Guia Practica De Cultura Ciudadana

  • April 2020
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GUÍA PRÁCTICA DE CULTURA CIUDADANA 1

1.

Presentación y enfoque teórico

Introducción.

La innovación clave de Cultura ciudadana es asumir que un gobierno local puede, con el fin de cambiar o de consolidar algunos comportamientos, intentar con éxito influir de manera puntual sobre la cultura y la conciencia y no solamente sobre la ley y sus mecanismos de aplicación.

Un gobierno busca cambiar algunos comportamientos con dos propósitos: 1) para hacer cumplir la ley (recuérdese el juramento con el cual alcaldes y funcionarios públicos nos posesionamos) o 2) para lograr bienes colectivos (evitar un racionamiento de agua, reducir la congestión vial, reducir los niños quemados por pólvora). Muchas veces ambos propósitos van juntos: por ejemplo, cuando se busca aumentar la disciplina en la tributación.

A continuación se exponen primero los fundamentos teóricos de cultura ciudadana. Se describe luego, de manera genérica la utilidad y pertinencia de los programas. Luego se presenta una descripción general de los problemas y del impacto de las acciones de cultura ciudadana y una descripción de las estrategias de planeación e intervención.

Enfoque teórico

Ley, moral y cultura son productos muy sofisticados de la historia que nos dan a los seres humanos la posibilidad de autogobernarnos: la cultura, al sedimentar los ingentes aprendizajes de siglos y milenios de experiencia y sentidos; la moral, al permitir reconocer en el corazón de cada cual el sentimiento de que, si pretendo actuar moralmente, mi acción moral debería también poder ser reconocida como tal por cualquier ser humano; y la ley, al permitir reconocer en ella la forma más legítima de

1

Documentos construido para el Programa de gobernabilidad local-PNUD

regular de manera explícita, públicamente acordada, y según procedimientos públicamente predefinidos, unos comportamientos muy básicos, ello con el fin de facilitar la convivencia y facilitar la coexistencia de diversas opciones morales y culturales. Construir ciudadanía es aprender a asumir las tensiones entre esos tres sistemas reguladores para aumentar su convergencia por lo menos en lo más básico.

(I) ley, moral y cultura 1. Existen reglas informales que son un complemento inevitable a las reglas formales (legales). Cuando en una sociedad hay armonía entre unas y otras los costos de celebrar y cumplir acuerdos se reducen; cuando se contradicen o la evolución de unas no se adecúa a la de las otras los costos de celebrar y cumplir acuerdos se incrementan (Douglass North recibió en 1993 el premio Nóbel de Economía por haber desarrollado estas ideas y haberlas aplicado con éxito para explicar por qué las sociedades se desarrollan a ritmos tan distintos).

2. Las reglas informales pueden clasificarse en dos grandes áreas: las morales y las culturales. 3. Las reglas morales expresan básicamente principios interiorizados que cada persona aplica “desde adentro” y que le provocan culpa en caso de violarlos y satisfacción moral en caso de respetarlos. Las reglas morales se manifiestan a través de un sentido del deber y de la capacidad de actuar obedeciendo a ese sentido (algo muy emparentado con la propio-motivación o motivación intrínseca y muy-distinto de la hetero-motivación o motivación extrínseca). Las pedagogías de la concientización (tan propias de Latinoamérica y en general del Tercer Mundo) intentan influir sobre estas reglas, buscando generar más solidaridad y cooperación especialmente entre desconocidos que comparten una misma condición social. 4. La regulación cultural se expresa de manera más compleja. En primer lugar las normas sociales cuya desobediencia lleva a la posibilidad de sanciones sociales (desde ver que alguien frunce el ceño en señal de desaprobación o censura hasta ser excluido de un grupo) que por lo general inducen sentimientos de vergüenza. La conformidad a las normas sociales es premiada por reconocimiento e inclusión. En segundo lugar, la cultura regula a través de una delimitación y una jerarquización de los significados que contribuyen mucho al reconocimiento. A veces, a través de un curioso mecanismo inductivo, el reconocimiento se traduce en confianza. La cultura también involucra

creencias, valores e ideales que (de una manera menos afín a la de las normas legales) también orientan el comportamiento de las personas. Lo clave es que a través de diversos mecanismos, en cada medio socio-cultural se logra una delimitación cultural de comportamientos culturalmente bien considerados, comportamientos neutros y comportamientos considerados (culturalmente) inaceptables. 5. Cabe entonces retomar el tema de consistencia regulatoria: lo que nos ordena la ley puede ser consistente o no con lo que nos ordena la conciencia o con lo grupalmente aceptado como válido. Además una misma persona puede pertenecer a grupos distintos que no comparten una cierta norma (por ejemplo un grupo aprueba fumar el otro rechaza fumar). Algo de tensión entre ley, moral y cultura puede ser útil para las tres, pero el divorcio puede afectar gravemente la convivencia y la productividad de una sociedad. ¿Cuándo hay armonía de ley, moral y cultura? Fundamentalmente cuando hay aprobación moral y cultural hacia el cumplimiento de las obligaciones legales y censura moral y rechazo cultural hacia las actividades ilegales. 6. ¿Cuándo hay divorcio entre ley, moral y cultura? Fundamentalmente cuando hay aprobación moral y cultural a acciones ilegales y cuando hay indiferencia o desaprobación cultural y moral al cumplimiento de obligaciones legales. 7. Un ejemplo: vía Constitución y ley los ciudadanos nos hemos obligado a colaborar con la justicia y, en particular, a denunciar los delitos; sin embargo, en algunos medios culturales, los criminales han logrado imponer la llamada ley del silencio que se expresa, al menos en Colombia, con la expresión coloquial “no sea sapo”. Así se genera informalmente una norma social que contradice y en parte neutraliza la norma legal, con costos enormes para la sociedad. 8.

El poder regulador de la cultura ha sido abordado desde disciplinas como la sociología, la antropología, la psicología social y la economía. Los debates más recientes han acentuado el carácter de permanente cambio e hibridación y el carácter reflexivo de la cultura (hacen parte de la misma los instrumentos de auto-lectura y auto-crítica). Esto favorece los acuerdos y los procesos conscientes de reorientación de la acción y ayuda a comprender las conexiones entre cambio cultural y cambio legal (a veces uno de los dos va adelante y ayuda a impulsar el otro).

(II) Acción colectiva

1. Hay bienes (por lo general públicos, que muchas veces no se pueden obtener privadamente) y que sólo se obtienen si miles (o incluso) millones de personas cooperan. Hay acción colectiva por ejemplo cuando toda una ciudad o un país ahorran agua.

2. El llamado problema de la acción colectiva radica en que el óptimo egoísta se da cuando un individuo no coopera pero se beneficia de la cooperación de otros (no ahorra agua pero se beneficia de que los demás ahorraron agua al no sufrir racionamiento; no cumple con la veda a la pesca en una laguna mientras otros vecinos si lo hacen). Para que haya acciones colectivas exitosas se necesita mantener a raya ese comportamiento de gorrón (o recostado, en inglés free-rider). 3. Y para iniciar una acción colectiva se necesitan altruistas o personas que siguen pautas de conducta simplemente por el hecho de que sería bueno que todos las siguieran. Estos iniciadores, first-movers en la literatura anglosajona, son cooperadores incondicionales que resultan ser claves para llevar la cooperación hasta aquel nivel en que los beneficios cubren los costos y entran a cooperar los cooperadores condicionales (gente que coopera si ya hay un porcentaje suficiente de cooperadores o si ya se ve que la iniciativa va a resultar o si ya va dando resultados tangibles, etc.). 4. La experiencia nos ha mostrado que resulta muy útil la información sobre el avance de las acciones colectivas (comunicando entre otras el número de cooperadores, el valor de indicadores que miden cuánto nos hemos movido en relación con la meta). Es relevante compartir los argumentos tanto de utilidad como de moralidad. Y también comunicar de manera explícita los caminos que el ciudadano puede decidir seguir (iniciador, cooperador condicional, gorrón) haciendo énfasis en los de mayor cooperación. Poner los reflectores sobre quienes cooperan y sus razones puede ser una buena alternativa a la costumbre de fijarse primero y sobretodo en quienes no cooperan y sus razones. 5. La superación concreta de la desconfianza, la capacidad de actuar a partir de hipótesis no pesimistas sobre los demás, ser capaz de suponer en las otras personas altruismo y disposición a cumplir voluntariamente normas, conduce a la derrota de las estrategias asociadas a la desconfianza y al pesimismo sobre el comportamiento del otro (“como me va a defraudar, me adelanto a hacerlo yo”)

De hecho “ley, moral y cultura” y “acción colectiva” son enfoques que se relacionan. La existencia de un actor especial central (el estado, el gobierno municipal) se justifica en gran parte por la necesidad de resolver problemas de acción colectiva. Si no hubiera normas legales para obligar a pagar impuestos o para regular el transporte en la ciudad, el oportunismo de algunos tendería a generalizarse y difícilmente se alcanzarían las soluciones óptimas. Inversamente el proceso de implantación de una norma legal (como la que obliga a usar el cinturón de seguridad) puede verse como un proceso de acción colectiva cuyo principal resultado final es la mayor seguridad vial expresada en la reducción del número de muertos y heridos en accidentes de tránsito.

Cultura ciudadana busca, pues, realizar unas acciones con el fin de conservar y fortalecer algunos comportamientos y cambiar otros con dos fines: lograr por vía pedagógica el cumplimiento de la ley y/o impulsar acciones colectivas para lograr bienes públicos. Cualquier cambio de comportamiento y de definición cultural sobre qué es aceptable y qué no, así como la construcción de la costumbre de censurar a quien actúa contra la ley y de otorgar reconocimiento y confianza a quien la sigue, son de por sí tareas complejas que suelen requerir la confluencia de varias acciones de gobierno de muy diverso carácter.

A su vez muchos de los cambios buscados adquieren sentido y visibilidad racional si hacen parte de programas.

Utilidad y pertinencia de los programas y acciones de cultura ciudadana.

La utilidad y pertinencia de los programas y las acciones de cultura ciudadana se han manifestado principalmente en los campos de seguridad y convivencia, obediencia a normas cuya infracción no es, o no se considera, violenta, sentido de pertenencia y corresponsabilidad. Más que hacer depender el buen comportamiento del temor a sanciones, se generó un cambio de expectativas y se asociaron normas a pertenencia e identidad.

En Bogotá, la consolidación, entre 1998 y 2000, de muchas mejoras en materia de espacio público e infraestructura se articuló de manera armónica con los avances en materia de comportamiento.

Recordemos cómo se formuló en dos ocasiones el objetivo de cultura ciudadana:

En 1995 se enunció que la primera de seis prioridades del Plan de Desarrollo era “fortalecer la autorregulación ciudadana: cultura ciudadana”. Y más adelante se definía: “por cultura ciudadana se entiende el conjunto de costumbres, acciones y reglas mínimas compartidas que generan sentido de pertenencia, facilitan la convivencia urbana y conducen al respeto del patrimonio común y al reconocimiento de los derechos y deberes ciudadanos”.

La estrategia para desarrollar la cultura ciudadana (calificada además como “eje central del plan”) consistía en “desencadenar y coordinar acciones públicas y privadas que inciden directamente sobre la manera en que los ciudadanos perciben, reconocen y usan los entornos sociales y urbanos y cómo se relacionan entre ellos en cada entorno. Pertenecer a una ciudad es reconocer contextos y en cada contexto respetar las reglas correspondientes. Apropiarse de la ciudad es aprender a usarla valorando y respetando su ordenamiento y su carácter de patrimonio común”.

Esta estrategia comprendía cuatro formas de acción:

a. modificar ciertos comportamientos individuales y colectivos que riñen fuertemente con la vida social de la ciudad (mediante autorregulación ciudadana, capacitación de funcionarios y construcción de algunos espacios urbanos donde interactúan ciudadanos o ciudadanos con funcionarios); b. construir colectivamente una imagen de ciudad compartida, actual y futura, y buscar que la comprensión y el respeto de las reglas confiera identidad ciudadana y sentido de pertenencia; c. impulsar lo que tradicionalmente se reconoce como cultura, la cultura popular y las manifestaciones artísticas que puedan contribuir a generar sentimiento de pertenencia a la ciudad. d. Propiciar la participación comunitaria y la regulación de la Administración por parte de la ciudadanía.

Las metas en cultura ciudadana, en versión ligeramente resumida, fueron: a. Más ciudadanos aceptan y cumplen las normas de convivencia ciudadana b. Más ciudadanos ayudan a través de medios pacíficos a lograr el cumplimiento de las normas c. Más capacidad ciudadana para concertar y dirimir conflictos en el marco de una visión compartida de ciudad d. Enriquecer las posibilidades de los ciudadanos para expresarse, comunicarse e interpretar, a través de la recreación, el arte y el deporte.

En el 2001 la formulación del objetivo fue: Aumentar el cumplimiento voluntario de normas, la capacidad de celebrar y cumplir acuerdos y la mutua ayuda para actuar según la propia conciencia, en armonía con la ley.

Las estrategias para desarrollar el objetivo para el periodo 2001-3 fueron tres: 1. Optimizar los esfuerzos del Distrito orientados a proteger la vida y asegurar el cumplimiento de normas 2. Propiciar cultura democrática 3. Propiciar la comunicación y la solidaridad entre las personas mediante el uso de los espacios públicos

Para optimizar los esfuerzos del Distrito orientados a proteger la vida y asegurar el cumplimiento de normas se establecieron los siguientes programas: •

Apreciar las normas.



Difundir normas y propiciar su acatamiento voluntario; evidenciar su fundamento democrático y los beneficios de su cumplimiento.



En campañas de difusión, enfatizar normas de seguridad y convivencia, tránsito, tributación, urbanismo y ambiente.



Vida sagrada.



Propiciar desarme y otras acciones para reducir muertes violentas.



Fomentar modos de vida saludables.



Generar confianza, seguridad y tranquilidad para el ejercicio de los derechos y libertades.



Aportar de buena gana.



Aumentar la conciencia sobre beneficios colectivos de tributación; reducir la evasión.



Propiciar renuncia a subsidios no merecidos.



Fomentar la responsabilidad individual y colectiva en la preservación y ampliación del patrimonio de la ciudad.

Para propiciar cultura democrática se desarrollaron los siguientes programas: •

Procedimientos para decidir.



Propiciar el uso de procedimientos democráticos para cambiar disposiciones legales.



Ampliar y cualificar la discusión pública, haciendo visible su utilidad para aclarar las diferencias, dirimir conflictos y celebrar acuerdos.



Organizarse para influir y para aprender.



Reconocer las organizaciones y potenciar su capacidad de construir nexos de solidaridad y de representar a los ciudadanos y ciudadanas en las decisiones de la ciudad, la localidad y la zona.

Para propiciar la comunicación y la solidaridad entre las personas mediante el uso de los espacios públicos se desarrolló el programa •

Comunicar vida y jugar limpio.



Fomentar arte, cultura y esparcimiento en espacios públicos para potenciar las capacidades inventivas, creativas y comunicativas de los actores culturales y de los ciudadanos y aumentar el disfrute colectivo de la ciudad.



Ampliar el conocimiento y la apropiación social de la ciudad mediante proyectos de investigación y medios de divulgación masiva.

Algunas de las metas establecidas para los anteriores programas fueron:

1. Incrementar significativamente el grupo que acata las normas básicas de convivencia (el Concejo de la ciudad exigió una línea base y la fijación de metas cuantitativas detalladas, lo cual dio origen al diseño y las aplicaciones de las encuestas de cultura ciudadana). 2. Reducir el número de muertes violentas hasta lograr la tasa promedio latinoamericana. 3. Aumentar nivel de rechazo social y acción policiva contra la explotación sexual infantil. 4. Reducir 25% el número de delitos de mayor impacto social: hurto sobre personas, asalto, hurto de automóviles, residencias, bancos y establecimientos comerciales. 5. Aumentar 30% la percepción de seguridad entre los ciudadanos. 6. Aumentar la confianza en los procedimientos democráticos; percibir los derechos como derechos, no como favores. 7. Aumentar el porcentaje de ciudadanos que no justifican transgresiones a la ley. 8. Aumentar la capacidad de celebrar y cumplir acuerdos. 9. Ampliar y democratizar el acceso de las personas a la oferta cultural, recreativa y deportiva de la ciudad. 10. Aumentar conocimiento y confianza en el uso de impuestos

La autorregulación ciudadana se entendió de dos maneras: la personal (por convicción o por temor anticipado a las sanciones sigo las normas) y la interpersonal – también descrita como mutua regulación–. Esta última frecuentemente es implícita. Sin embargo su carácter explícito y voluntario fue acentuado en el segundo Plan con la expresión “mutua ayuda para actuar según la propia conciencia, en armonía con la ley”.

La primera experiencia de corresponsabilidad vía regulación cultural consistió en la distribución de 350.000 tarjetas ciudadanas entre conductores de la ciudad con la invitación a usar la cara blanca con el pulgar hacia arriba (y la leyenda “Bogotá coqueta”) para reconocer comportamientos conformes a las normas y usar la cara roja con el pulgar hacia abajo para sancionar comportamientos indebidos.

De esta manera los ciudadanos se involucraron en la mutua regulación y aún quienes no lo hicieron se reconocieron como corresponsables. Al enfrentar transgresiones pueden no quedarse pasivos, pueden intentar corregirlas pacíficamente.

También el uso localizado de mimos para controlar el tránsito, muy divulgado por los medios, ilustró la idea de que un gobierno local puede tener una agenda pedagógica y preparó el terreno para la liquidación de la Policía de Tránsito local que tenía fama de estar dominada por la corrupción.

Los mimos sirvieron para ilustrar cómo parte de la agenda pedagógica podía involucrar arte. Pero al mismo tiempo estas intervenciones fuera de lo común se relacionaron con indicadores:

La ciencia social reciente ha llamado la atención sobre los fenómenos de cooperación masiva donde cientos, miles o incluso millones de ciudadanos llegan a colaborar. Son acciones donde si no hay un número suficiente de cooperadores el esfuerzo se pierde, no tiene efecto, y los que cooperaron aportaron a veces más de lo que recibieron. Algo que socava las acciones colectivas es un pesimismo cuantitativo (mi aporte no hace diferencia) y el hecho de que lo óptimo para un individuo sería que los demás colaboren

y el sea el único que no lo haga (el gorrón). Obviamente cuando uno cree que los demás van a ser gorrones es “natural” que uno tienda a adelantarse a ser gorrón. Inversamente un mejoramiento de las expectativas recíprocas puede tener efectos dramáticos a favor del crecimiento de la cooperación. Así mediante ahorro voluntario de agua no solo se evitó un racionamiento de meses sino también la gente aprendió a ahorrar agua y ver los efectos en la factura. De 1996 a 2003 el consumo por familia por mes se redujo de 28 metros cúbicos a 18 (casi un 40%).

En menos de quince días hubo unos cuantos crímenes atroces contra taxistas y de taxistas contra ciudadanos. Apareció una tensión extrema que hacía necesaria la intervención de la Alcaldía. Se le pidió informalmente a los funcionarios de los edificios centrales de la administración que cuando tomaran un taxi evaluaran tres aspectos: si el conductor saludaba, aceptaba sin regateos ir a la dirección solicitada y daba los vueltos completo. Al conductor que satisfacía los tres criterios debían pedirle nombre y teléfono. En dos semanas, con el listado así confeccionado se hizo una reunión con 150 taxistas ejemplares, una reunión que nos cambió a los presentes el imaginario del taxista bogotana. Si en tan poco tiempo y tan artesanalmente habíamos podido encontrar 150 cuántos miles no habría entre los 60.000 de la ciudad. Los declaramos “caballeros de la cebra” y a cada uno de ellos se les dio diez juegos de distintivos (calcomanía y cebrita para colgar del espejo) para que los entregaran a diez colegas que a su juicio merecieran hacer parte de los caballeros de la cebra. Luego conjuntamente se trabajó en el diseño de acciones de capacitación.

Una acción colectiva en el terreno tributario fue el programa del 110% con Bogotá: 63.000 hogares o entidades pagaron 10% adicional de impuesto predial, escogiendo cada cual a qué proyectos entre 15 querían destinar su aporte voluntario.

La desconfianza ante la propuesta de aumentar la productividad del transporte público mediante turnos (para reducir exceso de oferta) y sobre todo el temor a que los colegas asumirían comportamientos de gorrón llevó a un fenomenal paro de taxistas que coaguló el tránsito de la ciudad durante dos días de agosto de 2002. Fue un paro totalmente pacífico con muchas muestras de solidaridad hacia los niños. Ahora el sistema de turnos funciona en gran parte por autorregulación y control mutuo de los transportadores

La encuesta de cultura ciudadana nos llevó a aprender a medir el control social. Por ejemplo a finales del 2003 de 100 ciudadanos 48 vieron a un vecino dejar los excrementos de su perro en espacio público. De 100 que estuvieron en esa circunstancia 71 no hicieron nada, ninguno agredió físicamente, uno acudió a autoridad, tres agredieron verbalmente y 25 corrigieron cordialmente al trasgresor. De estos 25 trasgresores corregidos, 17 lo tomaron mal y 8 lo tomaron bien. En este último caso funcionó bien el modelo de mutua regulación. Nótese que (seguramente por la levedad relativa de la infracción) fue 8 veces más frecuente que acudir a autoridad.

Mediciones similares se realizaron para más de una decena de normas.

Varios estudios y publicaciones permitieron documentar los avances de Cultura Ciudadana en Bogotá. Fueron útiles las Encuestas de Cultura Ciudadana (IDCT, Bogotá: 2001 y 2003) y Bogotá cómo vamos, un programa de la Cámara de Comercio en alianza con la Fundación Corona y con la casa editorial El Tiempo que monitorea más de 200 indicadores trimestralmente y realiza una amplísima encuesta anual.

Pero los resultados más espectaculares se dieron en Protección de la vida en reducción de homicidios (de 80 por 100.000 habitantes por año a 23) y la reducción de muertes en accidentes de tránsito (de casi 1.400 a comienzos de los 90 a menos de 600 en el 2003). La restricción al alcohol (ley “zanahoria”) fue una de las primeras medidas en esta dirección y fue objeto de una intensísima campaña en diciembre de 1995 (“diciembre zanahorio”).

Protección a la vida Reducción de muertes en accidentes de tránsito Cambio policía Mimos y ley zanahoria (restricción a alcohol) 1400 1200

1284 1260

1341 1387

1089 931

1000 No. muertes

Mejor atención pre-hospitalaria

1301

914

878

834 745

800

697 585

600 400 200 0 1991

1992

1993

1994

1995

1996

1997 1998

1999

2000

2001

2002

2003

En 2003, en conjunto con el Fondo Nacional de Prevención Vial, se señalizaron con una estrella en forma de cruz, negra y con borde amarillo, 1500 lugares en la ciudad donde en los últimos cinco años habían fallecido peatones atropellados. La mano en forma de signo de interrogación intentaba remplazar el pulgar hacia abajo con un mensaje más suave, más sistémico: ¿”Qué nos pasa?”.

Los progresos en materia de protección a la vida fueron también el resultado de los cambios de la Policía colombiana, de capacitación a funcionarios públicos y de diversos avances técnicos (como el sistema unificado de información sobre violencia y delincuencia) y que lograron implantarse sin perturbar el optimismo constitucional, pedagógico y religioso: “todos tenemos remedio”.

Algunos de los progresos en armonización entre ley, moral y cultura pudieron medirse muy claramente:

0%

5%

10% 15% 20% 25%

Ciudadanos para los cuales se justifica desobedecer la ley cuando es la única manera de lograr los objetivos Ciudadanos para los cuales se justifica desobedecer la ley cuando hay gran provecho económico Ciudadanos para los cuales se justifica desobedecer la ley cuando es lo acostumbrado

2001 2003

Ciudadanos pro porte de armas para protegerse

ii. Seis principios generales reconstruidos después de la experiencia Los programas de cultura ciudadana desarrollan este enfoque usándolo para resolver problemas percibidos por la ciudadanía y/o el gobierno como problemas de alta prioridad (principio de pertinencia). “Hágalo con cultura ciudadana” tal vez sólo vale la pena si se espera que hacerlo así conduce más fácilmente y más eficientemente o más sosteniblemente a unos resultados esperados (principio de utilidad). Por lo general los programas “desatascan” situaciones donde una aproximación simplemente normativa y represiva sería insuficiente o incluso contraproducente. La versión simplificada de este impasse se resumía en Bogotá hace diez años así: “Cójanlo. Cójanlo” gritar la gente cuando el raponero corría, consumada su acción. Pero apenas la Policía lograba detenerlo la gente pasaba a gritar “Suéltenlo, suéltenlo”. Se buscó y se logro construir coherencia entre la acción de gobierno y las (re)acciones ciudadanas (principio de corresponsabilidad). Para ello fue clave la mediación de los medios de comunicación en la construcción de la narrativa (que introducía una dimensión dramática en la secuencia de eventos con preguntas como ¿qué pasará, sí responderá la gente a la propuesta, si merecerá la confianza? ¿Qué hará si “no le hacen caso”?) y también en el seguimiento técnico-racional (divulgación de metas, indicadores y resultados) (principio de publicidad, significación y condensación). También fue clave crear experiencias micro

para explicitar (confesar) las dificultades de auto-aplicación de las propuestas (principio de implicación en el cambio).

No siempre los seis principios mencionados fueron aplicados con igual energía y conciencia. Muchas veces se omitió alguno, afectándose la eficacia del proceso.

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