GUÍA No. 19 TRES MANERAS DE HUMILDAD
REFLEXIONES PREVIAS De acuerdo con las instrucciones del texto de Ejercicios, la preparación inmediata para la elección o la reforma de vida, mediante las meditaciones de Dos Banderas, Tres Binarios, la consideración sobre las Tres Maneras de humildad y el triple coloquio (EE 147), se hace «juntamente contemplando» los misterios de la vida de Jesús, para conocerlo, amarlo y seguirlo de modo más fiel y para hacernos más sensibles a la acción del Espíritu que "mueve" y "atrae" nuestra voluntad, mostrándonos lo que Dios quiere de nosotros en las circunstancias concretas de nuestra vida. Y así, se proponen para los días siguientes varias contemplaciones de la vida pública del Señor (cf EE 158-161). Después del ejercicio sobre «la partida de Cristo nuestro Señor desde Nazaret al río Jordán y cómo fue bautizado» (EE 158), el texto recuerda que en las contemplaciones de esta segunda Semana, «según que cada uno quiere poner tiempo o según que se aprovechare», puede alargar o acortar, tomando más o menos misterios de oración. Y a continuación indica el momento de entrar en elecciones: «la materia de elecciones se comenzará desde la contemplación de Nazaret a Jordán» (EE 163). Pero añade que antes de emprender la tarea «aprovecha mucho considerar y advertir en las siguientes tres maneras de humildad, y en ellas considerando a ratos por todo el día, y asimismo haciendo los coloquios» (EE 164). FIN QUE SE PRETENDE El fin que se pretende lo señala sobriamente el texto: «para hombre afectarse a la vera doctrina de Cristo nuestro Señor». Es decir, para aficionarnos, encariñarnos, con la persona de Jesús, con su mensaje y su modo de proceder, y así llevar nuestro propósito de seguimiento y de servicio hasta sus últimas consecuencias. Reflexión que ha de acompañarse con los coloquios que piden el don de la tercera manera de humildad, pues ella excede nuestra lógica y nuestra capacidad natural. Es el mismo Señor quien infundirá esta actitud en nuestros corazones. Las tres maneras de humildad son el tercer test o preámbulo, dirigido a ultimar nuestra disposición para el discernimiento que conduce a la elección. Recordemos que en la meditación de Dos Banderas (primer examen) examinamos la autenticidad de nuestra fe: considerando «la intención de Cristo nuestro Señor y, por el contrario, la del enemigo de natura humana», sometimos a prueba la imagen que tenemos de Jesús, para verificar qué tan auténticamente evangélicos son los criterios que guiarán nuestro discernimiento; al mismo tiempo, adquirimos lucidez acerca de los engaños con los que el enemigo del hombre suele entrabar el camino del seguimiento, y suplicamos la gracia para imitar «la
vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán». En los Tres Binarios (segundo examen), descubrimos qué tan libre está nuestra voluntad de afectos desordenados, para poder buscar recta y sinceramente el camino que el Señor pone en nuestro corazón, y procuramos alcanzar, con su gracia, la indiferencia o libertad para el «magis». Ahora, en las tres maneras de humildad (tercer examen), mediremos la temperatura del corazón y pediremos la gracia de acrecentar nuestro afecto por la persona de Jesús, por su programa y por su penoso camino en suma pobreza, hambre, sed, injurias, afrentas, hasta morir en cruz (cf EE 116). El amor nos impulsará a desear imitarlo, seguirlo y servirle en su misión crucificante y crucificada. «El amor de Cristo nos apremia» (2Co 5, 14). Para identificarnos de este modo con Jesús no basta una inteligencia iluminada por los valores evangélicos, ni una voluntad libre de aficiones desordenadas. Es necesaria una atracción tal que arrastre al propósito y determinación de «hacemos conformes a él»: «el que dice que está unido a Dios, debe vivir como vivió Jesucristo» (1 Jn 2, 6). GRACIA QUE SE QUIERE ALCANZAR Con los mismos tres coloquios de las Dos Banderas, pedir que «el Señor nuestro le quiera elegir en esta tercera, mayor y mejor humildad, para más le imitar y servir, si igual o mayor servicio y alabanza fuere a la su divina majestad» (EE 168). «Queriéndome vuestra sanctísima Majestad elegir y recibir...» (EE 98). Esta misma condición de la meditación del Reino, retorna en los coloquios de las maneras de humildad. Nuestra petición va, pues, acompañada por el total “acatamiento” al querer divino. Es el Padre quien nos elige y nos indica cómo quiere que sirvamos a su proyecto. Aunque de nuestra parte queremos y elegimos «imitar y parescer más actualmente a Cristo nuestro Señor», por encima de tal deseo ponemos la mayor gloria de Dios, el mejor servicio a su Reino, como nos lo muestre y lo ponga en el corazón la unción del Espíritu. Esta gracia equivale a la petición de "ser puestos con el Hijo" y comprende también la opción preferencial por los pobres. Porque querer estar donde está Jesús, significa querer estar con quienes él se ha identificado: los hambrientos, los sedientos, los desnudos, los encarcelados, los enfermos, los exiliados... (cf Mt 25, 31ss). Podemos, pues, añadir aquí la súplica que ideó el P. General: «la petición de Ignacio de ser puesto con el Hijo, escuchada en La Storta, se convierte en la oración de la Compañía de ser puesta con aquellos que encarnan la predilección de Jesucristo, en y para su Iglesia»1. TEXTO IGNACIANO Las tres maneras de humildad son desarrolladas en el texto de Ejercicios (165-168) como tres formas o maneras de obediencia y de servicio a Dios nuestro Señor. Aunque el 1
Carta sobre la recepción de la Congregación General 33, Información S.J., 96, marzo-abril, 1985, p.43.
texto habla de tres maneras, en el Directorio Autógrafo (17), Ignacio las considera también como grados. El que va a entrar en elecciones debe hacerlo con «entera resignación de su voluntad; y si es posible, que llegue al 3º grado de humildad, en que de su parte esté más inclinado, si fuese igual servicio de Dios, a lo que es más conforme a los consejos y ejemplo de Cristo nuestro Señor. Quien no está en la indiferencia del 2º grado, no está para ponerse en elecciones». Maneras y grados son dos perspectivas diversas para considerar la humildad o el amor: las tres maneras se incluyen y, en su distinta intensidad o gradación, se dan todas de hecho en el corazón humano. El segundo grado supone el primero y el tercero los dos anteriores. Maneras y grados de amor: el Dr. Pedro Ortiz, que fue embajador de Carlos V ante la Sede Apostólica, hizo los Ejercicios durante cuarenta días en el monasterio de Monte Casino bajo la guía de San Ignacio, en 1538. De él se conservan algunos apuntes en los que se refiere al texto ignaciano así: «para que el hombre se aficione más a ymittar la verdadera doctrina de Christo nuestro Señor, aprovecha mucho considerar y advertir en las siguientes tres maneras y grados de amor de Dios y deseos de obedecer y ymitar y servir a su divina majestad»2. En su Diario espiritual San Ignacio habla varias veces de la “humildad amorosa”. Humildad y amor se entrelazan con un vínculo estrecho. Si la soberbia es el amor propio que nos encierra en egoísmo y autosuficiencia, con olvido de Dios y desprecio de los hombres; la humildad, por el contrario, es despojo y vaciamiento, que nos hace salir de nuestro propio amor, querer e interés para buscar los intereses de Jesucristo (cf Flp 2, 21), y nos lleva a «hacernos prójimos» de quienes nos necesitan. Dos valiosas notas sobre este texto de los Ejercicios, pueden completar la comprensión de las maneras de humildad: «Usa San Ignacio ese término (humildad) en el sentido más bien medieval dado por Santo Tomás y San Bernardo, como sujeción y subordinación a Dios, sin levantarse sobre lo que está determinado por la regla divina (cf 2-2q. 161.162 y San Bernardo, PL 183, 610). Es “la renunciación perfecta en toda su latitud” (La Palma, 1.2 c.25 n.1). Es la indiferencia en su sentido pleno vista a la luz del amor. Es una actitud interna del alma. San Ignacio pretende mostrar al alma cuáles han de ser las disposiciones internas antes de entrar en las elecciones y cuáles han de ser las señales de que el amor a Dios que se ha encendido en los ejercicios, es un amor verdadero: el que llega no sólo a la persona, sino a todo lo que se refiere al Señor, aunque sea desagradable a la naturaleza… Estas consideraciones tienden a la ordenación del corazón, a que no se eche atrás el ejercitante en el momento decisivo, si se ve precisado a elegir algo que le repugna. Se trata de plantar en el corazón una atracción tal hacia Jesucristo, que sea capaz de contrapesar la fuerza de las repugnancias»3. «Lo que se considera y se somete a examen, en este ejercicio, es nuestra disposición espiritual, que incluye tres grados o “maneras”: una fidelidad (primer grado de humildad), que es una manera de estar en la vida, y que la identificamos con la experiencia del principio y Fundamento y con todo lo que de esa experiencia dimana; una indiferencia del corazón o de la afectividad (segunda manera de humildad), hasta sus niveles más 2 3
Miscelánea Comillas, 25 (1956) 41; MI Exerc., p. 635. Obras de San Ignacio, BAC, 5ª edición, notas 104 y 105, p. 258.
hondos; y un deseo de identificación plena con el misterio de Cristo (tercera manera de humildad), que incluye una participación en su misterio de muerte y de vida»4.
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Primera manera de humildad
Podría llamarse «amor fundamental». Dios es el amor absoluto de nuestra vida. «“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Este es el más importante y el primero de los mandamientos. Pero hay un segundo semejante a este: “ama a tu prójimo como a ti mismo”. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas» (Mt 22, 37-40). La fidelidad a ese doble mandamiento del amor no permite hacer nada que pueda romper la relación, aunque nos ofrecieran todo el mundo. Supone una humildad y capacidad tal de desprendimiento, que estamos dispuestos a dar la vida antes que quebrantarlos. •
Segunda manera de humildad
Es el amor delicado y libre, que elige siempre lo que agrada más a Dios y a las personas, y evita cualquier cosa que pueda contrariarlos aun ligeramente. Es la actitud de indiferencia o libertad del tercer binario. La preferencia por Jesús, se convierte en norma decisiva que dispone aun los más sencillos detalles de la vida. Consiste en sentirse libre frente a todo: salud, riquezas, honores, vida (Principio y Fundamento); en salir del propio «amor, querer y interese», para elegir lo que uno siente ser más gloria, alabanza y servicio de Dios. Y entre tanto, estar a la expectativa de lo que Dios imprevisiblemente quiera poner en el corazón. •
Tercera manera de humildad
«Es humildad perfectísima», dice San Ignacio, e incluye las otras dos maneras. Amor de identificación, en el que la adhesión a Jesús alcanza su cumbre. De tal manera nos atrae y apasiona su persona, que no deseamos otra cosa sino vivir como él vivió, colocarnos donde él está y correr su misma suerte. Es el amor radical, la locura de la cruz. «Si alguno quiere servirme, que me siga; y donde yo esté, allí estará también el que me sirva. Si alguno me sirve, mi Padre lo honrará» (Jn 12, 26). Descubre el P. General en esta manera de humildad como tres grados: «pobreza, oprobios y locura. En vez de construir una ascensión gloriosa, Ignacio, fiel al mensaje evangélico, se siente obligado a proponer un descenso, un sepultarse en la kenosis del Señor. En el fondo, pues, Ignacio nos hace descubrir la locura de la gloria de Dios, que sólo el amor divino puede salvar del absurdo... Dios atrae al alma “trayéndola toda en amor de la su divina majestad” (EE 330), un amor que es “manikós eros”, amor loco de Dios por el hombre»5. Esta es la característica distintiva de la adhesión de San Pablo a Jesucristo: 4
GARCÍA HIRSCHFELD, CARLOS, S.J., “Todo modo de examinar la conciencia”, MANRESA, julioseptiembre 1990, pp. 269-270. 5 KOLVENBACH, PETER-HANS, S.J., “Locos por Cristo”, Decir…al “Indecible”, Colección MANRESA, 20, Mensajero-Sal Terrae, p. 120. El P. General explica que este amor, en el lenguaje fuerte del Oriente cristiano es “manikós eros” y cita a Nicolás Cabasilas (s. XIV), La vie en Jesús-.Christ.
- no anuncia el Evangelio con ostentación ni elocuencia. No quiere saber de otra cosa sino de Jesucristo y, más estrictamente, de Jesucristo crucificado (1 Co 2, 1-2); - predica un Mesías crucificado: para los judíos un escándalo, para los paganos una locura; pero para los llamados, fuerza y sabiduría de Dios (1 Co 1, 23); - por Jesús perdió todo lo que antes valía tanto para él. Lo que quiere es conocerlo personalmente, sentir el poder de su resurrección y la solidaridad en sus sufrimientos, haciéndose semejante a él en su muerte, para alcanzar la resurrección (Flp 3, 7-11); - exhorta a tener los mismos sentimientos de Jesucristo, que se despojó de todo y tomó la condición de esclavo, haciéndose uno de tantos; así se abajó y se hizo obediente hasta la muerte y una muerte de cruz (Flp 2, 5ss); - dice que ya no vive él: «ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí. Y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí». (Gl 2, 20). La elección de «más pobreza con Cristo pobre que riqueza, oprobios con Cristo lleno de ellos que honores, y desear más de ser estimado por vano y loco por Cristo, que primero fue tenido por tal, que por sabio ni prudente en este mundo» (EE 167), es resultado de un amor apasionado al Señor, consecuencia de haber acogido a un Dios «que desea dárseme en cuanto puede» (EE 234), y que me «abraza en su amor y alabanza». «Lo que llama la atención desde el principio –comenta el P. Kolvenbach-, es la fuerte personalización de esta locura. Mientras la versión Vulgata de 1548 debilita el carácter personal de la tercera manera de humildad exhortando a abrazar el desprecio y la fama de loco, el autógrafo expresa claramente el deseo de ser loco como Cristo, “por Cristo, que primero fue tenido por tal” (EE 167)»6. El mismo P. Kolvenbach relaciona esta locura por Cristo con la gloria de Dios: «San Ignacio intenta comunicarnos dos verdades aparentemente contradictorias a primera
vista. De un lado, porque la locura de la cruz es la gloria de Dios, no es posible ser compañero de Jesús sin compartir su locura, renunciando a figurar como “sabio ni prudente en este mundo”…Por otro lado, convencido de que todas las expresiones concretas de la locura de la cruz no son necesariamente, y en todos los casos, para gloria de Dios, Ignacio nos hace pedir, en una oración permanente de discernimiento, la manera efectiva de ser “vano y loco por Cristo” (EE 167). Por medio de esta oración continua, el compañero de Jesús se mantiene abierto a lo inesperado e imprevisible de cuanto el don gratuito del amor de Dios y la libertad de la pasión de Cristo inspiren como formas concretas de la locura por Cristo»7. Aunque la cruz está presente en este momento de elección, permanecemos en segunda Semana. En verdad, la cruz ha estado presente desde la primera Semana –en el 6
KOLVENBACH, PETER-HANS, S.J. «Locos por Cristo», Decir…al “Indecible”, Colección MANRESA, 20, p.118. 7 Ib., p.119.
coloquio ante el crucificado-, y también en la contemplación del Nacimiento. En la mística ignaciana del servicio, la cruz acompaña ineludiblemente el camino del seguimiento para una misión que se realiza en pobreza, conflicto y humillaciones. El compañero de Jesús ha de estar amorosamente dispuesto a tomar esa cruz y a correr la suerte de su Señor humillado, burlado, tenido por loco (cf Mt 27, 31; Mc 15, 20; Lc 22, 63: burlas de los soldados; Mc 3, 21: sus parientes van a echarle mano porque había perdido el juicio; Jn 10, 20: los dirigentes dicen que está loco de atar). «Sin este amor -decía el P. Arrupe-, no hay hombre de tercera manera de humildad, que es el prototipo ignaciano del hombre, en el que el ideal de la caridad evangélica llega a su cota máxima»8. FUENTES DE ORACIÓN PARA LSEMANA Textos bíblicos
Flp 3, 4-16: Pablo desea incorporarse a Cristo, a sus sufrimientos y a su muerte Mt 5, 1-12; Lc 6, 20-26: bienaventuranzas; alegría de ser perseguido por causa de Jesús Mt 6, 19-34: ¿qué significa elegir ser pobre? Heb 12, 1-6: correr la competición con los ojos puestos en Jesús 1 Co 1, 18-31: la cruz, subversión de los valores. Textos de la Compañía
Constituciones (Examen), 101: « Asimismo es mucho de advertir a los que se examinan, encareciendo y ponderándolo delante de nuestro Criador y Señor, en cuánto grado ayuda y aprovecha en la vida espiritual, aborrecer en todo y no en parte, cuanto el mundo ama y abraza, y admitir y desear con todas las fuerzas posibles cuanto Cristo nuestro Señor ha amado y abrazado. Como los mundanos que siguen al mundo, aman y buscan con tanta diligencia honores, fama y estimación de mucho nombre en la tierra, como el mundo les enseña; así los que van en spíritu y siguen de veras a Cristo nuestro Señor, aman y desean intensamente todo lo contrario, es a saber, vestirse de la misma vestidura y librea de su Señor por su debido amor y reverencia, tanto que, donde a la su divina Majestad no le fuese ofensa alguna. ni al prójimo imputado a pecado, desean pasar injurias, falsos testimonios, afrentas, y ser tenidos y estimados por locos (no dando ellos ocasión alguna de ello), por desear parecer e imitar en alguna manera a nuestro Criador y Señor Jesucristo, vistiéndose de su vestidura y librea, pues la vistió él por nuestro mayor provecho espiritua1, dándonos ejemplo, que en todas cosas a nosotros posibles, mediante su divina gracia, le queramos imitar y seguir, como sea la vía que lleva los hombres a la vida».
8
ARRUPE, PEDRO, S.J., «La formación en el Noviciado», La identidad del jesuita en nuestros tiempos, Sal Terrae, 1981, p. 610.
SUGERENCIAS PARA DISTRIBUIR LA SEMANA 1) Oración sobre la 1a. manera de humildad, con los tres coloquios de las Banderas 2) Oración sobre la 1ª manera de humildad, con los mismos tres coloquios 3) Oración sobre la 3a. manera de humildad, con los tres coloquios 4) Oración con el texto de las Constituciones, n. 101 y 102 5) Oración con algunos textos de la CG 32, d. 12: Una pobreza más auténtica: No. 3: los signos de los tiempos descubren nuevos aspectos de nuestra pobreza No. 4: «la pobreza religiosa llama siempre al seguimiento de Cristo pobre, pero hoy más especialmente, a seguir a un Cristo que trabaja en Nazaret, que en su vida pública se identifica con los pobres, que simpatiza con ellos y que sale al paso de sus necesidades, de un Cristo, en fin, generoso en ponerse al servicio de los pobres... Hoy la importancia de la pobreza no se pone sólo en una perfección ascético-moral que provenga de la imitación de Cristo pobre, sino también, o mejor dicho, más, en ese valor apostólico por el que uno, olvidándose de sí mismo, imita a Cristo en un servicio generoso y libre a toda clase de abandonados» No. 9: «nuestra pobreza es un esfuerzo para conquistar, frente a todo afecto desordenado, la libertad que es condición para un amor intenso y libre»
6) Repetición conjunta de Dos Banderas, Tres Binarios y Maneras de Humildad, en una oración examen sobre la disposición en que me encuentro para entrar en elección. Y pedir insistentemente esa disposición con los tres coloquios.