EL LIDERAZGO EN NOMBRE DE DIOS Por Mijael García (Sub comentario Koraj 5767) Enseñar al pueblo a hacer distinción entre lo santo y lo profano, y a discernir entre lo limpio y lo no limpio[1], es una obligación de todo líder religioso. Sin embargo desde tiempos antiguos, hasta hoy, muchos líderes religiosos son unos manipuladores de la conciencia de quienes lo escuchan y lo siguen. En la perashá Koraj se enfrentan tres liderazgos. Moshé, Koraj y Datán y Aviram. Estos dos últimos actúan juntos. El primero alega de que todos los beney Israel son santos, y por lo tanto no se necesita un líder religioso como Aarón, ni siquiera un liderazgo civil como el de Moshé. Datán y Aviram critican a Moshé por no haber cumplido sus promesas: no los ha introducido a la tierra que mana leche y miel. Koraj es un demagogo. En su arenga con Moshé, y delante de la congregación, es ponerse del lado del pueblo para manipularlos con la idea de rebelarse contra la autoridad porque ellos son un pueblo donde todos son santos[2], una santidad basada en la anarquía. Si es Dios quien dirige los pasos del pueblo como lo ha dado a entender Moshé, entonces para qué se necesitan líderes. Ese es el punto de vista de Koraj. Pero Koraj no hubiera tenido éxito si no lo hubieran apoyado doscientos cincuenta líderes que le creyeron. Koraj sin duda era un personaje inteligente, pero a la vez era una persona codiciosa. A lo mejor estaba convencido de que en realidad, un pueblo santo no necesita líderes, pero el no era tampoco un buen candidato a ocupar el lugar de Moshé, pues un buen líder no manipula, sino que ayuda a que la gente haga uso del libre albedrío que el mismo Creador puso en cada ser humano, a manera de que esa gente sepa hace una distinción entre lo que le conviene y lo que no, pero siempre buscando la unidad. Datán y Aviram acusaban a Moshé de enriquecerse con los bienes del pueblo, y es debido a ello que Moshé en su oración dice: ni un asno he tomado de ellos, ni a ninguno de ellos he hecho mal[3]. Además a Moshé se le acusaba de ser un líder que se enseñoreaba de su pueblo a pesar de que el redactor de la Torá nos dice que Moshé era un hombre muy transparente (humilde, traducen); aún así, la gente se rebeló contra él de muchas maneras. Por supuesto que Moshé pudo muy duro contra el pueblo en algunas veces, pero era una actitud necesaria para educar a un pueblo que en el momento en que su líder volteaba para cualquier lado, ellos se volvían a la idolatría, y lo que Moshé deseaba, era educar un pueblo bajo la premisa de la libertad, pero el pueblo no lo entendió así. Además, no es fortuito que tomara a la tribu de Reubén en su levantamiento, pues siendo Reubén el primogénito, a él y a sus descendientes les correspondía el sacerdocio, según las leyes más antiguas, modificadas a favor de la tribu de Leví. Si Koraj peleaba la kehuná – el sacerdocio, aunque no lo dice el texto, una de sus propuestas sería que el sacerdocio pasara a los hijos de Reubén; o en otro caso, al haber perdido sus derechos de primogénito desde tiempos de Yaacov, y habérselos pasado a Yosef, pero ni Efraím, ni Menashé estaban en el pleito, entonces de alguna manera Koraj en su arenga tendría razón que el sacerdocio le pertenecía a Reubén y no a la tribu de Leví. Koraj quería cambiar la forma de gobierno del pueblo, de ser un gobierno teocrático, a uno democrático. Pero esto no sucedió así. Koraj quiso arreglar el asunto de una manera partidaria, democrática. Moshé apeló siempre a la voluntad de Dios como forma de única de llevar las riendas de gobierno. Y fue así, como a los rebeldes los tragó la tierra, y a los doscientos cincuenta cabezas de familia convocados por Koraj fueron consumidos por el fuego. Entonces al día siguiente el pueblo se reúne de nuevo. Esta vez para reclamar a sus muertos del día anterior. Moshé y Aarón habían (ellos) matado al pueblo de Dios[4]. Las distintas fuentes se combinan en esta narración. ¿Quién mató a los rebeldes? ¿Dios o Moshé y Aarón? Parece increíble como el, o los redactores trataron de no pasar por alto los hechos, y los acercan a una realidad sutil, donde no la línea divisoria entre lo humano y lo divino casi no se nota a simple vista. El pueblo estaba convencido que habían sido Moshé y Aarón los que habían
matado a los opositores. El creyente bien puede también tomar partido y creer en una sola fuente, y ponerse del lado de Moshé y de Aarón, pero el investigador ( el sabio y entendido de la Torá misma) no pude hacer lo mismo, y podría ver una lucha entre dos partidos: los seguidores de Aarón y de Moshé, y los seguidores de Koraj, Datán y Aviram, pero sólo un análisis crítico e imparcial puede darnos mayor entendimiento de esta y otras narrativas, pues hacerlo a través de los midrashim como tradicionalmente lo hace el religioso, es analizar un texto no para llegar al conocimiento, sino a la fantasía religiosa. El caso es que en base a una mortandad de miles de personas en el campamento, la tribu sacerdotal logró imponerse. Según los críticos bíblicos, todo esto se dio con la finalidad de justificar el sacerdocio arónico por la línea de Tzadok en los tiempos de David y Salomón. ¿Qué podemos aprender de estos liderazgos? *En otros lados, y en otros momentos, Moshé escucha la voz del pueblo y cede. Esta vez, cuando ve amenazado su propio liderazgo no lo hace. Prefiere acabar con los opositores. *Moshé toma una postura dogmática. Todo lo hace por Dios y por la orden de Dios. Si bien el número de muertos en estas tres revueltas parece ser una exageración, un solo muerto debería pararnos para hacer las cosas de otra manera. *Koraj tenía razón, pero la razón más grande es el diálogo y la concertación. Koraj llegó al enfrentamiento, a la rebelión, y arrastró a ello a los líderes de la congregación, y a su propia familia. Unos terminaron en un hoyo en la tierra, y los otros en un incendio en sus propias casas. No hubo ninguna razón de llegar hasta ahí. *Datán y Aviram creyeron que lo mejor era la desobediencia de la autoridad de Moshé y de Aarón. El no hacer. Se negaron a dialogar, y se dedicaron a reprochar que Moshé no hacía lo que tampoco ellos hacían. Canán no se conquistó, porque el miedo a lo desconocido los venció. Que fácil es culpar a otro de los males que nosotros mismos nos buscamos. *On no aparece. Es cierto, no realizó ninguna hazaña y no se hizo famoso, no obtuvo poder, no alegó. Fue un don nadie, un desconocido, pero salvó su vida. Todos estos líderes, incluyendo a Moshé, para bien o para mal, trataron de hacer de la gente lo que ellos creían era el bien de ese pueblo. Ahí vemos la desgracia de la gente que se deja manipular por líderes políticos, religiosos, etcétera, que sólo piensan en ellos. El verdadero líder no permite los pleitos intestinos en su pueblo, sino sólo les enseña a hacer distinción entre lo que conviene y lo que no. La decisión es de la persona, del pueblo, pues si alguien quiere hacer a los demás a como él piensa que deben ser, se deben pensar que el profeta nos dice que somos como jarros de barro, y cuidado, si no se trata bien el jarro, se puede romper.
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[1] Levítico 10: 10; Ezequiel 44: 23 [2] Números 16: 2 [3] Números 16: 15 [4] Números 16: 41