó Andrea, que había dejado de sacar fuego por los ojos.

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-Ahora sí, hay que entrenar-propuso George, tratando de hacer que de su mano saliera más tierra. -Vale-dijo Paulina. Andrea al oír eso volvió a sacar fuego, quemando unas enredaderas. -¡Oye!-la reprochó Paulina, sacando las mismas enredaderas del índice. -Perdón-dijo apenada Andrea, pero a la vez muy orgullosa. Ricardo regó las plantas y George les hecho tierra. Y todo el día hicieron cosas diferentes como lavar todos los platos sucios, encender las chimeneas, adornar el palacio con más plantas y cambiar la tierra de todas las macetas en el palacio. Se sentían muy felices. Jamás se habían sentido tan fuertes y orgullosos de sí mismos, bueno, exceptuando a Andrea que siempre se había sentido así, desde que estaba en pañales. Aún así, era muy diferente ser un elegido a ser lo que antes eran. Pero no sabían, que además de que eso acarreaba cosas buenas, lo mismo acarreaba malas. Y malas de verdad. Después, en la noche, cuando los demás se fueron a la cama, Ricardo pensó: ¿Quién hubiera creído que tuviéramos semejantes poderes? Ahora entiendo lo que Ozil quiso decir: “Todo el mundo tiene poderes pero depende de cada uno descubrirlos”. Esas fueron las palabras del brujo Ozil, las cuales jamás olvidaría. Y créanme cuando digo jamás, digo jamás. Luego, se sumergió en un sueño profundo, en el que los sueños de aventuras al lado con sus amigos y sus nuevos poderes reinaban en su mente.

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8 La Noticia.

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os chicos ya llevaban un mes de entrenamiento y creían que ya estaban listos para consultar el pedazo de alma que les dio Ozil. Y no era estar listos para TODO lo que les esperaba, más bien, ya estaban listos para comenzar a estar listos para TODO lo que les esperaba. Es…algo complicado. Ricardo ya había conseguido llenar un viejo lago seco que había junto al pueblo. George había hecho un temblor pequeño, pero que estremeció a la aldea completa. Como ya era otoño, Andrea había logrado encender todas las chimeneas de toda la aldea y para el festival de la llegada del otoño, había prendido los fuegos artificiales. Por último, Paulina había ayudado a unos agricultores a plantar cincuenta hectáreas de maíz. Una mañana, George se despertó, se levantó de la cama y se vistió. Cuando salió de su pieza, vio que su papá ya había llegado de su viaje La Finca Lluvia de Estrellas (que había sido bastante largo, pues todos los criados temían por sus vidas, después de la desaparición de los reyes). -¿Papá?-preguntó George tocándole el brazo. -Mmm-chilló una voz adormilada. -Tengo que contarte algo-dijo George. -¿Tienes novia?-preguntó el padre de George que se llamaba Oscar. -No-se apresuró a responder George extrañado. -Pues tus amigos me dijeron que te habían visto con una chica-replicó Oscar incorporándose en su cama. -Es una amiga-contestó George-Más bien, la princesa Paulina. Pareció que eso si le importaba a Oscar. -¿Cómo? ¿He escuchado bien? ¿La princesa? -Sí. Ella es mi amiga-dijo George- También el príncipe de Diamante y la princesa de Rubí. -Sí, claro-repuso Oscar poniendo los ojos en blanco.

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-Olvídalo-dijo bruscamente George-¿Te importa que me quede unos cuantos días en el castillo? -No, hijo-contestó Oscar con una sonrisa burlona. George sintió que su padre creía que era una broma. Mejor para él, ¿no? Unos minutos después, los cuatro amigos ya estaban en la pequeña sala de reuniones, su pequeña sala de reuniones de ahora en adelante. -Creo que lo mejor es consultar a Ozil o ¿no?-propuso Ricardo. -Yo digo que lo hagamos cuanto antes-opinó Andrea. -También yo-le siguió Paulina. -Hagámoslo-dijo George. Sacaron sus Clazotz que habían llevado colgando del cuello desde que Ozil se las había dado. En voz alta y al unísono los cuatro dijeron el nombre de Ozil. Una voz respondió: -¡Niños! ¡Ya estaba haciéndome más viejo! -Ya controlamos muy bien nuestros poderes-contestó Ricardo. -Sí y queremos saber…-Paulina no terminó la frase porque Andrea la interrumpió. -¿A dónde debemos ir?-se adelantó. -En primer lugar, no podrán derrotar ustedes solos a Lois-comenzó Ozil-Por ello deberán unir las fuerzas de sus ejércitos. -Ya tenemos de nuestro lado al ejército de aquí-repuso George. -¿Y crees que con eso derrotaran al ejército de Lois, muchacho?-preguntó Ozil. Ese muchacho lo hacía enfadar por su terquedad y su ignorancia. George guardó silencio apenado y sintiéndose más ignorante que nunca. -¿Cuál es el primer lugar a donde debemos ir?-preguntó Andrea. -A Diamante-contestó Ozil- Y enseguida, hay rumores de que los habitantes se están volviendo locos porque les faltan los reyes. -¿Qué?-exclamó Ricardo atónito. -Como lo has escuchado, muchacho-repitió Ozil seriamente- Los habitantes de Diamante están volviéndose locos por la falta de reyes. Son gente de orden y el

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orden lo crean los reyes. Si no hay reyes, lo más lógico era que ocurriera esto. Ricardo no podía ni hablar. Tenía los ojos fijos en los ventanales y parecía muy nervioso e inquieto. Andrea y sus otros amigos lo miraron preocupados. Un silencio perturbador e incomodo se hizo en la sala y seguramente también en la tumba de Ozil, hasta que George decidió que lo mejor era despedirse del fantasma y alistarse para viajar hacia Diamante cuanto antes. -¿Tienes algún consejo o advertencia que nos pueda ser útil?-quiso saber George arqueando las cejas sin dejar de mirar a Ricardo. Ozil permaneció en silencio un rato más en lo que meditaba la situación con cuidado. -Permanezcan juntos-dijo finalmente-Cuídense unos a otros, esas tierras son ahora peligrosas… -Gracias-agradeció George interrumpiéndolo como siempre. -Y lleven buenas botas…-continuó aun con un tono serio. -¿Por qué las botas?-inquirió Paulina extrañada. -Porque si no se van a mojar los pies y nadie quiere que los elegidos se enfermenfue una tontería lo que dijo. -Adiós, Ozil-se despidió George riendo un poco, pero era una risa nerviosa. La conexión desapareció finalmente. Mientras que George y Paulina se encargaban de todos los preparativos para su viaje. Ricardo estaba metido en sus pensamientos y Andrea no se atrevió a dejarlo solo. Unas lágrimas silenciosas y húmedas brillaron a la luz del sol en las blancas mejillas de Ricardo.

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9 El Viaje a Diamante.

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artieron esa misma mañana. Ricardo estaba en un estado muy deprimente. No hablaba. ¿Serán ciertos los rumores? Porque si lo eran, no daba gracia. No quería pensar en cómo iba a encontrar su adorada Diamante. Los amigos decidieron ir en carreta, ya que el viaje era largo. Esa mañana, desayunaron en silencio sin pronunciar palabra. Andrea estaba muy desesperada, no le gustaba ese silencio y menos ver a su amigo en ese estado. Más tarde, cargaron la carreta con comida y partieron. Ninguno sabía manejar, por eso llevaron un cochero. La carreta era larga y de madera, con cortinas en las ventanas. Adentro iban los cuatro amigos en completo silencio. Todo el día estuvieron viajando sin detenerse entre cultivos y cultivos de maíz, café y azúcar que había a ambos lados del camino. Al anochecer, salieron de la carreta y montaron un pequeño campamento. No hacía frío, pero como Paulina no soportaba la oscuridad prendieron una fogata. Cenaron muy poco porque no tenían apetito y se fueron a acostar a la sombra de un árbol que había a un lado del camino. Ricardo no podía dormir así que pronto relevó al cochero para que el hombre pudiera descansar. A la luz de la fogata contempló las pocas estrellas y la luna que parecía cansada y vieja. Pensó que tal vez, sólo la veía así por su estado de ánimo. Estaba tan pensativo y concentrado en el cielo, que extrañamente se estaba nublando de repente, que se olvidó de lo demás. De repente escuchó como unos pies ligeros rompían el silencio pisando una hoja seca. Se volvió asustado y un poco apenado por haber olvidado vigilar como se debe. Era sólo Andrea que caminaba hacia él con aire de preocupación. Ricardo estaba dispuesto a mandarla de regreso a dormir, pero Andrea se adelantó. -No puedo dormir-mintió. Mentía muy bien, pero Ricardo sabía que lo que pasaba era que estaba preocupada por él. -Ya podrás relevarme después, trata de dormir-dijo Ricardo con una voz ronca que hasta a él le sorprendió. -Ni lo sueñes-replicó Andrea sentándose junto a él. La Princesa de Rubí se rió al darse cuenta de la ironía que había dicho. Ricardo sonrió ligeramente, la verdad era que le alegraba tenerla cerca en esos momentos difíciles. Se quedaron en silencio un rato escuchando los ruidos de la noche: uno que otro búho, grillos que cantaban alegremente, un aleteo por allá de un

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murciélago cazando… -Estará bien, te lo prometo-susurró Andrea de repente. El príncipe sabía que hablaba de Diamante. -Eso no es lo único que me preocupa-admitió en un murmullo preocupado. Andrea lo miró y también supo a que se refería. -No conozco a tus padres, pero estoy segura de que son como los míos-comentóFuertes y astutos. Jamás se rendirán. -Me temo que los míos no son como tus padres-aseguró Ricardo- Ellos son…como yo. Andrea no era buena para consolar a las personas, era demasiado directa y realista, pero lo intentó. -Entonces tenemos suerte...-comenzó-Tenemos suerte si tus padres son inteligentes como tu… Ricardo pareció alegrarse un poco pero seguía cabizbajo. -Hay que estar todos juntos, nuestros padres lo estarán, ten fe-dijo esforzándose mucho para decir las palabras correctas. -Son muy diferentes-aseguró Ricardo. Andrea se estaba desesperando porque Ricardo se estaba poniendo muy difícil. -Mira, Ricardo…-respiró hondo para no explotar-Cuando estaba estudiando toam, mi maestro, me enseñó que cada miembro de un equipo hace una función, si son diferentes será mejor pues las acciones que realizarán serán todas diferentes y así completarán más rápido y mejor su misión, sea cual sea. Ricardo se quedó callado un rato pensando. -Ricardo, yo sé que tú lo entiendes mejor que nadie-susurró Andrea en tono suplicante. Por la cara del príncipe apareció una débil sonrisa… -Gracias, Andrea, yo sé que tú también me entiendes-dijo. Se vieron un rato, felices de tenerse el uno al otro. De repente, escucharon que alguien caminaba atrás de ellos. Para su fortuna, era George, medio dormido que caminaba como sonámbulo, pero Ricardo y Andrea estaban seguros de que si estaba, por lo menos un poco despierto. El cabello lo tenía todo parado y sus ojos

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estaban apenas abiertos. Los niños comenzaron a reírse del aspecto tan cómico que su amigo tenía. -¿Tienen por ahí algo de comer?-preguntó el muchacho con una voz ronca y profunda. -¿Una manzana?-inquirió Ricardo tomando una de una canasta. George asintió en silencio y rascándose la cabeza. -¡Toma!-exclamó Ricardo y se la lanzó lo más lento y cuidadoso que pudo. El chico estaba tan adormilado que al tratar de atrapar la manzana, la fruta golpeó su cabeza con un ruido sordo y luego cayó al suelo. Para la sorpresa de Andrea y Ricardo ni siquiera eso lo acabó de despertar. George recogió la manzana del suelo y se encaminó hacia el árbol con paso lento. Ricardo y Andrea volvieron a reventar en carcajadas. Cuando estaban tratando de calmarse un viento frío les heló, no sólo las mejillas sino también la sangre. La fuerte y extraña ventisca apagó la fogata. Ricardo se estremeció por completo y sintió como un escalofrío horrible recorría su cuerpo. Andrea se levantó observando el cielo con cuidado. Algo había cambiado súbitamente: el cielo estaba ahora negro, pero por tantas nubes oscuras que lo tapaban. Hacía tanto frío. Ricardo se puso de pie junto a Andrea. -Que extraño estuvo eso-murmuró el chico. -Sshh…- lo calló Andrea-Hay algo en el aire…huele algo…que no me gusta nada… Ricardo desvió la mirada hacia ella y vio que su rostro estaba ahora muy serio, pero nada débil. Parecía que nunca tenía miedo. -¿Qué es?-se atrevió a preguntar en un susurro casi inaudible. Andrea no le hizo mucho caso, porque tenía sus cinco sentidos puestos en el aire, el cielo y los ruidos de la noche. Repentinamente, los grillos ya no hacían ruido, no escuchó ningún aletazo de algún murciélago, ni el ulular de algún búho. -¿Escuchas?-inquirió Andrea en un susurro. -Más bien, no escuchó-la corrigió Ricardo. Él también había notado que todo estaba en silencio. En un silencio de muerte. De repente, no sólo Andrea y Ricardo, sino también seguramente Paulina y el cochero, dormidos y George medio despierto escucharon. Un grito horrible, como el de una mujer. Un grito muy agudo que hizo que Andrea se sobresaltará. -¡Al suelo!-gritó Andrea cuando reconoció de qué provenía esa especie de grito. La princesa de Rubí tiró a Ricardo contra el suelo y ahí los dos miraron en el cielo algo increíble. Una sombra enorme se irguió sobre su campamento ferozmente. Al 38

principio, Ricardo no supo que era, pero después distinguió que era una enorme ave mucho más grande que un caballo. Era negra y sus ojos rojos los tenía puestos en el campamento. Su pico amarillo y brillante brillaba aún con la oscuridad que reinaba. El ave negra había permanecido planeando por los aires a muchos metros del campamento, pero de repente, se echó en picada hacia los niños con una velocidad maravillosa. Ricardo y Andrea se tendieron en el piso completamente justo a tiempo, pero aún así sintieron las plumas rasposas del ave. Después de todo el ave no iba exactamente por ellos, sino por… -¡George!-gritaron Ricardo y Andrea al darse cuenta de que el ave iba por él. El muchacho seguía medio dormido y no escuchó los gritos de sus amigos hasta que sintió las garras filosas en sus hombros. Ricardo y Andrea se levantaron de un salto y corrieron en su ayuda en vano. La manzana roja como el sol al tardecer, cayó a los pies de los chicos, mientras que George gritaba y pataleaba tratando de deshacerse de las garras del animal que ya volaba muchos metros por encima de los cultivos. Paulina y el chofer se despertaron. La princesa de Esmeralda se levantó al percatarse de qué sucedía, pero se extrañó muchísimo al ver el ave enorme que sujetaba a George con fuerza y a su amigo tratando de zafarse. El ave seguía volando muy rápido por lo tanto los niños tuvieron que esforzarse mucho para seguirlo y no perderlo de vista. El ave viró hacia el este por lo tanto los elegidos tuvieron que internarse entre las plantaciones de trigo que había a un lado del camino. George golpeaba al ave con toda su fuerza y coraje. -¡Déjame! ¡Déjame!-gritaba desesperado y hasta enojado. -¡George! ¡George!-lo llamaban sus amigos. George se enfureció porque sus amigos no hacían nada más que llamarle a gritos y correr tras él. -¡George! ¡George!-gritaron otra vez. -¿Qué quieren que haga? ¿Qué les platiqué?-bramó el muchacho desde arriba-Ay, comadre…Te platicó que… ¡GEORGE ESTÁ EN LAS GARRAS DE UN AVE TODA RARA! Ricardo, Andrea y Paulina sonrieron avergonzados. Decidieron que ya era la hora de estrenar sus poderes. Corrieron tratando de alcanzar el ave y cuando tenían un poco de ventaja, se detuvieron. -¡Agua!-gritó Ricardo echando un enorme y ancho chorro de agua salió disparado hacia el ave. El ave fue más rápida y esquivó el ataque de Ricardo. George gritó también tratando de esquivar el chorro de agua. -¡Fuego!-bramó Andrea echándole ahora ella una llamarada de fuego enorme. 39

Iba muy rápido, sin embargo, el ave también la esquivó. Pero el fuego si quemó un poco del pantalón de George que volvió a gritar enojado. -¡Plantas!-exclamó Paulina y una red de plantas atrapó al ave. Pero sólo fue por unos minutos, porque después de un rato rompió las plantas que cayeron al suelo. El único que quedó atrapado fue George que tenía una expresión realmente enojada en el rostro. -¡Qué puntería, caray!-gruñó. -¡Hazlo tú!-exclamaron al mismo tiempo los niños. George se molestó un poco, pero luego recordó que él también tenía poderes. -¡Tierra!-gritó furioso y alargó su mano hacia el ave… ¡pero no sucedió nada! George y aún sus amigos miraron extrañados esto. -¡Tierra!-exclamó George repitiendo lo que había echo. Pero no ocurrió nada otra vez. -¿Qué pasa?-bramó George extrañado y desesperado-¡¿Qué pasa?! Ricardo, Andrea y Paulina decidieron que era mejor atacar al ave y lastimar un poco a George, a que el ave se lo llevara a quien sabe donde. -¡Cuidado, George!-le advirtió Paulina. -¡Todos juntos! ¡A las tres!-exclamó Ricardo-Una…Dos…-se detuvieron debajo del ave- ¡TRES! El fuego, el agua y las plantas por fin golpearon al ave con todas sus fuerzas. El ave gritó otra vez horrible y soltó a George por fin. El muchacho gritó mientras caía. Para su suerte y la de sus amigos, cayó sobre un montón de paja que amortiguó la caída. El ave, gritando y gimiendo, se alejó en la noche. Los niños corrieron hacia el montón de paja y encontraron a George ahí, tendido, consiente. Mientras iban de regreso al campamento, seguían pensando en el extraño pájaro. -¿Qué era esa…cosa?-preguntó Paulina. -Se llama Ocirep, son muy comunes en Rubí, pero por lo regular son rojos, no negros-contestó Andrea. -He leído sobre ellos un poco y Andrea tiene razón, son rojos-comentó RicardoTambién dice que son muy pacíficos. -Es cierto, nunca atacan a la gente y viven en Las Montañas de Fuego-continuó Andrea.

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-Leí que sólo atacan cuando están muy furiosas-dijo Ricardo. -Sí, y las consecuencias son horribles-aseguró Andrea-Tienes suerte George-se burló la chica palmeándole la espalda al muchacho. George lanzó un grito horrible y muy fuerte, hasta se retorció. Sus amigos lo miraron extrañados. -¡Lo siento!-se disculpó Andrea-¡Perdón! -¿George, qué te sucede?-preguntó asustada Paulina. Ricardo se puso detrás de George y miró su espalda a la luz de la luna que ya había vuelto a salir. En los hombros, en donde el ave lo había estado agarrando tenía unas profundas heridas que sangraban y sangraban. Su camisa estaba rasgada y manchada de sangre. Paulina al ver eso, gritó. Andrea no se sorprendió mucho. -¿Está tan mal?-quiso saber George-Me duele sólo cuando me tocan. -Pues están un poco profundas, pero tienen cura- respondió Ricardo- Vamos al campamento, ahí te las limpiaré y te vendaré. Ya en Diamante haré que un curandero te atienda. Fueron al campamento y después de curar a George, se durmieron, turnándose para montar guardia. Ya no prendieron la fogata por miedo a que el Ocirep lo viera de nuevo. Al amanecer, muy temprano cargaron las cosas al carro y siguieron su camino. Así pasaron cinco días sin que algo malo sucediera como esa noche. El quinto día el sol ya se estaba ocultando, cuando de repente, la carreta se tambaleó. -¡Qué sucede!-grito Andrea, que se había estrellado contra la pared. -Silencio-susurró Ricardo asomándose a la ventana a ver que ocurría. Andrea lo obedeció. -¿Qué sucede?-preguntó George en un susurro. Ricardo no les quería decir a sus amigos, pero los estaban atacando unas criaturas que él jamás había visto en su vida. Eran azules, casi transparentes y no llevaban ropa. No sabía que eran, si hombres o mujeres. Pero algo que sí sabía era que eran guerreros, porque llevaban unas lanzas de madera, que terminaban en unas amenazadoras puntas de metal afiladas. -Silencio-tartamudeó Ricardo-No se muevan. 41

Una de las criaturas parecía haberlos encontrado, porque olisqueaba con la nariz en alto. Ricardo notó que estaba sudando. Paulina, Andrea y George lo miraban atónitos. Andrea estaba desesperada. Algo que le había faltado en su entrenamiento era la paciencia. -¿Cuántos son?-preguntó Paulina. -Cinco-contestó Ricardo. De repente la carreta se fue de lado. -¿Qué pasa? ¿Qué ocurre?-preguntó la voz de Andrea. -¡Auch!-se quejó George-Andrea, estás encima de mí. -Lo siento-se disculpó Andrea. -¡Cállense!-dijo bruscamente Ricardo. La escena que siguió no fue muy agradable para los ojos de Ricardo. Todo ese tiempo el cochero había estado en un rincón gimiendo. Pero ya no lo pudo seguir haciendo, ya que el que parecía el jefe le enterró una lanza en el pecho. La criatura se acercó a la ventana en la que estaba observando Ricardo. Ricardo se hizo para atrás. Cayó en el pasto. ¡Sus amigos habían escapado por el otro lado y en ese momento ya estaban afuera! Ricardo salió rapidísimo. -¿Corremos?-preguntó Andrea nerviosa, pero ocultaba su nerviosismo con una sonrisa. -¡CLARO!-gritó George. Los cuatro amigos corrieron con todo lo que podían. Ahora ya no había lugar en donde esconderse pues, habían dejado muy atrás ya los cultivos y estaban ahora en una llanura plana y sin nada más que algunas pocas palmeras muy delgadas. Andrea volvió su cabeza y vio que las criaturas los seguían y que corrían muy rápido. -¡Nos siguen!-gritó. Sus amigos volvieron la cabeza y vieron a las criaturas trasparentes muy cerca de ellos. Para el colmo Paulina empezó a gritar. -¡Cállate!-gritó Ricardo de muy mal humor. -¿Alguna idea?-preguntó George jadeando. -Yo tengo una-anunció Andrea-Que tal si, ¿usamos nuestros poderes?

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Ricardo y George se miraron. ¡Se les había olvidado que tenían poderes! Ricardo, Andrea y George se frenaron al tiempo en que las criaturas los alcanzaban. -¡Tomen esto!-gritó George lanzándoles a, las criaturas, una tormenta de arena. Está no era pequeña. Las criaturas salieron volando, pero eran resistentes. Ahora le tocaba a Ricardo. Él se concentró en su mano derecha y… Una oleada de agua arrastró a las criaturas, pero ¡El agua no les hacías daño! -Descuida, Ricardo-dijo Andrea. De repente, Andrea empezó a arder y de los ojos le salió fuego; el cual dirigió a las criaturas. Los chicos vieron como, las criaturas, en el fuego gemían y se retorcían de dolor. -Bueno, vamonos de aquí-propuso Andrea, cuando vio con satisfacción como las criaturas se hacían cenizas. Paulina había observado la batalla, pero no dijo nada. Estaba triste. ¿Por qué era tan cobarde? Tal vez a ella no le gustaba su don: la bondad. Estaba celosa de Andrea. Ella tenía el don del coraje y según ella era mejor que la bondad. La oscuridad ya cubría todo, pero no era tan oscura como la de la tumba real. Los chicos caminaban hacia donde Ricardo les indicaba. Iban en silencio y estaban muy cansados. Ya no aguantaban las piernas, cuando Paulina gritó: -¡Es el sonido de las olas del mar! ¡Miren luces! Era cierto. Habían llegado a Diamante.

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10 Chargatans. -¡Corran, están cerrando la puerta!-avisó Ricardo. -¡Ya no llegamos!-chilló Paulina. La puerta de la muralla se cerraba. Andrea y George fueron los primeros en llegar cerca de la puerta, la cual ya estaba a medio metro arriba del piso. George y Andrea dieron un brinco y se aferraron a la puerta, que cada vez subía. -¡Paulina, toma mi mano!-gritó Andrea. -Y tú, Ricardo, toma la mía-dijo George. Ricardo y Paulina, al llegar cerca de la puerta saltaron y se sujetaron de las manos de sus amigos. Andrea y George los jalaron hasta que, por fin, los pudieron subir. Los chicos se deslizaron por la puerta y cuando cayeron al suelo, se quedaron ahí un rato, tratando de recuperar el aliento. Después, se levantaron con dificultad jadeando. -¡Estor cansada!-gritó Andrea, le temblaban las piernas. -Vamos al castillo-ordenó Ricardo. Avanzaron. Andrea, George Paulina se dieron cuenta que, las casas, estaban hechas de cristal. Las miraban con la boca abierta. De vez en cuando un aldeano curioso se acercaba para verlos caminar. Andrea notó que casi todas las personas, eran rubias, con los ojos azules. Cuando llegaron a la plaza, vieron que era grande y que tenía cuatro fuentes en cada esquina. Los comerciantes ya recogían sus productos, después de un día de trabajo para poder ir a descansar en sus camas cerca de la chimenea. Paulina suspiró. Ella quería estar en su cama. Pero también quería salvar a sus padres y al mundo entero. Salieron de la plaza, y tras caminar un poco más, vieron con gusto el castillo, que también era de cristal. -¡Increíble!-exclamó George. 44

Ricardo se rió. Andrea lo miró con una sonrisa y vio como la sonrisa de su amigo se convertía en una expresión triste. -¿Qué te ocurre?-le murmuró Andrea. -Nada, Andrea, nada-susurró tristemente. Caminaron a la puerta. -Espero que ese soldado si te reconozca-susurró Andrea. Paulina se sonrojó. Se acordó de cómo un soldado que cuidaba la puerta para entrar a los jardines del castillo, no se acordaba de ella. Ricardo se acercó al soldado. Éste lo miró. Ricardo pronunció unas palabras en un dialecto que sus amigos no entendieron. Pero el soldado sí. -Bienvenido, señoriíto-saludó el soldado. Andrea y George reventaron en carcajadas. -¡Jajaja, señoriíto!-rió. Ricardo se sonrojó. Atravesaron los jardines hasta llegar a la puerta principal del castillo, en la que, había otro soldado, Ricardo otra vez habló en el idioma raro, le dijeron señoriíto y Andrea y George volvieron a reír. Entraron al castillo. Todo era silencio. Pasaron por un pasillo con muchos cuadros, con paisajes hermosos. Llegaron a una enorme sala, en la que vieron a un hombre, alto, calvo y con los ojos azules. -Hola, Alan-saludó Ricardo. Alan se volvió y los miró con desprecio. -Hola, ¿Quién eres?-dijo Alan con el ceño fruncido. Andrea, Paulina y George los miraron con la boca abierta. -¿N-no me recuerdas?-preguntó Ricardo-Soy Ricardo Vey. -Lo siento es que he olvidado muchas cosas-replicó Alan. -¿Por qué?-preguntó Andrea. -Todos han olvidado la felicidad de la vida-contestó Alan-Desde que los reyes se fueron está aldea a caído. ¡Se ha consumido!

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Paulina, Andrea y George lo miraban asustados. -¡Pero qué dices!-exclamó Ricardo enfadado-¡Mis padres no los abandonaron! -¡Tú, cállate, mocoso!-gritó Alan. -¿Por qué las personas han olvidado la felicidad?-preguntó Paulina. -Pues ese el poder de los Chargatans-respondió Alan. -¿Chargatans?-preguntó Andrea. -Criaturas semitransparentes-replicó Alan-Malévolas y crueles, destruyen todo a su paso. Nos atacaron y se llevaron a las jóvenes de toda la aldea. -Pero, ¿su felicidad son las jóvenes?-preguntó Andrea. -¡De algunas personas!-contestó Alan-¡Pero no fue solo eso! ¡Esas cosas atacaron nuestra aldea!¡Y como no estaban los reyes, destruyeron muchas casas! ¡Y por eso el ejército, no obedece a nadie! -¡Los reyes no nos han abandonado!-gritó Ricardo. -Entonces, ¿por qué no están?-preguntó Alan. -¡Los han raptado!-exclamó Ricardo. -¿Ah, sí?-preguntó Alan, pegando su afilada nariz contra la de Ricardo. -Sí, pero yo estoy aquí-respondió Ricardo con voz fría- he regresado. -¿Tú quién eres para decirlo?-preguntó Alan despegando su nariz de la de Ricardo. -Se le murieron algunas neuronas-murmuró Andrea-¡Pobre hombre!-suspiró en tono burlón. -Soy el príncipe heredero-contestó Ricardo apretando los puños. -Bien voy a hacerte una prueba-repuso Alan-¡Traigan a Eloisa! Se volvió hacia los muchachos con una sonrisa maligna, mientras que dos soldados que lo habían escuchado se fueron por un pasillo.

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11 La Insoportable Prometida de Ricardo. -¿Eloisa? ¿Es un perro o qué?-preguntó George. -Chicos, cierren la boca y no hablen-les ordenó Ricardo. Ricardo parecía no tener miedo, estaba decidido a hacer cualquier prueba para probar que era el príncipe. Sus amigos se preguntaban: -¿Quién era Eloisa o qué era? Lo supieron unos minutos después, cuando una niña salió de las sombra. Era Eloisa. Ella era hermosa. Cabello dorado y rizado, ojos color azul (como la mayoría del pueblo), de mediana estatura y esbelta, delgada, nariz bonita y boca de color rojo como una manzana, que quisiera probarse. Era realmente hermosa y más lo era con el vestido azul que vestía. George estaba embobado. -George, cierra la boca-le susurró Paulina al oído. Él la ignoró por completo. -¿Quién es ella?-preguntó Andrea, acercándose a Ricardo. Ricardo y sus amigos pudieron ver que, Ricardo, tenía las mejillas sonrojadas, pero contestó: -E-ella es mi…-Ricardo tragó saliva-prometida. -¿¡Qué!? -¿Escuche bien? ¿Tu prometida? -Guau, amigo, te luciste-dijo asombrado George alzando una ceja. -¡George!-exclamó Paulina dándole un codazo en el hombro. Cuando Eloisa vio a Ricardo, corrió a él, como una loca. Eloisa llegó a Ricardo y lo abrazó muy fuerte.

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Andrea dio unos pasos hacia George y Paulina. Los tres vieron la escena. -Ricky, Ricky, regresaste-decía Eloisa mientras lo abrazaba. Ricardo estaba al rojo vivo. -¿Ricky?-se rió fingidamente Andrea con los brazos cruzados. -Estás celosa, estás celosa-se burló George. -¡Claro que no!-le gritó Andrea enojadísima, pero no lo podía esconder. Estaba celosa. Era una escena muy chistosa. Ricardo y Eloisa abrazándose, George molestando a Andrea y Paulina sin comprender nada. Alan se moría de la risa. Cuando los chicos oyeron sus carcajadas lo miraron atónitos. -¡Jajaja!-se rió Alan-¡Deberían de verse! Los chicos lo miraron. -Jamás te había oído reír así-dijo asombrada Eloisa-Tengo que darte unas clases de risa-añadió y se rió con una sonrisa que le pareció patética a Andrea y una risa hermosa a George. -Yo menos-le siguió Ricardo ignorando a Eloisa. Sabía que ella era así. -Como dije: ¡pobre hombre! ¡Que risa tan fea! -terció Andrea. Sus amigos y Eloisa la voltearon a ver. De pronto Ricardo empezó a reír con una risa mucho más natural que la de Eloisa y lo siguieron Paulina y George. -Y ahora, ¿qué dije?-preguntó Andrea-¿Qué les da risa?-sonriendo porque había ganado el afecto de sus amigos de nuevo. -Nada, solo que eres una…-respondió Eloisa viéndola de arriba a bajo-corrientesonrió. Paulina notó que su amiga iba a explotar. Andrea se abalanzó sobre ella, pero Ricardo y George la sujetaron de los brazos. -¡Dejen que la golpeé!-exclamaba Andrea retorciéndose. -¿Quién eres para decirlo?-preguntó Andrea tratando de tranquilizarse. -Soy Eloisa Denxt prometida de Ricardo, futura reina de Diamante-contestó Eloisa con una sonrisa. 48

-¿Ahh, sí?-replicó Andrea. Eloisa asintió. -Pues ella es la princesa Andrea Cole de las tierras de Rubí-la retó Paulina. Andrea le sonrió. Eloisa abrió la boca para decir algo pero no replicó. Ricardo se dirigió a Alan. -Lo ves ahí está la prueba-dijo señalando a Eloisa-Me reconoció. -Bueno pero, ¿para qué has venido?-preguntó Alan. Parecía más contento. -¡Buena pregunta!-exclamó George-¡Se lleva el premio, señor!-lo felicitó George de broma estrujando su mano. -He venido a pedirles ayuda-propuso Ricardo. -¿Pedirnos ayuda?-exclamó Eloisa indignada- Pero sí eres el príncipe puedes hacer lo que quieras… -Ricardo no es como tú-le espetó Andrea. Eloisa le sacó la lengua a Andrea como si eso fuera hacerle sentir mal, pero nosotros sabemos que la princesa es tan fuerte como el fuego... -Necesitamos su ejército- finalizó Ricardo ignorándolas. Alan lo pensó un momento, pero para Andrea eso fue como una hora. -¿Para qué?-preguntó Alan frunciendo la frente. -Lois ha regresado y necesitamos que los tres reinos se unan-aseguró Paulina con la mirada perdida en uno de los ventanales del castillo-Siento que, mi sueño, mi profecía está cerca. Pronto se realizará… Por un momento hubo silencio. -Bien, pero-aceptó Alan convencido- ¿Nos podrían ayudar? -Obvio que sí-aceptó Ricardo. -Derroten a los chargatans, salven a las jóvenes y les daré el ejército-propuso Alan. -Bueno- dijeron Andrea y Paulina. -Cuenten conmigo-dijo George. -¿A dónde debemos ir?-preguntó Ricardo. -A la fortaleza de los chargatans, por supuesto-contestó Alan.

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-Mañana por la mañana nos iremos-dijo Ricardo. -¡Mi héroe!-exclamó Eloisa volviendo a abrazar a Ricardo y dándole un beso en la mejilla. -Ay, sí.¡Mi héroe!-la imitó Andrea apretando los puños.

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12 El Palacio de Arena.

Y

a era la media noche cuando los chicos se fueron a dormir y Ricardo estaba acostado en su cama, contemplando el techo. Aún estaba vestido. Pensaba en sus padres, ¿Qué estarían haciendo? Suspiró… Mientras tanto… Cruzando el Bosque Lluvia de Estrellas, las Montañas de Fuego, El reino de Rubí y el Gran Desierto se oía la voz de un muchacho gritando: -¡Por los bigotes de mis antepasados! ¿Dónde se ha metido mi madre?-preguntó un muchacho desesperado. El muchacho caminaba de un lado a otro. Él tenía una expresión muy seria y a la vez preocupada. Sus ojos color café como dos escarabajos estaban inquietos. Era muy alto y como estaba completamente erguido se veía todavía más alto. Tenía el pelo café oscuro. Vestía con un pantalón negro igual que la camisa de cuello de tortuga y manga larga, y en los hombros llevaba una capa del mismo color. Todos a su alrededor se preguntaban si no tenía calor con tanta ropa. Y más en el desierto. Ese muchacho vestido completamente de negro, misterioso y preocupado era la persona que había reencarnado, el brujo más poderoso del mundo: Lois. Lois era muy inteligente, por eso había sido el consejero del rey, hasta que éste desapareció. Pero, ¿Lois tenía madre? Pues sí. Una mujer de cabellos castaños, de la estatura de Lois y con un vestido de color blanco apareció jadeando. Parecía un ángel. -¿Sí, hijo?-dijo con voz dulce. Su nombre era tan bonito como ella misma: Elizabeth. -Madre, en cualquier momento nuestros invitados llegarán y necesito que los atiendas-le ordenó Lois. -Sí-afirmó Elizabeth con una sonrisa.

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De repente un soldado llegó: -Señor, los reyes han llegado-dijo -Muy bien, muy bien-sonrió Lois-Háganlos pasar, no queremos ser descorteses. El soldado obedeció y se fue. -Hijo, no creo q esto sea…-dijo Elizabeth, pero no pudo terminar porque Lois la interrumpió. -¿Estás dudando de mí, madre?-preguntó Lois. -No, hijo-negó ella con semblante triste. Lois le dio la espalda. Un rato después llegaron los reyes. -Hola-sonrió Lois haciendo una reverencia para los reyes y sus esposas. -¿Qué quieres de nosotros, Lois?-le espetó Ramón. -Primero siéntense-los invitó a sentarse. Los reyes eran muy orgullosos pero estaban muy cansados así que aceptaron. -Ahora dinos, Lois-repitió Ramón. -Bien, bien-aceptó Lois-Pienso gobernar al mundo,¡pero primero pienso vengarme! -Mátanos, pero no te servirá de nada-aseguró Ángel. -Sí, están nuestros hijos- dijo Fernando. -Ese punto ya lo tengo controlado-sonrió Lois, tomó una copa de la mesita de sala de estar y se bebió el contenido. -¡Qué piensas hacer con nuestros hijos!-exclamó Alicia a punto de llorar. Les he puesto algunos retos, porque me han informado que vienen hacia acárespondió Lois y tomó otro poco de la copa. -No les hagas nada a nuestros hijos son inofensivos-dijo Patricia-Ellos no tienen la culpa. -¿Inofensivos?-se ofendió Ramón-mi hija es una un arma mortal. 52

-Cállate, Ramón-le espetó Alicia. -Es la verdad-dijo Ramón. -Pues será tu hija, la mía no-dijo enfadada Ilse. -Paulina también es fuerte-replicó Ángel. -Mi hijo no lo es y tengo miedo de que le pase algo-aseguró Patricia. Lois estaba muy divertido, ¿qué mejor que los reyes se pelearán? -¡Ricardo no es fuerte, pero tiene una inteligencia que no muchos tienen!-exclamó Fernando indignado. - Andrea lo hace todo a la fuerza bruta-pensó Ramón. -¿Estás diciendo que nuestra hija no es inteligente?…-Alicia no pudo terminar la oración. Lois estaba riéndose. -Jajaja, ¿qué no se dan cuenta? ¡Se están destruyendo solos!-exclamó Lois. Los reyes se avergonzaron. -Quisiera saber qué están haciendo nuestros hijos-se lamentó Ilse. -¿Quieres verlos?-preguntó Lois. -¡Sí!-exclamaron los reyes y sus esposas. Lois dibujó con sus manos un círculo invisible, que después se convirtió en un círculo de humo. Unos instantes después vieron en la oscuridad de un cuarto a Paulina durmiendo tranquilamente. -Paulina-lloró Ilse y Ángel la abrazó. Después se cambió la imagen y vieron a Andrea sentada en la cama sin poder dormir. Andrea bostezó y se acostó en la cama tapándose con las sábanas hasta la cabeza. -Se tapa hasta la cabeza siempre que tiene frió-sonrió Ramón. Alicia empezó a llorar: -Igual que yo-chilló. 53

Se borró la imagen y en seguida apareció Ricardo caminando de un lado a otro en su habitación. Tomó un libro y se acostó a leer pero después de unos minutos se quedó dormido. -Eso le pasa por leer tanto-dijo enfadada Patricia, pero después empezó a llorar. -Tienes que ser fuerte-susurró Fernando. La imagen se cambió. Era George. Él estaba roncando. -¿Quién es él?-preguntó Patricia. -¿No es hijo de ninguno de ustedes?-preguntó Lois. -No-contestaron todos. Elizabeth no los escuchó, los ignoró y miró al muchacho roncando. Se le hacía familiar, ¿pero dónde los había visto? Sintió que la mente se le nublaba. Se sentía mareada y se desmayó. -¡Madre!-gritó Lois. Eso fue lo último que escuchó Elizabeth…Madre...

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13 El Fuerte de los Chargatans.

A

la mañana siguiente, los chicos se despertaron, fueron a desayunar y se prepararon para partir.

-¿Ya está todo listo?-preguntó Ricardo a Alan cuando estaban en el jardín. -Sí, pero necesito saber si estos son los caballos que quieren-dijo Alan. Cuatro caballos, guiados por unos criados, se acercaron a los muchachos. -Son los mejores caballos, señor-aseguró Alan. -Son rápidos como el viento, fuertes como las rocas y leales como nadie-comentó un hombre algo viejo que llegó detrás de ellos, seguramente el criador de caballos de la ciudad-Los mejores caballos de Diamante, en pocas palabras. Andrea se acercó a una yegua muy hermosa y con aspecto de ser fuerte, pero testaruda. Era negra como el carbón y su pelaje brillaba al sol fresco de la mañana. Su crin era extraña y hermosamente blanca. -¿Cuál es su nombre?-quiso saber la princesa observando y acariciando a la yegua. -Tisha, señorita-respondió el hombre. -¿Tisha, eh?-repitió Andrea curiosa-Es mía de ahora en adelante. -No creo…-se apresuró a decir el viejo hombre-Es muy difícil de controlar, no es un caballo adecuado para una delicada señorita como usted. Andrea reventó en carcajadas. Hasta sus amigos se rieron por dentro. ¿Andrea una delicada señorita? Parecía, pero no lo era. El hombre estaba atónito y confundido. -Entonces es la adecuada para mí-dijo Andrea, mientras montaba en Tisha con mucha agilidad. Paulina fue la siguiente en escoger. Ella se acercó a uno color miel, como el cabello de la princesa, con miedo. -No tenga miedo, señorita-intervino el hombre- Oso es el caballo más dócil que encontré. 55

Paulina sonrió aliviada y con ayuda de George montó en Oso, que respiraba tranquilo y miraba con curiosidad a su nueva dueña. -¿Qué tiene para mí, señor?-inquirió George viendo a los dos últimos caballos. -Esta yegua…-comenzó señalando una yegua blanca como la nieve, muy hermosaNegra es su nombre, señor. -Que ironía-rió George. -Como todo en ella, señor-aseguró el criador de caballos sonriendo orgullosoParece tranquila y tímida, pero es todo lo contrario. Es la más valiente y curiosa. -Perfecta para ti, George-se burló Ricardo tomando las riendas de Negra y dándoselas a George. Por último, era el turno de Ricardo. Ahora sólo quedaba un caballo café oscuro que esperaba pacientemente junto a los criados que lo habían llevado hasta allí. -Este caballo lo recuerdo-dijo Ricardo de repente, acercándose al caballo. -Su nombre es Bimbo, señor-informó el criador. -¡Bimbo!-exclamó Ricardo y se volvió a mirar a Alan-¡Es el caballo que…!-y se interrumpió bajando la cabeza. Sus amigos lo miraron preocupados. Alan parecía triste también. Ricardo acarició la crin de Bimbo y observó sus profundos ojos, que parecían estar llenos de sabiduría. -Bimbo…-susurró. Andrea estuvo casi segura de que vio unas gotas cristalinas que rodaban por las mejillas del príncipe. -Es el caballo que mi padre me había prometido para mi cumpleaños número quince-murmuró para sí, pero sus amigos lo escucharon. Ricardo volvió a acariciar el aterciopelado pelo del caballo y luego hundió su cabeza en Bimbo. Andrea se acercó a él y bajando de Tisha, le una mano en el hombro. -Vamos, Ricardo, se nos hace tarde-fue lo único que se le ocurrió decir. Ricardo asintió y montó a Bimbo. Se dirigieron a la salida de la aldea con paso apresurado. Todo el pueblo les gritaba para animarlos. -¡Que les vaya bien!-exclamó Alan.

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-¡¡¡Suerte!!!-gritó Eloisa esbozando su sonrisa falsa. Los chicos se despidieron de todos y cabalgaron hacia el mar donde les había indicado Alan. Dos horas después el camino cambio y se hizo más difícil para los caballos pues, ya estaban llegando al mar y había grandes cantidades de arena por todo el suelo. -¡¡¡Miren!!!-exclamó Andrea de repente-¡¡¡Llegamos!!! Paulina, George y Ricardo apresuraron el paso dándole una patadita a su caballo en el lomo. Sintieron como el aire caliente les azotaba en las mejillas sonrojadas por el rojo sol que se alzaba en lo alto todavía. El camino dio un giro tremendo haciendo una curva. Al seguir, Andrea que iba adelante se detuvo de pronto y todos pudieron ver una fortaleza enorme y alta de piedra, que parecía alzarse hasta las nubes más altas del cielo. -¡Guau!-exclamaron todos al unísono. -Silencio-les dijo Andrea que estaba amarrando a Tisha a un manzano verde que estaba escondido entre unas enormes piedras. Sus amigos se acercaron en silencio y mientras que Andrea amarraba sus caballos al tronco del manzano junto a Tisha, les informó. -Hay chargatans en las puertas del fuerte-dijo señalando hacia ahí. Los niños miraron hacia ahí y vieron que estaba en lo cierto. El camino de entrada estaba plagado por, por lo menos cincuenta chargatans. -Debemos esperar a que anochezca, así será más fácil entrar-propuso Ricardo. -Mientras podemos descansar-dijo Paulina. Ahí pasaron el resto del día aburridos, pero preparándose mentalmente para entrar. El sol ya se estaba ocultando tras el horizonte, y ya estaban cansados de escuchar el sonido de las olas al chocar con las rocas (que al principio les había parecido mágico), cuando George se levantó y estirándose tan sólo un poco, logró arrancar unas cuantas manzanas. Luego se las repartió a sus amigos y a los caballos. -Que ricas manzanas-observó George y Negra relinchó de acuerdo con él. -Creo que es hora de movernos-anunció Paulina que no dejaba de ver a los chargatans en la oscuridad de la noche. Andrea trepó por una de las rocas. Vio con agrado y felicidad, que los pocos guardias que quedaban ya se estaban durmiendo. En ese momento, bendijo el ruido de las olas, que la había hartado, por haber arrullado a los guardias.

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-Sí, ya es hora-afirmó ella bajando de la roca de un salto. Ricardo y George devoraron lo último que pudieron de sus manzanas. Su sabor era de verdad muy dulce. Paulina se levantó del suelo y se sacudió el pasto. Dio un suspiró para relajarse, alzó la cara y el viento corrió por sus mejillas hasta su cabello dorado agarrado en un chongo irregular. La noche era calurosa y el cielo negro estaba salpicado de estrellas, como las noches anteriores no había ni una nube en el cielo. Esto los hacía felices, pues se sentían más seguros después del incidente con el Ocirep. Las ramas del manzano crujían con el viento. Y sin tener que agudizar el oído podían oír el rugir de las olas al chocar con las rocas como si tuvieran el mar a unos cuantos centímetros. Sí no estuvieran los chargatans, eso les parecería un paraíso natural. -Tenemos que avanzar sigilosamente-susurró Ricardo. Sus amigos asintieron. -Separémonos-propuso Andrea. Otra vez, asintieron. Paulina se fue por la derecha, George por la izquierda y Ricardo y Andrea por en medio. Paulina iba caminando de roca en roca para que no la vieran. Ya casi llegaba, pero ¿cómo podrían entrar por la puerta? George, que iba por la izquierda, reptaba como una serpiente. Andrea iba delante de Ricardo, usando el toam. Hacía el mismo movimiento que había ocupado con el hombre del cementerio: acercaba sus manos al cuello, súbitamente las cerraba y el chargatan se desmayaba. Aproximadamente diez minutos después sólo quedaba el soldado que cuidaba la puerta. Paulina preguntó a señas que tenía que hacer, Andrea le indicó que esperará. Ricardo le indicó lo mismo a George. En un parpadeo de ojos, Andrea había paralizado al soldado chargatan que en esos instantes ya estaba en el suelo. -Y, ¿ahora qué?-preguntó George sonriendo y acercándose a Ricardo, Andrea y Paulina. -Entremos-contestó Andrea. -Esperar a que nos vaya bien-observó Paulina- y que no haya nadie detrás de la puerta-añadió. 58

Sus amigos asintieron dándole la razón. Andrea agarró la perilla que tenía forma de un chargatan. Paulina, George y Ricardo cruzaron los dedos. Andrea giró la perilla y… Con un pequeño <>la puerta se abrió y no vieron a nadie cerca. -Tengo la ligera sospecha de que los chargatans son tontos, pero-observó Georgesalvajes. Entraron el fuerte sin vacilar. No vieron a nadie. -Parece que hay una celebración o algo así-dijo Ricardo y en ese momento, él, escuchó una melodía rara, pero hermosa. Y no fue el único. -Chicos, oigan esa canción-dijo George. Andrea y Paulina aguzaron sus oídos. Ellas también oyeron esa melodía. -Como siempre tienes razón-se burló Paulina-hay una celebración. -¿De qué crees que sea?-preguntó George que parecía que sus piernas eran dos gelatinas. -Puede ser el cumpleaños de alguno de los chargatans-contestó Paulina. -O un festival-anotó Ricardo. -O tal vez,-terció Andrea viendo el lado malo a eso-Un sacrificio. Al oír eso Paulina, George y Ricardo sintieron un escalofrío por la espalda. Andrea se rió. -¡Esto es en serio!-exclamó George indignado. -Puede que sí, ¿no?-preguntó Andrea. -Sí-asintió Ricardo. -Esperemos que no-balbuceó Paulina. Mientras que sus amigos discutían, Paulina, avanzó por el pasillo, se asomó por una ventana y contempló el mar. De repente, vio la ola más grande que había visto en su vida. -A-Amigos-tartamudeó Paulina. 59

-¡Qué!-preguntaron molestos al unísono. -¡Miren!-gritó Paulina alejándose de la ventana. Ricardo, Andrea y George se miraron y se acercaron a la ventana. ¡La ola se dirigía al fuerte y parecía no haber forma para detenerla! George y Paulina se alejaron de la ventana como sí está fuera toxica. -¡Corran!-gritaron George y Paulina corriendo muy rápido. Andrea iba a empezar a correr cuando se percató de que Ricardo estaba aún parado enfrente de la ventana. Cogió su mano para arrastrarlo, si era necesario, pero no se movió y la ola se acercaba rápida y ruidosamente. -¡Rápido!-le gritó Andrea. -Ya verás que la ola no destruirá el fuerte-dijo Ricardo. -Eso no es lo que me preocupa-replicó-El problema es que se va a inundar. Fíjate bien: Le siguen más olas más grandes. Era cierto, desde el horizonte se acercaban más olas colosales, pero Ricardo no se movió y… La primera ola se estrelló con todas sus fuerzas en el fuerte. Por todas partes entró agua. Ricardo, empapado de pies a cabeza seguía parado. También Andrea que insistía en irse y ¿quién no, con olas de ese tamaño? El agua les llegaba a los tobillos. La siguiente ola era más fuerte y más grande que la primera y el nivel del agua aumentaba cada vez, pues ahora les llegaba a las rodillas. -Ricardo, por favor-suplicó Andrea peleando contra la corriente del agua-. ¡Vamonos! La tercer ola fue la más grande de todas, tanto que, el agua, ¡ya inundaba todo el pasillo! Andrea abrió los ojos bajo el agua y vio a Ricardo aún de pie junto a la ventana. Andrea se acercó a él buceando, lo tomó de la mano y lo jaló. Ricardo se movió al fin y los dos se alejaron de la ventana. El nivel del agua ya había bajado un poco, cuando Ricardo y Andrea oyeron a la cuarta ola estrellarse y el nivel del agua volvía a subir. Los dos siguieron nadando hasta entrar en una sala enorme, con muebles y una mesa antigua con sillas, que también estaba sumida en el agua. Al fondo de la sala, Ricardo vio algo azul transparente y gelatinoso, que se movía y estaba sentado en algo parecido a un trono. La figura tenía una corona y segundos después dos figuras se acercaron al trono. Eso fue lo último que vieron Ricardo y Andrea, después se desmayaron… 60

Paulina y George seguían jadeando, a pesar de que ya había pasado media hora desde que salieron del fuerte. Este seguía en pie pero le salía agua por todos lados. Los Chargatans a los que Andrea había golpeado y dejado en el suelo, se habían ido. Paulina y George estaban muy preocupados por sus amigos. -¡Qué les habrá pasado!-gimió Paulina. -Ya nada puede salir peor-observó George, pero no tuvo razón, y empezó a llover a cantaros-Retiró lo dicho. Paulina suspiró: -De nada me sirve la bondad en estos momentos. -Dímelo a mí- se quejó con amargura George-Vaya valentía la que tengo. Empapados y asustados, se sentaron bajo las ramas del árbol a esperar a Andrea y Ricardo.

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14 La Reina Arrogante.

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icardo oyó unas voces raras y con un acento muy chistoso que no dejaban de discutir. Entreabrió los ojos y miró a su alrededor. Estaba en la sala que recordaba en donde se había desmayado. Vio unas figuras al fondo de la habitación, lejos de él, y supo que eran tres chargatans. También se dio cuenta de que Andrea estaba detrás de él cuando la mano que tenía atrás toco su cabello liso y pelirrojo. Andrea estaba inconsciente, pues su respiración era lenta y tranquila. El príncipe decidió que era mejor hacerse el dormido un rato más para oír la conversación de los chargatans. -¡Aún así no comprendo cómo pudieron traspasar nuestras defensas!-exclamó el chargatan que llevaba una corona y estaba sentado en el trono. Ricardo se percató, por el tono de su voz que era mujer y que tenía toda la autoridad en el fuerte. -Lo que pasa es que los guerreros no eran muy fuertes-gruñó un chargatan gordísimo. -Nuestros guerreros eran buenos, pero esos muchachos lo eran aún más-aseguró el otro chargatan. Éste era delgadísimo y hablaba con una voz tranquila-Según mis investigaciones sobre el mundo exterior… Se oyó un ronquido muy disimulado. Había sido el chargatan gordo y chaparro. -Tú y tus teorías, Alfredo-se burló el chargatan.-Tenemos que ser salvajes y espontáneos-añadió dirigiéndose a la reina, con el puño cerrado y los dientes apretados. -No, no, no, Rashuan-negó Alfredo-Debemos de ser pacíficos. -No- le espetó Rashuan -Sí-dijo Alfredo tranquilamente. Ricardo pensó-¿Ese chargatan no pierde la paciencia nunca? -¡No!-bramó Rashuan enfurecido. -Que sí-volvió a decir Alfredo. -¡¡¡Ya basta!!!-gritó la reina. El grito casi le rompe los tímpanos a Ricardo y en ese momento, Andrea se

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despertó, de un salto se puso de pie y empezó a gritar como loca diciendo cosas que no tenían nada que ver con el asunto. -¿Qué pasa? ¡Malditos chargatans! ¡La OLOTA! ¡La OLOTA! ¿Qué pasa?-gritó y miró a Ricardo esperando una explicación. El príncipe señaló a los tres chargatans que miraban a Andrea con un infinita curiosidad. -Oh…Oh-murmuró y se sentó junto a Ricardo. -Con que ya despertaron-sonrió Rashuan con malicia, pero su sonrisa no duró mucho-¡¡¡cómo derrotaron a los guerreros de la entrada!!!-bramó. -Rashuan…-lo medio interrumpió Alfredo. -¡¡¡No puede ser que ustedes, debiluchos,-cogió el brazo de Ricardo (que era muy delgado)- hayan podido vencerlos!!! -Rashuan...-repitió Alfredo un tanto asustado por los bramidos de Rashuan. -¡¡¡Cállate!!!-gritó Rashuan haciendo caso omiso a las palabras de Alfredo. Se dirigió a los chicos-¡¡¡Díganme!!! ¡¡¡Demuéstrenlo!!! ¡¡¡HAGAN ALGO!!! Andrea y Ricardo intercambiaron unas miradas extrañadas, pero pronto sonrieron pícaramente, pensando lo mismo. Los dos se levantaron de un salto y (no con todas sus fuerzas) atacaron a Rashuan. El chargatan salió despedido hacia la dura pared de roca y se quedó tendido en el suelo cuando cayó. Andrea se limitó a decir: -Tú nos dijiste. Ricardo estaba aguantando la risa. La chargatan estaba asombrada y Alfredo tenía los ojos cuadrados como si viera que uno de sus nuevos y locos inventos estuviera funcionando: maravillado y en cierto modo aterrado. -Fascinante-susurró la chargatan. -¿Có-cómo hicieron eso? ¿Quiénes son ustedes?-tartamudeó Alfredo. -Simple, sólo un poco de entrenamiento y…-comenzó Andrea divertida e hizo un movimiento con la cabeza y las manos hacia Alfredo-¡Paf! Alfredo saltó asustado. Ricardo miró a Andrea con reproche y la princesa sólo se encogió de hombros. -¿Ha qué han venido?-preguntó la chargatan amablemente. -Hemos venido a rescatar a las jóvenes que tú y tu pueblo raptó-contestó Ricardo con fuerza, pero al finalizar la oración su voz tembló un poco.

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-Raptar es un término duro-pensó en voz alta la chargatan y sonrió-mejor dicho: las tomamos prestado. -Lo dices como si las jóvenes fueran un objeto-dijo entre dientes Andrea empezando a enojarse, y todos sabemos que eso no significan cosas buenas. -Lo son, para mí-replicó la mujer-chargatan- Soy la reina Kitzia, todos hacen lo que yo quiero y ordeno. La Reina era delgada, muy delgada. Era un poco chaparra. Pero su rostro, a pesar de ser duro y cruel, era muy bonito. Sus labios eran delgados y sus ojos (que era lo único de color en los chargatans) eran de color ámbar. -Todos menos nosotros-le espetó enojada Andrea-¡Regresen a las jóvenes a sus hogares! ¿Quieres hacerlo por las buenas o por las malas? La reina Kitzia parecía muy enojada, pero ni Andrea, ni Ricardo se iban a dejar intimidar por aquella reina tan arrogante. -Las jóvenes son mías-exclamó Kitzia un poco enojada-Y ustedes serán míos también. Andrea y Ricardo no pudieron siquiera decir algo, ya que unos guerreros que parecían ser más fuertes que los otros los aferraron de las muñecas y los tobillos. -Veo que por las malas-observó Ricardo tratando de zafarse. -¡Suéltenos! ¡No tienen derecho!-bramó Andrea. La risa de la reina, los gemidos de Rashuan que seguí en el piso y los gritos de los chicos no dejaban que Alfredo se diera a escuchar. Pero cuando se llevaron a Andrea y a Ricardo a un calabozo, Alfredo tomó una bocanada de aire para decirle a la reina: -Su Real Majestad,-comenzó a decir-no creo que sea buena idea capturarlos. -No los capturé para tenerlos en un calabozo para que se les pudran los huesos, si no para que enseñen sus técnicas a nuestros guerreros. -¡Qué buena idea, su Majestad!-exclamó Rashuan medio aturdido. “Ni tan buena idea”: pensó Alfredo, “Esos niños pueden destruirnos, a todos”…

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15 El Plan del Temible Lois.

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or si no lo recuerdan Elizabeth es el nombre de la madre de Lois, ella en el capitulo pasado se desmayó pero no quiero asustarlos ella está bien.

En cuanto los reyes también están bien. Bueno un poco bien. Lois los trata bien, como unos verdaderos huéspedes. Duermen en habitaciones, cómodas, tienen ropa limpia, deliciosa comida… Pero extrañan a su hijos, están preocupados por ellos y ¡qué padre o madre no lo haría! Bueno, ahora no voy hablar de los padres, déjenme decirles que es un tema muy contagioso, yo con mis amigas lo hablo mucho: que si mi mamá me castigo, que mi papá quiere que juegue fútbol o voleibol… ¡Lo ven es un tema muy pegajoso! Pero antes de cambiar de tema, les quiero decir que aunque a veces mi mamá me regañe o mi papá me moleste, yo quiero a los dos muchísimo y por nada del mundo los cambiaría. Como les iba diciendo: Una mañana calurosa en el Desierto, Lois amaneció malhumorado. Le gritaba a todo el mundo, pero el que lo ignorará tendría la peor tortura de su vida o quizás la última. Elizabeth ya estaba mejor después del desmayo y empezó a llevarse bien con los reyes, Lois no estaba enterado pero sí así era. Elizabeth comprendía a la perfección lo que ellos sentían. Había algo que la tenía intrigada: ¿Quién era el muchacho que roncaba? George se le hacía muy familiar y familiar me refiero a muy familiar, ósea como si George fuera de su familia. Le recordaba a su hijo, a su amor maternal. Qué raro, ¿verdad? Porque nosotros sabemos que George no tiene madre, está medio extraño el asunto. Lois desayunó con su madre. Elizabeth estaba muy callada. -Madre, ¿sucede algo?-le preguntó Lois. -No, no es nada, hijo-contestó Elizabeth-sólo que he pensado en los reyes y sus hijos. ¿No crees que los extrañen? -Mamá, pero que dices-se sorprendió Lois- yo sé que los reyes extrañan a sus hijos, pero ¿Pregúntame si me importa? Lo único que quiero es que todo el mundo me 65

respete incluyendo a los reyes. -Pero no crees que es demasiado...-comenzó Elizabeth-¿duro? Lois estaba cansado de que su mamá le repelará, golpeó la mesa con el puño: -¡Qué no lo entiendes!-gritó enfadado. Déjenme hacer una nota rápida: si yo le hablará así a mi mamá, ¡¡¡estaría castigándome a mi misma para toda la vida!!! Elizabeth se quedó callada. Hasta ella sabía que su hijo tenía grandes poderes. -No me importan ni el príncipe ni las princesas-exclamó- ellos son nada,¡¡¡y yo soy el brujo, la persona, el ser más poderoso de este planeta!!! Elizabeth salió del comedor sin decir ni una sola palabra. Lo había entendido, le había quedado tan claro como el agua. Si yo fuera ella le hubiera dejado mi mano roja en la mejilla por mal educado. ¿Qué le podemos hacer?, algunas mujeres son como yo, que se dan a respetar y otras como Elizabeth que no dicen nada…

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16 El Escape del Fuerte de los Chargatans. El calabozo olía a peces podridos y ni Andrea ni Ricardo aguantaban el olor. El calabozo era de piedra (como todo el fuerte), tenía una pequeña ventana con barrotes y los chicos pudieron ver el sol apareciendo en el horizonte; el calabozo también estaba húmedo y tenía charcos de agua en el suelo, no tenía ni una silla o algo parecido para poder descansar, estaba oscuro y no podían ver nada que estuviera de tras de la puerta de madera podrida que tenía el calabozo para poder salir o entrar. También había mucho barro en el suelo. Andrea y Ricardo en lo único que podían pensar era en sus padres: ¿Dónde estarían? ¿Cómo estarían? Pero la pregunta que más miedo les daba pensar era: ¿Estarán aún vivos? Los chicos estaban acurrucados en el suelo, cada uno en una esquina, no se hablaban ni se miraban tenían la mente en otro lugar. Ellos no se daban cuenta de que si no actuaban rápido, los chargatans les harían daño. O peor le harían daño a las jóvenes, entonces Alan y los del pueblo de Diamante no los ayudarían a acabar con Lois y, ¡sería un caos total! ¡Vamos chicos tienen que pensar en algo lo antes posible! Creo que Andrea oyó mis gritos y el cerebro le volvió a funcionar, porque se acercó a Ricardo y le dijo: -Ricardo hay que pensar en algo-dijo desesperada Andrea-Tenemos que escapar de aquí. Ricardo no la escuchaba. -¡Ricardo, por favor tienes que hacer algo!-exclamó Andrea tomándolo de los hombros-¡Qué no quieres ver a tus padres! Ricardo volvió en sí con esa pregunta. Sí, él quería volver a ver a sus padres. -Tienes razón-le reconoció Ricardo. -Pues piensa en algo-dijo Andrea. Ricardo miró a su alrededor. La oscuridad no le servía, tampoco la ventana porque tenía barrotes y no quería salir del fuerte. A ver, también había barro y agua y… 67

¡Agua! Su idea era loca pero tal vez funcionaría. -Tengo una idea-dijo Ricardo y se acostó en el piso junto a la puerta. Por debajo de ella no había nada ni nadie. Se levantó. -Bien este es el plan-dijo-Trata de tapar la ventana con el barro que hay en suelo. Andrea se encogió de hombros e hizo lo que Ricardo le decía. Tapó la ventana con barro, no tuvo que usar mucho por que la ventana era tan pequeña como la mano de Andrea; así que al poco rato todo el calabozo estaba oscuro. -Ahora hay que esperar a que el barro este seco-finalizó Ricardo. -¡Qué!-exclamó Andrea-¿Tapando la ventana única en este calabozo vamos a salir? -Tranquila, ese no es mi plan-dijo Ricardo. -Y, ¿el aire?-preguntó Andrea-¿Cómo vamos a respirar? -Por debajo de la puerta entra oxígeno-contestó Ricardo. Él y Andrea se sentaron en el suelo a esperar. Después de una hora o dos Ricardo tocó el barro y notó que estaba seco. -¿Y?-preguntó Andrea-¿Ahora qué? Ricardo rompió las mangas de su camisa, la envolvió y las puso debajo de la puerta también puso barro encima para que la mangas no se movieran. -Toma mucho aire-le ordenó Ricardo. Andrea tomó una bocanada de aire. -Prepárate y tápate la nariz-dijo Ricardo. Ricardo concentró todo su poder en la mano derecha. De repente empezó a salir muchísima agua de su mano, el calabozo se estaba inundando y el agua les llegaba al cuello. -¡Este es tu plan!-preguntó Andrea tomando aire. -¡Sí!-fue lo último que dijo Ricardo, porque el agua empezó a llegar al techo. La puerta no aguantaba más estaba a punto de romperse. ¡El plan de Ricardo era inundar el calabozo hasta que la puerta se rompiera! Así paso, cuando Andrea ya no podía más, sintió que Ricardo la jalaba de la mano con mucha fuerza y en un momento ya estaban a fuera del calabozo, tirados en el 68

suelo, respirando con dificultad. -¿Por qué tomaste el camino difícil?-preguntó Andrea-¿Por qué no sólo me pediste que quemara la puerta? -Porque los chargatans olerían el humo, en cambio si ven que pasa agua rápidamente por los pasillos creen que se trata de una ola-explicó Ricardo. Andrea se quedó atónita , jamás hubiera pensado en eso. -Cierto, muy cierto-admitió Andrea. Ricardo se levantó. -Hay que apresurarnos-Ricardo tomó de la mano a Andrea y la levantó rápidamente. Los dos corrieron por el pasillo de los calabozos. Empapados, por lo tanto sus zapatos hacían unos ruidos graciosos. Mientras corrían, Ricardo estaba haciendo un nuevo plan para rescatar a las jóvenes, salir del fuerte y salvar a sus padres. Suena fácil cuando lo describo así, pero, ¿Qué tal así?: Mientras corrían, Ricardo estaba haciendo un nuevo plan para rescatar a las jóvenes, salir del fuerte, conseguir la ayuda del ejército de Diamante, viajar hacia el reino de Rubí, conseguir la ayuda de su ejército, ir al reino del Desierto, derrotar a Lois y salvar a sus padres, por fin. Eso suena diferente. Andrea interrumpió a Ricardo que estaba concentrado y mientras corría miraba el suelo. -¿Qué?-preguntó Ricardo molesto. -Mira-susurró Andrea señalando un calabozo pequeño y sucio como todos los calabozos. Pero no importaba como era ese calabozo si no lo que estaba en él. Acurrucadas en el piso, muy apretadas estaban las jóvenes que Andrea y Ricardo estaban buscando. Eran como treinta o cuarenta. Estaban durmiendo y no vieron cuando Andrea quemó la cerradura y Ricardo abrió la puerta. Andrea entró y tocó el hombro de la que estaba más cerca. Ésta se despertó al instante. Ella como todos los habitantes de Diamante era rubia con los ojos azules, tenía el cabello larguísimo y sucio al igual que su cara y sus manos. Ricardo y Andrea calcularon ella de bebía de tener unos diecisiete o dieciocho años. -¿Quiénes son ustedes?-preguntó sorprendida. -Mi nombre es Andrea Cole de las tierras de Rubí, y él es Ricardo Vey de las tierras de Diamante-contestó Andrea. -¿Príncipe, Ricardo?-preguntó la joven con una mezcla de felicidad en su voz. 69

-Sí, pero dime Ricardo-se apuró a decir él. -No sabe cuanto me alegro de verle-dijo la joven con los ojos llorosos-los chargatans son horribles... -Ya nos dimos cuenta-interrumpió Andrea pensando en el físico de los chargatans. -Nos obligan a hacer sus deberes, como limpiar sus casas, hacer la comida y otras cosas-continuó la joven, su voz temblaba-Si alguna de nosotras se resiste se la llevan y le pegan de latigazos.-cuando dijo esto mostró sus brazos llenos de líneas rojas causas de los latigazos. Ricardo observó los brazos y luego preguntó: -¿Cuál es tu nombre? -Erica-contestó ella. -Bien, Erica, ¿conoces el fuerte?-preguntó Ricardo para informarse. -Sí bastante bien, sé como salir-Ricardo se alegró de oír eso. -Despierta a tus compañeras y explícales que venimos a salvarlas-ordenó Ricardo. Ricardo salió del calabozo y se llevó a Andrea consigo. -¿Tienes un plan?-preguntó ésta. -Sí, Erica nos guiará hasta la salida-explicó Ricardo. Debo admitir que no fue un plan original. Y Andrea también se dio cuenta de ello y preguntó: -¿Ese es tu gran plan? -Sí-simplemente contestó eso. Andrea le golpeó la cabeza. -¡Pensé que eras inteligente!-exclamó Andrea y luego preguntó-¿Qué pasa con los guardias? -Tú y yo los derrotamos tan fácil como es-contestó Ricardo. Andrea se estaba molestando con su amigo. Jamás lo había oído hablar con tanta ignorancia. -¿No has pensado que son miles de soldados chargatans?-preguntó Andrea. Ricardo abrió la boca pero no pudo pronunciar ni una palabra, porque al final del

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pasillo se oyó como se abría la puerta que indicaba el fin de los calabozos. ¡Un chargatan había entrado para inspeccionar los calabozos! -Nada más eso faltaba-se quejó Andrea y Ricardo le tapó la boca. Las jóvenes ya estaban despiertas así que Ricardo les indicó que se metieran en el calabozo de junto para que el soldado no se diera cuanta de que la cerradura de su calabozo estaba derretida. Las jóvenes obedecieron, mientras que Ricardo y Andrea se metían a otro calabozo escondiéndose en las sombras. El soldado chargatan llegó unos segundos después, era más gordo que Alfredo el consejero de la reina Kitzia y caminaba desgarbado. No se dio cuenta de que la cerradura estaba destruida sólo vio a las jóvenes, que fingían estar dormidas como antes. El soldado siguió su camino. Y cuando creyeron que ya no podía verlos, porque había doblado en una esquina para ir al otro pasillo de calabozos,(Por suerte el calabozo en el que habían encerrado a Ricardo y a Andrea era el último de ese pasillo) Ricardo, Andrea y las jóvenes se dirigieron a la salida. La puerta estaba abierta y no había nadie afuera. Había un escritorio de piedra y una silla muy vieja. Ricardo, Andrea, Erica y las jóvenes salieron y oyeron un grito de sorpresa, que supusieron era del soldado al ver que Andrea y Ricardo habían escapado. Mientras que Andrea y las jóvenes se adelantaban, Ricardo vio unas llaves encima del escritorio, las probó rápidamente y al instante en que el soldado chargatan aparecía en el pasillo, Ricardo encontró la llave de la puerta y encerró al soldado. -Una cucharada de tu propia medicina-se burló Andrea del soldado chargatan sacándole la lengua. Ella, Ricardo, Erica y las otras jóvenes siguieron trotando guiados por Erica. En el camino se toparon con algunos chargatans, pero gracias a Andrea los chargatans con los que se encontraron quedaban hechos cenizas en el piso de roca. Durante media hora corrieron por los pasillos del fuerte hasta que por fin vieron la puerta por donde Andrea, Ricardo, George y Paulina habían entrado. -¡Sí! ¡Lo logramos!-exclamaron las jóvenes llenas de felicidad. -No lo creo-las interrumpió una voz detrás de ellos. Ricardo, Andrea y las jóvenes se volvieron y vieron a Kitzia la reina chargatan con expresión de ira en su rostro. -Ustedes se quedan aquí-bramó furiosa. -Por favor, déjenos ir-rogó Erica. -¿Por qué es tan cruel, que quiere de nosotros?-preguntó Ricardo acercándose a la reina. -Eso no te importa-replicó la reina rápidamente. 71

Uno de los arranques de furia de Andrea estaba apunto de empezar. -¡Inútil! ¡Tú y tus chargatans son flojos por eso quieren a las jóvenes! ¡Para que hagan sus sucios quehaceres!-exclamó Andrea golpeando el pie contra el piso. Andrea concentró su fuerza en ojos y destruyó a los chargatans que estaban detrás de la reina. -Nosotros no queremos a las jóvenes para que hagan nuestros quehaceres precisamente-dijo sin darse cuenta Rashuan-si no porque el señor Lois nos lo ordenó... -Rashuan-interrumpió Alfredo. -Ese niño es muy poderoso-siguió Rashuan ignorándolo y temblando de miedo-Nos sacó de nuestros hogares para que viniéramos a estos territorios. -Rashuan-volvió a decir Alfredo pero éste no lo escuchó. -Me cae mal, me lastimó-se quejó Rashuan haciendo una mueca de dolor. Rashuan abrazó a Alfredo y se puso a llorar a su hombro. Andrea y Ricardo estaban empezando a reírse. Y al ver esto no fue Alfredo el que dijo “Rashuan” si no la reina y muy distinto en el tono de voz. -¡¡¡Rashuan!!!-gritó la reina golpeándolo en la cabeza. -¿Sí, su majestad?-preguntó Rashuan sin darse cuenta de lo que había dicho. -Le dijiste a nuestros visitantes quien nos ordenó capturar a las jóvenes, ¡idiota!-le informó Kitzia a Rashuan. Rashuan abrió la boca para decir algo y por fin se dio cuenta de lo que había dicho. -Lo siento-alcanzaron a oír Ricardo y Andrea. -Rashuan tiene razón en todo-admitió Alfredo y luego explicó-Lois fue a nuestro antiguo fuerte y lo destruyó completamente, asesinado a muchas de nuestras familias. Nos dijo que si no veníamos acá y hacíamos lo que nos decía iba a acabar por destruir nuestra raza. Rashuan tiene mucha razón, es un niño muy poderoso. -Pero, nosotros no los debemos de amenazar para destruirlos a todos-comentó Andrea furiosa-Con sólo verlos…puedo quemarlos…y… Ricardo tuvo una idea e interrumpió a su amiga. -Si tanto odian a Lois como dicen, ¿por qué no pelean contra él?-preguntó Ricardoyo tengo entendido que ustedes son un pueblo guerrero, ¿no? 72

Pareció como si a los chargatans les hubieran abierto los ojos. El muchacho humano tenía razón. -Únanse a nosotros, planeamos destruir a Lois de una vez por todas- invitó Andrea. La reina Kitzia y los demás chargatans comentaron sobre la oferta y al final la reina accedió. -Tienen razón pelearemos-dijo la reina contenta y los chargatans empezaron a celebrar. -Bien prepárense, un mensajero vendrá y les dirá cuando y como vamos a atacardijo Ricardo y estrechó la mano de la reina y sus consejeros. Ricardo, Andrea y las jóvenes fueron al manzano en donde estaban George y Paulina y los caballos. Al verlos Paulina y George corrieron a preguntarles como estaban y como habían logrado escapar. Ricardo y Andrea les explicaron mientras se ponían en camino hacia Diamante. El sol se estaba ocultando, la luz roja de éste iluminaba todo, lo animales empezaban a ir a sus hogares, los pájaros volaban a sus nidos y los ruidos nocturnos empezaban a oírse...

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17 El Extraño Comportamiento de Paulina y La Espada de Agua.

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eberían de haber visto lo feliz que estaba la gente de Diamante cuando vieron llegar a Ricardo, Andrea, Paulina, George y a las jóvenes. Todos corrían a ver como estaban. Los niños se sentían muy orgullosos, aun que claro, cuando las jóvenes corrieron a contar la historia completa, los mejor recompensados fueron Ricardo y Andrea. Erica se acercó a ellos con una sonrisa de oreja a oreja. -Muchas gracias-y en cuanto dijo eso dos niñitos se acercaron corriendo y gritando. -¡Hermana! ¡Hermana! Los dos, una niña y un niño, se lanzaron a los brazos de la joven entre risas y llantos. Erica los tomó a los dos en brazos y les dijo a sus hermanos pequeños: -Él es Ricardo, príncipe de nuestra aldea, sé que será un buen rey-sonrió a Ricardo y después añadió-Y ella es Andrea Princesa de Rubí, también sé que los aldeanos de su aldea estarán orgullosos de que ella sea su reina. Andrea y Ricardo se miraron y se ruborizaron. -¡No puede ser, rescataron a las jóvenes!-gritó Alan detrás de ellos. Alan se acercó a ellos con los ojos muy abiertos de la sorpresa, seguido de Eloisa que también estaba sorprendida. -Sí, no cabe duda de que son héroes-admitió Alan y se dirigió a los aldeanos entre gritos-¡Prepárense, dentro de poco nuestro ejército volverá a pelear! ¡Pero está vez lo haremos por estos niños que han salvado a las jóvenes de la aldea! La gente empezó a aplaudir y a gritar de emoción. Ricardo, Andrea, George y Paulina se sintieron orgullosos de sí mismos y también sintieron que no estaban solos. Todas esas personas estaban de su lado al igual que los chargatans. Después de todo el esfuerzo que habían hecho y que iban a tener que hacer, todo valdría la pena por ver a sus pueblos felices y unidos por fin. -Lois ten cuidado, puesto que nos estamos haciendo de muchos aliados-advirtió Andrea sonriendo y observando a los aldeanos de Diamante. Ricardo, Paulina y George miraron a su amiga y ella les devolvió la mirada. Andrea tenía razón, no estaban solos, pero sabían que Lois iba a estar preparado

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para todo. Y que él, Lois, era muy fuerte. Pero por ahora, tenían que preocuparse por otra cosa más importante: hablar con Ozil para saber cual era el segundo paso para derrotar a Lois. Los chicos se encaminaron al castillo mientras que todos los aldeanos celebraban el regreso de las jóvenes. Entraron en el castillo y se reunieron en una salita para descansar. Los sirvientes del castillo les sirvieron de la cena, mientras que ellos hablaban de lo ocurrido. -Necesito darle algo a Ricardo-dijo una hermosa voz que provenía de la niña más bonita de Diamante, sin embargo Andrea y Paulina la detestaban por ser tan presumida. Claro, se trataba de nada más y nada menos que Eloisa, la insoportable prometida de Ricardo. -Pues dáselo rápido, porque ya nos vamos-replicó Paulina, que ya quería irse de ese lugar con tal de no ver a Eloisa nunca jamás. -No te preocupes, es sólo un momento-dijo Eloisa molesta. Eloisa se acercó a Ricardo con las manos a tras de su espalda. -Ricardo, esto es tuyo-y le entregó un espada envainada-el sacerdote de la aldea me ordenó que te la diera, te la has ganado. Ricardo tomó la espada, que al principio sólo veía el mango de oro que sobresalía de la funda. Luego, con cierta ansiedad y sorpresa desenvainó la espada lentamente, mientras que sus manos temblaban. La espada brilló a la luz de las antorchas y en la hoja brillante y delgada de plata vio escrito el nombre de un antepasado suyo muy importante y creo que ustedes ya saben quien era esa persona: Sia la antigua reina de Diamante, una de las que habían ayudado a terminar con Lois. Ricardo estaba atónito al ver la espléndida espada en sus manos. La tomó por el mango y se dio cuenta de que le cabía perfectamente en la mano (que a comparación, por ejemplo, de la mano de George, era pequeña), como si hubiera sido hecha para él. Era tan liviana que hasta un niño pequeño la hubiera podido manejar a la perfección sin tambalearse. -Linda, ¿eh?-preguntó Alan sonriendo, acababa de llegar de la celebración-Fue fácil conseguirla, sólo tuve que convencer al sacerdote de que te la merecías. -Es hermosa-musitó Ricardo y luego añadió- Gracias, Alan. -No hay problema...-respondió Alan- señor. Y diciendo esto, se acercó a él, le hizo una pequeña reverencia y luego dulcemente le puso una mano en el hombro. -Tenemos suerte de tenerlo, señor-aseguró en un susurro que pudo escucharlo nada más Ricardo. 75

El príncipe miró a Andrea con una mirada profunda y llena de agradecimiento, y la chica supo entonces lo que Alan le había dicho a Ricardo. Una criada se acercó y le dijo algo a Alan en el oído que ellos no pudieron oír. La criada se fue y Alan exclamó: -¡Es hora de cenar!-y los guió a un comedor. Cuando llegaron ahí, se sentaron y les trajeron comida como para alimentar a todo un ejército; Paulina, Ricardo y Andrea estaban acostumbrados a tanta comida, pero George estaba alucinando, pues además había pasado algo de tiempo antes desde su última comida. -¡Comida! ¡Por tanta emoción había olvidado que estaba hambriento!-exclamó viendo toda la comida de la larga mesa. Ricardo rió al verlo. -George, deja de correr de un lado al otro, siéntate y tranquilízate- suplicó Andrea desesperada. George se sentó más tranquilo y empezó a comer como si nunca en la vida lo hubiera hecho. Todos los siguieron, y conforme avanzaba la velada, el ambiente se volvía más sereno y tranquilo, a pesar del ruidero que George hacia con los cubiertos al comer. Eloisa lo veía con un desagrado sin fin, pero Andrea se rió por dentro al pensar que, no era raro que Eloisa viera así a alguien. Como diríamos mis amigas y yo: Tiene cara de pedo atorado. -Creo que deberíamos de consultar a Ozil ahora-propuso Paulina limpiándose con una servilleta la boca, pero al decir la verdad, casi no había comido nada. -Sí, para ver que otra aventura nos depara el destino…-comentó Andrea con un tono de misterio en su voz. -Y conocer seres nuevos-terció Ricardo-pero que fuesen más amables, ¡por favor! Paulina, Ricardo y Andrea, esperaron a que George dijera algo acorde con el tema, pero en lugar de eso dijo, apesadumbrado y hundido en la silla: -Me duele mi estomago-se quejó-me duele mucho, pero... ¡valió la pena! Comí delicioso. Andrea y Ricardo estaban a punto de matar a George por las tonterías que hacía y que decía, pero se aguantaron. Además la extraña ansiedad de Paulina los interrumpió. -¿Listos?-preguntó Paulina ignorando la desesperación de Ricardo y de Andrea, y las quejas de George. Andrea, Ricardo y George asintieron y sacaron sus Clazotz. Hicieron lo mismo que 76

cuando habían terminado el entrenamiento y otra vez se escuchó la cansada voz de Ozil: -¿Ya?-preguntó y los chicos asintieron satisfechos-¡Se tardaron mucho!-exclamó Ozil. Los cuatro amigos se indignaron al oír eso y sus rostros cambiaron completamente: alegres a enojados. -Mire, señor fantasma...-replicó Andrea totalmente tranquila, lo cual era raro en ella-¡Díganos ahora a donde tenemos que ir y no opine si no sabe!- gritó. Eso esperaban los chicos. El fantasma guardó silencio un momento. -Tenemos una duda Ozil, que no te habíamos contado-dijo George. -¿Qué pasó?-preguntó el fantasma con curiosidad. -Mientras viajábamos hacia aquí un ave negra enorme nos atacó-contó George. -¿En serio? -¡Sí! Era un Ocirep, pero uno muy raro-dijo Andrea. -Nos atacó así nada más y se llevó a George un rato-le siguió Ricardo recordando algo importante que todos, menos George habían olvidado-¡Tus heridas, George! Andrea y Paulina también se acordaron. -Estoy bien, no me duelen y están cicatrizando rápido-aseguró George. -¿Entonces te lastimó? ¿El Ocirep te lastimó?-preguntó Ozil asombrado. -Así es-asintió George. -¡Qué extraño! Jamás en mi vida…-comenzó Ozil pero luego se interrumpió el solito-¿¡De qué color tenía los ojos!? -Rojos-contestaron los cuatro al unísono. -¡Oh no!-exclamó Ozil-Ese tipo de Ocirep sólo los vi una vez…cuando Lois estaba en su apogeo, usaba a esas aves para espiar y matar a los de nuestro bando. ¿Te arde la herida como si te estuvieran quemando? -No-aseguró George, que decía la verdad. -¿Con qué te lastimó? -Con sus garras.

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-¡Tienes una suerte del tamaño del ancho mundo!-exclamó Ozil-Si hubiera sido con el pico, hubieras muerto en una hora cuando mucho. George se horrorizó al oír eso e hizo un gesto lleno de desagrado con su rostro. -Vaya, que suerte-murmuraba Ozil-Tuvimos suerte todos. Tienen que tener más cuidado. -Ya entendimos, viejo-dijo Andrea-¿Qué noticias nos tienes? - Son malas noticias-informó Ozil a Andrea- Tu pueblo, Rubí, está solucionando todo sin pensar (como siempre), están haciendo batallas y el ganador será el nuevo rey de Rubí-se aclaró la garganta- así que tienen que ir lo antes posible. -Entonces hay que partir ahora- dijo Paulina con fuerza y determinación. Sus amigos la miraron extrañados. Por lo regular la insensata y espontánea era Andrea y no ¡Paulina! -No lo creo, debemos descansar-replicó George con el ceño fruncido y mirando a Paulina. -Pero…-trató de decir Paulina. Su ceño estaba fruncido y su rostro parecía molesto y duro. Jamás la habían visto así. -Odio decirlo, pero George tiene razón-lo apoyó Ricardo severamente- Fue un día cansado. -Pero… -Pero nada. Créeme, yo estoy preocupada, pero cansada…-admitió Andrea bostezando. -Pero… -Paulina, de nada serviría, no tienen fuerzas. Deben dormir-dijo Ozil con reproche, pero el también estaba confundido. -¿Pero que no oyen?-exclamó Paulina enfadada- ¡Rubí está en problemas! George abrió la boca sorprendido, a Ricardo se le hicieron los ojos como platos y Andrea casi se cae de la silla en la que estaba sentada. Todos estaban sorprendidos por la reacción tan brusca que había sufrido su amiga. No era la Paulina que conocían. El silencio lo rompió Ozil: -Paulina, tranquilízate-ordenó-aún hay cosas peores. 78

-¡Que horror!-exclamó George. -¿Qué sucedió?-preguntó Andrea. -Una parte del ejército de Lois...-comenzó con voz queda- ya esta terminada. -Que genial-bramó irónicamente Ricardo y cruzó sus brazos. -Muchacho, no me interrumpas- lo riñó Ozil- lo peor de todo es que han tapado el camino más seguro a Rubí, el que rodea a El Bosque Lluvia de Estrellas. -¡No!-gritó horrorizada Andrea. -¿Eso quiere decir que tenemos que entrar al bosque para poder llegar a Rubí?dedujo George. -Sí-respondió Ozil. -Interesante-admitió Ricardo, rascándose la barbilla. -¿Interesante?-repitió atónita Andrea- ese bosque está lleno de criaturas mágicas y nuevas que nunca hemos visto. -Olvidaste “malignas”-le recordó George con un tono muy inocente. Andrea lo miró con unos ojos llenos de reproche, como si hubiera tenido dos pistolas, quiero decir, espadas en sus ojos. El muchacho se encogió de hombros. -Pues, hay que pelear contra esa parte del ejército-propuso Paulina. -¿Hola? Deben de ser más fuertes que nosotros- exclamó George. -¿Estas loca?-preguntó Ricardo al mismo tiempo. -¡Ni si quiera yo lo pensaría!-terció Andrea seriamente. -Tus amigos tienen razón- comentó Ozil-El nuevo ejército es muy fuerte. Usan magia y están bien entrenados. -Pero…-trató de decir Paulina otra vez. -¿Cómo es que Lois va a conseguir tanta gente?-preguntó Ricardo intrigado. -Dicen que es el mismo ejército de la vez pasado- contestó Ozil. -¿Cómo puede se eso?-preguntó George esta vez. -Fácil, para Lois claro-respondió Ozil-Los esta resucitando. 79

Todos escucharon eso con interés y sobre todo con miedo. -Bueno-dijo Ricardo arqueando las cejas- Es obvio que ya esta decidido que no pelearemos con ellos. -Pero… -Paulina, no podríamos contra uno, ni siquiera, entiéndelo-le dijo Ricardo. -Querrás decir tú, yo lo intentaré, por lo menos-rugió Paulina furiosa. -Ozil lo dijo hace mucho, todavía no estamos preparados-le recordó Ricardo. Paulina guardó silencio, pero parecía que por dentro de ella había un volcán en plena erupción. -Entonces, Ozil, mañana partiremos al Bosque Lluvia de Estrellas-concluyó Ricardo ignorando a la princesa de Esmeralda. -¡Eres un miedoso!-soltó Paulina de repente-¡Te da miedo pelear! -¿Perdón?-preguntó Andrea con el ceño fruncido. -Paulina...-George sólo pudo decir eso. Ricardo escrutó los ojos de Paulina con su mirada de águila. George y Andrea estaban en silencio, recuperándose de la sorpresa y aguantando la respiración. Paulina respiraba precipitada y ruidosamente, mientras que Ricardo respiraba hondo y tranquilizadamente con la mirada clavada en sus ojos... -Tal vez sea un miedoso-replicó Ricardo – pero no soy estúpido, y atacar al ejército de Lois, ahora que no estamos totalmente listos, sería una estupidez, la cual no quiero cometer... Paulina no dijo nada a su favor y súbitamente se levantó y se fue a su habitación. George y Andrea empezaron a toser al mismo tiempo después de haber aguantado tanto la respiración. Si la conversación que acababan de escuchar no hubiera sido una discusión se hubieran reído de que habían contenido la respiración tanto tiempo, pero como la conversación que acababan de presenciar si había sido una discusión y una muy grave. Ricardo dio un largo suspiro y se dejó caer en su silla. -Buenas noches-balbuceó George, pero estaba seguro que no iban a hacer buenas. Y el chico se fue tristemente, dejando a Andrea y a Ricardo que estaban en completo silencio. Después de un rato de meditación por parte de Ricardo, Andrea se dispuso a hablar: -Lo hiciste bien-comentó dulcemente y le puso la mano en su hombro. 80

Ricardo sonrió, miró a Andrea y le agradeció. Luego puso su cara contra sus manos. Después de un tiempo, se levantó al mismo tiempo que Andrea, los dos se dieron las buenas noches y se dirigieron a sus habitaciones. -Chicos…Niños-llamó Ozil desesperado, pues todos había dejado sus Clazotz en la mesa-¡Ey! ¡Niños!...Ay…Buenas noches…ya me largo… Muy entrada la noche, Ricardo se despertó por un calambre en la pierna y cuando trató de volver a dormir no lo logró. La discusión le resonaba en la cabeza como un el ruido de las manecillas de un reloj, o como una canción, nada más que estas dos cosas eran buenas y la discusión anunciaba algo malo. Abrió las enormes puertas de cristal que daban al balcón de su habitación y contempló la noche. El cielo estaba salpicado de estrellas. Era una noche preciosa. Aún con esa hermosa noche, Ricardo no dejaba de pensar en todo lo malo que les había pasado desde que sus padres habían sido raptados. Padres... esa palabra le recordaba cosas felices. Desgraciadamente también el hecho de que sus padres no estaban con él... Unas lágrimas nublaron sus ojos y corrieron por sus mejillas hasta secarse en su ropa de dormir. Lo que no sabía era que sus amigos estaban igual que él, pensando en sus padres, en diferentes habitaciones, pero compartían la misma tristeza. -Los rescataré-juró Andrea llorando. Ella estaba sentada en el barandal del balcón. -Daré lo mejor de mí-prometió Paulina gimoteando agarrada de la perilla de la puerta de su balcón abierta. -Los encontraré-dijo Ricardo dando un golpe con el puño en el barandal de piedra del balcón. -Estarán orgullosos de su hijos-lloró George- Sobre todo tú, mamá...

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18 Batalla con un Centauro.

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a mañana que siguió no fue muy placentera como todas las demás que habían tenido los chicos. En el desayuno nadie habló, ni hizo ruido. Todos comieron en silencio, con la mirada baja. Y cuando terminaron se levantaron y antes de que alguien pudiera decir algo, lo cual no iba a suceder, se abrieron las puertas del comedor. Todos como reflejo, se volvieron a ver quien iba a entrar y acabar con el molesto silencio que impregnaba el comedor. Alan se asomó sonriente y dijo: -Señor, el carruaje está listo -¿Carruaje?-repitió Ricardo- Creo que será mejor que prepararán a los caballos. -Muy bien, señor- obedeció Alan y se fue. Se cerraron las puertas de nuevo y Ricardo se volvió a ver a sus amigos. Andrea estaba golpeando el piso con la punta de sus zapatos, nerviosa. George se había vuelto a sentar y golpeaba sus dedos contra la mesa, ansioso. Paulina. Ella estaba de pie con los brazos cruzados moviendo el pie derecho. Ricardo no pudo saber como se sentía su amiga. Pero creyó, y estaba en lo cierto, que Paulina seguía enojada por la discusión de la noche anterior. Ricardo dio un gran suspiro (como se darán cuenta, es así como Ricardo se tranquilizaba y podía pensar mejor). Se apoyó contra la pared de cristal para esperar. Alan no tardó mucho en volver a asomar su rostro radiante y sonriente para decirles que los caballos ya estaban listos. -Bosque Lluvia de Estrellas, ¡Allá vamos!-rió nerviosamente George. Ricardo dio otro suspiró, Andrea apretó los puños y se mordió los labios, Paulina se quitó unos pelos de la cara y volvió a cruzar los brazos, George cerró los ojos un momento, cuando los abrió, giro la perilla, y salieron todos juntos del comedor. Salieron del castillo y ahí estaban ya sus caballos listos: Tisha, Oso, Negra y Bimbo. Los montaron y llegó corriendo una persona del castillo. Era Eloisa y llegaba para despedirse de Ricardo con un gran beso en la mejilla y un abrazo, eso hizo que Ricardo se sonrojara y que Andrea se sintiera incómoda otra vez…y enojada. Los chicos se miraron impacientes por un rato y Paulina fue la que primera que espoleó a su caballo y salió a todo galope. Sus amigos la siguieron. A sus espaldas se escuchaban las voces de Alan y Eloisa. -¡Suerte! 82

-Lo harán bien, ¡lo sé! -¡Cuídense! -¡El destino de la humanidad está en sus manos! Fue lo último que escucharon. En cierto modo, Alan tenía toda la razón, pero ellos eran sólo unos niños y tenían miedo de fallar, porque si lo hacían, nadie se salvaría. Salieron de Diamante entre sonoros gritos y aplausos a sus espaldas. Con estos se sentían más fuertes y listos para enfrentarse a algo tan peligroso, misterioso y siniestro como lo era el Bosque Lluvia de Estrellas. Al estar ya estaban a campo abierto, los chicos hicieron que sus caballos corrieran a todo lo que daban sus patas por la extensa y vacía llanura. Cuando anocheció, alcanzaron a llegar a las faldas de una pequeña, pero segura colina en la desprotegida llanura. No encendieron ningún fuego, por miedo a que los Ocirep u otros sirves de Lois estuvieran cerca, buscándolos. Su sueño fue inquieto, y prácticamente no estaban dormidos, pues estaban atentos a cualquier ruido de la noche. Se turnaron para montar guardia como siempre y les sorprendió que el rendimiento de cada uno fuera mucho mayor que cualquier otro momento. Tal vez se debía a que tenían muchas cosas en que pensar o al miedo que sentían de estar ahí, expuestos a cualquier peligro. A la mañana siguiente, se levantaron tan pronto como salió el sol, tuvieron un miserable desayuno y reanudaron el viaje. Esta rutina aburrida, pero segura se repitió tres días. El último día, al atardecer, ya estaban a unas cuantas millas más del bosque, pero por órdenes de Ricardo, acamparon bajo la sombra de un árbol muy grande y ancho. El relieve había cambiado notoriamente. Había muchos más árboles y ya no era una llanura completamente. Para su suerte y alivio había más factores que los ocultaban a ojos extraños. Paulina y Ricardo seguían enojados y por lo tanto no hablaban mucho. Andrea y George procuraron no decir algo tonto en esos tres días, y créanme, hicieron un gran esfuerzo. Ellos sabían que tarde o temprano, Ricardo y Paulina se reconciliarían y que ellos no debían intervenir con comentarios fuera de lugar, porque podrían empeorar las cosas. Esa noche, también se percataron de que el clima, había cambiado mucho desde que habían dejado atrás la llanura. Era demasiado frío y lúgubre, mientras que en la llanura, cerca del Mar Azul era caluroso y alegre. Ese clima los hacía sentir más deprimidos que de los que ya estaban, hasta cansados y sin energía. Después de amarrar a sus caballos a un árbol muy cercano, se acostaron cada uno de un lado del árbol, como los cuatro puntos cardinales alrededor de un punto. -Apuesto a que si entramos ahora al bosque-comentó George sentado entre dos grandes raíces- no veremos nada como en la tumba. -Tal vez, pero no lo sabremos- le aseguró Andrea- Si entrar de día es peligroso, imagínate de noche. -Cierto-terció Paulina con la mirada perdida en las negras ramas del roble. Sus amigos la miraron sorprendidos, pues hacia mucho que no hablaba y lo cierto

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es que para George era un alivio escuchar esa dulce voz, y los últimos días él había estado muy preocupado por el crítico estado que sufría su amiga. -De casualidad...-comenzó Andrea dirigiéndose a Ricardo que estaba a su lado para desviar la atención de Paulina-¿Sabes por qué llaman a este bosque, Bosque Lluvia de Estrellas? -Dicen que es porque cada dos noches hay lluvias de estrellas en esta zona-contestó Ricardo-También he escuchado que en lo más profundo del bosque hay un hermoso claro que lo cruza el río de las Almas y que está lleno de unos árboles con flores con forma de estrellas. Ese lugar es sagrado. Pero también es una leyenda. No estoy muy seguro de que sean ciertos los rumores. -Genial-exclamó George interesado. -¿Cómo es que sabes tanto?-preguntó Andrea. -Como ustedes saben, me encanta leer-respondió Ricardo orgullosamente y rió ligeramente. -Eso no es una sorpresa-aseguró George riendo. Estaban sintiendo por fin que las cosas iban a mejorar. -Cuenta alguna historia, Ricardo, por favor-exclamó suplicante Andrea sin dejar de mirar el Bosque Lluvia de Estrellas que se alzaba a lo lejos como una gran masa de color negro. -Mmm…-murmuró Ricardo pensativo-En este momento, no recuerdo ninguna historia muy alegre… Andrea y George se entristecieron. Paulina también sintió cómo un nudo en la garganta se le hacia cada vez más fuerte y grande. -Pero haré en un intento-dijo por fin Ricardo y volvió a quedarse en silencio un rato. Luego comenzó con su historia con un tono misterioso en su voz- Mi abuelo me contó esta historia cuando era muy pequeño, así que discúlpenme si en algunas partes me trabo. La historia va así: Hace muchos años, antes aún de que derrotaran a Lois, mucho antes de que él naciera, mucho antes de que siquiera la raza de los humanos existiera, estas tierras estaban…completamente vacías… Ricardo guardó silencio otro rato recordando los detalles de la historia. Se recordó así mismo, pequeño y juguetón, sentado en las piernas de su abuelo junto a un ventanal del castillo, escuchando atentamente la historia que su viejo abuelo le contaba. Así estaban Andrea y George escuchando su relato. -No había nada…Ni agua, ni plantas, nada. Sólo tierra…En una ocasión, cuenta la historia, llegaron unos seres maravillosos desde el mar, vestidos hermosamente y ataviados con joyas preciosas. Ellos fueron los que comenzaron a plantar y a

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construir pequeñas y sencillas aldeas…La tierra se hizo fértil, las aguas corrían por los ríos, las plantas crecían, los animales corrían de un lado al otro y los seres extranjeros vivían en paz. La leyenda cuenta que esos seres huían de guerras en su país…Vivieron muchos años en paz y en tranquilidad, pero…sus antiguos enemigos encontraron su escondite. Fue demasiado tarde, y no toda la gente pudo huir. Los atraparon y masacraron como ratas…Los pocos que lograron escapar abandonaron estas tierras regresando al mar. Ya no se sabe de ellos ahora. La leyenda no acaba ahí-se apresuró a decir Ricardo al ver que Andrea y George no estaban lo suficientemente emocionados-Una mujer se separó de los fugitivos. Perdida y sin rumbo, vagó por las tierras durante cien noches y cien días, sin comida y sin agua… -¡Eso es imposible!-interrumpió George absorto en la historia-¡Hubiera muerto! -Eso es lo mágico de la historia y de la mujer, George- se burló Ricardo. -Pero… -Vamos, George, Cállate-dijo Andrea que estaba muy interesada en la historia de Ricardo-Continúa. -La mujer ya no aguantaba más, cuando se dejó caer en la orilla de un pequeño lago…Ahí dejó que su cuerpo descansará y se quedó dormida… -¿¡Para siempre?!-exclamó Andrea horrorizada. -¡Mira quien es la que interrumpe!-le espetó George. -Shhh…escuchen el final de la historia-les aconsejó Ricardo sonriente. Andrea y George se miraron con odio, pero Ricardo continuó la historia ignorándolos: -No, no para siempre. Algo mágico empezó a crecer a su alrededor…El pequeño lago se ensanchó…alrededor crecieron infinidad de plantas hermosas y árboles majestuosos...Lo animales nacieron y los pájaros comenzaron a arribar a las altas ramas de los árboles y cantaban canciones de cuna alrededor de la joven mujer, que siguió dormida cien días y cien noches más…Sin embargo, esta vez, estaba protegida por el bosque que crecía día a día…Un día, despertó…El sol brilló en lo alto como no había brillado mucho tiempo antes…Los animales se acercaron a la mujer, que ahora, en lugar de parecer cansada, sucia y anciana, se veía más hermosa, limpia y joven que nunca. En sus ojos se reflejaba una sabiduría inmensa que nadie nunca ha visto ni verá…Había mucho sufrimiento en esa mirada, y sed de venganza ahora que la joven sabía que algo mágico estaba sucediendo en su cuerpo. Pero ella decidió no abandonar el bosque y protegerlo con las nuevas fuerzas que tenía, así como el bosque la había protegido a ella cuando estaba inconsciente. La joven nunca murió, y no ha muerto....Y cuando los invasores poblaron esta tierra y trataron de entrar al bosque, ella no se los permitió…Hubo una batalla entre los humanos y el bosque…Pero el bosque, siendo más fuerte y grande, ganó la batalla… Esa noche los humanos presenciaron la primer lluvia de estrellas en el bosque… 85

Desde entonces, nadie se atreve a entrar, por miedo a la hechicera que vive en el corazón mismo del bosque…. -¿De ahí salió el nombre Lluvia de Estrellas?-preguntó Andrea atónita. -Así es-terminó Ricardo con una sonrisa de oreja a oreja, orgulloso de que había dejado a sus amigos boquiabiertos. -Guau…-se limitó a decir George y se tendió en el suelo. -Buena historia, Ricardo-admitió Andrea sonriendo y mirando por última vez el bosque antes de cerrar los ojos y dormirse-¿O no, George?...-No hubo respuesta de su amigo-…George…-lo llamó, pero nada-… ¡George!-exclamó Andrea y miró el lado en donde el estaba acostado. Un sonoro ronquido salió de su boca. Ricardo y Andrea se echaron a reír por lo bajo. -Buenas noches, Ricardo-se despidió Andrea, se acurrucó y se quedó dormida profundamente. Ricardo se sentó derecho, pues a él le tocaba la primera guardia y miró a sus amigos dormidos. Su mirada se detuvo en Paulina, que parecía tener una pesadilla. Ricardo se prohibió no hacer nada, ni intervenir, porque Paulina podría haberse puesto peor….Así que se limitó a contemplar el Bosque Lluvia de Estrellas que los esperaba…en silencio… Una hoja que cayó del roble despertó a Paulina, a la mañana siguiente. Ella bostezó y miró a George, que aún estaba dormido, al igual que Andrea y Ricardo, como lo comprobó Paulina después de levantarse y mirar hacia al otro lado del roble. Como sus amigos estaban dormidos decidió echarle un vistazo al interior del bosque. -Nadie se enterará-pensó. Así pues, desató a Oso, y sin montarlo se dirigió al bosque. Cuando estuvo lejos de sus amigos y estaba segura de que sus amigos no oirían el ruido de los cascos de Oso, montó a su caballo y se acercó al bosque galopando a toda velocidad. Cuando llego al borde del bosque, se dio cuenta que el aire ahí era todavía más frío que a lo largo de la llanura que había dejado atrás. Desmontó a Oso y sintiendo como el bosque la invitaba a entrar, se adentró a él, sin hacer caso a los insistentes relinchos que Oso hacía para evitar que su dueña entrara al bosque. Pero fue inútil, pronto Oso perdió de vista a la princesa de Esmeralda en la oscuridad del bosque. Mientras que Paulina iba avanzando, las hojas secas crujían bajo sus pies, el terreno se hacía más desnivelado y las raíces de los árboles hacían que Paulina se tropezará continuamente; la oscuridad y el silencio que reinaban en el bosque hacía que la niña tuviera escalofríos a cada paso que daba, y en todo el camino tuvo la sensación de que algo, o alguien, la miraba desde un escondite entre los arbustos. Lo que más aumentaba esta sensación tan extraña era que no escuchaba otro ruido 86

más que el de sus pasos y su respiración intranquila. Paulina había llegado a creer que ser valiente era muy difícil, y que hubiera sido mejor haberse tragado su orgullo desde el primer minuto después de la discusión con Ricardo. La princesa de Esmeralda caminó una hora metida en sus pensamientos…Pensando en Ricardo y sus amigos….en sus padres. Cuando empezó a sentirse un poco cansada y desorientada decidió regresar, puesto quizá sus amigos ya estarían despiertos buscándola preocupados. Y cuando giró sobre sus talones para regresar al campamento, algo se movió entre los viejos árboles. Paulina se quedo quieta y en silencio, esperando a que sucediera lo peor. El ser se volvió a mover pero ahora en un árbol cerca de Paulina. Ella no lo pensó otra vez y corrió internándose cada vez más en el bosque; cuando se volvió para ver quien era su perseguidor, divisó la figura de un hombre toda negra. Pero al volverse de nuevo, para ver por donde corría, tropezó con una rama enorme y cayó dentro de una pequeña depresión. Al principio, creyó estar bien y trató de apoyarse en sus brazos para levantarse y seguir corriendo para huir de aquel ser extraño que se acercaba cada vez más a toda velocidad. Pero de repente, sintió como un hilillo de algo resbalaba por su rostro. Alzó levemente una mano y se tocó la cara…Horrorizada comprobó que era sangre y que su cabeza había golpeado con una roca al caer en el hoyo. Se le nubló la vista y se desplomó en el suelo. Lo último que escuchó fue unos extraños sonidos. Parecidos al galope…de un caballo… -¡¿Qué le pasa por la cabeza a Paulina?!-bramó Ricardo furioso cuando se percató de que Paulina y Oso no estaban allí. Empezó a buscar alguna pista que lo condujera a saber el camino que la princesa pudo haber seguido. Entonces se dio cuenta de un montón de hojas secas que parecían haber sido pisoteadas por un caballo y unos pies humanos. Siguió por un rato el camino, y se dio cuenta de a donde llevaba… -¡Rayos!-exclamó preocupado, tomó su espada, montó a Bimbo y siguió el rastro de hojas hacia el bosque… En un lugar muy lejano de donde estaba Ricardo, se encontraba Paulina que se acaba de despertar de su desmayo. Paulina abrió los ojos con cuidado y tanteó con sus manos el lugar en donde estaba, era como una manta de piel, sobre una cama de piedra. El lugar era muy oscuro, pero Paulina notó que era algo así como una cabaña. La habitación olía como huelen las caballerizas, a paja y a caballo. La princesa tuvo la sensación de que el cuarto era muy pequeño, pues se sentía demasiado encerrada y el olor la mareaba cada vez más, como queriendo que volviera a desmayarse. La chica se levantó con dificultad de la cama tambaleándose de un lado al otro. Trató de quedarse en pie como se debe, pero le resultó bastante difícil. Tenía un dolor horrible que le apretaba la cabeza. El golpe si que había sido duró. Entonces recordó lo que había pasado y se llevó una mano a la frente en donde sentía las punzadas de la herida. Se sorprendió al sentir que tenía una venda que le cubría toda la frente. ¿Quién se la había puesto? ¿Quién la había llevado allí? Decidió que debía tantear las paredes para buscar una puerta o alguna otra salida, como Ricardo les había enseñado a hacer cuando el lugar en donde estaban 87

estuviera oscuro. Recordar a sus amigos, y sobre todo a Ricardo le produjo un enorme nudo en la garganta, pero pronto se dijo así misma que tenía que salir de esa desventura sola para poder regresar con sus amigos y pedirles perdón por su grotesco comportamiento. -¡Aquí hay una!-exclamó Paulina feliz cuando entró una perilla en la oscuridad. Cubrió la perilla con sus dos manos, la giró y empujó la puerta. El sol la cegó e hizo que retrocediera por tanta luz y que se volviera a tropezar. Cayó. En el suelo se frotó lo ojos y miró hacia arriba. Cuando sus ojos se fueron acostumbrando a la luz, ella vio a un ser raro y espeluznante de pie delante de ella. A la princesa le pareció extraño que el ser era de la cintura a la cabeza humano, y de la cintura a los pies (o debería de decir patas) era caballo. El ser era completamente negro y parecía ser muy fuerte. De repente, se movió hacia delante. Paulina no aguantó más y dio un grito que resonó por toda la cabaña. De un brinco se puso de pie, alejándose de la criatura, retrocediendo hasta el otro extremo de la cabaña. -¿Quién eres tú?-preguntó Paulina, sin bajar la guardia, y cargando todo su poder en el dedo índice de la mano izquierda, lista para atacar en cuanto se le diera la oportunidad. El ser parecía molestó por el ruidoso grito de Paulina y movió su cuello tronando los huesos. La chica se asustó y se preparó para atacar si era necesario. La criatura escupió al suelo y la princesa casi se desmaya del asco. La baba era de un color verde oscuro que al caer en el suelo parecía como si estuviera haciendo un hoyo en la tierra. -Mi nombre es Adrián- contestó con voz sonora- Soy el líder de los centauros. Paulina lo vio extrañada con el ceño muy fruncido, tanto que sus delgadas, rubias y perfectamente delineadas cejas se juntaron. -¿Centauros?-repitió tragando saliva. -Sí, somos criaturas parecidas a ustedes los humanos, mitad caballo mitad humano. Sin embargo no somos tan crueles como ustedes… ¿Y tu quién eres?-más que una pregunta eso sonaba como una orden. -Me llamo Paulina-respondió ella, no había dicho su apellido porque podrían hacerle daño si descubrieran que era princesa de Esmeralda- De Diamante-se apresuró a mentir. El centauro pareció divertirse. -¿Diamante?-rió a carcajadas con una risa salvaje y brutal- ¿Desde cuándo los habitantes de ahí tienen los ojos color verde? -Desde que tengo memoria-volvió a mentir la chica, guardando compostura e intentando conservar su voz estable.

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-Parece que las cosas han cambiado mucho allá afuera-comentó el centauro dejando de reír, pero con una sonrisa de oreja a oreja-Bueno, Paulina de Diamante, bienvenida a nuestro humilde pueblo. Y diciendo esto volvió a abrir la puerta para que Paulina saliera. El dicho pueblo parecía muy pequeño y todas las cabañas eran iguales, pequeñas y sencillas. Eran como cincuenta cabañas o menos. Adrián la condujo por todo el pueblo mientras le explicaba su historia. -Cuando esta tierra era joven, los centauros también vivíamos como los humanos, en libertad, sin tenernos que esconder del peligro que ahora nos acecha. Antes vivíamos entre los humanos, pero hace mucho tiempo, creo que ahora sólo unos cuantos humanos recuerdan nuestra existencia-explicó. -Yo creo que nadie-aseguró Paulina pensativa-Jamás había escuchado hablar de ustedes. Tal vez alguien inteligente, como…-pensó en Ricardo pero se interrumpió ella misma al sentir otra vez el nudo en su pequeña garganta. -Pero hubo algunos problemas, y los centauros fuimos perseguidos…-continuó Adrián ignorando que Paulina estaba algo triste-Los pocos que escapamos nos refugiamos aquí, en la protección del bosque. Este bosque nos ha protegido durante años. Paulina se detuvo de golpe y se quedó ahí de pie, viendo a Adrián con una mirada muy profunda y pensativa. El centauro la miró extrañado. -¿Te encuentras bien?-inquirió el ser. -Sí, pero…eso de que “este bosque los protege”…-se interrumpió y se sumergió en su pensamiento un rato, recordando la historia que Ricardo les había contado a sus amigos la noche anterior-Entonces, ¿es cierto que el bosque esta vivo? -Así es, ¿Cómo lo sabes?-quiso saber el centauro sorprendido. -Historias, historias-se limitó a contestar la princesa y de repente se sintió feliz- ¡El bosque está vivo!-exclamó-¡Guau! ¡Ricardo tenía razón!-en ese momento se dejó caer en un montículo de paja que, raramente, había uno en cada esquina. El líder de los centauros se detuvo junto a ella y observó un rato. También todos los centauros que pasaban por allí la miraron burlones. -¿Cómo fue que pudieron entrar?-preguntó Paulina. -¿Entrar a dónde? -Al bosque, por supuesto-respondió Paulina con un tono de obviedad en la voz. Esa pareció ser una pregunta difícil de contestar, pues Adrián se quedó un rato en

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silencio pensando las palabras correctas para responderle a Paulina. -El bosque es mágico, supongo que lo sabes, ¿no?-inquirió Adrián y Paulina asintió-El bosque está tan vivo como nosotros, o más. Sabe quien es bueno, quien es malo, quien miente, quien es leal, quien es cruel, quien es bondadoso… Sabe a quien dejar pasar y a quien no… Desde el mismo momento en que alguien pone su pie en estos suelos, el bosque ya lo sabe, o tal vez desde antes… Sabe quien necesita entrar, quien quiere entrar y quien desea entrar a cualquier precio… No sé que es lo que pensaba el bosque a dejarnos entrar, tal vez, es cosa del destino y sólo estos viejos, pero sabios árboles lo saben. -Vaya-murmuró Paulina asombrada. -Tampoco sé que es lo que piensa el bosque al dejar entrar a una niña como túaseguró el viejo centauro-Ahora es tu turno, de contarme tu historia, ¿No te parece? Paulina se encogió de hombros tristemente. -No tengo mucho que contar-mintió. -¿Qué trajo a una muchacha tan bonita, pequeña e indefensa a este peligroso bosque?-quiso saber Adrián. -Gracias por lo de bonita-agradeció Paulina pero después su tono de voz cambió a ser fuerte, rudo y orgulloso- pero no soy tan pequeña y de plano no estoy indefensa. -¿Tú?-rió sorprendido el centauro ante la temeraria chica que tenía a su lado-¿Qué me podrías hacer? -¡Uff! No te lo imaginarías-comentó Paulina sonriendo misteriosamente. -¿Debo temerte?-se burló el centauro divertido. -¿Estas retándome?-preguntó Paulina contenta porque si lograba molestar lo suficiente al centauro, este accedería a tener un duelo con ella. Y la chica añoraba probar sus poderes para una batalla. -¿Por qué no?-contestó Adrián. -Estoy Lista-le aseguró Paulina. -Bien, pero aquí no-aceptó Adrián- será mejor que vayamos al campo de entrenamiento. -¿Campo de entrenamiento?-repitió Paulina extrañada. El centauro la condujo a las afueras del pueblo, y Paulina se sorprendió al encontrarse en un extenso, liso y sin árboles campo. Adrián le explicó en el camino, 90

que los centauros tenían batallas muy a menudo, no mencionó contra quién, y que el campo lo utilizaban, como decía su nombre, para entrenar. Adrián se puso en un extremo del campo y Paulina del otro, como el centauro le indicó. -¿Lista?-preguntó Adrián con un grito, tan fuerte como los de Paulina, pero la chica jamás hubiera podido gritar tan grave como el centauro. Paulina asintió. -Por supuesto-murmuró para sí. El centauro sacó un arco y se cargó al hombro un carcaj llenó de flechas. Luego colocó una flecha en el arco. Esto sería un verdadero reto para Paulina. Se concentró rápidamente en su dedo índice de la mano izquierda y el poder empezó a fluir como un torrente furioso. La princesa estaba muy confiada en que iba a ganar con facilidad, y lo demostraba con una sonrisa de oreja a oreja, llena de orgullo. Un orgullo que jamás había sentido. Un orgullo que, habría podido acabar con ella. La chica cerró los ojos pensando en sus poderes. Adrián lanzó la flecha al mismo tiempo en Paulina abría los ojos. La flecha iba a toda velocidad haciendo el ruido del metal cortando el aire. La punta de ésta iba exactamente a su cabeza, pero Paulina fue más rápida. Y alzando su dedo índice de la mano izquierda, lanzó una enredadera que detuvo la flecha antes de que tocara su frente. La flecha se tambaleó en el aire unos centímetros antes de la frente vendada de la chica, y luego cayó a sus pies con un ruido sordo. Paulina sonrió al ver que Adrián estaba realmente impresionado. Esa chica, después de todo si tenía alguna misión en el bosque, pues con esos maravillosos poderes, quien no tendría el privilegio de ser elegido para entrar a un bosque tan prohibido y peligroso como aquel. El centauro se acercó a todo galope para dispararle otra flecha, y cuando lo hizo, Paulina hizo un muro de plantas que la protegieron. Antes de que el muro se deshiciera, Paulina corrió hasta estar al lado de Adrián y en un dos por tres alrededor del centauro se construyó un laberinto de plantas. Fue algo de verdad, sorprendente. El laberinto ocupaba todo el campo de entrenamiento y las paredes eran tan altas como cualquiera de los árboles de alrededor, y se había erguido tan sólo en dos segundos. Paulina escaló por un muro del laberinto y se quedó de pie arriba de los arbustos mirando al centauro que ahora era el indefenso. La cara de Adrián se torno salvaje y enfadada como cuando Paulina lo había visto por primera vez en la oscura cabaña. Ella en cambio, había perdido la sonrisa orgullosa y el rostro demostraba miedo otra vez. El cazador se había vuelto la presa y la presa el cazador. Una nota importante es que estos centauros son muy orgullosos y si una persona los reta, es a muerte, porque los centauros no descansan hasta matar a su contrincante. Además hay que saber que no lo hacen a propósito, si no que su mente se vuelve loca y no pueden pensar claramente. Mucho tiempo después, cuando Paulina y sus amigos ya llevaban mucho tiempo contando la historia de La Guerra de los Elementos, la princesa de Esmeralda se arrepintió de no haberse informado antes de retar a Adrián a esa batalla. 91

Adrián golpeó los arbustos en donde Paulina estaba parada y estos se tambalearon hasta que Paulina cayó al suelo. El centauro volvió a golpear los arbustos y los derribó. Cuando el arbusto cayó, Paulina pudo ver el rostro furioso y lleno de ira de Adrián. De haber sido negro, ahora era rojo completamente. Este volvió a cargar una flecha que Paulina no podría detener porque había perdido toda la concentración y sus poderes se habían desvanecido. Era su final. En esos segundos de victoria para Adrián, Paulina recordó rápidamente todo lo que le había pasado en su vida, pero de lo que más se acordó fue de la discusión que tuvo con Ricardo y que había sido muy grosera con él. “Eres un miedoso” Esa frase fue la que irrumpió en su mente repentinamente. Recordó las caras atónitas de George y Andrea y la expresión seria, dura, enojada y molesta de Ricardo. Unas lágrimas solitarias corrieron por sus mejillas rogando tener unos minutos para poder ir con él y pedirle perdón. -Lo siento, Ricardo-susurró llorando- Lo siento mamá y papá, no cumplí mi promesa... Adrián ya estaba listo para acabar con Paulina. En su rostro se reflejaba una sonrisa triunfante de oreja a oreja. La chica ya no tenía ninguna esperanza de que el centauro se retractara y el duelo se acabará en ese momento, y ella quedara sana y salva. Unas lágrimas rápidas y silenciosas bajaron por las mejillas rojas de Paulina, y la chica cerró los ojos. Los brazos fuertes y negros de Adrián tensaron en arco… La princesa de Esmeralda esperó escuchar el silbar de la flecha dirigiéndose a su corazón, pero en lugar de eso se oyó un ruido extraño por todo el campo de entrenamiento. Era un rugido, fuerte y enojado…La niña abrió los ojos en el momento justo en el que una ola enorme y furiosa de agua golpeaba a Adrián con una fuerza impresionante. Paulina estaba tan atónita y alegre que no supo de donde había provenido el agua. -¿Cómo te atreves a decir eso?-preguntó una voz desde los árboles de atrás de la princesa. Ella se volvió y vio la figura de un muchacho adentrándose al campo de entrenamiento. Paulina lo reconoció al instante: Estatura media, delgado, rubio, tan serio e inteligente como siempre… Mientras que el centauro veía a su atacante desde el piso, extrañado. -¡Ricardo!-exclamó Paulina con una sonrisa de oreja a oreja, y las lágrimas nublándole la vista. El chico se acercó corriendo y Paulina se levantó de un salto. Adrián acabó de desmayarse y dejó caer su cabeza en el suelo. -¿Estas bien?-preguntó Ricardo jadeando, contento de verla a salvo. Paulina en lugar de contestarle, se le echó a los brazos y hundió su cabeza en su pecho para llorar, mientras que él estaba atónito. Sus brazos se fueron cerrando,

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hasta tocar la espalda de Paulina y, estrecharla y consolarla. -Perdón, perdón- decía ella-soy una tonta. -No lo eres-le aseguró Ricardo- Sé lo que sentiste cuando Andrea y yo salvamos a las jóvenes. -Gracias- le agradeció Paulina un poco más tranquila- Me salvaste la vida y me perdonas ahora. No me lo merezco. -Yo nunca dije eso- fingió Ricardo para molestarla, Paulina se separó de él y lo miró a punto de llorar otra vez. Al ver eso Ricardo añadió- No es cierto. Y los dos se sonrieron. Un rato, se miraron y Paulina se secó los ojos. De repente ella comenzó a reírse. -¿Qué sucede?-preguntó Ricardo con el ceño fruncido. -Me hubiera gustado ver la cara de Andrea y de George cuando volvieron a respirar después de…la discusión- se burló Paulina y luego estalló en risas como nunca en su vida. Ricardo también se rió al recordar la cara de sus amigos en la pequeña sala de Diamante. -Se ríen por primera vez en muchos días, ¿y no nos invitan?-preguntó la voz de un chico. -¡Que vergüenza!-exclamó la voz de una chica. De los árboles más cercanos a Ricardo y Paulina salieron de su escondite, Andrea y George. Caminaron lentamente hacia sus amigos. Los cuatro se sonrieron y cuando estuvieron juntos se dieron un gran abrazo de cuatro. -¡Todos juntos por siempre!-exclamó Paulina dando un brinco y alzando los brazos al aire. -Dalo por seguro-le aseguró Andrea. -Dalo por hecho-rió George. -Obvio-sonrió Ricardo sacando la lengua. Los niños rompieron en carcajadas. De repente, George se quedó callado y vio una figura extraña en el suelo, lejos de ellos. -Oigan, ¿Quién es su nuevo amigo?-preguntó señalando a Adrián. Paulina corrió hacia el centauro después de haber hecho una mueca horrorizada.

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¡Había olvidado al pobre centauro! Sus amigos la siguieron y todos observaron a Adrián. -Se ve que no tenía malas intensiones, los centauros son de naturaleza muy extraña-aseguró Ricardo hincándose junto al centauro inconciente. Paulina frunció el ceño y la boca en un gesto de preocupación, mientras que George examinaba con curiosidad al centauro. -Malas intensiones, no…-estuvo de acuerdo con Ricardo-Pero mal olor, ¡sí! -¡George!-exclamó Andrea dándole una palmada en la espalda. -Bueno-dijo el chico-¿Quieres que diga que huele a rosas? Andrea iba a replicar y a alargar la discusión más, pero Ricardo los interrumpió. -Tengo una idea-murmuró casi para sí-A la cuenta de tres corren a los árboles, ¿entendido? -Entendido-contestaron sus amigos a coro. -Una…Dos…¡TRES!-exclamó al tiempo que le echaba un chorrito de agua en la cara al centauro para que se despertará. Los niños corrieron hacia los árboles para esconderse tan rápido como pudieron sus piernas, antes de que el centauro enfurecido se despertara, y decidiera acabar con los cuatro.

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19 Rencores del Pasado.

E

l centauro se despertó tosiendo y se levantó con cuidado. Mientras en los árboles los chicos conversaban.

-¿Creen que haya olvidado la batalla?-preguntó Paulina sonrojándose un poco. -¿Quieres arriesgarte?-preguntó George frunciendo el ceño-Porque sí es así, adelante…-bromeó como siempre. -Sí-contestó Paulina ignorándolo y salió de los árboles poniéndose delante del centauro. Adrián la miró extrañado pero después de un rato le gruñó con desprecio, esto hizo que la chica saliera corriendo hacia sus amigos. -¡Corran!-gritó George corriendo a unos árboles en donde Andrea y él habían amarrado a sus caballos. George los desató y se subió a Negra de un saltó y la espoleó. Paulina llegó después y se subió a Oso rápidamente y sin torpeza (Oso había sido encontrado por George y Andrea). Ricardo fue el tercero en llegar porque cuando corría se tropezó con una rama enorme. Andrea no había llegado aún cuando Ricardo ya estaba a punto de apresurar a Bimbo. -Esperen, ¿y Andrea?-preguntó Ricardo volviéndose a atrás. En el campo de entrenamiento sólo estaba el centauro que apenas se estaba recuperando del golpe de la ola y que no dejaba de ver a su nuevo objetivo...Ellos. Ricardo alzó la mirada al ver que de los árboles caían muchas hojas sin parar. De repente, Andrea cayó de uno de los árboles, y con mucha agilidad le atinó a caer en Tisha. -¡Rápido!-bramó y Tisha empezó a galopar. Los caballos se adentraron cada vez más en el bosque, seguidos del enfurecido centauro, que a sus espaladas corría más rápido que ningún otro caballo en el mundo. Sólo escuchaban sus sonoros bramidos y su respiración entre cortada. Oso, Bimbo, Tisha y Negra temían tanto del centauro como sus dueños, que montaban sobre ellos sudando y temblando de miedo. A la vez sentían una gran emoción, pues nunca antes habían participado en alguna persecución a caballo.

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Sus caballos iban a todo lo que podían sus delgadas, pero fuertes y ágiles patas, arrollando todo a su paso. Los chicos a penas si hablaban, sólo se preocupaban en correr rápido y no separarse. Sentían como el aire frío les azotaba contra las mejillas y el rostro empapado de sudor. Siguieron corriendo hasta que de pronto, Andrea que iba delante se detuvo de golpe. Sus amigos también se detuvieron detrás de ella. La princesa de Rubí se quedó un rato en silencio escuchando los sonidos del bosque que ya estaba atardeciendo. Ya no sé escuchaba nada…Sólo el ruido de algunos animales y la respiración jadeante y cansada de los niños. -Ya no nos sigue-determinó Andrea-No hay ninguna vibración en la tierra, y las aves están calmadas. -¡Uf! ¡Escapamos!-exclamó George desplomándose en la silla de su caballo. -Sólo por un pelo-comentó Ricardo. -¿Ahora que haremos?-preguntó Paulina jadeante y preocupada. -No lo sé-respondió George. -¿Creen que nos falte poco para acabar de cruzar el bosque?-preguntó Ricardo esta vez. Sus amigos se encogieron de hombros. Cabalgaron unas horas más con la cabeza gacha y lentamente, pues sus caballos estaban muy cansados. El sol dio paso a la luna, el cielo rojo se volvió azul oscuro, el día dio pasó a la noche. -¡Veo luces! ¡Ahí adelante!-gritó de repente Paulina, asustando a todos sus amigos. George hasta cayó del caballo por la impresión. Los chicos alzaron la mirada y vieron entre los árboles, las luces que Paulina mencionaba. -¡Vamos!-gritó Andrea y espoleó a Tisha para que galopara a la luces. Era un alivio ver luces entre tanta oscuridad que los rodeaba en el tenebroso bosque. Sus amigos la siguieron felices, aliviados y curiosos. De repente, después de quitar un enorme arbusto que tapaba la vista, ante ellos fue apareciendo una espléndida ciudad. Era muy diferente a la de Adrián, ésta nueva ciudad estaba llena de color y todas las casas eran diferentes. Por lo que parecía la ciudad estaba construida en la parte del bosque, en donde los árboles eran frondosos y muy altos, para que la cuidad estuviera escondida a ojos curiosos, como los suyos en ese momento. Se les hizo raro ver, que la mayoría de las casas estaban construidas en lo alto de los árboles, y no sólo eso, casi todas parecían ser parte de los árboles en donde estaban. En el fondo de la ciudad, estaba erigido el castillo más hermoso que los chicos hubieran visto jamás. El castillo estaba adornado con flores blancas y era de color azul cielo. Sus torres llegaban hasta la copa de los árboles, y algunas de estas eran árboles enormes y anchos. En la aldea, se veían personas haciendo sus quehaceres todavía. Los chicos no las distinguían bien porque ellos estaban en una 96

colina y la aldea estaba abajo, sumida entre los árboles. George hizo que Negra saltará al sendero de hermosas y brillantes piedras que guiaba a la aldea. Lo siguieron Andrea, Ricardo y Paulina y decidieron ponerse sus capas para que no causaran sorpresa al entrar a la ciudad. Entraron preparándose para cualquier tipo de bienvenida que les esperará. La gente no se impresionó ni se extrañó, ante la súbita llegada de esos extraños con capas, a su hermosa ciudad, es más, nadie les prestó atención, nadie ni siquiera los miró. Los niños pudieron caminar libremente por la entrada de la aldea, sin sentirse incómodos por las acostumbradas miradas. Los chicos vieron como un niño pequeño tropezó y cayó de boca a los pies de Paulina. Ella lo ayudó a levantarse y cuando el pequeño estuvo de pie, la princesa le acarició dulcemente su cabello castaño y liso. Él le sonrió en forma de agradecimiento y corrió hacia donde estaban sus amigos. Fue entonces cuando los chicos se percataron de que en su espalda tenía dos especies de alas, de color azul claro, casi transparentes; y muy delgadas y delicadas, como si hubieran sido del cristal más fino. Los cuatro amigos quedaron estupefactos. -¿Qué son ellos en verdad?-preguntó Andrea señalando a todos los habitantes. ¡El resto de ellos también tenía alas! -¡Es increíble!-exclamó Paulina. -¡Fantástico!-aplaudió Andrea. -Interesante-terció George imitando a Ricardo, que se había quedado con la boca abierta para decir esa misma palabra. Paulina, George y Andrea reventaron en carcajadas. Ricardo, como siempre, los ignoró y siguió observando cada detalle de la aldea con mucha atención. Se dio cuenta de que había unos pequeños insectos que volaban por todas partes…De repente uno de ellos se le acercó y Ricardo ahogó un grito sorprendido. Eran personas, personas pequeñitas… ¡personas diminutas! Parpadeó varias veces como si creyera que sus ojos estuvieran mal. La personita que se había acercado a él, se acercó aún más, tanto que la criatura, que vestía de verde y calzaba unos chistosos zapatos del mismo color chillón del resto de su cuerpo, tocó su afilada y blanca nariz. A Ricardo le pareció que de su boca miniatura salía una risa juguetona, luego se alejó volando rápidamente. Pero antes de que se fuera, al príncipe le pareció que señalaba a un lugar delante de él. Ricardo miró hacia ese lugar, y con toda calma vio como unas de esas criaturas de extrañas, vestidas de uniformes, se acercaban a ellos con paso decidido y valiente. Soldados. -Maldición-susurró Ricardo y se dirigió con voz severa y seria a sus amigos- Dejen de burlarse y prepárense para una desagradable bienvenida. Al oír esto, los chicos dejaron de reírse, hasta sus sonrisas de oreja a oreja desaparecieron veloces. Concentraron sus poderes, listos ahora así por si había algún problema. Ricardo bajo de Bimbo y agarró el mango de sus espada como si

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recargará su mano en su cadera. Los soldados llegaron hasta ellos y preguntaron al unísono: -¿Quiénes son ustedes?-preguntaron con voz fuerte. Los chicos se vieron entre sí. -Mi nombre es Ricardo-respondió él- ellos son George, Paulina y Andrea-como siempre, omitieron los apellidos, de todas formas, sus apellidos en esa guerra no valían mucho…sólo su seguridad. -¿Qué hacen aquí?-volvieron a preguntar. -Hemos estado viajando, vamos a Rubí-respondió Ricardo (Era mejor que el hablará, porque era el más sensato y sabía que decir y que no decir)-pero nos ganó la noche y estábamos buscando refugio, cuando encontramos esta ciudad. Los soldados parecieron no creerle nada a Ricardo. -¿De dónde vienen? Paulina, George y Andrea ya estaban cansados de no participar en la plática. -De Diamante-volvió a contestar Ricardo. -Vengan con nosotros-ordenaron los soldados. -¿Y si no queremos?-soltó George cansado de tantas preguntas, y de que ahora los obligarán a ir con ellos. -No tienen alternativa-respondió el que parecía ser el líder. Los chicos miraron severamente a George por su incompetencia. Dos soldados tomaron de los brazos a cada uno de los chicos. -¡Suéltennos!-exclamó Andrea retorciéndose para que la soltaran. -Andrea, no pongas resistencia-le susurró Ricardo-No sabemos que nos pueden hacer. -Sí, y ellos tampoco saben que podemos hacer nosotros…-replicó. Los chicos avanzaron de mala gana, detrás del soldado líder por una calle muy ancha y llena de establecimientos. -¿En que nos metimos ahora?-murmuró para sí Paulina. Yo le contestaré esa pregunta. Se metieron en algo muy grave... 98

Los soldados los llevaron hasta los jardines del castillo que al igual que el castillo estaban hermosos. Luego entraron al castillo y los guiaron a una enorme sala, en la cual había muchos retratos de hombres y mujeres con esas singulares alas en sus espaldas. Pero el retrato que más les llamó la atención fue el más grande y que estaba junto a tres tronos. En el cuadro estaban dibujadas dos hermosas jóvenes, una de cabello rubio y lacio, con los ojos color café claro, de mediana estatura y vestida con un vestido de color rosa claro con flores en el. La otro chica, tenía el cabello negro azabache y rizado, los ojos color miel y llevaba puesto un vestido de color azul claro con flores en el también. Las dos chicas se parecían mucho y tenían la misma nariz refinada y bonita, y los ojos un poco rasgados. Ellas estaban en un jardín fabuloso lleno de flores y mariposas. La de cabellos negros estaba de pie, y junto a ella pero sentada en el pasto con elegancia estaba la rubia. -¿Quiénes serán ellas?-preguntó George con la boca abierta. -Que importa-replicó Andrea observando toda la sala. -¿Ricardo, sabes algo sobre estos seres?-preguntó Paulina, mirando los otros recuadros. Ella se volvió a ver a su amigo que estaba igual de atónito que George. Tenía la boca y los ojos muy abiertos, puestos en las bellas doncellas del cuadro. Se preguntaba si serían de su tamaño… -¡Ricardo!-exclamó Paulina sorprendida, porque nunca lo había visto así. -¿Qué dijiste?-preguntó Ricardo recuperando su postura normal y dándole un codazo a George que hizo trato de hacer lo mismo, pero no había mucha diferencia entre su postura normal y la que tenía en esos momentos. -Olvídenlo-dijo Andrea molesta. De repente, las puertas de la sala se volvieron a abrir y sonaron unas trompetas: -¡Las princesas María María y Valeria y su corte!-se oyó entre la multitud que entraba a la sala. Los soldados que estaban detrás de los chicos les dieron un puntapie a cada un en el tobillo y esto hizo que los chicos cayeran de rodillas ante los tronos de espaldas a las puertas por las que entraban como cincuenta de esas criaturas extrañas, pero hermosas que habitaban la aldea. Los cuatro amigos trataron de alzar la mirada para ver a las dichas princesas, pero cuando trataron de hacerlo, los soldados les golpearon la cabeza y así se dieron cuenta de que si desobedecían a los nuevos seres que tenían delante, les iría mal. -Deberían de tener más respeto por sus visitantes-comentó Andrea cuando se dio cuenta de que las dos princesas ya estaban delante de ellos. Veían sus vestidos y las delicadas zapatillas que usaban: un par de zapatillas azules 99

y el vestido azul y el otro par de zapatillas rosas y el vestido de ese mismo color. El soldado que estaba detrás de Andrea, la golpeó en la espalda y ella calló de boca al piso, si poder detener su caída. Ricardo, lleno de ira, estuvo a punto de volverse y de disparar un chorro de agua contra sus agresores, pero George se lo impidió. -No te muevas- le ordenó en un susurró. Andrea se arrodilló junto a Paulina y no se movió más, por miedo a que le hicieran algo peor, pero también su coraje se iba incrementando y pronto explotaría. -¿Quiénes son ustedes?-preguntó una de las princesas. -Mi nombre es George-dijo él con los dientes apretados- ellos son Ricardo, Paulina y Andrea. -¿Qué hacen aquí?-preguntó la otra princesa. -Nos perdimos-contestó Paulina harta de que fueran las mismas preguntas, y las mismas respuestas. -¿De dónde vienen?-preguntó la primera princesa. -De Diamante-gimió Andrea, aún le dolía la espalda. -¿A dónde van?-preguntó la segunda princesa. -A Rubí-respondió Ricardo. -¿Para...?-pero interrumpieron a la chica. -Valeria y María María, no es necesario interrogarlos hasta todo de ellos saber,-riñó severamente la voz de un anciano que acababa de llegar-la verdad descubriremos con sólo ver... -¡Sí, debemos ver que obviamente son espías de los centauros!-exclamó la segunda chica indignada, pero hablaba con respeto. -Su majestad, no somos tal cosa-le aseguró Ricardo alzando el rostro. En ese momento, el chico se dio cuenta de que Valeria era la chica de cabellos dorados en el retrato y que María María era la de cabello negro y chino. Valeria se había sorprendido al ver por primera vez el rostro de Ricardo, pero nadie se percató de ello. Para ella, Ricardo era muy apuesto. -Es cierto, de hecho los centauros nos persiguieron-dijo George alzando la cabeza. A María María le paso lo mismo al ver a George. -Entonces, Díganme la verdad-ordenó con amabilidad el anciano rey- ¿Quiénes son en realidad? 100

-Bueno, su alteza-empezó Andrea levantándose-Como George dijo, nosotros somos Andrea, George, Paulina y Ricardo. -Pero no sólo eso- continuó Paulina poniéndose de pie junto a su amiga-Andrea es princesa de Rubí, Ricardo es príncipe de Diamante y yo soy princesa de EsmeraldaUn silencio llenó toda la sala. Parecía que ahí sus apellidos los salvaron en lugar de ponerlos en peligro. -¿Son en verdad los herederos al trono?-preguntó Valeria atónita y con los ojos como platos. -Sí, y pedimos que nos dejen en libertad ahora-contestó Ricardo levantándose junto a Andrea, y hablaba en serio porque su rostro se había vuelto duro. -Porque el mundo allá fuera está en peligro-afirmó George y se puso de pie entre Paulina y Ricardo. -Y sobre nosotros cae la responsabilidad de que el mundo este a salvo-rugieron todos al unísono firmemente. De repente, como por arte de magia, todos en la sala comenzaron a arrodillarse, empezando por el anciano rey. Valeria y María María no se habían dado cuenta y cuando todos lo hicieron, ellas también se arrodillaron antes los niños. Entonces el rey se puso de pie y dijo solemnemente: -¡Parece que estos muchachos tienen mucha valentía!-exclamó-Lo veo en sus ojos llenos de sabiduría, lo oigo en sus palabras fuertes, y lo leo en sus rostros firmes. Todos escucharon con atención y respeto las palabras del viejo rey. Los chicos estaban sonrojados. -Y sepan que oí decir esto a mi padre cuando estaba en mi tierna edad-dijo el reyEn un cuento que hasta ahora pensé no era realidad. Valeria y María María parecieron ser las únicas en entender lo que decía el rey. -¡Ellos son los elegidos!-exclamaron Valeria y María María poniéndose de pie de un salto. -Así es. Seguro están hambrientos y cansados-dijo el rey sonriéndole a los cuatro amigos-Un honor para mi será satisfacer sus corazones y cuerpos apesadumbrados. Se abrieron las puertas de la sala y el rey y las princesas los guiaron hasta el comedor. Éste era enorme y estaba decorado muy bien como todo el castillo. Se sentaron en las sillas de madera talladas finamente, vacilando. El resto de la corte no los siguió para su alivio, sino que se esparcieron por todo el castillo, y

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seguro que también por toda la aldea para dar la buena noticia: los elegidos, estaban ahí. María María, Valeria y el rey también se sentaron. Mientras que María María y Valeria pedían la comida, el rey se dirigió a los chicos y les dijo: -Discúlpennos, por la desagradable bienvenida que mis hijas y mis soldados les han dado, les aseguro que no lo tenían bien pensado-y luego añadió- Mi nombre es Eduardo Klin, rey de las hadas. -Mucho gusto, su Majestad-dijo Paulina educadamente como si lo acabará de conocer. Sus amigos asintieron, estando de acuerdo con ella. Después de todo, el anciano y sabio rey era el que los había salvado. -Y gracias, por salvarnos de más preguntas-comentó George aliviado. El rey empezó a reír, tanto que María María y Valeria se le quedaron viendo sorprendidas. -Lo siento. Mucho tiempo ha pasado ya sin dejar salir mi risa al viento-sonrió mirando a George. -Uff, señor, con George, todo el tiempo uno ríe-dijo Andrea mirando a su amigo y le guiñó un ojo, picarona. -De eso me he dado cuenta ya, jovencita. Estaremos felices de tenerlo aquí, con tal de escuchar una que otra risita -le aseguró el rey-¿De dónde vienes, muchacho?-le preguntó a George. -De Esmeralda, su alteza-respondió George. Tuvieron que dejar la conversación para después, porque llegó la comida y Paulina, Andrea, Ricardo y George, estaban muy hambrientos. Cuando acabaron de comer, el rey reinició la plática. -Me podrían decir...-comenzó el rey-¿Saben cuáles son los planes de Lois a seguir? -¿Sabe lo de Lois?-preguntó Andrea extrañada y sorprendida al mismo tiempo. -Andrea, recuerda que Lois ha reencarnado y que la historia se esta repitiendo-le recordó Ricardo. -No sólo eso-por primera vez desde que estaban en la sala, María María habló. -Mi hermana tiene razón-le siguió Valeria que también había estado callada- El brujo Ozil nos lo mencionó, antes de morir. -¿Ozil? ¿Conocen a Ozil?- preguntó George extrañado y asustado. ¿Cómo era posible que aquellas dos hermosas y jóvenes niñas hubieran conocido a Ozil?

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-Mis hijas quieren decir, que Ozil lo mencionó a nuestros antepasados al morircontestó el viejo rey, que tan anciano estaba que a los chicos no les hubiera extrañado que él si lo hubiera conocid0. -Ya entiendo- dijo Ricardo pensativo. -Yo no. ¿Por qué a ustedes les dijo y a nuestros reinos no les comentó nada?preguntó Paulina que no pudo contener la curiosidad y la envidia-Sólo nos dejo un testamento, que seguro nadie se dio cuenta de su existencia. El rey pareció incomodarse con esa pregunta, se revolvió en su asiento y cruzó las manos sobre la mesa. -La verdad tiene que salir a la luz después de tantos años, luego de haberse quedado escondida en los entrepaños-suspiró el viejo rey con sus rimas. A George le costaba seguirlo-El brujo Ozil anunciarlo nos encargó, pero el miedo nos cegó. Espantosa noticia ese día a nuestros oídos llegó. La raza de los centauros al Claro Mágico deseó. -¿El Claro Mágico?-repitió Andrea-¿Qué es eso? -Pues, como lo dice su nombre es un claro-comenzó el rey- pero no uno común y corriente, no, es sagrado. Es ahí donde, está El Lago de los Espíritus. Los árboles más viejos y sabios resguardan el claro, las flores más hermosas crecen ahí. Y los animales conversan en paz, como si todos fueran amigos y se hubieran olvidado de la cadena alimenticia. -Ay, ya me duele la cabeza-admitió George mareado. -¿Cuál es ese lago?-preguntó Paulina ignorándolo. -Es un pequeño lago, que está en el centro del claro y del mismo yacimiento nace el río Zafiro-respondió Valeria. -Se dice que ahí viven los espíritus más fuertes, sabios y viejos del mundo-contestó Maria. -¿Cómo saben todo eso?-preguntó Andrea confundida. -Esa es otra historia que ni siquiera nosotros conocemos-respondió el rey. -Y, ¿para qué querrían los centauros el claro?-preguntó George. -¡Muchacho! ¿Qué no has puesto atención?-exclamó el rey. Paulina, Ricardo y Andrea sonrieron. Típico de George. -Sí, pero ¿por qué es sagrado?

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-Porque se dice que el que logre traspasar las enredaderas mágicas que cercan todo el claro y que pueda convencer a los árboles que lo dejen pasar, podrá hablar con los espíritus y bañarse en el lago. -¿Qué tiene de importante eso?-preguntó Paulina. -Que con eso la persona se hará más fuerte y sabia...-contestaron Valeria y Maria al unísono. Los chicos meditaron por un minuto y luego a todos se le ocurrió algo. -Señor, Su majestad...-empezó Paulina tratando de encontrar las palabras exactas para lo que quería decir. -Sí no me equivoco, creemos que...-le siguió Ricardo pero no pudo terminar. -Que lo que mencionó sobre que los centauros querían quedarse con el claro...terció Andrea sin poder terminar. -Podría ser un rumor-finalizó George. El rey pareció sorprendido, pero la verdad es que pensó que los chicos tenían toda la razón. (Una nota rápida: ¿No les ha pasado que les llega un rumor de que su mejor amigo o amiga habló mal de ustedes y de tan enojados que están dejan de hablarle esa persona pero al final resuelta que el rumor fue un mentira? A mí sí. Una vez una personita, que no voy a mencionar su nombre, me dijo que mi mejor amiga Andrea, me había criticado horrible, pero yo pensé: por favor, ¿Andrea criticándome? ¡Imposible!) Regresando a la historia... -¿Por qué dicen eso?-exclamó Valeria levantándose enojada. -¿Acaso están de lado de los centauros?-gritó histérica Maria. -No, para nada-se apresuró a decir Ricardo-Es sólo que yo prefiero no creer hasta no ver. -Es cierto que tal sí los querían poner en contra para que se destruyeran mutuamente-opinó George. -No saben, ¿quién fue el que avisó a sus antepasados?-preguntó Andrea. -Eso ya no importa-la interrumpió Paulina- Lo que importa aquí es reconciliarlos. -¿Reconciliarnos?-preguntó Maria y Valeria. Pero no pudieron seguir conversando porque a la habitación entró un criado con semblante de miedo en su cara. Cuando hubo hecho una reverencia, empezó a

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gritar desesperado mientras que sus piernas temblaban. -¡Su Majestad! ¡Los centauros se acercan! ¡Vienen armados y creemos que con intenciones de pelea! Los chicos se miraron entre sí. -¿Qué?-preguntó Valeria. -No lo puedo creer-susurró Paulina asustado- Vienen tras de mí. -No es tu culpa, tranquila estaremos bien- le murmuró George y la abrazó. El rey daba ordenes como loco, mientras que los chicos pensaban que hacer. Más criados habían llegado trayendo nuevas noticias. -¡Avise al ejército! ¡Que estén listos para la batalla! ¡Ordenen a la gente que entren al refugio del castillo! ¡Recluten más hombres si no son suficientes! Todos los criados salieron de la habitación corriendo. El rey sudando se volvió hacia los niños. -Valeria y Maria, quiero que sepan que las quiero muchísimo al igual que a este pueblo, y por ello voy a pelear en esta batalla-anunció el rey. -Pero, padre, no puedes hacerlo-dijo Maria atónita. -Maria tiene razón, ¡estas muy débil!- exclamó Valeria. -Tengo que hacerlo-dijo el rey y abrazó a sus hijas. Al ver esto Paulina, Ricardo, George y Andrea reaccionaron. Aun que acababan de conocer a Valeria y a Maria, y aun que ellas los habían tratado muy mal, no querían que sintieran el mismo dolor que ellos al perder a sus padres. Era espantoso. -¡No, Su Majestad!-exclamó Andrea con lágrimas en los ojos. -¡No se lo vamos a permitir!-gritó Paulina sollozando. -Nosotros vamos a pelear por usted-aseguró Ricardo. -Exacto, no dejaremos que sus hijas sufran lo mismo que nosotros estamos sufriendo-terminó George y se levantó de su silla seguido de sus amigos. -Pero no pueden hacer eso, el pueblo es mí obligación-dijo el rey sorprendido. -Por eso mismo no debe morir-le informó Ricardo con una sonrisa pícara. -Y se quedará aquí a salvo-le ordenó Paulina.

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-A nosotros no nos pasará nada- aseguró Andrea. -¿Nos da su palabra?-preguntó George. El rey los miró atónito y luego miró a sus hijas que estaban llorando, pero a la vez tan impresionadas como su padre. -Bueno-aceptó el rey- Les doy mi palabra. Valeria y Maria sonrieron y abrazaron a su padre. -Que su Dios los bendiga-se despidió el rey, mientras que los chicos salían por la puerta y corrían hacia donde estaban la entrada de la aldea.

20 Promesas. C uando salieron de los jardines del castillo y entraron en la aldea, se dieron cuenta de que todo era un caos total. Las personas corrían al castillo gritando y cuando entraban se sentían más seguros. El ejército estaba formado en líneas mientras que el general les daba órdenes. Las casas estaban vacías. Los chicos fueron hasta el general. -Señor, ¿nos puede decir la ubicación de los centauros?-preguntó Ricardo tratando de ser lo más amable posible. El general reventó en carcajadas. Y sus soldados lo siguieron. Andrea y George se sintieron ofendidos, y les hubiera gustado enseñarle sus poderes al general para que piense antes de actuar. Ricardo y Paulina esperaron con paciencia hasta que el general guardo silencio. 106

-¿Ya se rió lo suficiente, señor?-preguntó Paulina. El general la miró sorprendida. -Por favor, muchachos, váyanse al refugio, sus padres estarán preocupados- ordenó haciendo un gesto raro con la mano. Ricardo se acercó al general y lo fulminó con sus ojos azules. -¿Le parece que somos como usted?- con esa pregunta Ricardo se refería a dos cosas: ¿El general los creía tan cobardes como para ir corriendo con sus padres, como seguro el general lo había hecho alguna vez? ¿Tan estúpido era el general como para no darse cuenta que los chicos no era hadas como él? -Niño insolente-se limitó a decir. Ricardo sonrió y él y sus amigos se volvieron. Así el general pudo saber que ellos no eran hadas. -¿Ustedes son los extranjeros? ¿Los herederos?-preguntó casi sin poder hablar. -Correcto- contestó Ricardo. El general hizo una reverencia. -Lo siento, señor, no sabía que eran ustedes-tartamudeó-Mi nombre es Manuel. -Descuide-dijo Ricardo- Ahora si fuera tan amable, me podría decir, ¿dónde se encuentran los centauros? -Hicieron un campamento a un kilómetro de aquí-respondió Manuel- se están preparando para la batalla. -¿Saben que estamos al tanto de su ataque?-preguntó George. -No, señor-contestó Manuel. George se rascó la barbilla y Ricardo lo miró. Lo tomó por un brazo y se lo llevó lejos del general. -¿Qué tienes?-preguntó Ricardo ansioso. George bajo la cabeza y cerró los ojos, mientras que Ricardo miraba nervioso al general. -Un plan... Ricardo se volvió a George y vio una sonrisa dibujada en el rostro de su amigo. -¿Y?-preguntó Ricardo desesperado. 107

-¡Andrea, Paulina acérquense!-las llamó George. Ellas llegaron corriendo rápidamente. -¿Qué paso?-preguntó Andrea poniendo sus manos sobre su cintura. -Ricardo ¿Cuál es el plan?-preguntó Paulina mirando a su amigo. -Yo no tengo ninguno, George sí-señaló Ricardo. -¿Y bien?-preguntó Andrea algo asombrada. El general los llamó: -Muchachos, podrían venir, vamos a partir. -Este es el plan-anunció George y todos le pusieron atención- Andrea, ¿estás dispuesta a ser la carnada para los centauros?-Andrea asintió-Bien, entonces haz que el ejército te siga. Mientras, Ricardo y Paulina entrarán al campamento de los centauros y yo los ayudaré a que nadie los vea hasta que lleguen a la carpa del líder. Ustedes, le dirán la verdadera razón por la que las hadas siempre los atacaban, son buenos dialogando y lo lograrán lo sé. Mientras tanto tú, Andrea, localiza a Ozil, infórmale por más o menos donde te encuentras y dile que me encuentre y me diga lo que tu le has dicho, entonces yo regresaré aquí, e iré a apoyarte junto con el ejército. Paulina, Ricardo y Andrea estaban sorprendidos. Era un plan muy bueno. -¡George, eso está perfecto!-exclamó Paulina. -Cada detalle planeado-dijo orgullosamente George. -Cierto-lo apoyó Ricardo. -Entonces, manos a la obra-exclamó Andrea. Se dirigieron a donde estaba el general. Y mientras George le decía su plan, sus amigos se alistaban ansiosos. George se junto con ellos con las espaldas a la aldea, que cada vez se veía más oscura, porque la noche ya había caído en el bosque y con los ojos puestos en los árboles Ricardo dijo: -Prométanme, que no importa lo que pase, siempre estaremos juntos y que ninguno de nosotros morirá esta noche... No sabían que era lo que iba a pasar realmente, pero estaban seguros de que su destino aún no estaba escrito y que a pesar de todo, se querían mucho entre ellos. -Se los prometo... 108

-Se los prometo... -Se los prometo... -Se los prometo...

21 Una Conversación Larga, Una Batalla Interminable, Sólo Cuatro Niños.

L

os cuatro amigos, se adentraron en la oscuridad del bosque. Después de caminar diez minutos por el bosque, distinguieron entre las sombras de los árboles unas luces, que supusieron eran de las fogatas del campamento de los centauros y no se equivocaban. Se acercaron lo máximo posible y George y Andrea que eran los primeros pudieron ver dos carpas muy cerca de los árboles en los que ellos estaban escondidos. También vieron seis centauros echados alrededor de una fogata grande. -¿Ese es el gran ejército?-preguntó Andrea extrañada. George negó con la cabeza. -Deben de haber más-murmuró. -Andrea súbete a un árbol y dinos si hay más-ordenó Ricardo que ya podía ver a los seis centauros. Pero no resultó tan fácil porque, cuando, Andrea pisó una rama seca, está se partió en cachitos haciendo un ruido algo estridente. 109

George se volvió a ver a los centauros. Ellos sí habían escuchado el ruido, y se habían levantado aferrando sus arcos con fuerza, listos para disparar. George se percató que ya no eran seis centauros si no cinco, ¡habían mandado a uno a avisarle al resto del ejército! Ricardo también se dio cuenta y soltó una maldición. -¿Ahora qué haremos?-preguntó Paulina escalando otro árbol que estaba cerca. -Tu plan se descompuso-susurró Ricardo ignorando a Paulina. -No, al contrario, será más fácil-sonrió George y subió al árbol con Andrea. Ricardo extrañado y con el ceño fruncido, se volvió a los centauros, estos ya estaban sólo a unos cuantos pasos de donde él estaba, así que escaló por árbol en donde estaba Paulina y se sentó junto a ella. Mientras tanto George, le daba instrucciones a Andrea. -Un centauro acaba de ir a avisarle a todo el ejército que se reuniera aquí así que ahora va a ser mucho más fácil, ¿entiendes lo que digo?-le indicó George. -Sí-contestó secamente Andrea. Andrea, pocas veces tenía miedo, y esa ocasión era una de esas veces. Temía no ser lo suficientemente ágil y astuta para llevarse a todo el ejército lejos, pero si era por el destino de la humanidad, no tenía otra opción, mas que hacerlo. -¿Andrea, me estas escuchando?-preguntó George haciéndole señas Andrea que seguía sumergida en sus pensamientos. -¿Qué dijiste?-preguntó Andrea desorientada. George hizo una mueca como de reproche pero luego, volvió a explicarle a Andrea lo que tenía que hacer. -Cuando todo el ejército esté reunido enfrente de estos árboles, tu bajas del árbol y encuentra la forma de que te sigan sin verte, ¿ya captaste?-preguntó George. -Sí-volvió a contestar Andrea. George se movió un poco para poder ver en donde estaba el ejército. Mientras que Andrea apretaba los puños pensando en como iba a hacer para que la siguieran. -Ya está todo reunido-anunció George- ¿Estas lista? Andrea saltó del árbol en forma de aprobación y cayó en el suelo casi sin ruido. Antes de levantarse, vio una piedra junto a su mano derecha. ¡Sí! Ya sabía como hacerle para que la siguieran. Tomó la piedra y la aventó lo más fuerte que pudo hacia donde creyó estaba el ejército. Un momento después se escuchó un “Auch” de parte de alguno de los centauros. Andrea, viendo que su plan funcionó, cogió otra piedra y la volvió a lanzar. La

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piedra cayó en otro centauro. Y otra vez se escuchó otra palabra de dolor. Andrea, divertida, aventó más piedras y más piedras, al tiempo en que los soldados centauros se quejaban. Los centauros ya hartos empezaron a avanzar al tiempo en que Andrea retrocedía, sin embargo, ella no dejaba de lanzar piedras. Los centauros ya en lugar de caminar empezaron a correr, y por fin se internaron en el bosque siguiendo el rastro de piedras que Andrea lanzaba. Un rato después, George, Paulina y Ricardo viendo que ya no quedaba ningún centauro, bajaron de los árboles en los cuales estaban escondidos y entraron en el campamento. Las fogatas ya estaban apagadas. Ya no había luz en casi ninguna carpa. Sólo una tenía luz. Y supongo que ya se imaginarán de quién era esa carpa. Si aún no lo saben, les daré una pista. La carpa era la más grande y tenía dos guardias a los lados de la entrada. George, escondido junto con Paulina y Ricardo en una carpa cercana, empezó a formar unas figuras extrañas con arena. Después de unos segundos, Paulina y Ricardo se dieron cuenta de que eran muñecos de arena en forma de hadas. Eso haría que los guardias de la carpa de Adrián, siguieran a las “hadas” al bosque y les dejarían la entrada libre. Así fue. Cuando los guardias habían desaparecido, George les dijo a sus amigos: -Ahora todo lo demás queda en sus manos, yo tengo que irme a ayudar a Andrealuego añadió-Hagan lo posible para que crea en nuestra versión de la historia. Les dio un abrazo a sus amigos y se fue corriendo de regreso a la ciudad de las hadas. Ricardo y Paulina, se prepararon mentalmente antes de entrar a la carpa. Ricardo fue el primero en entrar. Adentro de la carpa estaba sentado Adrián tan imponente, fuerte y grande como siempre, ya entendían porque era el líder de los centauros. Adrián estaba tomando algo en una taza, y tenía la cabeza en el líquido, así que cuando Ricardo y Paulina entraron, aún no se daba cuenta de quienes era sus nuevos visitantes. -¿Qué ocurre?-preguntó Adrián sin levantar la mirada. -¿Qué ocurre? Es una pregunta muy tonta- afirmó Ricardo molesto. Al oír esto el centauro alzó la mirada y cuando se dio cuenta de quienes eran en verdad, le lanzó una mirada de ira. -¿Qué hacen ustedes aquí?-bramó haciendo una mueca de odio. -Queremos hablar con usted, en paz-contestó Paulina sentándose en el suelo de la carpa. -Yo no habló con alguien que me lastima-replicó Adrián mal humorado. -Por eso es que nunca se arreglan los problemas con los centauros-repuso Paulina. Adrián pareció darse cuenta de que Paulina tenía razón y la miró a los ojos. 111

-¿De qué quieren hablar?-preguntó. -Sobre su problema con las hadas-respondió Ricardo, temiendo que en cualquier momento el centauro los atacará. -Esos malditos seres, han hecho mucho mal a nuestro pueblo, las odiamos, ellas nos atacaron primero sin que nosotros las agrediéramos antes-explicó Adrián tratando de controlarse. -¿Y nunca trataron de saber porqué estaban molestos con ustedes?-preguntó Paulina. Adrián negó con la cabeza como un niño reprimido. Paulina cruzó lo brazos, iba a ser una noche larga... Mientras tanto, con menos suerte, Andrea corría por el bosque aventando piedras hacia atrás, seguida de cien centauros más o menos. Mientras corría, sacó la bola de alma de Ozil y lo llamó gritando. -¿Qué pasó? ¡Por qué tanto escándalo!-preguntó Ozil preocupado. -Estoy corriendo por el bosque seguida de cien soldados centauros, ¿se te hace una buena razón para gritar?-preguntó Andrea irónicamente. -¿Y qué quieres que haga?-preguntó Ozil. -Contacta a George y dile que estoy corriendo más o menos a veinte metros alrededor del campamento-contestó Andrea jadeante. -Pero... -¡Hazlo!-gritó enfadada Andrea. -Que carácter-dijo y desconectó el contacto. -George llega pronto, por favor-murmuró para sí Andrea. En la ciudad de las hadas, George esperaba las ordenes de Andrea, con el ejército ansioso a sus espaldas. De repente, George oyó una voz que provenía de debajo de su camisa. Sacó el pedazo de alma y escuchó con mayor claridad la voz de Ozil. -Muchacho, no se que están haciendo, pero más les vale que ninguno de ustedes salga herido-lo amenazó Ozil- Ahora, Andrea me dijo que te dijera que estaba dando vueltas más o menos a veinte metros del campamento. -Entendido, Gracias-dijo George orgulloso de que su plan estuviera funcionando a la perfección. -¿Me puedes explicar lo que está ocurriendo?-preguntó Ozil. 112

-Ahora no hay tiempo-se despidió George y cortó el contacto con Ozil. George empezó a darle ordenes al ejército como si ya estuviera a su cargo, pero se detuvo cuando vio la cara de reproche de Manuel. Entonces, mejor se lo explicó todo al general, y éste a sus soldados. Así que pronto estuvieron en marcha para ayudar a Andrea. Mientras tanto en la carpa de Adrián, Paulina y Ricardo le contaban la verdadera historia. -Lo que pasó en verdad es que,-comenzó Paulina-a la hadas les llegó un rumor de que como Ozil había muerto, ustedes iban a quedarse con El Claro Mágico. Adrián se indignó y frunció el ceño. -Nunca haríamos eso-admitió-El Claro Mágico es de todos. Sirve para la paz. -Pues, esta vez, sirvió para otra cosa-repuso Ricardo- Lo que me trae como loco es : ¿Quién querría poner en contra a los dos bandos? -Lo mismo me pregunto yo-le siguió el centauro. -Eso no es lo importante-repitió Paulina-Señor, tiene que detener a su ejército. Le prometo que las hadas les pedirán perdón, pero depende de ustedes perdonarlas y si no lo hacen seguirían en guerra. -Sí, por está guerra nosotros no nos pudimos poner al corriente sobre el sueño de Ozil, antes de que Paulina lo soñará, pero aún así Lois raptó a nuestros padresinformó Ricardo seriamente. Adrián parecía haberse puesto de buen humor de nuevo, y se veía más gentil y amable que antes. También, los chicos creyeron que estaba a punto de retroceder su plan. -Podrían hacer como nosotros, los humanos, que firmamos un tratado y definitivamente ya estamos en paz-le aseguró Paulina. Adrián suspiró. Paulina y Ricardo estaban desesperados, ¡era muy terco! -Pero eso no va a reponer el daño que nos causaron-replicó enfadado-Destruyeron nuestro pueblo más de una vez, y con eso también mataron muchos centauros. -Seguro que ustedes hicieron lo mismo-repuso Paulina. Adrián medio recapacitó. -Por su culpa yo perdí a mi esposa y a mis hijos...-murmuró Adrián y Paulina y Ricardo pudieron ver que unas lágrimas nublaban los ojos negros del centauro. 113

Paulina y Ricardo se miraron entre sí. ¿Qué tal si lo de Lois era sólo un rumor y ellos estaban a punto de atacarlo? No, no, no. Era diferente. Lois era muy malo y les había quitado a sus padres. De repente les vino una idea. -De casualidad, señor,¿vio morir a su esposa y a sus hijos?-preguntó Ricardo. Adrián lo miró esperanzado. -No -Y, ¿las hadas mataban a los centauros en sus caras?-preguntó Ricardo. -No, más bien muchos centauros desaparecieron, ni siquiera sus cuerpos los encontramos-dijo Adrián y Ricardo y Paulina se volvieron a mirar esperanzados¿Eso que tiene que ver? -Tiene mucho que ver, que tal sí sólo los raptaron, al igual que Lois a nuestros padres, no creo que las hadas hubieran sido tan crueles como para matar tantos centauros-informó Paulina-¿Ustedes que hicieron con las hadas que caían en sus manos? -Las encarcelábamos-dijo Adrián extrañado con las preguntas y luego supo a lo que se referían los chicos- ¿Ustedes creen que los centauros desaparecidos sigan vivos? -Podría ser-dijo Paulina. De los ojos de Adrián salieron unas lágrimas. -Sí, mi esposa y mis hijos están vivos...-comenzó a anunciar- Pediré disculpas a las hadas, y retiraré mis tropas. Paulina y Ricardo de la felicidad se levantaron de un salto. -¿Entonces por qué no nos acompaña a la ciudad de las hadas a saber la verdad?preguntó Paulina. Ricardo la vio sorprendido. Eso podría ser peligroso. Adrián pensó lo mismo, pero al final aceptó. Ricardo los siguió algo preocupado, tenía miedo de que pasará algo malo. Andrea pensaba lo mismo en esos momentos. Temía que no pudiera retener más al ejército para que no regresara al campamento o para que no se dirigiera a la ciudad de las hadas. Pero, cuando, sucedía lo peor que podía pasar para ella (que los centauros se dirigieran a la ciudad) se oyó enfrente de ella, muchos pasos, y al cabo de un minuto, Andrea pudo ver a George caminando decidido hacia ella. George al verla, corrió y la abrazó, contento de verla a salvo. Luego se la llevó junto al general, al frente de todo el ejército de las hadas. Todos esperaron a que el ejército de los centauros llegue y cuando eso pasó los centauros y las hadas se miraron con odio. La batalla iba a comenzar... 114

Ricardo, Paulina y Adrián llegaron a la ciudad sin ninguna dificultad. Paulina y Ricardo le ordenaron a Adrián que se quedará en la entrada de la ciudad y que ellos irían por su esposa y sus hijos. Los dos amigos corrieron lo más rápido que pudieron hacia el castillo. Cuando entraron un criado los recibió. -Guíanos a los calabozos, ¡Rápido!-ordenó Paulina. El criado lo guió hasta debajo del castillo y abrió una puerta de madera enorme que daba a los calabozos. Paulina y Ricardo entraron corriendo y empezaron a buscar en todos los calabozos. Hasta que de repente en uno, vieron paja n el suelo, pero no sólo eso, había tres figuras tan negras como Adrián tiradas en el suelo junto a la paja. Seguro ellos eran los centauros que buscaban. El criado llegó detrás corriendo. -¡Abre la puerta!-exclamó Paulina. Los centauros se despertaron por el grito. El criado obedeció y temeroso abrió la puerta. El centauro más grande, hembra, se puso delante de los chicos defendiendo a sus crías. Paulina la tranquilizó con palabras dulces: -Tranquila, estamos aquí para rescatarte, no te haremos daño- y como veía que eso no funcionaba añadió- Somos amigos de Adrián. Los ojos de la hembra, se dulcificaron y miraron a los chicos. -¿En serio han visto a Adrián?-preguntó con una voz dulce. -Sí y créame, que haría lo que sea por verla de nuevo-le aseguró Paulina. -Mi nombre es Paula-se presentó y luego sus dos hijos salieron de detrás de ella, los dos eran negros como su padre, uno era hembra, y el otro macho, eran del tamaño de Ricardo y Paulina- Ellos son mis hijos, Sofía y Gustavo. -Yo soy Paulina y el es Ricardo-dijo ella- No hay tiempo de explicaciones hay que salir de aquí ahora. Al oír esto los centauros salieron galopando, detrás de Paulina y Ricardo. Unos minutos después ya estaban cerca de la entrada de la ciudad. Los chicos estaban seguros de que Paula vio a Adrián en ese mismo instante, porque corrió a él seguida de Sofía y Ramón. Era una escena que pondría a llorar hasta al más valiente. Adrián al ver a su esposa y a sus hijos fue a su encuentro, cuando estuvieron juntos se abrazaron y se besaron. Ricardo y Paulina recordaron cuando sus padres llegaban de un largo viaje y los abrazaban y los besaban con tanto cariño como los centauros lo estaban haciendo en esos momentos. Los dos amigos derramaron algunas lágrimas, pero después recordaron que tenían que salvar a sus amigos. Cuando se dirigían al bosque, los cuatro centauros los alcanzaron y les indicaron que se subieran a los lomos de los 115

padres. Llegaron al lugar de la batalla, cuando ésta ya estaba comenzada desde mucho tiempo a tiempo atrás. Pero se alegraron al ver que nadie había muerto aún. -¿Qué haremos?-preguntó Ricardo viendo a todas partes, buscando a Andrea y a George. Paulina no le contestó, bajó del lomo de Paula y corrió al centro de la batalla. -¡Paulina!-oyó que Ricardo gritaba a sus espaldas, pero lo ignoró. Cuando llegó al centro de la batalla miró a los lados buscando a George y Andrea. Vio que estaban peleando contra unos centauros. Al ver que no estaban lastimados suspiró aliviada. Luego respiró muy hondo, y sin que nadie, ni siquiera yo, se lo esperara dio el mayor grito de su vida:

-¡¡¡ALTO!!! Todos, hadas, centauros, George y Andrea, todos se detuvieron, y miraron a Paulina impresionados.

-¡Basta! ¡Dejen de pelear!-gritó Paulina enojadísima- ¿Qué no se dan cuenta que tienen que estar unidos? ¿Qué no se dan cuenta que sin pelear se arreglan mejor las cosas? ¿Qué no se dan cuenta que si por ejemplo un centauro mata un hada, la familia de ese ser estará triste por el resto de su vida? ¿Y que si es al revés los centauros sufrirían también? ¿Qué no se dan cuenta que allá afuera, hay una situación peor y ustedes están aquí peleando como estúpidos? ¡A mí no me gusta el dolor! ¡No me gusta la guerra! ¡Y sin embargo tengo que presenciarla porque es mi deber! ¡A mí me eligieron! A ustedes no, ¡y desperdician su vida peleando por cosas tontas! ¡En la guerra nadie gana y todos sufren! ¡Así que dejen de pelear y dejen de sufrir! Paulina estaba llorando sin poder controlarlo. Pero no era un llanto de tristeza ni de felicidad. Era un llanto de ira, como ya lo dijo no le gustaba la guerra, y la verdad es que pienso igual que ella. Paulina pensaba que si por ella fuera prefería no pelear con Lois. Porque no le gustaba ver sufrir a los suyos ni a los enemigos. No le gustaba que nadie sufriera. Estaba harta de llevar una obligación tan grande sobre lo hombros. Los centauros y las hadas se miraron entre sí y bajaron las cabezas. 116

-Así que, por favor, tiren las armas y pídanse disculpas, como si nunca hubiera pasado nada-dijo Paulina casi en un susurró y para finalizar añadió- Que la paz llegue a este bosque... Todos los centauros pidieron disculpas a las hadas y viceversa. Paulina contempló lo que había logrado hacer y se dejó caer al suelo. Pero no llegó, porque George la sostuvo por atrás. Andrea y Ricardo se juntaron con ellos. Todos juntaron sus cabezas y pasaron sus brazos por los hombros de sus amigos, como lo hacen los jugadores de football americano. -Lo logramos-murmuró Paulina entre Andrea y George. -Lo logramos-repitió Ricardo entre George y PaulinaAndrea. -Lo logramos-terció Andrea aliviada. -Juntos,-finalizó George riendo-Lo logramos...

22 El Arco de Oro.

L

as hadas y los centauros se fueron a sus casas aliviados, contentos y limpios del alma. En el lugar de la batalla sólo quedaron los cuatro amigos, y la familia de Adrián. Él se acercó a donde los chicos estaban abrazados y les dijo: -Han sido increíblemente valientes, les doy las gracias por lo que han hecho-los chicos lo miraron orgullosos-Ahora creo que deberían descansar. -Tiene razón, señor-le aseguró Paulina- pero, ¿cuándo va a pedir disculpas a las hadas? -Mañana-contestó Adrián y al ver la mirada de reproche de Paulina añadió-No me veas así. Lo haré. Después de todo un trato es un trato. 117

-Bueno, los vemos mañana- se despidió George caminando hacia la aldea de las hadas-Mejor dicho, al rato-añadió sabiendo que ya era de madrugada. Los centauros hicieron un gesto de despedida y se fueron. Los chicos se encaminaron a la ciudad. En el camino nadie habló, pues todos pensaban en la gran hazaña que acaban de hacer, era de lo más importante para ellos. Se sentían tan orgullosos por haber reconciliado a dos razas totalmente distintas. Y lo mejor era que creían que ya estaban listos para poder vencer a Lois.

Los chicos despertaron en un aire totalmente distinto al que habían dormido el día anterior. Cada uno tenía su propia habitación, pero las cuatro estaban juntas porque querían estar juntos. En cada habitación había una gran cama con sábanas de seda y dosel blanca. Había un escritorio de madera de roble finamente labrada, al igual que un armario que había en un rincón de la habitación. Al pie de la cama había un hermoso y colorido tapete tejido a mano con un paisaje en el tan bonito como el paisaje del retrato de Maria y Valeria. Dos mesitas de noche a cada lado de la cama y enorme ventanal que daba a un balcón, en donde podías ver los jardines traseros del castillo. George fue el primero en despertarse y cuando lo hizo vio un montó de cajas envueltas en bellos papeles de regalo. Se quedó extrañado cuando las vio por primera vez. Luego ignorando su presencia observó con cuidado cada lugar de la habitación. Luego se levantó y se paró a un lado de los regalos, examinándolos con ojo experto. De repente la puerta de la habitación se abrió y George se volvió a meter a la cama de un salto. Cuando estuvo ahí pudo ver quién era la que había entrado a su cuarto tan súbitamente. -Lo siento, ¿debí preguntar verdad?-preguntó Maria algo sonrojada. -No, no para nada-contestó George haciendo unas muecas raras y chistosas, que sí se las hubiera descrito se hubieran muerto de la risa. Maria olvidando la pena se acercó a la cama de George y se sentó en el borde. George la miró impresionado. -Mi hermana y yo les agradecemos que no le hayan permitido a mi padre pelear-le agradeció Maria con la cabeza baja, mirando las sábanas. -No queríamos que supieran lo que es perder a alguno de tus padres-comenzó George recordando tristemente que extrañaba a su mamá y que deseaba saber, si seguía con vida-Es horrible, sientes un hueco en el corazón, que tal vez nunca será ocupado otra vez. Maria alzó la cabeza y lo escrutó con sus ojos casi negros. -¿Tú perdiste alguno de tus padres?-preguntó ella. 118

-Sí, a mi madre-respondió George-Era muy pequeño, y mi padre dice que fue en un viaje de regreso a mi aldea cuando una gran tormenta de arena apareció y mi mamá se perdió. Jamás la hemos vuelto a ver. -Que espantoso-aclaró horrorizada Maria. -Sí-aceptó George haciendo otra mueca. Así platicaron un rato más, mientras que en la habitación de junto... Ricardo ya había despertado, levantando de la cama, ya la había hecho, ya se había vestido y en esos momentos estaba examinando los regalos que habíanhabía en el suelo, anonadado. -¡Qué bien! Por lo menos ya no piensan que somos espías-pensó riendo. Alguien tocó a la puerta. -Pase-ordenó rascándose la barbilla y todavía mirando los regalos. La puerta se abrió, pero Ricardo siguió con los ojos puestos en los regalos, deseando ver que contenían. -Buenos días-saludó la voz de una chica, la cual Ricardo no pudo distinguir así que tuvo que levantar la mirada. Entonces la vio. Valeria estaba muy bien arreglada. -Ah, hola, Su Alteza-saludó Ricardo casi sin poder hablar. Valeria sonrió al percatarse de ello, y Ricardo sintió que se le ponía la piel de gallina de vergüenza al creer que se estaba burlando de él. Luego trago saliva y recuperó su postura normal. -¿Sabe de quién son todos éstos regalos?-preguntó Ricardo después de un rato. -De usted-contestó Valeria educadamente. -Hábleme de tu, por favor-pidió Ricardo sintiéndose algo extraño al que una chica de su edad le hablará de usted. -Tú, también-rió Valeria acercándose. Ricardo sonrió. -¿Quién los envió?-preguntó tratando de evitar los hermosos ojos color ámbar de su acompañante. -El pueblo-respondió tomando uno de los regalos-Son para agradecerles lo que han hecho por nosotros-añadió y le entregó el regalo. Ricardo miró el regalo envuelto en un papel color rosa y luego miró a Valeria.

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-Ese es de parte mía, por haber evitado que mi padre fuera a la batalla-le aclaró Valeria. -Gracias-fue lo único que pudo decir y abrió el regalo. Era una flauta de oro. Estaba increíble. -¡Guau! Esta genial-exclamó Ricardo tomando la flauta con las manos y dejando la caja en el piso. Valeria rió de nuevo. -Que bueno que te haya gustado-dijo sonriendo. -El único problema es que...-se lamentó Ricardo- no sé tocar la flauta. Y al ver que el rostro de Valeria se tornaba triste añadió: -Pero, me encanta la música,-le aseguró y no era mentira-cuando regresé a casa, después de todo esto, aprenderé a tocarla. -¿Me lo prometes?-preguntó Valeria. -Por supuesto-respondió Ricardo volviendo a sonreír-Eh, sería mucha molestia que me enseñarás el castillo?-preguntó Ricardo ilusionado por aprender más sobre la cultura de las hadas. -No, para nada, vamos-dijo Valeria y volvió a abrir la puerta. Ricardo la siguió y juntos pasearon el castillo. Mientras que caminaban, la cabeza de Ricardo se llenaba de más información que en el futuro le serviría de algo. Supo que las hadas, antes de que el abuelo de Valeria y de Maria gobernará, eran del tamaño de un pulgar pero que una bruja había descubierto la manera de hacerse grandes, que por esa razón las hadas cuando nacían eran pequeñitas y luego, por el poder del rey, se hacían grandes. Valeria también le explicó que a las hadas les encantaba bailar y que eran muy buenas haciéndolo. -¿En serio?-exclamó Ricardo y luego la reto diciéndole-Muéstramelo. Valeria se detuvo y pensó en bailar o no bailar. Pero después aceptó. -Pero no te burles de mí-lo condicionó Valeria. Ricardo asintió y después de que Valeria respirará hondo, comenzó a bailar alrededor de Ricardo. Él se impresionó al ver que, Valeria era buena bailarina. Ella sólo reía y Ricardo la veía asombrado. Luego de algunos minutos, Valeria se detuvo delante de Ricardo y comenzó a reír. Él también lo hizo y después le aseguró encantado: 120

-Bailas excelentemente bien Valeria sonrió y se sonrojó un poco y luego siguieron su camino. -¿Cómo es la ley aquí?-preguntó curioso Ricardo después de algunos minutos caminando. -Yo la veo bien-confesó Valeria- No hay ladrones, y si hay alguno que haga algo grave, se le castiga severamente. -Que bien-dijo Ricardo. Ay, a mí y a muchas personas que conozco les gustaría que mi país fuera así. No digo que todos los policías sean malos, me refiero a que no hay muchos que sean honestos y que no sean corruptos y si alguna vez, ellos atrapan a alguien que ha violado las leyes, todo lo echan a perder los jueces. Y tampoco estoy diciendo que todos los jueces. Por ejemplo, una vez hubo un caso en que unos hombres raptaron a un señor que yo conocía; gracias a dios, y a los policías, los encontraron y los encarcelaron. Pero, dos años después los soltaron. ¡Díganme, si a eso se le puede llamar ley! Y no quiero que piensen: Ay ésta mocosa, que no sabe de lo que habla, que no sea perfeccionista. Créanme, ya lo he oído miles de veces. Yo a lo que me refiero, es que si cada quien pone su granito de arena, vamos a tener una playa hermosa, y no una llena de basura; Que nosotros los niños estudiemos, para algún día hacer nuestra profesión bien, que los policías hagan su trabajo sin corrupción pensando en que el mañana para sus hijos está en sus manos, que los maestros enseñen bien y que no se limiten sólo con los libros de texto gratuito (que aun que son buenos, podemos saber más), que los doctores tengan presente que si les toca una persona en una situación grave hagan todo lo posible para hacerla sentir mejor, que los jueces se guíen por las leyes y no por el dinero, que los arquitectos coordinen todo para que los cimientos de un edificio estén fuertes y no se caigan, que los mecánicos se fijen bien en los daños que tiene un auto para que nadie salga lastimado, que el presidente o el rey (lo que sea) lleve con responsabilidad sus actos, que cada quien haga lo suyo bien, así para que todo el mundo se dé cuenta de quienes somos en realidad... Bueno, etc., etc. , ya se han de haber aburrido así que ya no le voy a echar más leña al fuego. Cuando era la hora de desayunar, en el comedor no habían aparecido ni Ricardo , ni George, ni las princesas, por lo tanto el rey, Paulina y Andrea estaban preocupados. -¡En donde estarán! ¡Me muero de hambre!-exclamó desesperada Andrea, contando con que llevaban ahí media hora esperando. -¿Qué les habrá ocurrido?-preguntó el rey. -¿Qué estarán haciendo?-terció Paulina. Eduardo no dejaba de caminar de un lado al otro con las manos en las espaldala

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espalda. -Tienen que desayunar ya, los centauros llegarán pronto-anunció Paulina viendo al rey. -Si no llegan ahora, juro que...-comenzó Andrea, pero el crujido de la puerta al abrirse la interrumpió. Unas risas llegaron del exterior y entraron Ricardo y Valeria muy contentos riéndose. Paulina miró a su amiga, sabiendo que ésta iba a montar en cólera de un momento a otro. No sólo porque se habían tratado sino porque, como Paulina ya lo sabía, Andrea era muy celosa. Y Paulina estaba en lo cierto, Andrea estaba roja de la ira, mientras veía entrar a Ricardo y a Valeria como si se hubieran conocido desde siempre. -Tranquila, Andrea-le susurró al oído-No te pongas celosa. Andrea la miró enfadada. Ricardo y Valeria se dieron cuenta de que no estaban solos y dejaron de reír. Antes de que Ricardo cerrara la puerta, se escucharon otras risitas fastidiosas para Paulina y Andrea. Entonces entraron George y Maria riendo también. -¿Decías?-se burló Andrea. Paulina también estaba a punto de explotar. Hay que admitirlo, chicas, las dos son muy celosas. Las dos se miraron y luego sus ojos se posaron en sus “amigos”. -¡Qué les picó!-gritó Andrea levantándose de su silla, invadida de fuego. El rey y las princesas se sobresaltaron. -¡Llevamos media hora esperándolos!-exclamó Paulina poniéndose de pie. No se había dado cuenta de que tenías espinas que le salían de los brazos. -Tranquilas, se exaltan por cualquier cosa-dijo molesto Ricardo caminando a una silla- Hasta, te salieron púas, Paulina. Paulina gritó al verse llena de espinas y éstas desapareciendo, dejando hoyos en las mangas. Maria y Valeria no aguantaron la risa y rieron a carcajadas. Paulina molesta se dirigió a la puerta seguida de Andrea. -Ya se nos quitó el apetito, gracias-anunció Andrea antes de salir. Y las dos enojadísimas se fueron. Cuando estaban cerca de la entrada principal del castillo, vieron que estaba abierta y que se oían pisadas muy fuertes como de caballos. Paulina y Andrea se vieron emocionadas. ¡Los centauros ya habían llegado! 122

Corrieron hacia la puerta y vieron a Adrián hasta al frente de muchos centauros, entrando en el castillosel castillo. -¡Adrián!-exclamó Paulina. Adrián que había estado conversando con un soldado, alzó la mirada y vio a Paulina y a Andrea corriendo felices a él. -Hola-se limitó a decir-Díganle a éste soldado que venimos en son de paz. El soldado se volvió a verlas. -Ya oyó-le dijo Andrea. El soldado se hizo a un lado y dejó pasar a todos los centauros. -Gracias-agradeció Adrián. Guiaron a todos los centauros a la sala principal y enviaron a un criado por el rey, las princesas, Ricardo y George. Ellos llegaron unos minutos después, pero Andrea y Paulina no los quisieron ni voltear a ver. El rey Eduardo hizo una reverencia cuando estuvo cara a cara con el centauro. Adrián hizo lo mismo. -Siento, todo el daño que les hicimos-se disculpó Adrián con la mirada en el piso como gesto de arrepentimiento. -Los perdonamos, ahora nosotros también les pedimos disculpas- dijo Eduardo bajando la cabeza. -No hay problema-sonrió Adrián. Y los dos reyes se estrecharon las manos. La corte de las hadas y la corte de los centauros comenzaron a aplaudir y toda la habitación se lleno de risas, aplausos y ovaciones. -¡Ahora declaramos que éstas dos razas están en paz!-gritaron al unísono Adrián y Eduardo. Después de otros aplausos, los dos seres firmaron un tratado de paz. Cuando hubieron acabado, Adrián miró a los chicos. -Gracias a ustedes hemos logrado la paz y la felicidad entre nuestros reinos-dijo haciendo una reverencia- Pero debo admitir que tus palabras, Paulina, fueron las que me hicieron reaccionar. -A mí también-aseguró Eduardo-No cabe duda que el don que tienes, no es el equivocado. Paulina se sentía halagada, tanto que no pudo decir ni siquiera una palabra, para

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expresar lo que sentía. -Por eso, Eduardo y yo hemos decidido obsequiarte algo-por fin dijo Adrián después de tantos rodeos. -¡El arco, por favor!-exclamó Eduardo e inmediatamente llegó un criado corriendo con una almohada pequeña de color verde esmeralda. Adrián cogió la almohada y se la dio a Paulina. Encima de la almohada, se hallaba el arco más bello que había visto en su vida. Era de oro, y éste brillaba con mucha fuerza. Tenía grabadas algunas palabras que a Paulina no le importaron todavía. El hilo parecía ser muy resistente y que no se rompería con nada. -¿Puedo?-preguntó Paulina haciendo un gesto con sus manos de que quería tomar el arco. -Por supuesto, después de todo es para ti-le recordó Eduardo. Paulina lo agarró y pudo comprobar que era muy liviano. -Éste arco, que tienes en tus manos, perteneció al brujo Ozil-informó Adrián. -¡Al brujo Ozil!-repitió Paulina atónita. -Sí, antes de morir nos pidió que lo guardáramos, hasta que el elegido correcto llegará, y esa eres tú-le aseguró Eduardo sonriendo. -Recuérdenme darle las gracias al brujo Ozil-les pidió Paulina a sus amigos. Ellos asintieron. -Bueno, señores-comenzó Ricardo dirigiéndose a Eduardo y Adrián-Creo que es hora de partir-finalizó mirando a sus amigos para que lo apoyaran. Ellos asintieron. Adrián y Eduardo se miraron el uno al otro tristemente. -Tienen razón-aceptó Adrián. -¡Alisten los caballos de los muchachos!-ordenó Eduardo y un criado salió corriendo de la sala. Luego se volvió a los chicos con una mirada dulce y protectora. -Llevan mi bendición-se despidió-Sabemos que ustedes pueden lograr que este mundo esté en paz. -Y creo que tanto mi ejército como el de Eduardo, están dispuestos para ayudarlos en la batalla final, ¿Qué dicen?-propuso Adrián. 124

-Serán de mucha ayuda-suspiró George. Todos en la sala rieron. -Eso lo tomamos como un sí-aclaró Eduardo. -Cuando sea la hora, mandaremos un mensajero de Rubí-prometió Andrea. -Lo estaremos esperando-determinó Adrián. El criado entró en la sala e informó: -Los caballos están listos, señor. Adrián se aclaró la garganta. -La forma más rápida para salir del bosque, es cruzando El Claro Mágico-dijo Adrián-Confió en que ustedes pueden entrar y salir a salvo. -Manuel los acompañará hasta la entrada-le siguió Eduardo, señalando al general. -Entendimos todo-les aseguró Paulina-Gracias, por todo. -Fue un placer conocerlos-dijo Ricardo sonriendo. -Volveremos-prometió George. -Y la próxima vez, no más rencores, por favor-pidió Andrea riendo. Los reyes sonrieron avergonzados. Ricardo que estaba de espaldas a Valeria y a Maria, sintió una mano en su hombro. Se volvió y vio a Valeria frente a su cara. Su rostro estaba algo triste, pero no era notable a primera vista. -Ha sido un placer conocerte-sonrió luego añadió en voz más baja-Te voy a extrañar-y lo abrazó con mucha fuerza. Ricardo estaba rojo como un tomate e impresionado a la vez. Mientras, Maria había hecho lo mismo con George. Y sin poder contenerlo, Paulina y Andrea se retorcían de los celos. -¡Ya es hora de irnos!-exclamó Andrea para impedir que los cuatro se quedarán abrazados por una hora. Para su alivio y el alivio de su amiga, se separaron y se vieron cariñosamente por última vez en mucho tiempo...

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23 El Claro Mágico.

S

alieron de la ciudad muy lentamente, porque en las calles había muchísimas personas que les deseaban suerte, les aplaudían, les silbaban, en fin, todo lo que fuera para apoyarlos. Estaban tristes por dejar esa hermosa ciudad y ya no estar protegidos por sus soldados, pero estaban alegres por volver a montar a sus caballos. Otra vez quedaron por los árboles y la oscuridad que había en el bosque. Al frente de ellos, iba Manuel volando, guiándolos por el bosque. Pasaron horas, horas y horas, tanto que Ricardo perdió la cuenta de ellas y ya no sabía que hora era cuando se encontraron con una muralla de enredaderas; tan alta que no se podía ver más que las copas de los árboles que estaban dentro del claro. -Es hora de irme-les informó-Les deseo suerte-y dicho eso, emprendió el camino de regreso a casa. -Vaya, que alentador-murmuró George- ni siquiera nos ayudó un poco. -Déjalo, después de cómo le hablamos, creo que prefiere estar el menor tiempo posible con nosotros-rió Andrea. -Ahora, ¿Cómo vamos a entrar?-preguntó Paulina observando las enredaderas. -¿Recuerdan lo que mencionó el rey Eduardo?-preguntó Ricardo sonriendo, notando que volvía a ser el más inteligente del grupo. -No-contestaron a coro avergonzados. -“El que logre vencer las enredaderas que cercan todo el claro...”-repitió Ricardo dándoles una pista a sus amigos. -¡Tenemos que derrotar éstas enredaderas!-exclamó George chasqueando los dedos. -¿Cómo?-preguntó Paulina-Si esas enredaderas ni se mueven. -Hay que provocarlas-sonrió Andrea pícaramente y antes de que sus amigos pudieran detenerla, lanzó una enorme flama al muro de enredaderas. De repente, como si las enredaderas hubieran sido una persona durmiendo a la que 126

le echan un balde de agua, las enredaderas empezaron a moverse violentamente y a producir un ruido que podría romper miles de ventanas. Los chicos se taparon los oídos retorciéndose, y alejándose cada vez más de la enredadera. A ésta le comenzaron a salir espinas enormes y lanzaban sus ramas así los chicos. -¡AtaquenlasLancen sus poderes a ellas!-exclamó Ricardo echando agua a la enredaderas. Pero no funcionaba, ya que el agua las hacia crecer. Tampoco les hacían daño los poderes de George y de Paulina. Fue entonces cuando, Andrea entró en acción. Andrea comenzó a arder de nuevo y quemaba todas las enredaderas que trataban de acercársele. Mientras tanto, sus amigos luchaban para que las enfadadas y peligrosas enredaderas no les quitaran un ojo con sus filosas espinas. Ricardo cortaba cualquier enredadera que se le acercará con su espada y Paulina disparaba como loca sus flechas al muro de enredaderas. George lo único que podía hacer era esquivar todos los ataques de las ramas que lo perseguían. Andrea se fue acercando poco a poco al muro de enredadera, esquivando los latigazos que le mandaban parecía que estaba bailando. Luego con reunió todos sus poderes en los ojos y quemó una gran parte del muro. Las enredaderas empezaron a chillar enloquecidas, pero para el alivio de los chicos se retiraban y volvían a ser enredaderas comunes y corrientes. Cuando el fuego se apagó, los chicos pudieron ver que Andrea había echo un gran hoyo por el que podía pasar hasta un centauro. Andrea exhausta, pero orgullosa se dejó caer al piso a descansar un poco. -Eso estuvo cerca-aseguró George acercándose a Andrea lleno de rasguños. -Y aún nos falta más-afirmó Paulina asomando su cabeza con cautela por el gran hoyo, con la ropa llena de agujeros. Se volvieron a ver a Ricardo, pero él no dijo nada, porque estaba jadeando sin parar y se agarraba su panza como si le doliera su estomago. Cuando Ricardo, se acercó a ellos, encorvado por el dolor, sus amigos pudieron ver que la camisa estaba roja. -¡Te hirieron!-exclamó Andrea horrorizada. Ricardo no pudo decir ni no ni sí, porque cayó al suelo de boca junto a Andrea. George lo ayudó a darse la vuelta y a quitarse la camisa. Todos se quedaron atónitos al ver que había debajo de ella. En el lado derecho del pecho de Ricardo, había una gran herida por la cual no dejaba de fluir sangre ha enormes cantidades. George se dirigió corriendo a los caballos y empezó a rebuscar entre las alforjas una manta, cuando la encontró la rompió haciéndola más pequeña y corrió de regreso a donde estaban los demás. Cuando George lo iba a vendar con el trozo de manta, Ricardo abrió los ojos y lo miró. -Espera, antes verifica que no tenga costillas rotas-le informó casi en un susurro.

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-¿Cómo?-preguntó George que no sabía nada sobre curaciones. -Presiona muy fuerte mis costillas, y si sientes algo raro es que tengo alguna rotarespondió. George lo miró impresionado, pero lo obedeció y colocó sus manos sobre la herida, después de haber retirado un poco de sangre con uno de los pedazos de manta. Luego, como Ricardo le había dicho, presionó con fuerza. Al instante Ricardo dio un grito que hizo que Paulina y Andrea se taparan la boca, preocupadas. -Creo que si tienes algunas rotas, ahora déjame vendarte-informó también muy preocupado por su amigo. Cuando hubo acabado de vendarlo, lo ayudaron a levantarse entre Andrea y George. Después, entraron todos juntos por el hoyo. El muro era tan grueso que tuvieron que caminar en el hoyo, por un rato cono si fuera un túnel. Cuando salieron, una luz los cegó tanto que tuvieron que taparse con los ojos por un momento. Parecía como sí el mismo sol estuviera ahí adentro. Los chicos pensaron lo mismo: Este si es un claro. Se fueron acostumbrando a tanta luz, y fue cuando, se percataron de que los árboles que estaban enfrente de ellos, ¡Tenían cara! Había hombres y mujeres, sin embargo todos eran ancianos y sus copas llegaban muy altoaltas. La primera en darse cuenta de que los árboles tenían cara fue Paulina, que se sobresaltó y dio un brinco hacia atrás. -¿Ya vieron eso?-preguntó Paulina en un murmullo que sus amigos detrás de ella, casi no la escucharon. -¿Por qué hablas en murmullos?-preguntó George con el ceño fruncido. Paulina señaló los rostros de los árboles, que por cierto estaban dormidos. Por eso hablaba en murmullos. -¿Duermen a está hora del día?-preguntó en voz muy alta Andrea para que los árboles se despertaran. Y así fue. El árbol más cercano, que era un anciano con un bigote y una barba muy largos, se despertó bostezando y moviendo sus ramas más bajas, que parecían ser brazos. Cuando abrió los ojos y vio a los niños dio un grito de sorpresa. Al hacerlo Paulina brinco atrás, asustada y extrañada. -¿Quiénes son ustedes?-preguntó el árbol con una voz ronca. -Soy Paulina Von-comenzó ella- Princesa de Esmeralda. Al oír eso el árbol se asombró, levantando sus dos tupidas cejas que casi se juntaban en el ceño. 128

-¿Ellos?-preguntó señalando a George, Ricardo y Andrea. -El de en medio es Ricardo Vey, príncipe de Diamante-contestó Paulina-Ella es Andrea Cole Cole,, princesa de Rubí y por último, George de las tierras de Esmeralda. -¿En serio son los nuevos herederos a las coronas?-preguntó intrigado. -Sí, no estoy mintiendo-le aseguró Paulina. -Bueno-dijo a un poco desconfiado. -Ahora, ¿nos deja pasar?-preguntó Paulina. -Tienen que contestarme unas preguntas primero-le informó el árbol. Paulina se volvió a ver a sus amigos para que la ayudaránayudaran. Ellos asintieron, en gesto de que estaban a su lado. -La primera, ¿Por qué vinieron al claro?-preguntó. -Por qué el camino que llega más rápidamente a Rubí está tapado, y necesitábamos llegar lo antes posible-respondió Paulina. -Buena respuesta-admitió el viejo árbol haciendo una mueca rara-Segunda pregunta, ¿Quiénes fueron los brujos que derrotaron a Lois? -Esa es fácil-aseguró George recordando lo que había dicho Ozil-Ozil de Esmeralda, Gags de Rubí y Sia de Diamante. -Correcto-dijo el árbol mirándolos con sus ojos penetrantes-¿En qué año lo vencieron? Andrea, Paulina y George se miraron entre sí. ¡No sabían la respuesta! El árbol vio con satisfacción las preocupadas caras de los niños. -En el año 196-contestó Ricardo en un susurro. Sus amigos esperaron que no fuera la primera vez en que Ricardo se equivocará, conteniendo el aliento. -Cierto...-se limitó a decir el árbol algo impresionado-Si es cierto que tu eres la nueva heredera de Rubí, seguro contestarás la última, si no la contestas, se tendrán que ir...-le aseguró Andrea, apuntándola con un “dedo” amenazador. Andrea lo miró con sus ojos casi negros esperando la pregunta. -¿Cuál es la regla número 45 del toam?-preguntó finalmente. 129

Sus amigos la miraron, considerando que si fallaba tendrían que rodear el claro, así llegarían más tarde a Rubí y probablemente Ricardo moriría. -Nunca le des la espalda a tu enemigo-respondió muy segura de lo que decía. El rostro del árbol se tensó, y luego se aliviano cerrando los ojos. -Pueden pasar... -¡Sí!-grito Paulina dando un salto de felicidad. George y Andrea rieron mientras que Ricardo se limitó a sonreír débilmente. Siguieron caminando entre los enormes árboles dormidos y después, de unos minutos caminando entre ronquidos y bostezos llegaron, por fin, al centro del claro. Ahí había todavía más luz, pero no fue esa luz la que los dejó maravillados, si no lo hermoso que era el claro. Los pájaros tenían sus nidos en las copas de los árboles que rodeaban el centro del claro, había miles de flores, así como miles de abejas que iban de flor en flor, sin descanso, recogiendo el néctar de éstas. Había todo tipo de animales, desde ciervos que brincaban jugando, hasta un oso que había en una cueva. Junto a ésta se encontraban muchas piedras amontonadas, y conforme iban avanzando hacia ellas, los chicos se dieron cuenta de que ese era el nacimiento de El Lago de las Almas, que por cierto, era enorme y el agua que tenía era cristalina, tanto que se podían ver todos los peces que habitaban en él desde muy lejos. Los cuatro amigos se acercaron, al borde del lago admirando su belleza. De repente, el lago se estremeció y como sí hubiera caído una bomba en el agua empapó a los niños. Aturdidos por el golpe sorpresa, observaron como del agua, salía la mujer más hermosa que hubiera visto jamás, era de color completamente azul, casi transparente, como los chargatans, nada más que ella no se veía babosa. Su cabello largo le llegaba a la cintura y el viento hacia que se le ondeará con un movimiento tan rítmico y armonioso que los chicos se hubieran podido dormir con sólo observarlo por más tiempo. Sus ojos eran dulces y rasgados, cuando la mujer los miró ellos creyeron que ella podía ver hasta lo más profundo de su cuerpo y que podía entender sus sentimientos y pensamientos. Su boca era muy bonita y sonreía al tiempo que veía a los chicos. La de la mujer era muy bella también, la más bonita. En fin, era la mujer más bella del mundo. Los chicos sentían que si ella les decía que se aventarán desde lo más alto de una montaña, ellos no podrían hacer más cosa que obedecerla. Los cuatro amigos cayeron de rodillas a sus pies mientras que ella, flotaba arriba del agua. -¿Quiénes son ustedes?-preguntó sonriendo. -Paulina-contestó ella. -George-respondió él. -Andrea-terció ella.

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-Ricardo-murmuró él tragando saliva, y respirando dificultadamente. -Los herederos a las coronas-susurró para sí misma la mujer-Mi nombre es Viviana, y soy la líder de los espíritus. Ricardo alzó la cabeza adolorido y la miró otra vez. -Parece que estás lastimado-dijo Viviana acercándose a Ricardo-Déjame ayudarte. Viviana ayudó a Ricardo a levantarse, después colocó su mano sobre la herida de Ricardo y tan rápido como lo escribo ésta se cerró. Ricardo miró sorprendido donde se encontraba la herida, y sonrió. -Gracias-dijo muy agradecido. -De nada-sonrió Viviana-Ahora, como lograron traspasar todos los obstáculos, para llegar aquí, se merecen, lo que supongo han venido a hacer. Viviana se hizo a un lado invitándolos a meterse al lago con un gesto de las manos. Los chicos la miraron, nerviosos y asombrados, ella volvió a mover las manos y ellos sin más opción entraron en el agua. Ésta estaba muy fría, pero los niños no los sintieron, al contrario, pensaba que estaba totalmente caliente. George fue el primero en sumergirse y cuando lo hizo, cerró los ojos y sintió que se volvía cada vez más fuerte, más inteligente y más astuto. La sensación era placentera, sin embargo le producía escalofríos. Todos sentían lo mismo que George, pero a pesar de los molestos escalofríos, todos se relajaron. Mientras que estaban sumergidos en el agua cristalina y fría del lago, los chicos pensaron en sus padres; cuanto los extrañaban, que era lo que les iban a decir cuando los volvieran a ver, todos los momentos que habían pasado juntos; en fin, todo sobre ellos. Luego de estar unos minutos en adentro del lago, se dieron cuenta de que podían respirar como si estuvieran afuera respirando aire, pero bueno eso no es tan importante. Los chicos decidieron salir cuando se sentían con toda la energía del mundo para pelear contra Lois. Los chistoso fue, que cuando pisaron la tierra un viento muy fuerte los golpeó e hizo que su ropa se secará. Luego el viento cesó y pudieron ver la hermosa figura de Viviana en frente de ellos. Ella sonrió al darse cuenta de que todo había funcionado a la perfección. -Se ven como nuevos-admitió. Los chicos le dieron la razón pues, todas las heridas y rasguños que las peleas anteriores les habían ocasionado habían desaparecido por completo. -Tenemos que irnos-informó Andrea ansiosa por llegar lo antes posible a Rubí. -Es cierto-asintió Viviana-Les deseo suerte. Y así los chicos regresaron por sus caballos al otro lado del muro de enredadera, volvieron a entrar al claro y salieron de allí a todo galope, deseando que Rubí, como 131

Ozil les había comentado, no estuviera tan mal. Galoparon todo el resto de día, y cuando llegó el final de éste, los chicos pudieron contemplar el anochecer sin más árboles. También distinguieron a lo lejos, las murallas de Rubí.

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24 El Misterioso Solrac.

L

legaron a Rubí al alba, porque cuando salieron del bosque montaron el campamento y durmieron unas merecidas horas. Al llegar al otro lado del puente-puerta, unos soldados que estaban de cada lado, cruzaron sus enormes y afiladas lanzas impidiéndoles el paso. -Por favor, déjennos pasar-suplicó Paulina. -¡Es una emergencia!-aseguró George. -Por favor-rogó Ricardo. -No, no y no-respondió uno de los soldados con tono autoritario. El soldado era regordete y tenía un bigote chistoso, que se balanceaba al hablar. -Mi compañero tiene razón, ningún extranjero puede pasar en estos tiempos, porque ningún extraño puede ser nuestro rey-le siguió el otro soldado que era también muy gordo. El primer soldado lo reprimió. -Baboso, esa información es confidencial- “susurró” y digo “susurró” entre comillas, porque los chicos lo oyeron perfectamente. Los cuatro amigos se miraron. Estaban hablando con unos completos idiotas. Por eso, Andrea aprovechó para hacer de las suyas. -Amigos, amigos, amigos...-comenzó- ¡Miren un dragón!-exclamó señalando hacia un punto del cielo, en donde no había nada. Pero aún así los soldados, se voltearon a ver si lo que Andrea había dicho, mientras que ella y sus amigos entraban sin ningún problema. Cuando los caballos avanzaban dirigidos por los chicos hacia donde Andrea los llevaba oyeron a sus espaldas la conversación más tonta que hubieran escuchado en sus vidas. -Ah, Antar yo no veo ningún dragón y, ¿tú?-preguntó mirando al cielo, buscando al “dragón”. -¡Ay no!-dijo y los chicos pensaron que iba a decir “se mofaron de nosotros” o algo parecido pero en cambio dijo-Andino, ¿y si es invisible? 133

Eso hizo que los cuatro amigos reventarán en carcajadas. -¿Ya los conocías?-preguntó Ricardo, cuando pasaban por todas las casas y tiendas que había a los lados de la calle. -Sí-contestó Andrea aún riendo-Ellos estaban en la entrada del castillo. -Te la has de haber pasado muy bien con esos dos-rió George. -Ya, pobrecitos, dejen de burlarse de ellos-los defendió Paulina. Ricardo, George y Andrea rieron. Siguieron avanzando y de repente, Andrea se detuvo en frente de una casa pequeña, pero limpia y bien ordenada. -¿Qué hacemos aquí?-preguntó Ricardo, al ver que Andrea bajaba de Tisha y tocaba a la puerta. -Ya lo verán-respondió únicamente y se puso la gorra de su abrigo. La puerta se abrió ligeramente y se asomó la cabeza de una pequeña niña. La niña debía de tener como cinco años, tenía el cabello negro y los ojos igual, como la mayoría de los habitantes de Rubí. Era muy bonita en realidad. -¿Quiénes son ustedes?-preguntó tímidamente. Andrea se agachó hasta estar a la altura de la cara de la pequeña y le tomó las manos dulcemente. -Dulces y caramelos son lo mejor, ¿O me equivoco, Miranda?-preguntó en respuesta Andrea. La pequeña sonrió. La frase que Andrea había dicho era como una contraseña, pensaron sus amigos. La puerta se cerró y del interior llegaron unos leves gritos que pegaba la niña llamando a alguien. Luego se oyeron pasos en una escalera y por fin la puerta se abrió de golpe, dejando ver la figura de un chico de su misma edad, con el cabello castaño, ojos verdes y piel morena. Él al ver a Andrea sonrió y la abrazó. -¡Andrea! ¡Bienvenida!-exclamó separándose de ella. -Hola, me da gusto verte, de nuevo-saludó Andrea. -Pensábamos, bueno, que habías muerto-aseguró el niño mirándose las manos. -Algún día pasará, pero no será ahora, tengo cosas que hacer-dijo valientemente Andrea. El chico se volvió y miró a Ricardo, Paulina y George que acababan de bajar de sus caballos y que los habían amarrado en unos árboles cercanos. 134

-Ellos son Paulina, Ricardo y George-los presentó Andrea mirando la cara de incógnita de su amigo. -Yo soy Raúl-se presentó él. -Buenos días-saludó Paulina haciendo una reverencia. Ella siempre era educada. -Mucho gusto-dijo George haciendo un gesto con la mano. -Hola-terció Ricardo secamente. Raúl sonrió complacido al ver que no lo despreciaban. -¿Y tus hermanas?-preguntó Andrea. -Espera un segundo-dijo Raúl y entró en la casa de nuevo. Se escucharon gritos otra vez y pasos bajando una escalera otra vez. Luego en la puerta aparecieron unas chicas de cabello castaño claro, ojos color miel, pero todo lo demás era idéntico a Raúl, exceptuando que Raúl era hombre, y las nuevas personas que había salido de la casa eran ambas mujeres. Las chicas al ver a Andrea corrieron a sus brazos y la abrazaron con fuerza. -¡Andrea! ¡Te extrañamos mucho!-gritó una saltando. -¡Qué bueno que estás bien!-exclamó la otra sonriendo. Andrea les presentó a Ricardo, Paulina y George, a Yoshie y a Guadís. -Raúl, Guadís y Yoshie son trillizos, me refiero a que son idénticos y nacieron el mismo día, el mismo año, a la misma hora, pero no en el mismo segundo-informó Andrea viendo los rostros atónitos de sus amigos viendo el increíble parecido entre los tres hermanos. -Ah-se limitaron a decir los chicos al unísono y moviendo la cabeza mostrando su entendimiento. Raúl, Guadís y Yoshie rieron con la misma risa. -¿Qué ha pasado? ¿Por qué todos nos han dicho que Rubí está muy mal?-preguntó Andrea preocupada, ya cuando estaban los siete sentados bajo la sombra de un árbol. -Pues las personas-comenzó Raúl. -Que te dijeron eso-continuó Guadís. -Tenían mucha razón-terminó Yoshie. 135

Los tres hermanos se miraron y asintieron. -Pero, ¿por qué está mal?-preguntó Paulina-Yo lo veo bien, excluyendo el comentario de que no hay nadie en las calles. Su observación era correcta. Sólo ellos eran los únicos en las calles. -Es que todos están-comenzó Yoshie. -Reunidos-continuó Guadís. -En los campos de batalla-terminó Raúl. -¿Por qué?-preguntó Andrea extrañada. -Hicieron un torneo-comenzó Raúl. -El ganador se queda con la corona-continuó Yoshie. -Y con Rubí-terminó Guadís. -¿Quién lo organizó?-preguntó Andrea enojada. -Lo importante no es-aseguró Yoshie. -Quien lo organizó-continuó Guadís. -Sino, ¿Quién será el ganador?-terminó Raúl. -Ellos tienen razón-admitió George preocupado. -Voy a detener esto-aseguró Andrea poniéndose de pie enojada. -No, Andrea, tengo una idea-propuso Ricardo-¿Quién va ganando hasta ahora?preguntó dirigiéndose a los trillizos. -Hoy es la última batalla-respondió Raúl. -No importa-repuso Ricardo- Quiénes son los contrincantes? Los dos hermanos se miraron consternados y luego respondieron al unísono tristemente: -Rodrigo contra...-tragaron saliva y finalizaron la frase-Solrac... Andrea casi se desmaya. -¡Qué!-exclamó horrorizada. -¿Quién es Solrac?-preguntó Paulina inocentemente.

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-¿Por qué te pones así?-preguntó George dirigiéndose a su amiga. -¿Qué son estúpidos o no han oído la conversación?-preguntó Ricardo a George y Paulina. Estos dos se miraron sin comprender lo que había dicho Ricardo. -Con el tono que usaron los trillizos y si estamos hablando de batallas,-comenzó Ricardo haciendo unos gestos con las manos-¡Es obvio que, el tal Solrac, es un contrincante muy fuerte! -Ah...-asintieron Paulina y George. -Ricardo como siempre tiene razón-aseguró Andrea-Pedro, sí es el más fuerte de la aldea. -También, el mejor en toam-informó Raúl. -Aún que nunca tan fuerte y experto en toam como el padre de Andrea-dijo Yoshie haciendo una mueca que parecía como si estuviera recordando alguna batalla del Rey Gerardo. -Pero, él no está aquí para reclamar su derecho como rey de Rubí-terminó Guadís y luego miró a Andrea-Así que, tendrás que hacerlo tú, Andrea. Todos se quedaron en silencio por unos minutos viendo la cara de preocupación de Andrea. Pero para el alivio de los trillizos y de Paulina, Ricardo y George, la cara de Andrea se tornó decidida. -Entonces, ¿qué estamos haciendo aquí?-sonrió Andrea-¡Vamos a los campos de batalla a ver el resultado de la batalla de Solrac contra Rodrigo! -¡Sí!-exclamaron Ricardo, Paulina y George al unísono. Los trillizos se miraron entre sí, nerviosos. -¿Qué sucede?-preguntó Andrea dirigiéndose a ellos. -Lo que pasa es que-comenzó Guadís. -Se nos había olvidado-continuó Raúl. -Un pequeño detalle-terminó Yoshie con una sonrisa pícara. -¿Cuál?-preguntó Andrea. Su sonrisa se había esfumado. -El perdedor...-comenzó Yoshie. -De cada batalla...-siguió Raúl.

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-Es condenado...-terció Guadís. -¡A morir!-terminaron los tres gritando. Los chicos volvieron a sumergirse en un silencio incómodo y nervioso. -Debemos irnos ahora-anunció Andrea observando el cielo de color azul claro. Sus amigos caminaron hacia los campos de batalla guiados por los trillizos. -¿Cómo puedes estar tan tranquila?-preguntó Ricardo tomando a Andrea por el brazo- ¡Si pierdes, morirás!-añadió triste y preocupadamente, no la quería perder. -Lo sé, Ricardo-dijo dulcemente-pero, soy la princesa de Rubí y no dejaré que el ganador de hoy, me quite ese honor. -Pero-trató de decir Ricardo. Andrea le puso su dedo en la boca de Ricardo. -Nada de “peros” , pelear es mi decisión, y lo haré-sonrió Andrea y dejó a Ricardo confundido. Los chicos siguieron avanzando, Andrea y los trillizos conversaban animadamente informándole a su amiga sobre las nuevas en su familia. -¡Miranda ya aprendió a utilizar las lanzas!-exclamó Guadís emocionada. Como esas cosas era de las que hablaban sin parar los cuatro. George y Paulina los seguían en silencio. Ellos se percataron de que la ciudad estaba completamente vacía, y tan silenciosa que podían escuchar una mosca volando sin tener que agudizar el oído. Ricardo caminaba un poco alejado del grupo. Sumido en meditaciones, pensaba: ¿Será capaz Andrea de ganar la última batalla? Sin embargo, Ricardo tuvo que dejar de pensar en eso, ya que el ruido de miles de personas gritando no lo iban a dejar concentrarse. -¡Parece que ya está empezando!-gritó Guadís tratando de hacerse de oír entre todo el ruido. Pero no lo logró, Ricardo, Andrea, George y Paulina no oyeron nada. -¡Parece que ya está empezando!-repitió Raúl un poco más fuerte. Pero su esfuerzo fue inútil también. Los chicos miraron sin comprender lo que trataban de decirles los dos trillizos. Mientras tanto, Yoshie hizo una mueca al ver la escena, se acercó y gritó tan fuerte que casi les rompe los tímpanos. 138

-¡¡¡PARECE QUE YA ESTÁ EMPEZANDO!!!-exclamó Yoshie. Ricardo, George, Paulina, Andrea y aún Raúl y Guadís, la miraron estupefactos. Yoshie ignorándolos, hizo una seña para que la siguieran. Lo hicieron y poco después llegaron a un campo enorme. A los lados habían gradas, y en ellas, estaba sentada toda Rubí. Niños pequeños, ancianos, mujeres, hombres, de todo. Hay un dato chistoso: Si comparamos Diamante, por ejemplo, podemos ver miles de diferencias, y casi ninguna similitud, pero una de las cosas diferentes y de la cual se dieron cuenta rápidamente los niños era que, las mujeres en Diamante eran muy delicadas y en Rubí, hasta ellas estaban emocionadas por la batalla.

-¿¿¿Nos sentamos???-volvió a gritar Yoshie. Los demás asintieron y se sentaron en las gradas más cercanas al campo. Cuando ellos se sentaron ahí, algunas personas se les quedaron viendo como sí, los chicos estuvieran locos, pero ellos no hicieron caso. Querían ver perfectamente la batalla. De repente, sonaron unas trompetas desde los extremos del campo y un señor regordete y con el cabello gris se paró en medio del campo y gritó, no tan fuerte como Yoshie: -¡¡¡El gran Rodrigo!!!-señaló hacia el lado derecho del campo. De detrás de unos árboles emergió una figura enorme y corpulenta. Era altísimo. Tenía el cabello rojo, ojos cafés oscuros, igual que la mayoría de los habitantes de Rubí. Rodrigo hizo un gesto con la mano y luego empezó a hacer poses, arrogantemente. La gente comenzó a gritar enloquecida. Luego, el árbitro regordete volvió a anunciar: -¡¡¡Solrac el astuto!!!-señaló al lado izquierdo del campo. También detrás de los árboles salió una figura pero no era tan grande como la de Rodrigo. Sino, era pequeña y algo delgada. Paulina, George y Ricardo se esforzaron para ver mejor al participante misterioso. De repente, los tres se percataron de algo muy importante... -¡¡¡Es un niño!!!-exclamaron los tres con los ojos como platos. -Es más grande que nosotros-replicó Yoshie. -¡Eso no importa!-gritó Ricardo-Es un muchacho, y ¿es el más fuerte de Rubí? -Tu lo has dicho, no importa-replicó Andrea-Míranos a nosotros. Ricardo la miró dándole la razón. Luego los siete volvieron a observar atentamente a Solrac.

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Era de cabello muy negro, ojos color azabache, delgado y un poco más alto que los siete niños que lo miraban. Había algo muy extraño en él: tenía unas vendas de color negro que le cubrían la nariz, las orejas, la boca y las mejillas. También iba vestido de negro completamente. La gente no aplaudió, se quedó callada. Sólo se escuchó una que otra ovación. El muchacho hizo caso omiso a eso y siguió caminando tranquilamente hacia el centró del campo, en donde lo esperaban el árbitro y Rodrigo. -¿Por qué nadie lo apoya?-preguntó Paulina sintiendo lástima por Solrac. -Porque, prácticamente, él no es de Rubí-contestó Raúl. -Vive aquí desde hace mucho tiempo, pero no nació aquí-completó Yoshie. -¿Desde hace cuánto que vive aquí?-preguntó George. -Un poco antes de que raptarán a mis padres él llegó-respondió Andrea. -¿Por qué tiene esas vendas en la cara?-preguntó Ricardo frunciendo el ceño. -Nadie sabe-dijo Yoshie encogiéndose de hombros-Vive en lo más alejado de Rubí, en una pequeña casita. Nadie lo visita. Todos le tienen miedo. -Menos él-declaró George señalando a Rodrigo. -Escarabajo, prepárate para morir-se burló Rodrigo. Solrac ni se inmutó. -¿Qué no me oyes?-preguntó Rodrigo-Estás acabado. Solrac volvió a mirar a Rodrigo, escrutándolo con los ojos. -Mocoso, te enseñaré a hablar para que me contestes-bramó enfadado. -¡¡¡Comienza la pelea!!!-gritó el árbitro dándose cuenta de que los dos contrincantes ya estaban listos. El árbitro corrió hacia las gradas, en donde los chicos estaban observando a Rodrigo y a Solrac, y se sentó junto a ellos. -Pobre de Solrac, está perdido-aseguró el árbitro dirigiéndose a los niños-Nunca volverá a su ciudad natal. -No siempre los que se ven fuertes lo son, ésta batalla puede dar un giro inesperado-repuso Ricardo que era el más cercano al arbitro. Éste no había visto a Ricardo y cuando se volvió a verlo impresionado por lo que había dicho, se quedó aún más impresionado con su físico.

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-Tú no eres de aquí, ¿verdad?-preguntó observando su cabello rubio y sus ojos azules. Ricardo lo miró. -Claro que soy de aquí-tragó saliva. Luego todos se concentraron más en la batalla que estaba a punto de comenzar. Vieron como Rodrigo se abalanzaba hacia Solrac tratándole de pegar en el estomago. Solrac sólo se movió para un lado, haciendo que Rodrigo cayera al suelo. Rodrigo, furioso le atestó un golpe con el puño directo a la cara de Solrac. Él detuvo el golpe como si no hubiera sido nada fuerte. Luego, como si hubiera absorbido la fuerza de miles de hombres, levantó a Rodrigo por el brazo y lo tiró al suelo como si fuera un muñeco de trapo. Después le dio una patada en la cara y paso caminado encima de él hacia el otro lado. Rodrigo se puso de pie con mucha dificultad y cogió a Solrac del cabello y lo levantó quedando los dos, cara a cara. -Despídete, niño-le ordenó Rodrigo casi en un grito. -Adiós-dijo Solrac sonriendo. Rodrigo lo miró atónito sólo por un momento porque, Solrac le dio una patada en la entrepierna y un golpe en la cara. Rodrigo soltó a Solrac y cayó de bruces al suelo. Todos, se quedaron impresionados por el resultado. El árbitro corrió a donde estaba Solrac y le levantó el brazo gritando: -¡Saluden al nuevo rey de Rubí! Toda la gente de Rubí, empezó a gritar y a aplaudir. Solrac, no se emocionó ni nada por el estilo, sólo se quedó callado. -¡Alto!-exclamó la voz de una chica que nosotros conocemos muy bien. Sí. Andrea, se había puesto de pie y había gritado que todos pararan. Solrac la escrutó con la mirada. Sin embargo, esa mirada no era de odio, porque una niña había hecho que todo el mundo dejará de aplaudirle. Sino, esa mirada era sólo de impresión. -¿Aceptas pelear conmigo?-preguntó Andrea dirigiéndose a Solrac. -¿Aceptas pelear conmigo?-repitió Andrea y luego añadió- Si pierdo te quedas con la corona de Rubí, y si ganó me la quedo yo. -¿Por qué piensas tener ese derecho?-preguntó Solrac con una voz que provocaba que los bellos se erizaran. 141

-Soy la princesa de Rubí-determinó Andrea. La gente la miró estupefacta y algunas personas en las gradas cuchicheaban entre sí, diciendo que Andrea tenía razón. -Bueno, mañana al alba-aceptó Solrac y se fue.

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25 La Preparación de Andrea.

A

ndrea respiró aliviada. Y se dirigió de vuelta a la aldea. Los trillizos y sus amigos la siguieron.

-¿Qué piensas hacer ahora?-preguntó George. -Entrar al castillo-respondió Andrea. -¿Para qué?-preguntó esta vez Paulina. -Necesito visitar a alguien-contestó Andrea caminando al castillo. -Pero el castillo está lleno de soldados-le espetó Guadís. -Eso no es problema-replicó Andrea- todos ustedes me ayudarán, ¿no? -Claro- aseguró Raúl. -¿Bromeas?-rió Yoshie. -Bueno, entonces vamos-dijo y corrió al castillo seguida de sus amigos. Antes de llegar a donde estaban los primeros soldados, los chicos se escondieron detrás de unos árboles, observando atentamente sus movimientos. -A la de tres, corremos y les atestamos unos golpes a los siete guardias que hay ahíseñaló Andrea. -Una, dos, ¡tres! Los chicos corrieron cada uno con un soldado y los golpearon. Ricardo le echó un chorro de agua a su soldado y cuando éste estaba en el suelo le dio una patada en la cara, dejándolo inconsciente. Andrea le quemó los pantalones a uno y cuando el soldado gritaba le dio un fuerte golpe en la nuca. Paulina atrapó a un soldado con sus enredaderas y lo enredó de pies a cabeza. George le dio una patada a su soldado en el estomago y le metió tierra en la boca y en los ojos. Los trillizos aún que no tenían poderes, vencieron a los soldados rápidamente. Los siete chicos fueron haciendo eso con todos los soldados que se encontraban y poco a poco avanzaron hasta llegar adentro del castillo. Ya dentro, casi no había soldados y los siete chicos pudieron conversar tranquilamente y caminar por los

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pasillos sin alguna preocupación. Andrea los guió por muchos pasillos, escaleras, habitaciones, hasta que llegaron a una habitación en lo alto de una torre. Andrea llamó a la puerta y esperó a que alguien le contestará. -¿Quién es?-preguntó la voz de un anciano. -Andrea-contestó ella. Luego se escuchó como se retiraban cadenas, candados y muchas otras cosas de seguridad, hasta que la puerta se abrió y dejó ver la figura cansada de un anciano. Con bigote y una barba gris y larga. Sus ojos de color café claro y observaban a los niños con mirada cansada. -Sabía que regresarías-sonrió el anciano-Pasa. Andrea se despidió de sus amigos y entró en la habitación del viejo. Era muy extraña pero a la vez bonita. Había todo lo esencial para que fuera una habitación, pero también había en ella cuadros de lugares que Andrea nunca había visto, lanzas, espadas, arcos, cualquier tipo de armas. También había muchos libros, anchos, delgados, viejos, nuevos. Todos era diferentes, pero tenían algo en común: Todos eran sobre el toam. -¿Por qué has venido a verme?-preguntó con curiosidad el anciano. -Necesito un pequeño y rápido entrenamiento para mañana-respondió Andrea. El anciano la miró seriamente, pero no dijo nada más. Mientras tanto, los trillizos, Ricardo, George y Paulina esperaban del otro lado de la puerta. -¿Por qué Andrea quería ver a ese anciano?-preguntó Paulina. -No es cualquier anciano-le corrigió Raúl. -Es Roberto, uno de los mejores en el toam de todos los tiempos-informó Guadís. -Decídanse de una buena vez, ¿Quién es el mejor en el toam?-preguntó Ricardo frunciendo el ceño. -Roberto, fue el mejor en el toam, ahora ya es viejo y casi no puede pelear-le espetó Yoshie. -Y es maestro de Andrea-dijo Raúl. -Lo que ella quiere es estar bien preparada para la batalla de mañana-aseguró Guadís. -Entiendo-dijo Ricardo y luego preguntó-¿Cuánto tiempo llevará ese entrenamiento?

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-No lo sé-dijo Raúl encogiéndose de hombros. -Podrían ser horas-contestó insegura Yoshie. -O toda la noche-terció Guadís acomodándose en su escalón. George, Ricardo y Paulina vieron impresionados a los trillizos. Y luego ellos también se acurrucaron y se durmieron profundamente, pensando en su amiga. Ricardo no dejaba de estar preocupado por ella y antes de dormirse pidió que fuera lo que fuera que Roberto y ella estuvieran haciendo, le sirviera de algo a Andrea... La luz que entraba por una pequeña ventana de las escaleras, despertó a los seis niños que ya hacían dormidos cada uno en un escalón desde el día anterior. Yo sé, que ustedes se dirán: Son unos dormilones. Pero la verdad es que estaban muy cansados, y durmiendo también atrasaban el hecho de que una de sus amigas iba a pelear contra un extraño de primera. -Buenos días a todos-saludó Yoshie. Era la única de buen humor. -Tengo hambre-se quejó George. -Tú siempre tienes hambre, George-replicó una voz que provenía detrás de ellos.

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26 Una Batalla de Color Negro.

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ra Andrea que estaba de pie, con las manos apoyadas en la cintura y una sonrisa de oreja a oreja. Parecía como nueva de lo bien que estaba. Mientras que Ricardo, George, Paulina y los trillizos estaban todos envarados de lo mal que habían dormido, ahí tumbados como pudieron en las angostas escaleras de la torre. -¿Cómo estás?-preguntó Paulina amablemente tallándose los ojos y tratando de poder ver bien a través de sus largas pestañas que se habían entrelazado. -Mejor que ustedes-rió Andrea viendo las caras de cansados de sus amigos-Vamos, levántense. Es hora. Los chicos de mala gana se levantaron bostezando. Las piernas les temblaban y tenía lagañas en los ojos. George, hasta tenía el rastro blanco y reseco de baba en una mejilla. Y al darse cuenta, Andrea de ello aseguró sonriendo: -Sí, definitivamente estoy mejor que ustedes. Los siete niños bajaron las escaleras, bostezando, estirándose y cosas así. Pasaron por los pasillos, y salieron del castillo tranquilamente, porque cuando algún soldado los veía dirigirse a la salida sólo se quedaba extrañado y se rascaba la cabeza, preguntándose si estaba aluciando. Afuera, el sol brillaba con todo su esplendor a pesar de que todavía era muy temprano y de que las altas Montañas de Fuego, por lo regular tapaban la aldea con su sombra. En la aldea, todas las personas, ya se estaban preparando para la hora de la batalla y cuando los niños pasaban cerca de alguna persona, ésta sólo se preguntaba si la chica de cabello rojo oscuro era la nueva contrincante de Solrac. La chica que había tenido el valor de retar al campeón de los campeones en Rubí. Y sí, era ella. Pero para la sorpresa de todos, incluso de sus amigos, Andrea estaba más relajada que nunca, o al menos lo aparentaba. Caminaba totalmente erguida y con la barbilla en alto, siempre con un aire de orgullo. Llegaron al campo, que estaba vacío al igual que las gradas y siguieron a Andrea hasta en donde estaba el árbitro regordete. -Hola-saludó él bastante sonriente-Es un día muy hermoso, ¿no? Los amigos de Andrea, Ricardo, Paulina, George, Raúl, Guadís y Yoshie miraron al hombre con una mirada penetrante y fulminante, que lo hizo retroceder y borrar su tonta sonrisa. 146

-¿De qué lado me toca?-se limitó a preguntar Andrea, ignorando a sus amigos y obviamente la expresión del árbitro. -Del derecho-contestó el árbitro frunciendo el ceño. Andrea se dirigió a ese extremo del campo seguida de sus amigos. Cuando llegaron ella les ordenó: -Será mejor que me vayan a apoyar desde las gradas-dijo cuando se percató de que la gente estaba llegando. Sus amigos la vieron tristemente. Yoshie se le aventó a los brazos y comenzó a llorar. -¡Tú vas a ganar!-gritó tan fuerte, que los chicos estaban seguros de que las personas que estaban en las gradas la escucharon. Yoshie se separó de Andrea y se fue a las gradas entre llantos. -Te estaremos apoyando hasta al final-aseguró Raúl y le dio un fuerte abrazo. -No te dejes vencer, recuerda que el orgullo de tu familia está en juego. También quería decirte que mis hermanos y yo te queremos-se despidió Guadís dándole un abrazo y corriendo a donde estaban sentados Raúl y Yoshie. -Bueno, creo que es mi turno de despedirme-dijo George y abrazó a Andrea, cuando se separó añadió-Tú sabes que no soy muy bueno para los discursos así que sólo te digo que eres la mejor y que estoy seguro de que no vas a perder. Y se fue. Paulina abrazó a Andrea fuertemente y unas lágrimas aparecieron en su cara. -Amiga, lo harás muy bien-la alentó y se fue con George a donde estaban los trillizos. Andrea sonrió al verlos a los cinco en las gradas y luego se volvió a ver a Ricardo que estaba delante de ella con la mirada al piso. Andrea volvió a sonreír, tomó a Ricardo por la barbilla y le alzó la cabeza, para que la viera a los ojos. -No me pasará nada, lo prometo-aseguró Andrea. Ricardo la miró y sin poder aguantarlo la abrazó, hundiendo su perfecto y fino rostro en el desaliñado y salvaje cabello de su amiga. -Es sólo que no quiero perder a nadie más-le susurró al oído. Su voz sonó de verdad triste y preocupada, llena de miedo y de ira. 147

-No me perderás, en serio-murmuró Andrea, se separó de Ricardo y miró a Solrac que ya estaba apareciendo en el campo-Además, ¿qué me puede hacer ese?-añadió tratando de sonreír, pero sus labios temblaron y a penas si se curvaron. Fue una pregunta que Ricardo no pudo contestar hasta después, ya cuando, desgraciadamente, Solrac estaba acabando con Andrea. -¡Tú puedes ganar, Andrea!-gritó Ricardo, al ver que Solrac le atestaba a Andrea un golpe en las costillas que hizo que Andrea retrocediera adolorida. Andrea tenía un labio roto y de la nariz le brotaba mucha sangre. -¿Qué pasa con Andrea? ¡La está haciendo papilla!-gritó Yoshie desesperada. -¡Andrea!¡Andrea!-gritaban George y Paulina. -¡Andrea!-gritó una voz de una niña chiquita que acababa de aparecer en el campo. ¡Era Miranda! La hermana de los trillizos. Raúl corrió y la llevó hasta las gradas. -¡Andrea!-gritaron los ocho niños desde las gradas-¡Fuego! Pareció como si esa palabra la reviviera y Andrea otra vez sintiéndose fuerte se puso de pie. -Pensé que ibas a ser mejor oponente, aún que debo admitir que has sido la persona que a aguantado más-informó Solrac. Andrea lo miró llena de ira, pero después sonrió. -Y yo pensé que eras más callado, toda la pelea te la has pasado burlándote de míaseguró Andrea-pero, ¿sabes qué? ¡Ya no más! Y diciendo esto le dio una fuerte patada en un costado a Solrac haciéndolo quejarse por el dolor. Solrac quitó la mano de en donde Andrea lo había golpeado y todos pudieron ver que la mano, así como la camisa de Solrac estaban manchadas de sangre. Pero otra vez había algo raro en esa sangre, no era roja, sino negra. Andrea miró horrorizada a Solrac. Éste miró a Andrea sorprendido. -Jamás nadie, me había sacado sangre-admitió-Creo que me equivoqué sobre ti. Y atacó Andrea con una patada, que ella, más viva la detuvo con una mano. Luego giró el pie de Solrac haciendo que éste le diera la espalda. Después con más fuerza aventó la pierna de Solrac hacia arriba, por lo cual Pedro dio un giro completo y cayó al suelo boca arriba. Solrac se levantó y escupió al pasto. Pero lo que escupió no fue sólo saliva, también escupió más sangre negra. Andrea le dio una patada a Solrac en la cabeza antes de que el pudiera ponerse de

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pie totalmente. De repente, las vendas negras se rompieron y pudieron ver por fin el rostro de Solrac. La boca y la nariz eran iguales a las de un humano común, pero sus orejas eran puntiagudas, largas y negras. También, Solrac tenía una especie de tatuajes negros en forma de líneas, que iban desde sus orejas y se unían en su boca, eran tres. Pero Andrea, pudo darse cuenta de que no eran tatuajes, sino piel. Solrac cayó al suelo, y de lo adolorido que estaba no pudo taparse su extraño rostro. Unos segundos después con mucha dificultad pudo volver a levantarse. -¿Qué eres tú?-preguntó Andrea tragando saliva. -Velo por ti misma-determinó Solrac con una voz muy extraña y al instante las mangas de su camisa se fueron rasgando hasta romperse. Los brazos y piernas de Solrac se convirtieron en corpulentas patas, sus manos en garras filosas, su cuerpo se hizo cada vez más grande, hasta convertirse dos veces más alto que Andrea, su cara también se hizo más grande, sus ojos se rasgaron hasta tal punto que parecían los ojos de un gato, su cabello desapareció, y toda su cara se tornó de color negro. Le salieron unas enormes alas negras de su espalda y una cola también. Él era un... ¡Dragón!n. La gente comenzó a gritar y algunas personas se fueron corriendo, por miedo al dragón. Miranda se aferró a los brazos de Raúl asustada, mientras que él, Paulina, George, Ricardo, Yoshie y Guadís miraban al dragón impresionados y temían que fuera más poderoso de lo que podía ser Andrea. Ella sólo observaba a Solrac sonriendo. -¿Por qué sonríes?-preguntó Solrac en un rugido. -Porque así no temo usar mis verdaderos poderes-confirmó Andrea y comenzó a arder. -A pelear-anunció y alzó el vuelo. Andrea esperó a que volviera a bajar. Solrac lo hizo pero en picado, y su punto para caer era encima de Andrea. Ella corrió hacia donde estaba Ricardo. -¡Ricardo cuando te diga que lances agua lo haces!-exclamó aún corriendo. A Solrac no le importaba que atrás de Andrea hubieran muchísimas personas gritando y corriendo asustadas, porque un dragón fuera a caer encima de ellos y seguía cayendo en picada hacia Andrea. Cuando estuvo a sólo unos cuantos metros de ella, Andrea lanzó fuego con sus ojos hacia al dragón y gritó: -¡Ahora! 149

Ricardo lanzó agua con su mano derecha hacia el fuego. Fue entonces cuando se formó una nube de vapor alrededor de Solrac y como no veía nada chocó contra las gradas, que estaban casi vacías. Afortunadamente nadie, de los que estaban ahí salió herido, porque Solrac volvió a montar el vuelo con gotas de vapor por todo su cuerpo. -Tú plan de no poder ver nada con el vapor, no funcionó-se burló Solrac, volviendo al suelo. -Ese no era mi plan-sonrió Andrea. El dragón la miró sin comprender, frunciendo el ceño. -Todo el mundo sabe que para poder derrotar un dragón se necesita agua-explicó Andrea-Pero hubiera sido trampa si sólo Ricardo te hubiera lanzado agua, por eso el lanzo agua a mi fuego, lo cual provocó vapor y el vapor es agua condensada... A Solrac se le salieron los ojos de sus orbitas atónito antes de que, por obra del vapor, volviera a ser un humano. Gritaba por el dolor y aturdido se dejó caer al suelo inconsciente. Andrea lo observó tirado en el suelo, aliviada. Las personas que quedaban comenzaron a aplaudir y a gritar después de comprender lo que acababan de ver. -¡Lo hiciste!¡Lo hiciste!-exclamó Ricardo corriendo hacia Andrea. -¿Lo venció? ¡Lo venció!-gritaba Yoshie sin poder creerlo y corrió para juntarse con los demás que ya estaban con Andrea- ¡¡¡Lo venciste!!! -¡Eres la mejor Andrea!-gimió Paulina y la abrazó. -¡Eres la nueva reina!-gritó Raúl emocionado. -Querrás decir princesa-lo corrigió Guadís. -Ya lo era-repuso George. -¡Quiero ser como tú de grande!-aseguró Miranda. Los chicos rieron. Estaban muy contentos porque, Andrea había derrotado a Solrac. El árbitro llegó corriendo y se llevó a Andrea hasta el centro del campo. -¡Ella es la nueva reina de Rubí!!!-anunció levantando un brazo de Andrea. -La nueva princesa, señor-lo corrigió Andrea riendo. -¡¡¡Ella es la nueva princesa!!! ¡Y me enorgullece decir que tendremos a nuestros antiguos reyes de regreso, Ramón y Alicia! Todas las personas volvieron hacer ovaciones al oír esos dos nombres.

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-¡¡¡Viva Rubí!!!-exclamaron Andrea, George, Paulina, Ricardo, Miranda y los trillizos. -¡¡¡Viva Rubí!!!-repitió la gente. Los niños se miraron entre sí sonriendo. Pero esa sonrisa se borró cuando la gente empezó a gritar. -¡¡¡Los perdedores tienen que morir!!! ¡¡¡Sobre todo ese dragón!!! Los chicos se horrorizaron al ver que unos tipos corpulentos cogían a Solrac por el cabello y lo arrastraban a una guillotina. Solrac no podía hacer nada, porque estaba muy cansado y los hombres que lo arrastraban eran muy fuertes. Ni siquiera podía hablar. -Oh, no. Había olvidado que los perdedores morían-dijo horrorizada Andrea. -Y también olvidaste que eres la nueva princesa-le recordó George sonriendo pícaramente. Andrea le devolvió la sonrisa y corrió lo más rápido que pudo hacia la guillotina. Los hombres ya habían colocado el cuello de Pedro en donde debía de estar, cuando Andrea dio un grito: -¡Basta!¡No habrá muertes hoy!-exclamó ayudando a Solrac a ponerse de pieNinguno de ustedes peleó, contra ninguno de ellos, así que no tienen el derecho a exigir que los maten. Los habitantes se miraron entre sí. -¡Se están comportando como unos salvajes!-gritó Andrea furiosa-¡Solrac no tenía nada contra Rubí! -¡Claro que sí, quería gobernarnos!-se escuchó entre la multitud, entonces la gente volvió a inquietarse. -Eso no es cierto-murmuró Solrac arrastrando las palabras-Yo sólo hacia mi deber. Andrea lo miró extrañada, pero decidió interrogarlo después. -Él no quería eso, él quería ocupar el trono hasta que regresáramos mis padres y yo-mintió Andrea y las personas se volvieron a tranquilizar. Andrea se acercó a la guillotina y empezó a arder de nuevo. -¡Está cosa, no se usará otra vez con un inocente!-declaró y diciendo eso quemó la guillotina con el fuego que salía de sus ojos. 151

El pueblo aplaudió y gritó. Andrea miró a sus amigos satisfecha, y todos juntos se encaminaron al castillo.

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27 La Lanza de Fuego

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ndrea llevó a Solrac. Con estrictas instrucciones de que no lo dejarán salir, de una habitación. Andrea llamó a un doctor y éste curó a Solrac. Los amigos fueron a cenar a casa de los trillizos. La comida que sirvió la mamá d Miranda y de los trillizos estuvo deliciosa, aunque no tan grande como en los castillos. La velada estuvo llena de risas, puesto que ninguno de los niños podía contener la felicidad de que Andrea saliera victoriosa. Ricardo era el más aliviado. Cuando terminaron de cenar los cuatro amigos se despidieron de los trillizos, de Miranda y sus padres, y regresaron al castillo exhaustos y deseosos de dormir en las grandes y cómodas camas que les esperaban en el castillo. Andrea fue la única que no corrió a su habitación y en lugar de eso fue a la habitación en donde se encontraba Solrac. Cuando entró, Solrac estaba sentado en la cama con una tabla llena de comida sobre su regazo. -Vaya, me sorprende que no hallas intentado escapar-admitió Andrea sonriendo y sentándose al lado de Solrac. -Era lo menos que podía hacer después de que me salvaste la vida-replicó Solrac. -Seguro que no sabías que tengo preparado un largo cuestionario-rió Andrea. -Era lo más lógico-repuso Solrac. Andrea sonrió. -¡Vengan las preguntas!-exclamó Solrac dando un suspiro. -¿Es cierto lo que mencionaste hace unas horas de que tu habías venido sólo para proteger el trono en lo que mis padres regresaban?-preguntó Andrea. -Sí, es totalmente cierto-respondió Solrac dirigiendo sus ojos negros como el carbón a los ojos café oscuro penetrantes de Andrea. -Es increíble-Andrea sólo pudo decir eso mientras su voz se ahogó. -¿Qué es increíble, princesa?-preguntó Solrac frunciendo el ceño. -Es increíble que te crea-terminó Andrea. Solrac bajó la mirada avergonzado. Andrea se percató de que hasta estaba

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sonrojado y su rostro parecía algo desconcertado, así que se apresuró a decir algo que lo hiciera sentir mejor: -Ah, pero es que me es difícil confiar en alguien. Solrac lo miró divertido. -Lo dices para que me sienta mejor. -Era lo más lógico-dijo Andrea imitando a Solrac cuando había dicho lo mismo. La sonrisa de Solrac se hizo más grande hasta llegar a ser de oreja a oreja. Y los dos comenzaron a reír. -¿Quién te mandó?-preguntó Andrea, cuando dejaron de reír. -Es una historia muy larga-repuso Solrac encogiéndose de hombros dispuesto a no contestar la pregunta de Andrea. -Pues tengo bastante tiempo, así que cuéntamelo todo-replicó Andrea. -Mira, los dragones vivimos dentro de un volcán, en las Montañas de Fuegocomenzó Solrac-Como es obvio tenemos un líder. -¿Qué es?-lo interrumpió Andrea por curiosidad. -Su nombre es Legnasé-respondió Solrac- Él fue el que me envió a ganar el torneo y cuidar del trono. -Pero, ¿por qué?-preguntó Andrea desesperada. -Cuando el rey Gags vivía nos hizo un gran favor a los dragones-contestó Solrac- Y cuando Gagas murió los dragones nos prometimos ayudar a Rubí si tenían problemas. -¡Y si que hay problemas!-exclamó Andrea moviendo la cabeza. -Me enviaron a mí-continuó Solrac-pero no sólo para cuidar al trono sino que también para hacerte una prueba a ti. -¿A mí?-repitió Andrea todavía más confundida. -Sí, a ti-respondió Solrac levantándose de la cama. -¿Qué tipo de prueba? ¿Para qué? -Para poder ver si eras lo suficientemente fuerte e inteligente para poder conseguir La Lanza de Fuego -¿La Lanza de Fuego?-repitió Andrea. 154

-¡Sí!-gritó Solrac cansado de que Andrea repitiera todo lo que decía. -No te enojes, me cuesta captarlo-murmuró Andrea. -Ahora tendrás que venir conmigo-informó Solrac tomando a Andrea por la muñeca. -Pero si es de noche, tengo sueño y estoy cansada-se quejó Andrea. -¡Que importa!-exclamó enfadado Solrac-¡Tienes que venir ahora! -No iré-determinó Andrea soltándose de Solrac y cruzando los brazos. -Sí irás-le espetó Solrac volviéndola a tomar por la muñeca. -No iré-dijo Andrea sin moverse. -¡Sí irás!-bramó Solrac. -No iré -Sí irás -No iré -No irás -Sí iré-Andrea abrió los ojos asombrada. ¡Había dicho que sí iría! -Caíste-se burló Solrac y la tomó otra vez. -¡Suéltame!-gritó Andrea tratando de escapar. Solrac hizo caso omiso a sus palabras e hizo aparecer sus alas negras, listo para volar. -¡Déjala, dragón!-exclamó la voz de una chica. Era Paulina que acababa de entrar a la habitación y había evitado que Solrac se llevará a Andrea a sepa Dios donde. -Pero si yo no le estoy haciendo nada-mintió Solrac. Paulina lo miró sin fiarse de él. Todavía tenía en la cabeza al dragón lastimando a su mejor amiga. -Si quieres que yo vaya, tiene que ir Paulina-propuso Andrea. -No hay problema- dijo y tomó a Paulina por la muñeca también.

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-¡Qué!-gritó Paulina abriendo los ojos, sin creer lo que Andrea había dicho-¡A donde! -¡A las Montañas de Fuego!-contestó Solrac entre el ruido del batir de sus alas. Solrac comenzó a volar, mientras que Paulina gritaba asustada y Andrea se reía de ella. El viento que azotaba sus rostro y su cabello era frío, pero eso no impidió que se maravillaran de lo increíble que era volar y ver el mundo desde otra perspectiva. La noche era bella como nunca la habían visto, el cielo estaba cubierto de estrellas y la luna en cuarto menguante estaba blanca y brillante. Las chicas pudieron ver, desde esa altura, El Bosque Lluvia de Estrellas, como siempre tan oscuro y espeluznante. Pero claro, oscuro y espeluznante para otras personas porque esa vez que Andrea y Paulina lo vieron ya no sintieron miedo, sino recordaron los momentos felices y victoriosos que habían vivido en ese mágico bosque. Sin darse cuenta, ya estaban delante de una gran piedra que seguramente tapaba la entrada de una cueva. -¡Suéltanos, Solrac!-le gritó Paulina. -Como ustedes digan-aceptó Solrac y antes de que las chicas pudieran tan sólo extrañarse, el dragón las soltó, sin más aviso. Ya en el piso, Andrea comentó: -Paulina se refería a que nos dejaras en el piso y no soltarnos y caer con estrépito -Lo siento, para la próxima especifica-repuso Solrac caminando hacia la roca. -Se llama educación-refunfuñó Paulina. Andrea rió, pero su risa se ahogó al ver que Solrac movía con sus manos humanas la enorme piedra que estaba delante de él. Cuando Solrac quitó la piedra, tras ella quedo una cueva oscura y con un olor horrible. -Síganme-ordenó Solrac adentrándose a la cueva. Andrea y Paulina se miraron indecisas. Solrac se dio cuenta de lo que estaban pensando y se volvió. -¿Qué sucede?-preguntó Solrac viendo las caras asqueadas de las chicas. -¿Qué es ese horrible olor?-exclamó Paulina tapándose la nariz con las manos. 156

-Azufre-respondió Solrac encogiéndose de hombros-Tendrán que acostumbrarse, allá adentro huele peor. Solrac se metió a la cueva seguido de Andrea y Paulina. Adentro, el chico cargó la piedra otra vez, y la puso en su lugar. La oscuridad cubrió todo. Pero la luz volvió cuando a los lados de la cueva se empezaron a prender antorchas. -Así está mejor-murmuró Andrea. Siguieron su camino en silencio, oyendo sus pasos retumbar en las paredes de piedra. Solrac tenía razón, adentro el olor era peor. Paulina no entendía como es que tantas generaciones de dragones habían podido vivir ahí sin asfixiarse. Pensó que tal vez se debía a que los dragones tenían esa materia por dentro. Tuvo que dejar sus pensamientos a un lado porque cuando llegaron al final del túnel vio algo que nunca creyó poder ver. ¡La montaña era un volcán dormido! Además los dragones habían construido puentes y más túneles. Todos estos se dirigían a una como esfera que estaba exactamente en el centro del volcán. Lo más increíble eran los dragones que volaban y caminaban por todas partes. De repente un gran dragón de color amarillo se posó delante de ellos haciendo que la tierra temblara y rápidamente se convirtió en un hombre alto, delgado, fornido, de cabello, ojos y esas distintivas líneas de la cara que los dragones tenían de color amarillo. Tenía una expresión severa y enojada. Y cuando vio a Andrea y a Paulina detrás de Solrac montó en cólera. -¿Qué hacen estas humanas aquí?-preguntó toscamente. -Lo siento, señor-se limitó a decir Solrac bajando la mirada. Luego añadió-Sé que debí informarles que vendría con ellas primero, pero ya se tenían que ir-mintió. El dragón amarillo aunque estuviera en su forma humana sacó humo de su nariz enfadado. -Sólo por esta vez te perdono-dijo, cogió a Paulina por la camisa y se lanzó al vacío. Paulina dio un gritó pero apenas unos segundos después de que el dragón se había tirado se convirtió en la forma dragón y llevó a Paulina a la esfera volando. -¿Quién se cree ese para regañarte de esa manera?-preguntó Andrea enojada. Solrac sonrió mientras le salían sus alas negras de la espalda. -Es mi jefe-contestó cogiendo a Andrea de la cintura y lanzándose al vacío también. -¿Cómo que tu jefe?-preguntó Andrea levantando una ceja cuando Solrac remontó el vuelo hacia la esfera. -Su nombre es Jumián-respondió Solrac sin tener que hacer esfuerzo para aguantar el peso de Andrea-Es uno de los mejores guerreros que hemos tenido en todas las 157

generaciones de dragones. El entrena a los espías, como yo. -¿Eres un espía?-exclamó Andrea átonita. -Sí-asintió Solrac. Llegaron a la esfera que era mucho más grande de lo que se veía desde el túnel. Antorchas adornaban e iluminaban toda la esfera por dentro. Cuando Andrea y Solrac llegaron a la entrada de la esfera, Andrea tuvo que taparse la cara con las manos ya que la esfera estaba tan brillante que parecía que estaban en el sol. Junto a las antorchas lo que hacía que estuviera tan iluminada la esfera era el piso de mármol blanco y las paredes de piedra blanca, una que no identificó Andrea. Cuando se acostumbró a tanta brillantez se dio cuenta de que todo ahí era muy hermoso, ordenado y extremadamente limpio. Estaban en el vestíbulo de un castillo esférico. Andrea había pensado que los dragones eran toscos y salvajes, pero esa idea se cambio al ver la decoración que había ahí. En las paredes había muchos cuadros de dragones y paisajes, también vio algunos espejos enmarcados con oro y plata. Andrea desvió su atención en la decoración cuando Paulina llegó a su lado. Esto es increíble, ¿no crees?-preguntó Paulina maravillada-Nadie creerá que estuve en este lugar. -Nadie te creerá todo lo que has vivido las últimas semanas, Paulina-sonrió Andrea recordando en los lugares tan espectaculares y mágicos en los que había estado. Paulina tuvo que admitir que su amiga tenía razón. -¡Jumián!-se escuchó desde el otro desde el otro extremo del vestíbulo. Paulina y Andrea dirigieron su mirada a donde se suponía estaría el emisor. Y lo vieron. Era un hombre tan grande y fornido como Jumián. Sus ojos, el cabello y las rayas del rostro que cruzaban su cara eran de color blanco. La piel del hombre era tan pálida que parecía un fantasma. También estaba todo vestido de blanco y caminaba decidido hacia ellos. -¡Jumián, Solrac!-gritó mucho más enojado que Jumián al ver a las chicas-¿Qué pensaban al traer a estos humanos aquí? ¡No era hora! -Yo no fui-se defendió Jumián-Solrac tuvo la gran idea d hacerlo-añadió con sarcasmo. La mirada furiosa del hombre se dirigió a Solrac. -Lo que pasa es que ellos ya tenían que irse-volvió a mentir Solrac-No tienen tiempo para una celebración larga. Su prioridad es derrotar a Lois cuanto antes. Jumián y el hombre se miraron y respiraron hondo. -Tienes razón-declaró el hombre, se dirigió a Andrea y a Paulina y recitó mal

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humorado-Mi nombre es Donanref, el mejor guerrero dragón. -Uno de los mejores-lo corrigió Jumián con una sonrisita orgullosa. Andrea y Paulina se presentaron aunque sabían que era inútil, porque por lo que los tres dragones habían dicho parecía que las estaban esperando desde hace algún tiempo. Donanref soltó un gruñido y sin decir nada, se dio la vuelta y caminó por el pasillo. Jumián lo siguió con la barba en alto y totalmente erguido. Solrac también lo siguió nada más que el era menos orgulloso. Andrea hizo una mueca y de mala gana se juntó con Solrac, mientras que Paulina se metía los nudillos de las manos para evitar reírse de lo tontos que se veían los dragones grandes caminando así. Caminaron por los pasillos de la extraña bola flotante, asombrándose de la belleza de la decoración en conjunto con los pisos y paredes blancos. Los pasillos había hombres y mujeres que caminaban sin parar de un lado al otro. Les llamó la atención una mujer recargada en la pared que leía tranquilamente un pergamino, cuando los tres dragones y las chicas pasaron junto a ella, la mujer dragona asomó su rostro por arriba del pergamino y las chicas pudieron ver que tenía los ojos, las líneas de la cara y el cabello verde esmeralda. Luego un señor con un montó de cosas en los brazos chocó con Paulina y al ayudarlo a levantar todo, la princesa se dio cuenta de que el dragón tenía sus ojos y todo lo demás de muchos colores, como un arco iris. Andrea y Paulina estaban encantadas al estar rodeadas de tantas personas tan coloridas. Al ver el entusiasmo de las chicas, Solrac comentó divertido: -Todos los dragones tenemos diferente color de los ojos, cabello y shigamps (las líneas de la cara)-explicó-según cual sea ese color, es el mismo que tenemos en todo el cuerpo cuando nos convertimos en dragones. -Qué genial-exclamó Andrea. -¿Puede alguien tener shigamps, ojos y cabello invisibles? ¿Podría un dragón ser invisible?-preguntó Paulina recordando lo que habían dicho los soldados tontos de la entrada a Rubí. Andrea soltó una carcajada al acordarse también de los soldados. Solrac sonrió y contestó: -Nunca he visto uno. Pero no creo que existan. Paulina se sonrojó. -Los dragones no somos tan “mágicos y fantásticos” como todo el mundo creeaseguró Solrac. -Esa es una gran mentira-replicó Andrea.

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-Eso es lo que tu crees-le espetó el dragón-Lo único que podemos hacer es convertirnos de humanos a dragones y viceversa. -¡Pero cuando se convierten en dragones son muy poderosos!-exclamó Paulina mientras que pasaban delante de un dragón que hacía flotar unos pergaminos para no tener que cargarlos. -Y ¿Cómo le llamas a eso?-lo retó Andrea señalando al hombre. -Hacer levitar objetos es una de las cosas más sencillas de la magia, hasta un humano común podría hacerlo-repuso Solrac encogiéndose de hombros. -Nosotras no sabemos-dijeron Paulina y Andrea al unísono. -Algún día aprenderán -¿Y qué me dices de que pueden echar fuego de las narices?-propuso Andrea esquivando el fuego que había echado un hombre al estornudar. -Entonces lo que echas tu por los ojos es agua-se burló irónicamente Solrac. Andrea se quedó callada y ya no supo que más decir, mientras que Paulina ya estaba abriendo la boca para repelar, pero tuvo que guardar sus opiniones para otro momento, ya que llegaron a un pasillo más grande y más hermoso que los demás. Al fondo del pasillo había dos puertas de pared a pared y de techo a piso. Donanref abrió las gigantescas puertas sin esfuerzo alguno. Cuando las puertas se abrieron las chicas pudieron ver que desde el principio de la enorme habitación hasta el fondo se extendía una larga alfombra roja. Ésta desaparecía debajo de un trono muy grande (como para un dragón en forma de dragón) de oro. El trono no estaba vacío, estaba ocupado por un hombre con el cabello, los ojos y las líneas del rostro con franjas doradas y plateadas. Su piel era muy blanca. Estaba vestido con una túnica muy bonita. El rey estaba leyendo y al darse cuenta de que alguien lo veía, levantó los ojos y los contempló un rato a todos, uno por uno. Su mirada se detuvo en Andrea y Paulina y las examinó. Luego, sin que Andrea y Paulina se hubieran imaginado, sonrió. -Vaya, cuando dijiste que lo harías rápido, Solrac, no creí que fuera verdad-dijo levantándose del trono y dejando a un lado el libro grueso que había estado leyendo. Solrac le devolvió la sonrisa satisfecho, hizo una pequeña reverencia con la cabeza y dijo: -Lo que yo prometo, siempre lo cumplo.

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Donanref y Jumián callados, pero Andrea y Paulina sabían que dentro de sus gigantes cuerpos el fuego que producían estaba más grande y caliente que nunca. -Antes de empezar a darles instrucciones, debo presentarme-aseguró el dragón-Mi nombre es Legnasé-y el anciano dragón les dedicó una sonrisa. -El gran dragón-finalizó Solrac con los ojos muy abiertos e iluminados. Legnasé sonrió aún más. De repente, una pequeña puerta que habían en una pared de un lado, se abrió y entraron dos figuras vestidas de azul. Ambas eran muchachos un poco mayores que Solrac. Sus cabellos eran de color azul, al igual que sus ojos, las cejas y las líneas de sus rostros. Los dos eran totalmente idénticos. Como dos gotas de agua. -Hola-saludaron con entusiasmo los dragones juntos. Las chicas movieron la mano en forma de saludo. -¿Dónde se encuentra Joseralv?-preguntó bruscamente Donanref. -Enseguida llega-refunfuñó uno de los dragones azules de mala gana. Su entusiasmo se había ido por la borda. -Estaba muy enojado por lo que ha hecho Solrac-aseguró el otro dragón azul. Solrac tragó saliva casi sin hacer ruido. Andrea y Paulina ya estaban hartas de que dijeran que lo que Solrac había hecho llevándolas era malo o equivocado. -¿Por qué todos se van contra el más pequeño?-explotó Andrea -¡Abusivos!-exclamó Paulina. -Ellas tienes mucha razón-las apoyó Legnasé- Solrac no se ha equivocado, de hecho es el mejor de todos ustedes. -¡Ahh! Entonces denle el título de mejor guerrero-repuso Jumián. -¡Un título doble!-bramó Donanref. -También el de consejero-terciaron al unísono Leunam y Epilef (así se llamaban los dos dragones azules). Paulina, Andrea y Solrac estaban muertos de la risa. -Qué celosos-murmuró Legnasé con el ceño fruncido y sólo lo pudieron oír los más pequeños. -¿Qué significa esto?-gritó una voz muy potente. Todos giraron su cabeza súbitamente, menos Legnasé. Era un hombre delgado, alto 161

y moreno. Muy musculoso y fornido. Estaba vestido con una túnica completamente roja y sus ojos, su cabello, sus cejas y sus líneas del rostro eran rojos. Después de Legnasé, ese dragón era el más viejo y sabio. Solrac palideció al instante y vaya que para su cuerpo era difícil palidecer de esa manera, ya que el muchacho era muy moreno también. Pensándolo bien, el dragón que acababa de entrar en la sala y Solrac eran muy parecidos. -Oh no-susurró Solrac apretando los puños. El dragón rojo se detuvo junto a Legnasé, enfrente de Andrea, Solrac y Paulina. ¿Qué hacen ellas aquí?-preguntó señalando a las chicas. -Solrac las trajo antes de tiempo-respondió Jumián de mal humor. El dragón dirigió sus ojos a Solrac y lo fulminó con la mirada. Parecía como sí de los ojos le saliera fuego. Solrac se movió incomodo. -Pero así es mejor-comentó Legnasé-Ahora no tienen que esperar tanto. -¿Qué es lo que tengo que hacer exactamente?-inquirió Andrea. -Mañana lo sabrás-respondió Legnasé-Es hora de ir a descansar-añadió bostezando. -¿Qué es la lanza de fuego?-insistió Andrea. -Mañana... -¿Qué prueba voy a hacer?-exclamó Andrea cuando Solrac y Paulina la tomaron de los brazos y la llevaron a la salida. -Mañana... -Pero-trató de decir Andrea desesperada. Mañana... Era inútil y Andrea lo sabía. Así que se soltó de Paulina y de Solrac, se dio la vuelta y se dirigió a la salida furiosa. Solrac las llevó a una habitación con dos camas. -Aquí deberán dormir-explicó. Andrea y Paulina asintieron, exhaustas. -Que descansen- se despidió el dragón. Las princesas se miraron.

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Estaba abriendo la puerta para salir cuando las chicas lo agarraron de las muñecas. -¡No dejes que se escape! -¡Sujétalo bien! -¿Pero qué...?-exclamó Solrac siendo arrastrado hasta una silla por las chicas¡Suéltenme!¿Se han vuelto locas?¡Me voy a convertir en dragón!¡Se los advierto! -¡Lianas!¡Amárralo con lianas!-se le ocurrió a Andrea. Paulina hizo una cuerda con lianas muy larga y las dos ataron a Solrac a la silla. -Niñas, en serio-comenzó Solrac con mucha dificultad para hablar pues las lianas apretadas a su cuerpo no lo dejaban respirar-¡Suéltenme! -No-negó Paulina-Hasta que nos digas que prueba tiene que hacer Andrea. -Vamos, princesas, no puedo decirlo-dijo Solrac. -Claro que sí-le espetó Andrea. -Sí-asintió Paulina en tono burlón- Es muy fácil, sólo tienes que mover la boca, asíindicó. Andrea reventó en carcajadas. Pero luego, controlándose dijo seriamente: -Dinos -No puedo-volvió a decir Solrac- Ya me he equivocado muchas veces-susurró. Pero Andrea y Paulina oyeron eso y nuevas preguntas se arremolinaron en sus mentes. -¿A qué te refieres con eso?-preguntaron al mismo tiempo las princesas. -¿A qué?-inquirió Solrac mintiendo. -No te hagas el tonto-chilló Paulina. -¿A qué te refieres con que te has equivocado muchas veces?-insistió Andrea. Solrac suspiró y miró abajo. Después de un rato de meditación, alzó la cabeza. -Si me sueltan les explicó-propuso Solrac. Las chicas se miraron. -Bueno.

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-Esta bien. Lo soltaron. Solrac se sentó en el borde de la cama y se masajeó las muñecas, aturdido. -Empieza ya-ordenó Andrea impaciente. -Para comenzar,-dijo Solrac acomodando los enunciados en su mente-Soy...Soy hijo de Joseralv. -¿En serio? -Con razón el parecido-corroboró Paulina pensativa. -Pero no es solo eso-se apresuró a decir Solrac-Todos los que vieron hace rato y yo tenemos parentesco. -¿Todos son familia?-preguntaron las chicas al unísono. -Sí-asintió Solrac- El rey es algo lejano de mi padre, Donanref, Jumián y los gemelos son mis hermanos. -Órale -Si que son familia -Desgraciadamente-lamentó Solrac. -¿Y por qué dices que has fallado mucho?-preguntó Andrea curiosa. -Soy, como dicen mis hermanos: la oveja negra de la familia...-se detuvo repentinamente al darse cuenta de que había una coincidencia muy grande en ese enunciado, pues él era negro, prácticamente. Andrea y Paulina reventaron en sonoras carcajadas. Cuando las princesas se calmaron (o por lo menos aguantaron la risa) Solrac continuó seriamente: -Siempre me he equivocado-aseguró pasando su mano derecha por su cabello azabache-Mi padre no esta muy contento. Jumián y Donanref tienen el título de “Mejor Guerrero”; Leunam y Epilef son tan inteligentes, que Legnasé los eligió como sus consejeros y finalmente...yo... ¡Yo sólo soy un “espía”. -Un muy buen espía-admitieron las chicas. -No, también en eso he fallado, para el colmo-negó Solrac con amargura. Paulina y Andrea se miraron. 164

-Seguramente, no es tan malo-pensó Paulina en voz alta. -No, sí es malo-chilló Solrac- Es vergonzoso para mi padre y para mí. Mis hermanos siempre me molestan. -Se aprovechan, no les hagas caso-repuso Paulina. -¿Y que hay de la prueba que tengo que hacer?-preguntó Andrea. -Será una prueba en donde tendrás que usar todo tu valor-respondió Solrac y su mirada se ensombreció-Una prueba en donde no deberás perder tu esperanza. Usar tu inteligencia y coraje. Una prueba en donde tendrás que usar tu fuerza... Y al decir esto, las lianas que los sujetaban a la silla se rompieron con un chasquido. -Buenas noches-se despidió Solrac saliendo de la habitación a toda prisa temiendo que las niñas volvieran a capturarlo para interrogarlo. -Debo practicar hacer lianas más resistentes-determinó Paulina asintiendo. -Debo dormir para la prueba-aseguró Andrea. Se acostaron. Antes de cerrar los ojos, Andrea pensó que si saldría ganadora o moriría en la prueba.

28 La Prueba

P

aulina se despertó a la mañana siguiente muy temprano. Al abrir los ojos, la princesa de Esmeralda no sabía si era realmente de día, ya que la habitación estaba tan oscura como en la noche.

A ciegas, la niña se levantó y caminando con cautela, se aproximó a la cama de Andrea. Puso las manos en donde creyó que estaría el cuerpo de su amiga pero la cama estaba vacía. Paulina salió de la habitación con una vela en las manos y la encendió con el fuego de una de las antorchas del pasillo. Entró de nuevo a su habitación y con la poca luz que emanaba la luz se vistió. Fue difícil, ya que no podía ver si estaba poniendo el brazo en la manga del vestido y no en el agujero del cuello. Cuando por fin terminó, se dirigió a buscar a Solrac y después de preguntarle a muchos criados si sabía en donde podría estar, llegó a una sala con sillones aterciopelados de color vino alrededor de una chimenea, estantes llenos de libros y una mesa redonda enfrente de la chimenea, llena de pergaminos. Solrac estaba sentado en el sillón más grande que estaba enfrente de la chimenea.

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El joven dragón estaba serio y pensativo y ni siquiera se percató de la llegada de Paulina, aún que la princesa se hubiera sentado junto a él. Solrac seguía con la mirada perdida en el fuego que crepitaba. -¿En qué piensas?-le preguntó Paulina cruzándose de brazos. -Ah-tartamudeó Solrac al ver a Paulina juntó a él-No sé-añadió. -Claro-replicó Paulina. -Sólo en que sería lo mejor que mi padre no estuviera tan cerca de mí-contestó dejándose persuadir por Paulina. La princesa se quedó mirándolo un rato y después de suspirar dijo: -No es tan bueno como aparenta. -¡Claro que sí!¡Mi padre me odia y nunca me querrá!-exclamó levantándose de golpe. -Eso no es cierto-negó Paulina- A veces los padres son un poco injustos, pero nos quieren. -¡Mi padre es peor que injusto conmigo!-bramó Solrac-¡No quería que naciera! -Solrac, no digas cosas tan horribles-chilló Paulina haciendo ademán de que quería taparse los oídos. -¡Quiere más a mis hermanos!-gruñó el muchacho furioso y sacando humo por la nariz. -Los quiere a todos por igual-gimió Paulina. -¡Ni siquiera aunque derrotará a Lois yo sólo, me querría! -¡Tú no sabes que es no tener a tus padres cerca!-gritó Paulina harta. Solrac se detuvo súbitamente y la miró atónito: -Es horrible-aseguró Paulina. La voz le temblaba-Estar preocupada por ellos día y noche, acostarte muy tarde y preguntarte si estarán bien, despertarte en la mañana y cuestionarte si, seguirán vivos o no... Y la princesa no pudo aguantarlo más y comenzó a llorar. Solrac se quedó más sorprendido aún. Recordó rápidamente todo lo que Paulina le dijo. Y más adentro de eso, pequeños recuerdos cuando él era pequeño y jugaba con su padre. Se sentó junto a Paulina y le dijo: -Lo siento, no quería lastimarte-se disculpó-Tienes razón-añadió y la abrazó lo más 166

cariñosamente que pudo. La chica lloró y lloró, mientras que Solrac la consolaba. De repente, se oyó el crujido de la puerta al abrirse. El dragón y la princesa se separaron y se volvieron. Entraron los gemelos y Paulina se secó rápidamente las lágrimas. Al mismo tiempo los dos dragones azules fruncieron el ceño al ver a su hermano y a la princesa de Esmeralda juntos. -¿Qué han estado haciendo?-preguntó Leunam. -¿Por qué están los dos junto?-inquirió Epilef. -¿Desde cuando son tan amigos?-terciaron los dos al unísono. -Que les importa, vayan al grano-dijo mal humorado Solrac levantándose. -Los llaman para despedirse de la princesa que va a hacer la prueba en unos momentos-informaron de mala gana. Solrac y Paulina intercambiaron miradas entre nerviosas y emocionadas. Diez minutos después volvían a intercambiar esas miradas nada más que Paulina tenía una mirada de reproche y Solrac de avergonzado. Lo veía así porque no les había dado ni una pista sobre la prueba y en esos momentos, las chicas oía sin entender lo que Andrea tenía que hacer. -Para mantener el volcán caliente y activo tenemos una fuente de poder-explicó Epilef. -¿Y?-inquirió Andrea bostezando. -Tienes que encenderlo, lo apagamos para que esa fuera tu prueba-respondió Leunam. -¿Y ya?-preguntó Andrea. -No-contestaron los gemelos de mal humor. -El núcleo está cuidado por varias barreras y obstáculos-informó Joseralv en un gruñido- Tendrás que pasarlas, llegar al núcleo y encenderlo como puedas. -Estoy lista-replicó Andrea. Paulina abrazó a su amiga y le deseó suerte. -Solrac, acompaña a la princesa y no te separes de ella por nada del mundo-ordenó Joseralv observando con desdén a Paulina. -Con mucho gusto lo hará-susurró riendo Epilef. Leunam comenzó a reír con ganas. Solrac y Paulina se sonrojaron, mientras que,

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Legnasé, Joseralv, Jumián, Donanref y Andrea emprendían el camino al centro del volcán. Andrea fue guiada hasta una puerta gigantesca. Un soldado dragón la abrió con muy poco esfuerzo. -Hasta aquí llegamos, Alteza-anunció Legnasé-Suerte-le susurró al oído para que nadie más pudiera escuchar. Andrea entró. Cualquiera hubiera entrado con las piernas temblándole como gelatina pero Andrea no era de esas personas, no. Ella se encontró con lo que menos se esperaba, pero no perdió su postura. Y, ¿por qué iba a hacerlo? Si lo que encontró ahí fue nada más y nada menos un...bosque. Era imposible. ¿Quién caramba ha oído hablar de un bosque en un volcán? Bueno, pues, ese era un bosque genuino adentro de un volcán. Mariposas de todos colores revoloteaban de un lado al otro, se oía el trino de los pájaros y muy lejanamente un ruido que parecía ser una cascada...Que cosa tan rara. Andrea se volvió y vio que la puerta se cerraba a sus espaldas. Apretó los puños y echó a correr en dirección al ruido de la cascada. Pronto perdió de vista la puerta, hasta creyó que los árboles se habían juntado y sus copas se habían tupido más para hacer una especie de muralla natural. Estuvo corriendo horas y horas, pero nada ni nadie le impidió seguir. No había ningún obstáculo de los que los gemelos habían hablado. Sus piernas ya le dolían, cuando unos arbustos cercanos a ella se empezaron a mover. Andrea dio un salto hacia atrás, alejándose de los arbustos. La princesa se quedó clavada en el suelo, aguantando la respiración. De repente, los arbustos dejaron de moverse. Fueron tres segundos en los que Andrea notó que gotas de sudor resbalaban por su frente. Esos tres segundos se acabaron rápidamente y de los arbustos salió un gran y gordo jabalí. El animal tenía unos cuernos pequeños, pero afilados, ojos rojos y desorbitados y era negro. Para desgracia de Andrea, el jabalí estaba furioso y hambriento. El animal azotó sus patas traseras contra el piso, como un toro que acaba de salir al estadio. -Hola, jabalí lindo-dijo Andrea dando unos pasos hacia atrás lentamente, tratando de no provocar más al jabalí. El jabalí gruñó. -Creo que deberías tomar un baño-comentó Andrea arrugando las nariz, pues el jabalí apestaba. El jabalí gruñó otra vez, enfadado, como si entendiera lo que Andrea acababa de decir. La princesa, en serio, debía de estar desesperada para estar hablando con un animal. 168

-¿Sabes? Mi carne seguramente no es rica, no he comido algo desde ayer en la noche-aseguró Andrea. Pareció como si el jabalí empezará a sacar humo de la nariz. -Oh Oh-murmuró Andrea cerrando los ojos y volviéndolos a abrir. Se dio la vuelta y comenzó a correr lo más rápido que pudo y el jabalí la siguió pisándole los talones. Andrea corrió y estuvo a punto de hacer algo que jamás había echo, gritar. La princesa subió a un árbol, pero el jabalí no dejo de seguirla y empezó a golpear el árbol con sus fuertes y robustas patas traseras. A cada golpe, Andrea sentía como el árbol crujía por dentro y que poco a poco se iba rompiendo, a tal punto que pronto estaría en el piso a merced del jabalí. Pensó rápido que hacer y se le ocurrió lo más sencillo que podía haber hecho. Concentró su poder en sus ojos y apuntó a la cola peluda del jabalí. Unos segundos después, el jabalí estaba corriendo y chillando con la cola ardiendo y Andrea estaba de nuevo en camino al núcleo. Caminó como cuatro horas más, que a la princesa se le hicieron como semanas. Y por fin llegó a las orillas del río que crecía después de la pequeña cascada. Se arrodilló a tomar agua y a lavarse la cara con el agua cristalina. Cuando se echó el último puño de agua en la cara, sintió que el agua le quemaba. -Auch-se quejó Andrea. Abrió los ojos y vio lo que menos necesitaba ver en esos momentos tan cruciales, en los cuales no sabía como podría atravesar el río, pues su mayor secreto era que le tenía pavor al agua. ¡El agua se había convertido en lava! -Esto no puede estar peor-chilló Andrea-¿Ahora como voy a pasar?-se preguntó. Se sentó a las orillas del río de lava a pensar. Se le ocurrió que Ozil podría ayudarla. Sacó su pedazo de alma y pronunció el nombre del brujo. Unos minutos más tarde una voz resonó por todo el bosque. -¿Ahora que sucede?-se quejó la voz de Ozil. -Ozil, necesito tu ayuda-admitió Andrea. -Ah, no me digas-dijo con sarcasmo. Andrea lo ignoró y continuó: -¿Qué puedo hacer para pasar un río muy ancho, pero que no es de agua, sino de lava?

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Ozil ni siquiera lo pensó. -Eso es fácil-le contestó Ozil-Concentra tus poderes en los pies y luego da el primer paso al río y ya verás que pasa. -¿Estás loco?-preguntó Andrea. -¿Cuál es tu poder?-inquirió Ozil. -Tú ya sabes cual es-dijo Andrea enfurecida-El fuego-añadió después. -Ahh, entonces deja de molestarme y has lo que te digo-le espetó Ozil. Su voz no volvió a oírse. Andrea pegó una especie de grito enojada, cruzó los brazos y las piernas y se quedó contemplando el río de lava que tantos problemas le estaba dando. -Si no me arriesgo, nunca sabré que pasará, con esto no podré llegar hasta el núcleo y lo que va a pasar es que nunca tendré la dichosa Lanza de Fuego-pensó Andrea en voz alta. Decidió que no iba a dejarse vencer por un río de lava, después de todo, como había dicho Ozil, el fuego era su elemento, ella lo controlaba. Se levantó, concentró sus poderes, su fuerza y su energía en los pies cuando creyó estar lista, levantó un pie y lo puso sobre la lava. Pensó que le iba a quemar tanto que se iba a quedar sin pie, pero fue como estar parada en la tierra. Puso el otro pie sobre la lava y comenzó a caminar por ella. Iba despacio por miedo a caerse y quemarse viva. Cuando llegó a la otra orilla se sorprendió de sí misma. -¡Ya estoy más cerca!-exclamó para sus adentros. Con más entusiasmo y energía, echó a correr. Luego comenzó a trotar y por último solo caminaba. -Ya por favor-suplicó Andrea arrastrando los pies. El cansancio le ganó y se dejó caer bajo la sombra de un árbol. De repente, oyó un zumbido extraño. Se levantó y caminó más acercándose a donde creía procedía el ruido. Arrimó las ramas de un frondoso pino y se sintió muy feliz al ver lo que estaba en sus narices. El extraño zumbido provenía de una cascada más grande que la otra, que desembocaba en un lago de agua. Era muy hermoso. Un arco iris cruzaba la cascada y terminaba en las enormes piedras. Pero lo mejor que había ahí era una gigantesca bola de algo transparente como el cristal. La esfera se alzaba exactamente en el centro del lago y además daba vueltas sobre sí misma. -¡Esa!-gritó Andrea-¡Esa es la fuente de poder!¡Debe de ser!¡El núcleo!-estaba tan 170

emocionada que daba saltos, movía los brazos y corría de un lado al otro del lago como un niña pequeña que acaba de recibir un regalo que tanto quería. -Seguro tengo que lanzarle fuego-pensó la princesa después de meditar un rato. -Reunió todo su poder en los ojos y unos minutos después no dejaba de salir fuego de ellos en dirección a la esfera. Andrea se sentía cansada, y no la culpo pues, lo que ella no sabía era que la esfera absorbía toda su fuerza. Andrea sentía el cuerpo pesado y la cabeza se le fue nublando poco a poco. Su cuerpo se desplomó a la orilla del lago. Lo último que vio fue que lo había logrado, el núcleo estaba encendido otra vez.

29 Dentro de los Bosques Fríos. -Andrea, Andrea-le susurraban al oído-Despierta. Hay noticias. Andrea abrió los ojos al oír lo último. Sus amigos estaban junto a ella. Tenía cara de preocupación y se veían cansados. Solrac también estaba ahí. Se encontraban el castillo de Rubí de nuevo. -¿Qué sucedió?-preguntó Andrea casi en un grito-¿No pase la prueba?¿Por qué estamos aquí y no con los dragones?- estaba llena de dudas. -Tranquila-Solrac se adelantó y la princesa pudo ver que el chico dragón llevaba un paquete en la manos-Lo hiciste bien, nada más que no previste que el núcleo te absorbería todas tus fuerzas. -Pero lo lograste-aseguró Paulina con una sonrisa. -Y Legnasé estaba muy feliz de poder entregarte esto-dijo Solrac entregándole el paquete-No pudimos hacer la entrega correcta porque ustedes tienen prisa. Andrea frunció el ceño y miró a sus amigos confundida. Abrió el paquete y vio la lanza más majestuosa que hubiera visto jamás. Lo curioso era que era corta muy corta. En los bordes estaba pintada de rojo, tenía tallado el nombre de Gags y en un extremo tenía un hilo rojo. Andrea vio un como especie de botón y lo presionó. En ese momento la lanza se hizo más larga, como tenía que ser una lanza, volvió a presionar el botón y la lanza volvió a ser pequeña. Unas horas después estaban los cuatro amigos y Solrac sentados alrededor de una mesa redonda en una pequeña y cómoda sala en el castillo. Encima de la mesa estaban las partes de espíritu de Ozil y éste les estaba dando las 171

últimas y malas noticias que había. -Sí, así es-dijo Ozil tratando de que su voz sonara despreocupada y tranquila, pero era todo lo contrario. -¡Es imposible!-exclamó Paulina. -No, nada es imposible-murmuró Ricardo tristemente. -Lo que menos necesitamos ahora, es que nos contradigas, Ricardo-lo reprochó Andrea. -Siempre va un paso delante de nosotros-se lamentó George rascándose la mejilla. -Tienes razón-chilló Paulina escondiendo su cabeza entre sus brazos cruzados sobre la mesa. -Es inútil-dijo Andrea cruzando los brazos. -No podremos lograrlo-aseguró Ricardo-No podremos vencerlo. Se quedaron en silencio mientras Solrac los veía horrorizado. -¿Pero que hacen?-bramó tan enojado que hasta la voz le cambio. O al menos eso creyeron los cuatro amigos al principio, pues no había sido sólo la voz de Solrac sino también de los trillizos y de Miranda que acaban de llegar y estaban tan decepcionados como Solrac. -¿Qué les pasa?-gritó Guadís furiosa, tanto que parecía que echaba chispas por los ojos-Todo el mundo esta sobre ustedes no pueden rendirse así. Andrea alzó la mirada y la vio. -Sólo porque otra parte del ejercito de Lois este terminada y les tapó la salida más rápida hacia el Gran Desierto, ¿se van a quedar con los brazos cruzados?-preguntó Solrac. Ricardo lo miró y suspiró. -¡Han hecho peores cosas!¡Han sobrevivido situaciones que al mejor rey del mundo le pondrían los pelos de punta!-exclamó Raúl. Paulina se secó las lágrimas y sonrió. -¡Han estado viajando tanto tiempo que ni siquiera el mismo Lois podría estar de pie!-gritó Yoshie con todas sus fuerzas. 172

George la miró. -Y pero aún-comenzó Solrac casi en un susurró-Han logrado estar sin el apoyo de sus padres...¡Y sin saber si están vivos o no!¡Si están bien o no! Paulina, Ricardo, George y Andrea intercambiaron miradas. -¿Y se rinden por una cosa insignificativa?-preguntaron Miranda y Solrac al unísono. Los chicos se volvieron a ver a Solrac, a Miranda y a los trillizos sonrieron y se sintieron avergonzados por haberse dejado vencer por eso. -Gracias, amigos-les agradeció Paulina. -Ahora bien, ¿Qué es lo que vamos a hacer?-inquirió Andrea. -¿Qué plan tienes, Ricardo?-le siguió George levantándose de la silla. Los demás lo imitaron. -Pues debemos pasar por un lugar en donde no nos vean-diciendo esto, examinó el mapa. -Eso ya lo sabemos-anunció Paulina. -¿Qué tal por los Bosques Fríos?-sugirió Raúl viendo el mapa. -Excelente idea-aceptó George-Salgamos ahora mismo. Andrea le dijo a un criado que alistara a sus caballos, y para un viaje largo. Ellos se dirigieron a despedirse de los trillizos y de Miranda, cuando se los encontraron en los jardines delanteros. -¡Chicos!-exclamaron al unísono Guadís y Yoshie. Las dos hermanas mayores corrieron a su encuentro seguidas de Miranda y Raúl. -Creímos que se irían sin despedirse de nosotros-se lamentó Yoshie llena de ira y roja como un jitomate. Hasta los chicos se hicieron para atrás, pero su rostro se dulcificó, sus labios empezaron a temblar y se echó a llorar a los brazos de Andrea. -Te vamos a extrañar-aseguró Yoshie con el mismo tono fuerte y decidido de la chica. Guadís abrazó a Andrea y le dijo: -Lois tendrá que hacer algo mejor para detenerlos.

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Raúl fue el siguiente y también abrazó a la princesa de Rubí. Aunque, al separarse estaba colorado y le dijo a su amiga: -Regresa pronto, o sí no...-comenzó el chico esbozando una sonrisa de oreja a orejaYoshie va a enloquecer más de lo que ya está... -¡Oye!-gritó Yoshie ofendida. Andrea y sus amigos se rieron con ganas. Miranda se acercó a la princesa y la abrazó con fuerza, como si no la quisiera soltar. -Todo va a ir bien, Miris-le prometió Andrea dulcemente. Se separaron y Miranda le entregó una pequeña cajita. Andrea la abrió extrañada y adentro encontró una cadena de plata con un dije en forma de flama. -Gracias-agradeció Andrea poniéndose la cadena con unas brillantes y cristalinas lágrimas brotándole de los ojos. Los demás se despidieron y llegaron los sirvientes con los caballos listos. Andrea, Paulina, George y Ricardo montaron los caballos. -¿No vienes?-inquirió Andrea dirigiéndose a Solrac. -No-contestó simplemente el dragón y mirando a Paulina con una sonrisa, añadióTengo cosas que arreglar. -Bueno-se lamentó Andrea-¡Adiós!-se despidió Andrea y dirigiéndose a los trillizos, dijo-Cuiden a todos por mí. Y que no hagan estupideces-les guiñó un ojo-Sobre todo a Yoshie-recordando que una vez había quemado la cocina de su madre por accidente. -¿¡Por qué siempre se la agarran todos contra mí!? -Es broma- se burló la princesa contenta. -¡Vamos chicos!-exclamó George-¡Vamos Negra! Los caballos comenzaron a correr, alejándose cada vez más del castillo. Les abrieron las puertas del palacio y pasaron por entre la gente que los animaba para ganarle a Lois y lograr la entre los reinos. Cuando salieron de Rubí, vieron a los dos soldados estúpidos que habían conocido cuando llegaron a la aldea. -¡Cuidado!¡Un dragón!-les avisó Andrea y tenía razón. Solrac, convertido en dragón, volaba en círculos sobre ellos. La expresión que pusieron los soldados al ver al dragón, es difícil de describir, lo único que les puedo decir es que en verdad eran graciosas. 174

-Voy a extrañar a esos dos-aseguró Paulina riendo. -¿Por qué?-preguntó Ricardo-Si aquí tienes a George-se burló Ricardo fulminando a George con la mirada a ver si lo hacía enojar. Y lo logró. -¿Ah, sí?-replicó George desafiante- Veamos si lo único que sabes hacer es hablar... -Te escucho-dijo Ricardo con una sonrisa pícara. -El primero en llegar a los bosques fríos le pone un castigo al otro-le retó George¿Qué dices? -Hecho-aceptó Ricardo y le dio una patada a su caballo que comenzó a correr. George lo siguió a carcajadas. -¡Hombres!-exclamó Paulina-¡Siempre compiten!-Y Andrea y ella estallaron en risas. El viaje fue así de alegre hasta que anocheció. Las chicas no veían por ningún lado a Ricardo y a George y empezaron a preocuparse. Pero aún así entraron al bosque, en el cual Ricardo y George habían entrado desde hacía algunas horas, y seguían allí hablando con unos seres mágicos, como casi todos los que habían conocido en el transcurso del viaje. Todo empezó cuando Ricardo y George entraron a Los Bosques Fríos ignorando que las chicas iban muy detrás de ellos. El clima cambió súbitamente en el bosque. Como su nombre lo decía eran bosques muy fríos y a medida que los chicos entraban, la nieve y la neblina se hacían cada vez más espesas y abundantes. Las copas de los árboles se hacían más tupidas también. Ricardo y George iban un poco más lento y tranquilos. Seguramente están intrigados por saber quién ganó la carrera, pues bien, temo decirles que el pobrecillo de Ricardo dejará de leer un mes después de que la guerra acabe. Pasaron las horas y en una de esas vieron como unos arbustos se movían. Ricardo sacó su espada de la funda y la empuñó con fuerza hacia los arbustos. -¡Sal de ahí! -¡Muéstrate! Fue tan rápido que ni siquiera les dio tiempo de reaccionar... Unos seres como de medio metro, se abalanzaron contra los chicos y los tiraron de sus caballos. Negra y Bimbo se pusieron nervioso, pero las diminutas criaturas los calmaron y amarraron con cuerdas. También a George y a Ricardo. Los dos chicos no podían ver nada, sólo siluetas pequeñas que se movían a su alrededor. -¿Quiénes son ustedes?-preguntaron Ricardo y George furiosos. 175

-Primero los prisioneros-rugió uno de ellos. Lo gracioso fue que su voz no era realmente tenebrosa. -Yo soy George, de Esmeralda- contestó él. -Y mi nombre es Ricardo Vey, Príncipe de Diamante-respondió el chico. Los seres cuchichearon entre sí por un rato en un lenguaje que los dos niños no pudieron comprender. Un momento después, la misma voz masculina volvió a sonar: -Lo sentimos, señores, no sabíamos que eran ustedes-se disculpó al tiempo en que otros de su raza les quitaban las cuerdas a los chicos. Cuando quedaron libres, los seres hicieron una fogata y los niños pudieron ver que se trataba de duendes. Pequeños duendes.

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30 Abodroc

E

l duende que les había hablado era rubio, de ojos castaños y pelo chino y un poco largo.

-Mi nombre es Oliver, soy jefe de Abodroc, nuestro pueblo de duendes-se presentó. -Mucho gusto-saludó Ricardo bajando la cabeza ligeramente. -Puedo ver que son pocos-observó George ignorando los buenos modales. -¡Oh no!-exclamó Oliver con una voz de niño pequeño-Al contrario, señor. -Lo que pasa es que nuestros vigilantes de la entrada de los bosques nos dijeron que eran intrusos, entonces sólo venimos los mejores-aseguró una chica duende que acababa de llegar. Era de cabello y ojos castaños. -Soy Carolina. -Hola-saludaron los niños. -Él es Marcelino-dijo Oliver señalando a otro duende, pero esta vez era de cabello y ojos rojos- Es nuestro general. A los chicos les paso por la cabeza que para que les serviría un general a los duendes. -Él es Emilio-presentó Carolina a un duende de cabello castaño claro y de ojos verdes-Es el mejor espía. -Vaya-se limitó a comentar George asombrado. -Y ella es Ivanna-señaló Oliver a un duende de cabello castaño y ojos color café. El duende se le quedó mirando pensativo-Es...importante... Ivanna lo miró con recelo. -¿Sólo importante?-se quejó fulminándolo con sus ojos. -Sí-replicó Oliver ignorándola- Bueno...-se arrepintió al ver que la piel blanca de

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Ivanna se ponía roja-Es la que nos trae noticias-La piel de la duende casi regreso a su color normal-Y les trae noticias de Lois. Durante toda la presentación de los duendes, Ricardo y George no habían puesto el cien por ciento de su atención, ni siquiera el veinte por ciento, pero al oír el nombre de Lois se volvieron, aguardaron silencio y pusieron todos sus sentidos en lo que Ivanna les iba a decir. -¿Qué pasa con Lois ahora?-preguntó George frunciendo el ceño. -¿Es que Lois ya cambió de estrategia otra vez?-inquirió Ricardo harto de que siempre ellos eran los últimos en enterase de lo que Lois planeaba. -No, no-negó Ivanna poniendo una cara-No son noticias sobre lo que va a hacer...sino sobre él. -¿Información sobre Lois?-repitió George más confundido-¿Para qué queremos saber a que hora va al baño o cosas así? -Cállate-le espetó Ricardo-Puede ser importante-el rostro suave de su amigo se tornó serio-Deja que hable-sus ojos azules se veían tenebrosos. Ivanna se aclaró la garganta y comenzó a hablar con un tono misterioso: -Muy pocas personas han visto a Lois y han regresado a casa sanos y salvos-el viento helado rozaba sus mejillas sonrojadas por el frío y las copas de los árboles se movieron dando un aspecto de miedo a lo que decía Ivanna-Y esas personas con suerte...dicen que Lois tiene...una...madre... -Eso es obvio, ¿no?-repuso George-Sino, ¿Cómo hubiera vuelto a nacer? -Pero no es obvio que siga viva-replicó Ivanna-Por lo poco que sabemos de Lois podríamos deducir que no quiere a nadie ni a nada y la pequeña idea de que hubiera matado ya a sus padres. Ricardo y George meditaron un poco sobre el asunto y luego volvieron a prestar atención a lo que iba a decir la duende: -No sólo...tiene madre... -¡Bah! Ahora nos vas a decir que tiene abuelita, hermanos, papá y un gato al que le limpia sus necesidades-la interrumpió George incrédulo- ¡Por Dios! -¡Calla, George!-suplicó Ricardo-Que tenga familia nos puede ayudar en mucho, seguro ahí es en donde está su punto débil-propuso Ricardo alzando una ceja-¿Qué más?-preguntó a Ivanna. -He sabido que...tiene un hermano...Un hermano gemelo... 178

¿Un hermano gemelo? Significaba el doble de problemas para los chicos. -Pero, no está con Lois, está en otra parte-añadió Ivanna para calmarlos-Está perdido... George miró a Ricardo que estaba pálido como la nieve en la que estaban sentados. -¿Te encuentras bien?-le preguntó. -Sólo tengo frío-contestó regresando en sí. George miró a los duendes que miraban a Ricardo con una expresión de que ellos también lo entendían. George no entendía nada. Un hermano gemelo de Lois no importaba tanto, o ¿sí? -Tenemos algo para usted-dijo de repente Carolina que había estado toda la conversación escondida entre las sombras, tan escondida que al verla regresar, George se sobresaltó. El muchacho se enderezó y los miró fijamente. -¿Qué es? -Seguramente Ozil te habló sobre que tu eras la reencarnación de su maestro-dijo Marcelino y George movió la cabeza dando entender que sí-Pues, él nos dejó a cargo su espada. La Espada Valiente de Gregor. Y Carolina se adelantó con una espada enfundada. La funda era de piel café. Carolina le entregó la espada y George le quitó la funda. El niño pensó que la espada iba a ser como la de Ricardo, de plata, pero era muy diferente. Era más delgada y larga, casi del tamaño de una lanza pequeña, pero lo más extraño era que era de color como oxidado, aun que no se sentía rasposa. El mango era negro y plateado. Como siempre tenía el nombre de su dueño pasado, Gregor, pero sucedió algo mágico en el nombre tallado en la espada. Cuando George tocó la espada el nombre desapareció y se fueron escribiendo nuevas letras por arte de magia. G Ricardo se acercó a ver la espada. E Los duendes se le acercaron también, porque la espada emitía una extraña luz que causaba curiosidad. O 179

-¿Qué es lo que dice?-preguntó Ricardo. R -¡Es magia!-gritaron al unísono los duendes. G -Ustedes son mágicos-les recordó con sarcasmo Ricardo. -Ya lo sabíamos-replicaron orgullosos. E -¡Es mi nombre!-gritó George. -Eso significa que es tuya-dijo con entusiasmo Carolina. -Eso parece-dijo George embobado con el resplandor de la espada. No pudo terminar lo que decía porque se escucharon los cascos de caballos resonando por todo el lugar. Los duendes corrieron y ni siquiera se despidieron. George y Ricardo no tuvieron tiempo ni de levantarse. Su cuerpo estaba entumido por el frío. Pero eso no importaba pues las personas que iban arriba de los caballos eran nada más y nada menos que Paulina y Andrea. Las chicas tenían una cara de preocupación y estaban un poco asustadas. Cuando las niñas llegaron iban tan rápido que ocasionaron que un montón de nieve que había en un pino, les cayera a Ricardo y a George en las cabezotas. -¡Ricardo, George!-gritaron Paulina y Andrea bajándose de Tisha y Oso de un salto. -Hola chicas-sonrieron George y Ricardo esperando un regaño. -¿En dónde se habían metido? -¿Por qué se adelantaron? -¡Se supone que somos un equipo! -¡Tenemos que permanecer unidos! -¡No vuelvan a hacer algo así!-bramaron al mismo tiempo. -Jeje-rieron tímidamente. -Suban a los caballos...¡Ahora!-ordenó Paulina y los niños obedecieron de mala gana.

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Andrea cogió las cuerdas de los duendes y ató a los cuatro caballos, al ver eso los niños empezaron a discutir. -¡No somos bebés!-exclamaron. -Pues parecen-espetó Andrea tan enojada que parecía que le salía humo por la orejas. -No es justo-se quejó Ricardo ya arriba del caballo con los brazos cruzados. -Nuestros caballos están cansados, no podemos ir al mismo paso-repeló George. -Digan lo que digan iremos juntos, ¡Punto Final!-gritó Andrea subiendo a Tisha. Paulina montó a Oso y todos comenzaron a andar. La noche en el bosque era oscura y muy fría. Los cascos hacían un ruido mudo cuando tocaban la nieve blanca y suave. La luna se alzaba sobre las copas de los árboles y estas sobre las cabezas de los niños. Sólo pocos rayos de luz de luna se colaban entre las copas y a los niños les empezó a dar sueño, así que decidieron hacer turno para dormir, pues sabían que en los siguientes días no tendrían tiempo ni para respirar...

31 Calor Sin Agua, Frío Sin Sol y Una Tormenta de Arena. -¿Cuándo vamos a llegar?-preguntó George casi acostado en el caballo. -Falta mucho-respondió Ricardo sin ganas de pensar, pues aun que ya había amanecido seguía haciendo mucho frío en el bosque. Unas horas más tarde... -¿Ya vamos a llegar?-inquirió George esta vez acostado sobre el caballo boca arriba. -No-contestó Andrea de mala gana. Unas horas más pero más tarde... -¿Ya casi?-volvió a preguntar George pero ahora acostado boca abajo.

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En la tarde... -¿Ya? -Ya casi...-respondió Paulina. Unos minutos más tarde... -¿Ya llegamos?-preguntó George jugueteando con la cuerda de su caballo. -¡Ya cállate!-gritó Andrea harta. -¿Ya casi llegamos?-inquirió Paulina tranquilamente mientras que detrás de ella Andrea se abalanzaba sobre George, tirándolo del caballo. -¡Sí!-exclamó Ricardo-Vamos suban al caballo-les ordenó a George y Andrea que ya habían acabado de pelear y estaban empapados por haber rodado por todo el piso cubierto de nieve. Hicieron caso a Ricardo y cuando estuvieron montados en sus caballos, sin previo aviso, el chico le dio una patada a Bimbo y todos juntos salieron a galope. Poco a poco fueron viendo que los árboles eran menos, que cada vez hacía menos frío y por lo tanto había menos nieve. También el suelo cambió, dejo de ser verde y se fue convirtiendo en café. Cuando estaba anocheciendo llegaron , por fin, al desierto. Era como todos los desiertos, hacía mucho calor, era seco, con arena y muchas dunas de ésta. Como era de noche, cuando llegaron al borde de Los Bosques Fríos, Ricardo propuso algo que los iba a dejar muy tristes. Él lo sabía, pero lo comentó por su bien y por el de sus caballos... -Deberíamos dejar aquí a Oso, Bimbo, Negra y Tisha, seguramente están cansados. George, Andrea y Paulina miraron a sus caballos y sonrieron con tristeza. Una tristeza inmensa que los invadía. Se bajaron de ellos y les quitaron las sillas y las cuerdas. Los caballos no entendían que ocurría, pero cuando les quitaron todo de encima empezaron a relinchar contentos. -Adiós, amiga-dijo Andrea abrazando el cuello de Tisha. -Cuídate mucho y también a los demás-le aconsejó George a Negra. -Permanezcan unidos-le indicó Paulina a Oso llorando. -Acuérdate, que son tiempos peligrosos y duros, sin embargo todo saldrá bien, si estamos juntos-le recordó Ricardo a Bimbo sonriendo. Los caballos los miraron tristemente, les lamieron la cara en forma de despedida y se fueron trotando feliz al bosque. No sé si alguna vez han perdido a una mascota. Yo sí. Una vez una perra que había estado a mi lado por muchos años se escapó y 182

sentí de verdad horrible. En otra ocasión compré unos peces con mi propio dinero, me dan asco los peces y me los había comprado para enfrentar mi asco. Me encariñe con ellos, no sé como se puede eso, pero un día regresando de la escuela encontré a mi pez favorito con todas las tripas de fuera, afuera de la pecera. Me enoje muchísimo, para que mis papás no creyeran que me había gustado mucho ese pez, pero por dentro me sentía muy triste. Al final me enteré de que mi hermano menor, José Ángel, le había dado una patada, porque según él se había portado mal. Sentí como un vacío en mi corazón, como si de verdad, alguien muy querido hubiera muerto. Eso sentían los niños en esos momentos, pero Oso, Bimbo, Negra y Tisha no eran un tonto pez que sólo compras para enfrentar tus miedos. No. Ellos eran como unos amigos más. Unos amigos, que les hacían falta. -Adiós, amigos... Los chicos siguieron su camino. Era difícil, pues a cada paso que daban los pies se les hundían en la arena. Habían sido inteligentes, pues sólo llevaban con ellos un poco de agua y sus armas por lo que no pesaban mucho. La noche se hizo cada vez más fría, no sabían que en la noche en los desiertos llega hasta temperaturas bajo cero. Aun que después de haber cruzado Los Bosques Fríos, eso no era nada. Siguieron caminando. Pasaron horas y aun que sus piernas les dolían y temblaban de frío no se rendían, pues Ricardo les había dicho que era mejor caminar de noche, porque en el día gastan más energía por el calor. Ya no podían ni caminar, cuando el sol se asomó por el horizonte. -¡Un descanso, por favor!-suplicó Paulina y se dejó caer en la arena. Ricardo la siguió, ya ni siquiera podía pensar con claridad. George fue el siguiente en echarse en la caliente arena. Y Andrea viendo que no podía animar a sus amigos para que caminaran un tramo más, se desplomó junto a Ricardo, bajo la sombra de una duna. Se durmieron todos al mismo tiempo, el sueño y el cansancio les ganó. Ricardo se despertó empapado de sudor. Su cabello rubio y rizado había pasado a ser café y lacio por el sudor. Se quedó un rato contemplando Las Montañas de Fuego que se veían minúsculas desde ahí. Andrea se movía como loca. Tal vez porque tenía una pesadilla, pensó. Pero lo que Andrea dijo aún somnolienta, después de un rato hizo que cambiará de idea. -Tranquilos, papá y mamá-dijo Andrea dormida- Ya estoy más cerca de ustedesBostezó y dejo de hablar. -Tienes razón, Andrea-pensó Ricardo en voz alta-Que no se preocupen, estamos bien y ellos estarán bien- se prometió quitándole un mechón rojo empapado de la cara a Andrea. De repente, todo quedó en silencio, ni siquiera el ruido de un insecto se oía cruzando el cielo...nada.

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Ricardo se levantó y se volvió extrañado, preocupado y asustado por lo que podría pasar. Fue entonces cuando la vio. ¡Una tormenta de arena! Se acababa de desatar en el desierto. E iba directo hacia ellos. -¡Andrea!¡George!¡Paulina!¡Despierten, despierten!-gritó corriendo hacia Andrea y zarandeándola. La princesa se despertó. -¿Qué sucede?-preguntó bostezando. -¡Una tormenta de arena! -¿¡Qué?!-exclamó levantándose de un brinco. Los dos se volvieron a ver a George y Paulina que afortunadamente ya se habían despertado y levantado. Pero estaban lejos de ellos y para el temor de Ricardo, cuando ellos corrían hacia George y Paulina para tomarse de la mano y escapar de la tormenta, Ricardo y Andrea no los alcanzaron y la arena los llevó a lugares muy diferentes y lejanos. La arena cubrió yodo a su paso y lo único que se veía en la superficie del desierto eran las enormes dunas, que habían quedado.

32 Las Bhracraj del Gran Desierto.

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o primero que Andrea vio fue la cabeza de Ricardo sobre su pecho. En donde estaban no estaba completamente oscuro. Había algunas antorchas que iluminaban el lugar. Andrea se sentó en el suelo de piedra y miró a Ricardo con dulzura. Aún estaba desmayado. La princesa de Rubí inspeccionó el lugar. Parecía una especie de sótano en un viejo palacio y si Andrea hubiera conocido las 184

pirámides hubiera pensado que estaba en una. Olía a húmedo. En la habitación no había nada más aparte de un caldero viejo y oxidado. Entonces oyó unas voces muy agudas y femeninas. Andrea se apresuró a levantarse y despertar a Ricardo. -Ricardo, despierta, por favor-suplicó Andrea tomándolo por los hombros y zarandeándolo. No se despertó. Sus ojos azules seguían cerrados. -Despierta, despierta-rogó entre dientes. -No gastes tu saliva, niña-le aconsejó una de las voces de repente. -Ese niño no despertará hasta que nosotras se lo ordenemos-informó la otra voz. Andrea no las veía, así que no podía atacarlas con la Lanza de Fuego... ¡La lanza! Andrea tanteó su cinturón para verificar que la lanza seguía ahí, por si la necesitaba. Pero simplemente no estaba. -Tampoco desperdicies tu energía buscando la lanza-se burló la primer voz e hizo girar algo entre sus manos. Andrea escuchó el ruido que provocaba la madera de su lanza al romper el aire. -¿Qué hicieron con Ricardo?¡Regrésenme mi lanza!-gritó Andrea desesperada. No sabía que hacer. -¿Qué Anirak no te dijo que no gastarás tu saliva?-le espetó la segunda voz furiosa. -Déjala, Ardnajela-la interrumpió Anirak-Deja que pronuncie sus últimas palabras. Andrea sintió como su corazón empezaba a latir con fuerza y que su respiración era cada vez más rápida y sonora. El sudor resbalaba por su frente, sus piernas y sus brazos temblaban y el miedo la invadía. Trató de calmarse. -Esas mujeres no saben que puedo usar el fuego-pensó Andrea aliviada. Tenía algo que ellas no sabían que tenía. Eso creyó. -¡Ja! Eso crees-repuso la voz de Ardnajela dentro de la cabeza de Andrea. La princesa se sobresaltó. Por primera vez las mujeres se dejaron ver. No eran señoras, al contrario, eran como unos cinco o seis años más grandes que ella. Al verlas, Andrea pensó que eran muy guapas y llevaban unas ropas que las hacían ver aún mejor. Sus pantalones eran de color rojo y eran bombachos. De la cintura para el pecho no tenían nada, y del pecho al cuello llevaban una blusa del mismo color que los pantalones y mangas largas y bombachas. 185

Su cabello era roja también, sus ojos color ámbar que hipnotizaban a cualquiera. Su nariz era tan bonita que no puedo describirla, sus labios eran rojos y carnosos. Las dos eran parecidas. Pero Andrea pensó que las apariencias engañaban. -Es Cierto-le dio la razón Anirak pensativa, pero con una sonrisa satisfecha. -Aun que sean bonitas, no dudaré ni un segundo en quemar cualquier parte de su cuerpo-pensó Andrea. Por dentro de ella había una flama que no se podía apagar, ni con un buen chorro de agua. Pero había olvidado que las criaturas que tenía delante leían sus pensamientos. -Estoy de acuerdo, pero...-comenzó Ardnajela-¿Estas segura de que con él no dudarías?-preguntó señalando a Ricardo con un gesto de su cabeza. El príncipe de Diamante ya no estaba acostado en el piso de rocas, inconsciente. Sino que estaba junto a las brujas. Tenía los ojos en blanco y sostenía su plateada espada en lo alto, apuntando al corazón de Andrea. Tenía el rostro pálido y empapado de sudor y respiraba por la boca abierta como si fuera un zombie recién sacado de su tumba en una película estúpida de terror. Andrea no sabía que hacer ni que decir. Sólo veía a Ricardo como si no pudiera creérselo. Su mirada pasaba de la espada de Ricardo a su dueño hipnotizado. -¿Sorprendida?-le preguntó Ardnajela entre sonoras carcajadas. -Las brujas Bhracraj del Desierto tenemos el raro don de hipnotizar a los hombresapuntó Anirak sonriendo orgullosa de ella misma. -Atácala-ordenaron las brujas al unísono. Al principio Andrea no entendió a que se referían, pero cuando tuvo que esquivar la espada de Ricardo que le paso rozando la mejilla, supo que se dirigían a su amigo. -Ricardo, escúchame-lo llamó Andrea. -No la escuches-dijo Anirak. Ricardo la volvió a atacar y esta vez, le dio a Andrea en el brazo. La princesa lanzó un grito de dolor, pero tuvo que moverse rápido para que Ricardo no le diera otra vez , cuando volvió a atacarla. -¡Ricardo!¡Por favor!-gritó Andrea desesperada. -Ahora atácala con tus poderes-le ordenó Ardnajela. Ricardo, inconsciente, la obedeció y le echó un enorme chorro de agua a Andrea, que la lanzó hasta la pared. En sí, la chica no podía hacer nada contra los poderes de Ricardo. El agua apaga el fuego. Andrea se levantó tambaleándose. 186

-Vamos, niña-se burló Anirak- Lois nos dijo que eras muy fuerte y ahora ni te defiendes. -Porque es mi amigo-susurró entre dientes Andrea apretando sus puños. Con Ricardo delante de ella, entre las brujas y Andrea, la princesa no podía atacar a Anirak y a Ardnajela. -¿Cómo dijiste?-le preguntó Ardnajela frunciendo el ceño, fingiendo estar interesada. Ricardo volvió a atacar con la espada. Andrea brincó y cayó sobre ella, un truco que había aprendido cuando entrenaba toam. Volvió a brincar hacía atrás con una marometa en el aire y como una gimnasta en nuestros tiempos, cayó completamente derecha. Sin embrago, Ricardo era más bueno en el esgrima hipnotizaba y la volvió a atacar. Esa ves la espada rozó el cuello de Andrea y le sacó un hilillo de sangre. La espada paso de largo y se atoró en un hueco que había entre las rocas de la pared. -Ricardo, recuérdame, soy Andrea-trató de hacer contacto con él mientras estaban nariz con nariz-Soy tu amiga,¿lo recuerdas? Pero no escuchaba. Y la atacó otra vez. Le atestó un puñetazo en el estomago y en la nariz, como no tenía su espada, sus puños eran más efectivos. Andrea cayó de rodillas con las manos en la panza y la nariz llena de sangre. Estaba aturdida, pero no podía defenderse. No podía hacerle algo a Ricardo. ¡Era su amigo! Debía encontrar una manera de regresarlo en sí, sin lastimarlo. Con dificultad y apoyándose en la se levantó con las piernas temblándole como flanes. -Vaya, vaya-comentó Anirak-Mira, Ardnajela, aún pone resistencia. -Vas a morir, niña-le avisó con desdén Ardnajela-Él te va a matar. No intentes sobrevivir. -Yo nunca me rindo-replicó Andrea casi en un susurro. -¿Qué? -Yo nunca me rindo-repitió la princesa. -¿Cómo? -¡Yo nunca me rindo!-gritó harta. Al decir esto, Andrea estaba mirando a las brujas y no se percató de que el puño de Ricardo iba hacia su cara otra vez. Otro golpe en la nariz que derribó a la chica. Ricardo sacó su espada de la pared y se dirigió a ella. Andrea miró a Ricardo. Seguía en el transe. Se levantó y se acercó a él. -Ricardo...por favor...-le rogó Andrea-Soy tu amiga...tu amiga...

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En ese momento, Andrea vio como los ojos de Ricardo cambiaron y regresaron a ser los típicos ojos azules y hermosos. Una lágrima nació de ellos. También oyó como decía su nombre, pero un segundo después estaba hipnotizado, otra vez. -Ricardo tu puedes-exclamó Andrea acercándose más a él. -¡Ahora!-gritaron las brujas al unísono. Andrea sintió el filo frío de la espada entre sus costillas, la sangre corriendo por sus ropas, el hombro de Ricardo bajo su cuello, sus manos ahora consientes, tomándola por los brazos para evitar su caída final, lo labios resecos, su corazón latiendo fuertemente tratando de hacer el último esfuerzo. Oyó las risas de las brujas y verlas desaparecer dejando un rastro de humo. Por último sintió las lágrimas de Ricardo sobre sus mejillas, que iban perdiendo color a cada segundo que pasaba y la boca de Ricardo cerca de su oreja diciéndole, suplicándole que no se muriera. -No te mueras, Andrea, por favor-rogó Ricardo entre sollozos-No me dejes. -Te quiero...Quiero a George y a Paulina...Y a mis padres...diles que los amo y ...que lamento no...haber podido salvarlos...-fue lo último que dijo nuestra querida Andrea. -¡No!¡No!¡Andrea!¡Lo siento!¡No me dejes!¡No me dejes!-exclamó Ricardo abrazándola y llorando. Los ojos de Andrea se cerraron, su corazón dejo de bombear sangre, sus pulmones de enviar aire y así todos los órganos de la princesa dejaron de funcionar uno por uno.

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33 Las Abaziro del Gran Desierto. George y Paulina no estaban pasándola mejor que Andrea y Ricardo... Todo sucedió así: George despertó en una especie como sótano de un palacio antiguo y deshabitado igual que sus amigos. Sin embargo, Paulina no estaba juntó a él. Ni siquiera en la misma habitación. -Bienvenido, George-lo saludó una joven un poco mayor que él. Era alta, muy alta, delgada, morena y sus ojos eran de color café oscuro. Sus labios era gruesos y dibujaban una sonrisa. Estaba sentada en una silla de piedra con una pierna cruzada sobre la otra y los brazos cruzados sobre su regazo. -¿Y Paulina?-preguntó haciendo caso omiso de la “bienvenida” de la mujer. -Tu amiguita está con Adnaref-le contestó sin muchas ganas. Bostezó aburrida. George se levantó y frunció el ceño. -¿Tú quién rayos eres?-inquirió el muchacho. -Mi nombre es Allebasi-respondió ella poniéndose de pie y acercándose al niño. George empezó a buscar su espada sin disimular lo que estaba haciendo. Estaba muy nervioso. -¿Buscas esto?-Allebasi tenía en sus manos la espada, su espada. George miró a su alrededor, tenía que haber algo que lo ayudara. -Tómala-ordenó Allebasi deslizándola por el piso de roca-La necesitarás más que nada. Ella hizo aparecer una lanza. George se agachó y tomó su espada fuertemente, como si quisiera nunca volver a separarse de ella. George la desenfundó y contempló admirado su brillantez. De repente, sintió un

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golpe en el hombro que lo tiró al suelo. Allebasi lo acababa de atacar. -Eso fue trampa-se quejó George levantándose y empuñando su espada en dirección a Allebasi. -El ejercito del señor Lois no esperará a que estés listo-replicó Allebasi haciendo una mueca. -¿Trabajas para Lois?-preguntó George no tan sorprendido. Allebasi lo volvió a atacar sin avisar, pero George paró l golpe y quedaron cara a cara. -Trabajar es un verbo muy feo, yo lo llamo hacer un favor-respondió Allebasi sonriendo divertida. George la empujó con fuerza y se separaron. -Pues yo sí lo llamo trabajar-repuso George al tiempo que detenía otro golpe. Su espada y su lanza comenzaron a chocar entre sí, mientras que George y Allebasi hacían los más difíciles movimientos. -No te preocupes, George-lo tranquilizó Allebasi-Después de que te mate, no tendrás que enfrentarte a Lois. -No voy a morir aquí-aseguró el muchacho apretando los dientes. -Tal vez tu no, pero tu amiga sí-informó Allebasi con una sonrisa malvada de oreja a oreja. En ese momento se oyó la voz de una chica gritar, aun que George no supo de quién había pertenecido, se preocupó por Paulina. Él y Allebasi siguieron peleando. -Ahora me ves...-comenzó Allebasi-Y ahora ya no-añadió y desapareció con todo y sus ropas de color morado y su lanza. George miró a su alrededor, pero no la vio en la habitación. Su respiración y sus latidos de su corazón comenzaron a acelerarse. Entonces, Allebasi le atestó un golpe en las costillas. George se quedó sin aire por un momento y comenzó a jadear. En lo que se recuperaba, Allebasi se burlaba de él: -Vamos, George, apuesto a que me puedes atacar aun que sea invisible, o ¿no? George concentró todos sus poderes de la tierra y pensó que podía hacer. El sudor comenzó a caer por su frente cuando cerró lo ojos. Allebasi no perdió la oportunidad para atacarlo y lo golpeó como si hubiera sido una piñata del dinosaurio favorito de los bebés, el más odiado por los grandes. A George le dolía, pero estaba ideando su plan. 190

-Ella es invisible-pensó George con los ojos aún cerrados-Y yo controlo ya tierra, ¿Qué puedo hacer? Allebasi le dio un golpe que lo lanzó hasta la pared. Fue un gran error, pues le dio una idea para derrotarla. Allebasi se acercó corriendo y lo atacó en el costado. Otro grave error: Ahora George sabía donde estaba. El chico abrió los ojos, se arrodilló rápidamente y golpeó el suelo con la mano extendida en dirección a Allebasi. Todo fue tan rápido que Allebasi no pudo hacer nada para salvarse. El piso de roca se abrió bajo lo pies de la joven, George aprovechó el momento de distracción de Allebasi y le echó arena con su mano. Entonces, se vio la figura esbelta de Allebasi, como si hubiese sido una estatua de arena. Estaba con los brazos y las piernas extendidas para no caerse al vacío. -Por favor, ayúdame-gritó Allebasi asustada. George lo pensó un poco. -El don que tengo es la valentía, no la bondad-recordó satisfecho y orgulloso-Lo siento, los papeles se intercambiaron-añadió empuñando su espada. Y sucedió algo que jamás hubiera ocurrido. Su espada, por si sola, lanzó un montó de tierra que hizo que Allebasi cayera al vacío. George sintió un escalofrío que recorrió su espalda por haber dejado caer a Allebasi, pero se acordó de Paulina y salió de la habitación a toda prisa. El muchacho entró a un pasillo en donde había muchas puertas, que fue abriendo. Mientras que iba corriendo oyó un grito que provenía de una puerta cercana. George corrió hasta ella y la abrió. Se llevó una gran sorpresa, al ver que después de la puerta había una reja de metal. Y detrás de ella estaban Paulina y la mencionada Adnaref, que no se parecía nada a Allebasi. Eran completamente diferentes. Adnaref era de piel blanca, cabello rubio y ojos azules. Era delgada también, pero no muy alta. Adnaref estaba de pie con el pie sobre el estomago de Paulina que estaba tendida en el suelo boca arriba, por supuesto. La princesa tenía todo su cabello sobre la cara empapada de sudor. -¡Paulina!-exclamó George tratando de derribar la reja. Paulina y Adnaref se volvieron. Esto dio la oportunidad de que Paulina lanzará unas lianas que atraparon a Adnaref. La princesa se levantó y corrió hasta la reja. -¿Estas bien?-inquirió preocupado George, viendo los raspones de la bonita y delicada cara de la chica. -Sí y ¿tu?-preguntó Paulina recuperando el aliento. -Sí-asintió sonriendo. -Claro, estás lleno de moretones-dijo con sarcasmo Paulina-Y estás sangrandoañadió tocándole sus labios rotos y llenos de sangre.

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George se rió y le tomó la mano a Paulina con dulzura. La princesa lo miró a los ojos. Sus ojos. Los ojos que la habían hechizado desde el momento en que la había conocido. La cara de George, que siempre era graciosa, le pareció seria, pero llena de cariño. Cariño por ella. Sus caras se acercaron mientras que sus corazones latían con fuerza. Sus labios se rozaron. Cerraron los ojos, para recordar aquel momento toda la vida. Y ya, así de simple se estaban dando su primer beso. Ese beso especial para una persona especial. De repente , se soltaron y los dos pudieron ver que estaban rojos y que su piel se ruborizaba. -¿Cómo voy a salir?-preguntó Paulina tratando de cambiar de tema, pero le había encantado. George se alejó de la reja, se arrodilló y golpeó el piso con su mano extendida, estaba vez, suavemente. El piso se volvió a abrir y uno de los barrotes cayó al vacío. George quitó su mano del suelo y la grieta se cerró. Paulina paso por entre los barrotes y se echó a sus brazos aliviada. Se separaron y corrieron a buscar una salida de aquel palacio extraño.

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34 El Fénix

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icardo se había secado las lágrimas y le abrió la camisa a Andrea para ver la herida. Era enorme y estaba llena de sangre, que no dejaba de emanar. La limpió, pero fue inútil, Andrea no regresaría. Su amiga ya no respiraba, definitivamente, estaba muerta. La cadena que Miranda y los trillizos le habían obsequiado, había perdido su brillo, como si la flama se hubiera extinguido al igual que la flama que había dentro de Andrea. Ricardo estaba muy triste, en lo único que pensaba era en lo que había vivido junto Andrea, desde que ella había caído por la barda del castillo de Esmeralda, el día en que ardió y gracias a ella supieron que en verdad tenían poderes; cuando habían quedado prisioneros en el Fuerte de los Chargatans y ella lo había ayudado a pensar de nuevo; la vez en que Andrea tuvo que pelear contra Solrac y él, la había ayudado a vencerlo; hace unas horas, cuando Andrea se había preocupado por él y por eso los habían amarrado a los caballos. -Andrea, respira, por favor-susurró Ricardo volviendo a llorar. Desesperado sacó su bola de espíritu de debajo de su camisa blanca llena de sangre d Andrea. -¡Ozil!-gritó Ricardo sollozando. -Casi me rompes los tímpanos-se quejó el fantasma-¿Qué ocurre, muchacho? -Andrea está muerta-murmuró Ricardo llorando otra vez-¡Yo la mate! Ozil tardó un poco en captarlo. -¿Cómo?-preguntó incrédulo. -Unas rujas me hipnotizaron y la mate-explicó Ricardo-Por mi culpa, por no haber sido lo suficientemente fuerte para deshechizarme. -Vamos, no es tu culpa-lo tranquilizó el fantasma. -¡Revívela Ozil!-gritó Ricardo desesperado. Ozil guardó silencio. -Hay una cosa que puede hacerlo, sino lleva horas muerta, claro-dijo por fin. 193

-No, sólo lleva unos minutos-contestó Ricardo-¡Dilo! -Coloca su bola de espíritu en el corazón-ordenó Ozil. -¿Estás seguro?-preguntó Ricardo confundido. -Nunca lo he hecho-rió Ozil. Si Ozil hubiera estado en frente de Ricardo, él lo hubiera revivido para matarlo de nuevo. -Esto es serio-bramó Ricardo pero hizo lo que Ozil le había propuesto. Al poner la bola de espíritu en el corazón de Andrea, ésta brilló, la herida se cerró poco a poco y luego, para el alivio de Ricardo, Andrea empezó a toser. -¡Andrea!-exclamó Ricardo y la abrazó. Andrea lo abrazó también. -Gracias-dijo, sabía muy bien lo que Ricardo había hecho por ella. La conexión entre Ozil y Ricardo se rompió. Ozil había hecho lo que debía hacer. -¿Estás bien?-preguntó Ricardo llorando de felicidad. -Acabo de revivir...¿Crees qué estoy bien?-le preguntó Andrea. Ricardo miró al suelo triste y confundido. -Estoy bien, gracias a ti-le agradeció Andrea levantándole la barbilla como siempre lo hacía cuando quería ver los hermosos ojos azules de Ricardo-Y estaré bien si siempre estas conmigo... La expresión de la cara del chico cambio de triste a inmensa felicidad. Se abrazaron y para que no suene tan largo y cursi, mejor lo digo en pocas palabras: Ocurrió lo mismo que Paulina y George habían hecho. Luego corrieron para salir del palacio, que por cierto era un enorme palacio con torres y jardines, como el Taj- Mahal.

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35 Factor Sorpresa.

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o mejor de ese día fue que los dos palacios estaban bastante cerca y no les costó mucho trabajo encontrarse, sobre todo con la ayuda de Ozil. Mientras que caminaban por el desierto y sus pies se hundían en la arena, los chicos ideaban un plan y se comunicaban con Solrac, al que le habían dado un pedazo de la bola de espíritu de Paulina, cuando Andrea seguía inconsciente. Solrac iba mandando mensajeros a que se encontraran con Alan, La reina Kitzia, El general de Esmeralda, Adrián, el rey Eduardo, Oliver y Carolina y todos aquellos que habían conocido durante el viaje. -Será mejor que ya vengan, a todo galope-opinó George-Hay que tener el Factor Sorpresa. Solrac aceptó y cortaron la comunicación para que el dragón comenzara a prepararse igual que los chicos. Anocheció y los cuatro juntos prendieron una fogata y se sentaron alrededor de ella. -Ricardo, tienes que idear un plan-comentó George. -Esperemos a que lleguen, será peligroso que alguien nos escuche-repuso RicardoHay espías por todos lados. Se quedaron unos minutos callados viendo el fuego crepitar. La luna menguante iluminaba el desierto. -No puedo creer todo lo que hemos hecho-aseguró Paulina mirando las estrellas. -Yo tampoco-le siguió Andrea-Pero no ha estado tan mal, o ¿sí? George, Paulina y Ricardo comenzaron a reír. -¡Casi te mueres!-recordó George entre risas. -Casi...-replicó Andrea sonriendo. -Casi nos atrapa el vigilante del cementerio, casi morimos ahogados por las olas, casi aprisionan a Ricardo y Andrea por toda la vida, casi me mata un centauro, casi hicimos que una nueva guerra comenzara, casi Ricardo y George se enamoran de unas hadas, casi Andrea no recupera el trono, casi morimos congelados, casi una tormenta de arena nos entierra, casi Andrea muere...casi, es la palabra que describe toda nuestra aventura-comentó Paulina sonriendo. 195

Sus amigos asintieron recordando. Recordaron todo lo que había ocurrido en las últimas semanas. Y se quedaron sumidos en un sueño profundo. El fuego se fue apagando poco a poco, pero el fuego dentro de los chicos seguí prendido y seguiría prendido mucho más tiempo. El ruido de una trompeta muy lejana, los despertó a la mañana siguiente. -¿Qué es eso?-preguntó Paulina poniéndose de pie. -¿De dónde proviene?-inquirió Andrea levantándose de un salto. -¿Es nuestro ejercito?-terció George volviéndose a ver donde estaban Los Bosques Fríos. -Es una trompeta de guerra, proviene del desierto y no es de nuestro ejercitoinformó Ricardo preocupado desde arriba de una duna-Es el de Lois. Andrea, Paulina y George sintieron como si les hubiera caído una roca en el estomago. Subieron corriendo la duna, hasta donde se encontraba Ricardo. Era cierto. Millones de criatura y humanos estaban formados en filas de varios kilómetros. Al final de ese enorme ejército se erguía una muralla enorme. Era Desierto. Seguramente, ahí estaba Lois. -¿Qué haremos?-preguntó Paulina sorprendida y nerviosa. -Es imposible-murmuró Ricardo viendo las filas y filas de criaturas mágicas y humanos con armas. -Ya veo a que se refería el sueño con un ejército tan fuerte como una tormenta de arena-comentó George silbando impresionado. Eso era más de lo que esperaba. Los niños contemplaron el numeroso ejército que tenían delante. -No podremos derrotarlos-chilló Paulina. -Es mucho más grande que el nuestro-anunció Ricardo. -No lo lograremos-sentenció Andrea que había perdido todo su coraje y su piel ya no era bronceada sino, pálida. George los miró y luego observó el ejército. Tragó saliva y dijo: -Sí podremos -¿Qué no estás viendo?¡Es enorme! -Sí podemos, hemos luchado con criaturas así antes-recordó George. 196

-Pero en grupos pequeños. -Mi padre siempre me decía de pequeño y mi madre me cantaba una canción con esas palabras...era...-dijo George recordando. Sus amigos aguardaron pacientes, su amigo nunca hablaba de su madre. George tardó en recordar. -Esta es la canción que siempre tienes que recordar, tienes que escoger si ganas o pierdes. Tu lo decides. Nunca debes rendirte, Nunca te debes dejar vencer, Y cuando caes tienes que levantarte otra vez, Aprende a ser valiente, Así siempre ganarás, Nunca te rindas. Nunca te dejes vencer. Sus amigos lo miraron. A Paulina se le salían las lágrimas, Andrea apretaba los puños para no sollozar y Ricardo se rascó la barbilla triste. George los miró a ellos. -Tienen razón tus padres-aseguró Paulina secándose las lágrimas. -Nunca rendirse-pensó en voz alta Andrea. Jamás-la corrigió George esbozando una sonrisa de oreja a oreja. -Tengo un plan-anunció Ricardo triunfante. Andrea, George y Paulina sonrieron. -Esto es lo que hay que hacer-dijo Ricardo bajando de la duna y agarrando un palo de la fogata y volviendo a subir por la duna-El ejercito está aquí-les indicó Ricardo dibujando un cuadrado en la arena-Nosotros aquí-y dibujó cuatro rayitas-Es fácil. George haz muchos muñecos de arena y haz que se vayan a esa dirección lo más lejos posible-dijo Ricardo señalando el lado izquierdo del ejercito-Andrea, lanza bolas de fuego en esa dirección para que parezca que es nuestro ejercito y que el ejercito de Lois se distraiga. George y Andrea asintieron. -Así se distraerán y podremos pasar por detrás de las dunas a su derecha-resumió Paulina-¡Ricardo, eres un genio! Ricardo sonrió ruborizándose. -Espero que funcione-admitió. -Manos a la obra-dijo George aplaudiendo. 197

Empezó a hacer un montón de muñecos de arena en forma de humanos. Cuando terminó hizo que todos se fueran a donde Ricardo había señalado. Los muñecos llegaron al lugar y Andrea empezó a echar bolas de fuego que se hacían cada vez más grandes. Ricardo y Paulina observaron que la reacción del ejercito fue la que esperaban. -Vamos, es hora de correr-señaló Ricardo cuando todo el ejercito d Lois estaba de espaldas a las duna de su lado derecho. George, Andrea y Paulina lo siguieron, pero se detuvieron al oír algo raro detrás de ellos. Se volvieron y vieron con alegría que se trataba de sus caballos. Los abrazaron y montaron en ellos. -Amigos, regresaron... En respuesta los caballos relincharon y repararon felices de estar con ellos otra vez. Mi pez nunca volvió. Que triste. Eso demuestra lo leales que eran esos caballos. -¿Están listos para una carrera?-preguntó George. Los caballos relincharon otra vez, repararon sobre sus dos patas traseras y comenzaron a galopar. -¡Más rápido!-gritó Andrea con el viento azotándole la cara y Tisha aceleró el paso. Estaba atardeciendo. El sol se estaba escondiendo tras el horizonte, el cielo se puso de color rosa, naranja y rojo y los chicos estaban a punto de llegar a la aldea de Desierto. -Pónganse sus capas-ordenó Ricardo cuando iban a llegar a la puerta de la aldea. El vigilante les preguntó que quienes eran y le dijeron que eran espías de Lois y que iban a verlo con noticias sobre los tres herederos a la corona y el muchacho. Y él los dejó pasar. El pueblo del Desierto no era tan bonito como los otros pueblos humanos. Las casas se estaban cayendo prácticamente y no había nadie en las calles más que enormes ratas que corrían de un lado al otro. -Esto es asqueroso-comentó Andrea cuando Tisha casi pisa una rata. -Que pueblo tan pobre-observó Paulina con tono de tristeza y lastima en su voz. -¿Lois no se da cuenta de lo mal que vive su pueblo?-preguntó George observando las casas deshechas. -No es que no se dé cuenta, es que a él no le importamos nosotros-contestó la voz de un muchacho a sus espaldas.

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-¿Quién eres tú?-preguntaron al unísono los cuatro amigos. -Mi nombre es Alex-respondió el muchacho dejándose ver. Era un joven bastante atractivo. Tenía el cabello café, los ojos color miel, alto muy alto, fornido y moreno por el ardiente sol de Desierto. -Hola-saludaron los cuatro niños. -¿Ustedes?-preguntó Alex tratando de verlos aunque tuvieran capas. Los chicos se miraron entre ellos, decidiendo si contratarle con la verdad o con una mentira. -¿Qué no te das cuenta de que no te quieren decir quiénes son?-inquirió una chica que acababa de aparecer en la calle. Era de cabello muy negro como el carbón, ojos oscuros como dos escarabajos, alta y delgada. Se parecía un poco a Alex. Lo suficiente para deducir que eran hermanos. -Yo soy Belén-dijo ella antes de que le preguntarán-Vamos, Alex-añadió tomándolo del brazo. Alex la siguió de mala gana. Tenía curiosidad en saber quiénes eran esos extranjeros recién llegados. -Esperen-pidió Ricardo y se puso delante de ellos con Bimbo. Alex y Belén lo miraron. -Soy Ricardo-dijo él-Ricardo Vey, Príncipe de Diamante-terminó quitándose la capucha de la capa. -No te creo-replicó Belén. Alex se acercó a él. -Parece un habitante de Diamante, hermana-replicó Alex viendo el cabello rubio y los ojos azules de Ricardo. Ricardo desenfundó su espada y se las enseñó. -Es mi espada, la espada de la Reina Sia-informó. Alex y Belén examinaron la espada impresionados por su belleza. -Yo soy Andrea Cole, Princesa de Rubí-dijo ella para ayudar a Ricardo. Se bajó de Tisha para juntarse con Ricardo y les mostró La Lanza de Fuego del Rey 199

Gags. Se quitó la capucha y dejó ver su cabello rojo y su piel bronceada. -Soy Paulina Von, Princesa de Esmeralda-terció ella y les enseñó El Arco De Oro de Ozil. También se quitó la capucha y vieron que era rubia y de ojos azules, como ya mayoría de los habitantes de Esmeralda. -¿Él?-preguntó Belén señalando a George que se había quedado ahí sin decir nada, ni se había quitado la capucha. -George de Esmeralda-contestó él acercándose. Les enseñó La Espada Valiente de Gregor y se quitó la capucha. Alex y Belén tragaron saliva y se pusieron pálidos cuando George se quitó la capucha. -¿Qué sucede?-preguntó Paulina. -Es feo, pero no es para que lo miren así-se burló Andrea. -No es eso-dijo Alex volviendo en sí. -Es sólo que tiene un extraño parecido con una persona-aseguró Belén entre un risita fingida. -¿No tendrán algo de beber?-preguntó Andrea recordando que tenía la boca reseca. -Sí, claro-respondió Alex y los guió hasta una choza. Alex entró y salió un momento más tarde con cuatro vasos llenos de agua. Andrea, George y Paulina bebieron toda el agua de un solo sorbo. Ricardo , en cambio, estaba pensando en la reacción de Alex y Belén al ver a George. -Fue la misma reacción de los duendes-pensó Ricardo. Observó a su amigo y tomó un poco de agua. -¿Qué habrá pasado con la madre de George?-se preguntó Ricardo acordándose de la canción-¿Por qué todos los que lo conocen empalidecen de esa manera? Tenía muchas preguntas sobre George, que creyó nunca resolvería, pero estaba equivocado. Las respuestas estaban más cerca de lo que él podía imaginar. Tan sólo a unos cuántos metros de distancia.

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36 Un Encuentro muy Deseado.

A

lex y Belén dejaron a los chicos dormir en las caballerizas de la granja de su papá, a las afueras de la aldea. Cuando despertaron a la mañana siguiente, Belén y Alex ya estaban ahí con el desayuno servido en unas bandejas. Los chicos no lo pensaron ni un minuto y se comieron todo lo que les habían llevado. 201

-Gracias-dijeron los cuatro cuando acabaron y las bandejas quedaron vacías completamente. -De nada-repuso Alex. De repente sonó otra trompeta. -¿Qué es eso?-preguntó Paulina asustada y preocupada. -Significa que la madre de Lois está en la aldea-exclamó Belén alegre y se marchó corriendo. Paulina y Andrea la siguieron. -¿La madre de Lois?-repitió Ricardo que ya lo sabía pero no entendía el entusiasmo de Belén. -Ella es totalmente diferente a su hijo-aseguró Alex-Es amable y bondadosa-y ayudándolos a levantarse añadió-Vamos. George y Ricardo intercambiaron miradas confusas y lo siguieron aún sin entender nada. Ricardo tuvo una idea. Si la madre de Lois era tan buena como decía Alex, seguro no rechazaría llevarlos al castillo de Lois. Ricardo se emocionó por la idea. ¡Podría volver a ver a sus padres después de tanto tiempo! Antes de salir de la granja, se pusieron sus capas y capuchas, porque como era de día era más fácil que alguien los pudiera reconocer. Cuando llegaron a la calle, pudieron ver que había muchos soldados humanos y criaturas extrañas, que iba detrás de una señora con una capa negra que llegaba hasta el suelo. Era realmente bonita, pero los chicos no la lograron ver con exactitud porque estaba muy lejos. -Se llama Elizabeth-les dijo Belén a Andrea y a Paulina. -¿Lois tiene padre?-preguntó de repente Ricardo cuando iban caminando detrás de mucha gente que seguía a Elizabeth al centro de la aldea. -Tal vez lo tuvo alguna vez, pero nunca hemos oído hablar de él-respondió Alex sin importarle mucho la pregunta de Ricardo. Él chico suspiró. -¿En qué piensas?-inquirió George que ya sabía que su amigo siempre suspiraba así cuando pensaba en algo importante. -Nada-mintió Ricardo, pero él sospechaba algo que George y todo el mundo sabría muy pronto. 202

La fila de aldeanos se detuvo cuando la madre de Lois se sentó en las escaleras de un templo muy antiguo. Los niños más pequeños se fueron acercando poco a poco con timidez. La madre de Lois los cogía en sus brazos y les decía algo a cada uno en voz baja, casi inaudible. -¿Qué es lo que les dice?-preguntó Andrea poniéndose de puntillas para ver mejor. -Les da consejos advertencias, les cuenta chistes, historias, les dice palabras de esperanza-contestó Belén-Nos dice cosas que nos hacen tener fé...en que todo se resolverá algún día... Los chicos se miraron entre ellos y luego miraron a Belén y Alex. Los hermanos se habían abrazado y Belén lloraba. Los cuatro amigos pensaron que estaban dispuestos a morir para que ya no hubiera más sufrimiento como ese. Estuvieron horas formados platicando con los hermanos. Les contaron todas sus aventuras y los dos hermanos los oían con la boca abierta. Cuando por fin les tocó, después de Alex y Belén, decidieron que pasarían juntos. Elizabeth se extrañó al verlos pasar los cuatro juntos, pero se le hizo todavía más extraño que llevarán capas negras y que nadie los hubiera detenido. Cuando los chicos estuvieron delante de ella el primero que habló fue Ricardo, el cerebro del grupo: -Disculpe nuestra intervención, señora-comenzó educadamente desde la oscuridad de la capucha-Hemos oído que es excelente dando ánimos a los demás y eso es precisamente lo que necesitamos. -Has oído mal, cariño-rió tímidamente la madre de Lois-Pero haré lo que pueda. -Nuestros padres han sido secuestrados por un brujo poderoso y no sabemos si lo volveremos a ver-explicó el chico con un tono aún más misterioso. Elizabeth no entendió completamente a lo que se refería el muchacho, pero cuando Ricardo se quitó su capucha y dejo ver su cabello rubio, sus ojos azules, su nariz refinada y su boca sonriente, a la madre de Lois se le fue el aire. -No queremos que se asuste-admitió Paulina quitándose su capucha. -Sólo queremos su ayuda-dijo Andrea también quitándose su capucha. -Para rescatar a nuestros padres-terció Ricardo. George se había quedado callado toda la conversación observando determinada y fijamente a Elizabeth. Había algo en ella que se le hacía familiar, algo le recordaba. Su voz, su rostro dulce. ¿Qué?-gritó una voz en su interior-¿Qué? Su corazón comenzó a latir con mucha fuerza y rápidamente. La cabeza se le nubló, se mareó y si no hubiera sido porque Ricardo lo sostuvo hubiera caído rodando de las escaleras. -¿Te encuentras bien?

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Asintió. Pero estaba más pálido que nunca en su vida. -Vengan conmigo-dijo de repente Elizabeth poniéndose de pie y tomando la muñeca de Paulina. La madre de Lois los guió al castillo de su hijo. Los chicos estaban impresionados por eso, pero la siguieron a zancadas porque cada paso que daba Elizabeth era muy grande para ellos. El castillo de Lois tenía una textura arenosa como si estuviera hecho de ese material. Estaba muy sucio por fuera pero, cuando entraron al castillo por la puerta trasera, pudieron ver que todo estaba impecable. La habitación que estaba al otro lado de la puerta era muy acogedora. No había nadie. Siguieron caminando por innumerables pasillos. De repente George se detuvo y preguntó: -¿A dónde nos lleva? Elizabeth se volvió y lo miró sorprendida. No se había dado cuenta que el muchacho con la capucha de la capa puesta estaba con ellos. -Con sus padres-contestó con obviedad. Ricardo, Andrea y Paulina se alegraron y emocionaron al oír eso. Los tres príncipes comenzaron a correr detrás de Elizabeth, mientras George los seguía pensativo y un poco triste. -Me alegro que aun que sea ellos puedan recuperar a sus padres-pensó. Estaba pensando en su madre, en que cuando acabara la guerra, él en persona, partiría para buscarla hasta encontrarla y decirle cuanto la extrañaba y quería. George, si supieras que tu madre está más cerca de ti que cualquiera de tus amigos... De repente, sus amigos dejaron de correr y al acercarse, George pudo ver una puerta grande y vieja que la madre de Lois abrió. Los chicos sin esperar más entraron corriendo a ver en que calabozo estaban sus padres. Pero se dieron cuenta de que no habían entrado a los calabozos sino a un pasillo común, normal y corriente. En él, habían muchas puertas de madera. Elizabeth se aproximó a una y la abrió lentamente. George pudo ver que era una habitación bonita, con camas, mesitas de noche, escritorios, sillones, hasta una chimenea. Pero sus amigos no se fijaron en eso. Pues sentados en unos sillones de piel frente a la chimenea hablando entre ellos estaban los reyes...sus padres. -¡Mamá!¡Papá!-gritaron Paulina, Ricardo y Andrea al abrazar a sus papas. Ángel e Ilse abrazaron a su hija dulcemente. Paulina estaba sonrojada y lloraba entre las elegantes ropas de sus padres. 204

-Sabíamos que lo lograrías-le dijo Ángel acariciando el cabello rubio de Paulina. Patricia y Fernando abrazaron también a su hijo. Ricardo no sabía que hacer ni que decir, no sabía si llorar o reír, quedarse callado o gritar, no moverse o comenzar a brincar como loco. El caso era que por dentro estaba muy feliz. -Sabía que utilizarías tu inteligencia para encontrarnos-comentó su padre, mientras que Patricia le besaba las mejilla y la frente. El príncipe sonrió orgulloso. Ramón y Alicia se acercaron a Andrea felices y la tomaron entre sus brazos. Alicia mojaba los hombros de su hija. -Nosotros sabíamos que nunca te ibas a rendir-aseguró Ramón y Andrea empezó a llorar. George contempló esto con mucha felicidad, aun que por dentro una tristeza enorme lo invadía. Elizabeth lo miró. -Tú no eres hijo de ninguno de los reyes, ¿verdad?-preguntó recordando al muchacho que había visto en el marco de humo que su hijo había hecho. -No, mi padre es sólo un cocinero-contestó amargamente George. -¿Y tu madre?-preguntó Elizabeth confundida. -Simplemente desapareció-respondió George apretando los puños y mordiéndose el labio inferior. -¿Desapareció?-repitió la madre de Lois tartamudeando. George asintió sin mirarla. Elizabeth estaba atónita...Ese chico..Ese muchacho con capa negra y apariencia misteriosa....nunca había conocido a su madre... -Pobre-pensó Elizabeth. ¡No puedo creerlo! En serio. Es muy fácil darse cuenta. ¡Oh, no!¿Ustedes tampoco se dan cuenta? Bueno, pues si la respuesta es no, no se despeguen del libro hasta descubrir la verdad. Ricardo era el único que sospechaba. Regresando a la historia... De repente, una fuerte ventisca abrazó a George y a Elizabeth. -Oh, no-se horrorizó la madre de Lois-Lois ya sabe que están aquí. George, por primera vez en esa conversación la miró. En verdad, estaba asustada. ¿Qué tan malo podía ser un hijo para que su propia madre le temiera? 205

-Tengo que irme-dijo Elizabeth comenzando a correr. George miró primero a sus amigos y a sus padres que charlaban alegremente y luego a la madre de Lois. Si su hijo le hacía algo malo por haberlos llevado hasta ahí, iba a ser por su culpa. No, no se lo iba a permitir. Sin que Elizabeth supiera, George la siguió por todo el castillo, hasta que ella se detuvo frente a dos puertas y las abrió. George se frenó antes de que chocará contra las puertas que Elizabeth acababa de cerrar. El muchacho pegó su oreja a la puerta para poder escuchar lo que decían. -¿Qué es lo que estabas haciendo, madre?-preguntó Lois en un tono sarcástico y cruel. Elizabeth comenzó a tartamudear: -Yo...Yo... -¿Sabes, madre...-inquirió Lois- Mi general me ha informado que muchas criaturas que yo mande a buscar a los elegidos, no los han encontrado por ninguna parte? -No lo sabía-mintió Elizabeth. -¿En serio?-dijo Lois sonriendo malignamente-Pues yo si sé qué estabas haciendo... George se sentía mal. Enfermo. Cansado. Sin poderes. Sentía calor y a la vez frío. Su respiración era entrecortada y sonora. Su corazón latía con tanta fuerza que podía escucharlo perfectamente bajo su piel. Las gotas de sudor frío resbalaban por sus mejillas. Nunca se había sentido así. -Lois, hijo, yo...-trató de explicar Elizabeth. -Sshh...-la calló Lois-Hay alguien espiando-añadió en un susurró que George, desafortunadamente no pudo escuchar. Las puertas se abrieron de golpe y George salió volando hasta golpearse con una columna y caer al suelo boca abajo. Lois miró a su madre furioso. Se levantó del trono y observó a George tirado sin la capucha negra, que dejaba ver su cabello café.

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37 Pelea de hermanos.

G

eorge se levantó apoyándose en la columna y con una mano en la cabeza. La capa resbaló por su cuerpo y cayó al piso suavemente.

-Cometiste un gran error, madre-advirtió Lois caminando hacia George. Elizabeth lo ignoró, pues estaba viendo a George que respiraba con dificultad con la mirada en el piso de arena. Ahora lo comprendía casi todo. Estaba apunto de descubrir porque ese chico se le hacía tan familiar. George alzó la cara por unos segundos y pudo ver que el libro que habían leído sobre Lois estaba equivocado, Lois no controlaba la tierra...Controlaba...El Aire. Lois hizo que un remolino de viento rodeara a George y lo alzara sobre su cabeza. Luego, Lois dio un paso hacia un lado y dejó caer a George súbitamente. Él volvió a caer boca abajo. -Así que tú eres uno de los elegidos-dijo Lois poniendo un pie en la espalda de George.

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George se sentía aún peor. No lo dejaba respirar. Y sentía como si el corazón se le fuese a salir de lo fuerte que latía. -¡Contéstame!-exclamó Lois poniendo todo su peso sobre su pie, sobre George. George no le contestó. No iba a obedecer a ese tipo. ¿Quién se creía? El chico movió la mano a donde estaba el mano de la espada sin que Lois se diera cuenta. -¡Di algo!-gritó Lois enojado. -Algo-bromeó George haciendo enfadar más a Lois. -Lo pagarás-dijo Lois quitando su pie. Grave error. George tuvo la oportunidad para agarrar su espada con fuerza, levantarse y apuñalar a Lois en el hombro. La madre de Lois gritó al ver que la espada de George atravesó completamente el hombro de su hijo. Mientras tanto, George y Lois se miraban entre sí sorprendidos. Estaban nariz con nariz. Frente a frente. Lois era un chico alto, delgado, de piel dorada, ojos casi negros, cabello rizado y café. George era un chico alto, delgado, de piel dorada, ojos casi negros, cabello rizado y café. ¡Eran iguales! Lois empujó a George con sus poderes. -¿Qué es esto? ¿Quién eres tú?¿Qué eres tú?-preguntó Lois a gritos, mientras por arte de magia su herida se cerraba. George, en el piso, no podía hablar. Sólo jadeaba. -Tú hermano-respondió una voz de un muchacho. Lois, Elizabeth y George se volvieron y en la puerta vieron a Ricardo con una expresión seria como si alguien hubiera muerto. -Ustedes dos son hermanos-les informó con amargura. Le costaba creer que su mejor amigo era hermano gemelo de su peor enemigo. -¿De qué hablas?-preguntó George poniéndose de pie. -Tu madre-comenzó Ricardo señalando a Elizabeth-Es ella. Elizabeth se quedó sorprendida. Ella estaba en lo cierto, por eso cuando lo veía se le hacía familiar. George y Lois la miraron atónitos. 208

-¿Es cierto?-preguntó Lois rojo de la ira. Su madre lo miró con dulzura y luego posó su mirada en George. Asintió. -Su padre y yo viajábamos de regreso a Esmeralda cuando una tormenta de arena nos separó. Yo llevaba en los brazos a Lois y Oscar a George-explicó con los ojos llenos de lágrimas y corrió a abrazar a George. Él también lo recordó todo y la abrazó con lágrimas resbalando por sus mejillas raspadas. Tenía a su madre en sus brazos por primera vez en doce años. Era como lo recordaba. Siempre que su madre lo abrazaba sentía un calor interno increíblemente hermoso, sentía que nadie ni nada le podía hacer daño. Eso sentía en esos momentos. -¡NO!¡NO!¡No puede ser posible!-gritó Lois agarrando su espada. Lois apuñaló a George en la pierna. Elizabeth volvió a gritar. George cayó al suelo. -Ricardo, llévatela a otro lugar, que este a salvo-le rogó George levantándose-Por favor... Ricardo obedeció. Atravesó la habitación corriendo, tomó de la mano a Elizabeth y la sacó rápidamente, antes de que Lois lo detuviera. Pero Lois, no hizo nada, ni siquiera trató de hacerlo. Sólo veía a George sin poder creer que era su hermano. Su hermano gemelo. Sólo había una cosa por hacer. En ese mundo tan pequeño no podían vivir los dos. Uno debía de morir ese día. -Ahora sí...-dijo Lois sonriendo otra vez malignamente-¡Que comience la batalla!¿Estás listo? -Por supuesto, hermanito-sonrió George y lo atacó.

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38 Un Entrenamiento Real.

-V

amos, corre-animaba Ricardo a Elizabeth mientras corrían a la granja de Belén y Alex.

Elizabeth le dedicó una fulminante mirada, pero Ricardo la ignoró completamente. Llegaron a la aldea y Ricardo se dirigió a la granja de Belén y Alex. Los hermanos estaban con su padre Alex, su madre Laila, su hermano menor Rorro y su hermana mayor Laila en el cobertizo de la casa, conversando seriamente sobre la guerra que se estaba presenciando afuera, en el Gran Desierto. Deseaban con todo su corazón que la guerra no se desplazara a la aldea, sino estarían acabados. Ricardo llegó corriendo seguido de Elizabeth, al detenerse estaba jadeando y sudando. -¡Cuídenla con su vida!-suplicó Ricardo montando a Bimbo-Que no salga de aquíañadió saliendo a todo galope. La familia se quedó sorprendida y extrañada, pero sabían que se trataba de algo importante, entonces lo hicieron. Seguro se preguntaran donde rayos están los reyes y Andrea y Paulina, pues en preparándose para la batalla, claro, en el campamento de su ejercito. Solrac les acababa de llamar y les informó que su estaba en el Gran Desierto, listo para dar el primer golpe. Andrea, Paulina y los reyes habían partido al instante pero Ricardo se quedó para ayudar a George, en lo que se pudiera, pero como él no quería nada, ahora Ricardo también iba a apoyar al ejército. Bimbo tenía tanta energía y sabía 210

que era algo muy importante, que no tardó mucho en llegar al lugar donde el ejército esperaba las ordenes de Joseralv, por supuesto. Ricardo bajó de Bimbo para alistarse. -Tráiganme mi armadura-ordenó a unos criados que estaban cerca de ahí. -No la necesitas, hijo-dijo Fernando apoyando su mano en el hombro de Ricardo. -¿De qué hablas?-preguntó él extrañado. -¿Qué Ozil no les habló del campo de fuerza que producen sus bolas de espíritu?preguntó Ramón blandiendo su espada. Los chicos negaron con la cabeza. -Conociendo a Ozil, seguro quería que lo descubriéramos nosotros mismo-observó Andrea con sarcasmo. -Sus bolas de espíritu, mejor conocidas como: Clazozts, producen un campo de fuerza que nada puede penetrar. -Casi nada, querrás decir-lo corrigió Patricia alzando las cejas. -La magia si puede-le siguió Alicia sonriendo. -La magia poderosa, como la de Lois-terció Ilse. Las reinas rieron satisfechas de haber ridiculizado a sus esposos frente a sus hijos. Paulina y Andrea rieron también. -¿Cómo funciona?-preguntó Ricardo observando su bola de espíritu. -Buena pregunta-se burló Fernando haciendo que las reinas y las chicas pararan de reír. -Es sencillo-admitió Ramón. -Sólo tiene que desearlo-explicó Ángel. -¿Y ya?-preguntó Ricardo. -¿Así de fácil?-inquirió Andrea. -Vaya-comentó Paulina con los ojos muy abiertos observando su bola de espíritu. -Inténtenlo-dijeron los reyes y las reinas al unísono. Paulina, Ricardo y Andrea cerraron los ojos deseando que el campo de fuerza apareciera alrededor de ellos. 211

-Niños...-los llamó Fernando. Los tres príncipes abrieron los ojos. -¿Qué?-preguntó Andrea. -¿Qué paso?-preguntó Ricardo. -¿Y ahora qué?-preguntó Paulina. -Mande, se dice mande-corrigieron sus madres. Ricardo, Paulina y Andrea las miraron con odio. -Mande-recitaron al unísono con amargura. ¡No era hora para los buenos modales. -No tienen que cerrar los ojos-continuó Ramón. Los niños se miraron. Se dieron la vuelta y lo volvieron a intentar. -Niños...-los interrumpió Ángel. Paulina, Ricardo y Andrea se volvieron. -Mande-rugieron entre dientes. -Jamás le den la espalda a su enemigo-dijo Ramón. Los tres príncipes se volvieron a mirar. Lo intentaron otra vez. Ricardo, Paulina y Andrea cruzaron los brazos mientras lo hacían. -Niños...-llamó Fernando. -Mande-bramaron hartos. -Siempre deben de tener listos sus brazos, sus piernas y su cabeza-indicó Ángel señalando las partes del cuerpo que había dicho. -Inténtelo de nuevo-animó Ilse. Los niños volvieron a hacerlo. Pero unas manos hicieron que cayeran a la arena. -¿Y ahora qué?-exclamaron Paulina, Ricardo y Andrea levantándose furiosos. -Nunca le den oportunidad a su enemigo de que los ataque-explicó una persona que acaba de llegar. Era Solrac y estaba sonriendo. -Háganlo otra vez, pero sigan los consejos-propuso Patricia. 212

Los chicos lo hicieron y cuando sus padres trataron de empujarlos ellos ya tenían el campo de fuerza y los atacaron haciendo que ellos cayeran. -Bien hecho-dijo Ramón orgulloso. -Ya estoy viejo para esto-comentó Ángel levantándose del piso. -Ya lo veo-se burló Fernando y estallaron en risas. -Disculpen-los llamó Solrac aclarándose la garganta-Necesitamos una estrategia y un plan. -Aquí estamos nosotros-repuso Fernando poniendo sus manos en los hombros de Ángel y Ramón. -No se ofenda-dijo una voz aguda de mujer-Pero al que necesitamos es a su hijosentenció Kitzia.

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Golpe bajo.

39 El Último Plan, La Última Batalla, El Primer Tsuzaznar

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icardo había hecho un plan, ayudado por su padre, Ángel y Ramón. En esos momentos se los explicaba a Patricia, Alicia, Ilse, Paulina, Andrea, Kitzia, Rashuan, Alfredo, Adrián, Manuel, Valeria, María, Eduardo, Yoshie, Guadís, Raúl, Solrac, Epilef, Leunam, Jumián, Donanref, Joseralv, Legnasé, Oliver y Carolina para que ellos se los explicaran a los de suyos. Todos los que mencioné después de Andrea salieron de la carpa entusiasmados, nerviosos, confundidos, pero llenos de energía. Prácticamente todos los sentimientos revolcados. Los reyes y sus esposas también salieron. Pero claro, antes de hacerlo besaron a sus hijos en las mejillas, la frente y les dieron un enorme abrazo deseándoles suerte. Los chicos se quedaron completamente solos en la carpa. Ricardo suspiró y tranquilamente pasó sus brazos por los hombros de Andrea y Paulina. -Cuando todo esto acabe...-comenzó con la mirada perdida en la suave arena del suelo-Seguiremos siendo amigos, ¿no es cierto? -¡Por supuesto!-exclamó Paulina quitándose de encima el brazo de Ricardo. -¡Qué pregunta tan tonta!-le siguió Andrea indignada haciendo lo mismo que Paulina. -Entonces, ¿Están conmigo?-preguntó Ricardo sonriendo. -Hasta el final-respondió Paulina devolviéndole la sonrisa. -Otra pregunta tonta-se burló Andrea entre risas. Los tres sonrieron aún más y apostaron a que George también lo hubiera hecho. Se oyó el ruido de un cuerno. 214

La batalla, la última batalla, estaba apunto de empezar... George estaba en el piso. Respiraba entrecortadamente, pues la herida de la pierna no de dejaba de sangrar. Y ya no era la única que tenía. La nariz le sangraba, los labios se le habían roto de tan fuerte que se los mordía, los puños los tenía morados de tanto apretarlos y la mano con la que aferraba su espada había empezado a abrirse. Esas eran heridas pequeñas, raspones. Tenía también heridas en los hombros, brazos y en la espalda. Pero George no se rendía, por nada del mundo lo haría. Las espadas chocaban entre ellas. Cada vez que ellos daban otro golpe, las espadas cortaban el aire con un ruido sordo. Aunque George casi nunca había usado una espada, era muy ágil con ella, como si hubiera nacido para el esgrima. Lois no se quedaba atrás, para nada. Lo curioso era que George adivinaba los movimientos de Lois, y él los de George. Parecía que ninguno de los dos iba a ganar. Así que George no era el único lastimado. George pensaba en sus amigos, y ellos en él... -¡Por George!¡Por nuestros reinos!¡Por nuestro futuro!-gritó Ricardo montado en Bimbo. Andrea y Paulina a sus lados pensaban lo mismo. -Por mis amigos, por mis padres, por mi verdadero hermano, por nuestro mundocuando le atestó un golpe a Lois en las costillas. Él uso el viento para alejar a George. Ricardo, Andrea y Paulina montados en sus caballos hacían lo contrario a George, se acercaban a la batalla. George se levantó, cogió su espada con las dos manos y envistió a Lois. Ricardo, Andrea y Paulina mataban a todos los soldados de Lois que se les cruzaran. Los dragones volaban en círculos arriba de las cabezas de los soldados. De repente, Legnasé lanzó un montón de fuego a unos de los soldados y lo s dejó hechos cenizas. Joseralv con sus enormes fauces y garras mataba de un manera horrible a los soldados de Lois. Donanref agarraba a los soldados entre sus garras alzaba el vuelo lo más rápido que podía y luego los tiraba desde arriba. Era un final asqueroso. Jumián, junto con otro dragones aventaban piedras pesadas a los soldados. Epilef y Leunam pisoteaban a los soldados como si fueran cucarachas. Las hadas revoloteaban por todas partes. Maria tocaba una flauta que hacía que los soldados cayeran dormidos. Valeria atacaba a todos con su lanza, pero jamás perdía la gracia, en realidad parecía que estaba bailando entre los soldados que hacía caer. Eduardo luchaba valientemente y vaya que era bueno. Los chargatans... Bueno, ellos lo hacían rápidamente. Rashuan apuñalaba a cualquier soldado sin pensarlo con sus dos espadas. Alfredo usaba una lanza que dejaba enormes hoyos en los soldados. Los duendes iban todos en bola para matar a un soldado. En sí no sé que es lo que hacían, porque los duendes cubrían el cuerpo de su victima como si fueran una 215

plaga. Los centauros disparaban flechas exactamente a los corazones de los soldados y nunca fallaban. Adrián parecía una máquina. Disparaba sin parar. Yoshie, Guadís y Raúl usaban el toam y eran tan ágiles y astutos como Andrea. Andrea, Paulina y Ricardo usaban sus poderes, el campo de fuerza y sus armas. Ricardo acaba de matar a un ogro, cuando una voz muy familiar, sonó debajo de su camisa. Era Ozil. -¿Qué sucede?-preguntó Ricardo enterrándole la espada a un duende maligno. -¡Qué que sucede!¡Qué que sucede!-bramó furioso-¡Sucede que dejaron sólo a George! -Es su batalla-replicó Ricardo cortándole la cabeza a un soldado humano. -No, no-lo contradijo Ozil-Es la batalla de los cuatro. Ricardo reflexionó mientras un monstruo no tan grande de dos cabezas lo atacaba por detrás. -Ve por las chicas y únanse a George-ordenó Ozil cuando Ricardo se quitó al monstruo de encima-Juntos son más poderosos que separados. Ricardo suspiró, lo pensó un momento y decidió buscar a las chicas. Andrea estaba peleando contra cinco soldados humanos, cuando Ricardo la encontró. Pero para Andrea no era un obstáculo acabar con ellos y sí, lo hizo rápidamente lanzándoles fuego. Ricardo se acercó a ella. -Ozil nos ha ordenado ir a ayudar a George-informó Ricardo cuando iban en busca de Paulina. -Pero, no creo que acepte nuestra ayuda-replicó Andrea con el ceño fruncidoDespués de mi, él es el más orgulloso. Cuando encontraron a Paulina en medio de dos cadáveres, ella estaba con Yoshie acabando con un elefante. -¡Tenemos que irnos, debemos ayudar a George!-gritaron Ricardo y Andrea. Paulina disparó la última flecha al lomo del elefante que hizo que éste se tambaleara y luego cayera al suelo estrepitosamente. Paulina y Yoshie bajaron del elefante y Yoshie corrió a reunirse con Solrac para acabar con otro elefante. Paulina se acercó a ellos con cara de preocupación. -¿Está en problemas?-preguntó asustada. -No, no...Bueno eso creo-respondió Ricardo rascándose la cabeza-Sólo que Ozil dice que somos más poderosos que separados-recordó. 216

Andrea silbó y atropellando a muchos soldados llegaron Bimbo, Tisha y Oso. Los montaron sin que los caballos se detuvieran y se encaminaron a Desierto para ayudar a su amigo. Nadie ni nada los detuvo en el camino, los soldados se ponían enfrente de los caballos, pero cuando veían el tamaño de los animales y la fuerza que llevaban se hacían a un lado. Aparte, los niños habían hecho que el campo de fuerza también cubriera a Bimbo, Tisha y Oso. Todo iba bien hasta que llegaron a la entrada de la aldea y se toparon con su peor pesadilla. O debería decir pesadillas. Allebasi, Ardnajela, Adnaref y Anirak estaban ahí, esperándolos. -Oh, no-pensó Paulina. -Esas brujas, ¡Como las odio!-exclamó Andrea para sus adentros. -Imposible. Acabamos con ellas-murmuró Ricardo. -Las brujas del Gran Desierto tenemos dos vidas, tontos ignorantes-se burló Allebasi. Anirak, Ardnajela, Allebasi y Adnaref rieron con unas carcajadas agudas. -¡Prepárense para ser ustedes los que van a morir!-bramó Ardnajela reuniendo todo su poder como las otras. -¡Ya no hay tiempo!-gritó Ozil-¡George está en problemas! Ricardo empezó a sudar. Andrea no sabía que hacer. Paulina quería ir a ayudar a George. Era en lo único que pensaba. De repente, sobre sus cabezas se oyeron un batir de alas. Los chicos y las brujas alzaron la cabeza y pudieron ver un dragón completamente negro. -¡Solrac!-exclamó Paulina. -¡Los trillizos!-gritó Andrea al ver que los trillizos iban en el lomo del dragón. -Eloisa...-terció con desanimo Ricardo al ver que su insoportable prometida también estaba ahí. Eloisa y los trillizos bajaron del lomo de Solrac y éste se convirtió en humano otra vez. -¡Corran!-gritó Yoshie sacando su lanza. -¡George los necesita!-exclamó Raúl empuñando su espada. -¡Todos los necesitamos!-gritó Guadís dirigiendo su lanza a las brujas. -¡Váyanse!¡Nosotros las derrotaremos!-anunció Eloisa aferrando su daga.

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-El destino del mundo está en sus manos, amigos-aseguró Solrac volviendo a tomar la forma de dragón. Andrea, Paulina y Ricardo no sabían que hacer. Sus manos sudaban y sus piernas temblaban. -¡Ahora!-bramaron los trillizos, Eloisa y Solrac. Los caballos por ellos mismos comenzaron a galopar al castillo sabiendo que eso era lo correcto. Llegaron al castillo cuando el sol estaba muy cerca de la tierra y hacía más calor que en todo el día. Desmontaron los caballos y corrieron a las puertas principales; ahí se encontraron a unos soldados que trataron de detenerlos, pero los niños fueron más rápidos y unos segundos después los soldados estaban en el suelo inconscientes. Mientras tanto, en un lugar cerca de ahí, unos pisos más arriba... George por su vida y la del mundo entero. Lois se había hecho más fuerte cada minuto que peleaba en esa batalla que parecía interminable. Pero el recuerdo de su madre abrazándole era su fuente para que siguiera luchando. -¿Por qué Lois puso tanto soldados?-se quejó Andrea cuando llevaban siete peleas en un solo piso con soldados. -Para que no lo interrumpan si lucha con su hermano-contestó Ozil-Pero es precisamente lo que harán. -¿Cómo?-preguntó Paulina embistiendo a otro soldado. -Hay un poder-comentó Ozil, mientras que los niños subían por unas escaleras-Un tipo de magia, mejor dicho, que lo puede derrotar. Es lo único que lo vence. -Ve al grano-lo apresuró Andrea. -Se llama Tsuzaznar-contestó Ozil con un tono tan misteriosos que les puso la piel de gallina. -Tsuzaznar-repitió Andrea después de tragar saliva. -Así es-respondió Ozil con un tono más lúgubre. -¿Qué es?¿Cómo funciona?-preguntó Paulina confundida. -Es el conjunto más poderoso-replicó Ozil-Es la unión de varios poderes. En su caso serían agua, tierra, fuego y plantas. Es lo único que puede detener a Lois. -¿Cómo lo sabes?-inquirió Paulina. 218

-Él lo hizo, ¿no es cierto?-contestó Ricardo con la mirada perdida. -Sí-asintió Ozil-Fue lo que hicimos para derrotar a Lois la primera vez. -¿Cómo se hace?-preguntó Andrea. -Eso tendrán que descubrirlo ustedes...-y con esto Ozil cortó la conexión. -Genial, más pruebas-se quejó Paulina disparando flechas a un grupo de soldados que los querían atacar. George y Lois no lo decían ni lo demostraban, pero a los dos las piernas les temblaban. Estaban cansados. En una de esas, Lois atestó un golpe tan fuerte a George, que el muchacho cayó al piso. George trató de ponerse de pie, pero ni sus brazos ni piernas lo aguantaban. -¿Cansado, George?-preguntó Lois con una sonrisa malvada. -Ni un poco-contestó George entre dientes apoyándose en el enorme ventanal del balcón. -Te engañas a ti mismo-replicó Lois blandiendo su espada. Andrea, Paulina y Ricardo estaban en el pasillo más cercano a la habitación en donde George y Lois libraban la batalla. -Nunca podrán vencerme-se burló acercándose a George. Los amigos de George corrían a la puerta de la sala. -Tus amigos no vendrán-dijo Lois, pero la puerta de la sala se abrió de golpe y entraron los chicos. Eso fue lo bueno, lo malo fue que unos soldados más fuertes y grandes que los demás los atraparon. -¿Decías?-rió George. Lois volvió a ver a Paulina, a Andrea y a Paulina furioso. Luego se volvió otra vez a George y con toda su fuerza hizo que el viento aventará a George, que éste rompiera la ventana y cayera en el balcón. -¡George!¡George!¡George!-gritaban sus amigos desesperados en las manos de los soldados. George miró a sus amigos y luego a Lois. Su hermano le envió otra ventisca y George salió despedido del balcón. -¡GEORGE! 219

Una luz verde invadió a Paulina, otra luz roja se colocó alrededor de Andrea y por último una luz de color azul invadió a Ricardo. Los soldados se alejaron de ellos. Y de repente, vieron una cuarta luz de color café más allá del balcón. Lois fue el primero que la vio. -No-dijo entre dientes Lois apretando los puños. El sol ya se estaba escondiendo, así que todo el cielo estaba lleno de colores como el rosa, el naranja, rojo y amarillo. Pero eso no era lo mejor. Había una figura pequeña iluminada por la luz café que se iba acercando cada vez más al balcón. Paulina al saber quién era esa persona le dio un pisotón al soldado que la había atrapado y lastimado y corrió a acercarse a lo más que pudo al balcón. Era un muchacho de cabello café rizado, alto, delgado. Sus ojos estaban cerrados. Como si la luz fuera un enorme brazo colocó a George en el suelo del balcón. George parecía estar en una meditación profunda, lo cual los chicos pensaron nunca ver algo así viniendo de él. De repente, la luz café se hizo más fuerte y el cabello, la ropa y la espada de George se alzaron como si estuvieran levitando. Las luces de los otros, como respondiendo al llamado de la primera también se hicieron más fuertes. Lois no sabía que hacer. Ricardo, Andrea y Paulina también entraron en esa meditación. Sus mentes estaban en blanco y aunque estaban cansados físicamente, psicológicamente tenían mucha energía. Se sintieron más fuertes, invencibles. Como aquella vez en el Lago de los Espíritus. Recordaron todo. Todos los consejos. Todas las aventuras. Todos los retos. Recordaron a sus amigos que estaban en El Gran Desierto luchando con todo su coraje. Recordaron a sus padres. Sí, querían que todo eso acabara para poder reunirse con ellos y no tener que preocuparse jamás por un problema de esa magnitud. -Lo lograremos-aseguró la voz de Ricardo más decidida que nunca. -Hemos llegado muy lejos como para no intentarlo-dijo la voz de Paulina. -Por nuestros seres queridos-recordó la voz de Andrea. -Por nuestras vidas y sus vidas-terminó la voz de George. Las cuatro luces se unieron, atacaron a Lois y... Todo lo malo terminó...

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40 Un Nuevo Aliado, Un Nuevo Amigo, Un Nuevo Hermano, Un Nuevo Comienzo.

E

l viento fresco entraba por las ventanas haciendo que las cortinas se movieran tranquilamente. Olía a un rico aroma a rosas. Sí, eran las rosas rojas que la Nana de Paulina ponía todos los días en un jarrón en la mesita de noche junto a la cama. Se incorporó en la cama y vio su ropa limpia en una silla al pie de la cama, así que se levantó y se la puso con cuidado tratando de que no rozara sus heridas, que aunque tenían vendas le dolían mucho. La herida de la pierna hacía que le costara caminar, pero salió de la habitación a buscar a sus amigos. Sabía donde los podía encontrar. Se dirigió al jardín favorito de Paulina y sí. Ahí encontró a sus amigos. Paulina, Ricardo y Andrea estaban sentados en el pasto verde y fresco charlando. -Hola, chicos-saludó George-Seguro que lo hicimos, ¿no? Sus amigos corrieron a abrazarlo. -¿Estás bien?-preguntó Andrea con una venda en la cabeza. -¿Cómo te sientes?-inquirió Paulina que tenía un ojo morado y la nariz vendada. -¿Cómo dormiste?-se burló Ricardo imitando a sus amigas. Él tenía una herida que cruzaba su mejilla como las líneas de los dragones. -Bien-respondió George pero había algo que lo tenía desesperado-¿Y mi madre? -Están hablando con los reyes-contestó Andrea. -Están-repitió George confundido. -Sí, tu madre y tu...ehm...-comenzó Ricardo indeciso-...hermano...-terminó. -¿Sobrevivió?-preguntó George sorprendido. -No...Sí...ehm...-trató de decir Ricardo confundido-Si te refieres a Lois, no. Pero tu hermano está vivo. George se alegró al oír eso. Entonces llegó un criado y les dijo: 221

-Señores, disculpen la molestia, pero un señor está buscando a alguno de ustedes. Los niños se miraron entre ellos extrañados. Corrieron (George cojeaba) y llegaron a la entrada del castillo. Ahí estaba la persona que George más quería ver. Su padre. -¡Papá!-exclamó George y olvidando su dolor de pierna corrió a abrazarlo-¡Papá! -Hijo-murmuró Oscar-Estaba muy preocupado por ti-añadió cuando se separaron. -Hice algunas cosas importantes-sonrió tímidamente. -Lo sé-comenzó Oscar orgulloso de su hijo-¡Mi hijo es un héroe!-exclamó y lo abrazó otra vez. -No, no me refiero a eso-repuso George moviendo la cabeza. -Niños, tenemos noticias buenas...-comenzó ángel que acababa de llegar pero se interrumpió al ver a Oscar. Detrás de él estaban los otros reyes y reinas que se hicieron a un lado para dejar pasar a Elizabeth. -Me refiero a eso-dijo George cuando su padre vio a su madre incrédulo. Al verse, los dos corrieron a abrazarse. Se dijeron cosas tan lindas y románticas que hasta Andrea suspiró. Luego, Elizabeth le dijo algo a Oscar que hizo que éste se volviera. Caminado hacia ellos con aire confundido pero feliz estaba Lois. -¡William!-gritó Oscar y también lo abrazó. William no tardó en saber quien era. Había sentido lo mismo que George al abrazar a Elizabeth. Ella lo llamó y los cuatro se miraron con cariño y se abrazaron. Ángel, Ilse y Paulina también lo hicieron al igual que Ramón, Alicia y Andrea y Fernando, Patricia y Ricardo.

Al día siguiente todos los reinos estaban reunidos ahí. Ozil había salido de su tumba sólo para darles sus títulos de honor a los cuatro niños. Todos guardaron silencio. -Estos son los niños que nos han salvado-proclamó Ozil-Sino los conocen se los

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presentó-dijo y señaló a Paulina para que pasara al frente. -Ella es “Paulina Von, La Bondadosa de las Plantas”. El rey Eduardo, María, Valeria y Adrián aplaudieron con gran alegría recordando la inmensa bondad del corazón de la princesa. Luego paso Ricardo. -“Ricardo Vey, El Sabio del Agua”. Eloisa, Alan, Kitzia, Alfredo y Rashuan aplaudieron fuertemente. Vaya que Ricardo era inteligente. -“Andrea Cole, La Astuta del Fuego”. Yoshie se puso a gritar y a silbar, mientras que Solrac, Raúl, Miranda, Guadís y el resto de los dragones sólo aplaudían avergonzados por la actitud de Yoshie. -“George Alva, El Valiente de la Tierra”. Todos aplaudieron y gritaron. -Y ahora...Saluden a su nuevo aliado, amigo y por supuesto, hermano-dijo Ozil presentando a William-Que fue muy valiente soportando a Lois en su cuerpo. -“William Alva, El de las Dos Caras del Viento”. Todos aplaudieron sin saber quien era, pero si había logrado aguantar a Lois por tanto tiempo seguro era especial. El muchacho idéntico a George se acercó a los niños sonrojado. -Bienvenido al equipo...hermano-dijo George con una sonrisa de oreja a oreja. William le devolvió la sonrisa y se reunió con ellos, sintiéndose aliviado. A los cuatro niños no les importaba que fuera lo que en realidad había ocurrido en el castillo de Lois. Sólo les importaba que ya todo hubiera terminado...Por ahora...

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Fin Agradecimientos La verdad es que son muchas las personas a las que les agradezco su incondicional apoyo y cariño hacia mi, pero no me importa que me lleve hojas y hojas con nombres, vale la pena nombrarlos uno por uno. En primer lugar como siempre, gracias a mis mejores amigas: Ana, Ale, Alita, Karina, Guadís, Andrea, Marifer, Nereí y Paulina. A mi prima Yoshie que sin sus locuras no hubiera podido describir a su personaje. A mi papá y a mi mamá que a pesar de ser unos de los últimos en leer mi libro siempre me escucharon y ayudaron. A mis hermanos que con sus tonterías me inspiraron mucho. A mi abuelo Paco que tuvo que soportar mucho tiempo que no paraba de hablar de mi libro. A mi Vigo que leyó mi libro desde el principio y me corrigió mis errores de ortografía. A mi abuela Yoshie por consentirme tanto igual que mi bisabuela Tere y mi Tía Zoila. A todos mis tíos, hasta los de cariño. A mis primos aun que siempre me molestan mucho. A Kitzia por nutrirme todos los recreos, según. A Jimena, Andrea H. Y Gaby mis inseparables amigas de toda la vida. A mi maestra y directora Araceli por quererme y apoyarme. A Margarita, Alida y Rosalía que además de ser mis maestras, unas espléndidas amigas. A Ricardo, por supuesto, porque al principio pude ver a un niño amable, cariñoso y muy inteligente, antes de que cambiara. A ELOISA por ser siempre insoportable conmigo y así pude describirla perfectamente en papel. Y claro, no podían faltar,

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los últimos pero no los menos importantes: ¡Mis Amigos! María María, María Jose, Gustavo, Valeria, José Manuel (yeye), Fernando B. y Fernando G., Andrea, Paulina, Alfredo Carlos, Alfredo Castillo, Juan Calos, Rashuan, José Héctor (Pepe), María, Brenda, Gerquique, Laura, Viridiana, Adrián, Eduardo, Gabriela y Kitzia, con los que he compartido todas mis alegrías, tristezas y hasta enojos. Los que me prestaron sus nombres para hacer este libro y por darme ideas actuando día a día tal como son y siempre quererme. Gracias por todo, ¡los quiero muchísimo! Isabella IGvH

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