Tengo que desvelar las excepcionales circunstancias que me pusieron en contacto con la “Historia general de Argel”, esta bien misteriosa obra del 1610, firmada por Diego de Haëdo. En este caso, en 1997, compré un anillo antiguo en el rastro. Una experticia reveló que se trataba de una pieza del Siglo XVI, probablemente posesión de un corsario mallorquín. Me apasioné por el mundo del corso mediterráneo, persiguiendo cualquier documento. De este modo, llegué a este libro antiguo, que me fascinó tanto a la primera lectura que me prometí darle una nueva oportunidad, sin sospechar que había puesto el dedo en un nexo literario de una sorprendente complejidad. Pues la « Historia general de Argel» ofrece tantos misterios como maravillas.
Empieza ofreciéndonos un dato que entonces representaba un valioso secreto, dando una clara ventaja estratégica: la latitud de la ciudad de Argel. Ese entonces inestimable dato abre la obra que representa uno de los pocos testimonios del mundo occidental clásico en torno al África musulmana del Siglo XVI.
La obra ha sido redactada por un hispanohablante católico y probablemente un español. (muchas de las tradiciones a las cuales el autor alude, nombrándolas “nuestras”, como las “mayas” –p. 177, son endémicas de Castilla y León).
Argel está descrita como una ciudad libre, habitada por los que han sido rechazados en su país materno, renegados o « aventureros que viven la vida que decidieron vivir», existencia sin embargo marcada por la típica crueldad de los corsarios. La gran mayoría de los moradores de Argel son renegados, de origen cristiano y procedentes de todas las provincias del mundo (hasta de la recién descubierta América). Estos piratas apresan un gran número de esclavos (veintecinco mil cristianos en Argel en 1580) que someten y eventualmente convierten, no sin propinarles todas las humillaciones posibles, cruel revancha sobre su miserable vida anterior en tierras cristianas. Cuando los cautivos son nobles o ricos, se exige un rescate, lo que se volverá un juicioso negocio, mediante la intercesión de la Iglesia Católica, cobrando de paso consecuentes porcentajes. El mismo autor ha discutido con ulemas y entró en mezquitas, como en p. 144, dónde describe el salat o oración. No obstante, nos habla de un Corán bastante distinto al que conocemos, de un Islam combinado con prácticas mágicas e adivinanzas oníricas.
Pero, sin lugar a dudas, será la Inquisición española quién habrá originado los misterios que rodean al autor de este libro. En este caso, la “Historia general de Argel...” hubiera tenido que ser considerada herética, pues cita libros prohibidos (“Ian Leon, descripción de África” llevó a varios mallorquines a la hoguera) y describe ritos de otras religiones. Posiblemente, el prestigio del autor declarado, Diego de Haëdo, abad de Fromista, haya podido protegerle de las furias
inquisitoriales. Sin embargo, mi investigación desvela que Haëdo nunca fue abad en Fromista (fuente: Ayuntamiento de Fromista, Galicia, España) y que el orden benedictino nunca fundó ninguna abadía en esta ciudad (fuente: Monasterio de Silos, España). Curiosamente, el rey de España Felipe III prohíbe en su edicto real y licencia de publicación que se hable mal o se censure esta obra, so pena de una multa de diez mil maravedíes, una disposición evidentemente excepcional.
Así que el autor fantasma de la “Historia general de Argel” está defendido por el rey de España, a no ser que el autor haya preferido disimularse tras una falsa identidad aunque tenga apoyos reales. Ahora bien, este texto no sólo presenta una severa crítica de la sociedad pirata de Argel sino que también resalta sus buenos aspectos y administración eficiente. Encima, se atreve a duras críticas hacia la sociedad española, denunciando costumbres y prácticas arraigadas en tierras cristianas (el juego, el alcoholismo, la indisciplina de los ejércitos). Los cristianos citados en esta obra (el Maestre de Montesa, p.227 o el Virrey de España en Sicilia, p. 225) compusieron numerosos chanchullos, con lo cual estas citas se transforman en denuncias, llamando la atención de una forma muy cervantina sobre estos casos.
También destacan los pasajes sobre los jardines de Argel, donde el autor no puede disimular el cariño que les tenía. Cervantes, en el
transcurso de una de sus rocambolescas evasiones, se refugió, durante semanas, en el jardín de la mujer de Abd-el-Malik, rey de Fez, jardín ampliamente señalado y destacado en la “Historia general de Argel”.
Por otro lado, existen en la obra textos que presentan un claro interés estratégico. La descripción de las murallas y fuerzas de defensa tiene metas militares: el autor apela a la invasión del reino de Argel. Queda patente que es hombre de guerra. También resulta evidente, de por la construcción del texto muy moderna, que se trata de un literato, de gran talento por la vida y la autenticidad de sus escenas. Sólo un hombre en España reúne estos atributos, y encima este hombre fue retenido preso cinco años en Argel. Se trata de Miguel de Cervantes.
En fin, quiero evocar otro misterio, este sin catalogar pero quizás más turbante aún. El ejemplar que consulté ha sido anotado por una mano no católica. La persona que nombro lector anónimo emplea la “lengua franca”, esa mezcla de castellano, francés, italiano, portugués que usaban los piratas de Argel para comunicarse con los cristianos. Desde la contra-portada, el lector anónimo alaba la obra, tachándola de “excepcional”, aunque mal adelante se indigna: “...Y no dizen y hazen lo mismo, y peor aún, vosotros los católicos?” .