Isla desierta Aquel gato la traía de cabeza. Había sido tan repentino que a ella misma le sorprendía. Ikuto, su antiguo enemigo y ahora, algo extraño que se podía considerar pareja, llevaba varias noches durmiendo en la misma habitación y la misma cama sin que ningún adulto o nadie lo supieran. Esa noche, el gato pervertido, como ella prefería llamarlo, estaba demasiado juguetón y no parecía nada dispuesto a dormir. Amu había intentado todo lo posible para cansarlo, pero parecía que la única cansada en esa sala era ella. Rendida como estaba, y con Ikuto acariciándole la cabellera, le entraba aún más somnolencia. -Oye, Amu-le dijo con esa sonrisa divertida que le hacía incendiarse las mejillas-. Si solo pudieses llevarte a una persona a una isla desierta, ¿elegirías al pequeño rey o a mí? Ella se sonrojó por la pregunta. Estaba tan claro a quien cogería si algo así ocurriese. A esa persona dulce, pero a la vez tan pervertida, esa persona que solo habían bastado unas palabras y pocos gestos para hacerla volverse loca. ¡Estaba claro que a él! -A Tadase-mintió sin llegarle a mirar los grandes ojos azules que tenía esa mezcla gatuna-. Él es dulce, amable y no me hace enfadar, como tú. Ikuto sonrió con disimulo, enseñando los dientes y pasó a estar encima de ella en unos pocos segundos, cogiéndole el mentón con ambas manos. Sus manos tenían una suave textura y eran blancas como la nieve, sin embargo muy cálidas. -¿En serio?-preguntó él con picardía acercándose a su rostro de manera rápida-. ¿Y quién te haría esto? Se acercó a su oreja y le mordió el lóbulo de la oreja, haciendo que ella se volviese de un color rojo tomate, delatándose. La sonrisa del gato fue triunfante, y luego rodó de nuevo a su lado, acariciándole el cabello con suavidad, esperando su reacción. Amu se tapó la cara con la manta intentando ocultar el visible sonrojo. -A ti-admitió ella con cierta timidez por haber perdido ante su mente pervertida. Él volvió a sonreír y le destapó para verle mejor el rostro. -¿Qué voy a hacer contigo, pequeña pervertida?-preguntó y sus labios se fundieron en un beso romántico y apasionado. Sí, Ikuto la volvía loca, y no era tan inocente como su rey, pero para ella siempre sería su pervertido y hermoso gato.