INFIDELIDAD Por M. en C. Sofía Cabrera Ruiz
Desde
la aparición de la vida en pareja monogámica, la infidelidad ha acompañado al ser humano y ha sido motivo del sufrimiento de una gran cantidad de personas. Sin embargo, es un hecho que la fidelidad y la infidelidad han sido concebidas de diferente manera a través del tiempo. Por ejemplo, en Grecia y Roma se consideraba que un hombre era infiel si tenía relaciones sexuales con una mujer casada (que no fuera su esposa), pero no lo era si lo hacía con esclavas, concubinas o prostitutas (Aureste, Bravo, Manríquez y Diez, sin año). Esto indica que la concepción de infidelidad puede variar de una cultura a otra y de una época determinada, a otra. Sea cual sea la forma en como se conceptualiza este hecho, para los expertos de hoy día, tiene diferentes explicaciones y para los investigadores, es un tema que ha sido explorado desde diferentes ópticas, pero no a profundidad. Considerando que éste es un tema de suma importancia, dado el impacto que puede tener en la vida de millones de parejas, se considera relevante realizar una revisión bibliográfica de las diferentes posturas que existen en torno a la infidelidad dentro de la pareja. Por supuesto, el interés se incrementa si se toma en cuenta que esta es una de las problemáticas más comunes dentro del consultorio de cualquier terapeuta. Conocer más sobre este asunto, puede dar herramientas para proporcionar un servicio más objetivo y útil a las personas que lo requieran.
DEFINICIÓN DE INFIDELIDAD Según Eisenberg, se puede encontrar en la literatura de este tema, varias definiciones; pero en un primer momento, es necesario distinguir entre adulterio e infidelidad. “Adulterio” es un termino legal que se aplica solo a las personas que están casadas y que tienen relaciones sexuales con un tercero. Por otro lado, la infidelidad, según esta misma autora, representa una “violación o traición a una promesa o a un voto que la pareja acordó en un convenio exclusivo entre dos, independientemente de si hubo o no, algún convenio formal ante la ley... no se refiere necesariamente al coito sexual con el tercero involucrado y además es un fenómeno multicausal que no solo involucra factores sexuales, sino que también factores biológicos y psicológicos” (Eisenberg, 1999). Por su parte, Zumaya define la infidelidad “como un fenómeno interaccional triangular y siempre desde la óptica de los afectados, puede ser conceptualizada como un continuo que va desde el involucramiento emocional que contenga los elementos de atracción y, sobre todo, secreto, hasta la ocurrencia eventual o continua, con o sin involucramiento emocional, del ejercicio de la sexualidad fuera de una relación de pareja, casada o no, homo o heterosexual, que suponga una exclusividad sexual” (Zumaya, 1994). La segunda definición, desde un particular punto de vista, parece ser la que define la infidelidad desde una visión más amplia, dado que contempla la amplia gama de conductas y emociones que podrían considerarse como un acto de infidelidad, pero
también contempla que es un evento que ocurre en todo tipo de parejas, es decir, no es una problemática exclusiva de las parejas heterosexuales.
¿POR QUÉ LAS PERSONAS SON INFIELES? Algunos estudio realizados en torno a la infidelidad indican que el 55% de los varones han sido infieles alguna vez en la vida, y el 45% de las mujeres, también. Por supuesto, estos datos revelan que ha habido un incremento en el índice de infidelidad que se presenta en las mujeres jóvenes (Scarf, 1987; citado en Zumaya, 1994). Según Gómez, algunos estudios revelan que en 8 de cada 10 parejas ha habido por lo menos una infidelidad, sin embargo, solo uno por ciento de los divorcios ha sido provocado por este motivo (Gómez, 2003). Este incremento en los índices de infidelidad, puede deberse a los fuertes cambios sociales que se han venido dando en los últimos años: la entrada de la mujer en el campo laboral, la posibilidad de controlar la natalidad mediante el uso de métodos anticonceptivos, la falta de tiempo e interacción entre las parejas, la falta de comunicación y la “incapacidad para relacionarnos en forma adecuada y realista” (Zumaya, 1994). Díaz Loving, explica que nuestros primeros ancestros no practicaban la fidelidad. Solían ser monógamos seriales, creando vínculos por alrededor de cuatro años y luego, la tendencia era la diversidad (Gómez. 2003). Esta explicación es muy parecida a aquellas que señalan que la infidelidad tiene que ver con cuestiones de tipo genético, lo cual indicaría que como seres que pertenecen al reino animal, los humanos tienden a la infidelidad por instinto. Pero este instinto es más marcado en el hombre que en la mujer. Eisenberg Glantz, señala que la infidelidad ocurre por diferentes factores. Entre los aspectos de tipo sexual se encuentran “la privación sexual, la búsqueda de aventura, curiosidad sexual, insatisfacción sexual, aburrimiento, falta de novedad, pasión e intimidad.” Con relación a los aspectos biológicos relacionados con la infidelidad se encuentran “la herencia mamífera, a consecuencia de la cual, los hombres no han logrado asimilar la norma monogámica.” Los factores psicosociales tiene que ver con “la venganza a la actividad extramarital del cónyuge, falta de lealtad, insatisfacción emocional, búsqueda de independencia, tipo de personalidad, educación, religión, lugar de residencia, valores, actitudes” (Eisenberg, 1999). Por su parte, Abreu (sin año) menciona que la infidelidad del hombre tiene que ver con la atracción sexual. En el caso de la mujer, lo principal es la búsqueda de nuevas experiencias y la insatisfacción emocional con su pareja estable. Al respecto, añade que no siempre la relación con un tercero implica una actividad sexual de por medio. Muchas de las veces, se dan relaciones de compañía únicamente. Zumaya (1994) explica varios factores que se relacionan con la infidelidad y señala que, cuando las personas adquieren un compromiso de pareja, establecen un contrato “no escrito que incluye deseos y expectativas, concientes e inconscientes, ligados tanto a patrones y experiencias vividos en las familias de origen como a sus circunstancias actuales. Los integrantes de la pareja estarán de acuerdo (...) con respecto a muchas materias: el trabajo y el dinero, la religión y las diversiones, la fidelidad y la infidelidad (...)
Cuando expectativas de este tipo no se satisfacen y la desilusión se comparte, los términos del contrato se ponen a presión y eventualmente se modifican para incluir la posibilidad de infidelidad.” Otros aspectos que pueden ser considerados como factores desencadenantes de la infidelidad pueden ser los años que ha compartido la pareja, ya que después de 15 ó 20 años de unión, se pude considerar la posibilidad de una aventura. También la incapacidad de comunicarse abiertamente sobre las cuestiones que pudieran estar causando incomodidad dentro de la relación de pareja, puede ser un factor que lleve a tomar decisiones independientes, es decir, que no tomen en cuenta al compañero (a). La aventura puede ser vista como un intento de solución o relleno a un hueco que se ha propiciado dentro de la relación. En este sentido, “la aventura puede posibilitar la continuación de la relación o provocar tal conmoción que se estimule el cambio” (Zumaya, 1994). Por otro lado, algunos autores sostienen que las personas que vivieron en una familia de origen en la que el padre o la madre fueron infieles, las posibilidades de que se repita el patrón, son elevadas (Carnes, 1983; Gerson 1989; cit. En Zumaya, 1994). “No solo la aventura de los padres es un modelo, sino que lo es, sobre todo, el patrón de evitación.” Algunos autores señalan que existen diferentes tipos de infidelidad y que cada una de ellas se lleva a cabo por factores relacionados a la tipología. Por ejemplo: •
Infidelidad por evitación de la intimidad: Se refiere al obstáculo que algunas personas tienen para aceptar que la intimidad implica autoexposición y un cierto grado de dependencia emocional. Cuando se revela la aventura, se convierte en arma de la confrontación.
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Infidelidad por adicción sexual: Esta aventura puede ocurrir en cualquier momento de la relación; es más común en hombres que en mujeres y tiene un toque de desafío, cuando se revela la infidelidad, se defienden del miedo, la humillación y el dolor, a través de acusaciones.
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Infidelidades accidentales: Inesperadas, no planeadas. No es que ocurran de manera involuntaria, pero hay un cierto grado de inconsciencia, ya que no se tienen muy claras las consecuencias del acto.
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Infidelidad como castigo: Se utiliza como un arma en venganza de la otra persona, aunque no siempre implica un castigo por infidelidad, sino por diferentes aspectos que pudieran estar presentes desde le principio de la relación.
Por otro lado, se ha considerado que un aspecto importante a considerar es el género. Dadas las condiciones culturales, un hombre puede estar satisfecho y feliz con su pareja, pero aún así, puede tener una aventura. Esto es porque el hombre puede hacer una disociación entre amor y genitalidad. En esto se basa la justificación de la multiplicidad de parejas que puede tener un varón. Por el contrario, la mujer primero es infeliz y luego es infiel. Esto ocurre por condiciones culturales, ya que físicamente, nada
les impide actuar en forma similar a los hombres (Aureste, Bravo, Manríquez, Diez, sin año). Por último, cabe mencionar que la infidelidad puede presentarse mayormente, en las siguientes etapas del ciclo de la vida: • • • •
Tempranamente. Cuando los miembros de la pareja están luchando por establecer los límites de su compromiso e intimidad. Durante la maternidad. Cuando nace el primer o segundo hijo. Cuando los hijos dejan el hogar. Cuando resulta claro que la pareja no corresponderá a la imagen idealizada (Zumaya, 1994).
Hasta aquí se presentaron algunas de las explicaciones sobre las principales motivaciones que una persona puede tener para involucrarse en una aventura paralela a su relación de pareja. Como es evidente, son varias las explicaciones que giran en torno a este tema. Cada una de ellas aborda la problemática desde su propia visión y engloba aspectos que pueden ir desde lo social y lo cultural, hasta lo biológico, lo sexual, el género, el ciclo de vida de las parejas, lo psicoemocional. En conjunto, estas explicaciones contribuyen para lograr una comprensión amplia de los múltiples factores que pueden estar inmersos en la infidelidad. Algo que a todos y todas l@s autores (as) les queda claro, es que las consecuencias de una aventura pueden ser sumamente dolorosas. En palabras de Mario Zumaya, “descriptivamente, tener una aventura implica el rompimiento de los limites de la pareja; es decir que, por nombrar sólo algunos, los sentimientos, el cuerpo, la sexualidad que pertenece a la pareja en forma exclusivamente pactada es compartido por alguien más” (Zumaya, 1994): “¡No es el sexo, al diablo el sexo! Es el hecho de que él (ella) ha tenido una relación con alguien más” (Nichols, 1988, citado en Zumaya, 1994). Lo más relevante dentro del acontecimiento de la infidelidad, no es que la pareja haya o no tenido relaciones con otro (a), sino la decepción por la mentira que produce enojo y daño a la relación. El descubrimiento de una infidelidad provoca que emerjan ideas y sentimientos de venganza, que cuando se llevan a cabo, tienen la intención de restaurar la autoestima. Sea cual sea la respuesta de una y otra parte, “la relación original de pareja nunca volverá a ser, para bien o para mal de sus integrantes, la misma” (Zumaya, 1994).
ALGUNAS INVESTIGACIONES SOBRE INFIDELIDAD... Por la relevancia del tema, sería de esperar que existieran numerosas investigaciones sobre infidelidad. Sin embargo, en los últimos años se han realizado muy pocas. Una de ellas es la que elaboró Quevedo Pereyra (1997) para explorar las actitudes hacia la infidelidad conyugal por sexo, edad y tiempo de convivencia en una muestra de 303 miembros de parejas conyugales en cuatro distritos de Lima metropolitana. Para realización de esta investigación, se utilizó el método descriptivo de encuesta. La muestra total del estudio estuvo conformada por 203 sujetos, de los cuales
95 eran hombres y 135 fueron mujeres. El rango de edad fue de 20 a 50 años de años de edad. El instrumento utilizado para la recolección de los datos fue le Escala de actitudes hacia la infidelidad, con un formato tipo Likert. Las áreas exploradas son: espacio social, sexualidad, dominio laboral, desplazamientos sintomáticos y uso de sustancias psicoactivas, familia y origen, dinámica conyugal. Algunos de los resultados más relevantes indicaron que con relación a la sexualidad, existen diferencias significativas en las actitudes hacia la infidelidad según el sexo de los sujetos, aunque no existen diferencias significativas entre varones y mujeres. En cuanto a la edad, las categorías representadas no arrojan diferencias significativas en ninguno de los factores no con la escala total. Los sujetos tienden a creer en la existencia de diferencias sexuales innatas, naturales e inmutables, es decir, en el rol natural de infiel en el varón. Se reconoce la hipersexualidad masculina como un aspecto que justifica la infidelidad conyugal. En este sentido se encontró que el 64% de la muestra estuvo de acuerdo en considerar que es normal y natural que los hombres tengan relaciones sexuales fuera del matrimonio. La insatisfacción sexual no es un motivo válido para aceptar la infidelidad en el caso de las mujeres, pero sí para los hombres. Un 70% estuvo en desacuerdo con limitar la variedad de su comportamiento sexual dentro del matrimonio y se reconoce las necesidades sexuales como un factor importante para la infidelidad conyugal. El 68% de los encuestados desaprobó la posibilidad de buscar terceras personas para tener más experiencia y goce sexual sin mezclar en ello los sentimientos hacia su propia pareja. El 71% estuvo en desacuerdo en considerar que el sexo más placentero se encuentra fuera del matrimonio. Los resultados en torno a las diferencias por género indican que el grupo femenino es más tradicional que el de los varones, aunque en el grupo de las más jóvenes (entre 26 y 35 años), se muestran más permisivas que el resto del grupo. Sin embargo, los varones tienden a ser más permisivos que las mujeres. Es evidente que los más jóvenes podrían estar atravesando por un período de redefinición de los valores de la fidelidad dentro del matrimonio, dándole probablemente una significación nueva para su relación, más o menos permisiva, más o menos tradicional (Quevedo, 1997). Este estudio refleja claramente las diferencias en cuanto a las creencias e ideologías relacionadas con la infidelidad masculina y femenina. Como se mencionó en el apartado anterior, las diferencias de género se hacen palpables en este ámbito de la vida en pareja, siendo permitida y hasta justificada, para el hombre, la infidelidad. La mujer por su parte, solo es infiel cuando siente insatisfacción emocional con su pareja estable. Sin embargo, antes de serle infiel al varón, la mujer tiene que sentir más que atracción física por la persona que entrará como un tercero. Sin embargo, esta visión parece ser un tanto heterosexista, porque deja de lado (e incluso niega) las relaciones lésbicas y homosexuales. Una pregunta a responder en este sentido sería: ¿una pareja de mujeres será menos infiel porque en la mujer no existe la predisposición a ser infiel?, ¿qué factores tienen más peso en una relación de este tipo?. En las relaciones homosexuales se rompe la afirmación de que el hombre es más infiel por naturaleza. Son otros los argumentos que toman fuerza en este sentido. Por su parte, Morales y Gálvez (2003) realizaron un estudio preliminar de tipo exploratorio para examinar el tema de la infidelidad. El trabajo se realizó con parejas jóvenes de entre 18 y 28 años de edad, no casadas. Se utilizó una entrevista individual semiestructurada. Los datos no se obtuvieron de una muestra representativa, y los
autores insisten en que no pretenden generalizar los resultados, pero sí es importante que se realicen más investigaciones en torno a este tema. De los resultados de la entrevista se arrojan los siguientes datos: En un primer momento, la pareja idealiza a la otra parte, por lo que solo se toman en cuenta los aspectos positivos de esa persona. Cuando pasa el periodo de enamoramiento e idealización, la relación entre personas concretas deja de ser ideal. Se comienza una lucha para tratar de mantener la imagen y la relación ideal. Dado que la emoción predominante es la desilusión, puede abrirse un espacio para el surgimiento de una aventura. Luego llega una fase de reacciones pre críticas en la que se intenta mantener el enamoramiento inicial, y al no lograrse este objetivo, se abre un espacio que puede ser llenado con la inclusión de un tercero. Otro de los hallazgos indica que una de las características de las relaciones de pareja es regirse por acuerdos explícitos e implícitos. Si no existen reglas claras, tampoco hay infidelidad, porque no se traiciona nada. Esta investigación apunta a que todo infiel sabe que en algún momento su pareja podría enterarse. De hecho, generalmente, es el (o la) infiel, el (la) que cuenta lo sucedido a su pareja. La relación que se establece con un tercero, no es una relación como tal, es un episodio que puede tener poca duración e importancia en términos de estabilidad, pero sí es importante en términos de intensidad. Algunas aportaciones importantes de este estudio se refieren a lo que ocurre después de que se descubre la infidelidad, ya que señalan los autores que luego del episodio de infidelidad, “en un primer momento la reacción tiende a ser emocional negativa, (...) donde prima la rabia, la pena y el dolor. Esto apoya la idea de sentirse agredido por el otro y disminuido frente a este tercero, entrando en conflicto incluso la autoestima.” Después se presenta una reacción racional positiva (esto no ocurre antes de los tres meses) que permite tener una visión más sistémica y el afectado es capaz de identificar su propia responsabilidad en lo sucedido Morales y Gálvez (2003). Este estudio pone de manifiesto que en la infidelidad no solo el que es infiel tiene la responsabilidad de lo ocurrido, sino que ambas partes han contribuido de manera directa o indirecta, para que ocurra la aventura. También hace ver que ambas partes sufren emocionalmente, y no solo el que permaneció fiel a la relación. También contribuye a señalar que en el caso de continuar con la relación de pareja, será necesario vivir una especie de duelo, pero aún después de este periodo, es posible que la relación no vuelva a ser la misma. Con esto no se supone que tenga que ser negativo el cambio, pudiera darse el caso de que después de la infidelidad, la relación de pareja se mejore y el vínculo entre las personas se fortalezca.
LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN Al explorar las posibles causas de la infidelidad, surgen preguntas que tal vez sería importante tomar en consideración. Por ejemplo, ¿es igual el grado de infidelidad entre parejas heterosexuales y homosexuales?, ¿las mujeres viven la infidelidad de la misma manera que los hombres?, ¿cuáles son los factores que contribuyen para que una infidelidad sirva para consolidar o reafirmar una relación de pareja?, si se considera que el hombre es infiel por naturaleza, ¿por qué hay infidelidad entre las parejas de mujeres lesbianas?.
Ahora bien, dadas las consecuencias que trae consigo el descubrimiento de una infidelidad, se considera importante que se realicen instigaciones encaminadas a definir cuáles serían los procedimientos terapéuticos más útiles en la intervención psicológica de este hecho. Sin embargo, también es importante que se logre visualizar una nueva forma de vivir en pareja, dado que el sistema que ha prevalecido en los últimos siglos, ha demostrado que no es funcional para todas las personas. Tal vez, es necesario que se ponga en tela de juicio de manera enérgica, el patrón cultural que rige las relaciones entre hombres y mujeres, así como entre las diferentes formas de establecer relaciones de pareja.
CONCLUSIONES La relación continua entre la pareja, puede llevar a que se revelen importantes diferencias entre sus intereses y es aquí cuando la relación con un tercero puede ser experimentada como una forma de alivio. Es claro que en la actualidad, en nuestra cultura, se propone un único modelo de relación, con unas normas fijas e iguales para todos. No hay cabida a relaciones diferentes, ni variantes. Aquellas parejas que se atreven a variar, son marginas o condenadas al fracaso. En lo particular, se considera que es poco funcional pensar que el mismo modelo de relación puede valer para millones de personas al margen de sus diversas realidades y por todo el tiempo que dure su vida. El resultado, es que la gran mayoría de las personas se sienten incómodas con el modelo establecido y les resulta difícil asumir la tarea inmensa de construir otro tipo de relación. Esto hace que la infidelidad, se convierta en el camino más fácil para resolver las insatisfacciones que conlleva vivir dentro del marco que señala el modelo. La infidelidad es algo que ha acompañado a la humanidad desde que se establecieron las relaciones monogámicas como eje que rigiera la vida de las parejas. Retomando las palabras mencionadas por del Dr. Álvarez Gayou en una entrevista concedida al periódico La jornada, en donde menciona que es un hecho que “la monogamia es algo impuesto (...); hay que reconocer que nadie satisface 100 por ciento las expectativas de otra persona, en ninguno de los planos...”; por lo anterior añadiría que cada pareja (o trío, o cuarteto, etcétera) debería fijar el parámetro de lo que desea vivir y que considera le hará tener una vida feliz.
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